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La filosofía de Parménides
Cabe la probabilidad de que, al querer intentar el tema a partir de una visión racional, Parménides prescindiese de la
observación naturalista que había llevado a postular tal o cual sustancia como arjé (el agua en Tales, el viento en
Anaxímenes) y se plantease más bien, por la vía del intelecto, qué es lo cual poseen en común todos los seres. Y lo cual
poseen todos en común, innegablemente, es la cualidad de ser: los seres son, hay, hasta el punto de que los seres que
no son no tienen la posibilidad de considerarse seres.
Todo lo anterior no es más que una especulación que no puede en modo alguno desprenderse del poema, pues
Parménides muestra este punto de inicio (el ser es y el no-ser no es) como la primera de las revelaciones que obtiene de
una diosa, a cuya presencia fue conducido por un automóvil volador en el alegórico viaje relatado en el proemio. En un
primer acercamiento el lector puede sentirse inclinado a admitir tal revelación o inclusive a calificarla de perogrullesca;
únicamente después, a la vista de las secuelas que se extraen, se capta su verdadero sentido y la naturaleza cuanto
menos problemática de aquel axioma, puesto que «el no-ser no es» significa, en Parménides, que no hay la nada, el
vacío o el espacio.
Sentado este comienzo (el ser es y el no-ser no es), lo demás de la primera parte del poema plantea las secuelas que, en
precisa lógica, se derivan del mismo, y que no son otras que las características del ser o de lo real, extraídas del estudio
lógico del criterio mismo.
Para Parménides, el hecho de que sus conclusiones parezcan contradecir la prueba de los sentidos (por los cuales
percibimos una diversidad de seres en constante desplazamiento y transformación) sugiere solamente que el
razonamiento por medio de los sentidos solamente conduce a la crítica (doxa) y a el aspecto, jamás a la realidad;
únicamente por medio de el motivo (de un argumento impecable como es el suyo) se llega a una verdad elemental.
En su concepción de lo real, Parménides de Elea alcanzó conclusiones opuestas a las de otro insigne filósofo, Heráclito
de Éfeso, para quien lo real se caracteriza justamente por encontrarse inmerso en un perpetuo devenir, en un incesante
proceso de cambios y transformaciones.
Sófocles
(Colona, hoy parte de Atenas, actual Grecia, 495 a.C. – Atenas,
406 a.C.)
La obra de Sófocles
De su enorme producción, sin embargo, se conservan en la actualidad, aparte de algunos fragmentos, tan sólo siete
tragedias completas: Antígona, Edipo Rey, Áyax, Las Traquinias, Filoctetes, Edipo en Colona y Electra. A Sófocles se
deben la introducción de un tercer personaje en la escena, lo que daba mayor juego al diálogo, y el hecho de dotar de
complejidad psicológica al héroe de la obra.
En Antígona opone dos leyes: la de la ciudad y la de la sangre; Antígona quiere dar sepultura a su hermano muerto, que
se había levantado contra la ciudad, ante la oposición del tirano Creonte, quien al negarle sepultura pretende dar
ejemplo a la ciudad. La tensión del enfrentamiento mantiene en todo momento la complejidad y el equilibrio, y el
destino trágico se abate sobre los dos, pues también a ambos corresponde la «hybris», el orgullo excesivo.
Edipo rey es quizá la más célebre de sus tragedias, y así Aristóteles la consideraba en su Poética como la más
representativa y perfecta de las tragedias griegas, aquella en que el mecanismo catártico final alcanza su mejor clímax.
También es una inmejorable muestra de la llamada ironía trágica, por la que las expresiones de los protagonistas
adquieren un sentido distinto del que ellos pretenden; así sucede con Edipo, empeñado en hallar al culpable de su
desgracia y la de su ciudad, y abocado a descubrir que este culpable es él mismo, por haber transgredido, otra vez, la ley
de la naturaleza y de la sangre al matar a su padre y yacer con su madre, aun a su pesar.
El enfrentamiento entre la ley humana y la ley natural es central en la obra de Sófocles, de la que probablemente sea
cierto decir que representa la más equilibrada formulación de los conflictos culturales de fondo a los que daba salida la
tragedia griega.