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Chernóbil tiene una rica historia que data de 

la Edad Media (mencionada por


primera vez en 1193), y en el siglo XVI fue fuertemente influenciada por los
judíos (más sobre la historia judía en nuestro blog (EN)). Chernóbil se vio muy
afectada por la Segunda Guerra Mundial y bajo la Unión Soviética se convirtió en
la base de reparación de barcos en el río Prípiat. Debido a su densa población y
un fácil acceso a los recursos acuáticos, fue elegida por el Ministerio de
Energía de la Unión Soviética para la construcción de una central nuclear a 20
kilómetros de Chernóbil. Construcción de la central nuclear de V.I.
Lenin empezó en 1970. Al mismo tiempo fue constuida Prípiat, la ciudad-satélite
vecinal y después de poner en marcha el primer reactor en 1977 la ciudad de
Chernóbil tenía 14.000 habitantes. Gracias a sus buenas conexiones de
transporte (autobuses, trenes y hasta barcos) se convirtió en el centro regional
con amplias perspectivas. Los planes de los soviéticos en cuanto a la central
nuclear fueron extensivos: se suponía que iba a ser la mayor central del mundo
con 12 reactores, de los que cada uno generaría una energía de 1000 MW. 4
reactores ya estaban en funcionamiento y otros 2 estaban en construcción
cuando su destino cambió para siempre.

El desastre de Chernóbil ¿qué es lo que realmente pasó?


El accidente de la central nuclear ocurrió el 26 de Abril en 1986. Fue el desastre
nuclear más grande en la historia de la humanidad. La explosión tuvo lugar en el
cuarto bloque de la central nuclear de Chernóbil, que se encontraba a tan solo
120 kilómetros de la capital ucraniana Kiev y cerca de su frontera con Belarús.

La central nuclear de Chernóbil era en aquel tiempo una de las centrales


nucleares más grandes del mundo. Fue dedicada al programa militar estratégico
de la armada soviética. La explosión fue una desafortunada coincidencia de
varios factores. Aparte del hecho de que el rector no tenía actualizado el sistema
de seguridad, tenía un bajo nivel de automatización. En la fatídica noche el 26 de
abril se estaba llevando a cabo un experimento que debía poner a pruba el
rango inercial del turbogenerador. Bajando la producción enérgica hasta el nivel
de paralización de la reacción nuclear en cadena, seguido por un brusco
aumento de producción enérgica por los operadores junto con la suspensión de
la conducción del agua de refrigeración al reactor 1, resultaron en un
sobrecalentamiento del comustible y  destrucción de la base del reactor.

A la 1:24 (hora local), 40-60 segundos después de haber iniciado la prueba,


tuvieron lugar dos grandes explosiones. Según algunos investigadores del
accidente, el hecho de que quitaran todas las barras de control de la parte activa
del reactor, junto con la creciente capacidad del reactor, hicieron que
la explosión fuera inevitable.  Según las investigaciones los sistemas de
seguridad estaban apagados  algunos incluso fuera de servicio en el momento
de la explosión inicial.  La combinación del vapor radiactivo con hidrógeno
arrancó la tapa del reactor de 1,200 toneladas y destruyó el techo. Al cabo de
unos segundos llegó otra explosión. Mientras que la primera explosión, según
varios estudios independientes, fue química, la segunda, en la que se quemaron
los neutrones inmediatos, tenía características de una explosión nuclear con una
potencia de 0.3 kilotoneladas (que equivale aproximadamente a 300 tonedalas
de TNT (trinitrotolueno). Según varios testigos la primera explosión fue seguida
por una llama roja y la segunda por una llama azul, y al cabo de un rato apareció
un hongo nuclear sobre el reactor.

El desastre nuclear también fue una coincidencia. Se suponía que la prueba iba


a ser realizada por otro equipo (de diferente turno). Aquel grupo fue
especialmente entrenado para realizar ese tipo de pruebas. Sin embargo, la
prueba se aplazó durante 9 horas debido a las celebraciones del 1 de mayo y
por la electricidad necesaria para cumplir con el plan de producción. El retraso
hizo que el experimento se llevara a cabo bajo otro equipo de operarios y no por
aquel que lo había preparado. En el turno de noche, por lo tanto, había
menos operarios cualificados. Justo después del accidente cerraron los demás
reactores y la gestión de la central entró en régimen de crisis, que fue
gestionado desde un búnker debajo de la central (puedes visitarlo junto con la
sala de control en nuestros Tours a la Central nuclear de Chernóbil y a la
ciudad de Prípiat)

E
La nube atómica y su viaje por el mundo
El polvo radiactivo empezó a expendirse desde el reactor de la central
nuclear destruido y ardiente y contaminó el medio ambiente no solo en sus
alrededores, sino también llegó a lugares más lejanos. El primer paso de la
liquidación del accidente nuclear fue extinguir el incendio en la sala del reactor
ardiente y en el techo de la sala central de la maquinaria. Los primeros en llegar
fueron el departamento especial de bomberos de la central nuclear, junto con
los bomberos de las ciudades vecinas de Prípiat y Chernóbil. Ellos apagaron
el fuego en 3 horas después del accidente. Aunque, en el corazón del reactor,
había una mezcla de masas nucleares que contenían comustible que aún estaba
ardiendo.
Los bomberos que trabajaban en la zona del accidente no sabían qué había
causado el incendio y seguían echando agua a las ruinas del reactor. Esto
empeoró la situación y provocó varias explosiones menores y una grave
contaminación radiactiva. Para evitar la dispersión de la radiactividad al medio
ambiente, llenaron el reactor de 5.000 toneladas de boro, dolomita, arena, barro
y de un compuesto de plomo,  lanzándolo desde lo alto de unos helicópteros
que estaban volando sobre el reactor los días después del accidente. Estas
materias llegaron a  extinguir el grafito ardiente y absorber los aerosoles
radioactivos. Dos semanas después de la avería los organismos oficiales
soviéticos decidieron conservar el bloque colapsado dentro de un sarcófago
especial – hecho de hormigón con su propio sistema de refrigeración.

La explosión elevó las partículas radiactivas  hasta a 1.5 kilómetro de altitud. A


esta altitud, el viento del sureste arrastró la nube radiactiva llevándola hasta
Escandinavia. La nube voló sobre Escandinavia y después volvió hacia Ucrania. El
día del accidente, la dirección del viento cambió hacia el oeste, por eso la
segunda nube contaminada voló por Polonia a Checoslovaquia y después a
Austria. Después de su rebote en los Alpes volvió a Polonia. Por lo que sabemos,
no hay lugar en el mundo donde las nubes de Chernóbil no estuviesen
presentes. Las nubes contaminadas volaron por todo el mundo.

Los territorios más afectados fueron Ucrania y Belarús, que decidieron evacuar


partes de sus países de forma permanente debido a la  contaminación del
medio ambiente. El yoduro radiactivo ocupó un papel muy importante en los
procesos de contaminación. Su periodo de semidesintegración es corto y
relativamente poco después del accidente se descompuso en sustancias
inocuas. Hoy en día, la contaminación radiactiva está compuesta sobretodo de
sustancias como estroncio y cesio. Su periodo de semidesintegración es de 30
años. Después del accidente estas sustancias estuvieron contaminando el
entorno cercano durante décadas. Los isótopos de plutonio y americio
permanecerán en el territorio durante miles de años. Sin embargo, su efecto de
radiación sobre el cuerpo humano es despreciable.

Según el informe oficial (una vez cerrada la investigación) fueron los empleados
los que no habían seguido las normas de seguridad necesarias. El director de la
central nuclear V.P. Bryukhanov y el ingeniero jefe N.M. Fomin
fueron condenados a 10 años de prisión, el ingeniero jefe adjunto  A.S. Dyatlov a
5 años , el jefe de la sala del reactor A.P.Kovalenco y el responsible del turno B.V.
Rogozhkin a 3 años, y el inspector del Estado Y.A. Laushkin a 2 años de prisión.
Paradójicamente, el juicio tuvo lugar en la Casa Cultural de Chernóbil, que antes
era una sinagoga. Los eventos de la central nuclear de V.I. Lenin solo han sido el
comienzo de las secuelas que después cambiarían no solamente las normas de
seguridad de la energía nuclear, sino también la historia de la humanidad. 

Chernóbil significa “ajenjo”


La ciudad de Chernóbil (Chornobyl en ucraniano) y la zona a sus alrededores llamada Polissya es un terreno
lleno de bosques, pinos, muchos ríos y pantanos al norte de Ucrania, en la frontera con Belarús. El nombre de
la ciudad proviene del nombre de una planta llamada "ajenjo". Hay muchos ajenjos en las zonas vecinas. Esta
planta está también mencionada en la Biblia y muchos cristianos creen que el triste destino de la zona estaba
previsto.  El ajenjo es una hierba amarga con propiedades curativas y detoxificantes. Se usa sobretodo para la
producción del absinth.

Hay varias opiniones en cuanto al número de víctimas del accidente. Está


claro que entre las víctimas directas estaban sobretodo los empleados de la
central al igual que los bomberos, que recibieron una dosis letal de radiación. En
los primeros 3 días hubo 200 pacientes hospitalizados con claros síntomas de
enfermedad por radiación y fueron enviados directamente al hospital n.6 en
Moscú para recibir el tratamiento. Oficialmente hubo 28 víctimas del accidente
de Chernóbil. La mayoría fue enterrada en el cementerio de Mitino en Moscú.
Debido a la alta radiación, cada cuerpo permanece cerrado dentro de  un ataúd
de hormigón.

Oficialmente, el desastre de Chernóbil afectó a vidas de más de 600.000


personas Los documentos oficiales dividen a las víctimas de la radiación en
varias categorías. El mayor grupo está formado por los liquidadores (200-400
000), socorristas, los soldados que realizaron la decontaminación, bomberos y
también policías. Además, había otro grupo de alrededor de 166 000 habitantes
de las áreas contaminadas cerca de Chernóbil. Más tarde fueron evacuadas
otras 220.000 personas de las zonas contaminadas de Belarús, Ucrania y Rusia.
Hoy en día hay 5 millones de personas que siguen viviendo en las áreas
contaminadas. En total hay más de 10 millones de personas que padecen
enfermedades debidas a la catástrofe, de las que 3.2 millones son ucranianos (el
resto son habitantes de Belarús y Rusia)

Ciudad fantasma
Prípiat era la ciudad modelo del gobierno soviético y fue construida en 1970
para el personal de la central y sus familias. El promedio de edad de los
habitantes en el tiempo del accidente era de 25 años. Prípiat contaba con todos
los lujos de una ciudad moderna: estación de trenes, puerto, hospital y también
un parque de atracciones.

Los funcionarios públicos no avisaron a los 50.000 habitantes sobre la amenaza


de contaminación radioactiva de inmediato. Tampoco les
proporcionaron pastillas de yoduro, que les habrían ayudado a combatir los
efectos de la radiación. El accidente hizo que el nivel de radiación superara mil
veces el nivel de la radiación natural. La evacuación de Prípiat tuvo lugar el día
después del accidente, en la tarde del 27 de abril de 1986, en trenes, barcos y
autobuses. Todos pensaban que en tres días regresarían a sus viviendas y por
eso solo les fue permitido llevarse lo imprescindible (y también para evitar el
pánico y demasiado equipaje). Después las autoridades decidieron que la ciudad
permanecería vacía para siempre.

¡Para la atención de los residentes de Prípiat!  Estimados camaradas, El


Ayuntamiento informa que debido al accidente en la central nueclear de
Chernóbil en la ciudad de Prípiat, la radiactividad  ha evolucionado a niveles
adversos. Miembros del Partido Comunista  y cuerpos de policía están tomando
las medidas necesarias para combatir este  problema. No obstante, para
garantizar absoluta seguridad y salud de la población, y en especial, de los
niños, es necesario evacuar temporalmente a todos los  habitantes de las
ciudades más cercanas de la región de Kiev.  Por estas razones, el 27 de abril de
1986, a partir de las 14:00 horas, cada bloque de pisos tendrá un autobús a su
disposición y será supervisado por personal militar y  representantes  del
comité ejecutivo del partido. Se recomienda llevar consigo: documentos,
artículos de primera necesidad  y comida para los primeros momentos. Los
representantes de  las instalaciones públicas e industriales de Prípiat han
designado el personal que deberá permanecer en Prípiat para asegurar el
normal funcionamiento de la ciudad. Durante el tiempo que dure la evacuación
todas las viviendas estarán protegidas por personal militar. Camaradas, al
dejar temporalmente sus casas, por favor,  no olviden apagar la luz,
desconectar los aparatos electrónicos y gas, cortar el agua y cerrar las
ventanas.  Por favor, mantengan calma y orden a lo largo de este proceso de
evacuación temporal.

Durante la evacuación, primero evacuaron a las mujeres con los niños, pero


había un problema porque en esta parte de la Unión Soviética no había
suficiente autobuses. Para evacuar a todos los 50.000 habitantes de Prípiat
tuvieron que reunir autobuses de varias partes del país. La cola formada por
los autobuses era más de 20 kilómetros de larga – cuando los primeros
autobuses salían de Prípiat los últimos aún no podían ver las chimeneas de la
central nuclear. En menos de 3 horas la ciudad quedó vacía, y así
permanecería para siempre. Después de evacuar la ciudad de Prípiat,
empezaron a evacuar los demás pueblos que se encontraban a 30 km
del reactor, hasta principios de mayo. Los trabajos de decontaminación se
llevaron a cabo en 1840 asentamientos. Sin embargo, la zona de exlusión no
estaba totalmente formada hasta 1994 cuando trasladaron a los habitantes de
los últimos pueblos de la parte occidental del país a sus nuevos apartamentos
en las regiones de Kiev y Zhytomir.

Durante la evacuación a los habitantes de Prípiat no les fue permitido llevarse a


sus mascotas o ganado debido a que la piel de los animales también podía
haber sido contaminada con el polvo radioactivo. Para evitar una mayor
contaminación del medio ambiente las fuerzas especiales se vieron obligadas a
matar a todos los animales de la zona de Chernóbil. El 5 de mayo terminó la
evacuación de las personas que vivían en la zona de exclusión (en un radio de 30
kilómetros alrededor de Chernóbil). Hoy está prohibido entrar en la zona. Los
únicos que pueden entrar son los viejos residentes,que siguen visitando los
cementerios, y aquellos que tienen permisos de entrada (turistas y empleados).
Alrededor de 150 personas (sobre todo los jubilados) siguen viviendo en la zona
de exclusión bajo su propia responsabilidad. Es posible visitarlos durante El
Tour por Chernóbil (2 días) y ver como viven y preguntarles por qué han
vuelto. Además de los habitantes, hay alrededor de 3000 trabajadores que están
sometidos a un régimen especial y cuidan de la zona de Chernóbil. Hay
alrededor de 2.500 trabajadores que siguen trabajando en la central nuclear de
Chernóbil a pesar de su cierre en 2000. Aparte de liquidar el comustible nuclear
también se ocupan de proporcionar la seguridad radiológica y el fluido eléctrico
desde Belarús hasta Ucrania y viceversa. Un par de miles de trabajadores
ayudaron con la construcción del nuevo sarcófago, que finalizó en 2018. Para
saber más sobre el nuevo sarcófago seguro lee 

Prípiat se ha convertido en una ciudad fantasma pero aun así tiene su encanto


y ambiente particular. El destino de Prípiat ha sido defirente de los pueblos
vecinos, que han sido destruidos. Los tableros en las calles y los mapas siguen
conmemorando sus nombres. La Policía junto con el Ejército vigilan tanto la
ciudad de Prípiat como la zona de exlusión de 30 kilómetros. A pesar
de continuos patrullajes hubo muchos robos y saqueos, sobretodo en 1991
después de la desintegración de la Unión Soviética, cuando la Zona de Chernóbil
era menos segura. Toda la ciudad ha sido saqueada, los ladrones entraron
en todos los pisos y se llevaron todos los objetos valiosos que podían
encontrar. En 1987 los residentes tuvieron la oportunidad de recuperar algunas
de sus pertenencias, pero solo un pequeño porcentaje llegó a hacerlo. La fábrica
militar llamada Júpiter estuvo en funcionamiento hasta 1997 y la famosa piscina
municipal hasta 1998. Sin embargo, hoy en día está más destruida que los pisos
y las escuelas. Todavía hay 3 partes de la ciudad que siguen en funcionamiento:
la lavadería (para la central nuclear de Chernóbil) garajes de camiones y los
pozos profundos con estación de bombeo (suministro de agua para la central
nuclear).

La ciudad está llena de escritos, signos, libros e imágenes contemporáneas (de


los 80’) sobre todo de motivos comunistas y de Lenin. Las estatuas de Lenin y
sus retratos están prácticamente por todos lados – Palacio de la Cultura, hoteles,
hospitales, policía, y también en las escuelas y guarderías. Caminar por la ciudad
es como viajar tiempo atrás, la única diferencia es que no hay nadie, nisiquiera
pájaros. Gracias a nuestras fotografías históricas, que te enseñaremos
durante los tours, podrás reconstuir la imagen de la ciudad en su auge. En
los Chernóbil Tours te puedes probar un uniformes soviético o conducir
un coche retro y vivir así la atmósfera de los viejos tiempos. La ciudad fue
construida poco después de terminar la construcción de la central nuclear. Toda
la ciudad está hecha de hormigón y los edificios son prácticamente iguales
a cualquier otro edificio de la Unión Soviética. Algunos de ellos se
encuentran escondidos detrás de los árboles gigantes. Unos pocos colapsaron
debido al deterioro y por las grandes cantidades de nieve de hace unos años.
Chernóbil es un ejemplo ideal de la capacidad de la madre naturaleza de
enfrentarse al trabajo del hombre. En aproximadamente 20 años esta ciudad
permanecerá en ruinas, si no la salvamos. Un lugar como este no hay.

¿Qué es el futuro?
La zona de exclusión de Chernóbil es el sinónimo de tragedia y del accidente de
energía nuclear más grande del mundo. Después de casi 30 años se está
convitiendo en un lugar de esperanza. Es el único lugar del mundo donde se
puede ver como la madre naturaleza se enfrenta a las construcciones
humanas. Es una de las razones por la que la zona de 30 kilómetros se ha
convertido en una reserva natural en 2016. Hay muchos animales que
normalmente no se ven en Europa y que viven juntos: lobos, ciervos, jabalíes
pero también tortugas, castores y caballos salvajes. No hay mutaciones en estos
animales, al contrario, tienen un buen rango de natalidad. Vosotros, los
turistas, sois los que dais vida a la Zona y especialmente a Prípiat. Como la
mayor atracción de Ucrania, la zona de exlculsión de Chernóbil es la destinación
URBEX más visitada del planeta Tierra, con más de 50.000 visitantes cada año. El
tourismo de Chernóbil tiene un impacto muy importante en la economía local.
No esperes un hotel de lujo ni tiendas de recuerdos, Chernóbil es una zona con
sus propias reglas y condiciones vigilada por militares . Aparte del turismo, es la
energía que ocupa un lugar muy importante. La central nuclear de Chernóbil
sirve para distribuir energía entre Ucrania y Belarús. Además, los investores
Chinos piensan construir una de las centrales nucleares más grandes, en el
territorio de la zona de Chernóbil por la existente infrastructura de la línea
eléctrica. También hay un proyecto para construir una central nuclear para
almacenar el comustible usado de Europa en la zona de Chernóbil. Hoy, el
nuevo sarcófago seguro nos dará otros 10 años de seguridad, y  Ucrania
junto con la Unión Europea tendrán tiempo para encontrar maneras de
desmantelar y limpiar el sarcófago viejo y todos los restos del reactor 4. Ucrania
pretende quedarse con el patrimonio de Chernóbil y convertirlo en una zona
turística abierta para todo el mundo. Chernóbil y Prípiat se están convirtiendo
en museos de la Guerra Fría al aire libre. CHERNOBYLwel.come empezó su
misión para enseñar el ambiente de Chernóbil al mundo, desde 2008.

La conmoción y ansiedad provocadas por el accidente nuclear de Chernobyl


en 1986 crearon una serie de mitos sobre la que fue la más grave falla nuclear
de la historia.
En Ucrania, donde está ubicada la central, se habló de cosas como el surgimiento
de un desierto nuclear habitado por aterradores animales mutantes o de cómo
algunos humanos pudieron sobrevivir a la radiación gracias al consumo de alcohol.
También se dijo que en realidad la zona de exclusión fue creada para levantar un
centro secreto de investigación de armas psicotrópicas.
Los estudios científicos realizados en las últimas tres décadas en los alrededores de la
planta han ayudado tirar por tierra estas historias, pero aún hay mitos que persisten
entre los ucranianos.
Natasha Matyukhina forma parte de BBC Monitoring, el departamento de la BBC
que se dedica a hacer un seguimiento de la información que se publica en todo el
mundo.

Mito 1: monstruos
mutantes
El mito dice que la radiación en las zonas
de exclusión causó mutaciones en los
animales, creando monstruos de una fuerza
increíble, con extremidades de más o bien
sin ellas.
La realidad: No hay evidencia científica de nada de esto.
Una inmensa cantidad de pájaros y animales murieron a causa de la radiación poco
después de las explosiones de aquel 26
de abril, pero solo se han registrado
unos pocos efectos duraderos de la
radiación, que han hecho que aparezcan
árboles atrofiados y animales con niveles
altos de cesio-137.

Mito 2: la radiación no
fue en absoluto peligrosa
Puesto que la zona de exclusión alberga una floreciente población de animales
como lobos, venados, castores o jabalíes, algunos creen que la radiación causada
por el accidente no era perjudicial para la salud.
La realidad: las investigaciones científicas muestra que -de hecho- la zona se ha
convertido en un refugio de vida silvestre.
Pero la razón por la que los animales abundan
allí es porque no hay humanos.
Los efectos de la ocupación humana, como la caza,
la agricultura y la recolección, pueden a veces
tener un peor impacto en la vida silvestre que la
radiación.

Mito 3: alcohol contra la radiación


Se ha llegado a decir que los efectos tóxicos de la radiación pueden neutralizarse
tomando vodka, vino o cantidades copiosas de cerveza.
La realidad: no hay evidencia científica de que el alcohol tenga un efecto protector
contra la radiación.
No obstante, investigadores han descubierto
que el resveratrol, un antioxidante natural
presente en el vino rojo, podría proteger a las
células de los daños causados por la radiación.

Mito 4: la zona de exclusión


de 30 km alrededor del reactor llegará pronto a su
final
Algunos creen que la zona de exclusión será remplazada por una reserva natural
apta para el turismo ecológico.
La realidad: el año pasado el gobierno de Ucrania consideró "recortar" la zona de
exclusión a 10 km y declarar el resto una reserva de la biósfera.
Pero por varias razones no se llegó a concretar este proyecto.
Una de ellas es que hay científicos que consideran que los sitios de depósito de
desechos radiactivo dentro de la zona de 30 km son todavía muy peligrosos, lo que hace
que el área sea insegura para que los humanos la habiten al menos durante 20.000 años.

Mito 5: la zona de exclusión se creó para instalar un


centro de armas psicotrópicas

Se ha llegado a afirmar que el verdadero objetivo de la creación del área de


exclusión era instalar un centro de investigación de armas psicotrópicas de alta
seguridad.
La realidad: cerca de la planta nuclear había otra instalación de alta seguridad de
componentes de sistema de alerta temprana de fabricación soviética.
Allí había un radar capaz de detectar un misil balístico lanzado desde una distancia
de 2.500 kilómetros.
Tras el desastre del 26 de abril, el gobierno soviético ordenó la demolición del
centro.

El 25 de abril de 1986, se programó un mantenimiento de rutina del cuarto reactor


de la estación de energía nuclear V.I. Lenin, y los trabajadores planearon usar el
tiempo de inactividad para probar si el reactor podía enfriarse si la central perdía el
suministro eléctrico. Sin embargo, durante esta prueba, los trabajadores infringieron
protocolos de seguridad y aumentó la potencia dentro de la central. A pesar de los
intentos de apagar el reactor por completo, otro aumento de potencia causó una
reacción en cadena de explosiones en su interior.

Finalmente, el núcleo del reactor se expuso y arrojó material radioactivo hacia la


atmósfera.

Los bomberos intentaron apagar una serie de llamaradas en la central, y


eventualmente, los helicópteros arrojaron arena y otros materiales en un intento de
sofocar el incendio y contener la contaminación. A pesar de la muerte de dos
personas en las explosiones, la hospitalización de trabajadores y bomberos, y el
peligro de lluvia nuclear y fuego, no hubo evacuados en las zonas circundantes (ni
siquiera en la ciudad cercana de Prípiat, que fue construida en la década de los 70
para alojar a los trabajadores de la central) hasta 36 horas después del comienzo
del desastre.

Se consideró que la divulgación del accidente nuclear fue un riesgo político


importante, pero para entonces ya era demasiado tarde: el colapso ya había
propagado la radiación hasta Suecia, en donde las autoridades de otra central
nuclear comenzaron a preguntarse qué ocurría en la URSS. Luego de haberlo
negado, el 28 de abril, los soviéticos anunciaron brevemente el accidente.

Desastre histórico
El mundo se dio cuenta enseguida de que estaba presenciando un evento histórico.
Hasta el 30 por ciento de las 190 toneladas métricas de uranio de Chernóbil se
encontraba ahora en la atmósfera, y la URSS finalmente evacuó a 335.000
personas, y fijó una “zona de exclusión” de 30 kilómetros alrededor del reactor.

En principio, hubo 28 muertos tras el accidente, mientras que más de 100 resultaron
heridos. El Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos
de las Radiaciones Atómicas ha informado que más de 6000 niños y adolescentes
desarrollaron cáncer de tiroides tras la exposición a la radiación por el incidente; sin
embargo, algunos expertos han cuestionado esta afirmación.

Los investigadores internacionales creen que, en última instancia, aproximadamente


4000 personas que fueron expuestas a altos niveles de radiación podrían sucumbir
a tipos de cáncer relacionados con la radiación; mientras que aproximadamente
5000 personas que fueron expuestas a niveles más bajos de radiación podrían
correr la misma suerte. Sin embargo, las consecuencias totales del accidente, que
incluyen los efectos en la salud mental e incluso en las generaciones siguientes,
siguen siendo un tema de debate y de investigación.

Hoy en día, los restos del reactor se encuentran dentro de una enorme estructura de
contención de acero, instalada a fines de 2016. Los esfuerzos de contención y la
supervisión continúan y se cree que la limpieza
seguirá teniendo lugar hasta 2065.

La ciudad de Prípiat se construyó para albergar a los


trabajadores de la central de energía nuclear en la
década del 70. Ha sido una ciudad fantasma
abandonada desde el accidente, y actualmente se
utiliza como laboratorio para estudiar los patrones de lluvia nuclear.

Los efectos a largo plazo


También se sigue investigando activamente los efectos del desastre en el bosque
circundante y en la fauna. Como consecuencia inmediata del accidente, una zona
de aproximadamente diez metros cuadrados se hizo conocida como el “Bosque
Rojo”, porque muchos de sus árboles cambiaron a un color marrón rojizo y murieron
tras haber absorbido altos niveles de radiación.

Hoy en día, la zona de exclusión se encuentra misteriosamente en silencio, pero


llena de vida. A pesar de que muchos árboles han vuelto a crecer, en los últimos
años, los científicos hallaron pruebas de altos niveles de cataratas y albinismo y
niveles inferiores de bacterias beneficiosas, entre algunas especies de la zona. Sin
embargo, debido a la exclusión de la actividad humana alrededor de la central de
energía cerrada, el número de algunas especies, como los linces y los alces, ha
aumentado. En 2015, los científicos estimaban que, gracias a la ausencia de seres
humanos, había siete veces más lobos en la zona de exclusión que en reservas
cercanas.

El desastre de Chernóbil tuvo otra repercusión: el daño económico y político aceleró


el fin de la URSS e impulsó un movimiento mundial antinuclear. Se estima que el
desastre ha costado unos 235 mil millones de dólares en daños. La actual
Bielorrusia perdió aproximadamente un quinto de su terreno agrícola debido a que el
accidente contaminó el 23 por ciento de su territorio. En el apogeo de los esfuerzos
para responder al desastre, en 1991, Bielorrusia gastó el 22 por ciento de su
presupuesto total para afrontar Chernóbil.

Chernóbil hoy es un atractivo turístico para aquellos que están intrigados por sus
historia y su peligro. Pero, aunque Chernóbil simboliza la posible devastación de la
energía nuclear, Rusia nunca dejó atrás su legado (ni su tecnología). En 2019, aún
quedan 11 reactores operativos RBMK en Rusia.

El 25 de agosto de 1999, Lydia Sovenko rompió aguas. Su niña, María, vino al mundo


sin médicos ni matronas en una cabaña medio abandonada junto a un huerto y un
puñado de gallinas. Aquel era el lugar donde sus padres se habían instalado unos
años antes haciendo oídos sordos a las amenazas de las autoridades.
Hasta donde sabemos, la pequeña María es la única persona que ha nacido en
la Zona de Exclusión de Chernóbil en los últimos 30 años. Pero también es un
símbolo de lo que se esconde en ese enorme espacio de 2.600 km 2 donde hace un día
de 1986 se prohibió la vida. 

Ecos de Chernóbil
El 26 de abril de 1986, el
reactor 4 de la central nuclear
Vladimir Ilich Lenin explotó.
Durante las siguientes horas,
días y semanas en aquella zona
del norte de Ucrania se
liberaron 500 veces más
material radiactivo del usado
en la bomba de Hiroshima en
1945. Chernóbil no solo fue el
accidente nuclear más grande de
la historia, sino uno de los desastres
medioambientales más graves de los que tenemos conocimiento.
Tras el accidente, las autoridades soviéticas, primero, y ucranianas,
después, trazaron una zona de alienación de 30 kilómetros alrededor de la
central para evitar que la contaminación radiológica se diseminara. Era prioritario
contenerla, Chernóbil estaba a dos horas en coche de Kiev y a pocos kilómetros del
Dniéper, la arteria fluvial de Ucrania.

Para ello, se desplazó a 91.200 personas en sucesivas oleadas y se empleó a unos


600.000 'liquidadores' que trataron de minimizar las consecuencias del desastre.
Entre otras cosas se sacrificaron a miles de animales, se abandonaron
miles de casas y La Zona se convirtió en lugar fantasma.
Aunque, en realidad, no todos se fueron. Unas 1200 personas, casi todas personas
mayores que se negaron a abandonar su hogar o personas que volvieron ilegalmente
cuando quedó claro que la evacuación no era temporal, siguieron viviendo en la
Zona de Exclusión después de 1986. En su libro, 'Voces de Chernóbil', Alexievich
Svetlana cuenta la historia de algunas de ellas.
Desde aquel momento, la población fue bajando lentamente. Sobre todo, por la
presión de las autoridades y porque hablamos de una población muy envejecida que
en estas tres décadas fue desapareciendo. Hasta el año 2000, la central nuclear
estuvo en funcionamiento y los empleados entraban y salían cada día en la Zona para
poder ir a trabajar. Eso hizo que algunas personas, como Lydia Sovenko y su marido,
se instalaran dentro de la zona de exclusión mientras intentaban encontrar trabajo o
huir de la pobreza. Fueron muy pocos y la mayoría acabaron yéndose. A principios de
esta década, se calcula que había unas 180 personas, la mayoría mujeres.
EN MAGNET

Alguien encendió las luces de Pripyat y fotografió su bella decadencia a 31 años de la catástrofe de
Chernóbil

Esto ha cambiado en los últimos años cuando las cifras se han vuelto mucho más
problemáticas. El conflicto y la guerra civil ucraniana parecen haber hecho que
muchos refugiados busquen en Chernóbil un lugar donde vivir. No es sencillo
porque los inviernos de la zona pueden llegar a los -20º en invierno y muchos de los
suministros básicos no están disponibles (ni gas, ni electricidad, ni agua no
contaminada, ni teléfono)), pero la población sigue creciendo pese a la
oposición del Gobierno ucraniano que quiere seguir el ejemplo bielorruso y
declarar la zona reserva de la biosfera.

En el jardín del Edén


De hecho, si levantamos la vista y nos fijamos en la flora y la fauna, el cambio ha sido
aún más sorprendente. Después del accidente, los pinos que se encontraban en un
área de unos cuatro kilómetros cuadrados del reactor empezaron a tomar un color
marrón rojizo para acabar muriendo. Lo llamaron 'Bosque rojo'. Algo similar
le pasó a toda la flora y la fauna en un radio de 30 ó 30 kilómetros alrededor de la
central.

EN MAGNET

El accidente de Chernóbil ha creado un paraíso natural de animales radioactivos

Pero eso fue hace 30 años. Sin seres humanos, la Zona ha protagonizado un
progresivo crecimiento de las poblaciones de ciervos, lobos, osos y perros.
Aunque es cierto que el número de mamíferos ha crecido en toda Europa en estas
décadas, el fenómeno ha sido inusitadamente poderoso en la región una vez que la
actividad económica humana desapareció.
No hay humanos, pero sí radiación. Y lo que parecen señalar los estudios es que los
altos niveles de esta están teniendo un impacto sutil pero significativo en la
fauna de la región. Como señala Timothy Mousseau, un biólogo que lleva años
estudiando a los animales de la Zona y ha desarrollado una amplia actividad
antinuclear, muchas especies (como las arañas) tienen un comportamiento errático y
poco adaptativo.

¿Cómo es posible todo esto?

Aerobo

El motivo real es que no sabemos cual es la peligrosidad real de desastres


como estos. Al menos, no todo lo bien que nos gustaría. Durante años se ha
debatido mucho sobre el número real de muertos del accidente.
Basta con recordar que en un primer momento, la URSS solo admitió la muerte de
dos operarios y, tras verse forzada a revisar las cifras, nunca reconoció más de 54.
Por otro lado, los investigadores independientes dan una amplísima horquilla que va
desde [las 9.000 víctimas de los cálculos de la OMS en 2005 a los 60.000.
Como explicaba Antonio Villareal hace unos días, el mayor problema que tenemos es
que el modelo que usamos para calcular el daño de la radiación ionizarte (y el
aumento del riesgo de cáncer) genera "números especulativos, improbados,
indetectables y fantasmas”. Es una herramienta que sirve para ayudarnos a
prevenir problemas, pero ano para calcular daños.
Lo más interesante, de todas formas, es la evidencia acumulada que sugiere que “este
riesgo elevado de suicidio proporciona una evidencia concreta de que las
consecuencias psicológicas representan el mayor problema de salud pública causado
por el accidente hasta la fecha”. Estas secuelas “junto con el hábito de fumar y el
abuso del alcohol, resultó ser un problema mucho mayor que la radiación".
Con los años, hemos ido asumiendo que sí, la región era un sitio peligroso y que la
zona de exclusión es una medida necesaria, pero que está lejos de ser el
escenario post-apocalíptico que pareció en su momento. 'Chernóbil' viene
del protoeslavo 'hojas negras' y durante mucho tiempo se pensó que ese era su
destino... hoy sabemos que, con problemas e incertidumbres, está decidida a volver a
florecer.

Las consecuencias del desastre nuclear de Chernóbil


En la macilenta luz de una nevada mañana de primavera, los objetos dispersos
por el suelo de una guardería abandonada hablan de otra época, antes de que
los niños de Prípiat perdieran su inocencia. Sandalias y diminutas zapatillas de
ballet. Figuritas de cartón de Lenin cuando era niño y de su etapa de
dirigente juvenil, el equivalente soviético de los cromos de futbolistas. En la
sala contigua, muñecas rotas y desnudas yacen en las camas donde los
pequeños dormían la siesta. En la pared del gimnasio hay fotos de los niños
haciendo ejercicio.

La vida en Prípiat llegó a un estremecedor final. Antes del alba del 26 de abril


de 1986, a menos de tres kilómetros al sur de lo que entonces era una
ciudad de 50.000 habitantes, el reactor número cuatro de la central nuclear
de Chernóbil estalló. Treinta personas murieron a consecuencia de la
explosión y del incendio, o resultaron expuestas a radiaciones letales. La
estructura destruida ardió durante 10 días, contaminando 142.000 kilómetros
cuadrados en el norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de
Briansk. Fue el peor accidente nuclear que ha conocido el mundo.
La lluvia radiactiva, 400 veces superior a la radiactividad liberada en
Hiroshima, expulsó a más de 300.000 personas de sus hogares y
desencadenó una epidemia infantil de cáncer de tiroides. Con los años, las
pérdidas económicas –costes sanitarios y de limpieza, indemnizaciones y
pérdida de productividad– se han cifrado en cientos de miles de millones de
euros. A medida que los errores y el secretismo del gobierno fueron saliendo a
la luz, Chernóbil (Chornobyl, como hoy se la conoce en la Ucrania
independiente) incluso aceleró la desintegración de la Unión Soviética. Los
restos extremadamente radiactivos del reactor cuatro aún están bajo el
«sarcófago», una deteriorada cripta de hormigón y acero construida a toda prisa
después del accidente y que 20 años después amenazaba con desplomarse. Los
trabajos para reemplazarlo se iniciaron hace 10 años: una estructura arqueada,
del tamaño de un estadio, que se deslizaría sobre el sarcófago y lo cerraría
herméticamente. Se espera que la estructura, aún sin finalizar, este
completamente construida para 2017. El reactor quedará así fuera de la vista.
Pero la gente de la región nunca lo borrará de su pensamiento, porque ante sus
ojos aún se desarrolla una catástrofe a cámara lenta.
Muchas mujeres sienten que darán a luz bebés enfermos o hijos sin futuro
Los primeros cálculos de que habría decenas o incluso cientos de miles de
muertos a consecuencia del accidente de Chernóbil han sido desechados. Pero
el daño genético producido se cobra lentamente sus víctimas. Nadie puede
predecir los efectos definitivos, pero un informe fidedigno de 2005 calculaba
que el polvorín de cáncer encendido por Chernóbil se cobraría 4.000 vidas hasta
la fecha. Aun así, los efectos más insidiosos de Chernóbil podrían ser las
heridas psicológicas sufridas por los que abandonaron un hogar malogrado
y por los millones de personas que siguen viviendo en la zona
contaminada. «Los efectos psicológicos son devastadores –dice Mijaíl Malko, físico
en Minsk–. Muchas mujeres sienten que darán a luz bebés enfermos o hijos sin
futuro.»
Crónica de un accidente nuclear

Olesia Shovkoshítnaya no sabe si culpar o no a Chernóbil por sus jaquecas y su


mala memoria. Pero guarda buenos recuerdos de su infancia en Prípiat, ciudad
construida en la década de 1970 para el personal de la central de Chernóbil.
«Era un lugar acogedor, con árboles y rosas –recuerda Olesia, que ahora vive en
Kíev, unos 110 kilómetros al sur de Chernóbil–.Yo jugaba al ajedrez y a
balonmano, nadaba y formaba parte de un coro. Disfruté mucho de mi infancia.»
Esa vida se acabó cuando tenía 10 años. A la 1.23 de aquella madrugada de
abril, los técnicos cometieron un error en una rutinaria prueba de
seguridad del reactor cuatro. El reactor de núcleo de grafito, un diseño
soviético, tenía una inestabilidad inherente, y en cuestión de unos
segundos la reacción nuclear en cadena se descontroló. El agua de
refrigeración del reactor se vaporizó instantáneamente, rompiendo las
barras combustibles. Los reactores occidentales están encerrados en el
interior de gruesos edificios de acero y hormigón, pero éste no tenía
materiales resistentes que contuvieran la explosión. El estallido levantó el
techo, dispersó las entrañas del reactor alrededor del edificio y provocó un
feroz incendio en lo que quedaba de núcleo de grafito. La madre de Olesia,
que trabajaba de técnico en la central, acudió como siempre esa mañana a su
puesto de trabajo, varias horas después del accidente. Olesia fue a la escuela.
«Hacía calor –recuerda–. Nos encerraron dentro. No entendía por qué.» Después de
las clases, dijeron a los niños que se fueran directamente a casa.

La madre de Olesia regresó por la tarde y cerró las ventanas. Después se


presentó un funcionario del ayuntamiento con comprimidos de yodo, que
protegen contra el yodo 131 radiactivo. También le dio a su hija un trago de
vodka, una bebida que en tierras soviéticas estaba considerada como
protectora frente a la radiación. Su padre, que era ingeniero, regresó ese
mismo día de Moscú, donde acababa de obtener el doctorado. Irónicamente, su
tesis trataba de la probabilidad de una catástrofe en una central nuclear.
Después contaría a Olesia que de camino a casa vio niños chapoteando en los
charcos que se formaron tras regar la carretera. Les rogó que entraran en casa.
Estaban impregnándose de radiación.
A la mañana siguiente las autoridades anunciaron que se había producido
un accidente y que la ciudad sería evacuada. Ese día, 1.100 autobuses de
toda Ucrania se alinearon en Prípiat. A las 5 de la tarde, la ciudad estaba
vacía.
La ciudad de Slávutich fue construida a 50 kilómetros de Pripiat para sustituir la
ciudad, alojaba al personal de los tres reactores restantes de Chernóbil hasta
que fueron clausurados, el último de ellos en el año 2000. En su plaza están
grabados en mármol negro los nombres y los rostros de las primeras
víctimas del desastre. Dos trabajadores de la central murieron por la
explosión y el fuego. Los otros, 22 trabajadores y seis bomberos, recibieron
elevadísimas dosis de radiación y sucumbieron en unos meses.
Durante los días que siguieron a la explosión, otros miles de trabajadores,
llamados «liquidadores », fueron conducidos a toda prisa hasta Chernóbil
para dominar el infierno radiactivo. Mineros del carbón excavaron bajo el
núcleo para bombear nitrógeno líquido y enfriar así el combustible
nuclear. Pilotos de helicópteros arrojaron 4.500 toneladas de plomo, arena,
arcilla y otros materiales para sofocar las llamas. El ejército hizo incursiones
cronometradas al techo de la central para echar en el interior del reactor los
bloques humeantes de grafito desalojados por la explosión. Apodados
irónicamente «biorrobots »,muchos de esos 3.400 hombres que participaron en
la operación absorbieron en unos segundos la dosis de radiación de toda una
vida.
El 6 de mayo las llamas del reactor fueron al fin extinguidas, y un ejército de
liquidadores se puso a trabajar en la construcción de un sarcófago y en la
concentración de los residuos radiactivos en varios cientos de vertederos cerca
de Chernóbil. Los primeros días, los médicos que controlaban el estado de los
liquidadores comprobaron que el número de leucocitos bajaba y temieron por
su salud. Casi todos se recuperaron.
La mortifera huella de Chernóbil

Pero ahora, una nueva oleada de afecciones puede estar aquejando a los


240.000 hombres y mujeres que trabajaron en el frente del desastre. Las
cataratas, un mal característico de los supervivientes de las bombas atómicas
en Japón, van en aumento. Más preocupante es un estudio realizado entre los
liquidadores rusos que atribuye al accidente 230 muertes en los años noventa
por cardiopatías, leucemia y otros tipos de cáncer.
Ahora, una nueva oleada de afecciones puede estar aquejando a los 240.000 hombres y
mujeres que trabajaron en el frente del desastre.
La conexión entre Chernóbil y las enfermedades cardíacas es
controvertida. La exposición a la radiación puede dañar los vasos sanguíneos,
pero algunos científicos creen que la elevada incidencia de cardiopatías puede
atribuirse al consumo de alcohol y tabaco, al estrés y a una dieta inadecuada. Tal
vez el goteo de casos registrados hasta ahora sólo sea el principio, pues ya se
preveía un aumento del cáncer. Pasaron entre 20 y 25 años antes de que
aparecieran cánceres inducidos por la radiación entre los supervivientes de las
bombas atómicas.
Los millones de personas que vivían a sotavento de Chernóbil también corren
un riesgo. La explosión inicial arrojó material radiactivo al oeste del reactor,
salvando a Prípiat de un impacto directo y aniquilando una franja de pinos
conocida como el Bosque Rojo por las espectrales agujas rojas de los árboles
muertos. «Los vientos fueron favorables», dice Ronald Chesser, un ecólogo de
la Universidad Tecnológica de Texas que estudia la nube radiactiva como
modelo de lo que ocurriría si una bomba sucia (explosivos con material
radiactivo) estallara en Estados Unidos.
En aquel momento, cuando el reactor ardía fuera de control, el viento arrastró
la nube hacia el norte. El 70% de la radiactividad se extendió por
Bielorrusia y contaminó casi una cuarta parte del país. Pero el gobierno
soviético no informó a la población. Mientras que los niños de Prípiat ya estaban
tomando comprimidos de yodo horas después de la explosión, las autoridades
de Bielorrusia no empezaron a distribuir píldoras hasta transcurrida una
semana o más. Todo ese tiempo los niños bebieron leche con trazas de yodo
131 radiactivo procedente de vacas alimentadas con hierba contaminada. Este
potente isótopo de rápida desintegración se concentró en la glándula tiroides de
los humanos.
A partir de 1990, Alexei Okeánov, de la Universidad Medioambiental
Internacional Sajárov, y otros observaron un marcado incremento del
cáncer de tiroides infantil. Antes de Chernóbil, en Bielorrusia había dos o tres
casos al año en niños menores de 15 años. En 1995 hubo 90. Hasta el momento,
a 4.000 niños y adolescentes de Bielorrusia, Rusia y Ucrania se les ha
diagnosticado este cáncer, y la mayoría vive en Gómel, región de Bielorrusia
altamente contaminada justo al norte de Chernóbil. Aunque el cáncer de tiroides
tiene uno de los índices de curación más altos entre los tumores malignos, al
menos nueve niños murieron y los supervivientes deben seguir tomando
medicamentos de por vida.
Ahora que ha pasado una generación desde el accidente, el cáncer de tiroides
vuelve a ser raro entre los niños. Pero en los adultos, la incidencia puede estar
aumentando. Okeánov dice que el registro nacional de cáncer de Bielorrusia
revela un aumento en Gómel del cáncer de colon y de vejiga, aunque algunos
consideran que el mayor control después del accidente explicaría en parte el
incremento de casos diagnosticados.
Un informe elaborado en el año 2005 por el Foro Chernóbil un grupo de
expertos creado por el Organismo Internacional de Energía Atómica,
la OMS y otras agencias de la ONU, indica que de los millones de personas
expuestas a la nube radiactiva de Chernóbil, unas 4.000 morirán de leucemia y
otros tipos de cáncer inducidos por la radiación. El hecho de que esta cifra haya
sido recibida con alivio da la medida de los temores suscitados tras el accidente.
El impacto de Chernóbil no acaba con las muertes por cáncer. Al principio, «no
pensamos en el impacto psicológico en los supervivientes», reconoce Mijaíl
Balonov, secretario científico del Foro Chernóbil. Convencidos de que están
condenados, algunos viven atemorizados, y otros prescinden de cualquier
precaución: comen setas contaminadas, abusan del alcohol o llevan una vida
sexual promiscua y sin protección. Al sufrimiento se añade el desplazamiento de
cientos de miles de personas que fueron evacuadas de las regiones más
contaminadas o huyeron por propia voluntad. Olesia Shovkoshítnaya asegura
que la vida como «niña de Chernóbil» no ha sido fácil. Su familia se alojó durante
tres meses en casa de unos parientes, en el este de Rusia, antes de que le fuera
asignado un apartamento en Kíev y dinero para comprar muebles.
Quienes se quedaron siguen viviendo en un paisaje contaminado
Como era previsible, a sus nuevos vecinos no les sentó bien el torrente de
evacuados y el trato preferencial que recibían las víctimas oficiales de Chernóbil.
«Decían que ellos también vivían en una zona contaminada. Pero no recibían
ninguna compensación», cuenta Olesia. Quienes se quedaron siguen viviendo en
un paisaje contaminado. Los dos radionucleidos más generalizados de
Chernóbil, el cesio 137 y el estroncio 90, permanecerán en el ambiente
durante decenios. Los campos se abonan con potasio para que los cultivos
absorban menos cesio, y se les añade cal para bloquear el estroncio.
Extensas regulaciones fijan lo que se puede cultivar en cada tipo de suelo.
La tierra más contaminada (200.000 hectáreas) todavía sigue en barbecho,
aunque el gobierno de Bielorrusia está tomando medidas para recuperarla.
Campos sembrados de sal

Recuerdo mi visita en 2005. En un portón y un puesto de guardia a 30 kilómetros


del reactor, los campos de cultivo se acababan. Éstos daban paso al bosque,
oscuro, fragante y aún inquietante en mi cuarta visita en diez años a la zona de
exclusión, un área estrictamente controlada casi el doble de grande que
Luxemburgo. En el centro de ese yermo accidental se erguía el sarcófago, gris,
maligno y más oxidado de lo que recordaba. Construido en seis meses, estaba
previsto que durara como máximo 20 años. Una de las vigas que soportaba el
techo de acero corrugado se apoyaba precariamente sobre una pared del
edificio del reactor, gravemente dañada, y el lado oeste de la estructura se había
combado varios centímetros. Ninguna juntura estaba soldada, porque los
operarios no pudieron acercarse lo suficiente. Cualquier eventualidad –un
terremoto, un tornado o una nevada copiosa– podría haber derribado la
estructura. El propio sarcófago, conocido como el refugio, podría haberse
desplomado por sí solo. El frágil refugio contiene una cantidad estimada de
180 toneladas de combustible nuclear, parte en el núcleo del reactor y
parte en forma de «lava» altamente radiactiva (una mezcla de barras
combustibles, hormigón y metal, que se fundió durante el incendio posterior a la
deflagración e inundó el laberinto de salas debajo del reactor). Dentro de ese
armatoste hay suficiente uranio y plutonio enriquecidos para fabricar
decenas de bombas atómicas.
Pero la amenaza más inmediata es el agua. Hace unos años los operarios
calcularon que había 1.000 metros cuadrados de grietas y orificios en el
sarcófago, por los cuales penetraba la lluvia y la nieve fundida hasta sus
entrañas. El agua debilita aún más la estructura y se filtra hacia el medio
ambiente cargada de contaminantes radiactivos. El agua puede actuar
además como moderador nuclear, es decir, como sustancia capaz de
promover una reacción en cadena. Aunque el riesgo se considera mínimo,
una nueva reacción en cadena podría causar otra explosión de vapor, que haría
estallar el sarcófago, dispersaría trozos de combustible y emitiría toneladas de
fino polvo radiactivo.
La noche del 26 de junio de 1990, después de dos semanas de intensas lluvias,
los detectores en una de las salas inundadas de «lava» registraron un
espectacular aumento de los neutrones, señal de una inminente reacción en
cadena. Cuatro días después, un físico de un centro técnico de la vieja ciudad de
Chernóbil, a 16 kilómetros de distancia, acudió a toda prisa para verter sobre la
«lava» nitrato de gadolinio, una sustancia que absorbe los neutrones. Los
neutrones volvieron a su nivel normal.
Actos de heroísmo como éste han tenido un alto coste a lo largo de los años. El
centro técnico, dependiente de la Academia de Ciencias de Ucrania, es el
hogar de los «vigilantes», científicos que trabajan en el sarcófago, exponiéndose
a elevados niveles de radiación cada vez que comprueban el estado del
combustible del reactor. Junto a la entrada hay una lista de las varias decenas de
personas que han muerto, muchas de ellas sin llegar a los 50 o a los 60, y en
muchos casos de cáncer o por una enfermedad del corazón.
«El refugio era y sigue siendo peligroso. Es una amenaza para quienes trabajamos aquí, para
los vecinos y para el medio ambiente»
En los últimos dos años se ha sellado el 90% de las aberturas, y un nuevo
sistema aspersor esparce gadolinio en la sala central. La mayor parte del agua
de lluvia se extrae, pero se deja una pequeña cantidad para eliminar el polvo.
Pero Yuliya Marúsich, que trabaja en el departamento de información de la
central nuclear, declara en un tono imperturbable: «El refugio era y sigue siendo
peligroso. Es una amenaza para quienes trabajamos aquí, para los vecinos y para el
medio ambiente».
Marúsich, una fumadora empedernida con el pelo teñido de naranja, me hace
pasar para que eche un vistazo. Con dosímetros de radiación en los bolsillos
y mascarillas en la cara, recorremos una serie de pasillos hasta llegar a un
puesto de control, donde un ingeniero de la central me enseña un
diagrama con los niveles de radiactividad. El punto «álgido» registrado en el
sarcófago, con 3.400 roentgens por hora, supondría una dosis letal para una
persona en cuestión de minutos. Lo más adentro que Marúsich puede
llevarme es la sala de control del reactor número cuatro. Allí fue donde los
operarios del turno de noche vieron con horror cómo la reacción en cadena
escapaba de su control. Aunque las placas del techo han desaparecido,
dejando al descubierto tuberías y una masa de cables y alambres, los paneles de
instrumentos están intactos. En el año 2000, la sala fue impregnada con una
solución descontaminante de color rosa. Los residuos que aún quedan en las
paredes tienen un inquietante parecido con la sangre.
Conviviendo con la radiactividad

Lejos de la zona cero, la naturaleza se ha adueñado de los 5.200 kilómetros


cuadrados de tierras abandonadas en la zona de exclusión. Más de un
centenar de lobos merodean por el bosque, cigüeñas negras y pigargos
europeos amenazados anidan en las ciénagas, y varias decenas de caballos de
Przewalski, una raza rara que se extinguió en libertad hace décadas, medran en
la zona tras la suelta realizada en 1998. Los pinos también están recuperando el
Bosque Rojo, aunque en algunos puntos de radiactividad persistente son
achaparrados y de aspecto deforme, con las agujas demasiado cortas o
demasiado largas y con racimos de brotes donde normalmente no debería
haber más que uno. Este bosque transfigurado por la radiación es una
anomalía.
Los ecólogos se maravillan de la resistencia de la naturaleza ante la adversidad radiológica
Los ecólogos se maravillan de la resistencia de la naturaleza ante la adversidad
radiológica. También las personas han demostrado ser resistentes. La zona de
exclusión fue totalmente evacuada tras la explosión de Chernóbil, pero al
cabo de unos meses comenzaron a regresar algunos residentes, desafiando
a las autoridades ucranianas. Actualmente 400 personas, casi todas mayores,
viven en los deteriorados pueblos de madera dispersos por la zona, y el
gobierno les ha proporcionado electricidad y autobuses para que vayan de
compras a las ciudades cercanas. En Opáchichi, un pueblo de 19 habitantes, un
gallo y varias gallinas se pavonean junto a la desvencijada cabaña de Anna y
Vasili Yevtushenko. «Ésta es nuestra hija», dice Vasili, y después, señalando la
página opuesta, añade: «Ésta es nuestra vaca». Una semana después del
accidente, Anna y Vasili fueron evacuados a un pueblo a 160 kilómetros. «No nos
gustaba el sitio. El clima no era bueno»,me cuenta Vasili. Dos años después
volvieron a Opáchichi. «Aquí tenemos todo lo que necesitamos», asegura. Luego
me enseña los resultados de los análisis de sangre que ambos se hicieron en
2004. Todo parece normal. «Si hubiera algo, ya habríamos muerto», dice.

Si Opáchichi es el vestigio de una pesadilla nuclear, Prípiat es como el reloj


hallado entre los escombros de Hiroshima, con las manecillas inertes
marcando para siempre el momento de la detonación. Cerca de una
guardería y de un polideportivo con piscina, ahora vacío y lleno de basura, que
Olesia recuerda de su infancia, se yergue una noria de feria oxidada, con los
asientos amarillos chirriando al viento. La habían instalado precisamente para la
celebración del 1 de mayo de 1986. El palacio de cultura Energetik, un auditorio
donde se organizaban conciertos y espectáculos de danza, preside una plaza
desolada. Los álamos crecen a través del pavimento. El musgo que se ha
adueñado de las grietas hace que el contador Geiger se dispare. Aunque las
lluvias han limpiado algunas superficies, una maraña de puntos calientes hará
que este armazón sin alma siga siendo radiactivo durante toda una vida. «Lo
que resulta más siniestro en el centro de Prípiat no es la destrucción del
hormigón y el acero –dice Ron Chesser–, sino la ausencia de gente, el silencio.»
Con el tiempo, los radioisótopos completarán sus períodos de
semidesintegración, y los temores de los supervivientes se desvanecerán.
Una explosión de vapor e incendio en 1986 en la planta, al norte de Kiev, bombeó una
nube tóxica a la atmósfera, en lo que se considera el peor desastre nuclear en la
historia. Se detectaron lluvias radiactivas del accidente en todo el mundo, pero
a Ucrania y Bielorrusia les tocó la peor parte. A las personas se les sigue
prohibiendo vivir dentro de una “zona de exclusión” de 2.600 kilómetros
cuadrados, aunque todavía quedan algunas.
Otros científicos descubrieron radiación en la leche del norte de Ucrania a lo largo
de los años, pero el estudio nuevo muestra que permanece a niveles altos y muy
lejos del área más afectada por Chernobyl.

Sin gente, Chernobyl se ha convertido un paraíso para la vida silvestre

Gran parte del material radiactivo liberado por la central eléctrica de Chernobyl se
desintegró y ya no representa una amenaza. El principal peligro ahora proviene
de un isótopo, el cesio-137, que persiste por más tiempo, acumulándose en la
vegetación que consumen las vacas.

La exposición puede causar cáncer, cataratas y afecciones digestivas. Los


investigadores dijeron que el peligro se puede mitigar agregando un químico,
hexacianoferrato, al alimento del ganado. El compuesto se utiliza para tratar el
envenenamiento con metales pesados, como el cesio, porque se une a ellos y les
permite pasar por el tracto digestivo sin ser absorbido.

Rassokha: el cementerio de vehículos radiactivos que dejó el accidente nuclear de


Chernobyl

El problema es el costo. Labunska dijo que reducir la radiación a niveles aceptables
sólo en los pueblos estudiados, donde viven apenas 800 personas, costaría unos 80
mil dólares al año.

Décadas después, las vacas comen pasto contaminado.

Los muertos y el sarcófago

Un gigantesco sarcófago cubre el reactor que estalló en 1986./ AFP archivo


El recuento final de muertos por el desastre de Chernobyl está sujeto a
especulaciones por los efectos a largo plazo de la radiación, pero varía entre los
9.000 estimados por la Organización Mundial de la Salud hasta los posibles
90.000 del grupo ambientalista Greenpeace.

El año pasado, un grupo de periodistas y fotógrafos visitó el reactor 3, cuyos niveles


de radiación son normales, mientras que el reactor 4 fue cubierto en 2016 por un
gigantesco sarcófago (que reemplazo uno anterior) que impide que la radiación se
escape al exterior.

En el interior de este sarcófago, hay 200 toneladas de material radioactivo que nadie


puede sacar de ahí.

El primer sarcófago debía durar 30 años pero que ya en 1999 tuvo que ser
reforzado y necesitó más reparaciones en 2001, 2005 y 2006. Su construcción llevó
206 días, se usaron 7.300 toneladas de metal y 400.000 metros cúbicos de
cemento. Unas 90.000 personas trabajaron a destajo, muchas murieron poco
después o desarrollaron enfermedades oncológicas.

En noviembre de 2016, el gobierno ucraniano inauguró uno nuevo: es la mayor


construcción metálica del planeta, un gigantesco sarcófago que cubre el reactor
accidentado y debe impedir, por un siglo, que la radiación se escape al exterior
mientras se intenta desmantelar el reactor.

SEGUÍ LEYENDO

Desastre nuclear

La construcción costó 1.426 millones de euros, principalmente financiados por el


Banco Europeo de Inversiones y los gobiernos europeos ante la imposibilidad de
Ucrania para hacer frente a semejante gasto y el riesgo de Chernobyl para todo el
continente. La Comisión Europea pagó casi un tercio de la construcción.

El sarcófago tiene forma de arco y mide 108 metros de alto y 162 de largo con un
arco de 275 metros, suficiente para cubrir por ejemplo un gran estadio de fútbol.
Pesa 36.000 toneladas y fue construido por el consorcio Novarka, bajo cuyo
paraguas aparecen las empresas francesas BTP Vinci y Bouygues. Las placas
metálicas que forman el arco se construyeron en Italia.

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