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¡Qué difícil es, amados hermanos, pasar por alto las ofensas que nos hacen! Y
es el doble de difícil, no devolver el daño que nos han hecho cuando tenemos
la oportunidad… ¿Si o no?
En el mundo existe este dicho muy popular: “Ojo por ojo y diente por diente”
Y esto es así, por que vivimos en una sociedad y en un mundo gobernado por
satanás, tan corrompido que se acepta es normal que las personas se venguen o
quieren pagar con la misma moneda (como dicen por ahí) a quienes les han
causado daño.
En esa época, el ser hijo de una ramera era un estigma que deshonraba a una
persona desde que nacía. De hecho, en Deuteronomio 23: 2 la ley de Moisés le
prohibía reunirse en la congregación del Señor con el resto del pueblo.
Y lo peor para Jefté era que la causa de su menosprecio no era por algo que
hubiera hecho, o por un mal acto que hubiese cometido, sino por algo tan
ajeno a su voluntad como las condiciones a su nacimiento. Podríamos decir
que era normal que Jefté se comportara de esa manera con ellos.
Muchas veces, nosotros dejamos endurecer nuestro corazón por el daño que
nos han hecho otras personas. Hay algunos que dicen: “yo soy así, porque me
lastimaron.. me hicieron esto.. me trataron de esta manera..”
Por supuesto, hay situaciones en las que verdaderamente las personas actúan
con el fin de herirnos y lo consiguen, pero si nosotros nos depositamos en las
manos de Dios, y dejamos que sea Él, el que juzgue por nosotros podremos
tener nuestro corazón en la paz que Él nos da.