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LINGúfSTICAIBERO-ROMÁNICA

TOMO 1

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UNIVERSITYOF MICHIGAN
BIBLIOTECAROMÁNICAHISPÁNICA
D11.IGIDAPOI. DÁMASO ALONSO

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DIEGO CATALÁN
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LINGÜÍSTICA
ÍBERO-ROMÁNICA
CRITICA RETROSPECTIVA

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BIBLIOTBCA ROMANJCA HISPANICA
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BDITORIAL GRBDOS
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UNIVERSITYOF MICHIGAN
j) reo.~
C. 3'57~;
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O DIEGO CATALAN,1974.

EDITORIALGllEDOS, 8. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España.

Depósito Legal: M. 39744-1974.


ISBN 84-249-1203-9.Obra completa. Rústica.
ISBN 84-249-1204-7.Obra completa. Tela.
ISBN 84-249-1201-2.Tomo l. Rústica.
ISBN 84-249-1202-0.Tomo l. Tela.
Gn8cas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1974.- 4217.

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JUSTIFICACION

Al contemplar a redro tiempo mi actividad en el campo


de la lingüística me ha parecido que, si habfa tenido y po-
día tener algún mérito, era el de haberse orientado hacia
la crítica constructiva. En nuestro medio cultural, siempre
inclinado al aprovincianamiento, la crítica critica es desu-
sada (al colega o se le bombea o se le empluma; pero más
bien por razones de índole personal que por divergencias en
la apreciación de los hechos descritos o por disentimientos
teóricos).
Los trabajos que reúno en estos dos volúmenes misce-
láneos son ejemplo de esa orientación. Aunque diversos en
extensión, tema y fecha, tienen de común el estar dedica-
dos a comentar, glosar y criticar los datos, la estructura,
el enfoque y los métodos de un conjunto de obras impor-
tantes para el desarrollo de la lingüística íbero-románica.
El primer volumen es de crítica retrospectiva y trata de
ofrecer una visión detallada de lo reaUntdo en «cien aftos
de lingüística hispano-románica», tomando como fecha ter-
minal la década de los 60. El segundo volumen es de crítica
al paso, ocasionada por la aparición de obras que, al tiempo
de su publicación, me parecieron de especial interés y dignas
de ser completadas, escrutinizadas, revisadas o reenfocadas.

Chamart1n, 1974

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CIEN AÑOS DE LINGútSTICA
HISPANO-ROMÁNICA

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O. PRESENTACION

0.1. Este libro trata de una rama de la lingüística eu-


ropea, la interesada por las lenguas romances de la Penínsu-
la Ibérica. [Por lo tanto, quedan fuera de sus márgenes las
aportaciones a la lingüística íbero-románica hechas por in-
vestigadores del continente americano, así como los estudios
referentes al espafiol y al portugués de América*.]
0.1.1. Su propósito es delinear el desarrollo de esta rama
de la lingüística atendiendo a las contribuciones de los filó-
logos nativos (con especial atención) y a las aportaciones
de los romanistas y lingüistas de más allá de los Pirineos.
0.1.2. El panorama descrito con detalle se limita a los
últimos cincuenta años. Sin embargo, para mejor compren-
der la marcha de los estudios filológicos después de la Pri-
mera Guerra Mundial, he creído preciso esbozar previamen-
te los orígenes de la investigación lingüística moderna tanto
en Portugal como en Espafia.
0.2. El adjetivo «fbero-rornánico» sólo se emplea como
equivalente a «perteneciente o relativo a las lenguas y dia-
lectos romances que tuvieron su origen en la Península Ibé-

* [Esta limitación no es debida a un absurdo «chauvinismo• euro-


pefstadel autor, sino a que el trabajo fue escrito para una obra titu-
lada Linguistics in Western Europe.]

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12 Cien años de lingiUstica romdnica
rica». Se trata, pues, de un cómodo rótulo histórico-geogni-
fico carente de contenido científico (al menos en el marco
lingüístico). Personalmente doy preferencia al adjetivo «his-
pano-románico», pues Hispania, y no Iberia, es el nombre
latino de la Península. Ambos adjetivos tienen connotacio-
nes molestas: «íbero» o «ibérico» se relacionan, inconscien-
temente, con los «fberos» y con las lenguas primitivas «i~
ricas»; «hispano» o «hispánico» se identifica, impropiamente,
con «espaiiol».
0.2.1. Al emplear uno y otro adjetivo, en relación con el
conjunto de las lenguas romances habladas en la Península,
no presupongo la existencia de un *proto-tbero-románico
común, del que derivarían las varias lenguas y dialectos neo-
latinos de Hispania. Mi concepción del origen de las len-
guas románicas rechaza como falaz la imagen de una «frag·
mentación• del latín. Al no poder basar en criterios gené-
ticos las sub-agrupaciones lingüísticas de la Romania, cual-
quier clasificación depende de los criterios elegidos para
establecer los grupos.
0.2.2. Trato del catalán, del español (y dialectos que le
rodean) y del portugués. También me ocupo de las lenguas
romances de AI-Andalus, del judeo-espafiol y del judeo-por-
tugués.
0.3. Atendiendo a la historia externa, he creído opor-
tuno dividir la historia de la investigación lingüística en dos
períodos fundamentales: uno, desde 1918 hasta 1939 (guerra
civil española); otro, desde esa fecha en adelante. Ello no
supone que en España y Portugal se inicie, a partir de los
afios 40, una nueva lingüística, de tendencias más modernas;
pero sf que por esas fechas se produce una profunda alte-
ración en las condiciones histórico-culturales que determi-
nan el desarrollo de la investigación lingüística.

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Presentaci6n 13
0.4. La otra división que he establecido (entre los apar-
tados 3. y 4.) es, desde el punto de vista de la historia ex-
terna y de la cronología, mucho más artificial; pero creo que
contribuye a esclarecer la situación actual de la lingWstica
cfbero-rorn4nia».
0.5. En la presentación de los hechos he tenido tam-
bién presente la división de la Península Ibérica en tres
áreas culturales, una central (castellana) y dos laterales
(portuguesa y catalana), cada cual con una metrópoli domi-
nante (Madrid, Lisboa, Barcelona). Pero también se me ha
impuesto, en otros casos, la fragmentación básica en dos
estados (Espafta y Portugal), con dos lenguas nacionales, a
la vez que supra-nacionales ( el espafiol y el portugués).
0.5.1. La organi7.8ción de los estudios filológicos (cáte-
dras universitarias; revistas técnicas, publicaciones y pro-
yectos de investigación apoyados por subvenciones estata-
les, regionales o privadas; instituciones dedicadas a la in-
vestigación; etc.) responde, tanto en España (y Catalufta)
como en Portugal, a la preocupación nacional por la lengua
y cultura patrias. Consecuentemente, la lingüística fbero-ro-
JIWDica autóctona se ha desarrollado, salvo raras excepcio-
nes, sin atender simultáneamente al resto de la Rornania y
sin tratar de establecer relaciones con otros campos de la
lingüística. Esta autarquía en los temas estudiados ha con-
tribuido a que las aportaciones lingüísticas escritas en las
lenguas íbero-románicas hayan trascendido menos de lo que,
posiblemente, debieran.
0.6. Mi exposición pretende ser informativa y objetiva;
pero, a la vez, he considerado importante el introducir jui-
cios de valor. El punto de vista crítico me ha permitido
subordinar unos datos a otros y hacer una historia del des-
arrollo de la lingüística íbero-románica más coherente, aun-
que también, claro está, más subjetiva.

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14 Cien años de lingillstica romdnica
0.7. La marginalidad de la lingüística íbero-románica
(respecto a la lingüística centro-europea) me ha inducido a
tratarla con detenimiento. Los problemas singulares que en
ella se plantean y el indudable esplendor y originaJidad que
en ocasiones ha tenido, merecen una visión panorámica de-
tallada~
0.7.1. Aunque he procurado atender equilibradamente a
las varias ramas de la lingüística íbero-románica y a los cam-
pos de trabajo más cultivados en ella, mi exposición no pre-
tende, ni mucho menos, ser exhaustiva (ni en temas, ni en
obras, ni en autores). Si hay omisiones importantes (y, sin
duda, las habrá) no son, créaseme, intencionadas.
[0.8. El trabajo fue escrito pensando en el lector no
hispanista. Sin embargo, la versión inglesa de este trabajo,
incluida en cCurrent Trends in Linguistics», vol. 9, Linguis-
tics in Western Europe, 927-1106 (The Hague-Paris, 1972),
está basada en el original que ahora se publica. Los retoques
hechos a posteriori en la versión española son mfnimqs. En
caso de divergencia, el texto español debe considerarse pre-
ferible.]
[0.9. Los índices de autores y publicaciones se publica-
rán en el segundo volumen de esta obra.]

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1. UNA OJEADA HACIA EL PASADO

1.1. LA fBBRO-ROMANUY LOS COMPARATISTAS

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX los roma-


nistas de la Europa germánica, secundados por los de Fran-
cia e ItaUa, levantan, gracias al método históri~mparativo
iniciado (1836-1843) por F. Diez, el espléndido edificio de la
lingüística románica, asombrosa creación del siglo. Pero el
interés que estos romanistas centro-europeos mostraban res-
pecto al íbero-romance era claramente ancilar de sus estu-
dios, mucho más profundos, acerca del antiguo francés, del
antiguo provenzal y del antiguo italiano. Su sólida formación
de comparatistas se basaba, ante todo, en el estudio de las
lenguas y culturas clásicas (y del sánscrito, como base de ac-
ceso al *Indo-europeo), y su fundamental preocupación era
la relación genética de las varias lenguas románicas con el
*Latín Vulgar, el arquetipo de todas ellas. La situación
marginal del español y del portugués en la formación de
una mayoría de estos comparatistas se refleja en sus publi-
caciones. No obstante, gracias a su disciplinada preparación
y al rigor técnico de sus trabajos, las primeras generaciones
de romanistas dejaron ya abierto el camino para el estudio
científico, con carácter histórico-comparativo, del espafiol,

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16 Una ojea.da hacia el pasado
del portugués y del catalán. Basta con recordar los grandes
nombres de F. Diez, de W. Meyer-Lübke y de G. Grober; y,
a su lado, el de algunos competentes filólogos que se dedi-
caron preferentemente a roturar el campo del espaiiol y del
portugués, G. Baist, J. Comu, E. Gessner. Mención desta-
cada merece el portentoso H. Schuchardt, por haber sido
uno de los pocos romanistas capaz de cultivar conjuntamen-
te la lingüística romance y el estudio de lenguas no indo-
europeas y de elevarse a la teorización lingüística de carácter
general: Schuchardt, con mirada de águila, abarcó simultá-
neamente las varias parcelas d~ la Ibero-romania, el Vasco y •
el Bereber y eYarninl), con penetración hasta entonces inigua-
lada, las lenguas criollas que dejó el imperio portugués en
su paso por la Historia.
Un hecho de especial importancia para el desarrollo de
la filología moderna en los pueblos de lengua hispánica fue
el transplante a países íbero-románicos de algunos filólogos
centro-europeos. La personalidad más interesante entre estos
desplazados es la de Carolina Michaelis (18S1-192S),mujer
de talento extraordinario, que en 1875 vino de Berlin a
Porto y, casada con un historiador del arte portugués, hizo
de Portugal su país de adopción, y de la cultura portuguesa
el tema central de su inagotable curiosidad cientfflca. Sus
estudios filológicos, especialmente en tomo a la lirica me-
dieval, hicieron época. Sus notables contribuciones etimoló-
gicas y lexicográficas sobre el español y el portugués y sus
trabajos ocasionales acerca de la fonética y morfología his-
tórica portuguesa están respaldados por una sólida forma-
ción y ponen en evidencia una gran agudeza intelectual 1•

1Estudios lexicográficos y etimoló¡icos: Romania, 2.86-91 (1873);


JbRESL, 1.202-7(1874); Stud~n tur romanischen Wortschopfung (Leip-
zig, 1876); ZRPh, 7.102-15(1883); Miscellanea Caix e Canello, 113-66(Pi-

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Los comparatistas 17
También interesa recordar el caso de F. llaussen y R. UDZ,
dos jóvenes profesores de lengua aJernana que en las últimas
décadas del siglo XIX llevaron a Santiago de Chile el legado
cientffico de su formación lingüfstica histórico-comparativa.
Su obra, aunque realizada en América, tuvo especial rele-
vancia en el despertar de la filología espaftola; especialmen-
te la de IJaossen (desde 1894), debido a la atención pre~
rente que en ella se presta a la lengua medieval. Leoz, ade-
más de un gramático plurilingüe, era un notable fonetista;
no es pues de extrañar que la observación de los hechos di-
• ferenciales del espafiol chileno por él n,iJimda constituya el
primer fundamento de la dialectología hispánica (desde 1892-
1893).
La dialectología espaflola peninsular puede decirse que
nació impulsada por la filología sueca: A. W. Munthe estu-
dió in situ cierta variedad del asturiano occidental (la del
h1gar de Villaoril de Bemeda) y publicó (1887) un trabajo
que aún conserva pleno valor 2• Menos meritorio es el estu-
dio fonético del andaluz debido a F. Wulff (1889), fruto de
un viaje a Granada (1880), que vino a servir de complemento
a las observaciones de H. Schucbardt en Die Cantes flamen-
cos (1881) J.

1eme, 1886); RL, 1.66, 117-32,267-305(1887-89):2.78-80(1890-92): 3.129-90


(1195); Mi.scellt.lMII Ascoli, 253-37 (Torino, 1901): Putschrift Tabla, 13-
48 (Braunsweig, 1905); RL, 11.1-62 (1908): Mestre Giralda e os seus tr•
ta4os de alveitaria e cetraria. Parte 11: Estudos etimoldgicos (Lisboa,
1911). Otros trabajos: «Der 'portugiesische' lnfinitiv•, RF, 8.49-122(1193),
y sus famosas lecciones de cátedra Füologia portuguesa. Prel~
feítas ... ao curso ... 1912-1913y 191J-1914(Coimbra, 1914 y s. a.) [reed.
en u,au de Filologia Portuguesa, segundo as pr~/Ju f eita ao
curso de 1911-1912,2 vols. (Usboa, s. L (1946]).
2 Antecknin,ar om folluntJlct i en trakt af V utra Asturim (Up-
psal•, 1887).
J H. Schncbardt, ZRPh, S.249-322(1881); P. Wulff, «Un chapltre de
~ andalouse•, Recual Paris (Stockholm, 1889).

UNGOfn'IC& - 2
1malo-aoldtae&.

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18 Una ojeada hacia el pasado

A mediados del siglo XIX los Pirineos constituían el limite


meridional de la ciencia lingüística europea. Entre los «eru-
ditos• autóctonos de la Península Ibérica la lengua sólo era
objeto de especial atención para puristas o preceptistas, y
sólo de un modo accidental atraía la observación de algunos
técnicos de las ciencias filológicas auxiliares, de algunos. apa-
sionados por las tradiciones y peculiaridades lingüfsticas re-
gionales o de algunos finos catadores de la literatura medi&
val. En España esta situación se prolonga hasta casi finali-
mr la centuria. La postración de los estudios lingüísticos
dejó en manos de algunos americanos el ímpetu renovador.
Tras la figura precursora de un Andrés Bello (1781-186S), la
América hispana produjo, con el colombiano R. J. Cuervo
(1844-1911),el primer fruto de la renovación de la tradición
normativa y purista ante el contacto de la nueva lingüfstica
europea. Cuervo habfa comenzado su trabajo como obser-
vador de la escena local y como ávido lector y anotador de
los clásicos del Siglo de Oro; pero, después de trasladarse de
Bogotá a Parfs, asirni16 las técnicas del criticismo textual,
de los estudios dialectales y de la clasificación objetiva de
los datos lingüísticos y, tras largos afios de trabajo solitario,
coleccionó un material de primera mano abundantísimo y
asentó los cimientos para la futura historia de la lengua
española y para la descripción del espaiiol americano. Nada
semejante pudo por entonces producirse en España; seria
necesario que llegase la generación del 98 para que uno de
sus miembros, Ramón Menéndez Pidal, transformase con su
obra y con su ejemplo el panorama cientffico espaiiol.

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La lingi,Ustica romdnica en Portugal 19

1.2. u LINGU1sncAROJü-
NICA EN PORTUGAL

En Ja segunda mitad del siglo XIX, Portugal 4, más re-


ceptivo que Espafla a los aires ultrapirenaicos, se adelanta
en la tarea de acomodar la tradicional erudición filológica
del país a las exigencias científicas de la prestigiosa lingüís-
tica románica. Como fundadores de la nueva disciplina hay
que nombrar a F. A. Coelho (1847-1919), A. R. Go~ves
Viaua (1840-1914) y J. Leite de Vasconcelos (18S8-1941).
Coelho inicia fogosamente, con apenas veintiún aflos, el
estudio histórico-comparativo de A Ungua portuguesa ( Coim-
bra. 1868) y, desde la primera cátedra de Lingüfstica Indo-
europea creada en la Penfnsula (1878) es, por algún tiempo,
el solitario sembrador de unos métodos cientfficos nuevos.
Gran investigador de despacho, supo combinar la colección
de abundantes datos dispersos, con el planteamiento de
cuestiones generales y teóricas. Su maestría se manifiesta,
sobre todo, en los artículos dedicados (a partir de 1880) 5 a
los dialectos criollos y a los dialectos románicos de la Ro-
maoia ultramarina (temas entonces aún casi vfrgenes, que
atrajeron poco después la atención de Schuchardt), en su
libro de carácter lingWstico-etnográfico Os ciganos de. Por-
tugal (Lisboa, 1892) 6 y en su temprana contribución a los
estudios de «Sachen-und-Worter•: «Alfaia agricola portugu&
sa• (1902) 7• Para sus coterráneos, sin embargo, tuvieron ma-
• Cfr. S. da Silva Neto, Mtlllllal de PQologla Portuguesa, 1-79 (Rfo
de Janeiro, 2.• ed., 1957).
s Os dialt!Ctos romdnicos ou neo-latinos na Afrlca, hui e Ambica
(Jlsboa., 1881), publicado en Boletim tia Sociedatle tle Geo.,-afia ú
Lisboa. A este primer trabajo siguieron otros dos.
• Cfr. M. L Wagner, en Miscel4tnea Coellao, 296-319 (Usboa, 1949).
7 Portuaal"'7 1.403-12(1899-190!).

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20 Una. ojeada hacia. el pasado 1

yor trascendencia sus obras de doctrina y de síntesis refe.


rentes al portugués (entre las que merece lugar destacado
su 3.• ed. de A lfngua portuguesa. N(Jfóes de glotologia geral
e especial portuguesa, Porto, 1896)1•
Gon~ves Viana es el introductor de los estudios foné-
ticos descriptivos, ya generales, ya aplicados al portugués
(1883, 1892, 1903)9• Sus ocasionales contribuciones a la pes-
quisa dialectal 10, y sus trabajos lexicográficos son igna]rnf!Dte
valiosos 11•
Pero es la figura de Leite de Vasconcelos, sin duda, la
que llena y domina, a fines del siglo XIX y comienros del si-
glo xx, el panorama de la lingüística portuguesa. Ya en
1882 (siendo estudiante de medicina) atrae la atención de los
romanistas con su «descubrimiento• del mirandés (un sin-
gular dialecto de base leonesa hablado en la comarca de Mi-
randa do Douro) 12; en 1887-1889comienm a publicar una
=
revista, la Revista. Lusitana ( RLJ, que hasta su último nú-

• Otros trabajos famosos: Theorla da con;u,~ on latan e por-


tu,uei (Usboa, 1871): Quut~u da Ungua portuguesa (Porto, 1874).
Menos acertado es su Dlciondrio maruu,l etimol6,ico tia Unasuipor-
tuguesa (lisboa, 1890).
' •Essai de phonétique et de phonoloaie de la langue portnptse
d'apres le dialecte actuel de Usbonne», Romania, 12.29-98(1883) Creed.
BP, 7.161-243(1941)]: «Exposi~ da prondncia normal portuguesa-,
al frente de la ed. de Os Lusfadu, pp. I-LIII (Lisboa, 1892), por F. de
Salles Lencastre: Portugais: PhmMtique et phonolo,ü, morpholo~
tutes (Leipzig, 1903).
10 •Materiais para o estudo dos dialectos portupeses. 1: Palar de
Rio Frio•, RL, 1.158-66,195-220,310-11(1887-89).
11 Apostilas aos dicionários portugueses, 2 wls. (Usboa, 1906), P•
lutras filol6gicas (Lisboa, 1910).
12 En el folleto O dialecto mirandb (publicado primero en un
periódico de provincias), que con sus 39 páginas atrajo los elQlios de
todo un H. Schuchardt, LGRPh, 4, col.108 (188.1). (Pue seauido de un
librito de A. J. de Moraes Perreira, Dialecto Mirandei [Usboa, 1898),
olvidado por los estudiosos modernos.)

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La lingilútica romdnica en Portugal. 21
mero (1943) llevará la impronta de su fundador y director;
cuando en 1900-1901 publica los dos volúmenes de sus Bs-
t&Ulos de phüologia mirandesa (la primer monografía exten-
sa dedicada a la descripción de un dialecto en la Pemnsula
Ibérica) y cuando lee en Parfs su tesis doctoral ofreciendo
una smtesis (en realidad prematura) de los dialectos por-
tugueses (1901) 13, Leite de Vasconcelos es ya saludado más
allá de los Pirineos como un verdadero •maestro• de la
filología rom4ni'2 14• En verdad, Leite de Vasconcelos, aun-
que siguió muy atentamente el ritmo de la investigación eu-
ropea. concibió nacionalistamente su campo de actividad y
se interesó casi exclusivamente por la historia de la lengua
portuguesa 15; pero, llevado de su curiosidad enciclopédica,

entendió esta parcela del saber de la manera más amplia


posible. En sus trabajos muestra un sólido conocimiento de
la filología medieval (en todas sus ramifl"-llciones), de la an-
troponimia, de la etnografía, de las tradiciones literarias, de
la mitologfa e incluso de los restos epigráficos y antigüedades
arqueológicas de Portugal. Leite de Vasconcelos tuvo siem-
pre poco interés por los problemas de carácter general o
teórico; fue, en cambio, un infatigable buscador y organi-
zador de hechos, de materiales nuevos, reunidos a través de
la lectura de textos y documentos, o por medio de la inves-
tigación in situ.

u Bsquiuc d'un. tlialectoloaÑ portu,ais• (Paris-Uaboa, 1901).


M Por A. Thomas (en la R.evue Critiqu. (1902]).
IS Una curiosa excepción es III ed. de un poema provenzal inl!dlto,
en Ronwnili.31JT1-'1»(1902).

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22 Una ojeada hacia el. pasado

1.3. MBN11NDBZPIDAL Y LA FORMACIÓN


DB LA «BSCUBLA DB MADRID•

La barrera que aislaba, respecto a los métodos científi-


cos imperantes más allá de los Pirineos, a la tradicional
erudición espailola vino a ser rota, en el tránsito del si-
glo XIX al siglo xx, gracias al solo esfuerzo de R. Menéndez
Pidal 16• Como reacción contra el genial desarreglo de M. 1

Menéndez Pelayo y contra la insipiencia de la ciencia filo-


lógica espafiola, que se recubría de una palabrería arbitraria
y generaJi7.8dora, Menéndez Pidal inauguró en España la in-
vestigación analítica, basada en la aplicación de unos rigu-
rosos métodos históricos y filológicos.
Cuando en 1895 la Academia Espafiola resolvió en favor
de Menéndez Pidal el concurso ( cerrado en 1893) tocante al
establecimiento del texto, gramática y vocabulario del poe-
ma de Mio Cid, puede decirse que en España quedaba abierto
el camino para el cultivo de la investigación filológica cien-
tífica. En la obra premiada se armonizaban, por vez primera,
la antigua erudición gramatical y literaria de los españoles
y la filología comparada fundada por F. Diez. En los años
subsiguientes, aquel joven de veinticuatro aiios acometió,
calladamente, la tarea heroica de poner la filología espaiiola,
en sus dos ramas, literaria y lingüística, en pie de igualdad
con sus hermanas francesa e italiana. Aunque en un prin-

Cfr. D. Alonso, •«Menéndez Pidal y su obra•, en Dd si,lo de oro


16
a este siglo de siglas, 113-25 (Madrid, 1962), y «MeJrelldezPidal y la
cultura española•, folleto (La Coruña,. 1969): R. Lapesa, «Ejemplo y
doctrina•, Filologfa, 13.1-32 (1968-69): Y. Malkiel, en SPh, 49.441-4 (1952):
V. Garcfa de Diego, en BAE, 39.15-21 (1959): H. Meier, «Ramón Menál-
dez Pidal und die Methoden der Spracbgescbichte•, ASNSL, 205.418-30
(1968).

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Menbadez Pidal y la escuela de Madrid 23
cipio las aportaciones de Menéndez Pidal en el campo de
la literatura fueron sin duda las de. mayor originalidad de
concepción 17, sus publicaciones lingilisticas establecieron los
cirnientos de su labor posterior. Uno por uno los varios cam-
pos de la moderna filología, la edición de textos, la etimolo-
gfa, la gramática histórica y la dialectologfa fueron invadi-
dos por Menéndez Pidal. Ya en 1898 publicó una «Nueva•
edición del Poana del Cid 11, seguida, entre los aftos 1900 y
1905, de toda una serie de textos literarios arcaicos meno-
res 19 y, finalmente, en 1906, del texto m4s representativo de
la Estarla de Espalta. de Alfonso X»; en esta labor de editor
sus objetivos eran precisos y reducidos, ya que sólo aspi-
raba a la tarea, no siempre fácil, de establecer unos textos
fidedignos, sin desviar su atención de la problemática estric-
tamente filológica. Al mismo tiempo ya en 1900 sorprendió
a los romaoh;tas, desde las páginas de la revista Romania,
con una memorable misceléoea de «Etimologfas espado-
las» 21• Unos aftos des~, en 1904, sacó a la luz un Manual

n La le,fflda de los Infantes u Lora (Madrid, 1896): cEI poema


del Cid y las Crónicas pnerales de Espafta., RHi, S.435-69 (1198):
L',JIOIJÚ castillam el travers la litthature espagnole (Paris, 1910): El
romancero español (New York, 1910).
11 Poema del Cid. Nueva edici6n (Madrid, 1898): Poema ül Ci4.
E4. anotada (Madrid, 1900).
1t •Disputa del alma y el cuerpo y Auto de los Reyes Magos•, RABM,
4.449-62(1900); «Poema de Yu~. Materiales para su estudio», RABM,
7.91-129, 276-309, 347-62 (1902), con un estudio lingüístico preocupado
por el aspecto dialectal; •Razón de amor con los denuestos del agua
y el vino•, RHi, 13.602-18 (1905): «Serranilla de la Zarzuela•, SMet,
US-70 (1905) [reed. todos ellos en Tatos medievales (Madrid, de
próxima aparición)].
JD Primera Cr6nica general de España, qua mandd componer Al-
fonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho W en 1289 (Madrid, 1906)
[reed., con un estudio, Madrid, 1955].
D Romania, 29.334-79(1900). Cfr. W. Meyer-Lübke, en ZRPh, 25.381-2
(1901).

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24 Una ojuda hacia el pasado
elemental de gramdtica histórica espallola que (renovado
en varias ocasiones, 190S, 1918, 1925, 1941 y ligeramente cam-
biado de tftulo) 22 todavía sigue editándose, y al cual han
acudido a beber todas las generaciones de estudiosos de la
lengua espaiiola. Más tarde, en 1906, abrió sendas nuevas a
la dialectologfa con su estudio monográfico sobre «El dia-
lecto leonés• 23, admirablemente exacto, a pesar de estar cons-
tnlido sobre muy pocos informes, casi todos indirectos; y
en 1910 a la paleo-dialectologfa, con la notable resefta, publi-
cada en la RDialR », del cartulario leon6s de E. Staaff 25• En
1908 publicó por fin 36 la exhaustiva gramática (y la edición
critica del texto) del Mio Cid, y en 1911 el minucioso vocabu-
lario del mismo poema. Los tres volúmenes de esta edición,
tan trabajada, del Cantar de Mio Cid r, constituyen el prirner
«monumentum aere perennius• de la filología espaff.ola.
En todas estas obras primeras, Menéndez Pidal procu-
raba ser completo y exacto y evitaba toda inmixtión inter-
pretativa de su personalidad. Consideraba que los hechos,
reunidos pacientemente y depurados con minuciosa preci-
sión científica, debúm hablar por sf mismos, sin necesidad
de un apoyo expositivo dilatado, tan sólo con ordenarlos y

22(Madrid, 1904). Desde la 4.• ed. •corregida y aumentada• (Ma-


drid, 1918) se titula Manual tú gramd.tica hist6ric,a u,-llala.
D RABM, 14.123-72,294-311 (1906). Con anterioridad, Menáidez Pl-
dal habfa publicado unas «Notas acerca del bable de Lena• en Astu-
rias [ed. O. Bellmunt y P. Canella], 2.33~ (Gijón, 1897). [Ambos tra-
bajos han sido reimpresos en El dialecto l«mú (Ovledo, 1962).]
» RDialR, 2.119-30( 1910).
25 St&Ule sur l'anciaa dialecte Woruds d'llll'U tia cltarta lb, %111•
nicle (Uppsala-Leipzig, 1907).
26 Durante 1907 realiw la revisión de la sintaxis (mero-Julio) y del
texto critico (verano-otofto ).
r, Cantar de Mio Cid. Texto, ,ra,n4tica , vocalndarlo (obra pre-
miada por la Real Academia Bspaftola), l (Madrid, 1908), 2 y 3 (Madrid.
1911).

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25
yuxtaponerlos convenientemente en vista de una hipótesis:
los sillares, pensaba Menéndez Pidal, si se halJan bien ta-
llados y si se colocan ordenadamente, deben formar, sin ar-
gamasa ninguna, el edificio perdurable y admirable. Para
conquistar la exactitud filológica y contener la arbitrariedad
subjetiva, Menéndez Pidal rechazó decididamente la imagen
del escritor «polígrafo», dominante en los ambientes nacio-
nales, y limitó austeramente su campo de actividad. Esta
limitación tiene su complemento en el aspecto formal: Me-
néndez Pidal arrinconó el estilo oratorio de la 6poca haciendo
gala de una extrema sobriedad expositiva.
Por estas hdlas, Menéndez Pidal había ya conseguido
algo inesperado en el ambiente intelectual espaftol, la for-
rnación de una escuela de investigadores. Como ha destacado
Y. Malki~I, cHispanic studies have predominantly been foun-
ded and directed by men of considerable independence and
moral courage rather tban by disciplined groups of resear-
chers intellectually and economically supported. by large sec-
tors of the society, as happened, for instance, with Germanii:
studies•, y, en general, los •maestros» sólo nos han legado
su propia obra: en cambio, «Ramón Menéndez Pidal •. • has
been one of those uncommon personalities capable of acting
with eminent success both as trainers of scholars and as
productive researchers, blazing trails in numerous directions.
Tbis combination of talent, unprecedented in the Hispanlc
field, is bis first, and easily the foremost, claim to our gra-
titude• ª· El ~to de Menéndez Pidal como «maestro• se
debió, en parte, a unas circunstancias exteriores poco co-
mim~ en Espafia: La fundación y sostenida vitalidad de un
organismo nacional permanente, autónomo y responsable.
dedicado al fomento de la educación y la investigación, la

21 Y. M•Jtlel., SPh, 4'Ml-4 (1952).

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26 Una ojeada hacia el pasado

«Junta para ampliación de estudios e investigaciones cien-


tíficas» (creada en 1907) ª· Gracias a la «Junta», Menéndez
Pidal dispuso de un instituto de investigación en que des-
arrollar su actividad, el «Centro de Estudios Históricos•
(fundado en 1910), dedicado, especialmente, al estudio de la
Lengua, la Literatura y el Arte espa:fiol y de las lenguas clá-
sicas. Por otra parte, la «Junta» facilitó la formación de
nuevos investigadores con la concesión anual (desde 1910) de
pensiones a estudiantes y graduados deseosos de aprender
técnicas y métodos científicos en el extranjero, y con la fun-
dación (en 1912) de una «Residencia de Estudiantes• en
Madrid, que contribuyó notablemente a la creación de un
ambiente cultural y de un espíritu corporativo en la Uni-
versidad española. Pero la creación en el «Centro• de una
verdadera «escuela» filológica no necesitó aguardar a la
fructificación de las semillas que entonces empemron a
sembrarse, pues Menéndez Pidal contaba ya por entonces
con una primera generación de discípulos colaboradores, la
de F. de Onfs, A. Castro, T. Navarro Tomás.
La constitución en el «Centro de Estudios Históricos» de
la «escuela de Madrid» (que desde 1914 publica su propia
revista, la Revista de Filologfa Española [= RFB]) coincide
con una importante superación, por parte del maestro, del
riguroso positivismo con que inició, en los aiios 90, su labor
filológica. En sus trabajos juveniles Menéndez Pidal habfa
considerado que el investigador objetivo debfa abstenerse
de interpretar los hechos limitándose a describir de un modo

29 Cfr. J. Castillejo, Wars of Ideas in Spain. Phllosophy, Politics


an4 Education, 113-33(London, 1937). Presidía la Junta• S. Ramón y
Cajal (y fue secretario de ella J. Castillejo); R. Men~ndez Pidal fue
uno de los vocales de la comisión ejecutiva. Creada por un 10biemo
liberal, la «Junta• fue paralimda por A. Maura (1907-9) y sólo se
revitalizó en 1910 con el gobierno de R.ornanolleS.

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Menéndei Pidal y la escuela de Madrid 27
exacto y completo el espectáculo natural que aparecía ante
sus ojos una vez coleccionados y ordenados los datos docu-
mentales. Pero, a partir de los años 10, estima que la coor-
dinación de los datos directamente observables sólo se con-
sigue teniendo presente la existencia de minadas de hechos
indocumentables, y que, por tanto, es imprescindible formu-
lar teorías que expliquen conjuntamente los hechos docu-
mentados y los hechos indocumentados exigidos o presu-
puestos por los documentados. Por otra parte, la mirada de
Menéndez Pidal se ensancha al adquirir el convencimiento
de que los hechos filológicos no pueden ser estudiados ais-
ladamente sino que necesitan ser considerados en relación
con otros hechos culturales. Esta reorientación metodoló-
gica de Menéndez Pidal puede percibirse ya en algunos ar-
tículos del Vocabulario del Cantar de Mio Cid (reformados
a última hora) y se manifiesta más ostensiblemente en los
estudios histórico-literarios de los afi.os 1911 a 1917 referen-
tes a muy diversas obras medievales 30• El progresivo apar-
tamiento de Menéndez Pidal del positivismo tendrá sus más
importantes consecuencias para los estudios lingüísticos du-
rante el periodo de entreguerras.
la necesidad de reemplazar o revisar los postulados de
los neogramáticos era ampliamente sentida en los medios
lingüísticos a comienmi; de siglo y como consecuencia de
ello comiennu a tomar forma en Europa toda una serie de
metodologías «heterodoxas» que agitan el mundo tranquilo
del romanismo: el idealismo de Croce y Vossler; la «geolo-

JO cEI elemento histórico en el Romant. ddl l,tffant Garcla», Strull


Rajna, 41-85 (Firenze, 1911): Poana. da Mio Cid (Madrid, 1913): «Elena
y María. Poesía leonesa in~ta del siglo XIII•, RFE, 1.52-96 (1914):
«Poesía popular y romancero•, RFE, 1.357-Tl (1914); 2.1-20, 105-3S,329-
31 (1915); 3.233-89(1916); La Crónica General que mandó compona el
Rey Alfonso X. Discurso (Madrid, 1916); cRoncesvalles. Un nuevo
cantar de gesta espatiol del sipo XIIb, RPB, 4.105-204(1917).

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28 Una ojtuida hacia d pasado
gfa• lingilistica de Gilliéron; el método de «Worter und
Sach~n• de Meringer y Schucbardt: la lingWstica sincró-
nica de la escuela de Parfs. Pero Men6ndez Pidal tuvo la am-
plitud de mente necesaria para no anquilosarse en posicio-
nes metodológicas superadas, sin por ello dejarse llevar por
un ansia desordenada de novedad, y gracias a esta flexibi-
lidad y tolerancia, evitó en el seno de la lingWstica espaiiola
las soluciones de continuidad.
Una de las disciplinas del romanismo que a comien?OS
de siglo sufre en Bw-opa mayores transformaciones es la
Dialectologfa, que se alm revolucionaria frente a los métodos
y las conclusiones de los lingüistas de gabinete, los filólogos.
Pero en España no se produjo una ruptura entre los culti-
vadores de la geografía lingüística y los medievalistas 11, por
la sencilla razón de que el propio iniciador de la filologfa
medieval fue también el primer impulsor de la dialectologfa
y el primero que se interesó por interpretar diacrónicamente
la distribución areal de los fenómenos lingWsticos. Desde
su monografía sobre el leonés (1906), fruto de un curso
universitario y construida sobre la base de los pocos mat&-
riales disponibles, Menéndcrz Pidal había programado el es-
tudio detenido, a base de encuestas sobre el terreno, de
todo ese dominio dialectal y del Alto Aragón, como un pri-
mer paso para descubrir la articulación dialectal de Espafl• sz.
la existencia del «Centro de Estudios Históricos• le permi-
tió ahora acometer, con medios muy superiores, esa sofiada
empresa 11: En 1910, el propio Menéndez Pidal, Castro, Na-

Y. Maltiel, 1 Congr. lnt. Hispanistas, 9-10 (Oxford, 1964).


l1
Sobre las primeras encuestas en León, Zamora y el Alto Arqda,
32
en 1907, v&nse los informes de A. Blánqut2 Fraile y T. Navarro Tomú
en Memoria de la Junta para ampliacidn u Estudias (Madrid, 190'1
y 1908), as1 como el estudio de T. Navarro en 1tDialR, 1.119-21(1909),
que citaremos mú adelante.
11 Cfr. Orbis, 4.170-1(1955).

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29
varro, Onfs y otros colaboradores realizaron la sbtemética
aploraclón de todo el dominio leonés, desde el Cantábrico
basta Extremadura y desde los limites del pllego-portuguá
basta Santander. El propósito de las encuestas era, ante todo,
el truar, con toda exactitud y detalle, cada uno de los limi-
tes fonéticos que deslindan o fragmentan el dominio; pero
también se buscaban ciertos fenómenos morfolópcos y se
recogfan asistemáticamente los vocablos más curiosos que
salfau al paso. Los datos reunidos no llegaron a publicarse
por entonces 34; sin embargo, la experiencia adquirida en las
encuestas y los materiales coleccionados explican la seguri-
dad y claridad de ideas que manifestarla siempre Menéndez
Pidal al tratar de las «hablas vivas• asf como respecto a la
estructuración dialectal de España. Ses(m hemos dicho, el
álfasis de esta primer empresa colectiva de recolección dia-
lectal se hallaba puesto en la geografía fon6tica, en la deter-
minación de los limites fon6ticos, no en la geografla láica,
en la determinación de las áreas de las palabras, que por en-
tonces ocupaba ya el interés de Gilliéron. Esta diversa valo-
ración de las prioridades explica que Menéndez Pidal, cono-
ceclor de la extra-fina fragmentación dialectal del asturiano,
coosicle~ imprescindible recbanr todo mtodo que sacrifi-
que la investigación intensiva en beneficio de la extensiva, y

M La «atedn-Seminarlo Mmmdez Pldal• tiene en pre1-. el


Bbro l$ogloMu túl Asturleto ($efdn una encuuta ""4lta de M.,,.,_
11#. Pidal, 1910), ed. por A. Cabrera y M. C. Dfaz Cutalón, bajo la
dirección de D. Catalán. P. de Onfs publicó dos ~ unas «Notas
sobre el dialecto de San Mart1n de TreveJo•, Tod4 Memorial Volumu,
16.1-9 (New York, 1930), buadas en su encuesta. La montafta leonesa
fue explQrada por M. Martfnez Burgos. En 1912, A. Castro recorrió
de nuevo tierras r.amoranas (cfr. su folleto Contrlbucl6n al utu4lo dlll
dial«to de Zamora [Madrid, 1913]). D. Catalb ha aproyechado al_.
nc,a de atoa materiales en cPJ asb.lnllDOocddeatal-, llomPII, I0.71-
151 (1956-57) y en otros ardcuJGa.

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30
aclara el porqué de sus reticencias respecto a los cuest»
narios y su desprecio por la red de puntos de los Atlas al
uso, capaz de pescar tan sólo los «bacalaos• lingWsticos JS.
La experiencia adquirida en las encuestas y estudios sobre
el dominio leonés permitió a Menéndez Pidal hacer en 1916•
una crítica altamente instructiva de la metodología y con-
clusiones de A. Griera, La frontera catalano-aragonesa., estu4i
geografico-lingüfstic (Barcelona, 1914). En esta reseña esta-
blecía ya la importante oposición entre los limites que si-
guen direcciones varias entrecl117.ándose, surgidos por iln-
diación independiente de fenómenos lingüfsticos dentro de
un medio socio-cultural relativamente homogéneo, y los li-
mites agrupados en haz, que suelen ser el resultado del
choque entre dos lenguas o clialectos que se sienten diver-
sos, o de la propagación, en conjunto, de una lengua, a ez-
pensas de otra.
De acuerdo con el programa de investigaciones tra7.ado
por Menéndez Pidal, el estudio de las «hablas vivas• debfa
ser complementado con el estudio de los textos medievales,
tanto de la España musulmana, como de la Espafia cris-
tiana. Entre las varias publicaciones de paleo-dialectolog(a
reaJinidas por entonces :n hay que destacar las rigurosas edi-

35Cfr. R. Menmidez Pfdal, El dialecto leonb, lámina entre 152 y


153 (Oviedo, 1962): •Historia y fecha de este mapa». M. Alvar, en l.
lordan, Lingülstica Romdnica, 401-2 (Madrid, 1967), comenta extrdado
el poco entusiasmo de Menáldez Pidal por los cuestionarios.
J6 RFB, 3.73-88 (1916). Cfr. S. Pop, La. dialectoto,;., 1.354-6 (Loavain
[1950]).
ff Conviene recordar el juicioso trabajo de T. Navarro, cBI per-
fecto de los verbos en •-ar» en aragonés anti11,10.Observaciones sobre
el valor dialectal de los documentos notariales», RDial.R, 1.110-21 (1909),
y P. de Onfs, Contrlbuci6n al estudio del dialecto l«mb. E%tUnOIfi-
loldgico da al,unos documentos de la Catedral de Salamanca (Sala-
rn•nca, 1909).

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Menbulez.Pidal y la escuda de. Madrid 31
clones de varios fueros antiguos leoneses llevados a cabo por
A. Castro y por F. de Onís •. Entre tanto, el propio Me-
néndez Pidal, secundado por T. Navarro, había comenzado
(1912) la preparación de un corpus de documentos lingüfs-
ticos que tardaría años en completarse, y aprovechando su
amistad con los grandes arabistas españoles de la época, ha-
bía puesto a contribución los informes de los autores árabes
sobre la caljarnfa• para estudiar el dialecto mo7.árabeen r&-
lación con los orígenes del español (1910)•.
Aparte de esta labor de equipo, la nueva generación de
maestros (Castro, Onís y Navarro) contribuía ya, en formas
muy varias y personales, a hacer arraigar en España los
métodos y el saber de la romanfstica europea. Navarro, des-
pués de especializarse en fonética instrumental en Mont-
pellier, con Grammont, y en Hamburgo, con Panconcelli-
r~Jzia (1914), pasó a dirigir el laboratorio de fonética del
«Centro•, e inició el análisis sistemático del espafiol desde
el punto de vista fonético •. La reelaboración, más que tra-
ducción, de la Introducción al estudio de la lingULstica ro-
mance de Meyer-Lübke, reaJinda por A. Castro en 1914 (y,
por segunda vez, en 1926)41, inaugura magistralmente un
género, el de las adaptaciones de obras famosas de la lin-
güística europea, que había de tener gran importancia para
el desarrollo de la lingiüstica hispánica. Por su parte, V.
García de Diego, en sus Elementos de gramdtica histórica

ll A. Castro y P. de Onfs, Fueros leonau de Zamora, Salamanca,


ú4uma. y Alba de Torrrau (Madrid, 1916). No llegaron a publicarse
los estudios lingüísticos prometidos en la introducción.
• Contestaci6n al discurso de recepción en la Academia Espaftola
de P. Codera 67-83 (Madrid, 1910).
• Con muy precisos artfculos en RFB, 3.51-62, l~, 387-408 (1916);
4.371-88 (1917): 5.367-93 (1918); BPon, 1.265-75 (1917).
41 La ed. de Madrid, 1914, se bua en la 2.• ed. alemana (1909): la
de 1926,en la 3.• (1921).

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32 Una ojeada hacia el pasado
castellana (Burgos, 1914)42 y en sus «Dialectalismos» (1916) 41,
abrió nuevos c:arnino•al estudio histórico del espafiol. al
poner de relieve la riquem «dialectal» interna del casteUam
propiamente dicho. Sus encuestas por los campos de Cas-
tilla le permitieron evidenciar que, frente a la lengua escrita,
el habla wlgar conservaba hasta el presente tal variedad,
que exigfa considerar al espa6ol como un conglomerado de
elementos diversos.

1.4. LA PILOLOGfACATALANA
A PRINCIPIOS DB SIGLO

El desarrollo de los estudios lingWsticos en Catalufta


ofrece caracteres muy particulares. La eclosión, en el se-
gundo tercio del siglo XIX, de la «Renaixen~•, del renaci-
miento de la literatura catalana después de varios siglos de
abandono, vino a coincidir cronológicamente con los comien-
zos del estudio histórico-comparativo de las lenguas rornau-
ces. Así, mientras más allá de los Pirineos la lingüística co-
mienza a estudiar el cataJ4n en un plano científico, dentro
del cuadro general de las lenguas románicas (a partir, sobre
todo, de la contribución de A. Morel-Fatio al Grdr. de G.
Grober, 1888)44, en Cataluiia se valora afectivamente la «llen-

42 Refundida en Gramdtlca histdrica ui,allola (Madrid, 1951). An-


teriormente habfa publicado unos Elementos de gramMica ldstdrica
gallega (Burgos, 1906 [reed. Madrid, 1920]).
4J RFE, 3.301-18 (1916).
44 «Das Catalanische•, en Gnmdriss, 1.669-88,de G. GriSber(Strass-
burg, 1888). En Alemania fue B. Schidel, desde Halle, el aranimpulsor
de los estudios catalanes. Con anterioridad, P. B. Guamerio había es-
tudiado «11 dialetto catalauio d'Alghero•, AGI, 9.261-364 (1886). Dentro
de Catalufta tan sólo los estudios filológicos no propiamente lin8'ifs-
ticos contaban con un maestro: M. Mill i PontanaJs.

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.-.... UNIVERSITYOF MICHIGAN


La 'filologfa CGtalana a principios tú siglo 33
gua altaJana• como ~o de expresión de una cnaci6n•
que aspira a ser reconocida como una entidad diferenciad •
cultural y politicamente de la ccasteJJ•na•. Bajo este dima
de exaltación del idioma patrio nace.. en los primeros a6os
del siglo u, la lingüística catalana 45: En 1901, A. M. Aleo-
ver envía a los cuatro vientos su Lletra de convit •, invitan-
do a todos los arnaut:es de la lengua a colaborar en la for-
mación de un diccionario general y exhaustivo de la lengua
catalana, e inicia la publicación del Bolleti dd Diccionarl
de la Uengwl catalana ([= BDUC], 1901-1925, 1933-1936)G;
en 1906 se reúne el Primer Ctntgra lntanacional, da la Uen-
gua Catalana, cónclave inefable en que participaron toda
una serie de prestigiosos romanistas europeos•, algunos es-
pecialistas catalanes y unos 3.000 cataJanc>hablantes, que w-
taban democráticamente acerca de las cuestiones gramati-
cales planteadas en el Congreso. Pese a todo, estas inicia-
tiYBS de mossen Alcover ( el gran «apóstol de la lengua cata.
Jau••) y aquel entusiasmo colectivo sirvieron para poner los
cimientos de cuna de las m'5 nobles empresas locales a que
un pueblo, o si se prefiere la minoria dirigente de un pue-
blo, se haya lanudo jarn6s•, la de «tornar el catalán a su
antigua categoria de idioma de cultura• (Caries Riba). Los
consejos del romanista de la Universidad de Halle B. Schli-
del en el congreso de 1906, acerca de cómo organizar en
Catalufia un centro científico dedicado a estudios de lengua

• Cfr. A. Bactia, Uena,ui i Cultura tw Pa&os Catalans, 161-75(Bar-


celona. 2.• ed.. 1966) [1.• ecl., 1964).
• Uetra de Convit a tots d.s ama4ors de la Uena,ui catalana
(1901). Cfr. Orbis, 2.104-S (1953).
ff Al reaparecer en 1933, el BDUC lln6 el subdtulo cRemta de
Jinaüfstica i folklore•.
• Como A. Morel-Fatio, J. Saroibandy, IC. Nyrop, IC. Vollm6ller,
B. Sc:hidel, A. R. ~ves Viana, etc. Las actu del I Con,r. Uotlf,UI
Catalana (Barcelona, 1908) contienen trabajos de máito muy variable.
UNGOfn'IrAfllalo.aolWar.&.- 3

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34 Una ojeada hacia el. pasado
y dialectología a-.taJanas, fueron acogidos y desarrollados
por el «lnstitut d'Estudis CataJans» (creado en 1907 para
fomentar la investigación científica superior de todos los
elementos de la cultura catalana)•: En 1911 el «Institut»
se dotó de una sección filológica, dirigida inicialmente por
Alcover, pero, prontamente, dominada por la personalidad,
más rigurosamente científica, de P. Fabra.
El equipo o grupo de filólogos del «lnstitut d'Bstudis Ca-
talaus• inició en Catalufta el estudio de la lengua catalana
con metodología y rigor científico. Sin embargo, a causa de
la coyuntura histórica en que se encontraba la cultura cata-
lana, dio prioridad a los trabajos normativos, a la codifica-
ción y depuración de la lengua. P. Fabra, aunque dotado de
muy fina formación filológico-lingüística, se entregó de lleno
a la tarea de crear para los catalanes una lengua común
clara e indefinidamente disponible, apta no sólo para la
conversación famiHar y para la creación literaria, sino tam-
bién capaz de expresar cualquier aspecto de la cultura o de
las ciencias. La Gram4.tica de la lengua catalana (1912), las
Nonnes ortogr~ques (1913), la edición del Diccionari
Aguü6 (1915-1934),el Diccionari ortogr~ic (1917), la Gr~
tica catalana (1918) sefialan los jalones de la actividad de
Fabra a comienzos del siglo, actividad coronada por el
éxito 50.
En el «Institut» hallaron desde un principio acogida los
«pensionats» de 190851, que habían gozado de una formación
filológica alemana, P. Barnils, M. de Montoliu y A. Griera,
representantes de una nueva generación. la dialectología

e Por B. Prat de la Rfba (presidente de la «Diputació• de Barce-


lona).
50 Véase A. Badia, Uengua i cultura, 79-104.
51 Que fueron enviados a AJemauia por la Diputación Provincial de
Barcelona.

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La filologfa catalana a principios de siglo 35
autóctona habfa sido iniciada por Mn. A. Alcover, como fruto
de sus excursiones de encuesta a lo largo de todo el dominio
lingü.fstico catalán para preparar su Diccionari, y como re-
sultado de su creciente famiUaridad con la bibliograffa y
métodos de la lingüística románica; pero fueron los jó-
venes pensionados a la Universidad de Halle quienes, tras
estudiar con B. Schiidel y recibir el influjo de H. Morf, L
Gauchat, J. Gilliéron y J. Jud, importaron a Cataluña las
directrices de la Dialectologfa. Ya en 1912-1913, Montoliu en
un e!ltirnable trabajo sobre «La geografia lingüística• 52, di-
vulgaba en Espala los métodos de los lingüistas-geógrafos
suizos y comentaba con agilidad el ALF. Poco después, la
publicación de las tesis doctorales de Bamils y Griera (Die
Mundart W>n Alacant, Halle-Barcelona, 1913, y La. frontera
catalano-aragonua, estudi geografico-lingüistic, Barcelona,
1914), elaboradas fuera de España, y la iniciación de un
ButUetf de Dialectologfa Catalana (= BDCat, 1913-1936), por
parte del clnstitut•, dirigido por Bamils y Griera, seftalan
el comienzo de la investigación seria de los dialectos cata-
lanes por filólogos nativos. P. Barnils concentró, seguida-
mente, sus esfuerzos en el campo de la fonética especulativa
y aplicada (que habfa aprendido con J. P. Rousselot) y fue
en Cataluña iniciador de este tipo de estudios 53• En 1914
el «lnstitut• se dotó de un «Laboratori de Fonetica Experi-
mental• y en 1917 vio la luz el volumen I (y único) de Es-
=
tudis Fonitics [ EFon], bajo la dirección de Barnils. M. de
Montoliu fue un buen filólogo; sus conocimientos de los

52 Estudio, 1.24-34(1912): 2.76-98(1913).


ss Sus numerosos trabajos fonéticos fueron reimpresos en AOR,
6.3-175 (1933). También se interesó por la lexicografta: «Fbssils de la
1Jen111a•, BDCat, 2.7-12, 58,62 (1914): 3.31-39 (1915), y RPB, 4.ffl-84 (1917)
[reed. en AOR, 6.275-91(1933)).

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36 Una ojeada hacia el pasado

textos y la lengua antigua le permitieron redactar acertadas


notas etimológicas 54 y de sintaxis histórica 55• De especial
interés son sus contribuciones a la paleo-dialectologfa 56 y a
la toponimia 57, en que nunca faltan interpretaciones origi-
nales, a veces atrevidas, de la documentación que aduce. A
los pensionistas de Halle, y en especial a Montoliu, se debe
la iniciación de otra revista del «lnstitut•, los Bstudis Ro-
rrumics (Uengua. 1 Literatura) [= ERo 1], 1916-1917.
Entre tanto, los estudios catalanes babfan seguido pro-
gresando en muy variados centros del romanismo europeo.
El vasco francés J. Saroihandy, tras estudiar sobre el terre-
no los dialectos catalanes de «la ratlla d'Aragó• (1903) 51, re-
fundió la contribución de Morel-Fatio sobre «Das CataJaul-
sche» para la 2.• edición del Grdr de Grober (1906) 9 • Bn
Halle, B. Scbidel bim del catalltn el centro de sus investiga-
ciones •, contribuyendo a los estudios de fon~ca histórica

54 Bn BUC, 6.282-95(1912): 7.104-17(1913); BDCat, 1.37--47(1913),


3.40-S1,61-72 (1915); 4.15-22(1916).
55 BDCat, 2.13-23(1914); ER, 1.71-84(1916).
56 Sirva de ejemplo su estudio sobre los «Documents andes de Rl-
baso~•. ER, 2.234-S8(1917), referente a &mase y Graus. Montoliu
concluye, acertadamente, que los documentos catalanes de Gn11as no
reflejan la lengua hablada local, que era aragonesa.
SI Por ejemplo, el original estudio «Notes sobre els suf8xis -lfflJII
l -au..uu en la toponimia cataJaoa•, BDCat, 5.34-7(1917), o la atrevida
investigación sobre «Bis noms de rius i e1s noms fluvials en la topo-
nimia catalana•, BDCat, 10.1-33(1922).
51 Cfr. RFE, 4.26-49(1917); «El catall del Pirineu a la ratlla d'Ara-
lÓ•, I Congr. Llengua Catalana, 331-i (Ban:elona, 1908). Mayor impor-
tancia tiene su estudio sobre la fonc!tica gascona y araaonesa «Vestlges
de phonc!tique ibérienne en tenitoire roman•, RIBB, 7.47Yn (1913)
[traducción esp. en ArchFAr, 8-9.181-99(1956-57)].
, 841-77 (Strassbura, 1906).
• Desde 1890, Schiidel publicó en ICJbPRPh(vols. 6 a 11) toda una
serle de Informes crftlcos sobre las publicaciones referentes a la
•UensuaaataJ•a••·

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La filologfa catalana a principios de siglo 37
( 1904) 61• descriptiva ( 1908)62 y dialectal ( 1905)61• El propio
Schidel (1908) 64 y sus disdpulos P. Kriiger y K.. Salow (1911
a 1913) 65 trmron las fronteras del catalán con el gascón y
el provemal. En HelsinJd, O. J. Tallgren-Tuulio polemiuba
delicadamente con Schiidel (1909-1910) y enriquecla la bi-
bliografía del catalán con sus «Glanures catalanes et hispa-
n~romaues» (1911-1912)"· En 1914 hada su aparición en el
escenari.o del catalán L Spitzer con sus «Syntaktische Noti-
zen zum Catalanischen••·

61 Untersuclum1 au lcatalanischen Lautentwicklun• (Halle, 1904).


a Manual de fonAtica catalana (ClSthen, 1908).
6.1 •Die katalauisclien Pyreniiendialekte», RDialR. 1.15-98(1909).
M el.a fronti~re entre le aascon et le catalan•, Romania, 37.140-56
(1908).
6S F. ICrilger, «Sprachgeographlsche Un- In Laquedoc
und Roussillon•, RDialR, 3.144-83, 287-338 (1911); 4.1-15 (1912); S.1-1
(1913) [reed. en libro, Hamburg, 1913]. K. Salow, Sprachgeographischa
Vntersuchungen über den ostlichaa Teil da katalanisch-lan,uetlolciscltm
Grenzgebietu, Hamburs, 1912 (con un apéndice de K. Salow y F. Kril-
aer, «Linpiistische Karten des languedokischen-katalanischen Grenzae-
bietes•).
" Respecdvamente, en NPhM, 11.219-25(1909); 12.175-IO[ñl)Uca de
B. Schidel] y 180-7(1910), y en NPhM, 13.1S1-74(1911); 14.12-34,161-217
(1912). Tallgren tambi.!n se ocupó del espaftol (Estudios sobre la Gaya
ú Se,ovia [Helsinki, 1907]).
• RDiaZR.6.81-138,237-240(1914).

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2. LA LING01STICA HISPANO-ROMANICA
DE «INTER BELLA•

2.1. APOGBODB LA ESCUELA DB 11ADR1DO


DBL CBNTRO DB BSTUDIOS HISTÓRICOS

En los años que siguen a la Primera Guerra Mundial, la


escuela filológica de Madrid alcaum su madurez. Gracias al
magisterio de R. Menéndez Pidal y a la actividad corporativa
del núcleo de investigadores asociados al «Centro de Estu-
dios Históricos•, el retraso inicial de Espafia en el cultivo
clentffico de la lingWstica romance, respecto a los países de
lengua al~rnana y respecto a Francia e Italia, se habfa venido
reduciendo de una forma espectacular•. La tarea previa,
de asimilar la metodología y el caudal de conocimientos
acumulado por la romanfstica europea durante la segunda
mitad del siglo XIX y los comienzos del siglo xx, podfa darse
por cumplida. Los filólogos españoles se mostraban ya plena-
mente capacitados para suplementar los estudios románicos
trayendo a colación los datos y las cuestiones privativas de
la Hispano-romania; o para criticar, con elegancia y solidez,

• «Spanish scholarship experienced a meteoric rlse at a time when


humanities in many European countrles thnatened to founder-, Y. Mal-
ldel, SPh, 49.442(1952).

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Apogeode. la escuela de. Madrid 39
a los especialistas extranjeros que incidían en el campo his-
pánico sin un adecuado conocimiento de sus peculiaridades;
o para adaptar, acertadamente y con gran libertad, a las
especiales condiciones de la Península Ibérica, las más di-
venas técnicas, métodos o ideas surgidas en los ámbitos
de la romanística. La RFE, el órgano de los romanistas de
Madrid, competía ventajosamente con las mejores revistas
especlaJi7adas europeas.
La escuela del «Centro• no sólo contaba con la fecunda
actividad de Menéndez Pidal, sino tambim con una segunda
aeneración de especialistas de no menos sólida preparación,
en que se destacaban los nombres de A. Castro y T. Nava-
no•. Desde comienzos de los aflos 20 se abría ya carnh10
una tercera generación de maestros formados en la cantera
de Menéndez Pidal, de Castro y de Navarro Tomás: la de
Arnado Alonso y Dárnaso Alonso 10• Además, el «Centro• ha-
bía dado acogida a otros filólogos de formación indepen-
diente, como V. Garda de Diego. La biblioteca especiaJinida,
que en pocos aflos habfa logrado reunir el «Centro•, los fi-
cheros y colecciones de materiales acumulados, asf como la
contiJ,nada dedicación de los maestros, segu1an atrayendo a
nuevas generaciones de jóvenes deseosos de encontrar un
ambiente de trabajo 71• Indudablemente, se habfa logrado es-
tablecer los fundamentos de una escuela de investigación
perdurable.

• Junto a Castro y Navarro merecen honrosa mención el menos


activo P. de 0nfs y loa IDú Jówmes A. Garcfa Sol•Jlude y S. GlB
Gaya.
10 Y no mucho d~, en el tránsito de los años 20 a los 30, se
preparaba ya una nueva hornada, la de P. 8'nchez Sevilla, R. Lapesa
y los encuestadores del ALPI. El «Centro• servfa tambi6n de centro
de atracción para lingüistas inicialmente formados en otras escuelas,
como J. Corominu, A. Steiaer, G. Tilander, G. Sachs, etc.
n Cfr. 1L Lapesa, en BAB, 39.23-4(1959).

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40 La Ungl&tica de entre guerras
Hay que reconocer, sin embargo, con Y. Malldel, que la
«Spanish scholarship remained hermetically bottled up in
the study of Spain's national culture» 72• Aunque lm mú
notables cultivadores de la filologfa espaiiola babfan adqui-
rido una respetable competencia en el campo rom,uico,
puede decirse que en España no hubo «romanistas•, pues
los filólogos espafioles continuaron limitando su actividad
al campo hispánico, mostrándose desinteresados o temerosos
ante lo que traspasaba SUI fronteras. Tampoco llegaron a
desarrollarse en España las pesquisas que exigfau un cultivo
especializado de lenguas no rornéniQS, a pesar de que el
español, por uares históricos, ofrece un campo de estudio
interesantísimo para los problemas suscitados por el con-
tacto lingü1stico entre lenguas no emparentadas. Esta limi-
tación de intereses se justifica, en parte, por lo mucho que
faltaba hacer en la parcela hispánica de los estudios romá-
nicos, siempre menos cultivada que otras por el comparatis-
mo centro-europeo. De otra parte, responde muy claramente
al programa de renovación nacional iniciado en España por
la «generación del 98• (a la que Menéndez Pidal perteno-
da) 73: los filólogos de la escuela de Madrid, como los lite-
ratos y ensayistas contemporáneos, querían, ciertamente, eu-
ropeizar a España, pero al mismo tiempo buscaban una mú
profunda y auténtica comprensión de la peculiar tradición
cultural espaftola.
La tendencia de la romanística espaflola a permanecer
recogida bajo el techo de la cultura patria hizo innecesario
en Bspaña el creciente divorcio entre los estudios lingilfsti-
cos y los estudios humanísticos que se hace patente en otras

nSPh, 49.444(1952).
7J D. Alonso, en Del dilo de oro a ate 8'1l0 • silla, 113-25(Ma-
drid, 1962 (2. a ed., 1968]), y •Menmdez Pidal y la cultura apelc8•.
Conferencia (La Condla, 1969).

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Apogeo de la escuela tú Madrid 41
partes de Europa desde finales del siglo XIX, y que separa
claramente, en Alemania y Francia, a las generaciones de
Tobler y París de las de Meyer-Lübte y Thomas. Menéndez
Pidal se negó desde el principio de su carrera a aceptar la
separación de filologfa y lingüfstica, que a finales del si-
glo XlX postulaban los positivistas, y a lo largo de sus se-
tenta aflos de ininterrumpido magisterio continuó ejempli-
ficando con su obra las posibles ventajas de ese cintegra-
lismo• "'· Su decisión dejó una huella permanente en la lin-
giifstica espafiola, según han observado, por separado, B.
Coseriu y Y. Malkiel: «La escuela de Menéndez Pidal es la
única que ha mantenido y mantiene firme -y no sólo en
teorfa- el principio de la unidad de las ciencias filológicas,
la mlica en que la lingWstica se sigue cultivando conjunta-
mente con la historia político-social y con la historia y cri-
tica literarias: por eso los lingüistas espafioles suelen conci-
liar la erudición con la agudeza y, ya por su formación, son
al mismo tiempo historiadores y crfticos literarios» 75• « Un-
der the aegis of tbe Centro, and through exposure to Spain's
cultural clírnate in general, there was instilled into the scho-
lars, during their crucial years of intellectual growth, such
a breadth of interests that the learned editor of Garcilaso
could simultaneously afford to specialire in acoustics and
/

tbat two exploren of the Western Asturian 'bable' galned


prestige as versatile literary critics» 76• Esta concepción de
la fptima unidad de la lengua, historia y cultura sob~vivirá
al «Centro de Estudios Históricos» y, explicita 11 o implicita-

.,. A. Alonso, en RFH, 6.404 (1944): Y. Maltiel, en SPh, 49.444(1952).


75 B. Coserlu, en RPBC, 10.32 (1953).
• Y. Malkiel, en SPh, 49.444 (1952).
ff Sirva de ejemplo R. Lapesa, «Historia llnsUfatlca e blltorla ae-
nenl•, XXIV Con,r. l..uio-af#llt,ol ,_,. el ,wo,ruo 1h las C"1nt:la,
17J.79(Madrid, ltSI).

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42 La lingüfstica de entre guerras
mente proclarnadai sepdnl moldeando hasta hoy d1a la pro-
ducción de los más dispares descendientes de la escuela filo.
lógica de Menéndez Pidal. También se manifiesta, claramente,
en la estructuración y contenido de las revistas especialia-
das, de las series monográficas, de las colecciones de publi-
caciones, de los institutos de investigación y de los planes
de ensefianm. «This continued loyalty of Spain to the broad
delimitation, in nineteenth-century style, of the provinces of
learning, may sociologically be classed as a conservative
trait, but granted that tbis is so, was it not one worth re-
taining and fostering?». «In bis memorable essay on The
Spaniards in History, Menéndez Pidal, musing on Spain's
destiny, remarked that bis country was apparently fore-
doomed to regale the world with the late, exquisitely mellow
fruits of cultural attitudes and endeavors elsewhere long
extinct» 71•
Otra caracteristica permanente en la «escuela espafiola•
ha sido la tolerancia doctrinal, perfectamente conciliable con
el rigor científico. «Pertenecer a la escuela de Menéndez
Pidal (observa Coseriu) 79••• implica una orientación teórica
y metodológica móvil y viva, en la que lo viejo y lo .nuevo se
combinan armónicamente, sin sacudidas violentas, en la que
el anquilPsarniento en posiciones superadas es cosa descono-
cida y en la que toda ideología nueva se absorbe y fructifica
sin desvirtuarse y sin desvirtuar la base en que se injerta.
En efecto, la escuela lingüística espaftola ha sido, qui7ás, la
única en que no ha habido revoluciones teóricas ni disputas
- de «anciens et modemes•, dado que la amplitud de ideas del
Maestro ha permitido que todo se renovara continuamente
sin conflictos y que toda posición teórica o metodológicamente

71 Y. Malkiel, en SPh, 49.444(1952), y en Lanruar•


in culture anti
society, by D. Hymes, 681-2 (New Yort-Bvanston-London,1964).
19 RFHC, 10.32 (1953).

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La acuda de Madrid en AtMrica 43
innovadora -de la teoría del substrato a la dialectología
comparada y a la geografía lingüística, y de la estilistica
idealista al más reciente estructuralismo- se aceptara y se
aprovechara plenamente, aunque sin exageraciones ni fana- ·
tismos» •.

2.2. PROYECCIÓNDB LA BSCUBLA


DB MADRID HACIA AllmUCA

El auge de la escuela de Madrid coincidió con una grave


crisis de los estudios lingüísticos en la América hispana 11•
Puede decirse que la muerte de R. J. Cuervo (1911) y de F.
Hanssen (1919) señalan el fin de una época. A diferencia de
lo ocurrido en España, la primera generación de investiga-
dores científicos pasó en Hispanoamérica sin dejar otro
fruto que la obra personal por ellos realizada. Incluso la
prolongada actividad de R. Lenz durante los cuarenta afios
que residió en Santiago (hasta su muerte en 1930) habría
quedado bastante en olvido si A. Alonso no hubiera atraído
el interés de la renaciente lingüística hispanoamericana ha-
cia la obra del viejo maestro 12• Ni en Colombia ni en Chile
llegaron a formarse unas verdaderas escuelas filológicas
comparables a la del «Centro de Estudios Históricos», aun-
que el clima favorable al estudio de la lengua fuera siempre
mayor en estas repúblicas que en otras regiones de Hispano-

• Observaciones an61ops han hecho A. Rosenblat, en RFH, 2.183


(1940),y Y. Malkiel, en SPh, 49.445-6(1952). Cfr. tambim H. Meier,
«Ramón Menéndez Pidal und die Methoden der Sprachgeschichte•,
ASNSL, 205.418-30(1968).
a Cfr. R. Lapesa, •la lengua desde hace cuarenta aftos•, Rwista
de Occidente (2.• ipoca), 3 (cuad. 8-9). 193-208(ncn.-dic. 1963).
a Aunque en awe haya mstido una importante fisura que en-
laa la nueva Hnsftfstlca con el puado, R. 0roz.

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44 La linglltstica de entr~ guaras
américa. Esta falta de una tradición autóctona dejó el ca-
mino abierto para que la renovación de 1- filologfa hispano,
americana se reaUuse.i a partir de los años 20, bajo el in-
flujo director de la escuela madrilefta de Menéndez Pidal.
En el segundo cuarto del siglo xx, Buenos Aires, entolla$
en su creciente de expansión, vino a convertirse en el foco
irradiador de la nueva filologfa hispánica, con la fngaz es-
tancia, primero, de A. Castro, y la más durable permanencia.
después, de A. Alonso, como directores e impulsores del ~
cién creado «Instituto de Filologfa». A. Alonso, durante la
veintena de afios (1927-1946) que dirigió el «Instituto• de
Buenos Aires, llevó a su cumbre la filología hispano-ameri-
cana (cumbre inigualada en tiempos posteriores) y fertilizó
para la lingüística los campos americanos, desde la Argen-
tina hasta México.
También el hispanismo norteamericano de la postguerra
recibió el impacto de la escuela madrilefta. A. G. Solalinde
(desde 1924) y F. d~ Onís (desde 1928) llevaron a universi-
dades de Estados Unidos la técnica y los intereses adquiri-
dos durante sus afios de trabajo con Menéndez Pidal en el '
«Centro de Estudios Históricos», y contribuyeron a crear
nuevas escuelas de investigadores cuando la filología ele
rafees germánicas pasaba en Estados Unidos por un momen-
to crftico.

2.3. LA PILOLOGU CATALA-


NA POR LOS AAos 20

La filologfa catalana siguió un rumbo diferente a la cas-


tellana ª· Incompatibilidades personales impidieron la cris-

a La bibliop-affa critica publicada por A. Griera en RLR. 1.35-IIJ


(1925), es bastante poadeaada (satvo ea su despiecio por Mn. Alcower).
Pero la ftfundiclón ele este trabajo en 1947 (Biblio,raflla ~

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La. filologfa catalana. de los años 20 45
talización en el clnstitut d'Bstudis CataJans» de una es-
ClleJa homogénea. Por otra parte, la situación social y cul-
tural del catalán imponfa a los filólogos nativos un sistema
de prioridades muy diverso que el reconocido para sus in-
vestigaciones por la escuela de Madrid. Un tercer factor, no
menos detenninante del curso seguido por los estudios lin-
güísticos catalanes, fue la filiación intelectual de los prime-
ros filólogos autóctonos, su fntimo contacto con Halle, Pa-
ris y Zurich.
La lingWstica attaJana se desinteresó prontamente de los
problemas conexionados con la gramática histórica y la di·
visión dialectal del dominio catalán •. Preocupados por el
futuro de la lengua, los filólogos subrayaron la unidad lin-
gWstica, a expensas de la diversidad, y concentraron su aten-
ción en el descubrimiento, ordenación y codificación del hS-
xico. El esfuerzo fue impresionante. La imposibilidad de
llegar a un acuerdo acerca de la estructura y función del
o de los diccionarios requeridos llevó a la proliferación de
empresas paralelas, orientadas de formas varias. El clnsti-
tut•, bajo el imperio de P. Fabra, optó por la formación de
tres diccionarios independientes: el histórico, el dialectal

Clltalana.Barcelona) y el eaocéntrico informe •Medio si¡lo de filolopa


catalana•, BDCat, 35.11-23 (1959), abundan en omisiones maliciosas e
improperios (es curioso cómo las alahaums a los esfuerzos normati-
vos del «lnstitub y a P. Fabra, de 1925, se han transformado ahora
eil violentos ataques). ·
" A. Griera habfa estudiado con allWldetalle el catal4n fronterizo
(con el provem.al) de Capcir, BDCat, 3.114-36(1915). Mú tarde aarac-
terizó sumariamente los varios dialectos en BDCat, 5.1-33 (1917); 6.1-14,
17-n (1918): 7.69-79 (1919): 8.1-59 (1920); 9.1-3, 4-50 (1921). Se hizo una
tirada aparte de estos artículos titulada Contribucid a una dialecto-
logia catalana (Barcelona, 1921) [trad. esp. Dialectologla catalana (Bar-
celona, 1949), sin enmiendas ni adiciones]. Su GramMica histi>rica del
catalll antic (Barcelona, 1931) contiene interesantes materiales, pero
es de baja caJidad cientflica.

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46 La lingillstica de entre guerras
y el normativo. Pero Mn. A. M. Alcover que defendía la su-
perioridad del diccionario total, al romper con el clnstitut•,
trasladó su «c.aJaixera• o fichero a Mallorca y siguió por su
lado preparando el Diccionari Catala-Valencia-Balear, con la
preciosa colaboración de F. de B. Moll 15• Aunque los trabajos
lexicográficos del «lnstitut• no llegaron a realizarse en la
forma proyectada 16, los diccionarios se sucedieron: en anti-
cipación del diccionario de la lengua antigua, P. Fabra y M.
de Montoliu se consagraron a sacar a la luz los diccionarios
inéditos de M. Aguiló (1835-1900), 1914-1934", y de J. Balari
i Jovany (1844-1904), 1926-1936•; Fabra, sin esperar a dis-
poner de la información que le habrían proporcionado el
diccionario histórico y el dialectal, y cediendo a las exigen-
cias públicas, lanzó un Diccionari general de la Ll.fflgua Ca-
talana (Barcelona, 1932) de carácter normativo: el proyec-
tado «Diccionari deis dialectes catalana» del clnstitut• ( con
materiales reunidos por correspondencia) se convertirfa, an-
dando el tiempo, en el Tresor de la Uengua, de les Tradi-

as En el vol. 1 del Diccionari (a-arq), 1927-30,Alcover y Moll firman


por separado los artfculos que redactan. Muerto Alcover (1932), en el
curso de la publicación del vol. 2 (arr-car), Moll continuó solo. Du-
nmte la publicación del Di.ccionari, Moll reveló su pericia de etimolo-
gista en el «Suplement catall al REW•, AOR, 1.261-66 (1928): 2.7-72
(1929); 3.9-72 (1930); 4.105-169 (1931). También se destacó en sus estu-
dios morfológicos: «La flexió verbal en els dialectes catalans•, AOR.
2.73-184 (1929); 3.73-168 (1930); 4.9-104 (1931); 5.2-72 (1932).
16 El «Institub encargó a M. de Montoliu el despojo sistem4tico
y completo de las fuentes para la elaboración del diccionario de la
lengua antigua. Cfr. RLR, 1.112 (1925). La obra no llegó a concluirse.
r, P. Fabra, con la colaboración de M. de Montoliu, revisó este
diccionario {en ocho volúmenes: a-d, que es preciso y muy completo
en su dimensión histórica (también entra en B, de soslayo, alauna
documentación dialectal).
• Sólo se publicaron (en la Universidad de Barcelona) ocho fas-
cfctdos (a-gutaperxa), dispuestos para la Imprenta por M. de Mon-
tollu. Los materiales se han perdido.

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La filologfa, catalana de los alias 20 47
cions i de la Cultura popular de Catalunya (1935-1947) de
Mn. A. Griera, obra rebosante de materiales lingWsticos y
etnognificos, pero defectuosamente organimda •.
El paso de Griera por las aulas de Zurich y Parfs (1910-
1912) explica la temprana aceptación en Catalufta de otra
metodologfa de recolección del léxico dialectal: el atlas lin-
giifstico. Tomando como modelo el ALCor• de J. Gilliéron
y E. Edrnont, Griera extendió al dominio catalán las encues-
tas del ALF. El ALC fue una obra enteramente personal de
Griera, quien realizó (entre 1912 y 1922) todas las encuestas
y dirigió (entre 1923 y 1936 y en 1939) la publicación de los
856 mapas que llegaron a ver la luz 91, antes de que la guerra
civil causara la desaparición y pérdida del resto de los ma-
teriales 91• El ALC no supuso un avance metodológico res-
pecto al ALF; en algunos aspectos importantes (selección de
localidades y de sujetos) más bien representó un retroce-
so•: sin embargo, como K. Jaberg hizo notar en su gene-

• Cfr. Y. Malki~, en 1 Con,r. lnt. de Hispanistas, 12 (Oxford, 1964),


y J. Corominas, DCEC, l. XLIV (1954).
• L'Atlas linguistique de la France: Corsee
ti Vol. 1, mapa 1: abans d'ahir-UrT (1923); vol. 2, mapas 188-386
(1924); vol. 3, mapas 387-586 (1924); vol. 4, mapas 587-786(1926): vol. 5
(incompleto), mapas 787-858: fregar la roba (1936, publicado en 1939).
P.n el último tomo faltan los mapas 856 y 857.
92 El ALC fue reanudado ( en escala menor) por A. Grlera utilizando
como encuestador a A. Pladevall, quien hizo una encuesta (1959-60)
complementaria de 500 preguntas. Sobre esta encuesta se elaboraron
b nuevos mapas (hasta 1.276: les xu"iaques) que constituyen los
W>lúmenes 6-8 (1963-64) del ALC. Los vols. 9 y 10 (1964) contienen los
fndices generala y una noticia explicativa acerca de la preparación
del Atlas, de las encuestas (y sus fechas) y de los sujetos y las loca-
lidades.
tJ Griera dio preferenda a los centros político-administrativos y
edeswticos y a las capitales comarcales frente a los pequeflos pueblos
y aldeas; hizo más rala su red de puntos de encuesta en las zonu
mú dialectales (catalAn occidental, valenciano) que en las menos (ca-
talm oriental), y prefirió como sujetos penonas acomodadas e 1111-

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48
rosa resefta del atlas, una empresa de este tipo «exige tant
de sacrifices de la part de l'auteur qu'on n'est pas en droit
de trop demander• "· El ALC ha sido, durante largos afios, ,
el único atlas lingil.fstico de la lbero-rornania al alean~ de
los romanistas, y por tanto piedra fundamental en todo es-
tudio de geografía léxica pan-románica o hispánica". El in-
tento de A. Griera de emular con Gilliéron escribiendo unos
«atudes de géographie linguistique• (1932)• fue indudable-
mente un fracasoW.
El mayor contacto o, si se prefiere, la menor independen-
cia, de la lingüística catalana respecto a la lingüfstica centro-
europea, se manifiesta tambi6n en la aceptación de la otra
comente renovadora de la dialectologfa, surgida bacia 1910,
la resumida en el motto «Worter und Sachen•. Ya en 1921

truldas (sacerdotes, lelllhwistas, hombres de carrera, maestros, pro-


fesionales de las letras, propietarios), que a veces no residfan en la
localidad o habfan nacido en otra parte. Naturalmente, esta selecci6n
contribuyó a destacar la gran uniformidad de la lengua cataJ•na
Cfr. M. Sanchis Guarner, «La cartografla lingilistica catalana•, Vil
CILR, 647-S4 (Barcelona, 1955), y G. Rohlfs, Manual de filologfa lris-
pdnica, 268 (Bogotá, 1957). Ya W. von Wartburg, en ARom, 9.111-3
(1925), había expresado extrafteza acerca de algunos de estos aspectos
metodológicos. También L Spiaer, ZRPh, 45.614 (1925). Sin embarao,
se excedieron el «lnstitub y la «Generalltat•, cuando retiraron todo
apoyo al ALC, y W. A. Reynolds, Hispania, 45.350(1962), cuando opina
que mereció quedar incompleto.
M Romania, 50.278-95(1924).
" Ello explica la favorable acosldaque, en seneral, tuvo en su
dfa entre los romanistas extranjeros (cfr. S. Pop, La ~tologic.
364-76 [Louvain, 1950]), y la admiración que atlll despierta, actual-
mente, en M. Alvar (en l. lordan, Lin,a&tica Rom4nica, 444-7 [Madrid.
1967]), duro crf tico de otros proyectos posteriores de cartop"affa lin-
aüfstica hispánica.
" AOR, 5.73-119(1932), separata de 1933.
n G. Rohlfs, Manual de fQologfa hispdnica (Bogoti, 1957), hace
notar que en ellos «ba sido cruelmente generalizado el punto de vista
del conflicto de homónimos, proveniente de los trabajos de GD-
lláon•.

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La. 'filologla catalana de los años 20 49
A. Griera expuso y ejemplificó el Dtodo en una lección pú-
blica•. M'5 tarde, el BDCat publicaría numerosos trabajos
más o menos ajustados a esta metodología. La simbiosis en-
tre etnografía, foWore y dialectologfa encontró en J. Ama-
des, discípulo de F. Kriiger, un asiduo y capacitado cultiva-
dor•. El propio Griera trabajó en esta dirección (baste re-
cordar su extensa y documentada monografia sobre «La casa
catalana•, 1931) 1• y alternó el estudio de la cultura material
campesina 101 con el de la cultura religiosa o espiritual H11•
El marcado interés de los catalanes por la lexicología, a
expensas de otras disciplinas, no impidió el desarrollo de
los estudios fonéticos, mientras vivió P. Barnils 1m, ni la apa-
rición de un especialista de la sintaxis, A. Par (Sinttui catala.
~ 1923) *. M. de Montoliu, aunque se dedicó preferente-

• •Palabras y Cosas•, en los Curso$ de rnetotloloafa y alta cultun,,


Curso tú LingUlstica (Barcelona, 1921). Orpnizados en Bilbao por la
Sociedad de Estudios Vascos, 1921 (participaron R. Men6ndez Pidal,
T. Navarro, A. Castro y A. Griera). Cfr. M. Alvar en l. Iordan, Lm-
iiiistica Romdnica, 109 (Madrid, 1967).
" Amades publicó 42 tomos de una Biblioteca d~ trtulicicmu po-
puúues (Barcelona, 1933-6).De mayor intelá lingWstlco son sus voca-
bularios y estudios ling(üsticoetnológicos en BDCat, 12.1-11S(1924),
sobre la navegación y la pesca; 18.105-38,217-313(1930), sobre astrono-
mfa y meteorología populares; 19.64-240(1931), sobre los pastores:
22..59-239(1934), sobre viejos ofidos de transporte y 1111 derivados, etc.
• BDCat, 20.13-329(1932).
a Griera colaboró en WuS, 8.97-102(1923): «Bis ormelp de pescar
deis rius i man de Catalunya•.
11Z «Trlptic: la nalx~, les esposalles, la morb, BDCat, 17.79-135
(1929).
• Bamlls pasó a dirigir Ja Escuela Municipal de Sordo-mudos,
donde fundó un nuevo laboratorio fon~co. En 1918 lanzó la revista
La Paraula, llenándola con contribuciones propias; también colaboró
con asiduidad en la Rwue de Phonétique y esporádicamente en otras
revistas. Murió en 1931. Sus estudios f~ fueron reeditados en
ADR. 6 (1933), Escrits de P. Bamils.
• Sintazi Catalana, .seaom lo.s ucrit.s en JW0$4 u Bernat Met1e
(1398) (Halle, 1923), en que se examina a:banstivarnent.e y muy por lo

LING01srICAmDIHOIWUCA.
- 4

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50 La lingüfstica tú entre gue"as
mente a la critica literaria, conservó siempre su orientación
filológica. Fue el primero y más fiel de los vosslerianos es-
pafioles: tradujo varias obras del maestro y glosó las doc-
trinas «idealistas» de Humboldt, Croce y Vossler en toda una
serie de trabajos personales (El llenguatge com a fet estitic
i com a fet logic [Barcelona, 1921] 115, Llenguatge i poesia,
[Barcelona, 1929]).
Entre los romanistas transpirenaicos no faltaron durante
esta época (aunque tampoco sobreabundaron) los que pres-
taron especial atención al catalán. Las publicaciones del
«lnstitut• se enriquecieron con algunas contribuciones nota-
bles de P. Rohseth ( «L'article majorquin et l'article romeo
dérivé de IPSU•, 1921 186; Terminol.ogie de la culture des cé-
réales tl Majorque, Barcelona, 1923), de M. L Wagner (Notes
linguistiques sur l'argot barcelonais, Barcelona, 1924) y de
P. Aebischer (Studes de toponymie catalane, Barcelona,
1928) 107• Por otra parte, P. Fouché, en sus dos libros Pho-
nétique historique y Morphologie historique du roussillon-
nais (Toulouse, 1924) •, renovó la gramática catalana (que
apenas había progresado desde la 2.• edición del Grdr, 1904-
1906); la nueva síntesis, aunque en muchos aspectos estu-

largo la sintaxis de un solo cl,stco~ con propósitos filolólicos y pu-


ristas. «Curial e GQ.dfa». Notu lingQútiquu i d'estil (Barcelona, 1928):
«Qui y que en la Península lbmica•, RPB, 13.337-49(1926): 16.1-34, 113-
47 (1929): 18.225-34(1931).
1m Cfr. El lenguaje como fenómenout,tico (Buenos Aires, 1926).
106 Incluido en «Biblioteca Filolbaica•, 13.86-100(Barcelona, 1921).
Interesa citar su estudio de la diptongación catalana en Rornanüa,
47.533-46(1922).
101 A P. Aebischer se debe también un notable trabajo sobre ono-
mútica (a base de los documentos de San Cupt): •Bssai sur l'ono-
mastique catalane du IXe au XIIe si~le•, AOR, 1.43-117 (1928).
toa El artículo «La diphtongaison en catalan• de Pou~ contri-
buyó a esclarecer las diferencias cronolólicas, dentro de la Romaoia,
entre la diptonpción ante yod y en sflaba libre.

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:risis de la füologfa en Portugal 51
1era a1ín lejos de la perfección, seria durante mucho tiempo
:l único man1181 aceptable sobre la materia. Tambi6n fueron
1otables las repetidas contribuciones etimológicas de L Spit-
~ 1• ( especialmente su libro Luikalisches aus dern Katala-
1ischaz u.nd den übrlgen ibero-romanischen Sprache.n, Ge-
1eve. 1921). Pero la publicación de los romani~tas extran-
reros que suscitó mayor interés fue el estudio de W. Meyer-
Uibke. Das Katalanische. Sei~ Stellung Vlffl Spanischen und
Provenv;dischen, sprachwissenschaf tlich und historisch dar-
gest ellt (Heidelberg, 1925), indudablemente porque en ella se
planteaba un problema carente de solución lingüística: el
de si el catalán deb1a considerarse como una lengua fbero-
romániat o galo-rorns\oica 110• A la polémica triangular que
suscitó este trabajo, con la intervención de A. Griera y A.
Alonso. nos referiremos en otro lugar.

2.4. CRISIS DB LA PILOLOGÚBN PORTUGAL

Con la muerte de Go~ves Viana (1914), de Epifinio


Dias (1916) w y de Coelho (1919), los grandes maestros de la
filologfa portuguesa quedaron reducidos, en la postguerra,
a Carolina Micbaelis (t 1925), que por entonces completó su
magna edición del Cancioneiro da Ajuda. con un «Glosario•
IC8 «Btymoloaisches aus dem Katalanischen»,NPhM, 1S.157-79 (1913):
Ka.talanische Ety,nologiffl (Hamburs, 1918), cEtimologies ce.talanes•,
BDCa.t. 9.85-90 (1921); 11.119-22 (1923). Bn RLR, 1.102-3(1925), figura una
lista de las voces estudiadas por Spitzer.
no La resefta más interesante fue la de P. Fouc:M, RHi, 71.88-120
(1929). quien sin incurrir en excesos dial6:ticos puso de rnaut~to la
ba\sica debilidad del libro de Meyer-Lübke.
111 EpifAnio habfa destacado como editor de textos medievales y
c16sicos y como aramático. Preparaba una ttGrtmtdtica hist6rica, pero
sólo publicó una Sintau l&istdrica, acabada, precipiuadamente, antes
de morir.

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52 La lingi.llstica de ~ntre g,urr,u
(1920) 112, y a José Leite de Vasconcelos (t 1941) au. Los des-
aparecidos babfan sido violentas individualidades, capaces de
remover la charca intelectual, pero habfan carecido de Jas
cualidades humanas necesarias para crear a su alrededor
una escuela de investigadores. La Michaelis era, pese a todo,
un producto atípico y no dejó progenie intelectual. Leite de
Vasconcelos fue, sin duda, un gran animador y un desper-
tador de buenas voluntades: pero puede decirse que se li-
mitó a propulsar la actividad de los «aficionados» locales
que tanto contribuyeron a la multiplicación de notas dialeo-
tológicas y etnográficas en su RL. No hubo en Portugal
nada que se pareciera a la escuela de Madrid.
Aunque la figura de Leite de Vasconcelos pertenece más
bien al periodo anterior (su más relevante labor de pionero
se desarrolla entre 1883 y 1911), la reedición de sus trabajos
dispersos en una colección de Opúsculos, 1928-1938 (Coim-
bra: I y IV, Filologia: 11, Dialectologia: 111, Onomatologia;
Usboa, V y VII, Etnologia) y su actividad infatigable duran-
te sesenta largos aftos en los campos de la dialectologfa, la
antroponimia y la etnograffa siguen haciendo de él la per-
sonalidad dominante en la lingüística portuguesa de entre
guerras. Con el paso del tiempo, su enfoque de la filologfa
no sufrió alteraciones notables. En 1902 se defin1a a sf mismo
diciendo: «Sempre absorvido por muitos trabalhos, nlo
posso dedicar a cada um o tempo que dedicarla se me ocu-
passe de um s6. Em Portugal há, porém, tio pouca gente
que se consagre a investiga~ scientfficas, que, quando al-
guem se sente con Animo para ellas, precisa de dirigir a

112 RL, 23.1-95(1920). De este tiempo son sus •Mlscelas etimolóp.


casa, RMP, 3.441-73(1925).
IU Tambi~ vivió hasta 1927 A. Cortesio (naddo en IM4), autor
de los Subsidio$ para um dlciondrio completo (hist6rlco-etimol6,ü»J
da llngua portuguesa, 2 vols. y una adición (Colmbra, 1900-1).

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:rms de la filologla en Portugal 53
tctividade por mais de um campo, nlo s6 para supprir a
!eficiencia de b~ que ahi se nota, como porque, para a
;equencia methodica do seu estudo, se v6 obrigado a obter
;,elos esfo~ proprios os resultados que em paises de maior
1deantarnento obteria da conjuga~o dos esfo~ de outros
~nvestiga.dores• 1M. Y esta multilateralidad de esfuerzos si-
~ó caracterizando su quebacer. Vista en conjunto, su obra,
tan dispersa, constituye una singular síntesis de la historia
tle la cultura portuguesa.
Para Leite de Vasconcelos, la *Histdria da lfngoa portu-
guesa (que proyectaba redactar) debía coronarse con un es-
tudio de «A lingoa como expressio da alma e vida do povo
portugués• 115• De ahí su creciente interes por la psicolog(a
popular, por el foltlore y, en general, por la etnosraffa. Los
volúmenes V y VII de sus Opúsculos y su extraordinaria,
aunque crepuscular, Etnografía portuguesa (Lisboa, I, 1933:
II. 1936; 111, 1942) constituyen mineros inagotables de in-
formación acerca de hechos variadísimos. El caudal de datos
nuevos que Leite de Vasconcelos logró reunir le peimltió
escribir autorizadamente, desde fines de siglo basta su muer-
te. lo mismo sobre los yugos y cangas en Portugal, que sobre
el lenguaje de los gestos, que sobre las canciones de cuna
y las canciones amorosas del pueblo portugués, que sobre la
«figa• y los amuletos en Portugal, que sobre la historia de la
barba, que sobre las religiones y la medicina de los antiguos
lusitanos ... 116• Pero los trabajos de los aflos 20 no se dife-
1M RL, 7.134 (1902).
115 RL, 22.229 (1919).
116 «Estudo etnográfico a propósito da ornamen~o dos jugos e
cansas dos bois nas provfncias portuauesas do Douro e Mlnho•, Jornal
de Agricultura, separata (Porto, 1881) [reed. en Opúsculos, 5.397-434]:
•A linguagem dos gestos•, Alma Nova, separata (Lisboa, 1918) [reed.
en Opúsculos S.454-91]; •Can~ do be~•. RL, 10.1-86 (1907) [reed.
en OpúsculM, 7.780-927]: Poesia amorosa do povo portuguls (lisboa,
1890). A fiia (Porto, 1925); •Amuletos•, Opúsculos, 5.556-84(con varios

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54 La lingillstica tú entre guerras
rencian de un modo sustancial de los de finales del si-
glo XIX.
Otra de las obras a que Leite de Vasconcelos dedicó es-
pecial interés por los afios 20 fue a su Antroponimia port•
guesa (Lisboa, 1928) 117, empresa monumental sin paralelo en
el resto de la Penfnsula 111.
Bajo la égida de Leite de Vasconcelos, la dialectologfa
portuguesa siguió manteniéndose fiel ~ su propia tradi-
ción 119• Los trabajos dialectológicos de toda esta época, ya
se trate de breves apuntes, ya de artículos o de monografias,
responden por lo común al patrón introducido por Leite de
Vasconcelos en las últimas decenas del siglo XIX. Compren-
den un capítulo de fonética histórica y descriptiva (llamada
«fonologia» ), otro de morfología, otro de sintaxis y un cuarto
capítulo con textos y un vocabulario alfabético 120• Las tres
partes de la gramática tradicional no pretenden recoger sino
los rasgos en que el dialecto diverge de la lengua literaria
o de la norma culta de Lisboa, y el vocabulario, aunque
suele ser rico, no responde a un plan sistemático de recolec-

trabajos de 1882, 1892, 1899-900y adiciones). A barba ma Portugal (IJs.


boa, 1925). Rdigiau da Lusitania (Lisboa: 1, 1897; 2, 1905; 3, 1913);
«Medicina dos lusitanos», Opúsculos, S.252-325(en parte, reproducien-
do una conferencia de 1925).
117 Opúsculos, 3: «Onomatologia» contiene también aportaciones
interesantes, tanto a la onomástica pneral como a la toponimia. Se-
gún l. lordan, Lingvistica Romanica. Evolufie. Curente. Metode, 223,
n. 3 (Bucurqti, 1926), Leite de Vasconcelos fue el introductor (RL,
1.45, 1887) del término «Antroponimia• en los estudios lingüísticos.
na Leite examina demoradamente la historia de toda clase de nom-
bres: de pila, apellidos, de niño, de expósitos, de esclavos, de judfos,
de moros, de gitanos, hipocorísticos, apodos, etc.
119 Cfr. J. G. Herculano de Carvalho, RPF, 11.308-9(1961 (1962]);
M. Adelaida Valle Cintra, •A obra dialectológica de J. Leite de Vas-
concelos. Os trabalhos publicados e os inéditos•, comunicación al I
Congr. Brasileiro de Dialectologia e Etnografia (Portoale¡¡re, 1958).
m Alpmos aficionados se limitan al vocabulario.

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Crisis de la 'filologfa en Portugal SS
ción. El caricter un tanto escueto y más o menos fragmen•
tario de estos esbozos dialectológicos resulta compensado
por la adición de materiales de interés etnográfico, folkló-
rico y arqueológico, como homenaje al peculiar conjunto de
intereses y conocimientos de Leite de Vasconcelos. Todos
estos trabajos, que vieron la luz en la RL, o más rara vez
en otras revistas o como monograffas independientes 121, se
deben al estimulo de Leite de Vasconcelos y los más de ellos
fueron escritos por el propio Leite de Vasconcelos. Es cierto
que los esquemáticos estudios dialectológicos publicados en
la RL son muchas veces excesivamente incompletos, que Lei•
te de Vasconcelos se satisfacía a veces con informes vagos,
con noticias no recogidas propiamente in situ y que conce-
día excesiva fe al testimonio de personas que se dedan cono-
cedoras del lenguaje de determinada región 121• Pero el pa-
norama dialectal que con su solo esfuerzo logró levantar no
ha sido superado basta hoy dfa.
La curiosidad de Leite de Vasconcelos por todas las ra-
mificaciones de la lengua portuguesa le llevó a prestar aten-
ción especial a las «línguas raianas e linguagens fronteiri~•
desde época muy temprana 123; este interés revivió en su
vejez, en que publicó un artículo sobre el «Portugués dia-
lectal da regiio de Xalma (Hespanha)• 124, unas notas acerca
de Ermisende, Guadramil y Riodonor y sobre Alarnedilla 125

m Por ejemplo, M. F. do Estanco Louro, O livro de Alportel, 11


(Lisboa, 1929).
m Cfr. M. Paiva Bol.,, RPP, 1.211 (1947).
m «Ungoas raianas de Tras-os-Montes•, Rev. de Guimariu, 3.61-
71 (1886): «Linguagens fronteiri~ de Portupl e Hespanha., RL,
7.133-tS(1902) [reed. en Opúsculos, 4.725,.38y 593-613).
ll4 RL, 31.164-275(1933) y 33.301-4(1935).
us RL, 33.307-9 (1935); 34.291-2 (1936), y Estudios Bonilla y San
llllrtfn, 2.627-31 (Madrid, 1930) [reed. en Opdsculos, 4.593-619,donde
aftade (4.1297) una noticia IObre Botm].

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S6 La Ungüfstica de entre guerras
y unos amplios estudios referentes al habla de Barrancos
(1939 y, pósturnarnente, 1955) 126•
A la misma generación que Leite de Vasconcelos perte-
nece indudablemente J. J. Nunes (1859-1932); pero sus apor-
taciones a la filología portuguesa de valor más perdurable
corresponden a este período m: el Complndio de gramáticd
hist6rica portuguesa. (Lisboa, 1919; 3.• ed., 1945), aunque algo
anticuado desde su composición, sigue siendo la descripción
clásica y más segura de la fonética y la morfología portu-
piesas según el m.6todo histórico; y los glosarios y estudios
del léxico antiguo, confeccionados por Nunes durante estos
aftos, contienen información de gran utilidad 121• Sus trabajos
sobre onomástica (1918-1919, 1924) u, han sido superados por
la investigación posterior.
Entre los jóvenes colaboradores de la RL, en sus últimos
decenios, merece destacarse J. da Silveira, con sus notas
etimológicas y sus estudios toponfmioos, basad.os en sólida
documentación uo.

126«Da fa1a de Barrancos•, BF, 6.159-177 (1939); Pilologia, &a-ra-


quenha. Apontamentos para o seu estudo (Usboa, 19SS), este h1>ro.
escrito en 1940, cuando la mente del autor declinaba, fue revisado por
A. Fialho Pinto. (Resefia de M. Alvar, en BF, 16.370,6 [1957].)
lZ1 Sus primeros trabajos son de fines del siglo XIX y prindpios
del siglo xx: «Fonética histórica portuguesa•, RL, 3.251-30'1(1893-95):
«Dialectos algarvios (linguagem de Bárlavento)•, RL, 7.33-55, lM-25,
24464 ( 1902).
m Son aún de indudable utilidad el vocabulario de la Crdnica a
Ordem dos Frades MfflDra (Colmbra, 1918), el glosarlo de la Cruto-
matia arcaica (desde la 2.• ed., Usboa, 1921; 3.• ed., 1944) y la eCan-
tribui~o para um dicionúio da 1fngua portuauesa arcaica•, RL. Zl.5-
79 (1928-9).
m «O elemento germlnico no onomútico pornq¡ues., HMP, 2.Sn-
603 (Madrid, 1925): «Nomes de pessoas na toponimia portquesa.,
BASc-Lisboa, 13.1257-74(1918-19).
uo Sus estudios de «Toponymia portuauesa•, en la RL, iniciadol
en 1913-4 (16.147-58 y 17.114-34), se continuaron en estos aftas: 24.t•
226 (1921-2):33.233-a (1935); 35.51-139(1937), y clespuá: 38269-302 (1940-3).

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Menbuln. Pidal en tomo a. 1920 57
La creación de nuevas revistas con interés por los estu-
dios filológicos como A lfngua portuguesa (1923-1939), funda-
da por R. de Sá Nogueira w, Biblos (1925), órgano de la
Facultad de Letras de Coimbra, y el Bol~tim de Füologia
([= BF], 1932), editado por el Centro de Estudos Filológi-
cos de Lisboa, preludian, sin duda, el despertar de una nueva
época.

2.5. LA ODA DI! IIBNmmBZ PIDAL DBS-


PudsDB LA PRDIBRAGUBRRAIIUNDIAL

Al aproximarse a sus cincuenta aftos, Menéndez Pldal


inicia un periodo de su actividad investigadora caracterim-
do por la concepción y realización de estudios de alcance
general, de grandes obras elaboradas sin prisa. Bs induda-
blemente ahora cuando produce, en sorprendente sucesión,
toda una serie de obras maestras 02 • Ha conseguido un equi-

lll 8' NoSUeira publicó en 1932 un Curso de filolo6ia portuguesa


1: N~óes gerais da fonitlca histdrlca.
uz Como ha observado A. Castro en Papeles tú Son Amuulans,
13. núm. 39, 28-90 (19S9), a Men6ndez Pidal le «parecfa posible abar
babélicamente la historia de la lengua, la de la ~pica, la de la civili-
zación española en general, la de la literatura. Y en un momento,
adem4s ~ 1919-, nos embarcamos en la empresa colosal de armar
un diccionario de la lengua como sólo ~I podía concebir y dirigir ...
aspirábamos a dar el diccionario total ... •. Sólo esta última empresa
se vino abajo (aunque lo hecho influyó en la 15.• ed. del Diccionario
de la Academia Española). Aparte de los trabajos lingüísticos de que
hablaremos, Men6ndez Pidal saca de su estado «latente• al Romancero
oral y, apoyéndose en el estudio de la poesfa tradicional moderna, ela-
bora una concepción de la poesía tradicional antigua (lírica, épico-lfrica
y ~ica) en toda una serie de estudios fundamentales: Poesfa popular
1 romanea-o (Madrid, 1916), La primitiva poesia llrica española (Ma-
drid, 1919), PCH!Sfapopular y poesia tradicional (Oxford, 1922), «Relatos
~ticos en las crónicas medievales•, RFE, 10.329-72(1923); Poesla ju-
•uca y j,clares (Madrid, 1924), estudios que se complementan con
una exquisita Flor nueva de romanea viejos (Madrid, 1928). Sbnult.

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58 La lingllfstica de entre gu.en-as
librio ,admirable: Fiel a su pasado, parte siempre de una
copiosísima documentación de primera mano, laboriosa-
mente reunida durante· afios de disciplinado trabajo, y so-
mete los datos que ha ido allegando a un análi!;is minu-
cioso y profundo: pero al ir acendrando y combinando los
hechos ( descubiertos mediante la aplicación de métodos
nada usuales ni corrientes) el terreno se le va cuajando de
tal modo que llega, de un paso en otro, a visiones sintéticas
más y más amplias 112.,... Entonces, con un gran talento com-
binatorio, compuesto de dosis compensadas de prudencia
científica y generosa audacia, moviliza los hechos y todo su
saber al servicio de unas teorías generales capaces de ex-
plicar el vasto panorama descubierto. Finalmente, sobre
aquellos sólidos cimientos documentales, levanta un edificio
de un equilibrio y sobriedad elegantes, en que no falta la
emoción del arte y el calor vital.
La actividad lingilistica de Menéndez Pidal tiene en esta
época un objetivo lejano, que preside la elaboración de todas
sus obras parciales, incluso de aquellas que por su volumen
e importancia podrían parecer completas en sí mismas: la
realización de una monumental *Historia de la lengua es-
pañola.
De indudable originalidad es ya el artículo «Sobre las
vocales ibéricas~ y~ en los nombres toponfmicos» (1918) m,
con que Menéndez Pidal se introduce en el campo, aún no ro-

neamente inicia (RPE, S.1-20 [1918]) su primer 11'1111reconstruccida


filológica de un periodo histórlco que seré La Bsptdla del Ci4 (Ma-
drid, 1929).
m bta Cfr. D. Alonso, Del siglo de oro a este siglo de siglas, 113-
25 (Madrid, 1962).
m RFE, S.225-SS(con una «Nota adicional• en RIEB, ll.43-4 [1920])
(reed., con alteraciones, en Toponimia prerromdnica hispana, MI (Ma-
drid, 1952)].

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Menbulet, Pi4al sn tomo a. 1920 59
turado, de los orfgenes pre-romanos, fbero.vascos,, de la to-
ponimia, a que en tiempos posteriores prestara reiterada
atención. En este trabajo Menéndez Pidal determina el área
del vascuence durante la época primitiva roménica, en el Al•
to Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Pallars, baúiudose en la
evolución fonética de un conjunto de topónimos hispano-
vascos.
Como un primer paso en el estudio del espaftol antiguo,
Menéndez Pidal y sus colaboradores del «Centro• reúnen
durante aflos una amplia colección de documentos ilitera-
rios, de textos notariales de los reinos de Castilla, León y
Aragón. Menéndez Pidal pretende, a partir de ellos, descu-
brir y explicar la articulación dialectal de la Penfnsula du-
rante la Bdad Media. La empresa tenía como antecedente la
preciosa colección de «cartas• leonesas publicada por E.
Staaff (1907), que Menéndez Pidal babfa animado a formar
y habfa contribuido crfticamente a interpretar (1910) 134• La
labor de Menéndez Pidal y de sus colaboradores (iniciada
en 1912) estaba prácticamente concluida en 191S135; pero
la publicación de los Docummtos lingiifsticos. 1: Reino de
Castilla se retrasó hasta 1919. Este volumen debía ir seguido
de otros dos que contendrfan los documentos de los reinos
de Aragón y Navarra y los del reino de León. Los Documen-
tos lingillsticos del Alto Arag6n, reunidos por T. Navarro
Tomás, que se hallaban ya en la imprenta en 1919 U6, no se
llegaron a imprimir hasta 1936 y la edición quedó íntegra-
mente destruida por un bombardeo. Afortunadamente se

1M Véase atrú, n. 24.


us Cfr. el próloao •Al lector- de OrfgfflU del uptdlol. En 1915
se habían impreso ya 24 pliegos según la Memoria de la Junta (Ma-
drid, 1916). Trabajaron en el Archivo Histórico, además de Menéndez
Pidal, A. Castro, T. Navarro, F. Ruiz Morcuende, P. Gom6le-z Mqro.
DI Asf se aclara en las •Advertencias Preliminares• de los Docu-
,,,_,os linaQútico1. I: Reino de Castilla.

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60
salvó un ejemplar que sirvió de base para una reimpresión
posterior (Syracuse, 1957) m. En el «Centro de Estudios His-
tóricos• se prepararon también sendos vocabularios comple-
tos de estas dos publicaciones, pero permanecieron inédi-
tos m. Men6ndez Pidal clasificó los documentos castellanos
publicados (pertenecientes, en su mayoría, al siglo XII y al
primer tercio del siglo XIII) atendiendo a las regiones que
la historia de las relaciones políticas, admini•trativas y cul-
turales de la Bdad Media aconsejaba establecer y encabem
cada grupo de documentos con unas introducciones históri.;
cas iluminadoras. Aunque el anunciado estudio lingiüstico
de los documentos no llegó a publicarse, el caudal de in-
formación atesorado en esta edición fue reiteradamente uti-
lizado por Menéndez Pidal en estudios posteriores.
Cuando se publican los Documentos lingüísticos de Cas-
tilla el interés de Menéndez Pidal se habfa ya despJando
hacia una etapa anterior de la historia de la lengua espa-
fiola, que hasta entonces sólo habfa sido estudiada deducti-
vamente, según los métodos de la filología comparativa:
Hasta aquel momento la historia documental de las lenguas
romances hispánicas comenzaba con los documentos redac-
tados en romance de principios del siglo XIII o, apurando
hasta un máximo la información, con las primeras muestras
de la tendencia romaoin1dora que apuntan ya en los docu-
mentos latinos de los últimos decenios del siglo XII m. Con

Navarro no acompaftó la edlclón de los documentos con un


lJ7
estudio lingüfstico. A falta de él, 16ase el comentario de J. Corominas
en NRFH, 12.65-75(1958). A su vez, S. Gill Gaya dio a conocer una
pequeña colección de documentososcenses en HMP, 99-119 (Madrid,
lm).
1ll Se ha empezado a imprimir por el «CSIC• hace alauw dos:
pero no ha visto la luz.
11' La documentación mú antqua era aducida por aJauw roma-
nistas sin acudir a los pe.rprntoos orisimJes, tornando los datos de

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Mmhu:lei Pidal m torno a 1920 61
anterioridad a 1170 el latín de los diplomas apenas mos-
traba algún romanismo interesante. BI periodo primitivo,
de orígenes de las lenguas romances, quedaba, pues, comple-
tamente fuera de la historia, por ausencia de documentación.
Es cierto que, desde antiguo (1895), se conocían las Glosas
SUmses (de la segunda mitad del siglo x), pero resultaban
un tanto incomprensibles en medio de su aislamiento. Fue
el descubrimiento por M. Gómez Moreno (1913) 140 de las
Glosas Emilianenses (de la primera mitad o mediados del
siglo x), provistas de un mayor arca1smo y de una más am-
plia y variada fraseologfa, lo que impulsó a Menéndez Pidal
a emprender el estudio de los documentos latinos de los si-
glos IX al XI en los archivos eclesiásticos de León (1915) y a
bac:er entrar en la historia propiamente dicha lo que antes
era solamente la prehistoria del espafiol. El examen de los
documentos notariales más antiguos permitió a Menéndez
Pidal hacer un descubrimiento insospechado: Con indepen-
dencia completa respecto a la corriente de wlgariclad que
se inicia en el último tercio del siglo XII y que triunfa con
la adopción del lenguaje wlgar en el siglo xm, existió, en
época muy anterior, otra corriente de wlgaridad, que venfa
de tiempos muy antiguos, y que se extinguió a lo largo de
los dos primeros tercios del siglo XI por efecto de la reforma
cluniacense, restauradora de la cultura latina.

c:olecdones de textos filolósicamente poco fidedipas. R. J. Cuervo, en


su Diccionario de constnu:cidn y r,gimm cita tamblm datos del es-
pdol preliterario en esta forma: pero al comprobar que sus materia-
les (de esta época y aún de ~pocas posteriores) no satisfacfan las
aipmcias de la filologfa, prefirió abandonar su grandioso proyecto.
Seaún R. Men~ndez Pidal, en carta de 1912 a fr. Pedro Pabo (P. A.
Martfnez, Ramdn M~ndet. Pidal y Rutina lo• Cuet"Po. Corrupon-
üncia epistolar, 68 [BogotA, 1969)).
MI Publicó la alosa DIDD.90 en «De Arqueolosfa Mozúabe., Bol•
tfn ü la Socwlad Bspallola tú Bzcurslonu, 21.99 (1913).

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62 La lingül.stica de entre gue"as
Atrafdo por el nuevo campo de estudio, Menéndez Pidal
proyectó, primero, una *«Crestomada de fragmentos nota-
riales de los siglos IX a XI• y, más tarde, un estudio, para la
RFE, del *«Espaftol de los siglos x y XI• (que comenzó a im-
primirse en 1923); pero, finaJm~te, detuvo la impresión de
este trabajo para convertirlo en un libro: Orígenes del es-
paliol. Estado lingül.stico de la Penfnsula lb,rica hasta el si-
glo XI 141, impreso lentamente entre 1924 y 1926, siguiendo
el ritmo de su crecimiento tG. Esta obra, cuya gestación y
cuya estructura son ya de por sf fndices de un método de
investigación, representa, según opinión unáuim~, la cumbre
de la lingüística española. «Hispanic philology, until then
traiJing conspicuously behind the study of French and lta-
lian, temporarily assumed leadership in some pbases of re-
search, a position of prominence which it had not once held
since the distant days of Nebrixa• (Malkiel) 1ª.
Los Orlgenes del espaliol 144 son ejemplo sobresaliente de
cómo una combinación de laboriosidad, de rigor analftico y
de imaginación interpretativa pueden obtener un especta-
cular rendimiento en un campo de trabajo surnarn,mte po-
bre y enmarañado. BLcaludose en las briznas de lengua ro-

141Primera ed. (Madrid, 1926); 2.• ed. corregida y adicionada (Ma-


drid, 1929); 3.• ed. muy corregida y adicionada (Madrid, 1950). HaJ
reimpresiones varias posteriores.
142 Según detalla el prólogo de la t.• ed.: En 1923 se hallaban fin.
presos los textos. La fonética se Imprimió en 1924-25.La lexicolc,lfa
está escrita en el verano de 1925.
IG SPh, 49.442-3(19S2).
144 He tenido en cuenta las valoracionesde J. Ortep y Gasset en
El Sol, S-XII-1926 (con réplica de R. Menáldez Pidal, del 12-XIl-1926):
A. Castro, Romania, 54.125-30 (1928): L. Spitzer, Meisterwerke da
rmnanischen Sprachwusenschaft, 3S2-3 (München, 1929): Y. Malldel,
SPh, 49.442-4(19S2); V. Garcfa de Diego, BAE, 39.17-8(1959); R. Lapesa,
BAE, 39.23 (1959); D. Alonso, Del Siglo de Oro a ate siglo de ncw,
m (Madrid, 1962); H. Meier, •Ramón Menéndez Piclal und die Metbo-
den der Sp-te-, ASNSL, 205.418-30(1968).

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Menhulei. Pidal en tomo a 1920 63
manee que crecen en las resquebrajaduras del decafdo latfn
de los notarios de los siglos IX a XI, Menéndez Pidal logra
reconstruir, en toda su vitalidad, la lengua wlgar hispánica
de los siglos «oscuros» de orígenes, con precisiones geográ-
ficas. sociales y temporales que aún no han sido igualadas
en los estudios de otras lenguas romances de más rica do-
cumentación. Con esta obra definitiva, Menéndez Pidal abre
nuevos caminos a la lingüística diacrónica, reemplanndo la
esquernática visión de la «gramática histórica» por una ver•
dadera «historia de la lengua», y se nos sitúa (junto a un
Ascoli, un Schuchardt y un Gilliéron) como el último de le.
grandes reformadores de la lingüfstica romance. La vieja
filología, que parecía incapaz de competir con la moderna
geografía lingüfstica a la hora de examinar la vida tumul-
tuosa del lenguaje, renace en los Orlgenu del español do-
tada de una flexibilidad nueva y convertida en un instru-
mento de trabajo apto para explorar la multiforme realidad
de las lenguas históricas y para explicar las complejas co-
rrientes que condicionan la evolución lingWstica. Con los
Orfgmes pone Menéndez Pidal de manifiesto las ventajas
de su concepción unitaria de las ciencias filológicas, de su
capacidad de movilizar para la mejor comprensión de los
hechos lingüfsticos unos conocimientos profundos y varia-
dos acerca de la historia cultural de España, obtenidos a
través de toda una serie de investigaciones independientes
sobre la literatura y la historia medievales.
Aunque las i-giuas de «Conclusiones•, con que se cierran
los Orlgenes, son sin duda una de las contribuciones más
sobresalientes hechas a la lingüística general desde el cam-
po de la romanística, Menéndez Pidal no se propuso en esta
su obra maestra demostrar una teorfa. Al igual que en estu-
dios anteriores, los cimientos están en ella constituidos por
unos copiosos y seguros datos, y el edificio fue levantado

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64 La linglifstica de entre guerras
lentamente, columna sobre columna y bóveda sobre bóveda,
según nos revela la propia estructura del libro. Menéndez
Pidal comienza por editar un significativo, aunque parco,
muestrario de los documentos manejados en su estudio.
Después, entre la multitud de rasgos fonéticos, morfo-sin-
tácticos y léxicos que con paciente trabajo habfa ido sacan-
do de los abundantes materiales examinados, selecciona unos
cuantos, altamente ilustrativos, a cuyo examen minucioso
aplica todo el potencial disponible. Mediante una inteligente
utiHqción de las estadísticas, consigue fijar la cronología y
la distribución geográfica de los varios rasgos o fenómenos
estudiados. Pero no se detiene en la constatación de estos
hechos, y a continuación interpreta dinámiamente esa pa-
leo-geografia, descubriendo la existencia de regiones más
y menos innovadoras y de centros de expansión para estos
o aquellos fenómenos. Convencido de la fntirna unidad en-
tre lengua y cultura, Menéndez Pidal va entonces explicando
los caracteres de cada dialecto peninsular en relación con
la personalidad histórica de la región correspondiente y, con
extraordinaria maestría, consigue poner en evidencia la lu-
cha por la hegemonía lingüística y el auge y decadencia ele
los varios dialectos romances. Por otra parte, al lado de la
diferenciación y pugna entre las varias regiones, Men«!ndez
Pidal descubre la lucha entre tendencias estéticas diversas:
entre corrientes de cultismo o de wlgarismo, de arcafsmo o
de neologismo, de énfasis o de abandono en la expresión, et-
cétera. De esta forma, el estudio de unos inexpresivos textos
notariales y de unos datos en apariencia insignificantes y caó-
ticos viene a iluminar de un modo sorprendente la vida de
las lenguas romances en los siglos preliterarios, cuando los
idiomas no se hallaban cohibidos por la tradición letrada.
Pero Menéndez Pidal no se conforma con reconstruir la vida
multicolor de las lenguas vernáculas desgajadas del latfn

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Maaéndez, Pidal en tomo a 1920 65
hispánico en los siglos criticos de orígenes, y en las pégiuas
finales se aplica a extraer de los hechos particulares obser-
vados toda una serie de importantes enseñamas acerca de
la evolución de las lenguas.
En estas conclusiones de carácter más general Menéndez
Pidal compara las observaciones de la protohistoria lin-
güística con las observaciones de la moderna dialectologfa.
cSi los dialectos modernos nos han abierto un gran campo
de enseñanzas. con puntos de vista muy importantes para
la vida del lenguaje, a su vez el estudio de los documentos
iliterarios de la época más arcaica, hasta ahora desatendida,
nos manifiesta otros horizontes de gran novedad también•,
pues «esos viejos documentos nos permiten observar a1gu.
nos fenómenos a través de varios siglos, cosa que en los
dialectos modernos no se ha podido hacer aún• 145• La paleo-
geografía lingiifstica, al poder incorporar las observaciones
diacrónicas a las geográficas, sociales y estilfsticas, vino a
clarificar, sobre todo, los problemas conexionados con la
difusión de los fenómenos lingüísticos. Superando de una
parte las simplistas «leyes fonéticas• de la gramática histó-
rica. que desatendían la complejidad geográfica y cronoló-
gica de los cambios lingüísticos, y de otra el casuismo grato
a la moderna dialectología, que reducía la historia fonética
de las lenguas a las historias fonéticas particulares de las
distintas palabras, Menéndez Pidal observó la perduración
plu.risecular de las corrientes innovadoras pugnando por
abrirse camino frente a la tradición establecida. Esta lucha
tenaz, gobernada por tendencias y gustos colectivos (no por
fuerzas mecánicas), se desarrolla en múltiples y revueltos
episodios que se extienden, a veces, a lo largo de cuatro o
más siglos (y no se completan con el simple paso de dos o

M5 Orfgena, § 107.
LINGtJfSTICA flEao.llolwaCA. - 5

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66 La lingüfstica de entre guaras
tres generaciones). Durante la prolongada pugna entre la
innovación que trata de convertirse en norma y la antigua
norma que terminará por sobrevivirse a sf misma como
arcaísmo, caben de hecho toda una serie de situaciones his-
tóricas de compromiso que explican la exceptualidad de las
«leyes fonéticas». Complementariamente, el estudio de las
largas épocas preliterarias permitió documentar a Menén-
dez Pidal el estado latente, durante siglos, de ciertos fenó-
menos lingüísticos y la posible coexistencia de evoluciones
fonéticas divergentes 146•
Otra obra muy original y novedosa fue el artículo «So-
bre geografía folklórica. Ensayo de un método• (1920) 147, en
que Menéndez Pidal aplicó el método geográfico al estudio
de la poesía narrativa de tradición oral. Menéndez Pidal
tomó como ejemplo dos romances muy difundidos por la
Península, de cada uno de los cuales había logrado reunir
dos centenares de versiones diferentes. El método ensayado
consistió en perseguir la difusión geográfica de cada motivo
o variación en el texto del romance. Ello le permitió cons-
tatar que cada detalle narrativo, cada invención poética se
ha originado, se ha transformado y se ha propagado de un
modo diferente que las demás con quienes conviene en el
relato total. La diversidad del texto de un poemita tradicio-
nal (no hay dos versiones enteramente iguales) depende, por
tanto, de la creación independiente, por individuos distan-
ciados en el tiempo y el espacio, de toda una serie de pe-
quefias innovaciones que afectan a la forma de narrar la

146 A poner de manifiesto la importancia de estas y otras conclu-


siones de R. Menéndez Pidal dediqué mi libro juvenil La. escuda lin-
gül.stica española y su concepcidn del lenguaje (Madrid, 1955).
147 RFE, 7.229-338(1920) [reimpresiones en los libros C6mo vive un
romance (Madrid, 1954) y en Estudios sobre el Romancero (Madrid,
1973)]. Cfr. l. lordan, lntroducere In studiul limbilor romanice, 311
(lqi, 1932), y Lingvistica Romanicl!, m-S (Bucuretti, 1962).

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Menbtdez Pidal en torno a 1920 67

historia o al fondo de la narración; pero también depende


de la aceptación social que alcann cada innovación, esto es,
de la difusión y adaptación de las creaciones nacidas en un
contexto, a otros contextos en parte divergentes. El parale-
lismo observado entre la difusión de los fenómenos lingüís-
ticos y la difusión de los fenómenos folklóricos no tiene sólo
interés para el folklorista. De la comparación entre estos dos
fenómenos sociales, colectivos, como son la poesfa tradicio-
nal y el lenguaje, Menéndez Pidal supo extraer valiosas lec-
ciones acerca del «cambio• lingüístico: En el «cambio• ( cuya
observación resulta más fácil en un texto poético que en una
lengua) hay que distinguir claramente entre el acto de in-
vención (siempre individual) y la difusión de la novedad,
a costa de otros elementos preexistentes, gracias a la progre-
siva aceptación, por un conjunto cada vez mayor de indi-
viduos, del rasgo innovador. De entre la inmensidad de in-
venciones individuales, de rupturas ocasionales de la norma
aceptada por la comunidad, sólo llegan a alterar el curso
del poema o de la lengua aquellas que consiguen la adhesión
de un número creciente de individuos, aquellas que son reci-
bidas favorablemente por la colectividad o por un segmento
de la colectividad. El «cambio•, aunque basado en la inven-
ción individual (frente a lo que afirma la lingiüstica socioló-
gica de París), no se identifica (como suponía el idealismo
vossleriano) con el acto creador, sino con el proceso selec-
tivo de la comunidad, que, después de un largo período de
indecisión, acepta (cuando no recha7-a) la «norma nueva• en
substitución de otra «norma• anterior 1•.

MI R. Menáida Pidal, on,enu, § 112J; La unidad del idioma,


19-20 (Madrid, 1944) [reed. en Castilla, la tradici6n, d idioma, 194-7
(Buenos Aires, 1945), y reimpresiones]: «Nuevo valor de la palabra
hablada y la unidad del idioma-, 11 Congr. Acadonias de la Lengua
bpallola, 490-2 (Madrid, 1956) [reed. en Bspalfa y su Historia, 2.693-4

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68 La lingl&tica de entre gue"as
Cuando Menmdez Pidal aunplió veinticinco afios de ac-
tividad docente fue obsequiado con un Homenaje interna-
cional (= HMP, Madrid, 1925). Los tres tomos de esta me-
morable publicación son un claro exponente de cómo la
filología española y, en especial, la lingüística espaftola babfa
ganado la unánime esdrna de los romanistas de Europa y
América. En las páginas del Homenaje a Menbufez, Pidal
alternan las contribuciones de los filólogos de la escuela
de Madrid con las de la flor y nat.a de la romanfstica inter-
nacional, poniendo de manifiesto, de una parte, que la filo-
logia española habfa entrado en su mayor edad y de otra
que la obra de Menéndez Pidal, a pesar de quedar encerrada
en una temática esencialmente hispúlica, era ya considerada
como una de las más originales contribuciones a la roma-
nfstica y, aun, a la lingüfstica en general.

2.6. LOS BSTUDIOS PONJ!nCOS DB


LA BSCUBLA DB IIADlllD

El estudio experimental de la fonética del espafiol fue


el campo de trabajo preferido por T. Navarro Tomás, quien
en 1919 reunió sus observaciones en un Manual de pronun-
ciación española, que pronto se convirtió en un clásico de
la lingWstica española (reeditado Incesantemente basta
hoy)••. Junto a Navarro, se destacó en la fonética S. Gill

(Madrid, 1958)]. Cfr. A. Alonso, RPH, 6AM (1944); D. CataJ'n• La es-


cuela lingülstica espallola y su concepción del lenguaje, 52-66(Madrid.
1955), y H. Meier, ASNSL, 205.426 (1968), quien subraya bien la difeaen-
cia entre la concepción que tiene Men6ndez Pidal del lenguaje como
actividad colectiva y tradicional y el idealismo vossleriano.
M!1 Madrid, 1919, 1921, 1926 y 1932. La S.• ed. corregida es de New
York, 1957 (hay adernés varias reimpresiones de la 4.• ed.). Trachx>
clones: Handbuch der spanischen Aussprache (Leipdg, 1923), por P.

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Estudios fOMticos en d .Coatro• 69
Gaya con varios trabajos publicados en la RFE 19 y. no mu-
cho después. A. Alonso 151• Más tarde, Navarro, en colabora-
ción con M. Saumis Guarner. extendió sus obsa nciones al
-1-.
TIIICIICJ8DO 152•
El estudio experimental de la ~ vasca realizado
por Navarro m. no deja de tener interés para los romanis-
tas, pues la observación de las semejanDs y diferencias fo.
néticas entre el vasco y el caste.Jlauo constituye una base
importante para la discusión de los problemas históricos
y estructurales relacionados con los contactos ~1116-
nicos.

2.7. BL LdxICO Y LOS PILÓ-


LOGOS DBL CBNTRO

La publicación del diccionario de W. Meyer-Ltlbte (REW,


1911-1920)dio ocasión a los filólogos del Centro (A. Castro,
1918, 1919 154; V. Garcfa de Diego, 1919-1920,1923155; R. Me-
néndez Pidal. 1920)156 para contribuir con toda una serie
de suplementos, puramente bispénicos, a aquella gran em-
presa del comparatismo rorn4uioo, que en el campo del es-

JCrilaer,
Prima of S,,.,,W, - (Cblcqo, 1926), abreviación
de A. M. Espinosa.
151 RFE, 8.271-80(1921), sobre la r; 10.179-82(1923), sobn la di;
11.154-TI(1924), y 13.129-38(191.6),sobre entonación.
w «El pupo tr en Bspafta y Ammica•, BMP, 2.167-91 (Madrid,
1925).
m RFB, 21.113-41(1934).
m 111 Con,r. tú Bstudios Vacos, 49-56 (San Sebastián, 1923):
HMP, 3.593-653 (Madrid, 1925): RIEB, 17.40U (1926).
154 RFE, 5.21-42 (1918); 6.337-45(1919).
155 RPE, 6.113-31(1919): 7.11>49 (1920): BAB, 7.249-S (1920); Contrl-
ln,ci6n al diccionarlo lau,-dco etbnoldp:D (Madrid, 1923: 2.• ed.,
Madrid, 1943).
156 RFB~ 7.1-36(193»).

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70 La lingüística de entre guerras
pafiol resultaba ser bastante deficiente 157• Ni Menéndez Pi-
dal ni Castro llegaron a hacer de los estudios etimológicos
un tema central de sus investigaciones; pero, en más de una
ocasión, volverían a producir notas etimológicas, como cose-
cha lateral de sus trabajos filológicos y dialectales. Sólo Gar-
cía de Diego hizo de la etimología su campo de actividad fa-
vorito. Por entonces, los rornani!;tas, cansados de estudiar
las voces que habfan seguido las grandes ondas de la evo-
lución fonética, bacfan hincapié en la historia singular, eml-
tica, de otras muchas voces en cuya evolución intervienen
factores de carácter más particular y que ponen a prueba las
dotes investigadoras e imaginativas del etimologista. Garcfa
de Diego acogió con entusiasmo esta nueva dirección de los
estudios etimológioos y en sus estudios combinó la incan-
sable recolección de datos dialectales de primera mano, con
la búsqueda de -etimologías «idealistas» para toda una serie
de voces de origen oscuro 151• En sus notas etimológicas al-
ternan los verdaderos balJazgos con las hipótesis excesiva-
mente conjeturales. Fuera del grapo de Madrid, M. de Una-
muno 159, que en sus mocedades filológicas había seguido a
F. Diez, se mostró ferviente partidario de la concepción este-

Recum-dense, además, las contribuciones de F. de B. Moll y


1.57
de L Spitzer (citadas en las nn. 85 y 109). La pobrea del REWJ (1930-
35) en bases latinas de palabras espaft.olas es aún notable, 5eglDl mos-
tró Y. Malkiel en RomPh, 9.Ma (1955-56).
151 Aclara sus directrices en Problemas etimoldgicos. Discurso
(A.vila, 1926); en «Etimología idealista•, RFB, 15.225-43 (1928), y en
«El idealismo del lenguaje». Conferencia (Madrid, 1929). García de Dieao
no cree en la bancarrota de la etimología follt!tica, aunque insista en
la necesidad de corregir sus excesos. También es muy instructivo el
artículo «Cruces de sinónimos», RFB, 9.113-53(1922).
159 Unamuno planeó durante muchos años una *Vida del romance
castellano que nunca publicarla. Pero su preocupación li.ngWstica,
como profesor de gramática histórica española que era, y como es-
critor, fueron permanentes; véase M. García Blanco, Don Miguel de
Unamuno y la len,ua upallola. Discurso (SaJarnanc:a,1952).

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71
ticista del lenguaje 160 y en varios trabajos etimológicos des-
tacó la creación individual y el juego de la imaginación en
la historia de las palabras 161•
A la actividad filológica de A. Castro, durante los afios
20 y 30. se deben dos publicaciones lexicográficas de carác-
ter muy distinto, pero que riv&Uno en interés: e Unos aran-
celes de a,b,aou del siglo XIII• (1921-1923)162 y Glosarios la-
tino-españoles de la Edad Media (Madrid, 1936). En el ar-
tíado de 1921-1923, Castro no sólo edita escrupulosamente
el documento en cuestión, sino que lo acompafia de un por-
menorimdo estudio de los vocablos que figuran en los aran-
celes y de las cosas a que estos vocablos se refieren. El libro
de 1936 es el fruto de un largo trabajo, en cuyas primeras
etapas colaboró el joven J. Coromines. Castro edita los tres
glosarios conocidos (de Toledo, de Palacio y de El Escorial)
y compone con ellos dos vocabularios, uno latino-medieval
y otro español, eruditamente anotados; el trabajo se com-
pleta con un cuidadoso estudio de los errores y peculiarida-
des., gráfico-fonéticas, morfológicas y, sobre todo, léxicas, de
la parte latina de los glosarios, y con un breve examen del
español que en ellos se emplea. Con la edición y análisis
de estos documentos lexicográficos, anteriores por lo menos
en un siglo a los vocabularios de Alonso de Palencia (1490)
y Blio Antonio de Nebrija (1492), Castro dio a conocer los

YO C. Blanco Aguinaga, Unamuno, t~rlco del lengua/e (México,


1954). se ha pen:atado de la importancia que tiene la época en que estj
escrito cada ensayo de Unamuno. El estudio, más extenso, de F. Huarte
J.torton, «El ideario lingüístico de Miguel de Unamuno•, CUnam,
55-183 (1954), descuida el aspecto cronológico. Es imprescindible poner
en contacto las ideas de Unamuno con sus lecturas lingiüsticas. La
influencia de Croce es importantísima en toda una etapa.
161 RFE, 7.351-57(1920), y HMP, 2.51-62(Madrid, 1925). Cfr. R. Me-
Dffldez Pidal. cRecuerdos referentes a Unamuno•, CUnam, 2.5-12 (19S1).
162 RFE. 8.1-29,325-56(1921): 9.266-76(1922); 10.113-36(1923).

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72 La lingüfstica de entre guerras
rasgos esenciales del latín hablado en la Edad Media decli-
nante y abrió nuevas perspectivas al estudio de los cultismos
del español. Por aquellos aiios apuntaba ya en el «Centro•
una nueva generación filológica, y R. Lapesa, discípulo de
A. Castro y colaborador asiduo de R. Menéndez Pidal, con-
tribuyó a la edición del Fuero de Madrid (Madrid, 1932) con
un glosario y un escueto pero preciso comentario lingüís-
tí.co 161.
Otra obra lexicográfica de laboriosa reaUmción empren-
dida durante el periodo de entre guerras (1920-1936) por el
«Centro• fue un *Corpus Glossariorum que contuviera toda
la lexicografía espaftola de la época clásica. Estaba a cargo
de S. Gili Gaya, pero no llegó a publicarse sino después de
la extinción del Centro.

2.8. RBTRASO DB LOS BSTUDIOS SINTÍCTICOS

R. Menéndez Pidal ntmca llegó a completar su Manual de


gramdtica histórica con una sección dedicada a la «Sinta-
xis• (como en un principio habfa prometido), y su aporta-
ción al tema quedó reducida a las útiles pero anticuadas
páginas de su Gramdtica del Mio Cid, sobre las que nunca
volvió a trabajar activamente. De esta forma, el estudioso
de la sintaxis histórica siguió teniendo que acudir a las no-
ticias que sobre el espaftol dio W. Meyer-Lübke en la «Ro-
manische Syntax• de su Grammatik d~r romanischen Spra-
chen (Leipzig, 1899), a los Elementos de gramdtica hist6rica
castellana (Burgos, 1914) IM de V. Garcfa de Diego, y, sobre
todo, a la Gramdtica hist6rica de la lengua castellana (Halle,

161 Páginas 61-73. Lapesa amplió el estudio para la nueva edicidn


de El Fuuo de Madrid, 1S1-77(Madrid, 1963).
l6f Refundido en Gramdtica ldst6rlca apallola (Madrid, 1951).

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Retraso de la sintaxis 73
1913) de F. Hanssen (cuyos capítulos sobre sintaxis y sobre
formación de palabras aún no han sido superados por sín-
tesis más modernas) 165• Sólo esporádicamente algún discí-
pulo de la escuela de Madrid prestó especial atención a temas
sintácticos 166•
Tampoco la sintaxis descriptiva fue cultivada. El interés
por la gramática segufa teniendo su centro en América, don-
de (tras la obra de A. Bello y R. J. Cuervo) R. Lenz intentó
esclarecer, apelando al comparatismo y apoyándose en W.
Wundt, la naturaleza de algunas categorías gramaticales, en el
libro La oración y sus partes (publicado, sin embargo, en Ma-
drid, 1920, por el «Centro de Estudios Históricos»).
En Portugal tampoco hubo un cultivo sistemático de la
sintaxis. Sólo de forma esporádica surgieron algunos estu-
dios particulares, como el de M. de Paiva Boléo sobre O
perf eito e o pretérito em portuguls em confronto com as
outras llnguas rcmu2nicas (Coimbra, 1937).
A la actividad de A. Par, en Catalufia, nos hemos referido
anteriormente 167.
Entre las contribuciones de los romanistas alemanes me-
recen recordación las monografías de E. Seifert (1930), H.
Chmelifek (Hamburg, 1930), J. Larochette (1938), E. Zelner
(Possneck, 1939) y O. Deutschmann (1939) 161•

H5 Hay una reedici6n (Buenos Aires, 1954).


• E. L Uorens, La negacidn en upallol antiguo con referencia
• otro$ idioma (Madrid, 1929).
161 VQse atrás, n. 104.
ta H. Chmeli~k, Die Guundialumschreibung im Altspani.schen
van Ausdruck van Aktionsartm (Hambur1, 1930): S. Lyer, «Gerondff
pr61.icatif se rapportant au régime en ancien espagnob, ZRPh, SS.tSS-
68 (1935): J. Larochette, «Les aspects verbaux en espagnol ancien•,
RLaR, 68.327-421(1938) (seguido de «Les aspects verbaux en espalft()l
moderne•, RBPh, 23J9-72 [19441): E. Zelner, Vber Gebrauch und Vrs-
,,,-un, da lum/u,iaten lnfinitivs im altera, Gallego-Portugiuiscltm
(Possneck; 1930): O. Deutscbmann, «Un upect particulier des cona-

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74 La lingüistica de entre guerras

2.9. LA DIVBRSIDAD DIALECTALDEL LATfN


Y LAS LENGUAS fBBRO-ROlüNICAS

Mientras la romanística creyó firmemente en la existencia


de un proto-romance común y unitario ( el llamado *latín
vulgar), del que procederían en descendencia genealógica uní-
lineal las distintas lenguas neo-latinas, la ulterior diversidad
lingüística de la Romania se explicaba, fundamentalmente,
en función de la transformación del latín vulgar a lo largo
del eje del tiempo: las características de las lenguas roman-
ces dependerían, sobre todo, de la distinta época en que
el latín de una provincia o región inició su desarrollo autó-
nomo con relación al centro de la Romania. Pero según fue
avanzando el siglo xx se fue prestando atención creciente a
la complejidad de las lenguas históricas, a su diversidad
geográfica, social y estilística. Como consecuencia de ello, la
fe en la homogeneidad del latín hablado a todo lo ancho del
Imperio y la concepción de un desarrollo unilinear de los
romances fueron substituidas por una nueva imagen del
mundo latino más concorde con la realidad observada en las
lenguas vivas. Sin necesidad de negar que «au 111• siecle
apres J.-C., il y avait encore un Latin un, parlé seulement
avec des accents un peu différents d'une province A l'au-
tre», como afirma Meillet (1922), la dialectología comparada
de las lenguas románicas llegó a la conclusión de que este
latín uno coexistía, ya en la época imperial, con un latín
dialectal regionalmente diferenciado, y que esta diferen-
ciación se continuó, con dislocaciones y evoluciones poste-

tructions nominales du type r-ce fripon de valet, en espagnol•, Biblos,


15.171-258(1939); E. Seifert, «Haber y tener como expresiones de la
posesión en espaftol», RFE, 17.233-76,345-89(1930).

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El latfn provincial y los romances 75
riores, en las lenguas y dialectos rornánic:os. De ah1 el interés
prestado a las diferentes condiciones en que se produjo la
rornani-zación de las varias provincias o regiones del Imperio.
Desde antiguo se habían tenido en cuenta las diferencias
cronológicas entre el latín fundacional de unas regiones y
otras y se había especulado con la acción de las lenguas de
substrato; pero ahora se aduce como factor detenninant:e
fundamental de las peculiaridades románicas la diversidad
interna, geográfica y social, del latín.
Con el triunfo de la geograffa lingilfstica la diferencia-
ción léxica de las lenguas románicas pasó a ser el tema más
discutido. El magi~tral estudio juvenil de J. Jud «Probleme
der altromanischen Wortgeographie» (1914) constituía un es-
tímulo para los estudiosos. En Cataluña, A. Griera, siguiendo
los pasos de Jud, pero sin asimilar el rigor metodológico
del maestro, trató de utiJi:iar sus observaciones acerca de una
sub-agrupación románica meridional, formada por Hispa-
nia, Africa y el Sur de Italia (y por Rumanía, añade Griera)
para explicar y subrayar las diferencias léxicas entre el ca-
talán, de una parte, y el castellano y el portugués, de otra.
Según Griera (1922) 169, a una corriente cultural afro.romá-
nica, que explicarla la formación de las lenguas mozárabes,
del espaftol y del portugués, se habría opuesto otra galo-ro-
mánica, que justificarla el nacimiento del catalán. Para G.
Rohlfs (1926) 119, estas concordancias léxicas entre los roman-

.., «Afro.romlnlc o ibero-rommúc? Estudi sobre els corrents hls-


tbrico-culturales que han condicionat la formacló de les lleqiles ro-
u,Aniques en la Penfnsula ~rica•, BDCat, 10.34-53(1922).
no Las semejam.as entre los dialectos gal~itálicos y franceses,
de una parte, y los del Sur de Italia e Hispania, de otra, habían sido
,a seftaladas por H. Schuchardt (1866); más tarde, W. Meyer-Lübke
(1901, 1909, 1920) habfa dado ejemplos de los paralelismos entre el sld-
Uero y el cata1'n y el espaftol y el po~. Pero fue G. Rohlfs quien
dio relieve especial a las concordancias de la «Rornauia meridional»:

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76 La lingiastica tú entre guerras
ces balcánicos, sud-itálicos, sardos e hispánicos tienen su
origen en la coloninclón de Cerdefla, de la Península Ibérica
y de los Balcanes por gentes del Sur de Italia, «dessen Be-
volkerung bis auf den heutigen Tag nichts von ihrer Emi-
grationslust eingebüsst hat•. Aunque algunas de las concor-
dancias citadas puedan remontar al latfn fundacional m, el
número y calidad de las isoglosas invocadas no basta para
constituir una «Romania meridional• como subdivisión his-
tórica básica en la formación de los dominios lingüísticos ro-
mánicos (rival de la «Romania occidental», cuya existencia

«Die Ouellen des unteritallenischen Wortschatzes»,ZRPh, 46.135-64


(1926). Rohlfs explicaba entonces estas concordancias como debida
a la colonización: «Diese sprachlichen Obereinstimmungen zwischm
den Landem der südlichen Romania dürften kaum auf dem Zusam-
menwirken zufálllger Umstinde beruhen, sondern sie erklliren slc:11
aus alten ethnischen Zusarnmenhingen. Von Süditalien aus w1D'de
einst Sardinien kolonisiert. Und auch die Pyrenaenhalbinsel wie die
Balkangegenden werden schon in iltester Zeit den griSssten Teil
lhrer romischer Kolonisten aus Süditalien bezogen haben» (162-4).
Posteriormente, Rohlfs desechó esta hipótesis de la colonización adhi-
riéndose a la interpretación del «conservadurismo• periférico (cfr. M•
nual de filologta hispdnica, 36-8 [Bogotá, 1957]). Las concordancias del
rumano con los dialectos meridionales de Italia fueron subrayadas
especialmente por l. lordan, Arhiva, 30.35-50, 148-65, 3Tl-67 (1923):
31.207-26 (1924); 33.9-20, 177-92 (1926); 34.20-34, 91-102 (1927); 35.13-30.
181-204(1928), y las del rumano con la Hispano-Rt'mauia,por G. Scllolz,
Rwnanisch und Spanisch. Eine vergleichende Fut.stdlWII da Biea-
tlbnlichkeiten beider Sprachen (Lefpzi1, 1929).
171 Conviene tener presente que el «galicismo• de Catalufta y el
supuesto «africanismo• de Andalucía, Castilla y Portupl no pueden
remontar a los tiempos de la romanivición. Como A. Alonso baria
resaltar más tarde ( «Partición de las len¡uas románicas de Occidente-.
MisceHd.nia Fabra, 81-101 [Buenos Aires, 19341), la Provincia Citerior,
con Cataluña y el valle del Ebro, comenzó a romani7.arse antes que el
Sur de la Galla y siglo y medio antes que ~ conquistara la Galla
del Norte; y la Provincia Ulterior, la Bética, fue intensamente roma-
nizada, con perdurables colonias patricias de romanos y de italiotas.
doscientos dos antes de la conquista de la Tiqitania y de la Mau-
ritania.

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Bl latin provincial, y los romances 77
se venía reconociendo desde tiempos de F. Diez). Las «nor-
mas areales• de M. Bartoli (1925) 172 bastan para explicar
una mayoría de los paralelos linglüsticos seiialados, pues en
general responden sólo a la sobrevivencia en áreas margina-
les de un léxico antes usual en las regiones centrales; no es
de extrañar que algunas de esas peculiaridades «meridiona-
les• afloren también en dialectos reto-románicos 173•
El artículo de Griera y la publicación de un libro de W.
Meyer-Lübke (1925) 174 en que se defendia la filiación pro-
venzal del otaJán suscitaron una polémica entre &mbos au-
tores (1925-1926)175, que ganó en interés cuando terció en la
disputa A. Alonso con dos brillantes artículos crfticos
( 1926) 176 en que deshacía la inhábil argumentación de Grie-
ra y ponía al descubierto los puntos débiles en la metodo-
logía comparativa de Meyer-Lübke (aunque excediéndose en
su inicial contraataque) 111.
m lntroduz.ione aUa neolin,uistica (Genova-Pireme, 1925): Brevia-
rio tli MDlinguistica [con G. Bertoni] (Modena, 1925): Saggi di Un-
o,ütica spar.iale (Torino, 1945), en que se recosenartículos varios pu-
blicados anteriormente.
m Véase adelante, n. 426.
rH Das Katalanische. Sane Stdl,,,., uan Spanischaa rau1 Prtwen-
~, sprachwissmschaftlich und historisclt dargutellt (Heidel-
bers, 1925).
m Griera censuró duramente a Meyer-Lübke en su artfculo-resefla
cCastella-Catala-PnMm~•, ZRPh, 4S.189-254(1925), contraponiendo el
autmtico saber de los dialectólogos de campo, con las deduciones,
faltas de apoyo, de los lingüistas filólogos. Como alternativa a las
confrontaciones de Meyer-Lübke, Griera contrastó lingüísticamente dos
parejas de localidades situadas a un lado y otro de la frontera entre
el catalán y el castellano-aragon&!s y una pareja a caballo de la fron-
tena entre el catalán y el provenzal. En yez de sacar conclusiones,
remitía a su trabajo de 1922.
ni «La subagrupación romúúca del catal4n•, RFE, 13.1-38y 225-61
(19») Creed.en Estudios linpfsticos. Temas upallole.s, 11-100(Madrid,
1951)].
m Sobre la tesis de Griera ffllSe F. de B. Moll, BDUC, 14.289-323
(1928), y sobre el boro de Meyer-Uibke, P. PoucM, RHi, Tl.88-120(1929).

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78 La lingüistica de entre guerras
Otra hipótesis que habría de ser discutida durante dec&
nios tiene su punto de partida en los Orlgenes del español
(1926) 171• Menéndez Pidal, después de observar la curiosa
correlación de fenómenos fonéticos que se dan, por un lado,
en las dos vertientes (hispana y gascona) de la cordillera
pirenaica y, por otro, en el Sur de Italia, consideró evidente
que los dialectos italianos podían considerarse continuado-
res de los itálicos, y que estos rasgos fonéticos y algunos
otros de los romances íben>románicos, atestiguados desde
las primeras muestras documentales de la lengua vulgar (si-
glos X-XI), debían explicarse como una continuación de los
hábitos dialectales de los agentes de la romanimción, de los
colonos de procedencia sud-itálica 119•

1. Coromines ha juzgado a posteriori la polémica en Anuari de rim-


titut d'Estudis Catalans, 121-4 (Barcelona, 1953), destacando la habili-
dad polémica de A. Alonso, que supo poner de relieve las debilidades
metódicas de Meyer-Lübke y que dejó al descubierto •el pensarnent
~bol i confús de mossen Griera». Frente a Griera, A. Alonso llegó al
ctour de force• de utilimr la separación establecida por Jud entre el
latfn francés, renano y británico, y el latín mediterráneo para combatir
1

la división propuesta por su discípulo (a pesar de que Jud, en el


fondo de la cuestión, pensaba bastante como Griera, aunque no apro-
base sus métodos y sus conclusiones extremas). Sólo posteriormente
A. Alonso acertaría a superar las posiciones exageradas a que la J)()M-
mica le había arrastrado, ofreciendo una visión mucho más constrac-
tiva de la «Partición de las lenguas románicas de Occidente-, Misce&l-
nia Fabra, 81-101 (Buenos Aires, 1934) [reed. en Estudios lingiiúticos.
Temas españoles, 101-27 (Madrid, 1951)].
171 Origenes, §§ 52-5S.
179 La hipótesis fue rechuada por W. von Wartbuq, ZRPlt. 48.460
(1928) y, sobre todo, por G. Rohlfs, «Vorlateinische Binflüsse in den
Mundarten des heutigen ltaliens?», GRM, 18.35-56 (1930), que negó no
sólo la idea de una colonización dialectal, sino también la permanencia
de un influjo itálico en los dialectos italianos (pero más tarde, en ú
struttura linguistica dell' Italia, 21 [Leipzig, 1937], admitirá influjos
oscos). En cambio A. Meillet, BSL, 30.153 (1930) halló plausible la idea
de Men~dez Pidal. El tema adquirirla nueva actualidad dos mis
adelante (válse 3.6).

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El drabe y los romances hispdnicos
• 79
El intento más ambicioso de explicar en conjunto la for-
mación de las lenguas romances de la Península Ibérica a
partir del latín colonial fue por entonces el de H. Meier en
Beitriige iur sprachlichen Gliederung der Pyreni.ienhalbinsel
und ihrer historischen Begründung (Hamburg, 1930). Meier,
a quien había seducido la idea de las dos corrientes de ro-
maoinción avaunda por Griera, acertó a reformar la tesis,
utilizando a fondo la reconstrucción históri~ca de
los Orlgenes del español de Menéndez Pidal. Para Meier, la
Hispania Citerior (Tarraconensis), colonizada por soldados
y agricultores, contrasta, por su latín más vulgar (coloreado
de dialectalismos sud-itálicos) y más progresivo, con la His-
pauia Ulterior (Baetica y Lusitania), romanin1da a través de
las ciudades, que recibió un latín más culto y conservador.
Bl Norte de la Península, desde Gallaecia a Cantabria y
Vasconia, cuya romanización tardía se producirla por la
extensión de la rornanidad hispánica, adoptó el latín del Su-
doeste (a pesar de que admini$trativamente estuvo unido a
la Provincia Tarraconensis) y sólo sus comarcas más orien-
tales (Castilla) sufrieron algún influjo secundario del latín
del Este.

2.10. EL MWIBY LOS ROMANCES HISPÍNICOS

A diferencia de la mayor parte de la Romania, Hispania


sufrió una doble romani7Jlción: primero fue latinin1da por
Roma; luego, re-romanizada por la expansión hacia el Sur
de las lenguas y dialectos romances nacidos en los agrestes
territorios que no llegaron a incorporarse al mundo cultural
árabe. La arabización de la Hispania romano-gótica y la ul-
terior romaoimción de AI-Andalus fueron procesos culturales
complejos, pródigos en situaciones lingüfsticas de interés

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80 - La lingüistica tú oitre gue"as
extraordinario. Sorprende, por tanto, que los estudios refe.
rentes a los contactos lingüísticos entre el latfn, el árabe y
los dialectos y lenguas romances de la Península hayan sido
cultivados siempre con menos profundidad y constancia
que otros aspectos de la simbiosis cultural hispano-semítica.
y que, durante mucho tiempo, los romanistas y los arabistas
españoles dejaran en roano~ de especialistas extranjeros la
mayor parte de los temas.
El impulso inicial en el estudio del árabe andalusí III y
de los arabismos en espafiol y portugués 111 se debió a R. Do-
zy, en pleno siglo XIX. Por entonces, G. Baist se interesó ya
por los aspectos fonéticos 112• A su lado sólo merece citarse.
con reservas, al lexicógrafo espaiiol L. Eguflaz 1u.
El Supplément aux dictionnaires arabes (1881) de Dozy.
a la vez que cimiento de los estudios posteriores sobre el
árabe vulgar y de la baja Edad Media, es también obra
básica para el conocimiento de los dialectos románicos an-
dalusfes o mozárabes. Pero fue el arabista español F. J.
Simonet quien puso de manifi~sto (a pesar de la incredulidad
de G. Baist y de F. Hanssen) 114 la pervivencia, durante siglos,

•• R. Dozy, Supplément aux dictionnaira araba (Leiden, 1881).


111 R. Dozy et W. H. Engelmann, Glossaire des mots e.spagnols u
portugais dérivés de l'arabe (2.• ed., Leiden, 1869). Aparte de la primera
ed. del Glossaire, debida sólo a Engelmann (1861), habrla que citar
el libro de S. Weston, Remains of Arabic in the Spanish and Portu-
guue languages ( 1810) y el artículo de J. freiherr von Hammer-Purgstall
dlber die arabischen Worter im Spanischen•, SbOAW, 14.87-132 (1854).
112 Die arabischen Hauchlaute und Gutturalen im Spanischen (Br-
langen, 1889); «Die arabischen Laute im Spanischen. Die Kon.cuman-
ten•, RF, 4.345-422( 1891).
IIJ L. Eguílaz y Yanguas, Glosario etimoldgico de las palabras a-
pa#lolas de origen oriental (Grauada. 1886), obra defectuosa en múl-
tiples aspectos, pero que tiene el interés de contener alaunas palabras
que faltan en el Glossaire de Dozy.
114 G. Baist, en el Gnaulrlss de G. GriSber, 2.2.384 (1894), y en Ar-

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El drabe y los romances hispdnicos 81
de los dialectos modrabes en la B~pafta m 11111Jrnana 115 y
quien reunió sistemáticamente, por primera vez, los mate-
riales para su estudio (1888) 116.
A pesar de la solidez de estas obras tan tempranas, los
estudios acerca de la «aljarnfa• o romance de Al-Andalus, del
aljamiado de los moriscos y de los arabismos avamaron muy
lentamente en los últimos afios del siglo XIX y en los dos
primeros decenios del siglo xx. Bn Portupl destacó, como
figura aislada, el arabista D. de M. Lopes, cuyo primer estu-
dio de «Toponfmia árabe de Portupl» es de 1902 117• En Bs-
pafta., R. Menéndez Pidal (que habfa estudiado con F. Codera
y que. a traris de él cultivarla la amistad de J. Ribera y de
M. Asfn, tres eximios representantes de la brillante, aunque
sutil, linea del arabismo español) se interesó, desde fecha
temprana, por un texto literario aljamiado ( el Poema de
Y~) y estudió, con bastante detenimiento 111, el curioso
romance aragonés del autor y la lengua de los copistas
(1902) 18 ; aflos después, en 1910, empezó a llamar la atención

baten VoUmoller dargeboten, 2.56,n. 4 (1908); P. l'anssen.i Sobre los


pronombres posesivos, 4, n. (Santiago de Chile, 1898).
115 Historia de los rnotdrabes de España (Madrid, 1897-1903).
• Glosario de voces ib,rica.s y latinas usadas oatre 106 moi4rabu,
PT«:eilido de un estudio sobre el dialecto hispano-moz,drabe (Madrid,
1888; en la cubierta, 1889); sigue siendo indispensable. Ya en 1873 y
1175 había estudiado ciertos aspectos de la literatura y de la lequa
de los mozárabes.
111 RHi, 9.35-74 (1902). Tambimi trató de la toponimia de ori¡en
érabe en Os draba nas obras de Aluandre Herculano (Lisboa, 1911
= BASc-Usboa, 3 y 4, 1910 y 1911), libro que contiene, además, inte-
resantes disertaciones etimolólicas. D. Lopes babia ya editado en
18'R unos Tatos em aljtunia port.,..,._, pero sin un estudio lin-
aflistico.
111 En un periodo en que at\n solla limitarse a la edición de los
textos., sin apurar su importancia literaria y linlWstica.
18 «Poana. de Y~f. Materiales para su estudio•, RABM, 7.91-129,
2'16-309, 347-62 (1902) [reimpreso como libro (Granada, 1952) y de nuevo
en Tatos medievales (Madrid, de próxima aparición)].
LIKGOfsnCA ~CA. -6

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82 La Ungillstlca de entre g,u"as
acerca de la Importancia de los dialectos rorn4oioos anda-
lusfes para la historia lingüfstica de la Península en el pe-
riodo. anterior a la ·invasión musulmana ...
Después de la Primera Guerra Mundial, los estudios acer-
ca de los momr&bes adquieren extraordinario fmpetu. M.
Gómez Moreno (1919) m estudia el influjo cultural de la emi-
gración mozárabe en los reinos del Norte y pone de rnaní-
fiesto la importancia de la ~rornania arabimda como
puente cultural y lingüfstico entre el árabe y las lenguas
íbero-romances. R. Menéndez Pida!. en los Origen.es del es-
pañol (1926; 2.ª ed., 1929), usa los dialectos mozárabes como
una piedra angular en la reconstrucción del romance indo-
cumentado del siglo VIIL Además de trmr una cuidadosa
historia de la Espaft• mozárabe en sus tres períodos distin-
tos (el de resistencia a la asimilación, hasta 932; el de pos-
tramiento, hasta 1099; el de emigración y absorción, en los
siglos XII y XIII) m, Menéndez Pidal nos dejó un detallado
estudio de la fonética mozárabe 1• y unos sustanciales y cu-
riosos capf tulos de geografía léxica 194• Pero quim su apor-
tación más importante fue el subrayar la importancia del
momr&be como testimonio del íbero-romance hablado en la
Hispania gótica, cuando los dialectos que engendrarfan las
lenguas modernas de la Península vivían aún arrinconados
en la franja cántabro-pirenaica.
El nuevo interés por la cultura momr&be y por los dia-
lectos romances de Al-Andalus no fue acompafiado, como
habría sido de desear, por una revaluación de la simbiosis

1,0 al Discurso de recepci6n de F. Codera m la


«Contestación»
Academia Española (Madrid, 1910).
191 1gluias mozárabes (Madrid, 1919).
192 Orlgenes, §§ 86-91.
t9J Orlgenes, §§ l~, 19,, 201, s, 24', 25:,, 264, n .. 364-5,42s, 434, 46.s,
491, so.,54 ss.,571, 58s.
1M Orlgenu, §§ 82, &1,84 bis.

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El drabe y los romanea hispdnicos 83
mbigo-rom6nica y sus consecuencias JinglJfsticas. En Por-
tupi, D. Lopes continuó su labor, primero aislado, luego
emulado por J. da Silveira; ambos prestaron especial aten-
ción a la toponimia 1'5. Bn Bspafta, a pesar de la convivencia
en el «Centro de Estudios Históricos• de dos prestigiosas
escuelas filolópcas, de romanistas y arabistas, no llegó a
surgir un lingüista capaz de conjuntar las dos tradiciones.
Los arabistas sólo esporádicamente se interesaron por el
Mlico árabe incorporado al espaftol (M. Asín, 1920 l5J6; J.
Olivei-,1928 117; J. Ribera, 1933111) y no prestaron atax:ión
a otras cuestiones mú complejas; y los romanistas nvnca
exarninaron la huella del árabe en las lenguas his~ro-
mmdcas con el intem y el amor con que persiguieron los
influjos de substrato. Como consecuencia de ello los estudios
m'5 renovadores tuvieron que venir de fuera de Bspafta 1tt:
El finlandés O. J. Tallgren dio un primer paso en el estudio
del arabismo tknico incorporado a la cultura espaftola en
el siglo XIII, con su artículo sobre «Los nombres árabes de
las estrellas y la transcripción alfonsina• (1925) 211. Bn Amé-
rica, A. R. Nykl planteó sobre bases nuevas la investigación
lingüfstica referente a la «aljarnfa• de los moriscos romani-

• D. Lopes public6 un nuevo trabajo 90bre «T"PQDfmla úabe


de Portugal• (contlnuadón del de 1902dtado en la n. 187), RL, 24~-
73 (1922). Sobre Silveira váase el Indice 1eral d0$ artigas de toponimia
,o,tuguesa de Joaquim tia Sllwira, ed. por M. de Paiva Bol6> (Colm-
bn, 1959).
• BA.E, 1J56-65 (1920).
91 BAE, 1S.347-95,469-542(1928).
• •Origen 4rabe de algunas voces romúücas relacfonadas con la
m6sica•, Miscell!nea Micltallis, 646-SI (Coimbra, 1933) C• Rw&ta da
1hrwasidade de Coimbra, 11 (1933)].
• Tambi6n dentro del campo de la etlmolopl hubo aportaciones
notables, como las de M. L Wagner, «Btlmolopu espaflolas y ar4bll0-
bisp6nicas•, RFE, 21.225-47(1934), y «S6bre alpns arabismos do por-
tuauls•, Biblos, 10.4?1-53( 1934).
• BMP, 2.633-nl (Madrid, 1925).

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84 La linglUstica de entre guerras 1

rados, en- el sustancioso trabajo •Aljamlado Uterature. B1


Rrekontarniento del Rrey Alisandre• (1929)•. Y, finalmente,
tuvo que ser un romanista suizo ( formado con L Gaucbat
y J. Jud), A. Steiger, quien diese el paso de conjuntar las
enseftamas de un A. Castro y de un J. Ribera y un M. Asín:
Despu~ de -publicar un notable trabajo sobre la lengua de
El Corbacho (1923) 211, en que se destacaba el tratamiento
concedido al Mxico de origen oriental, Steiger atentó los fan.
damentos del estudio de los arabismos en las lenguas his-
pánicas y en el siciliano con un libro magistral, Contribu-
ci6r& a la. fOMtica del hispano-drabe 1 de los arabismos en
d fbero-romdnlco 'Y el siciliano (Madrid, 1932).

2.11. LOS DIALBCTdLOOOS


BXIIWüBROS

Durante los aftos 20 la dialectología de la tbero-romauia


vino a ser agitada por la corriente renovadora, surgida en
tomo a 1910, de «Wi>rter und Sachen•.
El estudio de la cultura material ~ las regiones de la
Penfnsula Ibérica más apegadas a modos de vivir arcaicos
y de la proyección lingWstica de esa cultura fue en el pe-
riodo de entre guerras obra exclusiva de dialectólogos ex-
tranjeros, salvo en el dominio catalán. La nueva dialectolo-
gía contó con un gran impulsor, F. Kriiger, que ya anterior-
mente habfa recorrido una vasta área del Occidente de
Bspafta para preparar sus Studien zur Lautgeschichte we.st-
spanischer Mundarten (1913-1914)•, obra valiosa en que
RHi, 77.409-611
201 (1929).
• ContribllCidn al utudlo ál YOCabularioúl «CorlNlcl,o. (Ma..
drid, 1923). Publicado previamente en BAB, 9.503-25(1922), 10.26-54,151-
88, 275-93 ( 1923).
• «Studien zur Lautpschichte watspeuJICber Mundarten auf
Gnmd von Untenucbwipn an Ort und Stelle. Mlt Notlzen · mr Ver-

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1m dialeetdlogos utranjaos 85
abundan, sin embargo, loa datos y observaciones erróneas.
Losdos libros de Krllger .emanados de sus encuestas en S.
nabria (NO. de ZaJMra), BJ dialecto de &m Cipridn de
Sanabria(Madrid, 1923) y DÑ Gegenstaruúkultur Sanabrias
IDl4sdner Nachbargebiete (Hamburg, 1925) y los artículos
atélites que los acompaflaron ( e Vocablos y cosas de Sana-
bria- •, «Mada de dialectos»•, «Die nordwestiberiscbe
Volkskultur•) • abrieron una nueva ~ en los estudios
cUalectológicos fbero-rom'nicos. Poco después(1929, 1932) 1111
,
Krilger traslada el centro de su inten!s desde el arcaico
NO. peninsular, a los no menos arcaicos altos valles del
Pirineo, donde, con actividad iDn,nQble, colecdona una in-
gente cantidad de materiales de primera mano que, riguro-
samente ordenados, le permitirán redactar su monumental
estudio Die Hochpyrenilen (1935-1939) •. Entre tanto, el Se-
minario de Filologfa Románica de la Universidad de Ham-
burgo, dirigido por Krüger, iba enviando sobre la Península
y tenitorios dependientes una disciplinada falange de jóV&
nes dialectók>Bos(0. Plnt •; W. Bierhenke 211, H. Messer-

balflaion und zwei Obersicbtskarten•, JbHWA, 31 (1913) y como libro


(HambUl"I, 1914).
• RFE, 10.153-66(1923).
• HMP, 2.121-66 (Madrkl, 19.25).
• Bscrito en 1924(cfr. RPP, 1.565, 1947). Publicado en WuS, 10.e-
137(lffl). Versión espaftola (por B. Lorenzo), BI lúlco rural del No-
roeste ibálco (Madrid, 1947).
• VKR, 2.139-243 (1929); MiM:dibuJa Alcowr, ·S0,..24 (Barcelona,
1932).
• A. Lanclscbaften, Haus und Hof (2 vols., Hamburs,1936 y 1939):
B. Birtenkultur, VKR, 8.1-lG.1;C. Ulndlicbe Arbeit 1: Tranaport ancl
Transportgerite (Barcelona, 1936= BDCat, 23, 1935): JI: Getreide,
Beuernte, Bienenwohnung, Wein- und Olbereitung (Hambuq, 1939);
D. Hausindustrie, Tracbt, Gewerbe, V KR, 8.210-328(1935), 9.1-106 (1936).
• Strulien aba die Mundartm d~r Sierra de Gata (Hambuq,
1929)y un vocabulario en VKR, 2.83-7(1929).
211 Llln4lidN Gftw"N br Si#ra u
Gal& Socia-un4 wortluoulliclN

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86
scbrnidt 211, W. Bbeltng 212 , M. Thedem, W. Beqcn1anu •, P.
Voigt 215, W. Spelbrink 216, R. Wilmes 217, K. Brildt 211, H. Schoei- 1

der 219) bien entrenados para la encuestación lingülsticoet•


nognUica, cuyas aportaciones contribuyeron a dar vida a la
revista VKR (creada por ICrüger en 1928) y a la colección
de monografías del Seminario. De esta forma la escuela de
Krilger fue incorporando al panorama de la cultura popular
rornéoica los espedmenes reunidos en toda una serie de
áreas conservadoras de la Romania hispénica: la montaña
astur-leonesa, Sanabria, la Sierra de Gata, Ja Serra da Bs-
trela, la Limia, Madeira, Navarra, el Alto Aragón, el Pirineo
catalán, la Albufera de Valencia, Ibiza, Sierra Nevada, etc.
En la misma linea metodológica se sitúan los trabajos de
W. Giese 230, con la particuJarldad de haber dirigido muy

Untersuchungen .(Hambuq, 1932) y el ardculo previo: •Das DrClchen


in der Sierra de Gata», VKR, 2.20-82(1929).
211 «Haus und Wirtschaft in der Serra da Estrtla». VKR, 4.72-163,
246-305(1931).
212 «Die landwirtscbaftllchen Gerllte. im Osten der Provinz Luao-,
VKR, S.50-1S1(1932).
213 «Die Albufera von Valencia. Bine volkskundllche Darstelluop,
VKR, 6210-73, 317-83(1933).
214 Studien zur vollcstUmlichffl Kultur im Gre,auebiet von Hoclt-
aragon und Navarra (HambUJ'I, 1934).
215 Die Sierra Nevada. Baus - HIIIISrlJt - HlblSUcha und ..,,,,..
bliches Tagewerk (Hamburg, 1937). Menos ambicioso que otros traba-
jos de Hamburgo.
216 «Die Mittelmeerinseln Eivissa und Formentera•, BDCGt, 24J84-
281 (1936), y 25.1-147(1937).
211 «Der Hausrat 1m bocbarqonlschen Bauernhause des Valle ele
Vió•, VKR, 10.213-46(1937) [traducd.6n espaftola: ·ArclaFAr, 2.179-224
(1947)).
211 cMadeira. Estudo -co•, BF, S.59-91, 289-349
(1938).
cStudien zum Galizischen des Umfabeckens•, VKR, 11.69-145,
21,
193-281(1938).
220 ZRPh, 54.513-7,S17-22,522-31(1934): VKR, 7.25-54 (1934) [trad.
espa6ola en ALEA-P, 111, 1956], y el famdameotü trabajo: Nordost-

-41
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Los dialect6logos utranjeros 87
especialmente su atención hacia las olvidadas comarcas de
la España meridional, hacia los tenitorios re-mmauindos
por la Reconquista: La Mancha, Murcia, Andalucía.
En los aflos que preceden a la Guena Civil espatlola, el
Alto Aragón, juntamente con la Alta Gascufta, se había con-
vertido en una verdadera tierra de promisión para los dia-
lectólogos europeos: Aparte de Kriiger, Wilmes y Bergmann
(y de Roblfs, del lado gascón) 221, convergen sobre los valles
pirenaicos dos jóvenes romanistas de notable mérito y de
distinta fonnación: A. Kuhn, en 1932, y w.-D. Elcock, en
1932 y 1935. De sus investigaciones sursieron, aparte de va-
rios artículos, dos monografías de singular importancia~
cDer hocbanigonesische Dialekt» (1935) 222 y De quelques af-
finités pho"'tiques entre l'aragonais et le búmais (Parls,
1938)m. En el estudio de Kuhn, las caracteristicas fonéticas
del aragonés pirenaico reciben especial atención, dentro de
un estudio general de la fatica local contrastada con la
castellana; la morfologfa y la derivación se examinan am-
pliarn~te, pero no la sintaxis. Las conclusiones no se limitan
a reiterar los hechos observados, sino que discuten amplia-
mente la formación de los dialectos estudiados utilinodo la

C44iz. ein kulturwissenscl,aftlicher Beitrag zur Erforschung Andalu-


sien.s (Halle, 1937).
m ú Ga.scon. Studu de philoloeie pyrhtúnne (Halle, 1935).
m RLR, 11.1-312(1935). Kuhn publicó además, por entonces, varios
artfc:ulos sobre temas especiales tocantes al altoaragon&, ZRPh, 55.561-
634 (1935); 59.73-82(1939). Más tarde aprovechó sus conocimientos para
colaborar en publicaciones «pirenaicas• (Bl aragonés, idioma pirenaico
[Zaragoza, 1950]) o para hallarse presente en misce1'neas (Homerta/c
• KrlJga, 1.47-56 [Mendoza, 1952]).
m Más tarde utilizó sus materiales •Pirenaicos• para contribuir
a homenajes (R. L. G. Ritchic [Cambridge, 1949]; MBangu Roqua,
4.103-11 [Paris, 1952]), y a publicaciones pirenaicas (Toponimia fflellOI'
aa d Alto Ara,dn [Zarqcma, 1M9]: cTbe evolutlon of -lü In tbe Ara-
aonaedl•JeM- CZanaaa, 1950)).

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88
bibliop-afia lin¡Wstlca anterior. La contribución de Elcoct
es mú novedosa. Tiene el interá de haber prescindido de
los moldes tradicionales. Blcock no se propuso describir
unas variedades dialectales ( o las peculiaridades de tmM
variNJades dialectales), sino que emprendió sus encuestas
con unos objetivos especfficos: su intención era dar respues-
ta a varios interrogantes: 1) Hasta qué punto las dos ver-
tientes pirenaicas tuvieron en época prerromana una lengua
común y si esta lengua se emparentaba o no con el vasco.
2) Si al ser romanizado el territorio, el latfu vulpr pasó de
una vertiente a otra dando lugar a un proto-rornauce ~
mún. 3) En q~ medida Ja intercomunicación de los pueblos
de la montaña ha permitido la continuidad de un desarrollo
lingüístico paralelo y el intercambio de préstamos lingüfs-
ticos. Para lopv sus objetivos Blcock abandonó el cues-
tionario general y ciego con que inició su trabajo y re-
dactó, sobre la marcha, un cuesdonario específico que aspi-
raba a ser exhaustivo en lo tocauf:e a los problemas exami-
nados. Es lástima que en sus conclusiones baya optado. de
un modo exclusivo, por el can diffidUima nesclendi• m.

2.12. TIWLUOS DIALBCTOLdGICOS


DB LA
BSCUBLl DB IIADRID. BL «ALPI•
Y LA GBOG~ PONn'ICA

El creciente in~ de los romanistas europeos por la


cultura material y las peculiaridades lingüísticas de los mú

Dt Tambiál se centra sobre el upecto f~tlco e1 estudio dedi-


cado por A. Altber, Beitrligc uu- Lalltlehre südspani&cher Miaukrt•
(Aarau, 193S), al castellano meridional. El trabajo de Alther, no siem-
pre fidedigno, tiene el interá de haber tomado en consideracl6n el
espafiol de La Mancha, naión casi tNaJmente en 1'Janco en la Dia-
lectoloafa espaftola.

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La dial~tologfa de la escuela de Madrid 89
apartados rincones de la Península Ibérica no alteró el ritlno
y la dirección de las investigaciones dialectales de la escuela
de Madrid 225• La primer monografía elaborada en Bspafta
referente a «el babia• de una localidad, una tesis doctoral
del prometedor disdpulo de R. Menéndez Pidal P. Sánchez
Sevilla («El habla de Cespedosa de Tormes•, 1928) 226, no se
ajusta a los patrones de la dialectologfa hamburguesa, sino
que lleva la impronta de la escuela de Madrid. A pesar de
la juventud del autor (muerto con sólo veinticinco afios, víc-
tima de un accidente), esta obra tema unas cualidades que
no han 11epdo a ser sobrepasadas por la copiosa serie de
monografias, de. título semejante, redactadas en los decenios
40 y 50.
Fuera de esta tesis memorable, la actividad dialectológi-
ca del «Centro de Estudios Históricos• no se dirigió a la
elaboración de aisladas monografias descriptivas, sino que
tendió a concentrane, de una parte, en la organimción de
un Atlas lingüfstico de la Penúzsula Ib,nca (o ALPI), que
descubriese la articulación dialectal de las tres lenguas ro-
rnaor.es peninsulares (español, portugués y catalán) en los
planos fonético, aramatical y léxico, y, por otra, en el estu-
dio sistemático de la distribución areal de toda una serie
de fenómenos, preferentemente fonéticos. Según los deseos
de Menéndez Pidal, que dio impulso a este plan de trabajo,
los dos tipos de encuestas habrían de realizarse sincróni-

m Es de notar que la monosraf(a de P. Krilaer publicada como


Anejo de la RFB (El dialecto de San Ciprüin de Sanabria, 1923) y el
estudio con que Krilaer contribuyó al HMP (Madrid, 1925) responden
a los 1U5tos y preocupaciones de la escuela de Madrid, mú que a los
intereses de la escuela de Hamburso. .
226 RPE, 15.131-72,244-82 (1928). TambWn se continuó prestando
atendón a los dialectos antiguos, seaún muestra la tesis de M. Garáa
Blanco (disdpulo de M. de Unamuno y de R. Menéndez Pidal): DUl-
l«talinnos l.anuu de un cddice dd Fuero Juuo (S-Jarnanca.. l9Z7).

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90 La linglU.stica de entre gue"as
camente. El proyecto del atlas comenzó a adquirir forma
hacia 1923227, bajo la dirección de Navarro Tomú, que pi-&
paró el cuestionarlo ( con la activa participación de A. Alon-
so); en 1929, Navarro adiestró a siete encuestadores; en
1930 se publicaron los cuadernos del cuestionario, y entre
1931 y 1936, A. M. Espinosa (hijo) y L R.odrfguez Castellano,
F. B. Moll y M. Sanchis Guarner y A. N. Gusmio y A. Otero
(formando, por lo comón, tres equipos: el primero, para el
Centro de la Penfnsula: el segundo, para el Oriente, y el
tercero, para el Occidente) 221 llevaron a cabo la mayoría de
las encuestas. Al e.ctallar la guetTa civil espaiiola, la reco-
lección se hallaba ya terminada en todo el dominio caste-
llano, asf como en los rincones donde aón perviven dialec-
tos leoneses y aragoneses, y muy avanmda en territorio ca-
talán y gallego: sólo el portugués estaba aón sin explo-
rar 229• la diáspora que siguió al conflicto armado separó a
Navarro de sus discfpulos y colaboradores, y como co~
cuenda de ello el ALPI languideció durante largos afios, al
igual que otros muchos trabajos de equipo organimdos por
el «Centro». Aunque el ALPI haya comemado a ser editado
en los años 60, fundamentalmente pertenece al periodo de la
preguerra, y en ese contexto temporal debemos estudiarlo.
El ALPI se sitúa en la linea de los grandes atlas naci~
nales; pero responde a intereses lingWsticos muy diversos
de los que presidieron la elaboración del AIS (y sus deri-
vados). No pretende ser un atlas de palabras y cosasª· Su

m Cfr. RFE, 10.112 (1923).


221Excepcionalmente se acudió a otra combinación, seaón mues-
tra el mapa 5 del ALPJ.
229 Cfr. T. Navarro, ACLS, 34.68-74 (1944); M. Sancbis Guamer, ú
cartografúi lingllútica en la actualidad y el ALPI (Madrid, 1953) y en
VII CILR, 2 (Barcelona, 1955), 647-54; L F. Lindley Cintra en Orllu,
3.417-8(1954).
230 No obstante, el AIS cSirvló como principal modelo para qra-

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El cALPI» 91
cuestionario léxico es mú reducido que el de los atlas de
orientación etnognifica y ha sido objeto, a posteriori, de
duras criticas por parte de los autores de atlas regionales m.
Puesto que la sección leDcognifica del ALPI aún no se ba
publicado, me parece prematuro el desdefiar sus posibles
aportaciones. Aunque el ALPI no sea muy rico, en cuanto
tesoro del láico rommiico .peninsular, sabemos tan poco
respecto a la distribución geográfica de las varias modaJt-
dades de castellano que conviven dentro de la gran comu-
nidad castellano-hablante, que la contribución del ALPI al
conocimiento de la geograffa léxica ha de tener un intelá
extraordinario, a pesar de cuantas lagunas puedan seftaJ-6r-
se1e m.
La importancia concedida a la fonética es, sin duda, la
pec11Haridad més IJarnativa del ALPI. Se manifiesta, sobre
todo, en el sistema de transcripción, que pretende captar
matices fonéticos de una delicadeza extraordinaria m. El sis-
tema de notación fonética de la RFE, utiJimdo por Navarro

paci6n de materias en el cuestionario de lmdcoaraffa•,sesún hizo saber


el propio T. Navarro a S. Pop en 1949 (La Dialectolo,k, 1.429, n. l
[Louvain, 19S0]). Se ha acusado al ALPI de volver a la ordenación
~ca de los mapas (que tenfan el ALF y el ALC), pero el dnko
volumen publicado es un tomo de la fon~tica, no del Wxico.
231 Cfr. M. Alvar, Los nuevos atlas lingülsticos de la Romania
(Granada, 1960); «Los atlas lingWsdcos de Espala», PFLB, 418-26(Ma-
drid, 1964) y, de nuevo, en sus adiciones a l. lordan, Lin,a&tica Ro-
m4nica, 449-53 (Madrid, 1967).
m Los mapas hasta ahora publicados del ALPI pertenecen a la
sección fonética, cuya intención (a veces frustrada, cfr. ASNSL, 201.
lOl-9 [1964]), era mostrar •los fenómenos fundamentales articulatorios
y de fo~tica histórica». Con esta finalidad se habfan incorporado al
cuestionario «conceptos que, para facilitar el cuadro comparativo, se
expresaran con palabras de la misma etimología en las distintas len-
lUU y dialectos bisp6nicos•. No ea JustoutJUzer estos mapas para
contrastar la riqueza l~xica del ALEA con la pobreza que, sepD se
DOI dice, caracterlzarfa al ALPI.
m Seami han destacado - sus autores.

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92 La linglilstica de entre guerra
Tomú y su escuela, es muy útil para una revista o una serie
de publicaciones fomticas, pues tiene la ventaja de ser un
sistema abierto, capaz de distinguir, mediante la acumnJarión
de signos diacrfticos, un nt\mero infinito de diferencias f6.
nicas. Pero esta posibilidad de ciar eiitrada en el signo fCJD6.
tico a todos los detalles de su articulación, se convierte en
una grave carp cuando se aplica este sistema a la trans-
cripción de los idiolectos de los sujetos entrevistados en
el curso de las encuestas de un atlas lingü1stico. No pongo
en duda la capacidad de los encuestadores de distinguir, en
el caso de una audición sucesiva, entre variantes muy pró-
xirnM: sin embargo, creo imposible que, al ofr una palabra
o frase, el dialectólogo rnú entrenado pueda, en cada ~
mento, clasificar cada una de sus unidades articulatorias
(o fonos) distinguiendo simultúeamente tres o rnú matices
o grados, en tres, cuatro o cinco variables. Las combina-
ciones de esos matices, que en teorfa pueden producirse, son
tales, que un encuestador tendrfa que ser capaz de distinguir
de ofdo, pongo por caso, m'5 de 243 variantes de la vocal u.
Naturalmente, en las notaciones del ALPI no aparecen todas
esas variantes que el sistema exigirla diferenciar; pero, ce-
diendo a la presión del sistema de notación, los encuesta-
dores han llegado a percibir 22 sibilantes distintas ( sin con-
tar las relajadas), 26 labiales, etc. 2M.
Aparte de este extremoso foneticismo, la mayor novedad
del ALPI, desatendida por sus crfticos, fue la de combinar
las encuestas tfpicas (los interrogatorios extensos a base de
cuestionarios) en una red de puntos rnú o menos ·densa,
con investigaciones sistemáticas acerca de algunos fenóme-
nos de singular inttris (principalmente fonéticos), reaUudas
a trav~ de todo el territorio en que se manifiestan. Estas in-

2J4 Cfr. D. Cata1'n, en ASNSL, 201.307-11(1964).

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La dialectologla de la escuda de Madrid 93
vestigaclones satBites teman por objeto conqlr uno de ~
defectos de los atlas que mú Irritaban a Me~ndez Pidal,
su incapacidad de aprehender la compleja geografla lin-
glifstica de las regiones dialectales, ya que una malla com-
pab'ble con los grandes interrogatorios a base de cuestio-
narios resulta siempre demasiado floja frente a la diversidad
fon4tica y morfológica de los dialectos. Cuando se jnzp al
ALPI es imprescindible no disociarlo de los trabajos mono-
gnUicos surgidos de estas exploraciones.
Varios de los trabajos complementarios del ALPI se pu-
blicaron ya durante los años 30. Uno de los más famosos es
cLa frontera del andaluz• (1933)1'5 de T. Navarro, A. M. Es-
pinosa (hijo) y L. Rodriguez· Castellano. Se refiere a la dis-
tribución geográfica y social del «ceceo• ·y el «seseo• en
Andaluda (y en algunos Islotes de Murcia y Extremadura) y
de los varios tipos de cese• (predorsal, coronal, dento-inter-
dental, apical) que ocurren en andaluz; aunque el trata-
miento puramente cfoneticista• de la cuestión y ciertos pre-
juicios substratistas deformen, a mi parecer, la descripción
de los hechos, la monografía puede considerarse un «clásico•
de la dialectologfa española 236• La tesis de Espinosa, Ar·
ctúsmos dialectales. La consavaci6n de s y z sonoras en
Ctlceres y Salamanca (Madrid, 1935), tiene la importancia
de combinar la descripción minuciosa de las articulaciones
dialectales, la delimitación precisa del área en que ocurren
los fenómenos y la vitalidad que en cada lugar manifiestan,
con un estudio histórico en que se plantea el problema de
los orfgenes de los antiguos fonemas castellanos /~/. /z/,

m RPB, 20.225-77(1911).
a Muy hermano de este trabajo es el referente a el.a aspiración
de la la en el Sur y Oeste de Espafta», RFE, 23.225-54,337-78( 1936), fir-
mado por los dol dlscfpulos de NaY&ITO.Aunque muy Informativo
y preciso, no compite en intenSs con el anterior.

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94 La lingllfstica de entre guara
/ss/, /s/ a la luz de los nuevos datos proporcionados por
la Dialectologfa. Aclemú de estos trabajos sobre el dominio
castellano, M. Sanchis Guamer publicó un estudio referente
a la «Extensión y vitalidad del dialecto valenciano apitmt•
(1936):m, muy completo y ezacto.
Estas publicaciones muestran un creciente inteRs por
los dialectos del sur de la Penfnsula, por las variedades
regionales de las grandes lenguas propagadas por la recon-
quista (castellano, catalm). Pero la ausencia de nuevas pu-
blicaciones acerca de los dialectos roDWlicos del Norte no
debe interpretarse como un desfa)le,cimi~nto en la atención
hacia esos campos de investigación dialectológica. Durante
los trabajos preparatorios del ALPI, el propio Menéndez
Pidal descubrió y reunió datos (1930) acerca de la metafonfa
en el valle de Pas (Santander) y en Gozón y Canefto (Astu-
rias)211; y en 1932-1933 los encuestadores del ALPI, L R~
dríguez CasteJlano y A. M. Espinosa (hijo), estudiaron con
detalle, por Asturias y Santander, toda una serie de fenó-
menos lingWsticos 211, aunque por entonces no llegaran a pu-
blicar los resultados de estas exploraciones. Seguramente,
Menéndez Pidal planeaba conjuntar estos datos con los reu-
nidos en 1910 y extender la investigación a la vertiente Sur
de la cordillera Cantábrica, a fin de obtener visiones pan~
rámicas análogas a· las intentadas en el Sur de Bspa6a.

m RFB, 23.45-62(1936 ).
Que utiJini-6, muchos a6oa despu&, en Arcldwan, 4.7-44 (1954).
2JI
m La aspiración, la metafoma, los resultados de L-, -LL-, el úea
de -AS > -u, etc. Estos trabajos, análogos a los reaUndos en la e.
palla meridional, serían publicados, en los aftos 40 y SO, por L ~
drfpiez Castellano, enriquecidos, a veces, con nuevas observaciones;
las encuestas de 1932 tambi~n forman la base de varias de sus mcmo-
sraffassobre el «bable• occidental y central (de que bablaresuos en
su lupr). Cfr. RcnnPh, 9.368-9(1955-56).

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Dialectologla catalana · 9S
En fin. si la guerra civil no hubiera impedido la conclu-
sión de los trabajos de encuesta, la aparición del ALPI,
acompaftatJo de los trabajos satélites sobre fenómenos es-
peciales conscientemente perseguidos, babrfa proporcionado
a los estudios lingiüsticos referentes a la Xbero-romaniauna
visión panorámica de la geografia fonética •.

2.13. U DIALBCTOLOG1A,
LA TOPONDIIA
Y LOS ESTUDIOS BTDIOLÓGICOS
CATALANBSDB LA PRBGUBRRA

Durante los años 30 la antigua desconexión entre las ac-


tividades referentes al dominio catalán y la lingüística es-
pañola comenzó a ser superada. Simbolimn, en primer lu-
gar, esa superación F. de B. Moll y M. Sanchis Guarner,
mallorqufn el uno, valenciano el otro. Ambos participaron
activamente en la adaptación y difusión de las normas orto-
gráficas del «lnstitut d'Estudis Catalans• a las modalidades
mallorquina y valenciana del catalán, mediante las cuales se
fijaron los limites de las divergencias regionales que debfa
tolerar la lengua culta 311; ambos se dedicaron activamente

• Una crftica que modernamentese le hace al ALPI (incluso yo


mismo la be hecho en ASNSL, 201.307-11[1964]) es que en la vertiente
Sur de la Cordillera Canübrica, en el Oriente de León, en el Alto
Alq6n y en las provincias de Cáceres y Segovia hay extraftos vados.
Pero, 5elÚJl be ofdo decir, tales lqunas se deben a la desaparidón
(en la posquerra) de toda una serie de cuadernos de encuesta (cuyo
paradero no está claro).
• Por cuestiones personales, Mn. A. M. Alcover se habfa opuesto
a la reforma normativa del cata1'n iniciada por el grupo del «Avene-
Y llevada a t.!rmino por el e Institut d 'Bstudis CataJans•. Su fiel cola-
borador F. de B. Moll se adhirió, en cambio, al movimiento regulari-
zador (desde la letra •C• introdujo en el Diccionari catald-valencül-
hlear la ortop"affa reformada) y preparó unos Rudinumts de ,rlUM-
tlca preceptiva per • d.t deis ucriptors bal~ (Palma de Mallorca,

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96 La. lingillstica de adre guerras
al estudio de la lengua catalana en y fuera de su región na-
tiva m, y ambos colaboraron con Navarro Tom6s y rea)in-
ron la exploración para el ALPI no sólo de los territorios
de habla catalana, sino de todo el Levante espaftol.
No menos significativa es la aparición sobre el escenario
de la lingüística bispénica de una figura como la de J. Co-
romines, formado en Barcelona, en Montpelller, en Zurich
y en Madrid, cuya competencia en el campo attaJ6n vino a
ser pronto acompaftada de una no menor competencia en
el campo español y por unos conocimientos de lingüfstica
románica general poco comunes en la periferia de Europa.
La temprana contribución de Coromines a los estudios eti-
mológicos • y a la dialectologfa catalana ( en especial su
pequefta monograffa sobre «El parlar de Cardós i Vall Pe-
rrera•, 1935•, en que se describen los rasgos más salientes
de la gramática, el léxico y la toponimia de Pa1lars) cons-
tituye un notable avance en relación a las aportaciones
de un Alcover o un Griera. La nftida exposición de los datos
y su segura explicación anuncian ya la calidad de los tra-

1957). M. Sanchis Guamer participó en la reunión de Castellón (1932),


en que se acomodaron las normas del clnstitub al valenciano: andando
el tiempo publicó una Gramatica valenciana (Valencia, 19.50).
2G Moll dio tempranas muestras de su pericia como etimologista
(tanto en el Diccionari como en sus otras publicaciones, váse n. 85):
contribuyó también a la dialectología con el interesante cE.studi fo.
Mtich i lexical del dialecte de Ciutadella», 397~, Miscl!ldn«i Alcowrr
(Palma de Mallorca, 1931-32). M. Sanchis Guamer publlc6 La llenp,a
de& valencians (Valencia, 1933) y estudió (junto con T. Navarro) la
fo~tica del valenciano (RFE, 21.113-41 [1934]).
2G Después de sus primeros trabajos lexicográftcos (con un Vaco-
bulario aranis [Barcelona, 1931]) y etimológicos (en el BDCat), Co-
romines publicó algunos estudios de mayor ambición: cMots cat•J•m
d'orisen arlbic•, BDCat, 24.1-81, 286-8 (1936): •Les relaclons amb O..
da reflectides en el nostre vocabulari•, Homenatge Rldrid i Lludt,
3.283-31S (1936).
244 BDCat, 23.241-331(1935), y unas observacionesen 24.284-5(1936).

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Dialectologla y toponimia catalanas 97
bajos posteriores de Coromines. El hecho de que P. Fabra y
J. Coromines se hubieran hecho cargo de la dirección del
BDCat (1931-1939) anunciaba el comienro de una nueva etapa
para la dialectología catalanaT
Una de las empresas más interesantes del clnstitut• que
reaoió por entonces un nuevo impulso fue la de fo~ un
*Onoma.sticon Cataloniae: entre 1921-1923había ya trabajado
en la recolección de materiales toponfmioos y antroponí-
micos J. M. de Casacuberta; posteriormente, entre 1931 y
1939, J. Coromines reaUro toda una serie de encuestas siste-
máticas 36. Esta labor quedó truncada por la guerra civil;
pero el *Onomasticon ha sido puesto en marcha nuevamente
después de largos aiios de interrupción. ·
Otras interesantes contribuciones a la dialectología cata-
lana proceden de los colaboradores del Centro asociados a
Navarro: S. Gili Gaya ( «Estudi fonkic del parlar de Ueida»,
1932)• y M. Sanchis Guarner (el ya citado estudio sobre
el dialecto apitxat, 1936)>rl.
Fuera de Bspafla, la dialectología del catalán se enrique-
ció en estos afios con el trabajo fundamental de H. Kuen,
«El dialecto de Alguer y su posición en la historia de la len-
gua catalana• (1932, 1934)•. Aunque la aislada comunidad
cataJan~bablante de Alguer (Alghero) habfa atrafdo la aten-
ción de los lingüistas desde antiguo•, sólo ahora, por obra
de Kuen, el a-talán de Alguer pasó a convertirse en piedra
fundamental para la reconstrucción del desarrollo histórico
de la lengua catalana.

Jl5 Cfr. J. Coromin•swOnoma, 4.44 (1953): M. de Casacuberta hizo


S11S encuestas becla 1921-23,J. Coromlnu las continuó entre 1931-39.
• Miscelánea Alcover, 240-255(Palma de Mallorca, 1931).
J#I RFE, 2.1.45-62(1936).
• AOR, 5.121-77(1932), 7.41-112(1934).
>e Por ej., P. E. Guamerio (válse n. 44).
UMGOfsnCA fllllo.lolWnCl. - 7 .

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98 La lingilútica de ffltre guerras

2.14. BL JUDBCH!SPA.ÑOL

Bl interá de los romanistas por el judeo-espafiol. por la


lengua espaiiola de los sefardíes, remonta al siglo XIX 111• En
los primeros decenios del siglo xx la bibliografía se emi-
queció de un modo substancial. Inicialmente, predominaron
las descripciones de conjunto sobre el judeo-espafiol de
Oriente, pero pronto comenzaron las observaciones relati-
vas a comunidades concretas. Tras los estudios de J. Su-
bak 251, A. Galante 252, y L Lamouche 253, him época la mono-
grafía de M. L. Wagner, Beitrage zur Kenntnis des Ju-
denspanischen wm Konstantinopd (Wien, 1914)114• A partir

Z1DM. Griinwald, c'Ober den JUctisch-spauiscben Dialekt als Beitl'IIII


zur AufstellUDI der Aussprache lm Alt,paofscben,., en Zur RmrM-
nischen Dialektologie, l (Belovar, 1882), tirada aparte de /UdiM:lra
Centralblatt, 1J9-48 y 54-58 ( 1882).
251 •Zum Judenspanischen•, ZRPh, 30.129-85 (1906); dudenspa-
nlsches aus Salonikld mit einem Aubauae: 1udenspeoisclles aus Ra-
susa•,folleto (Triest, 1905-6); •Das Verbum im Judenspanischen•, en
Putgabe Mussafia, 321-31 (Halle, 190S); VorUiufiger Bericht ilbu ..
.•• Porschu.ngsreise nach da Balkanhalbinsd zur schrif tlichen und
11honagraphischoa Al,fnahme ti.u Ju4enspanischm (Wien, 1910).
252 •La lan1UC espapole en Orlent et ses dMormatlons-, BIB,S,
1.14-23 (1907).
25J «Ouelques mots sur le dlalecte espapol parM par les lsraSl-
tes de Salonique•, RF ( = MBangu Chabaneau), 23.969-91(1907).
254 Wagner había ya publicado anteriormente dos artículos de ca-
meter general: «Los judíos de Levante. Kritischer Rückblick bis 1907•,
RDialR, 1.470-506(1909), y «Los judíos espaftoles de Oriente y su len-
lUL Una reseña general•, BDR, 1.53-63(1909). El libro de Wa1Der fue
criticado por A. S. Yahuda en RFE, 2.339-70 (191S), y Waper repHcó,
aftos más tarde, RFE, 10 22544 (1923). El propio Wagner dedicó alguna
atención a otros dialectos de los sefardíes: «Das bulgarische Juden-
spanisch•, ASNSL, 47.256-7 (1924); «Los dialectos jud~pañoles ele
Karaferia, Kastoria y Brusa•, HMP, 2.193-203(Madrid, 1925); «Zum
Judenspanischen von Morokko•, VKR, 4.220-45(1931). Siauiendo las
huellas de Waper, W. Slmon estudió el Judeo-espdol de Salónica

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99
de esta publicad6n Ja invet1dpció,l se nmwu1a, como si los
conocimientos del judec>espdol hubiesen alcanzado la per-
fección deseada m. Cuando el propio Wagner intenta en
1930 256 una caracteri7.8ción aenera1del judeo-espdol de
Oriente, nada esencial aftade a las investipciones anteriores.
Por estas fechas, ya se babfan hecho varios estudios acerca
de los elementos exóticos incorporados al vocabulario judeo-
espa:flol m.
Un gran a1'8J'Ce en el oonocirniento del judeo-espdol y
sus modalidades dialectales se produjo en el decemo 1926-
1935: J. Benoliel llenó una importante laguna al describir

(pero utf!fnndo un sujeto tnsladado y de poca edad) en ZRPII, 40.


6519 (1920).
255 Tambiái se habfan estudiado los vestisi«>S de judeo-espaftol en
Burdeos por G. Cirot, BHi, 1.172-89,279-96, 383-90(1906); 9.263-76, 386-
400 (1907); 10.68-86,157-92,~9-85, 3.u.67 (1908) [y una adición en 24.203-
24 (1922)], y en Amsterdam y Hamburgo por W. Davids, «BiJdraae tot
de studie van het Speenscll en Portu¡eescb in Nederland», Handdin-
gen van het zesde rwlerlandsclae PhUologa,congru, 141-54 (Leiden,
1910); J. Mendes dos~. Os Ju4au portuguue.s ffll Amsterthan
(C-Oimbra, 1911); J. van Ginnevn, Handboek da Nedalandsche Taal,
2.59 ss. (Nijmegen, 1914), y M. L Wagner, •Os Judeus hispano-portu-
gueses e a sua lingua no Oriente, na Holanda e na Alemanha•, Arquivo
tk laistdria e biblio1rafia (1924). Alao posteriores son los trabajos de
A. lbi •Les vesti1es de l'espegnol et du portupis cbez les lsraélites
de Bayonne•, folleto (Bayonne, 1930), y •Restos de los idiomas bia-
paoolusitanos entre lol sefanUes de Amsterdam», BAB, 11.177-201
(1931).
256 Ctmleteru 1enerlllu 4cl jud,Jo-apallol u Oriente (Madrid,
1930). Fue precedido por K. Levy, •Historisch-ieopaphische Untenu-
chungen zum Judenspauischen.. Tate, Vokabular, p-ammatiscbe ~
merlnmaai•,VKR, 2.342-81(1929) (cfr. M. L Wqner, en ZRPh, 50.745-
50 [1930)).
2SI A. Danon estudió los elementos turcoa en Kdeti Sr.onle-Buda-
pest. 4215-29 (1903); 5.111-26(1904), y en RHi, 29.1-13 (1913), y loa ele-
,..,,,,~os griegos en REJu.w,75.211-16(1922). Sobre el airabe: M. L Wq-
nc::r. «Judenspanisch-Arabischesa, ZRPh, 40..543-9(1919-1920).Acaca de
las bebrúsmos: K. Barucb, •La Jeaaua de los Sefardim», Bl Mun4o
Se/t11rdf [revista en caracteres rall], 1.a-5 (Wien, 1923).

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100 La lingiUstica de entre guerra
poamenorizad•rnente (1926-1928)ª la «bakitfa• o judeo-espa-
ftol de Marruecos, huta entonces pr6cttcamente olvidada (~
siblemente por su menor «pureza-) •: IC. Baruch describió, a
su vez, «El judeo-espafiol de Bosniab (1930)• y M. A. Luria
(también en 1930) el ~dialecto• de Monastir (Yugoslavia)•:
finalmente, C. M. Crews publicó sus Rec1-rchu sur ~ iudl.o-
upagnol dans les pays ballcaniquu (Parfs, 1935).a que fue. 1

ron seguidas de una valiosa (aunque no del todo clara) ~


lémica con l. S. Rnah en queterció J. P. Vinay (1938-1939) •.

2.15. LA IWll ARGENTINA DB


LA BSCUBLA DB IUDRID

Cuando A. Alonso llegó a Buenos Aires (1927), encontró


allá el ambiente preciso para el desarrollo de su personali-
dad como investigador. De una parte, una ciudad cosmopoli-
ta, con crecientes inquietudes culturales: por otra. un «Ins-
tituto de Pilologfa» bien dotado, desde donde reaJimr un
vasto y continuado programa. A. Alonso, serio y versátil a la
vez, dotado de una sólida formación en fonética expuhneo-
tal, en gramática histórica y en dialectologfa y, al mismo

251 «Dialecto Judeo-hispano-marroquf o bakitfa•, BAB, 13.20!J.33,


342-63,507-38 (1926): 14.137.al, 196-234,357-73,566,IO. (1927): 15.47~1, 111-
223 (1928). El final del estudio no se publlc6 sino en 32.255-89(1952).
259 Debida a los reiterados contactos de los NfarcUes marroqutes
con los espaftoles peninsulares.
• RFE, 17.113-54(1930).
261 A Study of the Monastir Dllllect of 1u4eo-Spanisla ba.H4 0ft
oral material collected in Monastir, Yu,o-Slavia (New York, 1930).
separata de RHi, 19.323-584(1930). Lurla estudió tamb16n los cJudeo-
Spanish Dialects in New York Clty., Todd Monorlal, 2.7-16 (New
York, 1930).
J62 Tesis de la Universlty of London, 1930.
26S BHi, 40.71-95(1931): 41.209-35(1939).

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101
tiempo, e1bemada,rate alerta para todo movimiento van-
guardista (gramatical o lingüístico, filológico o literario), fue
en Buenos Aires «tbe rigbt man in the right place•.
Por los años 30, A. Alonso habfa logrado re-mir en tomo
al «Instituto• un grupo de colaboradores y un plantel de
disdpulos que pod1a competir ventajosamente, en rigor cien-
tífico, en erudición y en actividad, con sus colegas del Viejo
Mundo. No es aquí el lupr apropiado para discutir la per-
sonalidad y la obra de cad• uno de los miembros de la es-
cuela de Buenos Aires (durante el periodo en que formaron
un grupo o después de su dispersión); pero s1 el de com~
tar las directrices de la actividad de A. Alonso, quien por su
formación, sus permanentes lazos con los maes~ del «Cen-
tro de Estudios Históricos•, su sentido de la unidad cultural
y lingüística, su inclinación hacia ciertos campos de trabajo
y su impacto en los lingüistas españoles m4s jóvenes, ocupa,
por derecho propio, un lugar destacado entre los represen-
tantes de la escuela lingüística española, entre los continua-
dores m4s directos de Menéndez Pidal •.
A. Alonso comemó por poner orden en los estudios de
dialectologfa referentes al Nuevo Mundo, deslindando lo bue-
no de lo malo y publicando una «Biblioteca de Dialectologfa
Hispanoamericana» ( desde 1930 en adelante) que reuniese
todo lo esencial en este campo de trabajo. Al mismo ti~
po,, replanteó la investigación sobre el espaftol de Am~rica,
introduciendo un principio metodológico esencial: las va-
riedades regionales no pueden estudiarse sino dentro del
cuadro general de la dfalectologfa y de la historia de la len-
gua espafiola, esto es, comparando los datos locales con los
datos de todo el espaftol ( del viejo continente y del nuevo,

»t V61se RJIH, 6.402-9(1944). Cfr. E. Coaerfu, •Amado AI01110a,


RFBC. 10.31-9 (1953), y «CTL», 4.51 (1968); D. Catalb, La ucuela
linpl&tica u,-llola 1 su concepcldn del lm,ua/e (Madrid, 1955).

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102 La lingiUstica de entre guerras
ejemplar y wlpr, común y dialectal, antipo y moderno,
etcétera). El estudio, altamente sugestivo, titulado «Proble-
mas de diaJectologfa bi!lpaooamericana• (publicado como
apéndice al primer .volumen de la «BDHA», 1930) constituye
ya un modelo de investigación pan-hispánica•.
La preocupación de A. Alonso por el idioma, por la len-
gua común de Hispanoamérica y de España, y el conven-
cimiento de la mtirna unidad de la historia lingWstica y la
historia cultural o general le llevaron a redactar por enton-
ces libros como El problema tú la lengua en América (Ma-
drid, 1935) y Castellano, espa;tol, idioma. nacional. Historia
espiritual de tres nombres (Buenos Aires, 1938; 2.ª ed. am-
pliada y revisada, 1943). En estos trabajos, en que se mues-
tra el carácter cultural de la lengua común, es evidente el
influjo de K. Vossler; pero la deuda de A. Alonso para con
el vossleriaoismo resulta aún más clara en el campo de la
estilfstlca.

2.16. LA BSTIÚSTICA

La nueva generación de filólogos espaftoles que madura


en los afios 20 recibió con gran interá el nuevo intento de
construir un puente entre la llngüfstica y la literatura me-
diante los estudios estillsticos. La «estilfstica•, al igual que
la vieja «filologfa», tenfa por objeto la interpretación de
las obras literarias {aunque, naturalmente, en una forma
muy diversa), pero en sus deseos de encontrar un instnl-
mento de aoáJisis capaz de explicar el cómo de la creación
poética, volvfa sus ojos al lenguaje (según la fórmula «Wort
und Werk• de L Spitzer). Por otra parte, esta estilfstica que

265 Se publicó como apmdice a los Estudios sobre el upallol 4e


NIMIO M,Jico de A. M. Espinosa, «BDHA», 1.317-469(Buenos Aires,
1930).

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La utUútica 103
aspiraba a constituirse en ciencia de los estilos literarios, al
hacer objeto de su investigación la «expresión• de unos con-
tenidos psíquicos, forzaba a los nuevos filólogos a preocu-
parse por los elementos afectivos, imaginativos, activos y
valorativos que baCGi su aparición en las formas comunales
del hablar, esto es, por el contenido no lógico de la lengua,
que desde Ch. Bally venfa siendo objeto de creciente aten-
dón.
Fue, sin duda, A. Alonso, en Buenos Aires, quien incor-
poró a la filologfa espdola, de UD modo m'5 consciente y
decidido, esta nueva rama de la investigación. Por UD lado
se preocupó de wlgarimr, mediante traducciones (en la
«Colección de Estudios Estilisticos• ), los trabajos m'5 re-
presentativos de la estilistica romance •. Al mismo tiempo
cultivó, con igual acierto, tanto la «estilistica de la lengua•
como la «estilística del habla•. Sus artfculos «Bstilistica y
gramática del artículo en espaftol• ( 1933), «Noción, emoción,
acción y fantasfa en los diminutivos• (193S), «Sobre méto-
dos: construcciones con verbos de movimiento en espaftol•
(1939) 1111 son ejemplares en su género. En todos ellos A.
Alonso Uum la atención acerca de los elementos no signi-
ficativos del idioma común, acerca de la importancia de los
contenidos psíquicos 261 que se ha1Jan indicados o son noti-
ficados en las expresiones idiomáticas tradicionales, y en el
último trabajo desarrolla su personal interpretación del con-

• Estas traducdona iban acompeftadas de estudios preliminares 'W


y notas de A. Alonso (en alpmos casos .. hechas con la colaboraclón de
A. Rosenblat).
1líl Respectivamente, en VKR, 6.1~20IJ (1933); 8.104-25 (1935), y en
RPH, 1.105-38 (1939) Creed. en EJtudios linglilsticos. Tmuu e.spalloles,
151-287(Madrid, 19S1)]. Esbozos de estos trabajos habfan aparecido en
publicaciones arsentinas de 19.30y 1931.
• Emoción, fantasía, voluntad de accionar o prevenirle en el
cuno de la estrateaia coloquial, valoraclón de lo 1epre1entado, etc.

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104 La lingillstica de entre guerras
cepto «forma interior del lenguaje••. Sus trabajos de cesti-
listica del habla• toman como objeto de estudio una obra
determinada o un autor y pretenden explicar su sistema ~-
presivo 211• Para mejor reexperimentar el placer est6tico,
A. Alonso ( como L. Spitzer) intenta reactualizar el propio
acto de la creación artística, la cristalización de la informe
«materia• psf qui ca en una «forma».
La critica literaria n~filológlca se torna asf, necesaria-
mente, apología, pues el critico se reviste de la función de
un advocatus del No es, pues, de extra:fiar que la rehabiJi.
tación y exaltación de Góngora, con ocasión de su centenario
(1927), fuera esencialmente obra de un poeta-filólogo o filó.
log~poeta, D. Alonso, y que su sensacional edición explicada
de las Soledades tuviera como complemento una tesis sobre 1

Evolución de la sintaxis de Góngora (Madrid, 1928) y un


libro dedicado a comentar La. lengua pohica de G6ngoram.
El estudio del cultismo léxico y sintáctico que D. Alonso lleva

269 Estudia construcciones como «fulano anda enamorado- o cla


función ha salido bien•, etc., en que los verbos están tomados 00IM
auxiliares o metafóricamente. Cfr. M. Wemer, Die aus den intransiti-
vm Verben der Bewegung und dem Partiz.ip da Pe,felcts rebiltlet•
Umschreibungm im Spanischen (Jena-Leipzig, 1933); H. Meier, cEs,4
enamorado - anda enamorado. Ober die Beziehungen von Syntu uncl
Bedeutungslehre», VKR, 6.301-16 (1933), y E. Coseriu, Sobre las Ua ••
das «Construcciones con verbos de movimiento•: ,m problona lds,-.
nico (Montevideo, 1962).
2'JO Del afto 1928 es ya su trabajo «Estructura de las sonatas de
Valle Inclán», Verbum, 21.7-42. Los primeros cultivadores de la -esti-
listica» literaria también se interesaron por los temac españoles. Baste
recordar a L. Spitzer, «Zur Kunst Quevedos in seinem Bu.sc6n•. ARolft.
11.511-80(1927) [reed. en Romanische Stil- und Literaturstwlim, 2.41-
125 (Marburg, 1931)]; H. Hatzfeld, Don Quijote als Wortkunstwert
(Leipzig, 1927).
271 Escrito en 1927, retocado y editado en 1935 (Madrid). Cfr. el
estudio de L. Spitzer «Zu Góngoras Sol~dada», VKR, 3.244-58 (1931).
centrado sobre la Dedicatoria al Duque de Bc!jar Creed.en Romaisdlll
Stil- und Literaturstudien, 2.126-40(Marburs, 1931)).

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La estilfstica 105
a cabo en esta obra juvenil, no sólo acJa"l el descubrimiento
gongorino de una «nueva» lengua poética, sino que abre un
capftulo de la historia de la lengua española huta entonces
olvidado por la filologfa tradicional. Pero, en última instan-
cia, lo que lleva a un D. Alonso a anaJimr la «lengua• de
Góngora no es el deseo de explicar a Góngora, sino la creen-
cia de que el examen de esa lengua poética puede aún fe-
cundar la sensibilidad moderna.
También R. Menéndez Pidal se interesó por Ja lengua ele
los grandes escritores, pero sus estudios acerca del «estilo•
de un autor no iban dirigidos a descubrir a trav~ de ese
«estilo• el alma del artista, ni a recrear el acto de la creación
poética, ni tampoco pretendfan sensibilizar al lector respecto
a una estética de otros tiempos. Su propósito era perseguir
la transformación de los gustos colectivos, de la norma que
gobierna el desarrollo de la lengua escrita, con precisiones
cronológicas mayores que la tradicional división de la his-
toria por siglos. Como muestra y programa de lo que iba a
ser su *Historia de la lengua. española, Menmdez Pidal pu-
blica un estudio de «El español del siglo XVI• (1933) 272 en
que expone el desenvolvimiento histórico del idioma aten-
diendo simultáneamente a la lengua hablada, que al avanmr
la centuria adquiere los caracteres fonéticos que hoy la dis-
tinguen, y a la lengua escrita, a la lengua literaria, que al
llegar al final del siglo logra imponer su primada, consti-
tuyéndose en norma y gu1a del ulterior desarrollo del idioma.
La «estilística•, tal como se cultivaba en Alemania, se
proponfa describir, con métodos lingüfsticos, el «estilo• in-
dividual, al cual consideraba como manifestación del alma
o espíritu del escritor ( cel estilo es el hombre•); pero fre-

m e,- y Ra,a, 6.9-63(1933) Creed.en España y su Historia, 2.129-


59 (Madrid, 1957)].

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106 La lingilfstica de entre guemu
cuentemente se encontró con que, tras el homltre, se baJJaba
una 6poca o un pueblo, esto es, una historia. De ahf que,
en vt2 de captar lo individual de la creación artfstica, acabase
descubriendo lo genérico. Al tomar conciencia de este bn:m,,
los crfticos comenzaron a cultivar una especial «estilfstica
de la lengua• en que se anaJiaba el «estilo• de una lengua
dada (sea en un periodo histórico, sea en su totalidad) pan
descubrir la rafz psicológica de sus particularidades, y la
especial visión del mundo que en ese «estilo• se halla ence-
rrada. La concepción de un «Zeitgeist• y un «VoJJrsgegt.
responsable de la creación de un determinado lenguaje (a,.
mo el espíritu de un escritor es responsable de la creación
de su obra artística y en ella queda expresado) fue espedaL
mente grata a los fundadores germánicos de la estilfstica. El
espafiol fue objeto de repetidas caracterimciones: K. Voss-
ler, «ltalienisch, Franzosisch, Spanisch, ihre literariscben
und sprachlichen Physiognomien» (1926) 273; L. Spitzer, en
Stüstudien: l. Sprachstile (München, 1928); B. Lerch, «Die
spanische Kultur im Spiegel des spanischen Wortscbatzes»
(1930) 274; G. Schulz, Rumilnisch und Spanisch (Leipzig,
1929) 275•
A la «estillstica de la lengua» pertenece también (aun-
que examine el espafiol hablado) el libro de W. Beinhauer
Spanische Umgangssprache (Berlin-Bonn, 1930) 276, inspirado
en el de L Spitzer, ltalienische Umgangssprache (1922). Bein-
hauer aspira a reunir los más importantes y caracterfsticos

m ZwM, 2.136-S (1926) [trad. esp. incluida en Algunoscanctaa


de la cultura espaltola, Madrid, 1941].
274 NMon, 1.525-40,596-609 (1930). El estudio de Lerch se limita a
comentar las varias capas del léxico espaftol.
275 Cfr. la reacción de H. Meier a estos estudios, «Sprach-vap:i-
chtllll und Nationalcharakter•, NS, 42.215-28(1934).
276 Sepmda ed. alemana (Bonn, 1958); versión espdola, Bl espa-
ñol coloquial (Madrid, 1963; 2.• ed., aumentada, 1968).

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107
medios expresivos del espaftol conversacional para, a través
de ellos, intuir y sentir la obra de arte que (según Bein-
bauer) es todo idioma; pretende, pues, sorprender en ins-
tantáneas del lenguaje coloquial la fisonomía del idioma
español, clave de la psicología de un pueblo. A decir verdad,
el mayor interés del libro estriba en las «instantáneas», no
en las deducciones fisonómicas m.
Con estos estudios de la singular visión del mundo ex-
presada por una lengua se relacionan los trabajos de A. Alon-
so sobre «Americauismo en la forma interior del lengua·
je• 271• A Alonso concibe la «lnnersprachform» djn,imica-
mente: por una parte es un sistema de formas de conocer,
valorar, querer, sentir y fantasear que al hablante le han
dejado en herencia sus antepasados llnglüsticos; pero por
otra es un si.eterna sujeto a continuo remoldeamiento. A
modo de ejemplo, A. Alonso e,Tamina cómo el hombre de la
Pampa ha reestructurado, en función de su propia «cultura•
paisana, el vocabulario espa6ol.

ffl Cfr. otros estudios de llefnb•uer: Pruu y dUU01os ti.e la vi4li


4iaria (Leipzi¡, 1925): SJH111i$chaSprachJuunor (Bonn•K6ln. 1932):
cOber Piropos•. VKR. 7.111-64(1934); Da;s Tier in der spanischen BQtf.
sprache (Hamburg, 1949). El libro de A. Braue, Beitrilge ,:ur Satzgutal-
tune da spanischen Umgangssprache (Hambur¡, 1931) tiene más In-
~ como arsenal de materiales que como construcción cientffica.
Beinhauer sólo ha atendido a la estillstica de los elementos lexfco16-
sicos y sintácticos, no a la estilística de la entonación y el gesto:
sobre este aspecto rec6rrase a L. Flachskampf, «Spanische Gebirden-
spracbe•, RF, S2.205-56(1933) y, en versión espaiiola, EyE, 1.248-79(1939).
m El capf tul o • Preferencias mentales en el habla del gaucho•
del libro El problema de la lengua en Amlrlca, 145-79 (Madrid, 1935)
fue refundido. con el titulo arriba consipado, en la versión de Bm,.
dios Lingül.sticos. Tonas hispanoamericanos, 73-101 (Madrid, 1953). A.
Alonso contrasta la violenta reducción de los nombres de las hierbas
a cuatro tipos pnáicos, con la extraordinaria proliferación de deno-
minaciones para dlatinaulr.por su pelaje, a centenares de caballos
dlfe1 entes.

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108 La lingüfstica de entre guaras
La peculiar actitud de un pueblo ante la vida se rnaui-
fiesta también, según piensa T. Navarro, en la fonética, a
través del «acento•, «tonillo• o «cante», que. denuncia la
procedencia regional de un hablante, y en la extensión y li-
mites de los grupos fónicos como unidades melódicas (1935,
1937-1939)271• Para T. Navarro nada hay en la tradición lin-
güística de los pueblos más.permanente que esa arquitectura
melódica de la lengua. En ocasiones llegará un pueblo a ol-
vidar su lengua materna y a adoptar otra, pero nunca aban-
donará su peculiar acento, que es la expresión de actitudes
ps~cofisiológicas colectivas, amúgadas por generaciones J
generaciones. Según Navarro, los acentos y estlUcturas rft-
micas que caracterimn a la lengua o dialecto de cada reglón
antedatan, probablemente, al romance que en ellas se babia.
como un eco milenario de lenguas desaparecidas, y esa es-
pecial arquitectura fonológica es el origen de la mayor parte
de las transformaciones ocurridas en las lenguas y dialectos.

2.17. LA LENGUA COMO SISTEMA


Por los aftas 30, la lineilística románica, como resultado
de las fuerzas centrífugas que a principios de siglo habfan
empe7,ado a desgarrar la disciplina, parecfa destinada a la
desintegración. De una parte, el afán de la estilística por
desentrañar lo que en el fenómeno lingüístico es creación
individual y estética, más que conducir a una belle alliance

m El acento ca.stellano (Madrid, 1935), discurso acadmñco (wna


sobre las caracterfstlcas eufónicas del castellano, que le dan su pe-
culiar «acento•): «El grupo fónico como unidad melódica•, RFH,
1.3-19 (1939), artfculo que estaba en pruebas (con el título «Unldaél
mel6dica•) en la RFB cuando se Interrumpió (1937) la revista (estudia
la extensión y lfmltes de los aruPOS fónk:os como unidades meló-
dicas).

l -
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La lenpa corno sistema 109
entre gramática y literatura, babfa producido una belle WC-
toire de la literatura sobre la gramática: propesivamente,
lo lingüfstico-estilistico iba Q\•edautio mú y m4s subordina-
do al ao,Jisis literario 211• De otra parte, la lexicalización de
la lingüística, manifestada en el apotepna ccbaque mot a son
bistoire», unida al creciente interés por la cultura material
(•Sachen und Worter• más que cW6rter und Sachen»), colo-
caban a la lingüística geográfica en una posición ancilar res-
pecto a la etnografla. Sin embargo, la ciencia, siguiendo su
tradicional movimiento pendular, iniciaba ya entonces una
nueva etapa estructuralista, y la escuela fonológica de Praga
exigía perentoriamente la entroniución de un sistema nuevo
de prioridades en la investigación lingüfstica.
La escuela del «Centro de Estudios Históricos», que ba-
bia seguido con extraordinario interés el desarrollo de las
concepciones anti-positivistas de los lingüistas geógrafos y
del esteticismo lingiifstico, no se babfa dejado absorber por ·
ninguna de esas tendencias, pues el principal legado teórico
de la obra de Menéndez Pidal consistía, precisamente, en
mostrar que el lenguaje, siendo «creación• de los individuos
que lo hablan, es creación «colectiva•, y que por tanto se
halla siempre en variación continua y en permanencia esen-
cial: no es, pues, de extraftar que la Fonología de Praga
fuera recibida sin hostilidad y con intei-65 tanto en Buenos
Aires como en Madrid. Si los Studes phonologi.ques dédi,u
a la mémoire de N. S. Trubetz.koy [= TCLP, 8] (Prague, 1939)
incluían ya unas breves páginas (219-222) de G. L. Trager
con una primer descripción fonológica del espafiol, allí mis-
mo (pp. 184-186)podía leerse una nota de T. Navarro (escrita
desde Barcelona en plena guerra civil: agosto de 1938) tra-
• Sea6n nota y aprueba L Spitzer, «Zur Methodlk des vorste-
hmden Aufsatzes•, Roman&clN Sta- und Litaaturstudiffl, 1.43-7(Mar-
burs, 1931).

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110 La lingaútica de entre guaras
tando del «Dédoublement de phonfflles dans le dialecte an-
dalou•, y cinco aftos antes de la publicación póstuma de los
Gnmddlge du Plumologic de Trubetzkoy (Prague, 1939), ya
D. Alonso, en el Curso de Verano de la Universidad de San-
tander (1934), ofrecfa a las nuevas generaciones de estudtao-
tes un muy completo esbozo del desarrollo de la lingüfstica
post-saussureana, no sólo de la escuela de Ginebra (Bally)
sino tambi,n de la escuela de Praga (Trubetzkoy).

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3. REANUDACION DE LA ACTIVIDAD TRAS
LA GUERRA

3.1. LA DÚSPORA

En Bspafta, la guerra civil (1936-1939)marca una impor-


tante linea divisoria entre dos~ culturales, que natu-
ralmente se reflejan en el cultivo de la lingWstica. La diés-
pora intelectual que acompaAó a la derrota del liberalismo,
as1 como las concepciones culturales del nuevo régimen 211,
tuvieron como consecuencia la disolución de la escuela de
Madrid, surgida en tomo a Menéndez Pidal y a la RFE. Con
la supresión del «Centro de Estudios Históricos», los filó-
logos ligados a la RFE que permanecieron en Bspafta aban-
donaron, en general, la actividad corporativa y se replegaron
hacia la investigación privada. Los que emigraron se dis-
persaron por ambientes varios. Los grandes proyectos, más
o menos colectivos, concebidos en el «Centro• quedaron en

211 Una muestra muy representativa de la reacción de los intelec-


...,.Jes anti-liberales que constituyeron el «CSIC• es el panfleto de J.
de Entrambasquas Pirdida de la Universidad Española (Bilbao, 1931).
La reacción en Catalufta puede ser ilustrada con las Mmtoriu de A.
Griera (Abadfa de San Cugat de Vallá, 1963): a pesar de haber sido
publicadas mucho tiempo despu«!ade la perra civil, mantienen eJ
tono militante de la postperra.

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112 La lingillstica en la postguerra
abandono. Habrfa que esperar una o dos décadas para que
algunas de las empresas que se haJlaban en marcha el año
36 volvieran a ponerse en movimiento. Otra vfctirna de la
guerra fue el· clnstitut d'Estudis Catalaus»: algunos de sus
miembros se exiliaron; otros se apartaron de la vida cor-
porativa. En Catalufta, el triunfo de los «nacionales• tuvo
consecuencias aún más graves que la disrupción de las in-
vestigaciones y trabajos en marcha, pues supuso un brusco
cambio de status para la lengua catalana,, El cataJAn vino a
quedar reducido al nivel de lengua coloquial y semiprivada,
desprovista de órganos de expresión, de centros de enseftau-
m y de instituciones culturales conexionadas con la lengua.
Aunque la situación se fue haciendo menos extremosa con
el paso del tiempo, la filologfa catalana tuvo que operar des-
de entonces en un medio cultural donde el catalsin brillaba
por su ausencia 212•
La desintegración del grupo de filólogos del «Centro de
Estudios Históricos» convirtió automáticamente al clnsti•
tuto de Filología• de Buenos Aires, dirigido por Amado
Alonso, en el foco más luminoso de la hispanologfa. La RFH,
fundada en 1939 por A. Alonso, reemplazó a la RFE como
órgano guía de la escuela filológica espaftola 28 • En sus ¡.-
ginas escribirían T. Navarro, A. Alonso, J. Coromines y algu-
nos exiliados europeos de otras nacionalidades, junto al ex•

212 Para comprender las importantes comecuenclas de esta situa-


ción basta recordar lo que cuenta A. Baclia (l.Joaaua
i cultura ali
Paisos Catalans, 108 [Barcelona, 1966]) respecto a la actitud de los
estudiantes de la Universidad de Barcelona: «De 1947 a 19SO,en sentir
que hom els proposava un treball de seminari. per al qual bavien de
llegir quelcom en catall, no era rar que els estudiants universitaria
(de la secció de filol<>lia romlantca, o sip1 els que s•especiallaaven
en llengua) contesteuin que no sabien l1eaircatall (i us ho deieD
en catall! )•.
2&1 Se internunpió en 1946. Fue continuada (desde 1947) por la
NRFH (pero fuera ya de Buenos Aires).

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113
celente plantel de colaboradores y discfpulos de A. Alonso,
de extracción americana.
En el exilio, A. Castro reorientó sus actividades, trans-
formando su saber filológico en plataforma de lanzamiento
para una nueva modalidad de ensayo histórico-filosófico, en
que se combinan genialmente intuiciones de alcance extraor-
ctioario con flagrantes arbitrariedades. En esta nueva etapa
invest,pdora de Castro, la lingüística ocupa un lupr MC1m-
c1ario•. No obstante, en las páginas de sus libros sobre el
personaje Uarnatlo Espala, Castro se refiere, con alguna fre.
cuencia, a hechos de lenguaje, considerándolos como testim~
Dios muy significativos de la concepción que los espafioles
tienen en su «morada vital». Los ejemplos (no datos) aduci-
dos por Castro de calcos lingüísticos o, mejor, calcos menta-
les de expresiones sernfticas (reveladoras de una cierta con-
cepción vital) 215, tuvieron la fortuna de levantar agitadas
controversias entre los lingllistas •, del mismo modo que

• Ya en ü, peculiarlda4 lin,afstica rloplatauc y su untülo laü-


t6rlca (Buenos Aires, 1941) Castro trató de lntearar sus obsemldones
Jlns(ifsticas en visiones generales del modo de existir de un pueblo.
Para Castro, la vida de Buenos Aires se caracterizó, desde sus orf.
mes. por el desorden legal y por la constánte llepda de gentes ad-
wnec:lizas, y ese papel de campamento que tuvo la ciudad explica que
el espaiiol hablado en el Plata, abunde en «rasgos de desorden y hasta
de desquiciamiento•, fruto del predominio de la vulpridad cultunl
del hombre masa. Con este libro, Castro abandonó el campo de la
denda cfrla», con el propósito de mejor proveer de una pe.aapecdft
histórica a los hechos observados.
as V61se adelante, n. 458.
• La polánica inicial surgió con los comentarios de L. Spltzer,
NRFH, 3.141-9 (1949). Spitzer conclufa con unas duras palabras: «El
hombre espaftol entero es tan universal como peculiar . .. El libro
monumental de Castro, brillante acto de fe en los valores hispánicos
particulares, visión monumental de lo espaftol por un p-an ensayista
eapaftol, paso decisivo él mismo en la ldeologfa hispénica, debe ser
aometido a la llamada 'critica frfa' de la ciencia, que puede tamblm
brotar de una ardiente palón: la 'pulón por la wrdad'•· Repllc6
UNCOflncA ~a.-1

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114 La lingillstica en la postgua,a
sus interpretaciones históricas suscitaron apasionadasreac-
ciones entre toda clase de historiadores.
T. Navarro no se desvió de la ruta iniciada. Como natu-
ral complemento de sus estudios de fonética, elaboró en &M-
rica un Manual ds mtonaci6n española (New York, 1944) J
más tarde una M,tncaespañola (Syracuse, 1956). Al mismo
tiempo, superando la posición estrictamente foneticista en
que se había formado, pero sin necesidad de abjuraciones
espectaculares, Navarro continuó asimilando los adelantos
de las ciencias fónicas: ya en 1939 había publicado en los
TCLP una nota pionera sobre las consecuencias fonológicas de
la pérdida de la -s final por el andaluz: [-os e--., -oh] /o/ /o/ =
[-o]> [--:J]/:J/: /o/ [-o] 161• Después, en 1942, sus •Rassm
esenciales de las vocales espaiiolas• 211 no tenfan ya por ol>
jeto anaUmr unas sutiles diferencias fon~ticas, impercepti-
bles para los ofdos del no especialista, sino que comentaban
la simplicidad y eufonía del sistema vodilico del español J
lo ponfan en relación con el similar sistema vocálico vasco.
Finalmente, en 1946 publicó el libro Estudios de fonologla
española (Syracuse, N. Y.), en que reunió varios trabajos,
destinados a un público amplio (más que a los especi•Ji•
tas)•, sobre la fonologfa de la lengua y sobre la fonologfa
en las obras de creación.

Castro (NRFH, 3.149-58)y otroe terciaron. R. Lapesa tomó posld6n


del lado de su maestro, NRFH, 3.294-3C1'1 (1949), y en III Historill á ,.
lengua española, 2.ª ed. (Madrid, 1950). Sobre la polcmtica véase J. ll
Andrews y J. H. Silvennan, cOn destructive criticism ... •, MLFonan,
42.3-24 (19S7). Posteriormente volvió a tratar el fondo de la cuestión
B. Coseriu, «¿Arabismos o romanismos?•, NRFH, 15.4-22 (1961).
-., TCLP, 8.184-6 (1939). Véase atras, 2.17.
211 PhQ, 21.8-16(1942).
• Algunos de ellos habfan siclo ya publlcados en Pl,Q. 21.1-16
(1942); RFH, 1.3-19 (1939); Manual de entonaci6n u~ 54-9 (New
York, 1944): El acento castellano. Discurso (Madrid, 1935), y RRiM.
10-1-8(1944). B1 libro se dirlaea los estudiosos de las b11mao!dadel,

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La dibpora. 115
También continuó Navarro en el .Nuevo Mundo sus tra-
bajos de geografía y cartografía lingüísticas. Aparte de pre-
parar un Cuestionario lingüf.stico hispanoamericano (Buenos
Aires, 1943; 2.• ed., 194S), de extraordinaria difusión, Nava-
rro publicó en 1948 una monografía sobre El español en
Puerto Rico 291 acompaftada de un pequdio atlas. Con esta
publicación, la cartografía linglüstica se transplanta por pri-
mera vez a las tierras hispánicas de América.
Mayores consecuencias P&J'.8la lingü1stica espaftola, que
esta renovada actividad de los maestros del «Centro» recién
llegados a América, tuvo sin duda el dinarnb;mo que en
aquellos años críticos desplegó A. Alonso desde su sólida
base de Buenos Aires. Mediante las publicaciones del «Ins-
tituto de Filologfa», a través de colecciones de libros desti-
nados a un público más amplio, y con su propia labor de in-
vestigación, A. Alonsoconsiguió fertilizar el terreno, en His-
panoamérica y en España, para una renovación de las ideas
y los métodos lingiifsticos, sin necesidad de destruir o negar
la antigua tradición gramatical americ.ana, ni la herencia
metodológica de la escuela de Madrid. Son enteramente apli-
cables a la España de los aftos SO las palabras que, referidas
a Hispanoarnúica, escribió E. Coseriu en 1953291: «Hay que
reconocer que, si hoy existe un material aperceptivo espe-
cffico en el ambiente de todos aquellos que, entre nosotros,

en seneraI(no a los fonetistas y fonóloaos). Navarro presentaba en


a al público blspan~hablante la noción de fonema (frente a la de
sonido); examinaba las frecuencias de los fonemas espaftoles (con-
frontando sus datos con los de G. K. Zipf y F. M. Rogers en ANPh,
15.101-47 [1939]); la de los tipos silábicos y la de las asonancias; estu-
diaba la utilización o no utilización de la cantidad, la intensidad y la
entonación con valor fonológico, etc. ·
• El upallol en Puerto RJco. Contrlbuci6n a la gtUJ,rafla lin-
,a&tica hispanoamericana(Rfo Piedras, 1948).
m RFHC, 10.38-9(1953). .

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116 La UngULsticaen la postguura
se interesan por los problemas idiomáticos y lingllfstlcos.
esto lo debemos a Amado Alonso. Si nosotros podemos boJ
hablar con gran probabilidad de ser comprendidos- de 1

Humboldt o de Saussure, de Bally, de Vossler o Spitzer, de


estilistica o de substrato, de .icle.aJismo y positivismo en la
1

lingüística, de posiciones psicologistas o logicistas en la gra-


mática; si podemos tratar de plantear con exactitud los pro-
blemas reales del espafiol en América, lo debemos en gran
parte a Arnado Alonso, aunque no lo advirtamos y aunque
no le hayamos nunca conocido, ofdo o leído. De la fonética
a la estilistica, de la gramática descriptiva a la teorfa grama- ,
dcal, de la dialectologfa a la historia de la lengua, no hay,
prácticamente, mna de la lingWstica en la que Amado Alon-
so no haya dicho una palabra esencial, no haya indicado un
nimbo o precisado un m6todo•.
A. Alonso prosigul6 sus trabajos comparadvos respecto
al espaftol dialectal americano, y con su labor sistem6tica
dotó de unos conocimientos sólidos a la naciente dialectole>
gfa hispanoamericana, al mismo tiempo que renovaba la dia-
lectologfa espafiola a la luz del dato americano. El «Examen
de la teorfa indigenista de Rodolfo Lenz• (1939) de A. Alon-
so 292, y las Notas de morfologfa dialectal de su disdpulo A.
Rosenblat •, incluidas en «BDHA•, 11 (Buenos Aires, 1946) •,
constituyen dos ejemplos óptimos de los frutos conseguidos
con esa metodologfa.

292 RPH, 1.313-50(1939).


• Rosenblat, que estudid con A. AlonsoenBuenos Aires y 1ueao
continuó form4ndose en Parfs y Berlfn, bailó mú tarde acoaidaen el
•Centro de Estudios Históricos• de Madrid y de a1lf rc-e111JSM a la
Argentina.
2M Publicadu a modo de apéndice al libro de A. M. Espinola
B$tudio$ sobre el upallol tú Nu.vo M,111:o,103-316(Buenos Aires,
1946).

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La tlü&pora 117
Por otra parte, A. Alonso, asumiendo decididamente el
papel de maestro de las nuevas generaciones hispano-ame-
ricaoas y espa6olas 215, se dedicó de lleno a la discusión cri-
tica de las ideas generales y métodos que en las últimas dé-
cadas agitaban el campo de la lingWstica. Con extraordina-
ria agilidad, A. Alonso publicó por entonces ensayos de teorla
lingüfstica sobre temas en extremo dispares 296:«Por qué el
lenguaje en sf mismo no puede ser impresionista•, 1940•;
cSubstratum y superstratum», 1941291; «Carta a Alfonso Re-
yes sobre la Estillstica•, 1941, y «The stylistic interpretation
of literary texts• (1942)29; «La identidad del fonema•
(1944), y cUna ley fonológica del espa6ol» (1945)•, etc. No
menos fundamental que estos ensayos fueron las traduccio-
nes de la colección «Filosoffa y teorla del lenguaje•, dirigida
por A. Alonso: El lenguaje y la vida de Ch. Bally (Buenos
Aires, 1941), la Filosofia del lenguaje de K. Vossler (Buenos

m La lmperloaa necesidad de poner al cUa la eneeftenu sramati-


cal fue también sentida porA. Alomo, quien redactó (en colabondóu
con P. Hemiquez Ure6a) una Gramdtica castellana (2 vols., Buenos
Aires, 1938-39; varias veces reeditada). S. Penwldez Ramfrez, en el
•Pniloao- de su Gramdtica upailola (Madrid, 1951) reconoce que «La
labor de renovar los estudios linaWsticosy sramaticales en Espala ..•
se debe casi enteramente a Amado Alonso y a sus disdpulos y colabo-
radores• y alude en especial a estos cunos de Gramdtica ca.stdlana
•fundados en ideas nuevas y concebidos con pneroso propósito de
desterrar la rutina en las e»seftanzas de la lengua•.
2'6 Fueron posteriormente agrupados en libros: Los de estilistica
en Materia y forma en Poufa (Madrid, 1965), 78-86 y r7-la7 (versión
apaftola); los restantes en Estudios LingQúticos. Tonas &pdlola
(Ned~d. 1954), 331-46,315-30,308-14y 288-307(en el orden que se nom-
bran en las notas 299 y 'J!TI,298 y 300).
2'I RFH, 2.379-86(1940).
2'1 RFH, 3.D-18 (1941).
• En el diario La Naci6n (Buenos Aira), 9 febrero 1941, y en
IILN, 57.489-96(1942).
• RFH, 6.280-3 (1944), · y HR, 13.91-101(1945), can una adlci6n en
HR. 15.306-7(IM7).

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118 La lingilistica en la postguerra.
Aires, 1943), el Curso de lingUlstica general de P. de Saussure
(Buenos Aires, 194S). La importancia de estas traduccl~
resultó aa:ecentada por los estudios introductorios y notas
con que A. Alonso los acompañó. La introducción al libro de
Saussure ha sido considerada, con ruón, como uno de los
trabajos criticos de mayor importancia escritos en torno
al famoso Cours. Lástima grande que con la disolución del
«Instituto de Lingilfstica» en 1946 quedasen sin publicar
otras obras de esta serie •. En sus comentarios al margen de
estos «clásicos» de la lingüística de comienzos del siglo xx
y en sus ensayos, A. Alonso puso en evidencia su habilidad
para formular una teoría general del lenguaje como fenó-
meno humano general basada en el examen critico de los
problemas de la lingüística general y en la observación em-
pfrica. A. Alonso se mantuvo en la linea tra7.ada por sus
maestros españoles al considerar al lenguaje como un ob-
jeto cultural, como un mecanismo históricamente determi-
nado, pero continuamente reformado mediante la libre acti-
vidad creadora, y también al rechamr todo doctrinarismo.
Pero, a la vez, . se destacó entre todos los miembros de la
escuela de Menéndez Pidal por su ilimitado interés respecto
a las doctrinas y métodos lingüísticos nuevos y por la aten-
ción que continuamente prestó a los grandes problemas teó-
ricos y metodológicos de la lingüística, como parte de una
búsqueda de conceptos básicos en que cimentar la interpre-
tación de los hechos particulares. Su «idealismo• (más in-
fluido por Vossler que el de Menéndez Pidal) no le impidió
aceptar el carácter estructural del lenguaje. En esta actitud
básica, A. Alonso preludia la posición que E. Coseriu adop-

301 La siguiente traducción (ya anunciada) eran los Grundt.üge der


l'honologk de N. S. Trubetzkoy.

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La di4spora. 119
talá posteriormente en sus estudios sobre teorfa lingiüs-
tica •.
Alli en Argentina encontró tambiái UD hogar temporal la
lingü1stica catalana proscrita de tierras espaiiolas. La Mis-
cdlania. Fabra. RecuU de treballs tú lingüística catalana i
roman:ica túdicats a Pompeu Fabra (Buenos Aires, 1943),
o,pninda por J. Coromines, se sitúa entre las más memo-
rables contribuciones a los estudios catalanes. Algunos de
los trabajos publicados en esta miscelánea han tenido noto-
ria trascendencia. Por ejemplo, el estudio de P. Bosch i
Gimpera «Lingüística i etnologia primitiva a Catalunya» •,
en que se explicaba la división entre catalán occidental y
cataJ4u oriental como UD resultado de la oposición étnica
entre las tribus pre-romanas de Urgell, Ueida, Tortosa y
Valencia (pirenaicas o ibéricas) y las del NE. de Catalwla
(post-capsienses), ha estado en la base de todas las discu-
siones posteriores sobre la dialectología catalana y pre-cata-
lana del Levante espaiiol. El famoso trabajo de A. Alonso
sobre la «Partición de las lenguas rornánil25 de Occidente• •
representó la superación de una cuestión realmente vacía
de signifir-ado científico que hab1a agitado a la lingüística de
los años 20 (la de si el catalán perteneda al galo-románico

m Cfr. E. Coseriu, «CI'La, 4.32, 36-8, 41. Comparando la actividad


de Buenos Aires (entiéndase A. Alonso) con la de Montevideo (en-
tiéndase E. Coseriu), el propio Coseriu aclara una importante dife.
rencia en el modo de producirse: «The activity displayed in both cases
reveals coherent linguistic conceptions. The leading conception In ·
Buenos Aires is implicit in the practice of research and has been
manifested only in part or in connection with particular problems:
in Montevideo, on the contrary, there has been an effort to develop
properly a linguistic theory, i.e. an explicit and critically founded
conception•.
m 102-7.
J04 81-101. [Incluido en Estudios lingülsticos. Temas españoles (Ma-
drid. 1954), 101-27.]

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120 La lingiUstica en la postgwrra
o al íbero-románico), mediante la construcción de un pano-
rama general, bien matizado, de la evolución histórica de
toda la Romania occidental al Sur del Loira. Bl ardculo de
J. Cororníues «Noms. de lloc cataJans d'origen germlnic••
constituye un punto de apoyo interesante para posteriores
estudios de fon~tica histórica reaJindos por el propio autor.
Otra publicación argentina de J. Coromines son «Las Vidas
de Santos rosellonesas del manuscrito 44 de Parfs• (1945)•,
obra fundamental, de donde arranca la moderna investip-
ción sobre la división dialectal y la evolución del cata)6n
!-11la Edad Media, que el manto unitario de la lengua canci-
lleresca de los textos antiguos diffcilmente permite ver.
Durante su etapa argentina, Coromines, en unión de L
Spitzer, dio fmpetu a los AIL de la Universidad de Cuyo,
Mendoza (vols. 1-3, 1941-1943,salfdos en 1942-194S),orientm-
dolos decididamente becla el campo de la etimologfa Jlll. Por
entonces, Coromines iniciaba ya sus trabajos etimológicos
espaftoles, poniendo las primeras bases del futuro DCEC •.
305 108-32.
l06 AIL, 3.126-211(1943-45).
• En la pqina editorial del primer volumen J. Coromfna• amm-
cia ya: «Reservaremos un lupr predominante al estudio del voca-
bulario y de la etimología•.
• En las publicaciones de su etapa argentina, J. Corom!nas al-
terna su interés entre la etimolog(a especffiannente «lndfanorom6nl-
ca-, esto es referente a la Rornania Nova o Ultramarina, y la general
espaftola. AJL, l (1941), incluye varias contribuciones: «Rasgos sem4o-
ticos nacionales•, 119-53 (en que llama la atención acerca de las
voces marineras adaptadas tierra adentro; cfr. las reelaboraciones
del tema por B. E. Vida! de Battini, Fil, 1.105-49[1949], y D. L. Garua.
FU, 4.169-209 [1952-53]); «Nuevas etimologías espaiiolas», 119-53; «Apor-
taciones americanas a cuestiones pendientes•, 54-165; «Problemas por
resolver•, 166-31, y AIL, 2.128-54 (1942-44), «E.spi¡ueo de latín vuJ.aar-.
La monograffa sobre «Los nombres de la lagartija y del lagarto en los
Pirineos», RFH, 5.1-20 (1943) [reed. en Topica Hesperlca], inspirada
por el artículo de W. D. Elcoct «The enigma of tbe lizard In tbe
Aragonese dialect•, MLR, 35.438-93(1940) [cfr. L Spltzer, AIL. 1.112-4

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El «CSIC• y las provincias 121

3.2. LA LING01snCA BSPAI&


LA BN LA BSPW DB LA
POSTGUBRRA. BL cCSIC•

En Espafta, con el colapso del «Centro de Estudios His-


tóricos• en Madrid y del «lnstitut d'Estudis Catalans• en
Barcelona se inicia una nueva etapa de la investigación lin-
güística, caracteri7.ada por la ausencia de actividades coor-
dinadas y por la descentralización y dispersión de los traba-
jos. Aunque el «Consejo Superior de Investigaciones Cien-
tíficas• (CSIC), creado por el nuevo régimen, aspiró a dirigir
toda la actividad investigadora realizada en Espafta y a con-
trolar todas las publicaciones científicas del pafs, la sección
encargada de planificar las investigaciones filológicas y lin-
güfsticas no contó con una cabeza rectora capaz de trazar
un programa. Los grandes esquemas de la preguerra fueron
puestos de lado, sin que en su lugar se concibiesen, durante
muchos años, otras empresas lingWsticas o filológicas de
grandes alientos. Bajo la égida del «Consejo•, la RFE care-
ció de la solidez y el rigor que habfa tenido en sus veinti-
trés primeros afios, cuando estaba en manos del organizado
equipo de redactores del «Centro•. El BDE de Barcelona
(continuador, desde 1941, del BDCat) no pasó de ser una
revista provinciana y discontinua, una obra casi personal
de A. Griera. La RDTP (creada en 1944)• pecó, desde un

(1941)). y los arUculos sobre clndiano-rom"1ica: Estudios de lexico-


lopa hispane>americana• y «Occidentalismos americanos•, RFH, 6.1-35
y 139-75, 20')..54(1944), son de las mejores muestras del arte etimológico
de Corominas [el último debe leerse Juntamente con «Falsos occiden-
tallsmos americanos•, BFUCh, 8.65-70(1954-5S),nwn. en homenaje a R.
Oroz]. Cierran esta época los «Problemas del dicclonario etimolólico•,
RomPh, 1.23-36,19-104(1M7-48).
• Inidalmente (voL 1) se llamó Revista de Tradicionu Popu-
lara.

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122 La. lingillstica en la postguerra
principio, de una falta casi total de criterios selectivos:
junto a trabajos dialectológicos y etnográficos seriamente
concebidos, hallarfan en ella acogida pseudo.investigaciones
reaUmdas por estudiantes a partir de materiales de dudosa
autenticidad 310•
Pese a todo, la dispersión de los equipos del «Centro• y
del «lnstitut» y la penosa situación de las Universidades
de Madrid y Barcelona a ra1z de la guerra no tuvieron como
consecuencia una total paralimción de los estudios filoló-
gicos y lingüísticos; es más, dentro del campo de la filología
española, la enseñann y la investigación lograron sobrevivir
la depauperación intelectual española bastante más digna-
mente que en otras disciplinas humanfsticas. Ello fue posi-
ble gracias a lo muy profundas que eran ya las raíces de la
moderna filología española. Los nuevos investigadores, sur-
gidos después de la guerra, aunque se formaron en un clima
cultural muy cerrado, heredaron de la tradición filológica
nativa unos conocimientos y unas orientaciones básicas su-
ficientes para organinr científicamente su actividad per-
sonal.
La difusión, entre un número creciente de estudiosos,
de los intereses y técnicas de la filología, unida a la desapa-
rición del trabajo corporativo con centro en Madrid y Bar-
celona, hicieron posible la formación de pequeftos focos de
investigación en las capitales de provincia españolas. Esta
descentralización resultaría, con el tiempo, beneficiosa para
alguna de las ramas de la lingüística. Al menos, lo fue sin
duda para la dialectología, en que los intereses regionales y

310 Es extrafto que M. Alvar, al completar con referencia a la


llng(ifstica hisp6nica la última versión del libro de l. lordan Linpis-
tica. Romaniclf (Bucureeti, 1962), enumere estos trabajitos de estu-
diantes no graduados al lado de las grandes obras ele la pografla
lingWstica suiza.

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81 «CSIC» y las provincias 123
la investigación cientffica pueden faicilm,mte conjugarse:
Oviedo. con las publicaciones del Instituto de Estudios As-
turianos (o «IDEA»); Zaragoza, con su Archivo de Filología
=
Aragonesa ( ArchF Ar) y sus congresos de estudios pire-
naicos, y Granada¡,/ con las publicaciones del ALBA ( =
«ALBA-P»)y la «ColecciónFilológica» dirigida por M. Alvar,
constituyen los ejemplos más sobresalientes de la extraor-
dinaria participación de las ciudades universitarias provin-
cianas en el renacimiento de los estudios dialectológicos y
aun filológicos. Mención aparte merece la Universidad de
Salamanca., cuyas publicaciones 311 reflejan los intereses mu-
cho más amplios de un lingüista no romanista, A. Tovar, y
también el órgano de la universidad de Oviedo, Archivum,
enriquecido, inesperadamente, con los estudios estructurales
de E. Alarcos. Esta singular proliferación de los centros
de actividad filológica es, sin duda, un importante aconteci-
miento histórico para el país, aunque para la lingWstica
española, considerada en conjunto, haya podido tener, en
cierto modo, efectos negativos: el aprovincianamiento de
la investigación en un ¡,equedo pafs, con secular inclinación
a la autarqufa, puede llegar a ser sumamente grave.
Los esfuerzos de las Universidades y de los Institutos
dependientes del CSIC en ciudades como Salamanca, Ovie-

JU La colecci6n •Acta SaJrnanticensia. Serie de Yllosoffa y Letras•


incluye monografías llngilisticas de K. Bouda, R. Lafon, J. Hubschmid,
J. Caro Baroja, F. Rodríguez Adrados, etc., junto a trabajos de R. La-
pesa, M. Alvar, L. Cortés Vúquez, etc. Por otra parte, la Universidad
de Salamanca (a través de su Colegio Trilingüe) publica unas «Theses
et Studia Philologica Salmanticensia» en que figuran trabajos de P.
Rodríguez Adrados, M. Sánche-z Ruipérez, A. Tovar, etc., y unas •Te-
sis y Estudios Salmantinos• en que hallaron acogida monografías
dialectales de M. Alvar, A. Llorente, etc. También se interesa por la
lingüística la revista Zephynu. De Salamanca proceden, además, toda
una serle de manuales elementales sobre lenguas más o menos •exó-
ticas•.

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124
do, Granada., Zaragoza, etc., no suponen, sin embargo, una
gran descentTBUnción en el campo de las publicaciones
filológicas. Editorialmente, el CSIC de Madrid (totalmente
desconectado de la Universidad de Madrid), con J1lrnas en
Barcelona y otras capitales provindales, seré siempre el
Wlico organismo que dispone de una estructura pei ananente
y unos medios económicos que hagan posible la reaJizaclón
de una labor a escala nacional e internacional. Por esta
razón, cabe considerar a R. de Balbfn como la figura m'5 no-
table en la lingüfstica espaftola desde la guerra civil, pues
él ha llevado el peso de toda la actividad coorcliuadora de
las publicaciones del CSIC. Por otra parte, R. de Balbfn,
junto con M. Alvar, son sin duda las penonalidades que
han influido más en, la orientación de la investigación lin-
güfstica en un plano nacional, oficlal. En esta posición di-
rectiva, Balbfn y Alvar vienen a ocupar, en la España de
las· últimas dadas, el papel que habfa tenido Menáldez Pi-
dal en la Monarquía y la República.
Al margen de los organismos creados por el Estado, me-
rece mención destacada la actividad desarrollada en los 111-
timos decenios por la Editorial Gredos. Su «Biblioteca Ro-
mánica Hispánica•, dirigida por D. Alonso, ha dado acogida
a un creciente número de obras de interés lingüístico. Las
monografias origina)'!S, las traducciones de los «clésicos• de
la lingWstica moderna, los manuales y diccionarios de Gre-
dos han contribuido poderosamente a crear en Espafta, en
otros países de lengua espaftola e incluso en Portugal y
Brasil un amplio público interesado en los problemas de la
lingiüstica.
Tras un largo período de total abandono de los trabajos
lingWsticos que exigieran un esfuerzo corporativo, hacia me-
diados de los afios SO empezaron a surgir algunos proyectos
de obras colectivas. En 1954 fue concebida en el CSIC una

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Historia. de la lengua 125
Enciclopedia. Lingllfstica HUpdnica (= ELH), patrocinada
por R. de Balbfn y dirigida por M. Alvar, A. Badfa y L F.
Undley Cintra, como representantes de las tres lenguas
peninsulares (castellana, catalana y portuguesa). Es lástima
que el ritmo ele publicación de esta obra tan '1til haya siclo
desesperantemente lento: I (1960), 11 (1967) m.
Otra importante labor de equipo que últirnam~nte va
tomando cuerpo es el que podrfamos llarnar *Nuevo atlas
lingüistico-etnogrdfico de Esptdla por regionu, concebido y
dirigido por M. Alvar m. A. Uorente, G. Salvador, P. Guzm4u,
T. Buessa, A. Ouilis, etc., asociados por Alvar a sus trabajos,
han dedo muestras del despertar de una conciencia discipu-
lar, que puede rendir frutos óptimos si el grupo mantiene
su cobesión.

3.3. HISTORIA DB LA LBNGUA


B BISTORIA CULTURAL

Apartado del «Centro», sin colaboradores ni discfpulos, Me-


n6ndez Pidal continuó su actividad personal, concentrándose
en la rerlacción de la *Historia de la Lfflgua Española (pri•
mero en el exilio, luego en su casa de Chamartfn, Madrid).
Entre 1939 y 1942 dio forma definitiva a buena parte de lo
que babfa de ser la obra: desde la Introducción y los capf-
tulos referentes a las lenguas pre-romanas y al latín de
Hispania, hasta el capítulo XII, tocante a la 6poca barroca.
Inconcebiblemente, Menéndez Pidal dejó después pasar los
afios sin concluir su gran obra. Aunque en 1949 inició nue-
vamente la revisión de lo ya escrito, la *Historia de la Lffl-

m Se han repartido ,a aJ.aunas separatas de ardculoa pertene-


cientes al ~umen 111.
su Sobre el estado de este proyecto váse adeJ•nte, 3.12.

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126 La lingUfstica en la postguerra
gua quedaría sin rematar. Actualmente va a ser publicada
por el «Seminario Menéndez Pidal• en la forma en que se
bailaba por los a6os 40 JM.
El estado latente en que ha permanecido toda esta labor
de Menéndez Pidal sólo se rompió, de cuando en cuando,
con la publicación de alguna que otra muestra o adelanto
de lo ya escrito, o con ciertos estudios monográficos surgi-
dos al margen de la tarea principal. Estos trabajos, ema-
nados de la inátita *HUtoria tú la Lengua Espaiiol.t4 son de
canicter muy vario: los mú numerosos y también los más
alejados de la tarea fundamental tratan de desentrañar el
misterio lingWstico encerrado en las reliquias topoofmicas
dejadas por las lenguas que se hablaron en la Península an-
tes de la romaoimclón JIS. Otros se refieren al particular cul-
tivo de la lengua por escritores máximamente representa-
tivos del estilo imperante en una época, o a los gustos
lingüísticos que moldean el habla común en un periodo
dado 316• Pero los de interés más general son algunos ensayos

Sl4 A fines de 1938y primera mitad de 1939 bbo una primen i-.
dacción de los capftulos referentes al espaflol c1úico y una va si6ll
extensa de los capf tulos relativos a las lenguas prelatinas, al latín ele
Hispania y al espaftol primitivo. En el otofto de 1939 redactó la In-
troducción (explicativa de sus concepciones lingilfsticas). Vuelto a
Bspafta, hizo una versión breve de las secciones dedicadas a los ad-
genes de las lenguas romances hispánicas y al español medieval (in-
vierno y primavera de 1939-40)y a continuación rehizo (verano 1940-
verano 1941) los capftulos del espaftol clásico, continuándolos (19421)
hasta el fin de la ~ barroca. Bn febrero de 1947 y de 1949 rees-
cribió lo referente al castellano primitivo y reorpnim el conjunto
de lo ya escrito.
JIS Nos referiremos a ellos en 3.5 (wanse nn. 342-346).
Jl6 «La lengua en tiempo de los Reyes Católicos. Del Retorldsmo
al Humanismo•, Cuadernos Hispanoamericanos, 13.19-24 (1950): •El
estilo de Santa Teresa•, Escorial, 5.13-30 (1941); «Oscuridad, dificultad
entre culteranos y conceptistas•, RF, 54.211-8(1942); «Gran lnnovad6n
en el habla comwi del dalo XVII: IOI diff:ISOS IUltol -·

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Historia de la lengua 127
y estudios en que Menéndez Pidal aclara o desarrolla algu-
nos aspectos esenciales de su concepción del lenguaje como
«enérgeia• y como tradición: «Carácter originario de Cas-
tilla» (1944)B 7• el.a unidad del idioma» (1944) 311, cModo de
obrar el substrato lingwstico• (19SO)llf. «Sevilla frente a Ma-
drid. Al¡unas precisiones sobre el espafiol de América•
(1962) 321•
Aunque asociados para n,alffllr en común empresas de
gnm aliento, los filólogos del «Centro de Estudios Históricos•
nunca formaron un grupo compacto de investigadores dis-
puestos a trabajar en una misma cantera: por el contrario,

IIHmda. l.ll-31 (1959) [los tres 6Jttrnos reeditados en &palla y 6ll


Historia, 2.160-76,503-39,540-7 (Madrid, 1957)).
317 En el discurso «Carácter originario de Castma., Revista de
Bstudios Pollticos, 7.383-408(1944) [incorporado a Castilla. la tradici6n,
d idiomll (Buenos Aires, 1945), varias veces reimpreso, y a España y
su Historia, 1.356-74 (Madrid, 1957)], establece una relación entre los
rasgos disidentes y progresivos del castellano (en oposición a los
otros dialectos románicos peninsulares) y la personalidad de la Cas-
tilla primitiva, tal como se manifiesta en su orpnimdón social y Jud-
dica y en su literatura.
Jtl En La unidad del idioma. Discurso (Madrid, 1944) [incorporado
a Castilla, la tradici6n, el idioma (Buenos Aires, 194S)y reimpresiones,
y a Mis páginas preferidas. Estudios lingüfsticos e hist6ricos, 46-83
(Madrid, 1957)1, subraya el papel que corresponde al individuo y a la
COJDunidad en la formación y mantenimiento de un producto tradi-
cional como es la lengua: el individuo es el agente y el propagador de
nuevos usos lingüfsticos, pero a la vez, con su consciente adhesión
a anas normas lingüísticas que representan su ideal de lengua, garan-
tiza el mantenimiento de la tradición idiomática; la comunidad, ade-
m6s de definir la norma (a partir de la cual el individuo crea su .
lengua peculiar), refrena y canaliza las alteraciones introducidas en
ella por las iniciativas de unos hablantes y otros. Complementario de
este trabajo es el titulado «Nuevo valor de la palabra hablada y la
unidad del idioma•, 11 Congr. Academias de la Lengua Española, 487-
95 (Madrid, 1956) [reed. en Bspafta 1 su Historia, 2.689-99 (Madrid,
1957)).
m RFE, 34.1-8 (1950).
m Múcel4n«l Martinct, 3.99-166(1962).

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128 La lingiUstica m la postg,,,ara
sus personalidades y sus intereses contrastaban proftmd•
mente. Ello facilitó la dispersión de actividades. Por tanto,
puede considerarse como excepcional el que un discfpulo
de A. Castro y uno de los mú destacados representantes de
la mú joven generación de colaboradores del «Centroa se
mostrase inclinado a laborar el mismo campo que Menéndez
Pidal. R. Lapesa, cuarenta aftos mú joven que el viejo maes-
tro, trabajó antes de la guerra civil con Menéndez Pidal en el
*Glosariom de voces romances atestiguadas en los docu-
mentos y textos de los siglos IX a XII (que debfa comple-
mentar los Orlgmu del español}, en una *Crutomatfa m del
espaflol, que recogía sus manifestaciones mú representativas
desde el punto de vista lingWstico (tanto iliterarias como li-
terarias), y en la ordenación de los capítulos medievales de
la proyectada *Historia de la Lengua de MeMndez PidaL
Por entonces Lapesa se habfa ya dado a conocer entre los
romanistas como un pulcro y sólido etimologista m. Pero
ahora, durante los crfticos primeros aftos 40, vino a reve-
larse como un elegante y preciso diwlgador de conocimien-
tos lingWsticos, con su concisa, coherente y bien propor-
cionada Historia de la lengua española (Madrid, 1942), con-
cebida no sólo como vademécum para el estudiante univer-
sitario, sino tambim como amena lectura para el público

J2l El Glosario va a ser publicado en las series de la «atedra-Se-


mhwio Menéndez Pidal• por R. Lapesa y C. Garda (con la colabo-
ración de M. D. Femández y M. T. Martínez Cachafeiro).
m Véase el prólogo de R. Lapesa en Crestomatfa del español ,,.. 1

diewal, por R. Menéndez Pidal con la colaboración del Centro de Es-


tudios Históricos, acabada y revisada por R. Lapesa y M. S. de An-
dn!s, 1 (Madrid, 1965): «Hubo entonces el proyecto de convertir la
Crestomatfa en una historia de la lengua espaftola donde los tatos
fuesen acompafiados por un estudio lingüístico para cada periodo, e
incluso se redactaron los referentes a los siglos IX al XII•.
m RFB, 17.169-73(1930); 18.113-9(1931): 23.402-9.(1936).

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Historia tú la lengua 129
general cultivado. La obra debfa orientación y sugerencias
a algunos libros, que eran ya clásicos, referentes al francés,
y recogía los resultados de la investigación y enseñanzas de
Menéndez Pidal y de sus discípulos ( todos ellos maestros o
arnigos del autor); pero Lapesa, al intentar cubrir el campo
en su totalidad, tuvo que salvar muchos vados, pues la bi-
bliografia lingüística sobre el espaflol estaba y está lejos
de tener la riqueza de la referente al francés o al italiano.
Evidentemente, detrás de aquel modesto manual de divul-
pción se escondfa, a menudo, •una genuina obra de investi-
gación m. Su éxito entre los hispanistas fue grande, y Lapesa
aprovechó toda una serie de ediciones sucesivas para con-
vertirlo en un imprescindible libro de referencia, siempre
actualizado (a costa de reducir su atractivo para el pttblico
generaI)JZS.
Las «Historias de la Lengua» nacieron como reacción e
intento de superación de los esquemas metacrónicos de las
«Gram4ticas Históricas». La lingüística románia del si-
glo xx, que tanto habfa avanudo en el conocimiento de la
complejidad geográfica y social de las lenguas actuales y
que tantos detalles cronológicos y geográficos del pasado de
las lenguas babúa logrado reconstruir, no podía aceptar el

.w El manual de Lapesa habfa sido precedido por una lniCüld6n


al estudio tú la Historia tú la lmgua upallola (Pamplona, 1938; 3.• ed.
reformada, Zaragoza, 1939) de J. Oliver Asín. Esta lniciaci6n com-
,rendfa tres partes: una historia «externa• del idioma espaftol, una
fon6tica y una morfología históricas (resumen de la p-am6tica bistó-
rica de R. Menéndez Pidal).
m Y. Malkiel, que acopó con entusiasmo la primera edición (de
cadcter m'5 escolar y más claramente diriaida al snn público), 14,
22.46--9(1946), adoptó una actitud mucho más crftica respecto a la
sepmda, RomPh, 6.52-63 ( 1952). Aunque el manual, al ser adicionado y
actnaUndo, perdiese en ciertos aspectos su proporcionada arquitec>
tura, no puedo compartir la preferencia de Malkiel por el librito es-
colar primitivo frente al libro de consulta posterior.

LDIGtJfsTICA ~CA. -9

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130 La lingüfstica en la postguerra.
nombre de «historia• para las fórmulas de las gramáticas
diacrónicas. El único agente de la historia es el hombre ( ora
como persona aislada, ora combinándose con otras en una
colectividad), y por tanto la historia de las lenguas, sólo
puede hacerse en constante referencia a la historia cultural
de la comunidad o comunidades que la hablan w. Pero, al
mismo tiempo, los historiadores de la lengua se apoyaban
sobre los sólidos cimientos establecidos por la ciencia posi-
tivista decimonónica. No es pues extrafto que Lapesa, des-
pués de redactar su manual de Historia de la lmgu.a es-
pañola, creyese imprescindible el colmar una laguna dejada
por el Manual de gramdtica histdrlca espallola de R. M&-
néndez Pidal y se propusiese escribir una *Sintaxis hist6rictl
española. De esta obra, no concluida, Lapesa ha dado a eoa
nocer algunos substanciosos adelantos m. En conexión con
la Historia de la lengua, Lapesa se ha interesado también

326 Cfr. la defensa de estas ideas por R. Lapesa, «Historia lln-


gilfstica e historia general•, Congreso Luso-Español para el Progreso
de las Ciencias, 173-9 (Madrid, 1958).
m «Del demostrativo al artículo•, NRPH, 15.23-44(1961): «Sobre
las construcciones rcon sola su figura,, r-eastllla la aentiP y sfmlJe.
res•, lberida, 6.83-95 (1961): «Los casos latinos: restos sintácticos y
sustitutos en espaftol•, BAE, 44.57-105(1964); «La lengua de la poesfa
6pica en los Cantares de Gesta y en el Romancero viejo•, Anuario de
Letras, 6.5-24 (1964); «Sobre las construcciones r-e1 diablo del toro,,
ieJ bueno de Minaya,, r-¡ay de mf!,, r-¡pobre de Juan!,, r-par malos
de pecados,., Filologla, 8.169-184(1962) [1964]: «El artfculo como ante.
cedente de relativo en espafiol•, Homenaje. lnst. Est. Hisl'dnicos
Utrecht, 281-2'11(La Haya, 1966); «Sobre los orígenes y evolución del
leísmo, laísmo y loísmo•, Festschrift Wartburg2, 1.523-51 (Tübingen,
1968), y el notable intento de actualizar (apoyándose en A. Alonso, v&se
atrás nn. '1l,7-9) la noción de «forma interior del lenguaje• para explicar
la tendencia (nunca plenamente realimda) en las lenguas a ordenar las
expresiones según unos modos colectivos de pensamiento creados por
la tradición lingüística de cada comunidad, ea «Evolud6n sintáctica y
forma lingWstica interior en espaftol», XI CILR, 131-50(Madrid, 1961).

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Historia de la lengua 131
por la renovación del lenguaje en los áltimos siglos, sobre
todo en aspectos léxicos 121•
Los historiadores de la lengua no aceptan el principio,
dominante entre los positivistas, de que la literatura sólo
interesa al estudio de la lengua en su calidad de documento
de usos lingüfsticos. Un idioma no es sólo el lenguaje de la
intimidad diaria y pasajera, sino también el lenguaje de los
artffices del hablar. En principio, nada más natural que esta
visión conjunta de un. idioma en todas sus manifestaciones:
pero en la práctica, la integración de la historia lingüística
y de la historia literaria ofrece grandes dificultades 329, segán
reconocen los propios historiadores de la lengua. Los gran-
des artistas producen, sin duda, sus obras dentro de corrien-
tes colectivas de gusto: la literatura es un hecho social, como
la lengua; pero los hallazgos expresivos de los escritores,
sus creaciones más personales rara vez dejan huella en la
lengua colectiva. El idealismo, al llamar la atención acerca
de la «creación• ( del escritor o del ágrafo) olvida que el
hablante, en cada acto de hablar, no crea el lenguaje, sino
tan sólo una expresión nueva. la comunidad lingüfstica no
es sólo una comunidad social, es una comunidad tradicional,
y cla 'tradición' ofrece a la memoria del individuo un sistema
complejo de formas generadoras del lenguaje: un número
fijo de sonidos, un sinnúmero de palabras, un cuadro de
desinencias, sufijos y prefijos, un amplio sistema de giros,
frases y combinaciones• (Menéndez Pidal) y estos troqueles

J2I «La lengua desde hace cuarenta afios•, Revista de Occi4fflte,


2.• época, 3 (cuad. 8-9), 196-208(1963); «Ideas y palabras: Del vocabulario
de la Ilustración al de los primeros liberales», Asclepio, 18-9, 189-218
(1966-67): «Notas lexicológicas•, Littaa hispana et lusitantu, ed. H.
Plasche, 189-93(München, 1968).
D Cfr. la critica de Y. MalJdel a las historias de la lenauaen
Ju pdgs. 388-90de •A Tentative Typology ef Romance Historical Gram-
man•, Lin.,u,, 9.321-416 (1960).

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132 La lingülstica en la postguara
Jinaüfsticos, que la tradición ha formado, suelen ser respe-
tados por el artista al acuftar su obra. La lengua no cambia
por obra de las creaciones de los artistas, sino que se modi-
fica, muy lentamente, medlaote la colaboración aoónbna de
innumerables usuarios del idioma. Las «Historias de la len-
gua» tienen asf un carécter jMico~ por un lado atienden a
la historia de los cambios de gusto artístico (fácilmente do-
cumentables ), por otro a la historia de transformaciones del
sistema tradicional (siempre de más dificil documentación).
Y esta historia bifronte ni siquiera puede reducirse a una
misma periodimclón, pues los estilos literarios cambian en
rápida sucesión, mientras que la sustitución de unas normas
linglifsticas por otras es muy lenta •.

3.4. LINGOfsTICA Y LITBllATU-


RA. . ESTUDIOS BSTILfsnCOS

Por los a6os 40 la «estilistica• es ya una disciplina consa-


grada y sus cultivadores sienten la necesidad de caracterizar
y deslindar la imagen que cada uno se ha formado de ella.
Las referencias a Ch. Bally y a E. Winkler, de una parte, y
de otra a K. Vossler y B. Croce, no son suficientes para acla-
rar los métodos que los nuevos filólogos aplican en sus es-
tudios particulares.
En uoa «Carta a Alfonso Reyes sobre la estilistica• (1941)
y en «The stylistic interpretation of llterary texts• (1942)•,
A. Alonso se detiene a explicar, minuciosamente, la teorla
que hay detrás de los métodos estillsticos, tal cual él los

110 R. Men6ndez Pidal, «Creación y tradid6n en el IequaJe. y


«Varias dares de tradld6n HnaWstica»,en *Historia de la Len,..
Bspallola.
m Véase atrú, nn. 299 (y 296).

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Estudios estilísticos 133
entiende. A. Alonso, aunque se reconoce vossleriano, admit,e
como esenclahnente diferentes una «estilfstica de la lengua•
(o, més bien, «de la norma») y una «estilistica del habla• o
de los estilos individuales, y considera que el conocimiento
fntimo de una obra literaria o de un creador de literatura
a través del estudio de su estilo tiene que apoyarse en el
conocimiento especializado del complejo de poderes suges-
tivos fijados por el idioma que en cada expresión idiomética
acompañan a la significación. Para A. Alonso, los elementos
extralógicos existentes en el lenguaje convencional de la co-
munidad no son, sin embargo, reducibles al concepto psico-
lógico del afecto (Bally) ni al filosófico del valor (Winkler),
sino que abarcan, además, lo imaginativo o fantástico y lo
activo. En cuanto al estudio estilístico de las obras de arte
literarias, A. Alonso sigue al Spitzer de los dos 20-40 afir-
mando que ca toda particularidad idiomática en el estilo,
corresponde una particularidad psíquica» y que el propó-
sito de la estilfstlca DO es sólo estudiar las obras artísticas
como productos creados, sino asistir a la actividad creadora,
sintiendo la operatoria de las fuerzas psfquicas que se mani-
fiestan al formar la criatura poética. Sin embargo, A. Alonso,
aunque destaca la eficacia del estudio de la «forma• idiomá-
tica como medio de actuali7.ar el placer es~tico de la crea-
ción literaria, rechua como insuficiente una estillstica que
atienda sólo a las peculiaridades lingWsticas y que DO estu-
die en su totalidad el sistema expresivo de una obra o un
autorm.

m Si una estilfstlca que no se ocupa de la forma idtom4tica, del


estilo, es inconcebible -explica A. Alonso-, «una que quiera llenar
sus fines atendiendo sólo al lado fdiomAtico es Inadmisible, porque
la forma idiomética de una obra o de un autor no tiene siplficaclón
si no es por su relaclón con la constnlCcldn entera•, Materia y forma
en poafa. 3.• ed., 16 (Madrid, lts). la m6s · brillante apllcacl6n de

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134 La lingillstica en la postguerra
! D. Alonso, en Poesfa española. Ensayo de métodos y lí-
mites estilfsticos (Madrid, 19S0)m teoriza sobre la cestilfs. ,
tica• tornando como ilustración sus propios estudios y con-
ferencias. Para D. Alonso la estilfstica de la •norma• que
desarrolló Bally es una parte de la •Gramática•, pues no hay
razón para intentar desgarrar lo que se halla amalgamado
en el lenguaje, apartando en el «signo lingüístico• los com-
ponentes afectivos e imaginativos (para adscribirlos al cam-
po de la «Estilística•) de los componentes lógicos o con-
ceptuales (reservados a la «Gramática•). La estilistica de D.
Alonso no es, pues, el estudio del «contenido afectivo• del
lenguaje (del lenguaje usual o del lenguaje literario), sino
el examen del «estilo•, de lo peculiar, de lo personal, de lo
único, en un producto cualquiera de la creación lingüística 1

individual. Bn los aúlisis estilisticos, afirma D. Alonso, po-


dremos interesamos por lo afectivo, por lo jmaginativo o
aún por lo conceptual; pero las varias perspectivas no deben
hacemos olvidar la indestructible unidad del «signo•. Esos
tres elementos que concurren en el «signo lingüístico• (para
D. Alonso, cualquier plasmación de un «significado• en un
significante es un «signo lingüístico•) resaltan evidentes en
las creaciones de los grandes poetas, de los grandes «esti-
listas» del lenguaje; pero el lingilista los baila también ope-
rantes en cada acto del habla, en el cotidiano empleo de la
lengua por cualquier hablante•. Todo el que babia es un

esta concepción de la estllfstica al estudio de un autor determinado


fue el libro de A. Alonso, Poesfa y estilo de Pablo Nenul.a. lnter,,n-
tacidn de una poufa henn,tica (Buenos· Aires, 1940).
m Véanse, sobre todo, las páginas 9-29, 424-4S,513-27, 621-48.
114 D. Alonso ilustra (629, n. 10: 631, n. 12) con ejemplos ftl"los
de la conversación vulgar cómo, en el lenguaje que todos hablamos,
los valores lógicos y los valores afectivos resultan inseparables. Por
otra parte destaca la presencia, en el lenauaje común, de valores Una-

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Estudios estüfsticos 13S
artista, proclama D. Alonso, siguiendo a Croce; pero, a fin
de cuentas, sus estudios estilisticos se dirigen a esclarecer
la poesía de los grandes poetas, no el habla de cada día.
D. Alonso justifica esa limitación afirmando que en la poesía
se hallan potenciali:r.ados los elementos que operan en cual-
quier tipo de lenguaje, pues la poesfa es el más «puro» de
entre los actos del habla, el más cercano en libertad al mo-
nólogo interior. En fin, no hay duda que la «estilística» de
D. Alonso ns tiene como fundamento el estudio lingüístico
de los textos ( dando al adjetivo «lingüístico» el sentido más
amplio), pero se sitúa claramente en los márgenes de la lln-
güfstica. Aunque D. Alonso afirma que «entre el habla usual
y la literaria no hay una diferencia esencial, sino de matiz
y grado», reconoce que el monólogo poético, frente a las
otras muestras de palabra exteriorizada, apenas se halla mo-
derado, refrenado y corregido por la finalidad intercomuni-
cativa del lenguaje, y esta diferencia es, sin duda, una dife-
rencia esencial 116•

¡inativos (en las palabras «expresivas• sugeridoras de ÍJDálenes sen-


soriales y en las metáforas lexicalizadas).
m D. Alonso había ya escrito largamente sobre crftica literaria
cuando comenzó a calificar de «estilísticos• a sus trabajos aceptando
una denominación que le impusieron desde fuera. Como un comple-
mento del libro citado véase D. Alonso y C. Bousoño, Seis calas en la
upresi6n literaria española (Madrid, 1951). También se relacionan
con la estillstica de D. Alonso los libros de C. Bousoño Teorla de la
uprui6n poitica2 (Madrid, 1956) y de G. Sobejano El epfteto en la
lírica española (Madrid, 1956), y el estudio de J. González Muela El
lenguaje po,tico de la generaci6n Guillm-Lorca (Madrid, 19S7).
lJ6 Son interesantes la reacción de L. Spitzer al libro de D. Alonso
en RF, 64.21~ (1952), y el Juicio de H. Hatzfeld sobre la estilística
de A. y D. Alonso en Misceldnu Griera, 1.347-52 (Barcelona, 1955).

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136 La. lingi,Ustica en la postg,urra

3.5. RELIQUIAS DB LAS


LENGUAS PIUHlOlüNAS

Las lenguas arcaicas, poco accesibles a la investigación


histórica, habladas antiguamente en los territorios que m'5
tarde habrían de constituir la Romauia, son preeminente-
mente materia de estudio para arqueólogos e historiadores,
para antropólogos y para lingüistas comparatistas. Sin em-
bargo, las reliquias topoo1rni'25, léxicas y morfológicas (mor-
femas derivacionales) de esas lenguas prelatioas que han
sido conservadas por las lenguas romances constituyen un
fascinante campo de trabajo para los romanistas interesa-
dos en los problemas históricos. Desde los tiempos de As-
coli y Schuchardt, los lingüistas hostiles a la reconstrucción
de un *latín vulgar unitario para toda la Rornauia han ve-
nido prestando atención a esas reliquias y han partici.pado
activamente en los intentos de clarificar la protohistoria y
la prehistoria lingWsticas de los pueblos que luego fueron
romanizados, como un paso previo en el estudio de la ~
renciación regional del latín y el nacimiento de las lenps
romances. De ahí que suelan llamarse estudios de «substra-
to• las investigaciones paleollngWsticas referentes a los te-
rritorios circum-meditemineos.
En los afios críticos que preceden a la guerra mundial.
el estudio de los testimonios «románicos• de las lenguas
prelatinas vino a convertirse en uno de los temas de moda
de la Romanlstica europea, debido, en parte, al estfmulo de
los progresos reaJindos por la arqueología, la epigrafía y la
etnografía en la reconstrucción de la protohistoria de Eu-
ropa. Fundamentalmente, el interés se concentró en dos
problemas diversos: el substrato mediterráneo pre-indoeuro-

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Reliquias pre-romanas 137
peo ( que conectarla a Iberia con el Cáucaso) y el substrato
indoeuropeo precelta. La hipótesis de la existencia, antes de
Jas invasiones indoeuropeas, de un estrato lingüístico común
para toda el 6rea circum-mediterránea babfa sido lanzada
por algunos filólogos clásicos (F. Ribezzo, 1919-1920) para
explicar las concordancias toponímicas, que revelaban los
textos antiguos, ajenas a las divisiones étnicas conocidas por
Ja historia. Pero esta hipótesis sólo adquirió especial interés
para los romanistas cuando el estrato mediterráneo comenzó
a ser estudiado como un «substrato• influyente en las len-
guas indoeuropeas, observable no sólo en la época clásica de
estas lenguas, sino también en la época moderna ( en la lexi-
cograffa dialectal y en la toponimia). Junto a los ininterrum-
pidos trabajos de Ribezzo (t 19S4) y las grandiosas elucu-
braciones de A. Trombetti (t 1929), la bibliografía referente
al substrato mediterráneo empezó a enriquecerse con las
contribuciones de toda una serie de lingüistas italianos de
muy varia especlaJindón, y la hipótesis, desarrollada en di-
recciones divergentes, vino a adquirir creciente respetabili-
dad o, al menos, notable y sostenida publicidad.
La cuna y el hogar de estos estudios «substratísticos» ha
sido, indudablemente, Italia: pero la tbe~romania suele
hallarse en el centro de las investigaciones, a causa, sobre
todo, de haber conservado en su seno un grupo de dialectos
(los dialectos vascos) que constituyen la única muestra vi-
viente de las lenguas pre-indoeuropeas que se hablaron en
Ja Europa meridional. En los afios 40, V. Bertoldi, después
de haber levantado sobre bases más plausibles que sus
antecesores la hipótesis del «substrato mediterráneo» y de
haber introducido la distinción (no siempre clara) entre un
estrato general Pirenaico-Alpino-Caucásico y un estrato oc-
cidental Afro.Sardo-Ibérico, desvió el énfasis de sus inves-

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138 La lingiUstica en la postguerra
tigaciones hacia las «variedades regionales• y escogió a Ibe-
ria como su campo de experimentación favorito m.
Los estudios del substrato indoeuropeo pre-celta deben
su impulso a J. Pokomy. La arqueologfa había revelado,
desde hacfa algún tiempo, la expansión de la cultura de las
urnas cinerarias (cultura de los «Umenfelder• o de los eso,.
rotaptes•), en la primera edad del Hierro (o Hallstat primi-
tivo), por Iliria, por el Véneto y la parte adriática de Italia
(hasta la Apulia) y por la Europa Central y Occidental basta
el Levante español, y habfa identificado a esta oleada cul-
tural como indo-europea; pero fue Pokomy (193S, 1938)•
quien, apoyándose en la toponimia, consideró «ilirios• (más
tarde «véneto-ilirios•) y no «proto-celtas• a estos in~
peos y llamó la atención acerca de la creación de un su-
perestrato ilírico en Liguria.
Por esas fechas, R. Menéndez Pidal, que se ba11abaem-
peftado en la redacción de su Historia de la Lengua Es1»
ñola, creyó hacedero el armonizar, en una visión de con-
junto sobre la proto-bistoria lingüfstico-etnognUica de His-
pania, los conocimientos y las hipótesis de los etnógrafos,
arqueólogos, historiadores y lingüistas; pero en seguida. fas.

337 «L'Iberla prelatina•, en Italia e Spagna, 1-24 (Florencia, 1941);


«Problemi di sostrato nell'Iberla•, en La parola quale tutimon~ de&
storia, 142-48 (Napoli, 1945); «Problemi mediterranei posti dallo spa- 1

gnolo•, La glottologia come storia della cultura, 101-12 (Napoli, 1964):


«La Iberia en el sustrato étnico-lingüístico del Mediterráneo occide&
tab, NRFH, 1.12847 (1947): «Quisquiliae lbericae•, RomPh, 1.191-207
(1948); «Coloniuazioni antiche e recenti nell'lberia e dall'Iberiaa, en
Colonizz.azioni nell'antico Medite"aneo occidentale (Napoli, 1950). Ber-
toldi murió en 1953.
331 «Zur Urgeschichte der Kelten und Illyrien, ZCPh. 20.315-52.
489-521 (1935) y 21.55-166(1938). M4s tarde (en tomo a 1950), tanto
J. Pokomy como H. Krahe comenzaron a mostrarse m'5 cautos m la
identificación de estos primeros indoeuropeos occidentales con los
«ilirios•.

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Rel.iquias pre-romanas 139
cinado por el tema y con un joven espíritu deportivo (según
Ja apreciación, no exenta de malicia, de D. Alonso) m, se en-
golfó en la arrie!'gada empresa de interpretar personalmente
las reliquias de las lenguas de «substrato•, hacia las cuales
le habían ya anteriormente atraído los misteriosos sufijos
átonos 340 y el estudio de la frontera catalano-aragonesa 341•
Fruto de esa labor fueron toda una serie de artículos pu-
blicados entre 1939 y 1950 342, que luego reunió en un libro
misceláneo (Toponimia. pre"cnndnica hispana, Madrid,
1952) 30 , y algunos otros aparecidos en los aftos inmedia-
tos 344• También son de este periodo los borradores de otros
trabajos publicados más tarde 345• Sus contribuciones al estu-
f

m Del siglo de oro a este 8i1lo de siglas, 113-25(Madrid, 1962).


• «Sufijos átonos en espdol•, Futgabe M,usafia, 386-400(Halle,
1905): Orfgmes del Espallol, § 61 bis (Madrid, 1926).
JU «Sobre las vocales ibéricas f y 9 en los nombres toponfrnicos•,
RFE. S.225-S5 (1918).
JG •Sobre el substrato meditemlneo occidental• (cfr. n. 346): «El
sufijo -en. Su difusión en la onomútlca hispana•, Bm, 8.1-36 (1940):
clJgures o ambre>ilirios en Portugal» (cfr. n. 346): «La etimología de
Madrid y la antigua Carpetania», Revista de la Biblioteca, Archivo y
Museo (Madrid), 14.3-23 (1945), y Arbor, S.3S5-6 (1949); «El elemento
-obre en la toponimia gallega», Cuadernos de Estudios Gallegos, 5.1-6
(1946): «Javier- Chabarri, dos dialectos ibéricos• (cfr. n. 346); «Sobre
toponimia íbero-vasca de la Celtiberia•, Homenaje Urquijo, 3.463-7
(San Sebastián, 19SO ); «Chamartín», RFE, 3S.1-7 (1951): «Mars Cario-
ciecus•, BFUCh, 12.225-7(1951): •CQtto, CQtta•, Rom.Ph, 6.1-4 (1952).
JO Además de los trabajos citados en la n. 342 (ligeramente en-
mendados), este tomo incluía una nueva versión del trabajo citado
en la n. 341 (con la adición publicada en RIEB, 11.43-44[1920)): «Ga•
nwna, Garonna», M,langes Thomas, 295-300 (Paris, 1927), y «Sufijos
6tonos•, Orlgenes del Español, § 61 bis (Madrid, 1926).
344 «Los sufijos átonos en el Mediterráneo Occidental», NRFH,
7.34-55 (1953); «Toponimia mediterránea y toppnimla Y&lencl•oa pri-
mitiva•, VII CILR, 61-7S (Barcelona, 195S).
Jl5 «Los sufijos con •"· en Espafia y fuera de ella, especialmente
en la toponimia• y «Los sufijos en •Z y especialmente los patronúnl-
cos», BAE, 38.161-214(1958) y 42.371-460(1962) [ambos en colaboración
con A. Tovar].

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140 La. lingiUstica en la postguerra
dio del substrato mediterrú.eo occidental y de las huellas
de los para-celtas (a quienes considera «ambro-ilirios- o U.
gures indoeuropeizados), asf como el artfculo «Javier-Cha
barri, dos dialectos ibmicos» (en que defiende la creación,
en gran parte de Iberia, de una cierta koiné lingllfstica sobre
la base de los dialectos ibmicos) son algunas de sus mejores
pl\ginas de tema toponfmioo 346.
El espectacular avance en la interpretación de los testi-
monios escritos dejados por los pueblos pre-romanos, gra-
cias a los trabajos de M. Gómez Morenolfl, J. Caro Baroja•,
346 Publicados, respectivamente, en ZRPh, 59.189.206(1939), y Am-
purlas, 2.3-16 (1940): RFU, 10.3-15(1943); Em, 16.1-13 (1948), y I RTP,
1-10 (Zaragoza, 1949). Reproducidos en Toponimia prerrcmubdt:a lm-
pana, 71-104, 159-78,233-SO(Madrid, 1952).
Jff El desciframiento del alfabeto ibt!rico por M. Gómez Mu1eoo,
en «De epigrafla ibmica: el plomo de Alcoy•, RFE, 19.341-66(1922), y
«Sobre los fberos y su lengua•, HMP, 3.475-99(Madrid, 192_5),no con-
siguió, durante varios decenios, la aceptación de los especialistas (en
parte porque Góme-z Moreno fue poco explfcito en la presentación de
su sistema, en parte por el peso de la autoridad de H. Schuchardt, que
se opuso a la interpretación en SbPAW [1925) y en RJEB, 14.512 ss.
[1923]). El sistema comenzó a ser admitido a partir de «Las lenpas
hispánicas• ( discurso de ingreso en la Academia Espaftola, Madrid.
1942) [reed., con una adición, en Boletfn del Seminario de Estudio
de Arte y Arqueología (Valladolid, 1941-42)] y, sobre todo, de «La es-
critura ibérica•, BAH, 112.251-78 (1943) [reediciones en Misceldnau
(Dispersa, emffldata, in~ita). Bxcerpta: La escritura ibmca y su loe-
guaje. Suplemmto de epigraffa ib,rica (Madrid, 1948); Misceldnau:
Historia-Arte-Arqueologfa (Dispersa, emoulata, tuldita, inedita) (Ma-
drid, 1949)]: véase ademis «La escritura bástulo-turdetana (primitha
hispánica)•, RABM, 69.879-950(1961) [reed. Madrid, 1962; cfr. U. Schmoll,
«Zur Entzifferung der sildhispanischen Scbrift•, Ma4ri4er Mitt.a,,,,.
¡en, 3.85-100(Heidelberg, 1962)].
J4I «Observaciones sobre la hipótesis del vascoiberlsmo•, Em, 10.
236-86(1942), 11.1-59 (1943); «Sobre el vocabulario de las inscripciones
i~ricas•, BAE, 25.173-219(1946): «La geografla llngWstica de la Es-
pafia antigua a la luz de la lectura de inscripciones monetales•, BAE,
26.197-243(1947); «La escritura en la Bspafta prerromana (eplgraffa y
numismática)•, en Historia de Espalta, diriaida por R. M~dez Pldal,
I, 3.• parte, 679-812(Madrid, 1954).

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141
A. Tovar•, M. Lejeuneª, L. Michelenam, U. Schmoll•,
J. Untermann m y otros 354, ba permitido reconstruir en sus
mú importantes Jfneas generales el panorama lingllfstico de

• Estudios sobre ,nimitwas lenguas hi.spdnica.s (Buenos Aires,


1"9), en que recosetoda una serle de artfculos publicados separada-
mente entre 1945 y 1950; «Uxico de las inscripciones ib!ricas», Bstu-
dios MenbuJet. Pidal, 2.273-323(Madrid, 1951): «FonolOlfa del i~rico»,
AlisceUnea Martinet, 3.171-81(La Laguna, 1962): Cantabria pre"omana
(Madrid, 1955); «Lenguas prerromanas no indoeuropeas. Testimonios
antiguos• y «Lenguas prerromanas indoeuropeas. Testimonios anti-
aaos•,ELH, 1.5-26, 101-126(Madrid, 1960), refundidos en Tite Ancicnt
úmpages of Spain and Portugal (New York, 1961): «L'inscription du
~ das Fraguas et la lanaue des Lusitanlens•, EC, 11.237.Q (1966-
67): cfr. nn. 352 y 360.
JSO Celtiberlca (Salamanca. 1955): «A propos d'un plomb imcrit
d'Elne•, REA, 62.62-79 (1960): cl!pigrapble sud-hispanique•, REA, 65.
5-32 ( 1963).
J5l «Cuestiones relacioruedes con la escritura ibmica», Bm, 23.265-
14 (1955): BSVasc, 12.234-5(1956): «Comeatarios en tomo a la Jenaua
ib&ica•, Zephynu, 12.5-23(1961).
m «Turma Salluitana», Glotta, 35.304-11 (1956); Die Sprachm der
wwlceltischen lndogennanm Hispaniens un4 tllU Keltiberlscha (Wles-
baden, 1959) [cfr. la importante resela de J. Corominas en ZRPII,
71.345-74(1961), reed. en Topica Hupaica (Madrid, 1970), y los co-
mentarios de A. Tovar, «Revisión del tema de las lenguas indígenas
de Espatia y Portugal», Misceltlnea Carvalho, 784-94 (Figueira da P«-,
1962)]: «Die iberischen und keltiberischen Nasalzeicben•, ZVS, 76.280-95
(1960); Die slidlusitanischffl lnschriftm (Wiesbaden, 1961)].
J5l SprachriJ.iune un4 Sprachbewegungen im vorromlschffl Hispa.
nial (Wiesbaden, 1961): •Area e movimentos linguisticos na Hisplnia
PflH'ODWUl•, Rn. de Guimaril!s, 72 ( 1961), separata.
J5t P. Beltrán, A. Beltrén, J. Vallejo, C. Demando Balmorl, etc. Y
fuera de España, S. Wibnder ( •Sur la langue des inscriptions sud-
bispaniques•, SL, 20.1-8 (1966). Un capítulo importante en el estudio
de las lenguas primitivas de Hispania lo constituye la antropo:nirnla.
Sobre este particular son de gran interes las publicaciones de M. h
lomar Lapesa, La onomdstica personal pre-latina de la antigua L,ui.
tania (Salamanca, 1957): •Antroponimia prerromana•, ELH, l.J47-81
(Madrid, 1960): M. L. Albertos Firmat, La onomdstica personal pri-
mitiva de Hispania Tarraconense y s,tica (SaJarnanl'3, 1966), y J. Un-
termarm. «PenonenuaJMD als Sprachquelle im vorrlmischen Hispa.
nien», IBK, 15.63-93(IDDSbruck, 1962): Blementos tú un atlas antro-

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142 La lingüfstica en la postguerra
Hispania antes de la rornanimción. La esencial bipartición
de la Península en un SE. no indoeuropeo y un NO. predo-
minantemente indoeuropeo; la distinción entre un área me-
diterránea ibérica y tartesia, flanqueada en el Pirineo por los
pueblos de habla vasco-aquitana y en el SO. atlántico por
una cultura lingüísticamente no bien determinada, y final-
mente la distinción entre los pueblos de la meseta de cultura
celtíbera (lingüísticamente célticos) y los para-celtas del NO.,
son hoy adquisiciones que parecen firmes 155• También se ha
descubierto que las lenguas pre-romanas siguieron siendo
usadas hasta tiempos mucho más avan1.ados que lo que an-
teriormente se crefa 356; y la importancia de este prolongado
bilingüismo no necesita ser ponderada.

ponlmico de la Hispania antigua (Madrid, 1965). Para los nombres


de divinidades es ñmd•rnental el libro de J. M. Blúquez, Religiones
primitivas de Hispania., 1: Fuaites literarias , epigrdficas (Madrid.
1962).
m J. Cororniua•, ZRPla, 77.351-3(1961), advierte que en el bérbaro
NO. convivirlan, con las lenguas «sorotápticas» (indoeuropeas occi-
dentales pre-celtas), las netamente célticas.
356 C. Sánchez Albornoz, •Proceso de la romanímción de Espala
desde los Escipiones hasta Augusto•, Anales de Historia Antigua , Me-
dieval. Separata ( 1949), insiste en las vías de penetración de la cultura
romana, sin atender al reverso ·de la medalla, la posibilidad de super-
vivencia de las lenguas nativas. Sobre la perduración de las lenguas
eúskaras hasta bien avanzada la Edad Media en la región pirenaica
catalana, aragonesa y gascona y en la Rioja navarro-castellana, véase
n. 671 y 672. R. Menmdez Pida!, «Sobre toponimia fbero-vasca de la
Celtiberia•, Homenaje Urqu.ijo, 3.463-7 (San Sebastián, 19.50) [reed. en
Toponimia prerrmnánica hispana, 253-9 (Madrid, 19S2)]; «La inva-
sión musulmana y las lenguas ibéricas•, Studes Uvi-Prov~n,a1, 191-6
(Paris, 1962), y J. Corominas, ZRPh, 77.3534 (1961), consideran que,
durante el Imperio, continuó habiendo pueblos de lengua eúsbra
afen-ados a su tradición lingüfstica en las montañas y valles altos de
la Cordillera Ibérica. Los pueblos de lengua céltica extendidos por
Celtiberia adoptarían antes el latín; sin embargo, A. Tovar, RBL,
29.105 (1951), y Word, 10.341, n. 47 (1954), considera que la lengua indf-
gena pervivió hasta el sipo D d. C. (cuando menos), y supone que las

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Reliquias pre-romanas 143
En cambio, el estudio de las reliquias léxicas y toponfmi-
cas dejadas en la 1bero-romania por los pueblos pre-romanos
no ha conseguido asentarse sobre bases igualmente sólidas.
La dificultad esencial estriba en que, con anterioridad a esa
etapa histórica clarificada por los testimonios escritos, el
panorama lingü1stico pudo y debió ser muy diferente m, con
lo cual toda investigación sobre topónimos o voces sueltas
encuentra dificultad en referir las bases hipotéticas a len
guas determinadas (de contornos geográficos y cronológicos
aproximados y con una estructura lingWstica asequible a la
reconstrucción).
Sin embargo, en algunos campos el progreso es evidente.
Actualmente la investigación distingue dentro del substrato
indoeuropeo, con bastantes probabilidades de acierto, entre
los celtismos, las voces de origen para-celta y las voces pre-
indoeuropeas transmitidas por el celta. Las aportaciones de
J. Corominas (19S5-19S7)351 y de J. Hubschmid (19S4, 1960) 159
han contribuido a poner claridad en donde no habfa mucha.
Mayores problemas ofrecen los elementos pre-indoeuropeos
que han logrado filtrarse hasta las lenguas romances (si se
dejan de lado las palabras de filiación éuscara usadas en el

Iensuas paracélticas del NO. de Hispan1a tardarfan aún más en des-


aparecer.
JS1 Por ejemplo, el NO. hispánico abunda en reliquias toponímicas
y Mxicas pre-indoeuropeas, que se relacionan con el vasco o el ~ro:
por otra parte, la existencia de una toponimia vascoide en Celtiberia
(cfr. R. Menéndez Pidal, en Homenaje Urquijo, 3.463-7 [San Sebastián,
1950]), no puede ser negada, según J. Corominas, ZRPh, 77.353-4(1961).
J5I En el DCEC (cfr. c!ndice•, 1102-3) y en «New lnformation on
Rispano-Celtic from the Spanish Etymological Dictionary•, ZCPh, 25.
30-58 (1955).
359 PyrenilenwiJrter vorromanischffl Urspnmgs und das vorroma-
m.sche Substrat der Alpen (Salamanca, 1954): ELH, 1.127-49 (1960):
•Die -a.sko und -usko Suffixe und das Problem des Ligurischen»,
RIOno, 18.35-72,81-159,rr,.300 (1966); 19.35-54,129-S8,211-26,265-79(1967)
[y como libro, Paris, 1968].

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144 La lingiastica en la postguerra
castellano de Alava y Navarra, regiones bilingües hasta bien
avannda la Edad Media). La moderna consideración del
vasco como una lengua no neo-ibérica (aunque relaciC'\nada.
de una forma u otra, con el i~rico) • y el relativo volumen
del corpus de textos ibéricos leídos y releídos no han bas-
tado para poder clasificar lingüfstjcamente de un modo pre-
ciso las reliquias léxicas no indo-europeas (y los topónimos
correspondientes). En general, los especialistas tienen que
contentarse, como J. Corommas, con establecer una cate-
gorfa para las palabras de origen «vasco, ibérico e hispúico
no indoeuropeo» 361•
Los estudios del «substrato• no indoeuropeo del Medite-
rráneo tomaron un rumbo nuevo al ser incorporados a la
corriente central, germánica, de la Romamstica por obra de
J. Hubschmid, quien acertó a recoger y aunar novedosa.men-
te los métodos y hábitos de trabajo de la lingüfstica italiana
(vía V. Bertoldi) y los de la lingüística germano-suiza (vfa J.
Jud). Hubschmid trasladó el 6nfasis de la investigación pa-
leo-estratigráfica, desde las reliquias toponímicas inanali-
zables, hacia el léxico rorn4uico de substrato preservado por
los dialectos o por la microtoponimia dialectal. Al mismo
tiempo, trató de sustanciar el comparatismo etimológico po-
niendo a contribución la metodología de Worter-und-Sachen,
y abandonó las inclinaciones genealogistas de los substratis-
tas 'itaHanos en favor de las concepciones difusionistas de los
est'1diosos de la cultura material. Para la lingWstica íbero-

• Una vez descartada la flliación ibáica del vasco, varios espo-


clalistas (L. Michelena y el propio J. Caro, que tanto babia contn'buldo
al descrédito de la tesis vascoi~rica) han considerado que entre las
dos lenguas hay una cierta relación genitica. Tovar prefiere pensar
en una «promiscuidad• liqüfstica ( cLe substrat pré-latin ele la N-
DiDsule lbériquea, / Con,r. lnt. Associatimu d'Studu Clauiqua, 4'-
60 [Paris, 19511)•
.161 DCEC (cfr. clndlce-, 1202-6).

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145
rommllca Hubschmid tiene, adernú, el inter6s de haber roto
con la tradición, muy arraigada en Centro Europa, de no
preocuparse por los datos relacionados con Bspafta y Por-
tugal (siempre menos asequibles que los de la Romania
transpirenaica) 362• No hay duda que con J. Hubschmid la

J'2 Desde su primer artfculo en lud-Festschrift, 24MO (~Ztl-


ricb, 1943), Hubscbmid se interesó por los estudios lexicográficos que
planteaban problemas de substrato; no mucho después convirtió esa
problemática en una verdadera especialidad, con su metodología par-
ticular. Sin rebasar ese campo de trabajo, Hubschmid ha producido
un conjunto impresionante de monografías y de artfculos menores. La
mayorfa son de especial interés para los estudios ibero-románicos.
Entre los libros, interesa recordar Praeromanica (Bem, 1949), Alpen-
worter romanischen und vorromanischen Ursprungs (Bem, 1951), Sar-
disehe Studien. Das mediterrane Substrat des Sardischen, seine Be-
dehungen zum Berberischen und Baskischen sowie zum eurafrilcani-
schen und hispano-kaukasischen Substrat der romanischen Sprachm
(San, 1953), Pyrffli:ienworter (Salamanca, 1954), Mediterrane Sub-
strate mit besonderer Berü.cksichtigung des Baskischen und der wut-
ostlichen Sprachbeiiehungen (Bem, 1960), Thesaurus Praeromanicus
(San, 1963, 1965, etc.). Entre los artículos, cit~ «Das Baskische und
der vorindogermanische topographische Wortschatz europiischer Spra-
chen•, 111 CITA, 3.183-91(1949); «Circwnmediterrane Wortgruppen des
westlichen Mittelmeergebietes•, V R, 9.125-34 (1950); «Ein etruskiscb-
iberischer Pflanzenname•, MH, 7.221-6 (1950): «Studien zur iberoroma-
nischen Wortgeschichte und Ortsnamenkunde•, BF, 12.117-56 (1951)
[sobre seara ~ senra < pre-rom. dNARA, en oposición a J. Jud y P.
Aebischer en ARom, 5.51-2 (1921)1: «Span. bruja 'Hexe' und Worter ftlr
abnosphirische Brscheinungen•, VR, 12.112-9 (1951-52); «lberoroma-
nische Worter für 'Steinplatte'•, RF, 64.43-56(19S2): «Esp. nava, basque
naba, frioul. nava, mots d'origine pré-indoeuropéenne ou gauloise?•,
RIOno, 4.3-22 (1952) [cfr., en contra, J. Corominas, ZCPh, 25.36-7(1955)]:
«Asturisch cuetu, baskisch kotor 'felsiger Hügel, Fels'•, RomPh, 6.190-
91 (1952-53) [frente a R. Menéndez Pida], RomPh, 6.1-4]: «Hispano-
Bastisches», BF, 14.1-26(1953): «Praeindogermanica•, 1, R/Ono, 5.95-8
(1953); 2, ibid., 261-7: 3, RomPh, 8.12-26 (1954-55); 4, R/Ono, 7.17-24,
105-14(1955); 5 y 6, VR, 18.1-12 (1959); «Hispano-iiglische Pflanzenna-
men•, ZRPh, 71.236-48 (195S): «Le vocabulaire práoman des Pymi6es
et des Alpes•, VII CILR, 429-35 (19S5); «De l'italien masch~ra 'masque'
au portugais mascarra 'tache de suie'. Contribution l la m6thodololfe
da recherches sur le substrat pr6-indo-européen•, BP, 18.37-55(1959);
LING01sTICA fllao.ROIÚNICA. -10

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146 La lingillstica en la postguerra
lingüística románica ha aJa,nr-atlo, por primera vez, los do-
minios de la prehistoria dotada de una riqueza de materiales
impresionante, y que, en seriedad y en rigor crítico, las re-
construcciones etimológicas y los estudios lexicológicos de
Hubschmid pueden servir de modelo a muchos etimo-
logistas y onom.asiólogos con menor predilección por los
problemas rebeldes al an6Jhds. Y no deja de ser un mérito,
dado el campo de estudio, que sus etimologías fluctúen, las
más de las veces, entre lo probable y lo dudoso. Sin embar-
go, Hubschmid pasa, con demasiada facilidad, de la biogra-
fía etimológica de palabras sueltas a conclusiones generales,
y sus trayectorias léxicas, a través de la superficie de Bura-
siáfrica y a través de los milenios, nos dejan a veces perple-
jos. A pesar del rigor metodológico con que Hubschmid lleva
a cabo sus estudios, su esquema estratigráfico favorito, con
relación al Mediterráneo pre-indoeuropeo, la existencia en el
Occidente de Europa (Espafia, Francia, Italia) y en el Norte
de Africa de un estrato «euro-africano• (proto-ibérico) primi-
tivo 363 que remontaría a la última época del paleolidco
superior (10.000 a. J.C.), y la ulterior formación de un estrato
«hispano-caucásico• por la emigración marf tima a Hispania

«Die StirnYM *kar(r)- und *lcun'- im lberoromanischen, Baskischen und


lnselkeltischen•, RomPh, 13.31-49(1959): «Substratprobleme: Bine mue
iberoromanisch-alpinlombardische Wortgleichung vorindogermanischen
Ursprungs und die vorindogennanischen Suffixe -ano- und -s(s)-•, VR.
19.124-79,245-99 (1960): «Lenguas prerromanas no indoeuropeas: testi-
monios románicos• y «Toponimia prerromana•, BLH, 1.27~, 447-93
(Madrid, 1960): «Worter mit s-/1.-,tJ- im Romanischen., BastJ.schen uncl
in anderen Sprachen•, RLR, Tl.364448 (1963).
l6J Hubschmid supone una procedencia europea para el ibáico.
y rechaza su conexión con las lenguas camíticas (anti1110 libio y mo-
dernos dialectos beréberes). En la misma dirección ha argumentado
L Michelena (Zephyrus, 12.16-23(19611), quien considera muy stani&-
cativas las mayores relaciones formales del ibmico con el vasco que
con las lenguas camíticas.

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l,rflujos del substrato 147
de pueblos del Bste -proto-vascos y tartesios-, está lejos
de ser más seguro que otras divisiones bipartitas anteriores.
Si las posibles reliquias léxicas de las lenguas pre-roma-
nas en las lenguas romances de Hispania han dado lugar
a múltiples controversias*, mucho más abiertas a la discu-
sión están, naturalmente, las supuestas influencias de «subs-
trato• en la composición o derivación y en la fon~tica de
las lenguas y dialectos hi~románicos. Un caso típico de
lo complejos que son los problemas de orfgenes lo consti-
tuyen los «sufijos átonos», frecuentes en la Hispano-romania
y en otras áreas meditemlneas 365, a que J. R. Craddock ha
dedicado una monografía penetrante y ponderada•. Tam-
biffl es ejemplar la situación de los estudios acerca de los
sufijos dirniu11tivos en -n-, -ce-.A pesar de los avances rea-
lizados JIII, el problema 6ltimo de la procedencia de las va-

J6I La poMmica triaqular de H. Meier con J. Hubscbrnid y con


G. Rohlfs ha tenido la virtud de plantear toda una serle de cuestiones
metódicas: H. Meier, RP, 64.1-42(1952): RF, 65.~ (1953): Rlb, 9.41-58
(1958). G. Roblfs, Futschrift GamiUscheg, 495-509 (Tilbingen, 1957):
ZRPh,, 15.5CTl-21.(1959). J. Hubschmid, RP, 65267-99 (1953); Orbis, 4.214-
2' (195S); ZRPh, 78.125-51(1962).
• A los cuales dedicó reiterada atención R. Menáldez Pidal (vmll-
se nn. 340 y 344).
• Latin legacy vasau substratum ruid'": Tha unstrused cdai-
waticmal• suffixes in the Romance vanaculars of the Wutan Medite-
nY.111Un (Berkeley-Los Angeles, 1969); cfr. tambi6n el artículo cLatln
ctirninutive versus Latin-'Mediterranean' hybrid. 0n proparoxytonlc
derivatives of GALLA in Hispano-Rom~ and Sardinlan•, RomPh, 21.
436-49 (1967-8).
J/11 Me refiero especialmente al libro, ya clúico, de B. Hasselrot,
Stude sur la fonnation diminutiw dans lu hmgues ronumes (Uppsa-
la, 1957) [cfr. las reseflas de W. D. Stempel, RJb, 9.22S-30(1958): P.
Lecoy, Romania, 80.523-31(1959): R. L. Poliaer, Lg, 35.332-5(19S9): A.
Lambard, SN, 33.187-94(1961); J. R. Craddock, RomPh, 19.286-310(1965-
6)), y al estudio reciente de W. D. Stempel «Zur Problematik nichtla-
teinhrcher Suffixe im Romanischen•, Vennischte Beitrage, 1 (Roma-
nisc:be Etymologien, ed. H. Meler y W. Roth), 120-161 (Heldelbers,
1961), que defiende el orlaen latino de los sufijm en -a:-, -n-, .PP.. P.

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148 La lingüLstica en la postgua"a
rias sufijaciones no puede darse por esclarecido. Probable-
mente, la dificultad de resolver estos enigmas estriba en que
deben abandonarse las explicaciones monogenéticas.
En el campo puramente fonético, la discusión de los ca-
sos particulares ha solido quedar oscurecida por la existen-
cia de varios modos de entender el problema de los influjos
de «substrato». Para algunos lingüistas los hábitos melódi-
cos y, en parte, los hábitos fonéticos y fonológicos de los
pueblos pueden permanecer inalterados por siglos y siglos
(igual que otros hábitos y caracteres), sin que el paso de
las civiJinciones o la aceptación de una nueva lengua sean
capaces de borrarlos. Amparados en esta hipótesis general,
estos lingüistas tienden a creer que la mayor parte de las
peculiaridades fo~ticas de un dialecto o lengua rorosiutaa
remontan a los hábitos de los pueblos pre-romanos y no ex-
cluyen la posibilidad de que las lenguas habladas al tiempo
de la romanización hubiesen a su vez heredado esos hábitos
de otras lenguas anteriores. Según este modo de pensar pue-
de considerarse firme una explicación substratista con sólo
poner de manifiesto la congruencia geográfica entre un fe.
nómeno fonético y determinado estrato etnográfico; en al-
gunas ocasiones incluso se llega al extremo de postular subs-
tratos «desconocidos», esto es, históricamente inidenti&-
cables 361.

Gonmlez 011,, Los n,fi/os dlminutiW1$ en castellano nuulleval (Madrid.


1962), en su parte VII.S y 9 (291-307, 319-26), despu6s de dar cuenta
del debate sobre el ori¡en de los sufijos en -n- y -ce-,aceptó la hipó-
tesis de Hasselrot sobre el origen céltico de -n-, extendimdola a los
sufijos con -ce-; por razones geográficas supuso que el esp. ( < lean.)
-ita < -eta + -ino. Creo muy importante el testimonio toponfmico, que
aún espera ser examinado detenidamente (las conclusiones que avanc:i6
en SOM, 3.217-23[1961], a la vista de la distribución geogxéfica de los
sufijos en -t- y -e- de Espafta y Portugal, requieren modificaciones).
• Por ejemplo, G. Rohlfs, en cVorromiscbe Lautsubstrate auf der
Pyrenilenhalbinsel?•, ZRPh, 71.G-13 (1955), y en •La importancia del

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Influjos dd substrato 149
E. Gamillscheg, Rcnrumffl und Baslcen (Mainz, 1950), des-
~ de observar que wrias peculiaridades fon~ticas del ga-
llego-portugués tenfan correspondencia (m'5 o menos exacta)
en vasco y en gascón, consideró preciso explicar estas semo-
jamas por medio de un substrato pre-romano común•. Ga-
millscheg acudió a los «Cantabri• y supuso que su lengua
seria el ligur (lengua prerindoeuropea). Para fundamentar
su hipótesis, Gamillscheg no creyó necesario tener que de-
mostrar la existencia en la lengua de los cántabros de un
si.eterna fonológico o unos hábitos fonéticos capaces de pro-
vocar en otras lenguas, por contacto lingüfstioo, esos fenó-
menos; su sola preocupación fue reconstruir unas supuestas
emigraciones de pueblos que justificasen la existencia de un
estrato cántabro-ligur en Galicia, el País Vasco y Gas-
cufia •.

pscón en los estudios de los idiomas hispánicos•, I Congr. lnt. del


Pirineo (San Sebastl4n, 1950), o K. Baldinger, Die Herausbildung da
Spracltrii.ume auf der Pyrmamhalbinsel, 95-6 (Berlin, 1958).
• Gamillscheg compara la nasalización «progresiva• y la p!rdida
de la -N- del gallego-portugués con la del vasco (en los préstamos la-
tinos) y el gascón; aproxima el resultado -L- > [91 del gallego-portu-
plá al paso de -L- > [r] en los préstamos latinos propio del vasco
(reconstruyendo un intermediario común [&]) y considera también her-
maoahle el resultado gascón [r] < -LL-; finalmente, extiende la com-
paración a las voces galleao-portuguesas con AU > [oj] respecto a las
vascas dialectales con AU (en préstamos latinos) > [ai]. Gamillschea
considera que no sólo estos resultados, sino tambWD el peculiar des-
arrollo plleso-portu111~ de PL-, a,., PL- > [~], tienen que explicarse
por un substrato pre-romano.
m Los vascones, pueblo fbero fuertemente rornartzado. debfan ha-
bitar el valle del E.bro cuando fueron derrotados por Leovigildo (581):
entonces habrfan invadido a los ligures cántabros y a otros pueblos
no romani7Bdos de la montaña y el litoral, dando nacimiento al actual
pueblo vasco; todas estas gentes mezcladas penetrarían después en
Gascufta, transmitiendo sus hábitos fonéticos a la población ibérica
local, previamente celtizada y romaniuda. Al mismo tiempo Leovi-
pldo, tras derrotar a los cmitabros, habría deportado una parte de
ate pueblo a Gallcia y el Norte de Portupl. Con estas hipótesis

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1SO · La lingllútica en la postguerra.
La existencia, dentro del pliego, de dos pronunciaciones
del fonema /g/, geográficamente bien delimitadas.. [ y] y
[x] 371, se explicaria, según A. Zamora Vicente (19S2) 372, por
1

UD fenómeno de substrato viejísimo, pre-céltico. Para Za-


mora, la «geada- (o pronunciación fricativa sorda de toda
/g/) es UD csigno lingüístico», todavía operante, de una ar-
caica cultura material, la de los «castros• circulares, que
los arqueólogos consideran pre-indoeuropea. Zamora sólo se
preocupa de exponer la aproximada coincidencia geográfica
entre los halla7gos arqueológicos y el área de la «geada• y
no cree preciso detallar cómo la pronunciación fricativa
sorda de la /g/ románica puede venir de los hábitos foil&
ticos de un pueblo prehistórico, cuando sus antecesoras la-
tinas son las oclusivas sordas interv~licas -e- y -Q(u)- y la
oclusiva sonora G 373•
Esta fe en el origen etno-lingüístico de las fronteras fu.
néticas, que separan a los dialectos románicos entre sf, llegó
a hacer olvidar la distinción, establecida por Menéndez Pi-
dal desde antiguo, entre la franja Norte de Hispania, en que
los viejos dialectos románicos se habrían desarrollado inin-
terrumpidamente hasta hoy, y la Hispania ·re-romanimda

quedaria explicada la formación del vasco ( = íbero romanizado, in-


fluido por el cántabro-ligur), el gascón ( = latfn con substrato ibérico y
celta y superestrato cántabro-ligur) y el gallego-portuguá ( = latfn con
superestrato cántabro-ligur).
371 Según A. Zamora Vicente, esta [x] es «velar sorda fricativa-,
cequivalente, para el ofdo no especiali;zado, a la ; castellana• ( ¿y pan
el especializado?).
m el.a frontera de la geada», Homfflll./e K,-U,er, 1.51-72 (Mendo-
7.a, 1952). El estudio de Zamora Vicente tiene el p-an intelá de ser
uno de los pocos trabajos publicados acerca de geografta dialectal
gallega.
m Selún muestran ejemplos como: ajulla, maja «meiga, bnija»,
nojeira, sijún, auja «agua», ejua «yegua», portu/á, Santiajo, jaliM
«gallina», ira.u «p-ano», jordo, jale/o, ajosto, puja. «póa•, %U.jo cyugo»,
etcétera.

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Influjos del substrato 151
por la Reconquista 314• Al¡unos dialectólogos, aunque no lle-
garon a negar la propagación de las lenguas romances del
Norte hacia el Sur, prefirieron explicar la geografía fonética
del Sur de Espafla en función de los pueblos pre-romanos m.
El caso m'5 famoso es, sin duda, el de la división entre el
ccatalán occidental• y el «catalán oriental», basada en el di-
ferente resultado de algunas vocales latinas 376• P. Bosch-Gim.-
pera (1943)m había sefialado la coincidencia de esta fron-
tera con un limite étnico pre-romano, el que separarla, se-
gún él, a los pueblos postcapsienses establecidos en la
Catalufta oriental, de los pueblos iWricos extendidos por
Lérida (ilergetes), Tortosa (ilercavones) y Valencia (edeta-
nos). G. Colón (19S3) 371, apoyándose en estas reconstruccio-
nes etnográficas, defendió que la identidad racial entre las
poblaciones p~romanas de Valencia, Tortosa y Urida ha-
brla condicionado el desarrollo del latfn, en época antigua,
y del romance, en tiempos medievales ( tendrfamos así la se-
rie: latfn ibérico • mozárabe levantino • catalán occiden-
tal). También sostuvo esta tesis M. Sanchis Guarner (19S3) 379:
374 RFE, 3.73-88(1916).
m Ya T. Navarro (y sus discfpulos) habfan atribuido los varios
tipos de «s• andaluza a las lenguas pre-romanas, a pesar de que en el
reino de Granada se interpusieron, entre los dos períodos románicos,
más de siete siglos de arabización (RFE, '20225-11[1933]).
116 Occidental: 1 > [~]; A, E y o, u átonas se distinguen entre sf.
Oriental: A> [f]; A, B > [~]; o, u> [u].
m «Ungiüstica i etnologia primitiva a Catalunya• (véase atrás,
n. 303).
m cEI valenciano•, VII CILR, 137-48(Barcelona, 1955).
m En su Gramatica Valenciana, 4~ (Valmcia, 1950), M. Sanchls
Guarner daba por cierto que el catalán «occidental» de Valencia pro-
cedia de los pobladores (siglo XIII) procedentes de Lleida (Lérida).
Pero en 1953, en el • VII eme Congr~s Intemational de Linguistique Ro-
mane», sugestionado por las reconstrucciones de la geografía etnográ-
fica, pasó a explicar el catalán de Tortosa y Valencia acudiendo al
substrato ~co de los ilercavones y edetanos: «Els parlars ronwúcs
anteriors a la Reconquista de Valmlcia i Mallorca•, VII CILR, 455-

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1S2 La lingüistica en la postguon
«La identitat de substrat f:tnice>-JingilfsticiWco-llatf de V•
lmicia, Tortosa i Ueida explica rma del catall occiden-
tal••·
Estas y otras hipótesis substratistas, basadas en la pro-
bable o posible congruencia entre el área actual de un fenó.
meno y una capa étnica primitiva, no tienen otro ñrnda-
mento que la creencia en el desarrollo estático de las lenguas 1

y en la permanencia de los hábitos fonéticos de los pueblos 1

cuando reempJann su lengua por otra. Como los lingüis1as 1

propugnadores de estas explicaciones no utilino datos Jm. 1

glüsticos o filológicos concretos, ni intentan ftJildarnentar sm 1

hipótesis históricamente, no es fácil reargüirles. La primera


condición para que una hipótesis de substrato pneda ser
objeto de consideración lingüística es el comprobar que el
fenómeno fonético resultaría explicable como una prolon-
gación de ciertas características conocidas de la lengua de
substrato y que las etapas anteriores documentadas del fe.
nómeno romance no se oponen a la supuesta relación. Pan
que la influencia de la lengua de «substrato• sobre el latfn
haya podido ejercerse es necesario, claro está, que esa len-
gua fuese la lengua materna de las primeras generaciones
bilingües. Por último, también es preciso que se nos den
algunas razones históricas que justifiquen por qué los Mbi-
tos de substrato de esas primeras generaciones bilingües se
sustrajeron al influjo corrector de la lengua de cultura en
las siguientes generaciones 311•

82 (Barcelona, 1955). Insistió en la tesis en •Factores históricos de


los dialectos catalanes•, Estudios Menbul~ Pidal, 6.151-86 (Madrid,
1956).
JIO Esta frase se repite aún en M. Sanchis Guamer, Els ,,.,.,_,
romdnics de Valincia i Mallorca anteriors a la reconquista, 2.11 ed..
114 (Valencia, 1961).
311 Siguen siendo dignas de meditación las exposiciones tedricas
de A. Alonso, «Substratum y superstratum•, RFH, 3.208-18(1941) [reim-

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Influjos del substrato 153
Como ejemplo de la investigación previa requerida para
fundarn~ntar debidamente una hipótesis de substrato será
siempre necesario citar las páginas antológicas dedicadas por
R. Mtméndez Pidal (1926, 1929, 1950) 312 a la transformación
de P- en [h-] (N [9]) en castellano y en gascón, a ambos
lados de los territorios que aún hoy hablan vasco. Menéndez
Pidal construye su hipótesis a partir de tres pilares funda-
mentales: la cuidadosa determinación del núcleo geográfico
hispan~romáuico donde el fenómeno se manifiesta desde los
primeros testimonios romances (siglos IX-XI), que resulta
ser la Castilla del alto Ebro y la Rioja•, área fronteriza del
Pais Vasco y extremamente aislada de los centros irradia-
dores de cultura latina en los tiempos romanos y visigodos:
la suerte de la P- en los latinismos del vasco, y finalmente la
ausencia de f en el alfabeto ibérico. Y, sin embargo, incluso
para quienes aceptan la fuerza de estos argumentos, quedan
aún abiertos a la discusión toda una serie de detalles im-
portantes: ¿ Se trata de un substrato «ibérico•, «cantábrico»
o «euskárico•? ¿la [h] románica remonta a tiempos roma-
nos o surgió en la Alta Edad Media como fruto del bilin-
güismo vasco-románico? 314 ¿es la [h] la equivalencia prima-

presa en Estudios lin,Uisticos. Tonas espailoles2, 259-71(Madrid, 1961)],


y de R. Menéndez Pldal, «Modo de obrar el substrato lingüfstico»,
RFE, 34.1-8 (1950). Cfr. D. Catalán, La escuela lingüistica espallola y su
concepcidn del lenguaje, 106-24(Madrid, 19S5), y J. R. Craddock, Latin
lqacy versus substratum residue: The unstrased «derivational•
Sllffius in the Romance vemaculars of tite Western Medite"anun,
11-29 (Berkeley-Los Angeles, 1969).
JIZ Orlgmu del espallol, § 41 (las tres eds., de 1926, 1929 y 1950
leftalan tres importantes estadios de la investigación).
JIJ Válse ahora D. Catalán, «La pronunciación [ihante] por /iffan-
~,. en la Rioja del siglo XI. Anotaciones a una observación d1alecto-
16pca de un historiador árabe•, RomPh, 21.410-35(1967-8).
• La alternancia ll"ÜC& entre f· ~ h- ~ •, reflejo de una pronun-
ciación (h] de la /f/, se halla préctic.arneotecircunscrita, en los si-

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154 La lingülstica en la postgua,a
ria de la P.. o un desarrollo ulterior de una artia 1JaCKJOin-
termedia [ph], [tp]? 315•
Apoyándose en la lenta difusión de la [h] por P-, desde
un núcleo fronterizo del Pafs Vasco (en que vivfa encerrada
en los siglos IX-XII) hasta llegar a ser (a fines del siglo n)
norma del castellano, A. Martinet defendió (19S1-1952) • un
1

origen y una difusión no muy disimilares para los gnuY.kc


cambios fonológicos sufridos por el español normativo en el
tránsito del siglo XVI al siglo XVII: la pérdida de la oposidlll
/b/: /v/ y de la correlación de sonoridad en las sibilantes.
De esta forma las características más salientes del caste-
llano, frente a las restantes lenguas románicas (incluidas
las peninsulares), serían debidas al bilingüismo eusko-l"Olm-
nico de la más vieja Castilla. El carácter éuscaro de la igua-
lación /v/ =
/b/ (que babia sido sugerido a Martinet par
A. Alonso [1949]):m ha sido impl1gnado, en nombre de la
geografía lingüística, por varios rornani,tas •. Para D. Alonso

glos IX-XIII, a la región castellano-navarra colindante con los ~


vascófonos o bilingües (cfr. RomPh, 21.414-8 y 435). Aunque anterior
a la pérdida de la -t en -nt' (SANcrl FftLlc1s > *Sant (H)e.lices > Santel.i-
ces), el fenómeno pudiera ser vasco-románico y no cántabro-latino.
385 La segunda hipótesis ha sido defendida por A. Martinet (obn.s
citadas en n. 386), quien supone para la lengua euskárica de la Castilla
septentrional y de la Rioja un sistema semejante al supuesto para el
antiguo vasco con */ph/ [*ph > *cp> h] y *fO/ [*\) > b ~ ~1- La F- la-
tina habrfa sido primero adaptada mediante la • /ph/ ( de donde h-J;
m4s tarde el vasco, al evolucionar la */ph/, recurrirla a la • /b/. E.
Alarcos, Fonologia española, 2.ª ed., 200-9 (Madrid, 1954) [4.• ed., 254-6
(Madrid, 1968)] sigue a Martinet, con vacilaciones.
316 «The unvoicing of old Spanish sibilants•, RornPlt. S.ll1-S6
(1951-52),11conomie des changements phonétiquu, 297-325(Bane, 1955').
361 NRFH, 3.1-82 (1949).
311 E. Alarcos (en Misceldnu Martinet, 2.21-31 [La Laguna, 19581).
aunque acepta el origen éuscaro del juego de variantes débiles ~
fuertes de los fonemas /b, d, g/ según su situación contextual (que
está en la base de la confusión /b/ = /vi), se resiste a creer que e1
fenómeno proceda en catalán del castellano (o el pscón). Bn cambio

'
J
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Influjos del substrato 15S
(1962) • el ensordecimiento de las sibilantes tampoco se ba-
brla originado únicamente en el rincón castellano-riojano,
sino que tendrfa una gran difusión en la Hispano-romania
desde tiempos primitivos. M'8 a<lelante volveremos sobre
alguna de estas cuestiones.
Otra hipótesis de substrato defendida con argumentos
lingüfsticos e históricos adecuados es la que atribuye a in-
flujo de la lenición céltica la sonorización de las sordas
ladnas y demás fenómenos conexos. A. Tovar (desde 1948)•

en Fonologfa upaiiola4, 258-9 (Madrid, 1968), afirma decididamente


que el fenómeno castellano, iniciado en la reaión vecina al territorio
vascuence, ces el fermento de la pérdida de [v] labiodental durante
el sialo XVI en casi toda la península•. A. Galmés, BF, 20.26-30( 1961),
defiende el origen tardío de la oposición /b/: /v/ en portugués y ca-
taláo. D. Alonso, La fragmentación fon,tica peninsular ( = ELH, l. Su-
plemento), 1SS-21>9(Madrid, 1962), cree que la bilabialidad de /v/ •tiene
que estar basada en una costumbre articulatoria de los antiguos habi-
tantes de todo el Norte de la Península y el Suroeste de la Galia: de
ese conjunto, el vasco no es sino una pieza•. El problema es com-
plejo, pues no debe confundirse la confluencia latina de -B- y -u- (y los
tnleques antiguos de B- y u-) con el fenómeno románico de pérdida
de la distinción entre -P- > /b/ : /v / < -e-, -P-, -u- (y entre [b-] : [V•]
románicas); ni tampoco la propagación tardfa (siglos XVI-XVII) de la
alternancia contextual (con confusión de /b/: /v/) al castellano tole-
dano, valenciano, andaluz y americano y al catalán •apitxab de Va-
lencia y su huerta (que tuvieron basta entonces la oposición /b/: /v/),
con la propagación medieval del fenómeno por el Norte de la Penfn•
sula.
• La fragmentaci6n f""'tica peninsular, 85-103(Madrid, 1962).
• «La sonorización y cafda de las intervocálicas y los estratos
indoeuropeos en Hispania•, BAE, 28.265-80 (1948) [reimpreso en Estu-
dios sobre las primitivas lenguas hispdnicas, lTl-47 (Buenos Aires,
1949)]: «La sonorisation et la chute des intervocaliques, phénomme
latín occidental•, REL, 29.102-20 (1951); ELH, 1.114-6 (Madrid, 1960).
Tovar también quiso ligar la inflexión románica a la infección céltica
(VII CI LR, 387-400 [195S] y ELH, 1.116 [Madrid, 1960]) e incluso la sin-
copa rorn4oíca a los casos atestiguados en las regiones occidentales
de Hispania de Ienaua indoeuropea (ELH, 1.116-7). La infección his-
pano-céltica postulada por Tovar ha sido rechazada por U. Scbmoll,

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1S6 La. lingüLstica aa la postgrurra
ha seftalado que en las tieffllS más tard1amente romanimdas
del NO. hispánico, habitadas por pueblos de lengua indo-
europea (~ltica y para-céltica), aparecen concentrados en
~ latina muy abundantes ejemplos de sonorización de
oclusivas sordas y de pérdida de oclusivas sonoras intervo-
cálicas en nombres bárbaros de divinidades y de personas y
clanes. Estos nombres, junto con los ejemplos de sonorim-
ción en voces latinas que se descubren en las inscripciones
hispanas, le parecen datos decisivos para establecer una
conexión entre la sonorización románica, firmemente arrai-
gada en el Occidente peninsular desde los primeros docu-
mentos posteriores a la invasión mu.mlmana, y la lenición
céltica. La tesis de Tovar fue aceptada, en sus lineas ~
rales, por R. Menéndez Pidal (19S0)•, quien notó la exis-
tencia, en los documentos de los siglos IX-XI, de una llarn•
tiva gradación, desde el Occidente de Hispania, con un
máximo de sonorizaciones (incluso en voces fonética y mor-
fológicamente muy arcaizantes), pasando por Castilla, con
muchos menos ejemplos, hasta Aragón, donde los ejemplos
son muy raros (y en donde todavía hoy subsisten las sor-
das). A. Martinet, en su brillante estudio (19S2)m de la trans-
formación del sistema consonántico de la Romania Occiden-
tal a la luz de la lenición céltica, considera que entre los dos
fenómenos de «lenición», el céltico y el románico, hay una
conexión histórica. Pese a la fuerza de estas concordancias,
el origen céltico del proceso que dio lugar al sistema con-
sonántico típico de la Romania Occidental ha sido recha-
zado, con argumentos de peso, por H. Weinrich (1958,

Die Sprachen der vorlceltischffl ln4ogemumen Hispa.niens und das


Keltiberische, 60, 86, 84, n. 4 (Wiesbaden, 1959).
• Orlgenes del español, §§ 45-6 (Madrid, 19S0).
m «Celtic Lenidon and Western Romance Consonantsa, Le, 28.192-
217 (1952), Sconomie du clumgonents ""°"'tiqua, 257-96(Beine, 1955).

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Influjos del substrato 157
1960) 38 • para quien el fenómeno occidental rorn4uico (de ge-
minación, sonorimción y fricati:zación en las oclusivas y fri-
cativas; debilitación y refonarniento en las liquidas y nasa-
les) no puede separarse de otros fenómenos de «variación•
que ocurren en la Romania no céltica (el raddoppiamento
italiano., la gorgia toscana, etc.)*·
V arios lingüistas se han sentido impresionados por la
identidad del sistema vocálico vasco y el castellano o por
ciertas semejanus entre el consonantismo de las dos len-
guas »s. Otros han llamado la atención acerca de la lista de
coincidencias entre tendencias fonéticas atestiguadas en las
lenguas hispánicas pre-romanas y evoluciones del lat1n bis-

BS Phonologiscli. Stwlien zur romanischen Sprach1uchlchte


(Münster, 1958), y ZRPh, 76.205-18 (1960).
Bt E. Alarcos, que en 1954 aceptaba plenamente la tesis de Tovar
y de Martinet, se convirtió en 1961 en convencido expositor de la nueva
explicación de Weinrich (respectivamente, en las eds. 2.•, p. 200, y 3.• de
la Fonologf,a. española, p. 236 [cfr. 4.• ed., p. 244]).
315 La similitud del vocalismo castellano, aragon& y vasco ha he-
cho pensar en un influjo de substrato para los hechos castellanos,
no sólo a T. Navarro, PhQ, 21.8-16 (1942), sino a E. Alarcos, «Ouelques
prttisions sur la diphtongaison espagnole», Omagiu lardan, 1-4 (Bu-
~ti. 1958), y Fonologfa española, 4.• ed., 218-21 (Madrid, 1968), quien
explica la diptongación castellana de [9] y [~] como el resultado de
una acomodación de las vocales latinas al sistema fonolópco de una
lengua de substrato de la región cant4brica. ·Sobre los paralelismos
COD50minticos (la variación contextual en /b, d, 1/, la existencia en
esp. ant. de tres órdenes de sibilantes, etc.) ha llamado la atención,
entre otros, R. Lapesa, Historia de la lengua upaliola, 22-3 (Madrid,
1942). No debe olvidarse que los dialectos vascos han compartido ~
dernamente varias evoluciones fonéticas de los dialectos romances coa
que conviven. Por ejemplo, la sonora [j ~ f] se ha ensordecido en
[ 1] en aezcoano, salacenco, roncal.!s y buena parte del a.-nav. ( ¿antes
de 1619?) y ha pasado a velar [x] (antes de 1665) en ¡uipmcoano, en
parte del a.-nav. y en el vizc. oriental, siguiendo la evolución caste-
llana: en habla labortana y bajo-navarra se ha introducido el rru••
yernent fran~ de la [r] (L. Michelena, Fonitica hist6rlca vuca,
167-TI, 328 [San Sebastién, 1961]). Hechos emHOIOI pudieron produ-
ch se il91aJment.e en tiempos mú antipos.

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1S8 La. lingi,Ustica en la postguerra
pánico: P- > [h ~ 9], -MB- > [m], -NI>- > [n], -LD- > [l], sonori-
zación de las consonantes sordas intervocálicas, sonorimdóo
de las oclusivas tras nasal o l (Ne > [ng], etc.), a- > [arr-
~ err- ], anaptixis, inflexión ~lica, etc. Pero, como J.~
minas ha subrayado bien (1961)•, es preciso resistir la ten-
tación de las fáciles generaUnciones y someter cada coinci-
dencia al más riguroso escrutinio, atendiendo sin pasión a las
varias explicaciones posibles YII.

3.6. BL LATfN DB BISPANIA Y lDS cld-


GBNBS DBL DIALBCTALISIIOllOIW(G

Los conquistadores de Cerdefta y de las provincias Cite-


rior y Ulterior de Hispania en el siglo m a. J. C., y los co-
lonos venidos a ellas en el siglo 11 a. J. C. hablaban induda-
blemente un latín diverso del que más tarde fue llevado a
las GaUas, o del que tardíamente fue implantado en la Da-

• ZRPh, TI.3SUO (1961).


YR Sirva de ejemplo el caso de la grafla ibérica lt, en escritura
griega ld, que en latín aparece representada por ll ~ l (Salduie N
turma Salluitana, lldirda ('.> ]lerda, Jlduro ('.> lluro, -üdun e--., -ülun, etc.)
y que según U. Schmoll (Glotta, 3S.304-11[1956]) serla un sonido mo-
nofonemático (posiblemente CU retroflexa) para el cual no babia
signo en el alfabeto ibérico. Las grafías romances medievales U par
-LD- y los casos de (11< -u,. o [l] < -LD- en esp. y cat. nada tendriall
que ver con los hechos «ibéricos». Véase, sobre el vasco, L Michela&
en Homenaje Martinet, 1.142-SO(La Laguna, 1957), y su reacción a la
hipótesis de Schmoll en Zephyru.s, 12.9-10(1961). Aceraa de los casos
romances, R. Menéndez Pidal, Orfgenes del español, 3.• ed., §§ 54. 56
(Madrid, 1950); J. Coromines, ERo2, 3.228-30(19S1-S2),y su reacd6n a
la hipótesis de Schmoll, ZRPh, Tl.369 y 374 n. (1961). Sobre la alter-
nancia [Id('.) l ('.)1] en voces medievales (latinas y árabes) cfr. Y. MaJ..
kiel, Estudios Menéndez. Pidal, 1.91-124(Madrid, 1950); E. Veres d'Oc6D.
RVF, 1.226-7y 232-4(19S1); J. Corornfuu, DCEC, s. v. bBico; W. Giese~
ZRPh, 80.356-61(1964).

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Latfn de Hispania 1S9
cia. Baúndose en este hecho evidente, G. Grober habfa apun-
tado ya, en 1884, que ciertas características de los dialectos
roménicos podían remontar al latfn mismo fundacional, al
Jadn implantado por los colonizadores. Modernamente, S.
da Silva Neto ( 19S2-19S7)• ilustró el arcaísmo fundacional
del latín de Hispania con unos cuantos ejemplos de voces
usadas por Ennio, Lucillo o Terencio que, a pesar de haber
caído en desuso en el latfn clásico, dejaron descendencia
en portugués y castellano. La lista ha sido enriquecida, de
un modo sustancial, por A. Tovar (1968)•, quien destacó
cómo «la lectura de los autores arcaicos latinos despierta en
el lector espaiiol muchas veces la sorpresa de encontrarse
con algo propio». Las voces pre-clásicas continuadas en los
romances hispánicos han sido espigadas por Tovar en Ca-
tón~ en Lucillo y en Varrón (todos tres protagonistas en la
historia de la romanización de Hispania), o en Ennio, Plauto,
Nevio, etc., y debieron formar parte del vocabulario de los
primeros soldados, comerciantes, empresarios de minas, co-
lonos, agricultores, etc. que pusieron pie en Hispania. Estas
preciosas reliquias de latfn arcaico nos ilustran, no hay duda,
un curioso aspecto de la coloración dialectal que tendría el
latín hispánico, en ciertas capas del léxico, durante la época
clásica; pero seria exagerado afirmar, a base de ellas, que
«rasgos decisivos• de los romances peninsulares «arrancan
de los días de la conquista». Como ha señalado R. Menén-
dez Pidal (1938-1939), «la fecha remota inicial de la romani-
mción puede explicar la conservación de algunos arcaísmos,
pero no impone un carácter general de arcaísmo», pues las
~cias antiguas siguieron recibiendo, durante siglos, el

.- Hist6rla tia lfngua portugulsa, 116-9 (Río de Janeiro, 1952, co-


ofón de 1957).
3119 La.tin de Hispania: Aspectos láicos de la romanizacüm. Discurso
Madrid, 1968).

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160 La lingülstica en la post,,_,.
influjo lingllistico de la Metrópoli y evolucionaron su latfa
a la vez que ella. Creo que tiene razón S. Mariner Bigoua
(1960) ª cuando caHfica a las voces pre-cl6sicas conservadas
en los romances hispánicos como «islotes escapados a la
nivelación idiomática•, hacia la cual tendfa el Imperio cla-
mnte los siglos de unidad politica y cultural.
Un aspecto particular muy discutido del arcafsmo del
latín fundacional es el del posible influjo de los soldados
y colonos itálicos bilingües en el latín provincial de Hi~nia.
El papel preponderante que en la conquista y coloni7.aci6n
de Hispania tuvieron ( durante los primeros siglos) los alia-
dos itálicos de Roma parece un hecho incontrovertible.
Aparte de las noticias que dan los historiadores romanos•,
el testimonio de la onom4stica resulta decisivo. V. Bertoldi
(19S2) 402, R. Syme (19S8) 418, A. J. N. Wilson (1966) ... A. To-
var (1968)ª han aportado datos varios de gran interés que
muestran la presencia de colonos itálicos entre los propie-
tarios de fundos en Hispania •, el origen itálico de los nom-
bres de los senadores hispanos durante el principado. la

• ELH, 1.203-5(Madrid, 1960). Aunque Mar1ner exaaera la escaser


de verdaderos arcaísmos, segán el estudio de A. Tovar pone de ma-
nifiesto.
401 Uvio (XXXII, 28,11: XL, 18,15: XLII, 31,2) da cifras muy sipi-
ficativas (por ejemplo: en 181 a. C., de los nuevos contiqentes en-
viados a la 111erra de Espafta, sólo un tercio son romanos y el resto
aliados).
402 «Episodi dialettali nella storia del latino della Olrnpania e
dell'Iberia•, Estudios Menbulei Pidal, 3.33-53 (Madrid, 1952).
403 R. Syme, Tacitus, 590, 604 (Oxford, 1958): cfr. R. ThOU'ftllCJl.
Bssai sur la province romaine de Bétiqru, 183-4(Paris, 1940).
• Emigration from ltaly in the Republican Age of Romc (Ma,n.
chester, 1966).
a Op. cit .• n. 399 (pp. 37-42).
406 V. Bertoldi estudió especialmente la «fortuna d'alcwd nami
di colon! italici in -uarus nel latino d'lberia•, examinando los topó-
nimos espaftoles derivados del nombre del propietario de 11D fundo.

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Latfn de Hispanla 161
existencia de nombres itálicos entre los primeros empresa-
rios llegados al levante espa:fiol a reorgautur la minerfa, y
el arraigo y difusión de los nombres de procedencia itálica
en la tradición onomástica de Hispania ª · Pero estas com-
probaciones sólo cobran plena significación puestas al lado
de los datos reunidos (1954, 1959) por P. Aebischer para
el estudio de *La. romanisation de la ptninsule hispanique
d'apru les donnús de l'épi.graphie •. Aebischer ha e.1rarni-
nado centenares de gentilicios locaUnbles y gracias a esa
labor ha podido llegar a la firme conclusión de que la
mayorfa de los colonos de Hispania vinieron de la mitad
Sur de Italia (de la Campania, en particular, y tambim de la
Apulia y del Bruttium).
Junto al testimonio onomástico, V. Bertoldi (1952)• y
R. Menéndez Pidal (1954, 1960) 410 adujeron el testimonio to-
ponfmico. Según tendencia común a los colonizadores de
todos los tiempos, los colonos asentados en Hispania
recordaron en la toponimia de las tierras colonizadas la de
su solar de origen: Son, desde luego, abundantes en Bspafta
los topónimos idénticos a otros de Italia; pero lo sorpren-

_, A. Tovar acudió a los datos onomásticos que proporcionan el


CIL y J. Untermann, Elementos para un atla.s antroponfmico de la
Hispania antigua (Madrid, 1965).
• P. Aebischer, en carta a R. Menéndez Pidal del 7-IV-54 (publi-
cada en BAE, 34.199,n. [19541) le seftala el título de la obra, le expone
el plan y le anticipa los resultados (basados por entonces sólo en los
datos del CIL),· un nuevo avance figura en «La romanisation de la
Nninsule lbérique l la lumim-e de l'épigrapbie•, Colloque lnterna-
tional di! Civilisations, Litthaturl!S et Languu Romana, 286 u. (Bu-
curetti, 1962?).
• Op. cit., n. 402.
4IO R. Menéndez Pidal, «A propósito de LL y L latinas. Col"nfzadón
sudftüica en España», BAB, 34.165-216(1954), y «Colonización surit'•
lica de Espaiia según testimonios toPonímicos e inscripcionales•, en
ELH, 1.LIX·LXVIII (Madrid, 1960). A. Tovar (op. cit. en la n. 399), 4().41,
aftade algunos topónimos más a la lista de Menéndez Pidal.
LINGtJfsnCA f.aao..Rolw¡1CA. - 11

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162 La lingüistica en la postguerra.
dente es la densidad de topónimos procedentes del Sur de
Italia que se descubren en la Hispania Citerior.
Las consecuencias lingüísticas de esta participación ma-
yoritaria de las comarcas superpobladas del Sur de Italia
en la colonización de Hispania son difíciles de evaluar. No
hay duda que en los primeros siglos buena parte de los sol-
dados y colonos itálicos serían bilingües, pues aunque las
lenguas itálicas eran despreciadas en los medios urbanos de
Italia, las gentes «qui Obsce et Volsce fabulantur, nam La-
tine nesciunt• 411 eran mayoría en el campo durante el si-
glo 11, y el osco consiguió sobrevivir incluso la catástrofe
de la guerra social. Naturalmente, en las nuevas provincias
la mezcla de los colonos daría lugar a la formación de una
ckoiné• lingüística, donde la norma romana tendería a pre-
dominar 412; pero muchos rasgos itálicos pudieron sobrevivir
localmente y algunos, incluso, llegar a generali7.arse en el
ambiente provinciano de Hispania. No obstante, la lista de
palabras íbero-románicas que se intentan explicar como pn>
cedentes de voces dialectales oscas no es muy extensa (por
más que admitamos incluso los ejemplos más dudosos) 40 •
Ello no es de extrañar, pues los wlgarismos léxicos. según
observa bien S. Mariner (1960) 414, una vez reconocidos como

411 Según el verso de Titino (siglo II) aducido por A. Tovar.


4U Como supone, con razón, J. Piel, BF, 2.189 (1933-34 ).
413 Véanse las listas que dan S. da Silva Neto (op. cit. en la n. 391).
117; K. Baldinger, Die Herausbildung der Sprachriiume a.uf der Pyre-
niienhalbinsel, 48 (Berlin, 1958); M. Díaz y Díaz, ELH, 1.242-6 (Madrid.
1960), y A. Tovar (op. cit. en la n. 399), 42-43. Cfr. también la poco
profunda visión panorámica de V. Bertoldi, «Colonizzazioni antiche e
recenti ncll'Iberia e dall'Iberia», en Colonizt.az.ioni nell'antico Me.di-
te"aneo occi.dentale alla luce degli aspetti linguistici, 191-238(Napoli.
1950), y V. Pisani, «Relitti lessicali oscoumbri nelle llnauerornanze•~
Festschrift Rohlfs, 372-85 (Halle, 1958).
414 ELH 1.214-6(Madrid, 1960).

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Latin de Hispania 163
tales. suelen tender a desaparecer mucho más decididamen-
te que los hábitos de pronunciación.
Mayor importancia tienen los fenómenos fonéticos, mor-
fológicos y sintácticos romances que los defensores del dia-
lectalismo del latín hispánico quieren hacer remontar a los
tiempos de la coloniución. R. Menéndez Pidal (1954, 1960) 415
ha reelaborado sus conclusiones de 1926 ampliando la lista
de fenómenos fonéticos peculiares de los dialectos del Sur
de Italia que podrian tener su origen en el dialectalismo
de los antiguos pueblos aliados de la república romana y
que reaparecen en la Hispano-romania. El paralelismo entre
los hechos dialectales del Sur de Italia y los fenómenos his-
pánicos no hay duda que es muy notable; pero Menéndez
Pidal, al afiadir estos otros fenómenos a la lista de semejan-
zas que babfa seflalado en los Orlgenes del Español, tuvo
que revisar su reconstrucción histórico-geográfica de la in-
fluencia dialectal, pues los nuevos fenómenos dejaban de ha-
llarse loca1imdos en tierras de la Hispania Citerior. Esta di-
ficultad ha sido reconocida por D. Alonso (1962) 416, a pesar
de que, personalmente, encuentra más plausible el influjo
suditálico para alguna de las semejanms ahora seftaladas,
que para alguna de las apuntadas desde antiguo. El más
activo censor de la hipótesis pidaliua sigue siendo G. Rohlfs,
que prefiere explicar por substratos ( en gran parte desco-
nocidos) la mayorfa de los hechos hispánicos y que, en cam-
bio, niega el enlace de los fenómenos dialectales del Sur de
Italia con los antiguos dialectos itálicos 417• Más adelante nos

415 En el artículo citado en la n. 410 y en ELH, l.LXIX-CXXXVIll.


416 «Metafonfa, neutro de materia y colouiudón sudit4lica en la
penfnsula hispánica•, en La fragmentacidn fon,tica peninsular, 105-54
(Madrid, 1962).
417 G. Rohlfs, Historischs Grammatik der italienischen Sprachs un4
ihrer Mundartm, 419-20 (Bem, 1949); su resefta a Orfgenes, 3.• ed., en
ASNS. 189.91-2 (1952-53); «Concordancias entre catalán y gascón•, VII

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164 La lingüútica en la postg,,a,a
referiremos a las explicaciones de los diacronistas y al em=p-
ticismo de C. Blaylock 411•
Aunque apasionado defensor de los dialectalismos fon6.
ticos de origen i1'lico en el latfn fundacional, R. Menéncler
Pidal considera que en la Rornania •más que la clasificación
cronológica se impone la geográfica•. La personalidad del
latfn hispánico se debe, fundame11talmente, a su consena-
durismo, explicable sobre todo por la situación marginal de
Hispania dentro del Imperio, que le impidió participar en la
más tardía renovación del latfn imperial. Muchos neol•
mos, irradiados desde los centros más vitales del Occidente
latino (Roma, Milán, Tréveris, etc.) fueron desconocidos o
alcanzaron escasa difusión en Hi•oia 419• Catahriia, DI
abierta a los influjos provenientes de ProveoZ8, de la Getil
Cisalpina y de Roma, participó con mayor frecuencia y de-
cisión que otras regiones de Hispania en los neologismos
del latín imperial tardfo GO. Pero como nota bien S. Mariner
(1960) 421, «la cantidad de tipos ~cos comunes entre [C.
taluJia] y la Galla meridional que puede hacerse llegar a los

CI LR, 663-72 (Barcelona, 1955): cOsklsche Latlnitlt in Spanlen?., RL1l


19.221""(1955): «Zur Methodololie der romaofldlen -
(Substratomanie und Substratophobie)•, Festschrift Gamillschq,, .fJS..
S()IJ (Tilbingen, 1957).
411 RomPh, 18.253-71(1964-65): 19.418-34(1965-66), y 21.392-409(1967-68).
419 Resume bien la cuestión G. Rohlfs, Manual de filoloPIJ lrispl,-
nica, 36-9 (Bogotá, 1957), y S. Mariner, ELH, 1.230-4 (Madrid, 1960)-
Cfr. la visión panorámica de G. Rohlfs, Die luicalische Differ~
der romanischen Sprachen, «SbBAW•, 4 (München, 1954) (trad. esp..
Diferenciaci6n léxica de las lenguas romdnicas (Madrid, 1960)]: wate
la resefta de A. Niculescu, en RUng, 2.123-33 (1957), con importances
observaciones metodológicas, y la de G. Colón, en ZRPII, 74.2JS.94
(1958).
420F. de B. Moll, Gramdtica hist6rica catalana, 37-41 (lladdd.
1952): tambi6n A. Badfa, Gramática hüt6rlca catalana, 32-4 (Madrid.
1951).
421 ELH, 1.234, n. 75 (Madrid, 1960).

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165
tiempos de una comunidad lingllistica latina es notoriamente
inferior a la de los dpos originados y propagados en época
rornauce•. El levante hispánico concuerda muchas veces con
el resto de la Penmsula en la conservación del léxico latino,
frente a las innovaciones románicas, pero se inclina cada vez
con mayor frecuencia al léxico innovador de la Galo-roma-
nia cuau~o más tarcUoes el origen de las innovaciones 422•
Las famosas «norme areali• de la neolingüfstica itaJiana
pudieron representar un fracaso en cuanto sistematinción
científica de las interpretaciones históricas de indicios espa-
ciales: pero no en su principal innovación, la de explicar la
estructuración lingiüstica del mundo romano ~jo un punto
de vista difusionista (superando o complementando la hi-
pótesis cronológica de Grober, la étnica o substratista de
Ascoli y la de fragmentación en territorios politicos, adminis-
trativos y eclesiásticos de Meyer-Lübke)GS. La aplicabilidad

az H. Kuen, «Die spracblichen Verhllmisse auf der Pyreniienbalb-


imel•, ZRPh, 66.108-113(1950), destaca la estrecha comunidad lin-
sllfstica del catalán con el provenzal basta el siglo IX.
423 V~ atrás, n. 172. El hecho de que las áreas «laterales• pue-
dan coincidir en la conservación de ciertas formas que en el área
«central» han sido substituidas por innovaciones, no excluye, claro
está, que las regiones exteriores innoven, a la vez, por su cuenta (por
desarrollo independiente o por influjos exteriores), sobre todo des-
pués de desaparecer la unidad imperial. El «conservadurismo• del
lado de Hispania o de la Dacia en la ~ final del Imperio no supone
que el portul\lés y el español o el rumano se mantengan más pró-
ximos del latfn que el italiano (pues lo contrario es evidente). Tiene,
pues, razón I. lordan, •Rornlna 1i spaniola, arii laterale ale latinltl•
iu-. SCL, 15.7-14(1964) [reprod. en fr. RLing, 9.S-14(1964), y en esp. en
Dos utudios de lingl,llstica romdnica, 22-31 (Montevideo, 1964) y ex-
tractado en «El espaftol, ¿área lingWstica arcaica?•, RFE, 48.177-9
(1966)), cuando subraya que las lenguas •laterales• de la Romania no
pueden caracterizarse en t~os generales como •conservadoras•:
pero ello no invalida las explicaciones de la distribución geognifica
de determinados fenómenos acudiendo al carécter conservador de las
úeu «laterales•. Apoy6ndoae en ideas enunciadas por B. MaJml,ers,

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166 La lingüística en la postguerra
al latín hispánico de esta visión difusionista ha sido subra-
yada nuevamente por G. Bonfante (1965) 414• Al «carácter la-
teral• del latín hispánico pueden atribuirse las coincidencias
léxicas y morfo-sintácticas (repetidamente notadas), de las
lenguas ibero-rornáoir-as y del nirnano, la reiterada existen-
cia de un área «meridional» (Portugal, Espafta, Cerdefia, Si-
cilia, Sur de Italia, Rumanfa, y, posiblemente, en lo antiguo :
A.frica) 425 y el hecho de que a esta lista de territorios perifé-
ricos se unan a veces ciertos reductos alpinos 416• Contra esta 1

M. Sala, «El rumano y el espaflol, áreas laterales de la Romania»,


Homenaje Oroz, 439-47 (Santiago de Chile, 1967), refuen.a los arp-
mentos de lordan.
424 «L'lberia nelle norme areall di M. Bartoll•, en la misceUnea
ed. por Ouaderni lbero-Americani, Studi di lingua e letteratura spa-
gnola, 7-l/J (Torino, 1965). Bonfante se muestra excesivamente rígido m
la aplicación de las «normas• (por ejemplo, al tratar de mrus).
425 Puede verse una exposición muy completa en S. da Silva Neto,
Hist6ria da lfngua portugulsa, 122-30 (Río de Janeiro, 19S2). Del lado
romano, las concordancias léxicas IU1Dano-hispánicas han sido objeto 1

de especial atención por parte de un neo-lingüista de la escuela de


Cluj, G. Giuglea, y de F. Sldeanu: G. Giuglea, Concordances linguisti-
quu entre le rownain et les parlers de la tone pyrénéenne (Cluj, 1937):
«Coincidences (et) concordances entre le roumain et d'autres <~ les
a.) langues romanes•, Bulletin de la Section littéraire de l'Acadhnü
Roumaine, 1.157-82 (1941); 2.20-66 (1943); 4.12-48 (1948); F. Sldeanu.
«Paralele lexicale lntre limba romlnl §i limbile ibero-romanice-,
Omagiu lardan, 76S-70 (Bucuretti, 1958); G. Giuglea e l. Stan, «Con-
cordances lexicales entre les parlers ibéro-romans et rournahw•,
RLing, 7.43-50 (1961); G. Giuglea y F. Sldeanu, «Pe marginea unui
dicponar etimologic al limbii spaniole», RFRG, 7.131-41 (1963). Contra
el punto de vista de estos trabajos ha reaccionado l. lordan (cfr. 1

n. 423). F. Schürr, «Dacorrománico e iberorrománico (áreas laterales


de la romanidad)•, Acta Philologica, 5.129-140(1966), apoya las ideas de
Bartoli. Véase también M. L. Wagner, ZRPh, 69.360-68(1953).
G6 J. Coromines, «Dis Aup i Pirinat•, Jud-Festschrif t, 56~ (Zü-
rich, 1943) [reed. en Topica Hesperica (Madrid, 1970)]. Cfr. tambim
L. M. Magno, Áreas luicais mi Portugal e na ltdlia [= RPF, 11.25--100]
(Coimbra, 1961), basado en la confrontación del AIS con el ILB (an-
=
ticipó sus concluslones en 1959: IX CILR, 1.11-22 [Usboa, 1961) BF,
18.11-22[1959]; cfr. las observaciones adjuntas de S. da Silva Neto).

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Latfn de Hispania 167
explicación se ha alzado la vcrz de D. Alonso (1962) 427, quien
destaca que tambim las zonas llamadas periféricas coinci-
den en innovaciones y recban por tanto como insuficiente
la hipótesis tradicional. D. Alonso considera que las seme-
jaoDs sintácticas, morfológicas y 16xicas entre el Sur de
Italia e Hispania, apuntadas desde antipo, muestran (más
claramente que los rasgos fonéticos) el parentesco del latfn
hablado en España con el hablado en la parte septentrional
de la Italia del Sur. Sin embargo, el «napolitanismo» del la-
tín hispánico resulta hoy por hoy una tesis aventurada, como
reconocía ya H. Meier en 1948 tras subrayar toda una serie
de coincidencias 421.

m «Sobre arca(smo de zonas periféricas», en La fragmenta&ión


fonbil:a peninsular, 146-9 (Madrid, 1962).
421 Ensa.ios d~ filologia romdnica, 11-16 (Lisboa, 1948). Meier ha
dedicado reiteradamente su atención al problema de las semejenns
entre los dialectos italianos meridionales y las lenguas romances de
Hispania, en trabajos generales (Die Entstehung der romanischm
Sprachen und Nationen [Frankfurt, 19411, «A evolu~o do portuguh
dentro do quadro das linguas ibero-romlnicas», Biblos, 18.497-51S
(1943] ), y en estudios referentes al origen de ciertas particularidades
sintácticas, como el infinitivo flexionado portugués (BF, 11.115-32
(19S0], y BFUCh, 8.267-91 (19541), o como el acusativo preposicional
(Ensaios de filología romdnica, 115-64 [Lisboa, 1948], y BF, 8.237-60
[1947] ). Meier se inclina, desde luego, por las explicaciones monogené-
ticas (a partir del período latino), y aunque recomienda prudencia al
aplicar las coincidencias sintácticas y léxicas, piensa, como D. Alon-
so. que no es posible prescindir de las relaciones históricas entre
el latfn suditálico y el hispánico [cfr. BF, 18.20 (1959), para el léxico].
También han preocupado a los lingüistas rumanos los paralelismos
sintácticos entre el rumano y otras lenguas romances marginales:
A. Niculescu, cAsupra obiectului direct prepozitional in limbile ro-
manice•, SCL, 10.185-204( 1959), no excluye la posibilidad de que la
c:aostrocción se base en el desarrollo de una tendencia latina (la de
marcar el cantcter individualizado del objeto directo) [cfr. B. Pottier,
cL'objet direct pr6positionnel: faits et théories•, SCL, 11.67~ (1960)]:
D. Copceag, «Un caso de omisión del articulo en rumano y en los
idknnes iberorromances•, RLing, 9.195-201( 1964), cree que la seme-

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168 La lingül.stica en la postguerra
No debe olvidarse, al tratar del latín hispánico, el testi-
monio del vasco. Aunque la lengua vasca no sea, claro est6,
la «décima• lengua roménica (como ha querido probar A.
Griera) ª, el caudal de elementos latinos que ha absorbido
es extraordinario y, por lo tanto, su estudio proporciona un
testimonio vivo de una latinidad periférica en la que se han
ido sobreponiendo estratos de fecha muy diversa. Bl dorniniQ
vasco, como ha subrayado L Michelena, estt lejos de ser un
enclave extrafto entre Gascufia, Castilla y Aragón •.

Jama sintéctica que estudia se explica bien como conservad6n en


«áreas laterales• de una situación lin¡Wstica anterior a la que pro,
senta el «área central•.
429 «El origen de la lenauava1ca• (BDB, 25.62-78 [1941)). Mejor
que aducir criticas serias de esta obra es el citar la 'Lettre persane'
de· G. Rohlfs, Scifflt.11 nuowa ou dkadence linguistiquü (Tübinam.
1960). Tiene mayor interá el Vocabulario vasco (S. Cupt del Valla,
1960) de A. Griera.
4JO Después del trabajo pionero de M. de Unamuno (1885-86), ele
las antiguas contribuciones de H. Schuchardt y del estudio de W.
Meyer-Lübke («Romanobaskisches•, RIEB, 14.463-85 [19231), volvió a
tratar el tema G. Rohlfs, «Baskische Kultur im Spiegel des lateini-
schen Lehnwortes•, Festschrift Voretuch, 58-87(Halle, 1927) [trad. esp.,
«La influencia latina en la lengua y cultura vascas», RIEB, 24.32341
(1933)], utilizando, en ocasiones con excesivo dogmatismo, el m~todo
de palabras y cosas [cfr. J. Caro Baroja, La vida rural en Vera tic
Bidasoa, 42-3 (Madrid, 1944)]. Nuevas perspectivas abrió J. Caro Ba-
roja, Materiales ,,ara una historia da la lengua vasca en .su rdat:idn
con la latina (Salamanca, 1946), libro valioso, aunque mal o,pnizado
y poco claro (y en Los pueblos de España [Barcelona, 1946]). Un am-
plio resumen de los resultados vascos de voces latinas (ordenados
fonéticamente) da V. García de Diego, Manual de dialectologfa a,-.
flota, 198-221(Madrid, 1946) (191-216, 2.• ed. (Madrid, 1959)]. L Miel»
lena, que prepara un estudio sobre la aportación latino-rommrlca al
lmco vasco (para ELH, 3), ha subrayado la importancia y la dific:111-
tad de estudiar la «legión• de componentes del lbico vasco cque des-
piertan la sospecha, a veces vehemente, de que forman parte de )c)I
elementos advenedizos incorporados a la lengua en el curso de los
dos últimos milenios• ( «Va~romanica•, RFE, 48.105-19 [1965]). 111-
chelena ha aarninado, sin embaqo, con aran riaor la onom'5tica y
el vocabulario YUCO de orilen latino en sus fund•ment.ales esbldlos

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El latin de la Hispania g6tica 169
Tanto los defensores de la existencia de una temprana
coloración dialectal del latfn hispánico como los que sólo
admiten una tardía diferenciación proto-rom4uica, están to-
dos de acuerdo en considerar que la eclosión del dialecta-
lismo romance, latente desde la época imperial, ocurre como
consecuencia de la desintegración del Imperio. A pesar de
la crisis politica, económica y espiritual del Imperio en el
siglo III, las tendencias disgregadoras en las lenguas no ha-
brian llegado a triunfar sin el colapso de la administración
romana ocurrido en el siglo v. No hay duda que en la gesta-
ción de los romances hispánicos los siglos ocupados por el
reino visigodo toledano (VI-VII) debieron ser cruciales; pero
el florecimiento cultural de la Hispauia gótica dificulta gran-
demente el estudio de la lengua común 411; la protohistoria
de las lenguas hispano-rom4nieas no comienza hasta el si-
glo IX. Sin embargo, gracias a la inaansable y multifa~tica
actividad de M. Gómez Moreno contamos hoy con un curio-
sfsimQ corpus de textos semi-populares grabados con punron
en fragmentos de pizarras (1954, 1966) m. Su estudio lin-
Apellidos vascos, 2.• ed. (San Sebasti4n, 19S5); «Introducción fonética
a la onomástica vasca•, Ern, 24.167-86,331-52(1956); «Nombres vascos
de persona• [con A. Yrigaray], V C/SO, 11.73-92(Salamanca, 1958):
el.as antiguas consonantes vascas•, Misceldnea Martinet, l.113-S7 (La
Laguna, 1957), y Fonética hist6rica vasca (San Sebastián, 1961) [cfr. J.
Corominas, «Breves notas vascorrománicas a propósito de la foMtica
de Michelena•, Topica Huperica (Madrid, 1970)].
4.11 En los últimos tiempos del Imperio la creciente «dfalossia- ae
manifiesta en la tendencia a extremar la distancia entre la lensua
«aprendida• o culta y la hablada vulgar (según ejemplifica Prisciliano)
y esta situación se prolonga y se hace aún más patente en la ~poca
visigoda, cuando los nw:leos cultos se sienten más aislados en medio
ele la incultura de las masas (v&se S. Mariner, BLH, 1.288-9[Madrid,
1960)).
m «Documentación goda en pizarra», BAE, 34.25-58(1954): y, con
nuevos hallazgos, Docummtaci6n ¡oda en piza"a. Estudio y trans-
crlpci6n (Madrid, 1966) [rni.ridn, facstmau , fotogrllflas por M. Ca-
umar].

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170 La lingüistica m la. postguara
güfstico ofrece indudable interés, aunque no llegue a pro-
porcionar datos sensacionales sobre la lengua wlpr.

3.7. BL BSPAROLY LAS LBNGUAS NO NBO-


LATINAS. CONTACTOS LIRGOfsnCOS

La Historia ha puesto en contacto a las lenguas latinas


hispánicas con muy variadas lenguas no latinas en condicio-
nes que favorecen los influjos e intercambios lingüísticos.
Sin embargo, ni en España ni en Portugal se han llegado a
desarrollar de un modo notable los estudios referentes a
relaciones interlingWsticas, y el contacto de las lenguas his-
pano-románicas con esas lenguas «exóticas• no ha suscitado
estudios de interés teórico general.
No es aquí el lugar para considerar los probJemas que
plantea la expansión del español y el portugués por tierras
de América y de Asia densamente pobladas, o la convivencia
de las lenguas hispánicas con las lenguas africanas tanto en
A.frica como (a causa de la importación de esclavos) en Amé-
rica. Pero, aunque dejemos a un lado estos capítulos de la
historia ultramarina de las lenguas íbero-románicas, son aún
numerosas e importantes las situaciones de bilingüismo que
atraen nuestra atención. Ante todo, claro está, la del bilin-
güismo arábigo-hispánico.
Las investigaciones acerca del influjo árabe han progre-
sado, desde los años 40, en direcciones varias. La escuela de
arabistas espafioles, aunque de orientación esencialmente
literaria y filosófica, comenzó a dar muestras de mayor ac-
tividad en el campo de la lingüística 4.13:M. Asín Palacios es-

433 Sobre otra importante publicación de A.sin referente a las


lenguas mozárabes trataremos más adelante.

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Influjo drabe 171
tableció sobre nueva base los estudios toponímicos mediante
una sistemática y ponderada Contribuci6n a la. toponimia
drabe de Espaful (Madrid, 1940; 2.ª ed., 1942)434• También
continuó interesándose por los arabismos desde un punto
de vista etimológico 435• La etimología y la toponimia siguie-
ron siendo el campo de trabajo de 1. Oliver Asfn 416• Oliver
representa la superación de la papeleta o nota etimológica
mediante el artículo monográfico rico en documentación. Su
más ambicioso estudio es el libro dedicado a la Historia. del
nombre «Madrid• (19S9), abundante en materiales de pri-
mera mano y en información, pero cuya hipótesis central
(la convivencia de dos denominaciones, árabe y mo7.árabe,
de la población) no me parece acertada 07 • Otros eruditos

434 Con anterioridad, los arabistas espaftoles habfan dedicado su


atención solamente a los topónimos dtados en textos érabes: F. J.
Simonet, Descripci6n dd reino de Granada bajo la dominación de los
naseritas (Madrid, 1860, Granada, 1867): E. Saavedra, «La geografía de
Espafta del ldrisb, Boletfn de la Real Sociedad Geogrdfica (Madrid,
1881-89),y J. Alemany, La geograffa de la Pmlnsula lblrica m 1M
escritores árabes (Gnnada • 1921), estos llltimos aprovechando inicia-
tivas de F. Codera.
as «Enmiendas a las etimologías 6rabes del Diccionario de la Aca-
dernia Espafiola», Al-An, 9.9-41 (1944). Otras contribuciones, en Al-An,
4.451-62(1936): 7.471-1,(1942).
4.16 BAE, 24.151-76 (1945); 39.277-94(1959); 41.33-102(1961). Al-An, 7.
153-64(1942): 10.109-26(1945): 24.125-81(1959): 28.95-116 (1963), etc. Stu-
da Lévi-Proven~al, 221-23 (Paris, 1962). Como ejemplo de estos estu-
dios puede destacarse la monografla dedicada a cQuacus en la Espa-
tla musulmana• (Al-An, 24. 125-81 [1959]).
G7 Oliver anticipó la etimología en Arbor, 28393-426 (1954). Antes
de leer la precisa nota de J. Corominas en RFB, 43.447-50(1960) [reed.
en Topica Hesperica (Madrid, 1970)], el paralelismo de codrl, -drla
•coseré, -ria• y de medrar «mejorar• me había también a mf conven-
ddo de que Madrid < [maúit] < árab. Matrit (la más antigua deno-
minación registrada), sin necesidad de admitir la influencia del su-
puesto mozárab. *Matr(ich)it < *UATRICB+ -ETUII (influido por árab. -U}.
Problema aparte es el del origen del nombre árabe: Corominas no
rechaza para Matrit la base *IIATRICB (deformada por el influjo de

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172 La lingilfstica en la postguerra
espailoles y portugueses se han interesado por la toponbnba
érabe de comarcas reducidas 411•
la toponimia érabe o arabizada de E~fta y Portugal
ha sido ewarninada desde un punto de vis~ estadfstico por
el geógrafo H. Lautensach (1954, 1960)49 • En sus conclusio-
nes cartogdficas, Lautensacb no se conforma con situar so-
bre el mapa los topónimos e hidrónimos érabes, sino que
compara 1rnas provincias con otras, calculando la densidad y
la proporción de los arabismos 440•
Junto a los topónimos érabes se han intentado ballar b
pónimos beréberes. No hay dnda que la aportación 6tnica
de los beréberea a la España musulmana fue superior a la
érabe; pero el m~todo empleado por C. E. Dubler (1942) 48
para precisar su aportación a la toponimia ha sido conside-
rado como muy inseguro 442•
Podría creerse que la penetración de los arabismos en ~
lenguas romances hispánicas no requiere grandes explica-
ciones, dada la existencia plurisecular de una E~fta arabi-

ma,rAJ propuesta por Oliva-. R. Menáidez Pidal (ffllle atrú, nn. 3G


y 343) había sugerido la etimología céltica ~GETORITUII. Según Y. Mal-
ldel (SPh, 49.456 [19S2]), los razonamientos de Menéndez Pidal •exem-
plify the rnaxirntJJD of scrupulousness, circumspection, and exhausthe
command of source material»; sin embargo, no quedó muy conven-
cido, y poco despu~ propuso tentativamente (Sp, 29.591-4,1954) una
interpretación de los datos en que se supere ya que la d podda ser
un simple «buffer• entre [!] y [r].
4JI A. Steiger, L. Seco de Lucena, l. de las Olalps, M. Samcbfs
Guarner, F. Hemández Jiménez, etc. Un resumen claro del estado
de las investigaciones sobre «Toponimia arábip• proporciona J. Ver-
net en ELH, 1.561-78 (1960).
• «Ober die topographischen Namen arabischen Unpnmp in
Spanien und Portugal», Die Erdt?, 6.219-43 (1954), Maurische Züi• a,a
geographischen Büd der lberischen Halbinsel (Bonn, 1960).
440 Véanse los reparos metodológicos que baao IDú adeJ•nte.
441 «Ober Berbersiedlungen auf der iberischen Halbiosel•, Jud-
Putschrift, 182-96 (Gen~Zürich, 1943).
442 Cfr. J. 11. Piel, en RPF, 1.246-7 (1M7).

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Influjo drabe 173
zedas Sin embargo, constituye uno de los mú complejos
capftulos de la historia cultural y lingüfstica de la Penfnsula,
seg6n muestran loe estudios monográficos que se van ha-
ciendo. Como ejemplos particularmente ilustrativos hay que
recordar la famosa monograffa onomasiológica y sern6ntlca
de B. Hasselrot «L'abricot• (1940) 40 , en que se persigue con
todo detalle las peripecias de un latinismo (PIWICOOUUII) gro-
cfDdo, que fue adoptado en Oriente por los árabes y de-
vuelto al Occidente románico como arabismo (port. albrlco-
que, esp. albaricoque, cat. albercoc, etc.): o los «Temas geo-
p-áfico-lingüfsticos• de C. B. Dubler (1942-1943)444, en que se
expone la difusión por Europa de algunos arabismos a traWS
de nitas varias; o los estudios en el campo de la farmacopea
portuguesa del historiador de la medicina M. Meyerhof ( 1938-
1939) 445, en que no sólo se destaca el influjo árabe, sino
también la interpenetración en la Península del vocabulario
pre-árabe con el árabe.
El estudio general de Los arabismos da espallol en el
siglo XIII (Helsinti, 1941)446 del fin~ E. IC. Neuvonen (dis-

• cL'abricot. Essal de monograpbie onomaslolosfque et smnan-


tique., SNPh, 12.45-79,226-52(l9«Ml).
• Al-An, 7.367-t,9 (1942): 8.383-413 (1943). Véase tambimi el sustan-
cioso libro de Dubler Vber das Wirtschaf tslebm auf da Iberischm
Halbinsel vom XI. z.um XIII. lit. Beitrag iu den islamisch-christlichm
B~ielumgm (Bem, 1943).
44.S «Essai sur les noms portupis de drosues dcmvc!s de l'arabe»,
cSur les noms i~ro-portugais des drogues dans les manuscrits m6dl-
caux arabes» y «Supplément aux noms portugais de drosues dériv6s
de l'arabe•, Petrus Nonnius, 2.1-8 y 85-96 (1939).-Sobre la tenninololfa
JD!dica de origen árabe, véase C. B. Dubler, La materia mhlica de
Diosc6rides. Transmisión medieval y renacentista. 5: Glosario mUico
catdlano del siglo XVI (Barcelona, 1954).
• Tesis Iefda en 1941 (pero elaborada en 1932-38, antes de la
pen-a ruso-finlandesa). Neuvonen contribuyó a NPhM, 60.206-12(1939),
con un trabajito sobre cBtimolOlfa de aJsunc,s arabismos en es-
,a6ol•.

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174 La lingüistica en la postguem,.
cípulo de O. J. Tuulio [-Tallgren]) es sin duda la contnDU-
ción más sistemática publicada hasta el presente sobre la
entrada en el Imco hispánico de voces procedentes del ára-
be. Neuvonen, además de documentar cuidadosamente las
palabras que estudia, se preocupa en determinar los varios
estratos cronológicos del arabismo y la diversa extensión
geográfica de unos arabismos y otros dentro de la Penfnsu.
la; mayor novedad tiene la distinción que establece entre los
arabismos populares y comunes, los arabismos de escasa
difusión, los arabismos de origen culto y los arabismos pu-
ramente ocasionales (aparte de los arabismos «europeos•,
que deja fuera de su estudio).
A. Steiger, aunque no llegó a elaborar el estudio general
que de él se esperaba, ilustró repetidamente (1942, 1948, etc.)
la extraordinaria variedad de influjos culturales que encu-
bre la denominación de «arabismo»: en primer lugar los
elementos incorporados a las lenguas romances como r&
sultado de la coexistencia en la Península del érabe con la
«a,amlya• (aljamfa) y con las lenguas de los «gallegos» y
«francos» w; de otra parte el arabismo trasvasado desde los
libros árabes (o hebreos) a los libros latinos, castellanos,
portugueses o catalanes que recogen la herencia cultural ate-
sorada por la civili7Jlci6n islámica; por último, los arabis-
mos «europeos• que llegan a España desde Oriente a través
de Italia y Francia 441• También destacó Steiger lo reveladoras

4t7 En «Zur Sprache der Mozaraber»,lud-Futschrlft, 624-723 (Ge-


nherZürich, 1942), estudió, con un aran despliegue de conocimientos,
los arabismos llevados al Norte cristiano por los mo:zárabes emigrados
de Al-Andalus. Véase también • Un inventario mo:zárabe de la iglesia
de Covarrubias», Al-An, 21.93-112 (1956): cZur Methodik der Wortae-
schichte: Spanish atuendo», VR, 17.19-35(1958), y la contribución de M.
L. Wagner, en ZRPh, 69..368.73(1953).
+ti Cfr., respecto al espafiol, sus estudios «Aufmarscbstrassendes
morgenlindischen Wortgutes•, en VR, 10.l.Q (1948-49), y «Voces de

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Influjo d.rabe 17S
que son las formas hfbridas para el estudio del biculturalis-
mo imperante en Al-Andalus y en la Espaila medieval...,.
Otra contribución de peso en el estudio de los arabismos
es la de J. Corominas DCBC (1954-1957)450, sobre todo en el
voL I. con su forzada especiali7.ación en las voces que co-
núenun por al- e1.
Los contactos de las varias comarcas hispano-románicas
con la lengua árabe fueron de muy diversa naturaleza· y du-
ración; no es, pues, de extraftar que los arabismos hayan
tenido una difusión y una historia muy distinta en unas re-
giones y otras. En los valles del Tajo y del Ebro o en Va-
lencia, de una parte, y en el antiguo reino de Granada, de
otra, los arabismos tienen un origen bien diferente que e1
Castilla o en la Catalufia vella. También en Portugal el con-
traste entre el Alentejo portugués, con un vocabulario agrí-
cola muy penetrado de arabismos, y el Norte de Portugal
es bien patente. Sin embargo, aún en zonas aparentemente

origen oriental contenidas en el Tesoro luicogrdfico de Samuel Gili


Gaya., RFE, 43.1-56 (1960), asf como los casos ejemplares estudiados
en RLR, 19.231-44(1955); VR, 17.19-35,185-208(1958); 19.221-44[con W.
von Wartburg] (1960). Las reelaboraciones tardías en Origin and spread
of Orimtal words in Buropean langua.ges (New York, 1963) y «Ara-
bismos•, ELH, 2.93-111(Madrid, 1967), no aftaden gran cosa a lo es-
crito anteriormente .
.., V R, 10.1-62 ( 1948-49). También es de interés el artículo de W.
Giese «Zur Problematik arabisch-hispanischer Wortbeziehungen•,
Festschrift Wartburg2, 427-438(Tübingen, 1968). M. Gorosch estudia un
caso particular muy curioso (el de esp. arag. beti- ~ baticambra «letri-
na•) en Misceldnea Griera, 1.319-33(Barcelona, 195S).
450 Corominas había anteriormente estudiado los «Mots catalans
d'origen an\bic•, BDCat, 24.1-81 (1936).
451 El problema de la presencia del artículo al- en los arabismos
ha sido examinado de nuevo por C. Maneca, RLing, 12.369-74(1967),
y M. Grossrnan, RLi.n1, 13.143-45( 1968), y por J. M. Solá-Solé, RomPh,
21Z7S-8S(1968), y H. Lildtke, XI CILR, 467-71 (Madrid, 1968).

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176 La lingilfstica en la post,.,,.
muy alejadas de Al-Andalus, como es Galicia, los aral,iqg
son abundantes (según hizo notar Neuvonen, 1951)82 •
Un aspecto bastante descuidado en el estudio de los n
bismos es el de su integración en la estructura del idioma 1

receptor. La cuestión ha sido correctamente planteada porll


Lorinczi (1969) 61 desde el punto de vista semántico.
Fuera de los aspectos lexicográficos, el estudio de los
contactos J.ingWsticos entre las lenguas rornao,:es y el mbe
apenas está esbozado, aunque se hayan escrito algunos tra-
bajos de excepcional inter6s. En el campo de la fonética a
fundamentales los estudios de A. Alonso (1946 y 1947)8 ,
1

quien superó la simple constatación caótica de ccorrespcm-

452 La cuestión fue ya planteada por Neuvonen (1941). Acaa. de


los arabismos privativos del andaluz es de inteiá el articulo de 11.
Alvar «La raíz árabe n-q-1 'transportar' y el andaluz añecll(n) 'artesa
de azuda'•, Festschrift Rohlf s, 5-13 (Halle, 1958), reeditado con adicio-
nes, en Misceldnea de estudios drabes y hebraicos, ,:/-91 (Granada.
1957). Sobre un curioso arabismo aragon~, A. Steiger en ArcliFAr,
8-9.161-2 (1956-7). También hay, al parecer, arabismos privativos de la
Rioja (E. Alarcos, Archivum, S.1Z7-31 [19551). Sobre el catalán véale
J. M. Soll i Sol~, «Alguns arabismes catalans», ER2, 2.107-11 (1949-1).
y el art. cit., n. 451; A. Steiger, «La penetración del léxico arábigo e1
el catalán y el provenzal», VII CILR, 555-70 (Barcelona, 1955). Sobft
el contraste, en Portugal, entre el Sur y el Norte, v~ S. da Siln
Neto, História da Lfngua Portuguba, 380 (Rfo de Janeiro, 1952-57).Rts-
pecto al gallego, E. K. Neuvonen, «Los arabismos de las Cantips ck
Santa María», BF, 12.291-352 (1951). Son de inteiá los estudios sollt
arabismos en el portugués de J. P. Machado en BF, 6.1-53, 225-328(19
40), y en el Boletim mensual da Sociedade de lfngua portuguesa, 1~.
varios artículos entre las páginas CJ7y 333 (1963): 1S.145-S2(1964),J
de M. L. Wagner, Biblos, 17.601-12 (1941).
453 «Consideraciones semánticas acerca de las palabras espainlas
de origen árabe», RLing, 14.65-75 (1969). Es lútima que la autora nose
plantee simultáneamente el problema desde el punto de vista modo-
lógico (cfr. n. 456).
454 «Las correspondencias anibigo,espaftolas en los sistemas de si

bilantes», RFH, 8.12-76 (1946), y «Arabe st > esp. ~. esp. st > 6rabe ck•.
PMLA, 62.325-38 (1947) [reproducido en Estudios lin,aútico.s. Tal&S
upafloles, 128-SO(Madrid, 1951)].

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l,rflu/o drabe 177
ciencias» entre sonidos romances y árabes mediante el exa-
men de la sistern,tica acomodación de la fonética y fonologfa
roman-:es al árabe y de la fonética y fonologfa árabes a los
romances. También han estudiado algunos problemas espe-
ciales de acomodación fonética árabe > romance E. Alarcos
(1951), E. Veres d'Ocón (1951) y A. Galmés (1962, 1966). Pos-
teriormente, M. Grossman (1969) ha tratado el problema
en conjunto, badodose en los datos del DCEC 455• Junto al
problema de la acomodación fonética habría sido interesante
planear el del influjo indirecto ejercido por el arabismo en
la estructura fonética y morfológica del espdol a través de
los préstamos l~cos 456 y el de los criterios estructurales
que han colaborado al reconocimiento y expulsión de los
arabismos (proceso iniciado ya en la Edad Media y que se
ba continuado basta nuestros d1as).
Un cap1tulo muy interesante de la influencia árabe sobre
las lenguas romances es el de los «arabismos semánticos».
Ya A. Lombard (1936)., hab1a aducido un caso ejemplar.
Pero fue sin duda A. Castro (1948) 451 quien consideró el
fenómeno de las seudomorfosis o calcos léxicos y sintácticos
como un hecho de excepcional importancia lingüística y cul-

• E. Alarcos, cAlternanda de f y h en los arabismos-, Archivum,


1.29-41 (19S1); E. Veres d'Ocón, «Huellas de la asimilación solar en los
arabismos del catalán-valenciano•, RVF, 1.217-39(1951); A. Galmés, Las
sibilantes en la Romania, 13-38 (Madrid, 1962), y «Sobre la evolución
de '1,' inicial en los dialectos mozárabes•, Homenaje a Ala.reos, 2,
31-7 (1965-67). La s1ntesis de M. Grossman, «La adaptación de los
fonemas árabes al sistema fonológico del romance•, RRL, 14.51-64
(1969), está bien enfocada, pero no pasa de ser un esbozo.
456 Cfr. Y. Malldel, RomPh, 6.62-3(1952).
_, «Die BedeutungsentwicklUDI zweier fbero.rornanischen Verba•,
·ZRPh, 56.637-43(19.36).
451 España en su historia, 63-82,218-22, 655-62(Buenos Aires, 1941).
En sucesivas refundiciones del libro (La realidad histdrlca tü Espaita,
106-15, 230-2 [Mmco, 1954), 215-23 [Médco, 1962]), Castro suprimió
varios de los calcos e introdujo alswi otro.
UNGOtn'ICl falo.aolWo:CA. -12

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178 La lingi,llstica en la postgua,a
tural. Según Castro, la convivencia románico-arábiga habrfa
dado lugar a la formación en la Penfnsula de una sociedad
que hablaba con palabras o expresiones aparentemente ro-
mances, pero que eran arábigas desde un punto de vista
semántico. Los ejemplos aducidos por Castro han sido D1llJ 1

discutidos y, en buena parte, n-.cbaudos 459; pero la posibi-


lidad y probabilidad de las pseudomorfosis (en una escala
menos significativa que la descrita por Castro) no puede ser
negada.
Naturalmente, los modismos sintácticos y estillsticos cal-
cados del árabe tienen mucha mayor importancia en el len-
guaje literario que en el común, sobre todo en la prosa del
siglo XIII, que nace~ en gran parte, tutelada por la literatura
científica y novelesca árabe. Sin embargo, incluso en este
caso, si descontamos el arabismo ocasional de algún traduc-
tor inepto, el intlujo es sutil y muy limitado. Aparte de las
consideraciones generales esbozadas por G. Hilty en el es-
tudio introductorio de su edición de El libro conplido en
los iudi1.ios de las estrellas de .AJ.yAben R.agel (Madrid,
1954), son fundamentales dos trabajos (ambos basados en
el Cal.üa e Dimna • y desarrollados simultáneamente bajo ,
la inspiración de A. Steiger): A. Galmés, Influencias sintáD-
ticas y estill.sticas del drabe en la prosa medieval castelltaM
(Madrid, 1956), y A. Hottinger, Kalila und Dimna. Ein Va-
such 1.ur Darstellung der arabisch-altspanischen Ubaset-
zungskunst (Bem, 1958).

459 Véase atrás, n. 286. Sobre las opiniones emitidas a rafz de la


publicación del libro de Castro véase RFE, 36.323-4,330-2 (1952). 11á
recientemente, E. Coseriu, e ¿Arabismos o romanismos?», NRFH, IS..
4-22 (1961), defendió el origen latino de varias de estas preteodides
pseudomorf osis apoyándose en el testimonio rumano.
~ Galmés y Hottinger contaban con el estudio anterior de G.
Dietrich Syntaktisches zu Kalila wa Dimna.. Beitril.ge zur arabisdt-
s panischen Vbersetz.ungskunst im 13. Jahrhundert (Berlin, 1937).

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Dialectos moz.drabu 179
Al examinar Jas influencias del árabe sobre la lengua
literaria romance es preciso abrir un capftulo aparte con
las obras de los moriscos escritas en «aljamiado•. G. Labib
(1967) 461 ha planteado con acierto el problema, a propósito
de un manuscrito de hacia 1550. La información que la lite-
ratura aljamiada puede proporcionar acerca de 1a pronun-
ciación del castellano ba sido puesta a co~tribución, en ca-
sos concretos, por A. Galmés462•
Mayor actividad que en el campo del arabismo ha ha-
bido, sin duda, en el de ·1os dialectos mozárabes. Aparte de
toda una importante serie de estudios de conjunto, de V.
Garcla de Diego (1946)•, R. Menéndez Pidal (1950) 464, J. Co-
r<lrniuas (1954-19S7)465 y M. Sanchis Guarner (1960) 466, tienen
interés algunos trabajos que intentan precisar las caracte-
rísticas de un dialecto mozárabe perteneciente a un área
p,ogrüca delimitada. Tal es el caso de A. Galmés (19S0) 467

461 cSpaniscbe Lautentwictlung und arablscb-lslarnivber Geist in


'ÚlaD Aljamiado-Manuskript des 16. Jahrhunderts (Ms. 5301 der Blbl.
-.Jacional de Madrid)•, VR, 26.37-lOCJ(1967).
462 «Ue-yefsmo y otras cuestiones lingWsticas en un relato morisco
lel siglo XVII•,Estudios Menbulet Pidal, 1Z13-'MTI (Madrid, 1957). Gal-
nés estudia también algunas cuestiones sintácticas y observa la «pro-
unda semltización• de la literatura morisca.
46.1 Manual de dialectologfa upallola, 237-300 (Madrid, 1946); 3%7-39
Madrid, 1959).
'461 Orlgenu del upailol, 3.• ed., §§ 86-91,1"2, 19" 20i3 s, 2461 ~ 26..,
74a 364 s, 421 s, 43.., 44, 46.., 481, 49i, so.,514,
5541 57, SS,, 58bis, 66i, 72,,
~ 74,. 781, 82,831 s, 84 bis 1 (Madrid, 1950). Mellmde:z Pldal amplió en
sta edición grandemente la parte mozárabe.
465 En DCEC (Madrid, 1954-57).Cfr. «1ndice•, 1104-5y 1115-6.
466 «El mozárabe peninsular», en ELH, 1.293-342(Madrid, 1960).
467 cEI mozárabe levantino en los Libros de los Repartimientos de
lallorca y Valencia•, NRFH, 4.314-46 (1950). Posteriormente Galm~ se
ra interesado por varias cuestiones de la fon~tica mozárabe: «Resul-
ados de -u- y -LY·, -cL- en los dialectos mozárabes•, RLR, 1.9SJ-tn(1965);
1 artic. dtado en la n. 455: «Los plurales femeninos en los dialectos
madrabesit, BAE, 46.53-67(1966).

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180 La linglUstica en la postguan,
y de Sancbis Guarner (1955) 461, respecto a Mallorca y V•
lencia, y de S. Gili Gaya (1955) •, sobre Lérida y Tortosa.
Otros trabajos de importancia se han concentrado en el
examen de los glosarios: M. Asfn Palacios (Madrid, 1943)
puso a disposición de los romanistas un espléndido Glosario
de voces romances registradas por un botdnico anónimo hil-
pano-nuuulrndn (siglos XI-XII) con unos 750 fitónimos me,.
zárabes (cuya significación resulta aclarada por las COITeS-
pondencias que el propio botánico árabe consigna). Aunque
el trabajo de Asfn tiene el defecto de haber sido escrito a es-
paldas completamente de la filología románica medievalista,
su valor es inestimable gracias a la competencia de Asfn en
el campo árabe y a la importancia de la obra puesta a con-
tribución. Los comentarios históricos y botánicos de B. Al-
varez López (1946)GI a este Glosario tienen el interés lin-
glifstico de establecer la diferencia entre las voces aljamiadas
propiamente wlgares y los cultismos latininntes. Un discl-
pulo de J. Corominas, A. D. Griffin (1961) m, ha estudiado,
con Interés exclusivamente llngüfstico, los elementos moZll-
rabes del Vocabulista árabe de la Biblioteca Riccardiana •

461 VII CILR, 447-12(Barcelona.. 1955) [refundido despuá en Bis


parlars ro~ ú ValfflCia i Malloroa anteriors a la -
(Valencia, 1961)]; lntroduccl6n a 14 historia linpfstlca de V alalcM
(Valencia, 1949).
46t «Notas sobre el modrebe en la Baja Catalufla•, VII CILR. 4&1-
91 (Barcelona, 1955).
411 «Comentarios hlatóricol y botánicos a un Glosario -
suJmAn de los siglos XI al XII•, AnGlu del lardfn Bottbdco de llllr
drld, 7.175 (1946).
471 Los mov,rabismos del «Vocabulista» atribuülo a Ram6n Jl"'1f
(Madrid, 1961), tesis de la Unlversity of Chicqo (= Al-An 23.251-337
[1958]: 24.85-124,333-80 [1959]; ~.93-170 [1960]). V~ tamblc!n, de Grif.
fln, «Arcaísmos dialectales mo7.Arabes y la Romania Occidental», 11
Congr. Internac. de Hispanistas, 341-5 (Nimega, 1967).
m Ed. por C. Scbiaparelli, Vocabulista in Arabico (Fin:me.
1871). También es antigua la ed. del Glossarlum Latino-Arabialm de

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181
que, Segmi tesis de Corominas, procede de la reai6nvalen-
ciana471•
El baJJaqo de varias colecciones de estribillos momr&bes
(cjardyas•) en cmuwambas• érabes y hebreas (1948, 1952-
1954)414despertó prontamente la atención de los hebrafstas,
los arabistas y los romaui,tas 475• Sin duda unos y otros se
sendan sobre todo atraídos por la belleza y la importancia
literaria de aquellas muestras tempranas de la lirica ro-
manceeuropea y tambi6n por el desafio que su lectura y su
interpretación representan a la pericia filológico-lingiüstlca
de los especialistas; pero las cjardyas• tienen además un
inter6s lingUfstico nada despreciable. Aunque la lengua de los

Ieiden., por C. F. Seybold (Berlin, 1900). En cambio cootarnos con una


ed. facsímil (New York, 1928) de P. de Alca1', Vocabulista ardviao en
lm,ua castellana (Granada, 1505). Estas tres obras aon las fuentes
fundamentales para el estudio de los JDOl8Abismos del 6rabe de
Al-Andalus.
m Conforme algunos de los mozarablsmos parecen indicar. Pero
Griffin cree que el manuscrito no es el original, sino una copia hecha
ea territorio del cata1'n oriental (seaún muestra la fo~ca de los
catafaui~mos), posiblemente en Mallorca. Con ta transmisión mallor-
quina del Vocabulista se relacionarla la presencia de glosas arqone-
sas y occitanas junto a las catalanas (la Mallorca del sipo XIII abun-
daba en mezcla de sentes diversas).
4M Publicadas por S. M. Stern, Al-An, 13.300-46 ( 1948); 14.214-8
{1949),y üs chansons moz.arabe.s (Palermo, 1953); B. Garcfa Gómez,
Al-An, 17Sl-l'ZI (19S2): 19.43-52, 369-91 (1954): 25287-311 (1960) y La
iarcÑu romanea de la serie drabe en su marco (Madrid, 1965): B.
Uvi-Provenpl, Arabica, 1.201-8 (1954): K. Heger, Die bisha verlJffent-
lidatm Hartas und ihre Deutungen (Tübingen, 1960).
415 F. Cantera, Sefarad, 9.197-234 ( 1949): D. Alonso, RFE, 33.297-
lfJ (1949); Futschrift Schalk, 111-4 (Frankfurt, 196.1); B. Garáa 06-
11112,Al-An, 14.409-17(1949); 1S.157-TI(1950): 26.453-65 (1961): R. Menál-
dez Pidal, Orlgene.s, 3.• ed., 234, 341, 361; BAE, 31.187-270(19S1); E.
Alarcos, Revista de Letras-Oviedo, '1!17-9( 1950): Archivum, 3.242-50(1953):
S~ M. Stern, J. Corominas, I. S. Révah, Al-An, 18.13>48 (1953): R. La-
pesa, BAE, 40. 53-6S (1960); Cratomatla del upa;tol medieval de R.
Men6ndez Pidal, 1.19-25(Madrid, 1~): R. Borello, Jarjas andalusfu
(Babfa Blancaal 1959).

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182 La. lingüistica en la postg,u,rra
mo7.árabes era ya conocida en muchos aspectos, lo era sola-
mente a través de repertorios léxicos. Las «jardyas» a pesar
de su brevedad y su lirismo, vinieron a documentar toda una
serie de rasgos morfológicos y sintácticos de las lenguas ro-
mances de Al-Andalus hasta entonces totaJm~te desccmo-
cidos.
A diferencia del árabe, las lenguas germ6nicas no tuvieron
en Hispania gran vitalidad. Los invasores germanos que do-
minaron la Penfns11la, sobre ser pocos en 11úrnero, se ha-
llaban ya muy romani7.ados o se romaniaron prontamente.
Sólo el léxico, la antroponimia y la toponimia de la fbero.
romania denotan el contacto lingllfstico entre la lengua la-
tina de Hispania (más o menos romaomda) y las lenguas
germánicas. Los «germanismos» penetrados en el léxico de
las lenguas hispano-románicas en buena parte no son pn>
piamente «germanismos», pues llegaron a Hispania desde el
latín o a través de los romances transpirenaicos. La escasa
importancia que, relativamente, tiene la aportación léxica de
los pueblos germánicos instalados en Hispania, contrasta con
la profunda huella toponímica que han dejado en el Norte,
especialmente en el NO. de la Península. La explicación se
halla en la antroponimia medieval y en la politica repobla-
dora: los topónimos germánicos son nombres de propie-
tarios. La cuestión más interesante es, por tanto, el estudio
de la gennani7.ación de la onomástica hispana, como resul-
tado de la integración de los hispano-romanos en la «Gotho-
rum gens et patria», y la perduración y florecimiento, du-
rante los siglos X-XI, de la antroponimia gótica en el reino,
ideológicamente «neo-gótico•, astur-leonés. Capítulo aparte
merece la Cataluiia Vieja, donde al patrimonio onomástico
gótico vino a sumarse el franco: En el siglo x los nombres
germánicos de raigambre gótica son todavía más importan-
tes que los francos; pero en el siglo XII los antropónimos

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Antroponimia y toponimia germánicas 183
transpirenaicos hacen ya sombra a los de tradición visigó-
tica.
Desde las síntesis 476 de E. Garni11$Cheg(1932, 1934-1936)411
y su discípulo G. Sachs (1932) 471, los estudios sobre toponi-
mia y antroponimia gennániaas son los que més han avan-
zado, gracias, sobre todo, a J. M. Piel m, quien a lo largo
de muchos años ha hecho de la onomástica del NO. peninsu-
lar el centro de sus investigaciones lingüísticas: Piel tambiál
ha dirigido su atención a Cataluña (1955) 480, donde las apor-
taciones de P. Aebischer ( 1928)411 y J. Coromines ( 1944) 412
son fundamentales, y ha elaborado una precisa visión de

a Anterior y fundarnmtal es la aportación de W. Meyer-Lilbke


sobre antroponhnia: Ronumische Namenstudim, I. Die altportugiui-
schen P~rsonennamen gennanischen Ursprungs, y II. Weitere Beitrilge
zur Kenntnis der altportugiesischen Namen (Wien, 1904 y 1907).
m •Historia llngtifstica de los visigodos-, RFE, 19.117-S0,229-IIO
(1932); Romania Gennanica, 1.355-98; 3.209-11 (Berlin-Leipzi1, 1934,
1936).
m 1M gennanischen Ortmamen in Spanim und Portugal (Jena-
Leipzig, 1932).
m Os nomes gemu2nicos na toponúnia portug,,,ua (Usboa, 1936-
37, 1945) [= BF, 2.105-40,224-40, 289-314(1933-34); 3.37-53,218-42, 367-94
(1934-35); 4.24-56, Yrl-XJ. (1936); 5.35-57, Z77-88 (1937-38); 6.65-86, 329-SO
(1939-40); 7.357-85 (1944)]; «Blüte und Verfall der westgotisch-hispa-
nischen Personennamen», IV CJSO, 408-20 (Uppsala, 1952); «Nombres
visigodos de propietarios en la toponimia gallega•, Homenaje Krüger,
2247-68 (Mendo7.a, 1954); «Sobre a fonna~o dos nomes de mulher me-
dievais hispano-visigodos•, Estudios Menéndez Pidal, 6.111-43(Madrid,
1956); «Antroponimia germánica• y «Toponimia germánica•, ELH,
1.421-44 y S31-60 (Madrid, 1960).
41D •Die iltesten Personennamen Kataloniens in ihrem Verhlltnis
zu den altspanischen und altportupesiscben•, VII CILR, 797-810 (Bar-
celona, 1955).
411 Essai sur l'onomastique catalane du IX• au XII« mete (Bar•
celona, 1928); «Matmaux ~évaux pour l'étude du suffixe d'origine
1a111duique -ing dans les langues de la Péninsule Ibérique», I RTP,
11-24 (Zaragoza, 1949).
412 cNoms de lloc cataJans d'origen gerDWÚC•, Misce&lnia Fabra,
108-32 (Buenos Aires, 1944).

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184 La lingillstica en la postguerra
conjunto de la antroponimia y la toponimia ge1 ,n4nicas para
la BLH, I (Madrid, 1960) 48. Sobre los germanismos lmnl
debe consultarse el estudio de J. Cororníues, «D'alguns ger-
manismes típics del catall• (1952) *, los artículos de •
DCEC (1954-1957) 415, la sfntesis de B. Gamlllscheg (1967) res-
pecto al espaftol y la de J. Piel (1940) sobre el portuglm•.
Aparte del contacto llngWstico del laún y las lenguas neo-
latinas con las lenguas pre-romanas (incluido el vasc:o) y coa
las lenguas de los invasores germánicos e i"lárnicos. el espe-
fiol cisatlántico ha convivido también con algunas otras Jm.
guas de escasa difusión y mal estudiadas, como el caló de
los gitanos y, en el limitado marco de las Islas Canarias,
con las lenguas aborfgenes (o «guanches•).
Las reliquias dejadas por las rápidamente extinguidas
lenguas canarias ., son, ciertamente, de poca monta: Sólo
atafien a una parte insignificante del léxico islefto y no plan-

411 421-44y 531-60.


414 MBangu Roques, 4.27-52 (Paria, 1952): cfr. tambim del s-apio
Coromines «Gennmic o romulc?•, Archiwan, 4.53-73 (1954). Sobre el
contraste entre el catalán y el español véanse ademú las olJsena.
clones de S. Mariner en ELH, 1.234-6(1960). Como ejemplo de la tardía
penetración de «germanismos• desde Francia vfa Catalufta es de Inte-
rés el artículo de P. Aebischer «Par quelle voie bosque est entn! m
espagnob, ERo, 1.69-74 (1947-48) [reed. en Misceldn«z Paul Aebisdw,
71-83 (San Cugat del Vallés, 1963)].
415 Cfr., en los «tndices•, «germanismos• 1103, «suebismos• IIG6. 1

416 E Gamillscheg, «Germanismos•, ELH, 2.79-91 (Madrid, 1967). J


J. Piel, «O património visigodo da lfngua portuguesa•, Congruo do 1

mundo portugub, 1.565-85(Lisboa, 1904). Un caso curioso estudia J. L 1

Pensado, «Un germanismo olvidado: gallego ucd 'medida para pa- 1

nos'•, Homenaje D. Alonso, 2511-89 (Madrid, 1961).


., Sobre la escasa información que cabe reunir respecto a las
extinguidas lenguas indígenas véase W. Giese, «Acerca del car6cUr
de la lengua guanche•, RH Laguna, 15.188-203( 1949); E. Zyblarz, •Das
kanarische Berberisch in seinem sprachgeschichtlichen Milieu•, ZDMG.
100.403-60(1951) [cfr. W. Giese, «Los estudios de las leoauascaM,ias
de E. Zyhlarz•, RHLaguna, 18.413-27(1952)].

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Substrato guanche y hablar silbado 185
tean problemas importantes al estudioso de las lenguas
fbero-roménicas •. Bn cambio creo de intere& recordar una
curiosa consecuencia del extinguido bilingüismo guanche-
español en Canarias: la adaptación a la lengua invasora de
la técnica ind1gena del hablar silbado, que permite a los
campesinos de la abrupta isla de La Gomera comunicarse
de montaña a montalla. El «silbo gomero• habfa sido des-
crito minuciosea,,,nte por autores no lingüistas•: pero es
máito de A. Classe el haber explicado claramente la cPho-
netics of the Silbo Gomero• (1957) 480• El mecanismo del silbo
es simple: «One produces a wbistle while attempting to ar-
tic11Jate as nearly as possible as one would in speech•. Na-
turalmente ello no es fécil, puesto que se silba con uno o
m4s dedos en la boca o con la lengua en posición retroflexa.

• Los numerosos trabajos de J. Alvarez Delpdo deben usarse


can muchas precauciones. El articulo de G. Rohlfs •Contribución al
estudio de lo., guanchismos en las Islas Canarias•, RFE, 38.83-99 (1954),
cantiene alaunos errores importantes. Hay una contribución de M. Alvar
«Materiales sobre 'Goro' y 'Mago' (Dos guanchismos del espailol de las
Islas Canarias)•, Omagiu lardan (Bucure§ti, 1958), 15-19 [reed., con
adiciones, en Estudios Canarios, I, Las Palmas, 1968]. De especial
interés es el trabajo de J. Pérez Vida! «Arabismos y guanchismos en
el español de Canarias•, R.DyTP, 23.243-9 (1967). Mayor importancia que
el •substrato• guanche tiene el elemento portugués, como han venido
mostrando cuantos se han ocupado seriamente del léxico canario, des-
de M. L Wagner (RFE, 12.78-86[1925]) en adelante: M. Steffen, J. R6-
aulo Pérez, M. Alvar y, con especial dedicación al problema, J. Páez
Vidal, «Portuguesismos en el espailol de Canarias•, Museo Canario,
9.3().42 (1944), notas a S. de Lugo, Colecci6n de voces y frases provin-
cilllu de Canarias, ed. por J. Pérez Vidal (La Laguna, 1946); •Fenó-
menos de analogía en los portuguesismos de Canarias•, R.DyTP, 23.
SS-82 (1967); «Comportamiento fonético de los portuguesismos en Ca-
narias•, R.DyTP. 24.219-52 (1968).
• M. Quedenfeldt, •Ober die Pfeifsprache auf der lnsel Gomera•,
Zeitschrif t für Ethnologie. 19.731-41(1887); J. Lajard, •Le langqe sifM
des Canaries», Bulletins de la Soci,t~ d'Anthropologie4. 2.467-83(1891);
P. Vemeau, •Le Janpge sana Pal'Oles•, L'Anthropologie, 161-8 (1925).
• Bn ArchL, 9.44-61(1957) [trad. esp. RHLaguna, 25.56-7 (1959)].

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186 La lingüistica en la postguerra
Una de las observaciones m6s interesantes hechas por C1asse
es la de que el silbo se basa en la fon6tica del español ~
mero y no en su fonología: asf distingue la [ 8] fricativa de
la [d] oclusiva (alófonos del fonema /d/), mientras confun..
de esa [3] con /r/, /1/, /n/, etc. Esta clara «irrelevancia-,
para el hablante-silbador, de las distinciones fonológicas (en
comparación con las fonéticas), no es suficiente «to nnder-
mine the whole structural assumption•, como perentoria-
mente afirma T. B. W. Reid (1960)• 1; pero debe, sf, ponemos
en guardia frente a la excesiva importancia concedida por 1

los fonólogos al sistema fonológico y a las oposiciones para-


digmáticas entre fonemas al explicar la evolución fon6ticl 1

de las lenguas. La información redundante que, en general.


contiene toda muestra de habla explica la inesencialidad de
la función distintiva de los fonemas.
El «caló• (pg. «callo•) de los «gitanos• (pg. «ciganos•)
de España y Portugal atrajo en los albores de la romanfstica
hispánica, según ya hemos visto, el interés de F. A. C-Odho
(1892) 492; pero el influjo lingWstico del caló en las lenguas
fuero-románicas apenas preocupó a los romanistas poste-
riores. Las excepciones son pocas. M. L. Wagner, incansable
peregrino a través de los campos más exóticos del roma-
nismo, no pudo menos de interesarse por el tema: Entre
sus publicaciones acerca de las hablas jergales 411, se desta-
can varios estudios (entre 1936 y 1954)• tocantes al •callo»

• Historical phllology tmd lin,uistic sclfflce, 17-8 (Oxford. 19e0).


• Os ciganos de Portugal, com wn utudo sobre o catao (J isboe.
1892).
• Recuérdense sus Notes linguistiquu sur l'argot barcelonais (Bar ..
celona, 1924) y su «Ober den verblilmten Ausdruck lm Spantschea•,
ZRPh, 49.1-26 ( 1929).
• JGyLS, 15.134-8(1936); 16.161-81(1937); VKR. 10.3-41(1937): RFE,
25.161-81(1941); FUologfa, 3.161-80(1951); BP, 10 [ = Mi.rcelanewaCoeDto.
1), 296-319(1949), y RomPh, 7~ (1954).

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Blcal6 187
y al «caló•; pero nunca llegó a publicar el extenso estudio
que habfa prometido. En Bspafta, C. Claverfa, durante sus
pocos a1ios de actividad filológica, pareció dispuesto a con-
vertir los gitanismos del español en un fructífero tema de
especialiución (1948-1953). Finalmente, J. Cororniuas ha de-
dicado en el DCEC (1954-19S7)renovadora atención a medio
centenar de «gitanismos••·
Naturalmente, los contactos interlingiüsticos no se redu-
cen a los casos de «substrato• y «superestrato•, pues las len-
guas que permanecen geográficamente separadas también
conviven; pero, en general, estos contactos sólo se han estu-
diado para determinar los préstamos léxicos (galicismos,
JtaJiauismos, anglicismos, flamenquismos, etc.)• o los in-
flujos culturales, sin plantear el problema lingüístico m6s

495 Junto a su libro misceláneo Estudios sobre los gitanismos del


espalf,ol (Madrid, 1951) hay que citar varios artfculos en RomPh, 2.33-
61 (1948-49); NRFH, 2.373-6 (1948); 3.158-60y '267-74(1949); 4.43-9 (1950);
HR,, 16.97-119(1948); Y ear Book of the Amer. Philos. Soc., 'D6-1 (1952);
BAE, 32.73-94 (1953); Estudios Garcfa Blanco, IOCJ-119 (Salamanca, 1962);
cacéis• (s. v.) en DHLE (1962). Nada nuevo añade en ELH, 2.349-63
(1967) al estudiar el cArgob. Los trabajos de Clavena ganaron el
aplauso de M. L. Waaner en RomPh, 7J60.6 (1953-54). Para tocaUur
las contribuciones de Corornloas dentro del DCEC acúdase a los «In-
dices•, 1103.
• Aparte de J. Cororntnas.,DCEC (1954-57), cuyos •Indices•, 1100-6,
permiten orientarse fácilmente sobre estos problemas, se hallan útiles
visiones panorámicas en ELH, 2 (Madrid, 1967), por B. Pottier, •Gali·
dsmos• (l'D-S1); G. Colón, cOccitanismos• (153-92) y •Catalaoi1mos•
(193-238); G. Salvador, cLusismos• (239-61): J. Terlingen, cltaJiaoismos•
(26.1-305), y M.-F. Valkhoff, •Préstamos de lenguas modernas» (365-76);
sorprende la ausencia en este volumen de un capítulo dedicado a los
anglicismos (cfr. R. J. Alfaro, Diccionario de anglicismos, 2.ª ed. [Ma-
drid, 19641). Véase también J. H. Terlingen, Los italianismos m espa-
liol dude la formación del idioma hasta principios del siglo XVII
(Amsterdam, 1943) [cfr. la dura rese6a de J. Corominas, Symposium,
2.106-19(1948), y la de J. B. Glllet, RomPh, 2.246-52(1943-49)].

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188 La linglllstica en la postguara
importante, el de la integración del extranjerismo en la es-
tructura del idioma que lo acose.
Hacen tmeepeión varias obras de E. Lorenm (1952, 1954,
196S) reunidas posteriormente, en su libro Bl español de
hoy, lengua en ebullici6n (Madrid, 1966). Lorenm ha pres-
tado especial atención al problema de los plurales en voces
de origen extranjero y ha examinado en términos genera-
les el papel de los anglicismos sintácticos y semánticos. El
libro de N. O. da C.Arnara Borges, Influencia anglo-americana
no fa.larda llha de S. Miguel (Coimbra, 1960) proporciona
datos interesantes acerca de la adaptación de los anglicis-
mos al portu~ de las Azores ( esta monograffa debe leerse
teniendo en cuenta los comentarios de B. Malmberg)•.
Mención especial merecen las migraciones de pala-
bras dentro de la cuenca mediterránea, aunque sólo sea
por la complejidad lingüfstica del área•. Ya hemos aludi-
do a los casos en que el árabe actwl de mediador•: pero
las relaciones lingWsticas entre el Occidente y el Orien-
te mediterráneo son de tipo muy vario•. P. Aebischer
1111 SL, 15.107-9(1961).
• También en los puertos atl4nticos se produjeron situaciones de
plurllingWsmo favorables a la migración de palabras. Son interesantes
a este respecto los estudios de B. E. Vidos «Mots cn!6s, mots em-
pruntés et curiosit6s lexicologiques• y «Les probll:mes de l'empnmt
et les relations qui ont existé entre la Péninsule l~rique et les Pa,.
Bas (Flandre et HolJande)•, RPF, 4.269-309(1951), 6.253-73(1953). Vc!ase
tam.bim, del mismo autor, Estudios M°"ndez Pi441, 1.165-94 (1950)
[con las adidones de M. Alvar, unguay cultura, 62-3 (Madrid, 1966)).
K. Zangger, Contribution a la taminologie des tissus en ancien fnat-
~ attestés dans les tutes fran'4,is, prowm~aia, italiots, upagnols,
altemands et latins (Bienne, 1945). Cfr. J. Alfau de Solalinde, NOffl611-
clatura de los te/idos upallolu tül si,lo XIII (Madrid, 1969) [esaito
en 1939).
• vmseatrás, nn. 443, 444, 448.
• Sobre «Les relaclons amb Gñcla reftectldes en el nostn: wca-
bulari• [esto es, en catalán] habfa ya escrito J. CorPmlnes, HomC1111t1e
Rubid i Uuch, 3.283-315(Barcelona, 1936).

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Ungillstica «medite"dnea- 189
(1936)• estudió, en su dfa, con gran detalle la difusión de
TBIA(a costa de AIIITA) en it., oc., cat., esp., port. y de TBlua
(por AUUNCULUS) en it., esp., port., siguiendo las peripecias de
este doble helenismo ( de disimilar difusión) durante la baja
latinidad. Pero en los últimos decenios nadie ha conseguido
un dominio tan completo de las fuentes y una visión tan
acendrada de los problemas como H. y R. Kahane, dos lin-
g(llstas americanos de extracción e intereses europeos. El
matrimonio Kahane ha hecho de la lingilistica «mediterránea•
una especialidad. Muchos de sus estudios son de muy nota-
ble interés para las lenguas hispano-roménicas, sobre todo
para el CBtaJ6u por su mayor participación en la vida medf.
terránea. Baste recordar sus esclarecedoras noticias acerca
de «Three Aragonese Words• (1946) •, bit.quera«viga caudal•,
fragut «salteador de carnfuoa• y ares y mares «mucho• ( «ha-
blar de ares·y mares», «tener ares y mara•, etc.): o respec-
to a las voces náuticas catalanas palomar (1946) •, tafurea
(1950) 511 y sor-Nsurgir~-er (19S0-19S1)•; o sobre otros
términos marineros como el ant. esp. haloque, esp. port.
falu(c)a, esp. falucho, etc. (1958)•, procedente del nor.
I

• •Protoblstolre de dem moti romam d'orlslne 11ecque: tltUu


•onc1e• et thia 'tante': ~ de 1tratisrapbie Uqulsdque-, ASNP2,
5.54-69, 125-42y 211-24(1936).
• Word, 2.136-41(1946). Bilqurt1 (de origen vasco) • fr. IJuclterie,
ami. becciaria, se convirtió en tmnlno medfterñneo: úab. fara/ • Fa-
ragut (el famoso gigante) • araa. fra,ut • lt. f~o; arq. ,,,... ,
"""ª~gr. mod. dru mdru.
• «Italo-Byzantlne Etymolosies ID: - 'cable'•, ltaUca,
23.178-88 (1946): cat. paloma, -ornar+ 11"·palant4rion • pn. y medit.
palamarium.
• •El t~no medlterrineo tafurea 'buque para caballos'•, Bstu-
dio$ Menhul~ Pitlal, 1.75-19(Madrid, 1950).
• cThe MedlterraneanTerm mr1ere 'to anchor'•, RomPh, 4.195-
215 ( 1950-51
).
• H. y ll. IC•beney A. Tletze, •El tmnino medfterdneo faluca-,

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190 La. lingllfstica en la postgua,a
hulk/holok (vfa gasc.), o como orza, -ar (19S8) 517, del gr.
orthfa, o como grumete (1961) 5111 , del ant. norm. gr6rnr; o
sobre el top. levantino Grao (1960) •; o en torno a perro J
demás «Animalia ·Pyrricba• (1960)'•, etc. su.
El reconocimiento de la importancia del mar como me-
dium para la difusión lingüística 512 suscitó, con anterioridad
a la Segunda Guerra Mundial, la idea de llevar a cabo un
=
1

Atlante Li.nguistico Medite"aneo ( ALM) su; el proyecto


languideció durante aftos 514, .. pero luego ha revivido y el
ALM parece próximo a terminarse 515• En la parte espaAola,
M. Alvar realizó hace ya tiempo las encuestas que le bebám
sido asignadas 516.

NRFH, 7.56-62 (1953). El nórd. hulk/holok via fr. y P!JC. • ant. esp.
1ialoque y (con f- ultracorrecta) el término náutico medit. faluca..
5f1I «Massaliotica•, Pestschrift Rohlfs, 231-42 (Halle, 1958).
D «Germanic Derivations of Romance Words•, JEGP, '160-76(1961i
Ant. norm. grómr ( •rascal•) • esp. grumete • término medit. T•mbMKI
trata de gót. nibil- • esp. neblf; gr. biz. tolUdon • lat. balc4nico • aóL
*tuld • fbero-rom. toldo.
• «Tbe toponym gradru», Namu, 8.240-.3(1960).
s10 Glotta, 39.133-4S (1960). Gr. pu"ds • massaliota pirro- • esp.
perro; gr. purrós • BURRUS (~ B1·): gr. purrfxos • BlJRJllCOS (~ 11-).
•-1a:us: gr. pu"dkes • BURRACUS: etc.
511 También tienen interés fbero.rom4nico otros art1culos: BNI,
16.33-58 (193940), sobre medit. scala (esp. ucala); HR. 12.11-28 (19M).
sobre bahfa: Lang, 20.77-84(1944), sobre port. moinante, m6ina (.-SO.
de Francia)< BLEIIOSYNA; RomPh, S.174-80 (1951-S2), sobre cha.r'4t411;
Putschrift Wartburgt, 417-39 (TUbinlen, 1958), sobre galea. -a-a; etc.
512 H. Kahane, «Tbe sea as a medlum of lingulstic diffusion-, f,a.
lica, 28.287-91(1951).
513 M. Deanovié, «Per un atlante e un dizionario deUe voci medi-
terranee•, ARom, 21269-83 (1937), y VR, 3.315-2D(1938).
514 H. Kahane, «The Project of tbe Medlterranean Lfnauistic Atlas-,
ltalica, 18.3~ (1941).
515 A partir de 1959 comenzó a publicarse el BALM. En el pdroer
volumen se incluyó (23-109) el «Ouestionarlo dell'ALAI•. V6ase M. Car-
teJano, «L'ALM. Una grande impresa di solidarietl culturale-. en ü
lingue del mondo, 327-30(1960).
516 En las provincias de Murcia, Almeria, Granada, M4Jaaa. C6diz

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Judea-u pañol 191

3.8. BL JUDBO-BSPAROL

Las investigaciones sobre el judeo-espaflol 517 se caracteri-


7JID ahora, frente al período anterior, por una mayor diver-
sidad de enfoques.
La Historia ha alterado, de un modo brutal, el destino
de las comunidades sefardíes en los Balcanes, primero, y en
Marruecos, después; consecuentemente, los estudiosos del
jud~aftol como lengua hablada no lo buscan ya en Eu-
ropa ·o en Mrica 511, sino en América o en Israel 519• No es,
pues, de extrafiar que sea en U.S.A., más que en Europa,
donde se publiquen ahora nuevas descripciones dialectales y
donde, ocasionalmente, surjan trabajos de orientación más

Huelva (en la Penfnsula) y en Ceuta (enclave espaftol en la costa ma-


m,qu1), RFE, 48.165, n. 4 (1965).
517 Los «clásicos» del judeo-espaftol siguen aún aportando con-
tnüuciones: M. L. Wagner, «Espigueo Judeo-espaftol•, RFE, 34.9-106
(1950); •Binige sprachliche Bemerkungen zum Cancionero de Baruh
Uziel», VR, 20.1-12 (1961); «As influéncias recíprocas entre o portu-
~ e o judeo-espanhol», RP, 15.189-95 (1950). C. M. Crews, «Some
Arabic and Hebrew words in Oriental Judaeo-Spanish•; «Miscellanea
Hispano-Judaica»: «Reftections on Judaeo-Spanish by a Spanish Jew»,
VR. 14.296-30'}(1955); 16.224-45(1957) y 20.13-38, 327-34 (1961). Tambimi
M. Molho ha estudiado la «Penetración de extranjerismos en el espa-
601 de Oriente• [hebraísmos, turquismos, italianismos, pllcismos],
PFLE, 1J25-34 (Madrid, 1964).
511 Excepciones: W. Giese, «Das Judenspanische von Rbodes», Or-
bis, 5.407-10(1956); M. Alvar, Endechas judeo-espaflolas, 135-86(Grana-
da, 1953): M. Sala, «Algunas observaciones lingiifsticas sobre los ~
franes judeo-espaftoles de Bucaresb, Recudl d',tudes romanes, 225-241
(Bucarest, 1959); «Ponologia Iudeospaniolei din Bucm'elti•, SCL, 19.
525-52(1968).
s1, Aparte de los trabajos rmllndos en U.SA. (con base en los
tefardíes alli asentados), cae en esta catesorfa el estudio de P. Bénl-
chou •Observaciones sobre el Judeo-espaftol de Marruecos», RFH,
7.209-58(1945), pues estudia el habla de una familia emigrada a Buenos
Aires.

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192 La lingüfstica en la postguara.
novedosa, como el estudio estructural de cThe verbal ca~
gories of Judeo-Spanish» (19S3) 521, de H. y R. ICahane y S. Sa-
porta.
Por otra parte, la ruina de las comunidades balcAnicas
ha contribuido a desplazar el énfasis de la investigación,
desde las muestras de los dialectos hablados, hacia los tes-
timonios escritos del judeo-espaiiol del siglo xvm y del si-
glo XVI. C. M. Crews ha publicado (1960) m, acompaftados
de un buen glosario, unos cBxtracts from ..the Me'am Lo'et.
(Genesis)», popularisimo comentario bfblico de Jacob Hullf
publicado en 1730. l. S. Mvah ha esquematizado (1961)szz,
con extraordinaria claridad, los caracteres del judeo-espafiol
de Oriente en los tres periodos documentales: entre 1547 y
1601 entre 1729 y 1837 y desde 1837 en adelante, procurando,
al mismo tiempo, destruir algunas ideas arraigadas desde
los primeros estudios de Wagner (1914). Esta valoración de
la importancia lingüfsdca de los textos sefardíes anteriores
al siglo XIX ha permitido abrir un nuevo campo de investi-
gación, el del judeo-portugués, que hasta ahora apenas babfa
sido roturado: G. Tavani (1959, 1961) m ha estudiado las par·
ticularidades morfológicas, sintácticas y léxicas del portu-
gués de los sefardíes de Uoma (Italia) que, desde fines del
siglo XVI hasta el siglo XVIII, convivió ·con el judeo-español,
dejando documentación abundante (sobre todo en el si-
glo XVIII).
Para completar la visión diacrónica del judeo-espafiol y
del judea-portugués habrfa que comennr por estudiar el

520 HR, 21.193-214(1953).


521 Proceeding$ of the úe4s PhUO$Ol'hlcalan4 Litert1r7 Society:
Utuary and H istorical S«tion, 9.13-106(1960).
m «Formation et évolution des parlen JucMo espaano's des Bal-
kans», lberida, 6.173-96(1961).
S2J En AION-R, 1.61-99(1959), y en BF, 19.283-8(1960) [= IX CUR.
11, Usboa, 1961].

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193
•ladino» hablado en Bspda y Portupl en ·las aljarnas his-
p6uicasc No hay duda que los textos bfblicos y litúrpcos
medievales (tal como los conocenaos a traWS de las impre-
siones del siglo XVI hechas por los judíos expulsados de Bs-
pafla y de algunas adaptaciones cristianimdas del siglo XV)
ofrecían un lenguaje deliberadaJ'llfflte plagado de calcos del
hebreo. Pero el problema estriba en saber si los judíos, en
su conversación diaria y en sus escritos de auácter laico,
usaban un español y un portugués notoriarnente diferencia-
do del de los cristianos- l. S. Révah (1961) ha sostenido, sin
dudar, que sólo el léxico (especialmente en los campos ~ ·
rn4uticos relacionados con la tradición ~tico-religiosa) cleno-
tarfa la confesionalidad del judío medieval (a causa de los
hebraísmos, de ciertos arabismos y de alguna que otra voz
especial) m. El estudio monogrüco dedicado por E. Alarcos
a «La lengua de los Proverbios morales de don Sem Tob»
( 1951) m parece confirmar que los escritores bilingües ( en
hebreo y romance) sólo denotan su condición en rasgos de
estilo y no en su fon~tica, moñologfa o sintaxis, que se con-
forman con la norma castellana (frente a lo que creyó l.
GouúJez Uubera, escrupuloso editor de la obra) 526• Pero
antes de negar la existencia de todo rasgo diferenciador en
el habla común se requerirla una investigación de conjunto
sobre la base de toda la documentación disponible m. Para

SIi Como meldar (objeto de atención desde tiempos de R.. J. Cuer-


"°) o Di6. Y. Malkiel ha estudiado otras voces especfficasdel espaftol
hablado por los judios de Bspafta (por ej.: el Judeo-araa. aladma N
alalrna «excomunión•, RFH, 8.136-41(1946]).
RFE, 35.249-30!)(1951).
525
Santob de Carrión, Proverbios morales, ed. l. Gonzélez Uubera,
Sl6
26-S1 (Cambridae, 1947); González Uubera no vio que Sem Tob rimaba
frecuentemente tan sólo la silaba átona final (homoioteleuton).
m Empezando por la rica documentación navarro-arqonesa pu-
blicada por F. Beer, D;. JU4en im christUchen Spanien (Berlin, 1929-36).
LJNGtJfsnCA 1BEao-aolwaCA. - 13

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194 La lingüistica en la postguerra
Portugal se cuenta con menos información. Un buen testi-
monio lo puede constituir la versión portuguesa ( en carac-
teres hebraicos) del cUbro conplido• de Aly Aben Raar,t,
hecha por Josef ben Gedalja Franco en 1411, que ha estu-
diado G. Hiltym. Las pinturas de personajes judíos en la li-
teratura portuguesa proporcionan noticias lingüísticas muy
precisas; pero resulta imprescindible compulsar cuidadosa-
mente estos datos para no confundir la realidad con la cari-
catura. P. Teyssier, al estudiar La Langue de Gil Vicente
(Paris, 1959), dedicó un muy completo capftulo al examen
· del judío y su lengua en la tradición literaria anterior a Gil
Vicente y en la obra de Gil Vicente 519•

3.9. NUEVOAUGB DB LOS BSTUDIOS


CATALANES: LAS GRAIL(nCAS
BISTÓRIC&S Y BL DICCIONA-
RI CATAll - VALENCIA- BALBd

Lentamente, los estudios de lingüística y filologfa catala-


nas volvieron a encamarse. Desde 1947-1948la revista Est&t-
dis Ronulnics, dirigida por R. Aramon i Serra, reunió en
sus páginas la labor de los sobrevivientes de la escuela del
clnstitut• y estableció fructíferos vínculos con los romanis-
tas y catalanistas europeos S10.

521 «Zur judenportugiesischen Obersetzung des Libro conplülo-,


VR, 16.297-325(1957): 17.129-57y 220-59 (1958). La versión portupesa
de 1411 se basa en la traducción castellana alfonsf hecha en Toledo,
1254, por Yehuda ben Mole (Aly Aben Ragel, El libro conplido m los
iudizios de las estrellas, ed. G. Hilty, Madrid, 1954).
529 Con anterioridad, G. T. Artola y W. A. Eichengreen babfan ya
estudiado «A Judeo-Portuguese Passa1e in the Far'4 de lnls Pereira
of Gil Vicente•, MLN, 63.342~ (1948).
SJO Gracias, en l1"8D parte, a R. Aramon la lingWstica catalana
cuenta con el apoyo de una exigente tradición filológica en el campo

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Auge tú los estudios ctUalanes 19S
A comien7:0S de los aftos SO aparecieron 91 , casi simultá-
neamente, dos obras que venían a llenar un vado, frecuen-
temente lamentado por los romanistas: la Gramá.tica His-
t6rlca Catalana de A. Badia i Margarit (Barcelona, 1951) y
la de F. de B. Moll (Madrid, 1952). Una y otra superaban
visl'blemente a las obras de conjunto anteriores sobre el ca-
talán, y se parangonaban, sin dificultad, con las obras corres-
pondientes que, desde más antiguo, poseúunospara el cas-
tellano. La Sintaxis y la Formación de Palabras sólo fueron
tratadas por Moll; pero, en compensación, pueden ser con-
sideradas como las partes més definitivas de su manual. La
Morfología es la sección menos elaborada en una y otra obra.
La Fonética recibe en la Gramdtica de Badfa un tratamiento
mucho más amplio que en la de Moll. Ambas obras fueron
bien acogidas por la crftica, incluso por J. Coromlnes, que las
caJitic:ó de «obres importants i útils» merecedoras de una
discusión detenida (aunque, en ciertos aspectos, las conside-
rase «molt imperfectes encara»). El artículo «De gram&tica
histbrica catalana: A propbsit de dos llibres» (1958) 532, que
Coromines escribió con motivo de la publicación de estas

de la edición de textos medievales. Gozan de especial prestigio las


ediciones de la colecci6n «Els Nostres Cllssics• (que incluyen tam-
bi61 textos no literarios). Sobre los criterios, historia y problemas de
«Les edicions de textos catalans medievals• véase la importante con-
tribución de Aramon al Vil CILR, 197-266 [Barcelona, 1955]. Interesan
especialmente al conocimiento de la lengua medieval catalana los tra-
bajos de Aramon como «Un debat de l'bima i el cos, en versos cata-
lam•, Recueil Brunei, 38-52 (Paris, 1955); «Augats, seyos qui credets
Deu lo Payre•, Studies GonvUez Llubera, 1-30 (Oxford, 1959): •Els
cants en vulgar del Llibre Vermell de Montserrat», Anal«:ta Montse-
muensia, 10.9-54(1964).
5J1 La Gramática valenciana (Valencia, 1950) de M. Sancbl1 Guar-
ner, aunque de carácter normativo, es importante para el estudio des-
criptiyo e histórico del catalúi valenciano.
m Spitr.a Fut$Clarlft, 123-48(Bem, 1958).

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196 La Ungaútica en la post,.,.,.
dos obras, es, a su w,z, una de las m'5 sustanciosas contnDU-
ciones modernas a este campo de estudios.
La obra mú singular de la filolog(a catalana • es quiD
el monumental Diccionarl. cataltl-wúen=-balear ideado en
tiempos pasados por Alcover (t 1932) y que ahora, bajo la
mú perita dirección de Moll y con el apoyo de M. Sanchis
Guarner (desde 1943)•, vino a adquirir un tono de superior
elegancia cient1fica y un ritmo de publicación muy satisfac-
torio (el tercer volumen era completado en 1949, el décimo y
último se publicarla en 1962). El Diccionari Alcover-Moll
está concebido como un diccionario exhaustivo de la lengua
catalana, antigua y moderna, común y dialectal, general, fa.
millar y profesional, en donde no se excluye siquiera la m»
mútica y en donde halla cabida también una rica informa-
ción de carácter foWórico y etnogr6fico. Además de «total•
este diccionario es etimológico. Tan ambicioso proyecto ha
sido cumplido de una forma plenamente satisfactoria: La
documentación histórica y la colección de voces y locuciones
dialectales, localizadas y transcritas con rigor fonético, com-
piten en abundancia: la organización del ingente caudal de
datos fidedignos es escrupulosa y su presentación clara y
amena. El Diccionarl de Alcover, iniciado a comienros de
siglo de una forma pintoresca, vino a ser a la postre (gracias
al entusiasmo de su creador y a la constancia y rigor cien-
tffico de Moll) uno de los más interesantes diccionarios del
mundo 535•

su Cfr. M. Sanchis Guamer, Orlns, 2.104-12(1953): P. de B. llall,


X CILR, 2.819-930(Paris, l~).
534 El vol. 2 (arra.-car%0tejar) babfa sido terminado por Moll en
1935. Desde la letra •C• Moll introdujo la ortografía del clnstitllb 1

(que Alcover se babia negado a aceptar). Simbólicamente, la guan 1

civil sorprendió al tercer volumen en la palabra conseqüencia.


m Cfr. J. M. Uompart, «El Diccionari Cataltl-Valencül-Bai.r.. ,.
pela de Son Arnuula,u, 17.337-SO(1960): A. Badia, «Bl Dicciom"

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Medievalismo y linglll.stica 197
A la superación de Ja crisis de la lingWstica catalana
contn1,uy6 ostensiblemente el Vll~me Congr~ lntema.tio-
nal de Linguistique Romane, Barcelona, 7-10 avril 1953116,
cuyo tema fundamental fue el «estudio del dorniDi'> llngWs-
tico catal4u en relación con las lenguas fbero-rom,rncas y
~rornaioJca•- m.

3.10. iBXIOS IIBDIBVALBS.BS-


TUDIOS LINGOfSTICOS

La edición de Jas compilaciones medievales, en JaUn y


mrnant:e, de derecho consuetudinario municipal (conocidas
por el nombre de 'f,,,Mosen espa6ol, foros en portugués) ha
dependido, muchas veces, de la importancia que estos cuer-
pos legales tienen para la historia del derecho y del inttris
que ha despertado su variad1simo contenido entre toda suer-
te de historiadores. Pero el valor lingWstico de estas com-
pilaciones no va a la zaga de sus otros valores; de ahf que
abunden Jas ediciones. a cargo de filólogos, asf como los glo-
sarios y aWl los estudios de la lengua y de los problemas
lingWsticos que los fueros plantean 531•

d'Alcover i Moll•, en U...,. i cultura aú Pabos Catalan8,2.• ed., 165,


177-&1(Barcelona, 1966) [1.• ed., 19641,y Y. MeJktel, en I con,. 1111.
Hispanistas, 12-3 (Oxford, 1964). La tarea de los editores no se ba
terminado, pues han emprendido la elaboración de una nueva veni6n
(ya se ha publicado la refundición del vol. 2).
S16 las Actu et M,moires, publicadas por A. Badfa, A. Grlera y
P. Uclina, salieron en 1955 [VII CILR].
5J1 La elección de Barcelona como sede del coqrao, por parte de
la •Soci~tt! de Linaulstique Romane•, tuvo un doble valor sbnbóllco:
representó, en primer lupr, un homenaje a la «llengua catalana-,
p-avemente amenazada por las nuevas condiciones sociales y polftl-
cas, y por otro oficlaJim la reintea¡radón de Espafta a la comunidad
cultural europea desp~ de los aftos de ostracismo.
5.11 V6ase la visión pancrimica (no del todo equilibrada) que trua
G. Tllander, «Puentes Jurfdlcu•, BUI, 2.447-60(Madrid, 1967).

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198 La lingiUstica en la postg,wn
la participación de los filólogos en la publicación de los
fueros data, en Bspafta, de tiempos del «Centro de Bstudios
Históricos• 9 • Pero sólo en 1948 vio la luz un estudio lin-
gllfstico de real importancia 541, debido a uno de los últiJDO-C
representantes de la escuela del Centro, R. Lapesa. Lapesa,
aprovechando los conocimientos y técnicas de anáJisis adqui-
ridos tempnmarn~..nte al elaborar su tesis doctoral (1931)
sobre «El dialecto asturiano occidental en la Edad Media•,
examinó magistralmente (1948) las peculiaridades lingiifsti-
cas del arcaico Fuero de Avilés, en que a los rasgos asturianos
se suman importantes reminiscencias del provenml hablado
por los inmigrantes francos 541• Según una acertada valora-
ción de Y. Maildel este trabajo «in structure, underlying as-

u, Recuérdese la edición (1916) de los fueros de Sala11U1nca y Le-


deama por F. de Oms, y de Zamora y Alba de Tormes por A. Cutio.
y el estudio (1932) de R. Lapesa sobre el Fuero de Madrid (véase 2.7).
540 Anteriormente M. Garcfa Blanco había estudiado los Dial«:tlr
1

lismos leonaes de un cddice del Fuero Juzgo (Salamanca, 1927).


541 Asturiano y provmzal en el fuero de Avilts (Salarnaor.a, 19'1).
1

R.. Lapesa notó también (en Homenaje a Krüger, 11 [Mend07.8, 1954),


591-99)reminiscencias de la lengua de los francos toledanos en el aa-
rioso Auto de los reyes magos (siglo XI). Recham esta interpretaddn
J. Corominas, NRFH, 12.75, n. 8 (1958), que cree el Auto navarro.
Menos definitivo me parece el «Intento de explicación histórica• de
«La apócope en castellano antiguo• (característica del castellano de la
segunda mitad del siglo XI, siglo XII y de los dos primeros tercios del
sipo xn1) como un fenómeno, que aun siendo originariamente caste-
llano, debe su difusión y auge a la Inmigración de provenzales y fraD.
ceses (monjes, clérigos, obispos, sefiores feudales y mercaderes) y al
prestigio de que gozó en Castilla la cultura, monacal y cortés, «franca•
(Estudios Men,ndez Pidal, 2.185-226 [Madrid, 1951]). Aunque los fnn..
cos pudieron refonar el uso literario de la apócope (sobre todo re-
frenando la acomodación fon~ca de los plicismos, occitanismos J
catalanismos), creo que la apócope debe entenderse a la luz de la
estructura silábica del espaftol de ese periodo, en que la posterior
tendencia a generalin.r las silabas abiertas (CV) ami no exisUa y ea
que el esquema CVC (y CVCC) era muy rico en variantes, tanto en
final como en interior de palabra.

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Medievalismo y lingQfstica 199
sumptions, sequence of operations, and technique of analysis
comes remartably close to the Orlgenes del español• 542• In-
dudablemente, los estudios espaftoles, de fecha posterior,
sobre la lengua de otros fueros no compiten en interés con
esta penetrante monografía sa. Merece, sin embargo, mención
especial el trabajo dedicado por M. Alvar a El 'fuerode Sa-
lamanca. Lingüistica e Historia (Granada, 1968), en que co-
menta detenidamente el pequeflo fuero: editado aflos atr6s
por P. de Onfs.
El esfuerzo más continuado y fructífero para dar a cono-
cer, pulcramente editados, los fueros espaftoles es la colec-
ción sueca de «Leges Hispanicae Medii Aevi• debida a la
iniciativa y cuidados de G. Tilander5M. Antes de iniciar esta
colección ya Tilander babfa publicado Los 'fueros de Aragdn
(Lund, 1937)58 con un meticuloso vocabulario ampliamente
ilustrado con referencia a otras obras. A la estructura de este
h1>ro modelo se ajustan, más o menos, todos los posteriores.
La lista de textos publicados es impresionante. Entre ellos
se destacan Bl ~ro de Teruel, ed. M. Gorosch (Stockholm,
1950); Los fueros de la Novmera, ed. G. Tilander (Stockholm,
1951); Vidal Mayor, ed. G. Tllander (Lund, 19S6)546; El fuero

5G SPh, 49.448 (1952).


5G Sin embarao es importante la refundición que en 1963 hizo
Lapesa de su antigua nota sobre la lengua del Fuero de Madrid.
Respecto al Fuero de Sepúlveda, v&se n. 549.
544 Junto a obras inéditas, las «LHMA• incluyen también segundas
ediciones de algunas obras menores de G. Tilander: las ediciones,
acompañadas de glosario, de los fueros aragoneses promulgados con
ocasión de la peste negra de 1348 (RFE, 22.1-74, 1935); los estatutos de
la aljama de Zarqoza de 1331 (SNPh, 12.1-4S,1939-40),etc.
515 Los Fueros de Aragdn segdn el ms. 458 de la Bibl. Nac. de
Madrid.
546 Traducción aragonesa de la obra In ucelsis Dei. thuaurls (o
Maior compilatio} de Vidal de Canellas (t 1252).

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200 La lingüútica. en la postguerra
de Bstella, ed. G. :Salmer (~bamm, 1963) w. Por lo comáD
todas estas ediciones incluyen en su «Introducción• un es-
tudio lingüistico, más o menos extenso.. y acabao con un
vocabulario ( etimológico y comparativo) de todas las voces
del texto; el estudio del léxico es1' más trabajado que el
de la gramática 541• También son inventarios completos de
todas las voces del texto los vocabularios elaborados por
M. Alvar y por J. Roudil que acompaüau a las eds. de Los
fueros de Sepúlveda (Segovia, 19S3) 549 y de Bl 'fuuo •
Baeia (s- Gravenhage, 1962) 550•
Aunque aún no han aparecido las partes segunda y ter-
cera de la ed. critica de El fuero de Jaca, por M. M.olbo,
dedicadas al estudio lingüístico y al vocabulario, el vobirneo
publicado (Zaragoza, 1964) tiene el interés de utiJiar inuy
precisos argumentos lingüísticos para esclarecer el canicter
y complejas relaciones de las varias versiones y mao11SC1i-
tos. En el curso de su trabajo, Molho ha hecho sensacimales
descubrimientos acerca de la situación lingüistica de los
reinos de Aragón y Navarra en los siglos xm y XIV, y ba
puesto de manifiesto la perduración basta fines del siglo DI
del provenml en las civdada navarras rodeadas de aentes
vascófonas, y la temprana y progresiva hispaoiución lin-

El Fuao de Bstella sqdn el nu. 944 tú la Bibl. de Palacio di,


547
Madrid.
541 Cfr. Ju substanciosas msetla• de Y. MaWél y de J. Coromhw
a allUD()S de estos estudios en La, 31.261-91(1955),y 4 35.670-92(195'),
y en NRFH, 12.202-13(1958).
549 En la ed. de Los Fueros de Se,,,Uwda (Seaovia, 1953), el e~
tudio lingüístico y vocabulario• (571-871),estuvo a caraode M. Ahar
(hay tirada aparte de su extenso trabajo).
550 Seaún el ms. del Archivo Municipal de Baeza. Y en VR. 22.127-
74, 219-384 (1963), seaún el ms. 8331 de la Bibl. de l'Anenal, Paris.

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201
giifstica (al pasar del siglo XII al siglo XIII) de los francos
de Aragón y del valle del Ebro-m.
Mientras la familia de fueros romanceados castellaoo-
aragoneses (Teruel, Baeza, Sepúlveda, etc.) basados en el
Fonun Conche (compilación a su vez procedente del derecho
de Sepúlveda) es bien conocida, la correspondiente familia
de fueros rornanceados de Leóo y Portugal (originada en el
derecho de Ciudad Rodrigo) ha sido menos estudiada. Sin
embar&o,los problemas generales de carácter lingWstico que
suscitan las versiones romances de estos fueros y, en parti-
cnJar la fonética y morfologfa de los fueros de la comarca
J

leonesa de Riba-Coa (luego incorporada a Portugal) han sido


objeto del estudio más completo y rico en suserencias hasta
ahora publicado sobre los textos Je.ples de la Edad Media
peninsular: L F. Lindley Cintra, A linguagem dos Foros de
Castelo Rodrigo (Lisboa, 1959) 552• la conclusión fundamen-
tal de Cintra es que los fueros, si en ciertos casos reflejan
el lenguaje local, en otros dependen de tradiciones lingüfs-
ticas foráneas: Bn el fuero de Castelo Rodri¡o se observa
una mixtura de dos sistemas lingWsticos, el de un copista
pllego-portugués (que según Cintra serfa un representante
de los hablantes de Riba-Coa) y el de la lengua oficial que
ese copista pretendía escribir, el leonés de la Extremadura
de León. Los restantes fueros de la comarca, los de Castelo
MeJbor (en rornance) y los de Alfaiates y Castelo Bom (en
latfn con elementos romances) tienen carácter netamente

551 Cfr. M. Molho, «Difuaióndel Derecho pirenaico (fuero de Jaca)


en el Remo de Arasón•,BABL, 28.265-352(1959-60).
552 A lin1ua,em dos Foros de Castelo Rodri¡o. Seu confronto cona
• dos Foros de Alfa.ia.tes, Castdo Bom, Castelo Melhor, Caria., Cdcau
e Usave. Contribu~ p11ra o anulo do i«mls • do 1ale10-portu,ub
do úc. XIII: l. Introdu;lo; 11. Texto; IIL Estudo fonc!dco e morfo.
J6s1co(Usboa, 1959).

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202 La. lingiffstica en la postgua,1
leonc6s (como los de Corla, Céceres y Usagre): pero Cintra
piensa que pueden considerarse lingWstfc:arnente ajenos a la
comarca en que se usaron.
Aparte de los fueros, tambiml han suscitado comrntaru
lexiccJlráficos otros textos jurfdicos de menor importancia•.
No es mi propósito dar cuenta de los trabajos, de orien-
tación filológica, concernientes .a la literatura medieval que
incluyen, como parte de una nueva edición del texto. una
exposición de los rasgos paleográficos y HngWsticos del ma-
nuscrito o manuscritos utilizados. Pero creo preciso bartt 1

una excepción con ciertas publicaciones que tienen un espe-


cial interés lingüístico, sea por los problemas que suscitan.
sea por su novedad metodológica, sea por la ex:tna>rdinaria
riqueza de sus notas tocantes a la lengua.
La interesantísima descripción ele Tierra Santa !Jamada
La f a.r.ienda de Ultra Mar, sacada del olvido por M. I a:rar
(Salamanca, 1965) 554, seria de gran importancia para la his-
toria de la lengua espaftola si se comprobase la hipótesis del
editor que la cree escrita directamente en castellano en la
primera mitad del siglo XII. Para defender que la obra fue
escrita en castellano, La7ar pone de manifiesto que La fa-
zienda. de Ultra Mar se basa en la Biblia hebraica y no en la
Vulgata, y afirma que entre el texto hebreo y el castellano
no hay huella de una versión latina. Bs lástima que J,a7-arse
haya dejado convencer demasiado fácilmente por su propia
argumentación y que considere innecesario tratar detenida-

m Por ejemplo, B. Pottier, «Notes sur le lexique arqonaisa, Ro-


numia, 70.68-73(1948): «J!tude lexicololdque sur les lnventaires arqo-
nais•, VR, 10.87-218 (1948-49): M. Alvar, «Lexicograffa medieval: El
Peaje de Jaca de 1437•, Estudios Menéndez Pidal, 2.91-133 (Madrid, 1951).
554 Almerich Arcidiano de Antiochia, La fa.t.imda de Ultra Mor
(Biblia Romanceada et ltinéraire Biblique en prose castalane tlu %/Ic
sikleJ, ed. M. Lazar (Salamanca, 1965). Publlcad6n pn,ceclida por un
artículo en Se/arad, 22.251-95( 1962).

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Mediewúismo y Ungi&tica 203
mente el .problema. Como consecuencia de ello, el lector se
resiste a aceptar la extraña hipótesis de que en esa fecha
un arcediano de Antioqufa de origen franco (llarnado Alme-
ric, quizá el que desde 1142 fue patriarca de Antioqufa) en-
viase a un prelado peninsular (el arzobispo de Toledo don
Remont), natural de Agen (Languedoc) y educado en Fran-
cia, una descripción de Tierra Santa escrita en castellano.
Si la inexistencia de un original latino se comprobase, habría
aún que pensar en un original occitánico o francés 555•
La ausencia de «fronteras lingWsticas• nítidas en las
maoif~taciones escritas medievales de las lenguas románi-
cas es un hecho bien conocido. No puede hablarse propia-
mente de traducciones, sino de versiones más o menos adap-
tadas a una lengua distinta. Dentro de la Península la her-
mandad del gallego-portugués y el castellano ( sin necesidad
de acudir a los dialectos «puente• de tipo leonés) permitía
a ambas literaturas compartir sus obras 556• En el Oriente

sss Después de fechar la obra según los datos que proporcionan


la carta de •Remont ~hispo de Toledo• a •don Almeric ~diano
de Antiochia• y la respuesta de ~te (que encabe'zan, en el ms., La
fat,imda), J.azar afirma (13-14) que el autor no se sirvió en ella del
latfn, sino directamente del castellano: la demostración de este im-
portante punto se deja para el capf tul o «La Bible Hébraique: source
de La faz.ienda de Ultra Mar• (20-24), en que se muestra tan sólo que
La f atienda no sigue la traducción de la Vulgata. En las cartas cru-
zadas entre los prelados se declaran «amigos en man~bia• y herma-
nos «por la compannya de las letras que aprisiemos en uno•.
556 Un caso típico es el de la Estarla del Sancto Grayal et de rre,
Artur vertida en 1313 del francés a una de las lenguas hispánicas (bien
al portugués o gallego, bien al castellano-leon~s) por cierto fray Juan
Bivas, por encargo del maestrescuela de Astorp Juan Sánchez en el
quinto afio de la fundación del estudio de Coimbra. A esta traducción
remonta el Livro de /osep Abaramatia portu111és, el fra1111ento del
Libro de /osep Abarimatia o del Sancto Grial castellano-leon~, el
fragmento de la Estori4 de Merlin e del rey Artus castellano-leon~, el
Baladro del Sabio Merlin con sus profecilu castellano, el fra11Dento
del Agravin castellano-leonés, A Demantla do Santo Graal portuguesa

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204 La, lingl&tica en la postguara
peninsular la mayor distancia entre el catal6n y el castelJam
venfa a ser salvada por la vigencia del aragonés, donde ni los
catalanismos ni los castellanismos resultaban extrdos. Los
estudios sobre textos literarios que, de una forma u otra,
tienen que rmar este problema de la traducción y de la
mixtura lingWatica son muy numerososm. Pero por la i&
vedad y alcance de sus observaciones me cleten~ a citar
aquf dos trabajos: el volumen introductorio (Lisboa, 1951)
de la edición crltica de la Cr6nica Geral de Bspanha. de 1344,
preparada por L P. Lindley Cintra, y el estudio de R. af
Geijerstam que acompafta a su edición de Juan Peméndez
de Heredia, La Grant Cronica de Espanya, libros 1-11 (Up-
psala, 1964).
Con el estudio de las «Crónicas Genenles• espafk>las y
portuguesas, llevado a cabo por Cintra, la filolog(a portu-
guesa alcauu una cumbre 551• Por el rigor metodológico, por
la precisión con que maneja toda la información disponible

y La Demandl& del &aneto Grial espaftola. Tambiál 10D buenos ejem-


plos la General Estorili de Alfonso X, de la cual hay ala6n DWllll-
crito pliego-portugués: la Crónica do Mauro Rluis, traducida del
'1-abe al portu~ por Gil Pc!rez (con la ayuda de Maestre Mahomad)
para el rey Don Dinis, de que existió un manuscrito ~ y boJ
se conservan tres manuscritos espaftoles; la Crónica de Castilla.. can
numerosos manuscritos castellanos y all\lDO portuguc!s: la Cr6nica
de 1344, originalmente pofflllUesa y de la que se c:omervanDWllll-
critos portugueses y espeftoles (atoe con . notables -),
etcMera.
557 Por ejemplo: K. Pietsch, «On the lanp1111e of the SpmriM
Grall Fraa•neots•, MPhll, 13.369-78, 625-46(1915), y s,,,,,,waGrail P~
ments, 2 vols. (Chlcaao, 1924-25): D. Catalúi, Poema de Alfonso i1.
Puentes, dialecto, estilo, 33-49 (Madrid, 19S3). Para problemas am-
loaos en ipoca posterior: D. Alonso, «Problemas del castellano Yicm-
tino•, en su ed. de Gil Vicente, TragicomtUlia de don D&u.rnlos;
P. Teyssier, La langue de Gil Vicente (Paris, 1959); R. NenEnda Pidal.
«La lequa de Cristóbal Colón», BHi, 42.5-28 (1940).
551 Cfr. D. CataNn, RomPII,13.67-70(1959-60).

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Medievalimw y lingllfstica 205
en un campo de estudio sumamente complejo y por la capa•
cidad que demuestra para levantarse desde el an6H!lis mi-
nucioso de los detalles hasta las grandes visiones generales,
Cintra, que se considera tardfo discfpulo de Menéndez Pldal,
recuerda efectivamente al Menéndez Pidal joven (de fines y
principios de siglo). Aunque esta obra tiene una importancia
m4s bien filológica que lingWstica, su n4cleo lo consdtuye
un problema lingüístico: la demostración de que las dos
veisiones espaftolas de la Cr6nfca de 1344 (la que contiene
la redacción original y la que refleja una refundición de
bada 1400) se bL0 n en originales -· La simpll-
ddad y originalidad con que Cintra resuelve este problema
son una prueba de cómo los trillados Dtodos de la crfdca
textual estén aún abiertos a la renovación.
El inteffll lingWstico del estudio de Geljerstam no estriba
en la descripción de las caracterfsticas paleográficas y lin-
güfstlcas del manuscrito de La Grant Cronica que edita•,
sino en el exarn,m de cómo la lengua de las fuentes ( caste-
llana, catalana, aragonesa, latina, etc.) influye, de una forma
muy marcada y muy varia, sobre la lengua de la obra defi-
mtiva, a través de los borradores y cuadernos de trabajo del
escritorio avifionense del Prior. La «lengua de Heredla», que
esperarfamos hallar en el manuscrito copiado para la propia
biblioteca del Prior, no es sino un compromiso (muy varia-
ble) entre la lengua de las fuentes que en la Crónica se com-
binan, la lengua de los varios individuos del escritorio que
eztractan esas fuentes, los gustos lingWsticos de unos co-
rrectores y los hábitos del que copia en limpio los cuader-
nos de trabajo•. ¿Qué nos queda, entonces, del lenguaje

"' Btlicl6n sefd,a el manuscrito 10133de la BU,l. Nac. de Madrid,


con introt1Mcci6n crftica, utaullo linfllútico y alosario.
W Que, en parte, IOD conocidos.

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206 La lingiUstica en la postguerra
Uarnado de Heredla?, se pregunta con razón la autora 561• El
caso es ejemplar y no debe echarse en olvido.
La monumental edición crítica, por J. Corominas, del
W,ro de buen·amor (Madrid, 1967) 562, dará, sin duda, lugar
a censuras y controversias (dada su metodologfa) 561; pero
el propio aparato crítico de la edición muestra que eJ. es-
fuerzo más valioso reaUmdo por el editor es el dirigido a
aclarar el texto desde un punto de vista lingüístico. La ri-
queza Imca del Buen amor y la complejidad sintáctica de
sus versos invitan, claro está, a interpretaciones divergentes;
pero el sistemático comentario verso a verso, reaHndo por
Corominas, representa un paso adelante muy marcado en el
esclarecimiento de los problemas pendientes.

3.11. LAS IIONOGRAPIAsDIALBCTA·


LBS BN BSPARA Y PORTUGAL

Por los años 40 circunstancias varias llevaron a una


reorientación de los estudios dialectales tanto en B..c-paüa
como en Portugal. En Espafia tras el abandono de las obras

561 El lenguaje de Heredia sirvió de base ftmdamental a los estu-


dios de G. W. Umphrey «Aragonese texts, now edited for tbe first
time- y «The Aragonese dialecb, RHi, 16244-87 (1907): 245-4S (1911).
Después fue objeto de atención especial por parte de J. Vives, /Utlll
Ferndndez de Heredia, Gran Maestre de Rodas (Barcelona, 1927). y
posteriormente de A. Badfa, «Algunas notas sobre la lengua de Juan
Fernández de Heredia•, RFE, 28.177-89 (1944): «Sobre los extranjeri9-
mos léxicos en el aragonés de Juan FernAndez de Heredia•. Hmno,aje
Krüger, 2.193-7 (Mendoza, 1954); «Tres notas de sintaxis medieval
aragonesa•, Festschrift Kuhn, 325-32(Innsbruck, 1963).
562 Poco anterior es otra ed. crftica debida a G. Cblarini (Napoli,
1964).
561 La primera reacdón de verdadera importancia a la ed. Coro.
minas es el artfculo de A. Vlrvaro «Nuovi studi sul Libro de buen
amor, I: Probleml testuall•, RomPh, 22.133-57(1968).

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Wonogra:/fas dialectales 207
:olectivas proyectadas por el «Centro de Estudios Históri-
:os• y la dispersión de los especialistas que venían coordi-
1ando los trabajos, la iniciativa pasó a manos de jóvenes
nvestigadores, desconectados entre s1 y privados de la firme
iirección de un maestro activamente interesado en la reco-
lección dialectal. En Portugal, la vieja trayectoria delineada
por Leite de Vasconcelos tendía ya al agotami~to (pese a
la publicación de algún que otro trabajo valioso) 564 cuando
hizo aparición, en la Universidad ele Coimbra, una nueva
Dialectología de rafees claramente foráneas.
Aunque el cambio de orientación tuvo, en uno y otro
pafs, causas muy diversas, las consecuencias fueron en am-
bos bastante similares. Siguiendo a distancia notable los
rumbos de la 11\rnanfstica germánica, la nueva Dialectologfa
empezó a prestar especial intelá al léxico, y se penetró o
se tiñó (según los casos) de la metodologfa de « W<irter-und-
Sachen• o «Sachen-und-Worten, cuando la fortuna de tales
estudios empezaba ya a declinar en el corazón de Euro-
pa 565• Por otra parte, tanto en Bspafla como en Portugal, la
investigación dialectológica quedó subordinada a las acti-
vidades e intereses universitarios: súbitamente, aparecieron

564 Con posterioridad a la muerte de Leite de Vasconcelos, uno de


sus disdpulos, B. Lopes da Silva, publicó una muy completa y valiosa
monografía sobre O falar crioulo de Cabo Verde (Lisboa, 1957), en que
se describe pormenorizadamente la fonética de los dialectos isle6os
y se reúnen abundantes observaciones morfológicas, sintácticas y lé-
xicas. También son interesantes los Apontamentos acerca do f alar do
Baixo Minho de F. J. Martins (Lisboa, 1957-58).Otros dialectólogos de
la anti¡ua tradición (J. A. Capela e Silva, 1947; M. J. Delgado, 1951;
A. Viana, 1954) se limitan a la recolección de vocabulario en las pro-
vincias del Sur de Portugal.
565 La clexicaJiución• de la lingflfstlca y el m~odo de palabras y
cosas, surgido en Alemania y Austria, alcaunron más tarde su
cumbre en la Suim alemana. En el estado actual, de.clinante, gom awi
de sran presdgio en dertos cfrculos de Italia, BBgica, la Francia pro-
vfndana, Espafla y Portupl.

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208 La lingiUstica en la postguerra
numerosas monograflas dialectales extensas como un 1DUJ
soconido y fructífero expediente para completar una diter•
tación de licenciatura (en Portugal) o una tesis doctoral (en
Bspafia). La proliferación de estos trabajos y la aenerosa•
acogida que encontraron en las revistas y series de publi-
caciones especializadas, facilitaron la temprana creación ele
un «género• dentro del cual podúm producirse nuevas obras
en sucesión indefinida. Aunque la méTima boga de estos tra-
bajos se sitúa en el decenio 1945-19SS,han contill11ado publi•
cándose, desde entonces a hoy, sin interrupción•.
El mérito de las monografias dialectales aparecidas en
Espafla y Portugal en los últimos veinticinco aftos es varia-
ble. Consideradas en conjunto, tienen el valor de haber
llenado un importante vado: Gracias a ellas, la rbero-roma-
nia ha dejado de ser una mancha en blanco en los estudios
comparativos y, lo que 8Wl es mú importante, los probJ.e.
mas particulares que suscitan los datos hispánicos han em-
pemdo a atraer la atención de los lingüistas alejados de los
medios geográficos en que esos datos pueden recogerse. Pero,
al mismo tiempo, hemos de reconocer que, salvo contadas
excepciones, no son obras de gran empuje. La mayorfa de
ellas se resienten de un mismo defecto: Sus autores son
meros aprendices de dialectólogos, a los cuales no puede
pedirse otra cosa que el seguir fielmente unos patrones pre-
establecidos 567• A mi parecer, la creencia de que los estudios
dialectales pueden dejarse en manos de personas con una
modesta formación lingüística es un grave error. En reali-

566 La última monoaraffa que ha Uepdo a mis manos no es una


tesis espaftola, sino de Edinburah: R. J. Penny, Bl habla ~
ensayo de dialectologfa montañesa (London, 1969).
567 Sorprende, sin embargo, que en las pocas obras escritas por
dialectóloaos experimentados se revele, 1eneralmente, la miUJUIfalta
de in~ por superar los modelos establecidos desde antipo.

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Monografla,s dialectales 209
dad pocos campos de trabajo exisen el conocimiento de tan
wriadas disciplinas lingWsticas y de tan diversos métodos
de investigación como la dialectologfa: si en la recolección
de los datos el dialectólogo debe mostrar su pericia como
fonetista y como etnólogo, en la orgauimción de los mate-
riales tiene que ser a la vez un fonólogo, un gramático, un
lexicógrafo y un etimologista. No es fácil que un inexperto
explorador dialectal, a la hora de escribir una monograffa,
sepa transformar sus notas de campo en una descripción
coherente y completa de la realidad lingWstica objeto de es-
tudio, y menos probable es aún que acierte a interpretar
ctiD4rnicamente el panorama geográfico haciendo estratigra-
fla lingüística, o sea capaz de conjuntar los datos de los
dialectos actuales con los de la paleodialectologfa, y que ad&
más tenga una visión p&n-l'f\rnéuica de los hechos, dominan-
do simultáneamente los testimonios procedentes de las len-
guas y dialectos romances y los que proporciona el estudio
del Jatfn como una lengua viva ( diferenciada social y dia-
lectaJrnente, y móvil en el eje del tiempo).
En Portugal, la renovación de la Dialectologfa se inició
con el nombramiento de M. Paiva Boléo como profesor titu-
lar de la cátedra de Filología Portuguesa de la Universidad
de Coimbra. Paiva Boléo se habfa formado en Hamburgo
con F. Krüger, y su concepción de la lingüística (o «filolo-
gía•, según la terminología nacional) permanecerá firmemen-
te anclada en la tradición hamburguesa de la preguerra, sin
hacer demasiadas concesiones a otras orientaciones divergen-
tes 561. Cuando en 1947 funda la Revista Portuguesa de Piloto-

561 El reciente folleto de Paiva Bol~, Tanas de Linguistica Por-


tuguesa e Rorru!nica (Coimbra, 1168), en que se presenta el sumario
del «curso de férias» dado en la Universidad, confirma la fidelidad
del autor al enfoque dialectológico«nogréfico de la HnaWstica, con
exclusión de otros temas y orientaciones.
L1NG01anCl fllBRo.aolWGCA. -14

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210 La lingillstica en la postguerra
gia, (= RPF), «destinada ao estudo cientffico da lingua portu-
guesa», advierte en las páginas de presentación que la revista
«embora possa publicar trabalhos sobre fonética, morfologia,
sintaxe e estilística, dedicará especial aten~ l lexicologia, ao
onomástico, a topouúnia, a dialectologia e l geografia lin-
guistica» y que «consagrará ainda lugar importante a etno-
grafia» en su «aspecto material, para o conhecimento dos
objectos nas suas rela~ com as palavras» •. Las mono-
grafías dialectales de Coimbra (tanto las inéditas, como las
publicadas en la RPF) 510 reflejan claramente esta tendencia
a identificar la lingWstica con el estudio del lenguaje como 1

proyección de la cultura material. El patrón más frecuente


queda definido por dtulos como «Contribui~o para o estuclo
da linguagem, etnografia e folclore da freguesia de ... • o «do
concelho de ... • m. Otras veces la monografla versa sobre el
vocabulario conectado con una determinada actividad rural
o estudia un lenguaje técnico 572• Un tercer tipo de trabajo
lo constituyen las monografías onomasiológicas, dedicadas a

• RPF, l.1-1v (1947). Encabem el primer número un artfculo ele


K. Jaberl, •~phle llnguistique et expresslvismephonétique: Les
noms de la 'balan~ire' en portugais•, RPP, 1.1-43 (1947), seauidoele
unas adiciones de Paiva ·Boléo (4S-58).
570 J. G. Herculano de Carvalho ha dado noticia de todas las tesi-
nas ~itas (hasta 1961) en RPF, ll.312~, notas (1961).
571 M. T. de Mend~ Uno Neto (en que se contrasta la vida y
lenguaje de los pescadores con la de los campesinos, en el concejo
de Vila do Conde) [1945], RPF, 1.59-152(1947), 2.122-87 (1948); M. L O.
Monteiro dos Santos Costa (sobre Porto Santo, Madeira) (1945]. RPl',
1.341-90(1947); 228-91 (1948); 3.90-151 (1949-50); M. P. da Silva Pereira
(sobre Fafe, un concejo de gran extensión, estudiado en la diversidad
de sus varias parroquias) [1949], RPF, 3.196-219 (1949-50); 4.20-169, 374-
416 (1951); 5.89-187 (1952): M. Alves Uma (acerca de Matosinhos, con
mayor atención que en otras monogpffas a la parte liqüfstica) (1955],
RPP, 11323-462(1961), 12.41-197,395-508 (1962-63).
572 l. Alves da Silva, «A linguagem corticeira» [194S], RPF, S.1-.
224 (1952): 6.137-200 (1953-SS).

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Monograffas dialectales 211
estudiar a través de todo Portugal UD objeto de la cultura
material, en sus varias formas, y los nombres que recibe m,
o las diferentes palabras o locuciones empleadas para ex-
presar una idea SM.
El «Centro de Estudos Filológicos• de la Universidad de
Lisboa y el BF siguie~n m'5 fieles a una concepción de la
filología y la lingüística menos restringida. En un principio,
la dialectologfa no ocupó UD lugar muy destacado en el
cuadro de las investigaciones lisboetas; pero en el curso de
los años SO la reactivación de los trabajos del ALPI en Por-
tugal obligó a L F. Lindley Cintra a abandonar la filología
de despacho por la dialectologfa de campo 575, y su experien-
cia repercutió inmediatamente en su labor de cátedra. En
los últimos quince años las disertaciones de Licenciatura de
tema dialectal han abundado en lisboa 511• Por lo general,
estudian una localidad o varias localidades próximas, aten-
diendo, de forma equilibrada, a la etnografía y al folklore
de una parte, y a la gramática dialectal (fonética, morfologfa,
sintaxis) de otra.

m Mú adelante nos referiremol a ellas.


DI M. L A. L Ventura Monajlo, «Desipac&s para •~
do trabalho' em portugués• [1956], RPF, 11.123-205(1961). TambWn
se publicó en RPF, S.27-85 (1952); 6.73-135 (1953-55); 7.17-118 (1956) una
tesis, hecha en Heidelberg por H. Kroll, «Designa~ portuguesas
para 'embriaguez'• (adiciones en RPF, 13.383-93[1964-65]). Kr6ll tam-
biml estudió las palabras y locucionesconectadascon la idea de 'sal·
pear' en RF, 62.32~ (1950).
575 Cintra substituyó a A. N. de Gusmlo como representante por-
~ en el ALPI y reaUro (en unión de A. Otero) la mayorfa de las
encuestas (1953-54).Véase adelante, 3.12.
S76 Se han publicado varias: M. L Carvalblo Buescu. Man.santo.
Etno,rafia e linguagem (Usboa, 1961); M. R. L. Dias Costa, Murteira,
una ~ do concelho de Laura (Usboa, 1961); J. Lopes Alver,
A linguagem dos pescadores da Ericeira (Usboa, 1965). J. G. Herculano
de Carvalbo da una lista completa de las IMditas (huta 1960) en
RPF, 11.316-7,n. 3 (1961).

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212 La linglllstica en la postgr,ma
En Espafia, el esquema preferido fue el de las monop
fías dedicadas a la descripción del dialecto de una localidad
o de una pequeiia comarca ( del dominio leonés o del domi·
nio aragonés; más tarde, también del dominio castellano) 577,
combinando las observaciones dialectológicas stricto sensM
con el estudio de ciertos aspectos de la cultura popular;
suelen titularse «El habla de ... ». Son raros los estudios que
se interesan exclusivamente por el léxico rural 511• En con-
traste con Portugal, donde la antropologfa y la lingüistica
habían vivido siempre (desde tiempos de F. A. Coelho y de
J. Leite de Vasconcelos) en intimo maridaje m. en EspaDa
los estudios e~ográficos no se habían desarrollado al mismo
compás que los lingüísticos 580; ello explica cnaloto m6s su-
perficial fue en Espafia que en Portugal la influencia del·

577Paltan pdcticamente ..publicaciones de este tipo sobre el domt


Dio catal4n. Su ausencia se debe, sin duda, a la especial situación dd
catal4n en los años de la postguerra (véase arriba, n. 282). A.si, ua
catalán tan amante de su cultura patria como A. Badia comemó tra-
bajando sobre los dialectos aragoneses próximos a la frontera cata-
lana. Para comprender mejor la tragedia de este 'colaboracionismo'
cfr. las págs. 129-30del libro de Badia Llengua i cultura als Paisos C..
talans (Barcelona, 1966) en el contexto de las páginas 119-47 de esa
misma obra. Dentro ya de los afios 60 se publicó un estudio sobrt
cierta variedad dialectal del mallorquín: J. Veny, «Notes phonéüqaes
sur le parler de Campos (Majorque)», BF, 20.323-40(1962); •Notas le-
xicas sobre el habla de Campos (Mallorca)•, Orbis, 12.132-40(1962).
571 Pueden considerarse excepcionales las pequeñas monoerafias
de M. Alvar, Palabras y cosas en la Aézcoa (Zaragoza, 1947) y de A.
Zamora Vicente, Léxico rural asturiano. Palabras y cosas de Libodc."«
(Colunga) (Granada, 1953). De orientación claramente etnográfica es d
estudio de J. Caro Baroja, La. vida rural en Vera de Bidasoa (Madrid.
1944).
579 Actualmente destacan los etnóloaos J. Dias y F. Galhano dei
Centro de Investigaciones Etnológicas de Porto. Toda la informaci¡ki
deseable, hasta mediados de los años 60, puede hallarse en E. Pelma.
Bibliografia analltica de etnografia portuguesa (I.Jsboa, 1965).
51D Hoy sobresale J. Caro Baroja, un etnógrafo de Prestiaiosa au-
toridad, con una sólida formación lln¡iüstica.

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Alonograffas dialectales 213
m6todo de «palabras y cosas•. Por lo general 511, las mono-
grafias dialectales espaftolas se limitan a yuxtaponer, más
que a combinar, un estudio liqWstico (sobre el que pesan
COlll9 modelo las primeras obras de Menffldez Pidal) con
una sección lexicog,-tica, en que el vocabulario recogido se
onleoa en relación con las «cosas• y las actividades de la
vida campesina o mú rara vez, por campos seménticos 512•
Entre el conjunto de monografias dialectales de Portu-
gal y Bspafta se destaca, ~uy especialmente, la tesis doctoral
de J. G. Herculano de Carvalho, Coisas e palavras. Algu,u
problemas etnográficos e ling&dsticos relacionados com os
primitivos sistemas de debulha na Paúnsula Jb,nca (Coim-
bra, 19S3) 513• A diferencia de los restantes dialectólogos
peninsulares, Herculano de Carvalho es un romanista, en
el preciso sentido que esta palabra tiene en la Europa ger-
rn4uica. Aunque estudió filologfa en Lisboa, en 19S3 se pre-
ciaba de ser discípulo de J. Jud, con quien completó su for-
mación en Zurich (1946-1949). La disertación de Herculano
de Carvalho no pretende abrir nuevos caminos a la roma-
nfstica, pero es una de las más notables y conseguidas apli-
caciones de los métodos combinados de «Die Sprachgeo-
graphie• y de «Sachen-und-Worter• en el campo de la lin-
gWstica románica. Herculano de Carvalho, después de se-
leccionar una limitadísima parcela del vocabulario de su

511 Una importante excepd6n es el estudio de J. Mi8'n Unliales.


El habla de Villacülayo (Lema) (Madrid, 1966). Tambfm abunda en ma-
teriales etnográficos y folklóricos el libro de G. Garda Mart(nez, El
habla de Cartagena (Murcia, 1958), obra de un aficionado.
512 A. Badfa, El habla del valle de Bielsa (Barcelona, 1950), y L
llodrfguez Castellano, La variedad dialectal del Alto Aller (Oviedo,
1951), subdividen el vocabulario en toda una serie de secciones sem4o-
tfcas, siauiendo una suseiencia de W. von Wartburg, adoptada ya en
la J)l"elUema por alsunas tesis de Leipzi1 y Cblcaao.
m Pue publicada slmult4neammte en Biblo$, 29 (1953).

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214 La lingüfstica en la postguerra
propia lengua (conexionada con una actividad rural en WlS
de desaparición), reunió con gran cuidado toda la informa-
ción etnográfica y lingWstica pertinente 514 y confrontó sus
abundantes materiales portugueses con los más escasos que
pudo obtener sobre el resto de la Penfnsula lb6rica y con la
documentación rom,nica en general. En su estudio acertó
a combinar imaginativamente la estratigrafía etnográfica y
lingüística, enfocada sobre Portugal y el NO. de España, con
las visiones pan-roms\nicas de las trayectorias fonéticas y
semánticas de las palabras 515•
Algunos otros trabajos onomasiológicos publicados en
Coimbra, aunque menos ambiciosos y menos ricos en apor·
taciones laterales, son también merecedores de encomio
(M. H. Nogueira de Morais, «A dobadoira», 1958511; M. H.
Santos Silva, «O cesto», 1961)st • Su punto de partida es una
comparación de los datos portugueses con los que propor•
ciona el AJS 511•

514 Aportando abundantes datos inéditos del habla viva (pero no


respecto a ~ pasadas, que le habrian obligado a extender sus
pesquisas filológicas a los archivos portugueses).
515 Cfr. la entusiasta ( « .. .is one of the most impressive dissertadons
in Romance linguistics that have lately come to my attention-) J
substanciosa resefta de Y. Malkiel en Lg, 33.54-76(1957). Malkiel seftala
algunas debilidades del trabajo: la consideración del latín como una
entidad abstracta ( frente a la visión ricamente matizada de las len-
guas de él derivadas) y la ausencia de conceptos estructurales y de
técnicas de la lingüística descriptiva (que completen la visión din6·
mica, difusionista ).
516 RPF, 7.129-249(19S6): 8.61-160(1957) [tesina de 1953].
517 RPF, 9.215-338(1958-59): 10.155-272(1960) [tesina de 1954]. Sobre
otras tesinas aún inéditas véase J. G. Herculano de Carvalho, RPF,
11.31S,n. l (1961).
511 Bl estudio de los objetos es muy completo y va acompeftado.
sobre todo en O cuto, de una colección rnapffica de choujos y fot~
grafias.

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Monograflas dialectales 215
La abundancia tanto en España como en Portugal de las
monograffas dedicadas a la descripción de un dialecto o de
una variedad dialectal nos invita a apreciarlas en conjunto,
como un «género•, y a referir a esa consideración general
las observaciones particulares que las distintas obras nos
puedan sugerir.
Las varias monograffas difieren entre sf en los criterios
utiJiudos para seleccionar el área dialectal estudiada: unas
veces la elección depende de factores externos (naturaleza
del autor•, residencia ocasional)•, otras se basa en razo.
nes lingilfsticas (situación•, purem o rareza del dialecto) 592,
otras en la combinación de varias consideraciones 93 • Los
mejores resultados han sido obtenidos por los dialectólogos
que tenfan una familiaridad previa con el dialecto estudia-

• Por ejemplo J. Mill,n Urdiales, Villacidayo, que estudia un


pueblo leonés de habla muy casteJlauinda por la simple razón de
ser natural del lugar.
,., Por ejemplo A. Zamora Vicente, El habla de M,rlda y sus cer-
canlas (Madrid, 1943), que vivió un afto en la comarca estudiada.
591 Por ejemplo J. M. Baz, El habla de la tie"a de Aliste (Madrid,
1967) [tesis leída en 19.50], que estudia el extremo meridional de los
dialectos leoneses, frontero de la tierra de Miranda en Portugal; o M.
Alvar, «Notas sobre el espaftol hablado en la isla de La Graciosa
(Canarias Orientales)», RFE, 48.293-319 (196S [1967]), que dedica un
estudio especial al habla de un islote escasamente habitado (no llegan
a 1.000 los habitantes), contiguo de Lanzarote, por Ja sola razón de ser
un curioso apéndice del Norte de esta isla.
592 Por ejemplo C. Casado, El habla de la Cabrera Alta (Madrid,
1948), acudió a estudiar una región leonesa muy apartada y poco co-
nocida, con el propósito de hallar un dialecto poco influido por la
Jenauaoficial; o M. Sanchis Guarner, que exploró «El habla de Agua
viva de Aragón•, RFE, 33.1~ (1949), por constarle su carécter sin¡u-
lar; o M. C. Dfaz Castaftón, que estudió El bable de •El Cabo Pelúu»
(Oviedo, 1966) por ser un dialecto con metafonfa aislado del área prin-
cipal en que se da el fenómeno.
593 Un conocimiento previo de la relión por parte del investigador
'J la existencia de un dialecto de acusada personalidad (suelen ser los
estudios mú interesantes).

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216 La lingilútica en la postgum'I
do 5M y que, despu6s, han procedido metMkamente en la
recolección de sus materiales (por ejemplo: L R.oclrigm2
Castellano, en el Occidente de Asturias, 1954-19S7915; J. Nei-
ra, en Lena, 1955 "': G. Salvador, en Cúllar-Bm. 1957•: 1

M. L. Carvalhlo Buescu, en Monsanto, 1961•; M. MeaéDdel


1

"' Naturalmente, los estudiosos del habla de su pueblo son • 1

nes tienen más fácil ac.ceso a las fuentes de información (los hablan- 1

tes locales). Pero a veces corren el peligro de escribir precipitada-


mente, basándose sólo en la memoria, por creer que dominan perso-
nalmente el dialecto, cuando en verdad su conocimiento del mismo
no es ni muy profundo ni verdaderamente exacto (pues el encuestador
pertenece a la burguesía local, que no emplea cotidianamente el dia-
lecto ). Tal es el caso de G. AJ.varez, El habla de Babia y ÚIOIIM
(Madrid, 1949), el cual da por sentada la unidad dialectal csin matica
distintivos en sus variados fenómenos• de 41 de los 42 pueblos de Ba-
bia y Laciana (a pesar de reconocer que Babia •castellanira• mú) y
funda su descripción en el dialecto babiano que aprendió de labios
de su madre. De otra parte, las encuestas reaJiudas por forasteros
dan muchas veces resultados pobres y, en ciertos casos .. dudosarnmte
fidedignos, debido a que el tiempo empleado en familiarizarse con el
dialecto ha sido pequefto o nulo y la recolección de los materiales obn
de muy pocas semanas. Del primer defecto puede servir de ejemplo
la escueta monografía de C. Casado sobre la Cabrera Alta., con un
vocabulario muy pobre (y sin sintaxis): y del le(IUDdo, el estadio
sobre el espaftol de Tenerife de M. Alvar que discutiremos más _..
lante.
595 Aspectos del bable occidaital (Oviedo, 1954) y Contrilndóll
al vocabulario del bable occidental (Oviedo, 1957). Rodrfpez es ...,.
ral de la parroquia de Besullo (donde conserva rafees) pero na: • 1i6
toda la región en 1932 con motivo de la elaboración del ALPI y ar.
dios complementarios (cfr. RomPh, 9.368-9 (1955-56)) y redondeó des-
pués sus notas con otras encuestas.
596 El habla de Lena (Ovledo, 1955): «La metafonfa en las fonaas
verbales del imperativo y del perfecto. Adiciones al babia ele I 1111•,.
Archivum, 12.383-93 (1963).
5'TI•Bl habla de Cúllar-Baza•, RFE, 41.161-252(1957); 42..37-89(1951-
59) Creed. en ALEA-P, 11 (Granada, 1958-59)].Salvador estudia su ~
pfo dialecto; pero no introspectivamente, sino utilizando como sujetos
a los demás (dejando hablar y con cuestionarios).
591 Monsanto. Etnografia e linguagem (Usboa, 1961).

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Monogra/fas dial«talu 217
García. en Navelps, 1963-1965•; J. Mi114n, en VUJacidayo,
1966)•.
En la casi totalidad de estas monografías el estudio lin-
güístico no se basa en el análisis de un «corpus• de textos
dialectales•• sino en los datos que el dialectólogo ha ido
atrojando durante la encuesta en sus cuadernos de notas.
Los pocos tcmtos dialectales que ocasionalmente aparecen
incluidos en algunas de las publicaciones españolas sólo
figuran en ellas a título de ilustraciones•. En el mejor de
los casos consisten en narraciones hechas por alguno de los
sujetos de la encuesta (transcritas directamente por el en-
cuestador en notación fonética estrecha• o, más rara vez,
recogidas en una grabadora) •; otras veces son piems fol-
klóricas •, y con cierta frecuencia son composiciones (más

"' Bl Cuarto tú los Valles (un habla del occidaate asturiano),


2 w>la. (Oviedo, 1963 y 1965).
600 Véase n. 589.
• Reservo para otro apartado (3.16) la consideración de la ~
graf1a de J. G. Herculano de Carvalho, Fonología mirandesa, 1 (Coim-
bra, 1958), basada en una metodología diversa a la del resto de los
trabajos que ahora estoy considerando. También me referiré en otro
lugar a los estudios fonéticos de G. Hammarstrom (§ 3.12).
602 Para comprobar lo escasos que son los textos dialectales reu-
nidos con ocasión de estos estudios, basta acudir a la antología publi-
cada por M. Alvar (Tatos hispdnicos dialectales. Antologla hist6rica
[Madrid, 1960]): A pesar de que en ella se mezclan toda clase de ma-
teriales •dialectales•, la ejemplificación moderna resulta muy rala
(adenuis de poco representativa).
~ M. J. Canellada, El habla de Cabranu, 53-4 (Madrid, 1944);
R.odrfguez Castellano, Aller, 195-6; M. Alvar, El upa#lal de Tenerife,
102-7 (Madrid, 1959); J. A. Fernández, El habla de Sis terna, Tl-8 (Ma-
drid, 1960). La monosrafia de L. Cortés, El dialecto galaico-portuguú
hablado en Lubidn (Zamora) (Salamanca, 1954), sólo comprende un
vocabulario y una aportación a la toponimia, acompaftado de unos
cuentos transcritos fonéticamente (55-65).
• A. R. Fernández Gonzélez, El habla y la cultura popular de
Ouja tú Sajambre (Oviedo, 1959).
• RodrfauezCastellano, Aller, 189-M; Badfa, Bielsa, 353-8; E. Gar-

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218 La lingi,Ustica en la postguerra.
o menos literarias) escritas por un conocedor del dialecto•.
El valor de estos textos como documentos llngüfsticos es
muy variable. Las narraciones anecdóticas grabadas en cinta
magnetofónica por A. R. Fernández Gonmlez en Oseja ele
Sajambre (1959) son de lo m'5 auténtico y espontáneo pu-
blicado ""; al otro extremo del espectro se sitúan las des-
cripciones geográficas de los pueblos de Babia escritas por
G. Alvarez en prosa culta castellana revestida de fonética
dialectal (1949) ª· En Portugal, gracias al mayor interes
prestado a la etnograffa y al folklore, los estudios lingüfs-
ticos suelen ir acompaftadosde muestras abundantes de Ja
literatura popular• (en algunos casos transcritas en nota-
ción fonética). Estas muestras literarias no son, claro esté,
los textos ideales para estudiar la lengua local; pero pueden
abrir los ojos del encuestador respecto a usos lingüfsticos

da Cotonuelo, Estudio sobre el habla de Carta,ena y su conuzrm,


131-43(Madrid, 1959).
606 Rodrfguez Castellano, Aspectos, 172-S; Neira, Lena. 81-6: Alva-
rez, Babia, 22-198; Badia, Bielsa, 359-63; A. R. Pemández Gondlez,
Oseja, 91-8.
_, A. R. Femández González, Ose/a, 74-91.
60I A.lvarez, Babia, 22-198.Aunque el autor declare que «el lenguaje
en que estas descripciones van expresadas quiere ser el mismo que
corresponde a la región en los momentos actuales, hablado por indi-
viduos de más de cuarenta afios y perteneciente a los pueblos que
mejor conservan• (21), las descripciones son del siguiente tenor: -a
la izquierda de este macizu, rematandu aquela ancha chanada, el
pueblu, en inclinada cuña que se continúa pur un foscu vale ... • (61)
«pulas laderas de la Fumfrfa, xiugandu pur entre el venenosu na-
vieAu de flores meu muradas, tan guapas, pacen las meirinas nel
branu cuna mayor tranquilidá; entós nun se (h)oy más que lus soas
benidus, lus zumbus de lus mansus, el ladrar de lus mastines y el
chirridu de lus grilus; ya si se mira pal delu aquel tan azul, quid se
veya algún gabiluchu cerniendo las seus alas al tiempu que has aviones
xiuben ya babean en sin parar• (84).
6fB «Contos, lendas e outras narrativas», cltomancein>-, cCantips
narrativas•, «Cancioneiro», «Ora~ populares», «Ad6gios•, «Bstri-
bilhos que acompanham os jogos», etc.

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Monograflas dialectales 219
inadvertidos, según muestra M. L. Carvalhlo Buescu en su
monograffa sobre Monsauto (1961) 611, donde el estudio et•
nográfico-lingüfstico va acompañado de 150 ¡»ginas de textos
populares de una gran autenticidad.
Descartada la posibilidad de realimr la descripción del
dialecto a partir de un «corpus• de textos auténticamente
representativos (formado por la transcripción de conversa-
ciones y de narraciones anecdóticas), los autores de las mo-
nografías dialectales han vacilado únicamente entre dos mé-
todos de reunir los datos: Unos, han acudido a los cues-
tionarios de estructura abierta; otros, han optado por los
cuestionarios fijos, preparados con anterioridad a la encues-
ta. En uno y otro caso han recogido palabras, acompañadas
de alguna que otra frase breve. la utilidad de los cuestio-
narios extensos y ciegos ha sido ampliamente demostrada
para los Atlas y los estudios de estratigraffa lingüfstica ba-
sados en ellos: Las ventajas que supone el poder comparar,
respecto a centenares y centenares de preguntas, las res-
puestas obtenidas en toda una serie de localidades, cuida-
dosamente distribuidas a través de un pafs o región, com-
pensan sobradamente los defectos inherentes a este tipo de
encuestas. No hay que insistir en ello. Pero los propósitos
de una monograffa descriptiva de la lengua o variedad ha-
blada por una comunidad son muy diversos. Antes de ex-
tender a una rama tan diferente de la dialectología los mé-
todos de encuesta de los Atlas Lingüfsticos o Etnográfico-
lingüfsticos sería necesario probar que los materiales archi-
vados en un cuestionario rfgido bastan por sf solos para
aprehender y describir la peculiar estructura de una variedad
de lengua aún mal conocida 611•

6J8 Véase n. 589.


611 «La ~ de mener une enquate varie selon le but qu'on se
propose>, afirmaba, con razón, W.-D. Elcock, De qudquu afflnit's

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220 La lingüútica en la postguerra
M. Alvar ha afirmado repetidas veces que la precelenda
de los cuestionarios externos y fijos debe hoy con .. derarse
como algo indiscutible. Sin embargo, creo que hay que
discutirla 612• En un trabajo de 196660 he tratado de IJarnar
la atención acerca de los peligros que entrafta el intentar
describir un dialecto a partir de las respuestas a un cues-
tionario de Atlas lingüfstico. La monografia examinada cri-
ticamente, El español de Tenerlfe (Madrid, 1959), del propio
M. Alvar 614, contiene, desde luego, un capítulo de sintaxis:
pero en ·él sólo figuran unas cuantas frases inconexas, obte-
nidas como equivalencias locales de las oraciones simples in-
cluidas en el cuestionario, mientras las peculiaridades m6s

phonltiquu entre l'aragonais et Ze bhirnais, 18-19 (Paris, 1938) y, nfi.


rl«!ndose a su caso particular, continuaba: cce n'est nullement en en-
qutteur d'atlas lin¡uistique que nous avons fait notre demlane ~
ge d'investigation•.
612 No deja de ser curioso que M. Alvar, al introducir su mono-
arafta descriptiva de El habla del campo de 1111:tl(Salamanca>/IMI)
describa así su experiencia como encuestador ( 18-19): «Los datos que
aportamos fueron recogidos durante los meses de julio y agosto de
los aiios 1945 y 1946. Para su obtención pretendimos el uso del ~
tionario, pero pronto hubimos de convencemos de su poca eficacia
Con los planes trazados por Garcfa de Diego, Kuhn, Blcock y los Atlas
finsüísticos de Cataluña y de la Península Ibérica emprendimos nues-
tra búsqueda abandonando el método casi desde sus comienzos. Nos
convencimos de las ventajas de dejar hablar y de relacionamos con
los pobladores•.
6U «El espaftol de Tenerife. Problemas metodolópcos•, ZRPla. 12.
467-506 (1966). Apareció acompaftado de una violenta réplica de M.
Alvar (507-48). [Cfr. los juicios de Y. Malkiel en •CTL•, IV (1961),
170-1, nn. 23 y 228; Ad, n. 23]. Posteriormente, Alvar dio una redac>
ción más objetiva a su réplica en el libro Estudios Canarios. l,
caps. 2, 4-5, 7-11 (Las Palmas, 1968).
614 M. Alvar basó su descripción del espaftol de Tenerife en unas
encuestas realizadas en marzo de 1954 con el cuestionario del ALBA
(convenientemente adaptado). Por entonces su contacto con el espa-
fiol islefto se limitó a unos quince o veinte dfas de acelerada labor,
mientras profesaba unos cursillos en la Universidad ele La Lquna.

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Monograflas dialectales 221
notables de la sintuis regional han quedado inadvertidas,
pues el encuestador se limitó a rellenar labor.iosarnente sus
cuadernos sin escuchar a su alrededor a los hablantes 615•
Aunque los c11ademos de la encuesta abundaban en palabras
sueltas recogidas en notación fonética de muy delicados ma-
tices, el cúmulo de variantes ocasionales registradas impidió
al autor discernir, entre el conjunto de ejemplares concre-
tos, las variantes que debfan ser objeto de la descripción a
fin de definir con nitidez la norma lingiüstica ( en los dife.
rentes niveles socio-culturales), y no acertó a distinguir con
la debida exactitud entre las variantes libres de un solo
fonema ( o archifonema) y los alófonos de fonemas distin-
tos 616• Finalmente, aunque la cosecha de voces era rica, el

,as El caso más llamativo es el de la afirmación: •se distique


entre Ita wnido y vine, 5elÚD la norma castellana, aunque a veces
-con escasez en mis datos- hay cierta preferencia por construcciones
de tipo vine por 'he venido'». En realidad (como la conversación pone
de manifiesto a cada momento) el pasado simple continúa usándose
(como en esp. preclésico y en esp. mexicano) para expresar las ac-
ciones «peñectas•, aun cuando hayan ocurrido en el presente am-
pliado o, incluso, en un momento anterior al presente gramatical
(-¿Tuviste clase con don Juan? [hoy]. -No, no vino «no ha venido,
ni vendrá ya»; Hoy no fui a la escuela; -¿Te cafste, ni;ta?, etc.): la
perffrasis con haber se emplea sólo para acciones durativas (o reite-
ndas) cuya continuidad o consecuencias no se consideran terminadas
(--¿Estd en casa don Antonio? -No, no ha venido «aún no ha ve-
nido•: A la escuela yo no ha [he] ido «no he recibido enseftanza es-
colar•: ¡Jesús, la guagua cómo ha tardado! • ¡Jesús, cuánto está tar-
dando el autobús!», Yo se las ha traldo [ «se las tengo trafdas•] otra
wrce.s,etc.). Sobre otras cuestiones, ZRPh, 82.488-98(1966): cfr. la con-
fesión de M. Alvar respecto a la escasez de observaciones sintácticas
en sus cuestionarios en ese mismo número de la ZRPh, 535-7.
616 Por ejemplo, Alvar registra varias sibilantes en posición ex-
plosiva [I, 8, 1•1 y saca de sus datos conclusiones estadísticas y car-
to¡p"áficas; pero no se percata del hecho esencial: que todas ellas son
variantes libres de un solo fonema /s/ y que en Tenerife no hay
hablantes distinsuldores de /s/: /8/. An6lop confusión denotan las
estadísticas referentes a las reaJizaciones de -r y -1 Implosivas: Alvar

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222 La lingüfstica en la postguerra
autor de la monografía, para constituir con ellas un voca-
bulario, tuvo que echar mano de las preguntas y deducir de
ellas las definiciones, confundiendo así el significado de las
palabras con las equivalencias ocasionales que los cuestio-
narios consignaban 617• En suma, el dialectólogo de campo
provisto de un cuestionario de varios miles de preguntas
cumple, sin duda, con su tarea al ir anotando impresionis-
tamente (en transcripción fonética estrecha) las respuestas
del sujeto a cada una de sus preguntas; pero el dialectólogo
de despacho, al intentar, más tarde, deducir una gramática
y un vocabulario a partir de esas respuestas sin acudir de
nuevo al testimonio de la lengua hablada, tropieza con •rnas
dificultades extraordinarias, que nada tienen que ver con
los problemas tradicionales de la lingüística geográfica.Y es
que las encuestas medoialS y ciegas, tan útiles para dese»
brir el tesoro l~co de una región y para orientar al esta-
dioso de la fonética dialectal, no bastan para completar la
recolección de los datos que el redactor de una monograffa
dedicada a describir un dialecto precisarla manejar.
Es cierto que los interrogatorios de estructura abierta
pueden conducir (y de hecho han conducido) a fracasos si-

no distique, en este caso, los hablantes que neutraliun la oposición


en un archifonema (de reaJimción variable) y los que mantienen las
dos articulaciones distintas. Més observaciones, en ZRPh, 82.472-84
( 1966). En trabajos posteriores (ZRPh, 82.519-22; Estructuralismo 1
g«Jgraffa lingüfstica, 81-2 [Madrid, 19691) Alvar reconoce ya que cla
zeta postdental de las Canarias y la ese predorsal insular son varian-
tes de una misma articulación• y realizaciones de un solo fonema.
617 ZRPh, 82.498-502(1966). Ejemplos: enje-, enjillado, -a adj. «en-
canijado, encogido, arrugado• (aplicable a personas, frutos, etc.) a6lo
figura con la definición anillada [ehniyada] «nuez vana•; cumplillo
adj. «alargado, largo• se identifica con •pan de forma alargada, cuyos
extremos terminan en punta•; u,f ar(-se) «soltar( se), desatar( se), li-
brar(se), escapar(se)• aparece reducido a «escaparse del anzuelo, salir-
se un pez de la trampa» o a «hacer andar el puado•; etc.

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Monogra:fl,as dialectales 223
milares, cuando el investigador no se esfuerza en sacar par-
tido de las posibilidades del método. Pero estos interrogato-
rios, al no introducir una absurda separación entre el en-
cuestador y el estudioso de la lengua, permiten al dialectó-
logo de campo perseguir los fenómenos que le van saliendo
al paso en el curso de la encuesta, hasta llegar a reunir
los datos necesarios para precisar las condiciones y limites
de sus OCWTencias.De este modo, el dialectólogo de despa-
cho puede estar en condiciones de describir hechos igno-
rados al iniciar el trabajo y puede substituir las «observa-
ciones• inconexas, por descripciones completas de la norma
local. Por otra parte, los interrogatorios de estructura abierta
dan lugar a que los sujetos dialectales hablen y conversen
m4s larga y espontáneamente, cosa necesarfsima para poder
detectar los fenómenos sintácticos y someterlos después a
cuidadosa investigación 611.
En verdad, cualquiera que haya sido el método empleado
en las encuestas, las monograffas espaftolas y portuguesas,
cuando incluyen una sintaxis, la reducen comWllllente a la
observación de muy contados hechos. Esta pobreza se debe,
sin duda, a la metodologfa de la investigación dialectal,
orientada a la recolección de palabras y no de frases o tex-
tos. Como es bien sabido, los sujetos sometidos a una en-

611 Un buen ejemplo de la utilización intelipnte de los lnterrop-


torios abiertos puede hallarse en M. L Carvalhlo Buescu, Man.santo.
También me parece adecuado el método descrito por G. Salvador,
Cúllar-Baz.a, 8-9: «Bl m~todo utilizado ha sido naturalmente el pasivo
de dejar hablar. No por eso he prescindido de los interrogatorios,
para los cuales he contado con personas de buena voluntad y exce-
lentes conocedores del dialecto. En estos interrogatorios he empleado
los cuestionarios del ALPI y otros, parciales, elaborados sucesivamente
por mí a la vista del desarrollo de mi encuesta y de nuevos problemas
que se me iban planteando•, «Cada dato recogido en un individuo
ba tenido que ser compulsado y valorado en la colectividad antes de
1U aceptación definitiva•.

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224 La. lingülstica m la postg,una
cuesta lingWstlca suelen reducir sus respuestas a frases ~
minales y tienden a evitar los nexos sintácticos; por otra
parte, es imposible anotar en audición directa conversacio-
nes o narraciones continuadas sin hacer que los hablantes
se expresen de un modo fonado, artificioso 619• Aparte de la
monografía de Carvalhio Buescu arriba citada, constituye
en cierta medida una excepción al desinterés por la sintuis 1

el libro de Millán Bl habla de Villacidayo (udn) (Madrid,


1966), y en grado menor los de Badfa, Bl habla del Valle de
Bielsa (Barcelona, 1950)610, y M. C. D1az Castañón, El bable
de «Bl Cabo Peñas• (Oviedo, 1966).La escasez y asisternatismo
de las observaciones sobre la sintaxis en las monograffas
dialectales ha llevado a creer en la existencia de una gran
homogeneidad sintáctica dentro de Bspafla (con exclusión
del dominio catalán) y dentro de Portugal; sin embargo,
creo que esa homogeneidad es un espejismo m.

619 Sólo el uso de un abundante «corpus• de textos recolidos en


cinta mapP.tofónica o la observación continuada de la conversacióa 1

espontánea pueden proporcionar las bases para un estudio sistená-


tico de la sintaxis dialectal. Como subraya bien 1. G. Herculano de
Carvalho, «Nenhum texto seguido, quer seja conversa, quer seja na-
~. pode fixar-se por escrito em audi~ directa, sem adquirir um
certo carácter artificial• (Fonologia Mirandesa, 1.17 [Coimbra, 1951]).
620 La atención que en sus encuestas prestó Badía a la sintaxis '
dialectal aragonesa se habfa ya manifestado en su estudio sobre Los
complementos pronominalo-adverbiales derivados de DI e INDE aa 14
Penlnsula Ibérica (Madrid, 1947), centrado especialmente sobre los
textos medievales, pero con un sustancioso capftulo relativo a los usos
1

modernos en el Alto Aragón.


6Jt Algunos dialectólogos afirman, sin dudar, la inexistencia o es-1

casez de peculiaridades sintácticas. Más encomiable es la actitud de


Rodrfguez Castellano, Aller, cuando reconoce: «Tenemos el deber de
declarar que no hemos hecho interrogatorios especiales destinados
a un estudio completo de esta clase. Las notas que damos a conti-
nuación fueron tomadas un poco al uar. Utilwmdo cuestionarios
metódicos o bien permaneciendo en contacto con los naturales du-
rante un perfodo de tiempo más Jarso,quir.6 fuese posible recoaer

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Monograffas dialectales 225
Mucho mú completas son, por lo general, las observa-
ciones sobre la fon~dca y la morfología dialectales (especial-
mente en las tesis hechas en España). Sin embargo la des-
cripción de los dialectos no es sisteática. En las monografias
sobre los dialectos pertenecientes a los dominios lingüísticos
portugu6s y castellano predominan las comparaciones sin-
crónicas con la lengua común moderna (acompaftadas, a
veces, de algunas referencias a las bases latinas, no siempre
pertinentes al problema estudiado)m. En las monografias
referentes a los dialectos «románicos» (leoneses, aragoneses)
se acude en general a las exposiciones diacrónicas, tipo «Gra-
ática Histórica• (pero, por falta de una concepción clara
de los propósitos del estudio, se omiten inconsecuentemente
los desarrollos convergentes con el castellano 623 y se entre-
mezclan las referencias a las bases latinas con referencias
a los resultados castellanos).

otros muchos materiales con los que se pudiera enriquecer este ca~
tulo de sintaxis• (175). Los lectores que deduzam, a partir de las pobres
notas sintácticas reunidas al azar por los autores de algunas mono-
sraffas, que los dialectos son sintácticamente iguales al espaftol «stan-
dard• se habr6n dejado enpftar por los resultados de un estudio
Incompleto (cfr. respecto al espaftol canario mis observaciones ea
ZRPh, 82.488 [1966]).
622 Por ejemplo, G. Garcfa Martínez, Carta,ena, al describir la
Pc,náica de este dialecto •castellano•, coloca par a par el •seseo», el
cyefsmo•, la «aspiración• y la neutralización de -r, -l (fenómenos fon6-
tico-fonológicos) con la «palatalización de L· inicial•, que natural-
mente no es un fenómeno propio del dialecto sino del catalán, de
donde el habla cartagenera tomó voces como llanda, llampo, lldra,
etc6tera; M. Alvar, Tenerife, al estudiar las variantes y alófonos (que
llama «fonemas•) del fonema /h/ (correspondiente a ;, ,-.1
y 1t cas-
tellanas) comenta el «tratamiento de la P- latina• y consigna la «con-
servación• de esa P- en ciertas voces, que son, claro está, portuaue-
sismos. Cfr. el interesante trabajo de J. Pm-e%Vidal, «Comportamiento
fonffico de los Portuguesismos en Canarias•, RDyTP, 24.219-52(1968).
6D Cfr. mis protestas en RPh, 9.369 (1955-56),y los casos ejempla-
res dtados en 10.75-7(1956-57)y 11.126-8(1957-8).
LINGOfsnCA fllllo.RolwaCA. -15

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226 La lingülstica en la postguara
Las monografías espaftolas se caracterimn, frente a las
portuguesas, por su foneticismo. Este foneticismo tiene sus
ventajas y sus inconvenientes. Gracias a un riguroso entrena-
miento en la percepción de matices articulatorios mfnimos,
los discfpulos directos de T. Navarro y algunos de sus suce-
sores han observado, en el acto de las encuestas, y han des-
crito, en sus trabajos, diferencias fonéticas de gran inbris
para los estudios sincrónicos y diacrónicos 634• Pero. muy
frecuentemente, el dogma de la superioridad científica de
la transcripción impresionista 625 y la creencia de que, en

624 Por ejemplo, L. Rodrfguez Castellano, Aller, 48-50, observa en


las vocales acentuadas la existencia de una Ctl y una [9] cerradas
Junto a una [~] y una [Q] un poco abiertas; las primeras resultan
ser herederas de ll, r y G, O, las segundas de [ej] < [ai] y [011] < [ag.]:
pero su desinterés por la estructura fonológica del dialecto le impide
llamar la atención sobre la pervivencia en asturiano central (¿en qa6
área?) de un sistema fonológico vocálico (con 7 fonemas) netamente
distinto del castellano, asf como relacionar la distinción entre /t;/ J
Jt/ con los dos resultados que registra (p. 57) de la armonización o
inflexión metafonética por -u final en arviyu, circu, clstu, chinll
( < PLINU), siete estril su «las Pléyades•, nigru ( < 1, t) frente a -,ru
(formil&lfru, salgu,ru, molin,ru, etc.) y qu,su ( < ei).
625 La posibilidad de registrar en cinta magnetofónica las encues-
tas (y, por tanto, de volver a oír al sujeto cuantas veces se quiera)
y la fonética «visual• han anticuado el dogma. Creo con J. G. Ber-
culano de Carvalho (Fonologia Mirandesa, 17 [Coimbra, 1958]). que
para los estudios fonéticos «a grava~o em fita sonora Dio vem su-
plantar mas completar os antigos métodos de inquérito directo e
apreenslo imediata•. Mientras la audición directa permite afinar la
aprehensión oral utilizando la visual, sólo la audición indirecta ofrece
la posibilidad de escuchar cuantas veces sea necesario la palabra o
frase, tal como fue pronunciada por el sujeto, y descomponer cada
unidad fónica en el conjunto de rasgos articulatorios que en ella con-
fluyen. Las monografías de factura tradicional únicamente comple-
mentan la notación directa impresionista con algún que otro pal•~
aramao quimograma. En E. García Cotorruelo, Estudio sobre el ,..
bla de Cartagena y su comarca (Madrid, 1959), se precisan los detalles
articulatorios mediante fotoaraflasde los labios y radiop-affas. A.
J. Femández, Sistema, incluye atsunos espectrop1 11nas., Por otra parte.

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Monogrtzfúu dialectalu 227
todo momento, se deben y se pueden registrar las más
mfnirnas variantes articuJatorias han subvertido los objeti-
'VOS bésicos de la descripción dialectal: obsesionados con
registrar las variantes ocasionales que les surgfan al paso,
los dialectólogos se han olvidado de estudiar las invariantes
fonéticas de la norma, e incluso han desatendido la obser-
vación de las distinciones fon6ticas significativas 636• Por otra
parte, no son raros los casos en que una transcripción. recar-
gada de signos diacrfticos debe su complejidad a. una reelabo-
ración artificiosa de unas anotaciones mucho menos precisas,
o a una aplicación meduica de unas reglas ele·transcripción
fonética 671• Bsta falta de atención por lo fonológicamente
signifll2tivo proviene de Ja ·escasa farniUaridad de una mayo-
ria de dialectólogos para , con los puntos de vista estruc-
turales: Ni en las descripciones del dialecto tal como hoy
se habla, ni en las fórmulas diacrónicas se intenta poner en
relación unos hechos particulares con otros: cada uno de
los hechos citados se contempla aislado. Las excepciones son
raras: G. Salvador al estudiar una variedad del andaluz

es de notar el interés prestado por M. J. Canellada. El bable de Ca•


brt1na (Madrid, 1944), a la entonación (ilustrada mediante numerosas
curvas tonales).
6J6 Por ejemplo, hoy sabemos, gmcias sobre todo a J. Neira, Lena, 15-
7, 70-2, que en ciertas áreas del asturiano la distinción -o: -u finales tie-
ne una función morfosint6ctica; sin embargo las transcripciones impre-
lionistas de Rodrfpiez Castellano, Alla [-o ~ -9 "' ~"' •V.~ -u], con
su excesivo foneticismo, oscurecen el valor funcional de la distinción
(cfr. Y. Malkiel en Lg, 30.133-4 [1954)). M. Alvar, El habla del campe
" Jaca (SaJanunxa, 1948) y P. Gomález Guzmán, El habla 1'iva ú
Anl.güb (ZaralOD, 1953) registran, en el área alto-aragonesa em1 ctiada,
la existencia de [11, [11, ce] (junto a [x], de importación casteJJana)
sin aclarar si se trata de tres o de dos fonemas.
6Z1 Cfr. las sospechas de Y. Malkiel (respecto a C. Casado, Ca-
brera), en 14, 25.29S (1M9) y de D. Ca~ (en relaclón con M. Ahar,
Tenerl/e), en ZRPh, 82.410, n. 16 (1966).

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228 La lingiastica en la postguerra
oriental («El habla de OUJar-Baza», 1957)8 plantea el pro-
blema del vocalismo y el de los grupos consoúnticos (uno
y otro dependientes de la debilitación de las consonantes
implosivas) prestando atención a los problemas fonológicos;
Carvalhio Buescu (1961) 68 describe sisteméticamente la
reessructuración del sistema voc6lico ( tónico y átono) ocu-
rrida en el po~ de llo~santo a partir de una fase del
po~ anterior al actual, poniendo en relación el puo
de [u]> [ü] con otros fenómenos diacrónicos ([c,v] > [o]:
[ej] > [~]; [~] > [e]) y explica con exactitud los fen6me.
nos sincrónicos de la armonización vodlica, de la dipton-
gación de las vocales larps finales, etc.
La misma insensibilidad respecto a los problemas que
exigen planteamientos estructurales se denota en el campo
de la morfologfa (fuera de los paradigmas de la flexión). La
derivación y formación de palabras ( «lexicogenesia») son tra-
tadas de modo muy desigual en unas monografías y otras;
pero, incluso en aquellas donde se dedica mayor atenci6n
al tema 630, los datos se con,tsnan sin llegar a elaborarlos•.
Un capítulo especial, que en algunas monografías llep
a constituir la parte más interesaut.e, es el dedicado a la to-
ponimia: M. Alvar, Jaca, tomó la acertada decisión de ela-
borar a partir de los datos toponfmlcos una segunda Gra-

628 Ob. cit. en n. 5'1'1.


629 Ob. cit. en n. 598.
6JO Se destaca, por su atención a la «Pormadón de palabras., la
monograffa de M. Alvar sobre Tenerlfe (pp. 61-73), y por su orp-
nizaclón de las notas relativas a «Derivación•, la de A. Uorente, &
tudio sobre el habla de la Ribera (Salamanca, 1947).
6Jl Y. Malldel, apoyándose exclusivamente en M. J. Canellada, C.
branes, ha elaborado una monografía sobre Pattems of deriwuioftal
affixation in the Cabraniego dialect of East-Cmtral Asturian (BerteleJ
ancl Los Anaeles, 1969) que constituye un ejemplo de lo que podrfa
hacerse en este campo.

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Jlonograffas dialectales 229
m6tica m, para mejor contrastar el estado actual del dialecto
con un estado anterior, 1114spuro, del cual toda"'8 guarda
memoria Ja toponimia menor. Bl mmito mayor de G. Alva-
rez, Babia, es el haber reunido sisteméticamente toda la to-
ponimia de la comarca estudiada 69 •
En suma, la mayorfa de las descripciones dialectales de
los a6os 40 y 50 (y aun posteriores) tienen una grave defi-
ciencia: falta en ellas una concepción clara y coherente del
objeto que tratan de estudiar. Los dialectólop DO conciben
el dialecto como una lengua de uso comarcal, con una es-
tructura fonológica, gramatical y láica propia, sino como
un conjunto de divergencias respecto a la lengua común.
Tanto si u.can el punto de vista sincrónico, como si acuden
a la perspectiva diacrónica ( tomando el latín como punto de
partida de las ecuaciones), suden limitarse a repltrar los
rasgos dialectales que consideran característicos (1L.cando
como término de comparación la lengua oficial moderna);
faltan. por tanto, las de-=ripciones autónomas y exhaustivas
que tendriamos derecho a esperar•. Al desinterés por la

612 123-45.Ahar Nllda en este aspecto loa PMOS de su paedecelar,


Blcoclr
63.1 11-198.La enumeración de la micro-toponimia, encuadrada en
una descripción aec:,gdfica de los pueblos y sus contOl'DOI, no w
acmnpeftada de estudio Unplistico. También presta atención especial
a la toponimia L Cort&, Lubü&t, 22-51: los materiales reunidos no
SOD el fruto de una recolección sistaútica, pero en cambio ftD
acompafl•dos de notas etimolóldcu.
6M Ya en 1921 P. 5'ncbez Sevilla (obra cit. en n. 226) observaba:
cana de las mayores defidencias de los trabajos dtalectaJes hechos
par afidonados es la de excluir sistem4ticamente lo que es o parece
casteJJan'>por estar lncluldo en el Dlcdonarlo de la Academia• (132).
Pero los dialectóloaos posteriores no aprendieron la lección: cuando
en RomPh, 12.380( 1958-59),Y. Maltiel examina las «Distlncdve Peatures
in Lexicosraphy. A Typolopcal Approach to Dictionaries exemplifled
wlth Spanish•, sl¡ue denunciando la misma cineradicable defidency»
(cfr. tamblm la tncHpeda racd6n de B. Blocb, L,. 23.65, n. 12a

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230 La linglllstica en la postguerra
estructura del dialecto corresponde, en el plano histórico,
un similar desinterés por la formación del dialecto. Los dia-
lectólogos parecen creer que los dialectos ( una vez depun-
dos de las «adulteraciones» introducidas modernamente por
la difusión de la cultura ciudadana) m son creaciones auW-

. .
(1947] ante· el caso particular de una monografia espaftola). El rnismo
Maltiel, en una rese6a (Lg, 30.137-8·[1954]), desJ)Um de obsenar esta
rnisrna práctica en la obra reseftada. comenta: •This hierarcby of _.
lues, which pervades the entire book (and much of the current best
output of Romance linguists), is arbitrary if the professed aim ... is
to funúsh a faithful description of present~y speech fonns within
a definite territorial framework• y babia protestado que los dialec>
tólogos tiendan do concentrate on the distinctive, picturesque fea.
tures, at the expense of those traits (not necessarily trivial) which tbe !

local dialect happens to share with the standard». También B. Alarcos 1

(&,mPh, 14.58 [196061]), se ha lamentado del confusionismo que suele 1

reinar, desde el ALF, en la investigación dialectológica de la Romania


y, en especial, de la Hispano-romania: •Ninguna descripción de dia-
lectos vivos hispanos ha salido completamente de la rodera impuesta
por el esquema de la ll1UD4tica histórica: a lo mú, se describen UD
par de sonidos ajenos al espaftol oficial, pero nunca encontramos una
descripción dialectal que nos exponga cuál es el sistema que fun-
ciona en el dialecto, cuál su relación con el sistema español, y cómo
y cuándo se interpenetran ambos sistemas. Por otra parte, al reco¡er
y exponer el material, o bien no se distingue entre ambos estratos
(dialecto y penetración de la lengua oficial), o bien, si se efect6a 1

implicitamente la distinción, el dialectólogo se concentra sólo en lo


arcaizante (lo puro) y nos da una visión parcial de lo que real~
esté vivo, pues excluye penetraciones del idioma oficial que (aunque
no dialectales desde el punto de vista histórico) funcionan en la comu-
nidad dialectal con el mismo valor que los elementos castbos». Pan 1

ejemplos de los inconvenientes de este confusionismo en los estudios


fon6tico-fonológicos cfr. n. 623.
635 La inmensa mayoría de la población dialectal de los dclmtnios
leonés y aragonés es bilingüe (habla·« castellano reaional-peor o
mejor- además del dialecto terru6ero), y en alaunas partes ti-.ue
además presente un tercer nivel de lengua, un dialecto affn m'5 pres-
tigioso (por ejemplo, en Asturias, el ·asturiano central u ovetense. cfr.
J. Neira, en Archivaun, 12.387,n. 6 (1963]). Los dialectólQIOI suelen

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Monograflas dialectales 231
quicas y estables 6.16. De ah1 que confundan, a menudo, la
descripción del dialecto con la reconstrucción paleontológica
de un proto-dialecto autóctono, hipotéticamente libre de las
interferencias niveladoras de la lengua oficial. Estas confu-
siones respecto al objeto de la investigación vician ya la
propia encuesta y despu~ afectan notablemente toda la ex-
posición de los hechos.
Las limitaciones que be subrayado no deben, sin em-
bargo, hacernos olvidar que los dialectólogos dedicados a la
descripción de los dialectos modernos o «hablas vivas• de
España y Portugal han-salvado del olvido un caudal de datos
sobre la fonología, la gramática, la cultura popular y la
toponimia de la Península I~rica de valor extraoTdinario.
En este sentido. la proliferación a partir de los años 40, de
monografías dialectales no sólo marca una nueva etapa en la
dialectología española m, sino que representa un aconteci-
miento notable para la Romanfstica del que leJ'ltamente han
ido tornando conocimiento cuantos se dedican a la llngWs-
W>lver la espalda a los importantes problemas que para el dialecto
local representa esta convivencia de normas lin.Wsticas.
6J6 No se percatan que cualquier dialecto, por sinau)ar que pa-
rezca, ha estado sujeto en todas las épocas al influjo de corrientes
Jina(üsticas procedentes de centros prestigiosos más o menos ale-
jados, y que, sin necesidad de desdialectalizarse, la lequa de una
comunidad ha recibido del exterior la inmensa mayonaele sus rasaos
peculiares.
m Basta comparar obras como la de S. Alonso Garrote, El dia-
lecto vulgar leonú hablado en Maragaterla y Ti~r,a de A.stor1a (As-
torp, 1909) [2.• ed. revisada y aumentada, Madrid, 1947] y los voca-
bularios a que dio acogida el «Centro de Estudios Históricos• en su
cAn:hivo de Tradiciones Populares•, por los a1ios 30, para percatarse
del extraordinario progreso que representan las monografías redac-
tadas por aspirantes al título de Doctor o por dialectólogos profe.
sionaJes. Sin embargo. las colecciones de voces formadas, tras amo-
rosa y paciente labor, por los eruditos locales (apasionados de los
usos lingüísticos regionales) si111en siendo en muchos casos los vo-
cabularlos mú fidecHanos.

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232 La lingillstica en la postguara
tica románica mú al1' de las fronteras de &pafia y POl'-
tugal.

3.12. NUBVOS BSTUDIOS DI


GBOGIW'fA LINGfflsTICA

No deja de ser una paradoja que un dialectólogo for-


mado en la escuela de P. Kriiger, como M. de Paiva BoWo,
haya concebido un lnqwrito lingufstico por corrupmuU,t-
cia. (el «Inqu~to Lingufstico Boléo• =
ILB) 611 como sue&
dmeo de un Atlas lingiüstico-etnogrüco de Portugal (1942).
Gracias al «paternalismo• autoritario dominante en la ~
ciedad rural portuguesa, el tanto por ciento de respuestas
obtenidas, a traWS de los párrocos y maestros, fue venla-
deramente notable. Más tarde los alumnos de la Universidad
de Coimbra completaron otros cuestionarios. Los interroga-
torios escritos, modelados sobre los cuestionarios del ALPI
y el AJS, tenían una marcada orientación hacia el campo de
«cosas y palabras» y, por tanto, los datos obtenidos a través
de ellos son de especial interés para los lexicógrafos, aunque
proporcionen tambi6n información sobre la foética y la
morfologfa dialectales. Dado el carácter de la encuesta, los
materiales deben ser utilintdos con precaución; pero la ri-
queza de datos compensa, en cierto sentido, la falta de Jiaor
critico con que fueron anotadosª. El ILB ha servido de
punto de partida para algunos estudios (sin duda provisi~
nales ), del propio Palva ~ o de sus disclpulos, acaca de
6JI O utudo dos dialectos e falaru portuguesa. Um lnq,,bito
tinguútico (Coimbra, 1942), y cO intetesse dentfflco da llnsuqem
popular•, RP, 1.129-40(1942).
619 Se hallan archivados en la Paculdade de Letras de Colmbra,
a disposición de los lnvestipdores. En 1961 el ucbm, contema ,a
2.300 cuestionarios. Váase J. G. Herculano de Carvalho, RPP, 9.312
(1961).

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Geogra/fa lingülstica 233
las fronteras fon~cas que dividen el dorniniQ portugués y
sobre la estructura dialectal de Portugal; tambim ha sido
utiJizado para el estudio de 4reas léxicas ...
Otra iniciativa de recolección dialectal, en este caso orien-
tada hacia la fon6tica, es el «Arquivo dos falares regionais
portu~• 641, en grabaciones magnetofónicas, organimdo
por A. de Lacerda, e iniciado en 1952. La red de puntos in-
vestigados es notablemente tupida, pues comprende précti-
carnente todos los concejos. En cada lugar se utiJinn de
cuatro a seis locutores. la extensión de las grabaciones es
variable (desde pocos minutos a una hora), dependiendo del
interés que ofrezca el dialecto. Todas ellas comienzan con
una parte fija, seguida de una conversación libre ( estimulada
y dirigida por el encuestador) Mi. Desde muy pronto los «tex-
tos• que se iban reuniendo fueron anaJindos, dando pie a la
redacción de interesantes trabajos de dialectologfa fon6tica:
G. Hamrnantrom, Stude de phonétique auditive sur le par-
la tú l'Algarve (Uppsala-Stockholm, 1953); A. de Lacerda
(con o sin la colaboración de J. M. Parker), «Variantes fo.

640 M. de Pa1va BolcSo, «Dfalectoloafa e blstória da liqua. IIOllos-


m pol"tUIIJelU9,BF, 12.1-44(1951): M. de Paiva Bol6o y M. H. Santos
Silva, «O mapa dos dialectos e falares de Portugal continental», IX
CILR, 3.85-112 (Usboa, 1961) [= BF, 20]: L. M. dos Santos Mapo,
«A.reas lexicais em Portugal e na ltálla• (1961), v6lse atrás, n. 426.
Tambimi utilizaron el ILB Herculano de Carvalho (en Coisas e Palawu
y en Fonoloeia Mirandesa) y las autoras de otras monograffas onoma-
slolóllcas (citadas en las nn. 586, 587).
MJ Situado en el «Laboratório de PC>Mtica Experimental da P•
culdade de Letras da Unlversidade de Coimbra» (cfr. RLFB, 1.136,41
[1952]).
6G A. de Lacerda, «Recolha, arqulvo e aúlfse de falares resfonals
portugueses•, RLFE, 2.121-57(1954). La parte fija comprende la reci-
tación de los dfas de la semana, de los numerales y de oraciones, uf
como la identificadón de grabados. M. Alvar, Estructuralismo , geo-
vtl/14 lin1Uútica, Tl-78 (Madrid, 1969), critica, con razón, los compo-
nentes de esta wc16n fija de los lntenoptorios.

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234 La lingiUstica en la postguerra
néticas de falares regionais do distrito de Beja• 641• Las es-
traordinarias ventajas que se derivan de la transcripción in-
directa, en comparación con la transcripción impresionista
reaUuda in situ han sido destacadas por Hamroantrom en
varias ocasiones. Naturalmente, los dos métodos de encuesta
no son incompatibles y los mejores resultados, se -
sin duda, combinando las audiciones directas y las graba-
ciones ( cuando se trata de investigaciones de campo y no
de laboratorio, en que cabe acudir a otros prncwtimi~tos
de registro y análisis) ....
Los limites lingüísdcos y los dialectos fronterizos, en que
se manifiesta el entrecn1nrni~to de fenómenos procedentes
de un dominio lingüístico y de otro, plantean problemas de
geografía lingüística sumamente interesantes. la interpre-
tación diacrónica de los hechos observados y su justificaci6D
puede ser de gran interés para el teórico del lenguaje. Los
trabajos dialectológicos referentes a estos temas dan. en
general, por supuesto ese interés y se limitan· a la observa-
ción de los hechos. A pesar de esta ausencia de conclusiones
teóricas de carácter general, algunos de los estudios son muy
valiosos, en cuanJo exposiciones objetivas de la situación lin-
güística. La descripción del catalán de Aiguaviva ·de Aragón
por M. Sanchis Guarner (1949) 645 es sin duda el trabajo más

643 RLFE, 3.38-146(1956); 4.107-74(1958); 5.5-72(1960). A. de lacada


y Nelson Rossi estudiaron conjuntamente, en Brasil, las cParticuJui.
dades fonéticas do comportamento elocucional do fa1ar de Rio de
Janeiro•, RLFB, 4.5-102 (19S8). Véase tambi6n G. Hamrnantrom. cln-
quélitos linguísticos, 11•, RP, 26.9-32(1961).
644 Véase G. ffamrnantrom, «lmportance des enregistrements et de
la transcription phonétique indirecte pour la dialectolope-, SNPh, XI.
43-S2 (1955), y las críticas de M. Alvar, «Las grabaciones y Ja dialecto-
logfa», en Estructuralismo y geograf l.a lingül.stica, n-18 (Madrid, 1969).
Me parece muy razonable la posición de J. G. He!Y!ulanode Carvalho.
Fonologia Mirandesa, 15-18(Coimbra, 19S8).
645 RFE, 33.15-65 (1949). Sanchis Guarner ha estudiado posterior-

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Geografla lingüistica . 235
interesante y completo sobre un dialecto de frontera; tam-
bim tienen especia) interés otras descripciones de dialectos
fronterizos del aswriano (penetrado por rasgos fon,ticos y
morfológicos pllegos)6t6, del castellano (invadido por el an-
dabiz) 647, etc. En Portugal, aparte del privilegiado dialecto
mirandés (de base leonesa) ... han sido objeto de atención
otros «talares fronteiri~ de Trú-os-Montes• ... Los dia-
lectos portugueses separados de Portugal por la frontera
politica no han suscitado modernamente el interés que en el
pasado•.
la delimitación de fronteras o áreas fonéticas y morfo-
lógicas (más rara vez léxicas) ha dado pie a notables con-

mente cLas hablas del Alto Mijares y de Peorara•, BAE, 47.201-12


(1967), también fronterizas (y con •mezcla• llngWstica).
646 M. Menéndez Garda, «Algunos limites dialectales en el Occi-
dente de Asturias•, BIEA, 5.259-7S(1951); «Cruce de di•Jectos en el
babia de Sistierna», R.DyTP, 6.355-402(19.50).
w G. Salvador, «Fon~tica masculina y fon«ica femenina en el
babia de Vertientes y Tarifa•, Orbis, 1..19-24 (1952); M. Alvar, «Diferen.
das en el habla de Puebla de D. Padrique•, RFE, 40.1-32 (19S6).
6tl Bien conocido desde anti1110 (1900-01), gracias .a una extensa
monoarafia de J. Leite de Vasconcelos (véase atrás, 1.2), volvió a ser
objeto de estudio por J. G. Herculano de Carvalho despuá de su
-c:onvenión• a los puntos de vista funcionales (Ponologia mirandeN,
1 [Coimbra, 1958]).
.. M. J. Moura Santos, en RPF, 12.socJ-64 (1962-63);13.65-253(1964-
e). En el curso de este trabajo, la autora identificó dos dialectos leo-
neses en territorio portu1Ués hasta entonces desconocidos: los de Pe-
tisqueira y Deilio (pp. 214-7). Anteriormente otro de los lugares fron-
terizos dialectalmente leoneses (que ya había sido explorado por J.
Leite de Vasconcelos, cfr. n. 125, y por F. Kriiger, cfr. n. 205) fue estu-
diado, desde los puntos de vista etnoaraificoy liqflistico, por J. Dlas
y J. G. C. Herculano de Carvalho, O falar ti. Ria ds Onor, folleto
(Coimbra, 1955).
650 Entre las «tesinas• de licenciatura de la Universidad de Usboa
dirigidas por L. P. Unclley Cintra ( cfr. n. 576) hay una, de indudable
interés, dedicada al portugués de Alamedilla (Salamanca): M. A. da P.
Monteiro Reinas. Nave de Havar e Alamedilha (Etno.,.afil,, an.,. •
folclore de dua.s aldeias arraianas) [leida en 1957].

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236 La lingiUstica oa la postguerra
tribuciones, sobre todo en el clomtuill astur-leom& •, pem
tambim en el Qt&MD '52 y aun en el gallego•.
La geograffa tOJ)('Dfrnica requiere una mención espedlJ
La posibilidad de obtener valiosas condusiones examinando
con agudeza la distribución geográfica de ciertos grupos ele
topónimos habúl sido ya ilustrada magistnJrnente por R.
Menéndez Pidal en los Orlgenes del Bsptdlol ( 1926; 2.• ed..

651 D. Ca~ y A. ~•Jmá~ •Un lfmlte Unplfsdcoa, RDyTP, 2Jtl.


239 (1946), acerca del limite [f-/ x-]; y loa numerosos y siempre 1ft'
cisos trabajos de L Rodrfguez Castellano «Sobre la aspiración de la
11 en el Oriente de Asturias• (Oviedo, 1946) y en Santander, Arclávalll.
4.435-57 (1954), acerca de [ts] < L-, -u.-, Estudios Mfflbtdei Pi4111.4.211-
38 (1953): en torno a la metafonfa en Asturias, BIEA, 9.123-46 (1955).
y Santander, Archivum, 9.236-41(195'), y sobre -a (< -AS), BIEA. M.
106-18(1960). V6ue atrás, n. 239, para la fecha y prop6slto de las en-
cuestas de Rodrf111ezCastellano.
652 P. Russell-Gebbett, cThe Xipella Subdlalect of Catalan In Tlli-
dn and Josa de Cadf; Yeisme in G6sol and Sonibesa, Orllis, S.l9J.4116
(1956); «Catalán oriental y ca~ occidental en el nordeste de la~
=
vincia de Lérida•, IX CILR., 2 [ BP, 19], 305-15 (1961); G. Haensdl.
LtU hablas de la Alta Ribagoria [= ArchFAr, 10-11.57-193 (1961-62)] (Z.
raaoza, 1960) [tesis lefda en Municb, 1954]: E. Guiter, «Els altres
Capcirs•, VII CILR, 707-35 (Barcelona, 1955). En las p6gio•s 737-71 de
esa misma publicadón, M. Alvar comenta el lmco •Ca~ y uaaP
ná en las regiones fronterizas•, ses4n datos del ALC. El estudio ele
J. Veny, «Paralelismos léxicos en los dialectos catalanes•, RFE. 42..91 ..
146 (1958-59),43.117-202(1960), se refiere al conjunto del dominio cata-
1'n y tiene por objeto mostrar que el catal4n de las Baleares y el
occidental («áreas laterales•) han retenido, en muchos casos.,un,..._
bulario m'5 antiguo que el de la Catalufta oriental.
6S1 L. Rodrfguez Castellano, «La palat•Jización de la 1, l,ñ,:lal •
la zona [uturiana] de habla gallega•, BlEA, 4.11~34 (1948), y los -.
dios de A. Zamora Vicente sobre la cgeada•, Hmnmaje lCrllga, 1.57-
72; el «seseo•, Fil, 3.84-95 (1951): -ao, -an, NRFH, 7.73-IO (1953); _,,;,..,
-oit-, BF, 21.57-68 (1962-63): D. Alonso y V. Garda Yebra, •El p.lleaa>
leon's de Aneares y su lnter& para la dialectología portupesa•, C..
demos de Estudios Galleros, 41.43-79 (1961) [hay una ndacdón anee,.
rior en 111 Col6quio lntanacional ü Estudo$ L,uo.lJruQeirtJs, IJOJ.
39 (IJsboe, 1959)].

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Geografla lingütstica 237
1929; 3.• ed., 1950)•. Pero se debe al aqrafo H. Lauten-
acb la Introducción, en relación a la Penfnsula, del análisis
estaclistico de los tipos históricos que componen su toponl•
rnia. Lautensach se limitó primero a Portugal (1933): más
tarde extendió su interés a Bspafta (1954, 1960) 8 • La expre-
sión estadfstica y cartográfica de la proporción relativa de
topónimos 6rabes y germánicos en las varias provincias de
Bspaña y Portupl es, sin duda, la mejor conclusión del
trabajo. En cambio, la comparación por provincias de la
densidad de arabismos por cada 100 Km2 no me parece
bien concebida, pues no tiene en cuenta las ene,¡uw dlfe.
rencias de poblamiento entre unas regiones y otras: lo sig-
nificativo habrfa sido el determinar Ja proporción de topó-
nimos árabes frente al número total de topónimos de cada
provincia que figuran en las corograffas utilizadas~
Una combinación de los estudios areales (en los casos en
que los topónimos objeto de examen son escasos) y de los
estadísticos (cuando el número lo permite) fue ensayada por
D. CataJán en un *Atlas toponúnico del diminutivo, del que
sólo ha aparecido una descripción general (1961) 656, y un avan-
ce (19S8) 657, referente a la competencia entre -inho(-iño) ~
-in(o) y -elo "-) i(e)llo en la toponimia de Galicia, Portugal,
Asturias, León y Extremadura 651• La conclusión más intere-

et En los mapas sobre la P., en el estudio de los derivados de


SANCTI PILias, en el mapa sobre COI.LIS, PODIUII, etc.
655 •Die portugiesischen Ortsnamen•, VKR, 6.136-65 (1933). Sobre
los estudios posteriores, véase atrás, n. 439.
656 VI CISO, 3.217-23 (München, 1961) [= SOM, 3]. Este resumen
ya no satisface enteramente al autor (en cuanto a la interpretación
de los topónimos del Sur de Espafta).
ffl •Hacia un atlas toponímico del diminutivo -INU en la toponi-
mia hispano-románica•, BF, 17.257-92(1958).
651 El estudio de proporciones hac.e desaparecer (aunque no total-
mente) el problema que representa la diversa densidad toponfmlca de
unas comarcas y otras. La exactitud de las proporciones ha sido con-

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238 La lingilistica en la postgwna
sante de este trabajo es el progresivo aumento en Portnpl
de la proporción de -inho en perfecto acuerdo con la man:111
de la repoblación (entre los siglos XI y XIII)•.
La importancia de la toponimia coneximada con la Re-
conquista y con la repoblación (o neo-rornanimción) de llil-
pania durante la Bdad Media ha sido destacada en trabajas
varios. Una valiosa síntesis, cternasiado esquemática y toda-
vía prematura fue esbozada en 1960 por F. Marsá •. Antaior-
mente, P. Roca (1954) 661 babia hecho una aportación intere-
sante. Algunas cuestiones han sido examinadas con todo de-
tenimiento: La concentración de la toponimia gu;1uloica en
el NO. de la Penfnsula habfa sido observada desde antiguo;
pero ha sido J. M. Piel quien ha explicado, con una hipótesis
más plausible, esta distribución geogrüca MiZ. Según la tesis
de Piel (1936, 1945, 1960)66.1,esos topónimos deben por.e.se
en relación con el florecimiento de la antroponimia de rafz
firmada POr J. R. Craddock, RomPh, 19.322-4[1~]. al contrastar las
obtenidas por Catalán con base en la Corografi,a modenta do rebto
de Portugal, 6 (Usboa, 1878), y en el Nomenclator de España (Ma-
drid, 1888), con las que se deducen de unos mapas eleaidosal uar
de la Carta topogrdfica de Portugal (Lisboa, 1930-62)y del Mapa to,,>
grdfico nacional (Madrid, 1875-1938).
6St Mientras en Entre Douro e Mlnho -do e -inho est4n eqalpa,-
rados (51 % -inho}, y en Portugal, al NO. del Mondeao. -do atm ae
mantiene (54-60 % -inho), en el valle del Tejo el predominio de -odio
es abrumador (83 %) y en Estremadura y Algarve -do casi ha dtsl.pa-
recido (92 96 -inho). En el reino de León, la relación es in'Vel'"SII:-iléol
casi se desvanece en territorios poblados después del siglo x.
MI «Toponimia de reconquista», BLH, l.615-46 (Madrid, 1.a).
661 «Los términos de color en la t('J)ODirnia catalana•., RFE,, JI.
251-6 (1954).
662 Creo que la antiaua explicación, de B. C•rniUscbea y G. S. "5
(cfr. atrás, nn. 471, 478), que atribuían los topónimos a la ~ del
asentamiento en Hispania de los gennanos (suevos) o a la retirada
de los godos tras la catástrofe del Guadalete (711), debe abandonane
(a pesar de que W. Reinhart, Historia general del reino ltispdnico •
los suevos [Madrid, 1952], baya resucitado la hipótesis «suewaa).
661 Váase atrás, n. 479.

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239
germánica en los primeros siglos de la monarqufa astur-leo-
nesa y con el empleo de nombres de posesores para designar
a los lugares repoblados en los siglos IX•X (y quizá ya en la
2.• mitad del siglo VIII). Piel ha e,raminado también los an-
trotopónimos latino-cristianos ligados a la repoblación Mt;
pero su interes se ha constrefiido a las formaciones más an-
tiguas, propias del NO. hispánico. La región sobreserrana
(en tomo a Avila y Segovia) poblada por Alfonso VI bien
merecía un estudio particular•. Muy curiosos son los abun-
dantes antrotopónimos de origen árabe del NO. peninsular,
que han sido objeto de minucioso análisis por P. Cunha
Serra (1967)•.
Un argumento de gran importancia para la controve~ia
acerca de la continuidad o discontinuidad de la población
bispane>-románica en la franja central de la Penfnsula 1111es

664 «Nomes de 'possessores' latino-cristlos na topmúmia asturo-


pleso-portuguesa», Biblos, 21.143-302,363-403(1947).
M5 Es tal, en esta región, la densidad de los topónimos de poaesor,
del tipo rnieao Alvaro 7 (identificables con personajes del siglo XI), que
excluye toda posibilidad de que existiera una población anterior. En
ELH, 1.Ja..VI, n. 2 (Madrid, 1960), se anuncia un trabajo de G. Menál-
dez Pidal que no se ha materializado; cfr. en C. S6ncbez Albornoz,
Dapoblaci6n y repoblaci6n del valle del Duero (Buenos Aires, 1966),
372-3.
_, Contrlb~ao topo-antroponfmica para o estu4o do pm,oamento
do Noroeste peninsular (Usboa, 1967). El mérito principal de Serra
es haber compulsado cuidadosamente la documentación medieval COQ
objeto de reconstruir mejor las bases etimoló¡icas de los topónimoa.
667 La controversia, aunque de gran importancia para la historia
del español, del portugués y de los dialectos leoneses, no se ha plan-
teado esencialmente en términos lingilísticos, sino demográficos (ti~
rras desiertas o continuidad de la vida rural). El problema ha sido
discutido desde antiguo por los historiadores: pero recientemente
la polémica entre R. Menéndez Pidal ( «Repoblación y tradición en la
cuen,:a del Duero•, en ELH, l.XXIX-LVII, Madrid, 1960), y c. Sáncbez
Albornoz (De.spoblació¡z y repoblación del valle del Duero [Buenos
Aires, 1966]) ha puesto la cuestión a la ordeg del día. Otros estudios
'>echos en Portupl han contribuido a enmarcar el problema.

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240 La lingl,Ustica en la postgwr,a
el que proporciona la hailotoponimia: P. David (1947) ... , sin
preocuparse del punto de vista lingllistico, determinó con
bastante precisión el contraste entre las regiones que man-
tienen la hagiotoponimia basada en el santoral his¡úiuiro
(mal llamado «mo7.árabe•) y las que la han perdido. Piel
amplió después el estudio de «Os nomes dos santos tradi-
cionais hisplnicos na toponfmia peninsulal-• (19SO)68 • pero
no se preocupó de apurar los importantes prob,emas geo-
gnificos 610.
Otro campo ea el que la geografía toponfmica ha aportado
interesantes precisiones es el de la extensión del vasco
( o lenguas eúskaras afines) en los siglos de formación de
las lenguas romances .. Se ha llegado a precisar (Merino y
Urrutia, 1936, 1949, 1962m; Menéndez Pidal, 1950) 672 que
661 P. David, «Le sanctoral hispanique et les patrons d'églises en-
tre le Minho et le Mondes<>du IX• au XI• slkle», en ShUfa llistori-
quu sur la Galice et le Portugal (Lisboa, 1947).
669 Biblos, 25.287-353(1949); 26.281-314(1950).
"' L. López Santos, Influjo de la vida cristiana en los nombra
de pueblos españoles (León, 1952) [publ. en Archñ,os L«maes, 5.5-131
(1951) y 6.5-58 (1952)], y «Hagiotoponimia•, en ELH, 1.579-614(Madrid,
1960), no se interesa por los problemas geográficos. F. Mars6 ha dedi-
cado algunos estudios a la hagiotoponimia, en especlal al nombre de
San Martín (RFE, 38.116-33 [1954], VII CILR, 505-16[Barcelona, 1955],
Misceldnea Griera, 2.79-102 [Barcelona, 1960]).
171 Desde antiguo, G. Rittwagen había llamado repetidamente la
atención acerca de la toponimia vasca de la Rioja en el Boletfn de
la Real Sociedad Geogrdfica, 62.341-92(1920); 63.50-95 (1921-22) y 68.305-
41 (192?) y en un folleto, publicado por la misma Sociedad, Nomen-
cldtor de denominaciones geogrdficas vascas de la Rioja (Madrid.
1928). En la misma serie aparecieron poco despu& varios folletos de
J. B. Merino y Urrutia sobre El vascuence en el Valle de Ojacastro
(Rioja Alta), Madrid, 1931, 1932 y [2.ª ed. adicionada], 1936. Merino J
Urrutia añadió más noticias en R.DyTP, 5.370-405(1949) y, finalmente,
refundió todos estos trabajos en un librito, El vascuence m la Rioje
y Burgos (San Sebastiút, 1962). Esta obra supera a lu anterloles
en caudal de datos, pero no difiere de ellas en su estructura, ni en su
metodología.
m En Orfgmu del espallol, 3.• ed., l'mina entre 464-5 (lladrld.

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Geogra/fa. lingilistica 241
el vasco se extendía por la Rioja y llegaba casi a las puertas
de Burgos (consta que en medio de esa área perfilada por la
toponhnia, en el valle de Ojacastro, el vasco perduró hasta
el siglo xm), que en el Pirineo de Aragón y Gasaiña (Me-
Dmdez Pidal, 1918, 19S0673; Rohlfs, 1952, 195S, 19S6)674 y en
el Pirineo cataJ,in 1-sta Pallars (Menéndez Pidal, 1918, 19S0;
Abadal, 19S5; Corominas, 1960) 115 la romaoini=ión de los

1950). R. Men6ndffZPidal incluyó un importante mapa sobre «El llltlmo


reducto de los dialectos iWcos», en que precisaba, ba5'ndose en el
testhnonio de la toponimia, la extensión medieval del vascuence por
tiea 1 as castellanas y navarras.
673 E.n el artículo citado en la n. 133 y en el mapa de Orf¡aaa,
3.• ed .• citado en la n. 672 (donde Menmdez Pidal traza el 6rea pire-
natica de romanización tardfa, suponiéndola de los siglos VI y VII).
#ii/4 G. Rohlfs ha defendido, con buenas razones toponímicas (es-
casez de los sufijos •ANU, -Acu; frecuencia de los sufijos pre-romanos
en -9s(su), -,s(su), -9i(u), etc.), que en el corazón de la Aquitania las
tribus de lengua eúskara ofrecieron una prolongadísima resistencia
a la rornanimdón: «Sur une couche préromane dans la toponymie de
Ga.scogne et de l'Espagne du Nord (Le suffixe -ués, -ósJ•, RFE, 36.209-S6
(1952); «Le suffixe préroman -rú, -uy dans la toponymie aragonaise et
catalane•, ArchFAr, 4.129-52(1952), y Vil CILR, 691-7 (Barcelona, 1955);
«La colonisation romaine et pré-romaine en Gascogne et en Aragon•,
RIO. 7.1-12 (195S). Todos estos trabajos y el titulado «Un type inex•
plo~ dans la toponymie du Midi de la France et de l'Espagne du
Nord (Le suffixe -u, -iésJ•, se incluyen en Studien iur romanischai
Nanienkunde, 39-126 (Milnchen, 1956). A conclusiones an4lops llega
X. Ravier, «Le suffixe toponymlque ~n -un•,Via Domitia, 10.57-
85 (1963).
675 R. d'Abadal, Bis comtats de Pallars i Ribagor"1 (Barcelona,
1955), y J. Coromtu•s., «Sobre els elements pttrromans del domini ca-
tal~•. Vil CILR, 401-17 (Barcelona, 195S) y, sobre todo, «La toponymie
bispanique pré-romane et la survivance du Basque jusqu'au bas mo-
yen-Age: Phénomenes de bilinguisme dans les Pyrénées Centrales•,
VI CISO, 1.105-46(München, 1960) [artículos reunidos posteriormente
en Estudis de Toponimia Catalana, 1.67-151(Barcelona, 1965)]. Cfr. tam-
bh!n cOn an important new Source for Upper Aragonese and North
'W'estern Catalan•, John M. Hlll Memorial (Bloomington, Univ. of In-
diana, 1969) [reed. en Topica Huperlca (Madrid, 1970)], y los trabajos
monoaráficos reunidos en «MlsceHlnia de toponimia bascoide a Cata-
LVIG01sncA 11ERo-aoawaCA.- 16

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242 La. lingiUstica en la postguerra
pueblos de lengua eúskara no se produjo hasta época me-
dieval (Menéndez Pidal piensa en los siglos VI-VII; Cor&
minas cree que la lengua vascoide pervivió, junto al ro-
mance, hasta el año 1000), y, en fin, que desde Andorra basta
Cerdanya hay también un estrato toponfmioo vascoide (Co-
rominas, 1960; Guiter, 1969) 676, si bien rornaob:ado desde
muy antiguo (hacia el siglo v). Estas constataciones plan-
tean importantes problemas históricos, pues el área lingiifs-
ticamente eúskara, que dibuja la toponimia, rebasa por to-
das partes los territorios que los romanos consideraban habi-
tados por los vascones. Podrfa pensarse que los vascones
(y su lengua) se expansionaron después de la ruina del im-
perio romano, vasconinndo las «Vascongadas• e invadiendo
la «Gascogne• y toda la región pirenaica; pero más bien
parece que los vascones estaban rodeados de pueblos afines
(Varduli, Caristii, Autrigones, Jacetani, etc.) de lengua eús-
kara 671• Al menos el carácter originalmente eúskaro de la
Aquitania está ratificado por la documentación dispom1>1e
(nombres propios, a falta de textos) 671•
Las ventajas que se obtienen con la inttoducción de los
puntos de vista de la geografía lingilistica en los estudios
toponímicos son patentes también en otros campos (según

lunya», en los Bstudis de To~ Catalana, 1.153-217.Tanto Ahad•J


como Coromlnas consideran que la romanización de Pallars y Ribaaol'Ql
sólo se produjo bien avanzada la Edad Media.
676 E. Guiter, «Onomlstica del Pirineu medlterranb, Miscel,___
Barcinonmsia, 21.83-115 (abril 1969), defiende que en el reducto pi-
renaico de la vieja Catalufta el estrato toponímico pre-rom'oico es
tambi~n, en su casi totalidad, explicable por el vasco: a este estrato se
sobrepuso, en los primeros sialos de nuestra era, un estrato mm4nlco
(las formaciones posteriores, haaiotoponfmicas, feudales. Jnepn un
papel menor).
m La toponimia es favorable a esta expllcari6a.
671 Cfr., por ejemplo, L Michelena, «De onomastica aquitana», Pi-
rineos, 10.409-SS(1954).

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G«Jgrafla lingllfstica 243
ejemplifican bien los numerosos y variados trabajos de J. M.
Piel referentes a la toponimia del NO. peninsular) 119•
A pesar de estas y otras contribuciones 6IO, el campo de
la geografía torcmfmica está aún casi virgen y la tarea más
urgente es reunir un corpus de materia fidedigno (extraído
de documentos y del habla viva), sobre el que poder asentar
los trabajos posteriores. Catalufta, con el *Onomasticon Ca-
taloniae ( debido a J. Coromines) a punto de acabarse, será
pronto una tierra de promisión para la geograf1a toponfmia.
El *Onomasticon incluye: a) el nombre de la Jocalidad en
ortografía catalana y las pronunciaciones de ese nombre
registradas en el área en que el lugar se halla situado (asf
como el nombre de sus habitantes, con sus variantes): b) las
formas antiguas del topónimo extraídas de fuentes escritas
(consignando la procedencia y fecha), y e) una discusión de
la etimologfa • 1•
a Véanse, por ejemplo, «Nomes de lupr refa:entes ao relevo e
ao aspecto geral do solo (capftulo de una toponimia pi~
sa)-, RPF, 1.1S3-98(1947); «Sobre a termina~ -cndo (-indo), -enda na
fito..toponfmia ple1e>-portuguesa•, IX CILR, 3.1S3-63 (Usboa, 1962)
[= BP, 20 (1961)]: «Beitrilge zur spanischen und portu¡iesischen Phy-
totoponomastit•, 1, en Uttnu Hisll(IIUM et Lruitana, ed. H. Flascbe,
331-U (München, 1968): 11, en PUt$Cluift Warthr,2, 2.175-94(Tilbin-
sm. 1968).
• El estudio geotpÜCO de M. Alvar, •POMA y MAT(T)WIA en la to-
ponimia de la Pen1nsula ~. IX CILR, 3.165-203 (U.boa, 1962)
[= BP, 20 (1961)], requerirla un nuevo plarateamiento, Sepn muestra
A. Badia en ER2, 8.157-74(1961 [i.e. 1966]) y en VIII CISO, 6-17 (The
llque-Paris, 1966).
• V&se atrú, 2.13 (y n. 24S). J. Corominas explica el proyecto y
da noticia del estado de los trabajos hasta 1953-54 en Onoma, 4.44-50
(1953). Nuevas referencias en Onoma, 6.113-4 (1955-56). Su disdpulo
J. Gulsoy describe nuevamente los propósitos del *Onomasticon y el
estado de las investigaciones en HR, 32.247-SS(1964). Al tiempo de pu-
blicarse este artfculo se habfa ya completado la exploración de todo
d territorio del Principado de Catalufta ( l JX11 ayuntamientos, UDOI
1.600lupres), de Andorra, de la Catalufta francesa y ele los territorios
cat•J•nes de Arq6n. Faltaba por concluir la del Reino de Valencia

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244 La linglUstica en la postguon
Aunque la guerra civil espaftola, el exilio de T. Navarro,
la guerra mundial y la incomunicación entre los espa6oles
emigrados y los que quedaron en la Pemnsula mantuvo al
ALPI durante varios decenios en estado de invemación. el
proyecto siguió estando vivo durante todos esos años difl.
ciles~ Andando el tiempo, se reanudaron las relaciones entre
T. Navarro y los colaboradores que pe1 nw,e,efan en Bspafia.
y se consiguió terminar el ALPI un cuarto de siglo despu&
de iniciado: En 1947 se completaron las encuestas en Es-
pafia (en la Asturias gallega y en Catalufta); en 1952 en
Rosellón; en 19S3-1954en Portugal. La accidentada historia
del ALPI afectó, sobre todo, a la unidad con que se babia
proyectado la exploración del dominio lingWstico gallep
portugués. Desde el punto de vista de la recolección de ma-
teriales, puede hablarse de dos atlas: uno gallego, anterior
a 1936; otro portugués, de 19S3-1954.Más grave que la difo.
rencia de tiempo, es la discordancia de los encuestadores:
En Galicia, la mayor parte de las encuestas fueron reaJiudas
sólo por medio equipo (A. Otero, en solitario), sin partici-
pación del encuestador portugués; en Portugal, por dos en-
cuestadores (A. Otero y L. F. Lindley Cintra, este último en
substitución de A. N. de Gusmlo), y es sabido que hubo
dificultades en la armonización de las transcripciones de
uno y otro 612•
El ALPI comenzó a ser publicado en 1962. En ese afio
apareció un lujoso volumen, que comprende sólo un tercio
de la sección dedicada a la fonética 611• Como era de esperar,

y estaba sin empemr la de las Baleares. Para formarse una idea de la


obra v&se el importante estudio de J. CoromJuas, «Els noms deis
municipis de la Catalunya aragonesa•, RLR, 23.35-63, 304-38 (1959).
Sobre otros trabajos de toponimia catalana cons4ltese A. Baclfa, XI
CILR, 66-74 (Madrid, 1968).
612 ASNS, 201.311,n. 22 (1964).
• Atlas lingQfstico de la Panfnmla Ib,rica (A.L.P.1.), I: Ponftia.

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Publicaci6n del «ALPI• 245
la publicación de un atlas cuyos materiales habfan penna-
necido inéditos durante un cuarto de siglo no fue acogida
con gran excitación por la crftica. Sin embaqo, seria un
grave error considerar al ALPJ como una obra de la que
cabe prescindir. A pesar de los progresos reali7.ados en el
conocimiento de los dialectos en los últimos treinta afios,
la dialectolog1a espdola y portuguesa apenas ha avaundo
en visiones panorámicas. Bl ALPI y sólo el ALPI nos pro-
porcionará durante mucho tiempo una imagen de conjunto
respecto a la articulación dialectal de los varios dominios
lingüísticos de la Península Ibérica: sobre todo respecto al
castellano, cuya diversidad geográfica estamos muy lejos de
conocer6N. Desde 1962 acá no han aparecido mú volúmenes
del ALPI. Los materiales continúan inéditos en el «CSIC• de
Madrid y corren .el peligro de quedar almacenados para
siempre 611.
Con motivo de la resurrección del ALPI han ido surgien-
do algunos trabajos de geografía fon6tica apoyados en sus

1 (Madrid, 1962). Comprmde 5 mapas introductorios y 70 mapas


fcméticos (6: abeja - 75: e/e): la necesidad de otros dos voMmenes
fon6ticos la deduzco de la U.ta (no del todo icWntica) que anticipó
M. Sanchis Guamer, La carto,rafla linaüfstica en la actualidad y d
ALPI (Madrid, 19S3).
· .. Hasta la publicación del ALPI el centro de Espala era una
snm incógnita dialectolóaica. Por otra parte, loa mapas del ALPI
nos dan una idea bastante precisa de la existencia, dentro de la
snm comunidad castellan~hablante, de varias modalidades de cate-
llano extendidas de Norte a Sur, desde el Bajo Aragón y la Rioja
hasta Murcia, desde la Monta6a de Bur1os (Santander) a IUlap y
desde la llanura leonesa hasta Huelva. Naturalmente, esta antiaua
oposición entre un castellano central, un castellano oriental (arqo-
aesizaote) y un castellano occidental (leonesizante) ha de tener mu-
cha mayor viaenda en la 1ec>srafialéxica que en la fomdca.
as A pesar de las nesociaclones que condujeron a la concentndón
de los materiales en Madrid.

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246 La lingülstica. en la postguara
datos•. Person•Jrnente considero que el mérito principal
de los mapas foMticos hasta aquf publicados es el de per·
mitirnos contemplar, en conjunto, la gran oposición exis-
tente entre el español meridional innovador y el espafiol
nortefio conservador de la estructura fonética tradicional.
Las dos Espaftas denen una frontera nftida en Occidente
(en el Sur de SaJarnan12 y Sur de Avila) y una frontera
difusa manchega y murciana. Esta fundamental división lin-
gWstica coloca al castellano, mejor al español, en una situa-
ción crítica, ya que la frontera rural entre las dos E$J'BñaS
cruza (o cruzaba, en 1931-1936),justamente, por medio de la
provincia de Madrid, y si el ALPI puede ignorar la existencia
de la gran capital en el borde de esa linea, la lengua no la
ignora: la penetración de la fonética «manchega• en el babia
popular de Madrid está abriendo un nuevo capítulo en 1a
historia del español.,_ Aunque la parte léxica del ALPI si-
gue estando inédita, contamos ya con algunos comentarios
de interés sobre sus materiales: de Indudable importancia,

• de T. Navarro sobre la o de boca y la e de ccp11,


Los trabajos
NRFH, 16.1-1S(1962): sobre aguja, RomPh, 17.285-300 (19664), y acerca
del ydsmo, BICC, 19.1-17 (1964), no son los m'5 apropiados para de-
fender la trascendencia del ALPI. Mayor inte~ y novedad tienen las
trabajos, limitados a Portugal, de L F. Lindley Cintra, cAlguns ~
dos de fonética com base no ALPI», 1 CBLFT, 186-95(Rio de Janeiro,
1958), aunque, lamentablemente, los editores excluyeron los mapas, :
«Areas lexicais no território portupk• y «Une frontiae lexicale et
phon6tique dans le domaine llquistique portupls•, BP. a.213-"Jlll y
31-9(1961).
., G. Salvador, «La fonética andalma y su propapción soda• J
aeoaiáfica•, PPLE. 113-8 (Madrid, 1964), reconoce el dinamismo de la
fo~tica meridional y su origen andaluz. Pero creo que se equivoca
cuando supone que en ochenta aftos los limites del fenómeno han
avanzado del paralelo 38 hasta el 40, basúldose en la observadón ele
que la fon6tica castellana es mantenida aán por allUJJ8Smujeres 1

viejas en el extremo NO. de Granada y a la vez la fon,tica andaluzante


se oye ya en el Sur de Avila. La penetrad.ón de la f~ca meridic,nal
por el O. de la Penfnsula es muy anterior a su avance en la ... E.

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Publicaci6n del «ALPI» 247
respecto a Portugal (L F. IJndley Cintra, 1962)•: de menor
desarrollo, respecto a Espafta (Catalán, 1964)•. La principal
aportación de Cintra consiste en seftaJar la oposición (muy
reiterada) dentro del portugu6s entre una zona SE. innova-
dora (las tierras repobladas en el siglo XIII o después) y
otra NO. conservadora, cuyo núcleo lo constituye el viejo
Portugal al NO. del Mondego, pero que a veces abarca hasta
el Tajo (incluyendo las tierras repobladas a fines del si-
glo XII)•.
Como es bien sabido, la cartografia lingüística adquirió
en los estudios románioos un rumbo nuevo con el AIS de
K. Jaberg y J. Jud (1928-1940). El nuevo atlas aplicaba los
métodos de encuesta del ALF y la representación cartográ-
lica al estudio del tesoro léxico y de los objetos y nociones
comunes que constituyen la cultura de las comunidades cam-
pesinas y artesanas. La nueva finalidad lingWstico-etnográ-
fica del atlas exigía reformar la metodologfa de la recolección
(admisión de localidades cuya economía no es puramente
lglicola; variedad de cuestionarios para apurar el caudal

• Vhlnse los dos llltimos artfculos citados en la n. 686.


• D. Cata1'n, ASNS, 201.310,n. 20 (1964), Jlarna la atención acerca
lel mapa núm. 11 del ALPI (aguij6n), el único de carácter «lexicoló-
~ hasta ahora publicado (incluido en la sección fonética por error
~dente). Aparte de las franjas de disposición Norte-Sur, catalana
le fibl6 (y sus variantes), occitan~aragonesa (y del catalán occidental
, rosellonés) de fi86n ~ fis6 y ga]leg~portuguesa y leonesa de ferráo
~ -ete) "" he"6n (~ -ete), se dibuja claramente otra gran franja,
llllJ compacta, la de guizque (y sus variantes), que tendremos que
lamer «riojana• (por su punto de arranque) y que se extiende a
aballo de la Cordillera ~ca y de los antiguos reinos de Castilla y
U"agón hasta el Meditemineo. En un trabajo de próxima publicación
•Un dominio lingüístico de la Hispan~romania desconocido», Home-
•ie Lapesa, 111) comento el interés histórico de esta área.
• Cfr. con las diversas zonas toponfmicas que habfan sido sefta.
Idas por D. Cata1'n al estudlar el diminutivo, BF, 17.263-74y mapas
1

y 6 (19CSO).

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248 La lingULstica en la postguerra
léxico) y también de la exposición de los datos ( ordenación
cultural, por nociones; inclusión de materiales gréficos para
dar a conocer los objetos). En suma, Jaberg y Jud enriqur,
cieron el m6todo de «palabras y cosas- incorporándole la
técnica de encuestación y la forma de publicación de los
atlas lingWsticos. Tras esta obra, original y grandiosa, se
sucedieron los proyectos de atlas lingüístico-etnográficos y
con ellos la literatura en que se comentaban las pequeñas
modificaciones metodológicas .Introducidas por los nuevos
autores • 1• Algunos de los proyectos que llegaron a realizarse
no desmerecieron de su modelo. En la Hnea de los atlas
lingüístico-etnográficos se sitúa el NALF por regiones, pla-
neado en Francia por A. Damat (1942). Los propósitos del
NALF, aunque muy estimables, no eran ciertamente muy
originales: salvar del olvido los restos de los patois que el
ALF no llegó a recoger, notar los cambios ocurridos desde
los tiempos del ALF. El procedimiento, parcelar un extenso
dominio lingüístico en regiones más manejables, responcHa
a la necesidad de ganar la batalla del tiempo. La empresa,
sin embargo, tenfa el interés de hacer combinables dos aspi-
raciones en parte contradictorias: la de ajustar mejor las
encuestas a las condiciones lingüísticas regionales y la de
mantener una visión panorámica del conjunto dialectal de
un pafs de tamaño mediano.

• Es lútima que buena parte de la bibliolraffa relat.ift a la


•aec>1rafla lingüística• de la Rom•oia consista en discusiones biza-
tinas acerca de la excelencia o de los defectos que teóricamente se
pueden descubrir en el modo de hacer los atlas. La voluminosa obra
de S. Pop, La Dialectologie. Aper~ historique et m~thodes d'mqulta
linguistiques, 1 (Louvain [19S0]), ejemplifica bien esta inflación bibi.
p-éfica. Muchos de los «problemas• m4s discutidos (car6cter y número
de los encuestadores, formas de interropr, notación impresionista.
~era) carecen de verdadera importancia. En cambio panda ohi-
dane que los Atlas IOD l6lo materiales en CIUdo y que la •aeosrafla
liDIWstlca• empieza con el aprovechamiento de esos materiales.

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Atlas linglllstico-etnogrttficos 249
Aunque iniciado en conexión con el proyecto de Dauzat,
el ALPO (1966)• de H. Guiter, dedicado a estudiar el cata-
lán del departamento francés de Pyrénées-Orientales y sus
aledaftos, se desarrolló (desde 1942) en una dirección muy
divergente. A diferencia del AL-Lyonnais, del AL-Gascogne
y del AL-Massif-Central, el ALPO es un atlas lingüístico
(como el ALF, el ALC y el ALPI) y no etnográfico-lingüfsti-
co •. La región cubierta por las encuestas de Guiter y sus
alumnos babfa ya sido incluida en el ALF (5 puntos), el ALC
(5 puntos) y el ALPI (7 puntos); pero las 382 localidades
representadas en el nuevo atlas nos dan una visión muy
diferente de la extraordinaria vitalidad y diversidad dialectal
de esta región que las 15 localidades incluidas hasta enton-
ces en los atlas generales. Entre las novedades del ALPO
merecen especial aplauso el Indice de formas, en que se
recogen con su transcripción fon~tica todas las variantes in-
cluidas en los mapas, y los XX mapas (utilfsimos) introduc-
torios (no lingüísticos) referentes a la región. También es
de notar el sistema de transcripción, casi fonológico. El de.
jar de consignar aquellos rasgos que en los alófonos son
predecibles (pues dependen del contorno fónico) es, sin du-
da, una práctica recomendable; pero Guiter ha obrado con
precipitación al desentenderse de la distinción entre [s] : [e]
y [~] : [o], que no es predecible y que, en algunos puntos
del ALPO es, seguramente, fonológica... El ALPO, al cubrir

m Atlas lin,uistique des Pyr""u-Orimtalu (Paris, 1966).


_, Su cuestionario es mú corto que los de los atlas pertenecien-
tes al NALP y el material se ordena alfabétic:arneote y no sem4nti-
carneot.e.
6M Váse J. Gulsoy, en Rom.Ph, 22.189-94[en especial 192-3y n. 9]
(1968).

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250 La lingilfstica en la postguara
Andorra en su totalidad, deja prácticamente inútil al pe-
quefio y desafortunado AL-Ando"ª de A. Griera •.
Inspirándose en el NALF, M. Alvar ha concebido en Es-
pafia una especie de *Nuevo Atlas lingllfstico-etnogrttfico de
España por regiones (= *NALE) •. El núcleo inicial del p~
yecto fue su ALEA (Atlas lingilfstico-etnogrdfico de Andalll-
cfa). Actualmente tiene en marcha, simultáneamente, los
atlas de Murcia (= ALEM) "', Aragón (= ALEAr) •, Nava-
rra y Rioja (= ALENR) • y Canarias (= ALBICan) •,yes de
creer que, dada la extraordinaria actividad de Alvar, los lle-
vará todos a término 111•

695 Sobre los defectos del AL-Andorm Wllle G. Colón, en ZRP1t,


n.49-69
(1961).
• Aunque Alvar no concibió desde un principio este ambicioso
proyecto, sus planes actuales tienden evidentemente a cumplir ese
importante objetivo.
1111 Lo proyectó Alvar como subsidiario del ALEA. cuyo aJeStio.
nario se emplea en las encuestas. Con Alvar colaboran G. Salvador y
A. Qullis. Se investigan S2 localidades ..
• Alvar publicó el cuestionario en Zaraaoza, 1953, y en 1957 can-
cluyó las encuestas.
699 Con el cuestionario del ALEAr, M. Alvar y A. Uormte reatiza-
ron ya todas las encuestas (47 puntos en Navarra y Losro&>).
7GO Véase M. Alvar, ALEICan. Cuationarlo (La Lquna. 1964) y
«Proyecto del ALE/Can-, RFE, 46.315-28(1963 [1965)). Las encuestas se
hallan terminadas.
• Acabada la etapa de recolección (en la mayor parte de ellos),
es .de esperar su publicación en un futuro iarnecliato.. M. Alvar ha
dado noticia del estado de los trabajos en «Los Atlas Ungüisticos de
España•, PFLE, 1.417-26 (Madrid, 1963); «Estado actual de los Atlas
Lingiüsticos españoles•, Arbor, núm. 243.263-86(1966), en I. lordan.
Lingülstica Románica, 745-83 (Madrid, 1967), y en Estructuralismo 1
geograffa lingüistica, 9CJ,n. 13 (Madrid, 1969). Ademú de roUzar estos
atlas regionales, Alvar ha completado las encuestas que se le asia-
naron del ALM (véase atrás, n. 516) y ha iniciado un *Atlas lin,li&-
tico y etnogrdfico de los marineros peninsulares sobre la base del
cuestionario del ALM, en que emplea, como novedad, cuestionarios de
14rnioas, seaún explica en «Cuestionarios de J6rnin• s (el ALII J las
investipciones en Gran Canaria)», BALM, 7.33-43 (1965).

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Atlas lingllistico-etnogrdfieos 251
El ALEA merece, en primer lugar, toda clase de enco-
mios por el tiempo mfnimo empleado en su elaboración 111
y, lo que aún es más raro, en su publicación•. Como el
NALP (y como el AISJ, el ALBA es un atlas especiaJrn~te
atento a los aspectos etnológicos, hasta el punto de incluir
mapas no puramente lingü1sticos, sino de cultura popular;
las •cosas• se baUan también presentes a traftS de nume-
rosas ilustraciones gráficas •. Su principal objeto es descu-
brir el tesoro léxico andaluz y la precisa distribución geo-
gráfica de cada palabra. Los mapas del ALEA han puesto
de manifiesto no sólo la riqueza del vocabulario rural de
Andalucía sino también la extraordinaria variedad léxica de
la región•. Ello _era de esperar. Pero el descubrimiento más
insospechado, a mi parecer, es el de la existencia de nume-
rosas isoglosas léxicas que cruzan de Norte a Sur el territo-
rio andaluz siguiendo muy diversos meridianos 706• Estas i~
glosas nos muestran que no comprenderemos bien la es-
• 1952: publicación del Cuestionarlo: 1953: primeras encuestas:
1958: conclusión del atlas.
11B 1: 1961: 11: 1963: 111: 1964: IV: 1965: V: 1969; VI y óltimo:
terminado de cartografiar.
• Claras y, a la vez, de agradable presentación.
1115 Como el propio M. Alvar ha hecho notar en sus exposlclones.
generales respecto a la importancia de los atlas regionales y especlal-
mente de su ALEA: Los nuevos atlas lingüisticos de la Romania (Gra-
nada. 1960); «Los Atlas Ungüfsticos de Espafta•, PFLE, 1.417-26(Ma-
drid, 1963); Estructuralismo y geografla lingülstica (Madrid, 1969). Bn
este óltimo libro se reedita el de 1960 y el trabajo cBstado actual de
la dialectología ronwlica• (publicado en resumen en XII CILR [Bu-
curetti, 1968]).
• Estas isoglosas han puesto de relieve, por una parte, la exis-
tencia de un andaluz medio-murciano (con rasgos aragonesizantes), que
llamó la atención de G. Salvador, «Aragonesismos en el andaluz orien-
tal•. ArchFAr, S.143-64(19S3); y por otra de un andaluz con influencias
leonesas y portuguesas, como destacó M. Alvar, •Portuguesismos en
andaluz-, Festschrift Kuhn, 309-24 (Innsbruck, 1963). Pero adem4s esas
isoglosas revelan la existencia de muy varias divisorias internas, que
cortan de Norte a Sur Andalucfa: váuse11 por ejemplo, los mapas

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252 La lingüútica en la postguerra
tructura ltmca · de Andalucía basta conocer lo que ocurre
al Norte de ella, entre Sierra Morena y el Tajo. La publica-
ción de los materiales lbicos del ALPI contribuirA, sin duda,
a esclarecer parte de la incógnita•: pero un *Atlas lin-
gllfstico-&tnogrd.fico del reino de Toledo 1 de Bxtrematllaa
hermano del ALEA, satisfarfa, claro está, més pfflarnente
nuestra curiosidad respecto a esa gran área hispánica. tan
olvidada de la Dialectología. A pesar de su cancter lin-
sWstico-etnográfico, el ALEA sigue servilmente al ALPI en
su extremoso foneticismo: Los varios encuestadores tratan
de notar impresionistamente, respecto a cada elemento f6.
nico de cada respuesta al cuestionario, la misma gama ele
variables que en su' dfa conslgnabau los encuestadores del
ALPI •. Temo que, en este aspecto, el ALEA sea vulnerable
a la crftica •.
En la exposición de los materiales, M. Alvar ha tenido
el acierto de alternar los mapas tradicionales con mapas in-
626 (aguij6n), 142 (cama del arado), 108 (mawrca), 240 (lleca del acflite},
122 (yugo), etc.
1'11 Como muestra bien el único mapa «lwco» que del ALPI se
ha publicado (11: a,uijdn), el cual revela el verdadero sipificado ele
las úeas andal\17.BSperfiladas por el mapa 626 del ALEA (véase n. 689).
'10I Me resisto a creer sistemático el empleo de las 30 transcrip-
ciones posibles (sin contar con las variantes sonoras y aspiradas) de
lu sibilantes /8/, /s/, /f/. Sobre su distribución, sepll el ALEA (que
no coincide con la registrada por el ALPI), puede verse A. Uorente.
RFB, 45.231-8(1962 [1964]).
'°' No he tenido la ocasión de entrevistar a los sujetos andaluces
del ALEA, pero sf a alguno de los sujetos utilizados por M. Alftl'
en encuestas (paralelas a las andaluz.as) reaUudas en Tenerife. y a,:o
haber comprobado que algunas transcripdones con [8] o si¡nos com-
puestos de [8] ocupan el puesto de pronunciaciones con «e.se• dental
claramente siseada (PFLE, 1.252-3[Madrid, 1963]). Dada la dificultad
de ofr, durante una encuesta de conjunto, una diferencia como ~
dudo que otras distinciones más delicadas (v6ase la nota anterior)
puedan haber sido percibidas sisteiúticamente. Comparto, pues. la
postura de M. Companys en «Les nouvelles méthodea d'enqulte linpis-
tique», Via Domitia, 3.90-138(1956), 4.51-167(1957).

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Atlas linglastico-etnogrdficos 253
terpretados (empleando símbolos y colores). La idea proce-
de del ALR (o mejor del ALRM =
Mie&d Atlas Lingvistic Ro-
mln) 711, al que M. Alvar hab1a dedicado un estudio detenido
antes de emprender el ALEA 711• Personalmente, creo que este
tipo de mapas lingWsticos es el único que merece cartogra•
fiarse y que se impone una reforma en las taicas de publi-
cación de los Atlas. Los mapas tradicionales, en que se con-
signan adosadas a cada punto las respuestas obtenidas (trans-
critas fonéticamente), son en realidad inventarios en crudo,
que podrfan sustituirse con ventaja por listas de datos, en
que cada respuesta fuese referida al punto donde se obtu-
vo 712• Dada la complejidad de los datos que hoy se trata de
cartografiar, estos mapas inventario de respuestas, en vez de
facilitar la consulta del material, no hacen, en una mayoria
de casos, sino entorpecerla.
Aparte de elaborar los datos en estos mapas interpreta-
dos, que tanto relieve dan al ALEA, M. Alvar, sus colabora-
dores y sus discfpulos han utilizado los materiales y expe-
riencias de sus encuestas para la redacción de varios tra-
bajos. Hay que reconocer que, por ahora, ninguno de ellos
tiene la importancia metodológica, la originalidad o la ri-
queza de contenido de los trabajos de un Gilliéron, un Ja-
berg, un Jud o un Rohlfs, basados en el ALF o en el AIS;
pero han contribuido a poner de relieve los ricos datos ate-
sorados en el nuevo atlas 713• M. Alvar anuncia la preparación

7lO Otra hmovad6n del ALR aceptada por M. Alvar es la de reco-


ser durante las encuestas algunos relatos, transcribimHlolosfon«ica-
mente. Ha publicado algunos en Tatos hispdnicos dialectales, 2 (Ma-
drid, 1960).
111 A ,wopdsito del Atlas de Rumania (SalamaDCA,1951).
712 Selún ba su1erido, muy razonablemente, B. Alan:os en má de
una ocasión.
7U Ademú de los trabajos dtados en las notas 452, 647, 701, 106,
ftaSe, de M. Alvar, «Las encuestas del AL[BJA•, IU)yTP, 11.231-tt(1955):

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254 La lingüútica en la postguerra
de un libro de conjunto sobre *Estructura dd I~..,,.
luz que, sin duda, representm una superación de lo publi-
cado hasta el presente. Otro estudio inédito que deseariaJIIOI
ver publicado, hecho a partir de los materiales del ALEA.es
la tesis de J. Mondejar (Granada, 1960) en que se estudia
(cartográficamente) la distribución geográfica de los varios
paradigmas verbales y se llega a interesantes conclusiones•.
Tambim existen ya trabajos con base en las encuestu
del ALEAr, el ALENR y el ALBICan 715•
Aprovechando sus experiencias en Andalucfa y en Cana-
rias, M. Alvar ha reaJimdo algunas encuestas en M~jico, &-

«Las hablas meridionales de Espafla y su interá para la lqüfsdca


comparada•, RPB, 39.284-313 (1955); •Bl cambio -al, .., > -e en anda-
luz-, RFE, 42.279-82 (1958-S9); «El peón, la peonza y el mmbel ea
Andalucía•, lberida, 1.56-61 (1959); «Estructura del l~co andaluz-,
BFUCh, 16.5-12(1964): «La terminología del mafz en Andalucía•. 11'-
langes Gardette, 27-38 (Strassburg, 1966): de A. Uorente, «F~ J
fonología andaluzas•, RFB, 45.227-40(1962 (1964]), y de G. Salvadar,
«Estudio del campo semántico 'arar' en Andalucfa», Archiwan, 15.73-lll
(1965).
714 Va a ~ publicada en los anejos de la RFB con el dtulo S.
tuis del verbo and.aluz (con abundantes ilustraciones cartopá&cas).
715 T. Buesa, «Noticia sobre el ALEAr», Anuario de Letras, 4Sl.a ,
(1964). M. Alvar ha utilizado los materiales del ALEA y del ALEAr en
adiciones a una traducción (Lengua y cultura [Madrid, 1966]) de Spre,
che und Kultur (1928) y de algunos otros art1culos de G. Roblfs (sobre
el «anachronistic flavor• de esta miscelánea, cfr. C. Blaylock, Hit.
36.270-1, 1968); interesan sobre todo los MAPAS (pp. 166, 172-4 y 111)..A
partir de los datos del ALEN R, A. Uorente ha escrito un importaale
estudio de conjunto sobre •All\Ulas características lina{üsticas de la
Rioja en el marco de las hablas del valle del Ebro y de las coman:as
vecinas de Castilla y Vasconia•, RFE, 48.321-SO(1965). Finalmente, 0D11
base en las encuestas del ALEICa.n, Alvar ha redactado varios traba-
jos que luego ha reunido en Estudios Canarios, l (Las PaJrn•s .. lt61J
(algunos fueron previamente publicados en RFE, 46.166-70[1963): &
165-70[1965], y en Anuario de BstlUUos Atltlnticos, 12.337-43(1966], ále..
en colaboración con A. Quills).

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El Diccionario etimoldgico de Corominas 255
jándose sobre todo en los problemas fon~ticos y, con especia]
interés, en los fenómenos de «polimorfismo• 716•
Como M. Alvar ha dicho en más de una ocasión, los Atlas
Lingüfsticos tienen un gran enemigo, el tiempo, y son nume-
rosos los esfuerzos fallidos por no haber sabido dar pri~
ridad a la reaiinción de las encuestas, acortando la etapa
planificadora y teorimnte. En Cataluña y en Portugal se
viene hablando desde hace mucho tiempo de dos nuevos
atlas: el *ALDC y el *ALBPG, que ten.drfan la importancia
de ser a la vez atlas regionales (por la extensión de las en-
cuestas) y atlas de un dominio lingüístico completo. Pero no
han progresado al ritmo que debieran, y el proyecto portu-
gués parece hallarse en abandono 717• Dentro del dominio
catalán también reaHro varias encuestas piloto S. M. Sapon,
empleando su PLIM (= «A Pictorial Linguistic Interview
Manual•) y una grabadora 711•

3.13. LOS ESTUDIOS LEXICOGÚFICOS,


BTDIOLÓGICOSY GRAMATICALES

La publicación, entre 19S4 y 19S7, del Diccionario Critico


Etimoldgico de la Lengua Castellana(= DCEC, Madrid-~m,
716 «Polimorfismo y otros aspectos f~cos en el habla de Santo
Tom6s Ajusco (M6Jlco)•, Anuario da útra, 6.11-42 (1966-67): «Algunas
cuestiones fonéticas del espaftol hablado en Oaxaca (Méjico)-, NRFH,
18.353-77(1965-66 ).
111 :El proyecto del *ALDC, Jamado por A. Badla y G. Colón (cfr.
Orbis, 1.403-9 [1952]; VII CILR, 655-60 (1955]; IX CILR, 3 [1959] = BF,
20.121~ (1961]), pasó por muchas vicisitudes. Por fin A. Badia y I. Veny
publicaron el cuestionario: ALDC, Qüationari [Barcelona, 1965], aso-
ciaron al trabajo dos estudiantes y realizaron las primeras encuestas
(29 puntos entre 1964-65).Cfr. A. Badia, XI CILR, 95 (Madrid, 1968).
Aunque en 1957M. Paiva Boléo, L. P. Lindley Cintra y J. G. Herculano
de Carvalho dieron forma al proyecto del *ALEPG, cuatro aftos des-
puá nada se babfa ami hecho (cfr. RPF, 11.320-1 [1961]).
711 Cfr. IX CILR, 3.69-n (Usboe, 1962) e-BF, 20, 1961).

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256 La lingilistica · en la postpem
1954), en cuatro volúmenes, de J. Coromioas., representa la
coronación de un trabajo berc6leo m. Bl DCEC es una obn
extraordinaria, fruto del esfuerzo y el saber de un solo ham-
bre capaz de roturar por s1 solo un campo en gran medida
inculto, para el que sólo pod1a contar con instrumentos de
labor en su mayor parte inapropiados m. BI interés del DCEC
desborda las fronteras de su tftulo: La atención que en él
se presta a las lenguas rorn6uicas afines (mozárabe, portn-
gués, catalán 721, occitano) lo convierte, en realidad, en un Dic-
cionario pan-hispánico y comparativo. Como el REW o el ·
FEW (o como el ALF y el AIS), el DCEC ha pasado a ser
una obra indispensable para el romanista, cualquiera que
sea la lengua en que enfoque su atención. También es de sin-
gular valor para la filología fbero.euskárica, céltica, germá-
nica, árabe occidental y aun ameroindia. Par a par con la

719 El proyecto suqló en 1939, cuando J. Coi'Prnioes (como cmsr-


cuencia de su expatriación) decidió dar prioridad al diccionario eti-
mológico castellano sobre el catalán (en el cual venfa trabajando
desde 1927). El DCEC fue iniciado en Cuyo (Argentina) y redactado e:i
Chicago (USA). La redacción ocupó los afios 1947 (cfr. RomPh, 1.23-31
(1947]) a 19S1. Las adiciones y rectificaciones son de 1954-57. El BmY
Diccionario Etimológico de la un,ua Castellana ( =BDEC,, Madrid.
1957), en un volumen, es de mucho menor interis, aunque ofrece
algunas novedades.
720 La escasez de estudios etimolólicos en el campo fben>-romfnk:o.
la inexistencia de un *Diccionario hist6rico castellano, la inaccesllü-
dad de los materiales del ALPI, el desconocimiento del l&ico popular
hispánico; la falta de vocabularios sobre multitud de obras fuada-
mentales, la abundancia de ediciones defectuosas, la presencia en los
diccionarios de voces y acepciones farta11D8les, etc., exig(ao del
etimólogo un trabajo mucho mayor que en otros dominios lin-
aüfsticos.
n1 En el DCEC Corominas hace constar que su *Diccioruzrieri-
mologic i complementari de la llengua catallma (-= DECCJ se baDa
muy avanzado. En tanto no se publique esta obra. el propio DCEC
puede ser considerado como el mú importante diccionario eU 11rió-
gico del cata1'n.

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El Diccionario ctimol6gicQ de Corominas 257
admiración, el DCEC ha suscitado la crítica 722• Frente a lo
que el común de los lectores esperarla, el DCEC no informa
acerca del estado de los conocimientos etimológicos (distin-
guiendo entre lo seguro, lo probable y lo dudoso), sino que
constituye una peregrinación original a través de la intrin•
cada selva de la investigación etimológica. La genial e intem-
perante personalidad del guía anima y colorea en cada re-
codo la aventura. Este carácter 723 tan personal, tan persona-
lfsimo a veces, de los artículos del DCEC no deja de ser
sorprendente en unos tiempos como los actuales, en que la
colaboración de especialistas múltiples suele estar en la base
de todo proyecto científico. Bl DCEC además de etimológico
y comparativo es, hasta cierto punto, histórico, pues se in-
teresa por las primeras dataciones y por las vicisitudes se-
mánticas de las voces que discute. Este interés secundario,
por la historia de las palabras, explica las extraordinarias
diferencias en el espacio gastado en los diferentes artículos,
pues «la cantidad de doctrina y documentación histórica
que se da en cada caso varia según la naturaleza de cada
vocablo• (esto es, según la importancia o vitalidad de cada
palabra y la complejidad de sus problemas etimológicos,
medidas ambas con criterios subjetivos) 724•
7Z2 Casi todas las resellas del DCBC constan de una apreciación
elogiosa o entusiasta del conjunto, acompafiada de observaciones o
adiciones de detalle. Y. Malkiel da en «CTL», 4.206, n. 100 (Bloomios•
ton, 1969), una lista de las más substanciosas. También contiene ob-
servaciones de interés la de G. Colón en ZRPh, 78.59-96 (1962). Fran-
camente negativa es, en cambio, la reacción de Y. Malldel en Word,
12.35-50 (19.56),y bastante critica la de W. v. WartbUl"I en RLR, 23:Jl11-
60 (1959).
723 Esta sinpJaridad del DCEC ha sido subrayada por el propio
Corominas en el «Prefacio- de su obra, y constituye la razón de ser
del adjetivo «Critico•, intercalado en el título entre •Diccionario• y
«Etimológico•.
724 Una decisión comprensible, que en la práctica puede resultar
desconcertante, es la de qrupar las voces por famiJJa1. Corominu se
LDIGOfsnCA - 17
DIIIO-ROIWaCA.

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258 La. lingiastica en la postguerrtl
Junto al DCBC, el Diccionario Etimoldgico Español e
Hispánico (= DEEH, Madrid, 1954) de V. Garcfa de Diego
es una empresa modesta, aunque estimable y muy útil. Se
trata de un diccionario bidireccional, con una primera parte
constituida por las voces espafiolas (con sus definiciones)
seguidas de los étimos correspondientes y una segunda de
bases latinas y descendientes hispánicos. La documentación
dialectal abundante es, sin duda, la más positiva aportaci6n
del DEEH; pero su interés queda disminuido al faltar toda
noticia acerca de la procedencia de los datos, pues el lector
no sabe qué grado de credibilidad hay que conceder a cada
testimonio. La parte catalana de esa documentación es poco
fidedigna, según las apreciaciones de F. de B. Moll (1953) 725•
Fuera del antiguo y .no muy afortunado Dicimuúio ma-
nual etimol6gico da lfngua portuguesa (Lisboa, 1890) de A.
Coelho, la iniciativa de compilar un diccionario etimológico
portugu'5 habfa partido de Brasil (A. Nascentes, 1932). La
publicación por J. P. Machado de un Dicion4rio etimol6gico
da Ungua portuguesa (com a mais antiga docwnent~io es-
crita e conhecida de muitos dos vocdbulos estudados) (Lis-
boa, 1956-19S9; 2.• ed., 1967) supuso un avance considerable,
aunque la obra no compita, ni en doctrina ni en riqueza
de información, con el DCEC de Corominas.
La extraordinaria penuria de los estudios lingüfsticos to-
cantes al gallego (sobre todo, en el campo de la dialectologfa)
no ha impedido que J. M. Piel haya planeado un diccionario
etimológico 726 ni que S. B~brnaon haya llegado a publicar

excede, a menudo, al relepr a la cateaorfa de «derivados- voces que


desearúunos ver tratadas con mayor atenclón y detenimiento.
725 «El catala en el DEEH», Festschrift Wartburg, S39-42 (Tilblnam,
1958). Según afirma Moll, los defectos son tan numerosos que tol"Dall
inutilizable la parte catalana del DEEH.
726 «Beitriiae ZU e1nem galicischen etymoloaiscben W&-terbach•,
Pestsclarlft Schallc, 83-100 (Prankfurt, 1963).

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La etimologfa 259
un esbozo: Beitrlige zum etymologischm Wllrterbu.cla des
Galidschen (Bonn, 1965). Aunque los progresos realizados
en el campo del castellano facilitan la tarea, la empresa
resulta todavía prematura. Por otra parte, J. M. Piel ha pre-
sentado una interesante visión panorámica de los «Carac-
tues généraux et sources du lexique galicien• (1965)ffl.
Al margen ele los diccionarios no faltan, claro est4, los
trabajos etimológicos sobre las lenguas hispénicas 721• Pero
puede decirse que, aparte de J. Cororninas, de V. García de
Diego, de J. Ollver Asfn, de J. P. Machado, son contados los
lingüistas nativos que han hecho de la etimologfa el centro
de su actividad investigadora: J. l. Louro, respecto al portu-
guá, J. L. Pensado), en conexión con el gallego, G. Colón
(desplazado a Basilea), en cuanto al catalán y al castellano,
y poco más. No es, pues, de extraftar que en las contribu-
ciones espaftolas y portuguesas siga siendo más común la
colección de «papeletas• o la nota etimológica, que el ar-
dallo extenso 729• El arte de la monografía compleja, tal
como la ha venido practicando, por ejemplo, Y. MaUtiel, no
ha arraigado ni en España ni en Portugal.
La Academia Espaiiola, que en 1726-1739supo llevar a t6r-
mino un diccionario que «supera a todos sus congéneres
europeos por la abundancia de su caudal léxico y por su
criterio, mucho menos restrictivo, del buen uso literario•

m ASNS, 203.309-11(1967).
ni El Indice de vocu 1 morfemas tú la RFE (1-XLVJ, preparado
por E. Alvar (con la colaboración de C. Mas, P. Mulet y V. Robles),
bajo Ja direcdón de M. Alvar (Madrid, 1969), es un ftliolC> instru-
mento auxiliar para orientarse en la bibliop-affa ~rnol6alcablap6-
nica.
m En allUJlOIcasos, ftrios trabajos sueltos han sido reunidos
en hbro: V. Garcfa de Dieao, Etimologfa.s españolas (Madrid, 1964);
J. L Pensado, E$tudios etimoldgicos galaico-portuguua (Salamanca,
1965). Los estudios de J. l. Louro se bailan publicados, por lo pneral,
en BF (desde el vol. 8 al 17).

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260 La linglllstica en la postguara
(Gili Gaya), ha concentrado en los últimos decenios la mayor
parte de su actividad cientffica sobre el campo de la lexico- 1

graffa, tratando de emular con su pasado. A la actividad


personal de J. Casares sucedió el trabajo en equipo: Bajo
7lO
la efectiva dirección de R. Japesa y con el concurso de va-
rias generaciones de filólogos de renombre viene funcionando
activamente en la Academia el «Seminario de Lexicograffa-.
Por su sala de trabajo han pasado, colaborando con mayor
o menor actividad, V. Garcfa de Diego, S. Gili Gaya, S. Fer-
nández Ramírez, A. Zamora y C. Clavería (actuaJmeote todos
ellos académicos). Tambi6n se ha mostrado actift la Acade-
mia en sus comisiones de trabajo del Diccionario y al iniciar
y cultivar de un modo continuado las relaciones con otros
organismos análogos hispano-americanos a través de los Con-
gresos de Academias de la Lengua 7!'.A la iniciativa o al in-
terés de la Academia se deben variadas publicaciones tocan-
tes al 16xico, bien referentes a la lengua literaria m. bien a
Ja lengua popular actual m.
Con este renovado interés por la Lexicograffa hay que
asociar la publicación, desde 1947, del Tesoro Le.xicogntfit:o
(1492-1726),iniciado por S. Gili Gaya en el Centro de Estudios

7lO Con su lntroducci6n a la luicografla moderna (Madrid. 19!>).


A J. Casares se debe también unimportante Diccionario üúol6gico
de la lengua española (Barcelona, 1944; reed., 1966).
DI Las Actas de estos Congresos contienen algunas ponencias de
interés, entremezcladas con discursos de circunstancias. A pesar de
los progresos rea.lindos en la colaboración académica, las Acactemias ,
de la Lengua no han logrado elaborar una politica eficaz para resol-
ver los problemas m'5 acuciantes de canlcter linlüfstico con que se
enfrenta el mundo hispano-hablante.
7J2 La Academia reeditó en facsfmil (1951) el Vocabulario espaitol-
latino (SaJarnaoca, ¿1495?) de E.lio Antonio de NebriJa. y tarnbMa 1

(1963) el Diccionario de Autoridades (1726).


711 En los Anejos del BAE se han publicado all1,IDOSYOCabularios:
C. Goicoecbea. Vocabulario riojano (Madrid, 1961); M. J. Garda de
Cabaftas, Vocabulario de la alta Alpu/ana {Madrid, 1967).

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El Diccionario Bist6rico 261
Históricos (con el nombre de *Corpus Glossariorum.) m. Con-
tiene 55.000 artfculos, en que se ordenan las definiciones y
traducciones de cada palabra dadas por 93 diccionarios (unos
publicados, otros manuscritos) de la época clésica, desde
A. de Nebrija (1492) basta el primer Diccionario de Auto-
ridades (1726). En el Tesoro no se tiene en cuenta la parte •
inversa de los diccionarios bilingües o plurilingües ( en que
se traduce o explica en español el significado de las palabras
latinas o extranjeras); por ello, el Universal Vocabulario d~
Palencia.Registro de voces españolas internas elaborado por
J. M. Hill (1957)7.15viene a ser un importante complemento
del T~oro. Es lástima que J. Corominas, que utilizó (cuan-
do aún se halJaba inédito) el trabajo de Hill, no pudiera
beneficiarse sino de los primeros artfculos del Tesoro de
Gilí.
Otra obra importante posterior al DCEC realigda con
indudable seriedad es el estudio de A. Gallina, Contributi
alla storia. della lusicografia italo-spagnola dei secoli XVI
e XVII (Firenze, 1959).
Lentamente, pero con regularidad, van apareciendo, des-
de 1960, los fasdculos del nuevo Diccionario Hist6rlco de la
Lengua Española (= DHLEJ.,. preparado por el «Seminario
de Lexicografía• de la Academia m. Se trata de una obra de

1M V~ arriba, 2.7 (fin).


m Pue publicado por la Academia Espaflola (Madrid, 1957). Más
tarde, en 1967, la Asociadón de Academias de la Lenaua Espaftola re-
produjo facsimilarmente el Univasal V ocabularlo en latfn y en ro-
mance (Sevilla, 1490) de Alonso de Palencia.
736 La obra es diferente de la que, con el mismo tf~o, empezó a
publicar la Academia en 1933 y quedó lntemunpida a partir del se-
gundo volumen.
m El DHLE comenzó a publl~e bajo la dirección de J. Casares;
desput!s (1965) actuó de Director V. Garcfa de Diego. R. Lapesa se
incorporó al Seminario como colaborador. en 1947,y desde 1950 fue el
Subdirector. Sepn revelaclones de D. Alonso, Del siglo de oro a ute

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262 La lingillstica en la postguenw
magnas proporciones en que se suman, bajo una sola orde-
nación, un diccionario del espaiiol medieval, un diccionario
del espafiol clásico (siglos XVI-XVII) y un diccionario del es- 1

pafiol moderno 731• Uno de los méritos del DHLE es el rigor


con que los redactores han cotejado las autoridades citadas,
acudiendo a los manuscritos, precisando cuidadosamente
las ediciones empleadas y fecbaudo los datos con todo cui-
dado. El obstáculo mayor para que esta obra resulte útil es
el tiempo gastado en la elaboración de cada fascfculo m. Es-
peremos que en el próximo futuro la redacción de esta obra
fundamental de la ,Academia Española adquiera, mediante
la utiJimción de métodos modernos, un ritmo más acelerado,
a fin de que la empresa no sea obra de generaciones.
Merece citarse, por su utilidad, el Diccionario de. uso del
español (Madrid, 1966) de M. Moliner 740•

siglo de siglas, 216: nota de 1962 (Madrid, 1962): cen esta 11'811obra
lleva Lapesa la dirección inmediata y efectiva del equipo de colabc>
radores•, desde que se integró en el Seminario. Entre los decanos del
equipo redactor se hallan F. Huerta, A. Ramiro, A. Guillén, J. del Val.
L. López Molina, M. Seco, etc. En los últimos años, con el nombra-
miento de Lapesa como Secretario de la Academia y la incorporadóa
de varios académicos a la tarea de revisar la Gramdtica, buena parte
1

de la responsabilidad en la dirección inmediata del DHLB ha pasado 1

a manos de M. Seco, a cuyas dotes de lexicóp"afo debe mucho la


obra.
731 Se sigue el orden cronológico de acepciones. Bn cada acepci6a
o subacepción se citan los testimonios primero y último, m'5 los in-
termedios necesarios hasta completar el número de cinco o seis para
cada uno de los tres periodos (medieval, Siglo de Oro, moderno) ea
que se divide la documentación; cfr. R. Lapesa, 111 Conv. de Aal-
demias tú la Lengua Española, 105 (Bogotá, 1961).
739 Según han notado los que reseftan la obra favorablemente
(por ejemplo, A. Greive, en ASNS, 201.300-02[1964]). Demasiado desequi-
librado y agresivo es el juicio de C. P. Otero en RomPh, 21.42-66
(1967-68), aunque su artículo-reseña no deje de ser constructivo.
740 Tambim está hecho con cuidado y competencia el Dicciontlrio
de sinónimos (Barcelona, 1958) de S. Gili Gaya.

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La gramdtica 263
Para el estudio del vocabulario medieval de las lenguas
romances tiene indudable interés el conocimiento del léxico
latino contemporáneo. Como el latín medieval hispánico no
ha sido suficientemente explorado, es muy de apreciar la
nueva atención prestada por varios investigadores a esta par-
cela de trabajo 741•
Otro de los campos tradicionales de actividad académica,
la Gramática, ha sido mucho menos cultivado que el del Lé-
xico. La publicación, en 1951, del primer volumen de la
Gramática española de S. Fernández Rarnfrez 742 fue consi-
derada como un prometedor augurio de que el prolongado
desinterés de los lingüistas españoles por la gramática des-
criptiva podía representar sólo una actitud circunstancial
y transitoria 743• Como principales novedades de la Gramdtica
cabria señalar la prioridad concedida a la documentación
de primera mano extraída de fuentes escritas contemporá-
neas (básicamente literarias y exclusivamente peninsulares),
y la confiann del autor en que la acumulación de ejemplos
y las estadísticas pueden, por sf solas, evidenciar los fenó-
menos 144• Esta actitud positivista, combinada con un~ na-
tural modestia y con el deseo de pasar revista a corrientes
de pensamiento y teorías generales ajenas (cuya exposición

741 B. Rod6n Bin~, El lenguaje t"1nico del feudalismo (Barcelona,


1957): Universidad de Barcelona, Glossarium Mediae Latinitatis Cata-
loniae (Barcelona, 1960- ); W.-D. Lange, Philolo,uche Studiffl z.ur
lAtinitilt westhispanischer Privaturkunden des 9-12.Jahrhunderts (K61n,
1966).
742 S. Pernández Ramfrez, Gramdtica upa;tola. 1: Los sonidos, el
nombre y d pronombre (Madrid, 1951).
741 De «oasis• en el desierto gramatical espaftol la calificó, no sin
razón, D. L. Bolinger, en RomPh, 7.209-1S (1953-54).
144 Fernández Ranúrez, además de utilizar un rico corpus de pri-
mera mano, podía contrastar los materiales acumulados usando como
piedra de toque el conocimiento íntimo del espdol usual entre las
clases educadasde Madrid.

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264 La lingüistica en la postguarra
no era, en verdad, preciso intercalar en una «Gramática
espadola•).,., dificultan, a menudo, la exposición clara y nf.
tida de las conclusiones.
Las esperanzas suscitadas por la publicación de este w-
lumen resultaron fallidas. La obra no tuvo segunda parte,
y la posterior incorporación de Femández Ramírez a los
equipos de trabajo académicos no dio como resultado la
publicación de una Gramática de la Academia Bspaftola
renovada 746, según habría sido de desear. Aunque concebido
como un manual didáctico, el Curso superior de sintaxi.s a-
pa#iola (México, 1943; renovado en la 2.ª ed., Barcelona,
1948, y en la 9.ª, 1964) de S. Gili Gaya ha venido siendo,
durante las últimas décadas, una obra de referencia búica
para todo estudio de la Sintaxis del espaftol.
También tienen interés lingüfstico algunas Gramáticas
«normativas• referentes al catalán y al español como las de
A. Badía (1962) y R. y M. Seco (1967) 747•
Aunque de valor y alcance desiguales, han influido no-
tablemente en el ámbito cultural español algunos libros, de
la década de los SO, dedicados a diwlgar la teoría gra-
matical de L. Hjelmslev (Alarcos, 19S1741; Uorente, 1953,

745 La deuda de Fernández Ranúnz, ea aspectos teóricos, a O. Jes-


persen (cuya New Bn,lislt Gram,nar es el modelo fnmedwto de la
Gramdtica espdola) y a K. Bilbler es reconodda insistentemente par
el autor.
746 Aunque, al parecer, S. Pernández Ranúnz y S. Gili Gaya se
hallan trabajando activamente en su redacdón.
7Q A. Badia, Gramdtica catalana, 2 vols. (Madrid, 1962). En ella se
presta notable atención a la sintaxis de la frase. R. Seco, MtDUUlla
,ramdtica española. Revisada y ampliada por M. Seco (Madrid, 1967)
741 E. Alarcos, Gramática estructural (según la escuda de ca,,_.
hagw! y con especial atmci6n a la lengua española) (Madrid, 1951).
Aunque el libro contmúa algunas Importantes aportaciones originales
(como el capitulo sobre «Los morfemas extensos y el 11abo espdol•,

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La. gramdtica 265
1955.,.), o a facilitar la comprensión de los principios de la
Gramática (Roca Pons, 1960)750• También ha alc.aumdo una
extraordinaria difusión la concisa síntesis de morfosintaxis
española de B. Pottier (19S8)751, y con ella ciertos aspectos y
nomenclatura de la escuela de G. Guillaume.
La penuria de obras modernas de conjunto sobre sinta-
xis española, tanto descriptivas, como históricas 752, ha con-
tribuido, sin duda, a reducir el número de monograffas refe-
rentes a cuestiones sintácticas m.
Sin embargo, a fines de los afios 40 varios lingüistas es-
pañoles acometieron, con puntos de vista renovadores, el
estudio de la estructura del verbo español. A la fundamental

97-126), A1arcos se desinteresó por B. A dlfermcia de la Fonoloffa,


española (muy renovada en sus varias ediciones), la Gramdtica sólo ha
sido publicada de nuevo en «reimpresiones».
,. A. Uorente, Los «Principios de gramdtica gasaal• de HjdffUlw
y la lingülstica (Granada, 19S3); Morfologfa y sintaxis. El problema de
la divisi6n de la gramdtica (Granada, 1955). Aunque para B. Coserlu
( cCTL-, 4.13, n. 1) ambos trabajos son «of a very low scientific quality•,
reconoce que han ejercido influencia notable tanto en Espaiia como
en Hispanoam6rica. Posteriormente, Uorente publicó un volumen mis.
celán~, Gramdtica general y LingüLstica. Tru ensayos sobre Ciau:ia
úl Lenguaje (Granada, 1963), y dos despuá reeditó los tres libros
formando uno solo: Teorfa de la len,ua e historia de la Un,U&tica
(Mad1'.id, 1967).
750 J. Roca Pons, lntroducci6n a la ,ra,,uUica (Barcelona, 1960).
751 B. Pottier, lntrod.uction e} Z',tude de la philologie ldspaniqUL
11: llorphosyntau upagnole ('taul.e stnu:turale) (Bordeaux, 1958:
2.• ed. [policopiada], Paria, 1960: 3.• ed., 1963: 4.• ed., 1966).
752 Sobre la proyectada •Sintau laist6rica de R. Lapesa, ftaSe
atris, n. m.
m Escasean en el campo fbero.rom4nico IDOllOlfÚÍU del tipo de:
S. ICirde, Qudquu manieres d'aprimer l'id'e d'un sujet ind,termiM
oa g""ral. en upagnol (Uppsala, 1943): A. Badfa, Los complementos
pronominalo-advubialu derivados de DI e INDB m la Penlnsula IW-
rlca (Madrid, 1947); F. Monge, Las frasu pronominalu de sentido un-
personal m apallol (Zaragoza, 1954): J. Gonzále-z Muela, Bl infinitn,o
en «El Corbadto» tld Arcipreste de Talavera (Granada, 1954).

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266
contribución de E. Alarcos (1947, 1949)754, se sumaron las
aportaciones de A. Badfa (1948-1949)755 y de M. Bassols de
Climent (1951) 756 y varios libros del proWico M. Criado de
Val 757• Fuera de Espafta, K. Togeby, Mode., aspect et temps
en espagnol (Kebenhavn, 1953), se propuso definir las cate-
gorías y los elementos de la flexión a partir de reglas fun-
cionales. También merece recordarse la obra del malogrado
J. Bouzet 751•

754 En «Perfecto simple y perfecto compuesto en espaiiol•. RPE,


31.108-39 (1947), Alarcos reaUro un excelente estudio histórico y des-
criptivo. La oposición moderna que describe es la propia del espa6ol
peninsular (no dialectal); según mostrarían más tarde J. M. Lope
Blanch, en Homenaje D. Alonso, 2.373-85(Madrid, 1961), y D. Catalán,
en PFLE, 1.246-7y 279-80 (Madrid, 1963), y en ZRPh, 82.492-94(1966), en
espafi.ol mexicano y canario sigue en vigor una norma más semejante
a la del español preclásico. El estudio de conjunto «Sobre la estruc-
tura del verbo español•, BMP, 25.50-83( 1949), publicado, poco después,
por Alarcos, representó un gran paso adelante.
755 «Ensayo de una Sintaxis histórica de los tiempos. 1: El piet6-
rito imperfecto de indicativo•, BAE, 28.281-300y 393-410(1948): 29.15-29
( 1949). Más tarde estudió «Los demostrativos y los verbos de mO\'i.
miento en iberorrománico•, Estudios Menéndez Pidal, 3.3-31 (Madrid.
1952), y «El subjuntivo de subordinación en las lenguas romances y
especialmente en iberorrománico», RFE, 37.95-129(1953).
756 «La cualidad de la acción verbal en español•, Estudios
Menbulez Pidal, 2.135-47 (Madrid, 1951). Anteriormente Bassols ha-
bía estudiado el «Origen de la construcción impersonal del w,rt,o
habere», Revista de utudios cldsicos de la Uniwrsiáad de C,qo,
3.21S SS. (1948).
757 El libro de M. Criado de Val Sinttuis del wrbo upañol mo-
derno. I: Los tiempos de indicativo (Madrid, 1948) es obra inmadura.
Después. de un estudio sobre el «Sistema verbal del español•, VR.
12.95-111(1951), Criado preparó dos monografías, metodológicamente
paralelas, Análisis verbal del estilo (Madrid, 1953) e Indice verbal de
la Celestina (Madrid, 1955), y una Fisonomla del idioma. español (Ma-
drid, s. a. [1954]}. Interesa también su artículo «Historia del verbo en
la literatura de Castilla la Nueva•, RFE, 39.232-260(1955).
751 J. Bouzet, además de elaborar una excelente Grammaire a,.
gnole (Paris-Berlin, 1945), publicó varios estudios de indudable intaá:
«Orfgenes del empleo de estar. Ensayo de sintaxis histórica-, Estu-

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267
Posteriormente, J. Roca Pons dedicó concentradamente
su atención a las perffrasis verbales en catalán (195S, 1957-
1958, 1960).,,, y en castellano (19S8)• tratando de establecer
sus matices aspectuales, temporales y sernáoticos. Fundán-
dose en criterios formales, consideró astrnilables a las peri-
frasis las construcciones atributivas 761• En cambio, R. Navas
Ruiz, Ser y Estar. Estudio sobre el sistema atributivo del
español (Salarnanaa, 1963)111, para explicar satisfactoria-
mente los diversos usos de ser y estar, creyó preciso separar
de un modo neto los tres sistemas, atributivo, predicativo
y auxiUar, en que esos verbos funcionan. Mediante el estu-
dio de la oposición ser : estar encuadrada en el sistema atri-
butivo, Navas consiguió referir a una diferencia funcional
básica los diversos valores estilisticos que tradicionalmente
señalan uno y otro verbo.
La hipótesis de que la descripción lingWstica debe tener
como punto de apoyo un sistema de categorías de pensamien-
to independientes de los medios lingüísticos empleados para
expresarlas sirve de base al estudio de K. Heger, Di.e Be-

dio$ Mfflhulei Pidal, 4.37-58(Madrid, 1953); •Le lffl)ndlf espagnol dlt


'de postériorit~••, BHi, 55.349-74 (1953).
759 «Estar+ participi, adjectiu o complemcnt preposldonal en ca-
tall antic•, RLaR, 72.5-23(19S5); «Verbs auxiliars afins a estar en cata-
a antic•, ERo2, 6.165-8 (1957-S8); «Tenir + participl en catall antic•,
Misc~dnea Griera, 2.295-312(Barcelona, 1960).
• Estudios sobre perlfrasis verbales del upa;tol (Madrid, 1958).
A Roca Pons se debe también un «Estudio morfológico del verbo es-
pa6ol», RFE, 49.73-89 (1966 [19681) en que trata de combinar la mor-
fofon~ica de Harris con la morfonologfa de la escuela de Praga.
761 V~ el punto de vista de B. Coseriu, en su articulo Sobre
las llamadas «Construcciones con verbos de movimiento»: Un pro-
blona hispdnico (Montevideo, 1962) en que discute la delimitación del
campo de estudio y el m~odo del conocido artfculo de A. Alonso
citado en la n. '11,7.
762 Conexionados con esta monograffa se hallan sus artfculos en
BMP, 36.ffl-95 (1960), y RFE, 45.273-84(1962).

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268 La lingU&tica en la postgua,w
idclmung tonporal-dciktischer Begriffslca.tegorlen im frtllt-
r,asischoa und spanüchoa Konjugationssystem (Tübingeo.
1963) 118•
Ocasionalmente se han escrito algunos artfculos notables
sobre cuestiones como el aspecto verbal en espaiiol "', la
forma rcantarla, del verbo español 765, la fo1·ma rva cantar,
del verbo catah\n •, los pronombres personales del espa-
ilol 1t11, etc.
No hay que olvidar, por otra parte, la existencia de tra-
bajos dedicados a esclarecer problemas sint4ctlco-estilfs-
ti.cos - .

763 Pocos aftos antes se babfa publicado en California el estudio


de W. E. Bull Time, Tense and the Vab. A Struly in tla«Jretical lllllf
appUed linguistics, with particular attention to Spanis'lt (Berkeley-Los
Aqeles, 1960). La monop-affa de P. Schifko, «Subjonctif• &aU.f .s.,,.
/untivo». Zum Gebrauch da K.onjunlctws im Praniosischm IOUI s,..
nischm (Wien-Stuttgart, 1967) toma como punto de partida unas ca-
teaonasuniversales.
76t M. S. Ruipérez, «Observacionessobre el aspecto Wl1>al m es,.
pa6ob, Estudios Garcla Blanco, 427-35 (Salamanca, 1962). Otra mcal'-
sión de Ruipérez en la sintaxis verbal espa6ola se halla en la publk:a-
dón de la RFE, Problemas 1 principios del atructurallsmo linpil.stit:o,
89-96 (Madrid, 1966).
765 E. Alarcos, el.a fwme cantarla en espagnol: mode, temps et
upecb, BF, 18.203-12(1959) [ = IX CILR, 1.20.l-12{Usboa, 1961)].
766 G. Colón, •Le parfait ~phrastfque catalan 'va + fnAaitir•,
=
BF, 18.165-76(1959) [ IX CILR, 1 (Usboa, 1961)).
767 E. Alarcos, «Los pronombres personales en espdoh, Ardliwaft,
11.5-16(1961).
761 Por ejemplo: W.-D. Stempel, «Pan o estudo da conjun~ 'd
na prosa narrativa do portusuasmedieval», BF, 18.229-42(1959) C• IX
CILR, l (Lisboa, 1961)]. Dentro de otra tradición: H. Flasche, «Syn-
taktische Strukturprobleme des Spanischen in den Briefen des Hera
n4n Cortt!s an Karl V•, Gatunmelte Aufsi1tt.e tur Kultur1uclridrte
Spanims, 14.1-18 (Milnster, 1959); K.-H. Komer, 1M «Alctionsg.,,.;,,.
schaft finites Verb + lnfinitw» im Spani.sclten Fomumsystern. Vonta-
d~ zu dner Unta~ da S,m,t:IN P«lro Cal4adn de k B.-ea
{Hamburs, 1968).

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lntroducci6n de la fonologfa 269

3.14. LA INTRODUCCIÓN DE LA FONOLOG1A

En 1949, E. Alarcos Uorach publicó en la RFB una des-


cripción de «El sistema fonológico español».,., y un afio
más tarde un pequefio manual de Fonologfa española (Ma-
drid, 19S0)711• En la primera parte del libro, Alarcos exponía
las teorfas de la escuela de Praga, resumiendo los principales
capftulos de los GrundiUge der Phonologie (1939) de N. S.
Trubetzkoy, y en la segunda, aplicaba esas teorfas al estudio
del espafiol. Ambas partes inclufan unos capítulos muy su-
cintos sobre «fonologfa diacrónica», llamados a desarrollarse
notablemente en posteriores ediciones. La Fonologfa de Alar-
cos fue, sin duda, una de las más fructíferas adaptaciones
hispánicas de una obra doctrinal extranjera. La aparición
de este escueto m pero preciso manual, en un periodo de la
historia de Espafia en que la comunicación cultural con el
exterior era dificil, fue trascendental para la lingüística es-
pañola 772• La Fonologfa tuvo pronto una segunda edición
(Madrid, 1954) en que Alarcos se mostraba alerta respecto
a los nuevos desarrollos de la disciplina, siguiendo especial-
mente a R. Jakobson, para la fonología sincrónica (cuya
concepción binarista de las oposiciones aplicó al espaftol),
y a A. Martinet, para la diacrónica. En la 3.• ed. (Madrid,
1961) y en la 4.ª (Madrid, 1964) se retractó del binarismo

• RPE, 33.265-96(1949).
7'JI En. el subtitulo de esta ed. se aclaraba: Segun el m,todo de la
escuda de Praga.
711 De 160 pp.
m Aunque los fonetistas del «Centro de Bstudios Históricos• ve-
maninteresándose, desde los aftos 30, por la fonología pragueme,
sin la adaptación de las doctrinas de Trubetzkoy por Alarcos, la di-
fusión de los puntos de vista fonolósicos babrfa sido mucho mú
lentae Incompleta.

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210 La lingüfstica en la postguara
(por influjo de A. Martinet) y trató de incorporar a la fon~
logfa de rafees praguenses algunos conceptos y métodos de
otras tradiclpnes fonológicas. Pero la transformación m'5
Importante fue la sufrida por la fonologfa diacrónica del
español, como consecuencia de una reorientación de los in-
tereses de Alarcos m.
E. Alarcos fue también el iniciador de los estudios fono-
lógicos en el campo del catalán~ Comenzó por hacer una
descripción sincrónica del sistema fonemático (19S3) 7H. Más
tarde delineó, con gran nitidez y con un dominio rnaestro
de los problemas, la historia del sistema consonántico (1958)
y del sistema vocálico (1960) 775• En época posterior (durante
los años 60) la bibliografía fonológica referente al ~taJlto
se ha enriquecido con aportaciones de otros autores 711•
En el ámbito cultural portugués, la introducción de los
puntos de vista estructurales se hizo desde Brasil m. Más
tarde la «conversión• de J. G. Herculano de Carvalho a la
lingüística funcional (Fonologia mirandesa, Coimbra, 1958)
vino a modificar radicalmente el panorama de los estudios
lingüísticos portugueses 711•

m Cfr. D. Catalén, en RomPh, 18.178-91(1964-lo).


774 «Sistema fonemático del catalén•, Archivum, 3.135-46.
m Véase adelante, n. 838.
776 A. Badia, «Problemes de la rornrn•1tació consountica en cata-
ll•, BF, 21.213-335(1962-63); «Función significativa y diferencial de la
vocal neutra en el catalán de Barcelona•, RFE, 48.79-93(1965); «Precio-
minio de las vocales abiertas , y e en el catalén de Barcelona•, RFE,
49.315-20 (1966); R. J. di Pietro, «Los fonemas del cata1'n», RFE.
48.153-8(1965).
m Desde 1946, J. Mattoso CArnara Jr. dio muestras de interesane
por la lingüística estructural (en reseftas publicadas en BFR) y ya en
1949 publicó su trabajo «Os fonemas em portugu&•, BFR. 9.1-30. re-
fundido en Para o estudo da fonlmica portuguba (Rio de Janeiro.
1953). Cfr. E. Coseriu, en «CTL•, 4.33 (Bloomington, 1968).
711 Adema\• de los estudios de Herculano de Carvalho (1962, etc.),
sobre los que IÚS adelante hablaremos, aparecieron tamblá, a lo

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lntroducci6n de la fonologfa 271
Fuera de la Penfnsula, la bibliografia europea referente a
la fonología hispano-roJNnica no fue, basta bien avann1dos
los aflos SO, muy numerosa m. El librito de H. Sten, Lu
particularitú de la tangue portugaise (Copenhague, 1944), in-
cluido en los cTCLC•, 2, es una h4bil combinación de la des-
cripción estructural y la histórica. Siguiendo a H. Laus-
berg 71D (para quien las peculiaridades ibero-románicas sólo
habfan sido objeto de intem secundario) 711, H. Uldtke se
dedicó activamente a los estudios fonológicos, con la parti-
cularidad de hacer del portugués uno de sus campos de
trabajo favoritos. En 1952-1953 dedicó dos importantes ar-
tículos a describir la •Fonemática portuguesa• m, y en 1956
trató de reinterpretar la historia del vocalismo portugués
y espafiol apoyado en presupuestos estructurales. Lüdtke
fue, además, uno de los primeros que se preocupó de inte-
grar el dato dialectal en los estudios fonológicos m.
)8J1IO de los aftos 60, alsunos trabajos de orientación fonolóalca debi-
dos a J. Morais Barbosa. Se bailan reunidos en sus Studu de 11lumo-
logk portugaise (Lisboa, 1965).
ffl En Norteamérica hubo mayor actividad: l. Silva-Puenzallda,
J. D. Bowen y R. P. Stockwell publicaron toda una serie de trabajos
en BFUCh, 7.1S3-76 (1952-S3); 9.5-14, 171-KT(1956-57),y en Lg, 31.236-40
(195S); 32.290-2,641-65 (1956) [reed. t!stos en M. Joos, Readings in Lin-
guistics, 400-2, 405, 406-18 (Nueva York, 1963)], interesándose por el
sistema fonenmtico del espaftol de Chile, discutiendo la interpretad6n
fonémica de las semivocales españolas, estudiando las combinaciones
de vocales contiguas y defendiendo el papel de la «juntura• en la
entonación. S. Saporta, Lg, 31.23-30 (1955); 32287-90 (1956) [reed. en
M. Joos, Readings in Linguistics, 403-4 (New York, 1963)]; RomPh, ll.
371-7 (1958) [con R. Cohen], participó en la po~ca sobre las semi-
vocales y se preocupó, sobre todo, de problemas de distribución y
fl ecuencia.
7IO «Zum romanischen Vokallsmus•, RF, 60.295-307(1947).
7ll • Vergleichende Charakteristik der ltalienischen und spanlschen
Schriftsprache•, RF, 60.106-22(1947).
712 1: «Consonantismo•, y II: «Voc:allsmo-, BF, 13.273-88(1952) y
14.197-217(1953).
71.1 Válse adelante, n. 886.

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272 La lingllfstica en la postguara
Entre las más origioales contribuciones a la fonologfa
española se hallan, sin duda, varios artículos de B. MaJmberg.
A diferencia de los fonólogos directamente relacionados con
la tradición de Praga, MaJmberg prestó especial atención
(1948, 1949, 19S2, etc.).,.. a las uni~des de expresión com-
plejas (fundamentaJ~nte, la silaba), tanto en sus aspectos
fisicos (acústicos y fisiológicos), como estructurales m. El
convencimiento de que los análisis estrictamente sincrónicos
son aptos para registrar el dinamismo del lenguaje -pues
las tendencias hacia ciertas estructuras, que se manifiestan
en las lenguas, no logran en general eliminar por completo
las estructuras previas 7IL.. le llevó pronto a establecer hipó-
tesis diacrónicas m.

714 B. Malmberg comenzó a inw-esarse en la fo~tica espafiola a


través de las variedades del Plata: Notas sobre la fo"'tica del español
en el Paraguay (Lund, 1947); «L'espagnol daos le Nouveau Monde;
problmne de linl\llstique générale•, SL, 1.79-116(1947), 2.1-36 (1948), J
Studes sur la phonétique de l'espagnol parlé en Argentine (Lund.
1950). Pero de sus observaciones fonéticas sacó en seguida condu-
siones estructurales sobre el espaftol en general: «Notes sur les groa-
pes de consonnes en espa1Dob, ZPhon, 2.239-55 (1948): «La structure
syllabique de l'espa111ob, BF, 9.99-120 (1949): «Occlusion et spiranc:e
daos le systeme consonantique de l'espagnol•, Mélangu Michül.sson.
3~5 (Goteborg, 1952); «Phonemes labio-vélaires en espagnol?•, PhoM-
tica. 7.85-93 (1961). Reunidos, en versión española, en el libro Estudios
ú fon,tica hispdnica, 3-93 (Madrid, 1965). Las observaciones de Malm-
berg tienen como punto de partida los artfculos de A. Alonso citados
en las nn. 300 y 789 (núm. 1).
715 El estudio de la silaba en espaftol le llevó al estudio de la
sílaba como problema de lingillstica general: «The Phonetic Basis for
Syllable Division•, SL, 9.80-1 (1955); «Remarks on a Recent Contnüu-
tion to the Problem of the Syllable•, SL, 15.1-9 (1961): • Voyelle, con-
sonne, syllabe, mob, Misceldnea MartiMt, 3.81-97 (La Laauna,1962),
e~tera.
716 Por lo tanto, todo estado de lequa viene a ser el resultado
de tendencias diferentes y aún contradictorias.
m VQ&e adelante, nn. 856 y 857.

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La diacronfa y la escuda de Madrid 273

3.15. LA LINGU1STICAHISTÓRICAY EL DI·


PACTO DB LA FONOLOG1ADIACRÓNICA
BN LA BSCUBLA DB MBNSNDBZ
PmAL

A mediados del siglo xx, los lingüistas de orientación


histórica sintieron el apremio de coronar la paciente inves-
tigación filológica y dialectal de los últimos decenios me-
diante obras generales de síntesis. Creyeron Uepdo el mo-
mento de «explicar• históricamente la formación de las
lenguas y dialectos ibero-románicos y su evolución, y de ex-
traer conclusiones de carácter general acerca de la trasfor-
mación de las lenguas. Pero sus esfuerzos, por coordinar y
contrastar los materiales reunidos y las experiencias meto-
dológicas obtenidas, coincidieron cronológicamente con la
irrupción en su campo de trabajo de los fonólogos diacro-
nistas. herederos del ideario y de las técnicas de la escuela
de Praga. Los diacronistas, con sus explicaciones de la mu-
tación de unos sistemas en otros como reestructuraciones
paradigmáticas destinadas a conseguir un mejor rendimien-
to de los rasgos distintivos utilizados en las oposiciones,
obligaron a los romanistas a repensar las bases teóricas y
metodológicas de la lingüística histórica.
En un principio, la simplicidad y belleza de las formula-
ciones estructurales (recargadas, en cambio, de una densa
ter• oinologfa) y la complejidad de las investigaciones histó-
ricas a que estaban acostumbrados los lingüistas de forma-
ción bumanfstica parecfan excluir toda posibilidad de com-
promiso, Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en otros
medios de la Romanística, en el campo espaftol las posicio-
nes antagónicas inflexibles no prosperaron. Con el tiempo,
los filólogos revisaron su excesiva fe en la permanencia de
LDIG()fsnCA ~CA. -18

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274 La. lingiUstica en la postguerra
los hábitos fonéticos y corrigieron su propensión (heredada
de la organinu:ión externa de la «Gramática Histórica-) a
considerar desligadamente la historia de cada articulación
,in prestar atención a los sucesivos sistemas fonológicos. A
su vez, los «diacronistas» sacrificaron la simplicidad de Jas
fórmulas metacrónicas para hacerse cargo de toda una && 1

rie de precisiones temporales y espacial~, importantes para


la comprensión de las trasformaciones sufridas por las len-
guas.
De no haber quedado truncada por la muerte del autor
en el zenit de su vida profesional, la investigación de A. Alon-
so acerca de los orfgenes del espafiol moderno ( de España y
de Hispanoamérica) habrfa competido en riqueza de con-
clusiones y en importancia metodológica con los Origen.es
del espafiol de R. Menéndez Pidal. Pero, aún en su forma
inacabada, el proyecto de A. Alonso constituye la m'5 labo-
riosa y fundamental contribución de la lingilfstica histórica
íbero-románica de mediados de siglo. Nació del interés de
A. Alonso por el espafiol de América 711; pero, con el tiempo,
el centro de gravedad de la obra se desplazó hacia el espafiol

111 En 1932 el proyecto se llamaba *Nwelaci6n, tlifaent:Üld6ft 1


renivelaci6n en el upaiiol de hnbica y a finales de los afios J> ,
*Caracteres generales del español de Am,rica (cfr. Y. Malkiel, «en-., ,
4.167-8, nn. 18 y 19 [Bloomington, 1968]). Pero el énfasis en el espdal
de América no impedfa que buena parte de la investigación se re&-
riese al español de la metrópoli, pues no es posible entender la for-
mación del espaflol ultramarino sin tener en cuenta la renovadón
fonética sufrida por el espaiiol cortesano o ejemplar (de base te»
dana, primero, y madrilefta, después) entre el siglo xv y el siglo xvn.
De ahf que ya en 1929 A. Alonso hubiera emprendido el estudio del
paso de la pronunciación medieval a la moderna, y que al dejar, ea
1946, Buenos Aires tuviese completa una primera redacción de esta
importante sección de su proyecto (a la cual aludfa ya con el nombre
con que luego se ha impreso). Sin embargo, fue en sus a6os de 1

Harvard (1946-1952)cuando A. Alonso desvió el centro de p-aw:dad


de sus investipclones hacia el espdol peninsular.

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27S
peninsular, hasta el punto de que el libro póstumo de A.
Alonso (encomendado a los cuidados de R. Lapesa) fue una
simple historia De la pronu.nciaci6n medieval a la moderna
en español, 1 (Madrid, 195S; reimpreso en 1967), 11 (Madrid,
1969), 111 (en preparación), donde la particular historia del
español de Amáica no se discute. Sin embargo, este libro
no debe considerarse aisladamente, sino en compatlfa de los
numerosos trabajos sueltos publicados por A. Alonso en sus
últimos dos, a travá de los cuales nos es dado percibir el
torso de lo que debiera haber sido su «magnum opus• 78 •
A. Alonso se babfa propuesto reconstruir, con un máximo
de precisiones, la historia de las trasformaciones fon6ticas y
fonológicas sufridas, desde fines de la Edad Media, por el
español metropolitano y ultramarino•. Como buen filólogo,

• cGeop-affa ~ca: -1 y -r implosivas en espdola (en colabo-


ración con R. IJda), RFH, 7.313-45 (1945) [incluido en Bstud.ios lbt-
gülsticos: Temas hispanoamericanos, 263-331 (Madrid, 19S3; reimpr. en
1961)]: •Las correspondencias anlbigo,espaflolas en los sistemas de si-
bilantes•, RFH, 8.12-76 (1946); «Arabe st > esp. ,; esp. st > árabe da•,
PMLA, 62.325-38 (1947) [incluido en Estudios lingülsticos: Temas u--
pañoles, 2.• ed., 106-24, 1961 (Madrid, 19S1)]; •Examen de las noticias
de Nebrija sobre antigua pronunciación espaftola•, NRFH, 3.1-82
(1949); «Identificación de IJ"lllll4ticos españoles clásicos•, RFE, 35.221•
36 ( 1951); «La ll y sus alteraciones en Espafla y Amirica•, Estudios
Menhulez Pidal, 2.41-89 (Madrid, 1951) [reed. en Estudios lingülsticos.
Temas hispanoam., 1~262, eds. cit.]; «Cronología de la igualación
c-z en espafiob, HR, 19.37-58,143-64 (19S1); «La pronunciación francesa
de la , y de la z espaftolas•, NRFH, 5.1-37 (1951): «Formación del tim-
bre ciceante en la e, z espaftola•, N RFH, 5.121-72, 263-312 ( 1951); «Orf-
aenes del ceceo y del seseo espaftoles•, Thesaurus, 7.111-200(19S1); cO
cea-.ar cigano de Sevilla, 1540»,RFB, 36.1-S(1952): •Algunas cuestiones
fundamentales•, en Estudios lin¡ütsticos: Temas hispanoamericanos,
7-1SO (Madrid, 1953; relmpr. 1961), cuyo apartado 3 («Orfsenes del seseo
americano•, 102-32) fue redactado, al parecer, en 1938, pero lleva un
postscriptum (132-50) de 19S2.
7JO Le habfan precedido en este campo R. J. Cuervo, «Disquisiciones
sobre antfpa ort<>sraf{a y pronunciación casteJlane••, RH, 2.1-69(1895):
5.273-313(1898) [reimpreso en Dúqa,uiciona sobre filolo-'4catellanla.

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276 La lingUfstica en la postgua,a
A. Alomo consideró esencial estudiar de primera mano J
anaUnr con rigor cieotffico la totalidad de los testimonios
asequibles, y fiel a su formación en la escuela de Madrid.
consideró los hechos lingüísticos en función del contexto
social y cultural en que se producen. Pero, a la vez, su interés
por la lingüistica estructural le pe1mlti6 concebir unitaria-
mente toda una serie de fenómenos que la lingüfstica tradi-
cional solfa considerar «atomfsticamente•: A. Alonso estudió
la ~rdida de la oposición /b/: /v/ poniéndola en relación
con el surgir de la variación alofónica [b "'ti], [d ~ 3]. etc.,
en el castellano moderno. Planteó en conjunto la compleja
historia de las sibilantes., examinando la pérdida de las sibi-
lantes sonoras, la interdentaJinción y velarización de las
sibilantes dentales y palatales, la ~rdida regional de la dis-
tinción entre sibilantes alveolares y dentales. etc. Notó Ja
esencial unidad de los fenómenos de debilitación de las con-
sonantes implosivas del castellano general y del castellano
dialectal. Examinó la pérdida de la oposición /y/ : /)../, etc.
Bl estudio lingWstico emprendido por A. Alonso exigfa,
ante todo, una cuidadosa evaluación de los diversos datos
que podía coleccionar la filologfa. Para A. Alonso, las caco-
grafias y las rimas no son el mejor testimonio de los cam-
bios fonéticos y fonológicos, pues las confusiones de graffas
y, con más razón aún, las falsas rimas no indican necesaria-
mente confusiones fonéticas (1947). También resultan muy
problemáticas, según su opinión, las Informaciones que,
1

acerca de pronunciaciones antiguas, cabe obtener de las co-


rrespondencias fonéticas entre dos lenguas en contacto bis- 1

tórico, tanto en el caso de los préstamos, como en el de las


transliteraciones, aunque a veces un alto grado de sofistica-

189-296(Buenos Aires, 1948)], y H. Gavel, &sal mr 1'"1olatüm b la


,mmonclation du castillan depuis la XW• sikle d'a,wu la tMoria
da er~ et· quelqua autra $0ut'CU (Parla, 1920).

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t· La diacronfa y la escuela de Madrid 277
~; ción lingWstica -por parte del moderno in~rete de los
t& datos- permita llegar a deducciones preciosas (1946, 1947).
i 1 En vista de ello, A. Alonso volvió sus ojos hacia las des-
¿: cripciones de la pronunciación del espaftol debidas a testigos
~r contemporáneos, en especial a las de los gramáticos de lengua
~ z española 191, desde el fundador de la filologfa hurnanfstica
~-=-Ello Antonio de Nebrixa (1481-1517}-, hasta el primer
ji): gran fonetista en el sentido moderno -Juan Pablo Bonet
~, (1620}- 792• Concluida la labor filológica previa (hecha con
,. rigor ejemplar)•, A. Alonso se enfrentó con el arduo pro-
1s blema de poner a contribución los materiales .reunidos, in-
~z terpretando las noticias de los filólogos humanistas a la luz
~. de los presupuestos o principios generales lingü1sticos que
~: informan y deforman sus observaciones, y traduciendo a los
~ ~ términos de la fonética moderna las bizarras descripciones
~ i de los fonetistas del Renacimiento y del post-Renacimiento
:: (1949, 19S1, 1953, 1955)1N.Aunque el intento de dar una in-

~: .,,. Junto a las descripdones de los espa6oles, A. Alonso estudi6


(1951, 1955) lu noticias de los manualistas extranjeros: pero, salvo
~ raras excepciones, estos autores se inclinan más a las fáciles equipa-
l raciones entre letras o entre sonidos que al análisis de las diferencias.
b m Sepín la valoración de A. Alonso, desde los tratados de Nebrixa
basta la obra de Bonet, los gramádcos y ortógrafos espadoles forman
~ ~ una linea ascendente, en que la erudición grecolatina va siendo ~
:t p-esivamente desplazada por un vivificador empirismo, que alc:aon
tJ su cumbre en los estudios pr6cticos para enseftar a hablar a los sor-
domudos.
rt 193 El esfueno realizado por A. Alooso para lograr manejar por á
! : mismo y de una manera completa toda una serie de rarezas bibllo-
t anificas, su cuidado en la determinación de los datos biográficos que
.. pueden contribuir a una mú exacta valoración de los testimonios
!· lingiüsticos que proporciona cada autor, y finalmente el trabajo en-
Y tico de separar el grano (los informes originales o parcialmente ori-
poaJ,:s) de la paja (las afirmaciones de los plapuios o de los que
.. se atienen a autoridades anteriores), merecen toda clw de en-
~. c:c,mios.
7N En a)aunos momentos, A. Alomo, movido por el daeo ele uti-

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278 La linglllstica en la postguara.
terpretación fo~tica aprovecbal>le a muchas de las notas
impresionistas y a algunas de las afirmaciones basadas en
prejuicios etimológicos o en posiciones ortológicas de los
gramáticos antiguos constituya un verdadero tour de force,
en conjunto, el aMJhds fonético de A. Alonso hace honor a
su rnagnffico dominio de la fonética y a sus altas dotes de
teorizador. En cambio, al estudiar los problemas fonológi-
cos, la reestructuración de los sistemas y la convivencia y
lucha (con implicaciones geográficas y sociales) de sistemas
varios, A. Alonso da muestras de hallarse fuera de su campo.
Junto al examen de las descripciones e O.formaciones de los
gramáticos, A. Alonso maneja con gran maestrfa el dato dia-
lectal, tanto espaflol como hispanoamericano, para dar apoyo
a sus deducciones históricas (1945, 1951, 1952).

llzar todos los materiales, de calldades tan dlvexsas, que laboil:as•


mente ha ido reuniendo, pone en pellp-o la solidez de su construccidn
y parece próximo a quedar sepultado bajo sus escombros. Pero, a 6n
de cuentas, selecciona unos pocos pilares, en cuya solidez oonffa. y
al7.a sobre ellos toda la fábrica de sus hipótesis. Personalmfflte. DO
comparto el escepticismo de algunos crf ticos sobre las conclusiones
de A. Alonso, que creen que no hay que fiarse de las descripciones
de los fonetistas del Siglo de Oro: sin embargo, me parece que A.
Alonso se excede al conceder una fe sin limites al caricter emp(rico
de las noticias de J. P. Bonet. Hsta fe le lleva a afirmar que «durante
casi medio siglo -hasta Bonet, 1620- la oposición /~/: /z/ sigaid
siendo funcionante despu~ de haber perdido su marca única de opo-
sldón (la sonoridad)•, y a explicar tal posibilidad suponiendo que la
/,/ se pronunciaba aún africada [ts], mientras la /1./ era ya fricada
(s]: a su vez, la hipótesis de que la /<;/ conservó su caricter africado
basta bien entrado el siglo XVII, le obligó a retrasar enormemente la
aparición de las pronunciaciones interdentales [8] de 1,-'l./ en el ca-
tellano toledano y a suponer que el -~• sevillano consistfa en
trocar las articulaciones [t] y [ts] (y no [t] y [s]). Por otra paate,
A. Alonso fundamenta toda su cronología del ~seseo en un ~
cioso testimonio de Arias Montano, que, sin duda, hay que tener pre-
sente, pero que no puede Invalidar la Información concorde de otras
fuentes documentales, que oblipn a correslr o matizar ae te.-•b•-oolo

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La diacronfa y la escuda de Madrid 279
:l
1
Aunque las conclusiones de A. Alonso puedan ser objeto
r3: de revisión ( como de hecho lo ban sido), sus estudios cons-
il. tituyen un ejemplo inolvidable de cómo la información filo-
, ..,'. lógica y dialectológica son imprescindibles para que las ~
,'

1
: construcciones de las trasformaciones fon6ticas y fonológi-
~: cas de las lenguas no se pierdan en la vaguedad de la acronfa.
,,
~
..
L.,.
Si los trabajos de A. Alonso, en que se precisa cómo el
sistema fonológico del espafiol moderno emerge de las rui-
:rr.
i::
nas del sistema medieval, representan el más notable esfuer-
~= zo de continuar los estudios lingüfsticos según la metodolo-
,, gfa iniciada por Menéndez Pidal, el librito publicado por
D. CataJ,n bajo el titulo, UD tanto inapropiado, de La escuda
~=
~: lingüística espaíiola y su concepci6n dd lenguaje (Madrid,
19S5), intentó ser una introducción a los principios metó-
dicos de la lingüfstica histórica basada en una sfntesis de
las ideas de Menéndez Pidal 195• BI énfasis de esta obra ju-
ee venil de Catalán se dirigfa a subrayar que la mutabilidad
,:: de las lenguas (al igual que su carácter estructural) no es un
~ accidente, sino UD rasgo esencial, que se JJ1anifiesta tanto
~~
~ en la sincronía como en la diacron1a. Bn cualquier corte
~ sincrónico se percibe la pugna entre normas varias contra-
~ dictorias, que representan diferentes alternativas en la orga-
"" niución sistemática, y el cambio lin...,"stico viene a ser una
!f.a l§u.&

r' consecuencia de las posibilidades de elección con que el ha-


blante tradicionalmente cuenta al tratar de organimr la ex-
o: presión lingüística de un mensaje. Según Catalán, a la regu-
~
, ~ larización y generalización de las evoluciones sólo se llega
!r mediante la propagación analógica de cambios que estuvie-
~ ron en su origen condicionados distribucionaJrnente, y a tra-
~
~; vés de la lenta difusión ( desde unos estilos a otros, desde
,._

as Y de allUD()S de sus discfpulos, en tanto en cuanto continuaban


'· y completaban las ideas del maestro.

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280 La lingillstica en la postgua,a
unos niveles sociales a otros y desde •roas áreas a otras)
de aquellas normas que, por razones culturales, logran un
prestigio superior al de las otras normas concurrentes a las
cuales despl&7-8n~
Las primeras incursiones de los fonólogos en el campQ
de la lingWstica histórica tenfan como propósito fundamental
mostrar la conveniencia de estudiar los cambios fonéticos
en función del sistema fonológico que los sufre, destacando
aquellos casos en que el cambio parece apuntar a la esta-
bilización o a la reconstrucción del sistema. La búsqueda de
una finalidad en los cambios fonéticos ( en substitución de la
tradicional investigación sobre las «causas») llevó a una
creencia excesiva en el detex 1ninismo del sistema ( compa-
rable al determinismo naturalista de la fon~tica fisiológica
del siglo XIX) y a la enunciación apriorista de explicaciones
excesivamente esquemáticas y simples de la transformación
de unos sistemas lingüísticos en otros. A esta primera etapa
de los estudios diacrónicos pertenece el «Esbozo de una
fonología diacrónica del espaftol•, escrito por E. Alarcos en
1948 (aunque sólo se publicó en 19S1)"', y el brevfsimo capi-
tulo que dedicó en su Fonologfa. espaflola (Madrid, 1950) a
la «Fonología diacrónica del espaftol». Estas dos exposiciones
ocupan un lugar destacado entre los primeros intentos de
aplicar a las lenguas romances la metodología de la fono.
logfa diacrónica m.
796 Estudios Menbulet. Pidal, 2.9-39(Madrid, 1951).
7'/1 El Essal pour une histoire structurale du
(Paris, 1949) de A. G. Haudricourt
""""'tlsme
~
y A. G. Juilland, aunque fundamen-
tal para la constitución de la fonología diacrónica románica, es en
muchos aspectos una obra muy débil. Sus referencias a la suerte de
las nasales y líquidas espaftolas resultan muy confusas debido a la
poca familiaridad de los autores con la gramática histórica espafda
Otra temprana publicación de fonologfa diacrónica espafiola es el
articulo de G. Contini, «Sobre la desaparición de la COJTelaci6nele
sonoridad en castellano», N RFH, 5.173-82(1951).

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x; La diacronúl y la escuela ds Madrid 281
Poco despu6s, A. Martinet vino a imprimir un nuevo
,"'·· rumbo a los estudios diacrónicos con dos trabajos brillan-
tes, de muy especial interés para la lingüística fbero-romá-
nica: cThe Unvoicing of Old Spanish Sibilants• (1951-1952) y
711
... cCeltic Lenition and Western Romance Consonants• (1952) •
';·
'

Tanto en uno como en otro, Martinet atribufa a un factor


«externo• ( el bilingüismo) el papel de cp:rirner motor• de
Jas trasformaciones sufridas por el sistema fonolósico ro-

J. • mance; pero, al mismo tiempo, ponfa de manifl~ la im-
,,..,
¡,,\,...
portancia de considerar conjuntamente toda una serie de
fenómenos que antes se estudiaban catomfsticamente», sin
·- percibir su carácter sistemático. Contra lo que pudiera creer-
·¡•.f'

:,,.
..
.; .
, se, la parte m4s sugestiva del segundo de los artículos no es
el intento de conexionar la evolución del sistema consonán-
tico de la R.omania Occidental con la lenición c6ltica ""',
sino la explicación de la suerte de las vibrantes, laterales y
nasales en la !bero-romania en relación con el gran proceso
fonológico occidental que lleva a la simplificación de las ge-
minadas, la sonorimción de las sordas y la debilitación (y
pérdida eventual) de las sonoras •. En el primero de los dos
estudios, Martinet sugirió que los cambios fonológicos que,

111 Respectivamente, en RmnPII, 5.133-56(1951-52)y en Le, 28.192-


217 (1952). Ambos fueron incorporad01 al libro SCOPIOJ'nÑda clum-
ae,nents p~tiques (Bern, 1955).
199 Sobre esta hipótesis válse atrás, 3.5, nn. 390-394.
IDO Martinet seftala que la degeminación, la sonorización y la frl-
catnación de las oclusivas en posición intervoc4lica vino a provocar
una redistribución fonológica de los alófonos «fuertes• y «dt!biles• de
los varios fonemas: /-n-/ : /T-, -T-/: /o-, +/ > [-t-; t-, -d-; d-, -6-] > /•t-,
t-/ : /-d-, d-/ : /-6-/. Consecuentemente, en el caso de las vibrantes, late-
rales y nasales, los resultados «normales» son aquellos en que se da
una identificación de la inicial con la geminada, ya sea debilitando la
un
intervoc4lica (-u.,., L- > (l] : (jJ] < -1.r; ·NN·, N· > [n] : < •N• ), ya lea
reforzando la inicial (-Rll-, a- > [R] : [r] < -a-: -LL-, L- > [Al : (l] < -1.-:
-NN-, N• > [Jll : [n] < -N-). Martinet trata de explicar estructuralmente
aJaunasde Ju excepciones, pero DO todaa.

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282 La lingü&tica en la postguerra
en época tardfa, vinieron a diferenciar radie,aJrnente el sis-
tema consonántico castellano respecto al de las restantes
lenguas romances occidentales tuvieron su origen en las co-
munidades bilingües eúskaro-castellanas de la Castilla pri-
mitiva (al NE. de Burgos), aunque luego tardaran siglos y
siglos en imponerse en el español normativo•. Pero la ma-
yor novedad de este trabajo no estribó en la generalimción
de la explicación tradicional del cambio P- > [h-] a otros
rasgos aberrantes del romance castellano, sino en la singo- •
lar concepción de la fonología diacrónica que en él se mani-
fiesta. Martinet no se conformó con «explicar• la substitución
de un sistema fonemático por otro mediante la mera emm-
ciación de las condiciones sistemádcas que la hicieron posi-
ble, sino que observó esa substitución como un hecho histó-
rico, cuyo desarrollo en el tiempo y en el espacio- y cuyas
implicaciones socio-culturales hay que conocer para com-
prender lo ocurrido •.
Aunque en los afios inmediatos la fonología diacrónica
de los romances hispánicos se enriqueció con nuevas y va-
liosas aportaciones •, los trabajos de Martinet quedarfan

IOl Apoyándose en las observaciones de R. Menmdez Pidal acerca


de P- > [h], Martinet supone que un fenómeno fon~tico puede propa-
prse social y geográficamente permaneciendo durante siglos en estado
«latente• (esto es, estando proscrito del lequaje normatho). Váse
atrú, 3.5, nn. 386-387.
m Claro está que Martinet contaba en este campo con las cui-
dadosas investigaciones de un R. Men6ndez Pidal y un A. Alonso que
le permitían afrontar las cuestiones geográficas, cronológicas y socio-
culturales sin necesidad de gastar mucho tiempo y esfuerzo.
ID Comenzando con la de E. Alarcos en la 2.• ed. de su Fonoio,,.
española (Madrid, 1954). R. L. Politzer en su trabajo «On the Dne-
lopment of Latin -u.- to -4~-in Romance•, MLN, 69.325-31(1954), aportó
la observación de que en los documentos espafioles de los siglos DC•D
la degeminación y la sonorización se manifiestan en proporciones muy
diversas según se trate de documentos leoneses (m4xirna abUJ1d•nda).
castellanos (relativa frecuencia) o arqoneses (pan esca.a): pero 111

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La diacronla y la escuela de Madrid 283
siempre como ejemplares, gracias a su singu)ar brfo e lndr
sividad.
La visión de conjunto sobre La teorla del sustrato y ~
dialectos hispano-romances y gascones (Madrid, 1955) de F.
H. Jungemann, un discfpulo de Martinet, es una cuidadosa
exposición de todas o casi todas las explicaciones substratfs-
ticas que alguna vez se han avanmdo en relación con las
peculiaridades fonéticas de los romances del ~o occi-
dental de la Romania y una critica estructural de las mis-
mas. El valor de este libro estriba más en lo que niega, que
en lo que afirma •.
Die strulcturelle Entwiclclrmg des romanischen Volcalis-
mus (Bonn, 1956) de H. Uidtke, aunque tocante al conjunto
de la Romania, tiene un interés especial para los estudios
~románicos, gracias, sobre todo, a la atención que presta
al vocalismo del Occidente peninsular aos.
La reacción de los romanistas de formación tradicional
ante las formulaciones de los cdiacronistas• fue muy varia.

idea de que las geminadas sonoras (casi inexistentes) Jueauenun


importante papel en la reestructuración fonológica de los dialectos
pirenaicos me parece muy poco plausible. Cfr. RFE, 38.28, n. l (1954),
V RomPh, 11.145, n. 186 (1957-58),21.407 (1967-68).
• Jungemann pone bien de manifiesto que muchas de las hipó-
tesis substratistas carecen en absoluto de bases lingllfsticas. En tales
:asos la supuesta influencia de la lengua de substrato no es imposible,
pero la hipótesis es absolutamente gratuita. Falta, en cambio, en el
libro de Jungemann una exposición imaginativa de los principios del
estructuralismo diacrónico aplicada a los casos examinados. Su re-
~ición de las doctrinas de Martinet resulta demasiado impersonal
, el propósito del libro queda desdibujado por falta de trabazón entre
los sucesivos capf tulos.
I05 Lildtke no se conforma con la pura «diacronfa• ( que con-
ddera las transformaciones liqWsticas comparando los sistemas que
se suceden en el tiempo) y aspira a la constitución de una «diacbro-
nische Sprachraumbeschreibunp en que se tenga bien presente la
coexistencia, bajo el manto de una lengua blst6rica, de estructuras
nrias, a causa de la espadaJfdad de las lenplas.

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284 · La. lingiUstica en la postguerra
Entre la desdeflosa iporancía y la conversión súbita b11bo
lupr para muchos matices intermedios.
Básicamente insensible a los supuestos y Dtodos del
estructuralismo diacrónico se muestra. K. Baldinger en sus
dos obras de especial interés para la lingüística fbero-romi-
nica: «La position du pscon entre la Galloromaoia et l'Ib6-
ro-romanla• (19S8) •, y Dia Herausbüdung der Sprachribana
auf der Pyrenihnhalbinsel. Synthese rmd Querschnitt durcla
d;. na.este Forschung (Berlin, 1958). Este libro, o su versión
(adicicmada) espaftola La formaci6nde los dominios lingii&-
ticos en la Penfnsula Ibérica (Madrid, 1963; 2.ª ed., retncada,
1972), es esencialmente 1D18 síntesis, bien informada y jui-
ciosa, del estado de las investigaciones relativas a los orfge-
nes de la diversificación del latfn de Hispania y de la for-
mación de las lenguas y dialectos fbero.rom6nicos. Aunque
la síntesis se apoya en una respetuosa evaluación de la bi-
bliografía pertinente y de las opiniones de los rnaestros de
la generación anterior, el resultado no es un mero repertorio
de teorfas ajenas, sino un libro bien estructurado e induda-
blemente personal. Para explicar la constitución de las tres
grandes lenguas peninsulares, Baldinger intenta partir de
«los hechos• e irse elevando, desde las cuestiones m'5 obj~
tivas o mejor dilucidadas, hacia las más problemáticas •.
Baldinger da muestras repetidas de moderación y pru-
dencia al tratar de toda una serie de problemas m'5 o me-
nos espinosos •; sin embargo, su buen juicio no le impide

• RLR, 22.241-92 (1958), en que Baldlqer andcipó las principales


lcleas del capftulo m4s onglnal de su libro sobre la ~romaot•.
1111 De ahf que comience por el espafiol (que es la sección menos
ort¡lnal del libro), antes de puar al estudio del catalma y del por-
tuplá.
• Y muy esped•Jrnente al comentar el car6cter tnnslcfomJ del
catal4n entre la !bero-rom•nla y la Ga1o-romania.

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La diacronia y la escuda de Madrid 285
prestar excesiva fe a las hipótesis substratistaa •. Piel a los
m6todos de la lingWstica histórica tradicional, se interesa
búJcarnente por loa fenómenos peculiares de cada reglón
vistos en aislamiento: los hechos que le sirven de apoyo
son, por tanto, rasgos diferenciales sueltos. A mi parecer,
Baldinger sobreestirna las posibilidades de este tipo de pes-
quisas: b&cándose en unos fenómenos aislados de la foné-
tica histórica del gallego-portugués y del gascón, llega a sos-
tener que los caracteres específicos de estas dos lenguas se
deben a la existencia, en una época indeterminada, de una
lengua desconocida de substrato que se extenderla por toda
la franja cantábrica desde Gascufia a Galicia m.
Cuando en 1959 R. Menéndez Pidal prologa la ELH con
un largo estudio sobre «Dos problemas iniciales relativos a
los romances hispánicos» 111 su propósito es dúplice: Por un

• Aunque tiene en cuenta las explicaciones de la diferenciación


del latfn hispánico basadas en el carácter más o menos wlgar (y dia-
lectal) de la romanización de la Hispanla Citerior y de la Hispania
Ulterior, considera que el factor fundamental de la frqmentaclón fue
el lnt1ujo de los substratos etno-lingilfsticos.
110 Según Baldinger, «podemos hoy suPoDer, con cierta seguridad,
que los rasgos revolucionarios (incluso PL-, a,., PL- [> f ~ 11) que die-
ron al Noroeste, y por ello, al portugu~s. su car6cter específico, pueden
atribuirse a la pervivencia de influjos prerromanos», •el rincón revolu-
donario de Galicia (y con él las caracterfsticas esenciales del portu-
111&)no puede considerarse ya aisladamente, despu~ de los trabajos
de Gamillscheg y Tovar. El gallego es el extremo occidental de una
cadena que llega hasta el gascón. Gallcia es el puntal occidental, y la
Gascuña el oriental, de un puente que se ha hundido en el centro: la
parte cantábrica». A mi parecer, sin embargo, este fantástico puente
-tendido sobre unos pilares tan poco firmes como son las fortuitas
y poco claras semejanzas (seftaladas por Gamillscheg) entre ciertos
fenómenos aislados de la fonética histórica del gallego-portugu~, del
ftlCO y del gascón- pone mú bien de relieve la excesiva confianza
de los romanistas en hipótesis que especulan con el influjo de lenauu
desconocidas, cuya <mica documentación son los fen6menos que ae
suponen basados en ellas.
IU BLH, 1.xxvil-cxxxvill(Madrid, 1959).

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286
lado (en el capftulo «Repoblación y tradición en la cuenca
del Duero», Dix-lvii), se opone a la idea de una despoblacióa
de la meseta leonesa y castellana como consecuencia de la
formación del emirato de Córdoba y de la monarquía astu-
riana y niega que en esas comarcas haya una solución de
continuidad entre el Jatm local y los romances modernos 112;
por otro (lix-cmviii) defiende una vez m6s su tesis de que
las lenguas hispánicas son continuación de un lado coJoaiaJ
fuertemente coloreado de rasgos dialectales osc»-sabinos y
osco-lucanos m. Pero la mayor novedad de este trabajo 1M es,
sin duda, el interés con que se acogen y se discuten las hipó-
tesis de los fonólogos diacronistas acerca de /1/, /n/, /r/
simples y geminadas. Menéndez .. Pidal reconoce los m6ritos
del estructuralismo, que ha atendido ca la urgente necesidad
de estudiar la fuerza evolutiva interna de cada idioma-; pero
no cree aceptable su principal axioma metodológico, el que
en presencia de un fenómeno lingWstico, primero se deban
examinar todas las posibilidades de explicación «interna•,
esto es, a partir de la propia estructura de la lengua. y md-
camente pensar en hipotéticas influencias exteriores cuando
esas posibilidades hayan sido agotadas: «Las explicaciones
basadas en la estructuración sistemática del idioma no de-
bemos considerarlas como hipótesis de primera necesidad o
de mayor verosimilitud. Es cierto que el lenguaje elabora y
constituye en cada época de su vida cierta estructura reauJal"
de su conjunto fonético, pero esa estructura no es un sis-
tema rígido inexceptuable, no está nunca perfectamente con-
clusa y fija, sino en lenta evolución como toda creación hu-

112 Sobre la polhntca en tomo a esta cuestl6n, ,,._ atds, 1111. 667
y 668.
m Váse atrú, 2.9 y n. 179: 3.6 y nn. 410 y 415.
114 Y de un ardculo previo publicado en BAB, 34.165-216 (1954).
Cfr. n. 410•


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La diacronla y la escu8la. de Madrid 287
rnaua colectiva, y la evolución depende de una tradición mi-
..
.,;, lenaria que presiona sobre las fuerzas estructurales actuan-
..,_ tes en cada momento• 115•
....
... D. Alonso, en La 'fragmentación f~tica pmin.sular (Ma-
!,o,
drid, 1962) 116, trata detenidamente un conjunto heterogéneo
de fenómenos fonéticos cuya distribución geográfica en la
peninsula hispánica ha dado pie a muy encontradas hipó-
..
.. tesis. D. Alonso predica moderación y cautela en las inter-
pretaciones teóricas. Cree que, en una mayorfa de casos, lo
pe1 Wlente es todavía dedicarse a recoger materiales 117, pues
, .. sin conocer la realidad lingüística, huelgan las interpretacio-
nes. Su contribución principal a los problemas es llamar la
~
.. I
atención acerca de hechos positivos que, en su opinión, in-
validan las hipótesis de quienes han teorwldo a partir de un
conocimiento superficial de la realidad lingWstica peninsu.

~- 115 La importenda de esta disn•sión metodolóaica ele Menmda


l.,,
,· Pidal con los cultivadores del estructurallsmo diacrónico ha sido lnde-
penclientemente subrayada por H. Meier en ASNS, 205.429-30(1969), y
por E. Coseriu, Sincronfa, diacronla e historia, 120-2 (Montevideo,
~ . 1958). Coseriu, que aprueba la crítica de Menéndez Pidal al «axioma
estructuralista• de la superioridad y prioridad de las explicaciones
«internas•, censura, con razón, a Menáldez Pidal cuando trata de In-
,; vertir el axioma y afirma que «deben exarninane primero las posibi-
lidades de explicación histórica que se ofn7an, y cuando ~tas dejen
de ser explicativas, se indagarán las razones que puedan descubrirse
en la oTpoiución estructural de la lengua•: en realidad, como Coee-
..
t. riu nota bien, la lengua es en todo momento un «sistema tradicionab
y su historia está simultáneamente condicionada por el becbo de aer
una «estructura• y por el hecho de ser un instnimento y una creación
socio-cultural.
.,
> 116 ELH, l. Suplemento (Madrid, 1962) [y ahora en Olmu Com,,,..
tas 1, Madrid, 1973].
111 Sobre todo considera imprescindible la exploración dialectal
del dominio pllego-porttJsuá, concentrando la atención en Galicia y
en las comarcas (de Asturias y León) en que se habla el «plleao
exterior-, conservador de muy interesantes arcafsmos. Bl desconod-
...
¡,, miento de los ctielectol pPJesas es, da lamente, cul total.

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288 La linglUstica m la postguara
lar 111• Las admoniciones se dirigen especialmente a los ctia-
cronistas. D. Alonso advierte que hay que «prevenirse contra
la utiliui:ión inconsiderada de unos métodos que, a poco
que se exageren, caen en un estéril cubileteo y amontona-
miento de hipótesis sobre hipótesis». Noto, en cambio, una
mayor benevolencia para con las explicaciones basadas en el
efecto retardado de substratos lingüísticos incomprobables,
procedentes de lenguas totaJm-mte desconocidas 11', y para-
lelamente una tendencia a bacer remontar a tiempos pri-
mitivos la mayor parte de las pec 11Jiaridades fonéticas que
estudia ao, atribuyendo a dómines y notarios la aparente

111 Para recbaur la teoria de H. LUdtke tocante al vocaJ!smo JJGl'-


tu¡ués y castellano invoca el testimonio del «gallego exterior-: respec-
to a la diptongación y la metafonia en la Romania llama la atendda
acerca de la metafonfa asturiana y montaftesa y acerca de la armoma
voallica del gallego de Aneares (León); al oponerse a la hipótesis de
Martinet relativa al ensordecimiento de las sibilantes y confusión de
/v/ : /b/ aduce cacograffas medievales plleps, aragonesas, salman'>
nas y toledanas, etc.
11, Si en el caso de /u/ > /ü/ la posible influencia de las lenpas
~Ideas le sigue pareciendo muy probable, a pesar de las expli~
nes estructurales propuestas, por observar una «maravillosa• a.
puencia geográfica entre la Romania ~ltica y el área del fenómeno.
al estudiar la pérdida de la distinción entre /v/: /b/ y de las sibi-
lantes sordas en la franja norte de 1a Península (desde Galicia a C.
talufia) sugiere la acción de un sustrato común de efecto retardado.
sin detenerse a pensar que durante la romanimción (esto es, ruando
hubo generaciones de hablantes bilingües) ninlUD8 lengua indfsem
ocupaba semejante área y las que se hablaban no pertenedan a un
mismo tronco lingüístico. En verdad, no acierto a comprender cómo
se manifestarla la influencia de las lenguas de substrato en el lada
de los hablantes bilingües para conseguir que en tiempos romances.
después de constituidas las varias lenguas y dialectos hispánicos, toda
una serie de fonemas sonoros sibilantes, de formación tardía y de
orfgenes distintos en unos dominios lingüísticos y en otros, tendieran
regionalmente a ensordecerse. La hipótesis difusionista me pana
mucho más plausible.
120 Respecto a la concepdón «estética• y la •dinúnlca- de la aeo-
sraffa dialectal vále adelante, 3.16 (llltimos p6rrafos).

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La diacronla y la acuda de Madrid 289
perduración de las pronunciaciones «correctas• 121• En va-
rios casos, D. Alonso defiende, raronablemente, la ventaja
de operar con la suposición de que los cambios fonéticos
estudiados pueden deberse a la acción conjunta de varias
«causas• m. En suma, a juicio de D. Alonso «la perspectiva
estructural viene, s1, a plantear problemas muy interesantes,
pero de cuya solución estamos muy lejos•.
Los Estudios sobre asimilaci6n y disimilaci6n en el Ibero-
Románico (Madrid, 1960) de E. de Bustos se refieren a la
asirnUación y disimilación de articulaciones en contacto. La
fecha de publicación del libro es engaftosa, pues el texto es
de 1952123• Ello explica, en cierto modo, que la obra no
preste atención a las hipótesis estructurales al estudiar fenó-
menos románicos como la sonorización y la vncaJinción de
las velares implosivas. La mecánica de los procesos foné-

121 No creo que el descubrimiento de la existencia de un fenó-


meno •latente» exija considerar artificiosa la norma conservadora ame-
nazada por ese fenómeno. Por ejemplo, frente a D. Alonso, creo que
A. Alonso (1949, 1955) estaba en lo cierto cuando defendió la existencia
de un fonema labiodental /v/ en el castellano «toledano• de la prime-
ra mitad del siglo XVI y su conservación regional en ciertas zonas del
Sur de Espafta en el siglo XVII. La norma neológica castellano-vieja
(con /v/: /b/ > /b/ [b ~ ~]) pudo coexistir o pugnar con la conserva-
dora durante siglos y siglos. El testimonio de un fonético, tan hostil
a los prejuicios etimologistas y tan buen observador como Gonzalo
C-orreas (1626), en favor de la existencia de un fonema labiodental /v/
(distinto de /b/), no puede despreciarse como «la labiodental de los
dómines y la pedantería•, si tenemos en cuenta que era natural de
Jarafz de la Vera de Plasencia y que una localidad de esa comarca
(Serradilla) ha conservado hasta el siglo xx la distinción /v/: /b/ •
IIUl la describen los dómines (desde Nebrixa a Correas) y la apllcan
los poetas toledanos del siglo XVI ( como Garcilaso).
'22 Esta actitud conciliatoria de D. Alonso coincide con la doctrina
formulada por Y. Malldel en «Multiple versus simple causatlon in lin-
pistic chanKe•, To Honor Ja.kobson, 2.1228-47(The Bague, 1967).
m Bustos dejó inalterada la redacción de 1952 para eser leal al
texto que le confirió el tftulo de doctor».
LING01s'l'IC.A fBao.ltc>lwaCA.
- 19

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290 La lingiUstica m la postguerra
ticos y los factores externos que han podido condicionar su
difusión atraen todo el interés de Bustos.
La voluntad de salvar el abismo metodológico y teórico
entre la lingüística chistórica• y la «diacrónica• caracteriza
la actividad de varios miembros de la «escuela de Madrub
desde mediados de los años SO. Para los discípulos más jó-
venes de Menéndez Pidal, la nueva atención prestada por
A. Martinet, en sus trabajos de 1952, al carácter chistórico-
de los cambios fonológicos, ofreda una base muy atractiva
para intentar reconciliar los puntos de vista estructurales
con el estudio del proceso histórico que, en cada caso, lleva
desde la aparición de una innovación hasta su universaliza.
ción, y con la concepción difusionista del cambio lingüístico,
heredada de la geografía dialectológica °'·
Pero, al mismo
tiempo, no ocultaron su desconfianza respecto a las formu-
laciones dogmáticas de los fonólogos diacronistas, que crefan
explicar un cambio con sólo descubrir las condiciones siste-
máticas que habfan presidido la mutación.
D. Catalán, después de poner a prueba el valor de las
explicaciones estructurales en el campo experimental de la
dialectología (1954, 1956-1957)125, trató de mostrar las ven-
tajas de conciliar los planteamientos estructurales con la in-
vestigación detenida del proceso socio-lingüfstico (a veces
secular) que precede al ascenso de una variante, sociológi-
camente condicionada a la categorfa de norma. Para ello,
tomó como ejemplo la reestructuración del sistema conso-
nántico espaiiol ocurrida durante el Siglo de Oro. vista en

124 Fue, especiaJrn,:nte, la lectura de estos trabajos lo que mN


a D. Catalán a orpnlzar (1954), desde las Islas Canarias, una Misce-
14nea Homenaje a A. Martinet, titulada Estructuralismo e HistorilJ (La
Laguna, 1957, 1958 y 1962), antes de que el libro Sconomie des daa-
gements phon~tiquu (1955) divulpse interl"adoneJmente los prlnd¡4H
del nuevo diacronismo.
w Véase adelante, n. 887.

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La diacronia y la escuela de Madrid 291
uno de sus detalles más sugestivos «The end of the phoneme
/z/ in Spanish• (19S7)136• Según el parecer de Catalán, si el
estructuralismo diacrónico no tiene otro objeto que el ilus-
trar, con ejemplos más o menos persuasivos, el car6cter sis-
temático de los cambios lingüisticos y limita su actividad a
la observación de las mutaciones de unos sistemas en otros,
sin preocuparse de situar esas transformaciones en la his-
toria, toda investigación futura quedará reducida, en lin-
güfstica diacrónica, a un inútil pi,tiner sur place. El estruc-
turalismo diacrónico debe ampliar sus objetivos y enrique-
cer su metodología hasta llegar a ser la única lingüística
histórica posible.
Los principios metodológicos que CataJ4n defiende abier-
tamente en ese artículo presiden -con diferencias más o
menos marcadas- la minuciosa revisión reaJimda por va-
rios filólogos de la escuela de Madrid entre 19S6 y 1962 de
la compleja historia de las transformaciones fonético-fonoló-
gicas sufridas por el espafiol (metropolitano y colonial) en-
tre la Edad Media y los tiempos modernos. Las varias inves-
tigaciones se apoyan en los materiales reunidos y organim-
dos por A. Alonso m; pero se percibe en todas ellas una

126 Word, 13.283-322(1957). El fenómeno estucUado,la desaparición


del fonema /dz > z/ por coalescencia con /ts > s > 8/, no se debió
( como pensaba A. Alonso) a una evolución fon~tica, sino a la ~rdida
de la correlación de sonoridad en las sibilantes. Pero, para compren-
der esta transformación del sistema consonántico español ocurrida
en el tránsito del siglo XVI al siglo XVII, nos interesa saber que el
nuevo sistema existfa ya, desde mucho tiempo atrás, en el castellano
«dialectab de Castilla la Vieja. Los factores (socio-culturales) que fa-
vorecieron el triunfo del sistema dialectal (o «sistema-variante•) en
la nueva Corte madrilefta y los que permitieron su desenvolvimiento
en el castellano medieval del Norte no pueden confundirse.
SZ1 Las conclusiones de A. Alonso (en los trabajos publicados en-
tre 1951 y 19S5,citados en las nn. 788, 789) recibieron el general acata-
miento de los llngillstas hispanoamericanos (con la notoria excepción
de E. Coseriu, entonces Instalado en Montevideo, que en su necro-

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292
reacción frente a la tendencia de A. Alonso a retrasar aa,.
sivamente la aparición y difusión de los fenómenos ~
que separan el espafiol moderno (castellano, andaluz, ~
ricano) del espaftol medieval; al mismo tiempo, estos crfticos
prefieren considerar como «generalizadas• las innovaciones
que A. Alonso consideraba «generales». A pesar de la impor-
tancia de esta revisión cronológica y genética, CI eo que la
principal novedad de estos trabajos fue el abandonar las 1

explicaciones fon6tico-fisiológicas y el concentrar la atencida


sobre las estructuras lingüísticas y sobre las estntcturas 1&
clales en que se produjeron los cambios, a fin de compren-
der mejor la reestructuración sufrida por el sistema fone.
mático (en las diferentes variedades de espaftol) y la propa-
gación de los nuevos paradigmas fonemáticos a costa del que
gobernaba anteriormente el habla de los hispano-hablantes
cultivados.
Según las reconstrucciones convergentes de R. J,apeg
(1956, 1957)111, D. CataJs\n (1956, 1957, 1958)•, R. Menéndez
logfa de A. Alonso, 1953, notó ya la excesiva aceptadón por parte ele
A. Alonso del anti-andalucismo de P. Henrfquez Urefta). En cambio.
los amigos espafioles de A. Alonso de la escuela de Menáldez PidaL
a pesar de su afinidad ideológica, adoptaron respecto a la obra una
actitud más crítica, aunque no por ello menos admirativa.
121 «Sobre el ceceo y el seseo en Hispanoamérica•, RI. 21.409-16
(1956): «Sobre el ceceo y el seseo andaluces•, Misceldnea Martütd,
1.67-94(La Laguna, 1957). Lapesa matizó en estos trabajos la tesis de
A. Alonso acerca de los orígenes del espaflol americano, recoociJiaodo
la presencia de un influjo dialectal andaluz con el concepto general de
nivelación lingüística. Tras explicar que los usos modernos de ceca,
y sesear no corresponden a los significados que estas voces tenfan m
los siglos XVI y XVII (en que •~• era pronunciar /1./ y ll:./ como
[s] y [z], y «sesear• pronunciar /<t>s/ y /<d>z/como [j] y [1:] ), am-
mula testimonios en favor de la antigüedad en Andalucfa (desde fines
del siglo xv, y aun antes) y en América del •~• y deduce que •
trata de un fenómeno unitario propapdo por ambos lados del AtliD-
tico cuando Sevilla era la metrópoli comercial y cultural del imperio
colonial espaftoL
12t «El ~zezeo al comenzar la expansión atlmtica de Castilla-,

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293
Pidal (1962) 111 y de A. Galm~ (1962) m, la eclosión en el si-
glo XVII de los dos sistemas con!l004uticos que hoy rivalinn
en el mundo hisp4nico -el castellano y el andaluz.canari~

BP. 16.315-34(1956): el ardcalo citado en la n. 126: cGmem del espa-


flol atlmitico (Ondas varias a travá del Ocá.no)•, RH~ 24.233-42
(1958). Catalán defiende que el proceso fon~tico [ts] > [s], [dz] > [z],
cumplido en todo el espaftol, es el punto de partida de la lnterden-
taJizar.ión castellana (que refuerza la distinción entre los dos órdenes
de sibilantes) y del fl~zezeo• o aeneralizadón de /s/, /z/ a costa
de /#./, /t/ del andaluz, y que la debilitación de las africadas se babfa
ya producido en Andalucfa a fines de la Edad Media; reestudia los
testimonios antiguos del •~zezeo• (sobre todo, del llltimo cuarto
del si1lo xv y primero del siglo XVI) y llega a la conclusión de que la
mayoría de la población del reino de Sevilla era ya •~r.eos&• cuando
se forma (en Canarias y las Antillas) la toin.S lln¡üística que es1' en
la base del espaftol ultramarino.
&10 •Sevilla frente a Madrid. Alaunu precisiones sobre el espdol
de Ammca•, Mi.sceldnea Martinet, 3.99-165(La Lquna, 1962). Menál-
dez Pidal rechaza la poligénesis de la nueva fonética en el Sur de
Espafta y en Ammca, y frente a la Idea de un desarrollo convergente
del espaftol de Ultramar y de Andalucía (Extremadura, etc.), sostenida
por A. Alonso, recuerda que la metrópoli y las colonias conservaron
su unidad cultural hasta el siglo XVIII. Ungüfsticamente, mientras las
cortes virreinales impusieron en el interior una norma de bien hablar
-'a tradicional y refinada, las dudades portuarias y comerciales 11-
suieron el modelo del espaftol popular de Sevilla y C4diz desarrollado
en el siglo XVII.
131 Las sibilantes en la Ronumia (Madrid, 1962). Galm61 reex•mlu
el problema de la pronunciadón de las sibilantes fbero-románicas a la
luz de las co1Tespondendas arábil(>apaftolas y hebraico-espaftolas y
ele la dialectoloafa portu111esa. Destaca que en tod•s las úeas hispa-
no-rom4nicas con [s, (z)] estos fonos remontan a /ts/ (/dz/), y de-
fiende que la s fue épico-alveolar en toda la 1bero-romanla. La -.
pnda mitad del libro esté dedicada a mostrar el car6cter apical de
la s latina y a perseguir los restos de esta articulación en los varlol
dominios de la Romanla. Frente a la tesis de la apicalidad primitiva
de la s latina (hoy muy pneralizada) ha levantado objeciones de
peso L Mlcbelena, cLat. •: el testimonio vuco-. XI CILR. 413-19(Ma-
dlid. 19'11).

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294 La. lingifstica en la postgua,a
americano._ no representó históricamente más que el triun-
fo social, en la nueva Corte (Madrid) y en la metrópoli de las
Indias (Sevilla), de unas normas fonológicas firmemente en-
raizadas desde tiempo atrás en ciertas variedades dialectales
del castellano. El •~• (la confusión en un solo orden
dorso-dental de sibilantes, /s/, /z/, de los antiguos fonemas
¡,¡, /t./ y /ts/, /'z/)m habrfa surgido en Sevilla en los 61-
timos siglos de la Edad Media, cuando el sistema de 511,i-
lantes atravesaba una etapa «critica» debido a la presencia
de [s] : [á] : [I] : : [z] : [i] : [!] •, y desde un principio se

m Bn las fricativas.
b t, d,. d t g
1) f V 6 s z i ! y h

ICJ Q I Cl QI I
2a) [ (3 s X y 9 8 6

IQ Q L qJ 1 1 (h)
2b) f 13 s & X y

m Recientemente, J. W. Hanis, «Soundcbange In Spaukh and die


theory of markedness», Lg, 45.538-52(1969), y en el capftulo «RistoriCIII
excursus: reftexes of the medieval stridents• de su Spanish Phonoloa.
189-206 (Cambridge, Mass. and London, 1969), ha tratado de mejorar
la comprensión de la evolución divergente del español mexicano y del
castellano, enunciando las reglas generativas a que pueden reducirle
los cambios del sistema. Sin embargo, no puede admitirse, como hace 1

Hanis, que el cambio [t] > [s], [f] > [z] haya precedido a la coales- 1

cencia de /j/ con /ts ~ s/ y de /'l./ con /dz ~ z/. En el mundo bisp6-
nico, las zonas de [s] sólo tienen un orden de sibilantes, y las ms
que distinguen dos órdenes de sibilantes suelen hacerlo oponiendD
/8/ a /á/.
DILa dificultad de un sistema con [s, •• 1, f] y [z, t. I] no pera
mite argüir que «thls delicate sltuation could not k>DIreslst cJwaae-.
como piensa J. W. Harris (Spanish Plumology, 197), pues de hedlo
sabemos que se ha conservado durante dnco siglos en el Norte de
Portugal.

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La diacronía y la escuela de Madrid 29S
habrfa extendido a las primeras colonias atlánticas de Cas-
tilla: Canarias, Antillas 135• La generaJi:iación del •~~• a
todas las clases sociales sevillanas y su aceptación por la
nueva sociedad «criolla» antillana, que pronto acometería la
conquista del Continente, garantizaron el triunfo de la nueva
norma en el naciente español ultramarino. Si el emporio
sevillano ofreció unas condiciones sociales óptimas para la
relajación de los controles puristas que frenan el triunfo de
las simplificaciones del sistema, la nueva Corte madrilefta,
llena de forasteros, fue terreno abonado para la implantación
de otra simplificación del paradigma fonemático, que desde
tiempo atrás caracterizaba al «dialecto» de Castilla la Vieja
(y otras comarcas del Norte de Espafta): /v/: /b/ • /r,/;
/"z > z/ : /ts > s/ • /s(> 8)/; /'i./ : /á/ • /á/; /1 > f/:
/1/-+ /1(> x)/. La generali:mt:ión del ensordecimiento de las
sibilantes no fue un proceso fonético, un cambio articula-
torio, consistió únicamente en la propagación de una norma
o regla fonológica nueva, desde un grupo social geográfica-
mente delimitado, a la mayoría de la comunidad. Y la nueva
pronunciación no nació, en su dfa, de una evolución de las
articulaciones, sino a causa de la alteración de los paráme-
. tros del sistema 136•
m En Canarias el •~• se - no sólo a trawsde los
·. colonos procedentes del reino de Sevilla, sino tambim a traws de los
portugueses. La importancia numérica de los andaluces y andaluzas
(especialmente de Sevilla) en los primeros tiempos de la conquista
de Am~rica (período «antillano») ha sido comprobada por P. M. Boyd-
Bowman, Indice geobiogrdfico de cuarenta mil pobladores apailolu
: de Am,frica en el siglo XVI, 1 (Bogot4, 1964), quien habfa ya anticl-
, pado lo esencial de sus datos en PMLA, 71.1152-72(1956). Naturalmen-
te, el prestigio del habla sevillana en Ultramar no dependfa única-
. mente del número de emianmtes, sino de la importancia de Sevilla
como metrópoli.
IJ6 La revisión de las ideas de A. Alonso no se limitó al problema
de las sibilantes. Sobre el ydsmo interesa ver los artfculos de J. Coro-
. mines en NRPH, 7.81-7(1953), y de A. Galmá, en Estudios Moabulei

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296 La lingüfstica en la postpara
Los artículos de Martinet de 1952 impresionaron también
favorablemente a B. Alarcos, quien, al revisar en 1954 111
Fonologia española amplió de forma muy notable el cap-
tulo (antes extremamente rnagrv>)dedicado a la cFonolop
diacrónica del espaftol» para dar en él acogida a las nuew
hipótesis y glosarlas con originalidad m. Desde entonces, 111
interés por los probJemes diacrónicos fue en aumento.. En
1958 y 1960 131 describió, concisamente, pero con perfecto
conocimiento de la documentación filológica y dialectal, la
evolución fonemática del cataJéu, desde sus oscuras ~tapes
preliterarias hasta nuestros dfas, y en 1961 a, reescribió 111111
vez más, casi por entero, la fonologfa diacrónica del espaW
En esta refundición se manifi"8ta, aún m'5 claramente que
en los artículos dedicados al catalán, el propósito de cons-
truir una verdadera «historia estructural», atenta a las pre-
cisiones aportadas por la investigación filológica y depurada
de los excesos dogmáticos propios de los primeros trabajos !

diacrónicos. Al influjo de Martinet se suma ahora el de R.


Weinrich, cuyos Phonologische Studien iur -
Sprachgeschichte (Münster, 19S8) abrieron. sin duda. 11111
nueva etapa en los estudios de fonologfa histórica de la b
Pidal, 1I/'3-'3(11(Madrid, 19S6). Sobre /v : b/, el de A. GaJmá, ea B1.
20.26-30(1961). Sobre las implosivas, los de R. Lapesa. en PFLE. 2.173-
82 (Madrid, 196.1), y D. Catal6n, en BP, 19.317-36 (1960 (1961] ==IX
CILR 2), PFLB, 1.239-80(Madrid, 1963), y H. Meia Fatschrift, 77-UO
(1971).
m La aportación mú oriainal fue anticipada en cResnltadaa •
oeJ en la Penfnsula•, Archivum, 4.330-42(1954).
131 •Algunas consideraciones sobre la evolución del con..cc:n,u1tismo
catalán•, Misceldnea. Martinet, 2.5-40 (La Laguna, 1958): «La comdt11-
ción del vocalismo catalán•, Homenaje D. Alonso, 1.35-49(Madrid, 1960).
a Fonologfa espatlola, 3.• ed. (Madrid. 1961). La Importancia ae-
ciente de la fonología diacrónica se revela en los siguientes datos 1111-
~cos: en 1950 sólo representaba el 17 % del libro; en 1954, el 31 '6:
en 1961, el 42 9'. La fonolO(pa diacrónica del espdol aed6 dnte
9 pp. en 1950,a 48 pp. en 1954y a 70 pp. en 1961.

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297
mautsi. Alarcos continúa organizando la exposición diacró-
nica en tomo a los rnismos cortes sincrónicos que en edi-
ciones anteriores, y para mejor esquematizar el rehacerse
de los sistemas sigue prescindiendo en su visión histórica
de todo hecho rebelde a la generalización 840• Pero el afán de
simplicidad no impide a Alarcos reconocer la complejidad
histórica de los cambios: Ve claramente que las mutaciones
estructurales ocurren a consecuencia de la generaJiución
de innovaciones originadas tiempo atrás y que, tanto la
aparición, como la difusión, de una estructura nueva está
condicionada por factores sistemáticos (de economía lin-
güística) y por factores socio-allturales.
El interés de los fonólogos y de los historiadores de la
lengua por los cambios de la estructura fonológica del es-
pañol ocurridos en época literaria tiene su paralelo en los
estudios portugueses. Pero la falta de un A. Alonso, capaz
de reunir, depurar y organinir los testimonios filológicos y
dialectales disponibles, y la inexistencia de unos *Origens do
portug,ds, impidieron llegar a conclusiones precisas. Junto
a una ambiciosa visión de conjunto de l. S. Révah (1958,
19S9) 141 hay que colocar las observaciones de T. H. Hart
Jr. (19S5) 142 y de J. G. Herculano de Carvalho (1962)'° y las
contribuciones esporádicas de L F. Lindley Cintra 144•
.., Cfr. Y. Malkiel, en Directions far Historical Llnguistics, S4 (Aus-
tin and London, 1968).
MI cL'évolution de la prononciation au Portugal et au Brmil du
XVI• si~le l nos jours•, I CBLFT, 381-99(Rio de Janeiro, 1958): cCom-
ment et jusqu 'l quel point les parlers brésiliens permettent-Us de re-
constituer le syst~me phonétique des parlers portugais des XVIe.XVII•
si~les•, 111 C1ELB, 1.273-91(Usboa, 1959).
M2 «Notes on Sixteenth-Century Portuguese Pronunclatlon•, Word,
11.404-15(1955).
111 «Nota sobre o vocalismo antigo portugu!s: valor dos p-afemas
e e o em sflaba 4tona•, RPP, 12.17-39(1962) [reed. en Bstudos Ungufs-
ticos, 2.75-103(Coimbra, 1969)].
1M En las obras citadas en las nn. SS2y 686.

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298 La lingüLstica OI la postguara
La atracción ejercida por la divergente evolución moderna
de las dos lenguas hispano-románicas m'5 hermanas, el es-
paftol y el portugués, tuvo, por otra parte, la consecuencia
negativa de desviar la atención respecto a los problemas nu-
cleares de la gramática histórica de una y otra lengua. En
este campo, si los lingüistas portugueses no han sido muy
activos 145, los españoles les han aventajado en desinteiá
( en parte, qu17.á,porque Menéndez Pidal dejó de preocuparse
de poner al dfa su popular Manual de gram4tica hist6rica
española). Las aportaciones de Y. Malkiel, en el curso de sus
investigaciones etimológicas y morfológicas, o en algunos
trabajos especfficamente dedicados a probJemas fonéticos,
son sin duda el esfuerzo m'5 consciente y sistemático de
revisar las sfntesis neograméticas y, lo que es más impor-
tante, de replantear las bases mismas de la investigación.
Para Malkiel, la estructuración de las lenguas no depende
de principios tan simples como los que agradan a los estetas
de la lingüística, sino de la concatenación o el conflicto de
fuerzas estructurantes varias, y uno de los objetivos mis
importantes de la lingüística diacrónica es el estudiar la di-
fusión interna de los cambios. Malkiel reconoce la impor-
tancia de la claridad y de la econonúa como principios con-
trapuestos que gobiernan la mecánica del lenguaje: también
nota la necesidad de tener presente la matriz social en que
se desarrollan las lenguas y los impulsos estilísticos. crea-
cionales, capaces de arrollar a la economfa y a la claridad;
pero su interés principal es destacar el papel de la interfe.
rencia morfológica en el cambio fonético 146•
145 Interesa recordar la polémica entre H. Lüdtke (BP. 14.314-7.
160-7, 1953: VR, 16.n2-S, 1957) y J. G. Herculano de Carvalho (BF. 15.
337-45, 1954-55[reed. en Estudos lingufsticos, 1.141--16.1,Lisboa, 1964))
acerca de la evolución de -LI- y --NU--,y de -cr- y -n- en portugu&.
146 Véase, especialmente, «The inflectional paradigm as an occa-
sional determinant of 80UDdcbanp•, Di.rectúms for historical u,,,,,;,

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Sincronla e historia fonbica 299
Entre las no muy numerosas contribuciones recientes de
los romanistas europeos a la fonédca histórica de las len-
guas peninsulares"' creo merece destacarse la explicación,.
por parte de L Sletsjee (1966) 141, de algunos de los contras-
tes fonéticos més tempranos entre el po~ y el espaftol
a partir de una diferencia acentual: .1.., ._,(pg.): .1. ._,., (esp.).
.. Una importante limitación de la fonologfa diacrónica, en
su forma tradicional, es el dar por sentado que sólo merecen
atención los paradigmas fonemáticos. No se tuvo en cuenta
que las unidades más complejas del plano de la expresión,
'.
' . como la silaba, no son meras «combinaciones de fonemas•,
y que la organimclón estructural de esas unidades, ademú
de explicar sincrónicamente la distribución de los fonemas
y el mecanismo de las fluctuaciones alofónicas, condiciona

,_ la evolución de los sistemas. Buena parte de las modifica-
ciones de los sistemas fonemáticos se producen por la geno-
raJinción analógica de evoluciones variantes que en su ori-
gen estuvieron condicionadas distribucionalmente.
Es mérito principal de B. Malmberg el haber destacado
la importancia de la silaba en la historia fonética del espa-
ftol. Guiado por el convencimiento de que los análisis sincró-
nicos ponen de manifl"5to el dinamismo de las lenguas,

tia, ed. W. P. Lehmaon y Y. Malldel, 2U4 (Austln and London, 1968).


Entre tos sofisticados ensayos de Malkiel son asimismo notables, por
111 interés metodológico para la lfngiifstica diacrónica, los publicados
en Lg, 36.281-346 (1960); 42.430-72 (1966); RomPh, 21.463-501(1968-69):
HR, T1.239-75 (1969); RomPh, 23.188-200(1969-70); uSt, 4.305-27 (1969),
y MBangu Frappier (Paris, 1970).
117 Sobre el catalán merece citarse el artfc:ulo de W. Bnsler cZur
lletathesis in katalanischen Labial-, Dental- und Velarverbindunpn
mit r•, ZRPh, 83.67-72 (1967).
NI «Nombre y lumbre - nome y lllffle. Las desinencias latinas -IIIIN
y -IIINDI en espaftol y ponuauáa, ZRPla, 82275-97(1966). Cfr., del
mismo autor, u dheloppement de •l• et •n• en anciffl i,ortqau
(Oslo et Paria, 1959).

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300 La lingliútica ,m la post,-,,a
MaJrnberg utiUro sus observaciones acerca de Ja estructun
silábica del espaB.ol de hoy (normativo y dialectal) para a-
plicar la evolución del castellano y aun del fbelo-lt'rnánim
en tiempos pasados. La conocida predilección del espdal
por las silabas abiertas • y Ja escasa información que so-
porta la parte implosiva de la sílaba en el español ac:1JIII
(de donde se deriva la debilidad de sus consonantes &m-
ies)•, le sirvieron de punto de partida para afirmar que la
tendencia a generali7.ar la sílaba abierta viene gobernando,
desde hace milenios, las transformaciones sintagmáticas de
la fonética hispánica cdepuis le latin d'Espagne jusqu'11111
dialectes les plus appauvris de l'Amérique espagnole•. <:no.
con Malmberg, que desde hace siglos el castellano m evola-
ciona movido por «a general tendency to use exclusildJ
open syllables and to reduce ali consonantal distinctions iD
postvocalic position in a syllable to 7.ero• 112, pero esa ten-
dencia 153 está lejos de haber sido operante «desde los ad-
genes hasta nuestros dfas• (como pJensa Malmberg). Para
probar que en los dialectos romances de Hispauia de la
época visigótica hubo una marcada tendencia a convei tir en
abiertas las silabas cei radas, habni que acudir a la Gram6-
tica Histórica ( esto es, a la documentación protCH'OIIIIID0e
de los siglos IX-XI y a la reconstrucción comparativa). no a
la Fonética instrumental ni a la Dialectologfa. Y, a mi pare-

• Destacada por T. Navarro, «Tipos siW>icos-,&taullos ü ,_.


logia upallola, 46-53(Syrac:use,N.Y., 1946). !

aso Véase A. Alonso, en HR, 13.91-101(1945) y A. Alonso y R. Uda,


en RFH, 7.313-4S(1945).
151 Pero no el alto-aragonc!s (al cual Malmbeq extiende indeMite-
mente la estructura ~bica del castellano). Váse la n. 35 del ardculo
citado en la n. 854.
152 SL, IS.J.9 (1961).
m Para un concepto realista de la noción tttendeDda• v!r• el
capitulo «Synchronie, Diachronie und Typolc,ate., en el Hbro de E.
Coseriu, Sprache, Strukturm und Funlctionen (Tüblnaen.WJO).

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Sincronfa e historia fOMtica. 301
::er 156, todos los datos concuerdan en seflaJar que, como
resultado de una serie de evoluciones (que concluyen hacia
:ines del siglo XI), el español antiguo se caracterizó por la
nuiedad y frecuencia de las silabas cerradas /(C1)VC2/, y que
1610 al fin del siglo xm y a lo largo del siglo XIV el espaftol
:mipieza a reducir el papel informativo del margen implosivo
:le la sílaba. Toda «tendencia• estructural, al ser histórica y
rio universal 155, actúa dentro de unos limites temporales (y
~iales ), y si la tendencia a estructurar fonológicamente
LID& lengua según unos ciertos paradigmas silábicos requie-
re mayor atención de la que tradiciooaJm,mte ha sido objeto
~ las fonologías diacrónicas, todavía me parece de mayor
importancia el historiar las modificaciones sufridas, dentro
efe una lengua histórica, por su organización silábica.
Aunque los anunciados *Studes de phonétique hispanl-
qiu! de B. MaJmberg no hayan llegado a publicarse, el plan
del libro nos es conocido desde 1961 156 y las ideas de MaJm-
berg ( tanto las más generales, como muchas de las más con-
cretas) gozan de difusión gracias a otras obras suyas m.

et D. Catalúl, «Bn tomo a la estructura sil6bica del espaftol de


ayer y del espalol de rnaftana»,H. Mela Futschrift, 77-110 (Mtlnchen,
1971).
855 Si la tendencia /(Ci)V~/ • /(Ci)V/ fuera universal, sería difi-
cil entender cómo es que las lenguas no han llegado a generaHmrla,
, atm serla más extraño el fracaso si admitimos, con Malmbeq, que
la sfiaba abierta es la básica y «primitiva».
856 Gracias al artículo «Linguistique ibérique et fbmoo.romane. Pro-
blemes et méthodes•, SL, 1S.57-113(1961), concebido como una especie
de introducción del libro. Este substancioso trabajo es, a la vez, un
artículo resefia de los libros de U. Schmoll (19S9), K. Baldinger (1958),
P. Jungemann (195S), D. Catalán (195S), A. Alonso (19S5) y A. Zamora
Vicente (1960), y de algunas contribuciones a la dialectolQlfa hispano-
americana (L. Flórez, S. L Robe, T. NaYUTO) y portuguesa (N. O. da
CAmara Borges).
157 «Le r final en espqnol ~.. Estudios Menbuln. Pidal,
3.131-4 (Madrid, 1954) [J. M. Lope BJancb, «La -r final del espaftol mexi-

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302 La lingülstica en la postg,,a,a
MaJrnberg planeaba examinar en su libro las transfo1 xoari>
nes sufridas por el ~románico y por el castellano. aa-
binando el método estrictamente estructural con un método
histórico y socio-lingüístico 151• Para MaJrnberg, ele principe
de la priorité de l'explication générale sur l'explication Jllll'-
ticuli~re• es incontestable. De ahf que su interés sea desm-
brir las tendencias que durante dos mil ados vienen aebWD-
do en la Romania hispánica (abertura de las silabas, 1efor-
nrniento de las iniciales consonánticas, palatali7ación. etc..t
y que, entre los factores históricos y socio-culturales que
condicionan la evolución lingü1stica, prefiera también ate-

cano y el sustrato nahua-, Tlaaaurru. 22.1-20(1967) ronsidera ¡.... .,


table la tesis de Malmbers]; «La notion de force et les cbanaerne,,ts
phonétiques•, SL, 16.38-44( 1962); «Gémination, force et stnlcture syl-
labique en latin et en roman•, Studu Blinkenberg, 106-12 (C~
bague, 1963), en que sostiene que la debilidad de la implosiva permitió
al español diptongar en silaba trabada; «Tradición hispánica e in-
fluencia indígena en la fonética hispanoamericana•, PFLE, 2.227-4.3(Ma-
drid, 1964); «Note sur la structure syllabique de l'espagnol mexicam •,
ZPhon, 17.251-5 (1964). Todos ellos han sido reunidos (y traducidos aJ
español, en caso necesario) en el libro Estudios de foMtica hisp4,lica
(Madrid, 1965). De esta publicación han quedado excluidos: •Le per
sage castillan f > h - perte d'un trait redondant?», MBanges Petro-
vici, 337-43 (19S8): «L'extension du castillan et le problmle des sub-
strats•, Colloque lntemational de Civilisations, Uttératures et Lano,a
Romanes, Bucarest, 14-27 septembre 1959-Actes, 249-60 (s. l. n. d. [Bu-
cure¡ti, 1962?]); «A propos d'un fait de phon6tique historique c.»
tillane•, Ungua, 11.276-9(1962); «Voyelle, consonne, syllabe, mot•, JliJ..
celdnea Martinet, 3.81-97(La Laguna, 1963).
151 Para Malmberg, el método estructural «económico• •n•e:q,lique
seule ni les comment? ni les pourquoi? de l'évolution linguistique.
aussi peu dans le domaine de l'expression que dans celui du CODtaDP
Convencido de que «la méthode synchronique est en principe la smJe
que la linguistique puisse accepter et la seule qui soit en harmaaie
avec la nature mémc du sujet étudié• (Systeme et méthode, 32 [Luad.
194S]), cree que, paradójicamente, «le chanaemcnt des 1angues n'est
pas un probleme linguistique», pues eles causes ultimes des ctanp
ments sont l chercher parmi les forces qui dirigent r~ so-
ciale et culturelle en PJlmll• (SL, 15.113 (1961]).

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303
~ nerse a los menos particulares. MaJrnberg nota que las trans-
:1 formaciones más radicales del sistema ocurren ctoutes les
;.:: fois qu'un affaiblissement de la stabilité sociale a permis l
i: ces tendances de s'imposer, toutes les fois qu'il y a une
z; rupture de la tradition conservatrice». Pero el problema de
t las explicaciones generales es que, aun siendo ciertas, acaban
e: por no explicar nada, pues nunca De.gen a justificar la ocu-
:1 rrencia de un determinado cambio en una determinada clr-
.. constancia histórica "'.
:;: Abundando en ideas no muy diferentes de las de Ma]m-
::: berg, G. de Granda llevó a término un estudio de conjunto
sobre La estructura silábica y su influencia en la evolución
i- fonética del dominio fbero-romdnico (Madrid, 1966). Para

. ,,. Granda, el refonarniento de las consonantes iniciales es otra


-,
·~ manifestación de la misma tendencia estructural que explica
1.

'.l~ la debilitación de las implosivas. Por esa razón, el reforza-


r; miento sólo se ha dado en aquellas consonantes que ocupan,
".
.... alternativamente, ambos márgenes de la silaba.
~ Aunque los fonólogos diacronistas afirmaron, desde un
:~ principio, la posibilidad de extender sus principios metódi-
.~ cos a la morfología, en la práctica, la flexión, la derivación

:: y la composición no suscitaron trabajos tan estimulantes
~, como la fonología. No es, pues, de extrafiar que en el campo
ibero-románico los estudios genéticos sobre morfología per-
~
:; manezcan básicamente fieles a la tradición romanfgtica pr&-
estructural.
Indudablemente, ni en Espafia ni en Portugal han abun-
~ dado las publicaciones sobre morfología histórica. Sólo hace
excepción un campo muy restringido: el de los sufijos dimi-
, nutivos. En 1959 se publicó en Portugal el libro de S. Skorge,

as, Cfr. E. Coseriu, Slncronla, diacronla e historia, 104-5 (Montevi-


deo, 1958) [2.• ed., Madrid, 1973].

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304 La lingiüstica en la postguara
Os sufuos diminutivos ma portugub•, que en su versidn
original alemana (como tesis inédita de Berlin, 1956) lleva el
título, más descriptivo, «Die syntaktischstilistischen Funk-
tionen der Deminutivsuffixe lm Portugiesischen». A pesar de
sus excesos al tratar de llamar la atención sobre matices se-
mánticos y estillsticos en el uso de -inho e -ita, Skorge ba
sabido explicar, con gran acierto, algunos problemas com-
plejos, como «A questlo de -inho ou -zinho (-ita, -tito)•, en
que la forma del sufijo está condicionada unas veces por
razones formales y otras por razones expresivas. La 1D01»
grafía de F. Gomález Oll~, Los sufijos diminutivos en caste-
llano medieval (Madrid, 1962), también procede de una tesis
doctoral; y a su origen debe su principal defecto: el ser
demasiado difusa. Pero, tanto en la recolección de los datos.
como en el an4Hsis formal, sema\ntico y estilfstico, Gonz6lez
Ollé ha realhado un trabajo serio y digno. Aunque su obje-
tivo fundamental (impresionado aún por un famoso artículo
de A. Alonso de 1935) 161 sea la evaluación estillstica ele cada
uno de los ejemplos recogidos, su contribución al estudio de
problemas como el «Condicionamiento del uso de los sufi-
jos• y el «Enlace con el radical: interfijos• ha merecido
entusiastas comentarios de J. R. Craddock 112•
Si la morfología histórica o genética hispano-rorn,oica ha
atraído escasamente la atención en ambientes locales, en
cambio ha tenido la fortuna de ser elegida como campo ex-
perimental por Y. Malkiel y, consecuentemente, por varios
de sus discfpulos americanos. Malldel ha tratado, sin duda,

• (Lisboa, 1959). Reóne los fascfculos aparecidos en BF. 16.5()a90,


222-305(1956-57): 17.20-53(1958). •
•• Véase atrás, n. 267.
162 «A critique of recent studies In Romance dirnfntJtives•. RomPII,
19.216-325(1965,(,6). Craddock, actern4sde los libros de Gonzilez Ollé
y de Storae trata del ardculo de D. Catalúl citado en la n. 6SI.

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' ..--
Morfologfa histdrica 305
·-
con especial originalidad varias cuestiones de la flexión es-
.~
1 ... '

,~, pafiola y portuguesa (concentrándose, sobre todo, en las pe-


-·· culiaridades más sorprendentes desde un punto de vista ge-
dt nético) 16.1, pero su principal área de atención ha sido la deri-
!! vación mediante sufijos, y los sufijoides *· El interés meto-
:i: dológico de esta sección de la morfología, a mitad de camino
J entre el léxico y la gramática, fue ya visto por M. L. Wagner
~ a comienzos de los afios 40, quien en varios artículos mostró
·; cómo unas pocas palabras clave llegan a provocar -por
~ reacción en cadena- un importante movimiento morfoló-
.; gico •. Sin embargo, sólo gracias a la incansable actividad
J? de Malkiel esta pequefta provincia de la morfología ha Uega-
tC do a adquirir verdadera importancia metodológica para la
: lingüfstica general.

- cTbe contrast tom4ú-tonufwulu, qut!ras-qwrfadu in classical


Spauish•, HR, 17.159-65(1949); «Toward a reconsideration of the old
t= Spanish imperfect in -fa -i'•• HR, 27.435-81 (1959); «Initial points
l: versus initial segments of linguistic trajectories», PICL, 9.402-6: «Deux
.
~
~t
problmies de linguistique 1~ná"ale Wustrá par le parfait fort de
l'ancien hispano-roman•, MBangu R. ujeu.ne, 471-83(Gembloux, 1969),
" y artículos citados en la n. 846.
1M vmse,especialmente, su contribución «Genetlcanalysls of word
formation•, en «CTL», 3.305-64(The Bague, 1966), en que se hace ~
rencia a publicaciones anteriores del propio Malkiel y de sus discfpu-
itt los. Es de notar que la continuada atención prestada por Malkiel a la
;e derivación mediante sufijos ha servido de ejemplo a toda una serle
:t de jóvenes investigadores: P. M. Lloyd, E. S. Georges, J. R. Craddoct,
A. Katz Levy, W. E. Geiger, L. Butler, etc. Los trabajos más valiosos
,: de los discípulos de Malkiel hallaron acogida en RomPh: 17.87-107,
> 736-70(1963-64): 18.399-429 (1~): 19.286-325(1965-66): 20.176-86,296-320
(1966-67): 21.368-91, 436-49 (1967a). Tambi~n se relaciona con estos
trabajos la monografía Studies in Romance nouns utracted from pat
f participles (Berkeley and Los Angeles) de E. S. Georges. Respecto a la
composición de palabras, v&se Verb-cornplanent coml't)UIUÚ in Spa-
nish (Tübingen, 1968) de P. M. Uoyd.
~
165 «lberoromanische Suffixstudien», ZRPh, 63.329-66 (1943); 64.321-
~ 337, 341-6 (1944).
,

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306 La lingilistica en la postguerra

3.16. HACIA UNA llBNOVACIÓR


DB LA DIALBCTOLOGf.&

Si se nos pidiera seftalar un campo en el cual la lin-


gWstica románica ha excedido a las demás ramas de la liD-
gWstica de forma indiscutible, no dudarfamos en nombrar a
la dialectologfa. Y, sin embargo, nos vedamos forzados a
conceder que la dialectologfa románica, a trav6s de sus mis
diversas etapas, nunca llegó a proponerse como objetivo la
descripción completa (ya sea sincrónica, ya sea histórica)
de los dialectos. Bn un principio, las pesquisas dialectológi-
cas se hallaban al servicio de los estudios rom4oicos com-
paratistas; los datos reunidos constitufan un precioso com-
plemento de los testimonios proporcionados por las lenguas
literarias. Después, el estudio de las fronteras lingüísticas
interdialectales o intradialectales sirvió a la discusión sobre
los orfgenes de la fragmentación de la Rornania. Más tarde,
en Bspafta, la paleodialectologfa (o dialectologfa filológica).
en estrecha colaboración con la historia, trató de recons-
truir la estructura dialectal de Hispania antes de la conJDl)-
ción social representada por la Reconquista y precisó las
incidencias de la conquista de la hegemonía lingiifstica por
parte del castellano. Las dos grandes revoluciones me~
lógicas representadas por la fórmula «Wi>rter und Sachen•
y por la cartografia lingüística condujeron, finalmente. a la
«lexicalización• ~e la dialectologfa y, en último término. a
subordinar la investigación dialectal a los intereses de la
Etnografía.
En esta paradójica historia estriba, a mi parecer. el in-
terés de la dialectología para la lingüística actual. De una
parte, todo está por hacer: los dialectólogos no pueden se-

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Renovaci6n de la dialectologfa 307
guir conformándose con recoger cdatos• dialectales; es pre-
ciso que describan los dialectos, esto es, el saber técnico de
los hablantes que los 11tiHzan,la cgramjtica• de cada comu-
nidad dialectal. Además, deben estudiar seriamente la cues-
tión de las relaciones ( diacrónicas y sincrónicas) entre los
Jlarnados «dialectos• y la lengua (o lenguas), cuya copre-
sencia da lugar a 1a noción de «dialecto•, pues de otra forma
nada ganaríamos con extender al estudio de los dialectos
fórmulas descriptivas ya ensayadas en las lenguas mejor
conocidas 166• Por otro lado, la dialectoloa(a ha demostrado
repetidamente en ~ pasadas que si la lingüística no se
conforma con estudiar lenguas ideales y pretende estudiar
las lenguas naturales, la evidencia empúica proporcionada
por la observación dialectal es de valor inapreciable. Frente
a la desatención, consciente o inconsciente, de los principios
empíricos característica de las corrientes de pensamiento
lingüístico hoy dominantes, una dialectologfa moderna puede
llegar a ser, una vez más, una disciplina de extraordinario
interés experimental.
Vista en conjunto, la investigación dialectal íbero-románi-
ca sigue anclada en un confortable conservadurismo. Afe-
rrada, por lo general, a viejos moldes de estudio, o se recoge
sobre sf misma, o se refugia en el campo etnográfico, sin
decidirse a salir al encuentro de los movimientos renova-
dores de la lingWstica surgidos en las últimas d6cadas. Gra-
cias a A. Zamora Vicente disponemos en la actualidad de una
síntesis, bien informada y claramente expuesta 167, de los

166 Válse atrás, 3.11. y 3.12: en especial las notas 634 y 635.
167 Desde su primera edición, la sfntesls de Zamora superó en or-
pnimdón y claridad a la Dialectologfa espallola de V. Garda de
Diego (Madrid, 1946; 2.• ed., 1959). Esta obra anterior conserva su
interés por tratar con detenimiento de las otras lenguas hisp6nicas
(pliego, catal4n, vasco), que Zamora decidió excluir de su Dial«>
tologúl.

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308 La. lingilistica en la postguaro.
conocimientos acumulados por la investigación dialectoló-
alca -en sus más diversas etapu acerca de las peculiari-
dades de las leJ1IU8S románicas arrolladas por la expansióo
del castellano (mozárabe, leonés, aragonés)• y de aqnelJas
modalidades del español que más se apartan de la norma
castellana (andaluz, extremeño, riojano, murciano, canario,
español de América y de Filipinas, judeo-español). A la Di,,.
lectologla upañola (Madrid, 1960; 2.a ed., muy aumentada,
1966) de Zamoi:-a vienen a confluir los datos de la diaJect&
logfa más antiguat los de la paleodialectologfa, los co1ecc»
nados por los investigac;lores de la cultura material y los
que ha docurof9ltado la geograffa lingüfstica; pero el propó-
sito del autor es describir los rasgos diferenciales de cada
dialecto respecto al castellano normativo, siguiendo la or•
denación tradicional de las Gramáticas Históricas•. Aunque
excelente en su género, esta útil y alidadosa compilación
pone de manifiesto las limitaciones y la inconsistencia de la
dialectologfa comparativa, que sólo se interesa en inventa-
riar los rasgos «aberrantes» de los dialectos y que no se
preocupa ni de describir la estructura y funci<'Daroiento de
los dialectos estudiados, Di de precisar las relaciones (sin-
crónicas y diacrónicas) de los varios dialectos entre si, y am
la lengua patrón 119•

"' Zamora trata conjuntamente del leoná y arqonc!s antfpm J


de los dialectos modernos.
• Por razones que no se me alc:aumu, Zamora coloca, entre el
cMozárabe• y el •Leon6s•, dos cap(tulos sobre la «Aspiración• (ele P-
latina, de ; castellana y de -s) y el • Yefsmo•, que desentonan de Ja
orpnización del libro.
l10 Mientras el judeoapafiol y el espalo! americano coexisten m
el tiempo con el español de Castilla, pero no conviven con a. los
dialectos peninsulares (sobre todo los del Norte) y el castellano se
bailan copresentes en el saber linlilístico de los hablantes dialectales.
Por otra parte, los dialectos utur-leoneses y altoarqoneses no 1C111
dialectos del castellano sino del c~rolDÚlicoa. Y los dialechJI

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=" .....

Renovaci6n de la dialectologfa 309


la pos1oilldad y conveniencia de descn1'ir lingllfsdcamen-
m! te un dialecto de forma autónoma y exhaustiva fue defen-
~ ~ elida en Portugal por J. G. Herculano de Carvalho en su
·~: Ponologia mirandesa, I (Coimbra, 19S8)m. Herculano de Car-
e:~ valho (que seguía los pasos de A. Martinet, 1956m) se limitó
~-· a la descripción fonemática del mirandés, divorciando la
u.1 fonologfa del resto de la gramática. Tal limitación quim baya
e sido la causa de que esta monografta, becba con esmero y
:1: competencia, no tuviera imitadores Di en Portugal ni en
ts: España. Si exceptuamos una tesis escrita bajo la tutela de
::o E. Alarcos (J. Martínez Alvarez, Bable y Castellano, Oviedo
r:! 1967), la introducción de los puntos de vista estructurales en
~: la descripción dialectal, más que al programar la invesdp-
!j: ción, se ha manifestado al discutir algón detalle. Por ejem-
;' - plo: Desde que en 1939 T. Navarro m llamó la atención acer-
~- ca de la existencia, en ciertas hablas andaluzas, de oposicio-
~ nes del tipo [-o](<-os): [-o], [-e](<-es): [-e], etc., los dia-
~ lectólogos españoles han acumulado datos complementarios
:1 y han descrito de varios modos el «sistema• vocálico del an-
'µ daluz oriental. Las sucesivas contribuciones de L. Rodrfguez-
;$ Castellano y A. Palacio (1948) 174, D. Alonso, A. Zamora y M. J.
:es CanelJada (19S0)115, M. Alvar (19S5)176 y G. Salvador (19S7)m
mozárabes ni han coexistido con la lengua patrón (el castellano ac-
tual ), ni SOD dialectos del castellano desde un punto de vista pnético.
m Sobre el método empleado por Herculano de Carvalho para
reunir los datos pertinentes a la descripción, cfr. atrás, n. 625.
e m La ducription phonologique avec application au parla franco-
~-- ~al d'Hautevüle (Geneve, 19S6), refundidón de un artú:ulo pu-
,~ blicado en RLR, 15 (1939 [pero aparecido en 1945]).
m V~ arriba, 2.17.
174 RDyTP, 4.387-418,570-99 (1948).
J
175 En su fundamental articulo «Vocales andahrras., Contribución
·"
~;- al estudio de la fonología peninsular•, NRFH, 4.209-30 (1950). Cfr. acle-
;; més D. Alonso, En la Andalucla de la e (Madrid, 1956).
176 RDyTP, 1123644 ( 195S); RFE, 39.284-313(1955).
m RFE, 41.171-85 y 222-8(1957).

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310 La lingillstica en la postguara
hicieron, sobre todo, avanar el conocimiento de los hechos
fonéticos; pero fue necesaria la intervención de E. AJara,s
( 19S8)111 para centrar debidamente el problema fonológico
(aunque la solución propuesta por Alarcos no sea entera-
mente satisfactoria) m.
La importancia de las relaciones paradigmáticas en la
morfología verbal nunca ha sido ignorada en los estudios
gramaticales. Sin embargo, en las descripciones dialectales
escasean las observaciones sistemáticas. Bs mérito de E.
Alarcos el haber dirigido la atención de algunos dialectólo-
gos asturianos hacia la red de oposiciones que caracterm ,
el sistema verbal en los diferentes dialectos •. Ante el desin-
terés de los investigadores «de campo• por el problema, los
de «gabinete• luchan, en general, con grandes dificultades
cuando tratan de reconstruir las estructuras en toda su com-
111 «Fonética y fonolOlfa (a propósito de las vocales andalums)-,
Archivum, 8.191-203(1958).
m Alarcos rechaza que el andaluz oriental posea un nuevo sistema
vocálico con cinco o seis grados de apertura (según sostenían los
dialectólogos foneticistas). Piensa que la modificación de las vocales 1

finales en los casos de -s ante pausa > 9 no puede considerarse aisla-


damente, sin tener en cuenta la armonización vocálica ni las modifi-
caciones sufridas por las consonantes contiguas en los casos de -s +
CONS. Por mi parte, he de aftadir que no se ha estudiado la variaci6a
alofónica en la frase, según debiera hacerse. Cfr. el artfculo de D.
Catalán citado en la n. 854.
IIO M. T. C. García Alvarez, «Morfologfa verbal en el bable de
Bimenes», Archivwn, 10.405-24(1960) y «La inflexión vocálica en el bable
de Bimenes», BIEA, 14 (núm. 41), 471-87 (1960) (capítulos de la ~
grafía inédita El bable de Bimenes, tesis doctoral de 1955). J. Nein..
«La metafonfa en las formas verbales del imperativo y del perfecto
(Adiciones al Habla de. Lena)-., Archivum, 12.383-93(1963). En los per-
fectos fuertes la oposición Yo: '.tL se halla hipermarcada: fixi: far,.
vini : vieno, fúi: foe (Aller, Bimenes): fiu : fuo, vine : vieno, fúi : toe
(Lena). En Lena la metafonfa sirve también para diferenciar las far.
mas del imperativo respecto a la persona l!L del indicativo: bik
«bebe tú•: bebe •~l bebe»; cuse «cose tú•: cuese cella cose•, etc. Véa-
se, además, 1. Martíne2 Alvarez, Bable 1 Castellano (Oviedo, 1967)
[ = Archivum, 17].

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Renovaci6n de la dialectologfa 311
plejidad. Sin embargo, la paciente e imaginativa labor de
algunos lingüistas alejados del medio dialectal (como Y.
Ma]kiel) 111 ha contribuido más al progreso metodológico del
estudio de la flexión en los dialectos del Occidente peninsu-
lar que los propios observadores directos. Fuera de la .fle-
xión, la aplicación de criterios estructurales al estudio de la
morfología dialectal es aún más escasa. Merecen destacarse
varios trabajos de G. de Granda (1965, 1966) 112•
Son tan escasas las observaciones sintácticas hechas por
los dialectólogos que no puede sorprender el que se des-
atienda en ellas a las oposiciones funcionales. Entre las ex-
cepciones cabe citar ciertos trabajos de J. M. Lope Blanch
(1961) 113 y de D. Catalán (1963, 1966) 114, en que se estudia
el valor de la oposición rha. venido,: rvino, en el espafiol
mejicano y canario.
Si la descripción dialectal puede ganar en precisión y en
interés metodológico al tener presente que los dialectos son
sistemáticos, el estudio estructural de las lenguas puede, a
su vez, beneficiarse grandemente de anexionarse un campo
experimental de tantas posibilidades como es la dialectolo-
gía. Sobre todo, el estructuralismo diacrónico.
La importancia de incorporar a los trabajos de fonología
diacrónica el dato dialectal fue sentida, muy especialmente,

111 V6ase n. 863.


112 Sobre la morfoloafa del nombre en asturiano, en RFB, 46.97-
120 (1965), y acerca del sistema de posesivos en el «espaftol atlántico•,
en BAE, 46.53-67(1966). En este trabajo, Granda explica la utilización
de de él, de ella (en vez de suyo) por la tendencia analógica a crear
sip,ificantes proporcionales en las varias oposiciones y la existencia
previa de la forma de ustedes «vuestro•.
113 «Sobre el uso del pretérito en el espaftol de Máico», Horn.
na/e D. Alonso, 2.373-85(Madrid, 1961).
• «El espaftol en Canarias•, PFLB, 1.239-80 (246-7] (Madrid, 1963):
cEI espaftol de Tenerife. Proolernas metodolólicos•, ZRPh, 82.467-506
[492-41 ( 1966).

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312 La. lingüistica en la postguerra
por aquellos fonólogos que habfan recibido una formación
de romanistas. Para los estudios fbero-rorn4uicos son de in-
terés algunos de los trabajos de R. L Politzer (entre 1951
y 1957)• y, sobre todo, los de H. Lüdtke ( 19S6, 1957) •,
buen conocedor de la dialectologfa -• no sólo en
los libros, sino sobre el terreno (en 1951 había reaUudo una
encuesta en varios lugares del centro de Portugal).
D. Catab\n (en 1954 y, sobre todo, en 1956-1957)., intentó
superar el estricto descriptivismo de los estudios dialectales
españoles injertando en la geografia lingWstica el punto de
vista estructural, y tratando de llegar, a través de la com-
binación de ambos métodos, a explicar los hechos observa-
dos. A diferencia de los fonólogos diacronistas, Catab\o no
eligió los problemas abordados con el objeto de present.ar
un caso simple y ejemplar, sino que se propuso auaJiur la
complejidad de sistemas fonológicos existentes en los dia-
lectos asturianos de una comarca bastante limitada ( el Oc-

as Especialmente Romance irends in 7th and 8th COlhlr7 Lidia


documents (Chapel Hill, 1953) [con F. N. Poliu.er]: cOn the dcvdap-
ment of Latin -u.r to -4~-in Romance•, MLN, 69.325-31(1954); «On tbe
development of Latín stops in Araaonese»,Word, 10.60-8(1954). ar.
también Word, 13.441-6 (1957). ·
116 Die strukturelle Entwicklungdes romanischen Votalisnms
(Bonn, 1956); «Beitrige zur Lautlehre portugiesischer Mundartm•,
Misceldnea Martinet, 1.95-112(1957).
117 «Resultados épico-palatales y dorso-palatales de -u,., -NN• y de
LL- ( < L-), NN- ( < N- >•,
RFE, 38.1-44(1954), en que mostró el paralelismo
evolutivo de -NN- (N-) y de -u.- (L-): en ast., donde -NN•, N- > [Jl], -tt-,
L- > [Al y donde -NN•, N· > [n], -ur, L- > [tf ]; en alto-arag. a -NN- > [p),
corresponde -u.- [A], y a -NN• > [nn ~ n], -u.-> [ll ~ f ~ t] (en ast.
hay lenición, en alto-arag. no, de ahf que N-, L- evolucionen distinto).
•El asturiano occidental. Examen sincrónico y explicación diacrónica
de sus fronteras fonológicas•, RomPh, 10.71-92(1955-S6), 11.120-51(1956-
57), en que delimitó con toda precisión las fronteras fon~ticas y los
varios sistemas fonológicos y trató de detenninar ovHes resultados
regionales pod1an explicane como condldonados por el sistema J
cu,Jes evidentemente no.

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Renovaci6n de la dialectologfa 313
cidente de Asturias) y buscar explicaciones (estructurales o
socio-lingWsticas) ·para todos los fenómenos locales regís-
trados. Apoyándose en los resultados de esta investigación,
Catalán proclamó (1958-1962)• la importancia de la dialec-
tología como terreno experimental en que poner a prueba
las hipótesis de la fonología diacrónica, pues la geografía
lingüística puede servir de piedra de toque para legitimar el '
valor de esas hipótesis o para desmentirlo •.
En Portugal, J. G. Herculano de Carvalho dedicó dos pe-
netrantes trabajos al estudio sincrónico y diacrónico del
1
,.
criollo de Cabo Verde (co crioulo caboverdiano•) en sus dis-
tintas variedades (1958-1962, 1959-1962)•. Mientras en el
sistema gramatical y en el sistema consonántico los dialec-
tos nacidos con la adopción del portugués por las pobla-
.-
;,
ciones aloglotas de origen africano instaladas en el archi-
piélago de Cabo Verde muestran evidentes sfntomas de in•
terferencia lingüística de las lenguas africanas, en el sistema
vocálico las profundas transformaciones ocurridas pueden
explicarse como desarrollos internos del propio sistema lin-
gWstico (fonológico y morfológico) portugués. La metafon1a
producida por -i, -u, la pérdida de las vocales átonas (espe-
cialmente de esas mismas vocales finales) y la ·armooimclón
de las vocales anteriores a la tónica no son, dentro del do-
..
•-
-

• •Dialectología y estructuralis,po diacrónico• (comunicación a un


congreso de 1958), Misceldnu Martinet, 3.69-80 (La Lquna, 1962).
• Por ejemplo, la geografía dialectal pemlite afirmar que toda
(-6-] tardía (procedente de -cr-, _uLT- o de préstamos)> [ts], alli donde
-1.1-,-C'L· > [f]; y, a su vez, impide aceptar que los resultados (l] / (~]
< L- dependan de si PL·, CL-, PL- > [f], ct,J o [~].
• cSincronia e diacronia nos sistemas vocálicos do crioulo cabo-
wrdiano• (comunicación a un congreso de 1958), Miscddnea Martina,
.•
3.4U7 (La Laguna, 1962); «Le vocallsme atone des parlers créoles du
,, Cap Verb (comunicación a un congreso de 1959), BF, 20.3-12 (1961)
C• IX CILR, 3.3-12 (Lisboa, 1962)]. [Reeditados ambos en el libro &-
tudas lin,ufsticos, 2.7-tS (Coimbra, 1969)).

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314 La lingülstica m la postguerra
minio portugués, fenómenos exclusivos de los dialectos crio-
llos. Herculano de Carvalho piensa, razonablemente, que el
papel del bilingüismo seria aquf tan sólo el de acelerar el des-
arrollo de unos fenómenos cuyos gérmenes se haUaban ya en
la lengua de los colonos portugueses de los siglos xv y XVI. La
coincidencia del caboverdiano con otros dialectos portugue-
ses metropolitanos no basta, efectivamente, para suponer que
la transformación del sistema vocálico se babfa cumplido
ya al tiempo de la colonización; pero el spgerir que los co-
lonos «portaient avec eux, dans leur parler... les conditions
des développements futurs• y que «o movimento estava la-
tente, como potencialidade, no sistema inicial• me parecen
afirmaciones vacfas de significado. Con un poco de «realis-
mo• social esta misteriosa transmisión de tendencias, desde
los colonos a los esclavos africanos, podrfa quedar ventajosa-
mente substituida por la hipótesis de que lo adoptado por
los aloglotas fue un subsistema (socialmente marcado con-)
que coexistía con el subsistema (socialmente marcado con +)
triunfante hoy en la mayor parte del dominio po~
En las lenguas naturales el carácter sistemático de la varia-
bilidad lingüística condicionada por la estratificación social
permite la co-ocurrencia de varios subsistemas durante muy
largo tiempo .,. . La descripción sincrónica y diacrónica del
vocalismo caboverdiano hecha por Herculano de Carvaiho

DI El subsistema estratigrücamente cinferlor» procederfa. por


«covariación•, del sistema «superior». Seg6n han mostrado empfrica-
mente U. Weinreich, W. Labov y M. l. Herzog cthe generalization el
linguistic change through linguistic structure is neither uniform nor
instantaneous; it involves the covariation of associated changes ~
substantial periods of time•, «linguistic structure includes the orderly
differentiation of speakers and styles through rules which gcwern
variation in the speech community• ( «Empirical foundations for a
theory of Language change•, Directions for historical Lin.guistics. ed.
W. P. Lebmann y Y. Malkiel, 187-8,Austin ami London, 1968).

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Renovaci6n de la dialectologfa 31S
debe confrontarse con el excelente estudio del vocalismo de
Monsanto (Beira Baixa) y de otras comarcas del Sur de Por-
tugal, en que ocurren transformaciones parcialmente aná-
logas, llevado a cabo por M. L Carvalhio Buescu (19S7•
1961) 82 • Los dos autores se ignoran mutuamente. Carva1bio
.... Buescu, que investigó metódicamente los fenómenos más
rebeldes a la sistematización, logró determinar con toda pre-
cisión cómo la / á/ tónica > [a] por armonización (condicio-
nada por ciertas vocales pretónicas). El mismo fenómeno
fue descubierto por D. Alonso y V. García Yebra en el ga-
llego «exterior• de Aneares (1957-1959)•.
La existencia, en una gran parte del asturiano central, de
una fuerte inflexión metafonética por efecto de la -u final
era bien conocida de los dialectólogos espaiioles desde anti-
guo IN; pero no se había prestado atención suficiente a la
conexión de la metafonfa con una interesante peculiaridad
... de ciertos dialectos asturianos: la conservación de la opo-
.,.
sición /o/: /u/ en posición final y su utiH7.3ción morfológica •
,.•'
Gracias a una cuidadosa descripción del asturiano de Lena
por J. Neira (1955) 195 y a un notable estudio comparativo de
D. Alonso (1958)•, en que se destacaba el interés de las ob-

112 Véase atrás, n. 629. El «Prefácioa es~ fechado en 1958. Bn el


.- artfculo citado en la n. 813 se alude a esta monC>1111fia como una

tesina inédita de Lisboa, 19SS.
193 «El gallego-leonés de Aneares y su inter6J para la dialectolo¡(a
portuguesa•, 111 CIELB, 1.309-39 (Lisboa, 1959). El coloquio fue en
1957. Una nueva edición, actuaJimda, del trabajo se publicó en CIUl-
danos de Estudios Gallegos, 48.43-79(1961).
IN Guetu ~ gotu «gato», gat-os, -a, -as; abürtu ~ abirtu «abierto•,
..
,, Gbiert-os, -a; pilu «pelo•, pelos; güiyu «ojo-, gUeyos; tramp&LSK«tram.•
poso», trampas-os, -a.
a,s Véase atrás, n. 596.
• «Metafonía y neutro de materia en Espda», ZRPh, 74.1-24(1958).
D. Alonso volvió a tratar el tema en ELH, 1. Suplemento (Madrid,
1962). Son de especial inter6J los comentarios de E. Alarcos en M&m-
1es Petrovici, 19-30 (Bucuretti, 1958) C= CLin1, 3 (19S8). SupJlrnen~J.

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316 La lingiUstica en la postguara
servaciones de NeJ.ra y se ponfa en relación los hechos his-
pánicos con otros an41ogos suditaJianos, el problema ñJDCio.
nal y el histórico quedaron planteados simultáneamente. En
Lena, el morfema «masculino» -u ( + metafonfa) se opone a un
morfema «neutro• -o (- metafonfa) reservado para los nom-
bres de «materia• y colectivos masculinos (mass-nouns) •,
para los pronombres neutros y para los adjetivos atrib11tivos
y pronombres referidos a nombres de «materia• y colectiwos
masculinos o femeninos (mass-nouns), a pronombres neutros
y a antecedentes léxicamente no sexuados. La explicación dia-
crónica de los tres hechos -metafonfa, distinción entre
/-o/: /-u/ y cneutro• de materia-, cuyas áreas en el Norte
de Espafta no son enteramente coincidentes•, se baila en-
Como resultado de estos trabajos, las observaciones dialectol6gicu
posteriores han afinado la descripción de los hechos: M. C. Dfaz Cas-
taftón, El bable de cEl Cabo Pdlas• ( Oviedo, 1966); los artículos citados
en la n. 880; J. Martfnez Alvarez, Bable y castellano, 33-S, 72-3, n.JJ
(Oviedo, 1967) [ = Archivum, 17]. R. J. Penny, teniendo en prensa el
libro El habla pasiega (London, 1969 [pero impreso en Madrid y sa-
lido a luz varios aflos despu~]), ha examinado de nuevo la cuestióa.
después de estudiar sobre el terreno el castellano del valle de Pas,
«Mass-nouns and metaphony in the dialects of North-western Spetn-~
ArchL2, 1.21-30(1970).
.,, Esto es, sustantivos de cantidad indeterminada.
• La metafonfa (atestiguada en el siglo XVIII y en cb:umeams
medievales) es hoy un fenómeno en retirada. Ademú de una extensa
6rea bipartida (a causa de la existencia, en medio de ella, de varias
ciudades y villas importantes: Avil~, Oviedo, Gijón, Pola de Siero)
en el asturiano central, se conserva otra 6rea, muy decadente, en el
castellano de Santander y N. de Buqos (6rea pasiega). La distinci6o
de -u : -o (mal estudiada, cfr. n. 626), es posible que se baya borrado
en algunas comarcas que retienen la metafonfa ( por ser innecesaria
la hipercaracterización): pero, en general, caracteriza a todo el astu-
riano central (incluso a las variedades que han abandonado la meta-
fon1a). Entre las dos zonas (asturiana y castellana) de la metafolda.
persiste el neutro ( «cuando la manuma se pon maduru, da ll,1Stll
velo'm pumar•, mantega ranciu}. Acerca de la metafonfa y el neubO
en la documentación medieval, ,._ B. Alarcos en Arcldvuffl. 1U11-
41 (1962).

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Rmovaci6n de la dialectologfa 317
,... treluada con tal número de problemas románicos que nin-
guna hipótesis es de creer que reciba el consenso de los in-
vestigadores •. Desde luego, el nócleo de la cuestión es la
distinción de las vocales finales, pues la metafonía no es
sino una hipercaracterimción de la oposición /-u/: /-o/, sur-
gida posiblemente para contrarrestar la amenam de una po-
s
sible coalescencia de las dos vocales finales; y una distinción
morfológica, como la de «masculino»: «neutro» (para «mass-
nouns» y abstractos), podrá manifestarse a traWS de una
detem,inada oposición fonológica y reformrla, si previamen-
te existía, pero no crearla. El problema se complica con la
existencia (en Lena y otras comarcas con metafonfa) de una
oposición -u ( + metafonía), para el «masculino» singular, -os
(- metafonía), para el «masculino» plural, que obliga a tra-
tar conjuntamente la situación dialectal del Norte de Es-
pafia con la metafonía portuguesa y con la debatida cuestión
de si [-u ~-o] (ortografiado -o) / [-us ~-os] (ortografiado
-os) del portugués moderno remonta a [-o] / [-os] o a [-u] /
[-os]•. La argumentación de C. Blaylock (196S) contra el

119 Lo que no es admisible es el prescindir de los dfalectos del


Norte de Espafta al tratar del •neutro• románico, seaón hizo R. A.
Hall Jr., «The 'Neuter' in Romance: A Pseud~Problem•, Word, 21.421-7
(1965). Hall enmendó en 1968 su olvido escribiendo el sustancioso
trabajo citado en la n. 901.
• La reconstrucción de la pronunciación proto-portusuesa suele
basarse, como es de rigor, en el comparatismo •interno•: quid los
~odos estadfsticos, aplicados a la documentación de los siglos IX-XI,
pudieran resolver empfricamente la cuestión. Sobre el valor de lol
srafemas -e, -o en los siglos xv-xv111 se ha discutido ampliamente:
T. H. Hart Jr. y J. G. Herculano de Carvalho defienden la pronun-
ciación [-i], [-u], frente a I. S. Révah (artfculos citados atrás, nn. 141-
843). Claro est4 que la solución de este problema, si fuera posible,
no supondría un gran avance para la determinación de si la metafo-
nfa portuguesa se debe o no a la conservación en proto-iberorrom6-
nico (o en ciertas variedades de proto-lberorrorn4nfco) de la clistin-
d6n /-O/ : /-U/.

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....
318 La lingüfstica m la postgua,a
carácter arcaico de [-u] en Espafta y Portugal y. por tanto,
contra la perduración regional de una oposición proto-romá-
nica /-u/: /-o/, no me parece convincente•.
El trabajo de Blaylock que acabamos de citar forma par-
te de un conjunto tm destinado a pasar revista a los fen6.
menos fonéticos románicos, compartidos por ciertos diaJN>
tos íbero-románicos y ciertos dialectos del Sur de Italia. que
sirvieron a R. Menáldez Pidal para Jannr o para apoyar su
teoría de que el latín de los colonos de Hispania ofrecía
rasgos de substrato osco-umbro•. Blaylock examina con
cuidado los hechos y acaba ~banudo el supuesto origen
común de los fenómenos examinados. No menos escéptico
que para la hipótesis del dialectalismo latino se muestra
respecto a las explicaciones de los diacronistas. que inter-
pretan los cambios «as therapeutic devices to safeguard re-

901 Bn su documentado articulo «Hispanic Metaphony». RomPI,


18.253-71 (1964-65). La alternancia [-u]/ [-os] del asturiano central J
oriental y del castellano montaftés, y la oposición [-u]: [-o]. con
función morfológica, en esa misma área (hipercaracterimda o no par
la metafonfa), me parecen «primitivas•, esto es, desarrolladas desde el
proto-románico. La documentación latino-romance de los siglos a-n.
tratada estadísticamente, viene a confirmar esa suposición. La Diw-
Jación ocurrida en otras comarcas leonesas (en -9 / -os, o en -u / -as}
no invalida el testimonio de las regiones claramente distinpüdons.
Sobre las vocales finales en los dialectos asturianos, v6lse G. de Gran- 1

da, en TDRL, 2.29-117(1960), y J. Martínez Alvarez, Bable y ca.stdlllllo,


33-S (Oviedo, 1967) [ = Archivum, 17]. Acerca de los orlaenes de la 1

distinción /-o/: /-u/ R. A. Hall, «Neuters, Mass-nouns and the Ablathe


in Romance•, Lg, 44.480-486(1968), y R. J. Penny, articulo citado en la
n. 896, han sugerido, por separado, que debe pensarse en una pezcla-
ración de los ablativos latinos en -o. Hall considera que las formas
sud-italianas del mal llamado •neutro• exigen la terminación protc,.
románica -od, que se habrfa conservado desde el latín arcaico (ea
parte gracias al apoyo de las formas análogas osco-úmbricas).
902 «Assimilation of stops to preceding resonants in lbero-Ro-
mance», RomPh, 19.418-34(1965-66); «Latin L-, -u.- in tbe Hispanic
dialects: retroflexion and lenition•, RomPh, 21.392-409 (1967-68).
a Cfr. atrás, 2.9. (nn. 178-179) y 3.6. (nn. 415-417).

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Renovaci6n de la dialectologfa 319
putedly crucial oppositions menaced with collapse by other
radical changes within the system• •. En carnbio, cree bas-
tante plausibles varias intluencias de substrato. Su descon-
tiaon respecto a las hipótesis más arriesgadas y su modera-
ción en la crftica invitan al asentimiento; sin embargo, su
.., argumentación se baila, a veces, basada en datos que creo
hay que revisar• •
....
La comparación entre dialectos contiguos, pertenecientes
a un mismo dominio dialectal, permite estudiar (casi po-
..
~

".. • En RomPh, 21.406-9 (1967-68), recban las explicaciones, más o


menos teJeolóaicas, de A. G. Haudricourt y A. G. Juilland, de R. L
Politzer y de A. Martinet, y concluye, a mi parecer con toda razón:
...
:
«We must not interpret the retroflexion of -1.1.r as a device to resaie
...
.,., a sttuctural opposition imperiled by lenition, for ali evidence indica-
tes that degemination and voicing of medial stops has occurred in tbe
crucial Pyrenean area distinctly la ter than retroflexion». Cfr. los ar-
Uculos de D. Catalán citados en la n. 887.
905 Por ejemplo, Blaylock defiende el carácter tardío de -NI>- > -(n)n-
.',r ,. basado en el prejuicio de que el resultado catalán de •NN- es (Jl]
(según se dice en las Gramáticas Históricas); pero, en verdad, el
catalán pirenaico ofrece el resultado -NN- > [n] con ¡ran regularidad
...
... (véase, por ejemplo, el artículo de 1. Coromines citado en la n. 244),
y este resultado, que no puede ser secundario, dado que -NI· > [Jl],
no es desconocido, ni mucho menos, del catalán normativo. Tampoco
es cierto que «only in Ribagorza is -NI>-> -n- apparently autochthonous
in Aragonese»; basta recordar que en Bielsa conviven brenna «me-
rienda•, up-uenna, -onnal, barann-al, -ato ( < -NI>) y ucannase «atra-
pntarse•, capanna, penna, ninno ( < -NN-), con una -nn- geminada que
excluye toda posibilidad de considerar las voces como préstamos ca-
...
..,, talanes, y que los topónimos son numerosos: Retuno, Camporretuno,
Las Lanas, Pano, Glanieto, Munt!brega (por no citar voces como bara-
na, registrada en Plan, Tella, Bestué, Senué, Fanlo, Bugase, Yeba,
Campol, etc.). Por otra parte, también se registra alguna vez la ex-
tensión del resultado invasor [Jl] a casos de -ND- (El Espuñal, Bspu-
íktas). Me resulta extraño que, a propósito de -u.-, Blaylock considere
con atención mi artículo de RFB, 38.1-44(1954) y, en cambio, no tenp
presente mi nueva exposición en RomPh, 11.120-58(1956-S7), donde
desarrollo de forma mucho más completa y articulada todos los pro-
b•ern••~

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320 La lingiUstica en la postg,una
drfamos decir observar) fenómenos dinémicos de tanto inte-
r6s como la covariación de las unidades de un sistema fono.
lógico, la conversión de hipercaracterizaciones fonéticas (por
metafonfa o por armonización) en marcas autónomas, el
reajuste en la reaHmción de ciertos fonemas debido a ezi.
gencias sistemáticas y la posibilidad de que se difundan cier-
tos fenómenos fonéticos sin que el sistema condicione el
cambio o se reajuste consecutivamente. Pero además, en los
dominios dialectales en que no ha prevalecido la tendencia
a la homogeneización, es posible documentar otro fenómeno
genético de gran inter6s para la lingüística estructural: la
propagación «interna• ( esto es, dentro de la estructura de
la lengua) de los cambios. Con cierta frecuencia, los dialectos
situados en la periferia del área de un fenómeno lingüístico
aplican defectivamente o, para ser más exactos, condiciona-
damente, la «ley fonética» que define ese fenómeno•. Gra-
cias a ellos podemos observar que la regularidad del cambio
se debe a la generaUución analógica de una variante ini-
cialmente condicionada. Otras veces, los datos dialectales
permiten descomponer una «ley fonética• en un variado con-
junto de tendencias estructurales de carácter no fonético. Al
menos, asf trata de explicar Y. Malkiel (1969) • un cambio
fonético «débil» (es decir, no general) de dificil justifica-
ción: la frecuente epéntesis de una yod (en los dialectos
leoneses).

I06 Sina de ejemplo el asturiano de Slstfema, en la frontera del


6rea de ·N- > UJl, que sólo pierde la nasal en las terminaciones -INA(s)
> -ia(s}, -INGs> -fus (frente a -fnJ, -ffNA(S) > -úa(s), -ONRs> -ois (frente
a -6n), en el numeral y .artfculo ONA(s)> da(s) > o(s) y en las formas
verbales tei-s, -n «tfen-es, -en• ( frente a ten «tienes•, tmemos, etc.. J
vienes, etc.) y viát «vino• (frente a vine, vinimos, etc.). Cfr. Rond'II,
10.87 ( 1955-56
).
"" «The five sources of epenthetlc /J/ In western Hlspano-Jto.
mance. A study in multiple causation•, HR. 37.239-75(1969).

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Rouwaci6n de la dialectologla 321
La interpretación dinámica de los hechos dialectales es,
... a mi parecer, la más fructífera para el diacronista. No obs-
!t tante, reconozco que en los dialectos viejos, donde la dife-
' renciación lingüística hunde sus rafees en el pasado lejano,
~ las interpretaciones dinámicas sólo pueden defenderse en la
~ con6anm de que los postulados difusionistas son verdaderos.
Pero la dialectologfa no estudia sólo los resultados actua-
i les de una diferenciación lingüística surgida en el pasado,
.,... sino que puede experimentar con la diferenciación en pro-
• greso, con el cambio en el plano sincrónico, pues toda lengua
-
...
r
natural utiJir-atla como instrumento de comunicación por
una comunidad ofrece abundantes muestras de su dinarni•
'
;
mo. Esta posibilidad de estudiar empíricamente la variación
no ha sido aún bastante explorada, pero ofrece perspectivas
t muy atrayentes para los lingüistas interesados en reconci-
', liar la visión estructural de las lenguas con el hecho indis-
cutible de que todas las lenguas sean variables. Dado que
las comunidades lingWsticas se hallan estructuradas en un
'
~
doble plano, espaciaJm~nte y socio-culturalmente, el estudio
de un cambio en progreso puede hacerse proyectado sobre
el uno o el otro plano.
Un ejemplo de cómo una variación fonética en desarrollo
puede ser estudiada a través de su proyección geogrüca se
haJla en el artículo de D. Catalán, «En tomo a la estructura
silábica del espafiol de ayer y del español de mañana•
(1971)ª. En este trabajo, Catalán interpreta dinámicamen-
te, como etapas de un proceso en marcha, las cinco «situa-
ciones• • propias de otras tantas sub-áreas dentro de la gran

• H. Mmr Futschrlft, 77-110(1971).


• V[s]C : VC&JC: V[s111 : V[8lll • 1) [s] = [sl: [s1 : [81 •
2) [h] = [h]; [s] : [8] • 3) [h] = [h]; [s] = [a] • 4) [h] • [hl:
(h] =- [h] • S) Ch] • [h]: [91 = [91 (prescindo de que en algunas co-
marcas de aspiración se babfa dado previamente la coalescenda de los
LDIGOfsTICAmsto-ltOldNICA.-21

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322 La lingillstica en la postguerra
área del español peninsular en que se manifiesta la tendm-
cia (C1)VC2 • (C1)V.
La importancia de la estructuración «vertical• de las len-
guas naturales, como reflejo de la compleja estructura eco-
nómico-cultural de las comunidades que se valen de ellas., ha
sido reconocida desde antiguo, y también el papel jugado
en la evolución de las lenguas por la valoración subjetiva de
unos modos de hablar y otros 910• Sin embargo, tanto la dia-
lectología tradicional, como la estructural, han evitado el
plantearse el problema, cerrándose asf el carninq a la in-
terpretación dinámica de la sincronfa dialectal (D. C..taJ'n,
1963, 1966) 911• Hasta que el desarrollo de los métodos esta-

dos órdenes de sibilantes). Paralelamente, V[l]C : V[r]C; V[lJII : V(r]II


-+ 3) [r] = [r]; [l] = [l] -+ 4) [r] = [r]; [h] = [h] -+ S) [r] ==[r);
nn= c91.
910 La evaluación subjetiva de las variantes es, evidentemente, parte
de la competencia lingü1stica de cada hablante. No opera sólo en las
lenguas de cultura, sino también en los dialectos, incluso en pequeñas
comunidades rurales. En mi limitada experiencia como dialectólOIO
de campo he tropeuido repetidamente con el problema del valor que
los hablantes conceden a las distintas variantes que conocen y he
examinado las repercusiones de esta evaluación en el comportamiento
lingüístico de los sujetos dialectales y, a la larga, en la evolución del
dialecto. Sobre la evaluación de las variantes con [f•] o [X·] en el
limite asturiano de la aspiración y sus consecuencias socio-lingüísticas,
cfr. el artículo (primerizo) de A. Galmés y D. Catalán «Un limite lin-
güístico•, RDyTP, 2.196-239(1946); acerca de la dificultad de compren-
der el panorama dialectal de las Islas Canarias si se pierde de vista
la coexistencia de niveles lingüísticos varios, véase D. Catalán, •El
español en Tenerife. Problemas metodológicos•, ZRPh, 82.467-506 (1966),
y «El español en Canarias•, PFLE, 1.239-80(Madrid, 1963).
911 Según Catalán ( en los artículos citados en la n. 910). clas CU.
tintas variedades de español existentes en Canarias no pueden expli-
carse como fruto de un divergente desarrollo de la lengua en las
varias islas o en diferentes comarcas dentro de cada isla; son,. sbn-
plemente, resultado de la superposición de estratos varios, represen-
tativos de modalidades más antiguas o más nuevas de español atMD-
tico. La dialectalizaclón horizontal, espacial, es de secundaria impcr-
tancia respecto a la dialectaUnclón vertical, dependiente de los di-

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· Renovaci6n d~ la dialectologfa 323
dfsticos no dio unos sólidos fundamentos a los estudios so-
ciológicos, los lingüistas de orientación estructuralista han
J. estado de acuerdo en considerar que toda «explanation by
e means of social facts is a methodological derailment•. Pero
, esta posición es hoy ridícula, y el estudio de las estructuras
e sociolingiüsticas promete ser (según muestran los trabajos
t de W. Labov y otros) uno de los más fructíferos para el enri-
quecimiento de nuestra concepción de las lenguas natur8Ies.
e En Espafia y Portugal ha comenndo a despertarse el interés
por los estudios sociolingüísticos, pero más bien en función
. de los problemas sociales, que como método de ahondar en
el conocimiento del mecanismo del lenguaje 912•

te1 sos niveles socio-culturales•. Como muestra de la importancia de la


estratificación y de la evaluación subjetiva de las variantes, Cata1'n
examina la reversión de varias «leyes fonéticas•: la igualación en [h]
de los antiguos fonemas /A/ (y /f./) y /h/ del español de los siglos XV
y XVI, la pérdida de -d- (> ["]), la diptonpción de los hiatos acen-
tuados (peor> piór, beata> bidta, ca.ida> cáida "-l quiida, roer> r6ir,
paú> pii(h), etc.) y la vocalización de [d] en -dr- > [ir], mientras
otras evoluciones fonéticas siguen haciendo Proaresc>S (por ejemplo,
el yásmo, o la tendencia (C 1)VCi • (C 1)V).
912 A. Badia ha hecho un estudio lingillstice>sociológico de Barce-
lona, donde el catalán se halla amenazado por la inmigración masiva
de trabajadores de lengua espaiiola (generalmente del Sur de EspalaJ.
El primer volumen de esta obra ha visto la luz recientemente: La
tlengua dds barcelonins. Re.sultats d'una enquata sociolo,uxHingi,lú-
tica. I: L'enquesta. La llengua i els seus condicionaments, 1 (Barcelo-
na. 1969). El estudio tiene un doble propósito: dete.rminar la actitud
de los catalano-hablantes respecto a su lengua, en vista de las difíciles
condiciones en que se desarrolla la cultura catalana desde hace varios
decenios, y examinar las consecuencias lingüísticas de la conviven-
cia. dentro de Barcelona, de una población nativa y una enorme masa
de inmigrantes de lengua no catalana. Aunque la motivación de la
encuesta se debe a preocupaciones extra-científicas y el autor aban-
dona, en ocasiones, el papel de expositor para predicar a los padres
catalanes contra los supuestos peligros del bilingüismo, la encuesta
misma fue llevada a cabo con absoluta objetividad. La selección de •la
n:,ostra• es correcta, y el número de respuestas manejado (casi 3.500)
es sobreabundante. Sin embarao, el trabajo tiene un importante de-

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324 La lingUfstica en la postpem
fecto desde el prmto de vista estadfstico: dado el dpo de preg1111t11
del cuestionario, es evidente que en el 1S" de respuestas obtenldll
predominarán las de aquellos corresponsales más «preocupats per la
aort de la llequa•, con lo que •la mostra• queda irremedi•blemmte
delequilibrada. No obstante, creo que los datos reunidos acerca clll
uso y vitalidad del catalán entre los diferentes grupos sociales de
Barcelona (vistos indirectamente a traws de su proyección espacial.
aradasa la clasificación de los cuestionarios por distritos munidpe-
lel) son, en lfueas pnerales, rilidos. También en Portupl. por IJi.
dativa de L P. Undley Cintra, se ha iniciado el estudio del compor-
tamiento lingüístico de los trabajadores portugueses despJaudos den-
tro del mismo Portugal y de los emigrados a Francia, pero aún no •
conocen los resultados de esos trabajos. Sobre el bilingüismo •
Puerto Rico ha escrito un libro importante G. de Granda, Transadtll-
racidn e interferencia lin1Uútica en el ~o Rico conton,o,.,_
(1898-1968}
(Boaod, 1961).

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4. LA UNGO!STICA 1BERO-ROMANICA EN CRISIS.
ESPECULACIONES ACERCA DE SUS PERSPECTIVAS

4.1. LA CRISIS

La lingllfstica hispan~románica ha reaJindo, sin duda,


grandes progresos durante los óltimos treinta dos. De ser
un campo de trabajo reservado a la actividad de unos pocos
privilegiados discípulos de los grandes maestros de la fil~
logfa espaiiola, portuguesa y catalana, y de algunos roma-
nistas a quienes seducfan las singularidades lingWstico-cul-
turales de los pueblos subdesarrollados, ha llegado a con-
vertirse en una disciplina familiar para miles de estudiantes
~e las Universidades de Espafta y Portugal y para un crecido
nímero de estudiantes europeos (y extraeuropeos). Los focos
fe actividad se han multiplicado. Las publicaciones provin-
:ianas, sobre todo en las ciudades universitarias, han adqui-
ido un nivel dentfflco medio mucho mú elevado. Parcelas
le la lingWstica antes no cultivadas (o poco cultivadas) en
!spafla y Portugal, han empezado a ser roturadas con efi-
acia. Con mú o menos retraso, las distintas teorfas y ~
ocios de la lingWstica europea (y, basta cierto punto, de la
ingWstica americana) se han Ido Introduciendo en la Penín-
ula Ibérica. Al mismo tiempo, los progresos en el conoci-
rúento de los hechos han permitido una mayor utllimcl6n

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326 La lingillstica fbero-romdnica en crisis
de los testimonios hispánicos por parte de los romanistas
no hispanimntes y aun por los lingüistas de formación «ho-
rizontal». Ante este evidente progreso, los lingüistas de E.
pafia y Portugal se sintieron, por lo general, orgullosos y
seguros. Reconocían que faltaba aún mucho por bacer para
que los campos de la lingüística hispánica estuviesen. tan ro-
turados como los de otras lenguas románicas; pero pensaban
que las bases para cumplir esa tarea estaban ya firmemente
establecidas.
Sin embargo, en el espectacular crecimiento de la lin-
gWstica hispano-románica hubo una falla evidente. A dife-
rencia de la lingüística espaftola de los tres decenios ant&-
riores, la lingüística española y portuguesa de la postguern
no tuvo la ambición de contribuir al progreso de la ciencia
lingüística experimentando métodos y teorfas originales. Des-
provista de impulsos creativos, o se limitó a continuar la
labor comenzada en la época anterior, o prefirió aplicar a los
materiales locales, hispánicos, ideas y m6todos ya consagra-
dos en otras partes de Europa.
Con posterioridad a R. Men6ndez Pidal, cuya actividad
lingüfstica más relevante se sitúa entre 1918 y 1942, tan sólo
A. Alonso, desplazado a Buenos Aires y a Harvard, trató de
desarrollar y renovar (fundamentaJm~te entre 1938 y 1952)
la tradición metodológica de la «escuela española», partici-
pando de una forma abierta y decidida en el estudio y dis-
cusión de los grandes problemas teóricos y metodológia>s
de la Lingllfstica.
Aunque las corrientes estructuralistas europeas ( en esi»
cial la Fonología de la escuela de Praga) renovaron, desde
los años SO, las orientaciones teóricas y metodológicas de la
investigación reaJimda en Espafia y Portugal, los lingüistas
peninsulares siguieron conformándose con el papel de es-
pectadores en la transformación de la Lingüfstica ocurrida

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La. crisis 327
en los últimos decenios, sin decidirse a escribir obras de
carácter teórico y sin rebasar los limites de una tímida ge-
neralización cuando de sus estudios particulares se decan-
taban conclusiones de importancia teórica o metodológica.
Otra debilidad de la lingüística hispano-románica de la
postguerra, mucho más acentuada en Espafia que en Por-
tugal, fue el prolongar la orientación localista, autárquica,
de las investigaciones. Aunque la urgencia de poner en cul-
tivo los vastos eriales de la lingüística hispánica justificara
tal actitud, el desinterés por los temas no íbero-románicos
fomentó, sin duda, un nacionaJismo lingüístico que roza el
provincianismo.
Sin embargo, las perspectivas de la lingüística hispano-
rorn4nica podrfan seguir siendo consideradas como brillan-
tes, de no ser por la crisis en que se encuentra la disciplina
que le dio el ser: la Rornanfstica.
Cuando en 1965 se reunió en Madrid el «XI Congreso In-
ternacional de Lingwstica y Filología Románicas», patroci-
nado por la «Société de Linguistique Romane» ' 13, el aspecto
m4s notable del cónclave fue, sin duda, el relieve concedido
a las evaluaciones pesimistas y a las admoniciones. En las
sesiones plenarias (a cargo como es lógico de personalidades
consagradas, nada revolucionarias); se afirmó, por una parte,
sin ambages, que «les romanistes ne sont plus l la téte des
innovations d'ordre théorique et méthodologique dans le
domaine de la linguistique considérée d'un point de we
~ général, comme ils l'ont été pendant presqu'un si~le» 914,
y por otro se recomendó a las nuevas generaciones «mettre
en question les bases théoriques des générations précédentes
ou contemporaines», sin por ello renunciar a la rica heren-

,u Las Actas, editadas por A. Ouilis como anejo 86 de la RPE


(Madrid, 1968), ocupan tres gruesos volúmenes.
f14 I. lordan, en XI CILR, 110 (Madrid, 1968).

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328 La. lingilfstica fbero-romdnica en crisis
cia de la lingllistica hurnanfstica anterior t1S. Bstas palabras,
pronunciadas en ocasión solemne, no hadan sino oficiaJmr
una situación que muchos romanistas verdan comentando
desde tiempo atrás. Y no hace falta ser muy pesimista pan
considerar que la crisis puede resolverse mediante la mar.
ginalir.ación, ya que no con la desaparición, de la lingilfstica
rom,nica.
La crisis se debe, sin duda, a la peculiar historia de la
disciplina. Tras las visiones panrorn4ntcas, de canicter com-
parativo e histórico, de fines del siglo XIX y primeros afios
del siglo xx, los romanistas reaccionaron contra los esque-
mas simplificadores, en que -para lograr un rn4ximo de
regularidad- se prescindfa de cuanto hay en la lengua de
rebelde a la generalización. Varias generaciones de estudiosm
se aplicaron entonces a la exploración exhaustiva, con D-
todos nuevos, de las lenguas y dialectos románicos, acudiendo
a todas las fuentes de información disponibles (orales y es-
critas: directas e indirectas). Por otro lado, se biJn preva-
lente la creencia de que el estudio de las «excepciones• podfa
revelar, mejor que el de las «leyes•, la esencia del lenguaje
como actividad humana" El énfasis en la investigación mi-
croscópica de casos complejos ejemplares contribuyó. evi-
dentemente, a dotar a la Roman1stica de un instrumental
para el análisis de precisión y variedad inigualadas, y el in-
terés por cuanto hay de inconstante y diferencial en el em-
pleo de la lengua hizo posible adquirir nociones preciosas
acerca de la libertad creadora de que gom el individuo ha-
blante al hacer uso del instrumento lingWstico heredado.
Pero, cuando el estructuralismo volvió a conceder prioridad
a la regla, frente a la excepción, y consideró preferibles
las explicaciones generales a las particulares, la RC\rnanfs.

915 K. Baldlnger, en XI ClLR, 213 (Madrld, 1968).

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329
i 1. tica se encontró navegando contra corriente. Es más, segón
, la nueva demarcación de los limites de la lingüística, los
tt · propios hechos que habfan ocupado preferentemente la aten-
rt ción de los romanistas a partir de 1910 -la fon~tica fisto-
l~ lógica, el léxico, el estilo- quedaban fuera de los márge-
~ nes de la ciencia. Para acomodarse a la lingWstica moderna,
el romanista parecfa tener que hacer tabla rasa y renunciar
~ al saber y a la expe.iencia acumulados en su campo de es-
~ tudio despu~ del comparatismo de los neo-gramáticos.
-:.- En la parcela de los estudios hispánicos la crisis tardó
t. - en manifestarse. La «querella de los antiguos y los moder-
~ nos•, que en otros ambientes de la Romanfstica acompafl6 a
~ la difusión del estructuralismo 916, no se produjo. Contribuyó
~ a ello, por una parte, la falta de actividad teórica: por otra,
; la escasa participación de la «escuela espailola• en los ~
~ vimientos vanguardistas de la lingWsdca cen~pea en el
~ periodo 1910-1940.Mientras más allá de los Pirineos la Ro-
¡: menistica, a fuerza de concentrar su intml en los elementos
~, m,s aslstemáticos de la lengua, estuvo a punto de convertir-
>-
! ,
:,
se en una amalgama de disciplinas no lingWsticas, la «es-
~
cuela espaftola•, frenada por el permanente magisterio de
~
.. Menéndez Pidal, evitó los excesos del «lexicocentrismo•. La
., tarea de «regramadcalfzar• la llngWstica no encontró en Es-
L•

:. pafia la resistencia que en otros centros del romanismo.


Sin embargo, el tradicional anti-dogmatismo de la «escu~
,. la espaftola• y la creciente receptividad de las nuevas gene-
·< raciones respecto a teorfas y m6todos desarrollados previa-

916 K. Baldin1er, «Traditlonelle Sprachwissenschaft und bistorlsche


Phonologie•, ZRPh, 79.530-66 (1963): M. Wandruszka, «Strukturelle
..;.. Sprachwissenschaft, Grundlagen und Entwicklung•, RJb, 9.17-40 (1958):
12.23-50 (1961): H. Weinrich, «Die ICehre der Sprachwlssenschaft. Stand
und Rilckstand elner Wlssenschaft In DeutscbJaud•, Pranlcf. All1. Za-
tunr, 3.4.1965:etc.

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330 La lingiUstica ibero-románica en cruis
mente en Europa o Am6rica no pudieron impedir la cristaH-
mción de un estado de crisis, del que hoy son conscientes
incluso los más conspicuos defensores de los métodos y
postulados de la Rornanfstica cultivada en la primera mitad
de este siglo.

4.2. RBCBPTIVIDAD TIÚtlCl


Y ACTIVIDAD adne&

Todo parece indicar que la lingüística ~románica


está abocada en el próximo futuro a pasar por una fase
esencialmente receptiva, dedicada a absorber desordenada-
mente ideas y métodos surgidos fuera de los ámbitos de la
Romanistica. El que esta receptividad teórica llegue o no a
ser fructífera dependerá, en gran medida, de la capacidad
de las nuevas generaciones para desarrollar una actividad
crftica original a partir de las tradiciones recibidas. Por ello
me parece muy necesario que esta apertura vaya acompañada
de una activa participación en las meditaciones y discusiones
de orden metodológico y teórico.
La conveniencia de interrumpir, temporalmente, las in-
vestigaciones personales acerca de temas monográficos y
dedicarse a formalimr una teorfa lingWstica ha sido sen-
tida recientemente en Portugal por J. G. Herculano de Car-
valho, Teoria da lingua,gem. Naturez.a do fen6meno ling&ds-
tico e a análise das lfnguas, 1 (Coimbra, 1967). Herculano de
Carvalho no ha pretendido desarrollar una teorfa nueva.
personal; pero tampoco ha optado por el eclecticismo. Aun-
que bebe indistintamente en fuentes muy diversas (y no sólo
europeas), aspira a presentar una doctrina estructurada y
armónica, sustentada sobre una filosoffa (no materialista).
La concepción del lenguaje y de la lingWstica de Herculano

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Receptividad te6rica 331
de Carvalho se apoya, en puntos esenciales, en la de B. Co-
seriu, a cuyo magisterio indirecto rinde un claro y generoso
tributo en las páginas introductorias.
Preocupaciones semejantes han llevado, en Bspafia, a P.
Adrados a escribir un libro doctrinal: Lingi,Ustica estructu-
ral. 2 vols. (Madrid, 1969). Aunque la obra de Adrados no
pertenezca a la lingWstica fbero-rom4uica, al estar escrita
en espafiol y por un español, y al hacer uso frecuente de
ejemplos espafioles, está llamada a tener eco muy especial
entre los cultivadores de la lingüfstica hispano-romáoil3.
Adrados señala su vinculación a un grupo de lingüistas euro-
peos (algo heterogéneo) para quienes «la lingüística estruc-
tural debe estudiar la lengua en toda su complejidad y no
imponerle desde fuera unos esquemas geométricos simples
y elementales»; pero no por ello deja de atender con pro-
vecho a los métodos del descriptivismo americano o de
tomar posiciones respecto a la técnica generativa. Adrados
cree perfectamente compatible la construcción de un es-
quema coherente, en buena medida personal, con la reali-
zación de una síntesis antidogmática de las doctrinas de
muy diversas escuelas lingüísticas.
El hecho de que Adrados proceda, no del campo de la
filología espafiola, sino del de la filología clásica, es significa-
tivo. En los últimos tiempos, la actitud alerta respecto a los
problemas generales de la lingWstica se da con mayor fre-
cuencia entre los lingüistas espaftoles no romanistas, que
entre los romanistas. Esta constatación no deja de ser sor-
prendente 917. Pero aún lo es más el que los problemas bá-

,11 El creciente interá de los filólOIOS espatloles de la rama de


estudios clúicos por los problemas aeneraies de la UnaWstlca explica
también la reiterada intervención de M. S. Ruipérez en el campo de
la morfosintaxis espaftola. El librito Problemtu 1 principios del a-
tructuralismo Un,a&tico (Madrid, 1966), en que se recosenlos frutos

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332 La lingl,llstica U,ero-rom4nica en crisis
sicos de la reconstrucción comparativa no sean hoy discmi-
dos en Espafta por los romanistas, sino por un especialista
de la lengua vasca: L Michelena, Lenguas y protolenguas
(Salarnan,:a, 1963), «Comparación y reconstrucción• (1969)•.
Sea como quiera, la publicación de estas obras en la M-
eada de los 60 y la existencia de un amplio mercado para las
traducciones de libros de toorfa lingüística• son indicios
Importantes de que el panorama lingüístico hispánico va a
renovarse substancialmente en un futuro no muy lejano. La
absorción balanceada de ideas y técnicas prevalentes a un
lado y otro del Atl6ntico •, y el desarrollo de actitudes cd-

de UD coloquio estructunl, al cual lllistieroD romanistu y DO roma-


nistas, refleja bien la situación que seflalaDJOI.
tll Em, 37.99-135(1969).
tlt Basta ver los Indices de la «Biblioteca Rom4nk:a HisP4nice•
de la «Editorial Gredosa (Madrid) para tener evidenda de dmO 11a
ido creciendo la popularidad de la lin¡Wstica.
,a La ¡ramática 1enerativa todavía no ha tenido ll"Ul impecb>
en los estudios fbero.roménicos hechos en Buropa. Las lncm sioaes
ea el espaulol de los transformativistu de USA se han difundido poco!
S. Sapona and H. Contreras, A phonological grammar uf Spanisla
(Seattle, 1962); H. Contreras, «Simpllcity, descriptive adequacy and
binary features•, Lg, 45.1-8 (1969), y «Vowel fusion in Sraoisb•, HU,,.
nla (de próxima publicación); J. A. Sableski [Falk], A ~~ative ,.,_
nology of a Spanish dialect (Seattle, 1965), y Nominalizations in s,-.
nish (Seattle, 1968); C. E. Stevens, A characterivltion of Spanish nolDIS
and adjectivu (Seattle, 1966); J. E. Lackstrom, Profonns in the Spanisla
norm phrase (Seattle, 1967); P. W. Klein, Modal awciliariu in Spanisla
(Seattle, 1968); M. G. Goldin. Spanish case and function (Wasbinaton.
D. C., 1968); M. L. Rivero, The Spanish quantifiers (Rochester, 1969):
W. M. Cressey, «Relative adverbs in Spanish: a transformational ana-
lysls», Lg, 44.487-500(1968); J. A. Poley, Spanish morphology (M. l. T.
1965, tesis doctoral inédita), y «Spanish plural formation», Le. 43.486-93
( 1967); J. M. Harris, «Sound change in Spanish and the theory of
markedness», Lg, 45.538-52 (1969), y Spanish phonolor, (Cambridae,
Mus. and London, 1969). Las reacciones hostiles de E. Coseriu en
111 CEEC, 35-37(Madrid, 1968), y de P. Adrados en su Lingüf.stica o-
tructural (Madrid, 1969) contribuirén, por el momento, a frenar la
previsible adopción de las t6:n.lcu aeneratlvu por Ju •wawfones

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La herencia del pasado 333
ticas en relación con las nuevas corrientes parecen, hoy por
hoy, los pasos más importantes para que los estudios his-
pano-rPnuloicos pierdan su car6cter Jocalista y contribuyan
eficazmente al progreso de la lingWstica como ciencia uni-
versal.

4.3. LA BBRBNCIADBL PASADO.PBRSPBCTIVAS

La voluntad de renovación y la apertura ideológica no


deben hacer olvidar a la lingllistica fbero-rom4nit:a las peal~
liaridades del objeto de su investigación: las lenguas ro-
mances nacidas en la Penfnsula Ibérica. Ni tampoco que el
estado de nuestros conocimientos acerca ele las Iensuu
hispánicas ( en su estado presente y en sus manifestaciones
pasadas) no es equiparable al referente a otras grandes len-
guas históricas; de donde se deriva que las prioridades en la
investigación no puedan ser las misrnas.
Como suele ocurrir en las culturas periUricas, la crisis
por que atraviesa la Rornaufstica ha sorprendido a los es-
tudios fbero-rornáuicos antes de que en ellos se completara
la recolección de la cosecha producida por los métodos ante-
riores. Debemos, por tanto, desear que la renovación de la
llngWstica hispánica no conlleve la desaparición de las activi-
dades.,aún muy necesarias, relacionadas con los intereses do-
minantes en la Romaofstica durante la primera mitad del sislo
o incluso antes. Por lo pronto «the philological and dialecto-
logical sifting of a never-endiog ftow of data must continue
unabated, regardless of flights of trn•gination and the Jure
of terminological orgies• ( como Y. M•Udel ba destacado

mú jóvenes. Sobre el portuauáhay ya una tesis doctonl: A. <lu'-


rido. lntroduction 4 MM ,rammaire transfonnatlonndlc da, ,ortuallÜ
(Paria, 1967).

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334 La lingüistica fbero-rom4nica OI aúis
hablando de la lingWstica gen~tica en general)tn, pues en el
campo íbero-románico toda investigación tropieza aún rm
la existencia de numerosas tierras incógnitas. Y esta labor
de exploración debe, además, coronarse con equilibradas •
tesis, que remedien la falta de otras anteriores. Bspermm
que estas obras, largo tiempo deseadas, lleguen a tener, «M•W>
otros «frutos tardíos• de la cultura espaftola maduradas
fuera de tiempo, calidades excepcionales que nos co,npm-
sen de su tardfa sazón.
Por otra parte, si la lingüística fbero.r(\m4nica aspira a
dejar ofr su voz, conviene que no desaproveche, alocada-
mente, la rica herencia metodológica y teórica del roma-
nismo, en general, y de los estudios hispánicos, en particu-
lar, sino que la vivifique, contrastándola y combiu4wtola rm
otras tradiciones.
Circunstancias muy varias ( existencia de un subronjunto
de lenguas unidas entre s1 por series de homologías, cono-
cimiento independiente de la lengua madre de todas el1n,
documentación milenaria, larga tradición literaria, profun-
didad en el conocimiento de la matriz histórica en que esas
lenguas se han desarrollado, etc.) bacen de la Rornania un
campo óptimo para el estudio de la continuidad lingüística.
No es, pues, de extraftar que los romanistas hayan ooo»
elido tradicionalmente un máximo de atención a los pro-
blemas básicos que plantea la continuidad y hayan tratado
de comprender: a) cómo los hablantes de una lengua dada
generan, mediante la adición de nuevas reglas, estados deri-
vados de lengua, que en teorfa pueden ser infinitamente
varios, sin que en la transición la lengua pierda nunca sa
eficiencia, y b) cómo se realim la transferencia de una for-
ma lingüística o regla de un individuo a otro, de un grupo

m «CTL», 3.363 (The Hague-Paris, 1966).

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La herencia del· pasado 33S
social a otro o de una comunidad a otra, esto es, de un sis-
tema lingüístico a otro. Ambas cuestiones creo que no han
perdido nada de su tradicional significancla, aunque una
diferente concepción de la estructura de las lenguas nos
obligue a reformularlas de un modo distinto.
Si dejamos de lado la consideración atomística de los
hechos lingüísticos ( que prevaleció en los estudios románi-
cos pre-estructurales) y concebimos la innovación o cambio
lingüístico como la inserción de una nueva regla en una
gramática, las dos formas fundamentales de examinar la
continuidad lingüística que han competido desde tiempo
atrás en nuestro campo de trabajo, la genealógica y la difu-
sionista, conservan toda su importancia metodológica.
El éxito de la lingüística comparativa, al lograr estable-
cer reglas ordenadas de transformación, determinó que, tan•
to los primeros romanistas, de formación neogramática, co.
mo, modernamente, los estructuralistas más ortodoxos, ha-
yan dado primada a la observación de las relaciones de de-
pendencia entre estados sucesivos, y que hayan considerado
poco menos que extra-lingüísticos los problemas de la trans-
misión horizontal (reduciéndola a las llamadas «contamina-
ciones• o a los supuestos «factores externos del cambio lin-
güístico•). Al aceptar como principio metodológico que las
relaciones entre la lengua madre y cada uno de los dialectos
o subdialectos que de ella descienden pueden concebirse
(por simplificación) como unilineales, el comparatismo (anti•
guo y nuevo) expresa mediante grafos (por mal nombre
«árboles genealógicos•) la diferenciación lingüística. Esto es,
visualiza la diferenciación como una serie de fisiones de la
lengua unitaria, o como la sucesiva separación o desgaja•
miento de una serie de ramas respecto al tronco común.
Finalmente, en cada punto de conjunción de dos lineas del
diagrama sitúa una *proto-lengua (o lengua antecesora co-

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336 La lingUistica fbero-romdnica en crisis
mún de las lenguas naturales sih 1adas en los extremos de esas
dos lineas).
A esta esquematizadón, esencial para la reconstrucci6a
comparativa, se opone medio siglo de Hngilf!Stica romslnica.
dedic.ada a mostrar que el dinarnhuno de las lenguas sólo 1e
explica reconociendo que no son organismos autónomos res-
pecto a los hablantes que las u.can. La observación in WW>
de las lenguas naturales convenció a los romanistas de que
la «historia• de una lengua depende de su cancter soda)
Como reflejo de la compleja estructura de las comuuid•
des reales, las lenguas naturales no son homogéneas y las
variables se haUan organizadas en función del espacio y de
la estamentaJimción social. Esta estructura socio-lingüística
permite por una parte la coexistencia en el tiempo de idio-
lectos y dialectos múltiples dentro de una misma lengua
natural, y por otra pone en contacto y convivencia, a traftl
de la comunicación entre individuos, a 1mos idiolectos, dia- 1

lectos y lenguas con otros, facilitando la difusión o trans-


ferencia de formas lingiifsticas o reglas de unas gramáticu
a otras. Desde el úigulo de observación difusionista, la trans-
formación de varios idiolectos (dialectos, lenguas) en una
misma dirección, esto es, la adición de una nueva regla en
la gramática de varios individuos convivientes sólo se explica
por la imitación. En vez de vi•uelimr la diferenciación de
las lenguas y dialectos neo-latinos mediante un esquema ar-
borescente ( en que sólo constan las dependencias _entre es-
tados sucesivos), los difusionistas conciben la formación de
áreas (isoglosas) y de dominios lingiifsticos -mú o menos
unitarios- como resultado de la expansión de «ondas lin-
gilisticas• (esquema en que sólo se expresan las relaciones
sincrónicas entre idiolectos).
En verdad, no veo q~ puede ganarse en condenar cual-
quiera de estos dos modos de considerar el •cambio• JiD.

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337
gWstico. Mientras no se pierda de vista que los diagramas
del comparatismo expresan relaciones parciales y que la enun-
ciación de las reglas que «explican• la conversión de un
estado de lengua en otro no pretende ser la reconstrucción
del proceso histórico, el estudio de la cibernética de los
sistemas linpísticos puede aclarar enormemente nuestros
conceptos de la «evolución• de las lenguas. Pero, por otra
parte, el pretender como pretenden muchos defensores
de la lingüfstica inrnaoaite- que la diversidad interna de las
lenguas naturales puede ser considerada irrelevante para la
lingü1stica es aceptar como objeto de análisis un modelo
de lengua contrario a la realidad. Los lingWstas que hoy se
esfuerzan por establecer las bases empfricas de una teoria
del cambio lingüfstico, ezaminando la copresencia, en la gra-
mática de los hablantes, de variables sociológicamente mar-
cadas, pueden encontrar interesantes precedentes en los es-
tudios románicos de los últimos cincuenta aflos y muy en
especial en los ~románicos m.
La validez, en un plano teórico, de una y otra metodologfa,
no impide que en la discusión de muchas cuesdones con-
cretas se baga un uso abusivo de los esquemas genealógicos.
Podemos expresar mediante grafos las relaciones entre unos
dialectos n~latinos y otros: podemos, incluso determinar
(estadfsticamente) cuál es el stemma que expresa con más
aproximación el conjunto de relaciones observables entre
todos los dialectos y lenguas de la Romauia; pero no debe-
mos confundir esos diagramas con la historia de la forma-

m U. Welnrelch, W. Labov and M. l. Herzos, «Bmpirlcal founda•


dom far a tbeory of Janauaae cbanp., Direetio,u for Historlcal Lin-
.,ütics, ed. W. P. Lehmann y Y. Malkiel, 95-188 (Austin and Lon-
don, 1968): B. Coseriu, Sincronfa, diacronla e historia (Montevideo,
1958) [2.• ed., Madrid, 19'13].
LDIOOflnCA ~CL-22

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338 La lingi.llstica fbero-romdnica en crisiJ
ción de las lenguas romances m y explicar la «fragmenta-
ción• del mundo latino como el resultado de una serie de
fisiones o desgajamientos ocurridos efectivamente en Ja a>-
munidad lingüística latina. El carécter sedentario de los
pueblos románicos y la ausencia de una discontinuidad p
gráfica e histórica eatre unas áreas y otras de la Romaoia
(salvo algunas excepciones bien conocidas) torna inacepta-
ble la hipótesis de que las varias lenguas y dialectos roman-
ces se hayan formado por gemación. Suponer que todos los
individuos de una determinada fracción de una comunidad
lingüística (por ejemplo, los latino-hablantes de la Rornaaia
Occidental o los de Hispania) hayan podido sentirse a an
mismo tiempo constreñidos a modificar su lmgua en UD
mismo sentido (aftadiendo determinada regla a su gram6-
tica) es acudir a una explicación misteriosa para dar cuen,a
de un hecho (la formación de una isoglosa) que se justifica
muy sencillamente admitiendo la difusión de los fenómenos
lingüísticos.
El estudio de los cambios de estructura, mediaot.e la
comparación de estados sucesivos de lengua, ha llevado al
descubrimiento de una serie de universales de la evoludda
lingüística dependientes del carácter estructural de las len-
guas. Pero los estructuralistas y los transfonoacionalistas
han cafdo repetidamente en el error de creer que la proble-
mática del cambio lingüístico se agota con la formulacida
de tendencias pancrónicas, gen~ricas y universales, esto es,
con el descubrimiento de que los c,arnbios responden a Je.
yes internas, a disposiciones del sistema mismo. Duplicando
el modo de pensar de algunos fonetistas del pasado, que
creían justificar la ocurrencia de determinado c:arobio fon6.
tico [x] > [y] con sólo observar que era fisiológicamente

m Cfr. E. S. Georaes, en RomPh, 21.372-6(1967-68).

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339
cnatural•, algunos lingüistas modernos piensan haber expli-
cado un cambio estructural cualquiera (/x: Y/ > /Y/; /x: Y/
> /r: y'/; /x/ > /x: Y/; o /CVC/ > /CV /; etc.) con decir
que responde a exigencias del sistema o que consiste en la
adición, supresión o reordenación de determinadas «reglas•,
y que, una vez identificadas las tendencias universales y per-
manentes que justifican el fenómeno, seria impertinente bus-
car explicaciones particulares, históricas NA. Este principio
cientffico de la superioridad de las explicaciones «generales•
se basa en una increíble confusión entre las condiciones que
hacen posible el cambio (todo lo más, condiciones «nece-
sarias• para que se produzca; y, a veces, ni eso) y con-
diciones «suficientes•, esto es, condiciones que suponen
obligatorio cumplimiento del cambio m. Las condiciones
cgenerales• explican la posibilidad de la innovación y su
aceptabilidad, pero nunca el hecho histórico de la adopción
de esa novedad (de ahf la imposibilidad de prever futuros
cambios). Si reconocemos la inexistencia de causas suficien-
tes (pues, de otro modo, se nos crearfa el problema de ex-
plicar por qué el cambio no se produce siempre y en todas
partes), resulta bien claro que las explicaciones gen6ricas
internas (codificables en una fon6tica, fonologfa o gramática
, universal) no justifican la ocurrencia histórica de un deter-
minado cambio en una determinada comunidad lingWstica

• «Los cambiol linaUfsticolen cuanto bedlos particulares no


pueden explicarse sólo universal y aenm-tcamente, sino que deben aer
explicados en su particularidad. Dar sólo una expllcadón gen~rica de
un cambio históricamente determinado es como decir que una cua
se ha incendiado porque el f~go qllfflUl la """1a-a. (B. Colertu, Sln-
cronla, diat:rcn#ae historia, 104-5 [Montevideo, 19581) [2.• ed., Madrid,
1973].
m Cfr. J. R. Craddoct, Latir, '-IWIC7
wrms 6Ubstrat,an r"'"""-
26-21(Berkeley ancl Los Anlelel, 1969).

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340 La lingULsticafbero-rcmulnica en crms
y en un· determinado periodo de tiempo•. Naturalmente, esta
misma crf tica es aplicable a las mal IJarnadas ez:plicacioaes
«históricas• de tipo general: La existencia de un «substratoa, 1

«superstrato• o cualquier otra forma de contacto entre dos


lenguas (sea D"ecHante un bilingüismo activo o meramente 1

pasivo) puede llevar a la adopción, por una lengua. de da-


tas características estructurales procedentes de otra: no obl-
tante, para explicar el acoplamiento y fijación de eses fonnas
o reglas en la lengua afectada, será preciso aclarar el pro-
ceso de integración de esos rasgos alógenos en la estnJctura
lingWstica y en la estructura social de la comunidad que la
babia.
Otra consecuencia de reducir los estudios diaaóoicos a
la comparación de estados sucesivos de lengua, arbitraria-
mente considerados homogéneos y estádcos, es la de desai-
bir la substitución de una estructura por otra como un acto 1

puntual. En la realidad, en las lenguas naturales. las dos


estructuras -vieja y nueva- conviven durante largo tiempo
(muchas veces plurisecularmente), no sólo en la comunidad
lingüfstica, sino en la gramática de muchos hablantes. Si el
ciunbio se Inicia con la aparición de una variable en un de-
terminado subgrupo de una comunidad linglifsdca (muta-

9!6 Cfr. B. Coserlu, Sincronla, 123-5 (Montevideo, 1958): •Las expli-


caciones (motivaciones) estructurales son hlstórlcas, pero Ja eq,&ca.
dón concreta del cambio no se agota con su motivación: entre el
punto de partida (innovaci6n) y el de llepda (mutaci6n) está el cr1111-
biar mismo, como 'difusión', es decir, como adopción interindiYidual
de la innovación, proceso histórico sumamente complejo. de muchas
idas y vueltas, en cuyo estudio se ha destacado sobre todo la escuele
Unaüfstica española•. Prefiero reservar el nombre de mutaci6n pan
la aparición de una variante estructural en la gramática de un sub-
grupo de hablantes y no para el «vuelco total de la norma•, pues este
hecho socio-lingüfsdco • produce 11'8(lualmente (Incluso c1espu& del
•triunfo• de una innovación, el arcafsmo vive channte mucho tlenlpo
-).

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La herencia del ptUado 341
cüm), el proceso sólo termina (seleccl6n) cuando desaparece
la variación, sea por el olvido de la variante nueva, sea por
su elevación a la categoría de constante ( ea toda la comu-
nidad o en un área dialectal fija). Y este proceso, rico en
vicisitudes, es evidentemente de naturaleza socio-lingüística.
Aunque el estudio sistem4tico de los cambios en progreso
sólo se ha emprendido recientemente, la geografia lingüística
y la paleo-geografía lingüística ( tal como han venido siendo
practicadas por la escuela espaiiola) habfan ya proporcio-
nado una idea bastante clara de la fntima vinculaci6n entre
los factores lingüfsticos y los factores sociaJes en el des-
arrollo de los cambios. Si el exarnen in 11WOde los cambios
peintlte reaJfur observaciones muy precisas acerca de la
covariación de elementos lingüfsticos y extralingüísticos, y
la geografía dialectal nos conserva huellas muy claras de las
varias etapas de un cambio en progreso (proyectadas sobre
el espacio), sólo en los dnc 11rnentos antiguos es posible ob-
servar, según· notó Men6ndez Pidal, el desenvolvimiento total
de un cambio más allá del marco sincrónico de las tres gene-
raciones.
Los estudios de los cambios en progreso en una sociedad
soci<>CUlturalmente estratificada confirman tambiál otras
observaciones de la geografia lingüfstica y de la paleo-geo-
grafla lingüística que Ja escuela española habfa comentado
con especial detenimiento: la gradual generalización «inter-
na• de un cambio (dentro de una clase o grupo de clases)
en la estructura de la lengua; y el encadenamiento (esto es,
la no coocurrencia) de las evoluciones de varios elementos
covariantes del sistema m. Esta lenta progresión de los cam-
bios en la estructura lingüística, combinada con su no me-

IZ7 W. Labov, 77,e social stratification of English in New York Clty


- D. C., 1966).

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342 La lingillstica fbero-romdnica en crisis
nos lenta difusión en la estructura social de la corolJD.idad,
explica que en cualquier estado de una lengua la esbuehna
linglüstica no pueda ser considerada ni homogénal Di ~
tática.
En fin, los estudios diacrónicos no deben limitarse a la
catalogación de los cambios según una tipología universal
de las mutaciones lingiüsticas. El proceso de selección, aun-
que íntimamente conexionado con la historia socio-cultural
de la comunidad, es un proceso lingliístico. Las variables so-
cialmente marcadas (por dialectali7.8clón estratigráfica o p
gráfica) constituyen oposiciones funcionales y su coocurren-
cia en la competencia de los hablantes muestra que los aun-
bios en progreso son parte de la gramática de las lenguas.
No es fácil predecir el futuro de la lingüística fi>ero-ro-
ménica, ni siquiera a corto plam. Es, desde luego, p0511>le
que, como consecuencia de una rápida desvaloración de los
métodos e intereses tradicionales, la lingüística hisp6Dica
de los próximos decenios sufra una profunda reorientación:
y que, en el curso de ese rejuvenecimiento, incluso se olvi-
den las más valiosas aportaciones de la Romauistica a la
Ciencia del Lenguaje y, con ellas, la contribución metodoló-
gica y teórica de la lingüística íbero-románica de los últimos
cincuenta aiios. Por lo pronto, la «filologfa• en el sentido
amplio con que esta disciplina se ha concebido siempre en
Espafia y Portugal- ha tenido que renunciar a la priviJe.
giada posición que ocupó durante dos o más generaciones,
cuando la historia, la historia cultural y los estudios lite-
rarios gravitaban en tomo a ella. Sin embargo, la tradición
de no separar los estudios lingüísticos de las humanidade,c
sigue estando en pie; y pocos lingüistas hispánicos tienen
una formación matemática suficiente para aplicar el instru-
mental de las ciencias formales al análisis y descripción de
las relaciones, funciones y estructuras lingllfsticas. Bs. pues,

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La herencia del pasa.do 343
bastante probable que el «integralismo• de Menéndez Pidal
(su negativa a divorciar la lingüística de la historia cultural
~ y del estudio de sus manifestaciones literarias) sobreviva a
su magisterio, y que· el pecado original, o f eli% culpa,, de la
r escuela espafiola siga siendo una formación que tiende a
borrar los limites entre el estudio de la lengua y el de las
sociedades hablantes, entre la consideración sincrónica y la
consideración diacrónica de las lenguas y entre los estudios
de la comunicación lingüística y los de la literaria.
Hoy son patentes las seiiales de que la lingüística, a es-
cala mundial, ha entrado en un período de gran efervescen-
, cia, y parece lógico esperar que la Romanfstica, recobrán-
dose de su estupor, aproveche este periodo de febril reno-
1 vación para encontrar nuevos e-arniot>s.Dentro del limitado
ámbito de los estudios hispano-románieos, el peso de una
tradición metodológica y las peculiaridades mismas del cam-
po de experimentación (la :lbero-romania) parecen pronosti-
car unas perspectivas brillantes para la socio-lingWstica y
una originalidad más limitada en la aplicación de las técni-
cas de análisis formal.

Madrid (España) -Madison (Wisconsin), 1969-1970*.

• [Por conveniencias personales, no he actuaUndo lo escrito en


1970. El tope de 1969, a que aludo en la «Justificación• (pág. 7), sólo
se rebasa en aquellas ocasiones excepcionales en que, al redactar el
estudio, tuve la oportunidad de conocer un trabajo en impresión o en
elaboración. En tales casos, al corregir las pruebas, el respeto debido
al lector me ha forzado a completar la referencia bibliográfica. Tambim
he actualizado algunas notas para referirme a reediciones más accesi-
bles de los trabajos citados. Dejo para mis críticos el rellenar otro
tipo de lagunas que ahora percibo. Por otra parte quisiera hacer cons-
tar que para esta primera versión de este libro no he requerido la
opinión ni sugestiones de colegas o amil()S. El buscar apoyo de uno
me habrfa obligado a consultar a muchos. En cambio, para futuras edi-

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344
dones, me IQltarfa poder cantar, no sólo con las crlticas impresas, siao
con las observaciones que se me quieran hacer de palabra o por cune.
pondencia. También agradecerla información bibliográfica sobre la Jin.
plistica fbero-roménlca de los a6os 70 (acerca de la cual no se trata
en esta edición). La correspondencia dirfjanla a D. Catalán, DepL m
Uterature. University of California-San Dieao, La Jolla 92037. U.S.A.:
las publicaciones, a esas mismas seftas o al Archivo Menmlclez PidaL
Mmáldez Pidal, S. Madrid-16, Bspda.J

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ABREVIATURAS BIBUOGRA.FICAS

ACLS =American Council of úame4 Societiu. Newsletter (New York).


Acta Philologica = Acta Pldlologica. Societas Academica DacoR'rnamt
(Roma).
Acta Salmanticen.sia = Acta Salmanticensia. Serie de Filoso/fa y Letras
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cla (Gnm•da).

1 Las fechas correspondientes a publicaciones periódicas señalan


el afto de su aparición.

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346 Lingillstica ibero-románica
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1956).
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BDCat = Butlleti de dialectología catalana (Ban:elona), 1914-37.
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BFR = Boletim de Filologia (Rio de Janelro).
BFUCh = Boletfn de Filologfa. Instituto de Pllolopl de Ja Uniwnidad
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BHS = Bulletin of Hispanic St&Uliu (Uverpool), 1923.
Biblos = Biblos. Revista da Pacaldade de Letras da Uniftl"sidade de
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BICC = Boletln dttl Instituto Caro y Cuerw> (deade 1951: TlurmlmuJ
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BIBA = Boletln del Instituto ú Estu4ios Asturianos (Oviedo).
BIEg = Bulletin de l'lnstitut Sa11tien, Ve s6rie (Le Cafre).
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BNJ = Byzantinisch-neu,rwchische JaltrbUcllar (Berlin), 1920-4.1.
Boletim da Sociedade de G~ tic Lisboa • lisboa. Sodedade de
Geografía. Boletim.
Bolctim mensual da Soc:últlaú tt. Una,,.a ~ -=Sodedade de
lfngua Portuguesa. Boletan (lisboa).
Boletfn de la Real Sociedad Geoptlfica • (Real) Sociedad Geo¡pMica.
Boletfn (Madrid), 1876.
Boletfn tü la Socicda4 upaliola de acursiona =Sodeclad ~
de excursiones.Boletln... Arte, arqwoloafa, historia (Madrid). 1193-
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Abreviaturas bibliográficas 349
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CBEC = Congreso Bspallol de B$tu4los Clbil:o8. DI, Madrlcl 1966 (Ma-
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molru / lntemational Kongrus für Namarforschuni. Kon,reu-
berlchte / Congresso lnternai.ionale di Scient.e Onoma.stiche. Atti ...
e monoru / lntenuitional Congrus of Onomastic Sciencu. Pro-
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(= Acta Salmanticensia 9:2, 1958); VI, Mtlnchen 1958 (= SOM 2-4,
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Conv. Brasildro de Dialectolofia e Btno,rafia • Convuso Bruilelro
de Dialectolo¡la • Btno,rafia. I (Portoalep-e, 1958).

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du Associatlmu d'Shltla Classit¡ua. I (Paris, 1951).
Con,r. lnt. del Pirineo• Con,rao Internacional del Pirin«J. I (Saa
Sebastwi, 1950).
Con,r. lnt. Hispanista • Con,ruo lntemacional de Bú,-,,ista. I
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Con,r. Llengua Catalana = Primer Con,rú Interruu:ional ú la U..
pa. Catalana. I, Barcelona 1903 (Barcelona, 1908).
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español para el Progreso ú las Ciencias. XXIV (Madrid. 1951).
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drid), 1933-36.
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cast..,__ par

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Abreviaturas bibliográficas 351
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Estudios Menéndez. Pidal = Estudios dedicados a M~ Pi4al. 7
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Studes Blinkenberg = Studu romana tUdiús a Alulreas Blinlcenberg
(Copenhague, 1963).
Studes Uvi-Prov~ = Studu d'oriffltalisme dUiús el la mbnoire
tú [E.] Uvi-Prov~, 2 vols. (Paris, 1962).
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Futschrif t GamUlscheg= Syntactica und StUistica. Futschrlft fQr
Em.st GamUlscheg oun 70. Geburtstag... (Tübingen, 1957).
Futschrift Kuhn= Wdtoffene Rcnnanistilc. Futschrlft Alwin Kuhn ...
(lnnsbruck, 196.1).
Futschrift Rohlfs = Romanica. Futschrift fl,lr Gerhard Rohlfs.•• (Halle,
1958).
Festschrif t Schalk z: Wort und Tut. Futschrift fQr Frltt. Schalk
(Frankfurt am Main, 1963).
Fatschrift Tobler = Festschrift A4olf Tobler t.wn siebt.igstaa Geburts-
tage ... (Braunsweig, 1905).
Futschrift Voretuch = PhUologi.sche Shulien aus de,n romanLsch-ger-
manischen Kulturkreise. Karl Voretuch aun 60. Geburtstag dar-
gebracht (Halle, 1927).
Futschrift Wartburg = Etymologica. Walther van Wartburg 1.Uffl 70.
Geburtstag. .. (Tübingen, 1958).
Putschrift Wartburg2 = Pestschrlft Waltha van Wutburg 1.Uffl 80. Ge-
burtstag ... , 2 vols. (Tübingen, 1968).
Futgabe Mussafia = Bau.steine va romanischen PhUologie. Fatgabe
fllr A. Mussafia (Halle, 1905).
FEW = Frant.lJsischa Btymologi.schu WIJrtalnlch, por W. von Wart-
burs (Bono; Leipzi¡; Basel), 1928.

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UNIVERSITYOF MICHIGAN
352
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furt am Main).
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Gnaulrlss = Gnaulrlu da rornanischenPhiloloaia, ed. por G. Griibe.r
(Strassbura, 1888; 2.• ed., 190M>6).
Hispania = Hispa.nia.
A Joumal devoted to tbe lnterests of tbe tea-
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H. Mder Festschrift = Sprache und Gucluchte. Putscluift 'fQr Hani
Mder van 65. Geburtstag (Milnchen, 1971).
HMP = Homenaje a Menénd~ Pidal, 3 vols. (Madrid, 1925).
Homenaje Atareas = Homenaje a... Bmilio Alorcos Garcfa. ll. Colabo-
racionu (Valladolid, 1965-67).
Homenaje D. Alonso= Studia philologica. Hometlll/e ofrecido a DtJ..
maso Alonso, 3 vols. (Madrid, 1960-63).
Homenaje. Inst. Est. Hispdnicos-Utr«ht = Homenaje. Estudios de fi-
lolo¡fa e historia literaria luso-hispanas e iberoamericanas ,_,. ce-
lebrar el tercer butro del Instituto de Eshullo$ Hisr,dnicos, Porta-
guaes e lb~ de la Vrdvasitlatl estatal de Utrecllt (La
Haya, 1966).
HorMnaje KrlJ1a-= Homcna/e a Pritt. KrQaa, 2 vols. (Mendaza, 1952
[i.e. 1953]-54).
Homenaje Oroi,2 = LeqlUI, literatura. foUdore. &ta4iM túdict,llos •
Rodolfo Oroz (Santiago de Chile, 1967).
Homenaje Urqu.ijo = Homenaje a D. Julio ü Urqui/o e Ybarna. Estu-
dios relativos al Paú Va.seo, 3 vols. [núm. atraordlnario de BSVac]
(San Sebastián, 1949-S0).
Homenatge Rllbi6 i Uuch • Bomouat1c a Antonl Rubi6 i 1Jucla; fflis.
ceHblia d' utudis litertuü, histi>rlcs i Un,aútic.s, 3 vo1s. (Ban:elona,
1936).
HR = Hispanic Rwiew (Pbiladelpbla), 1933.
lberlda = lberida. Rwuta de fQolo"4 (Rlo de Janelro), 19SIJ.
IBK = Innsbrucker Bcitra,e va- Kulturwluauchaft (lnnsbnlct), 1953.

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Uanges Chabaneau • M'1an1u Cllabtmeau. Futschrlft Ca,nille Cl,a.
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Uan1u Fraptlia = MBanga tt. i.,,,,. d de litthature tlll Mo,ffl
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OTRAS ABREVIATURAS

:SIC • Consejo Superior de lnvestipclones Cientfflcas (Madrid).


DEA • Instituto de Estudios Asturianos (Ovledo).
,PINES= Oficina lntemacional de Información y Observación del
Espdo1 (Madrid).

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INDICEGENERAL

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Np.

1us••,..,..,..,n ............................................
~,eA~~
. 7

CIBN AROS
DB LING01sTICA BISPANCHlOlüNJCA

O. Presentación. •.• . . . . . . •.. •.. . . . •. • . . . . . . . . . . . • •. . . .. 11

1. , Una ojeada hacia. el pasado ••• ••• ••• ••• ••• ••• . •• . .• 15
1.1. La Ibero-romanía y los comparatistas ..... . J~.
1.2. La lingilística románica en Portugal . . . . . . . .. 19 ..
...
1.3. Menéndez Pidal y la foru••ción ele la •escue-
la de Madrid• ... ... . .. ... •.. ... •.. ..• ••• ... ... 22
1.4. La filologfa catalana a principios de siglo ... 32

2. La lingilfstica hispano-rom4nlca de «inter bella• ••• 38


2.1. Apogeo de la escuela de Madrid o del Centro
de Estudios Históricos . . . . . . . . . . . . •. . •. . •. • . . • 38
2.2. Proyección de la escuela de Madrid hacia
América ... ... ... ... ... ..• ... ... ..• ..• ••• ... 43
2.3. La filologfa catalana por los aftos 20 . . . . . . . . • 44
2.4. Crisis de la filologfa en Portugal •. . . . . . . . . . . 51

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ib-
364

2.5.
Lingalstica

La obra de Menéndez Pidal después de la pri-


..
mera guerra mundial ... ... ... ... ••• •.. ••• 57
2.6. Los estudios fonéticos de la escuela de Ma-
drid ......••............•........•..••.••....• 61
2.7. El léxico y los filólogos del centro •. . . . . •.• ••. 69
2.8. Retraso de los estudios sintácticos . . . ••. •. • ••• 72
2.9. La diversidad dialectal del latfn y las lmpas
í'bero-roménicas . . • . . . . . . . . . . . . . . . •. • •. • •. . . .•
2.10. El árabe y los romances bispúlicos . . . . . . . ..
2.11. Los dialectólogos extranjeros ..........•...•
2.12. Trabajos dialectológicos de la escuela de Ma-
drid. El •~PI• y la geograffa f~tica . •• ••• 81
2.13. La dialectología, la tol)Clolrnia y los estudios
etimológicos catalanes de la preauerra ... ... 95
2.14. El judec>-espafiol••• ••• .•• ••• •.• •.• •.• .•• ••• ••• 91
2.15. La rama argentina de la escuela de Madrid. 100
2.16. l.a estilistica . . . . . . . . . . . . ••• . •. . . . . . • . . . . . • •. . 182
2.17. La lengua como shttema ~.. .. . . .. .. . . .. · .. . . .. lOI

3. Reanudaci6n de la actMdtul tnu la guerra ... ... ... 111


3.1. l.a diáspora . .• .. . .•. .•. •.• ... ..• •.. ••• .•• ..• 111
3.2. I.a lingWstica espaftola en la Espda de la
postguerra. El «CSIC• •. . •. . •.• ••• . •• ••• . .• . .• 121
3.3. Historia de la lengua e historia cultural •.• ••• 125
3.4. LingWstica y literatura. Estudios estllfstlcos. 132
3.5. Reliquias de las lenguas pre-romanas .. . .. . . .. 136
3.6. El latfn de Hlspanla y los orígenes del dialec-
talismo romance... ... •.• •.• ••• •.. •.• ••• ••• •.• 151
3.7. El espaftol y las lenguas no neollldnas., Coa-
tactos lingWsticos . .. ... ... ... ... ••. . .. . . . ... 170

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Indice general 36S
Hp.

3.8. El judeo-espaftol . . . . . . •. . . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . • 191


3.9. Nuevo auge de los estudios catalanes: las gra-
máticas históricas y el Diccionari cataa-va-
lenclA-balea.r. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
3.10. Textos medievales. Estudios lingllfsticos ... 197
3.11. Las monografías dialectales en Espada y Por-
tuga1 .....•...............•.......•........••.. 206
3.12. Nuevos estudios de geografía lingllistica . . . 232
3.13. Los estudios lexicográficos, etimológicos y gra-
maticales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • 25S
3.14. La introducción de la fonologfa . . . . . . . . . . . . . . . 269
3.15. La lingüística histórica y el impacto de la fo-
nologfa diacrónica en la escuela de Menén-
dez Pidal ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ..• 273
3.16.. Hacia una renovación de la dialectologfa ... 306

4. La lingalstica fbao-romdnica en crisis. Especula- __


ciones acerca de sus perspectivas . .. . .. ... . .. . .•.. ~. )
4.1. La crisis . . . . .. . . . . . . ... ... .. . . .. . .. .. . . . . . .. 325
4.2. Receptividad teórica y actividad critica . . . . . . 330
4.3. La herencia del pasado. Perspectivas . . . . . . . . . 333

Abreviaturas bibliogrdficas . . . . . . . .. . . . . . . . . . .. . .. . . .. . . . 344


Otras abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3S9

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