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PLASMANDO LO MUSICAL EN PAPEL

Después de conversar con Fabrizio, ese mismo día fui a almorzar con mis
mejores amigos. Me dirigía luego al Steinvorth para conversar con otro músico-
artista, Daniel Ortuño. Mientras iba en bus un rasta se paró a tocar guitarra y a
cantar canciones de Bob Marley.

Al finalizar su presentación, comenzó a hablar sobre los músicos en Costa Rica y


como había que defender su arte y prestarles más atención. Claro, nadie hacía
ningún gesto de interés para poner atención a lo que él decía porque estaban
inmersos en sus celulares.

Finalmente llegué al Steinvorth y conversé un rato con Daniel en El Apéndice.


Daniel toca guitarra en Los Waldners y es artista gráfico. Estudió ingeniería
mecánica y cuando era niño vivió en Turrialba porque su papá trabajaba allá.

Su producción artística está fuertemente vinculada con lo que son afiches,


portadas de discos y camisetas. En otras palabras, mercadería para bandas. Su
arte no es nada sencillo. Es una composición de varios elementos con un uso
mínimo de recursos – es decir, una paleta limitada de colores.

“Me tiendo a inclinar más por hacer diseños que tengan una paleta limitada.
Trato de minimizar o ser minimalista en ese sentido. Cuando yo empecé a hacer
afiches, todavía eran afiches. Eran de papel. Todavía se pegaban en la calle, en
los postes y tenían que ser algo que saliera rápido y fuera barato de producir. Uno
en esa época no tenía plata. Además, seguro lo iban a arrancar a los días. Como
lo tenía que volver a pegar, entonces eran fotocopias en blanco y negro”,
comentaba Daniel.

“Por necesidad empecé a diseñar de manera que funcionara en blanco y negro.


Empecé a usar colores que no fueran muy saturados y que a la hora de
fotocopiarlo no quedara como una mancha negra en donde no se entendía nada.
Todavía, aunque diseñe a color, me gusta que el afiche funcione hasta cierto
punto en blanco y negro, aunque nunca se vaya a producir en blanco y negro”,
me comentó Daniel sobre su escogencia de paleta para su arte.

En la música, menos también es más. Al tocar la guitarra en Los Waldners


utiliza, si acaso, tres notas y las repite cíclicamente. Esto lo hace con el fin de
crear loops cuyo efecto, a causa de la métrica, hace que la música suene
ornamentada, arreglada y llena.
“Las cosas que suelo tocar, pueden sonar complicadas, pero no lo son. Se podría
decir que son minimalistas. Algunas veces hago mucho arreglo de guitarra. A
escucha se podría pensar que es barroco. Es muy arreglado y muy ornamentado,
pero lo que yo estoy tocando son tal vez tres notas cíclicamente”, me explicaba
Daniel.

En Daniel, la música necesita del arte visual para ser atractivo y el arte visual
necesita de la música para poder crear una nueva experiencia.

LA CREACIÓN DE UNA IDENTIDAD


Había quedado de toparme con Jennifer Karczynski en el Café Rojo. Me fui
caminando desde mi casa y llegué en cuestión de unos cinco o diez minutos. Ahí
nos sentamos a hablar un rato.

Hija de padres extranjeros (su padre es polaco y su madre china), ella a veces
siente que no es tica. Estudió tres años arquitectura en la Veritas, gastronomía en
la Latina y finalmente se metió en lo que siempre quiso estudiar: artes plásticas
en la UCR. Actualmente toca guitarra y canta en Gnarwal.

Su mayor producción artística en este momento está enfocada en los tatuajes.


Empezó practicando en sus amigos y le costó aprender porque en el país no hay
una escuela que enseñe sobre el arte de los tatuajes. Sus diseños se caracterizan
por líneas definidas y la complejidad en estos está en los detalles de cada uno.

“Me gusta mucho hacer mis propios diseños. Dibujar mis propias cosas. Me
interesa mucho hacer cosas botánicas, flores, plantitas y animalitos. Más que
todo, eso. No me gusta tanto cuando la gente llega con una idea formada. Siento
que eso le quita el proceso creativo de diseñarle el tatuaje personalizado a
alguien”, me comentó.

Ella prefiere llegar a conocer bien a sus clientes para poder tenerles un diseño
con el cual se sientan identificados.

“Primero, me gusta hablar con la persona para la cual le estoy haciendo el diseño.
Me gusta preguntarles qué tipo de cosas les gusta, con qué se sienten
identificados y a partir de eso empiezo a bocetar cosas. Después, se las muestro y
hay intercambios antes de llegar al producto final”, explicaba Jennifer sobre la
manera de idear los tatuajes.

Mientras me comía un queque de chocolate, seguimos conversando sobre su


música y el potente mensaje político detrás de esta. Jennifer se ha permitido
explorar diferentes géneros musicales y los diferentes elementos que lo
componen.

“He estado en demasiados proyectos enfocados en diferentes géneros. Antes


estaba en esta banda que se llama Girl Scouts que tocaba noise y punk. Ahora
estoy en una banda que es como emo-pop. También estoy trabajando en otro
proyecto electrónico. Me compré un sintetizador, entonces estoy probando hacer
música electrónica. Antes estaba en una banda en donde era mucho más oscuro,
rápido y yo gritaba. Siento que he hecho un poco de todo” me comentaba
Jennifer sobre su exploración musical.

“Para mí es la misma cosa tanto la música como el arte. No existe una distinción
ahí. Lo que me interesa es la posibilidad de crear mundos tanto vivenciales como
políticos. Girl Scouts lo tomé más como un proyecto político o feminista donde
se trata de cantar de temas de género. Uno está creando un espacio y un mundo
donde uno se va a sentir cómodo haciendo sus cosas y siendo la persona que uno
es. Tal vez en la vida real no existen esos espacios. Siento que es tarea de uno ir
creándolo. En el arte y la música es lo que yo trato de hacer”, expresó ella.

A Jennifer le gusta crear controversia e incomodar a la gente con temas de los


que se evita hablar. Su música es agresiva y directa. Tira las cosas como deben
ser, sin ningún rodeo. Ella nunca se tomará la molestia de decirlo bonito. Lo
expresará tal y como es.

“Siento que la música es muy agresiva, entonces el mensaje también lo es. Uno
está ahí y nada más es un pichaso a la cara. Si usted está ahí tiene que escuchar
esto y no me importa porque no se lo voy a hacer lindo y suavecito. Voy a decir
las cosas como son.”

“Me cuesta categorizar que esta es mi vida, esto es arte y esto es música. Todo es
una misma masa amorfa. Yo no puedo ser feminista en vida real y no dejar que
esas cosas no se muestren en mi arte y música. Yo no sé cómo hace la gente. Me
molesta cuando hay bandas que cantan sobre las nenas y no son machistas en
vida real. Claramente lo son”, me aseguró fuertemente Jennifer.

La tristeza existencial como celebración de


la vida
Fiamma siempre tuvo un amor por las artes. Desde niña explotó su creatividad al
estar dibujando e inventándose disfraces con la ropa de su madre. Siempre estuvo
muy estimulada por todo lo creativo en cuanto a arte, libros y música.
Fotografía por Pablo Murillo.

Comenzó su desarrollo como artista al hacer el examen para entrar a Artes


Plásticas en la UCR, pero no lo pasó. Por eso se metió a Historia del Arte. Su
desarrollo artístico nunca se detuvo. Hacia los 20 años descubrió que tenía el
talento para cantar y comenzó a colaborar con Ronald Bustamante en su actual
banda, Saturno Devorando. Explotó aún más su creatividad y en el 2013 se fue a
Italia, donde se graduó de pastelería – la rama más artística de la cocina.

“Si hubiera descubierto o explorado mi lado musical más temprano, en la


adolescencia, probablemente no habría dejado de crear arte plástico. La razón por
la cual dejé de dibujar fue que me convencí de que ese no era mi camino porque
no era suficientemente buena.”

“Y cuando me di cuenta de que no podía continuar no alimentando mi lado


creativo porque eso me estaba causando una depresión muy fuerte, fue cuando
empecé a explorar no sólo mi lado musical, sino que a retomar todas mis
expresiones creativas: la escritura, el dibujo, la cocina, etc. La creatividad llama a
la creatividad, y entre más cosas uno haga, más dan ganas de hacer”, me
comentó.
La creatividad siempre estuvo a flote en Fiamma de una u otra manera. No había
nada que la pudiera detener. Sus múltiples actividades reflejan esa inquietud
creativa que tenía que salir.

“Estuve haciendo unos dijes en pasta de modelar en forma de senos, vaginas y


penes, y saqué un pequeño fanzine con textos autobiográficos e ilustraciones
mías, seguido del primer disco de Saturno Devorando. Todo eso iba de la mano
sencillamente porque estar activa me mantenía activa, y hacer cosas, aunque no
fueran para nadie más que para mí -al menos inicialmente- me hacía feliz”,
expresó.

El arte de Fiamma se caracteriza por una paleta de colores reducida, bien


planteada y expresada de forma directa. La música, por otro lado, se ha
convertido en un medio de sanación y para expresarse abiertamente sin filtro. Sus
verdaderos sentimientos son plasmados ya que es honesta con sí misma.

“Hay una omnipresencia melancólica en todo lo que hago. Como una tristeza
existencial, que al mismo tiempo yo veo como una forma de celebrar la vida.
Dejarse sentir todo, incluida la tristeza, es estar vivo y en el presente. Y la música
para mí se ha vuelto la primera herramienta para sanar heridas,” me decía
Fiamma.

Fiamma no encuentra distinción alguna entre el arte y la música. La música es


arte. El arte se alimenta de las demás actividades que esté realizando. Todo le
funciona como fuente de inspiración.
En los casos de Fabrizio, Daniel, Jennifer y Fiamma, la combinación de las
expresiones artísticas y musicales es algo que ocurre de manera natural. El arte
inspira la música y la música inspira el arte. Sus trabajos reflejan el mismo
pensamiento creativo tanto en lo visual como en lo musical.

Todos tenemos un lado creativo, pero hay quienes lo han desarrollado más que
otros. Estos artistas-músicos son el claro ejemplo de un motor creativo que se
manifiesta en más de un área. Por medio de la exploración musical y visual, su
creatividad ha impactado y revitalizado la escena cultural de San José y del país.

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