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Está de gira con su nuevo álbum y presenta su primera fragancia, S by Shakira; aún así,

conversó con nosotros.

Nov. 17, 2010

Sensible, sencilla y sensual; no hay nada de diva en esta talentosa y carismática estrella
internacional. Saluda cariñosa; ríe con frecuencia: una risa suave, meliflua, femenina, y
emana alegría y positivismo. El remolino de energía que despliega en escena se transforma
en quietud e introspección al responder nuestras preguntas. Ha sido un año lleno de eventos
que le han producido una gran satisfacción espiritual, entre los cuales la Copa Mundial de
la FIFA, en Sudáfrica, fue muy importante.

¿Qué aprendiste de la Copa?

Aprendí a ver Africa con otra mirada, desde la perspectiva de un continente que le ha dado
tanto al mundo, que lo ha nutrido como una madre a su hijo. Un continente lleno de colores,
de sentimiento, de sonrisas y de niños con un talento enorme, que están esperando una
oportunidad para brillar.

Dice que no le sorprendió que fuera así, porque desde muy joven se sentía unida a Africa.
Nació y se crió en Baranquilla, ciudad caribeña en el norte de Colombia, donde la presencia
africana es aún muy fuerte y hasta algunas poblaciones mantienen sus dialectos. «Es una
zona influenciada por los ritmos africanos, como la cumbia, el mapalé y el chandé». Solo
hay que verla bailar para confirmar que está conectada, «con la madre Africa, sí; entonces,
no me sorprendió encontrar tanta belleza, pero creo que jamás esperé ver a gente tan cálida,
amable y afectuosa; nunca me dieron tanto cariño, tantos abrazos y besos, tantas sonrisas.
Eso es lo que me hace creer en el género humano una y otra vez…», dice trasmitiendo
emoción al recordar el calor humano que recibió del pueblo sudafricano.

¿Alguna vez imaginaste que Waka Waka se pudiera convertir en el éxito que ha sido?
Cuando la escribí me di cuenta de que tenía una canción importante entre manos, porque
compuse la letra y la música al mismo tiempo. Cuando esas cosas me pasan, es como si
fuera «magia». No siempre sucede, a veces tienes que pensar la letra o la música, o la letra
para la música, pero cuando vienen así, juntas de la mano, y te sorprenden en la trayectoria
del camino del granero a mi casa… Recuerdo que estaba en mi finca en Uruguay y
caminaba del granero a mi casa, pensando en el Mundial y en la canción. De pronto empecé
a cantarla toda seguida, y cuando llegué a la casa abrí la puerta y le dije a Antonio
(Antonio de la Rúa, su pareja): «¡La tengo!».

¡Gol!

¡Eureka, sí, golazo!

Es una preciosa canción.

Muchas gracias. Lo que más me gusta es que es una canción optimista.

Una canción de esperanza…

De esperanza, de alegría; creo que cuando encuentro una música que puede generar alegría
es cuando me siento mejor y más cómoda. Es como hallar mi lugar en la vida.

Sin embargo, en su álbum Sale el Sol explora un abanico de posibilidades musicales. Uno
de los temas (que estrenó en Rock in Rio, en Madrid), Gordita, es una colaboración
con René Pérez Joglar, del grupo rapero puertorriqueño Calle 13. Es una pieza bastante
audaz, si es que eso es posible en la actualidad, aunque evidentemente es un nuevo sendero
para Sharika.

¿Qué buscas y qué encuentras con la fusión del rap y la cumbia?

Estaba buscando nuevas formas de cantar, de probar mi voz. Nunca pensé que yo pudiera
«rapear», es la primera vez que estoy haciéndolo. Siempre me parecen muy interesantes las
colaboraciones, y trabajar con René, verlo escribir tan rápido, fue fantástico. Se sienta
frente a su computadora y en media hora tiene la letra de una canción y te llena la cabeza
con las cosas que dice. Es tan ocurrente, tan ingenioso… Gordita tiene mucho humor; es
para reírse de uno mismo y, además, es un tema musical alegre, para que lo pases bien.
Muy sexy, ¿no?

¿Te parece muy sexy?

Sí, muy desenfadada, muy acorde al momento en que vivimos…

Puede ser, puede ser, no lo había visto de esa manera, quizás porque ya me acostumbré a la
letra. Este disco tiene muchas corrientes; dos o tres son muy claras: la parte bailable y
latina, elementos colombianos como la cumbia…

Merengue también…

Me he vuelto «merenguera»… Tengo nostalgia del merengue de antes; es un sonido


latinoamericano que siento que no se tiene que perder con el tiempo. Quise ir a la
República Dominicana a entender un poco qué está pasando en la calle y descubrí el sonido
de lo que llaman merengue callejero, y empecé a experimentar un poco con eso en este
álbum. Entonces, está la parte bailable, la parte de rock que también viene desde mis
comienzos y se parece mucho a ¿Dónde están los ladrones? y Pies descalzos. Este disco
tiene algo que me recuerda mucho esa época… y luego, las baladas, muy románticas y muy
sentidas, esa parte que también había dejado un poco de lado en Loba y aparece ahora con
mucha fuerza.

¿En qué te inspiraste para Lo que más?

Lo que más es una historia personal de esos momentos en que sientes que… bueno, toda
relación tiene momentos de crisis, ¿no? (dice sonriendo con cierta melancolía). Tiene esos
momentos y te das cuentas de que a veces se sale fortalecida de las crisis. Escribo mucho de
lo personal.

¿Cómo se mantiene el misterio y la sensualidad en una relación como la tuya y la de


Antonio, que ya lleva 10 años?

Creo que la pasión siempre es joven, la pasión es un fuego sagrado que se alimenta todos
los días. Se debe alimentar; la pasión no envejece, eso es mentira. Lo que envejece es la
neurosis, es decir, nuestra propia neurosis a veces nos juega malas pasadas y es como un
viento huracanado que sopla fuerte sobre el fuego sagrado de la pasión.
Muchas veces te han preguntado acerca de tener hijos. ¿Hacen falta los hijos para ser
feliz?

Creo que uno puede ser padre de tantas cosas, de tus proyectos y de las mascotas que tienes
en casa. El ser humano siempre necesita proteger algo, cuidar algo, alimentar algo; no
necesariamente tiene que ser un hijo propio, de tu carne. Sí, me encantaría tener un hijo y,
si no, adoptarlo. No todo el mundo tiene la vocación para criar hijos y educarlos, pero todo
el mundo tiene la vocación para cuidar a alguien y amarlo.

¿Qué tan involucrada estás en Pies descalzos y en Alas?

Mucho, mucho, muchísimo. Invierto una gran parte de mi tiempo en todo eso, desde los 18
años, cuando empecé a trabajar con María Emma (Mejía Vélez, presidenta ejecutiva de la
fundación Pies descalzos). Siempre estamos en contacto y con la gente de la fundación
reviso todo; estoy muy metida y es una de las satisfacciones más grandes que tengo. A
veces me siento muy maternal con esos niños que van a nuestras escuelas y que veo que
tienen atención y cuidado; reciben la oportunidad de una educación de calidad que, además,
es nuestra obligación para con ellos y veo cómo prosperan, cómo florecen, cómo se
transforman en sus propios sueños.

Es un hermoso proyecto…

Sí, es muy lindo. La verdad es que me llena mucho, me encanta, es algo que voy a hacer
toda la vida. Se lo recomiendo a todo el mundo; todo el que quiera hacerse parte de la
educación de un niño, lo puede hacer.

Volviendo a tu música, de She Wolf, en inglés, a Sale el Sol en español…

She Wolf fue un viaje por sonidos electrónicos, un disco bastante feminista desde un punto
de vista que quiere reconocer a la mujer moderna, a la mujer de hoy, a la mujer que va por
sus metas; a la mujer que ha estado oprimida por tantos siglos y no es reconocida, y que
hoy se mira al espejo y dice: puedo ser libre, puedo ser individualista, puedo ser
independiente. Eso para mí es el epítome de Loba. El disco Sale el Sol es un viaje más
interior por mis gustos musicales y una síntesis también de quién soy como artista.
También he escrito este disco con el corazón en la mano, a veces sangrando.
¿Qué es lo que más te ha dolido?

Bueno, lo que más me ha dolido no lo podría decir en una entrevista (ríe).

En el proceso de este álbum, ¿qué composición te ha afectado más?

Todas han sido una catarsis, han tenido un efecto terapéutico incomparable y me han
dejado un sabor en la boca muy agradable, porque me reconozco en este disco, me
reconozco de pies a cabeza. Me hacía falta un álbum como este.

Eres una mujer multifacética y tu crossover ha sido impresionante…

Gracias…

Para alcanzar el éxito, ¿qué has perdido que no te hubiera gustado sacrificar?

Creo que… No sé, trato de esquivar el arrepentimiento y me doy cuenta de que la culpa
también es obsoleta; entonces, al final, creo que la cuenta matemática da una ganancia y me
quedo con lo que he ganado, con lo que he aprendido. En el camino hay cosas que se
sacrifican, pero la cuenta es positiva, es más lo que se gana.

¿Qué te irrita?

Ultimamente, casi nada.

¿A qué se debe tanta felicidad?

No sé… creo que tiene mucho que ver con el Waka Waka, porque estaba un poco de mal
genio al final del año pasado y de pronto este año… el sol ha salido para mí. En lo personal,
el Waka Waka me trajo mucha wakawakería… (risas). No sé, he sentido como que el amor
de la gente me ha reconectado conmigo misma en muchos aspectos. He dejado de buscar
otras cosas que estaba persiguiendo obsesivamente.

¿Como cuáles?

Bueno, son cosas de las que no merece la pena hablar.


¿Alguna práctica espiritual?

Creo que el espíritu tiene tantas facetas… Hacer una canción, el arte, es una forma de
espiritualidad; significa que estás vivo por dentro y eso es mantener el espíritu. Me gustaría
aprender el arte de la contemplación, por ejemplo, meditar.

¿Ejercicios para el estrés?

Puedo bailar al son de una canción, pero no tengo reflejos; si me tiran una pelota, me parten
la cabeza, pues no tengo esa reacción. No practiqué deportes cuando era niña.

¿Adónde te gustaría estar dentro de cinco años?

(Medita por unos segundos antes de responder con firmeza): Haciendo música. Me gustaría
tener una familia y quiero ser un poquito más ligera, caminar por la vida un poquito más
liviana.

¿Cuál crees que es tu principal responsabilidad como persona y como figura pública?

Como persona, ser fiel a mí misma, escuchar mis deseos; como ser social, como ser
político, como parte activa de una sociedad, no bajar los brazos y seguir trabajando por las
cosas en las que creo.

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