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Autor: Sociedad Española de Antropología Aplicada. Congreso.

Simposio (6º. 2002. Granada)

Obra: Actas del VI congreso de antropología aplicada y del simposio :


el sentido práctico de la antropología (Granada, noviembre, 14,
15 y 16 de 2002)

Publicación: Granada : Editorial Universidad de Granada, 2005

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Contenidos: Extracto de la obra (Páginas 8-27)


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2.-Simposio: El sentido práctico de la antropología


Conferencias magistrales

2.1.-La antropología “inaplicable”: el divorcio entre la teoría y la práctica y el declive


intelectual de la antropología universitaria.

Davydd Greenwood. Goldwin Smith Profesor of Anthropology


Cornell University (USA)

Introducción

La antropología contemporánea vive una división interna entre los profesores universitarios y los titulados

de la disciplina que trabajan en el mundo extra-universitario que perjudica a ambas partes. Por ejemplo,

en los Estados Unidos, más del cincuenta por ciento de los estudiantes de postgrado en la antropología
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tienen su empleo fuera de la universidad . Parece ser que esta situación se reproduce, de forma más

acusada aún, en otros países. Por lo tanto, la mayoría de los estudiantes de postgrado en el mundo que

llegan a la antropología ahora no serán profesores universitarios. Esta situación podrá ser netamente

positiva, tanto para la antropología como para la sociedad. Prefiero que los antropólogos se empleen en

el sistema sanitario, en la promoción de las PYMES, en el sistema de educación primaria y secundaria, y

en los servicios sociales a sufrir las consecuencias del dominio de estas actividades por los economistas,

los contables, y los abogados. Pero si la mayoría de los estudiantes de postgrado o no pueden aspirar a

un puesto universitario o no buscan tal puesto porque prefieren trabajar como antropólogos en

“extramuros”, el auto-concepto de la antropología, visto en sus estructuras curriculares en la mayoría de


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los países , es que el antropólogo ideal sigue siendo un profesor universitario.

La desconexión entre el entrenamiento universitario ofrecido, las metas profesionales

de muchos estudiantes, y la posible aportación social de la disciplina es contraproducente para

la antropología en si. Un gran número de nuestros estudiantes de postgrado son personas con

experiencia laboral extra-universitaria y muchos han viajado y vivido en el extranjero. Traen a la

universidad sus experiencias y compromisos concretos forjados en estas experiencias. Pero

es mi experiencia personal que muchos de ellos no se encuentran bien en nuestros programas

de postgrado. Notan que sus experiencias extensas no se respetan por los profesores y su

capacidades intelectuales se ponen en duda. Se les sospecha de no tener una suficiente

orientación “teórica” por haberse involucrado tanto en la “práctica” antes de acudir a la carrera
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de postgrado. A muchos, se les trata como antropólogos “nativos”, una apelación negativa que

los clasifica como antropólogos de segunda clase.

¿Cómo debemos conceptuar esta situación contradictoria en la que el mayor público

estudiantil de la antropología se encuentra entre los practicantes extra-universitarios? Para

explicar como se ha creado una situación tan negativa y a quienes favorecen estas

circunstancias, repasaré nuestro universo profesional de discursos dualistas, entre ellos, los

siguientes: teoría/aplicación, teoría/práctica, (puro)/engaged, observador

participante/compañero, antropólogo (real)/antropólogo nativo, e informantes/colaboradores.

Usaré mis comentarios sobre estas dicotomías para examinar la geografía sobre la cual los

antropólogos se enfrentan en sus intentos de controlar el futuro de la disciplina.

Después, complicaré este mundillo de discursos castigadores con unos conceptos

aristotélicos para intentar buscar una salida del marasmo que nosotros mismos hemos creado.

Terminaré explicando como el dualismo falso entre la ciencia social teórica y la aplicada le ha

debilitado a la antropología, como ha creado historias falsas de nuestra disciplina, como

promueve la dominación de los antropólogos practicantes y nativos por los teóricos, y como

apoya los constantes intentos de enajenar el compromiso social con una visión reformista al

mundo extra-universitario.

Estos problemas me importan porque forman parte de la explicación del declive general

de la antropología frente a las necesidades de la mayoría de nuestros estudiantes y también

las de los sectores públicos y privados. La constante pérdida de territorio académico y

prestigio público a las nuevas ciencias sociales orientadas hacia la práctica tiene sus raíces en
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estos problemas .

A pesar del enfoque crítico de lo que sigue, solo avanzo esta crítica porque creo que

aún es posible llegar a soluciones aceptables. Por lo tanto, este argumento está concebido a

modo de una invitación a un quehacer común y no como una profecía sobre el fin del mundo

antropológico.

Dualismos castigadores:

Como sabemos, los dualismos, un rasgo central de la mayoría de los sistemas del

pensamiento humano, son fundamentalmente distinciones ético/morales y no


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analítico/sociales . Cuando nos encontramos con dualismos radicales en los discursos

supuestamente académicos, podemos estar bastante seguros de que el propósito central es

moralizante y no el análisis empírico ni la construcción de teorías.

Me decepciona siempre como los profesionales en una disciplina que ha trabajado

durante al menos un siglo para hacer más conciente al Occidente de la negatividad del

pensamiento dualista (e.g. sea razas superiores contra razas inferiores, culturas superiores y

culturas inferiores, sociedades modernas versus sociedades primitivas) no dudan en usar

dualismos igualmente inválidos para organizar sus propias actividades profesionales y para

mantener posiciones de poder dentro de la disciplina, como, por ejemplo, el dualismo entre la

antropología y la antropología aplicada.

Uno solo tiene que observar la falta de reflexividad crítica de los antropólogos cuando

nos pongamos a hacer política interna. Es como si fuera la antropología solo un traje que

llevamos cuando nos representamos hacia el mundo externo. Por ejemplo, aunque somos bien

conocidos por nuestra deconstrucción del concepto de la “tradición” y por nuestros intentos de

comprender las afirmaciones sobre la “tradición" como formulaciones interesadas con metas

socio-políticas, en las reuniones de la facultad, cuando nos pongamos a debatir los cambios en

los requisitos y el currículo, a menudo tenemos que escuchar a nuestros colegas pronunciar

homilías sobre el currículo “tradicional” de la antropología, de las “tradiciones” de nuestra

facultad, etc., todas justificaciones por no cambiar su comportamiento. Hoy, y con una

intencionalidad claramente política, vuelvo la mirada antropológica hacia nosotros y lo que

hacemos “en casa”.

Teórico/aplicado: Empiezo el análisis con el dualismo entre lo teórico y lo aplicado,

división que se encuentra en todos los rincones de la antropología. En muchos países, hay

sociedades profesionales distintas, revistas distintas, y jerarquías de prestigio diferenciadas

para los antropólogos y los antropólogos aplicados. Noto que ambos grupos creen, por razones

distintas, que son superiores al otro. Los antropólogos teóricos se sienten superiores a los

aplicados porque son “teóricos”, (hasta “teóricos de altura,” para repetir una locución favorita de

un colega mío) quienes aportan avances significativos al corpus de conocimientos humanos.

Los aplicados se sienten superiores precisamente por ser aplicados, porque ensucian las
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manos en el mundo y usan la antropología para mejorar las situaciones humanas. Sin embargo

la relación entre ambas partes no es igualitaria y noto como los aplicados, con todo su orgullo

profesional, a menudo aceptan su estatus intelectual inferior a los teóricos (véase Hill y Baba,

2001).

Antropología (pura)/antropología engaged: La distinción entre la antropología (pura) y

la antropología engaged se difunde cada vez más. El término “puro” se usa poco pero el

término engaged se usa constantemente. El sustantivo no-adjectivado en un dualismo

generalmente ocupa la posición superior; o sea la “pureza” antropológica es el estado

profesional aparentemente ideal. Aquí otra vez ambos lados se sienten superiores, aunque los

que se autodenominan como engaged tienden a ser más agresivos y confiados que los que se

llaman “aplicados.” A menudo, sus discursos sobre la implicación social se acompañan con una

crítica de la falta de implicación de los “puros” y de sus actividades autopoéticas e inútiles. En

los escritos de los engaged, el adjetivo “académico” normalmente se entiende como un

peyorativo.

Observador participante/antropólogo engaged: Los antropólogos frecuentemente

usamos el término “observador participante” para marcar distancias de otros investigadores

sociales quienes se implican en los procesos de cambio social. Como he publicado una crítica

extensa de las ambigüedades del concepto de la observación participante (Greenwood, 2000),

aquí seré muy breve. El observador participante afirma estar presente auténticamente en la

situación etnográfica. A causa de una generación de críticas epistemológicas y metodológicas,

ya no puede negar que su presencia afecta a la situación que observa. Sin embargo, sigue

rehusando verse como “implicado” con sus “sujetos/objetos” de forma proactiva. Conseguir

sintetizar esta ficción de la presencia y la no-implicación requiere bastante ingenuidad

intelectual porque es como intentar a estar solo un poco embarazado. Para los antropólogos

engaged, estas defensas de la no-implicación del observador participante son a la vez

epistemológicamente y éticamente incoherentes.

Antropólogo (real)/antropólogo nativo: Otro lugar común que apenas se analiza es la

distinción entre el antropólogo (entiéndase antropólogo “de verdad”) y el antropólogo “nativo”.

Como en el caso de la antropología pura y la aplicada, el término “real” es implícita pero el uso
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común del término “nativo” como etiqueta negativa o como apología personal revela la

existencia del polo opuesto, el antropólogo de verdad quien, por no ser un nativo en la situación

que estudia, es capaz de hacer aportaciones teóricas y metodológicas que aumentan la

excelencia disciplinaria. Los antropólogos nativos, cuyos conocimientos de la lengua local, las

instituciones, y la historia relevante son a menudo mucho mayores que los conocimientos de

los antropólogos de verdad son inducidos a cuestionarse, a justificarse, y a aceptar un estatus

inferior en la disciplina. Llama la atención como una disciplina que aboga por la complejidad y

la historicidad de la cultura y la “thick description” puede, a la vez, afirmar que uno que pasa un

tiempo limitado estudiando otra cultura llegue a entenderla mejor que uno que ha vivido y

trabajado en esa cultura.

Informante/(co-sujeto): Finalmente, otro dualismo común en los discursos

antropológicos es el entre el “informante” y el otro polo que no se articula claramente pero que

se puede denominar “co-sujeto” o sencillamente “amigo/colaborador”. Esta vez, el polo

académico de la dicotomía se marca. La gente con que los antropólogos reales estudian se

siguen concibiendo como informantes, un concepto que les priva de protagonismo intelectual y

social. Ser informante implica que uno solo es capaz de “informar” al antropólogo profesional,

respondiendo a las técnicas expertas de investigación y que los informantes no son capaces de

generar conocimientos antropológicamente significativos por su propia cuenta. Por contraste,

el co-sujeto o amigo/colaborador es una persona que se encuentra en el mismo nivel con el

antropólogo profesional, un ser que vive en un mundo de experiencias tan ricas y complejas

como el del antropólogo y, en el caso del antropólogo nativo, una persona cuyo mundo

vivencial puede ser bastante paralelo al del antropólogo.

Estos dualismos son datos etnográficos y revelan una serie de divisiones

fundamentales dentro de la antropología sobre los cuales, a juzgar por la literatura existente, no

nos gusta reflexionar mucho. Mis propósitos en articular estas clasificaciones son dos. Quiero

proponer otras maneras de pensar, espero que más constructivas, al tratar de estas diferencias

en la orientación antropológica. También, quiero explicar porque pienso que los discursos

predominantes en la antropología profesional son contraproducentes para la disciplina. Para

anticipar el argumento final, creo que estos discursos dualistas sirven para mantener la

hegemonía de lo que se va convirtiendo cada vez más en una minoría profesional, los que
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tienen puestos universitarios, personas que se consideran los antropólogos teóricos, reales,

observadores participantes, e intelectualmente puros.

Theoria, techne, y phronesis como otra ruta a la comprensión de la antropología teórica

y aplicada y la investigación-acción:

Criticar los dualismos es un ejercicio mental pero, al fin y al cabo, no es una actividad

constructiva. Mi intención es ofrecer algo que nos puede llevar más allá de los callejones

dualistas. Como es un tema complejo, tendré que ser muy esquemático al presentar el

argumento en este ensayo corto. Presentaré un esquema tripartita derivado de Aristóteles que

rompe con el modo dualista de pensar de una manera constructiva y que, tal vez, pueda

contribuir a replantear los esquemas de relaciones de poder y la preparación de las nuevas


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generaciones dentro de la antropología profesional.

Los conceptos aristotélicos que usaré son tres: theoria, techne, y phronesis, conceptos

que han ganado una vida nueva principalmente por los esfuerzos de del filósofo e historiador

de la ciencia, Stephen Toulmin, el sociólogo noruego y especialista en la investigación acción,

Björn Gustavsen (Toulmin y Gustavsen, 1996), y el sociólogo y planificador Danés, Bent

Flyvbjerg (Flyvbjerg, 2001). Esta distinción tripartita, ya muy difundida otra vez, se centra en

distinguir entre tres modalidades del saber. Ninguna modalidad es superior a la otra; todas son

válidas en los contextos y formas apropiados.

Theoria: Theoria se centra fundamentalmente en las formas contemplativas del saber

que buscan la comprensión de las operaciones eternas e invariables del mundo. Las fuentes

de theoria son múltiples: especulativas, analíticas, lógicas, y experienciales pero la meta es

siempre la de descubrir las verdades eternas más allá de su materialización en situaciones

concretas. Los tipos de complejidad que se encuentran en theoria son los de las definiciones,

las conexiones lógicas, la creación de modelos y analogías, etc. Theoria es altamente auto-

reflexivo porque se usa principalmente dentro de los discursos teóricos mismos. Aunque

theoria claramente no es una actividad autosuficiente, intenta deshacerse de todos los

referentes empíricos posibles para alcanzar las verdades generales. La theoria se evalúa por

los practicantes de theoria quienes examinan las estructuras defincionales y la lógica de los

argumentos y quienes intentan desarrollar elementos adicionales y buscar enlaces entre las
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partes. La forma típica del engagement de los practicantes de theoria es el diálogo con grupos

de intelectuales profesionales que comparten una situación social parecida. Estas personas se

organizan alrededor de un interés en los mismos problemas y se proporcionan entre si

asesoramiento y comentarios críticos.

Techne: Aunque el significado de theoria concuerde bien con los usos típicos

universitarios, no es así con techne y phronesis. Techne es uno de dos modos de saber, más

allá de theoria. Techne nace en el episteme poético de Aristóteles. Es una forma de saber que

lleva dentro de si una orientación a la acción. Es, por definición, socialmente productivo.

Techne se implica en el análisis de lo que se debe hacer en el mundo para aumentar la

felicidad o bienestar humano.

Las fuentes de techne son múltiples. Necesariamente techne requiere una implicación

suficiente en el mundo para permitir el análisis de lo que se debe hacer. Esto quiere decir que

techne no se traduce correctamente como la “técnica” y no se puede comprender como la

aplicación automatizada de los conocimientos teóricos de otros. Techne se centra en la

producción del bienestar en el mundo de acuerdo con diseños previos y preferencias

morales/éticas. Es una modalidad del saber y del actuar independiente de theoria. Para citar a

Flyvbjerg, "Techne es por lo tanto un quehacer artesano y un arte, y, como una actividad, es

concreta, variable, y dependiente de su contexto. La meta de techne es la aplicación de los

conocimientos y prácticas técnicos de acuerdo con una racionalidad pragmática instrumental, la

que llama Foucault 'una racionalidad práctica gobernada por una meta consciente'." (Flyvbjerg,

2001, traducción mía).

El desarrollo de techne implica la creación de aquella meta consciente, la generación

de las ideas sobre los mejores diseños para la vida que aumentarán la felicidad humana. Los

tipos de complejidad que abarca techne tienen que ver con el necesario debate acerca de los

fines deseables, la contextualización compleja de eso fines, y el diseño instrumental de las

actividades que puedan mejorar la situación humana de que se trata. Techne no es la theoria

en acción, no es la aplicación de theoria. Su relación con theoria es tenue en muchas

situaciones. Techne se construye con sus propias fuentes en los debates ético/morales y

alrededor de unas visiones de una sociedad ideal.


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Techne se despliega dentro del proceso político, en los programas de servicios

sociales, y en cualquier otra actividad diseñada para mejorar la condición humana de forma

pragmática. Techne es el reino de los expertos profesionales quienes fijan las metas ideales

de la actividad, quienes supuestamente tienen los conocimientos necesarios para poder

diseñar las acciones instrumentales apropiadas, y quienes tienen la capacidad de aprender de

los otros expertos en techne. Se evalúa principalmente por medidas de impacto creados por

los expertos profesionales quienes deciden si sus proyectos han tenido éxito y, si no, porque

no.

Los que practican techne tratan con los interesados locales, con los que tienen el poder

(político y/o económico), y con otros expertos, a menudo siendo contratados por los poderosos

para asistir en el proceso de conseguir cambios sociales favorables. Sus relaciones con la

gente local son a menudo directas y colaborativas pero siguen siendo principalmente expertos

profesionales quienes hacen cosas “por” la gente local y no “con” ellos. Traen sus diseños

generales y sus hábitos de trabajo a la situación y privilegian sus propios conocimientos por

encima de los conocimientos de la gente local.

Phronesis: Phronesis no es un término bien conocido porque la ciencia social

contemporánea ha simplificado el mundo de las distinciones aristotélicas, cambiando un

sistema de distinciones sutiles en un sistema dualista que se fundamenta en la distinción

intelectualmente incoherente entre la teoría y la práctica o entre la teoría y la aplicación.

Phronesis es una idea compleja. Se definió por Aristóteles como el razonamiento internamente

consistente que trata de todas las particularidades de cualquier situación. Se puede entender

como el diseño de una investigación y unas acciones por medio de la construcción colaborativa

entre unos expertos en la técnicas de investigación y los legítimos dueños locales del

problema. Dado esto, a veces phronesis se traduce como el saber clínico.

Las fuentes de phronesis son los foros que creamos para la construcción colaborativa

del saber en los cuales los conocimientos del investigador profesional se combinan en el

proceso de definir el tema a tratar con la sabiduría local compleja y profunda de los dueños del

problema. Juntos, diseñan y activan la investigación que necesita hacerse para comprender el

problema. Luego, juntos diseñan las acciones para mejorar la situación, actúan, y evalúan
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conjuntamente la eficacia de lo que se ha hecho. Si no están satisfechos, reciclan el proceso

hasta que los resultados consigan satisfacer a los participantes.

Los tipos de complejidad centrales a phronesis son, a la vez, intelectuales,

contextuales, y socio-políticas. Phronesis lleva consigo la creación de un espacio nuevo de

reflexión colaborativa, el contraste y la integración de muchos tipos de conocimientos, la unión

entre lo general y lo particular por medio de la acción y el análisis, y el diseño colaborativo de

tanto las metas como las acciones necesarias para conseguirlas y evaluar los resultados.

Phronesis es una práctica que se despliega en grupos en los cuales todos los

interesados, tanto los expertos en la investigación como los colaboradores locales, se conciben

como protagonistas legítimos de su propia situación y capaces de gestionarlas con un mínimo

apoyo externo. Phronesis se evalúa por los colaboradores de muchas formas. Están todos los

participantes unidos por su interés en conseguir unos resultados aceptables para todos en

relación con las metas que desarrollaron conjuntamente. Por lo tanto, phronesis requiere un

compromiso igualitario con los sistemas de conocimientos y las experiencias diversas.

Porque son importantes estas distinciones:

La dicotomía teoría/aplicación es imposible: Debe ser evidente que la dicotomía entre

la teoría y la aplicación es intelectualmente imposible en las ciencias sociales. Los filósofos

como John Dewey, Richard Rorty, Hans Georg Gadamer, y Jürgen Habermas han articulado

este argumento ya muchas veces y no ha aparecido una defensa razonada de la dicotomía por

parte ni de los auto-nombrados antropólogos teóricos ni por los “aplicados”. La antropología

basada en techne y phronesis requiere un entrenamiento fundamentalmente distinto al que se

da en el currículo antropológico convencional diseñado para futuros practicantes de theoria.

La antropología aplicada no aplica la teoría antropológica: Se habrá visto que estas

distinciones aristotélicas no concuerdan con los dualismos que han llegado al estatus de

lugares comunes en la antropología de hoy. En vez de crear una relación jerárquica entre los

conocimientos teóricos y los aplicados, la tipología afirma que las tres formas del saber todas

incluyen la teorización y la aplicación pero en distintas formas. En vez de darnos una sola

manera de implicarnos en el mundo extra-universitario, la de la antropología aplicada, nos da

dos -- una, techne, que se domina por los expertos y otra, phronesis, que tiene una forma

colaborativa, dialógica, y que se construye por medio de la praxis y evaluación conjunta.


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La antropología aplicada, que se domina en gran parte por techne, no es, por lo tanto,

la mera “aplicación” de la antropología teórica. Es una forma independiente de conocimientos

expertos que se basa en la autoridad profesional y el diseño de programas y situaciones

sociales definidos como “buenos” por los mismos antropólogos y las fundaciones y agencias

que subvencionan estas actividades. Sin embargo, en sus escritos, pocos antropólogos

aplicados se hacen responsables de sus propias teorizaciones y, a menudo, adoptan una

postura pasiva frente a sus colegas supuestamente “teóricos” (véase Hill y Baba, eds, 2001). Y

en los currículos de postgrado en la antropología, apenas se encuentra rastros de la actividad

teórica de techne.

Phronesis, la base conceptual de la investigación-acción, tampoco se constituye por la

“aplicación” de la teoría. Es una forma de crear conocimientos, teorización, análisis, y el diseño

de las acciones dentro de contextos específicos. En estos contextos, las metas se fijan

democráticamente, la capacidad de aprender del grupo se comparte, y el éxito o fracaso se

evalúa por todos los interesados. El estudiante atraído por phronesis lo tiene aún más difícil

porque la investigación-acción apenas se imparte en las universidades en general, y su

ausencia en los programas antropológicos de postgrado es casi total.

Creo que la mayoría de los que se denominan antropólogos aplicados practican

techne, no phronesis. Estos antropólogos se organizan profesionalmente y han desarrollado

una visión algo formalizada de su rol profesional. Han creado varias sociedades profesionales

para la promoción de la antropología aplicada. Sin embargo, bajo esta rúbrica general, hay un

número de personas como yo que nos encontramos incómodos con la apelación antropólogo

aplicado. Practicamos phronesis y, por lo tanto, la investigación-acción. Las diferencias entre

la antropología basada en techne y la que se basa en phronesis son importantes pero se

quedan ocultas por la superposición de la falsa distinción entre la antropología teórica y la

aplicada.

Si la antropología basada en techne tiene un lugar incómodo y reducido en las

facultades, la antropología basada en phronesis carece de un lugar terminológico e institucional

dentro de la antropología profesional. Esto ocurre en parte porque la investigación-acción es

una práctica que no se limita a la antropología. Trabajamos en actividades multi-disciplinares y

a menudo internacionales que involucran a personas de muchas disciplinas académicas y un


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gran número de interesados no-académicos. Además, la meta principal de la investigación-

acción no es la mejora del bienestar de los antropólogos como grupo, sino el desarrollo de una

sociedad más justa y participativa. Por lo tanto, la mayoría de las personas que practicamos

phronesis tenemos una relación bastante distante con los organismos profesionales

antropológicos.

La boga del engagement: Como respuesta debil al reto de una antropología más

implicada en la vida extra-universitaria, se ha puesto de moda entre muchos antropólogos

llamar a su antropología es engaged. Este concepto es relevante al tema de esta presentación

porque, a mi juicio, engagement consigue ofuscar aún más las distinciones que acabo de

hacer. Es un término que lanza una crítica social del trabajo antropológico basado en theoria

porque la clasifica como disengaged. Pero, a su vez, esta visión, también dualista, ignora

analíticamente las múltiples formas de engagement que hay en el mundo y sustituye un término

altisonante por una actuación seria. He aprendido a no aceptar la autodefinición de mis colegas

como antropólogos engaged porque no me explica nada sobre sus comportamientos

profesionales. Hay que pedir a los supuestamente engaged más detalles sobre el carácter

específico de su implicación en las situaciones donde trabajan.

Si analizamos engagement de acuerdo con las distinciones aristotélicas, podemos

aclarar más lo que hace cualquier antropólogo que se denomina engaged. Debemos hacer un

análisis del papel de las estructuras epistemológicas universitarias en el trabajo de la persona,

de los tipos de complejidad que aborda, de las organizaciones con las cuales está dispuesto a

trabajar y las que no, del carácter de sus relaciones con la gente en sus proyectos (e.g. si los

conciben como colegas, superiores, colaboradores, o informantes), y del papel de sus propios

conocimientos y sus preferencias ético/políticas en su trabajo.

¿Quién decide lo que hay que hacer?: Una de las aportaciones importantes de la

distinción entre theoria, techne, y phronesis a la hora de analizar el engagement antropológico

es que nos requiere averiguar quien decide cuales son los trabajos que se llevarán a cabo. En

el caso de theoria, los colegas, centrados todos en el mundo académico, determinan cuales

son las cuestiones importantes, en que consiste el buen trabajo, y disciplinan a sus colegas por

medio de la evaluación académica. El antropólogo que practica theoria tiene engagement pero

solo con sus colegas profesionales. En techne, los antropólogos profesionales y otros actores
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sociales con poder deciden que es lo que se va a hacer, tal vez con alguna aportación local.

Ellos se encargan de escoger los problemas, de diseñar las intervenciones, y de evaluar los

resultados. En este caso, el panorama de engagement incluye a personas ajenas a la

universidad, pero en una relación jerárquica con los interesados locales. Ambos el

engagement por theoria y techne se construyen sobre los poderes profesionales y políticos de

los antropólogos.

Phronesis sigue otro patrón. La selección de los problemas y métodos, el diseño de las

investigaciones, la investigación e interpretación de los datos, el diseño de las acciones, y la

evaluación de los resultados es una actividad colaborativa entre los investigadores

profesionales y los legítimos “dueños del problema” en la sociedad. En este caso, el

antropólogo profesional aporta sus conocimientos profesionales expertos pero no define ni

controla el proyecto. Uno forma parte de un equipo de actores diversos, y todos aportan

conocimientos y acciones necesarias al proceso. El engagement aquí es más igualitario y tiene

como meta cambiar las relaciones de poder de alguna manera. Por lo tanto, es posible ser un

antropólogo engaged de tres maneras distintas y los rasgos concretos del engagement son lo

que importa, no la autodefinición como un antropólogo engaged.

El impacto de la dicotomía entre teoría y aplicación en el entrenamiento antropológico:

En la presente estructura profesional, los dueños del poder hegemónico son los
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antropólogos “teóricos” quienes mandan en la inmensa mayoría de la facultades y controlan la

estructura política de la profesión. Su visión de la antropología como una actividad basada en

theoria se impone en casi todos los programas de estudios y en las jerarquías de prestigio.

Esto quiere decir que los estudiantes orientados hacia techne o phronesis tienen que pasar por

un sistema que privilegia la teoría antropológica y que, a menudo, es deficiente en la

presentación de visiones alternativas de la antropología y especialmente débil en la formación

metodológica. Solo después de pasar por este “encierro” teórico, tienen la libertad los

estudiantes de pensar en “aplicar” estas teorías, sea en forma de techne o en forma de

phronesis.

Esto crea una situación en la cual las personas que van a trabajar en el mundo

extrauniversitario no reciben la preparación que merecen. Deja a los que se basan en techne y
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en phronesis sin la formación epistemológica y metodológica relevante y les da a los teóricos

camino libre para continuar su quehacer autopoético. usando ideas y métodos cuya calidad y

relevancia no se pueden juzgar, ya que están conscientemente divorciados del mundo

desprestigiado de la práctica.

Así que vivimos en una organización dualista jerárquica de la profesión antropológica.

Los que practican techne o phronesis o se tienen que organizar por su cuenta, trabajar más allá

de las fronteras de la antropología profesional, o tienen que aceptar una posición subalterna

dentro de la profesión.

La relación entre los currículos y la experiencia y los intereses de muchos estudiantes.

Volviendo ahora a la afirmación con la cual empecé este ensayo, en un gran número

de países, los estudiantes de postgrado en la antropología no vuelven a la universidad porque

contemplan una carrera como profesores universitarios sino porque quieren recibir un

entrenamiento antropológico para usar en sus carreras extra-universitarias. En los Estados

Unidos, ya que el ritmo de crecimiento de las universidades empieza a debilitarse,

especialmente en las ciencias sociales convencionales, los masters y doctores antropológicos

o buscan trabajos en las “nuevas” ciencias sociales (e.g. ciencias empresariales, la

planificación, el desarrollo de las organizaciones, la gestión de los recursos humanos, etc.) o se

van del mundo universitario. Dado esto, es preocupante que el tipo de entrenamiento que se

ofrece en la mayoría de las facultades antropológicas no concuerde con los futuros empleos de

los estudiantes. Aunque creo que vale la pena seguir desarrollando y reflexionando sobre la

teoría antropológica y respeto a trabajo de campo etnográfico como rasgo fundamentales de

cualquier tipo de práctica competente de la antropología, pienso que un currículo convencional

basado en una historia mítica de la antropología que ignora sus orígenes en la reforma social y

que equipara la excelencia profesional solo con la theoria no da la base de una práctica

inteligente de la antropología ni en las ciencias sociales nuevas ni en el mundo extra-

académico.

Para especificar más, una mayoría de los estudiantes de postgrado en la antropología

ahora nos llegan con años de experiencia directa en el mundo no-académico y, a menudo, con

carreras anteriores en el sector sanitario, en el trabajo social, en la pedagogía, etc. Estos

estudiantes traen consigo una riqueza de experiencias que pueden aplicar a la aclaración de
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los problemas antropológicos. Muchos de los estudiantes que nos llegan ahora son candidatos

ideales para una práctica antropológica basada en techne o phronesis Sus experiencias

suelen ser multi-facéticas porque vienen de encuentros directos con unas situaciones

institucionales muy complejas, con unos intereses político/económicas poderosos, y con unos

problemas humanos extraordinariamente difíciles de resolver. Normalmente estos estudiantes

tienen que pasar por un currículo que o no valora o, en el peor de los casos, desdeña sus

conocimientos y experiencias previos. Deben pasar por unos cursos requeridos en los cuales

theoria se privilegia y la historia disciplinar se mitifica, dejando oculto el mundo de la práctica

antropológica. Tratados así, estos estudiantes llegan a sentirse muy inseguros intelectual y

profesionalmente. y conocen mejor el mundo “real” en que trabajarán que sus profesores.

Para combatir esta falta de simetría entre el profesor con la autoridad institucional y el

estudiante con mayores conocimientos específicos, muchos profesores imponen la noción

dualizada de la teoría y la práctica de la manera que estos estudiantes con experiencias

previas lleguen a verse como ciudadanos de “segunda clase” en sus programas de postgrado.

Los ciudadanos de “primera clase” son la pequeña minoría de estudiantes que aspiran a ser

profesores universitarios de la antropología.

El triste destino del antropólogo “nativo”: El concepto del antropólogo “nativo” es uno de

los resultados más deprimentes de esta política dualista jerárquica de la antropología. Visto en

el abstracto, se puede decir que los antropólogos dividimos tanto a los profesores como a los

estudiantes entre “antropólogos” y “antropólogos nativos”. Como en el caso de los otros

dualismos castigadores, en este caso, el polo del poder no se marca con un adjetivo pero el

adjetivo implícito es antropólogo “real", así que la distinción es entre los antropólogos de verdad

y los otros, los “nativos”.

Me llama la atención las repetidas veces que he oído a estudiantes y colegas ofrecer,

en forma de autocrítica, una apología por su incapacidad de hacer trabajos antropológicamente

significativos porque no son más que antropólogos "nativos." O sea, no han hecho su trabajo

de campo fuera de sus países. Este problema se relaciona directamente con la antropología

basada en techne y en phronesis.

A mi juicio, el concepto del antropólogo “nativo” es la creación de los profesores

teóricos/hegemónicos para quienes el trabajo de campo en el extranjero es considerado como


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el sine qua non del desarrollo de la teoría antropológica. El presupuesto teórico es que

demasiada proximidad al tema a tratar y un interés demasiado político y ético en lo que se

estudia imposibilita la distancia apropiada para la etnografía.

Esta ideología es absurda. En primer lugar, se basa en una falsificación radical de la

historia no solo de la antropología sino de todas las ciencias sociales (véase Ross, 1992;

Lengermann y Niebrugge-Brantley, 1998). Aunque no dispongo del espacio adecuado aquí

para desarrollar este argumento, puedo afirmar que el mito tan manido de que la antropología

tuviera su inicio en el trabajo de campo en el extranjero entre las sociedades primitivas y que

trabajar antropológicamente en el propio país de uno es un resultado infeliz de los cambios

mundiales que ha hecho desaparecer a los grupos primitivos es una gran falsificación.

Donde sea que miremos, la historia de la antropología no ocurrió así. En el caso de la

antropología estadounidense, por ejemplo, las investigaciones antropológicas y la fundación de

la American Anthropological Association se centraron en la herencia de la esclavitud de los

negros, en el racismo contra los negros, asiáticos, e hispanos, en las responsabilidades de los

Americanos frente a los pueblos indígenas expoliados, la reforma de las leyes de la

inmigración, la lucha contra la eugenesia, y en la antropología industrial. Estos temas se

anuncian claramente en el famoso libro de texto de Franz Boas, Anthropology and Modern Life

(Boas, 1928) y se ven en los trabajos de W. Lloyd Warner quien estudió a los aborígenes

australianos, las ciudades industriales americanas, y los directores de la industria americana,

llegando a ser famoso por su trabajo en los Estados Unidos (Warner, et al. 1937, 1953, 1963).

Margaret Mead estudió y escribió tanto sobre los americanos como sobre los melanesios, etc.

(e.g. Mead, 1949).

Fijando la mirada en España, es difícil escoger un origen para la antropología y existen

visiones contrapuestas. Tal vez se debe empezar con los visitadores a los virreinatos de

Nuevo Mundo cuyo trabajo etnográfico todavía nos deja impresionado por su calidad y

perspicacia, o los Jesuitas y las Relaciones Jesuitas, o con Joaquín Costa y los reformadores

cuyo trabajo de campos como antropólogos nativos era, a menudo, de muy buena calidad

(Greenwood, 1996). Lo que no es puede decir es que la implicación en el mundo no-

académico es una tendencia tardía de la antropología en España tampoco.


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Se puede reconstruir la historia de la antropología de manera parecida en otros países,

aunque con grandes diferencias por las historias nacionales tan heterogéneas. Dado todo esto,

debemos preguntarnos porque se falsifica la historia de la antropología de una manera tan

consistente y porque se perpetúa la idea que la antropología se basa en el estudio imparcial,

internacional de los “otros” culturales. No es un problema sencillo y tengo solo respuestas

preliminares porque estoy ahora en medio de un proyecto de investigación sobre el tema.

De modo preliminar, veo dos tipos de explicaciones posibles. Primero, tenemos las

tristes historias de los destierros políticos de los científicos sociales reformistas en todos los

países sobre los cuales tengo alguna información. En el caso de los Estados Unidos, las

fuerzas políticas conservadoras y racistas atacaron repetidas veces a las generaciones

anteriores de los científicos sociales reformistas, incluido Boas mismo. Tuvieron éxito en echar

de las universidades a catedráticos con cátedras vitalicias que habían atentado contra el poder

y las ideologías de la clase dominante. El House Un-American Activities Committee y el

senador Joseph McCarthy consiguieron arruinar las carreras de varios antropólogos

“comunistas” y algunos tuvieron que marcharse de los Estados Unidos. La historias de los

antropólogos y los otros científicos sociales bajo los distintos regímenes dictatoriales en Europa

no son menos tristes.

Así que una explicación del problema es que el poder hegemónico nacional se aplicó

para castigar a los antropólogos, y los otros científicos sociales, que trabajaban en su propio

país cuando sus trabajos ponían de manifiesto la necesidad de reformas sociales importantes.

Este dilema no es menos acusado que antes pero la mayoría de los antropólogos han

encontrado una solución perfecta. Se van al extranjero donde, hasta hace poco, a nadie le

importaba lo que hacían y escribían. Otra solución ha sido el estudio del “otro” interno, la

equiparación de la antropología con el trabajo de profesionales de clase media o alta con los

pobres, los marginados, los folklóricos, y los olvidados pero se trabaja en voz baja y, a menudo,

con subvenciones que provienen directamente de las grandes estructuras del poder.

Pienso que están en juego aquí también otras fuerzas. Pienso que el énfasis en el

“otro” extranjero es también una defensa por los dueños hegemónicos de la profesión para los

cuales el estudio de su propia sociedad es incómodo. Cuando se estudia la propia cultura y se

escribe sobre ella, uno tiene un público grande – otros especialistas, periodistas, los mismos
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“informantes”, los políticos, y los activistas – todos con sus propios conocimientos del tema y el

derecho de cuestionar cualquier interpretación que se haga. Los académicos que se basan en

theoria generalmente prefieren que les juzguen otros de su grupo profesional con quienes sus

relaciones disciplinares crean una estructura y unas expectativas de reciprocidad futura que

hacen que queden las críticas “dentro de la familia”.

El conveniente, hasta hace poco tiempo, de estudiar al otro cultural en el extranjero es

que los antropólogos mismos sean las fuentes principales de conocimientos sobre los temas

que tratan. Por ejemplo, lo que afirmó Edmund Leach sobre los Kachin era mucho más difícil

de criticar que lo que escribió sobre Moisés y el parentesco en La Biblia. A muchos

antropólogos, les gusta ser la única autoridad sobre su caso etnográfico, aunque, en la mayoría

de los casos, tampoco es verdad. Pero para obrar así, hay que ir al extranjero.

Hay otra razón también. Un catedrático universitario que se especializa en la

antropología industrial o en el estudio de la asistencia social y cuyos conocimientos se basan

en la lectura y unos períodos de trabajo etnográfico intensivo, se encuentra en una posición

interesante cuando se relaciona con unos estudiantes de postgrado que tienen hasta

titulaciones en estos temas y además, llevan ya años en la práctica diaria dentro de estos

contextos. Mantener y merecer la autoridad profesoral no es imposible bajo estas condiciones,

pero la relación entre profesor y estudiante no puede ser la preferida por muchos profesores –

el estudiante como tabula rasa. La estudiante es una experta y el profesor también. Porque la

estudiante puede saber mucho más que el profesor sobre las dimensiones empíricas y

vivenciales de su propias prácticas anteriores a la carrera de postgrado, es fácil que el profesor

se sienta incómodo, defensivo, y que sucumba a la tentación de descalificar los conocimientos

del estudiante. Pienso que esto es una dimensión importante del atractivo del concepto del

antropólogo nativo.

Por encima de esto, como he venido afirmando, el currículo típico tampoco le apoya al

antropólogo nativo. El currículo convencional, basado en la historia mitificada de la disciplina y

en las teorías y métodos construidos durante el trabajo de campo en las sociedades primitivas

y campesinas les ofrece muy poca preparación. Los cursos en la antropología médica, la

antropología industrial, etc. existen y están bien, pero, aún con estos cursos, los estudiantes

notan su marginalidad al campo preferido de la antropología universitaria.


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Esto conduce directamente a un problema básico en la adecuada preparación de los

antropólogos que van a desenvolverse en un mundo extra-académico. La antropología aporta

contribuciones importantes en aquel mundo y, en mi experiencia, las perspectivas, teorías, y

métodos antropológicos se aceptan cuando se estructuren y comuniquen en formas

apropiadas. Pero, esa estructuración y comunicación apropiada requiere la preparación de los

antropólogos para trabajar en los equipos multi-disciplinares que incluyen a científicos, otros

científicos sociales, políticos, y los “dueños del problema”. Hacer una aportación antropológica

a un trabajo en equipo es muy diferente de la experiencia de ser un investigador solitario y

requiere un entrenamiento amplio y diversas experiencias prácticas también. Aunque hay

ejemplos de trabajos antropológicos en equipo, la inmensa mayoría de los antropólogos

socioculturales ven al antropólogo solitario como el ideal profesional. Es muy difícil que los

profesores que no hayan tenido la experiencia de trabajar en tales equipos lejos del contexto

universitario puedan enseñar a los estudiantes a desenvolverse bien en tales situaciones.

La antropología inaplicable:

Más allá de estos problemas internos, los comportamientos profesionales que vengo

criticando han debilitado a la antropología en el contexto universitario. Ya he explicado como la

definición del centro de la antropología como una forma de actividad teórica divorciada de la

práctica mina fundamentalmente la coherencia intelectual de las ciencias sociales. La actividad

teórica basada en los diálogos con otras teorías abstractas se hace de forma bastante más

sofisticada en “cultural studies” y en la filosofía. Allí los antropólogos tenemos bastante poco

que aportar aunque tenemos mucho que aprender. No me opongo a este tipo de actividad y

comparto el respeto que le concedió Aristóteles.

Lo que dio origen a las ciencias sociales y les distinguió de las ciencias naturales y de

las humanidades era la confrontación constante e irreducible entre la comprensión del ser

humano como un ser orgánico y como un ser cultural, una tensión que se hizo innegable a

causa de los grandes problemas del bienestar colectivo que acompañaron a la revolución

industrial. Las ciencias sociales se constituyeron alrededor de estas tensiones y se les

concedió importancia y fondos de investigación precisamente para buscar mejores soluciones a

los problemas sociales difíciles como la desigualdad social, económica, y política, el racismo, el

clasismo, la sexualidad y el género, la opresión política, etc. Debe ser evidente que los
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problemas centrales de las ciencias sociales son demasiado complejos para analizarse de

manera Fordista separando theoria, techne, y phronesis. Los problemas sociales complicados

requieren una movilización completa de todos los modos del saber.

Aunque las ciencias sociales convencionales han tardado mucho en reconocer este

problema, nuestros competidores académicos más cercanos en las “nuevas” ciencias sociales

comprenden este problema muy bien. Ellos trabajan más para unir estas tres dimensiones de

forma igualitaria. No nos debe sorprender que rápidamente vayan captando recursos

universitarios y sociales importantes y los recursos que captan antes se destinaban a la

antropología, la ciencia política, la sociología, y algunas ramas de la sicología.

Pienso que todavía tenemos la opción de reconectarnos con el mundo del cual

nacieron las ciencias sociales. Si no lo hacemos, seguiremos perdiendo dinamismo, recursos,

y autoridad intelectual y social en este mundo académico cada vez más competitivo. Pero esta

reconexión requiere un cambio de poder básico y una nueva sofisticación antropológica. Sobre

todo, nos exige un respeto sincero y una formación adecuada para nuestros propios

estudiantes de postgrado.

Notas

1.-Buenas estadísticas sobre el tema no se publican por razones que se aclararán en el curso

de este ensayo.

2.- Con la excepción de un pequeño grupo de universidades estadounidenses especializadas

en la antropología aplicada.

3.-Claro está que España puede ser “diferente” como siempre, especialmente a causa de la
creación de empleos antropológicos creado por el papel de la antropología en las políticas
identitarias de las comunidades autónomas. Reconozco que en distintos países, estos
problemas pueden toman formas distintas, pero pienso que los problemas básicos existen en
todos.
4.- Véase Julio Caro Baroja, 1963..

5.- Esta discusión debe mucho a los trabajos de Stephen Toulmin, Björn Gustavsen, Bent

Flyvbjerg, y Shen-Keng Yang. Véase la bibliografía para las referencias a sus trabajos.

6.- (con la excepción de un pequeño número de facultades especializadas en la antropología

aplicada.
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Bibliografía

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