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Tópico, estilo y experiencia en La del estribo. Obra completa de V. H.

Viscarra (2018)
Autor de la reseña: Martin Mercado Vásquez: martin.mercado.v@gmail.com

Libro: La del estribo. Obra completa de Victor Hugo Viscarra


Editorial: 3600. Lugar: La Paz.
Lector: Martin Mercado Vásquez

El volumen titulado La del estribo (2018) ofrece la obra completa de Víctor Hugo
Viscarra (1958-2006). Gracias al trabajo de Editorial 3600 y de Manuel Vargas, la estructura
de la obra posee dos partes fácilmente reconocibles. La primera es un proemio que se
compone de cuatro textos diferentes, “Víctor Hugo Viscarra en seis retratos” de Vargas
(pp.7-13), “Acerca de esta edición” de Marcelo Martínez (pp. 15-16), “El antropólogo” de
Marco Basualdo (pp. 17-19), “La del estribo… (Pastiche)” también de Vargas (pp. 21-24). La
segunda parte comprende los seis libros de Viscarra, cuyos elementos de su obra completa
son “Coba, lenguaje secreto del hampa boliviano” (pp. 25-133), “Relatos de Víctor Hugo”
(pp. 135-180), “Alcoholatum y otros drinks” (pp. 181-277), “Borracho estaba, pero me
acuerdo” (pp. 279-497), “Avisos necrológicos” (pp. 499-586) y “Ch’aki fulero” (pp. 587-655).
El proemio es de carácter biográfico y casi laudatorio, alejado del tono de la introducción
analítica o del estudio crítico y la obra, aunque cuidadosamente editada, presenta algunas
erratas menores (pp. 117, 232, 447).
Expuesta la estructura de la obra, interesa, lógicamente, comprender los tópicos
tratados por el autor, su estilo y, finalmente, el valor que en conjunto la obra ofrecería a la
literatura. Se procederá en ese orden, considerando dos interpretaciones de la obra de V. H.
Viscarra.
Los tópicos de una obra provienen de la tensión dinámica entre la selección de pasajes
textuales y la perspectiva contextual que los intérpretes eligen para abordarlos. La
interpretación hegemónica de la obra de Viscarra encuentra su asidero en el primer párrafo
de “Coba…”. “Una de las características más notorias de la marginalidad boliviana es que ha
logrado construir a través de su historia un lenguaje propio, completamente distinto al
idioma castellano” (2018, p. 29). Marginalidad, hampa, suburbanidad, contracultura son
algunos de los términos que buscan contornear el contexto de la flora y fauna de los
delincuentes, prostitutas, violadores y drogodependientes que la errante pluma de Viscarra
ofrece. Gran parte del trabajo de precisión de esta interpretación se esfuerza por encontrar
las no siempre sutiles relaciones entre la denominada literatura marginal, borracha, de la
ciudad, de barrio, contracultural, literatura de crónica, testimonial, etnográfica, etc. Esto
supone, en muchas ocasiones, el empeño de relacionar intertextual o anecdóticamente la
obra de Viscarra con la de René Bascopé, Adolfo Cárdenas, Arturo Borda, Raúl Bothelo y
Jaime Sáenz. Otra característica en esta interpretación es el poder asignado a la vivencia; es
decir, la calidad de esta obra provendría del peso, don y privilegio de la experiencia: ‘él era,
pues, un hombre marginal’. Hay que reconocer, sin embargo, cierta ligereza en este
acercamiento, pues su razonamiento supone de manera análoga que un crítico de arte
obtendría un sentido crítico más aguzado, si se pusiera a pintar -para el colmo de males- en
clave de su vanguardia favorita. Por otra parte, pensar que la mera angustia existencial es el
mayor argumento para crear, conduce a pensar que todo atormentado enamorado es un
poeta con todas las letras de la palabra. En ambos casos, la experiencia enseña lo contrario.
Tal vez desde un punto menos demagógico, se puede reconocer en esta obra
completa otra vertiente de tópicos que hacen de su obra algo más que el esfuerzo de
justificar alguna entrañable anécdota entre el “escritor” y el “lector”. Para enfocar este
segundo contexto, y sin ir muy lejos del punto de partida, se puede invocar la primera parte
del segundo párrafo de “Coba…”: “Los elementos cotidianos que conforman el universo
Tópico, estilo y experiencia en La del estribo. Obra completa de V. H. Viscarra (2018)
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clandestino de los seres que sin perspectivas de futuro viven, aman, se reproduce y mueren
(…) han encontrado en este lenguaje una identidad propia y completamente diferente a la
asignada por los puristas del idioma español (…)” (Ibídem). El pasaje citado solo omite la
tensión entre los otros, de “capas sociales bien definidas”, que finalmente están ligados a los
“puristas”, y la riqueza del lenguaje del “universo clandestino”, expresada incluso en
relaciones de sinonimia (amplitud léxica) y antinomia (límites lógicos de la comprensión). Se
omite esas dos partes, porque este segundo enfoque enfatiza la dimensión práctica en la
que surge el lenguaje literario que ofrece Viscarra; es decir, no se concentra solo en la mera
oposición a un grupo de poder, sino en el resultado de dar forma, unidad y límites a la
expresión comunicativa de una determinada práctica cotidiana e interpersonal. En suma, se
atiende ahora a la modelación de tópicos mediante un estilo particular.
Bajo esta segunda perspectiva, surgen de manera inmanente tópicos relevantes
como formas de trato, parentesco, deseos, sentimientos y estilo o forma de vida
(expectativa, concreción o frustración). Sin ser exhaustivo, es fácil reconocer que son
abundantes y constantes (diacrónicamente) los pasajes destinados al deseo de violación (pp.
215, 222, 237-239, 381), incesto (pp. 161, 216, 221-222, 453), misoginia (pp. 241, 271, 282,
363-367, 386, 471, 494, 516, 510-520, 557-559, 595, 623-625), venganza, odio y envidia (pp.
128-130, 206, 291, ), despersonalización (pp. 139, 163, 168171-172); pero también, los
ligados a existencia de momentos de cercanía o resonancia afectiva que dan algún giro, por
más superficial que sea, a la monotonía del tono de auto-conmiseración. De estos últimos,
son importantes los pasajes ligados a la reflexión sobre el sentido de la vida, la búsqueda o
contacto con el otro, deseo de amor y paz, y que suelen aparecer ligados al oxímoron “niño-
anciano” (pp. 153-154, 155-157, 159, 165, 175-176, 210-212, 225-227, 243-244, 253-255,
273-274281-284, 631-649). En tales pasajes se puede encontrar la búsqueda de “intimidades
del vientre fecundo” que le permitirían “galopar por senderos no hollados por la maldad ni el
resentimiento” (p. 651). Estos son, pues, pasajes en los que se trata de describir experiencias
en las que un contacto, una resonancia existencial, permitiría al autor-narrador, al poeta-
niños-viejo, “reconciliar[se] completamente con el mundo” (p. 226) y así, tener la
experiencia de una vida que “bien vale la pena vivirla” (p. 227).
Finalmente, la importancia de estos nuevos tópicos es que son temas comunes en la
literatura; por lo que la valoración de la obra de Viscarra debe dirigirse, más bien, al estilo-
contenido y no solo a su carga ideológica. En otras palabras, lo que en realidad entra en el
ruedo de discusión, es el estilo, el modo en que el lenguaje ofrece la formación específica de
la expresión de esas experiencias. La marginalidad (boliviana) literaria que el autor ofrece no
es sin más una forma de un lenguaje autónomo de “los otros”, sino la modulación,
formación y estilización de determinadas prácticas interpersonales, que se forman por un
autor (y un cuidadoso editor). En su obra existe una notable riqueza de tópicos y
experiencias que indudablemente han influenciado a escritores más jóvenes y
contemporáneos, pero lo que en realidad entra una y otra vez en discusión es el logro de su
lenguaje narrativo y poético. De hecho, él se concibe a sí mismo como poeta (pp. 229-230).
Precisamente, como poeta-niño-viejo parece acercarse a la soledad e incomprensión que, en
sus Cartas a un joven poeta (1980), Rilke reclamaba para el escritor: “¿Por qué empeñarse
en trocar en hurañía y desprecio la sabia incomprensión de un niño, puesto que no
comprender es estar solo (…)?” (p. 76). No obstante, esa soledad e incomprensión reclaman
una relación agonística con el lenguaje y con la propia comprensión del mundo, aspectos
que la obra de Viscarra pierde en la mayoría de las ocasiones, brindando un lenguaje
rudimentario y personajes que, si bien oscuros por su contexto, carecen de profundidad. Por
otra parte, se debe reconocer que, aunque no de alto vuelo, existe una evolución en el
Tópico, estilo y experiencia en La del estribo. Obra completa de V. H. Viscarra (2018)
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lenguaje literario de Viscarra; decir lo contrario, sería pasar por alto el tardío y esforzado uso
de citas, guiones de diálogo, signos de exclamación e intentos de versificación. En síntesis, si
Viscarra no fue un poeta, por lo menos es seguro que quiso serlo. Tal vez el tiempo no le fue
suficiente, mas los pocos momentos fueron significativos. “Hay momentos para beber, para
odiar, para hacer el amor, y para aprender a olvidar” (p. 651). Probablemente Viscarra sea
un autor que aprendamos a olvidar.

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