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¿Puede el amor fallar?

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Hoy escucharemos una historia de amor verdadero.

Una joven de Nueva Inglaterra acababa de comprometerse justo al inicio de la Guerra Civil.
Su prometido fue llamado al ejército y sus planes de boda tuvieron que ser pospuestos. El
joven soldado se las ingenió para salir bien de casi todos los conflictos sin ser lastimado,
pero en la Batalla del Desierto fue severamente herido. Su prometida, la que sería su
esposa, sin saber su condición, leía y releía sus cartas. Ella contaba los días hasta que él
regresara y así poder casarse.

De pronto las cartas dejaron de llegar. Finalmente ella recibió una pero esta estaba escrita en
una caligrafía que ella no reconocía. Esto era lo que decía:

«No ha habido otra terrible batalla. Es muy difícil para mí decirte esto, pero he perdido mis
dos brazos. Yo no puedo escribir por mi mismo, un amigo escribió esta carta por mí. Te
quiero más que nunca, pero siento que debo liberarte de la obligación de nuestro
compromiso.»

La carta nunca fue contestada. En lugar de ello, la mujer tomó el siguiente tren y fue
directamente al lugar donde su amado estaba siendo atendido. Cuando llegó, ella encontró al
capitán, quien la guió para poder encontrar dónde estaba el soldado. Con lágrimas ella fue
en busca de él. Al momento de ver al joven, ella lanzó sus brazos alrededor de su cuello. Ella
lo besó y le dijo: «Nunca renunciare a ti. Mis manos te ayudarán. Yo te cuidaré».

En los inicios de una relación, la mayoría de las parejas experimentan fuertes emociones
románticas. Pero, ¿qué pasa cuando lo sentimientos cambian o menguan? ¿Significa esto
que el amor ha fallado?

Hemos estado hablando acerca del amor de Dios y las cualidades del amor de Dios que
queremos que sean verdad en nuestras vidas.  Para algunas de nosotras esto ha sido un
poco incómodo. De hecho, alguien se acercó a mí para decirme, «no solamente me pisaste
los pies, sino que llegaste hasta mis rodillas». Conozco ese sentir, porque eso es lo que está
ocurriendo en mi propio corazón mientras este texto de 1 Corintios capítulo 13 ha ido calando
en mi vida.

Una mujer me conto cómo hace varios años su esposo sufrió un derrame cerebral. Ella me
dijo, «él ha cambiado tanto». Aquí tenemos una pareja que se amaba verdaderamente, pero
ahora sus circunstancias han cambiado. Ella siguió diciéndome, «en la medida en que hemos
venido escuchando sobre estas cualidades del amor, me doy cuenta de que he fallado la
prueba en esta etapa de mi matrimonio. Es una nueva prueba. He fallado en la forma cómo
he respondido a mi esposo».

Ella continuó diciendo, y es muy bueno que escuchemos esto porque es por esa senda por
donde nosotras todas necesitamos caminar, porque todas hemos fallado la prueba del amor.
Y me alegré de escucharla decir esto, «cuando vaya a casa hoy, voy a ir directo a mi esposo
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para decirle: perdóname, te he hecho daño. No te he amado de la forma que Dios quiere que
lo haga».

Hemos estamos hablando acerca de esas cuatro cualidades finales del amor que vemos en 1
Corintios 13, (el amor) todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (v. 7,
NBLH). Ayer hablamos acerca de lo que significa el soportar todas las cosas, el cubrir, el
proteger, el escudar, el tener ese tipo de amor que cubre una multitud de pecados.

Hoy queremos ver lo que significa el creer todas las cosas, el esperar todas las cosas, el
soportar todas las cosas. Cuando decimos que el amor cree todas las cosas, esta
característica no implica que el amor es crédulo o que no tiene discernimiento.  Queremos
decir que el amor es confiado. El amor no es sospechoso. No es cínico, le da a las
personas el beneficio de la duda. Le da a los demás espacio para fallar.

En los días de Jesús, los escribas y los fariseos eran considerados las personas más
religiosas de su época, eran considerados gigantes espirituales. Pero no sabían nada del
amor. Una de las características de su estilo de vida egoísta, orgulloso y carente de amor,
era que ellos tendían a ver lo peor en los demás. Ellos no tenían el tipo de amor que cree lo
mejor.

El odio cree lo peor acerca de alguien. Cuando alguien viene a ti y te cuenta algo acerca de
otra persona y te sorprendes, ¿es tu primera reacción pensar?, «Oh, ¡fulano de tal nunca
haría eso!» O acaso tu primera inclinación es pensar, «¿Sí? no me sorprende que hiciera
eso».

Un corazón amoroso asumirá lo mejor, ve y cree lo mejor. Un corazón amoroso mirará a


otros a través de los ojos de Dios. No es que las personas alrededor de nosotras sean todas
perfectas; que no haya nada pecaminoso en ellas, y que no tengamos de qué preocuparnos.
Es solo que queremos creer lo mejor siempre que sea posible, acerca de las personas que
Dios ha puesto a nuestro alrededor. Vamos a seguir con nuestra pequeña prueba aquí.
¿Asumes positivamente lo mejor acerca de las personas? Hasta que se ha probado que
ellas han hecho mal, ¿asumes lo mejor?

Esto es algo muy importante, sobre todo cuando se trata de tus hijos. Conoces a tus hijos
muy bien. Y cuando tienes que tratar con esos niños día tras día, es muy fácil el empezar a
verlos a través de un lente negativo. ¿Asumes lo mejor acerca de ellos?

¿Le das a las personas el beneficio de la duda? O ¿Tiendes a asumir cosas negativas
acerca de las motivaciones de las personas? El hecho es que nosotras desconocemos las
motivaciones de los demás. Es el orgullo de nuestros corazones que nos hace asumir cosas
negativas sobre las personas, en lugar de pensar bien de ellas. ¿Eres rápida para llegar a
conclusiones antes de tener todas las evidencias? Esa no es una forma muy amorosa de
vivir. El amor dirá, «permíteme escuchar la historia completa». Proverbios nos dice que es
necedad responder a un asunto antes de haber escuchado el problema. Muchas de nosotras,
las mujeres, y a veces me veo tan inclinada a esto, llegamos a conclusiones cuando

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escuchamos el primer hecho sobre una historia, sin tomarnos el tiempo suficiente en amor
para escuchar la historia completa.

¿Sospechas por lo general de las personas o generalmente tiendes a confiar en


ellas? No porque las personas sean todas merecedoras de confianza, en realidad ninguna
de nosotras lo es. Pero porque puedes ver a las personas a través de los ojos del amor y de
la gracia de Dios.

«El amor todo lo espera». El amor espera y busca lo mejor en los demás. Nunca se
rinde. ¿Hay alguien con quien te das por vencida? Tal vez es con tu esposo. Tal vez con tu
jefe. O tal vez es ese hijo adulto o tu hija que te ha lastimado tan profundamente.  Tal vez es
esa persona con la que trabajas. Tal vez es alguien con quien trabajas en la iglesia y tú
piensas que esa persona nunca será diferente. «El amor espera todas las cosas». El amor
continúa esperando. Dios puede cambiar el corazón de esa persona, y el amor ora por
ello y cree en ello y trabaja por ello.

Mientras Dios sea Dios, Dios tiene gracia para dar. Y mientras Dios tenga gracia para dar, el
fracaso humano nunca es final. Tal vez hay alguien en tu iglesia que realmente ha caído. Tal
vez hasta hayan sido disciplinadas por su error o por ser miembros no arrepentidos dentro de
la congregación, y esto está bien hecho. Pero en medio de esa disciplina, en medio de tratar
con ese hermano o con esa hermana impenitente, ¿mantienes esa esperanza de que Dios
puede cambiar el corazón de esa persona y  traerla al arrepentimiento, y oras para que así
sea?  

El apóstol Pablo dice en 2 Corintios capítulo 5 versículo 16, que nos rehusamos a ver a las
personas como son en la carne. Las personas son seres caídos, son pecaminosas.  Hacen
cosas pecaminosas. Algunas personas son malvadas, pero Pablo dice que no conocemos a
ningún hombre según la carne. Pero ¿por qué? En el versículo siguiente dice, en 2 Corintios
capítulo 5 versículo 17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas.»

Pablo está diciendo, «no voy a mirar a nadie como que si estuviera apartado de Cristo. Voy a
mirar a ese cónyuge, a ese hijo, a esa hija, a ese antiguo amigo, a esa expareja, a ese
padrastro, a esa persona que me hirió tan profundamente, voy a ver a esa persona como
ella es en Cristo.  Eso es amor. Hay tal poder cuando comunicas ese tipo de amor y ese tipo
de esperanza. Algunos de tus hijos quizás se sientan muy desanimados por la forma como
son humillados y menospreciados; por la falta de fe que otros tienen en ellos, por la carencia
de amor que reciben.

Y me siento tan agradecida por un padre en particular que tuvo tal fe en el poder de Dios en
la vida de sus hijos. Yo crecí viviendo en esa atmósfera de esperanza. Yo  tenía que tomar
mis decisiones, mi padre no podía hacerlo por mi. Pero como agradezco al Señor por el amor
de mis padres y porque siempre tuvieron esperanza. Mi madre, quien aún vive y quien cree
en el poder de la gracia de Dios sobre mi vida, ora por mí y cree que Dios me va a bendecir.
«El amor espera todas las cosas».

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El amor también soporta todas las cosas. El ejemplo aquí es de un centinela que se
rehúsa a dejar su lugar, aún cuando el ataque del enemigo es inminente. El amor tiene la
determinación de continuar aun cuando las circunstancias se ven absolutamente
desesperanzadoras. Cuando estás enfrentando obstáculos insuperables, el amor se
niega a rendirse. Está dispuesto a ser paciente aun en medio de las tormentas de la
vida. En ningún lugar es esto más importante que en nuestros hogares; el mantenerte firme
para defender tu matrimonio, para defender a tus hijos, para defender su caminar con Dios,
para creer que Dios puede ganar la batalla en sus vidas. «El amor todo lo soporta».

Pienso en el primer mártir, en Esteban, quien perdonó a sus atacantes. Él mantuvo su


posición todo el tiempo, aún hasta el final de la batalla, hasta la muerte. Él dijo, «no voy a
dejar de amar a aquellos que han pecado en mi contra». Es un amor que perdura, como el
amor de Jesús.

Entonces cuando las circunstancias en tu hogar, o en el lugar de trabajo, o en cualquier


círculo en el que te desenvuelvas, se hagan insoportables, el amor no renuncia.  Perdura
cuando todo lo demás se ha dado por vencido.

Para todas aquellas que están casadas, el amor implica la disposición de perdurar en
mantener los votos que hiciste, amando en salud y enfermedad. La mujer que mencione al
principio de esta sesión, cuyo esposo sufrió un derrame, ella tuvo años aprendiendo a amar a
su esposo en la salud, pero ahora ella está cumpliendo con sus votos. Ella está
permaneciendo en el amor. Ella está aprendiendo a amar en la enfermedad.

Prometiste amar en las buenas y en las malas. Tal vez estés pensando, «yo no sabía qué tan
malos serían los tiempos «malos». Pudieran ser peores. Pero tú hiciste un voto de amar; un
voto que perduraría. Para muchas esto pudiera implicar la disposición de permanecer en un
matrimonio difícil porque sabes que tu voto fue, en última instancia, con Dios. Es tan
importante que el matrimonio muestre el amor de pacto, el amor de Dios que perdura, el
amor de Dios nunca termina. Aun cuando somos espiritualmente idólatras o adúlteras, Dios
continúa siendo fiel a su promesa.

«El amor lo cree todo. Lo espera todo. Lo soporta todo».

Mientras Pablo concluye 1 Corintios capítulo 13, se dirige al capítulo 14 y dice, «Procurad
alcanzar el amor». Así de importante es el amor. Esta es la permanencia del amor. Estas son
las propiedades del amor... ¿entonces qué?

Primera a los Corintios capítulo 14 versículo 1 dice: «Procurad alcanzar el amor».


Necesitamos reconocer ante Dios que no amamos, que nuestro amor es muy humano muy
frágil, que ha fallado, que no hemos amado a las personas en la forma en que Dios nos ha
amado a nosotras. Necesitamos reconocer ante Dios, «no he tenido ese tipo de amor que es
paciente que es bondadoso. Soy celosa y envidiosa, presumo, soy arrogante, me comporto
indecorosamente. No he tenido ese tipo de amor que soporta todas las cosas y que cree
todas las cosas y que espera todas las cosas y que se somete».

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Amiga, tú y yo necesitamos arrepentirnos. Es una palabra pasada de moda, pero la
necesitamos tanto hoy en día; debemos arrepentirnos de nuestra falta de amor porque
nunca tendremos la gracia de Dios en nuestras vidas, a menos que nos arrepintamos
del hecho de que no hemos amado. Necesitamos arrepentirnos de nuestra religión carente
de amor; que, por cierto, cuan decepcionante es esto para el mundo. Debemos arrepentirnos
de nuestras relaciones carentes de amor. Necesitamos arrepentirnos del servicio sin amor
hacia Dios, pensando que estábamos haciendo tanto por Él, cuando en realidad no había
amor detrás de lo que hacíamos.

Hay algunas que necesitan confesar que fue su falta de amor lo que quebrantó esa amistad.
Seguro dices, «pero tú no sabes lo que esa persona me hizo a mi». Tal vez esa persona no
estaba amando, ¿pero fue tu respuesta amorosa? Tú dices, «oh, esa persona se hizo mi
enemiga». Bueno, Jesús nos dijo: «Ama a tus enemigos». Algunas de ustedes necesitan
arrepentirse de que fue su falta de amor lo que causó esa discusión esta mañana con tu hija
adolescente antes de salir de la casa.

Algunas de ustedes necesitan decir, «oh Dios, es mi falta de amor la que causa que yo
mantenga a los demás a distancia y que me impide acercarme a ellos». «Es mi falta de amor
lo que no me deja ser capaz de levantar el teléfono y llamar a mis padres». El egoísmo y el
orgullo culparán a la otra persona, pero la humildad dice, «oh, Señor, soy yo! No he
amado a esa persona como debía hacerlo».

Tal vez necesitas decir, «oh Dios, es mi falta de amor la que causó que mi iglesia se
dividiera, o la que hizo que mi familia dejara esa iglesia en medio de un arranque de ira». Tal
vez necesitas decir, «oh, Dios, es mi falta de amor la que ha causado que mis hijos
reaccionen y que los ha alejado del Señor». No estoy diciendo que ellos no son responsables
por sus propias acciones y de su propio comportamiento, sí lo son. Pero quizás todo lo que tú
has visto hasta ahora es cómo ellos fallaron.

¿Te ha ayudado esta prueba del amor a ver que pudiera ser tu falta de amor que quizás
contribuyó a la ruptura de esa relación? Tantas mujeres en nuestras iglesias hoy en día se
están divorciando, y hay gracia para los divorciados, pero quizás como divorciada quieras
decir, «oh Dios, no fue solo la falta de amor de mi esposo la que rompió nuestro matrimonio.
Fue mi fracaso al no amarle con el amor de Dios». Esto no está diciendo que fue tu fracaso
la única razón por la cual tu matrimonio se rompió, Dios nunca te hará responsable por lo que
tu expareja o tus padres o un padrastro o un hijo o una hija hicieron para hacerte daño.

Él te hace responsable por cómo tú respondes. No podemos arrepentirnos de los


pecados de los demás, pero podemos arrepentirnos de nuestros propios pecados. Tal vez
tengas que decirle al Señor, «Señor, siempre quise salirme con la mía. No fui bondadosa. No
sufrí pacientemente. No soporté todas las cosas, y es por esto que esta relación ha
terminado en la forma como terminó».  

Tal vez pienses, «eso suena un tanto deprimente. No me gusta la forma como nos estás
dejando en esto». Bien, no te voy a dejar aquí. Pero tengo que decirte algo, si quieres llegar
a ser amorosa, si quieres amar con el amor de Cristo, entonces primero que nada tenemos
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que estar dispuestas a estar de acuerdo con Dios acerca de nuestra falta de amor. Entonces
podremos recibir Su gracia, Su perdón, Su purificación. Entonces podremos ir a la única
fuente del verdadero amor, Dios mismo, y pedirle con fe que nos llene de Su amor.  

Decimos honestamente, «oh Dios, yo nunca podré amar a esa persona. No puedo amar a
nadie en la forma en que Tú quieres que lo haga. No es natural pero yo sé que Tú eres el
Amante Supremo. Yo quiero que Tú ames a esos niños, ama a esos miembros de la iglesia.
Yo quiero que Tú ames a esas personas a través de mi». El amor de Cristo es el fruto del
espíritu, y cuando estemos llenas del Espíritu de Dios, amaremos. No será nuestro
amor, será el amor de Dios fluyendo a través de nosotras.

Tenemos una fuente de amor fluyendo en nosotras, el amor de Dios que nos amó aun
cuando éramos enemigas de Dios. Cuando estábamos alejadas de Dios, Él derramó su amor
en nosotras. Cuando amamos a otros, estamos dejando que el amor de Dios fluya a través
de nosotras hacia la vida de los demás. Amy Carmichael dijo,

No hay necesidad de rogar que el amor de Dios llene nuestros corazones como si Él
estuviese indispuesto a llenarnos, Él está dispuesto, como la luz está dispuesta a llenar un
cuarto que está abierto a su luminosidad; está dispuesto como el agua está dispuesta a fluir
en un canal vacío. El amor nos empuja por todos lados, como el aire. Dejas de resistirlo, e
instantáneamente el amor toma posesión… Así como Su abundancia para perdonar
sobrepasa nuestro poder para explicarlo, igual sucede con la abundancia de Su amor; está
tan lejos como el este está del oeste, tan alto como los cielos están sobre la tierra. (Este) es
el gran, gran amor de Dios.

 Es muy triste para mí el escuchar a las personas decir hoy en día, como he oído a mujeres
decir, «yo no amo a mi marido». El hecho es que si alguna vez lo amaste, entonces todavía
lo amas. Tu amor perdurará; no fallará. Tal vez no sientas sentimientos amorosos hacia él. El
romance tal vez se haya ido de tu matrimonio. Tal vez hay algunos pasos que necesitas dar
para reavivar la llama de ese amor, pero el verdadero amor, el amor de Dios, nunca falla.

Quizás me vas a decir, «pero tú no sabes lo que mi esposo me ha hecho». «Tú no sabes
como mi exesposo me hirió». «Ciertamente tengo justificación para dejar de amarlo. Él dejó
de amarme». Tal vez él nunca te amó. Su amor quizás no es el amor de Dios, y quizás haya
fallado. Pero si tú tienes el amor de Dios en ti, ese amor nunca fallará. No hay nada más
poderoso que el amor. El amor de Dios puede derretir el corazón más endurecido.

Oi la frase «no hay nueces suficientemente duras que Dios no pueda partir». ¿Por qué es
eso? Es por Su amor increíble. En la medida que el amor de Dios fluye a través de nosotras,
hay corazones endurecidos que pueden ser ablandados por el amor de Dios. El amor de
Dios fluyendo a través de nosotras puede derribar las barreras, las murallas que quizás
tomaron años en levantarse, las murallas de odio y de egoísmo.

Yo no sé qué ha sucedido entre tú y tu pareja, o entre tu padre y tú, o entre tú y tus hijos.
Pero sí sé que si eres hija de Dios, puedes aprender a amar a esa persona con el amor de
Dios. Ese amor de Dios es quizás lo que se necesita para tirar esos muros y esas barreras.
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Yo creo que no hay matrimonio que no pueda funcionar. Seguro piensas, «tú no sabes nada
de mi matrimonio». Tienes razón, no lo sé. Pero sé un poco acerca del amor de Dios. Lo que
sé del amor de Dios y lo que me dice la Palabra, que si tienes el amor de Dios en ti, entonces
es posible para ti amar a ese hombre sin cesar.

El amor de Dios fluyendo a través de nosotras puede sanar corazones, puede redimir
familias. Puede restaurar iglesias. Puede reconstruir una nación

Alguien dijo «El amor es la medicina que nuestro viejo mundo enfermo necesita. Si las
personas pudieran aprender a dar y a recibir amor, usualmente ellas se recuperarían de sus
enfermedades físicas y mentales». El amor es poderoso.

Padre muchas gracias por lo que soportaste en el Calvario por nosotras, estando dispuesto a
separarte de tu Único Hijo. Y Jesús, gracias por lo que soportaste en el Calvario, toda la
fuerza de la ira del Padre, la ira justa contra el pecado. Tú lo cargaste todo por causa del
amor.

Para que nosotras estuviéramos dispuestas a soportar todas las cosas por causa del amor y
por Tu causa. Amén.

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