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El don de la Fortaleza

Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com

Hay días que las fuerzas decaen. Pero ahí está el Espíritu Santo, del que somos templo, para pedirle el don
de la fortaleza. La fortaleza es esa virtud que te ayuda a vencer los obstáculos que se nos presentan en la
vida. Además, permite soportar con firmeza todo aquello negativo que nos sucede, vencer al temor a las
dificultades y hacer frente a los golpes recibidos contra el cuerpo y el alma. El camino para ser fuertes nada
tiene que ver con el poder y, mucho menos, con el orgullo.

La fortaleza que más dignifica al hombre es aquella que nos permite luchar contra nuestros defectos, nuestras
caídas y nuestros pecados porque el mayor poder que tiene el hombre es el poder de decir «¡No!» al pecado.

La fortaleza es un don que hay que pedir continuamente al Espíritu Santo; un don que el Espíritu de Dios
pone en el alma para obrar de manera extraordinaria y vencer así nuestra debilidad, ser consciente de
nuestra miseria y de nuestra pequeñez. Y es necesario hacerlo de manera constante.

Pedir fortaleza para ser fuertes en el Señor y en palabras y en obras, para crecer en el amor y en la santidad,
para permanecer firmes en el camino del bien y poder exclamar con fuerza como san Pablo aquello de que
«¡Me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias
sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte!».

¡Espíritu Santo de Dios, dame la fortaleza para romper el caparazón de piedra que
rodea mi corazón, para sanar mis heridas y crecer en el amor! ¡Dame, Espíritu
Santo, fortaleza para derrotar cada impulso negativo de mi alma y todo aquello
que me aparte de Dios! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza para rechazar las
tentaciones del demonio y ver en cada discernimiento una oportunidad para
acercarme más a Dios! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza para no transigir con mi
egoísmo y mi vanidad con el fin de que de mi corazón surjan siempre actos de
bondad, de misericordia y de amor! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza para
mantenerme siempre firme ante las dificultades, para llevar el peso de la Cruz de
cada día, para no traicionar la voluntad de Dios! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza
para no caer siempre en la autocompasión y la autocomplacencia! ¡Dame, Espíritu
Santo, la fortaleza para confiar en tu misericordia y no agarrarme a la
autosuficiencia que no lleva a ningún lugar! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza
para no doblegarme ante la debilidad! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza para no
caer en la auto justificación de mis faltas! ¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza para
ser siempre humilde para reconocer mis errores y lamentarme por mi pecado!
¡Dame, Espíritu Santo, la fortaleza para no avergonzarme de mi condición de
cristiano, para poner siempre a Cristo por delante y para ser testimonio en todos
mis actos a todas las personas que se crucen en mi camino! ¡Dame, Espíritu
Santo, el don de fortaleza para ser coherente con mis principios, que no los
cambie por nada ni por nadie, y ser siempre honrado! ¡Dame la fortaleza, Espíritu
de Dios, para soportar los juicios ajenos y la corrección fraterna! ¡Dame la
fortaleza, Espíritu Santo, para perseverar siempre incluso en aquellos momentos
en que la hostilidad se cebe contra mí y las incomprensiones de los demás me
dejen solo en el camino de la fe!

1. Página a leer por María de Carmen Nepta


El don de la Fortaleza
Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com

Frutos del don de la fortaleza.

Antes de la Ascensión, Jesús dice a los apóstoles: «Permanezcan en la ciudad


hasta que sean revestidos de poder desde lo alto. Recibirán la fuerza del Espíritu
Santo, que vendrá sobre ustedes» (Lc 24, 49; Hech1 1, 3-4). El día de
Pentecostes, impulsados por "las ráfagas" del Espíritu y el "fuego" que hacía arder
sus palabras, los apóstoles se llenaron de valentía para predicar a Cristo (Hech 2,
2-4. 14-40)2. A través de su audacia, se cumplió la promesa de Cristo: "Cuando
venga el Espíritu de la verdad, dará testimonio de mí. Y también ustedes darán
testimonio de mí" (Jn 15, 26-27). Un testimonio que los apóstoles consumirán con
el martirio cruento.

Esta es la fortaleza, don del Espírtu Santo. Hay una fortaleza humana, propia de
los hombres valerosos. Corona las demás virtudes – a la caridad, celo, humildad,
etc. – dándoles consistencia y fuerza. Sin embargo, tiene un límite inevitable: la
debilidad humana. El don del Espíritu Santo perfecciona esta virtud dando fuerza y
energía para hacer o padecer intrépidamente cosas grandes, a pesar de todas las
dificultades. Nos es necesaria para resistir las tentaciones fuertes o persistentes,
para emprender grandes obras, para superar la persecución, para practicar con
perfección y perseverancia las virtudes.

2. Página a leer por Alcira Sandoval

1 Hechos 1,3-4
[3]A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al
Reino de Dios.
[4]Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí:
2
La Biblia. Hechos 2,2-4.14-40
[2]De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
[3]Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
[4]quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
[14]Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
[15]No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día,
[16]sino que es lo que dijo el profeta:
[17]Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros
ancianos soñarán sueños.
[18]Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.
[19]Haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra.
[20]El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor.
[21]Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
[22]«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros,
como vosotros mismos sabéis,
[23]a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos;
[24]a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio;
[25]porque dice de él David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile.
[26]Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza
[27]de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
[28]Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro.
[29]«Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
[30]Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre,
[31]vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.
[32]A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos.
[33]Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís.
[34]Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
[35]hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.
[36]«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»
[37]Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?»
[38]Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo;
[39]pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.»
[40]Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.»
El don de la Fortaleza
Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com

La fortaleza y la oración

El don de la fortaleza también contribuye a nuestra oración. Conocemos bien su


dificultad múltiple, la lucha contra el cansancio, el sueño, las distracciones, la
aridez. Quien se propone llevar con seriedad una vida de oración, a dedicar un
espacio diario a la oración mental, descubre que ni siquiera el paso de los años le
permite afrontar sin dificultad la consigna del Señor a "orar sin desfallecer" (Lc 18,
1). Allí está Getsemaní. Cristo ha dicho a los apóstoles: "Velad y orad", pero no
resisten. No es sólo cansancio físico, es también pesadumbre anímica. San Lucas
nos dice que el Señor les encontró"dormidos por la tristeza" (Lc 22, 45) y Él mismo
los excusa: "El espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mc 14, 38). El espíritu
humano no es suficiente, necesitarán el "poder que viene de lo alto". Jesús, al
contrario, quien bajo el impulso del Espíritu ya había afrontado los 40 días del
desierto (Lc 4, 1-2), ahora "sumido en agonía, insistía más en su oración" (Lc 22,
44).

Pidamos la fuerza del Espíritu Santo para perseverar en la oración como más
tarde los apóstoles supieron hacerlo, junto con María (Hech 1, 14; 2, 42. 46)3. El
Señor quizás sólo quiere ver la sinceridad de nuestro empeño y la humildad de
nuestra súplica para darnos este don.

El don de la fortaleza en los momentos difíciles

El don también es necesario para la oración bajo otra luz. Dentro de la dinámica
propia de la oración no es raro que la voluntad se retrae frente a alguna moción
del mismo Espíritu. Cuando nos pide el Señor un sacrificio especial, acoger su
voluntad en una enfermedad, en alguna noticia familiar triste, en una situación
personal dolorosa. O quizás lo que nos pide el Señor no parece tan dramático,
pero no encontramos en nosotros la fuerza para aceptarlo, para decidirnos a
cambiar o a trabajar. Pidamos al Espíritu Santo que venga con su fortaleza en
ayuda de nuestra debilidad.

Finalmente, está la oración, que bajo el impulso del Espíritu se abre no sólo a
acoger la voluntad de Dios sino a pedir una mayor identidad con Cristo, víctima
por nuestros pecados. Jesucristo después "de ofrecer ruegos y súplicas con
poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte", acogió con
obediencia voluntaria el designio de su Padre y "por el Espíritu Eterno se ofreció a
sí mismo sin tacha a Dios" (Heb 5, 7-8; 9, 14)4.
3. Página a leer por Liliana Abaunza

3 Hechos 1,14
[14]Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Hechos 2,42.46
[42]Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
[46]Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
4
Hebreos 5,7-8
[7]El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud
reverente,
[8]y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia;
Hechos 9,14
[14]y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.»
El don de la Fortaleza
Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com

No nos es fácil rezar con sinceridad en momentos de dificultad. Sin embargo, el


Espíritu Santo nos puede llevar a penetrar el Corazón de Cristo, a ver todo como
él lo ve, a tener "el pensamiento de Cristo" según una frase de San Pablo (1Co 2,
16). Entonces con el don de su fortaleza hace posible que pidamos de verdad
sufrir con Cristo por la expiación de los pecados y la redención de los hombres.

El Espíritu Santo es la persona que ha estado siempre desde nuestro bautismo, y


nos da la fuerza en el camino de la vida.

El Espíritu Santo viene en ayuda nuestra, es guía y, a través de sus dones nos
llena de alegría, es una gracia que debemos pedir todos los días, porque como
humanos somos débiles y se afecta nuestra alma. Pero la acción del Santo
Paráclito infunde fortaleza y confianza para afrontar nuestra fragilidad ante las
pruebas de la vida y, así vencer cualquier obstáculo, (todo lo puedo en Cristo que
me fortalece).

La fuerza del Espíritu Santo se complementa con la intercesión de nuestra madre


del cielo modelo de fortaleza y, la Eucaristía cómo alimento espiritual, fuego que
nos mantiene firmes como bautizados y, ante cualquier adversidad tengamos la
fuerza de salir.

Agradezcamos a Dios, que nunca nos deja solos; Permanezcamos fieles a su


amor, al Santo Espíritu por el regalo de sus dones y, constantemente debemos
pedir.

Tú eres mi fuerza - Tú eres mi roca, Santo Dios, Santo Hijo, Santo Espíritu.

4. Página a leer por Luisa Beltrán

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