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La autonomía, nueva regla social

Entrevista con Alain Ehrenberg

La autonomía es un valor que se ha generalizado en el conjunto de la vida social. ¿Entra esta


noción en alguna contradicción con la idea de control? Retorno sobre los alcances de la regla
social, que no es tanto una coacción sino lo que hace posible la acción humana. Alain Ehrenberg,
cuyos trabajos esclarecen la problemática de la inscripción de los individuos en la sociedad,
responde a nuestras preguntas.
IS: ¿Usted parece sorprendido de que la revista Informaciones Sociales retome la temática
del control, muy activa en los años 1960 y 1970. ¿Piensa que ese tema ya no es de actualidad?
AE: La noción de control es polisémica: ¿qué relación hay entre el control de sí mismo y el control
social, por ejemplo? En el lenguaje corriente, pero también en la sociología, el control social ha
conocido un auge a partir de los años 1970, en el contexto particular de una agitación
transformadora de las costumbres, y esa noción de control connotaba la idea de reacción en
política. No veo por qué pueda ser una herramienta para comprender en qué consiste la vida
social contemporánea. Además, hay que preguntarse hasta qué punto la noción de control ya no
está confundida con las de regla, norma e institución. En ese caso, ¿quiere esto decir que las
sociedades humanas son pensadas en términos de coacción? Durkheim mismo se defendió contra
esa idea que le atribuían, por ejemplo, en “Las formas elementales de la vida religiosa”. Más bien
hay que dirigirse hacia las transformaciones de la normatividad social, de los valores, de las
expectativas y de las formas de regulación de las conductas individuales.
IS: ¿Piensa que la desaparición de la función disciplinaria de las instituciones tradicionales
tiene alguna relación con la transformación de la noción de control?
AE: Yo no creo que haya habido desinstitucionalización, sino que existen transformaciones en los
modos de institución de los sujetos humanos. Hay que esclarecer la noción de regla social. Por el
lado conservador se piensa que la regla social está en crisis bajo la presión del individualismo.
Con mucha frecuencia, la regla se ve asimilada a la coacción o al control social, bajo el ángulo de la
psiquiatrización de la sociedad, de la medicalización y de todas las temáticas próximas. En
resumen, la idea de regla estaría ligada a la de represión.
Ahí hay una especie de metáfora del garrote. Ahora bien, no me parece que la coacción (y, a
fortiori, la “dominación” de Pierre Bourdieu) sea la última palabra en materia social. Nos hemos
acostumbrado demasiado a confundir la palabra institución con el sentido de “gran organización”.
En 1901, Fauconnet y Mauss escribieron lo esencial sobre eso que se llama lo social o la sociedad:
“Son sociales todas las maneras de actuar y de pensar que el individuo encuentra preestablecidas
y cuya transmisión se hace, lo más comúnmente, mediante la educación [...] Sería bueno que un
nombre especial designara esos hechos especiales, y parece que la palabra institución sería la más
apropiada. ¿Qué es entonces una institución, si no un conjunto de actos y de ideas completamente
instituido que los individuos encuentran ante sí y que se les imponen en mayor o menor grado?
No hay ninguna razón para reservar exclusivamente esa expresión, como ordinariamente se hace,
a las disposiciones sociales fundamentales. Por esa palabra entendemos entonces tanto los usos y
los modos, los prejuicios y las supersticiones, como las instituciones políticas o las organizaciones
jurídicas esenciales... La institución es, en suma, en el orden social lo que la función es en el orden
biológico”1.
IS: ¿En efecto, los términos "individualismo" "reglas sociales" podrían parecer antinómicos?
AE: El individualismo, en general, es asimilado a la idea según la cual la regla social se debilita,
mientras que es el correlato de una transformación de la regla, a saber: de la progresiva inclusión

1
P. Fauconnet et M. Mauss, Sociologie, 1901, OEuvres III, p. 150
1
de las referencias disciplinares en las de la autonomía. Por ejemplo, una buena parte de la
sociología se ha inclinado hacia una perspectiva subjetivista a través del tema del retorno del
actor: puesto que los individuos son autónomos, ellos mismos se autofundarían, como se funda un
hogar; y la sociedad se construiría mediante encuentros de subjetividades, de relaciones
intersubjetivas; y ese conjunto terminaría por construir una sociedad. Pero eso es una sociedad
que se parece más a un amontonamiento de experiencias individuales, dicho de otro modo, a un
monstruo lógico. ¿Seríamos la única sociedad que verdaderamente no formaría sociedad? No veo
por vía de qué privilegio. Y allí está el anverso de otra quimera: “antes” las instituciones se
sostenían por sí solas. Ese es el complemento imaginario de la creencia típicamente individualista
o disgregación del lazo social.
Ciertamente, salimos de una sociedad caracterizada por referencias a la disciplina y a la
obediencia y acabamos de entrar en una sociedad referida a la autonomía. Esto no quiere decir
que la disciplina haya desaparecido, simplemente quedó englobada en la autonomía que la supera
en valor. Puesto que se refiere a escoger su propia vida, a la iniciativa personal, a la
autorealización, da la impresión que la autonomía entra en contradicción con la idea de seguir
una regla. Antes bien, la autonomía consiste en seguir reglas. Vincent Descombes ha esclarecido
esta cuestión en su último libro, Le complément de sujet. Es un libro muy importante para las
ciencias sociales, un libro que los sociólogos deberían leer y discutir. Nos ofrece una relectura de
la escuela sociológica francesa que hace resurgir la fuerza heurística de las herramientas forjadas
por Durkheim, Mauss y, más tarde, Dumont. La sociología francesa contemporánea, un poco
perdida entre la ola subjetivista y la confusión del militantismo y del oficio de sociólogo, tiene que
explorar más en sus propios instrumentos de reforma intelectual. Jóvenes filósofos como Bruno
Karsenti están en vías de renovar la filosofía de las ciencias sociales.
Por otra parte, ese es uno de los dramas de la sociología francesa: perder de vista la idea de
sociedad para concentrarse en el “sujeto”, pues no hay ninguna oposición entre sujeto y sociedad.
Lo que caracteriza a la especie humana es la vida en sociedad. Es tan necesaria para la vida del
hombre como su cuerpo. Respecto a la teoría sociológica y antropológica, se ha vuelto aún más
necesario trabajar sobre la cuestión de la vida común, de la sociedad como mundo de
significaciones comunes, por cuanto la dinámica de emancipación y de acción parece entrar en
contradicción con la idea de común. Más comprendida en la perspectiva del poder de dominar
que en la de un rasgo de la acción humana, la regla social percibida como coerción no permite
comprender que la vida social no es la que impide, sino la que hace posible la acción humana, lo
que le hace descubrir posibilidades propiamente humanas. Stanley Cavell formula esta idea a
partir del ejemplo del beisbol: “Para las capacidades humanas, el hecho de tener que ejercerse en
función de esas proporciones no es ciertamente necesario; pero son precisamente esas
proporciones las que nos revelan los límites de esas capacidades. Sin esos límites, no habríamos
sabido nada de ellas”. Esto equivale a plantear que los hombres actúan en función de
convenciones.
IS: ¿A qué referencias interiores acudimos para fijar esas reglas?
AE: Esas reglas no vienen particularmente de una interioridad, sino que responden a otras
expectativas sociales. El ideal social actual plantea un tipo de agente que decida y actúe por sí
mismo. De ahí el interés creciente por la subjetividad, la experiencia, el yo de los individuos en
sociología, pero también en biología con las neurociencias. El gran error es asimilar
individualismo y subjetividad. ¿Eran menos subjetivos, menos reflexivos los papúes o los
hombres de la Edad Media que el individuo contemporáneo? Eso es etnocentrismo. El contexto
social es diferente, pero no hay ninguna razón para pensar que el ser humano es más subjetivo o
reflexivo o estratega hoy que antaño. No es porque las cosas son de ahora en adelante más
personales que entonces son menos sociales, menos políticas, menos institucionales. El individuo
es un problema de institución y no de subjetividad.

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A menudo se opone la sociedad moderna igualitaria, individualista, democrática a todas las demás
sociedades, en el sentido en que la regla y las normas provendrían de nuestro interior y ya no de
lo sobrenatural. Como si hubiéramos metido a Dios dentro de nosotros. Todas las sociedades
inventan entidades ficticias donde viene a residir el secreto de lo humano. En algunas son los
ancestros o el hígado o el corazón, en la nuestra es la interioridad, el alma, la psiquis, y hoy día el
cerebro. Pero esos son, en el mismo nivel, entidades imaginarias que no nos explican nada, que lo
único que hacen es duplicar nuestra idea del individuo. Cuando decimos que es el “self”, el “sí
mismo”, queremos decir que es el individuo o el agente, no aportamos ningún elemento
suplementario explicativo a las razones de la acción humana.
Lo que está ocurriendo hoy es un cambio en la jerarquía de los valores, donde la autonomía lo
engloba todo. La noción no es nueva, ella apareció en el campo político. Estamos en una sociedad
en la cual la autonomía se ve generalizada; dicho de otra manera, la noción se ha expandido al
conjunto de la vida social. Lo que se juega es entonces un cambio en los modos de institución del
sujeto humano. La regla de autonomía instituye al individuo como una unidad de decisión y de
acción. El sujeto de la acción estaría en el individuo o sería el individuo mismo.
IS: ¿Entonces el individuo sería más responsable de sí mismo?
AE: El agente social contemporáneo, el que se designa bajo la etiqueta de individuo, es inducido a
ser responsable de todos sus actos. Se asiste a un declive de la irresponsabilidad personal que
acompaña los ideales de realización de sí mismo y la iniciativa personal en la acción.
En todas las situaciones de la vida social, hoy se espera que el agente social sea el “actor de” (de
su enfermedad, de su vida, de su trabajo...). Esa es la actitud que más respetamos, la hemos puesto
en la cima de la jerarquía de los valores, ya tiene la autoridad de una regla. Actuamos en función
de esas referencias. La consecuencia es que evolucionamos en un mundo donde las trayectorias
de vida están caracterizadas por la responsabilidad personal, o sea por la inseguridad personal.
Se evoca a menudo una “psicologización” o una medicalización de las relaciones sociales, pero hay
que ir más lejos. La atención reciente al sufrimiento psíquico y a la salud mental, la difusión social
de entidades clínicas como la depresión y el traumatismo son formas de expresar las tensiones
del mundo de la autonomía en el cual vivimos. Permiten atribuir causas a acontecimientos
desafortunados y encontrar soluciones o respuestas. Piensen, por ejemplo, en el acoso moral en el
mundo laboral. La gran diferencia entre la psiquiatría y la salud mental es que esta última es una
manera de hablar de las relaciones sociales en el mundo de hoy, de regularlas, de actuar sobre
ellas. La “psicologización” o la medicalización, a menudo consideradas como ingredientes del
control social moderno, no dan cuenta de esta novedad. Estamos frente a una nueva forma social
cuya identificación conceptual sigue pendiente y no frente a la enésima versión del malestar en la
civilización.
En Francia, los psiquiatras de los años 1930 trabajaron para hacer reconocer esos problemas
(ansiedad, depresión...) como verdaderas entidades patológicas. Nada en el contexto social
propugnaba por interesarse en la intimidad de las personas. Esos afectos no se ponían en primer
plano. Hemos adoptado un lenguaje de la vulnerabilidad individual que permite a los agentes
sociales reconocerse en una multitud de entidades que provienen de la psicopatología.
Entrevista compilada y editada por Lise Mingasson y Alain Vulbeau.
Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama, para el curso “Cuerpo, salud y
enfermedad en la historia” de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la
Universidad Nacional de Colombia.
Medellín, 21de diciembre de 2018
Fuente: Ehrenberg, A. Mingasson, L. et Vulbeau, A. “L'autonomie, nouvelle règle sociale.
Entretien avec Alain Ehrenberg”. Informations sociales. 6 (126), 2005: 112-115.
En: https://www.cairn.info/revue-informations-sociales-2005-6-page-112.htm Consulta:
20/12/2018

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