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Los amos y Ios esclavos en el Medellin del S. XVIII INTRODUCCION EI Medellin del siglo XVIII se Parecia en muy pocas cosas a cludades como Lima, Cartagena, Popayén o Santafé de Bogotd. Esta villa, a diferencia de aque- las ciudades, no contaba con encomiendas en sus alrededo- res, ni era centro negrero, ni muchos menos era el lugar de residencia de ricos comerclan- tes. Medellin fue una villa po- bre de ereccién tardfa de la Co- lonla —el dos de noviembre de 1675—, y comparada con otras poblaciones del mismo periodo s6lo tenfa como ventéja para avecindarse en ella la fertilidad de sus tierras y la lexitud con que los funcionarios de la Co- rona aplicaban Justicia. Para 1. Jaramillo, Roberto y Perfetti, Ver6= nica, Cartografia Urbana de Mede- {Min 1780-1950, Medellin, Concejo Muni- Orian Jiménez Meneses 1675 Medellin tenia desparrama- das en todo el valle dos familias de negros y 31 familias de mu- latos, y 103 afios después este nGmero de gentes de color se habia elevado a 5.078 mulatos y negros libres, el 35% de la po- blaci6n, y 2.802 negros esclavos, es decir, el 19,31% de la pobla- cién ). La gente negra aumen- t6 en el siglo XVIII, entre otras razones, por el incremento de la explotacién aurifera, la apertura cipal, 1993; Cérdoba O., Luis Miguel. De la Quietud a fa Felicidad, La Villa de Medellin y los Procuradores del Cabit- do entre 1675 y 1785. Bogoté, Instituto Colombian de Cultura Hispénica, 1998. 2A. C. M. (Medellin). Tomo 1, Leg. 1, fols. 181-26r. Sitio de Ana, 19 de octubre de 1675; Jaramillo, Roberto Luis. “De pueblo de aburraes 2 Villa de Medellin”. En: Historia de Medellin. Bo- gold, Suramericana de Seguros, 1996. To- ‘mo ll, pigs. 106-120; Patifio, Beatriz. “Medellin en el siglo XVII", En: Histo- tia de Medellin. Tomo Il, pigs. 137-165. 120 de las minas de Los Osos y Rionegro, y la ocupacién de ne- gros y mulatos en los oficios de la vida doméstica y agricola. 4, LAS RELACIONES DE AMOR Y AFECTO La esclavitud en el Nuevo Rei- no de Granada y en Antioquia puso en evidencia lazos afectl- vos entre amos y esclavos ®. Desde los Inicios de la trata, la mujer negra, la mulata, la parda y la cuarterona se involucraron en relaciones amorosas con los blancos “. Ellas los asistian en oficios domésticos de los Rea- les de Minas y, ante la ausencia de sus mujeres, la escasez de indias y las promesas de liber- tad de los amos, pasaron a ser sus amantes. Los vinculos de convivencia quedaron registra- dos tanto en las cartas de liber- tad que los amos de Popayén, Cartagena, Santafé de Antioquia y Medellin otorgaban a sus es- clavos, como en ias revelado- ras disposiciones testamentales 3. Jaramillo Uribe, Jaime. Ensayos s0- bre historia social colombiana. Bo- goté, Universidad Nacional de Colom- bia, 1968, pags. 50-53. 4, Palacios Preciado, Jorge. La trata de nregros por Cartagena de Indias. Tunja, 1973; Naveda Chivez-Hita. Escla- vos negros en las haciendas azucareras de Cérdoba, Veracruz. 1690-1830. Ver cruz, Centro de Investigaciones Hist6r cas, 1987. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 en las que el recelo por la cer- cania de la muerte hacia que los negros recibieran, de parte de su amo, pedazos de solar, ropas viejas, oro en polvo, caballos, dagas y espadas, entre otros bienes ®. Los tratos humanita- rios de los blancos hacia los negros quedaron registrados en testamentos, tutelas, dotes, y en las cartas que enviaban a parien- tes y amigos ®; 0, también, se observan en las partidas de bau- tismo, confirmactén, matrimonio y defuncién de los archivos pa- 5. A.H.A, (Medellin) Libro de 1777: escribania de Juan José Lotero, fol. 213v. A. H. Ax: (Medellin). Escriba- nos. Libro de 1780, fols. 72r-74r, En las diferentes regiones del Nuevo Reino de Granada, los amos les arrendaban sus tieras a los esclavos preferidos 0, co- mo pago por sus buenos servicios, les donaban esquinas de solar 0 pedazos de rastrojos y cejas de monte para que cul- tivaran maces y plitanos. En 1780, Do- fia Ignacia de Cardenas ordené que a ‘Ana Marla, a “quien ha jo”, y al negro José Antonio se les dé “...J esta casa en que vivo, con la tierra que tiene cercada, fuera del arado que haré, poco més 0 menos, como un almud; y ast mismo se le daré a dicha muchacha la cama con el pabellén y demis aderen tes...”, Libro de 1780, fol. 731. 6. Véase Rodriguez, Pablo. “Testamen- to y vida familiar en e! Nuevo Rei- no de Granada (siglo XVII”. En: Boletin Cultural y Bibliogrfico, Banco de la Re- publica. Volumen XXXI, niimero 37, 1994, pigs. 3-20; Rodriguez, Pablo. Sentimien- tos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada, Bogoté, Planeta, 1997, pags. 263-302. En esta novedosa Investigacion, el profesor Pablo Rodriguez muestra c6- ‘ORIAN JIMENEZ MENESES rroqulales; en estos tipos docu- mentales los blancos aparecen como padrinos de los “angeli- tos” y de las “criaturas negras” que luego incorporaban a sus fa- milias. Muletillos, negritos hijos de la iglesia, nifios expésitos, muleques y mulequillos crecfan en las casas de los blancos y formaban parte de la vida fami- llar de comerciantes, mineros y funcionarios del gobierno, 0, simplemente, eran la compafifa tanto de hombres y mujeres re- cién casados, como de viudos, ancianos y solteros ‘. En estos documentos pueden encontrarse las evidencias més precisas so- bre los lazos de afecto entre los Negros y sus amos, sin que pue- da decirse que el maltrato y el castigo hayan desaparecido. En Antioquia, como en el resto del mo en la economfa doméstica y Ia vida cotidiana estaban presentes las relac nes interdependientes entre amos y es- clavos. Véase las paginas 285 a 288; Jiménez Meneses, Orian, “Cartas de {a- miia: fos Uépez Tuesta del siglo XVII". En: Anuario. colombiano de Historia So- ial y de fa Cultura, No. 22, Universidad Nacional de Colombia, Bogoté, 1985, pags. 145-154; Jiménez M,, Orian “Epls- tolas en Testamentarias del Choc6: Nue- vo Reino de Granada, siglo XVIII”. En: ‘América Negra, No. 13, Bogoté, 1997, Pigs. 35-50. 7. Rodriguez, Pablo. “EI calor de hogar en la vieja Villa de la Candelaria”. En: Historia de Medellin. Bogoté. Compa- ‘fa Suramericana de Seguros, 1996, Tomo |, pigs. 121-130; Patifio Beatriz. “Mede- {Min en el siglo XVINI”. En: Historia de Me- dellin... Tomo 1, pags. 153 y 154, 121 Nuevo Reino, las relaciones en- tre amos y esclavos pasaban fé- cilmente del amor al castigo, de los tratos carifiosos al azote. La no identificaci6n de esta rela- clén ambivalente hace que algu- Nos autores consideren sélo una de las dos caras de la moneda. Desde la Edad Media, en el Mediterréneo, en Marsella, en Lisboa, y en los puertos de An- dalucia y Sevilla se dieron va- rlos desérdenes y conflictos en- tre amos y esclavos, pero se mantenian las formas de convl- vencia y las relaciones amoro- sas y de solidaridad. Los amos de la casa preferian a sus mu- Jetes esclavas para que les ayu- daran en los quehaceres domés- ticos, y a sus capataces negros para confiarles algunos de sus Negocios. Por su permanencia en la casa de los blancos, los es- clavos se integraban al grupo familiar, vivian cerca de los amos y, al final de su vida, los asistian en las enfermedades y los achaques de la vejez , Los esclavos domésticos se ocupa- ban en lavar y almidonar ropa, cargar agua y lefia, cocinar, plan- char, vender dulces, ordefiar y acompafiar a los amos, En Hers, Jacques. Esclavos y sirvientes en las sociedades mediterrineas du- rante la Edad Media. Valencia (Espatia, Institucio Valenciana de estudis i in- vestigacié, 1989, pags. 184-194. 9. ALH.N. (Madrid) Legajos 1 y 2; Na~ varrete, Maria Cristina. Historia so- cial de! negro en la Colonia. Cartagena 122 el Medellin colonial, los negros eran los amos de Ia tierra, le cocina y los oficlos domésticos y artesanales: negras y mulatas eran quienes culdaban a los hi- Jos de los blancos y desempe- fiaban a mayor parte de los of!- clos de la vida doméstica, agri- cola y minera “>, Ahora bien, los tratos huma- nitarios de los amos hacia los esclavos no eran exclusives de Antioquia. En otras reglones del Nuevo Reino, los amos preferfan dejar libres a sus esclavos del servicio doméstico™. A lo lar go del siglo XVIII, en las “man das" de los testamentos los es- clavos recibieron diferentes be- neficios. Asi, por ejemplo, Dofia ‘Ana Zapata dejé libre a la negra Josefa, “por haverla criado co- imo a hija y por el amor con que siglo XVIl. Cali, Universidad del Valle, 1995, pags. 29 y ss. 10. AH. A. (Medellin), Escribanos. Li- bro de 1750: escribanta de Juan Jo- s6 Solérzano, fols. 73v-74r.; Libro de 1751: escribanfa de Juan José Solérzano, fols. 57v., 67v.-68V.; Libro de 1759: es- ctibanfa de Sol6rzano, fols. 70r. y 80v- 82v.; Cérdoba Ochoa, Luis Miguel Op. cit, pags. 61 y 62. 11. A-C.C. (Popayén). Notarla Primera, vols. 12 2 48, serie cartas de libertad; Colmenares, Germén. Popayén: una so- ciedad esclavista 1680-1800.. Medellin. Editorial La Carreta, 1979, pags. 97-100; Rodriguez, Pablo. “La manumisién en Popayén 1800-1851”. En: Revista de Ex- tensién Cultural, Universidad Nacional, Nos. 9 y 10, Medellin, 1981, pp. 77-85. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 * me ha servido” “®; dofia Bar- bara de Posada, mujer soltera, ordené en su testamento que: “[...] a la mulata Marsella, mi esclava, Juego que yo fallezca, se le de libertad por la fideli- dad con que me ha servido, amor y caridad que conmigo a ussado en mis achaques y por otros buenos servicios [...]"("; el Dr. Don José Bruno de Salda- trlaga y Pérez dispuso —dias antes de morir— que “[...] se le de prontamente libertad al ne- gro Xavier, mi esclavo, por aber- me servido con toda fidelidad, y mando que no se le quite lo ms minimo de lo que le tengo dado para él y sus hijos, que consta de un papel firmado de mi mano, el que entregué al di- cho Xavier [...], y luego que yo fallezca se le dard libertad a la negra Catharina por averle ser- vido bien a mi padre y cuidédo- me a mi en lo que ha podl- do” ; Juan Francisco Berdalas de Posada ordené en su testa- mento que “[...]se les de a Pasquala y Maria, mis libertas, dos cuadras de tierras en la par- 12. A-H.A. (Medellin), Escribanos. Libro de 1751: escribania de Juan José Sol6rzano, fol. 68r. 13. A.H.A. (Medellin). Escribanos. de 1767: escribania de Pedro Rodri- guez de Zea, fol. 186v.; véase, ademés, el libro de 1771, escribanfa de Pedro Ro- driguez de Zea, fol. 45r. 14, A.H.A. (Medellin), Escribanos. Libro de 1777: escribania de Juan José Lo- tero, fol. 215. ORIAN JIMENEZ MENESES te que tengo comunicado a mis albaceas [...]" @®, Los esclavos que més bene- ficlos obtenfan de los amos eran los muleques y las mujeres den- troderas ""). A diferencia de lo que sucedia en los Reales de Minas, los esclavos urbanos con- siguleron con més facilidad la libertad: en las minas la mayo- rfa de las cartas de Ilbertad se otorgaban por dinero, en tanto que en la vida urbana de las vi- las y cludades de! Reino fue més usual la libertad por gracia © libertad gratuita prometida (1. No cabe duda de que la genero- sidad de los amos hacia sus es- clavos y la lealtad de algunos ne- gros hacia sus amos fueron una clara manifestacién del tipo de relaciones Interdependientes pro- plas de la esclavitud hispano- americana. En el Medellin del siglo XVIII fue comén que los amos se preocuparan por la sa- lud de las esclavas de avanzada edad que les habfan servido en las labores domésticas: en 1751, 15. A.H.A. (Medellin). Escribanos. Libro de 171, fol. 50r. 16. A.H.A. (Medellin). Escribanos, Libro de 1702, fol. 103. 17. Para el caso de la ciudad de Bue- nos Aires, Miguel Angel Rosal ha mostrado cémo funcionaba allé el fend- meno de la libertad. Véase Rosal, Miguel Angel ““Negros y Pardos en Buenos Ai- res, 1811-1860". En: Anuario de Estudios Americanos. U1 Sevilla, 1994, pigs. 165- 184, 123 antes de morir, e! alférez don Cristébal de Toro “mandé que Josefa, mulata que estaba en- ferma, no se aprecie por blen mio, sino que se le entregue a dofia Nicolasa de Toro, mi hija, @ quien le ruego culde del all- mento de dicha mulata, por ha- berme sido buena esclava” ®, Y, para América Latina, Rolando Mellafe ha mostrado cémo en la Lima del siglo XVI, los escla- vos, a la hora de casarse o bau- tizar a sus hijos, “escogfan co- mo padrinos a personas libres y de un estatus socloeconémico més alto que los novios o el re- clén nacido” “%. Unos y otros —amos y esclavos— se nece- sitaban, En las minas, los cas- tigos y la segregacién socio-ra- clal eran més fuertes debido a la racionalidad econémica y a la falta de control por parte de las autoridades coloniales. Alli, el manejo de la poblacién negra estaba en manos de los mineros y los capitanes de cuadrilla. Por esta raz6n, mientras que las “cartas de libertad y ahorro” otorgadas en las minas se da- ban, la mayorfa de las veces, por dinero o para deshacerse de los esclavos anclanos y enfermos a chusma—, las de los cen- 18. A.H.A. (Medellin), Escribanos. Libro de 1751: escribanfa de Juan José So- \6rzano, fol. 66v. ‘19. Mellafe, Rolando. Breve historia de la esclavitud en América Latina, Mé- xico, Secretaria de Educacién Pdblica, 1973, pg. 137 424 tros urbanos y la economia do- méstica ponian en juego las leal- tades y los afectos de muchos afios de convivencla mutua bajo el mismo techo; aqui, los vincu- los de amor y afecto pasaban fécilmente de las relaciones de trabajo a las maritales y de com- padrazgo. Asi, por ejemplo, el 31 de octubre de 1776, en la clu- dad de Popayén, Francisca Ja- viera Mejia dejé libre al mulato Pedro, segiin ella porque le ha- bia “servido desde los trece afios, haciendo los oficlos de pa- dre y mario” ). German Colmenares ha precl- sado cémo: “La distincién entre las cas- tas no afectaba solamente la relacién de los estratos altos con los bajos sino a las cas- tas mismas. En los barrios populares de las cludades de la Nueva Granada y aun en las casas de los nobles co- habitaban gentes de la més diversa condicién. Los nobles se rodeaban de parientes, de esclavos, de criados y de clien- tes 0 agregados, En casas més humildes posaban transedn- tes, pequefios comerciantes itinerantes (tratantes) 0, de manera ms permanente, in- quilinos de tiendas y aposen- tos, No era rara la conviven- cla de blancos pobres con mu- 20. A.C.C. (Popayén). Notaria Primera, tomo 47, Leg. |, fols, 345v.-346v. . HISTORIA Y SOCIEDAD 5 latos, mestizos y negros. Ni los nobles estaban distancia- dos fisicamente de los estra- tos inferiores. Los contactos y hasta ciertas formas de fa- miliaridad con los esclavos eran cotidianos, aunque la dis- tancia social inhibiera la con ducta de estos ltimos hacia fos primeros” ®, A los “angelitos”, las “criatu- ras”, los “parvulos”, los de “tler- na edad” y los “nifios en meno- ria” —hiJos de sus esclavos—, los amos les tenfan carlfios es- peciales, y cuando presentian la “hora final” los aseguraban me- diante tutelas y los dejaban co- mo herederos de sus bienes “?. £I 22 de diciembre de 1787, Do- ta Marfa Melchora Villegas no dudé en ordenar a sus albaceas que: "[...Jal mulato Juan Ygnacio oficial de zapateria, le tengo ofrecida libertad después de mis dias, al que es mi volump- tad que se le den de mis vie- nes [...1//; [...] declaro que por mi dote y acreencla a los vienes de! defunto mi marido se me sefialen los sels hixos de Maria, esclaba de mi defun- 21. Colmenares, Germén. “La ley y el ‘orden social: fundamento profano y fundamento divin”. En: Boletin Cultu- ral y_Bibliogréfico, Bogots, Banco de la Repablica, vol. XXVII, No. 22, 1990, pags. wy 12 22, A/H.A. (Medellin). Escribanos. Libro de 1763, fols. 103v.-104v. ORIAN JIMENEZ MENESES to, a saver, Juan Ygnacio, Agustin, Eugenio, Gregorio, Ygnacio y Ynés [. decla- ro que el enunciado mulato Juan Ygnacio sea libre y lo mismo sus sinco ermanos que arriba quedan nombrados, que- dando estos vajo la suxecién de dicho Juan Ygnacio quien los educaré, mantendra y ard trabaxar asta que tomen esta- do o salgan de menoria [. ..]; se les de el cuarto de la tien- da con su correspondiente recamara y la parte de solar que le quepa a dicho cuarto con conziderazion de la lati- tud de todo el solar, para que en el vivan// y se abri- guen” (9), EI capitén don Juan Antonio Madrid manifest6 en 1788 que: “L...] pagado mi funeral y en- tlerro, y demés cosas de es- . [. ..] lo que quedase liquido de ello se le dard libertad a Ygnacia, mi esclava, por su buen servicio y a mas de esto, 80 le segregara lo que impor- tare su entierro, que sea me yor y con misa de cuerpo pre- sente, y assi mismo para mien- tras viviere y que se manten- ga, se le dard una baca de pri- mer parto de ternera hembra, su saya de sarga, naguas y camisa, mantellina de bayeta 23. A.H.A. (Medellin). Escribanos. Libro de 1787: escribania de Jacobo Facio ince, fols. 242v.-243r. 125 de castilla y sombrero de se- gunda, y las camisas han de ser de dos una bretafia y otra de lienzo fino. Y si quedare algo del quinto [...], se le da- 14 libertad al mulatico Miguel, de edad de dies afios, con mas una baca parida, una yegua nueba y un potro escojido y si satisfecho esto y lo demas que le he expresado quedare algin remaniente // se le da- r libertad a Cicilia, mulata mi esclava y a su marido Pa- blo, en remuneracién de su buen servicio, y dos almudes de tierras tiles en que pue- dan plantarse y trabajar para mantenerse y una baca parida de ternera hembra y un potro escojido, con la pension de que me encomienden a Dios y manden decir por mi alma las misas que voluntariamen- te pudieren [...]" 2, A la hora de morir, los amos les dejaban bienes a sus escla- vos no sélo como forma de pa- go por los buenos servicios, si- no también para evitar que se dedicaran a la holgazaneria y la mendicidad. Otros amos no te- nian ninguna consideracién con los esclavos y, por el contrario, los dejaban pagando deudas. Por esta razén, una vez libres, los _negros tomaron distintos tumbos y les tocé devolver bie- 24. A.H.A. (Medellin). Escribanos: Libro de 1788: escribania de Gabriel L6- pez de Arellano, fols. 271-27v. 126 nes, barrer calles, pagar cele- braciones de misas y soportar la libertad condicionada en la que los dejaban sus antiguo’ amog y herederos Las expresiones de afecto y amor més usadas por los blan- cos para referirse a sus esclavos © para dejarlos libres y conce- derles beneficios eran las de “amor y buena voluntad”, “por el amor que le tengo”, “por lo bien que me ha servido”, “por su lealtad y buenos servicios”, e cuidado en mi en- ‘porque lo he criado como a un hijo”, “por haberlo criado desde tierna edad”, “por- que me sirve con carifio”, y otras tantas que aparecen esparcidas en los documentos coloniales. Los negros, por su parte, se re- ferian a sus amos con expresio- nes como “mi amo”, “sefior mio” y “duefio mio”. Y un nt mero menor, al tener conoci- miento de su libertad, se “hin caban de rodillag ante sus amos, daban las gracias y ofrecian sus futuros servicios” °, 25, A-H.A. (Medellin). Escribanos: escri= ania de Manuel de Puerta y Mo! nna, fol. 731. “[..] Que el // negro Jo- seph Antonio, por sus buenos servisios, quede libre después de mis dias s6lo con la pencién de mandar desir nueve mises por mi alma y con el resivo de ellas L..] le otorgardn la carta de libertad [...1". Fols. 72v-731. Afio de 1780. 26. Archivo Municipal (Santa Rosa de Osos). Mss. Cuademillo suelto, fols- tne2v. y 88. Enero 22 de 1789. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 2. EXCLUSION, SEGREGACION Y DIFERENCIACION RACIAL Hace ya varios afios que en los medios académicos hay una discusi6n recurrente acerca de los conceptos de negro, afro- colombiano, esclavo, esclaviza- do, y las tan controvertidas huellas de africania*, Y, re- 27, Esta realidad cultural que la pro- fesora Friedemann ha documentado hasta la saciedad (ver nota 30) puede sustentarse, desde el punto de vista his- térico, haciendo uso del concepto de historia de las mentalidades, y observan- do en las fuentes manuscritas cémo mu- cchas de las tradiciones de los esclavos los libres en el perfodo colonial tenfan tun marcado ancestro africano. Para ci- tar s6lo unos cuantos casos —pues la sustentacién amplia hace parte de una investigaci6n que vengo desarrollando por separado—, en las minas del Chocé era comin que los amos tuvieran ne~ {gros y negras bozales que hacian el ofi- cio de curanderos y herreros. A. G. N- (Bogotd). Criminal, Tomo 135, fols. 347¢= B47v.; A. G. N. (Bogoté), Minas del Cau ca, Tomo 1a 6; A. G. N. (Bogoti). Testamentarias del Cauca. Tomo 1 a 78. Deca Fray Juan de Santagertrudis que: “Llegamos por fin el cuarto dia a Santa Rosa. Todo el pueblo se reduce a 8 ca- sas de indios, y el convento y una ca- pilla. Habia alll un negro esclavo, lama- do Antonio, que tenfa 7 rayas de cica- trices en Ia frente, de arriba para abajo y de bastante ancho. El todavia habla- ba muy bosal. Un dfa le pregunté qué mal habia tenido en la frente. ¥ é! me respondi6: Para caballero. Con cuya res- puesta vine a averiguar que su nacién, Tos que asi los cortan desde guaguasson tenidos por gente valerosa y noble”. Santa Gertrudis, Fray Juan, Las_maravik lias de la naturaleza. Bogota, Biblioteca ‘ORIAN JIMENEZ MENESES cientemente, en el Boletin de Antropologia nimero 28 de la Universidad de Antioquia, Eduar- do Restrepo trasladé el debate de lo verbal a lo escrito y de lo metodolégico a lo tedrico *, Para responder a su llamado, me sumo a la discusién; eso si, trataré de establecer una rela- cién entre la informacién de los archivos coloniales y los traba- jos historiogréficos que se han producido en los ultimos afios. No pretendo adentrarme, como él, en el problema tedrico, sino mostrar, parcialmente, los me- canismos de exclusién y segre- gacién racial usados por los blancos para explotar y discri- minar a la gente negra durante el periodo colonial. A manera de aclaracién, es pertinente precisar que cuando escribo sobre los negros de la 6poca colonial lo hago teniendo en cuenta las categorias que usaba la sociedad. Para un his- toriador, nombrar a los negros de la colonia con el concepto de afrocolombianos seria como ne- garles su pasado, No discuto el uso de los conceptos de afroco- fombianos y esclavizados pai de la Presidencia de la Republica, 1956. Tomo 1, pig. 147. 28. Véase Restrepo, Eduardo. “Afrogé- resis y huellas de africanta en Co- lombia”. En: Boletin de Antropologia, vol. 11, No, 28, Medellin, Universidad de Antioquia, pags. 128-145, 127 la antropologfa, Entiendo las ra- zones tedricas y disciplinarias que tlenen Nina S. de Friede- mann y Jaime Arocha, entre otros autores, para adoptar es- tos conceptos ®. $6 que para la antropologia y la etnografia, dedicadas a estudiar las socie- dades del presente, no resulta tan catastréfica la adopcién de estos conceptos. Sin embargo, para el historlador colonial se- ria el més grave de los anacro- 29, Véase Nina S. De Friedemann, “Es- tudios de negros en la Antropolgia colombiana: presencia e invisibilidad”. En: Un Siglo de Investigacién Social. Arocha, Jaime y Friedemann, Nina. (Edi- tores). Bogoté, Colciencias / Fes, 1984, pags. 507-572; Nina De Friedemann. la saga de! negro. Bogoté, Publicaciones Universidad Javeriana, 1993; Nina S. de Friedemann. “Negros en Colombia; Iden- tidad. Invisibilidad”. En: América Ne~ ra, No. 3. Bogotd, Universidad Javeria- na, 1992, pigs. 25-38; Nina S, De Frie- demann. “Historiogratia_afroamericana del Caribe: hechos y ficciones”. En: América Negra, No. 7. Bogoté, Univer- sidad Javeriana, 1994, pags. 11-24; Aro- ccha, Jaime. “Hacia una Nacién para los excludes”. En: Magazin Dominical, No. 329. Bogoté. El Espectador, 1989, pigs. 1421; Arocha, Jaime. “Los _negros, ex- ertos en Bricolaje”. En: Colombia Pa- ‘lfico. Bogots, Proyecto Biopacitico / Fondo Fen, 1993. Tomo Il, pags. 572- 577; Arocha, Jaime. “La inclusion de los AMrocolombianos, ;Meta Inalcanzable?”. En: Geograffa Humana de Colombia, To- mo Vi, Los Afrocolombianos. Bogotd, Instituto Colombiano de Cultura Hispé- nica, 1998, pigs. 339-395; Arocha, Jal- me. “Los Ombligados de Ananse”. En: Revista Nomadas, No. 9, Bogoté, Univer- sidad Central, 1998, pégs. 201-209. 128 nismos ®, En ese sentido, mi modesto aporte no es sobre la discusi6n tedrica, sino basica- mente sobre algunos datos his- tOricos acerca de amores y cas- tigos entre los esclavistas y los negros y mulatos de la Calonia. 2.4. LAS FORMAS DE EXCLUSION En el Nuevo Reino de Grana- day en Antioquia los negros fue- ron excluidos “*), y discrimina- dos por diversas razones entre las cuales cabe mencionar su condicién Juridica, el color de su piel, la forma de su nariz y sus costumbres y précticas religio- sas , De ellos se deca que 30. Bloch, Marc. Introduccién a la his- toria. México, Fondo de Cultura Econémica, 1990, pigs. 130 y 131, 31. En este ensayo el concepto de ex clusién se utiliza en el sentido en que [0 formula Jacques Le Goff en su libro Lo maravilloso y Io cotidiano en el Occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1986, pigs. 129-134. 32. En la oposicién que hizo dofa To- masa de Salazar, viuda de Timoteo Varela, para que su hija Gregoria se ca- sara_con el mulato Domingo Gémez, manifesto que éste era “[...] sastre, mu- lato puro, hijo de José Ruiz, que nacib de una esclava, y de Ignacio Gémez ‘otro mulato como él, viejo, sin dientes, tartamudo 0 media lengua, color de ca- rela oscura, nariz chata y pelo de paza © enroscado, como lexitimo 0 proximo descendiente de Etiopia”. Véase: Ro- driguez, Pablo. Seduccién, amanceba- HISTORIA Y SOCIEDAD 5 eran “oscuros como el diablo”, ruidosos, ordinarios y arrochela- dos. Estos mecanismos de ex- clusién se materializaron en el desempefio de los oficios que podian realizar, el vestido que debian llevar y el respeto que tenian que observar hacia las gentes blancas y mestizas “. Los negros desempefiaron la mayoria de los oficios inferiores de la vida doméstica, agricola y minera de la sociedad colo- nial, A lo largo de la Conquista y la Colonia los trabajos que ejercieron fueron los de cargue- ros, sirvientes, cocineros, auxi- liares, carpinteros, sastres, pla- teros, herreros, albafiiles, bogas, aserradores, vaqueros, panade- ros, carniceros y verdugos “). La legis'acién colonial les pro- hibié estar en los pueblos de in- dios un tiempo superior a 24 ho- ras, recorrer las calles en horas de la noche, usar birrete —go- tro blanco distintivo de los no- bles— y vestirse como lo ha- miento y abandono en la Colonia, Bo- goté, Fundacién de Simén y Lola Gube- rek, 1991, pag. 119. 33. Recopilacién de leyes de los Rei- nos de Indias. Madrid, Consejo de Ta Hispanidad, 1943. Tomo I. Tit. V, fols. 361-370, Fray Juan. Op. cit, tomo |, pig. 44. 34. Santa Gertrudis. Op, cit. Tomo 1, pig. 37 y ss; Lockhart, James. “Los regros”. En: El mundo hispanoperuano, 1532-1560. México, Fondo de Cultura Econémica, 1982, pags. 219-253; Nave rrete, Marfa Cristina. Op, cit. pp. 29-41. ORIAN JIMENEZ MENESES fan los blancos “*), Disponia la Corona que: “Ninguna negra, 6 esclava, nl mulata trayga oro, perlas, ni seda; pero si la negra, 6 mu- lata fuere casada con espafiol, pueda traer unos sarcillos de oro, con perlas, y una gargan- tilla, y en la saya un ribete de terciopelo, y no puedan traer, ni traygan mantos de burato, ni otra tela, salvo man- tellinas, que lleguen poco més abaxo de la cintura, pena de que se les quiten, y pierdan las joyas de oro, vestidos de seda, y manto que trage- ren” (38, En log Reales de Minas, la se- gregacién y la discriminaci6n funcionaban como practica de control social. Alli, las ceremo- nias de los negros fueron cas- tigadas y controladas por la la- bor de cristianizacién y evange- lizacién que ejercian los doctri- neros *, Después de la jorne- 35. Recopilacién de leyes... Op. cit, fol. 369; Jaramillo Uribe, Jaime. “Mestizaje y diferenciacién social en ef Nuevo Reino de Granada en la segunda ‘mitad del siglo XVIII”. En: Ensayos so- bre historia social colombiana. Bogots, Universidad Nacional, 1968, pags. 193- 196. 36. Recopilacién... Op. cit, tomo I, Libro VII, Tit. V., fol. 369. 37. Véase Taussing, Michael. “Religion de esclavos y la creacién de un cam- pesinado libre en el Valle del Cauca, Colombia”. En: Estudios rurales latino- 129 da de trabajo, el doctrinero “pa- saba por cada rancho y le hacia repetir el rosario a cada negro y luego todos a una sola voz lo entonaban” ®, La discrimina- cién también se materializaba en las formas de castigo usadas con los negros rebeldes y huidos. Al- gunas formas de castigo practi- cadas en las minas eran los azo- tes. Para ello los amos y admi- nistradores hacfan “hincar de rodillas” a los negros para dar- les con un rejo ). En la reco- pilacién la Corona ordenaba que: “T.. Jal Negro, 6 Negra ausen- te de el servicio de su amo quatro dias, le sean dados en el rollo cincuenta azotes, y que esté alli atado desde la execuci6n, hasta que se pon- dad una legua, le sean dados cien azotes, puesta una calza de hierro al pie, con un ramal, que todo pese doce libras, y // descubiertamente la trayga por tiempo de dos meses, y no se la quite, pena de doscien- ‘tos azotes por la primera vez: y por la segunda otros dos- cientos azotes[...]; A qual- americanos, vol. 2, No. 3. Bogotd, sep- tiembre-diciembre de 1979, pags. 362- 399, 38. A.G.N. (Bogotd). Miscélanea. Tomo 130, fol. 642r. 39. A. G. Ns; (Bogots). Negros y Esclax vos de Antioquia. Tomo 2, fols. 8274-830. 130 quier Negro 6 Negra, huido y ausente del servicio de su amo, que no hubiere andado con Cimarrones, y estuviere ausente menos de quatro me- ses, le sean dados doscientos azotes por la primera ver; y por la segunda sea desterra- do del Reyno [.. .]; Si anduvie- ren ausentes del servicio de sus amos mas de sels meses con los Negros alzados, co- metido otros delitos graves, sean ahorcados hasta que mueran naturalmente” “), Para acoger estas medidas, los mineros disponfan de un lu- gar en el que se aplicaban azo- tes para quienes no cumplieran con lo que se pedia en el tra- bajo: esposas, herraduras de prisién, pie de amigos, létigos, maneas, y negros que hacian el oficio de verdugos, formaban Parte tanto de los aperos de las minas, como de la vida cotidia- na de los esclavos Segiin Jaime Jaramillo Uribe, Por su contacto con los moros, el espafiol que Ilegé a América venia cargado de prejuicios ra- ciales. Asi, resultaba explicable el hecho de que en las hojas de servicio para solicitar recom- 40. Recopilacién de leyes... Op. cit, Tomo I, fols. 365 y 366. 41. AGN. (Bogoté). Testamentarias del Cauca. Tomo 3, fols. 315v-316v; Testamentatias del Cauca. Tomo 9, fols. 2216-239". HISTORIA Y SOCIEDAD 5 pensas y cargos piblicos, la ma- yoria de ellos defendieran su calidad de hombres “limpios de sangre de moros y judios, y de ser cristianos viejos” ‘). Desde los inicios de la Con- quista, tanto el indio como el negro fueron considerados per- sonas inferiores y de baja cali- dad ‘). Con los indios se tu- vieron cuidados especiales para evitar su exterminio total, mien- tras que los negros corrieron una suerte ain peor: les tocd soportar el sistema de trabajo forzado de la sociedad colonial y sdlo una Real Cédula de fina- les del siglo XVIIl —21 de ma- yo de 1789— les concedié un trato humanitario “). Sin em- bargo, cinco afios después, la Corona suspendié la medida de- bido a que los amos la conside- raban demasiado laxa y adversa a sus intereses econdémicos “*?. En pro del orden y la quietud colonial, las autoridades de los 42, Jaramillo Uribe, Jaime, De la sociow logia a la historia. Bogoté, Edicio- nes Uniandes, 1994, pig. 104. 43. Jaramillo Uribe, Jaime. Ibid. pags. 103-110. 44. AGN. (Bogot). Secci6én Anexo, Fondo Reales Cédulas, tomo 29: “Real Cédula de su Majestad sobre Edu- cacién, trato y ocupaciones de los es- clavos en todos los dominios de indias”. Madrid, Imprenta de la viuda de Iba- wa, 1789. 45. Mellafe, Rolando. Op. cit,, pigs. 113- 126. ORIAN JIMENEZ MENESES cabildos y las audiencias man- tuvieron las medidas discrimi- natorias contra los negros y los hicieron objeto de toda serie de vejaciones y castigos ““), En la economia esclavista de la socie- dad colonial, las tendencias de discriminacién y separacién ra- cial tuvieron més eco puesto que el orden econémico estaba basado en el trabajo impuesto y mal remunerado. En este sen- tido, los intereses econémicos se justificaban y amparaban en los prejuicios raciales para ex- plotar con més eficacia a los se- gregados, los negros ‘), A me- dida que los negros iban esca- lando posiciones en la sociedad, bien fuera a través de los ma- trimonios con mujeres blancas, © bien por el dinero adquirido Con su trabajo, las medidas dis- criminatorias se hacian cada vez més fuertes. La segregacién era la suma de dos variables: los prejuicios raciales y el de- seo de preservar los privilegios econémicos y politicos, En la Antioquia del siglo XVIII, la exclusién y la segregacién ra- cial se hacian mas efectivas 46. A.GN. (Bogoté). Negros y Esclavos del Cauca. Tomo 2, fol. 772r. Aflo de 1798, 47. Haseloff, Otto Walter. “Las doctrinas raciales y de la herencia desde el punto de vista de la sociologia del sa- ber’. En: Revista Eco. Tomo 111/3. Bo- gots, septiembre de 1961, pigs. 478 y ss 131 cuando los negros querfan con- traer matrimonio con las hijas de los blancos y mestizos“. Aunque estos casos han sido llustrados suficientemente por el historlador Pablo Rodriguez, vale la pena mencionar algunos para que el lector observe las expresiones que se usaron para discriminar a la gente negra. Por ejemplo, en 1797, Juan de Agudelo, vecino de Sacaojal, le impidié a su hija Micaela que contrajera nupclas con el mula- to Salvador Lépez ), Los argu- mentos que daban los nobles para oponerse al matrimonio de sus hijas con negros y mulatos eran los de su condicin de “hombres ordinarios y como ta: les, empleados siempre en ofi+ clos mecénicos y serviles” ). A finales del siglo XVIII, An- tonio Pérez se opuso al matri- monio que pretendia contraer su hija Nicolasa con el mulato Pedro Ibarra. El padre de la novia consideraba que Ibarra pertene- cia a la gente “plebe, de clase vil, gente perdida, relajada, sin conducta, sin educacién y sin el més minimo sentimiento de ho- nor y de vergiienza, como nacida y erlada, desde nifia, en la escoria 48. Rodriguez, Pablo. Op. cit,, Seduc- cién... pigs. 95-124. 49. AHA. (Medellin). Matrimonios. To- mo 66, Doc. 1744, fols. 1-3v. 50. AHA. (Medellin). Matrimonios, To- mo 66, Doc. 1751, fol. 3v. 132 de la vileza y entre los tizones de las cocinas” *), Y, en una actitud similar, en 1803 don Sal- vador Galvan, alcalde y juez pe- déneo del partido de la Miranda, se dirigié al sefior gobernador para darle a conocer las razones por las cuales se oponia al ma- trimonio de su sobrina José Ma- ria Bolivar, quien pretendia ca- sarse con un negro. Argumenta- ba Galvan que: “[....] @8 materia escandalosa el que la dicha mi sobrina se halla de casar con su negro cuya clase es despreclable por su faccién y tintura y que por esto no es debido el que se mescle en mi clase distingul- da, por ser constante y noto- rio en estos lugares que mis ascendientes abuelos los fue- ron naturales de los reinos Espafia [...]" &, En estas cortas referencias de archivo que he tomado, que- da apenas sugerida la relacién discriminatoria entre los oficios desempefiados y la condicién étnica; ademés se pueden ob- servar los prejuicios raciales de las gentes blancas en una re- gién en la que, desde finales del siglo XVI, existia gente negra en cantidades considerables. Enton- 51. AHA. (Medellin). Matrimonios. To- mo 67, Doc. 1796, fols. 4r y ss. 52. A.A. (Medellin). Matrimonios. To- mo 67, Doc. 1787, fol. 362r. Mar- 20 de 1803. HISTORIA Y SOCIEDAD 5 ces, {por qué los prejuicios ra- ciales y la discriminacién ape- recen con més fuerza al finali- zar el siglo XVIII? Sin duda, una de las razones tiene que ver con las politicas de segregacién mo- tivadas por las reformas de la Corona al despuntar el periodo de Los Borbones, asi como con la ausencia de un discurso que permitiera, en afios anteriores, que estos casos fueran llevados a las instancias judiciales. De este modo, y a manera de hip6- tesis, puede decirse que la dis- criminacién en Antioquia pasé por una etapa de tolerancia re- ciproca en la que los blancos y las autoridades locales la man- tenfan soterrada. Y cuando los reformadores borbénicos pusie- ron en apuros a los funcionarios del Reino y a las demés perso- nas blancas, éstos, para defen- der su estatus social, hicieron més evidentes las medidas de segregacién hacia los negros, los vagos y los malentretenidos. En Antioquia, las medidas de discriminacién racial tenian una relacién directa con el ascenso social de los mulatos y pardos libres en la segunda mitad del siglo XVIII. La problemética histérica del negro tiene que ver con la defi- nicién de discursos y concep- tos, como con la consulta con- cienzuda de los cientos de me- tros de papel que reposan en el Archivo General de la Na- cién, Histérico de Antioquia y ORIAN JIMENEZ MENESES Central del Cauca. Para la gen- te negra lo Unico importante es que la sociedad y el Estado los miren como !o exigen los nue- vos tiempos y que desde la aca- demia se hagan reflexiones se- tias y, de ningtn modo, anacré- nicas. El debate es tan necesa- rio como la consulta de las fuen- tes manuscritas y la investiga- cién etnogréfica. No se trata de defender a capa y espada una u otra postura, sino mostrar cuéles han sido los cambios y las permanencias del negro en 133 Colombia. Finalmente, se hace indispensable revisar cuidado- samente el concepto de mestl- zaje, pues se esté cayendo en un error al denominar a la gen- te negra con categorias fruto de la relacién entre blancos e in- dios. Soy de los que piensan que para salvar esta situaclén po- dria hablarse —para hacer re- ferencia a la relacin entre blan- cos y negros— més bien de mulataje. Sin embargo, apenas estoy reuniendo Ia informacién con la que pienso dar e! debate.

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