Está en la página 1de 194

Emiro Medina

Diario de locos, retrata las emociones y los desquicios mentales,


de personas sensibles que se ven constreñidas por la sociedad

DIARIO
moderna y su opresión consumista. El nihilismo psicológico, que
empuja a muchos jóvenes a caminar por el sinsen�do y la
Emiro Medina
abrumadora desesperanza en sus vidas, �ene una salida posi�va

DE LOCOS
y mo�vadora en estos cuentos, donde los personajes brotan Filósofo y escritor. Gestor cultural.
renovados desde sus propias �nieblas, después de liberarse del Cofundador de la organización cultural de
óxido de sus espíritus. El amor y la conciencia, triunfan como fin la ciudad de Paipa: Corporación Alucine,
úl�mo perseguido por los avatares de los relatos. cine, artes y letras. Dedicada a promover
el cine y la literatura. Promotor del club de
(…) Este libro trae ejemplos de sueños para aplicarlos en la vida,
en la realidad diaria, en la lectura de los designios de la muerte.
(Cuentos) lectura: Casa verde. Escritor de cuentos,
poesía, ensayo y novela.
No son enseñanzas ni moralejas, son más bien, paradojas de la
condición humana y su estar en el �empo, en la sociedad
2018-2019 Rodolfo Emiro Medina Puerto, nace en
Paipa el 29 de diciembre de 1975. Estudia
asfixiante y sus cánones establecidos. primaria, y bachillerato en este municipio,
en el Ins�tuto Técnico Agrícola de Paipa,
graduándose como bachiller técnico

DIARIO DE LOCOS (Cuentos) 2018-2019


agrícola, en el año 1994.

Posteriormente y dada su con�nua


par�cipación en recitales poé�cos y
presentación de sus poemas inéditos,
llega a ser el representante del área de
literatura, ante el consejo municipal de
cultura de Paipa, en los años 2001 y 2002.
Después de una permanencia laboral en
la capital del país, realizó estudios
superiores en la Universidad Nacional de
Colombia, graduándose como Filósofo en
el año 2014.

Coordinador del área de Literatura para el


Emiro Medina Fes�val Internacional de la Cultura,
durante los años 2018 y 2019. Creador
del blog de literatura
humanismogalag�co. blogspot.com.co

9 789585 28 286 5
DIARIO DE LOCOS

(Cuentos)
2018-2019

Rodolfo Emiro Medina Puerto


Gobernación de Boyacá
Secretaría de Cultura y Turismo de Boyacá

Consejo Editorial de Autores Boyacenses


Carrera 10 No. 19 - 17
Teléfonos:
608 742 65 47 - 608 742 35 47 - 608 742 31 79
Fax. 608 742 65 48
secretaria.culturayturismo@boyaca.gov.co
Tunja, Boyacá, Colombia.

© Consejo Editorial de Autores Boyacenses,


de la presente edición
©Rodolfo Emiro Medina Puerto

Diario de locos
(Cuentos) 2018-2019
ISBN:
Primera edición: 2021
1000 ejemplares

Impresión:
Búhos Editores Ltda.
R A MIRO BAR R AGÁ N ADA ME
Gobernador de Boyacá
Presidente CEAB

ELIDED OFELI A NIÑO PAIPA


Presidente Delegada del Señor Gobernador

SA NDR A MIR E YA BECER R A QUIROZ


Secretaria de Cultura y Patrimonio

HER NÁ N FOR ERO BUITR AGO


Delegado de la Secretaría de Educación

FABIO SA AV EDR A
Presidente delegado Academia Boyacense de la Lengua

M AR Í A X IMENA AR IZ A GARCÍ A
Representante de las Universidades y Programas
de Literatura

R AFAEL HUMBERTO LIZ AR A ZO GOY ENECHE


Representante de las Organizaciones Literarias

OSC AR ADR I Á N GÓMEZ AV ELL A


Representante Consejo Departamental de Literatura

M ARTÍN CRUZ R A MÍR EZ


Representante del Sector Editorial de Boyacá

DU VÁ N QUESADA
Coordinador Red Departamental de Bibliotecas Públicas

JAV IER OC A MPO LÓPEZ


Representante Miembros Fundadores CEAB

R IC AR DO ALONSO ROJA S SÁCHIC A


Representante de la Asamblea de Boyacá
Palabras del
Gobernador

Desde el gobierno Boyacá Avanza se han


determinado diferentes estrategias para seguir
apoyando y fortaleciendo el sector cultural
en el Departamento. Una de ellas es Boyacá
Reactiva la Cultura, formada por actividades
y acciones que deben integrar el robusteci-
miento de las disciplinas culturales a través de
nuestros artistas. Los amantes de las letras,
la escritura y la literatura han encontrado
en la convocatoria que se realiza a través del
Consejo Editorial de Autores Boyacenses un
gran aliado para poder llevar a buen término la
edición, publicación y circulación de sus obras.
Por lo mismo, debo destacar la creatividad,
innovación, técnica y recursos de todos los
participantes, pues, gracias a ellos, las histo-
rias que presentan, ejecutadas con precisión,

5
Diario de locos

riqueza narrativa, forma y estilo, transportan


al lector a diferentes tiempos y espacios que
navegan a través de atmósferas, emociones y
perspectivas nuevas; todo en diferentes temá-
ticas que gustan a niños, jóvenes y adultos.

En el 2021, la convocatoria realizada a través


de la Secretaría de Cultura y Patrimonio de
Boyacá destinó sus acciones en géneros como
la novela, libro ilustrado, libro de cuento,
libro de poesía, libro de no ficción, obra
dramática y la literatura oral. Las creaciones
galardonadas serán distribuidas a través de
la Red Departamental de Bibliotecas Públicas
de Boyacá. De esta manera, se garantiza que
se fortalecerán las bibliotecas de todos los
municipios al tener este material bibliográfico
para consulta.

Desde el gobierno departamental seguiremos


trabajando, minuto a minuto, segundo a
segundo, para generar en nuestros cultores,
literatos y escritores, espacios en donde
puedan dar a conocer el fruto de su trabajo
intelectual, su destreza lingüística y sus dife-
rentes investigaciones realizadas. Finalmente,
quiero agradecer a los lectores que disfrutarán
de estas importantes obras, pues, sin duda
alguna, su intelecto, visión crítica, amor por las
letras y conocimientos permitirán engrandecer

6
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

nuestro territorio; para ser reflejo del trabajo


que los boyacenses destacamos y cultivamos
en el arte inmortal de la escritura.

Ramiro Barragán Adame


Gobernador de Boyacá

7
Palabras de la Secretaria
de Cultura y Patrimonio

La presente colección resultado de la con-


vocatoria del CONSEJO DE ESCRITORES Y
AUTORES BOYACENSES, CEAB 2021 trae
consigo maravillosas noticias para el universo
de la literatura regional: es grato saber que la
participación de las mujeres ahora es mayor
y más grato aún contar con 5 autoras entre
las ganadoras de esta edición, una de ellas
menor de 28 años, lo que no solo es un dato
sino un síntoma de que se están afianzando
estrategias de formación y circulación de con-
tenidos bibliográficos que han incrementado y
visibilizado la producción escrita y que defini-
tivamente entre los jóvenes está la palabra.

Estamos ante una nueva generación con otras


formas de contar historias, con formatos

9
Diario de locos

novedosos y dimensiones narrativas que van


más allá de lo local y lo rural para reflexio-
nar a profundidad sobre el lugar que ocupa
nuestro territorio en un mundo cada vez más
globalizado.

Pretendemos que esta colección tenga un


alcance amplio, que nuestros autores puedan
llegar a más lectores a través de las 127 biblio-
tecas públicas de la red departamental con
iniciativas de promoción, divulgación, inves-
tigación, formación y circulación afianzadas e
inmersas en las regiones y en sus comunidades
de influencia.

Es reconfortante sentir que se viven nuevos


aires en el CEAB gracias a la ordenanza 004
de 2017 que modificó la ordenanza 030 de 1993
y democratizó mucho más el consejo abriendo
espacios de participación a nuevos actores
permitiendo ideas refrescantes, frentes de dis-
cusión y análisis constantes y unos discursos
más estructurados que en concordancia con la
secretaría de cultura y patrimonio dieron paso
a una convocatoria con más recursos econó-
micos, mayor cantidad de estímulos y géneros
literarios, por ende más robusta, atractiva y
transparente.

10
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

Es un orgullo para la secretaría de cultura y


patrimonio de Boyacá presentar las voces de la
nueva literatura departamental, voces osadas,
potentes y que ponen de manifiesto que la
literatura regional está más viva que nunca.
Esperamos con entusiasmo que estos autores
se proyecten más allá de las fronteras naciona-
les y que las futuras convocatorias traigan lo
mejor de las letras boyacenses..

Sandra Mireya Becerra Qiiroz

11
Dedicado a mi hijo
Samuel Medina
Tabla de Contenido

INTRODUCCIÓN............................................17

Diario de locos.................................................21

El tercer ojo.....................................................39

Exorcismo trascendental................................ 61

Suicidio metafísico....................................... 109

El hombre sin fin...........................................125

El profe...........................................................159

Laura se cambia de andén............................ 167

El niño, el perro y el hombre........................177

BIOGRAFÍA.................................................. 189
INTRODUCCIÓN

D
iario de locos, reúne ocho cuentos,
historias disímiles, donde convergen
personajes solitarios, envueltos en los
avatares de la existencia humana y su condi-
ción de ser expectante, ante un mundo que se
le presenta ajeno a la realización de su con-
ciencia. Estos cuentos presentan los diferentes
problemas e interrogantes que se plantea el
hombre moderno, desde su condición como
ser social, y como individuo filosófico y
reflexivo. La obra en su conjunto, contribuye
a la literatura que busca aventurarse con los
interrogantes y reflexiones conceptuales de los
jóvenes de nuestros días. Resalta la identidad
y el arraigo por una tierra y una cultura que,
aunque deshumaniza y fragmenta la humani-
dad como individuos, dado su legado político y
religioso, también acoge los sueños y proyectos
que buscan construir un territorio pacífico y

17
Diario de locos

culturalmente diverso. Diario de locos, retrata


las emociones y los desquicios mentales, de
personas sensibles que se ven constreñidas por
la sociedad moderna y su opresión consumista.
El nihilismo psicológico, que empuja a muchos
jóvenes a caminar por el sinsentido y la abru-
madora desesperanza en sus vidas, tiene una
salida positiva y motivadora en estos cuentos,
donde los personajes brotan renovados desde
sus propias tinieblas, después de liberarse del
óxido de sus espíritus. El amor y la conciencia,
triunfan como fin último perseguido por los
avatares de los relatos.

Esta obra está dirigida a un público joven, para


satisfacer su sed de novedad editorial, que
gusta del relato mental y psicológico. Los cuen-
tos abordan las cuestiones fundamentales del
ser y de la existencia, en medio de problemas
comunes que suelen acontecerle a cualquier
ciudadano de este planeta. Pretende también,
un reencuentro con la conciencia deshumani-
zada del ser humano, con la conciencia pura y
filosófica, que materializa los pensamientos en
ideas y las ideas en sueños.

Este libro de cuentos es solo un sueño, una


diáspora arrojada al viento, a las manos de
los lectores, como una nueva esperanza, una
antorcha en la humanidad ciega, un universo

18
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

donde los sueños toman forma, se hacen pala-


bra y relato. Esta obra contribuye además, con
una pedagogía social y psicológica, a cerca del
comportamiento de nuestros pensamientos,
del trato de nosotros mismos con nosotros
mismos, con nuestros semejantes, con nues-
tras manías y desequilibrios, con la naturaleza
y todas sus sustancias. Esta obra encierra la
paradoja del hombre moderno, solitario e indi-
vidualizado socialmente, aislado por la cultura
y la política, sometido a la propiedad y propie-
tario, pero entregado al amor por encima de
cualquier circunstancia, dueño y artífice de
sus propios sueños.

Este libro trae ejemplos de sueños para apli-


carlos en la vida, en la realidad diaria, en la
lectura de los designios de la muerte. No son
enseñanzas ni moralejas, son más bien, para-
dojas de la condición humana y su estar en el
tiempo, en la sociedad asfixiante y sus cánones
establecidos.

19
Diario de locos

P
asan los días con el afán de la luz,
la noche es apenas un parpadeo del
alma. Camino a la orilla del tiempo, al
lado de los desconocidos. El universo antes
indiferente, se abre ahora como un sueño pro-
longado, donde camino dormido esperando la
muerte. Nada tiene sentido, todo lo que fui y
lo que soy es apenas un refugio de mis ganas,
de mis deseos oscuros y suculentos, que me
aferran a la existencia. La esperanza en la vida
es tan volátil como los segundos, se deshace en
la realidad misma, se desvanece en el tiempo.
No logro una total comprensión del ser, de
mí ser, no entiendo los objetivos que trazaron
todos los hombres. Ahora comprendo lo que
predijeron los poetas, lo que razonaron los
filósofos, esa desazón por la vida, esa angus-
tia por la existencia, en su constante perecer
y continuar, ese sin sentido de todo, todo

21
Diario de locos

reducido a conceptos humanos, para el bien


de su entendimiento, para soportar la muerte
constante. Pero detrás del nombre humano de
todas las cosas, está la nada, el sinsentido, la
sinrazón de la existencia, de la realidad o lo
que esto sea.

No soportaba el yo lleno de deseos, de egos,


de pensamientos, de razones, no tenía hacia
donde alejarme. Todo se deshacía en mis
manos, quedaba en una total incomprensión
de la nada y del ser. Todo perdía sentido y
valor, no sabía para que estaba aquí y cuál era
el sentido de mi existencia, tampoco pretendía
proponerme uno.

Me permitía dudar de todo, finalmente esto


también podía ser un sueño. El sueño de un
Dios que crea seres con obsolescencia progra-
mada, mientras duerme toda una eternidad,
esperando que lleguen a su seno las almas
que lo adoraron. El sinsentido que me estaba
consumiendo, también lo habían pronosticado
los médicos y los psiquiatras, la despersona-
lización del yo, la dualidad del sujeto psique,
la evasión mental de la realidad. Estaba en
las glándulas, en las hormonas, en el estrés
contemporáneo, en el cansancio de existir.
Dopaminas, serotoninas, neurotransmisores,
el yo dependía de todos estos vehículos quími-

22
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

cos, para responder a la realidad. El yo es un


coctel de sustancias, de residuos de estrellas,
el yo es solo un fantasma químico que le da
aliento al animal. No encontraba un sentido
en esto para permitirme ser yo mismo. La
construcción social del yo tampoco satisfacía
mi duda por la existencia, el animal social y
gregario, seguía ocultando el ser, restringía sus
capacidades.

La conciencia intemporal de los filósofos, que


reduce el bípedo implume a un mero accidente
cósmico, un brote orgánico en la materia,
que soporta un pedazo de la conciencia del
universo, esto tampoco me brindaba consuelo;
el vacío en mi ser continuaba creciendo, la
incomprensión de mis ideas, el sinsentido del
universo mismo y sus leyes físicas inócuas,
todo seguía perdiendo sentido ante mis ojos.
Continuaron así los días. Pasaba el tiempo
leyendo, buscando en la metafísica impresa
un sentido para la existencia. El lenguaje y
el simbolismo, se me antojaron como una
estructura para comprender la realidad. Aún
lo que no cabía dentro de sus conceptos. Si
nada tenía sentido era porque no había que
ponerle sentido a nada. La pregunta personal
por el ser, por el ¿qué soy? ¿de dónde vengo?
¿qué seré después de la vida orgánica? ¿el por-
qué de la vida, de la existencia, de la sociedad,
de la cultura? no eran preguntas válidas, solo

23
Diario de locos

eran trampas del lenguaje, para el entendi-


miento de una realidad aún en construcción,
que brota cada segundo de las conciencias,
dispersándose en el tiempo y el espacio. Esa
comprensión del todo aún no me satisfacía.
Seguía un dolor hinchándose en mi alma, en
mi ser, o lo que esto fuese. Esto no me propor-
cionaba ningún sentido para la existencia. La
duda de la realidad seguía acompañándome
todos los días. Compartía con amigos afines a
mis pensamientos y gustos, como suele ocurrir
entre seres sociales; nos interrogábamos por
las cuestiones fundamentales y filosóficas de la
existencia, pero terminábamos en un abismo.
La sociedad entera era un completo chiste. El
consumismo, el dinero, la religión, el poder,
los individuos atrapados en sus necesidades, el
trabajo sin sentido. Yo también debía trabajar,
lo hacía en cualquier cosa, solo requería el
dinero, el trabajo real lo ejercía buscándole un
sentido a mi vida, a la razón de estar aquí, en
este tiempo, en esta realidad distorsionada,
sin sentido, entre unos seres que se matan
por sus deseos, por su ego, por un instante
de vanidad. Las calles me invitaban a salir, a
caminarlas, deambular se me había vuelto una
enfermedad, fumaba algunos cigarrillos, sentía
la soledad de la vida en las calles vacías, bebía
algunas cervezas en las ruinas de algún bar.

…..

24
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

Había estudiado y leído algunos libros. Había


estado en las bibliotecas de algunas universi-
dades. Mi mente se abrió a los límites infinitos
del conocimiento. La existencia efímera y egó-
latra de las fronteras sociales y políticas, los
límites del entendimiento, las capacidades infi-
nitas de la ciencia y la creatividad humanas, el
arte y la cultura, como herramientas de apre-
hensión de la realidad, qué dispersan los odios
y las barreras humanas que impone su falta de
comprensión del ser, todo esto floreció en mí
como un jardín, también la filosofía de todos
los hombres, la poesía, los versos, la literatura
de todos los tiempos, la humanidad resumida
en películas, en conceptos, todo esto lo abarcó
mi mente, marcó un inicio y un comienzo por
investigar el qué es la existencia, el quien soy
yo, el qué es el ser, o el porqué de las preguntas,
o ¿son válidas las preguntas humanas? todo
esto arrojó finalmente, el sinsentido en que me
encuentro ahora envuelto. Me daría igual estar
vivo o estar muerto. Fui a una gran ciudad
por el aprendizaje, tampoco encontré sentido
en la urbe y todos sus afanes, sus apariencias,
su Dios del dinero y del consumo. Regresé a
mi pueblo, muchos de mis amigos quedaron
ahí, otros se marcharon, mi vida entera estaba
llena de sueños y aspiraciones. Los otros que
alguna vez me acompañaron, ahora hacían de
la vida la realidad que se habían propuesto.
Todos entregados a sus trabajos, a sus creen-

25
Diario de locos

cias, al consumo sin sentido del mundo, de


los recursos, para ellos solo tiene sentido la
satisfacción de las necesidades impuestas a su
ego. No se permitían liberarse del yo, como se
lo dictaban sus religiones, visitaban las sectas
también sin ningún sentido.

No conseguía apropiarme de mí mismo, no


me satisfacía lo que yo era, donde estaba, con
quien salía, con quien hablaba, lo que hacía,
no había logrado ser lo que siempre había que-
rido, no podía sostenerme económicamente
en una realidad también económica, que no
soportaba, no comprendía, y no compartía,
todo había perdido sentido, yo mismo había
perdido sentido, lo que pensaba era basura,
solo mierda para agrandar mi ego, para buscar
una satisfacción en el lenguaje y disipar la
angustia del presente, mientras el tiempo con-
tinúa arrastrándome hacia la nada. Prefería
refugiarme en mi casa. Salía solo a caminar
por las calles, en las noches, me encontraba
con los perros y los vagabundos, y con los
pocos locos del pueblo.

Siempre veía al “flaco”, a lo lejos, en las esqui-


nas o me lo encontraba cuando se acercaba
presuroso a pedirme alg unas monedas.
Parecía una obligación absurda de la vida,
verlo o encontrármelo cada noche. El “flaco”

26
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

era uno de los locos del pueblo, tenía mi edad,


había crecido en otro barrio. Cuando éramos
adolescentes, llegamos a ser amigos, antes
de que enloqueciera. Nunca se supo bien por
qué perdió la razón, se decía que fue por el
exceso y uso indebido de drogas y enteógenos,
o que había sido por una fuerte golpiza en
su cabeza, o las dos cosas al mismo tiempo,
estaba bien drogado y fue golpeado en el
momento; también se decía que era herencia
familiar, pero en realidad nunca se supo qué
lo había enloquecido. No fuimos propiamente
buenos amigos; teníamos amigos en común y
así nos conocimos y relacionábamos. Llegamos
a compartir en muchos bares y en las calles,
en fiestas, en peleas en las que yo tímidamente
terminaba involucrado. Consumíamos licor,
nos sentíamos poderosos en la vida, también
llegué a fumar marihuana con él. Hasta que
un día corrió la voz de que había enloquecido,
el “flaco” ya no era el mismo, sus amigos lo
decían asustados; era verdad, todos queríamos
comprobarlo, estaba loco, disociado de la rea-
lidad, hablaba con su imaginación. Cada vez se
fue agravando aún más. Su familia lo llevó a
centros de rehabilitación, pero el “flaco” siem-
pre escapaba y regresaba al pueblo. Hicieron
lo posible por ayudarlo, pero su enfermedad
mental parecía ser grave.

27
Diario de locos

El “flaco” caminaba por las calles hablando


solo, a veces era agresivo, andaba sucio y
maloliente, alucinando, en su paranoia y su
locura. Se refugiaba en alguna casa vieja y
abandonada, que era propiedad de sus familia-
res. Todos sus amigos se fueron alejando, nadie
quería pasar por la pena de encontrárselo en
la calle. Algunos, los más fieles, iban de vez en
cuando a buscarlo, lo bañaban, hablaban con
él, le llevaban ropa, pero él seguía en su locura,
así pasaron los meses. Finalmente terminó
abandonado y loco por las calles. Tenía días
de locura intensa, hablaba solo, peleaba con el
aire, su imaginación se vertía en su realidad,
sus miedos y su esquizofrenia. Siempre se
acordó de mi nombre; alguna vez, después de
una recuperación que tuvo, hace muchos años
y quizás un par de años después de haber per-
dido la razón, nos reencontramos en el pueblo,
compartimos algunas noches, estaba cuerdo
y feliz, alejado de las drogas, trabajando y con
una novia. Había vuelto a ser el de antes, vol-
vimos a juntarnos en las noches, a conversar y
a vivir. Sin embargo, la enfermedad mental del
“flaco” seguía presente en su cabeza, al cabo
de unos días recayó de nuevo, volvió a ser el
mismo loco de las calles, hasta el día de hoy.
A veces me saludaba, me reconocía en medio
de sus trances. Otras ocasiones me veía indife-
rente. Un día lo vi recogiendo unas colillas de
cigarrillo del suelo para fumarlas, me pareció

28
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

desagradable, me acerqué para darle unas


monedas para que comprara unos cigarrillos,
pero las arrojó fuertemente al piso, diciendo
que las monedas y el dinero eran malditos,
y que él no lo necesitaba, decidí dejarlo ante
su actitud agresiva. Con el pasar de los años,
escuché que algunos amigos a escondidas
buscaban la forma de ayudarle, lo bañaban y le
llevaban comida, para que no la pasara tan mal
en el mundo. En vista de que él se acordaba
de mí, pronunciaba mi nombre como en otros
tiempos en las calles, pensé que debía buscar
una forma de ayudarle. Un día se acercó, me
llamó por mi nombre y estiró su mano pidién-
dome dinero. Yo tenía muchas monedas en el
bolsillo, saqué una manotada y se las di todas,
el “flaco” las aceptó, y se marchó alegre; así lo
hice desde ese día, cada vez que pude y cada
vez que me lo encontraba, le daba algunas
monedas. Él ya sabía y se acercaba a pedirme,
pronunciando claramente mi nombre. Se le
volvió una costumbre. Alguna vez lo interro-
gué, y me dijo que usaba las monedas para
comprar comida y algunos medicamentos, ya
que sufría de dolores de estómago. A veces en
una actitud desprendida, llegué a tomar todas
las monedas que estaban en mi bolsillo y se
las entregaba sin mirarlas, el “flaco” las veía
sorprendido; se acostumbró a pedirme cada
vez que me veía, a veces solo me llamaba por
mi nombre y extendía su mano, diciéndome,

29
Diario de locos

“cuénteme don…”, mientras esperaba la mano-


tada de monedas. Yo también aprendí a sacar
las monedas de mayor valor del bolsillo, aun-
que le daba monedas de todas formas, excepto
cuando no tenía. Me sentía bien ayudándolo.
Algunos decían que se gastaba el dinero en
alcohol y drogas, pero a mí no me interesaba,
solo sabía que de cierta forma le estaba ayu-
dando a suplir su locura, y él lo encontraba
agradecido. Ya mis pocos amigos sabían, que
cuando el “flaco” se acercaba, siempre venía a
pedirme monedas, esto generaba conversacio-
nes y controversias. Yo finalmente perdí toda
vergüenza y no me importaba encontrármelo
donde fuera y darle monedas o explicarle
que no tenía. La casualidad de encontrarnos
era inmensa, a veces lo veía caminando por
el andén, yo me cambiaba de calle, porque
sabía que se acercaba a pedirme. A veces solo
lo veía de lejos, algunas noches más loco que
las otras. En cierta ocasión, salió de la nada
a atravesarse en mi camino, estaba cambiado
con ropa limpia, se había bañado y arreglado
el cabello, parecía el de antes, me alegré de
verlo, le pregunté si estaba mejor y qué le había
pasado, pero no quiso responderme nada, solo
estiró su mano y me pidió monedas. Yo insistí
en conversar con él, como un viejo amigo,
pero me calló diciéndome que dejara de hablar
mierda y le diera algo. Ese día comprendí,
que solo me buscaba por las monedas, por el

30
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

dinero y obviamente era así, aunque también


llegué a creer que yo era para él un aliado en
su mundo de locura, en una sociedad injusta
con los que sufren este padecimiento. Pero no
era así, yo solo era un dispensario de monedas;
recordaba mi nombre y me veía siempre en la
calle, eso era todo. Además, cometí el error de
darle muchas monedas, y ahí lo tenía pidién-
dome dinero siempre.

El “flaco” parecía más feliz que cualquiera,


sin pretender darle sentido a la existencia, sin
interrogarse por el ser y por el universo, y las
leyes físicas y mágicas que lo componen. No,
el “flaco” no tenía esos problemas, quizás en
su cabeza ya estaban todas las respuestas, toda
la metafísica de los hombres, y por eso con-
versaba con el ser por las calles. No había un
tiempo, ni una realidad, ni unos sueños por los
que dar cuenta, solo la sinrazón de la existencia
en pleno, la locura, el sinsentido, la ruptura de
todas las normas sociales y humanas. El “flaco”
representaba ese sinsentido en el que yo estaba
sumergido, con el que yo asumía mi vida y la
realidad. Solo que el “flaco” manifestaba su
sinsentido en su locura, espontáneamente,
mientras que en mí, ese sinsentido seguía
reprimido en mi cabeza, atrapándolo dentro de
mis miedos, sin permitirle escapar. El “flaco”,
por el contrario, había dejado escapar todo el
sinsentido que tiene el mundo y la existencia,

31
Diario de locos

la nada misma, la sinrazón de los hombres y la


conciencia, los propósitos efímeros de la vida
y de la muerte. El “flaco” es la manifestación
propia de la sinrazón de la humanidad. El
sinsentido mismo que me acongoja todos los
días. Yo no era capaz de llegar a ello, no dejaba
salir todo el sinsentido que el mundo empuja
en mi cráneo, contra mis sueños, oprimién-
dome la imaginación y lo poco de ser que me
fue permitido. Era como si tuviese al “flaco” en
mi cráneo, a esa representación de la locura,
su sinsentido de la humanidad y de las cosas,
dentro de mi cabeza. Como un sueño, o como
mi propia alma. De cualquier forma, el “flaco”
siempre estaba en mis noches solitarias por
las calles, a lo lejos, como un transeúnte más,
pidiéndome monedas o absorto en su locura.
Yo seguía escupiendo el poco sentido que
saboreaba a ratos en mi boca, no encontraba
satisfacción en ninguna respuesta sobre la
existencia, sobre el ser, todo el universo me
pesaba como una gran pregunta. El tiempo era
un extraño a mi lado.

…..

Camino por las anchas calles solitarias. Las


noches oscuras me ocultan, huyo de mi propia
presencia, y de los demás, de los otros, me dan
existencia cuando me nombran, cuando soy

32
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

con ellos. Recupero sentido en sus vidas. Soy


una vida más, un transeúnte del tiempo, una
pieza más del engranaje social, un individuo
humano, no soporto tal condición. No le da
ningún sentido a lo que es, a la existencia.
Finalmente soy yo mismo, o lo que quiera que
este ser sea, el que no tiene sentido ni lugar en
el universo.

Una noche, camino hacia un bar que queda en


una vieja casa, en una calle paralela a la línea
férrea. Llego hasta la entrada del bar, y el loco
del “flaco” está en medio de los rieles, aluci-
nando, hablando solo con toda la vehemencia
de quien sostiene una conversación acalorada
con alguien. Su universo esquizofrénico se le
ha hecho de nuevo presente en esta realidad.
Estaba completamente aturdido en su locura,
absorto en sus palabras, con sus ojos extravia-
dos. Lo miro, lo había reconocido desde lejos. El
“flaco” me ve y también me reconoce, inmedia-
tamente deja su diálogo, para acercarse a mí,
me llama por mi nombre y me pide monedas,
yo quedo sorprendido ante tal actitud, parece
haber abandonado su estado esquizofrénico,
para caer de nuevo en la realidad a pedirme
dinero. Le digo que no tengo nada, que estoy
sin trabajo. El “flaco” vuelve tranquilamente
a los rieles del tren y continúa alucinando, en
su diálogo de loco, con la nada, con lo que sea
que ve o imagina, con los seres que proyecta

33
Diario de locos

desde su mente enferma. Sigo impresionado


por lo que he visto. Él estaba poseído por su
locura, completamente ido, pero me ve y reac-
ciona para pedirme dinero, luego regresa a su
estado, a su trance mental que le muestra otra
realidad. Parece que estuviera actuando, que
no estuviera loco, pero no es posible, todo el
mundo sabe que está loco, lleva más de veinte
años en las calles, yo he sido testigo de eso.
Recuerdo que ya había pasado alguna vez, él
estaba en su locura hablando solo, yo pasé a
su lado y dejó su estado para pedirme dinero,
y luego regresó a su locura, solo que esa vez
no me impactó tanto como lo ha hecho ahora.
Porque hoy, hoy me ha llegado esto como
una revelación, como una epifanía, como una
intuición. Comprendo de inmediato que el
“flaco” no ha dejado su locura para volver a la
realidad y pedirme dinero cuando me ha visto.
No, no ha sido eso. No ha dejado su universo
esquizofrénico para volver por unos segundos
al presente, a la conciencia, mientras me ve
para luego regresar a su entropía mental. No,
me doy cuenta más bien, que hago parte de su
universo de locura, soy un personaje más de
su mente distorsionada. Se alejó de los seres
imaginarios con quienes hablaba, para hablar
conmigo, como otro ser imaginado, luego
continuó hablando con ellos, soy un ser más
de su realidad imaginaria. Hago parte de su
locura, de sus alucinaciones. Ahora comprendo

34
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

por qué no le encontraba sentido a mi vida, a


la existencia, a la nada misma. No entendía mi
origen, ni mis objetivos. Lo entiendo ahora,
soy el personaje de la esquizofrenia de un loco,
estoy solo en su mente y probablemente en sus
sueños. Hago parte del universo mental de un
loco. Soy solo el hombre, el antiguo amigo que
le da monedas. Estaba en sus conversaciones
solitarias, en sus miedos, en su realidad dis-
torsionada. Ahora todo comenzaba a tener
sentido. Esa desazón por la vida, ese sinsentido
de la existencia, ese interrogarme por el ser,
el dudar de la realidad como un sueño, todo
cobraba sentido. Yo simplemente existía en
la mente de un loco, estaba entre sus amigos
imaginarios, era uno de los personajes de su
esquizofrenia, él me había creado, yo era uno
de sus traumas, posiblemente. Pero como
tal, como ser humano de esta realidad, yo no
existía. No era nada y era nadie. Solo estaba en
la cabeza de un loco, en su esquizofrenia. El
sinsentido de la vida, el sinsentido de la exis-
tencia, el sinsentido del universo mismo, del
tiempo y la nada, todo cayó sobre mí como una
gran avalancha, consumiéndome. Dudé com-
pletamente de mi existencia, de estas palabras,
de esta misma historia. Solo era un personaje
en la mente loca del “flaco”. Me ve, como ve a
sus amigos imaginarios y conversamos como
lo hace con ellos. Nos tropezamos en cual-
quier pedazo de tiempo, en medio del día o

35
Diario de locos

de algún mal sueño, cuando la esquizofrenia


brota de su lenguaje, cuando despierta de sus
neuronas locas. En la realidad que compone su
universo alucinante, existo como un ser, como
una sombra más en su mente confundida.
Mis días y aspiraciones, mis más profundos
sueños, todas mis preguntas sobre la nada y
el ser, sobre la justicia y el tiempo, mis histo-
rias, mis experiencias, todo lo que estudié, los
lugares que recorrí, el amor que he padecido,
la poca vida que llevo, todo esto existe solo en
las palabras, en el lenguaje de un loco, en su
metafísica mental. El contenido de mi historia
de vida, solo hacía parte de la formación de mi
personaje, en su mente corroída.

Llegué así a comprender, que es el “flaco”


quien está escribiendo este diario, quien está
detrás de estas palabras. Me creó en su mente
alucinada y se creó a él mismo como un loco,
para recrear los personajes de esta historia.
Habito su cabeza, vivo en la mente de un loco,
existo solo en su ser. Aunque… posiblemente
el “flaco” no esté del todo loco y sea el escri-
tor que inventa y narra mi vida absurda, en
este cuento que está terminando de escribir.
Recreando en mí el ser miserable, con el sin-
sentido que siento por la vida y por el universo.
Soy solo uno de los personajes desquiciados de
sus cuentos, que solo le encuentra sentido a su
existencia, cuando se comprende a sí mismo,

36
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

como un personaje más en la mente esquizo-


frénica de un loco, que habita en la mente, en
las palabras y en la historia de un escritor, que
escribe sin ningún sentido.

37
El tercer ojo

C
aminé rápido hacia la terminal, debía
tomar un bus que me llevaría hasta
donde el médico. Era uno de esos días
en que no quieres pensar en nada; pensar dolía.
Llevaba los audífonos puestos. Escuchaba
música a todo volumen. La música me evitaba
escuchar el mundo, a las personas, el ruido
de la vida. También evitaba escucharme a mí
mismo, escuchar mis pensamientos. Caminé
de prisa, vi el bus a lo lejos, ya estaba partiendo,
me esperaron un rato. Cuando subí, la mayoría
de los asientos ya estaban ocupados. Solo al
lado izquierdo del bus, un par de sillas vacías,
me siento contra la ventana. El bus comienza
su recorrido. Nunca había estado en esta
perspectiva. Me siento algo extraño. Afuera el
mundo se ve diferente. No logro comprenderlo.
¿Qué está sucediendo?... ¿Por qué veo todo
diferente y me siento diferente?... Creo que es…

39
Diario de locos

es porque siempre me sentaba al lado dere-


cho en los buses, eso es lo que está pasando.
Ahora lo estoy comprobando, siempre fue una
constante, me sentaba al lado derecho de los
buses, quizás inconscientemente. Sin embargo,
hoy por primera vez en mucho tiempo, me he
sentado del lado izquierdo, esto es algo nuevo
para mí, el mundo se me ha hecho extraño. No
logro acomodarme a esta nueva realidad del
mundo, desde el lado izquierdo del bus. No
sé qué es esto, ¿Por qué me pasaría siempre?...
¿Por qué me gusta sentarme al lado derecho?...
¡El bus continúa rodando!... Las calles y los edi-
ficios se ven diferentes. Han crecido, los han
remodelado, pareciera que nunca había visto
el mundo desde este lado. Sigo extrañando
algo… El bus se ha detenido, está recogiendo
a alguien, se ha subido una mujer hermosa,
¿Será eso?... Desde el lado derecho del bus,
queda también la puerta. Cuando me sentaba
a ese lado, podía ver quién se subía o quién se
bajaba, o quién detenía el bus. ¿Será eso lo que
extraño?... ¿Sentarme al lado derecho del bus,
para ver quién sale o entra?... no, no puede ser,
aunque podría ser como por seguridad, -me
dije-, no, no, no es eso, es morbosidad más
bien, es más como para tener la oportunidad
de ver a las mujeres que entran o salen del bus
donde voy. ¿Qué clase de ser tan mezquino y
morboso soy?... - ¡Me reproché a mí mismo!
-… ¿Por qué siento esa lascivia?... ¿O serán

40
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

solo los instintos?... ¿o las Hormonas?... no,


no, eso es como justificarse… ¡Qué clase de ser
tan bajo que soy… y yo que no quería pensar
en mí hoy!…

Le subo el volumen a mis audífonos, suenan


los coros majestuosos, las guitarras, los pianos,
los violines, los cantos guturales. La música
me distrae mientras me pierdo en el paisaje.
El bus continúa su viaje. Debía visitar el
consultorio de un médico que me haría una
pequeña operación en el ojo izquierdo. Me
recomendaron llevar un acompañante, era
una cirugía algo seria, así que un amigo ya me
estaba esperando en el consultorio, para ser mi
acompañante. Él era de esa ciudad, yo estaba
viajando desde un pueblo vecino. Así estaba
mi situación. No tenía amigos en mi pueblo, ni
mucho menos una amiga, una compañera, una
esposa, amante, novia o concubina… nadie que
me acompañará. Estaba solo… y lleno de hor-
monas… Aunque debo admitir que la búsqueda
de placer… también era una justificación para
no pensar. Para estar distraído. Pensar en sexo,
era algo cerebral; quería pensar en eso, para no
pensar en otra cosa; que enredo, para no pen-
sar en mí, en definitiva. Me duele aceptarlo,
mi vida era un desecho, no había concretado
ningún objetivo. La juventud quedaba atrás
hacía ya mucho tiempo, y yo, yo parecía no
querer madurar… porque era algo voluntario.

41
Diario de locos

Seguía siendo un niño asustado. El doctor me


operaría un ojo, y me lo cubriría probable-
mente por algunos días, si no semanas. Voy
a quedar como un pirata, o como un cíclope.
¡Sigo tratando de reírme de esto!

Si no veía muy bien, solo gracias a mis gafas


y su considerable aumento, estaba casi miope,
ahora con un solo ojo, no quedaría viendo
absolutamente nada. Pero no importa, es
el trasegar del tiempo. Será un reto más,
he estado muchas veces en hospitales, o
caminando en muletas. Han cosido muchos
puntos por mi cuerpo. Ahora que lo veo bien,
he tenido una vida bastante accidentada. Y no
ha sido producto del azar. Ha sido más bien
por pura y física estupidez. Me pasa tal o cual
accidente, por estar distraído. Por no querer
pensar. Por escapar de mí mismo, hacia dentro
de mí mismo.

Aquí voy otra vez, he tenido una motricidad


torpe para moverme por el mundo. Me tro-
piezo con mi propia sombra. También soy
paranoico, creo que todo el mundo me observa,
que cada persona de este planeta, sabe y está
pendiente de mi existencia. Por eso a veces
la cago, porque todos me están mirando y
como debo actuar bien para ustedes, termino
enredándome en mis pasos. Ojalá el bus no

42
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

se enrede y se tropiece, y nos accidentemos


muriendo todos... de nuevo esta paranoia,
debo mejor concentrarme en la música; las
guitarras eléctricas y los violines armonizan
de nuevo mis sentidos. Trato de comprenderlo
todo desde fuera de mí mismo. Soy una mera
partícula pensante. Un átomo sintiente, en un
universo nuclear. Una llama que no alumbra
nada, en medio de la noche eterna. No debe-
ría estar pensando… ¿dónde está la música?...
no logro concentrarme en ella. Deben ser los
nervios por la cirugía que me van a hacer. La
música... me hace sentir otras cosas. Voy a
estar viendo el mundo por un solo ojo durante
algunos días. ¿Como voy a observar a las chi-
cas, sus hermosos cuerpos?... ¡No puede ser!...
Caigo de nuevo en la morbosidad, comienza en
mi pensamiento y ataca todo mi cuerpo. No
quiero pensar así tampoco del mundo y de las
mujeres. Que bajo me siento, no soy más que
un saco de carne.

El doctor tomará mi ojo, que es como una gota


de carne, de sangre coagulada, de agua quieta,
lo limpiará, le quitará el tumor sobrante. Siento
que no soy más que eso. Un tumor de la vida.
Morboso y desocupado. Y ahora enfermo. El
bus continuó su recorrido. En esta silla… siento
que soy poca cosa, que no merezco la vida. Me
siento pequeño en este asiento. Parece que la
silla comienza a crecer atrás de mi espalda.

43
Diario de locos

Pero no… soy yo quien se está resumiendo,


encogiendo. Me siento poca cosa, un inútil, un
inservible, un bueno para nada. Una partícula
de nada. Sigo encogiéndome en la silla. Toda
la realidad parece oprimirme y asustarme. La
silla crece enormemente. El bus parece todo
un universo. Yo sigo encogiéndome, a la veloci-
dad de la luz. Soy una pequeña partícula en el
asiento, hasta que sigo encogiéndome y final-
mente, desaparezco por completo de la silla.

…….

Aparezco de nuevo en el consultorio del


médico oftalmólogo. Mi amigo acompañante,
está a mi lado. Me cuenta algunos chistes
sobre perder un ojo o perderlos ambos. Yo
espero impaciente… Sale la enfermera hermosa
de siempre, con una tabla en la mano, parece
tomar lista, recita dulcemente mi nombre.
Trato de levantarme, ella me dice que espere,
que me siente, que ya me llamarán; me pre-
gunta por mi acompañante, le señalo a mi
amigo, ella trata de sonreír, da media vuelta
y se va, única. Mi amigo sigue hablando, tal
vez, procurando relajarme. Yo lo escucho sin
atención. Pienso en la enfermera que acaba de
irse. La he visto muchas veces, desde que me
hicieron los primeros exámenes. Es una mujer
alta, de piel blanca y ojos muy claros. Tiene un

44
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

cuerpo escultural. Su cabello es castaño, ador-


nado con algunos matices rubios, enrollado
en un gran moño, atrás de su cabeza. Su ropa
parece ser siempre la misma. Ella también es
siempre la misma, desde que he venido hace
algunos meses. Siempre hermosa e inalcan-
zable. Todo el tiempo se ha mostrado muy
amable conmigo.

Después de unos minutos, abren una puerta


y es ella quien me llama. Me acerco y entro
a un gran baño. La enfermera me pide que
me desvista por completo y me coloque una
pequeña bata, que parece dejar toda mi
espalda descubierta. Me ha alcanzado una
cobija, comprendiendo mí frio. Finalmente
estoy en la sala de operaciones. En una cami-
lla acostado boca arriba. Me echan gotas en
mi ojo izquierdo. Cubren todo mi cuerpo y mi
cabeza. Quedo solamente con mi ojo, entre
las sabanas azules, en un pequeño agujero
descubierto. La enfermera junto con otra, con-
versan tranquilamente sobre la cotidianidad
de sus vidas, sobre sus soledades. Yo solamente
puedo verlas, desde mi pequeño agujero en el
ojo izquierdo. Comienzo a sentirme nervioso.
Quisiera pensar en algo diferente. Recuerdo
que con Alfonso habíamos hablado, en la sala
de espera, mientras yo pensaba en la enfer-
mera, sin embargo, lo escuchaba, hablábamos
de pensar en historias, recrear historias como

45
Diario de locos

si fuéramos escritores. Cuentos acerca del


procedimiento que me esperaba, o de que
saldría con un ojo tapado. Pienso que él debe
estar, en la sala de espera, aun pensando en su
historia. Yo estoy aquí nervioso, nada se me
ocurre. Solo veo pasar a la enfermera, delante
del agujero desde donde observa y observan
mi ojo izquierdo, mientras prepara todo para
la operación y me suministra más gotas; tam-
bién suele preguntar por mi bienestar. Trato de
pensar alguna historia, solo pienso en ella, en
un tórrido romance de telenovela barata. Sería
imposible, he fracasado en todos mis intentos
de conquista.

El doctor ha llegado, comienza el procedi-


miento. Me suministran más gotas. Acerca sus
aparatos quirúrgicos hasta mi ojo. Comienza
a realizar la operación, la resección de un
tumor en mí ojo izquierdo. Me desespero,
es doloroso e incómodo. Solo puedo esperar
que todo acontezca, con paciencia. Respiro
y regulo mis latidos. Los minutos pasan.
Después del dolor, la tensión, los nervios y la
incomodidad, todo ha terminado al fin. Me
levanto de la camilla con un parche en mi ojo
izquierdo. La enfermera me indica que puedo
ir a vestirme. Lo hago rápidamente. Me dan
unas gotas y las ultimas indicaciones. Salgo
con el minúsculo tumor en un vaso sellado,
para llevarlo a un estudio patológico. Mi amigo

46
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

me ve salir. Se acerca sonriente. Salimos del


edificio. Pareciera que nada me ha sucedido.
Él me habla y trata normalmente. Pero yo veo
todo desde una perspectiva diferente, con mi
ojo izquierdo vendado, tengo que ver todo
con mi ojo derecho. La luz me incomoda, no
puedo ver bien. El mundo se me ha partido en
dos. No veo la mitad de él. Cuando mi amigo
camina a mi lado izquierdo, se me pierde de
la vista, debo tomarlo y llevarlo a que me
acompañe del lado derecho, así puedo verlo.
A veces, por los cruces entre las calles, o por
esquivar las personas, termina de nuevo del
lado izquierdo, desapareciendo de mi vista,
pero continúa conversando. Intuyo que será un
poco incomodo, acomodarme, a ver el mundo
desde esta perspectiva…. Continuamos cami-
nando, vamos hacia una droguería por algunos
medicamentos. Yo camino bajo ese sol intenso,
tambaleando en mis pasos, tentando el mundo
para sentirlo, torpe como un cíclope noc-
támbulo, que sale al medio día. Finalmente,
mi amigo me acompaña a tomar un bus para
regresar a mi pueblo. Nos despedimos con un
abrazo. Solo quiero llegar a mi casa y descan-
sar. Me cansa ver el mundo desde esta rendija,
atrás de mis gafas, desde mi ojo derecho. Es
como si estuviera espiando a la realidad atrás
de una cerradura.

47
Diario de locos

…….

Han pasado tres semanas. Aún sigo con el


parche en el ojo. Serían solo un par de sema-
nas, solo si no hubiese tomado vino y fumado
algunas noches. Se me ha demorado la recu-
peración. He vuelto al consultorio algunas
veces, la enfermera está cansada de que la
mire como un cíclope confundido, tratando
de ubicar sus dos ojos hermosos. No he podido
acostúmbrame a mirar el mundo con un solo
ojo, todo me es extraño, parece una realidad
nueva, debo leer y tratar de ubicar las cosas
con mi ojo diestro. Es como mirar el mundo
a través de un tubo. Parece que estuviese
exagerando. Probablemente otras personas
podrían desenvolverse perfectamente por el
mundo con un solo ojo, pero yo no era de esas
personas. Se me dificultaba caminar. Tomar
las cosas, la luz del día me fatigaba. Parecía
tropezar cuando bajaba un andén o subía
unos escalones. Cuando iba a servir agua,
dejaba el vaso, medio lleno o medio vacío, no
podía calcular la cantidad. Tenía una vela en
mi escritorio, que estaba en un cuarto donde
no había electricidad, con la que leía en las
noches… aquellas noches en que podía leer.
Ahora, encender la vela viendo solo con este
ojo, ya se me ha hecho un lio; apagarla ha sido
algo imposible. Antes mojaba mi dedos índice
y pulgar con saliva, le apuntaba a la llama de

48
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

la vela para apagarla, apretándola entre ellos.


Ahora voy a hacer eso, y no logro apuntarle a
la llama de la vela, termino quemándome los
dedos ensalivados. Ha sido toda una odisea
aprender a estar en el mundo con un solo ojo.
He caminado por el andén que lleva al super-
mercado, creo que cientos o miles de veces.
Pero viendo con un solo ojo, me he tropezado
y golpeado en la cabeza, contra una señal de
tránsito, que siempre ha estado ahí. No supe
porque lado tomarla, si por el derecho o por
el izquierdo; también estaba tratando de mirar
con mi ojo de ciclope, el pecho de una seño-
rita que cruzaba la calle, no pude verle nada;
no supe a tiempo porque lado tomar la señal,
decidí muy tarde, me estrellé y golpeé fuerte-
mente contra el ángulo de metal. La mujer se
reía sin parar….

Por eso trataba de no salir, pasaba todo el


tiempo encerrado, vivía solo. Cuando debía
salir al mundo necesariamente, como al
médico o al supermercado, trataba de ajus-
tarme a la realidad, a lo que me brindara
mi ojo derecho. En las calles era un peligro
para mí y para los demás. A veces no podía
advertir qué personas o carros venían por mi
lado izquierdo. Volteaba y tropezaba con las
personas. Si volteaba en una esquina hacia
la izquierda, los carros ya venían encima. No
me gustaba mucho mi condición. Aunque,

49
Diario de locos

también estaba aprendiendo a ver el mundo


diferente, quizás… con más minucia. Todos
mis sentidos se disponían a suplir la necesidad
del faltante. Parecía escuchar mejor, intuir
mejor, no confiarme de lo que veía. Estaba en
una experiencia nueva, mi mente estaba expe-
rimentando sensaciones nuevas, buscando
recursos nuevos, incluso estaba pensando
historias sobre mi condición de ciclope perma-
nente, ya que seguían pasando los días. Tener
un ojo vendado me estaba permitiendo abrirme
a nuevas sensaciones, en este mundo hostil.
Tener los dos ojos vendados obviamente te
abre a otro universo de sensaciones. El mundo
no se me hizo ya tan terrible. Podría ser un fra-
casado y odiar toda la existencia. Podría estar
cansado del tedio de la vida, del tedio de ser yo
mismo, del tiempo sin sentido, de los humanos
y su cultura ociosa. De mi mente que piensa y
piensa, para alimentar mi ego, para satisfacer
el tiempo. Pero el mirar el mundo solo con
el ojo derecho, me daba otra perspectiva, era
como si el universo girase algunos grados, ante
mi ojo. Veía todo diferente, yo mismo debía ser
diferente y lo era. Lo indispensables que son
los cinco sentidos para nuestra vida, -pensé-.
A veces incluso, le echamos mano a otros
sentidos para estar en la existencia, como la
intuición, la imaginación y la razón. Tratamos
de leer la realidad con todos nuestros sentidos
posibles, de digerirla para la conciencia. Pero el

50
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

tener un ojo tapado, me permitía ver el mundo


diferente, verme a mí mismo diferente. Se me
ocurrió que talvez podría salir con mis manos
atadas a mi espalda, y estar así un tiempo en
el mundo. Todo sería diferente, yo sería dife-
rente. El universo entero giraría de nuevo. O
Solo con una mano atada o con la boca tapada,
o un oído tapado, con los dos oídos tapados.
Salir al mundo sin imaginación, sin pensar,
sin razonar, sin intuirte vivo. Sin poder oler
el aire. Todo para… ¿abrir tu mente a nuevas
sensaciones?... debo estar enloqueciendo ahora
sí. Usando un solo ojo, tal vez también estoy
usando solo la mitad de mi cerebro. El hecho
de que se me complique estar en el mundo así,
no debe darme para pensar tanto… Aunque
pienso que sí estoy viendo el mundo diferente,
ya no miro a las mujeres con morbosidad, solo
dejo que el mundo pase. Cuando camino por
las calles, miro fijamente con mi ojo al suelo,
levanto mi mirada para encontrarme a las per-
sonas, cuando ya pasan a mi lado, sin tiempo
para auscultarles su ser. Me concentro solo
en mí mismo. Camino hacia mi objetivo sin
distracciones. Si antes era un antisocial y no
me gustaba el mundo, ahora podía estar satis-
fecho, ya no veía parte del mundo, ya no veía
a las personas y no estaba obligado a hacerlo.

Esperaba en casa a que mi ojo se recuperara.


Cuando llegaba y trataba de meter la llave en la

51
Diario de locos

cerradura, era muy curioso lo que sucedía, no


podía hacerlo, no podía meter la llave, tan solo
después de unos segundos de ubicar bien el
orificio, concentrado y atento. Tenía que salir
de nuevo a otro chequeo médico. Siempre salía
exento de que me pasara cualquier cosa. Las
probabilidades cada vez eran mayores. Tenía
una enorme fuerza gravitacional para procu-
rarme problemas. Viendo con un solo ojo, los
conflictos se multiplicaban al infinito. Sali
tranquilo y a tiempo. Debía cerrar la puerta
de mi casa con seguro. Se me hace imposible
meter la llave en la cerradura. Me siento un
inútil. Si antes con los dos ojos no podía hacer
nada, ahora con un ojo era solo un estorbo. Se
me antojó que podría entrar al mundo por esa
cerradura, ver la realidad espiándola desde esa
cerradura. De nuevo siento que se encoge todo
mi ser. Me estoy encogiendo a la velocidad de
la luz. Me achico en una minúscula partícula
que se adentra por la cerradura, adentro está
el universo inmóvil, esperando, quieto, añe-
jándose como un vino... Mejor camino a prisa
hacia la terminal de transporte. Esta vez no
llevo mis audífonos. Viendo con un solo ojo, y
escuchando música con audífonos, me sentía
completamente incomunicado con el mundo.
Era terrible, se juntaban mi esquizofrenia y mi
paranoia, sentía que en cualquier momento
podía sucederme algo, incluso caerme un
meteorito en la cabeza, y mis sentidos no

52
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

estaban atentos para ello. Me siento dentro del


bus que se marcha rápido. Recuerdo que he
viajado así muchas veces, hacia algún doctor,
por un brazo roto, por una pierna rota, por
una cortadura, por algún accidente en moto.
He hecho ese viaje muchas veces. En un
momento estoy en la otra ciudad. He llegado
demasiado temprano. Me pongo a caminar un
rato en los alrededores del consultorio. Voy
por una esquina. Volteo torpemente hacia la
izquierda, por el lado de mi ojo tapado. No
he mirado bien, he golpeado bruscamente
a un hombre que pasa, algo se le ha caído al
suelo. El hombre está frente a mi indignado.
Es de mi estatura, lleva unas gafas oscuras.
Aprieta sus puños frente a mí. Yo me siento
apenado. Pero espontáneamente, surge en mi
todo el descontento que siento, la rabia contra
la vida, contra mí mismo, contra la existencia
pasajera. No me disculpo, le grito más bien,
- ¡fíjese por dónde camina! -. - ¡Fíjese mejor
usted! -, me contesta el hombre alterado y me
observa unos segundos. Yo también espero
indignado. De repente, mueve su cabeza como
queriendo ubicar mi rostro, da un paso hacia
mi rápidamente, y de la nada me ha lanzado
un puñetazo que golpea en mi boca, rompién-
dome el labio. Yo sigo en pie y él está frente a
mí, le lanzo también rápidamente con mi puño
un golpe, pero el hombre lo esquiva a tiempo.
Súbitamente, llegan muchas personas a sepa-

53
Diario de locos

rarnos. Se llevan al hombre unos pasos lejos.


Alguien le alcanza el objeto que yo le había
arrojado al piso, es un bastón… ¿Un bastón?...
Sííí… un largo y delgado bastón… ¡el bastón
de una persona ciega!... En efecto, todos mur-
muran que él es una persona completamente
ciega. ¡yo no puedo creerlo!... me increpan
además, por intentar golpearlo. No tengo otra
opción que disculparme. Lo sueltan y él se
sacude. Todos se ríen de que el hombre ciego
me haya golpeado. Nadie se apiada del parche
en mi ojo. El hombre ciego da unos pasos y se
viene hacia mí, estira su mano, se la estrecho
mientras veo su cara y sus gafas oscuras, él
parece darse cuenta, levanta sus gafas para
mostrarme sus dos ojos muertos. No puedo
creerlo, está realmente invidente por com-
pleto. ¿Como pudo golpearme?... le pregunto;
me contesta que ha sido de tanto estar en el
mundo, puede sentir a las personas, sentir su
aliento, el movimiento de sus labios. Él dice
que puede sentir el alma de las personas. Yo no
puedo dejar de sentirme como un tonto, una
persona que no ve, me ha dado un fuerte puñe-
tazo en la boca, no sé siquiera defenderme, soy
completamente un fracasado y un inútil. No
he hecho nada bueno con mi vida. Tampoco
pretendía hacerlo. Nos sentamos los dos en
una silla de la calle, el hombre está cansado. Yo
me limpio la sangre de mi boca. Miro la hora
y veo que se aproxima la cita de mi chequeo

54
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

médico. Le cuento al hombre ciego, que tengo


un ojo vendado por cierta operación, que por
eso no pude verlo, espontáneamente comienza
a reír. Nos reímos los dos. Me despido y me
voy hacia el consultorio. Me siento torpe y
vulnerable. ¡Aún no puedo creerlo¡… ¡Estoy
todavía conmocionado!... ¡Una persona que no
ve por completo, me ha pegado un buen golpe
en la boca… me ha reventado el labio¡… ¡Y no
ve absolutamente nada¡… ¿Cómo es posible?...
Y yo viendo, con un solo ojo, ¡no fui capaz de
atinarle un golpe!... ¡Que inútil!... Que incapaz
me siento… Camino agachado por entre la
gente. Siento pena de mi existencia. No siento
justificable mi existencia. Me siento todo un
miserable. La realidad se cierra nuevamente
como una cerradura, y mi ojo observa, del otro
lado, sospechando de mi existencia. Después
de la cita, me marcharé rápido, me refugiare
en mi casa, el mundo me asusta. Simplemente
dejaré que pasen los días hasta que muera.

……

Han pasado ya cuatro semanas, sigo con


este parche en mi ojo. He sido un inútil y un
incapaz todo este tiempo, y el resto de mi vida
también. Debo ir de nuevo a otra cita médica.
El doctor me ha dicho que esta vez me quitará
los puntos, al fin podré dejar de usar el parche.

55
Diario de locos

Lo he estado usando juicioso todo este tiempo.


Unos puntos que se suman a los tantos que
han cosido en mi cabeza. Esta vez en mi ojo
izquierdo. Estoy pálido y ansioso, los últimos
días no he comido bien, espero que eso no
complique mi recuperación. He estado tam-
bién deprimido, ningún conocido ha venido a
verme. Iré rápido a la cita, y regresaré pronto
a mi casa, no quiero saber nada del mundo,
no quiero existir para los demás. Yo tampoco
soporto la existencia en el tiempo, en este
tiempo y este espacio. Todo se transforma,
pero no hay nada nuevo para mí, el amor
siempre es el mismo, un vacío y una ausencia.
La soledad de mis sueños. No supe valorar mis
sentidos, espero con ansia poder ver de nuevo
con los dos ojos.

Como siempre, el bus me ha traído hasta cerca


del consultorio. La enfermera me ha hecho
esperar en la sala. Soy el último de todos los
pacientes; después de casi una hora, me invita
al consultorio. El doctor me retira el parche,
me suministra gotas, me pone a leer letras en
la pared. Inmoviliza mi cabeza con sus apara-
tos, la enfermera ayuda a sostenerla con sus
manos suaves. Mantiene mi ojo abierto y me
retira los puntos, puedo sentir cuando lo hace.
Siento que están abriendo un ojo, en un lugar
donde nunca hubo, donde había solo piel. Abre
una ranura por donde se asoma un nuevo ojo a

56
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

ver el mundo. Es un mundo nuevo y diferente,


trae más luz, las cosas brillan, las personas
resplandecen. Se ven las dimensiones. La luz
penetra el tiempo… de repente, todo se opaca
y se armoniza, con las sombras que tienen las
formas de las cosas. Veo a la enfermera son-
riendo frente a mí, en un pequeño escritorio,
llenando mi historia clínica. Me es extraña
la realidad y la luz. Mi ojo derecho parece
oscurecerse, siento que me estoy mareando.
La enfermera me invita a la sala de espera de
nuevo, me dice que relaje allí mis ojos algunos
minutos, mientras ella me agenda una próxima
cita. Así lo hago. En la sala de espera hay una
ventana gigante. Se ve toda la ciudad y las
montañas verdes que la rodean. Está atarde-
ciendo. Aparecen las primeras luces artificiales
en algunas casas y edificios. Mis ojos tratan de
acomodarse a lo que estoy viendo. Veo borroso
a lo lejos. Me incomoda la luz. Pienso que todo
es un problema, que sería mejor estar muerto.
Siento que me mareo y que se me oscurece
mi ojo derecho. Sin embargo, sigo atento al
horizonte. La sensación de mareo se va yendo.
Mis ojos se acomodan a la luz y las sombras. El
mundo es diferente y yo también soy diferente.
Me estoy recuperando de esto. Siento una
inmensa alegría. Me estaba muriendo a peda-
zos. Y moriré algún día. Pero hoy me levantaré,
solo por seguir viendo el mundo, este hermoso
mundo, este atardecer único… Hasta que…

57
caiga de nuevo, a los abismos insondables del
tiempo sin tiempo, del ser yo mismo, de la
inutilidad del ser. Pienso esto y de nuevo se me
oscurece la vida. Voy de la euforia a la tristeza
en un segundo. Espero que la enfermera me
diga cuándo tengo que regresar, y saldré casi
que huyendo para mi casa a refugiarme de mis
miedos. A esperar que el tiempo acabe con-
migo. La enfermera sale de nuevo a llamarme.
Me ha estado observando algunos segundos,
mientras estoy de pie con toda la ventana
frente a mí. Volteo y camino hacia ella. Me
pregunta si estoy bien, le contesto firmemente
que sí. Me dice que debo regresar en un mes,
me da la orden para la nueva cita. La veo y está
hermosa y sonriente. Mis dos ojos tratan de
verla y enfocarla, ya que parecen ver imágenes
separadas de ella que intentan sobreponerse
en una. Ella se percata de que mi mirada la
ausculta, y sonríe dulcemente. Se despide de
mí y estira su mano, tomo su mano entre la
mía, y esta cálida y suave. La estrecho despi-
diéndome. Le doy miles de gracias. Me pongo
nervioso; estúpidamente, suelto algunas tor-
pes palabras, - Me encanto haberla conocido,
aunque… lástima que no nos pudimos conocer
mejor…-. Asombrosamente me doy cuenta que
ella no ha soltado mi mano, que la sigue soste-
niendo dulcemente, me regocijo dentro de mí.
- Me llamo Ángela – dice, mientras comienza
a mecer su mano con la mía, sin soltarla. -Ya
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

sabes cómo es mi nombre-, le digo tontamente,


haciéndola sonreír. -Fue un gusto conocerte
Ángela-, continúo balbuceando… Ella habla
mientras, miro dentro de sus hermosos ojos
claros, siento la calidez de su mano dentro de
mi mano, veo sus labios rojos por donde salen
palabras, y siento por algunos segundos que
dejo de pensar. No escucho lo que dice. Luego
creo que todo es un sueño, o que esto es una
broma. Debe ser que ya estoy muriendo… pero
Ángela vuelve a mover sus bellos labios rojos.
Me pregunta que si la he escuchado. Le he
dicho que sí, que perfectamente, y que allá la
esperaré, que sé cuál café es. Ella replica que
en quince minutos estará allá, mientras sigue
estrechando mi mano. Salgo del consultorio
completamente asombrado, sin creer en lo
que me está pasando, en la invitación que
me ha hecho.

Estoy en un café esperándola. Sigo acomodán-


dome a mirar de nuevo el mundo con mis ojos.
Ya han pasado quince largos minutos. ¡Esto no
era más que un sueño!... -me digo tristemente-.
Comienzo a pensar que esta será otra de las
tantas frustraciones que han pasado en mi
vida. Me resignaré y me iré con mi ojo nuevo…
Espero algunos segundos. Me había resistido
a hacerlo, pero saco un cigarrillo sin filtro y
comienzo a fumar… ¡Súbitamente ha llegado!
Se ha cambiado y se ha soltado el cabello. Se

59
Diario de locos

sienta frente a mí. Sonríe y sin ningún temor


comienza a hablar. Yo todavía no puedo
creer que esto me esté pasando. La miro y
está hermosa.

60
Exorcismo trascendental

H
abía comenzado a darme cuenta,
que mi cerebro tenía facultades o
características, que diferían de mi
personalidad cotidiana, o de mi yo mundano.
Fenómenos que no son filtrados por la razón,
por el yo consciente en el tiempo y el espacio,
el inconsciente, podrían llamarlo algunos,
aunque era más que eso, era mi propio cerebro
respondiendo a su estado temporal de supervi-
vencia y conservación. Presentaba autonomía
neuronal y consciente, diferente al yo con el
que dialogo todo el tiempo. No era normal
llegar a estas conclusiones, sin embargo, desde
mucho tiempo atrás venía notando, cómo
mi cerebro presentaba una recurrente incli-
nación a la serotonina, la oxitocina y demás
neuropéptidos que le brindan un estado de
bienestar. De cierta forma, mi cerebro era
adicto al placer, aunque a costa y sobre el

61
Diario de locos

sacrificio del bienestar de mi personalidad más


común y recurrente en el tiempo y el espacio, a
la que llamo “yo”. Es decir, mi cerebro me des-
estabilizaba emocionalmente, con depresiones
o recuerdos tóxicos, para llevarme así, a la
ingesta de algún estimulante, que le permitiera
llegar a su estado de bienestar. No es normal
tener al cerebro como un agente externo
diferente al yo, como tampoco lo es el cuerpo.
Todo esto lo hacía, buscando desenmascarar
el yo por completo, quitando todas las capas o
personalidades que lo recubren, hasta llegar al
yo interno o la conciencia pura. Así, esta forma
de ver mi cerebro, me servía para decantar las
diferentes posibilidades del ser, que pueden
manifestarse como mi yo. Tampoco creo estar
lleno de personalidades, sin embargo, ese diá-
logo constante conmigo mismo, ese cambio de
perspectiva que a veces se tiene sobre los dife-
rentes hechos o acontecimientos del mundo,
el arrepentimiento, el espíritu soñador, se me
antojaban como candidatos a personalidades o
efectos del yo, que encubrían el yo verdadero,
el yo interior que no es más que la envoltura
de la conciencia pura, su forma de acercarse
al mundo material. Había comenzado esta
tarea hacía ya algunas noches, al percibir que
mis estados de ser podían diferir en varias
direcciones o personalidades. A la hora de
planear un hecho o una acción, siempre había
otras posibilidades presentes que me arrojaba

62
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

el cerebro, el cuerpo u otros yos, cada uno a


veces queriendo una cosa diferente. Pude per-
cibir así, que mi cerebro me infringía estados
anímicos depresivos, a propósito, para recurrir
a alguna sustancia que le brindara bienestar,
aunque podría ser también alguna clase de
deficiencia y mi cerebro en busca de sanación,
manipula mis sentidos y emociones para res-
tablecer su equilibrio. Es lo que siento el día
de hoy, mientras viajo en este bus de nuevo
hacia mi casa. Pude terminar el trabajo con
el que estaba comprometido. Vendrá pronto
el pago. Voy hacia mi casa a descansar, satis-
fecho con la labor cumplida. No me acongoja
la soledad, aunque caigo en depresiones recu-
rrentes, hoy sabré estar solo, pues la dicha me
acompaña. Sin embargo, de nuevo llegan a mí
la tristeza y los pensamientos pesimistas, no
sabiendo porqué, ahí es donde concluyo que
mi cerebro me hace sentir así, para buscar su
satisfacción tóxica. Tengo algo de dinero en
el bolsillo, de inmediato pienso en llegar a
comprar alcohol, pero me detienen esos pen-
samientos descompuestos, acerca de dónde
provienen esos deseos y a quién satisfacen
realmente, ¿a mi yo? ¿a mi cerebro? ¿a algunas
de mis personalidades? Han sido muchos
años de excesos, he entrado en un consumo
responsable, dejaré a mi cerebro impaciente,
calmaré sus necesidades con mis propios pen-
samientos. Llevo varios días indagando en mi

63
Diario de locos

personalidad, analizo si han sido más de dos


personalidades, o yos los que han manejado mi
vida. Hay un diálogo constante y recurrente
conmigo mismo, pero a veces me contradigo,
tomo decisiones que no debí tomar de ninguna
forma, me equivoco sabiendo que lo voy a
hacer. Desde niño siempre estuvo esa duda, de
quién soy realmente, no encuentro un yo para
definirme, siempre me fue difícil hacerlo, mis
gustos son disímiles, aún no sé hacia dónde
debo encaminar mi navío. El bus se aproxima
al pueblo donde vivo, llego más pronto de lo
que pensaba, tengo tiempo de asomarme a un
café con la excusa de un cigarrillo, mientras
observo si hay alguien para conversar. Arrojo
el humo solitario, me marcho a mi casa en la
misma circunstancia, ya no quiero tropezarme
con nadie en mi camino, espero tomar la deci-
sión acertada. A veces me arrepiento de llegar
a mi casa solo, a estar solo, pensando en la
soledad, mientras me duermo solitario. Espero
que hoy no sea así, continuaré con el ejercicio
de conocerme a mí mismo. Entablo este diá-
logo y esta descripción de mi ser, al parecer
con otra voz que solamente me escucha dentro
de mí mismo, pronunciándose en un lenguaje
omnisciente. Son varias voces las que dialogan
en mi interior, no es esquizofrenia, soy yo
mismo, tratando de identificar las diferentes
perspectivas o voces que uso para nombrar o
para aproximarme a la realidad.

64
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

Tenía serias sospechas de que había varias per-


sonalidades interrumpiendo el fluir continuo
de mi ser. En ocasiones, dejaba que esa voz
interna me hablara de mí y mi perspectiva del
mundo, de acuerdo a la realidad que se va cons-
truyendo cada día desde mi conciencia. Creía
que tenía un dictamen acertado de lo que me
estaba representando, me convencía de ello,
duraba horas enteras alimentando esa forma
de ser y de apreciar la realidad, convencido de
que era yo mismo, hasta que terminaba por
darme cuenta o decirme desde otra voz, que no
era posible eso que estaba pensando, ese no era
yo, jamás cumpliría con los propósitos que me
estaba haciendo o llevaría a cabo las acciones
que me estaba proponiendo. Me dejaba poseer
por esa otra perspectiva más abarcadora, que
trataba de verme a mi simplemente soñando
y especulando sobre lo que no soy o no llegaré
a ser. También me ocurría que, entablaba diá-
logos conmigo mismo, acerca de argumentos
que debería decirle a determinada persona,
respecto a cierta conversación o relación que
llevamos. Pasaba horas pensando en todo lo
que iba a decir, repasándolo como un libreto,
en ocasiones llevado por la ira y creyendo que
iba a sostener argumentos que me darían la
razón en el conflicto. Me encontraba con esa
persona y le recitaba todo lo que había pre-
parado; ella se sorprendía, desmentía muchas
de las cosas que yo daba por supuestas, yo no

65
Diario de locos

podía terminar de decir mi libreto y lo vocife-


raba hasta el final. Nunca había un conflicto
grave, me marchaba hacia mi casa, el resultado
era que ya en soledad, me preguntaba ¿por qué
había hecho eso? Por qué había soltado ese
discurso tan fácilmente, no era lo que quería
decir, había una paranoia alimentando esas
palabras, me parecía que no era el verdadero
yo quien había dicho eso. Me había dejado
engañar por una personalidad que se formó
debido al conflicto, buscando tener la razón,
mostró argumentos perturbadores, basados
solo en supuestos, delirios, traumas de mi
personalidad real en el mundo. Estos diálogos
que entablé conmigo mismo y que luego llevé a
discusiones, me trajeron inconvenientes, algu-
nos conocidos se alejaron. Me parecía evidente
que me había dejado llevar por otro yo u otra
personalidad, que no representaba lo que en
mi yo interior realmente quería decir o hacer.
Así fue desde niño, hacía cosas convencido
y seguro de su proceder correcto, para luego
darme cuenta de que no había estado bien,
de que no era yo, que me había dejado llevar
por una pasión, un capricho, una personalidad
ajena a mi verdadero ser en el tiempo. Pude
identificar una personalidad iracunda que bus-
caba acabar con el mundo y conmigo mismo,
pero también supe cómo controlarla, ya que al
fin de cuentas aún sabía que era yo mismo. A
pesar de todo, me relacionaba con el mundo,

66
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

tenía amigos y compañeras de ratos, no


lograba relaciones amorosas estables. Llegaba
a mi casa solo a cumplir con estos delirios, a
analizarme buscando las personalidades que
me engañan, comprendiendo al cerebro y sus
necesidades que también me engañan. Todo
esto lo sostenía en un diálogo permanente
conmigo mismo, tratando de conseguir una
secuencia estable de mi yo.

Vivía en una casa pequeña, de dos pisos, las


habitaciones no tenían puertas. Tenía una
habitación más, aparte de la mía disponible.
No me acostumbraba a vivir solo, aunque,
llevaba ya un par de años haciéndolo. Algunos
amigos me pidieron que les arrendara esa
habitación, no quise hacerlo temiendo pro-
blemas con las anomalías en mi personalidad,
ya había sucedido antes, con personas que
conviví, todo terminó en caos, tenían que irse
o yo terminaba alejándome, nos entendíamos
mejor cuando ya no compartíamos el hábitat.
No quise arrendar la habitación, sin embargo,
un amigo me pidió un día el favor, de hospedar
por unos días a una chica con la que él estaba
saliendo, ya que la sacaron de su habitación y
necesitaba un lugar transitorio mientras con-
seguía otra en arriendo. Lo pensaba esa noche
mientras moría en mi cama, estaba convale-
ciente, enfermo de personalidades, esperaba
dormir para que se enterraran una a una en

67
Diario de locos

mis sueños. Pero, por el contrario, vi cómo


mis sueños se iban de mí, saltaban desde mi
cuerpo, cayendo, precipitándose hacia el vacío,
como los pájaros viejos que se dejan caer de las
ramas de los árboles, sin un aliento de volar
y de ser, se dejan caer muertos hacia el suelo,
como el fruto que envejece y cae descom-
puesto. Solo fue un sueño más del caos onírico
que refleja mi personalidad descompuesta,
que se ha partido en varios fragmentos. Al día
siguiente, Alejandro llegó con Lina a mi casa,
ella traía un par de maletas grandes y unas
bolsas llenas de cosas. Accedí a que se quedará
pensando que serían solo unos días. Alejandro
se marchó, Lina se acomodó en la habitación,
arrumó su cuerpo en la cama, arrojó su cabeza
sostenida por unos enormes audífonos, atados
a un cable que se perdía entre las sábanas. Mi
mente disociada me seguía confundiendo. Una
parte de mí me decía que estaba bien dejar
quedar a Lina unos días, eso renovaría mi
soledad, sería una voz real a quien escuchar en
mis cuatro paredes. Pero otra parte de mí me
decía que no debía dejarla quedar, me traería
inconvenientes, pensaba que los humanos no
sabían comportarse. Todo era más bien por
hacerle el favor a Alejandro, era su amiga y
estaba haciendo lo posible por quedar bien
con ella y poderla cortejar. Lina era una chica
joven, más joven de lo que parecía ser, ya tenía
un hijo de tres años, quizás por eso sus veinte

68
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

años no eran notorios. Estaba pretendiendo


madurar en un mundo que desde pequeña la
deó sola; una madre incomprensible, un padre
egoísta, se enamoró muy joven buscando
refugiarse de su hogar discordante en los
brazos de un adolescente como ella. Quedó
embarazada, el padre de su hijo fue quien
primero le dio la espalda, los demás también
la hicieron a un lado. Trató de hacerlo sola, era
una niña aún, su hijo terminó bajo el cuidado
de su padre, es decir, su abuelo, y de su abuela,
quien era la mamá del papá del niño. La dura
relación y separación, llevó a Lina a cuidados
psiquiátricos y a disposiciones legales con la
justicia. Desde entonces, Lina vivía sola en
alguna habitación, trabajaba en cualquier
cosa, pero los inconvenientes prematuros de
su vida, habían trastornado su mente, así que
deambulaba por el mundo sin un eje sobre el
cual girar, sin un puerto al cual llegar. Era una
chica hermosa, de cabello liso y largo, caderas
anchas y pechos tímidos. Al segundo día de
estar en mi casa, se levantó con una alegría
desbordante, quería revolucionarlo todo, coci-
namos y almorzamos juntos. Ella seguía siendo
independiente y aislada, eso me convenía, ya
que también me gustaba estar solo para entre-
garme a pintar. No podía evitar mirar a Lina
con deseo, era realmente hermosa. Alejandro
la visitaba muy poco, la cortejaba, se besaban,
pero nunca se quedaba con ella. Comenzó a

69
Diario de locos

gustarme, compartíamos algunos pasatiem-


pos, le gustaba el arte y la lectura, me invitaba
a recostarme a su lado para ver películas de
terror. Estaba desempleada, los días trascu-
rrían rápido, yo también estaba desocupado
en mi casa, no podía concentrarme en pintar,
pensaba en Lina, se estaba despertando un
yo lujurioso hacia ella, ya que sabía que no
era el verdadero yo. Comencé a ser amable y a
coquetearle, pero ella se mostraba indiferente.
Recordé, cómo en ocasiones me poseía la
lujuria como un ser poderoso, creía que era yo
mismo alimentado por el deseo, por las hor-
monas, por el curso de la naturaleza que me
brinda las herramientas como hombre, y las
secreciones hormonales que revolotean en mi
interior, esperando el momento de inseminar
la vida y procrear la existencia de los humanos.
Era un yo poderoso, podía invadirme y persua-
dirme durante horas y días enteros, todo mi
comportamiento y mi pensar giraban en torno
al apareamiento heterosexual. Encontraba
justificaciones en cualquier lado, como: es
natural, es la especie, son las hormonas, es la
sociedad que está demasiado sexualizada, es
normal tener una compañera, y lo más irres-
tricto: el amor, el amor en suma de cuentas,
era lo que buscaba. Aun así, poseído por ese yo
lujurioso, marché por el mundo dándole satis-
facción, pero cuando conseguía hacerlo, ese
yo se deshacía por completo y solo quedaba el

70
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

arrepentimiento, sustituyéndolo. Aparecía un


yo poderoso y racional, mostrándome lo mun-
dano y rastrero que había sido al dejarme llevar
y dar rienda suelta a las pasiones sexuales. Era
como si ese yo lujurioso anterior no fuera yo, y
como estaba en la búsqueda de mi verdadero
yo, no me dejé amedrentar por los encantos de
Lina, pero tampoco caía en la lujuria abismal
de mi cerebro y mis glándulas. Había identi-
ficado en mi interior, en los recubrimientos
de mi conciencia, a una personalidad o un yo
soñador, idealista, amoroso; en ocasiones ese
yo abarcaba toda mi personalidad, de ahí mi
inclinación al arte y a la pintura, pero para
llegar a esto, ese yo tuvo que luchar con un
yo lógico racional que también se paseaba por
mi mente, y que me dictaba un mundo más
cuadrado, matemático y racional. Esa lucha
interna entre un componente de mi mente
lógico y racional con uno artístico y soñador,
era una disputa diaria, que lograba identificar
desde esta otra perspectiva, más abarcadora
aún, desde la conciencia, que puede ver a mis
diferentes personalidades, buscando aniqui-
larse mutuamente para sobresalir.

Lina se sintió cómoda en mi casa, tenía un


lugar donde dormir, le compartía mis alimen-
tos, mis bebidas, mis cigarrillos, mi licor; ella
me brindaba su sonrisa, su ingenuidad que
trataba de encubrir con una supuesta sapiensa

71
Diario de locos

del mundo y de la existencia, pero en realidad


estaba asustada, estaba sola y esperando un
salvavidas para no naufragar en el océano de
la incomprensión. Yo podría ser esa persona,
ese salvavidas, por algo llegó ella a mi casa,
pensé esto en ocasiones, temeroso como
siempre de equivocarme. Lina estaba perdida
en su nebulosa, yo estaba una constelación
más arriba, también distante, pensando en
mi cerebro y sus necesidades, en mi cuerpo
y sus reproches, en mi conciencia envuelta
en diferentes personalidades, una encima de
la otra, que me infligían dolor con su incon-
sistencia, pretendiendo apoderarse de un yo
efímero. Mi enfermedad parecía agravarse, yo
me sentía así, enfermo de tiempo, el presente
era muy pequeño para que actuaran allí todas
mis personalidades, tuve que mandar algunas
al pasado y otras al futuro, así que me man-
tuve durante las noches lleno de recuerdos
y de sueños que se iban como pájaros viejos
hacia el olvido.

La anomalía en mi cerebro era cada vez más


evidente, pretendía ser algo y me convencía de
ello durante horas, pero luego me opacaba otra
parte de mí, para mostrarme otra posibilidad
y otra opción a elegir y actuar. Me embriagaba
con frecuencia, llegaba a mi casa dispuesto a
cortejar a Lina, me dibujaba en mi mente todo
el proceso, pero nunca lo hacía, un miedo

72
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

irremediable me consumía, pensaba que ella


me rechazaría mientras estaba con Alejandro.
Pero, llegó el día en que él se olvidó de ella,
no la visitó más, no la acompañó más a bus-
car trabajo y una habitación. Lina pasaba los
días sola en la casa. Mis ojos no podían dejar
de mirarla con deseo. En un viaje que hice
al campo, traje unas botellas de chicha que
guardé en la nevera. Una tarde, después de
almorzar le ofrecí un vaso de chicha, después
de ese vino otro vaso más, continuamos
bebiendo toda la tarde; hablamos de la vida,
conocí profundamente todos sus problemas
y su perturbada existencia. Reíamos de todo,
de nosotros mismos, de los demás, le conté
sobre mis personalidades, me felicitó porque
jamás estaría solo. Sacó algunos vestidos que
guardaba aun en sus maletas, se puso unos
tacones altos, se veía hermosa y seductora,
bailamos en medio de la ebriedad, sostuve
su delicado cuerpo entre mis manos, quise
besarla, pero ella sonrió evadiéndome. Le
conté que me gustaba, le comenté mis pre-
tensiones, quería estar con ella, quería que
sustituyera las personalidades que se estaban
agrupando en mi vida y en mis sueños. Lina
solo sonreía y fumaba mientras me escuchaba
casi suplicante. Ante la indiferencia de Lina,
surgió de mí un yo poderoso y voluntarioso,
que se apoderó de mi ser, estaba inflándose
en furia, se argumentaba en el rechazo de las

73
Diario de locos

mujeres y en la soledad que siempre le procu-


raba el mundo, también se alimentaba con la
impotencia y el arrepentimiento de no haber
obtenido el resultado esperado, sin embargo,
no reacciono con violencia; miré a Lina sus
hermosas piernas, ella se cubrió con su falda.
Tomamos más chicha, hasta que el fermento se
agotó, lo mismo que nuestra lucidez. Salimos
como dos locos a la calle a buscar algunas cer-
vezas. Regresamos ebrios a dormir cada uno
en su catre. Mientras me acostaba, no podía
dejar de pensar en Lina y su bella sonrisa, su
voluptuoso cuerpo se metía en mis ganas y
hervía en mi sangre; hice las cobijas a un lado
y comencé a acariciarme pensando en Lina,
pero Lina apareció de repente en frente de
la puerta del baño, estaba mirando lo que yo
estaba haciendo, entró al baño sin decir nada.
Yo me sentí avergonzado, quería que la tierra
me tragara, me arrepentí de inmediato, cómo
se me había ocurrido hacer eso en frente de la
habitación de Lina si ninguna de las habitacio-
nes tiene puerta, creía que ya estaba dormida,
fui un idiota, me sentía como el más infame
criminal, me sentía expuesto, vulnerable,
miserable. Lina se demoraba en el baño, qui-
zás riendo y burlándose de mí. Salió después
de un rato, me dijo buenas noches, y se fue
hacia su habitación. Yo no sabía qué hacer. Ese
ser lujurioso que empuñó su mano contra sí
mismo, para darse satisfacción desangrando su

74
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

ser, ese no era yo. No había sido yo quien había


tomado la espada, no fui yo quien inflamó mis
venas, quien pensó en la carne, en la piel, en
los pechos de Lina, en su vientre, en sus labios.
No fui yo quien sintió que se enredaba entre
sus piernas, quien se amamantó con sus senos,
quien metió su lengua hirviente dentro de su
boca. No fui yo quien la penetró, mientras mi
mano me rodeaba sustituyéndola, mientras
mi piel la imaginaba, mis ojos la soñaban y
mi saliva la ungía. No fui yo, lo comprendí de
inmediato. El conflicto se agravó en mi mente,
como pude dejarme apoderar por un yo que
no era yo, por esa personalidad lujuriosa. Lina
estaba solo a unos metros de mi cama y yo des-
angrándome, vertiendo mi ser en las sábanas,
la astucia no me daba para más. Me odié a mí
mismo por dejarme llevar por el deseo. Odié
a mis diferentes personalidades. Odié todo mi
ser, odié lo que soy y no soy; no me odié a mí
mismo, porque aún no encuentro mi yo apa-
rente, solo encuentro varios candidatos a mi
personalidad definida, a mi yo absoluto, pero
ninguno me convence, ninguno está dispuesto
a dejar de ser él mismo, a hacerse a un lado
para que brote la conciencia pura y real. Aun
así, seguía explorando en mi interior, quita-
ría todas las capas hasta llegar al yo interno.
Tendría que deshacerme de mi personalidad
lujuriosa, vencer el deseo de la especie de
reproducirse en mí y conmigo. Me dormí obse-

75
Diario de locos

sionado con mis personalidades, sentí que no


sería capaz de darle la cara al otro día a Lina.
Me sentía profundamente avergonzado.

Al día siguiente, dialogaba conmigo mismo,


con mi yo más recurrente, me perjudicaba
sobre manera el hecho de que Lina me haya
encontrado en esa circunstancia tan íntima
y especial. Aunque es un acto obsceno para
un observador externo. Si Lina supiera que
me estaba autosatisfaciendo a nombre de
ella, tal vez yo le daría asco, no creo que se
sintiera alagada. En la mañana no salí de mi
cama, Lina entró tarde a bañarse, no dijo
nada al verme bajo las cobijas, salió hacia la
calle a buscar trabajo, según me había dicho
la noche anterior. Yo estaba lleno de estupor
y adrenalina. Deseaba en lo más profundo de
mi ser, que en realidad no hubiera sido yo a
quien Lina encontró en ese suceso incómodo,
que hubiera sido otra persona, para no cargar
con esa responsabilidad, con esa culpa, con esa
vergüenza de ser. Por momentos lo creí así,
sentí que había sido otro el de la noche ante-
rior, mi personalidad lujuriosa, que no pudo
detenerse. Así era, no era yo, podía verme a mi
mismo desde esta conciencia abarcadora. Me
deprimió esta situación, mi cerebro me dictaba
rápido una salida a ese estado. Me quedé sus-
pendido en mis pensamientos toda la tarde,
sumergiéndome en mis personalidades, explo-

76
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

rando los diferentes yos que me componen.


Me convencía de nuevo, de que varios yos o
personalidades se superponen a mi conciencia,
como una matrusca rusa, cada personalidad
presentaba su forma de intuir el mundo, de
arrojarse sobre él, aunque siempre prevalecía
la más pusilánime. Solo esperaba que esas
personalidades no actuaran una aislada de la
otra o de la conciencia, quería tener siempre
el control. Finalmente decidí salir en la noche,
me tomé algunas cervezas, me embriagué, me
sentía vulnerable y expuesto, creía que todos
hablaban de mí. Terminé en un bar solo, la
depresión me consumió todo. Sentía ira hacia
el mundo y hacia mí, quería encloquecer y
acabar con todo, mi mente acondicionaba las
justificaciones para tal hecho. Mi personalidad
se enfurecía, apretaba los puños iracundos, me
molestaba también saber de mi insania men-
tal. De mi incapacidad para coordinar un yo
objetivo, o subjetivo al menos. Quería acabar
conmigo mismo. En instantes, me invadía
la tristeza, me compadecía, me victimizaba,
encontraba argumentos suficientes para
ello. Me sentía ignorado y despreciado por el
mundo, tenía una mente deforme, qué más
da, pero no era alguien peligroso. La soledad
me abrazaba con un manto de dolor, y lloraba
solitario en el bar, con la botella en mi mano.
Al instante, pensaba en levantarme y conti-
nuar con mi vida, era capaz de seguir creando,

77
Diario de locos

podía conseguirme una mujer y no estar


solo. Mi imaginación se expandió, soñé con
una vida nueva que yo mismo me procuraba;
era capaz de sobrepasar mis miedos, tenía el
coraje suficiente para enfrentarme a la vida y a
la muerte, llegaba lejos con mis obras de arte,
conseguía una compañera incondicional. En
medio de la ebriedad, sabía que solo eran mis
personalidades dialogando conmigo mismo,
buscando su supremacía. Mi conciencia des-
pertaba con un trago de cerveza. Me sacudía
las personalidades de mi cara, las limpiaba
de mi rostro con la mano. Decidí marcharme
hacia mi casa, esperaba encontrar a Lina dor-
mida en su habitación. Pensar en ella me llevó
de nuevo a sentir la soledad; pensé en el amor,
en conquistarla adecuadamente. Mi mente se
llenó de lujuria de inmediato. Había chicas
hermosas en el bar. Sentí una lascivia arrolla-
dora, como siempre encontraba argumentos
y justificaciones para ello, que calmaban a mi
yo déspota. Una lujuria insurrecta, se apoderó
de mi ser y de mi conciencia toda, las demás
personalidades quedaron a un lado. Pensé en
salir del bar para ir a un Burdel, tenía algo de
dinero. Me convencí de hacerlo. Sali del bar
dispuesto a aplacar el volcán que latía en mi
interior. Pero en la calle fui otro. Me pareció
absurda la decisión anterior que había tomado.
Mi diálogo interior se decantó y hablé solo con
mi conciencia, decidimos marcharnos para la

78
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

casa. Cuando llegué, Lina dormía profunda-


mente. Yo me tiré en la cama y me enrosqué
entre las cobijas. La mañana siguiente Lina
me despierta temprano. Ya se había bañado,
estaba muy hermosa. Rebosaba de alegría.
Me contó que había conseguido un trabajo,
comenzaba hoy mismo; en un par de semanas,
esperaba tener dinero suficiente, para pagarse
una habitación. Se sentía feliz de poder irse y
dejar de incomodarme. Yo ya no quería que
se fuera, aunque también pensaba que era lo
mejor para ella y para mí. En todo el día no
salí de mi cama, entré en una depresión que
no me dejaba hacer nada, me impedía hasta
respirar. Pensaba que no tenía varias perso-
nalidades, si actuaba diferente, era más bien
por el uso del alcohol u otras sustancias. Si
pensaba de diferentes formas, era mi mente
dispersa, si desde niño nunca pude apro-
piarme de un yo, debía verlo más bien como
una ventaja. A pesar de eso, continuaba con
ese diálogo interno, tratando de encontrar mi
yo verdadero, quitando máscara, tras máscara,
hasta encontrar la conciencia pura. No sabía si
dialogaba conmigo mismo o con alguien más.
En ocasiones sentía eso.

Lina llegó contenta en la noche. Traía una


botella de vino. Me buscó de inmediato. No
veía en su rostro ninguna señal de juicio o
de burla hacia mí. Me contó todos sus planes.

79
Diario de locos

Bebimos vino sin parar. La escuché todo el


tiempo. Terminamos ebrios hablando de nues-
tras soledades y fracasos amorosos. Se marchó
hacia su habitación, algo triste y confundida.
Yo me tiré a mi cama dormir, deshaciéndome
de las ropas rápidamente. Mientras daba
vueltas en mi cama, vi a Lina parada como
un fantasma en el marco de la puerta. Me
preguntó si se podía arrunchar conmigo, tenía
mucho frío y estaba temblando. En medio
de la oscuridad, levanté las cobijas y la invité
a mi lado. Se acurrucó en mi regazo, sentí
su cuerpo frío y sus pies frágiles. No podía
creer lo que estaba pasando. Podía sentir su
cabello en mi rostro, Lina volteó su cabeza,
buscando mi boca para besarme. Nos besamos
apasionadamente. Le quité su ropa, arrojé mi
pijama al suelo. Besé todo su cuerpo, sus pies
caminaron entre mis labios. Su piel morena,
latía bajo mis manos. Sus ojos negros ardían
buscando mis sueños. Sus pechos turgentes
latían en mi boca, se erizaban como dos lunas,
se levantaban como las olas del océano, su
lengua ardiente me ahogaba las palabras. Sus
caderas anchas, su vientre dispuesto, hicimos
el amor como dos mares que se encuentran.
Terminamos extasiados. Sin decirnos nada, nos
acostamos satisfechos. Lina se durmió con su
cara recostada sobre mi pecho. En la mañana
temprano, sale de mi habitación a hurtadillas,
se alista para su trabajo sin perturbar mi sueño

80
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

y sin agitar el silencio. Yo me levanto antes del


mediodía. Mi último recuerdo es el de Lina
abrazando mi pecho mientras dormía. Mis
personalidades no se hacían manifiestas. Todo
estaba en una suspendida calma en mi mente.
Esa tranquilidad de mi ser me causaba cierta
zozobra. Pensaba en Lina, en lo que podía
suceder si yo seguía alimentando esa historia.
Lo que sucedió la noche anterior no había sido
solamente lujuria, era mi yo y mi conciencia
amorosa los que abrazábamos con pasión a
Lina. Buscando no solamente sexo, sino tam-
bién amor y comprensión. No pude salir del
estupor en que mi mente se encontraba. El diá-
logo en mi interior se iba a ratos y solo quedaba
mi ser contemplando el bello cuerpo de Lina.
Recordaba sus besos y sus labios quitándome
la respiración. Ya entrada la tarde, esperaba a
Lina ansioso en mi casa, quería ver su reacción,
para desde ahí, yo también tomar acciones y
decisiones. No llegó, pero me llamó para que
fuera a encontrarla en un bar. Allí estaba,
hermosa y feliz, me saludó con un fuerte beso,
pretendió que todo el mundo lo viera. Me
hablaba de su trabajo, yo de nuevo supe escu-
charla, quise interrogarla, cuestionarla sobre
la noche anterior; quería preguntarle si sentía
algo bonito por mí, quería prometerle el cielo
y la tierra. Me convencí de proponerle que se
quedara a vivir conmigo, preparé los argumen-
tos suficientes, las argucias metafóricas para

81
Diario de locos

persuadirla, esperaba el momento adecuado


para hacerlo. Pero Lina no mostraba ninguna
señal de querer hablar del tema. Le era indife-
rente. Hablaba solo de su vida, de su trabajo, y
de vivir en un bonito lugar que se pueda pagar
ella sola. Desisto de hablar sobre el tema, llego
a pensar que es ridículo y absurdo, además de
romanticón lo que pretendía decirle a Lina.
Quizás a ella no le importaba. Había sido solo
otra noche más. No quería estacionarse en la
vida, y yo no era además un buen parqueadero.
Llegaron algunos amigos para sacarme del
delirio en que me encontraba. Se sentaron en
la mesa. Me dediqué a consumir licor, como un
buey sediento. Me marché hacia mi casa aun
consciente de mí mismo, dialogando con mis
personalidades pasajeras. El frío me azotaba el
rostro, se me perdían los pasos.

Me desperté a media mañana con un fuerte


dolor de cabeza. No recordaba nada de la
noche anterior, por más que me esforzaba,
pero sabía extrañamente que había ocurrido
algo raro en mi interior, algo había cambiado.
Me tranquilicé pensando que solo era el gua-
yabo. Me levanté para ir por un poco de agua.
Lina por supuesto no estaba en su habitación,
pero noté de inmediato, que sus cosas tampoco
estaban, se había llevado las maletas y toda
su ropa. Estaba solamente la cama tendida.
Traté de recordar algo, pero fue inútil. Sabía

82
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

que algo había ocurrido la noche anterior que


había cambiado las cosas y también mi ser, mi
personalidad, mi yo era otro, sentía la extraña
sensación de no ser el mismo. El diálogo en
mi mente seguía concurriendo, me hablaba a
mí mismo, a mi conciencia, a mi yo más coti-
diano, al que está envuelto en las situaciones
convencionales de los hombres. Durante el día
seguí indagando en mi persona para buscar
respuestas, mientras recordaba lo que había
pasado la noche anterior. Mi mente comenzó a
entablar conjeturas. Sentía un malestar en mi
ser. Pensé en salir en la noche a buscar a Lina
o alguno de mis amigos, para preguntarles
que había sucedido. Tenía una laguna mental,
me dije a mi mismo, me convencí de ello. Salí
desesperado de mi casa.

Había un viento sucio que circulaba por las


calles, pude ver los diminutos granos de polvo
meciéndose en el aire. Una lluvia intensa
comenzó a cubrirlo todo, a humedecer la tarde.
Corrí deprisa, asustado, huyendo de mí mismo.
Busqué donde refugiarme de los relámpagos
y la lluvia que comenzaba a perpetuarse. No
debía sobredimensionar demasiado mi pro-
blema, no tenía por qué hacer de lo sucedido
la noche anterior un dilema. Simplemente
me embriagué demasiado, hasta llegar a no
recordar nada de lo que hice. Sobre lo sucedido
con Lina, quizás solo fue un malentendido,

83
Diario de locos

debí haber dicho algo que no le agradó y por


eso desocupó la habitación tan pronto, o fue
una decisión repentina de ella. Solo podría
saberlo preguntándoselo. Esperé en una tienda
a que la lluvia disminuyera. En la noche fui
al bar donde siempre encontraba a Lina y a
todos mis amigos. Ella salió de su trabajo y
ya estaba allí. Me acerqué para hablarle. Me
rechazó de inmediato con su gesto y su mano
mientras me decía, que no quería saber nada
de mí, que nuestra situación ya estaba resuelta.
Me excusé por lo que hubiese podido suceder,
le expliqué que no recordaba nada debido al
alcohol que había consumido. Me dijo que
era un descarado, era solo una disculpa para
no afrontar lo mal que me había comportado
con ella. La había insultado, le había pedido
que se largara de mi casa, le cobraba por las
semanas que estuvo viviendo en la habitación.
Yo no recordaba nada. A Lina se le asomaban
lágrimas en los ojos, cuando recordaba lo mal
que la había tratado la noche anterior. Me
decía que yo era otro, que estaba lleno de furia,
parecía querer acabar a golpes con ella y con
el mundo entero. Lanzaba palabras hirientes
y toda clase de improperios. Me dijo que era
un cerdo machista. Vociferaba como un loco,
parecía estar poseído por un demonio, era
irracional lo que yo le decía. No podía creer
lo que Lina me contaba, ella tampoco creía en
mi amnesia o laguna mental. Pensaba que solo

84
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

me estaba justificando, escondiéndome detrás


de mí borrachera. Aun así, le indagué por más
de lo sucedido. Me dijo que, entre mis palabras
aberrantes, yo parecía querer manifestarle que
ella me interesaba seriamente como mujer,
pero que no sabía decirlo adecuadamente. No
estaba tan ebrio, más bien nervioso, pero lo
que hice fue asustarla y ella terminó por reco-
ger sus cosas y marcharse pronto de la casa.
Afortunadamente consiguió un lugar donde
quedarse mientras arrienda una habitación.
Seguía repitiendo que la noche anterior yo
estaba transformado, lleno de ira y dolor hacia
ella, le hablaba con resentimiento, le suplicaba,
luego le decía que se marchara, estaba como
un loco según ella. Pero consciente de todo lo
que estaba haciendo y diciendo. Yo no podía
creerlo, seguía sin recordar nada. Le di mil
disculpas, pero eso no opacó su rabia y des-
concierto, no quería saber nada de mí, terminó
por darme las gracias por los días que le di
hospedaje, me dijo que después me pagaría y
se fue del bar, diciéndome que esperaba nunca
más tener que hablar conmigo. No me dio nin-
gún momento para explicarme. Tampoco sabía
que decir, podía justificar mi amnesia, pero no
ese comportamiento. Dentro del bar estaban
algunos amigos con los que compartí la noche
anterior, me acerqué a ellos para corroborar
la historia de Lina, me dijeron que era cierto,
me vieron discutiendo con Lina e insultándola

85
Diario de locos

porque no se iba de mi casa. Era cierto, todo


lo que decía Lina era cierto. Me acongojé y
encogí bajo mis hombros. Me aparté hacia un
rincón del bar a beber solo. No podía creer lo
sucedido. Ahora si podía pensar que era otra
persona o personalidad la que había actuado
la noche anterior, ya no era un juego o solo
una suposición, parecía cierto, actúe como una
persona injusta e iracunda, sin comprender
nada. Porque sí, en realidad Lina me interesa,
y después de estar en la cama con ella, me
estaba gustando más, me estaba enamorando,
¿por qué no le manifesté eso, sino que se entro-
metió en mí ser esa personalidad iracunda y
monstruosa? Seguía sin recordar nada, me
tomé algunas cervezas más, no era posible que
una de mis personalidades actuara aislada de
las demás, o de la conciencia. Continúe con
este diálogo conmigo mismo, que tal si una de
mis personalidades se me salía de las manos y
tomaba autonomía y preciso esa, la que quiere
destruirlo todo, la que no encuentra una razón
o un sentido en la vida para la existencia de
sí mismo. La que solo refleja rabia y resenti-
miento. No obstante, tenía la conciencia aún
libre y estable, podía dialogar con ella, desde
esta perspectiva, desde el “yo” donde me ubico,
podía reconocer esa personalidad, o parte
furiosa que forma mi ser integral, podía verla,
como podía verme a mí mismo hablando con
mi conciencia. Podía identificar una voz pro-

86
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

pia, la que se centra en el yo, la que dialoga con


la conciencia, pero también podía reconocer
otras voces, otros yos o personalidades, la
personalidad lujuriosa, que a veces también
parecía pensar por sí misma, la personalidad
soñadora, la personalidad artística, aunque
parecen ser la misma. Podía ubicarme desde
el yo, para identificar todas las características
de mi ser, todas las particularidades de mi
existencia, las diferentes propiedades huma-
nas que me envuelven para afrontar el mundo
antropomorfo y el universo desconocido.
Quería deshacerme de todas esas envolturas,
identificarlas una a una, reconocerlas, desha-
cerme de todo lo que me hace humano, para
quedarme solo con la conciencia pura. Aunque
debería dejar de soñar, todo esto no era más
que retórica, para persuadirme a mí mismo de
ser algo. Debía convencerme más bien de que
no era nada ni nadie. No podía mantener una
relación estable. Cuando me embriagaba per-
día la razón y me olvidaba de lo que hacía, eso
era todo, no debía ir más lejos. No eran perso-
nalidades las que me invadían y sustituían mi
yo temporal. Mi conciencia intemporal estaba
ahí, y a esa era a quien debía escuchar y a nadie
más, ni mucho menos a mi imaginación. Por
no aterrizar mi mente, no concreté algo serio
con Lina, algo me decía que podía hacerlo,
aunque mi oportunidad ya había pasado y
ella me odiaba con justa razón. Me alejé del

87
Diario de locos

bar hacia mi casa, llegué apurado, me dormí


intranquilo y pensativo.

El nuevo día me llegó, llenó de culpa y resen-


timiento. Extrañaba a Lina en la casa. Aún
no entendía porque la había tratado mal, si
lo que buscaba era conquistarla. Escuchaba
diferentes voces que hablaban en mi cabeza,
unas justificaban mi actuar, otras me lo repro-
chaban, una me pedía que fuera a acostarme
y embriagarme con prostitutas; otra voz me
decía que me quedara en la casa pintando, otra
voz me decía que consiguiera un trabajo y me
comportara como una persona de bien, otra
voz me decía que lo que necesitaba era asistir
a alguna iglesia o secta, para rendirle culto a
algo más que a la conciencia, pero en el fondo,
seguí escuchando a mi conciencia abarcadora
que contenía a las demás voces, era la concien-
cia plena del aquí y del ahora, del tiempo y el
espacio, me aterrizaba en el presente, sofocaba
las múltiples voces que incendiaban mi pecho
y mi mente. Lina se me atoraba en esa con-
ciencia, en ese presente, quería que estuviera
en mi presente, no solo en mis recuerdos o
en mis sueños, quería que se hiciera infinita
conmigo, que nos inmortalizáramos en una
pintura. Pero Lina ya no estaría, las voces con-
tinuaron atormentándome, decidí salir hacia
la calle. Me sentaría en el café bar de siempre
a entablar una conversación con alguien. En

88
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

el café me encuentro con Armando, conversa-


mos un rato, luego me propone que salgamos
a la calle a fumarnos un porro. Buscamos un
lugar discreto, encontramos un caño donde
escondernos. No le comento sobre mis proble-
mas, soy solo el profesor de artes plásticas que
pinta, odia la guerra y busca el amor, aunque
sea pasajero. Así me ha definido Armando en
medio del “viaje”, no sabía que las personas
tenían esa percepción mía. El me habla de su
trabajo, de su esposa y de su hijo, se siente
orgulloso. Finalmente decidimos salir del
caño, para ir de nuevo al café bar. Cuando sali-
mos, a lo lejos una moto de la policía que cruza
nos ve asomando nuestras cabezas y luego
nuestros cuerpos. Sin dudarlo, se acercan a
indagar. Ya hemos caminado algunos metros,
los policías nos abordan con acusaciones, nos
tratan bruscamente. Nos requisan hasta el
último bolsillo de la ropa, no encuentran ni
un gramo de nada. Se ponen intranquilos. Nos
interrogan sobre lo que hacíamos en el caño.
Le explicamos que solo caminábamos por
ahí. Le exigimos a los policías que nos dejen
ir. Uno de ellos me arroja con fuerza contra
la pared para requisarme de nuevo. Siento
que no puedo respirar bien, se me nubla la
vista, quiero quitarme las manos del policía
de encima, se acercan dos policías más, mi
mente se distorsiona, no entiendo bien lo que
sucede. No sé cómo y espontáneamente, apa-

89
Diario de locos

rezco en uno de los calabozos de la estación de


policía. Me duele la cabeza, no sé bien lo que
pasa y como llegué ahí. No me explico porque
estoy detrás de esas rejas, a las que tomo con
fuerza, mientras grito ¡que está sucediendo! No
entiendo nada. No recuerdo nada, estaba con
Armando fumándome un porro, eso era todo.
Y ahora estoy acá en el calabozo, debió llegar
la policía y me golpeó, sí, eso fue lo que pasó.
Al instante llega un policía para sacarme del
calabozo, me conduce hasta una oficina. Ahí
está Armando frente a un escritorio dando
unas declaraciones, firmó un documento y
lo dejan ir. Me llevan frente al escritorio, el
comandante me explica que tengo una serie
de cargos, por resistencia a la requisa, por
golpear a dos policías, por irrespeto a funcio-
narios públicos, por agredir verbalmente y
físicamente, a los policías que se acercaron al
operativo. Yo no sabía nada de lo que me decía,
así se lo dije al comandante completamente
asombrado. El sigue diciéndome que me había
comportado de forma violenta y agresiva, casi
irracional, parecía un monstruo pataleando
y gritando, mientras era sostenido por seis
policías. Todos estaban asombrados de la rabia
y furia que manifestaba, parecía poseído o
endemoniado, decían. Yo seguía sin poder
explicarme lo que el comandante me contaba,
supuestamente eso ocurrió hace apenas un
par de horas, pero yo no recordaba nada, y

90
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

no estaba ebrio, tan solo me había fumado un


porro. ¿sería eso lo que me transformó en ese
ser que me muestra el policía? Finalmente, el
comandante me cuenta que solo pudieron cal-
marme cuando me encerraron en la celda. Hay
tres policías más en la oficina que me miran
con resentimiento y coraje. El comandante
me explica unas normas y leyes, por las que
pueden encerrarme unos meses, por agresión
a la autoridad pública. Mi rostro palidece, le
explico que no fui yo quien actuó de esa forma.
Así es, contesta el comandante. Su amigo
Armando me comentó que la yerba que él, le
dio a fumar, estaba contaminada con algún
químico, o con yerba artificial, por eso le hizo
daño y desató en usted esa ira, de la que ahora
no se acuerda. Además, él nos dijo que usted
nunca había fumado yerba, era su primera vez,
por eso actuó así y no se acuerda, de cierta
forma lo comprendemos. Su amigo nos va a
ayudar a llegar al vendedor de esa sustancia. A
usted lo dejamos libre, ya que parece que actuó
bajo el influjo de esta droga, sin embargo, eso
no lo justifica, no vuelva a consumir sustan-
cias, aléjese de ese camino, que esto sea una
señal para usted. El comandante de policía
terminó por darme consejos morales sobre mi
comportamiento, además de invitarme a cui-
dar mi salud. Se lo agradecí mientras salía. No
quería estar demasiado tiempo en ese lugar.
Seguía sin creer y comprender lo sucedido.

91
Diario de locos

Armando me había salvado, yo sabía que lo


que el manifestó no era cierto, la yerba que él
tenía no era artificial ni tenía algún químico.
Era yerba de buena calidad. El porro no era
lo que me había inducido a la ira, he fumado
desde hace muchos años y por el contrario
me lleva un estado de relajación, paz y tran-
quilidad, además de una hermandad con el
mundo y la naturaleza. No había sido eso. Algo
extraño estaba pasando en mí. Parecía estar
endemoniado o poseído. Algo se apoderaba
de mí, actuaba por mí y me hacía responsable
de acciones que no estaban en mi conciencia
ni en mis sentidos. Me utilizaba. Sabía que no
era esto, no creía en demonios ni en infiernos.
El mal solo está en la cabeza de los hombres.
Como en la mía, comenzaba a comprender que
tenía una anomalía, una personalidad furiosa
y violenta se apoderaba de mi ser, actuaba y
mi conciencia, mi yo cotidiano no se daban
cuenta de eso. No recordaba absolutamente
nada de la pelea con los policías, del forcejeo,
nada de nada. Sentía que no había sido yo
quien había hecho eso. Estaba cada vez más
consternado con lo que estaba sucediendo
conmigo, en mi ser. Esto ya no era cuestión
de tragos o de lagunas mentales, parecía ser
algo grave, sin embargo, no sobredimensioné
el problema, continúe dialogando con mi
conciencia, buscando la forma de recordar
ese lapsus de tiempo en que me había poseído

92
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

otro yo, otra personalidad, pero no conseguía


recordar nada. Caminé hasta el café bar, me
senté solitario, quise tomarme una cerveza,
pero preferí un vaso de agua. Me invadió la
tristeza y la depresión. Me marché hacia mi
casa decepcionado. Me acosté, deshaciéndome
de todas mis características humanas, de todas
mis facultades aprendidas y adquiridas, de
todo lo humano que me adorna, de todas las
personalidades que me componen y distraen,
de todo el ego que me soborna, de todos los
yos que me disipan. Me dormí cansado.

Al siguiente día, me despierto asustado,


hay una mujer a mi lado, me froto los ojos
pensando que es un sueño, pero es realidad,
levanto las cobijas y ahí está el cuerpo desnudo
de una mujer, yo también estoy desnudo. No
logro creerlo ni comprenderlo. Salto de la
cama asustado, las cobijas caen al piso, la
mujer se despierta, me dice que me tranqui-
lice, me pregunta si he tenido una pesadilla,
la miro bien y la reconozco, no lo puedo creer,
¿qué hace esa mujer en mi cama? miro alrede-
dor, al parecer tuvimos sexo en la noche, me
siento indignado. No había bebido ayer pero
no me acuerdo de nada. ¿Como llegó Andrea
a mi cama? No puedo explicármelo. Me siento
confundido y asustado. Le pregunto a Andrea
por qué está en mi cama y en mi casa. Ella me
dice que todavía estoy dormido y soñando, o

93
Diario de locos

que me estoy haciendo el loco. Me pide más


bien que me recueste a su lado otra vez y que
nos besemos. Andrea era una mujer pequeña
y ancha, no era hermosa, pero a veces pasaba
por atractiva. Estaba casada, pero trataba mal
a su abnegado esposo. Era una mujer arro-
gante y de apariencias, mentía, engañaba, era
realmente fastidiosa, la conocí por accidente,
siempre estuvo interesada en mi a pesar de mi
obstinado y contundente rechazo. No me gus-
taba. No podía imaginar cómo había llegado
a mi cama y estaba ahí desnuda, mirándome.
No recordaba nada, me sentía violado. Ella me
seguía pidiendo que me recostara a su lado. Le
dije que por alguna extraña razón no recordaba
nada, que me explicara lo sucedido. Accedió a
hacerlo, la noche anterior nos encontramos en
el bar, yo la cortejé de inmediato, no me resistí
a su belleza y encanto, finalmente caí rendido
a sus pies. Decía que yo le insistía para que
estuviera conmigo, hasta que la convencí de
traerla a mi casa. Le hablé de poesía, de arte, de
estética, de la belleza de su ser y de su cuerpo,
del amor que sentía por ella. En mi casa yo
la había tratado como una princesa, le había
hecho el amor como a una Diosa, teníamos
almas gemelas, según ella. Yo no podía creer
lo que había pasado. Comencé a ponerme mi
ropa, pensaba en las diferentes personalidades
que sentía que estaban conmigo. Pero no era
posible, solo eran suposiciones mías, ninguna

94
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

de mis personalidades puede actuar aislada


de mi “yo” sin que mi conciencia se dé cuenta.
Pero había sucedido otra vez. Esto ya era algo
realmente preocupante, podía estar enfermo.
Convencí a Andrea para que se marchara de
mi casa, prometiéndole otra noche de lujuria
y pasión. Me senté preocupado a pensar,
me había dejado llevar por esa personalidad
lujuriosa la noche anterior, pero no recordaba
absolutamente nada. Recordaba que estuve
en el bar y de ahí me vine solo hacia mi casa.
Recordaba los pensamientos que tenía antes de
dormir. Pero, ¿cómo llegó Andrea a mis sába-
nas? no recordaba eso, estábamos desnudos,
mi cuerpo aún tiene el olor de su perfume,
¿cómo es que no recuerdo nada? La depresión
y el desespero de estar conmigo mismo, de
ser yo mismo, me invadieron por el torrente
sanguíneo, mi corazón latía impaciente, no
soportaba estar ahí, en el espacio, siendo eso
que soy yo, quería explotar y deshacerme en
pedazos. Salí corriendo hacia la calle, caminé
de prisa a hacia el café bar de siempre, necesi-
taba hablar con alguien.

Pensaba en Lina y lo que debí haberle dicho


para que se alejara, debió ser tan terrible, que
ella no me quería volver a hablar. Pensaba en la
violencia que me nació hacia los policías, no
sabía por qué había reaccionado así, además no
recordaba nada. Pensaba en lo que hice la

95
Diario de locos

noche anterior, seducir a Andrea, ella no me


gustaba, no estaba ebrio, no era yo quien había
hecho eso, ni siquiera recordaba si había dis-
frutado haciendo el amor con ella. Me
preocupaba mi personalidad, se estaba
saliendo de control y podía ser aún peor. Sin
embargo, aún seguía dialogando conmigo
mismo y con mi conciencia. Aún escuchaba
esa voz sublime que me mantenía en la reali-
dad, ese yo interior que podía ver a los demás
yos manifestándose, ahora aisladamente de mí
mismo. Sabía que no estaba enloqueciendo, fui
así toda la vida. Me cuento esto a mí mismo,
pero me está escuchando la conciencia que lo
comprende todo. Llego al bar y hay un bullicio
en su interior. De inmediato veo a Lina, sen-
tada con un tipo, hablando amistosamente.
Ella me ve y hace un disimulado gesto de
repugnancia. Me siento en una mesa donde
está solitario un amigo. Pienso en hablar con
Lina. Siento celos por el tipo con el que está
hablando. Me invade la impotencia y el arre-
pentimiento de lo que hice con ella. Recuerdo
su cuerpo, sus besos y la noche maravillosa
que pasamos. El tipo le toma las manos, parece
estar conquistándola. Me invade la ira, quiero
hablar con ella pronto. Pienso en ir a la mesa a
interrumpirla, pero me detengo dado mi histo-
rial con mis personalidades inquietas. No
puedo dejar de sentir rabia contra mí mismo y
contra el mundo. Me tomo unas cervezas con

96
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

afán. La furia me sigue consumiendo, veo a


Lina embelesada con el tipo. Mejor espero
paciente a que se dé la oportunidad de hablar
con ella, sin que se dé ningún problema. Mejor
evito que florezca mi personalidad dispareja.
Pasan los minutos y Lina no quiere moverse de
la mesa. Decido marcharme antes de que
suceda algo inesperado. Camino apresurado
hacia mi casa, no quiero estar allá, pero no me
queda más remedio. No me siento bien, mi
cabeza se siente vacía. Me duermo casi de
inmediato. En la mañana temprano, Lina gol-
p e a de s e s p e rad a a m i pue r t a , a r roja
piedrecillas a la ventana. Salgo asustado. Me
dice que soy un infame y se me arroja a darme
golpes en el pecho con sus puños suaves.
-como pudiste- repite muchas veces, eres un
desgraciado y un loco. ¿Por qué lo golpeaste?
No sé de qué me estás hablando, le replico con
asombro. No te hagas el idiota, el amnésico
como siempre para justificarte, eres un animal.
Él era mi primo. Me dice con lágrimas en sus
ojos. Le explico que no recuerdo nada, que me
está pasando algo raro, que debo estar
enfermo. Me grita que no soy más que un
borracho, un adicto y una persona violenta. Me
dice que soy un desgraciado y un psicópata.
Esperé a su primo un rato hasta que estuviera
solo, y luego le caí encima golpeándolo como
un loco. Me arrojé sobre él con furia, ella lo vio
todo desde lejos, lo golpeaba sin querer parar,

97
Diario de locos

Lina me cuenta que llegó a tiempo para dete-


nerme, ya que estaba poseído, como un animal
golpeándolo, completamente transformado y
trastornado, lleno de violencia y de ira. Se llevó
a su primo para el hospital. Yo no puedo creer
nada de lo que me dice. Me cojo la cabeza y me
acurruco en el suelo. Parece que de verdad
estoy loco, y tengo varias personalidades con-
viviendo conmigo. De nuevo le pido mil
excusas a Lina, le digo que visitaré un médico
y asumiré todas las consecuencias de mis
actos. Ella me dice que así será, ya que logró
convencer a su primo de que no se vengará de
lo que le hice, golpeándome junto con sus tres
hermanos, a cambio me entablará una denun-
cia por lesiones personales. Lina me muestra
en su celular las fotos de su primo lastimado y
golpeado. Eso corrobora más su historia, me
digo a mí mismo, me muestra además unas
fotos que tomó otra persona, donde estoy gol-
peando a su primo. Yo no puedo creer que sea
ese que está ahí, pero efectivamente ese es mi
rostro, ese soy yo. Mi mente se confunde aún
más, no entiendo lo que estoy haciendo. Lina
se marcha enfurecida, me dice que pronto me
llegará una citación de la policía a mi casa. No
puedo más con esto, debo encontrarle una
solución, es temprano todavía, mi conciencia
me empuja de inmediato hacia el hospital para
sacar una cita médica. Me la han dado para el
día siguiente. Llego a mi casa decidido a pintar

98
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

un buen rato, para distraerme y relajar mi


mente deforme; tengo unos bocetos por termi-
nar. Así lo hago, reúno pinceles y pinturas;
acerco un cuadro sin terminar al caballete y
comienzo a rellenarlo. Me agrada mi oficio. Mi
mente se distenciona por un rato. Llegan de
nuevo los problemas en que me he metido;
ahora una citación a un juzgado por lesiones
personales. Lina odiándome por completo. Yo
sin saber qué es lo que ocurre. Aún puedo
hablar conmigo mismo y contarme estas cosas,
busco mi yo verdadero, no el que pueda justifi-
carse con algún recurso humano. Dialogo con
mi conciencia, quisiera saber lo que ha hecho
mi personalidad en estos días que no recuerdo.
Quisiera tener el control y el dominio de todas
mis emociones y personalidades, si es que las
hay. Quisiera conocer mi ser integ ral.
Desenmascarar esta mentira que he cons-
truido sobre este pedazo de tiempo. En el
fondo sé que no soy nada, no soy nadie. Soy
solo un elemento más de la ecuación infinita
del cosmos. Un mensajero de ADN. No soy un
artista, no soy siquiera un ser humano, no he
sabido serlo. Solo están en mí, los pálpitos
naturales de la vida y del universo. Mi cerebro
con todos sus procesos neuronales que generan
un yo fantasma. No soy nadie y nunca llegaré a
ser siquiera algo, a tener al menos el valor de la
cosa, su permanencia en el tiempo, su concien-
cia del presente. Lo que estaba programando

99
Diario de locos

para mi vida no estaba saliendo según lo espe-


rado. Decidí no tomar ninguna decisión, para
que mis personalidades no entraran en contra-
dicción. Sentía en mi mano al pincel como un
objeto inútil, las figuras que pintaba no repre-
sentaban lo que quería expresar, mi yo
verdadero. Ni siquiera sabía qué era lo que yo
quería expresar. No me reconocía en las obras
que estaba pintando. No era yo el que las eje-
cutaba, el que las construía, su inspiración no
estaba en mi cabeza. Sentí una desazón horri-
ble por mí, y por mi obra artística. Dejé de
pintar para irme a la cama a tratar de dormir
un rato, ya era de tarde y la noche llegaría
pronto. Mi cabeza revoloteaba en la cama, con
paciencia quité todos mis pensamientos de
encima y así pude conciliar el sueño. Me des-
perté a las diez de la noche, fui al taller donde
pintaba por un cigarrillo. Encendí la luz, vi con
sorpresa y horror que todos mis cuadros esta-
ban destruidos, despedazados, los lienzos
perforados y golpeados, los pinceles estaban
partidos por mitad, las pinturas y los óleos
estaban regados por el piso y estrellados en las
paredes. Había más cosas rotas, sillas, libros,
revistas, el caballete donde pintaba. Parecía
que un feroz animal se había ensañado con mi
taller y todas mis obras. Quizás alguien había
entrado mientras dormía, quise pensar en ello,
aunque sabía que no era así, sin embargo, veri-
fiqué que las puertas estuvieran cerradas desde

100
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

dentro. No podía haber otra explicación posi-


ble, había sido yo poseído por esa personalidad
descompuesta y destructiva. Trataba de recor-
dar algo, pero no había nada en mi mente al
respecto. Seguía sin poder creer lo que estaba
viendo, yo mismo había destruido toda mi
obra, como si me quisiera exterminar a mí
mismo, eran solo conjeturas de un deprimido.
Había sido yo, no había otra respuesta. Esto se
estaba saliendo de mis manos. Podía hacerme
daño o hacerle un daño grave a alguien. Pasé
un par de horas tratando de reconstruir mi
taller y recuperar lo que había quedado de mi
obra. Sentía toda la furia con la que fueron
destruidas. A ratos me llegaba como un relám-
pago, ese deseo de violencia a mi cabeza.
Decidí irme a dormir para esperar la cita
médica del otro día. Pensé en amarrarme a la
cama, atarme de manos y pies para no darle
posibilidades a alguna de mis personalidades
de salir a destruir el mundo o a aparearse con
la que encuentre. Atarme a la cama era dema-
siado. Solo me recosté auto observándome,
vigilando mis personalidades, buscando la
conciencia entre tanto caos. Me duermo en
la madrugada.

Me despierto ansioso de ir a la cita médica.


Pienso contarle todo lo que me ha sucedido
al médico, así lo hago, después de esperar
mi turno un largo rato. El medico no parece

101
Diario de locos

creerme nada acerca de la disociación de mi


personalidad. Sin embargo, logra puntualizar
síntomas específicos en todo lo que le cuento.
Me ausculta minuciosamente, observa deteni-
damente mis ojos y mis pupilas. Me pide que
le repita todos los síntomas. Tranquilamente
me dice que puedo tener un tumor en mi
cráneo, no lo asegura, no puede ser grave,
pero debido a que los síntomas se han ido
intensificando, me remite de inmediato a un
hospital mejor en una ciudad vecina, donde me
harán un Tac cerebral y algunas resonancias.
Una ambulancia me traslada a la otra ciudad.
En el hospital me atienden de inmediato. Me
hacen los exámenes propuestos, además de
muestras de sangre y evaluaciones psicológi-
cas. Después de un rato, me encuentro en el
consultorio de un médico neurocirujano, que
observa unas diapositivas con los resultados
de las resonancias magnéticas de mi cerebro,
dice que no hay nada, ningún tumor que se
presente, todo parece estar normal. - Lo que
si veo es una anomalía en el cuerpo calloso,
sus hemisferios cerebrales parece que se están
separando, si, es eso amigo. Permítame hacer
unas consultas-. El doctor toma el teléfono y
hace una larga llamada, habla en francés, envía
con su celular unas fotos de las diapositivas y
de las resonancias. Cuelga el teléfono para vol-
ver a llamar de nuevo, esta vez habla en inglés,
envía un fax y unos correos apresuradamente,

102
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

dialoga con impaciencia, finalmente cuelga


mientras me dice, que mi caso es interesante,
parece que tengo el síndrome de desconexión
interhemisférica cerebral. Eso muestran las
imágenes, aunque mis síntomas no concuer-
dan, no corresponden. Llegan más médicos al
consultorio, todos estudian mi caso. El doctor
me pregunta de nuevo todos los síntomas,
me dice que no puede ser, ya que en este
síndrome hay un hemisferio dominante, pero
no personalidades múltiples que se apoderan
del sujeto yo y lo sustituyan, sin el tránsito de
su comportamiento por la conciencia, como
usted dice. Eso mi amigo, puede ser síntoma
de otra enfermedad, terminó diciéndome el
médico complacidamente. En seguida, pasé a
otro consultorio donde estuve hablando con
un psicólogo y un psiquiatra durante horas,
me hicieron muchos exámenes y pruebas,
decidieron dejarme esa noche en el hospital,
no tenía alguien cercano que me acompañara
como ellos me lo exigían. Al día siguiente, el
doctor neurocirujano, llega a mi habitación
con una corte de médicos y doctoras, me dice
que debe hacerme una intervención pronto
en la cabeza, será algo ambulatorio, antes de
que el síndrome progrese demasiado. Me dice
que lo de mis personalidades lo trataremos
después de la cirugía y la recuperación. Accedo
a todo. El doctor me dice que la cirugía se
hará pronto, aprovechando que se encuentran

103
Diario de locos

casualmente en el hospital los especialistas


en la rama. En un par de días preparan mi
cuerpo para la intervención. Termino de llenar
algunos documentos y exigencias formales.
Me llevan al quirófano, me anestesian, abren
un orificio en mi cráneo, donde con un aparato
y una cámara, los médicos reparan la sepa-
ración del cuerpo calloso. La operación dura
horas. Me despierto con la cabeza vendada,
el doctor llega a decirme que la operación ha
sido un éxito, me mantendrán allí en obser-
vación durante unos días más. Yo siento mi
cabeza embotada, recuerdo todo antes de la
operación, pero siento que no soy el mismo, tal
vez si me siento un poco más coherente, mis
pensamientos marchan ordenados. Al tercer
día me toman una resonancia magnética de
nuevo. Me dice que todo está en orden. Da la
orden de salida, después de darme todas las
indicaciones para el reposo y recuperación. Me
da una lista extensa de medicamentos.

Con los días comencé a notar que había algo


extraño dentro de mí, un palpito, una voz
nueva, otra forma de intuir el mundo, no lo
entendía bien. Me sentía raro cuando estaba
pensando, como si pudiera sentir todos los
engranajes neurológicos que ponen en marcha
la conciencia, como si no necesitara un yo para
ir por la realidad. Sentía un cuerpo extraño en
mi interior, como un nuevo huésped que estaba

104
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

reconociendo el lugar, sé que soy yo mismo,


que broto otra vez de nuevo desde mi concien-
cia profunda. Era yo mismo, mi yo absoluto,
mi yo consciente en el tiempo y en el espacio,
en el aquí y el ahora, mi yo consciente de las
hormonas, de las secreciones glandulares y
las conexiones cerebrales que lo estimulan.
Aunque, en ocasiones siento que mi conciencia
no era producto de los procesos fisicoquímicos
de mi ser corporal, no era un fantasma para
la comprensión del mundo y la aprehensión
de la realidad. Sentía que mi conciencia y yo
éramos más bien un compuesto de esa voz
absoluta, que me completaba como una unidad
con ella y un todo con ella, que me permitía
enfrentarme a la vida y a la muerte sin ningún
temor, sin ningún conocimiento humano. La
conciencia absoluta abarcaba mi personalidad
humana, comprendía los procesos fisiológicos
que dan como resultado un yo, pero estaba
ajena al tiempo y al espacio, era intemporal,
aprendí a navegar en este lugar sin tiempo.

Después de un par de semanas, me siento


completamente bien con la operación, nadie
ha venido a decirme, que he hecho algo de
lo que no me acuerdo. Algunos amigos me
visitan constantemente. Me siento renovado
y aliviado. Pregunto por Lina, ella sigue en
su trabajo, yendo al bar de vez en cuando.
Sigo solitario en mi casa, pero ya no siento

105
mi mente confusa. Dialogo conmigo mismo,
con mi conciencia, hago a un lado todas las
características humanas, quedan solamente
mis emociones reducidas a los procesos que
las recrean desde mi cerebro y mis glándulas.
Pienso que todo esto que me pasó, pudo haber
sido un engaño de mi cerebro para mí mismo,
para mi conciencia, buscando su satisfacción,
su estado de bienestar, y control del cuerpo, la
mente y las emociones. Ese engaño lo perpe-
tuó con el fin de que me diera cuenta de mi
enfermedad y visitara un médico. Era absurdo
esto que estaba pensando. Ya había pasado
todo, me sentía mejor. Podía seguir dialo-
gando conmigo mismo como lo hago ahora,
o con mis personalidades, las abarcaba desde
mi conciencia, tomaba distancia para poder
verlas y controlarlas. Identificaba mi persona-
lidad artística y soñadora, y mi personalidad
agresiva y lógica, pero ya no se me escapaba
del dominio de mi conciencia, podía dialogar
con ellas, sabiendo que era yo mismo, que era
mi conciencia. Me tenía a mí mismo, a mi yo
soñador, a mi yo lógico y la conciencia que los
abarca a todos. Ubicado en el presente, en el
aquí y el ahora, podía identificar esas cuatro
voces que me componen, aunque horrorizado
comprendí, que hay una quinta voz dentro
de mí, es a la que le cuento todo esto, porque
a alguien le estoy relatando todo esto que
expreso, me he estado comunicando con
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

alguien durante toda esta historia, es una voz


más, es la conciencia absoluta, la conciencia de
todo, de ella no escucho su voz ni conozco su
personalidad, pero es a quién me dirijo.

Al fin camino por las calles tranquilo, siento


el dominio de mí mismo, de mi voluntad. Aún
no encuentro un yo estable, pero trato que
mi conciencia esté todo el tiempo dialogando
conmigo. Como un sueño, veo a Lina que se
aproxima a lo lejos, viene con unos audífonos
que rodean su cabeza, colgados de un cable
que parece desprenderse del cielo, escucha
música celestial, sus caderas se mueven mien-
tras camina, el sol la ilumina, bella, infinita,
única. Me ve y sonríe en la distancia, yo
apresuro a mi conciencia para que pronto nos
encontremos con ella.

107
Suicidio metafísico

D
e nuevo estaba frente al teclado, a
punto de comenzar a escribir la his-
toria de mi vida, una autobiografía
solemne, sobre cómo veo pasar el mundo sobre
mi cabeza sin hacer nada, soportando la inuti-
lidad de mi vida y temiendo a lo incómoda
que sería la muerte. También intentaba versos
y cantos, que se desbordan de mí, cuando
me arrebata la suficiencia de la existencia, la
belleza que enternece las ideas y las constriñe
en una imagen añorada. Esperaba cualquier
historia que borre la necesidad de existir, o
que evada la pregunta por el vacío y la soledad
inherentes al ser, como consecuencias del
dolor en que me identifico a mí mismo, como
sólo un vehículo del cosmos que transporta
algunos átomos pesados, que evolucionaron
para discernir su propio estado. El tiempo no
cesa, solo dos o tres miserables ideas circulan

109
Diario de locos

por mi cabeza, todas tienen como punto de


partida mi miserable existencia, en todas soy
la excusa para escribir, son mis emociones, mis
anhelos, mis sueños, soy yo mismo, dejo mi ser
en las letras, para deshacerme de un poco de
existencia, así como me deshago de mí mismo,
desangrando en palabras. Paso horas frente
al teclado, lanzo dos o tres versos estúpidos,
para justificar el aire que me trago. Así pasan
los días, los meses y los años, manuscritos
cortos y textos sin terminar, versos insípidos,
todos rezan sobre la paranoia y la psicosis
que me produce la propia existencia de todo,
con la ausencia de sentido y una nada oscura
como fondo, la realidad flotando en un tiempo
indeterminado. La angustia de ser en sí. La
dificultad que tuve para disciplinar mi cuerpo
en la dimensión humana y corresponder a
las interacciones sociales establecidas por los
humanos, para soportar la esquizofrenia del
ser aislado del tiempo.

No logro dormir en las noches, fumo sin parar,


llevo años haciéndolo. Consumo licor diaria-
mente, al menos un par de cervezas o algunos
tragos de vino, busco la ebriedad, escapando
de mí mismo. Mi vida se ha hecho ruinas, hay
muchos sueños incumplidos, muchas derrotas
y fracasos dispersos en mí realidad. La soledad
me rodea todo, en la intimidad me sobrecoge y
me deshace en mil lamentos que se van como

110
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

susurros a atraparse en las palabras sin dueño,


en hojas perdidas, en versos inconclusos. No
hay una biografía para hacer, solo hubo rui-
nas y cenizas todo el tiempo. No vale la pena
narrar la vida de mi ser, no llegué a ningún
lado, no venía de ningún otro, no hice nada
extraordinario, les robé el aire a los que si lo
necesitaron.

Una noche, el aire no podía entrar a mi pecho,


se me dificultaba respirar, tampoco podía
pasar saliva; la situación se agravó, el corazón
se aceleraba a ratos, sudaba frio, las piernas me
temblaron, estaba solo, como lo he estado los
últimos años, consideré esa soledad como justa
dado mi comportamiento antisocial, pero en
ese estado vulnerable de enfermedad, en que
necesitas de alguien que te ayude, o auxilie y
no hay quién lo haga, todo porque no supiste
estar solo en el universo mientras se te agota
la existencia. Comprendí entonces, que no
tenía o no había absolutamente nadie, ningún
Dios para suplicar, solo estábamos mi cere-
bro, mi cuerpo y yo, además, nadie contestó
mis llamadas a esa hora; comprendí así, que
nadie daría un peso por mí, o haría algo por
mí, mientras pedía auxilio para no ahogarme.
Estaba solo en el mundo, rápidamente mis
instintos se enervaron, mi cuerpo pensó solo,
llamé a un taxi que me llevó al hospital, todo

111
Diario de locos

estuvo mejor, pude respirar de nuevo, ya no me


ahogaba, regresé a mi casa a tratar de dormir.

Tuve que dejar de fumar por completo, no


quería hacerlo, otra frustración más para mi
vida. El aire volvió a mis pulmones. Volví a
mis papeles y a mis cuentos sin terminar,
pero seguía hipnotizado frente al teclado sin
escribir. La soledad me consumió todo, me
venció a ratos, en realidad fueron muchas
noches en las que sucumbí a la vulnerabilidad
de mi ser. Lloraba irremediablemente, solo
e incomprendido de mí mismo. Yo era quien
me aislaba y alejaba de las personas, pero tal
vez era por no soportarme a mí mismo. El
llanto se me atragantaba en la garganta, me
ahogaba en las lágrimas, de nuevo entraba en
un shock asmático y no podía respirar ni pasar
saliva, sentía que me ahogaba, no podía parar
de llorar, la tristeza era inmensa, la depresión
me consumía todo, debía calmarme para
volver a respirar, controlar mis emociones,
los bronquios se restablecían y el aire volvía
a mi pecho.

La situación siguió agravándose, aunque


aprendí a conocer mi cuerpo, a tratar con mis
pulmones, a respirar adecuadamente, pero la
depresión era una enfermedad con la que no
contaba, cuando me invadía la tristeza por mi

112
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

soledad, por la incapacidad de concretar rela-


ciones, por lo inútil de mi ser y lo improductivo
de mi existencia, o por el deseo de no estar y
no ser más en esta realidad incomprensible,
el llanto se me atragantaba y mis pulmones
colapsaban de nuevo. Sentía ahogarme, no
podía respirar, parecía que todo terminaría
con una tristeza. Así lo comprendí, y por el
contrario no me deje morir, ni entristecer.
Sufría de asma depresivo y realmente si podría
morir ahogado en la tristeza. Opté por escapar
de esos estados depresivos y huir rápidamente
de las lágrimas y de la depresión. Corrí hacia
mis amigos, reímos en los bares, brindamos
con las carambolas en los billares, regresaba a
mi casa ebrio, dormía satisfecho.

Pasaba los días engañando mi soledad, en las


noches solitarias los libros se hicieron mi com-
pañía, aunque recurría a ellos en una situación
extrema, cuando ya no soportaba más mi
existencia; los tomaba como un calmante que
bebía con impaciencia, la poesía calmaba el
dolor de mis heridas, a pesar de que de inme-
diato abría otras nuevas. No soportaba el vacío
de ser quien era y no era, no era nada, solo
un anhelo de ser algo. Era frustrante ser yo
mismo, me agobiaba la soledad que yo mismo
me infligía, la soportaba como podía, seguía
huyéndole a la depresión y la tristeza, para no
morir ahogado por el asma depresivo. Terminé

113
Diario de locos

aislado del mundo, los amigos solo estaban


para disipar la soledad de los cuerpos, mi ser
seguía solitario por el cosmos. Los escritos no
tuvieron éxito, no terminé algunos de ellos.
Una noche, en una tristeza compulsiva, insos-
tenible, poseído por la depresión, aunque le
hacía resistencia con un poco de alcohol, entré
al trance suculento de la conciencia pura, hice
todos mis yos a un lado, dejé mis personalida-
des fuera de mi ser, me deshice de lo poco de
humano que hay en mí. La conciencia despertó
lúcida como una luz nueva, se apodero de mí
ser, habló por mí, sentenció respuestas, me
permitió conclusiones, así que, decidí vehe-
mentemente acabar con mi vida, o dejarme
morir, daba igual. Pero un suicidio en un ser
tan miserable como yo, solo sería justificar esa
miserablesa que siempre me acompañó ante
la sociedad y ante mi familia. Sería un: “se los
dije, este no duraría mucho, desde pequeño fue
enfermo y asmático, no engordaba, fumaba,
además, no iba a durar mucho”. O también
dirían: “hummm con lo pecador que era, si no
volvió a la iglesia, renegaba de las religiones,
era disque escritor, vivía solo, pensaba solo, no
entiendo como alguien tan pecador pudo vivir
tanto tiempo, mi Dios tenía que castigarlo y
mandarlo al infierno en cualquier momento y
ahí está, él con su propia mano se quitó la vida,
de lo mismo malo que era”.

114
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

Un suicidio sería justificarles mi incapacidad


para existir, lo débil y vulnerable que fui ante
las adversidades de la vida. Pero no tengo otra
opción, mi cuerpo enfermo lo solicita, la depre-
sión me impide siquiera pestañear, el estar en
el mundo se me dificulta cada vez más, no
soporto quien soy, ni mi propia existencia, no
quiero arrastrar un tanque de oxígeno para
poder respirar. Solo quisiera morirme sin el
inconveniente de que se enteren los demás.
Quizás marcharme a un lugar distante y suici-
darme allá lejos sin que mi familia se entere. O
suicidarme haciendo desaparecer por completo
mi cuerpo, en alguna montaña lejana, en el
fondo de algún mar, aunque, talvez termina-
rían encontrándome, para vergüenza de mi
cadáver perdido. Es estúpido, ya muerto que
me puede importar lo que piensen los demás.
Sin embargo, no quiero que sepan de mi fla-
queza, de mi debilidad, de mi enfermedad y mi
esquizofrenia; mi familia, aunque distante, me
tiene algo de aprecio. Debo planear un suicidio
que no deje ningún rastro, que nadie sepa que
he muerto, sería más bien una desaparición.
Arrojarme a un pozo infinito, a un abismo dis-
tante. Evaporarme, deshacerme en átomos de
humo. Dejarme morir en una montaña inacce-
sible, para que se coman mi cadáver los buitres
y los gusanos. Nadie sabría que he muerto,
solo que desaparecí algún día. También podría
planear que alguien me mate, para justificar

115
Diario de locos

mi muerte prematura, aunque sería muy ruin


llevar a alguien más acabar con mi vida, solo
porque soy incapaz de hacerlo. Son torpes
estas ideas, tarde o temprano se sabría todo.
Quisiera más bien suicidarme por completo,
desaparecer de la existencia, del tiempo, del
espacio, de los recuerdos de las personas,
como si nunca hubiera estado, como si nunca
hubiera salido de un vientre. Un suicidio que
me elimine no solo del presente sino también
del pasado y del futuro. Dejar de existir por
completo en los recuerdos de las personas,
en sus sueños. Que desaparezca mi nombre
de sus bocas, de los libros, de las escuelas, de
los colegios, de la universidad, desaparecer de
todos los registros humanos que legalizan tu
existencia. Morir también con todas tus cosas,
sin dejar ningún rastro, ninguna huella, como
si nunca hubieras existido. Dejar solamente
los hijos, la vida prolongándose. Pero al morir
llevarte todo, incluso el dolor de las personas
que te amaron. Que así fuesen todas las muer-
tes, estás un día y luego ya no estás ni en el
corazón ni en la mente de nadie, solo supimos
que fuiste el que engendró nuevos humanos,
el creador, como un Dios ex machina. Te
reproduces, pero cuando desapareces, cuando
mueres, nada queda de lo que fuiste, solo el
fantasma de tus genes. Que así muriesen todas
las personas, dejando de existir también en el
tiempo y en los sueños. Esa muerte quiero para

116
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

mí, ese suicidio, morir por completo, desapa-


recer del recuerdo de la mente de los demás,
del corazón de mis familiares, como si nunca
hubiera estado. Cuando arrojen la tierra a mi
cara, se marcharán y yo me iré también de sus
bocas, de su voz, de su piel, de las risas, de los
amigos que me amaron. Nunca estaré, nunca
estuve, no me llorarán no me extrañarán, no se
alegrarán con mi partida, no sabrán que estuve
y que existí entre ellos. Deseo suicidarme y
morirme no solo en el cuerpo, sino también
en mi concepto, en lo que soy, en las palabras
que me nombran, morir en el mismo ser que
me sostiene en el tiempo, deseo un suicidio
metafísico. Morir en todo mi ser, en el tiempo
y el espacio, como si nunca hubiera existido,
debe haber alguna forma de conseguir esta
muerte, esa muerte metafísica que me convoca
a desaparecer por completo. La ausencia me
acoge en este instante, con estas ideas turbias,
esperando en el teclado una historia para
conquistar la nada, dejando este manuscrito
como un legado que muestra el exterminio de
mi vida, la agonía de mi ser, la extinción de
todo el concepto, que me atrapa en la realidad
tridimensional de la existencia, y en la justifi-
cación social de su permanencia en el tiempo
y el espacio. Debo pensar en cómo realizo ese
suicidio metafísico.

117
Diario de locos

Los días siguen surgiendo con su concepto de


realidad continua, en las noches mis pulmones
trabajan lento. Siento que cualquier frágil
depresión o la más mínima tristeza, pueden
acabar conmigo en cualquier momento. La
psicosis aumenta, la angustia de ser yo mismo
me impide respirar, controlo mis pensamien-
tos, trato de mantenerme alegre o al menos
distraído, busco algunas ideas o algunos versos
que pueda escupir al aire, algún grito poético
que pueda sanarme. Busco amigos, en los bares
nos dibujamos un mundo compartido, las risas
distraen, los abrazos llegan. Busco mujeres de
media noche, en las esquinas prohibidas, con
los bolsillos rotos, cambio algunos versos por
sus abrazos, ellas se desnudan mientras se los
leo. Regreso a mi casa solitario, ebrio y con el
corazón vacío, arrojo algunas palabras sobre
este diario, procuro no entrar en depresión
y en llanto, me mantengo vivo, necio y todo
dirían mis familiares. Las ideas aun no fluyen
para escribir algún relato, se centran en mi
propia existencia, sigo siendo el punto de
partida, no logró narrar algo sobre otro ser
cualquiera, ni siquiera puedo inventar algunos
nuevos versos, todos los que escribo parecen
referirse a lo mismo. Pienso en la muerte como
único remedio, el suicidio seria lo mejor, un
suicidio metafísico, que me lleve al olvido total
y la total inexistencia. Sin embargo, debería
ser consciente de la realidad inmensa en la

118
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

que estamos atrapados como conciencias infi-


nitas, y aunque a veces parecemos rebasarla,
estamos sometidos a las inequívocas leyes de
la vida y cualidades de la materia, sean o no
de nombre humano, está ahí la degradación
de la materia y su transformación en un
algo diferente y en ocasiones indefinido, no
atrapado por el lenguaje, o sin lenguaje y sin
tiempo. No existe un tal suicidio metafísico,
un suicidio es un suicidio y ya. Se termina
con la vida y quedan los recuerdos, dolorosos
y satisfactorios, queda el llanto, la ausencia y
finalmente el olvido. Quedan las preguntas, las
mentiras, las respuestas inciertas que engañan
y satisfacen. Debería ser capaz de aniquilarme
a mí mismo, acabar con este dolor de existir,
me siento incapaz de estar en el tiempo, de
continuar en el espacio con este cuerpo inesta-
ble, que dejará de respirar y convulsionará en
cualquier momento, con esta conciencia vacía,
que busca saltar al vacío, para encontrarse
consigo misma.

Sigo frente al teclado con estas ideas atrapadas


entre mis manos, entre la furia de mis puños,
mis dedos no se mueven, las palabras no sedu-
cen, no encuentro su forma. Solo pienso en el
dolor que llega con la muerte. Aunque tendría
remedio, quizás podría tomar algo que no me
deje sentir dolor para morir en el instante, o
llevarme a una sobredosis de heroína hasta

119
Diario de locos

que colapsen mis sentidos, y me ahogue sin la


respiración de siempre. Aun así, quedaría mi
cuerpo y el recuerdo de quien fui y no fui, de
quién hizo y deshizo, del inútil paranoico, en
la mente de todos los que me conocieron. No
desaparecería por completo.

Continúan los días con su afán. En las noches


he vuelto a respirar mejor, mis pulmones se
recuperan, mi corazón se restablece, mi sangre
se limpia. Aunque el asma depresivo conti-
núa, estoy triste y mis bronquios se contraen
e inflaman. Escapo con vida hacia los libros,
corro con prisa a escribir algunos versos.
Salgo a la calle a sonreír y a conversar con el
mundo. Los perros callejeros me acompañan,
las mujeres sonríen a mi paso. Emprendo al fin
mi biografía, escribo sobre la inutilidad de mi
existencia. Vuelven las ideas deformes de una
realidad discontinua de la que me alejo, donde
solo perdura el lenguaje para manifestar la
existencia y la inexistencia de todo. El suicidio
sigue presente dentro de mis propósitos, no
logro escapar de mí mismo, de las acusaciones
y los juicios que me nombran. Sigo atrapado en
un concepto, en la mente de las personas. Se
apodera de mí la conciencia de todas las cosas,
la conciencia sin ser; decido saltar al vacío,
no soporto más mi existencia, encuentro un

120
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

abismo infinito, me perderé ahí cayendo eter-


namente, nadie se ocupará de mi búsqueda en
ese lugar sin nombre. Nadie se preocupará si
estoy vivo o estoy muerto. Saltaré al abismo sin
pensarlo, acabaré con mi vida. Tomo la fuerza
suficiente para correr hacia esa gran grieta,
salto con ganas y caigo inmensamente hacia la
oscuridad profunda de las palabras sin forma,
a un lenguaje desconocido; desaparezco por
completo de la realidad humana. Dejo de estar
en el instante. En las calles nadie me nombra,
camino invisible por los andenes, mi nombre
se pierde en la memoria fugaz de los que me
conocieron, otra cosa ocupa sus mentes. Mi
familia comprende mi inexistencia, solo me
buscan para renovar costumbres, para reanu-
dar ritos arcaicos. Yo estoy y no estoy con ellos,
sigo aislado en sus mentes como una cosa sin
nombre. Me pierdo de las risas de mis amigos,
desaparezco del cuerpo de las mujeres que
me amaron. Lo que fui se pierde y se va hacia
la nada; los abrazos compartidos regresan a
mi cuerpo, vuelven a mis huesos. Los besos
compartidos se evaporan por completo, me
voy de todos los sueños, me voy de las mentes
que me pensaron, desaparezco, dejo de existir
en sus neuronas. Me voy de las voces que me
nombran, de los registros que me contienen,
de las estadísticas que me buscan, de la reali-

121
Diario de locos

dad que me soporta. Dejo de ser un concepto,


me separo de la realidad, muero en mí mismo,
salto al abismo de las palabras, me pierdo en el
tiempo indefinido de la existencia, comienzo a
construir otro universo dentro del abismo que
me oculta. El suicidio metafísico comienza a
tener éxito, comienzo a ser otro.

Vuelvo al teclado a tratar de escribir. Las mis-


mas tres ideas de siempre rondan mi cabeza.
Todo parece girar alrededor de mi efímera
inexistencia, todo parece surgir de mí mismo,
sigo siendo el centro de las historias que cons-
truyo, pero esta vez hay algo diferente, me
he levantado como un cadáver que se sacude
los gusanos y la tierra de encima, mi carne
se recompone. Me siento a escribir desde el
abismo, vuelvo desde la nada como un cuento,
como este nuevo intento por existir. Tomo exis-
tencia con las palabras, me alimentan como
sangre, vuelvo al instante metafísico, desde la
nada, construido como una inexistencia que
no se nombra. Busco palabras para definirme,
un concepto que me abarque, encuentro un
verso inseguro, que se renueva a sí mismo cada
segundo; encuentro un lenguaje indescifrable,
son mis nuevos sueños, en el universo nuevo
que he construido, buscando nombrar la reali-
dad, que se distorsiona en palabras. Comienzo
a edificar el tiempo, con voces nuevas, una

122
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

realidad inmensa se abre desde el abismo.


Nadie me reconoce en las calles. Sigo sin hacer
nada, mi sombra horizontal da cuenta de mi
biografía. El teclado comienza a moverse,
mis dedos sacuden las letras continuamente,
pronunciando sueños que corren a prisa hacia
el infinito.

123
Diario de locos

124
El hombre sin fin

L
as botellas de vino comenzaron a acu-
mularse por toda la casa. Había más de
una docena a la entrada, esperando a ser
reutilizadas de alguna forma. Se acostumbró
a consumir dos o tres botellas por semana,
también compraba cervezas, de esta forma
lograba beber todos los días. Le bastaban unos
buenos tragos de vino y un par de cervezas
para quedar completamente ebrio. Fumaba
cigarrillos sin filtro, que le apuraban el mareo.
No supo en qué momento había comenzado a
beber todos los días, todo comenzó con una
cerveza, o un trago de vino, mientras fumaba
y pensaba en las noches solitario. Se aislaba
del mundo en su casa. Permanecía callado,
somnoliento por el deleite del humo y el licor.
Tarde en la noche, se refugiaba completamente
borracho entre sus sábanas, se cobijaba con sus
sueños. Dormía como un muerto, tirado y des-

125
Diario de locos

compuesto, no ejercía el menor movimiento,


se paralizaba como una roca. Disfrutaba de
sus sueños, en los que nunca era él mismo.
Despertaba a media mañana y ya estaba
arrojando humo. Leía como un maniático, dos
o tres libros a la vez. Terminaba un capítulo
de un libro, y seguía con otro libro. Poesía,
novela y filosofía estaban a la vez en su menú
diario de lectura. Tenía libros desparramados
por toda su casa, junto con botellas de vino
arrinconadas sobre muebles. Nunca termi-
naba de leer un libro por completo, a veces ni
siquiera un cuento o un poema completo, solo
leía, se concentraba entre las letras y meditaba
perdido entre el humo durante un largo rato,
y luego pasaba a otros libros con los que hacía
lo mismo. También comenzó a dejar botellas
de vino sin terminar por toda la casa. Las
dejaba con menos de la mitad del contenido
y destapaba otra nueva. Las botellas con el
corcho sobre puesto, siguieron acumulándose
por toda la casa. Él las veía indiferente, no
consideraba que fuera un alcohólico. Tampoco
duraba en los trabajos que conseguía. Después
de estar contratado, laborando juicioso, con
posibilidades de ascenso, optaba por retirarse
o simplemente no volvía. Se acostumbró a vivir
así. Pasaba de un trabajo a otro. Los días de
desempleo se dedicaba a dejar libros sin ter-
minar. Tenía amigos con los que compartía, lo
apreciaban, pero sabían que se comportaba de

126
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

forma extraña. Cuando estaba con ellos, siem-


pre se marchaba en lo más interesante de la
conversación, en el momento de efervescencia
de la fiesta. Inventaba alguna tonta disculpa y
se marchaba o simplemente desaparecía para
después dar alguna justificación. Parecía que
se escapaba de todos lados, llegaba apurado a
su casa por el vino o las cervezas, se dormía
embriagado. Nadie sabía porque huía de los
hechos cuando estos comenzaban su mejor
desarrollo. Una salida a conversar, tomarse
un tinto, ver una película, asistir a un con-
versatorio, una fiesta, un juego de billar o de
bolos, un trabajo, nunca se quedaba hasta el
final, siempre se escapaba de alguna forma.
Decir nunca tal vez sea una exageración,
quizás sí se quedó noches completas con sus
amigos, cuando se sentía plenamente a gusto
o terminaba muy ebrio con ellos; también ter-
minó trabajos, de los que obtuvo su pago, para
desparramar botellas de vino a medio termi-
nar por toda su casa. Quienes lo conocían, se
habían acostumbrado a su forma de proceder.
No lo interrogaban por ello. A nadie le preocu-
paba cuales eran sus afanes o sus problemas.
Él terminaba al final de las noches, siempre
solo y ebrio.

Una noche, su corazón se arrugó por tanto


licor y cigarrillo, le temblaron las piernas, se
le cortaba la respiración, sentía un cosquilleo

127
Diario de locos

en todo su sistema nervioso, como pequeños


mordiscos, eran los gusanos que ya sentían
su cuerpo descompuesto, pensaba, mientras
sacudía el sudor de la fiebre. Cuando intentaba
dormir, sentía los gusanos carcomiéndose
su espalda, por un instante caía en un sueño
suculento, pero sentía que era devorado por
el abismo, se levantaba asustado. Sabía que
la muerte lo estaba acechando, caminó toda
la noche por su habitación sin dormir, hasta
que la fiebre se le bajó, y le dejaron de temblar
los huesos. La muerte estaba cerca, no llevaba
una vida saludable, bebía a diario y fumaba a
diario, nunca había terminado un tratamiento
médico por completo, comenzaba un deporte
o un ejercicio, pero nunca lo terminaba. No se
alimentaba bien, no dormía bien, se escapaba
incluso de sus sueños. No le importaba tam-
poco morirse, pero esa noche, experimentó
un dolor profundo, sintió que su cuerpo era
consumido por el abismo, su sistema ner-
vioso parecía desconectarse, era un dolor y
una sensación relajante y desagradable. No
quiso saber más de esto. Pensó de inmediato
en dejar el licor y el cigarrillo, se alimentaría
mejor, haría también deporte y ejercicio. Se
convencía de estos propósitos, su propia vida
estaba en juego. Se abstuvo de beber y de
fumar durante algunos pocos días, pero no
pudo dejarlo, se dedicó solo al ejercicio y a
alimentarse mejor. Pero, rápidamente dejo sus

128
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

sanos propósitos a medias, y siguió llenando su


casa con botellas de vino. Siguió fumando sin
parar, en las noches, mientras dejaba lecturas
a medio comenzar, y se entregaba a sus pensa-
mientos profundos. El temblor en sus venas lo
seguía inquietando. Su corazón quería dejar de
palpitar. Pensó que quizás la compañía de una
mujer le cambiaría la vida, lo llevaría por un
rumbo sano, le quitaría su soledad alcohólica,
le enseñaría a terminar sus sueños, a concluir
sus deseos. Se convenció de ello. Buscaría una
compañera. Había preferido la soledad desde
algún tiempo, pero sabía que en el pasado le
era fácil conquistar a una mujer.

Salió a la calle dispuesto a cumplir su propó-


sito. Dentro de su grupo de amigos también
había mujeres con las que compartía. En la
noche mientras tomaban unos tragos, se
acercó a una de las chicas que compartía con
ellos y que estaba sola en una mesa. Tenía un
búho tatuado en su cuello. Sus piernas tembla-
ron, por un momento pensó en salir y escapar
hacia su casa, se dispuso a hacerlo, pero la
mujer del búho ya lo había visto, no supo que
hacer, recordó solo algunas palabras, - estás
muy guapa, ahí, sola, parece que el universo
gira solo para ti-, ella sonríe tiernamente, él,
tímidamente continúa balbuceando, - en serio,
te vez hermosa ahí sentada con la cerveza en
tu mano-, solo esas palabras bastaron, ella

129
Diario de locos

lo invitó a su lado. Él, sorprendido, comenzó


a hablarle sobre poesía y sobre el universo.
Ella sonreía y se sentía protegida, se le acercó
y trató de acurrucársele en su pecho, él supo
abrazarla cariñosamente, se miran a los ojos,
él espera sus labios, ella abre suavemente su
boca, se enredan en un beso, sus lenguas se
encuentran. Se abrazan con fuerza, ella lo mira
sonriendo, se aleja hacia el baño, le dice que se
marchen. Él paga las cervezas, la espera en la
puerta, ella sabe que él vive solo, le dirá que la
lleve a su casa, sale disimulada pero dispuesta,
pero él se despide abruptamente con un beso
en la mejilla, le desea buena noche, le dice que
se puede quedar con sus amigos, que él tiene
que irse por unas razones mediocres. Ella no
puede creerlo, ¿porque se ha marchado de
inmediato? ¿qué le molestó? se pregunta, pero
recuerda que él siempre se marcha cuando
está a punto de suceder algo, incluso eso, una
chica dispuesta a entregársele, es un idiota, lo
odia, siempre le gustó, cómo fue a creer que él
iba a ser serio con ella, si sabía que siempre se
escapaba. Él se marchó hacia su casa, solitario
y rodeado de humo, destapó más vino, se sentó
fumando pensativo durante horas, se arrojó a
su cama ebrio.

No parecía acosarlo ningún remordimiento.


Sabía que había podido llevar a la chica
del búho en el cuello a su casa, hacerle el

130
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

amor muchas veces, enamorarse, hacerla su


mujer, pero algo lo detuvo. Era lo que estaba
buscando, además. Dejar las situaciones sin
concluir se le estaba convirtiendo en una
manía, en un mal hábito, él lo sabía, pero así
seguía actuando, a veces inconscientemente,
hasta cuando llegaba a su casa después de
“escaparse” abruptamente, se daba cuenta que
acababa de perder la oportunidad de pasar un
buen rato. Pero el escaparse de la chica del
búho, desaprovechando la oportunidad de
estar con ella, no le dejó la más mínima culpa,
posiblemente ella no le volvería a hablar, pero
él asumiría las consecuencias.

Sus días continuaron abandonando sitios,


lugares, personas, hechos, escapándose de
todos y de sí mismo, y arrumando botellas
de vino sin terminar, en su casa. Su manía
lo estaba llevando a hacer lo mismo con los
cigarrillos, los dejaba a medio terminar col-
gando de los ceniceros. Pasó a no terminar
de arreglar su cuerpo, su casa, a no terminar
de afeitarse, escapaba de las peluquerías
cuando el corte hasta ahora iba por mitad. Sin
embargo, un delirio se estaba apoderando de
él, seguía pensando en la necesidad y el deseo
de una compañera, una novia, quería tener una
relación sexual completa, a veces visitaba los
prostíbulos, pero, se escapaba en el momento
menos indicado, incluso después de haber

131
Diario de locos

pagado, huía sin recibir el servicio. ¿Pero qué


mujer lo comprendería? pensaba deprimido.
También sabía que necesitaba ayuda, que una
mujer podía ayudarlo a salir de su mediocri-
dad, él mismo cambiaría para poder estar
con una mujer, completaría todos sus actos,
ya no abandonaría nada, terminaría de leer
todos sus libros. Así que, siguió pretendiendo
conseguir una novia, se arregló lo mejor que
pudo, salía con sus amigos, al cine, al billar, a
los bolos, a los bares, se quedaba hasta el final
de todo, pero no había chicas y no llegaban,
las llamaban y no venían, parecía que él las
espantaba, su paranoia lo hacía creerlo, de
modo que se alejaba para su casa, a refugiarse
entre el vino. Una noche, en un cine bar,
después de ver una película, se vio rodeado
de muchos amigos, entre ellos tres mujeres,
estaban todos tomando cerveza y planeando
donde seguirían la rumba, posiblemente en la
casa de una de las chicas, él sintió que era el
momento de marcharse, se levantó para ir al
baño y luego salir huyendo, dejó media cerveza
en su botella. En el baño se encuentra con una
de las chicas que comparte con ellos, es una
mujer alta y esbelta, con el cabello verde, se
está mirando frente un gran espejo, mientras
arregla su blusa estirándola hacia los lados, él
siendo un poco más alto, la ve desde arriba,
ve como sus dos esbeltas piernas se extienden
hacia el suelo terminando en dos hermosos y

132
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

delicados pies, también la ve toda en el espejo.


Ella le sonríe, mientras acomoda su ropa.
-Estás muy hermosa, estás muy guapa, no
necesitas arreglarte más… así estás muy bella
– esas palabras le salieron espontáneamente,
-tan lindo, gracias- le contesta ella, mientras
sonríe, y lo toma del brazo para llevarlo de
nuevo a la mesa. No se pudo escapar esta vez,
la mujer lo sentó a su lado. Las cursis palabras
del baño la habían hipnotizado, le pidió que le
hablara de quien era él, después de una muy
breve biografía, él prefirió hablarle de poesía
y del universo. Finalmente se fueron todos
para la casa de la chica del cabello verde,
compraron aguardiente por el camino, el licor
lo animó a quedarse, no escaparía esta vez
tan pronto. La mujer le pide que se siente a
su lado, comienzan a beber todos, suenan las
guitarras y las voces ebrias, la mujer sonríe y
de vez en cuando lo abraza, apretándolo contra
su prominente pecho. La noche se alarga, llega
más licor a la puerta. Comienzan a retirarse
algunos de sus amigos. Él sigue en el sofá
ebrio, con la mujer del cabello verde, ella se
ha quitado sus zapatos, y lo ha enredado entre
sus piernas. Aún quedan otro par de personas,
siguen consumiendo licor, la mujer lo abraza,
deja que le acaricie sus delicados pies con las
manos, mientras respira agitada. Espera que
los demás se vayan para quedarse a solas con
él. Él también lo sabe, quiere abrasarla, besarle

133
Diario de locos

sus enormes pechos, sus carnosos labios. Es


lo que ha estado esperando, una relación,
una mujer, una noche de sexo, al menos. Una
satisfacción completa. En la oscuridad, siguen
en el sofá los dos enredados, las otras personas
conversan ebrias en la penumbra, pero no
quieren besarse delante de ellos, aunque ya no
lo resisten, cuando se miran, sus bocas quieren
asaltarse. Finalmente, las otras dos personas
que también son una pareja, deciden mar-
charse, se levantan para despedirse. No han
terminado de hacerlo, cuando él hombre auto-
máticamente también se levanta y se despide,
dice algo entre los dientes acerca de querer
madrugar, los demás no pueden creerlo, pare-
cía que él se iba a quedar, estaba tan amoroso
con la chica del cabello verde, ella tampoco
puede creerlo, trata de retenerlo con su abrazo,
pero lo deja ir mientras le da un beso en su
boca. Él siente la intención, sabe lo que puede
ocurrir si se queda, lo quiere, además, lo ha
estado esperando, lo propició de alguna forma,
pero termina escapando, alejándose con la otra
pareja hacia su casa, todos muy ebrios. Llega
a fumar pensativo y se duerme sin ningún
aparente remordimiento.

Al otro día no pudo alejarse de su concien-


cia. Se preguntaba, qué lo había detenido a
no quedarse con la chica del cabello verde.
Sabía en el fondo que había desaprovechado

134
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

una oportunidad de estar sexualmente con


alguien, en una relación completa, lo necesi-
taba además, su soledad lo estaba matando. Su
manía de dejar todo a medias se le estaba con-
virtiendo en una enfermedad mental. Seguía
escapando de los trabajos, de las situaciones,
de las conversaciones, seguía dejando su casa
llena de botellas de vino a medias, de libros sin
terminar, de cigarrillos moribundos. Comenzó
a escribir un diario, su diario, pero todos los
días quedaban sin terminar, aunque al final
de su día, él siempre terminaba en las noches,
solo, ebrio, escapando de la vida, refugiándose
en el universo onírico de sus sábanas. Pero no
plasmaba los finales del día en su diario, solo
se interrumpían en algún abrupto momento,
quedaban ahí, y en la página siguiente
comenzaba el nuevo día, para dejarlo también
inconcluso en sus letras, que recogían parte de
la vida, del diario vivir. Y así era su vida, como
ese diario, en toda situación que se inmiscuía,
terminaba abandonándola sin permitirse una
conclusión, un terminar, un adiós, una despe-
dida, un hasta pronto. Pero en el fondo de su
ser, en lo profundo de su apariencia, latía su
conciencia absoluta, que le replicaba la nece-
sidad de tener una vida también absoluta, de
fluir con el tiempo, con los procesos que tienen
un comienzo, un desarrollo y un final, de darse
el gusto de terminar una acción. Sentir la
satisfacción de hacerle el amor por completo a

135
Diario de locos

una mujer, terminar la noche a su lado, eran


pensamientos que lo seguían asaltando. Era
el colmo lo que había hecho últimamente, la
chica del cabello verde nunca se lo perdona-
ría. Hablarían mal de él. Lo sabía, pero no le
remordía nada. Su vida a medias continuaba.
Conseguía trabajo, estaba ahí un tiempo, y
luego se retiraba, o hacía despedir, para ir
en busca de otro. Cortejaba algunas chicas,
pero cuando rompía el hielo, huía de ellas,
con alguna excusa inconclusa. Compartía con
sus amigos, pero también los abandonaba en
medio de las conversaciones. Llegaba solitario
a su casa, a fundirse con el vino y el humo. Se
sumergió en un sueño oscuro, donde venía la
muerte y le arrebataba media vida; él estaba
medio vivo y medio muerto, pasaba las noches
en una tumba, en sus sueños de medio muerto,
iba al infierno y a la otra vida. Los gusanos
devoraban su cuerpo sin terminarlo por com-
pleto. La muerte le dolía, pero no terminaba de
morirse, era una agonía infinita, los gusanos
devoraban su cuerpo, pero nunca terminaban
de hacerlo, él podía oír sus bocas masticando,
podía sentirlos mordisqueándole todos los ner-
vios del cuerpo. Soñaba dentro de sus sueños,
iba hasta la nada, pero sentía la ansiedad y la
locura, de estar todavía existiendo. Se despertó
dentro de su sueño, seguía medio muerto, su
cuerpo era más cadáver que vida, la muerte lo
seguía consumiendo, quiso escaparse de nuevo

136
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

hacia la vida, huir de su cuerpo devorado por


gusanos. Despertó finalmente, envuelto en
sudor y con el pecho agitado.

Esto no le podía estar sucediendo, pensaba


para sí, estaba enloqueciendo, el sueño era su
vida. Miró alrededor dentro de su casa, vio que
había instrumentos musicales en las paredes,
una guitarra, unos tambores, unas flautas,
pero nunca llegó a tocarlas, comenzó a apren-
der, pero siempre abandonó el proceso. Había
un caballete para pintar, bosquejos de cuadros
sin terminar, quiso algún día aprender pin-
tura y artes plásticas, pero nunca terminó los
aprendizajes que se propuso. En su escritorio
estaban los documentos, planes de proyectos,
de empresas, de ideas, que nunca terminó y
nunca llevó a cabo. Encontró también escritos
suyos, poemas, cuentos, novelas, que comenzó
y nunca terminó de escribir. Su vida nunca
terminó de construirse, no sabía quién era, ni
para qué servía, conseguía trabajo en cualquier
cosa. Una ansiedad vertiginosa se apoderó
de su ser, mientras miraba toda su vida sin
concluir, toda su mediocridad esparcida por el
mundo. Un vacío se apoderó de su estómago,
tenía que encontrar una salida. Salió a la
calle delirando, el sol le golpeaba el rostro, se
acercaba a las personas a saludarlas, buscaba
conversar con ellas, pero huían asustadas.
Caminó hasta el bar de siempre. Un café

137
Diario de locos

caliente lo arrojó de nuevo a la vida. Salió de


su somnolencia y se vio en medio de un grupo
de personas en el café bar, tomando café y
conversando. Comenzó a entrar en lucidez.
Seguía las conversaciones con los demás. Algo
inconsciente se había apoderado de él. Salió
con un nuevo amigo a almorzar. Volvieron al
bar en la tarde. Se reunieron con más personas.
Comenzaron a beber cerveza. Entre ellos había
una chica hermosa, era la mujer de uno de sus
amigos, que salía a “descualquierarse”, cuando
peleaba con él, lo que sucedía casi todos los
fines de semana. Era una chica accesible para
la noche, y los placeres del licor, el sexo y las
drogas. Nuestro amigo estaba sentado al lado
de ella. La chica sacó un delgado recipiente
de su bolso, del que extrajo un delgado pincel
con un líquido rojo, que untó en sus labios.
Maquilló sus labios de un rojo intenso, lo que
la hacía ver hermosa y sensual. Continuaron
bebiendo toda la tarde. Nuestro amigo con-
versaba con los demás, pero no podía dejar de
mirar a la chica; le parecía que todo el mundo
estaba en blanco y negro y que solo se veían
los labios rojos de la chica. Hubo un momento
en que se compartieron un cigarrillo, la chica
se lo devolvió levemente untado con el labial
rojo de sus labios, él aprovechó para generar
una conversación alrededor de eso. Le habló
de la sensualidad, de los labios, de las palabras,
de poesía y del universo. La chica atentamente

138
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

lo escuchaba, él comenzó a seducirla mien-


tras conversaban. Ella mostraba aprobación.
Continuaron bebiendo en la noche, hasta
que se marcharon a un bar a las afueras de la
ciudad, donde había un concierto de música
reggae. Todos se fueron caminando hacia allá,
La chica de los labios rojos no se despegó de su
lado, conversaban y reían, se seducían con las
palabras, sabían que los dos querían estar jun-
tos, ya estaban ebrios. El la abrazaba y ella lo
permitía, así caminaron hasta el bar. Llegaron
a bailar entre la multitud. Ella sensualmente
le muestra sus pechos, quieren besarse ahí
mismo, pero muchos saben que ella es una
mujer casada, continúan bailando sensual-
mente. Después de un rato, se sientan todos
en una mesa a continuar tomando, mientras
escuchan el concierto. Ya están todos ebrios.
Nuestro amigo se siente animado. Esta es su
noche, piensa para sí, la concluirá de la mejor
forma, hasta que cierren el bar, buscará termi-
nar en su casa, con la chica de los labios rojos.
Se llena de estupor y euforia, un corrientazo
lívido recorre su cuerpo. Busca a un amigo
para comprar cocaína, así lo hace, va hasta
el baño a meterse un pase. Llega a la mesa a
seguir bebiendo. Salen de nuevo a bailar, la
chica se le insinúa, le dice que esta noche está
dispuesta todo con él. Se ha dado cuenta que
ha comprado cocaína, le pide que le invite un
poco, sin ningún reparo disimuladamente le

139
Diario de locos

alcanza la bolsa, pero ella le dice que vayan los


dos al baño del bar, allí se meten un pase, se
besan y se acarician un poco. Él lo piensa un
momento, y le dice que no, qué vaya sola. La
chica así lo hace. Él regresó a la mesa y se da
cuenta de lo que ha hecho, toda la tarde y la
noche ha estado detrás de la chica de los labios
rojos y cuando se da la oportunidad no lo hace,
se siente como un idiota, ¿por qué no fue con
la chica al baño? el bar está lleno, nadie lo
hubiera notado. Su manía de perseguir algo y
luego abandonarlo, lo estaba dejando como un
tonto. Se sumerge en su angustia, indignado
consigo mismo. La chica regresa del baño,
le entrega la bolsa de cocaína, está alegre, se
lo lleva a bailar, el siente que no ha perdido
la esperanza. Bailan sin hablar, solo sonríen
mientras se seducen. La noche continúa, las
cervezas siguen llegando. Ya están todos muy
ebrios. El bar cierra, el concierto ha terminado.
La chica de los labios rojos le dice que la acom-
pañe a su casa, ya que vive cerca. Él lo hace,
se van abrazados, la chica tambalea borracha.
Llegan a su casa, consumen más cocaína, él
piensa que esta vez no escapará, conseguirá
una relación sexual completa, con la chica de
los labios rojos. Comienzan a besarse apasio-
nadamente, caen los dos sobre la cama, están
muy ebrios, dejan de besarse y nuestro amigo
se levanta y pretende irse, parece hacerlo
inconscientemente, le susurra al oído, que es

140
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

amigo de su esposo, y siente que lo que va a


hacer está mal, mientras se levanta. Ella le
dice que habían llegado a un acuerdo desde
el comienzo de la noche. Pero él se excusa
diciendo que no se acuerda y se marcha. La
chica de los labios rojos desconcertada le dice,
-ya me habían dicho, que dejabas a las chicas
así, iniciadas- -No es eso-, contesta él, -es tu
esposo, es mi amigo, lo siento, no sé porque
hice esto, porque llegué hasta aquí-. Sale y se
marcha, tambaleando en las escaleras por su
ebriedad. Llega a su casa a fumar, se queda
dormido en la silla, sobre su escritorio.

Al otro día se siente arrepentido, no la quería


como su mujer, ni como amante. Recuerda que
habían pactado que solo estarían esa noche y
nunca más. Él se había sentido seguro de ello
y así lo iba a hacer, pero en el último momento
desistió. Ya no era él, parecía una fuerza la
que se había apoderado de sus acciones y lo
hacía escapar del amor y de la vida. Era algo
inconsciente. Sabía que había hecho de eso un
hábito, pero ahora quería escapar de ello y no
podía. Quería tener una compañera, pero no
era capaz de estar con una mujer una noche,
al menos. Tal vez era eso, no quería estar solo
una noche con una mujer, no quería un placer
pasajero, quería una compañera permanente,
su inconsciente lo sabía, y lo hacía actuar para
escapar de las mujeres momentáneas, con las

141
Diario de locos

que no podía tener algo duradero. Encontró


satisfacción en esta justificación y continuó
con su vida. Ya no buscaría solo el placer de un
rato, sino que buscaría una compañera estable,
para que lo aterrizara en la vida. Se llenó de
estas palabras y continuó saliendo animado a
encontrarse, con sus amigos y demás. Aunque
sabía que la chica de los labios rojos nunca más
querría hablarle.

Un día, estando en un bar con algunos de sus


amigos, se percató que la chica del búho en
el cuello lo miraba curiosamente, mientras
hablaba con sus amigas de al lado y sonreían.
No le prestó atención a esto, continúo bebiendo
con sus amigos, terminaría esta noche como
muchas más, se lo estaba proponiendo, y
encontraría una compañera permanente. Ya
entrada la noche, la chica del búho tatuado
en el cuello, lo aborda para hablarle. Él piensa
que tendrá una segunda oportunidad, además
ella si es una mujer soltera, así que se anima a
escucharla. – Eres una persona bien extraña-
comienza a decirle la chica del búho en el
cuello. -Hay muchos comentarios sobre ti ron-
dando por las calles-. - ¿Ah sí?, que dicen, ¿que
soy un mediocre? - la interrumpe él, tratando
de ser sarcástico. -sí, - le contesta ella, entre
otras cosas, también dicen que eres gay, que
eres marica, que no te gustan las mujeres.

142
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

¿Y tú crees eso? - le pregunta él. -Pareciera que


sí, -contesta ella, -tus manías extrañas, tus
obsesiones, no llegas a nada con una mujer,
escapas siempre de todo lado, más cuando hay
mujeres. creo que sí eres o estás en proceso.
O quedaste obsesionado con esa relación que
tuviste hace tiempo, con esa mujer que fue tu
esposa. Te quedaste en el pasado.

-No es ni lo uno ni lo otro, no soy homosexual,


tampoco estoy traumado por mi exmujer. Son
solo comentarios de los demás. No voy a pres-
tarles atención. -contesta él, indignado-.

-Pero deberías contarme, ¿por qué eres así


entonces? ¿qué te pasa? mira que estás jugando
con las emociones de las personas. -Le insiste
ella cariñosamente-. -Hay varias chicas por ahí
que dicen que las has dejado iniciadas, les has
prendido el motor, pero no has sido capaz de
arrancar con ellas. Todos sabemos que a veces
pareciera que escapas de todos nosotros, estás
un rato apenas, y luego te largas, como si nada,
como si te pareciera banal o estúpido lo que
hacemos, o nuestras conversaciones. Si es que
no te gustan las personas, pues no salgas de
tu madriguera. Y nunca cortejes a una mujer,
si no piensas tener nada con ella, haces que te
odien. Deberías también dejar de ausentarte
de tus trabajos, haces que te despidan, luego

143
Diario de locos

estas por ahí haciendo cualquier cosa para


ganarte la vida. Mira … yo sé que tienes gran-
des valores y capacidades como ser humano.
Debe haber un trabajo o una profesión que
te interese o te guste, para que la hagas cons-
tantemente, que se ajuste a tus cualidades y
necesidades. Mira… me caes bien, me gustan
las cosas que conversas, cuando concluyes tus
conversaciones, claro, porque a veces dejas a
medias lo que estás diciendo. Dicen que eres
un mediocre, que no has resuelto nada en tu
vida, yo te conozco muy poco, y no creo que
lo seas… y tampoco creo que seas marica, aun-
que… ¡quién sabe ¡

-Pues no lo soy… no le huyo a las chicas…


-replica él con voz temblorosa y continúa, - lo
que sucede es que no quiero estrellarme…
decepcionarme… no de las mujeres, sino de
mí mismo, ¡o ilusionarme con una relación…!
está bien!... -ella lo mira incrédula, mien-
tras lo escucha, esto no parece una buena
justificación... mira, te diré! –sus pupilas se
dilataron, su rostro se iluminó, comenzó
a hablar eufórico, -todo comenzó con una
desilusión, después de separarme, duré unos
meses solo, afligido, la autoestima por el suelo,
pero un día me sacudí de encima la discordia
que tenía conmigo mismo, me acepté de nuevo
y comencé a salir con una chica que me gus-
taba. Una noche, parecía que íbamos a llegar a

144
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

algo concreto, me ilusioné con ella; cuando la


conversación era atenta, y en la disposición de
nuestros cuerpos parecía comenzar la eferves-
cencia, ella se marcha de repente, sin ninguna
explicación. Quedo solo en el bar donde está-
bamos, pido unas cervezas más y pienso en,
porqué se alejó ella. Las posibles respuestas
que mastico en mi mente no me satisfacen.
Desisto de pensar en ello, y pienso más bien en
las posibilidades que pudieron ocurrir si ella se
hubiese quedado. Pienso que terminábamos en
mi casa haciendo el amor, o en la de ella, o en
un motel, o donde fuera, o que no sucede esto
y entramos más bien en un romance que nos
lleva a otra relación, con casamiento e hijos, o
que le gustan las mujeres, o que es un hombre,
en fin, pensé muchas cosas esa noche, sobre lo
que pudo haber ocurrido con esa chica. Esos
pensamientos me satisfacieron, consumí más
cerveza, creaba historias en mi cabeza, decidí
marcharme a mi casa a escribirlas. Así lo hice,
comencé a escribir una especie de cuento,
pero no encontraba como terminarlo, incluso
como desarrollarlo, sentía que debía tener
más vivencias en la calle, con mujeres o ami-
gos, para poder seguir escribiendo. También
lo hice así, pero extrañamente la mayoría de
las mujeres que cortejaba, me correspondían
hasta cierto punto, y luego se marchaban. A
veces mi autoestima se opacaba, pero seguía
pensando en las historias de lo que pudo

145
Diario de locos

haber sucedido con estas mujeres, eso me


reconfortaba, llegaba a mi casa pretendiendo
escribir, pero nunca terminaba las historias.
Cuando una mujer me correspondía o yo a ella,
y terminábamos la noche haciendo el amor y
durmiendo juntos, algo extraño pasaba en mí,
sentía un vacío, la situación me era diferente,
ya no pensaba en todo lo que pudo haber
ocurrido, sino que ya había ocurrido algo,
había una satisfacción física, pero sentía a
mi mente obsoleta. Tampoco quería terminar
las historias que escribía así, satisfaciendo un
deseo. Mi imaginación tampoco volaba igual,
mientras la chica dormía a mi lado. Soñaba en
otro sentido, soñaba como especie, querién-
dome procrear con ella y formar un hogar, esto
tampoco era muy digno de una historia para
escribir, pensaba. Esto se me fue convirtiendo
en una manía, el dejar volar mi imaginación.

- ¿Por eso huyes también de todos lados,


de cualquier situación, dejas todo a medias
también por eso?, le pregunta la chica del
búho tatuado.

- No es así, -contesta él-, no huyo de nada ni de


nadie, es que… un día me di cuenta también,
que cuando comparto con los demás, en con-
versaciones, en bares o donde fuera, bebiendo
o como fuera, las situaciones casi siempre

146
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

terminaban igual, las conversaciones también,


al final de la noche terminábamos hablando lo
mismo, tratando de arreglar el país, sintién-
donos como los salvadores de la cultura y de
la humanidad… es decir, todo me comenzó a
parecer muy plano, sin contenido, todas las
situaciones se ajustaban solo a las normas de
convivencia y de comunicación sociales, pero
veía que carecía de contenido, se repetía lo
mismo. Prefería escapar y sentarme a ima-
ginar cómo podían desarrollarse las cosas,
cómo podía continuar las conversaciones, mi
imaginación enloqueció, encontré un mundo
infinito de posibilidades, de diálogos, de pala-
bras, de cuentos, continuaba escribiendo, pero
no terminaba mis historias, ni mis versos… y
así se me fue convirtiendo esto en una obse-
sión, salía a alimentarme un poco del mundo,
de la realidad, para luego escapar de ella para
terminar de construirla en mi imaginación.
Me hablabas hace un rato de una profesión,
de un oficio constante en mi vida, ha sido
este últimamente, escribir historias y poemas
sin terminar… también me he pasado la vida
sin terminar un estudio, o un oficio, nunca
aprendí un arte, a pesar de que lo intenté, tam-
bién me retiré de la universidad… no sé bien
que es lo que quiero hacer en mi vida… creo
que en el fondo en realidad soy un mediocre…
me inspiras cierta confianza, por eso te cuento
estas cosas…-.

147
Diario de locos

- Sí, suena muy romántico lo que me dices,


-replica ella, -la imaginación poética y todas
esas cosas. Prefieres vivir imaginando que
tener vivencias reales, te da miedo exponerte
a la realidad y sus crudos hechos. Le tienes
miedo a las mujeres reales, solo te gustan
las ideales…-

- Es cierto eso que dices… por eso quiero


cambiar, nunca he terminado de escribir una
historia completa, ya me di cuenta que no
sirvo para eso, pero quiero tener una relación
estable, quiero concluir cosas, pienso meterme
a estudiar algo, estoy consumiendo mucho
alcohol y cigarrillos, debo dejarlos, he estado
enfermo, he llevado una mala vida… buscaré
un oficio constante, buscaré una novia per-
manente, que esté libre, que sea el comienzo
y el final de todas mis historias, que su sonrisa
ilumine la oscuridad de mi alma inconclusa,
así como tu bella sonrisa que me ha comple-
tado de nuevo -.

- No lograrás seducirme otra vez, no caeré en tu


trampa, no quiero exitar solo tu imaginación,
no quiero ser una posibilidad más, se siente feo
eso, mejor me voy… - dijo esto, se despidió de
todos y se marchó solitaria. Él bebió algunas
cervezas más con sus amigos, y se marchó de
repente, abruptamente, como siempre lo hacía.

148
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

Llegó a su casa a pensar fumando y bebiendo


frente a su escritorio. Comenzó a escribir una
historia, después de escribir un rato, la deja a
un lado y se va a dormir ya ebrio.

Inconscientemente continuó con su manía,


de dejar las historias sin terminar, las dejaba
a un lado y trataba de continuar con otra, y
así sucesivamente. Igualmente seguía su vida.
Encontraba trabajos, a los que iba un día o un
par de días, para luego retirarse e irse a vivir
durante una semana quizás, con el mísero
sueldo de unos días. Salía a la calle tratando de
vivir, de alimentarse de la vida, de involucrarse
en las historias cotidianas que suelen suceder-
les a los humanos, pero continuaba escapando,
huía, sin inmiscuirse en ninguna situación.
Quería encontrarle una solución a esto, pero ya
no sabía cómo hacerlo. No era capaz de soste-
ner una conversación con una mujer, tampoco
con sus amigos. El mundo no lo soportaría
por mucho tiempo. Las personas se estaban
cansando de su comportamiento, las chicas no
paraban de murmurar sobre su sexualidad. Ya
no conseguía trabajo tan fácilmente, era una
ciudad pequeña, parecía que ya lo conocían en
todos lados, sabían de su manía de abandonar
los trabajos. Ya nadie quiso contratarlo. Sus
amigos también se alejaron, les debía dinero a
ellos y nunca terminó de pagarles. Él también
comenzó a aislarse, se encerró en su casa, ya no

149
Diario de locos

tenía dinero para comprar más vino, o cerveza


y cigarrillos. También se le estaban agotando
los víveres. Ya nadie le fiaba en el barrio, nunca
terminó de pagarles cuando lo hicieron. No
tuvo otra opción que comenzar a desocupar
las botellas que había dejado a medio terminar.
Recogía las colillas y los cigarrillos casi com-
pletos que había dejado tirados. También había
dejado restos de comida, comenzó a comerse
los que no estaban descompuestos. Sentado en
su escritorio, sintió la satisfacción de termi-
nar una botella de vino, se propuso terminar
una historia de las que tenía arrumadas y así
lo hizo, la gratificación fue enorme, se sintió
completo. Continuó terminando más de las
historias que había dejado regadas en escritos
por toda la casa. La satisfacción que sentía lo
llenaba de vida, su voluntad estaba renaciendo,
se propuso terminar muchas cosas en su vida,
buscaría un trabajo para mantenerse mientras
escribía, estaba encontrando su oficio. Su ima-
ginación había volado ilimitadamente, cuando
él se alejaba del mundo para hacerlo. Tenía
la mente dispuesta para escribir. Terminó
muchos cuentos y poemas que tenía en su
escritorio. Los cunchos en las botellas de vino,
también se terminaron. Comenzó a enfermarse
de hambre y de sed. No dormía tranquilo.

Una mañana sintió que se desvanecía en el


baño, preocupado se fue para donde el médico.

150
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

Lo escucharía, no se escaparía en medio de la


cita médica, diciéndole al doctor, que él estaba
bien, que no quería ser un artículo más de la
medicina comercial, o cualquier otra justifica-
ción para largarse. Se presentó en el hospital
en el consultorio del médico. Le hicieron un
minucioso análisis. Tuvo la paciencia suficiente
para prestarse a toda clase de exámenes.
Se sintió tentado a huir un par de veces, lo
intentó, trató de ponerse la ropa para escapar,
diciéndose a sí mismo que todo esto era una
mierda, que él estaba bien, solo tenía hambre
y desnutrición, saldría a buscar un trabajo
y comida, pero las enfermeras lo veían en su
intento de vestirse para escapar, y él, avergon-
zado terminaba quedándose. Después de una
hora de exámenes, volvió al consultorio del
médico. El medico lo sienta y lo tranquiliza,
le pregunta por sus familiares, finalmente sin
más rodeos, le dice que tiene una enfermedad
muy grave, que en la condición en que está
puede llegar a ser mortal. El medico ve la cara
de desilusión del hombre y le dice: - Pero nada
está perdido mi amigo, esto tiene solución,
mejor dicho, esto era el mero diagnóstico,
ahora viene el verdadero remedio, saldremos
de esto con vida amigo, -le decía mientras lo
abrazaba, - es una enfermedad inmunológica,
espérame te traigo el tratamiento y lo que
debes hacer-. El medico se alejó de su consul-
torio, el hombre solo salió y se marchó, no lo

151
Diario de locos

espero en el consultorio, salió por los pasillos


hacia la calle, ya la veía a lo lejos, pero estaba
algo mareado, caminaba tambaleando, una
enfermera lo confundió con un paciente, el no
pudo responder nada. Lo llevó a una habita-
ción, le dio una bata, le llevó unos saludables
platos de comida. El hombre, comió satisfecho,
no dijo nada tampoco, sabía que lo habían
confundido con un paciente, no le importó,
moriría según el médico, se descompuso en sí
mismo de nuevo. Terminó su comida y salió
sigilosamente a la calle. Se sentía mejor, el
sol terminó de reconfortarle la dicha de salir
del hospital, levantó la cara al cielo. Lo que le
había dicho el médico le resonaba en los oídos,
tenía una enfermedad mortal. Confirmó por
qué había estado enfermo, confirmó hasta
los sueños que había tenido. Moriría como lo
había visto en sus sueños. Era justo al fin, no
fue capaz de hacer nada completo en su vida,
lo mejor sería morir. No se esperó a escuchar
el tratamiento que lo salvaría, pero no tenía
dinero para ello, no tenía un buen seguro
médico tampoco, además su vida no valía
la pena, su familia no se acordaba de él, se
justificó en estos argumentos. Caminó hacia
su casa, se propuso esperar a la muerte, mien-
tras terminaba los escritos que había dejado
inconclusos. Se encontró con la chica del búho
tatuado en el cuello, se sorprendió al verla. No
sabía qué hacer. ¿Le contaría lo que le estaba

152
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

pasando?... talvez en otra ocasión, se dijo


para sí. Se saludaron amablemente. La chica
no paraba de hablar, estaba feliz de verlo, le
habían contado que estaba enfermo, pero son-
reía porque lo veía bien. Él terminó contándole
tímidamente, para alargar la conversación, que
estaba terminando de escribir historias que
alguna vez había comenzado, también estaba
feliz de verla, pero ella pretendía continuar
su camino. Tenía muchos cuentos, relatos y
poemas sin terminar, pero ahora lo estaba
haciendo. La chica se sintió feliz de escuchar
eso. De inmediato le dijo que la invitara a su
casa y que se los leyera. Él no se esperaba eso.
Balbucea asustado, no quiere que ella vea que
está en la miserable pobreza. Termina acep-
tando, concuerdan verse en un par de días. La
chica se marcha afanada. Él todavía no puede
creerlo, no esperaba eso, quería irse a su casa a
morir de su enfermedad. Pero aparece ella. Se
lamentó de su suerte. Pero también pensó que
era lo que estaba buscando, una compañera,
una mujer que lo sacara de su insatisfacción de
vivir, que lo completara, que le hiciera sentir
la plenitud y la permanencia de la vida, así
esta fuese pasajera. Tal vez todavía estaba a
tiempo, esa chica podría salvarlo, podría ser su
redención. Se fue a su casa alegre, consiguió
que le fiaran unos pocos víveres y un par de
botellas de vino. Organizó el desorden de su
casa, espero hasta el viernes. La chica llegó

153
Diario de locos

cumplidas las cinco de la tarde. Comenzaron


a leer los escritos, la chica estaba fascinada
con la poesía del hombre, recitaba dulcemente
sus versos, él le alcanzaba poema tras poema
que ella iba leyendo. Bebían vino apresurada-
mente. Comenzaron a leer luego sus cuentos.
Él hombre comenzó a seducirla, ella lo detuvo
a un lado, le dijo que todo a su tiempo, mien-
tras continuaba leyendo, también estaba
fascinada con las historias que él escribía. Se
agotó el vino de las botellas, la chica dejó de
leer, felicitó al hombre por sus escritos y se
arrojó sobre él, besándolo apasionadamente,
cayeron los dos sobre la cama, se acarician
y se besan como dos antiguos amantes. La
chica comienza a desnudarse, se levanta para
quitarse la ropa, el hombre hace lo mismo en
la cama, sin dejar de mirarla, es una mujer her-
mosa, tiene un esbelto cuerpo, con tatuajes en
sus largas piernas, en sus pechos rosados y en
su estrecha cintura. Se arroja otra vez sobre el
hombre, los dos desnudos se contorsionan en
la cama, ella detiene todo un momento, le da
un beso tiernamente y se levanta para comen-
zar a vestirse. Él no sabe que está pasando,
se acerca para besarla, pero ella se levanta y
termina de ponerse su ropa.

- ¿Qué está pasando?, -le pregunta el hombre


indignado, -debo irme, le contesta ella, -me
acordé que tengo que hacer algo importante

154
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

mañana temprano-. – pero como te vas a ir


así, al menos terminemos esto que habíamos
comenzado, no te vayas, ¿qué pasó? ¿fue
algo malo que hice o que dije? no te vayas,
ven por favor, - le suplica el hombre desde la
cama, pero ella se va diciéndole. – sabes que,
es que prefiero irme a mi casa a pensar, que
pudo haber sucedido esta noche, si yo me
hubiera quedado contigo, no conformarme
con la cruda realidad, quiero ir a imaginar las
posibilidades de situaciones, que se hubieran
desatado si los dos hubiéramos hecho el amor
esta noche. Tu eres solo una de esas posibilida-
des-. Terminó de decir esto y salió de la casa, él
le gritó que tenía que contarle algo importante,
pero ella salió rápido a la calle. Se acongojó. Se
dio cuenta de lo mal que había actuado con
las mujeres. Recibió un remedio de su propia
medicina. Le gustaba la chica del búho, se
había ilusionado, algunas lágrimas rodaron
por sus mejillas, se envolvió entre las cobijas,
se acostó con un dolor en el pecho. La chica
del búho tatuado en el cuello, no puede dor-
mir en su casa, siente que ha hecho algo mal,
no debió excitar al hombre hasta ese punto y
luego dejarlo ahí tirado, él nunca había hecho
eso con una chica. Salió de su casa temprano,
se fue para la casa del hombre, le pediría dis-
culpas, le gustaba mucho, sabía que se estaba
enamorando. Se fue alegre a buscarlo, Pero
nadie le abrió en la casa del hombre. Golpeó

155
Diario de locos

insistentemente, debía estar durmiendo muy


profundo. Recordó que en el jardín había una
llave para emergencias, abrió la puerta y entró
llamándolo, pero nadie contestaba, subió a la
habitación y lo vio en la cama dormido, aún
desnudo, envuelto entre las sábanas. Lo sacu-
dió para despertarlo, pero no reaccionaba. Lo
besó y trató de moverlo de todas las formas,
dejó de hacerlo intuyendo algo sospechoso,
trató de escuchar los latidos del corazón en
el pecho, no parecía escuchar nada, también
se dio cuenta que no respiraba. Se asustó de
inmediato, rápidamente llamó una ambulan-
cia, mientras trataba de reanimarlo de alguna
forma, pero él no respondía, a los diez minutos
llegó la ambulancia con algunos enfermeros,
trataron de reanimarlo, le dieron choques
eléctricos, su corazón parecía recuperar un
leve latido, lo llevaron apresuradamente hacia
un hospital. Allá le hicieron todas las manio-
bras médicas posibles para reanimarlo, pero
finalmente concluyeron, que había sufrido un
paro cardiorrespiratorio de alguna intención, y
que su cerebro tampoco parecía estar respon-
diendo, estaba muerto. La chica del búho no
paraba de llorar en la sala del hospital, llegaron
algunos amigos. Llamaron a los familiares
del hombre. Una tía y un primo del hombre
llegaron un par de horas después, se llevaron
el cuerpo hacia una sala funeraria, ya era la
madrugada, resolvieron enterrarlo ese mismo

156
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

día en la tarde. El rumor de la muerte del


hombre comenzó a circular por sus conocidos,
pero no le prestaron mucha atención. La chica
del tatuaje en el cuello se sentía arrepentida
de no haberlo escuchado, de haberlo aban-
donado esa noche, se siente culpable, es la
única que lo visita toda la mañana en la sala
de velación, llora desconsolada sobre el ataúd.
Pasado el mediodía, llegan los familiares del
hombre, junto con unos hombres corpulentos
y un cura. También llegan algunos amigos de
la chica del búho tatuado en el cuello y del
hombre. Sin ninguna ceremonia, comienzan a
llevarlo hacia el cementerio. Caminan por las
calles, los hombres corpulentos llevan el ataúd
en sus hombros, un silencio de muerte cubre
la ciudad, hay un cielo gris y una tormenta
eléctrica a lo lejos. La chica del búho camina
al lado del cortejo fúnebre, llora tristemente,
mientras un grupo de personas que la rodea la
consuelan. Ella solo piensa en lo que él quería
decirle, las últimas palabras que le escuchó;
debió haberse quedado y no bromear con eso,
él le gustaba, ella quería estar con él, se fue
solo por tonta, por tratar de enseñarle algo
que ni ella misma sabe que es, ¿y si se había
suicidado? y ¿por culpa de ella? Lloraba con
mucho dolor, pero él también era un tonto, si
se escapaba de todos lados, ¿porque no huye
también de la muerte? o es que huyó de la
vida como solía hacerlo, para irse a soñar en

157
Diario de locos

la muerte, pero debería abandonar la muerte,


huir para imaginarse en la vida, - pensaba la
chica del búho mirando el ataúd, de repente le
parece que el cajón se mueve, pero no, son los
hombres que parecen tropezar, y caen, final-
mente, parece que el ataúd sí los ha sacudido.
El cajón cae bruscamente al suelo, se abre toda
la tapa de inmediato, todos se acercan para
ver el cadáver del hombre, pero con gran sor-
presa, ven temerosos que él está despierto, se
está desacomodando del cajón y termina por
levantarse. Nadie puede creerlo. Todos miran
aterrados, no estaba muerto, gritan asustados,
se acercan a tocarlo, no comentan nada, están
estupefactos, el hombre saca los pies del ataúd,
les dice que se marchará hacia su casa, que
su vida aún no ha terminado, se disculpa por
los inconvenientes y camina hacia su casa. La
chica del búho tatuado en el cuello, sale del
trance en el que estaba, sorprendida, seca las
ultimas lágrimas de su rostro y se va cami-
nando detrás del hombre.

158
El profe

H
oracio llega a su casa después de un
duro día de trabajo como profesor
universitario; dicta un seminario
sobre la ensoñación poética, como germen
creativo de la obra escrita. Están a final de
semestre, así que ha impartido clases extra
y atendido muchos estudiantes. Extraña su
pueblo, pero sabe que pronto vendrán las
vacaciones. Trabaja juicioso y responsable
en sus clases, cumple con sus horarios, pero
cuando está en su pueblo, le gusta embriagarse
durante días enteros. En el pueblo lo conocían
gratamente como “el profe”. Sus amigos sabían
de su impasible gusto por el licor; mientras
ellos se despedían ebrios a las cuatro o cinco
de la mañana, después de beber durante toda

159
Diario de locos

la noche, el profe se quedaba solo, se iba por


una calle incierta, terminaba en algún parque,
arrojado en una de las sillas, esperaba que
llegaran las ocho o nueve de la mañana y que
abrieran las tiendas, para instalarse de nuevo a
consumir licor, conseguía nuevos compañeros
de tragos y en la noche de nuevo terminaba
tirado en la silla de un parque, durmiendo
hasta que los rayos del sol lo despertaban. Se
levantaba despejando sus ojos, encendía un
cigarrillo y comenzaba en la búsqueda de licor.
Podía continuar así durante tres días o más.
Hasta que terminaba en su casa durmiendo
su ebriedad. En ocasiones terminó tirado
en las vías del tren, sus amigos tuvieron que
recogerlo y llevarlo a su casa. Se habían acos-
tumbrado a su forma de tomar durante días
seguidos, algunos no soportaban ese ritmo.
Pero el profe lo había hecho durante años,
cuentan las leyendas y mitos que se tejían a
su alrededor, que todo comenzó cuando él era
joven, adolescente, y comenzaba a tener salidas
con sus amigos, para tomarse unas cervezas
y afianzar su hombría, o intentando darle un
beso a alguna chica. En su casa su padre le
permitía salir, sin embargo, siendo bastante
estricto, no le tenía permitido llegar después
de las diez de la noche. Si llegaba después de
esa hora, era seguro que no lo dejaba entrar. El
profe siempre llegó cumplido, pero en ocasio-
nes debido a circunstancias ajenas a él, llegaba

160
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

después de las diez de la noche, su padre no


lo dejaba entrar a pesar de su insistencia y
súplicas. Al profe no le quedaba más remedio
que quedarse en la calle toda la noche, hasta
que en la mañana su padre le abría la puerta de
la casa. Tuvo que buscar compañía y sobrevivir
en la calle. Fue así como conoció personas
en las noches, indigentes y drogadictos, alco-
hólicos y prostitutas, compartía su licor y
cigarrillos con ellos, se dormía cansado en
algún parque. Aprendió a beber toda la noche
hasta el amanecer, para llegar a su casa en la
mañana. Cuando fue independiente y vivió
solo, aprendió a beber durante días enteros.
Había una pena muy profunda en su corazón,
una herida insaciable, comentaba la gente
entre los mitos que lo envolvían. Pero cuando
estaba en la ciudad, trabajando como profesor
universitario, olvidaba su pena por completo
y se entregaba a su labor juicioso. Amaba su
trabajo. Escribía novelas cortas y pequeños
cuentos en algunas revistas de la universidad.

Esa noche, Horacio llega cansado a su casa,


después de su rutina del día; sus párpados le
pesan, su cuerpo se le cae. Se duerme pro-
fundamente. Súbitamente despierta, y está
levantándose mareado de la mesa de un bar,
estaba recostado en la mesa, sobre sus brazos
cruzados, la música de la taberna lo rodea
todo, saborea el licor en su cuerpo y en sus

161
Diario de locos

sentidos. Recuerda de inmediato que ese día


no fue a su casa a dormir, solo lo había soñado.
Ese día, salió de su trabajo con sus compañeros
y fueron a un bar, donde se estaban embria-
gando. Él no quería ir, pero le insistieron, se
mareo pronto y se durmió cansado sobre la
mesa. Horacio se siente como en un sueño,
se da cuenta que aún está ebrio. A su lado se
sienta una mujer hermosa, es una profesora
de su universidad, él quería cortejarla, ella
le sonríe, mientras Horacio la ve, escucha a
los demás como si estuviera dormido. No le
gustaba estar ebrio en la ciudad, quiere irse a
su casa pronto. Pero no recuerda cómo llegar
hasta allá, quiere dormir y soñar ahí sobre
la mesa, pero la profesora le habla cariñosa-
mente, continuando con una conversación que
había sostenido antes.

-Sabes que en realidad tu no existes como


persona… yo tampoco existo, ninguno de tus
borrachos amigos, ni de las personas de toda
la humanidad, nadie existe, no porque estemos
en una matrix o teniendo un mismo sueño… es
todo lo contrario, nosotros existimos y vivimos
solo en los sueños… en el día salimos de los
sueños vistiendo este cuerpo humano, como
un traje espacial, para poder estar en la atmós-
fera de este planeta, recibiendo las sensaciones
del mundo, alimentándonos de percepciones
que nos permiten habitar en nuestro mundo de

162
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

sueños. Gracias a este vehículo, a este cuerpo


que nos transporta, conocemos y experimen-
tamos la realidad y sus tres dimensiones; en la
noche cuando el traje se desconecta y duerme,
nosotros podemos estar libremente en los
sueños, estar en la dimensión infinita, de ese
universo de sueños sin tiempo ni espacio, solo
la ensoñación por siempre, allá pertenecemos.
No somos esta carne, somos esas almas que se
desplazan plenamente en el mundo intangible
de los sueños. Somos solo pensamientos que
se juntan, somos ese discurso que convoca en
tu mente a otro; somos ese diálogo que tienes
con tu conciencia, el yo físico hablando con
el alma, que se manifiesta como una ilusión,
como un sueño… Me entiendes, ¿verdad? El
ser humano no ha comprendido la verdadera
existencia, porque la estudia y la piensa desde
su cuerpo físico, ocupando un lugar en el
tiempo y el espacio. Pero la real existencia se
experimenta en los sueños, ahí se experimenta
el ser verdadero, sin tiempo ni espacio, ahí
habitamos todos nosotros, y usamos solo estos
cuerpos para transportarnos durante el día,
mientras trabajamos con lo que brota de nues-
tros pensamientos. Esa es la dolorosa verdad
de la existencia, de la metafísica del tiempo, de
las causas de la humanidad, nuestros cuerpos
son solo cascarones que habitamos con nues-
tros sueños, son cortezas vacías sin nuestras
almas, en la muerte deshabitamos el cuerpo

163
Diario de locos

mientras entramos en un sueño profundo


e infinito-.

Horacio comprende todo lo que la profesora


ha dicho, se ve a sí mismo como un fantasma
habitando en una máquina. -Todos estamos
invadidos por fantasmas e irrealidades, que se
manifiestan en los sueños, como si fuesen la
verdadera existencia. Tratan de convencernos
con sus interpretaciones de la realidad, de que
su cosmos onírico es el lugar intemporal donde
habitamos, pero si desbordamos todas las
leyes físicas que nos componen, y aceptamos
la irrealidad de los sueños, como un recurso
empírico de conocimiento, como una puerta
para acceder a ese universo de ensoñación,
aceptaremos que tan solo somos portadores
de la conciencia, como ese fuego en el interior
que nos arrastra hacia la existencia. -Horacio
termina de decir esto y despierta en el acto,
acomoda sus ojos a la luz del día, se da cuenta
que todo fue un sueño, se encuentra en un
auditorio frente a un gran número de estu-
diantes, pero él está borracho, despertándose
sobre su escritorio. No pudo evadir a unos
compañeros y terminó bebiendo toda la noche,
llegó a dar clases ebrio, se durmió en el escri-
torio antes que los estudiantes llegaran. Sabe
que tuvo unos sueños extraños. No tiene más
remedio que levantarse a dictar su seminario
sobre la ensoñación poética. Había preparado

164
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

su discurso metódicamente, pero ahora tenía


todo desordenado sobre su escritorio, no
entendía las notas que había preparado en sus
cuadernos, los libros que tenía en sus manos le
parecieron inútiles para argumentar su relato.
Camina pensativo frente al auditorio, resuelve
hablar a los estudiantes. –Estoy convencido de
que la verdadera existencia está en los sueños,
en ese mundo de ensoñación que se abre a
nuestra mente mientras dormimos. El cuerpo
se alimenta de sensaciones y percepciones
durante el día, mientras nosotros desde nues-
tros sueños, con esa misma sustancia sutil de
la ensoñación, construimos la realidad mate-
rial de los hombres, su sociedad. En la noche se
expande realmente nuestro universo, tenemos
acceso a él, a través de los sueños, ahí puedes
ver al ser verdadero-. Termina su clase sin nin-
gún contratiempo. Vuelve a embriagarse, para
acceder fácilmente a los sueños. Comienza los
días borracho, antes de terminar sus clases, se
duerme en su escritorio. Cae en un profundo
sueño que no comprende. Se despierta súbi-
tamente, mira hacia todos lados, los rayos del
sol le hieren los ojos, está tirado sobre la silla
de un parque, se da cuenta que está ebrio,
recuerda que sus amigos se habían ido un rato
antes, él se durmió recostado en la silla de
un parque. Sabe que durmió profundamente.
Comprende que todo ha sido un pesado y largo
sueño. La profesora hermosa que le habló cla-

165
Diario de locos

ramente en el bar, la elocuente clase que dictó


a los estudiantes, su ebriedad, solo eran sueños
dentro de su sueño. Él no es profesor universi-
tario, es un profesor de colegio, en su pueblo,
sueña con dar clases de literatura en la misma
universidad donde estudió, pero ahora está
desempleado, se da la libertad de embriagarse
sin tregua, recuerda que lleva dos días hacién-
dolo, piensa en embriagarse durante el día otra
vez, en la noche llegará a su casa a componer
algunos cuentos cortos y algunos versos largos,
que extrae de sus sueños.

166
Laura se cambia
de andén

L
as palabras en la boca me saben a papel.
Las palabras en la garganta se me atoran,
quieren salir todas al tiempo. Camino
rápido hacia mi casa, debo escribirlas o gri-
tarlas. Camino de prisa por los andenes. Me
encuentro a Laura en el camino, logro verla
desde lejos. Ella también me ve y se cambia
de andén, cruza al otro lado de la calle. No
importó. Mis neuronas marchaban rápido.
La música estallaba en mis oídos, mi cabeza
se movía al ritmo del rock. Miré al frente y
caminé casi que bailando, daba pasos gigantes,
la chaqueta ondeaba a mis lados. Acentué el
movimiento en mi cabeza, la gente se apartaba
asustada. Laura se perdía a lo lejos, en mí
espalda, en la nada, mi imaginación la veía
irse. Laura era alta; tenía unas piernas fuertes,

167
Diario de locos

una cintura estrecha y un pecho prominente.


Cuando pintaba sus labios, todo su cuerpo
brillaba. Recogía hacia atrás su larga cabellera.
Su rostro era todo alegría. Sus ojos negros
siempre brillaban. Laura bailaba en cualquier
ocasión, mientras los demás solo hablábamos
o bebíamos. Bailaba como el viento, y a todos
nos agitaba los ojos.

Fue una noche de esas, de bebida y baile a la


orilla de un río. Yo estaba poseído por una
furia descomunal hacia los humanos, y hacia
todas las cosas, quería tomar todo y destruirlo
en un verso. Las palabras comenzaron a ace-
charme, quería escapar, huir por las calles,
esconderme en alguna alcantarilla. No pude
hacerlo, el licor suavizó mis labios. Las pala-
bras se perdieron en mis ojos. A lo lejos, en
medio de la noche, apareció Laura como un
sueño. Caminaba como una diosa que acaba de
llegar a la tierra. Yo me sumergí por el pasto
como una serpiente, lanzando veneno al aire,
mucho cayó en sus ojos, se durmió confun-
dida. Despertamos todos del encanto. Tenía
una botella de licor en mi mano. Las palabras
salieron sin misericordia, insulté a todo el
mundo, Laura fue primero. La ira estallaba
en mi boca. Vomité injurias como enfermo
de muerte. Mis entrañas también salieron, los
salpiqué a todos con sangre y excremento. Se
limpiaban el rostro con sus manos, sonrieron

168
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

de nuevo. Había demasiado licor en mis venas,


y demasiados humanos en el mundo, quería
que se extinguieran esa noche. Preferí morir y
arrojarme al río. Pero Laura sonrió a lo lejos, y
fue todo otra vez como un hechizo. No volví a
levantar mí mirada del suelo, su presencia era
superior. Escapé corriendo por entre las som-
bras. Esta vez atrapé las palabras en mi boca,
las contuve con mi mano. Corrí por la noche
oscura, me perdí por entre las calles, como un
fantasma que muere…

Laura nunca olvidaría los insultos, jamás


volvió a hablarme, me otorgó la inexistencia
humana. Yo solo podía verla desde lejos,
siempre sonriente, la quería entre mis brazos.
Debía disculparme, pero no tenía el valor
para hacerlo, había olvidado todo lo que había
dicho, y hecho esa noche, en que salió mi
ira descontrolada. Pero luego de una noche
mágica, hechizado por los astros, donde
también veía a Laura sonriendo, tomé el valor
para hacerlo, le debía una gran disculpa. Al
día siguiente no dudé en hacerlo. La vi en una
calle, mi presencia la perturbó, su cara se llenó
de ira, caminé hacia ella. Le ofrecí mil discul-
pas, estaba realmente arrepentido. Pero nada
sirvió para justificarme, la herida ya había
sido abierta.

169
Diario de locos

Laura continuó su vida. Caminando hermosa


y sonriente por el mundo. Complaciendo a
muchos, su amor parecía infinito. Evitaba
encontrarse conmigo y yo también con ella.
Cuando coincidíamos con algunos amigos,
me lanzaba algunas indirectas, yo estando
sumamente apenado, quería evaporarme en
el instante, desaparecer de la vida, y de todos,
de sus recuerdos, no haber existido nunca.
Me llené de arrepentimiento a diario, que se
sumaba como toneladas de culpa. Pasaron
las semanas y también se fue yendo la culpa.
Laura seguía existiendo en el mundo, her-
mosa, la veía a todas horas, frecuentábamos
los mismos lugares y amigos en común. Laura
era complaciente, liberada y orgullosa de su
locura. Mis amigos se ufanaban de haberla
besado o de estar con ella, yo los miraba sin
entender su orgullo machista.

Nada cambió con el pasar del tiempo. Éramos


ahora un par de desconocidos. Asumí mi culpa
y el error cometido. Procuré no volverla a mirar
a los ojos, no era digno, la había ofendido. La
palabra “puta” le zumbaba en sus oídos cuando
me veía, le revolcaba la conciencia. Laura
seguía corriendo libre como el viento, no se
establecía en un solo abrazo, disfrutaba de la
vida y de los hombres. Yo frecuentaba amigas
que también eran amigas de Laura, las corte-
jaba tímidamente, en esta época de liberalidad

170
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

sexual. No me gustaba el mundo tan deshecho,


quería amar de verdad, pero la decadencia en
los hombres había comenzado, el ser humano
se devoraba a sí mismo con hambre de placer,
su cerebro se estrechaba, volvía al tamaño del
primate. Todos querían aparearse con todos
en esta época. Tener sexo era su objetivo coti-
diano; el trabajo, el estudio, solo eran medios
para conseguirlo. Yo solo veía la decadencia,
aunque también buscaba participar en la orgía,
pero mis pensamientos me distraían, estaba
volviendo a mi autismo primario. Me perdía en
los sueños, se me confundían con el día.

Conocí muchas otras Lauras, todas igualmente


bellas. Pero Laura, la original, me seguía
persiguiendo con la culpa, su indiferencia y
desagrado al verme, me recordaba lo injusto
que había sido con mis palabras, lo torpe que
fui para controlar mi ira. Era notorio como
ella procuraba no encontrarse conmigo en
el camino, y si ocurría, simplemente seguía
mirando al frente, tal vez, queriendo escupir
en el suelo. Yo asustado miraba al frente, jui-
cioso. Cada vez que la veía, me arrepentía de
lo sucedido, volvía la culpa con todas sus lla-
gas. A veces, la encontraba en algún bar, ella
derrochaba alegría con sus amigos, mis amigos
se acercaban todos a saludar, yo debía esperar
de pie a un lado, como un idiota, y saludar a
uno que otro desde lejos. En ocasiones, era ella

171
Diario de locos

quien llegaba, los saludaba a todos, a mí ni


me miraba, yo apenas existía para mí mismo.
Cuando la encontraba en la calle, Laura no
disimulaba su cara de náusea al verme. La
situación comenzó a no importarme. Aún no
me había tocado la decadencia, trataba de
tener pensamientos elevados. Así pude seguir
por el mundo, que seguía girando con todo y
Laura; podía encontrarme con ella sin darle
importancia a su justo reclamo.

Había comprendido y aprendido del error,


de mis palabras, de la ofensa, de los prejui-
cios. Aunque, todavía caminaba apenado
por la tierra, sobre todo si aparecía Laura en
alguna de sus latitudes, en mi presencia, en
mi horizonte. Sucedía a menudo. Vivíamos
en barrios aledaños. Traté de tomar otros
caminos. Pero cuando vi que ella se cambiaba
de andén al verme, me sentí como un ser real-
mente repugnante y desagradable. Me llené
con toda la depresión que tengo. Un agujero
negro creció en mi interior, donde todo se iba
perdiendo. Me devoraba a mí mismo. Sentía
que no valía la pena para nadie, ni para el
mundo. De verdad me sentí despreciable.
Pero… igual, seguía viviendo. Aprendí a no
darle importancia tampoco a eso. En ocasio-
nes, era yo mismo el que, cuando veía venir
a Laura a lo lejos, me cambiaba de andén, de
cuadra, de barrio, de planeta, habitaba en las

172
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

sombras del mío. Pero no sucedía lo mismo


cuando nos encontrábamos en un café bar
que los dos frecuentábamos. Allí ella no se
cambiaba a ningún lado. Solo procurábamos,
no encontrarnos en la misma mesa, mientras
todo acontecía.

Las semanas pasaron, el tiempo seguía


cambiándolo todo. Fue así como un día,
caminando hacia mi casa, regresando de aquel
café, iba por los andenes distraído. Al lado
de la calle, un gran parque me acompañaba.
Era el barrio de Laura. Había muchos carros
estacionados en la orilla de la calle. A lo lejos,
por la misma calle, venía hacia mí una gran
procesión religiosa, con muchas personas,
santos en sus espaldas, cristos, curas y humo.
El andén parecía un camino privilegiado para
seguir lanzando conjuros. Caminé agachado.
Levanté la mirada bajo no sé qué pretexto. Vi
venir a Laura por el mismo andén a lo lejos.
La procesión ya nos había invadido. Laura
también me vio, miró asustada hacia la calle
para cambiarse de andén, pero estaban los
carros y la procesión con sus santos de yeso.
No tuvo más remedio que mirar al frente y
seguir caminando. No pudo escaparse de mí,
ni yo tampoco de ella; yo no quería pasar por
entre la multitud rezando. Caminamos hacia
un inesperado encuentro. Serían solo unos
segundos. No nos miraríamos y seguiríamos

173
Diario de locos

en direcciones opuestas hacia nuestras vidas.


No supe qué pensar, seguí caminando mirando
al piso. Los rezos y cantos se escuchaban fuer-
tes y monocordes. No miraría a Laura cuando
cruce cerca a mi lado. Respiré profundo y no
pude evitarlo. Cuando ella se acercaba hacia
mí, levanté mi mirada para verla a los ojos. Ella
también me estaba mirando. Pude verla toda.
Traía una camiseta blanca ceñida a su cuerpo;
un diminuto short que dejaba ver sus largas
piernas, venía de hacer deporte. Ya casi pasaba
al lado mío y seguí mirándola, pude ver cómo
sus mejillas enrojecían, su pecho comenzó
a crecer, su respiración se agitó, las pupilas
se le dilataron. Sus pezones comenzaron a
crecer. Vi cómo un trago de saliva bajaba por
su garganta. Se estremeció toda cuando cruzó
a mi lado. Su frente sudaba. Sus piernas se le
enredaron. Seguí caminando como si nada,
alcancé a dar dos o tres pasos, instantánea-
mente me di cuenta que no llevaba la mochila
negra, que siempre llevo terciada en mi pecho,
la había olvidado en el café donde había estado
antes. Tenía allí libros, y un cuaderno con
anotaciones. Voltee automáticamente para ir
a recuperarla. Laura también había volteado
y estaba frente a mí mirándome profunda-
mente. Estaba en un trance misterioso. Su
cuello sudaba y ella levantaba su cabeza, aca-
riciándolo sensualmente con sus manos. Sus
pechos turgentes y voluminosos. Sus pezones

174
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

erguidos. Su camiseta se hacía transparente


con su sudor. Sus piernas juntas. Su cintura y
su pecho agitados. Llevaba su mirada al cielo,
mientras acariciaba su cuerpo. Yo no podía
creer lo que estaba pasando. Miraba a Laura y
parecía excitada, a punto de tener un orgasmo.
Pensé por un momento, que era por eso que
no quería encontrarse conmigo en el camino,
en lugar de repugnancia, yo la excitaba cuando
la encontraba de frente y cruzaba a su lado.
Pero no era así. Ese trance en el que ella se
encontraba era demasiado. El universo parecía
haberse detenido. Los rezos en la procesión se
quedaron en una sola sílaba. Los cantos tenían
un solo sonido. El tiempo se había detenido.
Pero Laura seguía excitada, me miraba con
lujuria. Acariciaba con sus manos su cuello y
sus pechos sensualmente. Me mostraba su len-
gua y sus labios rojos. Su cuerpo se estremecía
todo. Levanta su mirada al cielo, baja sus dos
manos por su cuello, acaricia con cada una
sus redondos senos, desliza sus manos por su
cintura, las lleva a su entrepierna, se acaricia
con pasión, se estremece toda… Un leve aullido
de satisfacción sale de su boca. Respira agitada
y profundamente. Se abraza con sus propias
manos. Cierra sus ojos plácidamente. Algo me
llama la atención en su entrepierna. El short en
su pubis, se humedece todo.

175
Diario de locos

Laura parece estar saliendo de su trance.


Respira tranquila y limpia con sus manos el
sudor de su frente y mejillas rojas. Yo la miro a
ella y miro hacia la procesión religiosa que va
por la calle, se mueve de nuevo. Muchas perso-
nas llevan en sus hombros una estatua grande
de yeso. Es la figura de un enorme hombre con
alas, un ángel. Laura también la está mirando.
El ángel lleva una paloma blanca en uno de sus
hombros, por un momento parece que hiciera
parte de la estatua. Pero la paloma mueve sus
alas, se agita y se eleva al cielo. Se pierde en
un destello de luz. Laura también la ve irse.
La procesión sigue con sus cantos y sus rezos.
El ángel de yeso, se pierde entre la multitud y
los carros. Laura y yo nos miramos. Yo tam-
bién extiendo mis alas y continúo caminando.
Cruzo por su lado sin mirarla. Ella me sigue
con su mirada mientras paso. Levanto vuelo a
prisa. Llevo todas estas palabras atoradas en
mi boca. Debo ir por mis libros y mis notas. Un
papel blanco, una pantalla blanca, un teclado
para escribirlas. Vuelo y las palabras se caen de
mis sueños, se escurren de mi boca, se escapan
de mis manos. Llego apenas con estas pocas
palabras, para atrapar esta historia. Laura
tiene todas las palabras, de la versión completa
de este relato.

176
El niño, el perro
y el hombre

U
n niño miraba desde la ventana de
su casa lo que sucedía en la calle; las
personas que pasaban, los perros
callejeros que corrían oliendo las esquinas, las
bicicletas y los autos que transitaban. Estaba
solo en la casa, había hecho ya sus tareas del
colegio, solo esperaba que pasara el tiempo,
mientras su madre llegaba del trabajo en la
noche. Llegaba tarde, por eso al niño, casi
siempre lo consumía el sueño antes de que su
madre llegase. Miraba hacia la calle, a su río
de personas y de vida, mientras pensaba en el
perro y en el hombre, esperando poder estar
con ellos. En su mente estaba el perro con sus
abrazos, sus mordiscos y sus juegos.

177
Diario de locos

El perro estaba solo en la casa del hombre;


también miraba por la ventana hacia la calle;
se había acostumbrado a subirse en el escri-
torio que el hombre tenía junto a la ventana.
Añoraba correr por las calles, con el niño
y el hombre, hacia el parque, donde corría
libremente, y jugaba con los demás perros; se
dormía tendido entre los papeles y libros del
hombre, sus patas corrían, como lo hacía en
sus sueños. Se despertaba acostado sobre el
escritorio, miraba por la ventana hacia la calle,
el vidrio no le permitía oler todo lo que afuera
sucedía, se inquietaba cuando pasaban perso-
nas u otros perros. Latía y gruñía, en el vidrio
quedaba el vapor de su jadeo. El perro solo en
la casa, pensaba en el niño y en el hombre, en
jugar y correr junto a ellos.

El hombre miraba por la ventana del bus que


lo llevaba a su trabajo en otra ciudad; veía con
nostalgia, los campos, los bosques, las mon-
tañas verdes. Viajaba solo, estaría todo el día
solo en su trabajo. Por la ventana del bus, veía
casas, personas y animales corriendo, pensaba
en el niño, ¿qué estaría haciendo solo en su
casa? tal vez habría salido al parque a jugar, o
posiblemente estaría en la casa, viendo tele-
visión, haciendo sus tareas, o mirando por las
ventanas hacia la calle. También pensaba en el
perro que estaba solo en su casa, tendido sobre
su escritorio, mirando hacia la calle, pensando

178
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

en él y en el niño. El hombre regresaba de su


trabajo en la noche, se encontraba con el perro
que lo recibía con alegría, dormían juntos,
esperando el fin de semana, para que llegara
el niño, y poder correr libres los tres por el
parque y por las calles.

Así pasaban los días de lunes a viernes, el niño


solo en su casa, después de ir en la mañana al
colegio, esperando a su madre, a veces iba el
hombre en las tardes y en las noches a acompa-
ñarlo. A veces el niño iba a la casa del hombre,
cuando él trabajaba ahí, podía ir a visitar al
perro. Pero era el fin de semana cuando los
tres se reunían, era un encuentro infinito, que
duraría por siempre, hasta el lunes. El perro
jugaba con el niño, lo lambía, lo mordía, insis-
tentemente le pedía que lo sacaran a correr por
las calles.

Los tres salían a un parque o caminaban por el


lago, donde el perro corría libre entre el agua,
mientras el niño se quitaba los zapatos y lo
perseguía, el hombre sonreía mientras el sol los
cobijaba en la tarde, les iluminaba los sueños.
El niño, el perro y el hombre regresaban a la
casa en la tarde, caminaban satisfechos, olvi-
daban toda la soledad de la semana. Pasaban
las veinticuatro horas juntos, incluso dormían
en la noche en la misma cama, compartían los

179
Diario de locos

mismos sueños. El niño crecía y amaba cada


salida al mundo, caminar por la naturaleza,
sumergir sus pies en el agua con el perro,
ir con el hombre que lo protegía en medio
de grandes bosques, su dicha era completa.
El perro caminaba orgulloso con su collar,
tirando de la cuerda que lo sostiene a la mano
del hombre, camina impaciente, persiguiendo
todos los olores que encuentra en el camino,
le encantan los aromas de otros perros, quiere
salir corriendo a buscarlos, hala de su cuerda
con fuerza, arrastra al hombre por la calle. Le
gusta que el hombre lo sostenga a su lado y
escuchar al niño cuando le habla. El hombre
los contempla satisfecho con la vida, lleva al
niño y al perro como sus más grandes tesoros,
los protege dentro de su abrazo. Aprende de
ellos sobre el amor y los sueños. En la noche los
tres se reúnen en la casa y después de cenar en
la cocina, se tiraban sobre una inmensa cama,
reían con alguna comedia en la televisión,
contaban algunos chistes, el perro corría por
una pelota irrompible que le arrojaban al piso.
Después de un rato, el niño se metía dentro de
las cobijas, un par de horas después el hombre
también lo hacía, el perro dormía encima de
las cobijas, en medio de ellos.

Una noche mientras dormían plácido y


profundo, los tres tienen un mismo sueño.
Sueñan que caminan por un gran valle, con

180
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

el sol inmenso de la tierra iluminándolo todo,


el sendero se extiende hacia las montañas.
Corren felices por un gran prado lleno de flores
y de plantas que se mecen con el aire. Pero este
sueño es diferente, los tres parecen saber que
están en el mismo sueño, que están soñando
lo mismo juntos; se miran en el sueño felices,
se reconocen en los ojos, se comprenden en un
sueño. Corren por el pasto satisfechos. El niño
se da cuenta sorprendido, de que en el sueño
él es el perro, está en el cuerpo del perro,
corre por entre el pasto que a veces lo cubre,
el mundo le inunda con aromas su olfato,
corre feliz y late cuando el hombre y el niño
lo llaman. El niño sueña que es el perro, corre
con su lengua afuera y sus ojos bien abiertos,
quiere devorarse el mundo con todos sus sen-
tidos, ladra con alegría manifestando su dicha.
El hombre y el perro saben, que el niño sueña
siendo el perro. El perro sueña que él es el
hombre, sabe en el sueño que está en el cuerpo
del hombre, su conciencia explota, lo invade
un nuevo lenguaje, siente que sus sentidos se
encogen, su mente se inunda de sensaciones
con lo que percibe del mundo, se llena de ideas
y conclusiones. Siente cómo corre sobre sus
dos largas patas, y como se llena su corazón de
emociones cuando ve felices al niño y al perro.
El perro sabe que se sueña siendo el hombre,
mientras el niño y el hombre, saben que el
perro está como el hombre en ese sueño. El

181
Diario de locos

hombre sueña que él es el niño, corre plácido


y feliz con su risa a carcajadas, mientras es
consciente de que está en el cuerpo del niño.
Siente todos los deseos del niño, su mente se
llena de emociones y sensaciones nuevas cada
segundo, sueña mientras está en la realidad
junto a todas las cosas, siente el amor de su
madre y su padre por todos lados. El hombre
se regocija soñándose como niño, sin las res-
ponsabilidades del adulto, con muchos sueños
invadiéndolo todo el tiempo. El hombre sabe
que se sueña como niño, el perro y el niño
también saben que el hombre sueña siendo el
niño. Los tres son conscientes de que están en
el mismo sueño, saben lo que sueña cada uno,
que el niño se sueña siendo perro, el perro se
sueña siendo hombre y el hombre se sueña
siendo niño. Lo saben y se reconocen en los
ojos dentro del sueño. Siguen en su sueño feli-
ces, corriendo por la naturaleza con un eterna
dicha. Despiertan los tres en la cama, el perro
estira sus patas, el niño extiende sus brazos y
su enorme sonrisa, el hombre estira su cuerpo
satisfecho. El niño, el perro y el hombre, se
abrazan y saludan, después del largo sueño,
pero no se cuentan el sueño que tuvieron
juntos, no saben que soñaron lo mismo, no lo
recuerdan con la suficiente pasión.

El niño vuelve a la casa de su madre, continúa


con su rutina de estudio, entre el lunes y el

182
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

viernes, es feliz y responsable con su madre.


La espera mientras ella regresa del trabajo,
hace sus oficios correspondientes, juega y se
divierte, mira por la ventana hacia la calle. El
hombre vuelve a su rutina de trabajo, toma un
bus que lo lleva a otra ciudad a su labor diaria,
sus pensamientos ruedan mientras ve por
la ventana al mundo correr a su lado, trabaja
con agrado. El perro solo en la casa, toma algo
de agua, come un poco de concentrado, deja
su excremento en algún rincón, salta sobre el
escritorio del hombre, late a los perros y las
personas que pasan por el frente, mira por la
ventana el sol brillando en la calle y el viento
moviendo las plantas. El perro se duerme
echado sobre el escritorio, se sueña corriendo
libremente por las montañas; también sueña
que es un hombre, sueña que es el animal que
camina parado en dos patas, cubre su piel y
ladra extraño, como el hombre que lo cuida. El
perro se ríe mientras sueña que es un hombre,
se ve como el animal infeliz que canta y baila,
se siente torpe, se ríe de sí mismo entre sus
dientes. Despierta y el vidrio le impide oler
lo que hay en la calle, extraña al hombre y al
niño, para que lo saquen a caminar y a correr
libre por los parques. El niño solo en su casa,
espera el fin de semana para estar con el perro,
abrazarlo mientras le lambe la cara, correr con
él y revolcarse en el pasto. Extraña al hombre
y al perro, pero los espera con una alegría

183
Diario de locos

desbordante, con un anhelo dichoso. Cumple


con sus tareas y su estudio, pero lo satisface
más caminar o andar en bicicleta por la natu-
raleza. Le agrada ser niño, pero recuerda que
alguna vez, viendo al perro tirado en el piso,
él también se acostó en el piso, para saber lo
que sentía el perro en ese piso frío. Ese día
pensó en ser perro, se comportó un rato así,
latió y gruñó como un perro, era un juego
más que iluminaba su mundo. Se dio cuenta,
que, si algún día le tocaba ser perro, él sería
un buen perro. Pensó que tal vez, ser perro
sería mejor que ser un humano. Conocía las
injusticias del mundo, las veía a diario, pero
sabía que entre los hombres y los animales hay
un mismo corazón latiendo. Por eso quería al
perro, lo extrañaba, esperaba paciente el fin de
semana para encontrarse con él. El niño salía
a la calle a jugar mientras llegaba el sábado
para encontrarse con el perro y con el hombre.
A veces se sentía solo en su casa antes de que
llegara su madre. El hombre cumple con su
trabajo, regresa a su casa en la noche, juega un
poco con el perro. Extraña al niño, se siente
solitario y en el olvido, quisiera ser perro o ser
niño de nuevo, sin las responsabilidades del
adulto, sin las preocupaciones y el sufrimiento
de los mortales. Sin la necesidad del amor,
sin los deseos invadiendo su mundo. Quiere
la inmortalidad del animal inconsciente, que
no sabe que el tiempo llega, o la eternidad del

184
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

niño consciente, para quien el tiempo pasa


lentamente y sin problemas. El hombre salía a
su trabajo en las mañanas y volvía en la noche,
esperaba impaciente el fin de semana para
deshacerse de su rutina.

Llega otro fin de semana, se reúnen los tres


de nuevo. Esta vez planean salir a caminar
hacia una gran montaña, cerca de la ciudad.
Saldrán con otras personas, niños y perros. Se
levantan muy temprano, el niño, el perro y el
hombre están jubilosos. Se encuentran todos
en un puente, comienzan la caminata, el sol
los llena de vida y de fuerza. El perro arrastra
con su correa al hombre, quiere correr con los
otros perros. El niño camina feliz jugando y
conociendo nuevos amigos. Ascienden una
montaña pedregosa, por los lados del camino,
ruedan abismos formados por el agua. Suben
por el medio de bosques, llegan a una cima
plana, persiguen un camino hacia un lugar
supremo, donde se puede observar desde muy
alto toda la ciudad. Llegan a un inmenso valle,
el hombre reconoce el lugar de inmediato, la
inmensidad que observa, lo satisface y lo com-
place. Sus amigos y amigas sonríen dichosos.
Puede ver desde arriba el ancho mundo, las
montañas infinitas, las calles desiertas, como
en los sueños. El niño está sorprendido y mara-
villado, su mente se llena de conocimiento y
de dicha, corre feliz por entre el pasto y las

185
Diario de locos

flores. El hombre le quita el collar al perro y


éste corre libre por todo el prado, corre y ladra
con los demás perros lanzando mordidas al
aire. El hombre y sus amigos también corren
felices por encima de las flores, terminan todos
saltando, corriendo, y rodando por el pasto
dando vueltas y botes. Cuando se encuentran
el niño el perro y el hombre, se miran a los
ojos y se dan cuenta que están en el mismo
sueño que tuvieron aquel día, lo recuerdan de
inmediato. El lugar, el sol, el pasto y las peque-
ñas flores, todo, incluso las pocas nubes en el
cielo, son como aquel sueño, donde corrían
felices jugando y saltando sobre el pasto. Se
reconocen en ese sueño en el acto, el niño se
soñaba siendo el perro, el perro soñaba siendo
el hombre y el hombre soñaba siendo el niño,
los tres corrían felices en ese mismo lugar.
Ahora se miran unos a otros, no saben si están
en ese mismo sueño o si están en la realidad.
Tal vez siguen dormidos y soñando los tres en
la cama y despertarán algún día. El hombre no
sabe si es el niño que corre o el sueño que tiene
un perro de ser hombre. El niño sabe que él
es el sueño de alguien más, el sueño del hom-
bre, solo espera despertar siendo un perro de
verdad. El perro sigue latiendo y jugando, los
muerde y se esconde entre el pasto, mientras
espera que salten sobre él. Juega y corre feliz
por entre el tiempo. Para él todo era realidad y
sueño, reconoce el lugar, sabe que duerme en

186
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

los sueños de alguien más. Los tres corren y


ruedan felices por el pasto, se untan de flores,
abrazan la hierba, gritan sobre la montaña,
mientras el viento les habla entre los árboles.
Juegan con sus amigos y los demás perros,
todos sonríen felices, se abrazan satisfechos
mientras ruedan por el pasto y las flores,
untándose de tierra. El niño, el perro y el hom-
bre saben que están en el mismo sueño que
soñaron alguna noche, están soñando la conti-
nuación de ese mismo sueño, los tres al mismo
tiempo, sueñan que corren felices por un gran
prado lleno de flores, rodeados de todo el amor
del mundo. Sueñan que son hermanos de todas
las cosas y todos los seres, sueñan que ellos
son la misma naturaleza. Se dan cuenta que
todos los seres, son en conjunto la naturaleza
consciente. Observan las montañas imponen-
tes, se refugian bajo las nubes y los juegos, el
tiempo se desliza como un sueño suculento.
El sol llega con la tarde, las nubes amarillas se
sonrojan. El viento cálido sacude los árboles.
El pasto y las flores se estremecen y tiemblan.
Descienden todos de la montaña, es como si
bajaran también de un sueño, a una realidad
adyacente, conservando el sueño en la mente
despierta. El camino los regresa a sus casas, la
noche llega con el frío de siempre. El niño, el
perro y el hombre, caminan envueltos dentro
de su propio sueño, la realidad y la ensoñación,
se convierten en el mismo referente para aco-

187
Diario de locos

modarse a la existencia. La vida despierta y


los sueños que los poseen, se convierten en un
solo tiempo que ellos habitan.

Vuelven los tres a su rutina de siempre, se


entregan a la soledad de sus casas y oficios. El
tiempo ahora tiene las propiedades de los sue-
ños, los días pasan rápido, se vuelven infinitos,
entre el lunes y el viernes, viven un sueño
despierto que los mantiene con vida, son días
que pasan desapercibidos. El fin de semana se
prolonga por siempre, se recoge infinito, todos
los fines de semana se juntan en uno. El perro
se levanta en sus dos patas y empuja al niño o
al hombre, para indicarles que lo saquen a la
calle. El niño está feliz de abrazar al perro y
correr por todo lado, le agrada dormir con él.
El hombre sonríe complaciente, el sol lo cobija,
el amor lo abriga como en un sueño. Los tres
viven su sueño, despiertos, se encuentran en
él, en su sueño infinito, en su fin de semana
por siempre. El niño, el perro y el hombre,
duermen juntos en la misma cama, corren
felices en sus sueños, juegan libres en el viento,
corren bajo el sol y las montañas. Se abrazan
en su sueño.

188
BIOGRAFÍA

Escritor y Gestor cultural. Cofundador de la


organización cultural de la ciudad de Paipa:
Corporación Alucine, cine, artes y letras.
Dedicada a promover el cine y la literatura.
Escritor permanente para la revista Alucine.
Promotor del club de lectura: Casa verde.
Escritor de cuentos, poesía, ensayo y novela.

Rodolfo Emiro Medina Puerto, nace en Paipa


el 29 de diciembre de 1975. Estudia primaria, y
bachillerato en este municipio, en el Instituto
Técnico Agrícola de Paipa, graduándose como
bachiller técnico agrícola, en el año 1994.

Posteriormente y dada su continua participa-


ción en recitales poéticos y presentación de sus
poemas inéditos, llega a ser el representante
del área de literatura, ante el consejo muni-
cipal de cultura de Paipa, en los años 2001 y

189
Diario de locos

2002. Después de una permanencia laboral en


la capital del país, realizó estudios superiores
en la Universidad Nacional de Colombia,
graduándose como Filósofo en el año 2014.
Coordinador del área de Literatura para el
Festival Internacional de la Cultura, durante
los años 2018 y 2019. Creador del blog de lite-
ratura, humanismogalagtico.blogspot.com.co.

190
R o d o l f o Em i r o M e d i n a P u e r t o

191
Esta obra se terminó de imprimir
en Búhos Editores Ltda. de la
ciudad de Tunja, con una edición
de 1000 ejemplares en el año 2021

También podría gustarte