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La flor es la estructura reproductiva característica de las plantas llamadas espermatofitas o

fanerógamas. La función de una flor es producir semillas a través de la reproducción sexual.


Para las plantas, las semillas son la próxima generación y sirven como el principal medio a
través del cual las especies se perpetúan y se propagan.

Pero la organización interna de la flor es muy diferente en los dos principales grupos de
espermatofitas: las gimnospermas vivientes y las angiospermas. Las gimnospermas pueden
poseer flores que se reúnen en estróbilos, o bien la misma flor puede ser un estróbilo de hojas
fértiles.[nota 1] En cambio, una flor típica de angiosperma está compuesta por cuatro tipos de
hojas estructural y fisiológicamente modificadas para producir y proteger los gametos. Tales
hojas modificadas o antófilos son los sépalos, pétalos, estambres y carpelos.[1] Además, en las
angiospermas la flor da origen, tras la fertilización y por transformación de algunas de sus
partes, a un fruto que contiene las semillas.[2]

El grupo de las angiospermas, con más de 250.000 especies, es un linaje evolutivamente


exitoso que conforma la mayor parte de la flora terrestre existente. La flor de angiosperma es
el carácter definitorio del grupo y es, probablemente, un factor clave en su éxito evolutivo. Es
una estructura compleja, cuyo plan organizacional está conservado en casi todos los miembros
del grupo, si bien presenta una tremenda diversidad en la morfología y fisiología de todas y
cada una de las piezas que la componen. La base genética y adaptativa de tal diversidad está
comenzando a comprenderse en profundidad,[3] así como también su origen, que data del
Cretácico inferior, y su posterior evolución en estrecha interrelación con los animales que se
encargan de transportar los gametos.

Con independencia de los aspectos señalados, la flor es un objeto importante para los seres
humanos. A través de la historia y de las diferentes culturas, la flor siempre ha tenido un lugar
en las sociedades humanas, ya sea por su belleza intrínseca o por su simbolismo. De hecho,
cultivamos especies para que nos provean flores desde hace más de 5000 años y, actualmente,
ese arte se ha transformado en una industria en continua expansión: la floricultura.

Durante la diversificación de las angiospermas, diferentes linajes evolucionaron de modo tal de


utilizar el mismo patrón morfológico básico de modos diferentes. Por ejemplo, en la “estrella
federal” (Euphorbia pulcherrima) las brácteas que rodean a las flores lograron un color rojo
brillante y comenzaron a funcionar como órganos de atracción para los polinizadores. Los
“pétalos” de la “estrella federal”, entonces, no son en realidad pétalos sino órganos
homólogos a las brácteas de las restantes fanerógamas, lo que significa que ambos
evolucionaron a partir de la misma estructura en un ancestro común. Desde el punto de vista
funcional, las brácteas de la estrella federal parecen y funcionan como los pétalos de cualquier
otra planta, lo que indica que ambas estructuras son análogas o similares debido a una
evolución convergente. Los pétalos reales de la “estrella federal” se perdieron durante su
evolución ya que, de hecho, sus flores, diminutas y casi imperceptibles, no presentan corola.

Las costáceas ofrecen otro ejemplo. Dos de los estambres de las flores de esta familia son
bastante inusuales, ya que durante la evolución, los mismos han perdido su función original
(son estériles), se han fusionado y formaron una estructura muy llamativa denominada labelo.
Este labelo es homólogo a los estambres y análogo a los pétalos de los restantes linajes de
angiospermas

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