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UNIVERSIDAD PARTICULAR DE CHICLAYO

TEMA:
LA DOCTRINA DE LA IGNORANCIA DELIBERADA Y SU
APLICACIÓN AL DERECHO PENAL ECONÓMICO – EMPRESARIAL
ASIGNATURA:

Derecho Penal y Economico

CATEDRATICO:

Luis Gerardo Ruiz Chiroque

ALUMNO:

José Carlos Carranza Arroyo

Carlos Porras Aguilar

Alexis Ramos Paz

Fecha:

26/10/2021
LA DOCTRINA DE LA IGNORANCIA DELIBERADA Y SU
APLICACIÓN AL DERECHO PENAL ECONÓMICO –
EMPRESARIAL
Introducción
Para condenar en determinados supuestos en los que el autor no quería realizar el
hecho típico y actuaba con una mezcla de conocimiento y error el Tribunal
Supremo, así como otros órganos judiciales- han recurrido en diversas ocasiones
en los últimos quince años a la doctrina denominada “ignorancia deliberada”,
intentando hacer fructífera en nuestro sistema jurídico la construcción del wilfull
blindness proveniente del ámbito anglosajón.
Esta doctrina, en esencia, se aparta de las exigencias de conocimiento del tipo
objetivo para la imputación a título de dolo ofreciendo como solución adelantar el
momento de la “intencionalidad” que adquiere relevancia para el Derecho Penal.
Mediante tal cambio de perspectiva, se entiende que el sujeto que provoca
deliberada o intencionadamente su propia ceguera, porque le interesa para facilitar
o hacer más cómoda su decisión moral, es tratado como el que realiza el hecho
delictivo de forma intencionada o deliberada.
Se trata, formulado en términos dogmáticos más clásicos, de un supuesto de actio
libera in sua causa o de imputación extra-ordinaria; es decir, una especie de “dolo
por asunción”. El sujeto es así hecho responsable de su ceguera voluntaria,
deliberada o intencional o, incluso, como es aceptado en el common law, cuando
su falta de conocimiento deriva de una “indiferencia grosera”.
A través de este cambio de perspectiva acaba siendo tan merecedor el
desconocimiento provocado como el conocimiento. En este sentido, desde la
primera Sentencia del Tribunal Supremo que adoptó esta doctrina (núm
1637/1999, de 10 de enero), se hace referencia a que el autor “se pone en
situación de ignorancia deliberada”. Ese pasa a ser el momento decisivo para
decidir si el autor ha de ser castigado y cuál es la pena que le corresponde.
Este adelantamiento implícito del momento relevante de la imputación, que pasa a
ser el de ponerse en la situación de ignorancia deliberada, se viene utilizando para
considerar que el hecho no es sólo objetiva, sino también subjetivamente
imputable. Tal punto de partida no plantearía especiales novedades si no viniera
sirviendo a su vez para sortear “por la puerta de atrás” el tratamiento de la
distinción entre injusto doloso e imprudente. Que alguien pueda ser
responsabilizado de su déficit cognitivo provocado no implica necesariamente que
tal responsabilidad tenga que ser a título de dolo.
Definición de Dolo
Si bien el dolo no viene definido expresamente en el Código penal, suele recurrirse
al artículo 14 que excluye el dolo ante un error o desconocimiento de un elemento
del tipo, si el error es vencible, señala el legislador, se sancionará la conducta
como culposa cuando se hallare prevista como tal en la ley. De esto, es fácil
apreciar que la voluntad, concebida clásicamente como uno de los elementos del
dolo, no juega formalmente ningún papel en la determinación del aspecto subjetivo
del tipo.
Sin embargo, hoy en día parte de la doctrina y la jurisprudencia todavía conciben
el dolo como conocimiento y voluntad de realización de los elementos objetivos del
tipo. Esta corriente, denominada teoría volitiva del dolo, suele reconocer distintas
formas de dolo: dolo directo, dolo de consecuencias necesarias y dolo eventual.
No obstante, como señala Ramón Ragués, una aplicación coherente del dolo
definido como voluntad llevaría a castigar como meras imprudencias supuestos
que ante los ojos de cualquier espectador parecen mucho más cercanos al
merecimiento de pena propio de los comportamientos dolosos.
Por señalar algunos ejemplos, se puede determinar que aquel que dispara a la
cabeza de otro, le coloca un potente veneno en una taza de té o le clava sesenta
puñaladas certeras en el pecho, lo hace con conocimiento pleno de lo que realiza,
a saber, una conducta que por generar un elevado riesgo de acabar con la vida de
una persona tiene precisamente el sentido social de matar; esto con
independencia de lo que haya pasado efectivamente por la mente del autor, algo
inaccesible al juez. Con lo cual, quien realice tales conductas solo puede
responder a título doloso.
De esta suerte, se excluye una noción psicologicista de dolo entendido como un
estado mental que exigiría del Juez hurgar en el fuero interno del autor para tratar
de determinar qué pasó por su mente o cuáles fueron sus más recónditos
pensamientos.
Por esta razón, diversos autores, entre ellos Javier Sánchez-Vera, consideran que
para la determinación del dolo, la constatación de la voluntad es fútil, superflua y,
por ende, renunciable; la relación entre el elemento cognitivo y el volitivo es
ineludible: siempre que se conoce el riesgo creado y a pesar de ello se actúa, se
quiere su realización, al menos en un sentido normativo.
Ignorancia deliberada en el derecho penal económico
Una de las características más significativas del Derecho Penal Económico-
empresarial es la accesoriedad de sus descripciones típicas con respecto a las
regulaciones del Derecho Público o Privado.
Esta circunstancia redunda en redacciones típicas con estructuras de leyes
penales en blanco, elementos normativos de contenido jurídico y elementos de
valoración global del hecho, y por lo tanto tiene distintas consecuencias.
Una de ellas es el error, siendo una cuestión decisiva la de si el error sobre leyes
penales en blanco o elementos de valoración global del hecho debe tratarse como
error de tipo o como error de prohibición. Pues es conocida la difusión de doctrinas
que trataban al error de derecho extrapenal de modo análogo al error de hecho,
poniendo así al sujeto al resguardo de la eficacia de la máxima error iuris nocet.
Pero por obra del Welzel, el error sobre leyes penales en blanco y elementos del
deber jurídico pasó a recibir el tratamiento del error de prohibición.
Ello significa que, en caso de error vencible, el sujeto de tales errores resultaba
punible incluso con respecto a aquellos delitos en los que la modalidad de
realización imprudente era atípica, más aún, que dicho error vencible recibía
únicamente una atenuación facultativa de la pena.
Luego, se fueron difundiendo distintas doctrinas, que calificaron como error de tipo
o como error de prohibición lo que dependía de que el objeto del error fueran los
presupuestos de hecho de la lesión de la norma extrapenal de complemento de la
ley en blanco o bien la infracción misma de la norma extrapenal.
El correspondiente enriquecimiento del ámbito del error de tipo a costa del error
de prohibición es consistente con el proceso de normativización de la tipicidad
objetiva. En efecto, el objeto del dolo viene dado por los elementos del tipo
objetivo. Éstos han experimentado un proceso de normativización evidente a
través de las doctrinas del comportamiento desaprobado y de la imputación
objetiva.
Este proceso parece disfuncional en un contexto de tipos en los que la modalidad
imprudente de comisión resulta excluida. Algo que es muy común en el Derecho
Penal Económico-empresarial. Además, los tipos del Derecho Penal Económico-
empresarial se estructuran muy frecuentemente como tipos fuertemente
normativizados, en particular como leyes en blanco o tipos con elementos de
valoración global del hecho, Así las cosas, si fueran calificados como errores de
tipo, la mayor parte de los errores vencibles en materia penal económica darían
lugar a la impunidad de la conducta. En la jurisprudencia y en cierta doctrina el
proceso ha sido el inverso: la expansión del error de prohibición, a fin de sancionar
los errores vencibles de los sujetos. Lo que resulta compatible con el carácter
punitivista que suele acompañar al tratamiento jurisprudencial de los casos de
Derecho Penal Económico.
Esta doctrina se ha utilizado principalmente, en el ámbito de Derecho Penal de la
empresa, para facilitar la imputación de responsabilidad penal a los
administradores o altos directivos de sociedades mercantiles, como en los Estados
Unidos, donde Fiscales han encontrado en esta doctrina un medio apto para
intentar la condena de altos directivos por conductas ejecutadas materialmente por
sus subordinados o terceros delegados en el seno de estructuras empresariales,
habiendo sido empleada en su día para sostener algunas acusaciones en casos
tan relevantes como el asunto Enron.
Ignorancia deliberada del tipo objetivo

Se puede advertir que hay casos de ignorancia deliberada del tipo objetivo, esto
es que el sujeto desconoce y no hace ningún intento de conocer los elementos del
tipo objetivo, como, por ejemplo, los casos donde el imputado lleva una valija,
caja, etc., previendo la posibilidad de que esté transportando algún elemento
ilícito, pero no hace nada para conocer qué está transportando.
Estos casos pueden ser encuadrados en casos de ignorancia del tipo, ya que el
imputado sabe que transportar estupefacientes es ilícito y por eso, y en busca de
una irresponsabilidad por desconocimiento del elemento transportado se mantiene
en ignorancia sobre el contenido, error de hecho.
Ahora bien, en el ámbito del Derecho Penal Económico, podemos decir, siguiendo
a García Cavero, que para poder resolver estos supuestos hay que partir de la
idea de que no interesa en lo absoluto cómo el autor tiene configurada
internamente su consciencia, sino solamente si resulta normativamente posible la
imputación jurídico-penal del conocimiento sobre el carácter prohibido de su
hecho. El sujeto económico indiferente sigue siendo un ciudadano, de manera que
le son atribuibles igualmente las competencias de conocimiento del ordenamiento
jurídico y la utilización de este conocimiento para determinar el carácter prohibido
de su hecho.

Ignorancia deliberada de la prohibición legal

García Cavero, concibe al error de prohibición como un desconocimiento del derecho


atribuido a la persona sin referencia al hecho concreto.  Así los supuestos de error de
prohibición en el Derecho Penal Económico podrían tener lugar respecto de
personas naturales solamente en ciertos casos-límites.
Por ejemplo, un extranjero que por desconocimiento de nuestro sistema jurídico
introduce al país productos prohibidos o no declara su ingreso y evade con ello el
pago de los impuestos correspondientes.
Ante este supuesto de incapacidad de imputación, solamente podría afirmarse una
situación de error en los casos de ausencia de información, lo cual resulta muy
difícil en las circunstancias actuales del tráfico de personas por las fronteras.
A partir de este supuesto ideado de desconocimiento del derecho puede deducirse
un criterio general para los casos de ignorancia iuris de personas naturales en el
tráfico económico. Las propias características de la economía requieren la
participación de sujetos socializados y en los casos en los que puedan
presentarse supuestos de falta de socialización, resulta común el establecimiento
por parte del propio sistema de fuentes de información a las que el sujeto
desconocedor de la legislación puede recurrir. 

Doctrina de la ignorancia Deliberada en Lavados Activos


Ahora bien, podemos preguntarnos cómo se ha de imputar el dolo para una
condena por lavado de activos. Al respecto, del fundamento número 21 de la
Sentencia Plenaria Casatoria 1-2017 de la Corte Suprema se desprende que
resulta necesaria la convicción más allá de toda duda razonable, de los elementos
que configuran el delito, y en lo que al aspecto subjetivo concierne, tanto el
conocimiento de la procedencia ilícita de los activos, como de realizar las
conductas propias de lavado, es decir, las de convertir, transferir, ocultar, poseer,
transportar, etc. A ello se ha de agregar, dada la configuración típica de este
delito, un elemento de tendencia interna trascendente, a saber, la finalidad de
evitar la identificación, incautación o decomiso de los bienes objeto material del
delito.
La determinación de la concurrencia de los elementos del tipo habrá de hacerse
mediante la prueba por indicios, como se ha puesto de manifiesto innumerables
veces por la doctrina y la jurisprudencia
El número 34 del Acuerdo Plenario 3-2010 sobre el delito de lavado de activos. Se
trata de datos o indicios que debidamente incorporados y acreditados durante el
proceso, y en la medida que sean sólidos, concordantes y convergentes serán de
gran utilidad para valorar la concurrencia de los elementos típicos de este delito.
Estos criterios, resumidamente, son los siguientes:
a) Los incrementos patrimoniales injustificados;
b) El manejo de grandes sumas de dinero en efectivo;
c) Las operaciones sobre activos en las que, por valerse de testaferros,
sociedades instrumentales, o depósitos o apertura de
cuentas en paraísos fiscales, pongan de manifiesto operaciones extrañas a las
prácticas
comerciales ordinarias;
d) La inexistencia de negocios lícitos que justifiquen el incremento patrimonial o
las transmisiones dinerarias;
e) La debilidad de las explicaciones acerca del
origen lícito de los activos; o sobre lo anómalo de las operaciones detectadas;
f) La constatación de algún vínculo o conexión con actividades delictivas previas o
con personas o grupos relacionados con las mismas.
En esto último, es decir, en el riesgo que puede suponer ahora la vinculación que
se pueda establecer con personas relacionadas con actividades delictivas, pues
no estamos en los tiempos evocados en la Letra Escarlata, donde un culpable
quedaba marcado en lugar visible con el símbolo de su delito. ¿Cómo saber así
con quién nos relacionamos?
Desde luego, más preocupados habrán de estar aquellos con cierta debilidad por
las actividades criminales, pues en el mundo frenético de hoy donde todo es fugaz
y nada dura para siempre, los socios, cómplices y amigos de antaño, pueden
convertirse en los más acérrimos enemigos. Por esta razón, quizás ellos enfrenten
un dilema que puede expresarse con las palabras del gran Jacinto Benavente en
una de sus más afamadas obras, a saber, que, para salir adelante en todo, mejor
que crear afectos es crear intereses.

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