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• Para Platón la parte racional del alma debe gobernar a las partes irracionales (irascible y apetitiva).
Sólo de esta manera quien aspire al conocimiento puede escalar en los grados del saber.
Asimismo, de las dos partes irracionales del alma, la parte irascible es más dócil a los mandatos
de la razón en comparación a la parte apetitiva. Esta última también puede acatar a la razón,
pero demanda de mayor esfuerzo por parte del filósofo.
• En este sentido, el cuerpo y todo lo relativo a él, a saber: dolor, placer, enfermedad, hambre,
sed, pasiones, perturbaciones, aflicciones, etc., significan siempre un estorbo para el
conocimiento y para la vida del filósofo. Por ello, Platón sostiene que la filosofía es una
preparación para la muerte (Fedón 64a). Porque si la muerte es la separación del alma (inmortal)
del cuerpo (mortal), al igual que la muerte, el filósofo se ejercita en separar el alma del cuerpo.
Dado que, el conocimiento de lo real radica en la contemplación de las Ideas en Sí, y dado que
las ideas sólo pueden ser captadas por la parte racional del alma (inteligencia y entendimiento)
en cuanto está mezclada lo menos posible con el cuerpo. Entonces, filosofar es intentar
sustraerse del cuerpo lo más posible y recogerse en el alma. Practicar la filosofía es ejercitar la
muerte en el sentido de que conlleva el esfuerzo por separar el alma del cuerpo. En suma, la
filosofía es una constante preparación para la muerte.
Fragmento del Fedón 1 de Platón.
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-Sócrates: En tercer lugar, ¿decimos que existe algo Justo-en-sí, o nada?
-Simmias: Lo decimos ciertamente, ¡por Zeus!
-Sócrates: ¿Y algo Bello, o algo Bueno?
-Simmias: ¡Pero es claro!
-Sócrates: Ahora bien; ¿acaso has visto alguna vez con los ojos algo de esta índole?
-Simmias: Jamás.
-Sócrates: ¿Acaso lo has captado con algún otro de los sentidos [que actúan] a través del cuerpo? Hablo de todas
las cosas: por ejemplo, acerca de la Grandeza, de la Salud, de la Fuerza; en una palabra, de la realidad de todas
las cosas, lo que viene a ser cada una. ¿Es por medio del cuerpo que es contemplado lo más verdadero de ellas,
o más bien sucede así: que aquél de nosotros que se prepara más y con mayor rigor para conocer mentalmente
en sí misma cada una de las cosas que investiga, ése es el que se aproxima más a la comprensión de cada una?
-Simmias: Con toda seguridad.
-Sócrates: Pues bien, el que lo hiciera con mayor pureza será aquel que se aproximara a cada cosa al máximo
posible sólo con el pensamiento, sin acompañar el conocimiento mental con la vista ni con ningún otro sentido,
y sin adosar nada al manejo de la razón. Sería aquel que sirviéndose del pensamiento en sí mismo, por sí mismo
e incontaminado, intentara dar caza a cada una de las cosas reales, cada una en sí misma, por sí misma e
incontaminada desembarazándose al máximo de los ojos y de los oídos, y puede decirse, del cuerpo entero, en
tanto éste perturba y no permite al alma poseer verdad y sabiduría, mientras está asociada con él. ¿No sería
éste, si es que se da el caso, Simmias, quien alcanzaría lo real?
-Simmias: Es extraordinario (…) el modo en que dices verdades.
2 Las disposiciones que posee la facultad calculadora son: el arte y la prudencia. Las disposiciones que posee la
facultad científica son: la ciencia, el intelecto y la sabiduría. Se distinguen en que los objetos de la facultad
calculadora son contingentes. Mientras que los objetos de la facultad científica son necesarios y eternos. La
división entre la facultad calculadora y la facultad científica se funda en la distinción entre hábitos prácticos y
hábitos teóricos, respectivamente.
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• La parte (irracional) vegetativa del alma no participa de la razón, pues se ocupa de las funciones
de nutrición, crecimiento y reproducción, que no dependen de la deliberación (racional) ni
implican elección o decisión alguna.
• Pero la parte (irracional) animal del alma sí participa de la razón en la medida en que puede ser
obediente a las instrucciones y deliberaciones racionales. La parte animal del alma posee el
sentido del placer y el dolor, y en general, se encarga de las funciones referidas al desarrollo del
deseo.
• En los asuntos prácticos, la parte (racional) humana cumple la función de regular a la parte animal
del alma, dado que posee la disposición de la prudencia (phronesis, que consiste en: “un arte
práctico verdadero, acompañado de razón, sobre las cosas buenas y malas para el hombre”3)
y por ello, puede calcular el término medio (mesotés) en cada situación.
• La ética de Aristóteles es una ética de las virtudes. Esto quiere decir, que las acciones serán buenas
o malas dependiendo de si actuamos por virtud o por vicio, respectivamente. En este sentido,
lo contrario del concepto de virtud es el vicio. Y toda acción puede ser viciosa por dos extremos
opuestos: uno por exceso y otro por defecto; mientras que la virtud estará referida al término
medio de la acción y de la pasión.
o Por ejemplo: beber alcohol no es ni bueno ni malo de por sí. Pero si bebemos
demasiado alcohol nuestra acción será viciosa por exceso, dado que excedimos la
medida apropiada. Y si no tomamos nada de alcohol, la acción también estará viciada,
aunque por defecto, porque optamos por no ejercitarnos en la búsqueda de la virtud.
Por su parte, la acción será virtuosa cuando en lugar de beber en demasía o de
abstenerse de hacerlo, bebemos la cantidad justa que era apropiada en ese momento
particular. Dicho de otra manera, toda acción será éticamente virtuosa (i. e.: buena)
cuando dicha acción esté basada en la elección del término medio.
• El “término medio” nunca será relativo a la cosa (i. e.: igual para todos), sino que siempre será
relativo a nosotros, esto es, relativo a cada individuo. Porque si para la persona (A) el término
medio es un vaso de vino, para la persona (B) el término medio pueden ser dos o tres vasos
de vino. Del mismo modo, el término medio siempre dependerá del contexto. En este sentido,
para determinar el término medio apropiado en una situación particular, hay que preguntarse
por: el cuándo, el dónde, el quién, el por qué y el cómo, de la acción o pasión.
• Como se ve, para Aristóteles el cuerpo y nuestra parte animal del alma, no sólo no son un estorbo
para alcanzar el bien en la vida, sino que son la condición necesaria para lograrlo. Porque de otro
modo, es decir: sin cuerpo, dejaríamos de ser agentes capaces de actuar y padecer, y por lo
tanto no tendríamos cómo ejercitar la virtud, esto es, la bondad. El ser humano sólo puede ser
éticamente virtuoso (bueno) porque su alma está unida a un cuerpo que padece: que sufre, se
aflige, siente placer y dolor, y además, desea. La tarea de la parte racional del alma no es gobernar
a la parte animal, en el sentido de reprimir sus impulsos o ignorarlos, sino ayudar a la parte animal
del alma a alcanzar el término medio en cada acción y en cada pasión. La virtud no se alcanza
rechazando el cuerpo ni desentendiéndose de él, sino deliberando sobre su componente
deseante y pasional, y aprendiendo a no excederse ni abstenerse; en suma, llevando con la
razón a las acciones y a las pasiones a alcanzar el término medio apropiado en cada ocasión.
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Fragmentos de la Ética Nicomaquea 4 de Aristóteles.
“Nuestro razonamiento está de acuerdo con los que dicen que la felicidad consiste en la virtud o en una cierta
virtud, pues pertenece a ésta la actividad conforme a ella (…) las cosas hermosas y buenas que hay en la vida
sólo las alcanzan los que actúan certeramente; y la vida de éstos es agradable en sí misma. Porque el deleitarse
es algo anímico, y para cada uno es placentero aquello de lo que se dice aficionado, como el caballo para el
aficionado a caballos, el espectáculo para el aficionado a espectáculos, y del mismo modo también las cosas
justas para el que ama la justicia, y en general las cosas conformes a la virtud para el que ama la virtud. La vida
de éstos, por consiguiente, no necesita en modo alguno del placer como de una especie de añadidura, sino que
tiene el placer en sí misma. Es más, ni siquiera es bueno el que no se complace en las buenas acciones, y nadie
llamaría justo al que no se complace en la práctica de la justicia, ni libre al que no se goza en las acciones liberales
y del mismo modo en todo lo demás. Si esto es así, las acciones de acuerdo con la virtud serán por sí mismas
agradables. Y también buenas y hermosas, y ambas cosas en sumo grado, si es que juzga rectamente acerca de
estas cosas el hombre bueno; y juzga como ya hemos dicho. Por tanto, lo mejor, lo más hermoso y lo más
agradable es la felicidad y estas cosas no están separadas como en la inscripción de Delos: Lo más hermoso es lo
más justo; lo mejor, la buena salud; lo más agradable, alcanzar lo que se ama…5 sino que se dan todas en las actividades
mejores; y éstas, o una de ellas, la mejor, decimos que es la felicidad”.
(Ética Nicomaquea I, 1098b 28 – 1099a 30).
“(…) El exceso y la falta de ejercicio destruyen la robustez; igualmente la bebida y la comida, si son excesivas o
insuficientes, arruinan la salud, mientras que usadas con medida la producen, la aumentan y la conservan. Lo
mismo ocurre también con la templanza, la fortaleza y las demás virtudes. El que de todo huye y tiene miedo
y no resiste nada, se vuelve cobarde, el que no teme absolutamente a nada y a todo se lanza, temerario;
igualmente el que disfruta de todos los placeres y de ninguno se abstiene se hace licencioso, y el que los rehúye
todos como los rústicos, una persona insensible. Así, pues, la templanza y la fortaleza se destruyen por el exceso
y por el defecto, y el término medio las conserva”.
(Ética Nicomaquea II, 1104a 12 – 25).
“Llamo término medio de la cosa al que dista lo mismo de ambos extremos, y éste es uno y el mismo para todos;
y relativamente a nosotros, al que ni es demasiado ni demasiado poco, y éste no es ni uno ni el mismo para
todos. Por ejemplo, si diez es mucho y dos es poco, se toma el seis como término medio en cuanto a la cosa,
pues sobrepasa y es sobrepasado en una cantidad igual, y en esto consiste el medio según la proporción
aritmética. Pero respecto de nosotros no ha de entenderse así, pues si para uno es mucho comer diez libras y
poco comer dos, el entrenador no prescribirá seis libras, porque probablemente esa cantidad será también
mucho para el que ha de tomarla, o poco: para Milton 6 (…), poco; para el gimnasta principiante, mucho. (…)
Así pues, todo conocedor rehúye el exceso y el defecto, y busca el término medio y lo prefiere; pero el término
medio no de la cosa, sino el relativo a nosotros. (…). Me refiero a la virtud ética; pues ésta tiene que ver con
pasiones y acciones, y en ellas se dan el exceso, el defecto, y el término medio. Así en el temor, el atrevimiento,
la apetencia, la ira, la compasión y en general en el placer y el dolor caben el más y el menos, y ninguno de los
dos está bien; pero si es cuando es debido, y por aquellas cosas y respecto a aquellas personas y en vista de
aquello y de la manera que se debe, entonces hay término medio y excelente, y en esto consiste la virtud.
Asimismo en las acciones cabe también exceso y defecto y el término medio. Y la virtud tiene que ver con
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pasiones y acciones, en las cuales el exceso y el defecto yerran, mientras que el término medio es elogiado y
acierta; y ambas cosas son propias de la virtud. Por tanto, la virtud es un cierto término medio, puesto que
apunta al medio. Además, se puede errar de muchas maneras (pues el mal pertenece a lo indeterminado, como
imaginaban los pitagóricos, y el bien a lo determinado), pero acertar, sólo de una (y por eso una cosa es fácil y
la otra difícil, fácil errar el blanco y difícil acertar); y por estas razones también son propios del vicio el exceso
y el defecto, y de la virtud el término medio: Sólo hay una manera de ser bueno, muchas de ser malo 7. Es, por tanto,
la virtud un hábito selectivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y
por aquella por la cual decidiría el hombre prudente. El término medio lo es entre dos vicios, uno por exceso y
otro por defecto, y también por no alcanzar en un caso y sobrepasar en otro el justo límite en las pasiones y
acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio”.
Bibliografía.
-Aristóteles, (1994), Ética a Nicómaco, edición bilingüe griego-español, Trad. de Araujo, M., y Marías,
J., Madrid, Centro de Estudios Constitucionales.
-Eggers Lan C., (1993), El “Fedón” de Platón, Traducción, edición y notas a cargo de Conrado Eggers
Lan, Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), Buenos Aires.