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UN VESTIDO PARA LA MUÑECA DE LIDIA

Por I. R. D.

Lidia sacó su alcancía del cajón y contó las monedas que contenía: un peso y cinco centavos.

—Mamá, ¿tengo suficiente dinero con qué comprar tela para hacer un vestido para mi muñeca?

La mamá sacudió la cabeza negativamente y contestó:

—Temo que no, Lidia. Medio metro de percal cuesta más o menos dos pesos. Pero si me ayudas
todo lo que puedas, te daré algo más para tu alcancía y pronto tendrás una suma suficiente.

Lidia exhaló un suspiro. Sus economías se acumulaban con mucha lentitud. Se preguntaba si llegaría
por fin el día que en podría ir con su madre a la gran tienda que vendía todo lo necesario para la
costura.

Pasaron varios días. Lidia volvió a contar sus monedas. Se había esforzado verdaderamente para
ganar el dinero necesario para el vestido y esta vez tenía $1.50 Pero esto no le alcanzaba.

A la semana siguiente, cuando la niña contó sus recursos, tenía dos pesos. Casi no podía creerlo.
Contó y volvió a contar las monedas para asegurarse de que no se había equivocado. Luego aplaudió
con las manos y saltó alrededor de la pieza. ¡Nunca se había sentido tan feliz!

—¡Cuán contenta estoy, mamá! ¿Iremos mañana?

La mamá prometió que irían al día siguiente a la tienda. Lidia casi no pudo dormirse esa noche,
porque pensaba en la tela que había notado en la tienda. Era amarilla con gatitos grises. Resultaría
perfecta para vestir a su muñeca. Era exactamente lo que quería.

Por fin, Lidia y su madre se dirigieron


a la tienda. Era el único lugar donde se
vendían telas. Cuando llegaron al
sector de los tejidos y mientras
aguardaban que las atendiera la
vendedora, Lidia sacó sus monedas y
las puso sobre el mostrador. Luego
recorrió los estantes para ver dónde
se encontraba el género amarillo,
pero no lo vio. Pensó que tal vez
estaría en uno de los estantes que
había bajo el mostrador.

Pronto acudió una vendedora para


atenderlas. Lidia le sonrió y dijo:

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to. Trimestre de 1960.
–He guardado todas mis monedas y por fin tengo suficiente dinero para comprar 50 centímetros de
percal para hacer un vestido para mi muñeca.

La vendedora sonrió, luego se agachó y sacó debajo del mostrador seis rollos de lindo percal.

—¿Qué tejido prefieres?

—Quisiera uno que vi antes, amarillo con gatitos grises. Daría un vestido muy bonito para mi
muñeca.

La vendedora miró de nuevo bajo el mostrador, pero el género pedido no se encontraba allí. Dijo
entonces:

—Recuerdo ahora que vendí lo que quedaba de ese tejido la semana pasada. ¿No te parece que
alguno de los tejidos que te he enseñado serviría muy bien para tu muñeca?

Lidia sintió de repente que se le estrechaba la garganta. Casi no podía hablar.

—Si no puedo obtener algo de este género amarillo, no quiero nada –dijo con voz que era casi
imperceptible.

La mamá procuró explicarle que había otros tejidos lindos, pero la niña ni siquiera quería escucharla.
Todo lo que deseaba era volver a casa donde nadie la viese llorar. Había trabajado mucho para
obtener el tejido amarillo y se había alegrado de que por fin iba a comprarlo. Ahora, todo le había
salido mal. Y se encontraba muy chasqueada.

Con ojos llenos de lágrimas vio cómo su mamá terminaba sus compras. Sin embargo, cuando llegó
a casa estaba un poco más animada. Iba a poder llorar a sus anchas. Se fue a su dormitorio, se quitó
su lindo vestido y se dejó caer sobre la cama. Algunos instantes más tarde, oyó pasos en el corredor
y su madre no tardó en aparecer en el umbral de la puerta.

—Lidia –dijo, —si quieres ayudarme un poco, vamos a hacer unos bizcochos para la cena. ¿No te
gustaría?

La niña no estaba muy segura de ello. De costumbre, le gustaba ayudar a su mamá en la cocina, pero
hoy sólo tenía ganas de llorar por no haber podido conseguir la tela amarilla.

La mamá abrió el cajón de la cocina, sacó un delantal y lo puso a Lidia.

—Ven –dijo, tomándola de la mano.

—Mientras yo mido la harina, ¿quieres romper tres huevos en este tazón?

De repente, el chasco de Lidia desapareció como por encanto. Encontró que era muy interesante
hacer bizcochos con su mamá.

Cuando esos bizcochos estuvieron enfriándose sobre la mesa de la cocina, dijo la niña:

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to. Trimestre de 1960.
—¿Sabes mamá? No importa que no haya podido comprar la tela que quería. Al principio me parecía
algo terrible, pero ahora no tiene importancia.

La mamá sonrió y dijo:

—Ya verás cómo hallaremos un género que te guste tanto como ese amarillo, y podrás comprarlo.

—Sí, y la próxima vez que sufra un chasco no iré a refugiarme en mi pieza para llorar, sino que hallaré
algo agradable para hacer y mi chasco desaparecerá como ha sucedido hoy.—

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to. Trimestre de 1960.

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