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30 de junio de 2022

Universidad de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Departamento de Ciencias Históricas
Licenciatura en Historia
Historia de la Historiografía
Juan Cáceres

La renovación historiográfica argentina;


El indigenismo y Raúl Mandrini

Bastián Lepe Torres y Romina Freire Fuenzalida

En la historiografía del continente americano, más concretamente en el cono sur, se ha


podido observar cómo desde mitades del siglo XX hasta hoy se ha dado paso una
renovación en las formas de abordar los estudios que involucran a la larga historia
latinoamericana. Ricos aportes se han hecho para dar una nueva imagen sobre América del
Sur, rescatando en el proceso historias perdidas en el tiempo gracias al efecto de la
colonización europea en el territorio, desde donde han  surgido diversos pensadores que
logran dar luz a nuevas categorizaciones, demostrando que aún queda mucho que decir
respecto a este sector del continente.

Si nos vamos a un campo específico de la disciplina, como lo vendrían siendo los estudios
de los pueblos originarios,  este ha sido uno de los que más avances – en temas
historiográficos – ha conseguido. Así, ha pasado a ser un tema importante de investigar al
demostrar que los habitantes prehispánicos de América, se constituyeron como sujetos
históricos que no se mantenían en silencio ni estáticos como lo afirmaban los antiguos
pensadores e historiadores, demostrando por el camino que aún queda material que abordar
en el tema de pueblos indígenas.

Dentro de este campo de la investigación andina, consideramos importante resaltar la figura


y obra del historiador argentino Raúl José Mandrini. Nacido en Buenos Aires el 18 de
febrero de 1943, se formó como profesor de Historia en enseñanza media, normal y
especial en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la universidad de Buenos Aires en la
cual se tituló en 1973, anteriormente ya habiéndose desempeñado en el rol de educador.

Debido al contexto de las dictaduras latinoamericanas – entre las que Argentina no fue la
excepción –, se mantuvo en silencio de la vida académica entre 1975 y 1983, volviendo a
desempeñarse como docente en México en el año 1985, continuando en el oficio como
profesor e investigador hasta su jubilación en el 2009, donde trabajó con más calma hasta
fallecer el 23 de noviembre del año 20151

Mandrini en sus extensos trabajos donde mezcla antropología, arqueología, etnografía e


historia, nos presenta un estudio donde el “otro”, el indígena, pasa a ser un protagonista de
igual importancia que el criollo argentino y el español, definiendo su temporalidad de
estudio entre el primer contacto con los europeos hasta los años en donde el país estaba en
campaña de expansión nacional  y guerras civiles.

1
Para más detalle bibliográfico; Curriculum Vitae, Mandrini Raúl: Disponible en:
https://independent.academia.edu/ Ra%C3%BAlMandrini/CurriculumVitae
Dicho esto, en este  trabajo se  estudiará cómo influye la propuesta indigenista de Raúl
Mandrini en la historiografía argentina en tanto esta última no ha considerado a los pueblos
originarios como sujetos históricos, con el objetivo general de analizar su propuesta y el
impacto que ésta provocó en la historiografía y en los historiadores argentinos, y con los
objetivos específicos de caracterizar su estudio a través de conceptos claves como lo son
“indigenismo” y “frontera”, y determinar la importancia de dicho autor en la reescritura de
la historiografía argentina y en el rescate de los pueblos originarios, todo esto, con la
hipótesis de que la propuesta historiográfica indigenista de Raúl Mandrini propuso una
reescritura de la historia argentina donde los pueblos originarios son considerados agentes
históricos válidos para el relato, lo que haremos a través de una revisión crítica a la
propuesta indigenista por medio de las fuentes primarias y los datos según los cuales
articula su planteamiento, para lograr la comprensión del concepto central de
“indigenismo” y el de “frontera”, lo que se hará con la lectura conjunta de sus principales
artículos y libros, además del análisis de diversas entrevistas concedidas a lo largo de su
vida, todo esto, utilizando un método de tipo cualitativo.

Caracterización del estudio

Mandrini, bajo sus propios término, se interesó en el mundo indígena durante su formación
como profesional, al contemplar que trabajos sobre la valoración del indígena eran más
bien pocos o inexistentes; “Más tarde, a principios de la década de 1980, algunas
publicaciones despertaron mi interés por las poblaciones pampeanas, sobre las cuales poco
y nada (más nada que poco) sabíamos los historiadores, y no mucho más los antropólogos,
muy atados todavía en su mayoría a los perimidos esquemas del ultra difusionismo de la
escuela Histórico-Cultural, o de Viena. Me encontré con un mundo cuya riqueza y
complejidad no se había casi atisbado”2.

En este sentido, el autor es bastante tajante con la situación de los estudios tanto en el
pasado como en tiempos más modernos; hace fuertes críticas a aquellos individuos que por
un lado invisibilizan a los pueblos originarios, principalmente historiadores que solo
abarcan la parte más “criolla” de la historia argentina,  como Tulio Halperín Donghi, a
quien se refiere en varios de sus estudios por no prestarle la suficiente atención al indígena,
2
Bohn, 2015, p. 114
quien – a su parecer – merece igual o incluso más atención que el criollo y el europeo, al
que tanto se intentó sobresaltar en los comienzos del siglo XX. Aun así, insiste en que
“Para que el diálogo sea positivo -y no solo un diálogo de sordos- hay ciertas condiciones
para ambas partes: reconocer al otro como un “par” o un “igual, estar dispuesto a
escucharlo, aceptar la posibilidad que ese otro tenga razón, ser un permanente crítico de las
propias ideas"3.

Por otro lado, se refiere a cómo el indígena es desmeritado como sujeto histórico y la
influencia que tienen aquellos – no necesariamente historiadores, hay que aclarar – que
minimizan su papel o directamente buscan eliminarlos: “Esos autollamados historiadores
son al mismo tiempo, al menos muchos de ellos, quienes defienden posturas más
retrógradas sobre el tema, marcadas por un “nacionalismo” vulgar” 4. Aquí, resulta
especialmente crítico con el mundo político respecto a un tema tan central como lo es el
exterminio sistemático de la población indígena de la Patagonia y de la Pampa en la década
de 1870, situación que  dio paso a ese sentimiento purista del argentino como descendiente
del europeo blanco.

Por último Mandrini también es bastante cercano al área científica o más bien a la
interdisciplinariedad, por lo que no es de extrañar que gran parte de su trabajo esté
acompañado con aportes provenientes de la antropología, la arqueología y la etnografía. Y
como reafirmación de que su trabajo siempre estará más del lado indígena que del
criollo/europeo es que su postura respecto a temas como lo vendría siendo el poblamiento
americano esté apegada a los nuevos descubrimientos que se han realizado como las Puntas
Clovis o el sitio arqueológico de Monte Verde5.

Dando luz a los pueblos originarios: El indigenismo en sus estudios

Para efectos prácticos, se definirá “indigenismo” como el rescate, preservación y valoración


de prácticas de los pueblos originarios de América, rechazando así cualquier tipo de
estereotipo, malas interpretaciones, segregación e indiferencias hacia estos mismos
individuos.
3
Bohn, 2015, op. cit. 117
4
Bohn, 2015, op. cit. 114
5
Mandrini, 2013
Dicho lo anterior ¿Qué tanto de indigenista tienen los estudios de Raúl José Mandrini?; en
base a esta pregunta, procederemos a hacer una revisión de sus principales aportes en este
ámbito, con los cuales estableció una lucha directa con aquella historiografía argentina
tradicionalista. En primer lugar, en su magnus opus como lo es “La América Aborigen”,
comienza con la tarea de establecer una línea temporal comprendiendo desde los nuevos
descubrimientos sobre el poblamiento del continente por los primeros pueblos originarios
hasta su situación en el contexto del centenario de Argentina. Más allá de abordar al
continente americano en su totalidad, sus mayores contribuciones se concentran en lo que al
sector andino, patagónico y de la pampa argentina se refieren, abarcando desde la llegada al
proceso de colonización europea.

Resulta de remarcar, que esa indiferencia que estaría presente a lo largo de los siglos
respecto a los pueblos indígenas meridionales comenzaría con la colonización de dichas
tierras, donde el conquistador en búsqueda de metales preciosos, se encontró con nulos o
poco yacimientos. Mandrini en su reformulación historiográfica, cambia de idea fuera de lo
económico al mencionar que para cuando los españoles – que a lo largo de su obra  son
caracterizados con el adjetivo de invasores o blancos; rasgo lingüístico recurrente en el
resto de sus trabajos – llegaron: “Los Andes meridionales, las Sierras Centrales y el litoral
fluvial fueron áreas clave en los tiempos iniciales de la conquista y colonización cuando,
descartada la posibilidad de encontrar allí grandes yacimientos de metales preciosos,
interesaba controlar regiones con mano de obra abundante y entrenada en el trabajo
agrícola”6

Igualmente, el establecimiento de los puestos y asentamientos españoles al contrario del


pensamiento retrógrado criticado por Mandrini, se dio de forma lenta y con muchos
tropiezos; “En verdad, a fines del siglo XVI, los españoles sólo controlaban una pequeña
porción del territorio meridional. El resto era “tierra de indios”, vastos espacios casi
desconocidos percibidos como misteriosos, amenazantes y peligrosos”7, poco a poco y con
la aplicación de la empresa de conquista, fueron tomando más terreno con el fin de
establecer y fundar ciudades. Fuera de lo grandilocuente que fue el avance español en la
región, los alzamientos fueron una constante, idea rescatada por este autor.
6
Mandrini, 2013, op. cit. 188
7
Mandrini, 2013, op. cit. 195
Mandrini desecha también la idea de que los ataques orquestados por los indígenas hacia el
español fueran sin una planificación detallada, y como ejemplo de esto en uno de los
terrenos más importantes para la conquista, menciona que “La resistencia indígena en la
región valliserrana del actual noroeste argentino fue, sin duda, la que más preocupó a los
invasores, pues ponía en peligro un área clave para sus proyectos de expansión. Aquel
territorio rico en tierras de cultivo y pastoreo y con una población habituada al trabajo
agrícola y artesanal, constituía una pieza fundamental del mundo altoperuano con el Río de
la Plata, vía natural de salida hacia Europa; además, la zona era también una importante
región productiva capaz de atender las demandas de Potosí, el centro minero más
importante en la producción de plata de América del Sur” 8, y lo hace no solo para alabar
esta organización sino, que además, para aprovechar de dar lugar a un nombre que fue fruto
de la resistencia como Juan Calchaquí9, a quien de cierta forma le da un aura de leyenda.

Pero lejos de dar a conocer que hubo una resistencia masiva y organizada, la conquista
avanzó, tomando cada vez más territorio y estableciendo su hegemonía por sobre la del
indígena, que sería dominado por la empresa conquistadora y el futuro estado nacional
argentino. No obstante , Mandrini le da un vuelco a ese silencio y confinamiento que se ha
hecho creer que existía en el mundo indígena.

Ya entrado el siglo XIX, define la vida política y de poder interina de los indígenas de la
siguiente manera; “Formalmente, la autoridad de cada jefe o cacique derivaba, ante todo, de
los derechos que le asignaba su posición en el sistema de parentesco pues, en el marco de la
toldería, deberes y derechos se definían por los lazos familiares que unían a sus miembros.
Estos caciques regían cada aspecto de la vida de la toldería y su autoridad era, al parecer,
indiscutida. Representaban al linaje en el ámbito más amplio de la tribu y su importancia
estaba dada, ante todo, por el número de conas que era capaz de movilizar, lo que era
consistente con el papel de la guerra en la sociedad indígena (…). Aunque carecían de
aparatos formales de poder −legislación escrita, fuerza pública, aparato administrativo− la
autoridad de estos caciques era mucha, especialmente por la influencia que ejercían en las
decisiones fundamentales ¿En qué se respaldaba entonces ese poder? Sin duda, como
señalamos, la legitimidad de esa autoridad tenía base en la importancia y la jerarquía del
8
Mandrini, 2013, op. cit. 200
9
Mandrini, 2013, op. cit.
linaje a que pertenecía. El cacicazgo era como regla general hereditario” 10. Pero en
adelante, esta estructura no se mantendría en lo hereditario; con la entrada del mundo
económico, la riqueza formó una nueva regla de poder.

Las relaciones de poder servían de tal forma que podían forjarse o destruirse alianzas;
Mandrini las compara  con un tipo de mecanismo gubernamental: “Cuanto mayor fuera la
generosidad demostrada por los caciques mayor sería, seguramente, su prestigio y la
autoridad, decisivos a la hora de resolver en los parlamentos, donde los caciques debían
demostrar su poder de convencimiento y su autoridad, en particular si había otros jefes
dispuestos a cuestionar sus opiniones. Resulta entonces ingenuo pensar que una costumbre
de tal naturaleza era, en el contexto social y político que describí sintéticamente, sólo una
cuestión de intercambio recíproco. Tenía, sin duda, las formas de la reciprocidad y,
seguramente, lo era en determinadas circunstancias. Pero otras veces esa institución
encubría otro tipo de relaciones: en estos casos, el "pedir con vuelta" conformó un
verdadero mecanismo redistributivo. En una sociedad de tal naturaleza −y en general en las
sociedades antiguas− no existe la acumulación con fines económicos. La riqueza sirve
esencialmente para gastarla en ganar prestigio −y obviamente poder, aunque este término
no guste a algunos antropólogos− así como para atesorar bienes valiosos (como los objetos
de plata) que refuerzan y expresan ese prestigio. Esa riqueza concentrada por los caciques
se redistribuía, como vimos, mediante complejos mecanismos. Se “compraban” así
lealtades y adhesiones que eran tan fuertes, o quizá más, que cualquier mecanismo formal
de gobierno”11

Todas estas características sobre el mundo indígena no solo fueron ignoradas dentro de un
imaginario altamente retrógrado, sino que hasta cierto punto, fueron negadas directamente
por el Estado argentino en  pos de ese sentimiento eurocentrista que se tomó. Para Mandrini
esto resulta una idea descabellada y es por eso mismo que comienza una reivindicación
debatiendo las principales ideas que aquel sector conservador intentaba imponer, y que son
– entre muchas otras – las recientemente revisadas, desde donde se obtiene que estas
sociedades indígenas tenían muchas más cualidades que las típicas estereotipaciones con
las que a ellos se referían.
10
Mandrini, 2015, p. 61
11
Mandrini, 2015, op. cit. 65
Lo mismo aplica con los dichos tradicionalistas acerca de que el indígena era una bestia
nacida exclusivamente para la guerra, pues esa visión ignora totalmente la posición que
ocupó durante y después de la consolidación de la independencia en el país, donde se
forjaron períodos relativos de paz entre ambos lados. Como muestra, Mandrini nos describe
cómo fue la relación entre indígenas y criollos; “No es difícil encontrar ejemplos. En
diciembre de 1806, tras la primera invasión inglesa en Buenos Aires, varios caciques
pampas pusieron a disposición del Cabildo un asombroso –y poco creíble− número de
guerreros armados, para enfrentar un posible nuevo ataque. No era la primera ni la última
de esas ofertas. El Cabildo, inquieto, les agradeció, los agasajó y les pidió vigilaran costas
atlánticas. Sin duda, la presencia de esos guerreros cerca de la ciudad les preocupaba más
que la de los mismos ingleses”12.

En adelante, las relaciones fueron mucho más cercanas de lo esperado, incluso, esta paz fue
aprovechada para establecer líneas comerciales que beneficiaban tanto al criollo como al
indígena. Mandrini nos expone relatos de la época donde autoridades como el virrey de Río
de la Plata se referían al respecto: “Esa situación no era nueva. En 1792, el marqués de
Loreto, virrey del Río de la Plata entre 1784 y 1789, se refirió, en un escrito elevado al
Consejo de Indias, a la situación imperante bajo su gobierno: refuta argumentos sobre el
peligro de ataques indígenas y remarca el carácter pacífico de las relaciones, como lo
demostraba, entre otras cuestiones, el arribo frecuente de caciques a la capital virreinal, en
especial para comerciar”13.

Expuesto lo anterior, no es de extrañar que dentro de las fronteras indígenas se  realizaran
todo tipo de actividades que no serían desconocidas en cualquier otro Estado. Mandrini
caracteriza esto en base a la movilidad  presentada entre los araucanos provenientes del otro
lado de la cordillera y los nativos de la Pampa y Patagonia, pero critica nuevamente que se
haya dejado como una mera curiosidad, pues la importancia de este cruce cultural resonó:
“En este contexto, una serie de elementos y rasgos culturales de origen chileno fueron
incorporados por las poblaciones pampeanas. Uno de tales rasgos fue la lengua araucana:
utilizada posiblemente en un primer momento, por razones de practicidad, en función de las
actividades económicas que se desarrollaban a ambos lados de la cordillera, se generalizó
12
Mandrini, 2014, p. 332
13
Mandrini, 2014, op. cit. 333
luego su uso constituyéndose, a mediados del siglo XIX, una unidad lingüística que
englobaba a las poblaciones ubicadas al sur de las líneas de frontera de los actuales
territorios de Argentina y Chile”14

Su relato, de hecho, no solo se queda en un contexto social, sino que da pie a la discusión
de qué tan lejos llegó ese proceso de adopción de costumbres y símbolos desde la
Araucanía. Una de las características que toma es el rito funerario, ya que en el sector
meridional se llevaba a cabo una práctica funeral conocida como suttee y tomando de base
una las propuestas de Alberto Rex Gonzales, elabora sus propias conclusiones en base a
que dicho rito nació en el territorio argentino: “a) La expansión y el asentamiento masivo
de grupos araucanos como resultado de los conflictos originados por la extensión de la
guerra de independencia al sur de Chile luego de la batalla de Maipú, en 1818; b) el
incremento del tráfico en gran escala de ganados hacia Chile por el aumento de la demanda;
c) la competencia cada vez más violenta entre criollos e indígenas por el control de tierra y
ganados a partir del avance de la frontera bonaerense a comienzos de la década de 1820,
avance que respondía a una ruralización de la economía porteña empujada además por el
aumento de la demanda mundial operada tras la crisis que siguió a la finalización de las
guerras napoleónicas; d) el desarrollo en gran escala del malón como una empresa
económica militarizada, es decir, de la apropiación por la fuerza de ganados en las tierras
del blanco.  Así, el desarrollo de un complejo ganadero-mercantil y guerrero, consecuencia
de tales procesos, habría fortalecido a aquellos grupos que controlaban los recursos claves
para el tráfico de ganados -caminos, pastos, aguadas- y a los jefes que planificaban y
dirigían los malones y organizaban el posterior traslado y comercialización de las
haciendas. El resultado había sido la aparición de procesos de diferenciación social, la
tendencia a la formación de unidades políticas más extensas y el fortalecimiento de los jefes
capaces de concentrar gran cantidad de recursos y de movilizar mayor número de guerreros
- o conas.”15

Mandrini no solo caracteriza y valora cada descubrimiento respecto a los pueblos


indígenas; sino que además nos entrega una visión viva que, a nuestra consideración, es su
aporte más importante y significativo al campo de estudio indigenista: la historia,
14
Mandrini, 1995, p. 140
15
Mandrini, 1994, p. 264
movilidad e importancia que adquirieron las fronteras criollas/indígenas desde el siglo
XVIII al XIX; otra de las ideas con la que rebatió aquel discurso invisibilizador y
prejuicioso acerca de las comunidades pampeanas.
La frontera; permeabilidad y contacto

El hecho es que durante un largo periodo de tiempo, la historiografía argentina eligió y


seleccionó la historia que iban a hacer y los hechos a los que iban a referir. Así,
comenzaron a crear un discurso en el que caracterizaban a la Nación Argentina como
“europea y blanca”, además de homogénea cultural, lingüística y racialmente dentro de sí,
construcción muy afín con el pensamiento y los deseos de los grandes fundadores del siglo
XIX, y desde donde se apela a la historia como una fuente de legitimación a su favor. En
este sentido, Raúl Mandrini reconoce que dentro de aquel relato, el estudio de las
sociedades originarias fue prácticamente vetado del campo historiográfico dado los
intereses propios de los historiadores y los constructores de la nación, y a lo que él llama
“la incomodidad” de estos mismos para aludir a un sector al que se le quitó agencia
histórica, pero que poco a poco se comenzó a levantar exigiendo sus derechos como nada
más y nada menos que descendientes de los pueblos originarios que habitaron Argentina
desde mucho antes que siquiera se llamara así.

Es respecto de eso, que el autor comienza a discutir cuál sería entonces el lugar que dichos
pueblos deberían ocupar en la historiografía, y a la vez, en el contexto histórico nacional y
global para, de una vez, acabar con el desconocimiento de la producción historiográfica en
este ámbito que era descartado como poco interesante para el estudio y que solo en casos es
referida para describir a los “nativos” como cosas del pasado y reliquias de museo, donde
aparece la frontera india – o frontera interior – como parte de la “heroica gesta nacional”,
en la que incluso la lucha contra el “indio” queda borrada de la historia. Vemos aquí que
aparece en la discusión un concepto que se convierte en fundamental sobre todo para el
estudio de Mandrini, nos referimos a la “frontera”, la que analizaremos como central y al
servicio de la propuesta indigenista del autor.

A lo largo de sus mismos escritos, podemos identificar como la historiografía tradicional


argentina solo aludía a esta historia indígena para reducirla a la problemática fronteriza y a
la denominada “guerra de fronteras” a través de lo que imponían la distinción entre
“civilización y barbarie” como única relación posible en la que la guerra encontraba su
justificación. Así, se alude a un mundo generalmente español y criollo caracterizado como
la civilización, opuesta completamente a este mundo nativo que se dice bárbaro e
irreducible en una problemática fronteriza en la que la cuestión militar es principal. Desde
esta primicia, en el relato histórico argentino “El nativo sólo aparece como “el enemigo” y
las explicaciones se redujeron a juicios de valor y a descripciones subjetivas e incluso, en
muchos casos, los datos e informaciones son poco confiables” 16. Incluso, más tarde se
reduciría más aun esta concepción, catalogando la frontera como nada más que un espacio
vacío, libre para ser ocupado por los argentinos “blancos”.

Es ahí donde nuestro autor expresa que “faltó entre los historiadores argentinos, hasta hace
unas dos décadas, la consideración de la frontera concebida como algo más que un límite o
separación, así como el interés por la sociedad indígena y sus relaciones con el mundo
hispano-criollo”17. Y es que sería imposible pensar que estos dos componentes sociales sólo
hayan convivido por medio de enfrentamientos bélicos y situaciones violentas, por lo que
Mandrini, a través de su propuesta indigenista, pasa en primer lugar a cuestionar aquellos
conceptos y categorías tradicionalmente usadas en este campo de estudio, para luego
corregir – o más bien desmentir – dichas afirmaciones en sus múltiples escritos dedicados a
las relaciones fronterizas de las sociedades originarias ubicadas en el ahora llamado
territorio argentino. Este rescate de los pueblos indígenas vendría a superar muchos de los
límites clásicos de la historiografía argentina a través de una reescritura de esta historia
hasta entonces oculta.

Así, el autor pasa a proponer la reformulación del término “frontera” ya no como límite ni
separación, sino como “un vasto espacio social en el que se desarrollaron procesos
históricos específicos que debíamos intentar desentrañar y en los cuales las múltiples y
complejas relaciones entre ambas sociedades ocuparon un lugar central” 18, el que gracias a
Kristine Jones, Marta Bechis y evidentemente a Mandrini, pasa a ser recomprendido y
utilizado por el autor para designar una realidad social de la época colonial argentina,
otorgando una nueva caracterización de la sociedad indígena y su sistema de relaciones

16
Mandrini, 2007, p. 22
17
Mandrini, 2007, op. cit.
18
Mandrini, 2007, op. cit. 29
tanto con el mundo hispano-criollo como con el mundo araucano. De esta manera se
obligaba a aquella historiografía nacionalista a abandonar aquellas preconcepciones
generalmente prejuiciosas avanzando hacia una historia de los pueblos originarios en la que
ellos si participan como agentes históricos y sin duda, se caracterizan como esenciales para
la construcción de la sociedad argentina.

En este sentido, entre los primeros avances logrados se dio uno de tipo disciplinar, pues la
frontera comenzó a ser estudiada en conjunto por historiadores, etnólogos, antropólogos y
arqueólogos, siendo desde aquella interdisciplinariedad antes impensada desde donde se
logró reestudiar y recomprender todo el sistema que rodea dicho concepto, sobre todo por
la falta de estudios previos en este ámbito en las disciplinas mencionadas. Si bien entonces,
estas fronteras interiores servían para demarcar áreas y regiones en base al control de la
sociedad colonizadora, veremos que no sólo funcionó así. Se obtuvo de esta manera, que la
frontera se constituye como un área en la que funcionaban interrelaciones entre sociedades
distintas, de ámbito económico, social, cultural e incluso político. Esto se conformó
principalmente, en base a relaciones de comercio, las que conllevaron la filtración de
influencias culturales; lo que quiere decir, que los intercambios económicos realizados en
este sector “limítrofe” provocaron el intercambio de hábitos, costumbres y usos, lo que
debate de manera sustancial la idea de frontera como espacio de guerra, enfrentamiento y
separación.

E incluso más, no había solo traspaso de influencias y contactos comerciales; están


documentados múltiples casos de personas que pasaban de una sociedad a otra ya fuera
voluntaria o involuntariamente. Así, españoles o criollos – llamados huincas por las
sociedades originarias – podían ser refugiados o cautivos en las tolderías indígenas,
mientras que tribus originarias completas se establecían en territorio “blanco” – argentino –
bajo relaciones de alianzas. De esta manera, se hace evidente que “La sociedad blanca y la
indígena no constituían mundos aislados y separados y el arco más o menos fluctuante que
describía la línea de fronteras era más bien el reconocimiento formal de las áreas de control
de cada sociedad”19, lo que demuestra lo parcial e insuficiente de la reducción de este
fenómeno a la cuestión militar inscrita en el relato histórico tradicional.

19
Mandrini, 1992
Con esta idea como primicia se comienza a avanzar y a discutir respecto de otros
preconceptos que ayudaban a definir la frontera como espacio de separación y que quitaban
historicidad a los pueblos originarios. Entre estos tenemos la idea de la pampa como
“desierto” desde donde se busca asegurar que tanto geográfica, como demográficamente,
este era un sector libre a la ocupación hispano-criolla; hablamos en realidad de una región
caracterizada en fuentes primarias por una variedad de paisajes y ámbitos ecológicos que
fue hábitat de un importante conglomerado de población indígena, cuyo número se estima
en miles de personas. Lo mismo pasó con la definición de esta sociedad como
“depredatoria”, pues sus actividades iban entre el pastoreo, la caza, la agricultura y la
producción artesanal lo que destaca su adaptabilidad en profunda relación con el ámbito
económico destacado anteriormente. Y es que el intercambio comercial generó procesos de
especialización económica en la región pampeana lo que da luces de estructuras y
articulaciones avanzadas que acaban con la concepción de estos pueblos como solo
depredadores.

Esto último tenía también otro impacto, en cuanto catalogaba dichas comunidades como
nómades; en realidad, los indígenas pampeanos se encontraban ya asentados en parajes que
les aseguraran la supervivencia por medio de pasto, agua y leña, lo que provocaba que
ciertas zonas fueran centros de asentamientos con importantes cantidades de población.
Aquel supuesto nomadismo era verdaderamente una “alta movilidad de los indígenas que se
determinaba por la circulación de los ganados, las actividades mercantiles, o la
participación en parlamentos, asambleas o rituales colectivos”20, lo que alude más a un
semi-nomadismo estacional. Esta nueva imagen da cuenta de la existencia de estructuras
sociales y políticas complejas, con procesos de diferenciación social, acumulación de
riqueza y formación de unidades políticas, con procesos en los que destacan tanto ciclos de
violencia como de paz, lo que designa a una sociedad mucho más relevante de lo que se
pretendía.

De esta manera vemos como aquella construcción del mundo indígena forjado bajo la
separación con el mundo hispano-criollo por medio del enfrentamiento y la guerra, goza en
realidad de muchas más características que tanto historiadores, etnólogos y antropólogos
habían ignorado durante años imposibilitando una verdades comprensión de esta sociedad
20
Mandrini, 2007, op. cit. 31
acallada históricamente. Se rescata entonces la existencia de una dinámica fronteriza donde
las relaciones hispano-indígenas existieron y fueron esenciales, pero que el relato nacional
nacido desde la construcción del Estado Argentino ocultó bajo sus intereses. El hecho es
que estas comunidades originarias lograron sobrevivir hasta la actualidad gracias a procesos
de cambios, ajustes y transformaciones que quedaron en el olvido, pero que en las últimas
décadas ha impactado fuertemente tanto en el país, como en su historiografía.

Raúl Mandrini en el campo historiográfico

En base a esta serie de premisas es que Raúl Mandrini ha cobrado importancia fundamental
para el estudio de los pueblos indígenas tanto de Argentina como del continente americano
en general. Y es que es uno de los pocos que ha sabido reconocer en primer lugar la falta de
la historiografía con el estudio de las comunidades originarias y la invisibilización de la que
fueron parte; pero no basta con eso, pues además de advertir el error que ha significado
quitarle agencia histórica a dicho sector, él ha tomado la iniciativa de comenzar a
reivindicar esa historia, apoyando la lucha de los descendientes de aquellos pueblos que aún
en la actualidad levantan su voz en busca de su reconocimiento. En este camino, es que
Mandrini además de profesor, se ha caracterizado como un investigador y escritor
fundamental para la nueva historiografía trasandina y el rescate de las comunidades
originarias y sus sucesores.

El autor se ha dedicado a realizar una relectura de la historia tradicional, a la reconstrucción


de aquel relato, y de esa manera, a la recuperación de la historia de los pueblos originarios
argentinos, en un contexto en el que prácticamente ni si quiera se reconocía su existencia,
gracias a un proceso constante de ocultamiento, por lo que como historiador, hace un
llamado a desprenderse del relato de las fuentes escritas y a cuestionarlas para lograr
nuevas revelaciones, por medio de la inclusión del estudio de nuevas huellas, orales o
materiales, pese a la creencia permanente en el campo historiográfico de que una sociedad
sin escritura es una sociedad sin historia. Así, él hace a las comunidades indígenas parte de
la narrativa, foco de cuestionamiento y actores protagónicos de la historia, algo que
prácticamente era impensado. Su propuesta indigenista ha reformulado la práctica
historiográfica en Argentina, de modo que sin duda, gracias a él, como uno de los pioneros
en el área, hoy en día se conoce más realmente la historia argentina, lo que ha ayudado a
derribar los múltiples mitos sobre los cuales se construyó dicha nación.

Mandrini es uno de los pocos que en contra de todo, buscó la revelación de la verdad
historiográfica, pese a lo que eso significara. Él, como especialista en historia de las
sociedades indígenas llevó a cabo una nueva historiografía en la que se presentaron
múltiples aspectos silenciados del relato oficial, y lo hizo con el debido respeto que la
situación y sus protagonistas merecen. Su preocupación fue siempre recuperar parte del
pasado que sin duda, es parte del pasado de todos, por medio de lo que califica como la
realización de una historia unitaria, y no sólo un discurso occidental. Desde ahí, no solo dio
agencia histórica a las comunidades indígenas sino que los ayudó a revelarse como parte de
la sociedad indígena que permanece viva aún hoy en día, y a revelar también las diferencias
entre ellos mismos reconociendo que generalizar, es errar. Por eso la importancia para él de
incluirlos no solo como parte de la etnohistoria, pues de algún modo, por medio de ella, se
les niega contemporaneidad y existencia, además de que se los encierra en un
conglomerado único, ignorando sus particularidades.

Y el hecho es que en este rescate, se ha podido identificar a un componente social


fundamental en las decisiones y las relaciones coloniales, siendo sin duda, parte importante
de la conformación de la sociedad argentina como tal. Y es que vemos que no sólo la
historiografía quiso olvidarse de ellos; las instituciones coloniales y más tarde estatales,
lucharon múltiples veces contra el sector indígena no solo en búsqueda de tierras y
recursos, sino netamente, en búsqueda de terminar con este componente diferencial, que iba
en contra de la pretendida homogeneidad y europeización de la naciente nación. En
Argentina hubo genocidio, existió una guerra desigual que pretendía acabar de una vez con
todos aquellos pueblos que ocupaban el territorio antes que ellos, y contra quienes no
murieron en el proceso, se desarrolló desde entonces una profunda marginalización social.
Pero todo esto, también ha sido ocultado del relato oficial.

Esta resignificación del relato histórico entonces, busca ser una historia en la que se
incluyan las múltiples experiencias, con sus similitudes y diferencias, pero nuevamente,
evitando las generalizaciones ya que estas resultan condicionantes; nadie puede quedar
fuera del relato. El autor entonces propone una narración al servicio de las comunidades,
pero no por eso, se propone como la única posibilidad, pues lo suyo continúa siendo una
propuesta, no una obligación. Mandrini reconoce sus limitaciones, pues sabe que si alguien
puede escribir realmente historia indígena, son los mismos protagonistas de ella, y no un
argentino como lo es él. En ese sentido, el destacó más de una vez como referentes a
Miguel Ángel Palermo, Daniel Villar, Marta Bechis y otros, por ser a su parecer escritores
de excelentes trabajos que se mueven en su mismo ámbito de escritura y que han ayudado a
repensar la sociedad indígena en el país y las preconcepciones que se les imponen. Por lo
mismo es que no considera sus estudios como absolutos, sino que insiste en que aún no está
todo dicho y que queda mucho por investigar, por lo que depende de los futuros
historiadores que se continúe revelando esta verdad.

El estudio cauto de muchos de los conceptos utilizados en esta área lo hace destacar
nuevamente dentro del campo historiográfico, pues mientras muchos reutilizan términos
desde otros estudios de caso, el los combate y los derriba aludiendo siempre a la
importancia de las características singulares de cada complejo social estudiado. Por lo
mismo lucha con la estabilidad y los esencialismos con los que se marca palabras como
“etnicidad” y “frontera” siendo ambas construcciones históricas que realmente no
significan nada en sí mismas, pero que refieren a las relaciones entre distintas comunidades,
y que pese a eso, están en constante reinterpretación, de la mano con los avances en el
estudio, pues de lo contrario, solo contribuirían a empobrecer el análisis. En ese sentido
considera importante también el lugar de enunciación y el contexto de escritura de cada
autor ya que de eso también depende el tipo de comprensión de ciertos conceptos y el modo
de utilización de los mismo. Propone que no se puede solo usar ciertas categorías sin antes
pensar si aquellas servirán dentro del problema a plantear.

Raúl Mandrini sin duda se constituyó como uno de los historiadores más importantes de
Argentina en las últimas décadas. Su aporte, aún después de su muerte resulta invaluable en
cuanto estudios indígenas en todo el continente. Su relato, siempre objetivo pero no
necesariamente neutral para no caer en la hipocresía moral, aboca simpatía a las
comunidades estudiadas y cercanía a los lectores y busca dar respuesta a lo que él describe
como una “necesidad” histórica de ofrecer un relato fácil de comprender, dejando de lado la
“erudición innecesaria, los tecnicismos y el lenguaje críptico, pero sin caer en la
superficialidad”21, ya que describe el verdadero objetivo de la historia como la transmisión
de ideas y conocimientos, y no la demostración de cuán sabio es quien escribe. Su idea
siempre fue conocer y explicar el pasado para comprender el presente y aportar a la vida de
todos, y sin duda, fue lo que hizo.

Conclusión

Por siglos, Argentina y su historiografía buscaron perpetuar un discurso nacional en base a


la homogeneidad idiomática, cultural y racial de su país por medio de una construcción
discursiva en la que resultaban únicamente descendientes europeos, aun sabiendo lo
irresponsable que resultaban estas afirmaciones. Pero este sueño no duró lo suficiente; la
disciplina histórica tiene entre sus objetivos la búsqueda de la verdad por sobre todas las
cosas, de modo que aquel discurso implantado desde la creación de la república comenzó a
ser cuestionado poco a poco gracias a nuevas evidencias y nuevos estudiosos, cuyo enfoque
está en la revelación sincera de una historia antes no contada y negada, más que en la
escritura en apoyo a un sector dominante políticamente.

Esto fue lo que ocurrió respecto a la negación de agencia histórica que recayó por muchos
años sobre los pueblos originarios del sector pampeano y patagónico de aquel país, y que
gracias a un reestudio y una reescritura de la historia, han llegado a ocupar el lugar que
realmente merecen como sujetos protagónicos de ese relato historiográfico. Esto es lo que
se abordó a lo largo de este trabajo, logrando demostrar que una de las contribuciones
principales en este aspecto provino del historiador Raúl José Mandrini, de modo que si bien
esta evolución ha sucedido en los últimos 70 años – un periodo más bien corto comparado
con el tiempo que perduró el relato oficialista –, ya se ha instalado con creces dentro de la
historiografía argentina, resultando en una propia corriente como lo es el indigenismo.

Sin embargo, esto no quiere decir que aportes realizados en cuanto al mundo del
conquistador europeo y el criollo argentino no resulten significativos, lo que se busca es
más bien resaltar la indiferencia casi total en la que se dejó al sujeto indígena, por lo que
dicha narración resulta digna de críticas y de una profunda revisión sobre la cual se
establezcan la realidad de los hechos, independiente de quién se beneficie de ellos. Es en
ese contexto que figuras como Raúl José Mandrini destacan, al haber instalado en la
21
Vitale, 2014
discusión la invisibilización de la que sufrieron los pueblos aborígenes además de proponer
cómo debía ser combatida y participar de la reescritura de la historia. Se hizo entonces
necesario un examen hacia el sector más tradicional de la disciplina, además de una
reivindicación total a la figura del indígena que, a su modo de ver, tiene igual o más
importancia que el criollo/español.

Sus trabajos y posición respecto al indigenismo resultaron significativos para romper con el
paradigma retrogrado que existía – y que sigue existiendo – dentro de Argentina, tanto en la
historiografía como en otros ámbitos en los que constantemente se establecía una relación
prejuiciosa y estereotipada hacia el sector originario, que fuera de provocar un sector
marginado, contribuyó a la creencia de que aquellos llamados indígenas sólo quedaron en el
pasado, o que ni si quiera existieron, negándoles vivencias, experiencias y cotidianidad a
quienes de ellos descienden.

De todas maneras, la tarea que realizó Mandrini junto a otros muchos escritores que
buscaron ir más allá del relato nacionalista, aún está lejos de terminar; día a día nuevas
develaciones aparecen, generando que no sólo la historia, sino también las disciplinas que
le resultaron de auxilio como la antropología, la etnografía y la arqueología, se mantengan
en una constante revisión y reconstrucción. Y a pesar de que sus aportes y la corriente
indigenista ya este fuertemente instalada constituyéndose en uno de los campos de estudios
más importantes para América Latina y para el mundo en general – sobre todo al ir en
contra de paradigmas globalmente establecidos – la pampa, la Patagonia argentina, y la
historia prehispánica en sí, aún tienen mucho que decir y entregar a través de los estudios e
investigaciones que respecto a esos temas se realicen.
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Versión Web; https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-
30995-2014-01-06.html. Visitada el 17 de junio de 2022.

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