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Clases de Delitos ARG
Clases de Delitos ARG
Respecto de los delitos imprudentes, es muy importante tener en cuenta que son
numerus clausus. Esto significa que los delitos imprudentes sólo existen en tanto y en
cuanto el legislador haya decidido sancionar específicamente la producción de un resultado
en forma imprudente. Si no surge una norma específica que así lo prevea, la producción
culposa del resultado resulta impune. Esto es muy importante, por cuanto no todos los
delitos dolosos tienen su correspondiente tipo penal imprudente. A modo de ejemplo,
podemos mencionar que si bien en el caso del homicidio está prevista tanto su modalidad
dolosa (art. 79) como la imprudente (art. 84); no es el caso del delito de hurto (art. 162
C.P.) que sólo existe en su forma dolosa (por ende, no existe un “hurto culposo”).
Esta clasificación tiene que ver con las características de la acción (o de la omisión).
Los delitos de resultado requieren estructuralmente un resultado material externo (ej. una
moretón en el caso de las lesiones, un cristal destruido en el caso del daño, un difunto en el
caso del homicidio, etc.). Ese resultado debe vincularse a la acción por un nexo de
causalidad y un nexo normativo de imputación (sobre estos puntos, iremos profundizando a
medida que avance la cursada).
Se suele decir que sólo los delitos de resultado admiten tentativa, pero ello no
necesariamente es así. En Parte Especial del Derecho Penal se abordará con más precisión
qué delitos admiten tentativa y cuáles no, pero en general no habría un impedimento para
sostener que cualquier delito, aún los de pura actividad, admite su forma de comisión
imperfecta (tentativa).
Los tipos de pura actividad se perfeccionan con la mera realización de la acción por
parte del autor. No se exige la realización de un resultado material externo a la conducta del
autor. Por ejemplo, el art. 150 del C.P.
Algunos tipos penales consisten en un efectivo daño al bien jurídico. Esto sucede en
el caso del homicidio, en que se perfecciona el ataque a la vida. Tanto los delitos de
resultado como los de pura actividad pueden ser delitos de lesión.
Los delitos de peligro son aquellos que reprimen conductas que no significan un
daño al bien jurídico, pero sí un riesgo cercano o potencial. En algunos casos, el peligro
puede ser concreto, es decir que la conducta significa un riesgo real para el bien jurídico
(por ejemplo, el abandono de un menor de 10 años o de una persona incapaz de valerse por
sí misma, conf. Art. 106, 1er párrafo, C.P.). También existen los delitos de peligro
abstracto, que son aquellos en que se describe una conducta que según la experiencia
general puede representar un riesgo, como ser la tenencia ilegal de un arma de fuego (art.
189 bis, inc. 2°, primer párrafo, C.P.) que se presenta como potencialmente riesgosa para
bienes jurídicos como la vida.
Los delitos de peligro son altamente cuestionados, por cuanto podrían no ser del
todo compatibles con el propósito y finalidad del Derecho Penal. Pero aquéllos que reciben
mayores críticas y cuya presunta “constitucionalidad” es fuertemente criticada, son los
delitos de peligro abstracto, pues no serían compatibles con el principio de lesividad.
Los delitos comunes pueden ser cometidos por cualquier persona (ej. art. 79 C.P.).
En cambio, los delitos especiales exigen una determinada calidad en el autor. Los delitos
especiales pueden ser, a su vez, propios o impropios.
Especiales propios son aquéllos en los que el fundamento de lo prohibido reside en
esa capacidad especial del sujeto (de manera tal que si el sujeto no tiene esa calidad
especial, su conducta no es delito), por ejemplo el incumplimiento de deberes de
funcionario público (art. 249 C.P.), que no puede ser cometido por quien no sea
efectivamente funcionario público.
Por otro lado, los delitos especiales impropios son aquellos en que la calidad
especial del autor no es un requisito del tipo básico, pero sí opera como agravante. Es decir,
que el delito puede ser cometido por cualquier persona, pero si es cometido por quien
reviste esa calidad especial la pena se eleva (ej. art. 167 bis C.P.).