Esta carta sobre el papel de la adoración eucarística es la primera de 30 que Monseñor
Josefino Ramírez escribió al Padre Thomas. Estaremos enviándoles cada viernes una de estas 30 cartas y esperamos que sea de mucho provecho para cada uno de ustedes. Dichosos los que no vieron y creyeron Fiesta de Sto. Thomas Apóstol 3 de Julio de 1993 Querido padre Thomas. ¡Feliz día de fiesta! Algo muy gracioso me sucedió hace un par de años, estaba pensando en eso cuando decidí escribirte. Lo que paso fue que el padre Martin y yo fuimos a un retiro espiritual. Como yo tenia un resfrío muy fuerte y estaba tosiendo, el padre Martin me sugirió que tomara un trago de coñac para que me ayudara a dormir. No había llevado despertador y estaba preocupado pues si tomaba el trago no iba a poder levantarme a las 3 hrs. de la mañana para mi hora santa ante el Santísimo Sacramento. El padre Martin me aseguro que Dios iba a encontrar la forma de despertarme, así que tome el coñac… A las 3 hrs. oí un fuerte golpe seguido de otros en la puerta. Esperando ver al padre Martin cuando abrí la puerta, me quedé muy sorprendido al mirar hacia abajo y ver aun perro en su lugar. El perro había entrado en la casa, subido la escalera, se había puesto de espalda a la puerta y con la cola la golpeaba hasta que me levante a abrirla. A la mañana me entere que el perro nunca entraba en la casa. Estoy sentado aquí pensando: si Dios puede utilizar a un perro para llamarme a mi hora santa ¿no podría usarme a mí, querido Thomas, para acercarte más al Santísimo Sacramento? Quiero seguir escribiéndote tecleando mi maquina de escribir fuerte como el perro golpeaba mi puerta, hasta que por la gracia de Dios empieces a hacer una hora santa por día y tengas adoración perpetua en tu parroquia. Es solo cuestión de fe, ¡fe en que el Santísimo Sacramento es realmente la persona de Jesús, aquí con nosotros, en este mismo lugar y momento! “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y mi mano en su costado no creeré” (Jn 20,25) Por esta razón se lo llama: “Thomas el incrédulo.” ¿Quién es hoy “Thomas el incrédulo”? La gente cree en la Resurrección, pero ¿Saben dónde vive el señor resucitado? ¡Hoy “Thomas el incrédulo” es aquel que no cree que el Santísimo Sacramento es Jesús, nuestro Salvador Resucitado, ¡con todo el poder de su resurrección que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acerquen a su divina presencia! Muchos dicen que creen en su presencia Eucarística pero la fe es mucho más que una afirmación intelectual. La fe es inseparable del modo de actuar. Si creemos que Jesús esta presente en el Santísimo Sacramento, entonces actuamos de acuerdo a nuestra creencia. Vamos a Él, nos acercamos a Él, corremos hacia Él. “La fe es garantía de lo que se espera, la certeza de las realidades que no se ven” (Hb 11,1) Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, Thomas, ¿No reservarías una hora todos los días para estar con Él? Si pudieras verlo como realmente Él es, ¿No tendrías adoración perpetua en tu parroquia? Seria imposible… porque el mundo entero vendría de día y noche a verlo y a estar con EL. Imagínate lo que sucedería si Jesús se hiciera visible en el santísimo Sacramento en tu parroquia: todo el mundo querría tomar el primer vuelo hacia allí. Y ¿No le diría Jesús a cada uno lo que le dijo al apóstol Thomas: “Porque me viste creíste? Dichosos los que no han visto y creyeron” (Jn 20,29) En el evangelio de la misa de hoy, Jesús se aparece a Thomas para que pueda creer en su resurrección. La maravilla más grande de su amor es que Él no se aparezca a ti, mi querido amigo. En lugar de eso Jesús te espera en el santísimo Sacramento. Él quiere que vayas a Él por la fe para que por toda la eternidad te pueda llamar “Dichoso.” Jesús en el santísimo Sacramento quiere darte la plenitud de sus gracias por venir a Él por fe. Por eso es mucho mejor que Él no te muestre sus llagas visibles como al apóstol Thomas, porque Él quiere derramar sobre ti las gracias invisibles de estas llagas con todo el mérito, toda la gloria, la belleza, y el amor salvífico que emanan de ellas. Con cada hora santa que hagas, le estas diciendo a Jesús: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28) Y cada vez El te dice: “Dichoso eres porque no has visto y creíste” Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico…