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Las personas que migran no son sujetos individuales descontextualizados, sino que
están atravesadas por variables estructurales de género, clase, raza y nacionalidad que
operan en ambos polos migratorios y que determinan experiencias migratorias
complejas y diversas. Como construcción social que organiza las relaciones entre
hombres y mujeres, el género atraviesa y condiciona todos los aspectos de la vida social,
configurando de manera diferente las experiencias migratorias de cada sexo. Los
patrones migratorios, el acceso de mujeres y hombres a la información y a las
oportunidades de trabajo, las formas de relacionarse con las familias de origen y el uso
dado a las remesas son sólo algunos de los aspectos que deben ser analizados desde una
perspectiva de género si se quiere una comprensión integral –no sesgada ni parcial- de
los procesos migratorios. Esta perspectiva resulta especialmente importante para la
comprensión de los complejos vínculos entre migración y desarrollo, sobre todo ante la
evidencia de que su inclusión en las políticas y programas de desarrollo incrementa
significativamente la efectividad y sostenibilidad de los mismos.
Causas de la feminización
Al mismo tiempo que en los países pobres se agrandan las brechas económicas y
sociales, en los países desarrollados se está produciendo una crisis del esquema
reproductivo establecido, consecuencia del envejecimiento de la población, la
incorporación de las mujeres al mercado laboral y la carencia de servicios públicos para
el cuidado de personas dependientes (enfermos, niños y ancianos). La entrada de las
mujeres del Norte al mercado “productivo” no ha ido acompañada de una redistribución
de las cargas del trabajo “reproductivo”, del que siguen siendo las principales
responsables. Además, el retroceso de las políticas sociales ha trasladado aún más a los
hogares las labores de reproducción social. Para hacer frente a esta situación los hogares
con recursos recurren a la contratación de otra mujer, probablemente migrante, para
externalizar parte del trabajo. Las tensiones de género no resueltas dentro de los países
ricos están siendo abordadas mediante la transferencia de desigualdades de género y
etnia entre mujeres. El trabajo que antes realizaban de manera gratuita las mujeres de
los países desarrollados se compra ahora en el mercado global. De esta forma, la
migración se ha convertido en la solución privada a un problema público.
Por tanto, hay que entender que la migración femenina tiene lugar dentro de un marco
estructural que utiliza y reproduce los roles y las desigualdades de género a nivel global.
Consideremos, por ejemplo, los sectores laborales en que se insertan mayoritariamente
las migrantes dominicanas en los diversos destinos migratorios. Se trata actividades
tradicionalmente “femeninas”, caracterizadas por la irregularidad, la informalidad, la
marginalidad, los bajos salarios y el poco prestigio social. En los EEUU
(particularmente en la ciudad de Nueva York), uno de los principales nichos laborales
ha sido la industria de la confección, actividad que constituye una extensión del rol
doméstico femenino y que, en parte por el mismo predominio de mujeres en el sector, se
caracteriza por sus bajos salarios y prácticas laborales injustas, sobre todo en los
sweatshops donde se explota la mano de obra de migrantes en condición legal irregular.
En la migración hacia Europa predomina el trabajo doméstico y el cuidado de personas
dependientes, actividades que refuerzan los roles de género a la vez de que están
determinados por ellos. En algunos destinos europeos y caribeños el único sector al que
tienen acceso las dominicanas es el trabajo sexual, otro nicho laboral en el que
predominan las condiciones abusivas y donde las migrantes también han ido
progresivamente sustituyendo a las mujeres nativas.
Debido al papel central que el ordenamiento de género les asigna a las mujeres en las
tareas de reproducción social de los hogares, la migración femenina tiene impactos muy
diferentes de la masculina sobre la división sexual del trabajo en los hogares
transnacionales. Mientras el migrante laboral masculino continúa desempeñando a
distancia el mismo rol de proveedor establecido por los roles de género, la migración de
las mujeres conduce a la reestructuración de los hogares, tanto en términos de su
composición como de su funcionamiento. En muchos casos esta reestructuración se
hace sin modificaciones importantes en las ideologías y los roles de género, dando lugar
a nuevas formas de reproducción de los patrones y desigualdades de género al interior
de los hogares transnacionales.
Cuando son las mujeres las que migran, por lo general ni los hombres ni las mujeres
esperan que éstos modifiquen sus roles y asuman más responsabilidad en la gestión del
hogar y el cuidado de los hijos. Los estudios sobre migrantes del suroeste dominicano
muestran, por el contrario, que la respuesta habitual consiste en reestructurar el hogar de
forma tal que otras mujeres pasen a realizar las funciones de reproducción social de las
migrantes. Por lo general quienes asumen este papel son las madres (o hermanas) de las
migrantes, quienes realizan este trabajo se hace en forma gratuita o a cambio de
remuneraciones informales de bajo monto (por ejemplo, se solventan sus costos de
alimentación, reciben regalos, etc.). Así se reproduce la noción cultural de que las tareas
de reproducción social no son “trabajo” y se perpetúa la explotación del trabajo familiar
de las mujeres.
En este sentido cabe señalar dos elementos interesantes: 1) paralelos con la migración
interna rural-urbano de mujeres para trabajar en el servicio doméstico y, más
recientemente, en las zonas francas; 2) la reestructuración de la DST en base a
domésticas haitianas, cuando no es posible que este rol lo asuma una parienta.
Por último, los estudios de familias dominicanas en los EEUU, así como los resultados
del estudio de Vicente Noble, sugieren que cuando hombres y mujeres migran juntos (o
cuando ocurren procesos de reagrupación familiar) hay una tendencia a la renegociación
de las relaciones, las ideologías y las prácticas culturales pre-migración que favorecen a
las mujeres. En esto incide no sólo la mayor participación laboral de las esposas (cuyas
tasas de actividad son superiores a las de las dominicanas en RD), sino sobre todo a una
mayor valoración de sus aportes, basada en el reconocimiento de que las contribuciones
de todos los miembros son indispensables para la supervivencia del hogar en las
difíciles condiciones que supone el nuevo contexto migratorio. Esto socava la primacía
del varón como proveedor al mismo tiempo que la experiencia migratoria confronta a la
pareja con nuevas instituciones, normas sociales e ideologías de género que tienden a
restringir el poder masculino y a elevar el estatus femenino. Todo lo anterior permite,
por ejemplo, la renegociación del trabajo doméstico, dado que las mujeres se sienten
con más derecho a exigir –y los hombres más obligados a ofrecer- una mayor
participación masculina en las tareas del hogar.
Los efectos empoderadores que supone la asunción del rol de proveedora principal del
hogar no necesariamente implican una transformación sustantiva de las ideologías y
roles de género en las familias y comunidades de origen. Un ejemplo de esto, entre
otros, es la culpabilización de la mujer migrante por el supuesto “abandono familiar”.
Dado que las migrantes también han interiorizado las normativas de género que definen
el rol materno como servicio constante a los hijos y esposos y que las convierten en
responsables absolutas del bienestar del hogar, la separación familiar genera en ellas
fuertes sentimientos de culpa. El hecho de que la motivación principal de las mujeres
para migrar sea justamente la necesidad de garantizar la sobrevivencia familiar y
asegurar un mejor futuro para sus hijos no impide la crítica social sobre el abandono
materno, pero sí genera una valoración ambigua y contradictoria de las mujeres
migrantes: por un lado se las admira por sus logros como proveedoras económicas del
hogar, mientras por el otro se las reprocha por el incumplimiento de sus roles maternos.
Para las mujeres que migran de manera autónoma la emigración puede representar la
oportunidad de escapar de relaciones violentas de pareja y de liberarse de los controles
patriarcales que rigen al interior de sus familias y en la sociedad en general. Más
importante aún, les permite asumir el rol de proveedoras económicas de sus hogares, lo
que incrementa su poder de decisión al interior de la familia y su prestigio social. La
admiración que despiertan estas mujeres cuando llegan del extranjero –ya sea de visita o
retorno- cargadas de regalos, bien vestidas y prósperas, impactan el imaginario social y
las convierten en modelos de empoderamiento para otras mujeres de la comunidad. Su
éxito como proveedoras les permite ejercer mayor control sobre el uso del dinero y las
decisiones migratorias familiares, y gozar de mayor autonomía en sus decisiones
personales. Pero estos cambios no están exentos de conflictos, como se observa en las
luchas de poder entre las dominicanas en España y sus esposos en RD por controlar el
uso de las remesas, o en las altas tasas de disolución de parejas que se observan en los
diferentes destinos de la diáspora dominicana. La difícil coexistencia entre la alta
valorización familiar y social de la mujer migrante en tanto proveedora del sustento
familiar a través de las remesas, por un lado, y su simultánea culpabilización por los
males sociales supuestos o reales causados por la migración, por el otro, muestran las
ambigüedades y contradicciones que caracterizan estos procesos de cambio.
La literatura que estudia los cambios en las relaciones de género que experimentan las
mujeres migrantes muestra que en este proceso de renegociación existe una gran
diversidad de realidades y posibilidades. Algunas mujeres ganan en independencia y
autonomía, otras sufren sobrecarga de trabajo y aislamiento, la mayoría gana en algunos
aspectos y pierde en otros.
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Referencias
Zlonik, Hania. 2003. The Global Dimensions of Female Migration. Tomado del sitio
web del Migration Information Source,
http://www.migrationinformation.org/Feature/display.cfm?ID=109
King, Russell y Elisabetta Zontini. 2000. “The Role of Gender in the South European
Immigration Model”. Papers, No.60, www.bib.uab.es/pub/papers/02102862n60p35.pdf
Pessar, Patricia. 2005. “Women, Gender and Internacional Migration Accross and
Beyond the Americas: Inequalities and Limited Empowerment”. Expert Group Meeting
on International Migration and Development in Latin America and the Caribbean,
Population Division, Department of Economic and Social Affairs, Mexico City,
November 30-December 2.
Multiculturalidad y género
Por Edna Iturralde
Nosotros y ellos, ellos y nosotros. Así nos referimos a pesar de ser los mismos; raíces de
un mismo árbol, raíces africanas, indígenas y europeas. Pero alguien me puede
contradecir: "Mire los afiches, los letreros (esos letrerotes que causan la tremenda
polución visual en la que vivimos), allí está representada la riqueza multicultural y
étnica de nuestra patria". Pero yo les cuestiono: aparte de las fotos con fines turísticos y
políticos, ¿qué sabemos sobre nosotros mismos, los ecuatorianos? ¿Qué sabemos de los
llamados argonautas o balseros del Pacífico? Les aseguro que no es un equipo
deportivo, sino que se relaciona con la navegación más antigua que se conoce en el
continente americano; nuestros antepasados de la Costa conquistaron el océano Pacífico
hace tres mil años en embarcaciones construidas con troncos del árbol de balsa, con
velas tejidas de algodón y los famosos timones múltiples, las guaras, tablas de madera
que introducidas en distintos lugares de la embarcación actuaban como aletas de pez.
Una de estas balsas está descrita, con asombro, en el informe de Francisco de Xeres,
transcrito por Juan de Sámano y conocido como la Relación Sámano/Xerez en 1526,
producido treinta y seis años después de que Cristóbal Colón plantara el pendón de
Castilla en la isla Guanahaní. Más tarde, en el siglo XVIII, Jorge Juan y Antonio de
Ulloa, marineros españoles, dicen maravillados, al referirse a estos timones múltiples,
que "otra hubiera sido la historia de la navegación española de haber poseído este
conocimiento". En estas balsas realizábamos el comercio de las sagradas conchas
spondylus. Así fuimos, por el Norte, hasta México, al golfo de Tehuantepec, de ida y
vuelta durante siglos y hasta Perú, al Sur.
¿Qué sabemos de los bamberos, los seres míticos que cuidan al bosque húmedo tropical
de Esmeraldas? Aquellos que llegado el atardecer salen a pedir cuentas de qué árboles
se han talado y cuántos animales se han cazado innecesariamente. ¿Y el abuelo Zenón?
Él es el espíritu de sabiduría del Pueblo Negro ecuatoriano, es decir, de nuestro país,
quien dice: "Quien no sabe de dónde viene, no sabe adónde va y, si no sabe adónde va,
ya está perdido". Pero desgraciadamente fuera de la cultura afroecuatoriana, no se
conoce al abuelo Zenón.
En mis investigaciones sobre los cañari encontré que siendo los cañari la etnia que
soportó la peor diáspora desde nuestra patria hacia lo que ahora es Bolivia y Perú,
debido al sistema de mitimaes o mitmas que impusieron los incas, tampoco hay
narraciones orales que cuenten sobre los dolorosos incidentes que debieron haber
acompañado a este éxodo forzado, ni de los que partían ni de los que se quedaban. De
igual manera, dentro de la denominada Cultura del cholo de la Costa, de la gente que
habita la orilla del mar, tampoco existe nada referente a la extinción masiva de pueblos
enteros a causa de enfermedades como la viruela. Es posible que, ante hechos dolorosos
y traumáticos, los seres humanos prefiramos poner una distancia o negarlos. Esto en
cuanto a la narrativa oral, ¿pero la historia? ¿Quién cuenta la historia? ¿Quién escoge
qué decir y qué callar? Vuelvo al caso de la etnia cañari que ha pasado a la historia con
el nefasto membrete de "traidores", porque se unieron a los españoles en contra de
Atahualpa. Pero se olvida que Atahualpa casi exterminó a los cañari, que a su paso por
Tomebamba cuando iba a luchar contra las huestes de Auki Atoko, general de Huáscar,
mató alrededor de sesenta mil cañari, de tal magnitud fue la masacre, que dos años más
tarde los cronistas españoles cuentan como aún se veían las osamentas blanquecinas a lo
largo del camino. Las historias contadas a medias causan lo que yo llamo "medias
uniones" o desuniones y poner epítetos negativos entre hermanos y hermanas es
promover el odio. Esto no fortalece la autoestima de un país. Por esta razón, sin ser
historiadora, me asomo al pasado y navego en una barca construida con estrellas,
escucho las voces de caciques y soldados, la música de quenas y tambores, y estoy
segura de que la literatura etnohistórica y multicultural es un medio importante y
maravilloso que tiende puentes entre las personas, puentes basados en el entendimiento
de realidades diferentes, para ayudarnos a vestirnos de tolerancia y para fortalecer
nuestra identidad nacional.
No hay dos países con idéntica historia, por lo tanto, no pienso que existe una misma
receta para tratar o trabajar la multiculturalidad. En nuestro caso, ni siquiera sabemos
cuantitativamente el número de personas que pertenecen a las distintas etnias o culturas,
porque apenas hace tres años se hizo un censo de grupos sociales, cuyos resultados no
se dieron a conocer al público de manera oficial y general. Los censos de población en
Ecuador siempre fueron de género. Esto ha causado graves contradicciones, por
ejemplo, según a quién se pregunte, el porcentaje de afrodescendientes va desde el 2%
al 9%. Y de los indígenas también las cifras cambian de tal manera que se ha llegado a
decir que están entre 35% a un 5%. Y el porcentaje de mestizos tampoco se sabe. Aquí,
en nuestro país, se da ahora una identidad itinerante, una "identidad que viaja en bus".
Me explico. Durante una investigación en Saraguro, vi que para muchas personas su
identidad cambiaba con la semana: de lunes a viernes, cuando se iban en bus a Loja a
trabajar, vestían sudaderas o jeans, convirtiéndose, a primera vista, en mestizos. Luego,
el fin de semana, ya de regreso, con su atuendo tradicional, volvían a su identidad
indígena. En ningún caso esto es una crítica, es una realidad que señalo para indicar que
la multiculturalidad no es estática, sino fluida como un río cuyas aguas se surten de
grandes o pequeños afluentes y continúan corriendo por pampas y tabladas, montañas y
valles sin perder su origen.
Creo que la literatura tiene ritmo, belleza, profundidad, creatividad, además de estar
sostenida sobre un idioma claro. La literatura multicultural bien escrita cumple con todo
lo dicho. Hay varias obras de escritoras famosas en que se propicia el conocimiento
cultural como, por ejemplo, en la novela infantil Los sueños de Nassima, Mercé Rivas
relata sobre el régimen de los talibanes que ahoga las ilusiones y la esperanza de una
niña afgana y de su familia, que anhelan vivir en libertad, o La casa pintada de
Montserrat del Amo, que es la historia de un niño chino campesino que intenta
apoderarse de los colores que encierra el universo.
Las cosas cambian y las modas vienen y van. En un mundo globalizado y globalizante.
Sí, algunas cosas cambian, las tendencias cambian, pero jamás dejará de ser importante
la tolerancia o el respeto mutuo que se deben las personas dentro de sus diferencias, y
este respeto solo nace del conocimiento de quiénes somos y qué caminos hemos abierto
desde un pasado milenario. Hago hincapié al mencionar "qué caminos hemos abierto" y
no solo digo "qué caminos hemos recorrido"; porque la cultura más antigua del
continente americano está en Ecuador, es nuestra, es la cultura Valdivia, que existió
hace cinco mil quinientos a seis mil años atrás.
Y hablando de caminos. No ha sido fácil para nosotras las mujeres abrir caminos, pero
lo hemos logrado, continuamos lográndolo y cada vez que encontramos un abismo,
también construimos un puente, más puentes aún.
El abismo más profundo ha sido y continúa siendo el sexismo. Es común que cuando
alguien se refiere a la literatura infantil como "cosa de mujeres", definitivamente no
quiere decir "escrita por mujeres", sino "algo mínimo, sin valor". Yo lo viví hace años,
al principio de mi profesión como escritora y hasta tuve que escuchar cómo se
comparaba mi acelerada creatividad con el acto culinario de hacer galletas, algo que no
se lo hubieran achacado a un hombre. Otro abismo está al borde del relato literario, la
figura de la mujer ha sido la de bruja, la de boba-bonita e indefensa, la de madrastra,
entiéndase bruja, en fin ya se sabe de sobra que los cuentos tradicionales infantiles, esas
joyas literarias también han tenido aristas que han causado heridas profundas y han
lastimado la autoestima de las mujeres y nos han desvalorizado ante los ojos del género
masculino, ya desde la infancia. A veces se encuentran personajes femeninos con
papeles más o menos relevantes, pero con un álter ego masculino, es decir, la niña
"marimacha", que es valiente porque se comporta como un varón y no como una "niña".
Es apenas hace diez años que empieza a plantearse una reivindicación al personaje
femenino. Por lo general, las niñas representaban papeles "dulces", mientras los varones
jugaban deportes y vivían aventuras peligrosas, eran "lanzados", resolvían los misterios
o ayudaban a los personajes femeninos a superar una situación sobre la cual giraba la
trama de la narración. A pesar de todo, a nivel de educación primaria, aún se utilizan
libros de lectura donde el protagonismo del personaje masculino, comparado con el del
personaje femenino, es mucho mayor.
Aquí una pequeña anécdota: al leer el manuscrito de uno de mis libros, algunos
miembros de la junta editorial que lo analizaban se quejaron de que la heroína de la
historia no se comportaba como una niña, puesto que era demasiado valiente y decidida,
que esto iba a causar malestar en el público infantil masculino, y me pidieron que
"bajara el tono". Esto sucedió hace seis años. El libro se titula Caminantes del Sol. Es
una novela de aventura que transcurre en 1482 durante la época de los incas. Esto me
recuerda que cambiaron hasta los mitos de la creación, de identidad, para dar mayor
importancia al personaje masculino. Es así que el mito de los incas nos llega en la
presencia de dos hermanos, una hermana y un hermano, Mama Ocllo y Manco Capac.
Ellos emergen del lago Titicaca llevando un bastón de oro entregado por su padre Inti,
el dios Sol, con la consigna de caminar hasta un lugar donde el bastón se hunda en la
tierra, señal de que allí deberán construir una ciudad. Por supuesto, es Manco Capac
quien lleva el bastón y me imagino que Mama Ocllo le sigue a prudente distancia como
corresponde a una mujer. En realidad este mito se cuenta desde el punto de vista
occidental, puesto que el verdadero mito andino habla de cuatro hermanas y cuatro
hermanos que salen de una cueva. Son los hermanos Ayar. Eran hijos del dios Sol y
tenían la misión de fundar un reino en su nombre. El primero, Ayar Kachi, regresó a la
cueva y se quedó atrapado dentro; el segundo, Ayar Uchu, se convirtió en una wanka
sagrada, una piedra con poderes mágicos, y así quedó el último hermano, Ayar Manku,
que cambió su nombre por Manko Capac y sus dos hermanas; Mama Okllo, la
doméstica, y Mama Waka, la guerrera. Los tres empiezan a caminar en busca del lugar
preciso. Pero en este relato es Mama Wako, una mujer, quien porta el bastón de oro y es
ella quien, al llegar al lugar escogido, lanza el bastón de oro y ataca al jefe del poblado
con tanta ferocidad, que los demás se rinden y así pueden fundar su ciudad. De igual
manera, en el mito de los cañari, en el mito original de los cañari, son las guacamayas
quienes deciden seducir a los dos hermanos que escapan del diluvio hacia la cima del
cerro Faisañan, y no ellos quienes las atrapan. Esto en cuanto a dos ejemplos de mitos
de pueblos originarios.
(2002)
Martín Hopenhayn
En este contexto quisiera destacar una tensión propia de las democracias actuales. (2) Por
un lado se trata de apoyar y promover la diferenciación, entendida doblemente como
diversidad cultural, pluralismo en valores y mayor autonomía de los sujetos, pero sin que
esto se convierta en justificación de la desigualdad o de la no inclusión de los excluidos. Por
otro lado se busca recobrar o redinamizar la igualdad, entendida sobre todo como inclusión
de los excluidos, sin que ello conlleve a la homogeneidad cultural, a mayor concentración
del poder político o a la uniformidad en los gustos y estilos de vida. La integración-sin-
subordinación pasaría por el doble eje de los derechos sociales y los culturales, en que una
mejor distribución de activos materiales va de la mano con un acceso más igualitario a los
activos simbólicos (información, comunicación y conocimientos). Todo esto, con una
presencia más equitativa de los múltiples actores socioculturales en la deliberación pública,
y con un pluralismo cultural encarnado en normas e instituciones.
Pero todo esto no se da con suave cadencia postmoderna sino con la doble cara de la
lucha por la hegemonía y la apuesta por la democracia cultural. La globalización hace que
el multiculturalismo se haga presente en la realidad tanto bajo la forma del conflicto como
de la promesa de mayor riqueza cultural. De una parte la amenaza del atrincheramiento
fundamentalista o su contracara, la mac-donalización del mundo. De otra parte, las
posibilidades de expandir la subjetividad de cada cual en la interacción intensiva con un
otro que nos atraviesa con otras formas de mirar, de vestir, de comer, de compartir, en fin,
de practicar el amor y la espiritualidad. Y también la globalización, en el ámbito político e
ideológico, nos coloca el multiculturalismo como un valor e incluso como un ideal.
Convenciones internacionales que proscriben la discriminación y abogan por el derecho a la
diferencia son ratificadas por los Estados nacionales, y las constituciones prescriben
derechos culturales cada vez más amplios. Señales auspiciosas son los Estados que se
reconocen como pluriétnicos (Ecuador, Bolivia); la institucionalización de la educación
bilingüe en zonas donde el español suele ser segunda lengua; la politización de las
demandas de propiedad sobre las tierras por parte de culturas autóctonas; el respaldo de la
comunidad internacional a los migrantes refugiados, y otros. Las ONGs del mundo se
organizan en redes para fiscalizar todas las formas de discriminación y exclusión, y algunos
medios de comunicación difunden una sensibilidad multicultural en las pantallas de los
hogares.
¿ Qué ocurre con América Latina y cómo se ubica en el cruce entre mayor multiculturalismo
real y mayor carga valórica del multiculturalismo? Tal como se plantea en las páginas que
siguen, creo que la región tiene al respecto una deuda histórica que se ve beneficiada por
el hecho de que hoy el tema de la diferencia cultural adquiere mayor relieve político y
público. Pero por lo mismo, es importante precisar de qué deuda estamos hablando.
II. El multiculturalismo y la negación del otro
Podría argumentarse que la negación del otro es negación del multiculturalismo, es decir, el
reconocimiento unilateral de una cultura como válida frente a otras que se les niega
legitimidad. Pero también es una forma opresiva de asumir el multiculturalismo: se
reconoce la presencia de otras identidades, pero sólo para degradarlas ontológicamente y,
desde allí, hacer de esta jerarquía la estrategia discursiva para justificar la expropiación de
tierras y otros recursos, la explotación de mano de obra y la dominación política. Más aún:
el reconocimiento del otro-cultural, asociada indisolublemente al otro étnico-racial, se
constituye en un dispositivo necesario para los procesos de conquista, colonización, y
constitución de Estados nacionales cimentados en un ideal de ethos homogéneo.
Otra forma de negación del otro fue la aculturación de los pueblos indígenas y
afrolatinoamericanos,(4) vale decir, la negación de su propio universo simbólico con el fin de
disciplinarlos en el trabajo productivo, la ideología del Estado-Nación, el espíritu racionalista
y el uso de una lengua europea. Si antes habían sido desvalorizados por pre-cristianos,
más tarde lo fueron por pre-racionales y pre-modernos. Epítetos propios de un juez que
mira desde las alturas y colocan a estos grupos en el punto más bajo de la jerarquía social
y cultural, fueron, y en parte siguen siendo, los de salvajes, haraganes, indolentes,
impulsivos, negligentes, brutos, supersticiosos, disolutos, y otros.
La negación del otro adquirió luego el rostro más visible de la exclusión social y aún lo
perpetúa. Tras siglos de exclusión y dominación, a principios del nuevo milenio los pueblos
indígenas, afrolatinos y afrocaribeños, así como los migrantes de países vecinos, presentan
en América Latina y el Caribe los peores indicadores económicos y sociales. La mayor
parte de los pueblos indígenas y de las poblaciones afrolatinas viven en condiciones de
extrema pobreza. Si tomamos indicadores clásicos como logros educativos, remuneración
al trabajo, formalización en el empleo, calidad de los asentamientos y dotación de
patrimonio, vemos que estos grupos ocupan hoy el lugar más bajo en la estructura social.
Lo mismo ocurre cuando medimos el bienestar en términos más simbólicos que materiales,
pues estos grupos son los que tienen menos poder político, son los menos valorados
culturalmente y los que menos voz ostentan en el diálogo mediático donde se construyen
las imágenes sociales respecto de los actores que componen la sociedad. Para ellos, el
multiculturalismo es, a lo sumo, una esperanza vaga de reconocimiento o una retórica que
tiende un manto de invisibilidad sobre sus demandas concretas.
A la negación del otro como afirmación de la identidad propia se opone, aunque también se
complementa, el mestizaje como realidad y como discurso. En América Latina el mestizaje
racial es intrínseco a los procesos de conquista y colonización, y la población mestiza es
mayoritaria en la región.(5) El mestizaje racial constituye, en cierta forma, la base histórica
para entender cómo se "resolvió" el tema del multiculturalismo en América Latina. Este
largo proceso es susceptible, también, de miradas distintas.
De una parte el mestizaje fue y es la forma de encuentro entre culturas. De otra, ha sido la
forma de asimilación (y aculturación) de los grupos indígenas y afrolatinos a la cultura de
conquistadores y colonizadores -y más tarde, de republicanos y modernizadores-. El
mestizaje puede entenderse como mediación, pero también como subordinación y
renuncia; como forma histórica del encuentro, y como estrategia dominante de absorción de
los dominados.
Otra forma de mirarlo es pensar América Latina y el Caribe como una región que desde sus
orígenes produce y recrea su condición de interculturalidad o "asimilación activa" de la
cultura hegemonica (desde el catolicismo hasta la modernidad) desde el acervo histórico-
cultural propio.(6) Esta condición persiste hasta la fecha, y sugiere la idea de permeabilidad
entre culturas y sujetos de distintas culturas, así como la sincronía de distintas
temporalidades históricas en el presente. América Latina y el Caribe es intercultural porque
coexiste y se mezcla lo moderno con lo no moderno tanto en su cultura como en su
economía; y porque la propia conciencia de la mayoría de los latinoamericanos está
poblada de cruces lingüísticos o culturales. Esta interculturalidad ha encarnado en múltiples
figuras y ha recibido distintos nombres: ladinización, cimarronería, creolismo, chenko, etc.
El migrante campesino que se bate por sobrevivir en las grandes urbes es la expresión de
un sincretismo espacial; las mezclas interculturales que genera la modernidad es también
otra figura recurrente; la apertura a los mercados mundiales y la heterogeneidad estructural
también tienen una connotación de tejido intercultural; e incluso la tradición populista
constituye un tejido sincrético en que los rasgos de la modernidad se entremezclan con
culturas políticas premodernas.
Esta identidad bajo la forma de tejido intercultural ha sido considerada tanto desde el punto
de vista de sus limitaciones como de sus potencialidades. Respecto de lo primero, se
afirma que nunca ha sido del todo constituida ni asumida. Tal es la posición que asumen,
por ejemplo, Octavio Paz y Roger Bartra (8). En la metáfora del axolote utilizada por Bartra, la
identidad mexicana tendría un carácter larvario o trunco, condenada a no madurar del todo.
Como potencialidad, la identidad mestiza aparece constituyendo un núcleo cultural desde el
cual podemos entrar y salir de la modernidad con versatilidad (9), y con el cual podríamos —
si asumimos plenamente la condición del cultural— tener un acervo desde donde
contrarrestar el sesgo excesivamente instrumental o "deshistorizante" de las oleadas e
ideologías modernizadoras.
En Argentina, durante el presente año la comunidad boliviana que reside en las afueras de
Buenos Aires ha sido víctima de robos que incluyen ataques y torturas. La discriminación
de migrantes guatemaltecos en el sur de México ha sido ampliamente documentada. En
Brasil, el Departamento de Extranjeros del Ministerio de Justicia ha reconocido la existencia
de denuncias de maltrato contra extranjeros, casi todos ellos en situación irregular. En
República Dominicana, los migrantes haitianos realizan las faenas más duras en las zonas
rurales y viven y trabajan en condiciones deplorables. Además, los dominicanos ven en los
haitianos a la población "negra" mientras ellos prefieren verse como descendientes de
etnias indígeno-caribeñas y blancos. En agosto pasado, en Venezuela se retiró de la
educación pública un texto de “Instrucción Premilitar”, a raíz de comentarios presuntamente
xenófobos. El texto escolar, previsto para ser impartido a partir de este año en la educación
media del país, califica como "irracional" la inmigración de colombianos, ecuatorianos,
peruanos, dominicanos, cubanos y ciudadanos de otros países del Caribe, y se los señala
como portadores de "costumbres violentas", afirmando que las "mujeres venden la carne al
mejor postor" para conseguir la nacionalidad venezolana.
Las páginas precedentes sugieren que, tanto en Europa como en América Latina y el
Caribe, el actual escenario de globalización y postmodernidad exacerba tanto el
multiculturalismo (como realidad y como valor), como también las dificultades para asumirlo
proactivamente. Entiendo el multiculturalismo proactivo como una fuerza histórica positiva
capz de enriquecer el imaginario pluralista-democrático, avanzar hacia mayor igualdad de
oportunidades y al mismo tiempo hacia mayor espacio para la afirmación de la diferencia.
Un multiculturalismo proactivo necesita conciliar la no-discriminación en el campo cultural
con el reparto social frente a las desigualdades. Esto incluye a su vez políticas de acción
positiva frente a minorías étnicas, y también frente a otros grupos definidos por estrato
socioeconómico, identidad cultural, edad, género o proveniencia territorial. Las políticas
contra la discriminación de la diferencia (promovidas desde los derechos civiles, políticos y
culturales) deben complementarse con políticas sociales focalizadas hacia aquellos grupos
que objetivamente se encuentran más discriminados, vale decir, en condiciones más
desventajosas para afirmar su identidad, satisfacer sus necesidades básicas y desarrollar
capacidades para ejercer positivamente su libertad.
La acción positiva debe extender los derechos particularmente a quienes menos los
poseen. No sólo se refiere esto a derechos sociales como la educación, el trabajo, la
asistencia social y la vivienda; también a los derechos de participación en la vida pública,
de respeto a las prácticas culturales no predominantes, y de interlocución en el diálogo
público. En este contexto se combinan los desafíos del nuevo escenario con su larga
historia de negación o dominación del otro. El reconocimiento y valoración de la diferencia
tiene que hacerse cargo de la superación de cualquier idea de homogeneización cultural,
de dominación o de superioridad de una cultura en relación a otra. Es necesario, pues,
sustraer todo fundamento y legitimidad a las fuentes históricas de desigualdades y
exclusiones por razones de raza, etnia, creencia, región o nacionalidad. El reconocimiento
de la diversidad multicultural y pluriétnica implica que los estados y gobiernos reconozcan
los derechos de estos grupos, los incorporen a la legislación –o incluso respeten sus
propios sistemas autónomos de justicia y propiedad- y provean los medios necesarios para
su ejercicio real.
Lo anterior plantea una agenda muy diversificada si se quiere responder al reto del
multiculturalismo proactivo. Dicha agenda incluye, pero a la vez trasciende, el ámbito de las
políticas culturales en sentido estricto. Valgan, a modo ilustrativo y para motivar la reflexión,
los siguientes puntos propositivos.(10)
En cuanto a la comunicación a distancia, ésta tiende a ser cada vez más importante para
incidir políticamente, ganar visibilidad pública y ser interlocutor válido en el diálogo entre
actores. Se debe, pues, prestar especial atención en promover el acceso de los pueblos
indígenas, afrolatinos, afrocaribeños y migrantes a las nuevas tecnologías, especialmente
en el ámbito de las comunicaciones, tanto porque los capacita productivamente para la
sociedad del conocimiento, como también porque les permite mayor capacidad colectiva en
materia de gestión, organización e interlocución política. Ya en América Latina muchas
organizaciones utilizan los medios interactivos, como Internet, para publicitar sus reclamos
y formar parte de movimientos supranacionales. También sería altamente positivo que los
gobiernos, desde sus secretarías de comunicación y organismos colegiados (como
asociaciones o colegios de periodistas y comunicadores), trabajen coordinamente con los
medios de comunicación para diseñar estrategias mediáticas que promuevan los valores
positivos de la tolerancia, la apertura al otro, el multiculturalismo y la disposición al diálogo
intercultural y "trans-fronteras". Y que prevengan contra toda forma de comunicar que
despierte xenofobias, o que estigmatice a los otros (culturales, raciales, territoriales) por el
mero hecho de ser otros.
En el campo de la salud, es necesario adoptar medidas especiales para lograr que los
servicios de salud y otros servicios sociales sean más accesibles a estas poblaciones y
respondan mejor a sus necesidades; y reconocer y promover la medicina y farmacología
tradicional, aceptando el empleo de medicamentos acreditados por su uso eficaz.
Los Estados deben asegurar los derechos territoriales y la posesión de las tierras que los
pueblos indígenas han habitado y utilizado secularmente, sea a través de normas legales
generales y específicas o por la vía del reconocimiento de los derechos consuetudinarios y
los usos y ocupaciones históricas. En contexto de autonomía y autodeterminación, como lo
fija y define el Convenio 169 de la OIT, se debe propender al establecimiento de medidas y
programas de acción para que las poblaciones indígenas administren y gestionen sus
propios territorios y recursos naturales.
El tema de Internet es cada vez más relevante a medida que se extiende su uso y su
influencia en la opinión pública. Especial mención merece el aumento de los mensajes
xenofóbicos y neo-nazis que circulan por la red. Se sabe que es muy difícil regular el flujo
interactivo de estas redes, pero sí es posible emitir, tanto vía Internet como en los medios
convencionales, mensajes que adviertan a la ciudadanía (y sobre todo a los usuarios de
Internet) sobre los riesgos que implican estos grupos, y sobre el carácter siniestro que
asumen estas ideologías cuando adquieren poder y apoyo masivos.
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Notas
(1) Basado en mi trabajo inédito: "¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política
y cultura", a publicarse por CLACSO en 2001.
(2) Esta idea se basa en el capítulo final de “Equidad, desarrollo y ciudadanía”, CEPAL,
2000.
(3) Los siguientes párrafos se basan en: Fernando Calderón, Martín Hopenhayn y Ernesto
Ottone, Esa esquiva modernidad: desarrollo, ciudadanía y cultura en América Latina y el
Caribe, Caracas, UNESCO-Nueva Sociedad, 1996.
(6) Este punto se basa en: Fernando Calderón, Martín Hopenhayn y Ernesto Ottone, Esa
esquiva modernidad, op. cit.
(7) Entrevista de Sergio Marras, América Latina, marca registrada, op. cit., p. 34.
(8) Ver Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, D.F., Fondo de Cultura Económica,
edición original de 1959; y Roger Bartra, La jaula de la melancolía: identidad y
metamorfosis del mexicano, México, D.F., Grijalbo, 1987.
(9) Ver Néstor García Canclini, Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la
modernidad, México, D.F., Grijalbo, 1990.
(10) Algunas de estas propuestas se basan en: Alvaro Bello y Marta Rangel, "Etnicidad,
'raza''y equidad en América Latina y el Caribe", CEPAL, Santiago, doc. LC/R.1967, agosto
de 2000.
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Martín Hopenhayn
Máster en Filosofía por la Universidad de París VIII bajo la dirección del Filósofo francés
Gilles Deleuze. Ha sido profesor de Filosofía en la Universidad de Chile, Universidad Diego
Portales y Academia de Humanismo Cristiano de Chile.
Ha trabajado como consultor-investigador en el Instituto Latinoamericano de Estudios
Transnacionales (ILET), en el Programa de Economía y Trabajo (PET), en el Centro de
Alternativas de Desarrollo (CEPAUR), en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO), en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y en el Instituto
Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILEPES). Desde el año 1989 es
investigador de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL).
Es autor de numerosos libros y artículos sobre temas culturales latinoamericanos,
integración social, política, educativa, y cultural, industrias culturales y globalización.