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Existe una notable resistencia a estudiar los partidos en aquello que tienen de mas
característico: su condición de organizaciones. Esta resistencia es el resultado de
dificultades objetivas y el resultado de prejuicios.
Hay dos prejuicios que son comunes: el sociológico y el teleológico. Ambos ponen en
peligro la posibilidad de un serio análisis organizativo de los partidos.
Este prejuicio impide ver que entre los partidos y el sistema de las desigualdades sociales
existe una relación compleja cuya designación con el termino “representación” conlleva
una fuerte dosis de imprecisión y simplificación. Hace perder de vista el hecho de que el
partido no solo no refleja, ni en su organización ni en su política, el sistema de las
desigualdades sociales sino que es en sí mismo un productor de desigualdades en su
propio seno, desigualdades que llama organizativas.
Una de las tesis de este libro es que la causa principal de los conflictos intrapartidarios hay
que buscarla en el sistema de desigualdades internas.
Todas estas definiciones se baran en dos premisas que resultan evidentes por si mismas
para aquellos que las adoptan
1. Los partidos son grupos que persiguen la obtención de ciertos fines
El punto débil de la primera premisa es que da por descontado que los partidos son grupos
orientados a la realización de fines. Consiste en tratar como una evidencia pacifica algo
que constituye un problema.
El punto débil de la segunda premisa es que da por sentado que los fines declarados se
corresponden con los fines reales.
Existen otra versión del prejuicio teoleologico que se concreta en difiniciones minimas de
fines que se estiman propios de todos los partidos. Quienes adoptan esta versión,
comparten la afirmación de Downs que dice que “Los partidos desarrollan políticas para
ganar las elecciones, no ganan las elecciones para desarrollar una política”
El fin minimo propio de cualquier partido es, desde esta perspectiva, la victoria electoral y
la conquista del gobierno.
En sus diversas versiones, el prejuicio teleológico opera siempre con la misma lógica:
atribuye fines a los partidos y explica sus comportamientos a la luz de estos fines.
Dilemas organizativos
i. Los fines reales de una organización no pueden ser nuncia determinados a priori
ii. En el seno de una organización existe siempre una pluralidad de fines, a veces tantos
como actores integran la organización.
iii. El verdadero objetivo de los dirigentes de las organizaciones es el mantemiento de la
organización misma, la supervivencia organizativa (Michels)
Los fines son tratados como una variable dependiente, “un efecto de los complejos que se
desarrollan en el sistemas” y no pueden plantearse como el punto de partida o la causa de
la acción organizada.
i. Los fines organizativos oficiales son en la mayoría de los casos, una fachada detrás de la
cual se esconden los fines efectivos de la organización
ii. Los fines efectivos solo pueden ser concebidos como el resultado de los equilibrios
sucesivos logrados dentro de la organización
iii. El único fin que comparten los distintos participantes y no simpre es la supervivencia de
la organización.
El modelo del sistema natural y el modelo racional suelen presentarse como modelos
contrapuestos. Si la organización es un sistema natural no puede ser a la vez un
instrumento para la realización de fines específicos y viceversa.
a. Incentivos colectivos: son los que la organización debe distribuir para asegurarse la
necesaria participación. La organización debe distribuir a todos los participantes en la
misma medida.
i. Identidad
ii. Solidaridad
iii. Ideológicos
i. Poder
ii. Status
iii. Materiales
Las dos versiones corresponden a la distinción entre bienes públicos y bienes privados y
representan la orientación sociológica y la orientación económica.
La tesis que aquí se recoge mantiene que los partidos son a un tiempo burocracias
que demandan la continuidad de la organización y la estabilidad de las propias
jerarquías internas y asociaciones voluntarias, que deben contar con un cierto grado
de participación no obligada y que deben distribuir tanto incentivos selectivo como
colectivos.
La teoría de los incentivos selectivos explica el corportamiento de las elites que compiten
entre si dentro del partido por el control de los cargos. Pero, una teoría utilitarista centrada
en los incentivos selectivos no es capaz de explicar el corportamiento de todos los
miembros de una organización. La actividad de muchos militantes de base se puede
explicar mucho mejor en términos de incentivos colectivos.
Lo mismo se puede decir del electorado fiel cuya lealtad no parece interpretable en
términos de incentivos selectivos.
Mientras los intereses que se nutren de los incentivos selectivos empujan a la organización
en la dirección del sistema natural, las lealtades que se satisfacen con los incentivos
colectivos la empujan en la dirección del modelo racional. Esta doble presión contribuye a
identificar las funciones internas de la ideología organizativa.
Este razonamiento explica por que los fines oficiales prescriptos por la ideología
organizativa no son una pura fachada.
En la teoría de Downs, el partido que trata en todo momento de maximizar los sufragios se
corresponde con la imagen de una organización que trata de dominar el propio ambiente.
El partido que se limita a estar en el mercado corresponde al tipo de una organización que
trata de adaptarse a su propio ambiente. O bien un partido que se limite a trasladar al
ámbito político las demandas de los grupos sociales que forman su base electoral es una
organización que se adapta al propio ambiente, que refleja pasivamente intereses y
demandas de ciertos segmentos sociales. El partido revolucionario de la teoría leninista es
una organización que se esfuerza en dominar la propia base social, que actua sobre ella
transformándola.
b. Lo que llamamos ambiente es una metáfora para indicar una pluralidad de ambientes,
de escenarios en los que opera toda organización.
Esto significa que una misma organización puede perfectamente desarrollar estrategias de
dominio en ciertas áreas y de adaptación en otras.
El que prevalezca una u otra y en que medida lo haga dependerá de las características
ambientales asi como de la forma en que la organización haya resuelto en cada momento
los otros dilemas organizativos.
Los intereses alimentados por los incentivos selectivos, que están a favor de la
conservación de la organización empujan a esta a adaptarse al ambiente, allí donde las
lealtades, ligadas a los incentivos colectivos y en definitiva a la ideología organizativa, la
impulsan a dominarlo.
La divisoria pasa entre auqellas esculas que acentúan el papel autónomo de los lideres en
la dirección de la organización y las que subrayan los limites impuestos a la voluntad de
aquellos por las exigencias organizativas.
Para unos la libertad de acción de los lideres es muy amplia: les competen todas las
decisiones clave.
Para otros la libertad de acción de los lideres es mas aparente que real: la organización
impone sus propias exigencias y las posibilidades de actuación vienen en realidad
predeterminadas por las características de la organización y por las contricciones
ambientales.
Sostener que aquellos que toman las decisiones poseen libertad de elección significa poco
o nada si se considera que solo rara vez se trata de individuos singulares. La llamada
libertad de elección se halla condicionada por la necesidad de mantener el equilibrio entre
intereses divergentes y por las negociaciones que de ello se derivan en el seno de la
coalición decisional.
Por un lado, toda coalición de este tipo, junto a una limitación interna, tiene una limitación
externa, debe tener en cuenta las exigencias de la organización en lo cotidiano y debe
anticiparse a las reacciones de los adversarios. Estas limitaciones coartan en todo
momento su libertad de maniobra.
Por otro lado, la coalición debe esforzarse continuamente por ampliar su margen de
maniobra.
Los fines oficiales no son abandonados ni se convierten en una mera fachada sino que se
adaptan a las exigencias organizativas.
Existe una serie de exigencias contradictorias que cualquier partido debe equilibrar. La
forma en que se produzca de hecho ese equilibrio es algo que contribuye a definir una
dimensión central de la estructura organizativa de todo partido. Y varia entre unos y otros
partidos en función de una serie de factores. Lo que significa que no se puede formular
ninguna ley de hierro de la evolución organizativa de los partidos.
Sin embargo es posible identificar algunas tendencias que parecer operar en numerosos
partidos y delinean un modelo de evolución organizativa.
2. Burocratización
Que es lo que indican estas dos teorías? En la evolución organizativa de los partidos se
manifiestan tendencias prácticamente constantes al pasar de un momento inicial, en el que
prevalecen ciertas exigencias, a otro sucesivo en que prevalecen exigencias distintas.
Aceptamos que la transición del primer momento al segundo se produzca a través del
proceso de institucionalización.
La institucionalización es ese proceso al que se refieren las dos teorías mencionadas. Con
la institucionalización asistimos al paso de una fase en la que el partido, en cuanto sistema
de solidaridad orientado a la realización de sus fines oficiales, se corresponde con el
modelo racional, a otra sucesiva en la que, se trasnforma en un sistema de intereses,
desarrolla tendencias oligárquicas y se desplaza en la dirección del modelo de sistema
natural. De una fase en la que prevalecen los incentivos colectivos relacionados con la
formación de la identidad organizativa a otra en la que predominan los incentivos
selectivos relacionados con el desarrollo de una burocracia. de una fase en que la libertad
de elección de los lideres es muy amplia porque es a ellos a quienes corresponde la
definición de las metras ideológicas del partido, la selección de su base social, y en
definitiva el modelar la organización en base a aquellas y sobre esta base social a otra en
la que la libertad de elección de los lideres se reduce condicionada por las exigencias
organizativas propias de un partido ya consolidado. De una fase en la que prevalece una
estrategia agresiva orientada a dominar/transformar el medio en que se desenvuelve,
característica de una organización en formación que debe abrirse camino en medio de las
otras organización concurrentes y conquistar una cuota estable del mercado, a otra en la
que predomina una estregia de adaptación propia de una organización que tiene
demasiado que perder con una política agresiva y aventurera.
· El desarrollo organizativo de los partidos se halla condicionado por los continuos cambios
ambientales que siempre pueden alterar la relación entre las distintas exigencias
organizativas en forma diferente a la prevista por el modelo.
Institucionalizacion – Capitulo 4
1. El modelo originario
Esta vieja distinción es satisfactoria solo en parte. Sobre todo porque no esta en
condiciones de dar cuenta de las diferencias organizativas que se registran entre partidos
que tienen un mismo origen.
Existen tres factores que contribuyen a definir el modelo originario particular de cada
partido
A veces prevalecen modalidades mixtas; el desarrollo inicial es por difusión. Estas se unen
en una organización nacional. Y la organización nacional desarrolla las agrupaciones
locales allí donde aun no se han constituido.
El tercer factor viene dado por el carácter carismático o no de la formación del partido. En
la fase de gestación de un partido existen siempre componentes carismáticos en la
relación lideres-seguidores.
Se trata del hecho de que el partido sea la creación de un líder que aparece como el
creador e interprete indiscutido de un conjunto de símbolos políticos que llegan a ser
inseparables de su persona.
El carisma de situación tiene en común con el carisma puro el hecho de que el líder se
convierte, para el electorado, asi como para una parte mayoritaria de los militantes, en el
interprete autorizado de la política del partido, lo que le garantiza un enorme control sobre
la organización en trance de formarse.
El carisma de situación se diferencia del carisma puro por una inferior capacidad del líder
para plasmar a su gusto y discreción las características de la organización.
En el caso del carisma puro el partido no tiene una existencia autónoma del líder y esta
enteramente a su merced, en el caso del carisma de situación, el partido no es
simplemente su criatura sino que nace de una pluralidad de impulsos y otros actores
pueden reservarse un cierto grado de control sobre las zonas de incertidumbre de la
organización.
Los partidos carismáticos, digamos puros, son bastante raros. A menudo se trata de
pequeños partidos que permenecen al margen de los grandes juegos políticos, que nacen
y mueren sin institucionalizarse.
La institucionalización
Todos los partidos tienen que institucionalizarse en una cierta medida para sobrevivir, pero
mientras en ciertos casos el proceso desemboca en instituciones fuertes, en otros, da
lugar a instituciones débiles. De esta constatación arranca la hipótesis de que los partidos
se diferencian principalmente por el grado de institucionalización alcanzado, el cual esta en
función de las modalidades del proceso de formación del partido y del tipo de modelo
originario.
Si la institución es fuerte las fronteras son claras y definididas y no puede suceder que
personalidades, grupos o asociaciones formalmente externas al partido ejerzan un papel
directivo en la organización. Si la institución es débil las fronteras están difusas, la
autonomía respecto al ambiente es minimo y los actores formalmente externos puede,
atravesar mas fácilmente los limites.
Una débil institucionalización implica la dispersión del control sobre las zonas de
incertidumbre y la ausencia de un centro que monopolice la distribución de los incentivos..
Mayor institucionalización significa, mayor autonomía respecto al ambiente. Implica que los
criterios según los cuales se definen las desigualdades internas tienden a ser
predominantemente endógenos. Mientras que tales criterios, exógenos, impuestos desde
el exterior, en el caso de una débil institucionalización.
Cuando mas institucionalizado se halle el partido la participación en su seno será mas bien
del tipo profesional. Cuando menos institucionalizado sea un partido, la participación en su
seno tendera a ser mas bien del tipo civil. Cuando mas débil sea la institucionalización,
mas notables y menos profesionales encontraremos.
Al ser por definición menos permeable a las relaciones con el exterior, un partido
fuertemente institucionalizado establece también menos relación de clientela con sus
usuarios externos, que los partidos débilmente institucionalizados.
Cuanto mayor sea el grado de institucionalización mas fuerte y mas extendida tendera a
ser la subcultura del partido. Y presentara los rasgos de una sociedad dentro de la
sociedad. Una instuticion débil al tener que adaptarse a su base coail, no desarrollara una
fuerte subcultura del partido.
Los partidos prodran ser colocados a lo largo de una escala que alcance desde un minimo
hasta un máximo de institucionalización.
Un desarrollo por penetración tiende a producir una institución fuerte. Existe en efecto una
elite cohesionada, capaz de imprimir un fuerte desarrollo a la naciente organización. Un
desarrollo por difusión tiende por el contrario a producir una institución débil dado que
existen numerosas elites que controlan considerables recursos organizativos y la
organización tiene que desarrollarse por federaciones y a través de compromisos y
negociaciones entre una pluralidad de grupos.