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La propuesta de Newman para una formación humanista

Article  in  Church Communication and Culture · January 2018


DOI: 10.1080/23753234.2018.1426994

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Rosario Athié
Universidad Panamericana, Campus Guadalajara
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“Una propuesta humanista para la Universidad de hoy”

Rosario Athié

Conferencia Magistral UPAEP 2012


En el marco de la reflexión sobre la universidad, hablar de Newman es connatural, pues lo que
él denominó “Educación Liberal” se refiere a toda universidad que busca el saber en sí mismo.

Antes de abordar plenamente la propuesta educativa de Newman para la universidad,


concretamente para una universidad que incluye la realidad completa, debo hacer un recuento
de las líneas principales de su vida como educador.

John Henry Newman nació en 1801 en la City de Londres. Hijo de un banquero con buena
posición él fue el mayor de 6 hermanos, 3 varones y 3 mujeres. Él destacó en la Escuela de Early,
un importante internado, donde a los hijos varones de la alta sociedad inglesa se les preparaba
para ingresar a las universidades de Oxford y Cambridge. Cuando él volvía a casa, durante las
vacaciones de verano y de Navidad, advertía que sus hermanas, teniendo buena inteligencia, no
tenían esa misma oportunidad y él mismo les transmitía en las conversaciones familiares y en
medio de los juegos, de manera amable, lo que él había aprendido en la escuela. Recordarán
por las novelas de Jane Austen, que las damas del siglo XIX en Inglaterra aprendían en casa a
leer y escribir, un poco de música, piano preferentemente, quizá francés, a pintar y bordar. Ello
les permitía ser buenas lectoras y con el tiempo, tener una mediana cultura. Esta quizá sea una
muestra de su temprana preocupación por el cultivo de las mentes de quienes tenía cerca.

Más adelante, el banco de su padre quebró como consecuencia de la guerra contra Napoleón,
que aunque le vencieron en Trafalgar cuando Newman tenía 5 años, la economía inglesa no
pudo recuperarse. El padre decidió devolver el dinero a sus clientes y la familia quedó
literalmente en la calle, al grado que Newman tuvo que pasar las vacaciones en la escuela
porque había vendido la casa de Londres y la de verano. Su madre y sus hermanas se fueron a
casa de la abuela. Eran éstas sus últimas vacaciones escolares. Se quedó solo, enfermó y en tales
circunstancias, con la lectura de autores calvinistas, levantó la mirada y se dio cuenta que en la
vida sólo valía la pena esforzarse por tener dos, y sólo dos puntos de referencia: su alma y su
Creador. A partir de entonces comenzó a tomar una posición ante las cosas de esta vida como
con cierta distancia, sin dejar de ser un hombre práctico y realista, porque esas eran las dos
realidades que había que atender en primer lugar. Esta la considera su primera conversión y la
más radical e importante.

Un amigo de su padre se ofreció a ayudarle para que fuera a la universidad. Fue alumno de
Trinity College en Oxford. Y a los 22 años, por oposición, consiguió la plaza de fellow en Oriel
College. Su papel era encargarse de los alumnos, dado el sistema de internado, el fellow tenía
mucho trabajo, además de iniciarse en la transmisión de conocimientos y orientación personal
de sus discípulos. Newman descubrió que el mejor modo de educar era haciendo amistad
sincera con ellos.

El Common Room de Oriel College era físicamente la sala de encuentro de los académicos más
destacados en ese momento, especialmente de teología y filosofía. Uno de ellos, Richard
Whately, invitó a Newman a participar en un libro de lógica que fue texto básico de la enseñanza
tanto en Inglaterra como en la joven nación de Estados Unidos de América.

Newman consideraba que esta era su verdadera profesión, la de educador.

Pero, al mismo tiempo, ya había decidido ser clérigo anglicano, concretamente había optado por
una versión poco común entonces: en el celibato. Fue ordenado diácono y a los 24 años,
presbítero a los 24 años. Tres años más tarde, además de su trabajo como Tutor en Oriel College,
se le asignó como Vicario o Rector de la Parroquia de Oxford.

Así, su trabajo como educador la ejercía tanto desde el púlpito como en el aula y los pasillos de
la Universidad. Sus Sermones Universitarios han sido publicados como piezas de teología, pues
fueron dictadas para los académicos de Oxford que debían ser propiamente conferencias
teológicas. Actualmente se han editado en castellano con el subtítulo: Fe y Razón. Ese era
Newman. No fue un pensar moderno, sino independiente, donde no sigue la máxima “divide y
vencerás”, que ha fragmentado el saber hasta el extremo, sino un autor que en todo buscaba la
armonía, porque así es la realidad, una realidad que hay que comprender en su unidad.

Hacia 1832 hizo un viaje a Italia. Se asombró ante la solidez que mostraban los edificios de la
Iglesia Católica Romana, cuya cabeza es el Papa, a quien consideraba el Anticristo. Deseó
entonces dar a la Iglesia Anglicana esa misma solidez, buscando en lo Antigua Iglesia, para
recuperarla. Volvió a Inglaterra decidido a promover el Movimiento de Oxford, junto con otros
dos teólogos de Oriel: John Keble y Pusey. Se abocó al estudio de los Padres de la Iglesia,
especialmente los que trataban el tema de la Trinidad, dogma central de la fe, y sobre la Iglesia
misma. Fue especialista en el tema del arrianismo del siglo IV. Hacia 1839, seis años después,
comenzó a darse cuenta que sólo la Iglesia Católica Romana mantenía la misma posición que la
Iglesia Antigua, mientras que la Anglicana y la Ortodoxa repetían herejías antiguas. Pero esa luz
se esfumó, y escribió la Vía Media, solución intermedia en la que se acepta como ramas de la
misma Iglesia de Cristo estas 3 opciones. Newman fue el reformador de la Iglesia Anglicana, y su
propuesta de la Vía Media es la que actualmente se enseña en Inglaterra.

Newman continuó estudiando, hasta que esa luz volvió en 1842. Y decidió retirarse a estudiar y
rezar. Desde el punto de vista teológico, científico, histórico, había comprendido que la Iglesia a
la que pertenecía era herética. Pero dos años necesitó para comprender que él debía dejarla
para transitar hacia unas costas desconocidas y poco atractivas: la Iglesia de Roma.

Una vez convertido al catolicismo romano, pensó ser laico y dedicarse a servir a la Iglesia como
educador, como teólogo, como escritor… El primer Obispo Primado de Inglaterra después de
Enrique VIII, Nicholas Wiseman, descubrió en él una clara vocación sacerdotal y lo envió a Roma
para prepararse. Newman quedó descorazonado al comprobar que él sabía mucha más teología
e historia de la Iglesia que aquellos que sus profesores, quienes tenían el privilegio de ser
miembros de la Iglesia que había conservado íntegro el credo de los Apóstoles. Fue ordenado
unos meses después de su llegada, junto con otro amigo que seguía su misma trayectoria:
Ambrose St John con la única compañía de su amiga y conversa María Giberne. El Papa Pio IX le
animó a conocer la espiritualidad de San Felipe Neri, hizo el noviciado en Roma y fundó el
Oratorio Inglés en Birmingham. Eligió ese lugar porque comenzaba la revolución industrial en
Inglaterra y esa zona recibía muchos inmigrantes irlandeses católicos y él deseaba atenderlos
espiritualmente. Una vez más, su afán por comunicar sus conocimientos le llevó a promover una
escuela parroquial para los hijos de los obreros.

En 1852 los obispos irlandeses le pidieron que diseñara y dirigiera la primera universidad católica
de Irlanda. En este marco escribió 9 discursos que fue dictando ese año para mostrar su
propuesta educativa a los futuros padres de familia y profesores de esa universidad. Fue Rector
de la misma de 1854, que comenzó a 1858, año en el que se dio cuenta que el interés de los
obispos había sido más el oponerse al Trinity College de los anglicanos que su verdadera
preocupación por la educación.

Las intervenciones de Newman en la vida de la sociedad inglesa posterior a la Universidad de


Irlanda fueron promovidas, igualmente, por circunstancias concretas. Sus obras Apología pro
vida sua, y la Carta al Duque de Norfolk, fueron escritas como respuesta a dos acusaciones
públicas contra su persona y los católicos ingleses.

Novelas, poemas, sermones, cartas y diarios, al igual que sus libros de teología, filosofía, y sus
números artículos, tenían siempre el interés de transmitir a los demás algo positivo, real, que
les orientara. Su afán educador no tenía límite y siendo ya muy mayor, seguía respondiendo
cartas incluso a niñas que le hacían consultas doctrinales o para su vida personal.

Murió en 1890, siendo un ancianito, pero el cortejo fúnebre de Birmingham a Rednal, donde
depositaron su cuerpo, fue numerosísimo.

El Papa Ratzinguer lo beatificó en las inmediaciones de Birmingham el 19 de septiembre de 2010,


reconociéndose él mismo como un discípulo de Newman.

Pinceladas de su propuesta educativa:

1. Pincelada newmaniana: la educación liberal… liberal arts // sciences


2. Pincelada ontológica: Una sola realidad, en jerarquía, que debe comprenderse en su
armonía.
3. Pincelada epistemológica: el saber es uno y armonioso. Las ciencias son muchas y
complementarias entre sí, tanto por su objeto como por sus métodos de acercamiento
a su objeto.
4. Pincelada didáctica: se debe comenzar por la gramática, por dominar la propia lengua
que es el instrumento del pensamiento.
5. Pincelada: universitaria, propiamente: el fin de la universidad, su bien propio, es el
saber. Es su único fin, lo demás son medios. El conocimiento universitario debe tender
a ser universal, abarcante, incluyente, interdisciplinario, de horizontes abiertos. Debe
incluir todos los saberes, también la teología y la filosofía, la lógica, la historia, la
geografía. El fin de la universidad es la formación intelectual. El resultado, es un
hombre íntegro desde la mente bien formada.
6. Pincelada de la formación moral: La formación moral no es el fin de la universidad,
pero sí su consecuencia. El buen ejemplo es lo que mejor forma este aspecto. A vivir
bien se aprende con la vida misma.

Conclusiones: ¿Qué pasó con la Universidad de Newman? ¿Qué se puede aprender hoy de su
propuesta?

Educó al Duque de Norfolk, a grandes poetas, a médicos y abogados católicos que han influido
en la cultura inglesa del siglo XIX y XX.

J. R. R. Tolkien, no fue alumno de esa universidad, pero sí de ese ideal educativo.

Podemos aprender a no separar la realidad en nuestra mente, a tratar de ser abarcantes,


incluyentes, realistas. Educar de manera culta y científica, buscando las causas de las cosas e
incluyéndolas en su contexto real. Eso armoniza la fe y la razón, que son dos vías de
conocimiento de la misma realidad.

Nos exige un conocimiento más profundo y científico de nuestra fe, para saber qué dice el
Magisterio sobre los temas que yo abordo en mi ciencia humana.

Nos exige coherencia de vida con la fe, porque creer en realidad no sólo es saber, sino hacerlo
propio, asentir con la inteligencia teórica y práctica.

Nos exige pasión por la verdad, buscarla felices donde esté.

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