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La Chispa y la Llama - CAPÍTULO 1

Por alguna razón a este lugar lo llaman "Cerro de los espejos". Está enclavado bien adentro en tierra brasileña, pero es un
pedazo de Europa por sus cuatro costados. Es una Facultad de Teología. Hebreo, Griego, Crítica Bíblica, Hermenéutica.
Profesores que toman su labor académica con esa indoblegable seriedad germánica. Aquí Arzemiro, estudiante de teología,
se está muriendo de hambre. "Hambre y sed del Dios vivo" como diría el salmista.
Anhelo de servicio, corazón pastoral, piedad forjada, en el seno cálido de una familia respetuosa de Dios. Por momentos
Arzemiro siente que todo esto se congela. Aquí le dan erudición pero no hay saber vivo. Y la sed no se calma con el paso de
los días.
Un día de 1969 Arzemiro desaparece. Pasa un tiempo largo afuera. Cuando vuelve, los colegas amigos que han notado su
ausencia lo acosan a preguntas. ¿Dónde estuvo Arzemiro? Se niega a responder. ¿Temor? ¿Vergüenza?.. Se siente
intimidado. Ante la presión de los más cercanos y casi balbuceante Arzemiro cuenta su historia. No pudo aguantar más y
decidió irse a un lugar solitario para orar... a ayunar. Cuando lo ha confesado hay un silencio. En algunos ojos asoma una
lágrima. "Es esto lo que nosotros también queríamos", exclama uno por fin. Sonrisas. Después risas y abrazos. Las rodillas
dobladas. Aquella noche nace la Acción Bíblica Universitaria de San Leopoldo.
Un día leyendo una revista, uno de ellos se entera que hay un movimiento en Alemania muy parecido a eso que este grupito
quiere hacer en el sur brasileño. Y escriben de inmediato a la Studenten Mission in Deutschland. Del otro lado del Atlántico
no tarda en llegar la respuesta. Una copia va a dar a San Pablo y en pocos días hay no sólo una carta sino también un
visitante. Wayne Bragg, asesor de la Alianza Bíblica Universitaria.
¡Qué caminos los del Señor, Arzemiro! Tener que escribir a Alemania para descubrir a tus hermanos del Brasil. Y qué
realidad tremenda la de esta Comunidad que atraviesa el océano.
Hoy Arzemiro Hofman es pastor de una parroquia universitaria de la Iglesia Luterana en Porto Alegre.

Orígenes del movimiento estudiantil evangélico


Hemos sido los conspiradores tradicionales de todos los tiempos. Llevamos la revolución en el
alma. No medimos el dolor ni el sacrificio. El gesto que más sacude a nuestras juventudes es el
de verter la vida sobre una bella ilusión. Germán Arciniegas, El estudiante de la mesa redonda.

1. El mundo Estudiantil
Desde sus inicios la universidad fue foco de agitación en la sociedad, laboratorio donde se dieron los cambios que después
sacudirían naciones enteras, forja de donde saltaron las chispas iniciales de grandes incendios. Tal es la historia de la
universidad en el mundo occidental, aun desde aquellas primeras revueltas estudiantiles del siglo XIII en medio de las
cuales Tomás de Aquino llegó a ser el maestro de una generación, y de muchos más siglos después.
Así ha sido también en la historia de la iglesia cristiana. ¡Cuánta empresa grande y cuánto fermento de cambio comenzaron
entre la gente joven, entre los estudiantes! Jóvenes fueron los que se unieron a Francisco de Asís y sus bandas mendicantes.
Jóvenes fueron los misioneros apasionados que redimieron la empresa imperial de España en América, agregando hermosas
páginas de espíritu evangélico entre tanta página negra de injusticia. Niño aún Zinzendorf había fundado en su colégio la
"Orden del Grano de Mostaza" para orar, crecer en Cristo, sufrir por él y llevar el evangelio allende el mar. Años después
jóvenes universitarios moravos se le unieron para llevar el evangelio a todo el mundo y el avivamiento a toda Europa. Eran
estudiantes de Oxford los que fundaron, con John Wesley, aquel Club Santo para estudiar la Biblia y seguir a Jesucristo en el
contexto de una vida metódica. De allí vino con el tiempo el nombre de un movimiento que sacudió Inglaterra y el mundo:
el Metodismo. Siglo tras siglo, la historia de la iglesia tiene páginas escritas por hombres cuya pasión por Cristo brotó en las
aulas de la universidad.(1)
No se trata, claro está, de que Dios tenga algún tipo de preferencia por quienes tienen el privilegio de haber llegado a
beneficiarse con la educación superior. Dios usa para sus propósitos príncipes y mendigos, carpinteros y doctores,
empresarios y futbolistas, porque ello refleja su gracia multiforme que alcanza a todo ser humano que cree en él. Pero
probablemente en momentos y lugares cruciales Dios ha usado las especiales características del medio estudiantil como un
instrumento eficaz para la extensión de su Reino y el cumplimiento de su propósito. Que Dios haya querido usar
poderosamente a los estudiantes en el pasado no debe darle hoy al estudiante ni a quien sirve entre estudiantes un orgullo
infundado. Más bien debe darle un sentimiento profundo de responsabilidad, temory temblor antes las posibilidades de
quemar la propia vida al servicio de Cristo, en la esperanza de que ella alumbre en un hora difícil.

2. Orígenes de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos


No podemos entender la historia de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos en América Latina sin
referirnos a un vasto movimiento juvenil que sacudió Europa y Norteamérica a fines del siglo pasado y en las primeras
décadas del presente. Sin embargo, las raíces del mismo se remontan varios siglos atrás y muestran un panorama inspirador
y un reto al estudiante latinoamericano de hoy.
Varias corrientes históricas convergen en la formación de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos. (2) Se
puede seguir una de ellas hasta la Universidad de Cambridge en 1516. En medio del fermento que daría lugar a la Reforma
protestante, Erasmo había publicado en Basilea su edición del Nuevo Testamento en griego. Tomás Bilney, quien era
miembro del Tinity Hall de dicha universidad, tuvo una experiencia de conversión como resultado de la lectura de ese
Nuevo Testamento. Entusiasmado con su nueva experiencia de fe, convocó a un pequeño grupo de estudiantes formado por
Tomás Cranmer, Hugo Latimer y Nicolás Ridley. Se reunían secretamente, en un mesón hoy famoso, para estudiar el Nuevo
Testamento y las obras de Lutero. Todos ellos llegaron a ser prominentes en el movimiento de Reforma de la Iglesia de
Inglaterra y todos murieron como mártires por su fe evangélica.
Otra pista nos llevaría hasta Noruega, donde el movimiento pietista que se había gestado en Alemania repercutió a través de
un predicador poderoso: Hans Nielse Hauge (1771-1824), quien pagó con prisión el atrevimiento de exponer la Palabra de
Dios sin tener una licencia oficial de la Iglesia Luterana. Hauge tuvo influencia en más de una generación de evangélicos
noruegos, hombre como Ole Hallesby, cuyos viajes, labor docente y entusiasmo lo hicieron persona clave en la obra
estudiantil evangélica entre las dos guerras mundiales. Fue Hallesby quien a partir de 1934 propició las conferencias
internacionales que primero afectaron a Europa solamente, pero que fueron creciendo en influencia con la participación de
los movimientos que iban surgiendo en otras partes del mundo, hasta culminar en la reunión de Harvard donde nació la
Comunidad.
Otra corriente vincula a la Comunidad con un vasto movimiento juvenil y misionero que en un entrecruzamiento de
influencias e instituciones fue instrumental para el avance de la iglesia a fines del siglo pasado y en las primeras décadas del
presente. Es la convergencia de fuerzas como las Asociaciones Cristianas de Jóvenes (YMCA, YWCA), los Movimientos
Estudiantiles Cristianos (SCM), el Movimiento Estudiantil de Voluntarios para las misiones (Student Volunteer Movement).
Es también la convergencia de personas como Dwight L. Moody, el famoso evangelista americano; John R. Mott, tal vez la
figura cristiana más influyente en ese período; Robert Wilder, un apasionado de la obra misionera. Estos movimientos están
en la raíz de alguna de las fuerzas más importantes del Protestantismo en nuestro siglo, y todos ellos giran alrededor de
momentos decisivos de la vida universitaria de sus protagonistas.(3)

3. John R. Mott y la Federación Universal de MEC


Mott, el fundador de la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos, el hombre clave de la famosa Conferencia Misionera
de Edimburgo de 1910, uno de los artífices del moderno movimiento ecuménico, el predicador que recorrió los cinco
continentes llamando a la juventud a la fe en Cristo y al servicio cristiano, conoció a Cristo en la universidad. Una cadena
de circunstacias nos permite seguir el curso del designio de Dios para esta vida excepcional, e ilustra el contexto en el que
surgen los movimientos estudiantiles evangélicos.
En varias universidades inglesas había grupos de estudiantes que seguían la tradición de asociarse voluntaria y libremente
para el cultivo de su vida cristiana. Entre ellos se destacaban los de Cambridge y Oxford,(4) y también varios grupos,
particularmente entre estudiantes de medicina. En 1873 el famoso evangelista norteamericano Dwight L. Moody visitó la
universidad de Edimburgo y su persona y su mensaje causaron un impacto inesperado. Hasta entonces Moody en su propia
patria no había tocado los sectores estudiantiles, tal vez porque él mismo era un autodidacta que no había pisado las aulas de
la universidad. Pero en Edimburgo ganó para Cristo, entre otros, a Henry Dummond, que más tarde llegó a ser profesor
notable y un cristiano influyente a través de la cátedra y la pluma. En 1882, Moody visitó Cambridge y Oxford en lo que
hoy calificaríamos como una "misión" a estas universidades. Su celo y vigor espiritual atrajeron a muchos, entre ellos a C.T.
Studd y Stanley Smith, deportistas de fama mundial, que conocieron a Jesucristo y se entregaron allí mismo para servirle
como misioneros. Con otros cinco estudiantes que se les unieron, formaron el grupo conocido como "los siete de
Cambridge", que por su decisión de dejar fama y gloria e ir como misioneros a tierras lejanas causaron un impacto notable
en la juventud de su tiempo. Moody regresó a Inglaterra en 1885 y esta vez invitó al hermano de C.T. Studd, J. Kynaston
Studd, a acompañarle a Norteamérica afin de que pudiera "animar a los estudiantes americanos a testificar directamente a
sus colegas en las universidades, tal como los estudiantes ingleses habían aprendido a hacerlo."(5)
J.K. Studd, quien apenas había terminado su luna de miel, aceptó el reto de Moody. Atravesó el Atlántico y empezó
visitando la universidad de Cornell. Fue allí que el posteriormente célebre John R. Mott se entregó a Jesucristo. Leamos la
historia de la pluma del propio Mott:
Vacilé mucho antes de decidirme a ir a escuchar a este famoso atleta. Cuando llegué, ya la reunión había empezado. Al
sentarme le escuché a Studd pronunciar estas tres frases: "¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques... Mas busca
primeramente el Reino de Dios." (Jeremías 45.5; Mateo 6.33). Estas palabras calaron hondo en mí, llegaron a las raíces
mismas de mis motivaciones. No recuerdo nada más de lo que Studd dijo. Me fui a mi cuarto, no a estudiar sino a luchar. A
la mañana siguiente me fui a la soledad de una de las quebradas cercanas a la catarata. A las 2.30 me armé de coraje y
suficiente como para pedir una entrevista con Studd. Lo encontré en su atuendo deportivo, inclinado sobre su Biblia. De
manera muy perspicaz me hizo ver lo razonable que era el que yo consultara por mí mismo el libro que es la fuente del
cristianismo, el Nuevo Testamento, y la sabiduría de usar mi voluntad para seguir el rayo de luz que conducía a Jesucristo.
Mi rendición a Jesucristo como Señor vino después.(6)
Por su parte, Studd hizo únicamente una anotación muy simple en su diario: "A las 2.30 me visitó Mott. Hablamos de la
obra cristiana". Sin embargo, después le escribió a su amigo Richard Morse: "De todos los estudiantes con quienes he tenido
contacto, hay un hombre que tienes que vigilar de cerca, como a un líder: Mott, de Cornell".(7)
Studd no se equivocó. A partir de aquel encuentro con Cristo esta personalidad poderosa puso sus indomables energías al
servicio del Reino de Dios, primero en los Estados Unidos y luego por todo el mundo. Stephen Neill ha dicho:
Cualquier cosa que Mott hiciese, la tenía que hacer completa y bien. Una vez que se entregó a Cristo, el traer a otros a una
entrega similar vino a ser la máxima tarea de su vida. Lo primero que hay que recordar en cuanto a Mott es que a lo largo de
toda su vida tuvo el corazón de un evangelista. Lo que quería por encima de todo era proclamar a los hombres y mujeres las
buenas noticias de la nueva vida en Jesucristo.(8)
Meses después de su conversión ya lo encontramos participando en la célebre conferencia misionera de Monte Hermón
(julio de 1886), donde Robert Wilder y él sentaron las bases de lo que habría de ser luego el Movimiento Estudiantil
Voluntario para las Misiones (más conocido como Student Volunteer Movement). La chispa de la vocación misionera había
prendido en cientos de universidades y escuelas. El movimiento adoptó como lema la famosa frase "La evangelización del
mundo en esta generación". Alguna vez Mott dijo:
Sin ninguna duda, y en honor a la verdad, puedo afirmar que junto con la decisión de tomar a Cristo como mi líder y el
Señor de mi vida, esta consigna ha tenido más influencia que todo otro ideal u objetivo combinados, para ampliar mis
horizontes y ensanchar mi concepto del Reino de Dios.(9)
Una de las obras destacadas de Mott fue la formación de la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos en el Castillo de
Vadstena en Suecia, en 1895. Los líderes de Movimientos Estudiantiles Cristianos que se habían venido forjando en las
décadas inmediatamente anteriores, expresaron así su deseo de unirse en un organismo de dimensión universal. Sólo seis
personas participaron en aquella fundación. Mott acababa de cumplir treinta años y los otros eran más o menos de esa edad.
La Federación fue un semillero de líderes ecuménicos y uno de los grupos que abrieron brechas en los esfuerzos por
conseguir que los cristianos diesen un testimonio unido de su fe, en un mundo dividido, a fin de llevar adelante mejor su
misión. La influencia de la Federación creció por todo el mundo y preparó el camino para las conferencias misioneras y
eclesiásticas que vendrían más tarde hasta culminar en el Consejo Mundial de Iglesias en 1948.

4. Surgimiento de la Inter-Varsity Fellowship


Habiendo reconocido el talento y la profunda convicción misionera y evangélica de Mott, hemos de recordar también que la
Federación fue lentamente cambiando su rumbo inicial. Para entender cómo surge la Comunidad Internacional de
Estudiantes Evangélicos, paralelamente a la Federación, hace falta rastrear un poco en los orígenes evangélicos de este
movimiento estudiantil y misionero y en algunas de las convicciones y tradiciones originales que luego abandonó.
Al hablar de algunas de las corrientes que convergen en el surgimiento de la Comunidad, hemos hecho referencia al
protestantismo evangélico de los reformadores ingleses, al pietismo, y a algunas figuras de lo que se denomina
"avivamientos" como Studd y Moody. En esta línea podrían mencionarse otras personas y movimientos también
emparentados con la comunidad, no siempre directamente pero sí por afinidad de énfasis y convicción. Tenemos así figuras
tales como Charles Simeon, gran predicador y académico evangélico en Cambridge; los hermanos Wesley y el movimiento
metodista; los grupos estudiantiles de "Le Reveil", en la Suiza francesa; el movimiento pietista de la universidad de Halle;
Zinzendorf y el movimiento moravo en Alemania.
La existencia de las iglesias evangélicas en América Latina se debe en gran parte al vasto impulso misionero que se forjó en
el seno de estas corrientes que bien podemos describir con el adjetivo "evangélicas". Con ello nos referimos a una forma de
pensamiento y acción cristiana que es claramente diferente del catolicismo y que aunque es protestante tiene características
bien definidas dentro del protestantismo. Una buena síntesis de este movimiento nos la ofrece el historiador Justo L.
González:
A fines del siglo XVII y a través de todo el XVIII aparece en la historia del protestantismo un despertar de la religiosidad
individual que va aparejado a un nuevo interés en las misiones. Los dirigentes de este nuevo despertar protestaban contra la
rigidez de la vieja ortodoxia protestante, y aunque ellos mismos eran por lo general teólogos debidamente adiestrados,
tendían a subrayar por encima de las fórmulas teológicas la importancia de la vida cristiana práctica. Esta vida cristiana se
entendía por lo general en términos individualistas, de modo que se subrayaba la experiencia personal de cristiano y su
obediencia como individuo ante los mandatos divinos. En términos generales estos movimientos no pretendían constituirse
en nuevas sectas o iglesias, sino que su propósito era más bien servir de levadura dentro de las iglesias ya existentes. Si en
algunas ocasiones éste no fue el resultado de tales movimientos, ello no se debió tanto al espíritu cismático de sus
fundadores como a la rigidez de las iglesias dentro de las cuales surgieron.(10)
Nótese los elementos que hemos subrayado en esta descripción. Reconoceríamos de inmediato en ellos algunas de las
características más destacadas de los evangélicos latinoamericanos. El autor que estamos citando está especialmente
interesado en la historia misionera. Así nos dice más adelante:
Es notable cómo la influencia del pietismo alemán y especialmente de Speener y Francke, puede seguirse a través de
Zinzendorf, Wesley y el Gran Despertar en América del Norte. Puesto que es a través de estos movimientos que comenzó la
gran expansión misionera protestante del siglo XIX, no ha de sorprendernos el que esa expansión haya tenido algunas de las
características del pietismo y los demás movimientos que de él surgieron. Así, por ejemplo, los misioneros protestantes del
siglo XIX tendrían a subrayar la necesidad de una decisión individual por parte de los conversos mucho más de lo que antes
lo habían hecho los misioneros católicos y aun los primeros misioneros protestantes... Por otra parte, es necesario señalar
que, a pesar de lo mucho que se ha dicho acerca de la tendencia del pietismo a apartarse de las realidades del mundo, fue
este movimiento el que dio origen al interés de la iglesia en la totalidad geográfica del mundo.(11)
Una observación más sobre esta corriente nos ayuda a aclarar mejor el panorama del cual surge la Comunidad. Citamos esta
vez a uno de los más respetados historiadores de la iglesia, en nuestro siglo: Kenneth Scott Latourette. En sus conferencias
Canahan en Buenos Aires, en el año de 1956, Latourette trazó un cuadro magistral del protestantismo contemporáneo y de
los desafíos que en nuestra época lo confrontaban. Dice acerca del tema que nos ocupa:
Las minorías vitales de protestantes en Europa son en gran parte de tradición puritano-pietístico-evangélica. A la misma
corriente obedece más aun el crecimiento en números e influencia fuera de Europa. Esto significa que el protestantismo
mundial tiene más y más una complexión puritano-pietístico-evangélica. No todos los que tienen una herencia protestante o
todos los movimientos vigorosos dentro del protestantismo pertenencen a esta corriente. Sin embargo, a través de ella, en la
práctica el protestantismo acentúa más que antes el sacerdocio de todos los creyentes, la justificación por la fe y el derecho
y deber del juicio individual. Y al hacer esto se acerca más que nunca en su testimonio al corazón evangélico.(12)
Nótese en particular los dos últimos párrafos de esta afirmación, que hemos subrayado. Al énfasis en la experiencia
individual y visión misionera que González describió, Latourette le agrega esta toma de conciencia doctrinal, y quizás por
ello agrega otros dos términos a su descripción, hablándonos de la tradición "puritano-pietístico-evangélica". Este aspecto
doctrinal es clave para entender el curso de nuestra historia.
Ya hemos dicho que la Federación mundial de Estudiantes Cristianos se forma en 1895, en Suecia. Mott y los otros cinco
fundadores representan por su experiencia personal y sus convicciones los que Latourette llamaría "tradición-puritano-
pietístico-evangélica". Ruth Rouse, la historiadora dela Federación, nos dice que cuatro de ellos eran candidatos a
misioneros y que en el caso de todos "su motivación central y el deseo ardiente de su corazón era ganar estudiantes para
Jesucristo y su servicio a través de todo el mundo". (13) Sin embargo, menos de veinticinco años más tarde (1919), en
Inglaterra que era el centro y foco de la actividad estudiantil internacional, algunos de los grupos estudiantiles evangélicos
de más larga tradición se separaban del Movimiento Estudiantil Cristiano y en consecuencia de la Federación. Estos grupos
que en 1928 formaron la Intervarsity Fellowship of Evangelical Unions fueron, con otros que pasaron por una experiencia
semejante en otras partes del mundo, el origen de la Comunidad.
¿Qué había pasado para que se produjera esta separación? La pregunta es válida si se tiene en cuenta que cualquier líder de
la Comunidad hoy en día se sentiría hermanado casi totalmente con hombres como Mott y la generación que lo acompañó
en esas horas iniciales de la Federación. Esta pregunta fue de vital importancia para quienes empezaron la obra estudiantil
asociada a la Comunidad aún en lugares del mundo donde la Federación estaba presente de un modo u otro.
El alejamiento gradual fue un proceso que empezó en la misma Inglaterra y en época temprana. Las convicciones
evangélicas del Movimiento Estudiantil Cristiano eran claras en sus comienzos. Sin embargo, al crecer el movimiento la
iniciativa fue pasando a quienes por entonces empezaban a tomar también la iniciativa en las universidades mismas: "en lo
eclesiástico los grupos anglo-católicos y en lo intelectual los protestantes liberales". La resistencia al cambio se centró en
Cambridge donde un grupo vivo y numeroso cuestionaba ya desde 1904, en forma articulada, tendencias como las
concesiones hechas al liberalismo en nombre de una amplitud, que sin embargo iba excluyendo a los conservadores; la lenta
sustitución de la Biblia por la teología moderna; o el abandono de la oración a favor de una liturgia mucho más formalista,
pero menos viva. Las negociaciones con el CICCU para que se alinease con la marcha del MEC nacional no progresaron, ni
tampoco progresaron los esfuerzos para transformarlo desde adentro por medios constitucionales. Finalmente, el grupo de
Cambridge se separó del MEC británico en 1910.(14)
Al regresar de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial hubo nuevos intentos de negociación que también
fracasaron. El CICCU optó por seguir su propio camino. Probablemente la firme convicción evangélica de sus miembros, su
dependencia en una vida devocional consistente, tanto personal como comunitaria, y su tradición de iniciativa estudiantil
local lo mantuvieron en la posición tomada.
La decisión del CICCU no fue fácil. La ola de actividades y la popularidad de aquellos años inmediatos a la pos-guerra
favoreció mucho al Movimiento Estudiantil Cristiano. Hombres de convicción profunda, sin embargo, mantuvieron una
causa que parecía perdida. Uno de ellos, Norman Grubb, narra el encuentro crucial una tarde de 1919. En éste, se llegó a la
decisión de no cooperar de nuevo con el MEC, que para entonces había adoptado el liberalismo teológico de moda,
poniendo énfasis en el evangelio social, y modicando el lenguaje de su base doctrinal para dar cabida al mayor número de
opiniones. Dice Grubb:
Después de una hora de conversación que no nos condujo a ninguna parte, presentamos una pregunta vital y directa:
"¿Considera el MEC que la sangre de Cristo es el punto central de nuestro mensaje?" La respuesta fue: "No, no es central, si
bien le damos un lugar en nuestra enseñanza". Esa respuesta definió el asunto, porque les explicamos allí mismo que para
nosotros la sangre expiatoria de Jesucristo era el corazón mismo de nuestro mensaje, y que nunca podríamos unirnos a un
movimiento que le diese un lugar inferior.(15)
Por supuesto que no era sólo esa diferencia doctrinal específica la que jugaba un papel básico en las razones del alejamiento.
En cierto modo todo un nuevo talante o actitud del cual estaba ausente el énfasis en la oración diaria, la conversión personal,
y aun el espíritu misionero, había empezado a caracterizar al MEC en Inglaterra y a la Federación en otras partes del mundo.
De allí que la intransigencia de Cambridge fue poco a poco encontrando eco en otras universidades inglesas, hasta que se
culminó nueve años más tarde, en 1928, con la formación de un nuevo movimiento nacional paralelo al MEC, que se
denominó precisamente Inter-Varsity Fellowship of Evangelical Unions. Fue luego de esa reunión que un grupo de
estudiantes vendieron sus equipos deportivos a fin de pagar el pasaje transatlántico a un hombre que fuera al Canadá, en
respuesta a la solicitud de que allí también se formase algo parecido. Howard Ghinness, un médico que acababa de
graduarse, cruzó el océano y viajó de un extremo a otro del Canadá. La visita resultó como una chispa que encontró material
combustible en todas partes. Grupos de estudiantes se organizaron de la noche a la mañana y al año siguiente surgió la nter-
Varsity Christian Fellowship del Canadá. De allí Guinness pasó a Australia y Nueva Zelandia, donde con el curso de los
años surgieron también movimientos nacionales.

5. Formación de la Comunidad Internacional


Del Canadá, el movimiento pasó a los Etados Unidos recién en 1939. C. Stacey Woods fue el hombre que le dio forma al
movimiento canadiense y luego al americano durante los varios años en que actuó como secretario general de ambos. A
partir de la visita inicial a la universidad de Michigan el movimiento en las universidades norteamericanas se extendió
rápidamente, inclusive durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Los canadienses contrataron a dos jóvenes
profesionales americanos y los sostuvieron para que continuasen en Estados Unidos la obra que la visita de Stacey Woods
había comenzado. Fueron ellos Grace Koch y Charles Troutman. Estos años iniciales se caracterizaron por la labor intensa,
de grandes demandas, debido a que el terreno parecía estar preparado para un crecimiento inesperado. Había entre los
universitarios tremenda hambre espiritual y también una firme vocación misionera.(16)
Este crecimiento en los países de habla inglesa no fue sin embargo protegido con el favor oficial de las grandes iglesias y
denominaciones. Es necesario destacar que la Federación a nivel internacional y el MEC a nivel nacional era quienes
contaban con ese apoyo organizativo moral y financiero. Como ya hemos dicho, los líderes de la Federación pasaron a ser
los líderes del movimiento ecuménico, y especialmente en Europa esto significaba que eran los líderes reconocidos por los
grandes cuerpos eclesiásticos. Cuando se critica el "exclusivismo" de los grupos de la Comunidad, o su "sectarismo" se debe
recordar que eran movimientos surgidos en la base misma del mundo estudiantil, con un fuerte sentido de independencia de
los organismos eclesiásticos y una combatividad forjada muchas veces en un ambiente hostil. También relacionado con este
hecho se da el predominio de iniciativa de profesionales universitarios laicos en el surgimiento de estos movimientos.
Profesores de anatomía o química, matemáticos o físicos, apoyaban las iniciativas estudiantiles que muchas veces no
contaban con el favor de los pastores o capellanes universitarios, mucho más inclinados a la línea oficial de sus respectivas
denominaciones. Hombres claves del movimiento británico fueron: A. Rendle Short, Douglas Johnson, Martin Lloyd-Jones,
todos ellos médicos. Sir J.J. Thomson (físico) y Sir William Ramsay (clasicista y arquéologo) lo apoyaron desde sus
comienzos. Muchos de los secretarios viajeros en el Canadá y en los Estados Unidos nunca hicieron estudios teológicos
formales, sino que forjaron su teología en el diario ajetreo de su ministerio entre estudiantes.(17)
Es muy posible que la firmeza del CICCU en los momentos críticos de 1910 y 1919 les pareciera a muchos alarmismo o
falta de visión en cuanto al futuro. El tiempo, sin embargo, les dio la razón. No son únicamente voces hostiles a la
Federación las que lo dicen, ni tampoco voces que vienen necesariamente de los círculos allegados a la Comunidad. La
valerosa autocrítica que transcribimos a continuación fue publicada por el órgano de los MEC en América Latina,
Testimonium, y tomada del órgano oficial de la Federación, The Student World.
Desde 1895 a 1914 la Federación creció y progresó y el siglo XIX se cerró con una nota de confianza. Fue entonces cuando
rompió la Primera Guerra Mundial y henos aquí viviendo aún "entre los tiempos". No hemos superado aún el choque, pero
estamos comenzando a revivir. De los años 1914 a 1930 el MEC pasó por un período de terrible confusión. En muchos
países se vivió esta experiencia. Perdimos el derrotero. No estábamos seguros de Jesucristo. Estudiábamos libros de ética y
libros acerca de la Biblia, pero no estudiábamos la Biblia. Olvidamos cómo orar. Llamábamos a los estudiantes "a la
aventura cristiana". Ibamos a liberar al mundo de la pobreza, la enfermedad y la guerra en una generación. Creamos varios
lemas que tenían muy poco que ver con la verdadera tragedia de nuestro tiempo. Pero el día se va aclarando otra vez. Hay
señales. Una vez más el llamado a la evangelización debe significar mucho para nosotros.(18)
Esto fue escrito en 1955 por un hombre que durante cuarenta años trabajó cerca de Mott, Speer y los forjadores de la
Federación. Desde entonces hasta aquí, los que hemos seguido con interés la historia de la Federación no hemos visto que
ella haya regresado al celo evangelizador a que se la llamaba de vuelta. Y no se trata aquí de levantar un dedo acusador
contra un movimiento paralelo al nuestro, sino de entender el curso de los acontecimientos y captar -desde nuestra propia
perspectiva- la validez de la preocupación que llevó a formar la Comunidad.
Mientras el movimiento que hemos descripto ocurría en el mundo de habla inglesa, en varios países de Europa pasaba algo
semejante. La iniciativa noruega había mentenido viva en los países escandinavos la llama de un movimiento evangélico
entre los estudiantes. El profesor Hallesby, a quien ya se ha mencionado, viajaba a los países vecinos a su patria y mantenía
vinculaciones con la IVF en Gran Bretaña. En Alemania, un teólogo de la talla de Karl Heim había favorecido una línea más
evangélica en el MEC alemán, que desgraciadamente fue disuelto por Hitler en 1938. Karl Heim mantuvo un contacto con
los grupos inglesees de IVF y luego de la guerra apoyó el surgimiento del Studenten Mission in Deutschland, grupo afiliado
hoy a la Comunidad. En Hungría, el Dr. Ferenc Kiss, un líder de la iglesia de los Hermanos y profesor de Anatomía en la
Universidad de Budapest, mantuvo también una línea evangélica en el movimiento "Pro-Cristo" (afiliado a la Federación),
cuyo programa y énfasis se acercaban mucho a los de los grupos evangélicos. Un fermento evangélico similar existía en
Suiza, en Holanda y también en Francia.
Noruega e Inglaterra dieron los pasos iniciales hacia una Comunidad Internacional, en una pequeña conferencia que
realizaron en septiembre de 1934, en Oslo. Estos dos movimientos y algunos observadores de los otros países escandinavos
descubrieron que tenían mucho en común. Pero lo decisivo, sin duda, fue que en dicha conferencia se encontraron tres
hombres excepcionales: Ole Hallesby, Robert Wilder y Howard Guinnes. Ya los hemos mencionado a los tres. Luego de su
actuación junto a Mott en los comienzos de la Federación, Wilder había ido como misionero a la China. Retirado ya en
Noruega, su celo evangélico y misionero no había disminuido, y al encontrarse con los jóvenes que se habían dado cita en
Oslo, vio allí el fuego y el celo que en sus años mozos habían barrido Norteamérica y Europa, en los otros tiempos de la
Federación. Wilder había visitado la conferencia anual de la IVF británica, al igual que Hallesby. Guines era fruto de ese
movimiento.
Los mensajes y la presencia de estos hombres llevaron a los delegados más jóvenes a trazar allí mismo los planes para una
conferencia internacional anual. Cada año, a partir de 1934 dicha conferencia se realizó congregando un número creciente
de delegados que representaban movimientos que también crecían rápidamente.Ver la lista de conferencias y lugares es ver
los hitos de un movimiento que crecía vigorosamente.(19) Lo que fue oficialmente la Cuarta Conferencia Internacional de
Estudiantes Evangélicos se realizó en Cambridge el 27 de junio al 2 de julio de 1939. Estaban presentes más de 800
estudiantes representando a 33 países. El tema fue "Cristo: Nuestra libertad", y la atmósfera de la conferencia estaba
permeada de un profundo sentido de la gravedad de aquella hora. Unas pocas semanas después se desató la carnicería de la
Segunda Guerra Mundial. Para más de uno la afirmación de Cristo como nuestra libertad fue una premonición de la fe que
hacía falta para atravesar esos días sombríos.
El interín duró lo que duró la guerra. El Comité de continuación que se había formado en 1939 se reunió nuevamente por un
día en 1946 en Oxford. El mundo estudiantil había cambiado. Grupos evangélicos habían surgido en Suiza y en China, los
movimientos canadiense y americano habían crecido notablemente y se hicieron presentes en Oxford. Se realizó un balance
de la situación mundial y de la historia del movimiento estudiantil hasta entonces, y se aceptó la invitación norteamericana
de reunirse en 1947 en la Universidad de Harvard, a fin de darle forma más permanente a lo que hasta entonces había sido
una conferencia internacional anual.
A fines de agosto de 1947, en la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, el acuerdo unánime de las
delegaciones estudiantiles allí presentes fue el de proseguir a la formación de una Comunidad Internacional de Estudiantes
Evangélicos. Y así se hizo. Una historia de siglos de convicciones e iniciativas, motivadas por eldeseo de anunciar el
mensaje de Jesucristo y vivirlo en las aulas universitarias, convergía en la formación de la Comunidad. La declaración de
propósitos y la Base Doctrinal, aprobadas en Harvard, reflejan la voluntad expresa de los delegados allí reunidos, de no
permitir que la falta de previsión al forjar una Constitución diera lugar a la desviación que siempre acecha luego del
cansancio generacional.
Desde 1947, la obra de la Comunidad ha propiciado el comienzo de 42 movimientos nacionales de estudiantes evangélicos
en 60 países y sigue trabajando activamente en otros 30. Cuando representantes de la fuerzas evangélicas de todo el mundo
se congregaron en el Congreso de Evangelización en Lausana (julio de 1974), un número sorprendente de líderes de las
iglesias del Tercer Mundo, portavoces de una tradición evangélica vitalizada por los rasgos de iglesias indígenas, eran
hombres forjados en las filas de movimientos de la Comunidad. En Inglaterra este movimiento evangélico ha propiciado el
surgimiento de los estudios bíblicos en un nivel que combina seriedad académica y respeto por la Palabra de Dios en forma
admirable. Probablemente una verdadera renovación teológica evangélica ha de surgir de esta labor bíblica, que revitalizará
la teología protestante antes del fin de siglo.
En la reunión de harvard en 1947, estuvo presente Gwendolyn Shepherd, una joven médica argentina que hacía allí sus
estudios post-grado. De regreso en su Argentina natal, se entregó con entusiasmo al cultivo de un movimiento que reflejase
las convicciones que ella había visto expresadas en Harvard. Así fue tomando forma la Peña Bíblica Universitaria, y así
nuestra historia entra en un nuevo capítulo.

1. Dos libros que exploran esta presencia y acción estudiantil en la vida de las iglesias son: David M. Howard, Student
Power in World Evangelism, Inter-Varsity Press, Downers Grove, 1970, y J. Edwin Orr, Campus Aflame, Regal Books,
Glendale, 1971. subir
2. Buena parte de los datos históricos que se presentan en los capítulos I y II ha sido tomada de Douglas Johnson, ed., A
Brief History of the International Fellowship of Evangelical Students, IFES, Lausanne. subir
3. Una fuente valiosa de información acerca de la Federación es, Ruth Rouse, The World's Student Christian Federation,
SCM Press, London, 1948. También hemos consultado las revistas The Student World, y Testimonium, órganos oficiales de
la Federación en inglés y castellano-portugués respectivamente.
Para el nombre inglés World's Student Christian Federation, existen dos traducciones castellanas, y no sabemos cuál es
oficial en este momento: Federación Mundial Cristiana de Estudiantes y Federación Universal de Movimientos
Estudiantiles Cristianos. De aquí en adelante usaremos simplemente el nombre Federación para referirnos a ella y MEC
(Movimiento Estudiantil Cristiano) para referirnos a los movimientos nacionales que son miembros de ella. subir
4. Estos grupos se conocen por los nombres CICCU (Cambridge Inter-Collegiate Christian Union), fundado en 1877, pero
precedido por varios esfuerzos anteriores, y OICCU (Oxford Inter-Collegiate Christian Union). subir
5. D. Johnson, op. cit., p.39. subir
6. R. Rouse, op. cit., p. 48. subir
7. Id. Pp. 48-49 subir
8. Stephen Neill, Men of Unity, SCM Press, London, 1960, p. 16. subir
9. D. Howard, op. cit., p. 87. subir
10. Justo L. González, Historia de las misiones, La Aurora, Buenos Aires, 1970, pp. 187-188. subir
11. Id. p. 203. subir
12. K. S. Latourette, Desafío a los protestantes, La Aurora, Buenos Aires, 1957, p. 78. subir
13. R. Rouse, op. cit., p. 62. subir
14. J. C. Pollock, A Cambridge Movement, John Murray, London, 1953, es la historia más completa del CICCU, y ofrece
una detallada crónica de este proceso; ver especialmente caps. X a XVI. R. Rouse, op. cit., da también otra versión del
proceso. Ver especialmente caps. XIV a XVI. subir
15. J. C. Pollock, op. cit., pp. 194-195. subir
16. D. Johnson, op. cit., cap. V. subir
17. Id. cap. IV, además de nuestras conversaciones personales con algunas de las personas mencionadas. subir
18. E. Fay Campbell, "El empuje evangelizador", en Testimonium, vol. III, N°4, p. 188. subir
19. 1934, Oslo (Noruega); 1935, Estocolmo (Suecia); 1936, Beatenberg (Suiza) y Helsinki (Finlandia); 1937, Budapest
(Hungría); 1938, Copenhagen (Dinamarca) y 1939, Cambridge (Inglaterra). (D. Johnson, op. cit., p. 52 ss.)
La Chispa y la Llama - CAPÍTULO 2
1957. Hotel de tercera categoría en un barrio populoso de Lima. El yanqui alto, calmado y serio, me va diciendo:
- Mirá Samuel, si perdemos el respeto por la autoridad de la Biblia nos quedamos sin evangelio. No basta con tener estudios
en grupos. Hay que enseñar doctrina y crear conciencia de la importancia que ella tiene.

Ha puesto tal énfasis en lo que me ha dicho que por un momento ha dejado de lavar sus medias y se ha quedado
con una de ellas en la mano. Este es un yanqui distinto a todos los que conozco. No es sucio ni cultiva un aire de pobreza,
pero tiene una modestia y disciplina que estamos aprendiendo a imitar.

Le he hablado de Unamuo y de su impaciencia con las ortodoxias frías. Me tiene que dar la razón en algunas
cosas. Pero le cuesta y no cede con facilidad. En el proceso voy aprendiendo lo que es el celo por la verdad.

Cuando termine de lavar sus medias, que no creo que se sequen en este invierno limeño, tendremos que ir a ver
al futbolista Fleming, que frecuenta nuestro estudio bíblico, y al cual Roberto le va a explicar claramente el evangelio.

Atravesamos la ciudad en un ómnibus lleno de gente. Por poco perdemos la cartera y aún el saco. Yo me quejo,
como pidiéndole disculpas por la incomodidad. Me responde serio que si así viajan la mayoría de los limeños, él no tiene
por qué ser la excepción. Quiero ir a una librería a comprar la más reciente antología de cuentos peruanos. En tono suave
pero firme me dice que no podemos arriesgarnos a llegar tarde. No hacer esperar a Fleming es tan importante como
explicarle bien el mensaje de salvación.

Ahí está Fleming. No se hizo esperar. Conversamos un poco, y después derecho al grano. Yo los dejo hablar.
Estoy aprendiendo que a nadie hay que acosarlo con argumentos. La verdad en si misma es poderosa, como dice Roberto.
Pasa una hora o más. Fleming escucha cortés. Muy interesado a ratos y a ratos medio ausente. Roberto no se impacienta. Al
final no hay decisión aunque hemos dado una oportunidad clara.

Cuando después comento que me parece una derrota, Roberto me dice que quién convence es el Espíritu, a su
manera, a su tiempo. Nosotros hemos hablado claro, con entusiasmo y hasta pasión. Es Dios quien convence. Así que allí
mismo me invita a que intercedamos por Fleming, y por otros más que tiene en una lista en su libreta.

Cuando menos pensamos se nos ha ido el día. Un día más del seminario volante en el que enseña Roberto
Young, gitano de Dios por las universidades de América Latina

OBRERA ESTUDIANTIL EN AMERICA LATINA


¿Cómo se entronizará a Jesucristo por Salvador y Señor en las
vidas de los líderes del mañana en Sudamérica?... ¿Quién pastoreará esta
generación juvenil que surge en el continente del futuro?... Si buscara un
símbolo para interpretar el significado y las posibilidades de la hora que
vivimos en la vida estudiantil sudamericana, tomaría la primer visión de
Jeremías, y prestándome una frase de su comentarista posterior diría: “He
aquí la cruz del sur, una vara en flor y un caldero hirviente”.

Juan A. Mackay, 1928

Ya en 1936 en La Plata, Argentina, encontramos un grupo estudiantil evangélico embarcado en la tarea


evangelizadora en la universidad. Lo formaron un joven contador recién llegado de Inglaterra y dos jovencitas universitarias
argentinas.20 En el otro extremo del continente, Edgard Pentecost, un universitario americano, asistió en 1943 a la Escuela
de Verano de la Universidad Autónoma de México, con la idea de estudiar el terreno para establecer algún tipo de
testimonio evangélico en las aulas.21 Ambos esfuerzos son la semilla de movimientos nacionales hoy afiliados a la
Comunidad. Por la misma época, el exsacerdote boliviano Walter M. Montaño había recorrido algunos países incluyendo
formar lo que él llamaba UCLA: Universidad Cristiana Latinoamericana, y que era asimismo un tipo de obra estudiantil
evangélica. 22

Sin embargo, es necesario referirse a una variedad de empresas precedentes o paralelas a la Comunidad, en el
esfuerzo por evangelizar a los estudiantes de América Latina. Desde la presencia precursora de Diego Thomson, en los
albores de nuestra independencia, los evangélicos manifestaron preocupación por llegar a la juventud estudiantil y ganarla
para la causa de Cristo. Sin embargo la labor individual de muchos pioneros no tomó forma institucional concreta hasta más
tarde, cuando surgieron obras como las Asociaciones Cristianas de Jóvenes (YMCA – YWCA) y la Federación Mundial de
Estudiantes Cristianos. Estas instituciones precedieron a la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos. Sin
embargo, es importante mencionar aquí, por los menos, que hubo diversos esfuerzos por penetrar en el mundo intelectual y
en las elites dirigentes con el mensaje de Jesucristo. La tremenda obra educacional de las Iglesias Metodista, Presbiteriana y
Bautista en diferentes países, respondían en parte a esa inquietud, y ha dejado una valiosísima herencia. Figuras destacadas
consiguieron con su presencia y tarea docente entrar también en contacto con la realidad universitaria. Destaca entre ellos
Juan A. Mackay, una de las voces evangélicas más articuladas. En un artículo publicado en 1928 23 Mackay, quien por
entonces enseñaba en la Universidad de San Marcos de Lima, ofrecía una magistral descripción de la vida estudiantil
latinoamericana, y presentaba su propio testimonio de la labor realizada en Perú. Varias de sus observaciones resultan
increíblemente válidas para nuestros días. Como él, muchos más hicieron su parte con visión y coraje.

El curso de nuestra historia en particular demanda que hagamos referencia a los esfuerzos organizados que fueron
tomando dimensión institucional. Ello contribuye a entender mejor la razón de ser de la presencia de la Comunidad en el
continente, y la naturaleza específica de su vocación en el mundo estudiantil latinoamericano.

1. Las Asociaciones Cristianas de Jóvenes en América Latina

Como hemos visto antes, hay una íntima relación entre la historia de las Asociaciones Cristianas de Jóvenes
(YMCA – YWCA) y la de la Federación. En muchos lugares ambas se confunden en sus orígenes, pues tienen los mismos
líderes, si bien la Federación fue siempre un movimiento más especializado. El pionero de las ACJ en América Latina fue
Myron J. Clark, quién llegó al Brasil con el propósito de empezar una obra de servicio y evangelización a los jóvenes, en
1890.24 Luego de algunos intentos iniciales en San Pablo, su trabajo encontró en Río de Janeiro terreno más propicio,
extendiéndose luego a otros países. Sus énfasis particulares en el deporte, la vida cultural y el servicio a la juventud le
ganaron adeptos en sectores de la población que por diversas razones parecían impermeables a la acción evangelizadora de
las iglesias y misiones. Para 1914, ya había ACJ activas en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, México, Cuba y Puerto Rico;
y se fundó la Federación Sudamericana de Asociaciones Cristianas de Jóvenes. Piriápolis, en el Uruguay llegó a ser un
conocido centro de capacitación de líderes juveniles. Personalidades destacadas, en diferentes países, participaban en los
programas de las ACJ.

El espíritu ecuménico amplio había llevado en Europa a modificar las bases de las ACJ a fin de permitir que
tanto católicos como ortodoxos pudieran participar en ellas. Pasó lo mismo en América Latina. K. S. Latourette, quien ha
escrito una historia de las ACJ, resume así la situación: “Aunque protestantes en sus orígenes, en América Latina la ACJ
(YMCA) eventualmente resultó teniendo una membresía predominantemente católico-romana.” 25

Este hecho que en el contexto de ciertos países europeos podía no causar problemas, en nuestro continente
originó un proceso difícil que ilustra bien el drama del ecumenismo en estas tierras, donde un catolicismo conservador no
sólo es mayoritario sino que constituye la iglesia oficial. Se forjaron ciertas fórmulas doctrinales en el esfuerzo por
combinar fidelidad a la herencia evangélica y apertura para lograr la aceptación católica. Así por ejemplo se llegó a la
llamada “Base de París” en la cual se afirmaba:

Las ACJ buscan unir a aquellos jóvenes que considerando a Jesucristo como su Dios y Salvador, de acuerdo a las
Sagradas Escrituras, desean en su fe y en su vida, ser discípulos de él y trabajar juntos para extender su reino entre
los jóvenes. 26

Al presentarse una crisis en el Brasil cuando ciertas iglesias evangélicas protestaron por las actividades
deportivas en el día domingo, las ACJ optaron por un camino de independencia en relación con las iglesias evangélicas y en
su convención nacional de octubre de 1929 declararon:

La YMCA del Brasil no es una asociación protestante en tanto que nos mantenemos fieles al a Declaración de
París. 27

Sin embargo, esta ruptura de vínculos directos con las iglesias evangélicas no significó necesariamente la
aceptación por parte de las jerarquías católicas. En general, estas siempre las vieron con malos ojos. Nada menos que en año
1962, un jesuita experto en la historia del protestantismo latinoamericano dice lo siguiente:
Es también evidente que las asociaciones de la YMCA suponen un serio peligro religioso para la juventud católica.
El ambiente que en ellas se respira es totalmente protestante; las conferencias organizadas tienen a menudo
carácter heterodoxo o están imbuidas de ideologías contrarias a la moral o al dogma católico; el contacto directo
con algunos de sus dirigentes ha resultado desastroso para su fe. La experiencia de muchas partes enseña que
jóvenes que frecuentan tales centros van abandonando totalmente las prácticas de su Iglesia. 28

Con el paso del tiempo, sin embargo, las ACJ llegaron a ser conocidas por su tarea social de servicio a la juventud
mucho más que por su interés evangelizador. No sólo en América Latina sino en todo el mundo las bases evangélicas se
fueron diluyendo, de manera que hoy, con raras excepciones, las ACJ son más bien instituciones neutrales en lo religioso.

Es posible que gigantes evangélicos de la talla de Juan A. Mackay hayan visto este proceso como parte de un
desarrollo necesario para la realización misionera. Es decir, si el catolicismo no retiene a la juventud y si las iglesias
evangélicas no la atraen, un terreno neutral puede ser el único lugar donde se alcanza a la nueva generación, en el contexto
de actividades que los jóvenes necesitan y aprecian. En ciertos casos se fue más allá y un ejemplo curioso es el de Julio
Navarro Monzó, intelectual portugués que auspiciado por las ACJ viajó por varios países de América Latina y publico libros
proponiendo una espiritualidad laica y no eclesiástica, como alternativa espiritual para la juventud de América Latina. Dice
Navarro Monzó:

El mundo moderno y especialmente el mundo latino no cree en iglesias; en iglesia alguna; de ningún género. Esta
es la verdad y no hay que darle vuelta… Por eso cualquier tentativa de crear iglesias nuevas en la América Latina,
o de introducir en ella iglesias exóticas solo podrá contar con un éxito parcial que, en el fondo es del todo
deleznable. La solución de los grandes problemas morales y religiosos de estos pueblos, a lo menos a mi juicio, ya
no se halla allí… El cristianismo está destinado a subsistir como un ideal, no como una doctrina y menos como una
organización encargada de imponerla. 29

Otro libro de Navarro Monzó en el cual se adentraba en interpretaciones muy personales del material bíblico se
titulaba La revolución cristiana. Al crítico de libros de la revista de las Asambleas de Hermanos en la Argentina, el
mencionado libro lo l levó a afirmar: “Llamemos a las cosas por su verdadero nombre. Al pan, pan y al vino, vino; y a
Navarro Monzó y la Asociación de Jóvenes, zapadores satánicos que minan la fe.” 30

Sin embargo, Erasmo Braga, el famoso líder evangélico brasileño mostraba en 1916 un gran optimismo respecto al
futuro de las ACJ como fuerza espiritual:

El campamento de estudiantes en Pirlápolis está ejerciendo una gran influencia llena de resultados sobre la clase
universitaria sudamericana, y la reunión anual, que atrae al Uruguay a alumnos y profesores de varias repúblicas es
considerada con justicia una agencia de concordia y solidaridad internacional de valor inapreciable… se habla ya
de una entidad legal cuya misteriosa fuerza va congregando en un bloque a la juventud universitaria…31

2. Comienzos de la Federación en América Latina

A pesar del proceso de que hemos dado cuenta, es un hecho, por otra parte, que las ACJ fueron la plataforma o la
infraestructura que muchas veces permitió que voces netamente evangélicas se escucharan en nuestro continente. Fue en el
contexto de las ACJ que Juan A. Mackay escribió un libro tan evangélico como El sentido de la vida, y fue en ese contexto
que John R. Mott realizó varias de sus visitas a América Latina, es en el seno de las ACJ que se dan los primeros pasos de la
actividad ecuménica.

Las visitas de Mott son interesantes porque es por medio de él que en otros continentes empieza a hablarse de los
estudiantes latinoamericanos y sus necesidades espirituales. Luego de una visita a la Argentina, Uruguay y Brasil, en 1906,
Mott escribió refiriéndose a la juventud estudiantil latinoamericana:

Es la más desatendida en el mundo… Suman más de setenta mil jóvenes en cerca de 600 instituciones de
educación superior. Tienen una influencia mayor que la de los estudiantes en otras partes debido al analfabetismo
entre las masas. La religión mayoritaria ha perdido su influencia sobre ellos. Están entre los jóvenes sometidos a
más fuertes tentaciones que los jóvenes de cualquier otra parte del mundo. En las reuniones que tuve con
estudiantes y mis contactos personales quedé impresionado con su respuesta positiva. Ha llegado la hora en que
debiéramos abordar la tarea con toda firmeza. 32
¡Cuántas veces desde entonces y hasta hoy hemos escuchado lo mismo! ¿A qué realizaciones ha llevado esta
visión de hace setenta años? El infatigable Mott volvió varias veces, y en 1940 y 1941, a pedido de varios líderes
evangélicos:

En esas visitas, el Dr. Mott pronunció inspiradores mensajes cristianos en universidades nacionales ante
estudiantes, profesores y miembros de sociedades culturales, es escuelas secundarias, en Rotary Clubes y en
almuerzos con financistas, en iglesias unidas y ante asambleas conjuntas de todas las denominaciones evangélicas.
33

En cada lugar que visitó durante este viaje, Mott habló a los líderes evangélicos reunidos en conferencias que,
tanto por su organización como por su representatividad, resultaron precursoras de algunas de las entidades ecuménicas que
surgieron después. En todas ellas convocó a los líderes evangélicos a mirar hacia el futuro y a pensar en especial en forma
estratégica. Transcribimos, por ejemplo, de los mensajes que dio en Buenos Aires:

Debemos mirar hacia delante… allí está nuestro propósito. Nuestros objetivos permanentes están allí… Las
batallas a librarse están allí. Él no nos ordena la retirada; nos dice todavía “Seguidme”. Por supuesto allí está la
nueva generación, que todavía no ha sido ganada para esta gran empresa… Estrategia es la ciencia que nos
capacita para hacer con recursos limitados aquello que grandes recursos no pueden realizar sin ella. Hay lugares
estratégicos, cuya ocupación facilita la ocupación del territorio vecino. Hay clases estratégicas que una vez
alcanzadas nos facilitan el contacto con otras; por ejemplo, los estudiantes. 34

Fue en relación con las ACJ que vino Emmanuel Galland, el primer misionero que se dedicaría específicamente a
trabajar entre los estudiantes. Era un pastor de la Iglesia Reformada Suiza, y hacia 1920 se estableció en el Uruguay. Un
historiador del ecumenismo en América Latina nos dice acerca de su obra:

Estos fueron los primeros atisbos de lo que más tarde llegaría a convertirse en el Movimiento Estudiantil Cristiano
(MEC)… Sobre los pasos de la obra realizada por Galland avanzaría la Federación Mundial Cristiana de
Estudiantes (FMCE), la cual durante los años de la Segunda Guerra Mundial tomaría contacto con los grupos de
universitarios protestantes y con individuos aislados en casi todos los países del continente. 35

Cuando se reúne la Conferencia Mundial de la Juventud Cristiana en Oslo (1947), el resumen de la situación
latinoamericana preparado por un líder ecuménico dice lo siguiente, luego de describir brevemente la obra de las ACJ:

En cuanto a los grupos del Movimiento Estudiantil Cristiano, de más reciente creación (1940 en adelante) aún no
se ha producido un movimiento latinoamericano, pero hay algunas manifestaciones que podríamos llamar
precursoras, del interés por él. 36

A comienzos de 1953, en el Comité General de la Federación en Nasrapur fueron admitidos en su seno los
Movimientos Estudiantiles Cristianos de Brasil y Puerto Rico, los primeros de América Latina en 58 años de vida de la
Federación. 37 El hecho había sido precedido por una conferencia de líderes de los varios grupos que existían entonces en
América Latina, y que se realizó con el auspicio de la Federación, en julio de 1952, en Sito das Figueiras, cerca de San
Pablo, Brasil. En dicha conferencia se decidió iniciar la publicación de la revista Testimonium, cuya dirección se encargó al
obrero del MEC brasilero, Jorge César Mota. Probablemente también en dicha conferencia se decidió proponer o aceptar
que hubiese un secretario latinoamericano de la Federación que viajase promoviendo la obra en el continente. El
nombramiento recayó en el uruguayo Valdo Galland, nada menos que hijo del pastor Galland que vino de Suiza,
mencionado líneas arriba. En ocasión de la asamblea de Nasrapur, Galland resume la situación del MEC en nuestro
continente de la siguiente manera: movimientos afiliados: Brasil y Puerto Rico; movimientos corresponsables: Chile,
Argentina y Uruguay; movimientos “pioneros”: las asociaciones de Guatemala y México; y se registraba el inicio de obra
en Bolivia, Colombia, República Dominicana, Perú y Venezuela. 38

3. Algunas Observaciones

No nos ocupa aquí una historia del MEC en América Latina, sin embargo creemos necesario hacer cuatro
observaciones. Primero, que en sus declaraciones de principios e intenciones el MEC aparece como definidamente
evangélico. Sorprende hoy hallar en los primeros números de su revista claras declaraciones en ese sentido. Así, por
ejemplo, en el primer número, Richard Shaull propone una cuádruple tarea para los MEC. Primero insiste que cada grupo
tiene que ser “homogéneo” y entiende ello como definidamente “de orientación evangélica”. Segundo, cada grupo debe
esforzarse en entender su fe cristiana profundizando en ella. Tercero, cada grupo debe formar “una koinonía en que
estudiantes cristianos dedicados sin reservas a Jesucristo puedan orar y estudiar juntos, fortalecerse para los días futuros y
compartir con otros sus problemas y su esperanza común en Jesucristo”. Finalmente cada grupo precisa tener una misión y
actuar. “Sabiendo que Dios está en acción usando los miembros de su iglesia como sus instrumentos… (a cada uno) nos está
llamando Dios para luchar y servirle sin reservas”. 39
La segunda observación es que sea por su estilo de presentación, por su liderazgo, o por el contexto en que
empieza, el MEC en varios países se desarrolla principalmente entre las iglesias que se suele describir como “históricas”, y
que están ya inclinadas a un ecumenismo del tipo que promueve el Consejo Mundial de Iglesias. Es un hecho que la
Federación fue el semillero del cual salieron los líderes del Consejo Mundial y que en la época en que el MEC empezaba en
nuestro continente , existían estrechos vínculos entre Federación y Consejo. Ya en 1958, Mauricio López, quien fue
secretario latinoamericano de la Federación, en una crónica en la que compara a los MEC y los grupos de la Comunidad,
dice lo siguiente:

En cuanto a IVF (Comunidad)… la mayoría de sus miembros procede de iglesias libres y conservadoras. Ninguno
de ellos procede del catolicismo o de entre los estudiantes no cristianos. 40

Las afirmaciones no son del todo exactas, pero por contraste vemos en ellas cómo se ve el MEC a sí mismo. Si se
toma en cuenta que las iglesias “ecuménicas” representan a una minoría del total de las iglesias evangélicas de la América
Latina, podríamos decir que éstas encontrarían la perspectiva de la Comunidad más cercana a sus propios énfasis y visión.

Tercera observación, desde sus comienzos en el MEC hay problemas en dos áreas que para la Comunidad resultan
fundamentales: la dimensión que podríamos llamar devocional y una intensión abierta evangelizadora, en términos de un
llamado a la conversión a Jesucristo. Respecto a la vida devocional, Valdo Galland da un buen resumen de la situación
cuando dice:

Al examinar la situación presente de la vida espiritual de la Federación, conviene recordar que en sus orígenes la
Federación estaba dominada por tendencias pietistas; se enfatizaba la vida espiritual subjetiva e individualista.
Cuando los acontecimientos mundiales hicieron que la Federación descubriera las implicaciones sociales del
evangelio, muy naturalmente se reaccionó contra el pietismo. Simultáneamente, se iniciaba la división que se ha
acentuado hasta el día de hoy entre MEC y Compañerismo Estudiantil (Comunidad). Este último recogió la
tradición pietista de los primeros años de la Federación. Como consecuencia de su propia evolución histórica y de
la oposición del Compañerismo Estudiantil, hay actualmente en la Federación fuertes tendencias pietistas.41

Vez tras vez en nuestros contactos con los MEC latinoamericanos se ha verificado esta dimensión anti-pietista que
podríamos decir que se acentuó con el correr del tiempo.

Respecto a la intención evangelizadora, ella aparece en forma definida en un documento producido durante la
primera conferencia latinoamericana en Sito das Figueiras, en julio de 1952, que luego resulto objeto de discusión y crítica
en los niveles directivos de la Federación Mundial. El documento afirma:

a) Nuestra tarea principal es evangelizar, esto es proclamar a Jesucristo como Señor y Salvador. Parte de este
mensaje es el hecho de que la Iglesia es el cuerpo de Cristo y que no puede ser sino una. Esto significa que la fe de
todos aquellos que se llaman cristianos, sean católico-romanos o protestantes, debe mantenerse bajo el juicio de la
Palabra de Dios.

Pasa luego el documento a deplorar las divisiones y el espíritu sectario del que se puede acusar por igual a todos y
continúa describiendo el mensaje evangélico que se presenta a los estudiantes católicos, empezando en los puntos que se
tienen en común, y el espíritu que debe caracterizar la presentación de dicho mensaje. Las conclusiones son especialmente
elocuentes:

f) Creemos que la aceptación de Jesucristo como Señor y Salvador implica una relación directa con alguna iglesia
y participación en ella, y que el trabajo del MEC no es completo en cuanto que dicha necesidad no haya sido
acentuada.
g) El resultado práctico de este testimonio del MEC, la necesidad de relación con una iglesia, lleva al estudiante
católico-romano, que accedió a una aceptación de Jesucristo como Señor y Salvador personal, a la necesidad de
decidirse entre dos posibles actitudes: 1) permanecer en su iglesia trabajando por su reforma y renovación; 2)
abandonarla para unirse a otra iglesia.
Reconocemos que debido al bajo nivel espiritual de la Iglesia Católica Romana en los países de América Latina, su
apartamiento de un énfasis cristocéntrico y su rígido control jerárquico, la segunda probabilidad será la
consecuencia normal.
Sin embargo, el escoger entre estas dos actitudes no es responsabilidad del MEC, pero si individualmente del
estudiante católico-romano, sustentado en su lucha por la participación en el MEC. 42
Resulta sumamente ilustrativo descubrir que el Comité General de la Federación pidió a los MEC
latinoamericanos que suprimiesen el párrafo (g) del documento y que reformaran el total en términos que de hecho
significan debilitar por completo la fuerza de este impulso evangelizador en lo que a los católicos-romanos concernía. Por
razones diversas este impulso evangelizador inicial no perduró en los MEC latinoamericanos.

Finalmente, cuarta observación, la cuestión doctrinal. La Federación no es un movimiento confesional. Como


hemos visto, en sus orígenes representa una corriente netamente evangélica, pero el espíritu ecuménico la lleva a ampliar al
máximo las bases que hagan posible alcanzar a un mayor número de estudiantes. En un esclarecedor artículo publicado en
1966, Martín Conway dice en el curso de una comparación entre la Federación y la Comunidad (que entonces era llamada
Compañerismo):

La diferencia fundamental que todavía nos mantiene separados, tiene relación con la cuestión de la doctrina
cristiana. Desde un comienzo la FMCE se negó a adoptar un credo particular. Sus movimientos asociados han
seguido muchas veces las modalidades de las iglesias y sin duda, en un momento dado se inclinaron a seguir una
línea especial, pero esto jamás se ha concretado en un sistema doctrinal. El Compañerismo Internacional, por lo
contrario, desde un principio ha exigido a sus dirigentes que acepten una serie fija de puntos doctrinales, es decir,
un credo. 43

No se puede sacar la conclusión de que el MEC no toma en serio la doctrina cristiana. Algunos de sus materiales
teológicos y de estudio bíblico a lo largo de los años revelan la seriedad y profundidad con que la Federación se abocó a la
reflexión teológica. Una seriedad que, debemos confesar, nos resultó mucha veces envidiable ante la superficialidad de
algunos esfuerzos en el campo evangélico. Sin embargo, la falta de un credo mínimo puede dar lugar a un deterioro
generacional en la convicción de los dirigentes y a un lento abandono de los propósitos iniciales del movimiento.

Conviene que nos demos cuanta, sin embargo, que la Comunidad no aparece en América Latina como un
movimiento rival de la Federación. Esfuerzos independientes de la Federación y de la Comunidad44 se habían dado desde
mucho antes. Cuando Edgard Pentecos visita México por primera vez en 1943, el MEC todavía no existe allí y a partir de
entonces, en relativamente pocos lugares se da una confrontación abierta entre ambos movimientos. Quien escribe estas
líneas, recuerda que cuando el Círculo Bíblico Universitario surgió en Lima (en 1954), todavía el MEC no existía en el
Perú, aunque había habido algunos esfuerzos esporádicos anteriores, denominacionales e interdenominacionales, por
asociar a los universitarios evangélicos y hacer tarea evangelizadora en la universidad. En algunos casos hubo fricciones y
en algunos lugares una rivalidad determinada por factores de política eclesiástica ajenos al mundo estudiantil. La
Comunidad, sin embargo, se define a si misma por sus objetivos concretos y su base doctrinal, por el impulso evangelizador
de las nuevas generaciones evangélicas, por su herencia histórica y la clara visión de una tarea para el futuro. Las
observaciones que acabamos de hacer sobre el MEC encierran también constantes preguntas para la autocrítica: ¿es
auténtica nuestra piedad a la luz de la herencia pietista? ¿hasta dónde estamos tomando en serio la herencia que representa
nuestra base doctrinal y la vivencia de las verdades que ella anuncia? ¿estamos realmente embarcados en la misión
evangelizadora a la cual hacen referencia nuestros objetivos?

Referencias

20. “Un poco de historia”, Boletín PBUA, Año 2, número especial, julio-agosto de 1965, p. 1.

2[1]. Margaret Pentecost, “The IFES in Mexico”, HIS Magazine, nov. De 1951, p.9.

22. Sólo hemos podido disponer de información oral respecto a esta actividad de Montaño, por quienes lo conocieron en
Argentina hacia 1937. Fuente: Alec Clifford, Miguel A. Zandrino.

23. John A. Mackay, “An Introduction to Christian Work among South American students”, International Review of
Missions, abril de 1928, p. 286.

24. Erasmo Braga, Pan-Americanismo: Aspecto religioso, sociedade de preparo missionario funcionando nos Estados
Unidos e Canada, New Cork, 1916, p. 36 ss.

25. K. S. Latourette, Christianity in a Revolutionary Age, Paternóster, London, 1970, vol. III, p. 303. El mismo autor
publicó una historia de las YMCA-YWCA en 1957, a la cual sólo hemos tenido acceso por referencias en otras obras. En
adelante usaremos las iniciales ACJ para referirnos a esta institución.

26. Texto tomado de Juan B. Garaño, “La Asociación Cristiana de Jóvenes”, El Expositor Bautista, Buenos Aires, junio de
1975, p. 10.

27. Citado por Prudencio Damboriena S. J., El Protestantismo en América Latina, Teres, Friburgo, 1962, p. 73. Ver toda
esta sección, pp. 69-74, aunque contiene varias inexactitudes.

28. Id. P. 74.

29. Julio Navarro Monzó, El problema religioso en la cultura latinoamericana, Federación Sudamericana de ACJ,
Montevideo, 1925, p. 108.

30. Julio Navarro Monzó, La revolución cristiana, Mundo Nuevo, Montevideo 1929, La nota se publicó en El despertar,
revista juvenil. Posteriormente, Navarro Monzó cambió radicalmente, llegando en sus últimos años a ser un católico ultra-
conservador que criticó acerbamente a la YMCA.

31. E. Braga, op. cit., p. 37.

32. Citado de su informe privado, por R. Rouse, op. cit., p. 110.

33. W. Stanley Rycroft, Sobre este fundamento, La Aurora, Buenos Aires, 1944, p. 87.

34. Informe oficial del congreso evangélico celebrado en ocasión de la visita del Dr. Juan R. Mott. La Aurora, Buenos Aires,
1940, pp. 108 y 124.

35. Marcelo Pérez Rivas, “El ecumenismo en América Latina”, apéndice II a Norman Goodall, El movimiento ecuménico,
La Aurora, Buenos Aires, 1970, pp. 220 y 221.

36. D. D. Lurá Villanueva, Jesucristo es el Señor, Segunda Conferencia Mundial de Juventud Cristiana, Oslo, 1947, dist. La
Aurora, Buenos Aires, 1948, p. 25.

37. Valdo Galland, “América Latina en la familia federativa”, Testimonium, vol. I, N° 2, junio de 1953, p. 36.

38. Id. Pp. 36-37.

39. Richard Shaull, “Nuestra tarea inmediata frente a la crisis inminente”, Testimonium, vol. I, N°1, pp. 30-33.

40. Mauricio López, “Panorama de Situacão Latinoamericana”, Testimonium, vol. VI, fasc. 3, octubre de 1958, p. 54.

41. Valdo Galland, “La Misión de la Federación”, Testimonium, vol. IX, fasc. 1, primer trimestre 1961, p. 42.

42. Testimonium, vol. I, N°2, pp. 37-39. La discusión del tema puede seguirse en los números siguientes de la revista y en el
vol. IV, fasc. 1 y 2, pp. 25-41 y The Student World, N°4, 1954, pp. 391-398.

43. Martin Conway, “Ecumenismo en la universidad”, Testimonium, vol. XI, N°2, pp. 50-61.

44. Como lo fue la Peña Bíblica Universitaria de Buenos Aires en sus comienzos, o la Asociación Cristiana Universitaria de
Guatemala, en sus comienzos.

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