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Por alguna razón a este lugar lo llaman "Cerro de los espejos". Está enclavado bien adentro en tierra brasileña, pero es un
pedazo de Europa por sus cuatro costados. Es una Facultad de Teología. Hebreo, Griego, Crítica Bíblica, Hermenéutica.
Profesores que toman su labor académica con esa indoblegable seriedad germánica. Aquí Arzemiro, estudiante de teología,
se está muriendo de hambre. "Hambre y sed del Dios vivo" como diría el salmista.
Anhelo de servicio, corazón pastoral, piedad forjada, en el seno cálido de una familia respetuosa de Dios. Por momentos
Arzemiro siente que todo esto se congela. Aquí le dan erudición pero no hay saber vivo. Y la sed no se calma con el paso de
los días.
Un día de 1969 Arzemiro desaparece. Pasa un tiempo largo afuera. Cuando vuelve, los colegas amigos que han notado su
ausencia lo acosan a preguntas. ¿Dónde estuvo Arzemiro? Se niega a responder. ¿Temor? ¿Vergüenza?.. Se siente
intimidado. Ante la presión de los más cercanos y casi balbuceante Arzemiro cuenta su historia. No pudo aguantar más y
decidió irse a un lugar solitario para orar... a ayunar. Cuando lo ha confesado hay un silencio. En algunos ojos asoma una
lágrima. "Es esto lo que nosotros también queríamos", exclama uno por fin. Sonrisas. Después risas y abrazos. Las rodillas
dobladas. Aquella noche nace la Acción Bíblica Universitaria de San Leopoldo.
Un día leyendo una revista, uno de ellos se entera que hay un movimiento en Alemania muy parecido a eso que este grupito
quiere hacer en el sur brasileño. Y escriben de inmediato a la Studenten Mission in Deutschland. Del otro lado del Atlántico
no tarda en llegar la respuesta. Una copia va a dar a San Pablo y en pocos días hay no sólo una carta sino también un
visitante. Wayne Bragg, asesor de la Alianza Bíblica Universitaria.
¡Qué caminos los del Señor, Arzemiro! Tener que escribir a Alemania para descubrir a tus hermanos del Brasil. Y qué
realidad tremenda la de esta Comunidad que atraviesa el océano.
Hoy Arzemiro Hofman es pastor de una parroquia universitaria de la Iglesia Luterana en Porto Alegre.
1. El mundo Estudiantil
Desde sus inicios la universidad fue foco de agitación en la sociedad, laboratorio donde se dieron los cambios que después
sacudirían naciones enteras, forja de donde saltaron las chispas iniciales de grandes incendios. Tal es la historia de la
universidad en el mundo occidental, aun desde aquellas primeras revueltas estudiantiles del siglo XIII en medio de las
cuales Tomás de Aquino llegó a ser el maestro de una generación, y de muchos más siglos después.
Así ha sido también en la historia de la iglesia cristiana. ¡Cuánta empresa grande y cuánto fermento de cambio comenzaron
entre la gente joven, entre los estudiantes! Jóvenes fueron los que se unieron a Francisco de Asís y sus bandas mendicantes.
Jóvenes fueron los misioneros apasionados que redimieron la empresa imperial de España en América, agregando hermosas
páginas de espíritu evangélico entre tanta página negra de injusticia. Niño aún Zinzendorf había fundado en su colégio la
"Orden del Grano de Mostaza" para orar, crecer en Cristo, sufrir por él y llevar el evangelio allende el mar. Años después
jóvenes universitarios moravos se le unieron para llevar el evangelio a todo el mundo y el avivamiento a toda Europa. Eran
estudiantes de Oxford los que fundaron, con John Wesley, aquel Club Santo para estudiar la Biblia y seguir a Jesucristo en el
contexto de una vida metódica. De allí vino con el tiempo el nombre de un movimiento que sacudió Inglaterra y el mundo:
el Metodismo. Siglo tras siglo, la historia de la iglesia tiene páginas escritas por hombres cuya pasión por Cristo brotó en las
aulas de la universidad.(1)
No se trata, claro está, de que Dios tenga algún tipo de preferencia por quienes tienen el privilegio de haber llegado a
beneficiarse con la educación superior. Dios usa para sus propósitos príncipes y mendigos, carpinteros y doctores,
empresarios y futbolistas, porque ello refleja su gracia multiforme que alcanza a todo ser humano que cree en él. Pero
probablemente en momentos y lugares cruciales Dios ha usado las especiales características del medio estudiantil como un
instrumento eficaz para la extensión de su Reino y el cumplimiento de su propósito. Que Dios haya querido usar
poderosamente a los estudiantes en el pasado no debe darle hoy al estudiante ni a quien sirve entre estudiantes un orgullo
infundado. Más bien debe darle un sentimiento profundo de responsabilidad, temory temblor antes las posibilidades de
quemar la propia vida al servicio de Cristo, en la esperanza de que ella alumbre en un hora difícil.
1. Dos libros que exploran esta presencia y acción estudiantil en la vida de las iglesias son: David M. Howard, Student
Power in World Evangelism, Inter-Varsity Press, Downers Grove, 1970, y J. Edwin Orr, Campus Aflame, Regal Books,
Glendale, 1971. subir
2. Buena parte de los datos históricos que se presentan en los capítulos I y II ha sido tomada de Douglas Johnson, ed., A
Brief History of the International Fellowship of Evangelical Students, IFES, Lausanne. subir
3. Una fuente valiosa de información acerca de la Federación es, Ruth Rouse, The World's Student Christian Federation,
SCM Press, London, 1948. También hemos consultado las revistas The Student World, y Testimonium, órganos oficiales de
la Federación en inglés y castellano-portugués respectivamente.
Para el nombre inglés World's Student Christian Federation, existen dos traducciones castellanas, y no sabemos cuál es
oficial en este momento: Federación Mundial Cristiana de Estudiantes y Federación Universal de Movimientos
Estudiantiles Cristianos. De aquí en adelante usaremos simplemente el nombre Federación para referirnos a ella y MEC
(Movimiento Estudiantil Cristiano) para referirnos a los movimientos nacionales que son miembros de ella. subir
4. Estos grupos se conocen por los nombres CICCU (Cambridge Inter-Collegiate Christian Union), fundado en 1877, pero
precedido por varios esfuerzos anteriores, y OICCU (Oxford Inter-Collegiate Christian Union). subir
5. D. Johnson, op. cit., p.39. subir
6. R. Rouse, op. cit., p. 48. subir
7. Id. Pp. 48-49 subir
8. Stephen Neill, Men of Unity, SCM Press, London, 1960, p. 16. subir
9. D. Howard, op. cit., p. 87. subir
10. Justo L. González, Historia de las misiones, La Aurora, Buenos Aires, 1970, pp. 187-188. subir
11. Id. p. 203. subir
12. K. S. Latourette, Desafío a los protestantes, La Aurora, Buenos Aires, 1957, p. 78. subir
13. R. Rouse, op. cit., p. 62. subir
14. J. C. Pollock, A Cambridge Movement, John Murray, London, 1953, es la historia más completa del CICCU, y ofrece
una detallada crónica de este proceso; ver especialmente caps. X a XVI. R. Rouse, op. cit., da también otra versión del
proceso. Ver especialmente caps. XIV a XVI. subir
15. J. C. Pollock, op. cit., pp. 194-195. subir
16. D. Johnson, op. cit., cap. V. subir
17. Id. cap. IV, además de nuestras conversaciones personales con algunas de las personas mencionadas. subir
18. E. Fay Campbell, "El empuje evangelizador", en Testimonium, vol. III, N°4, p. 188. subir
19. 1934, Oslo (Noruega); 1935, Estocolmo (Suecia); 1936, Beatenberg (Suiza) y Helsinki (Finlandia); 1937, Budapest
(Hungría); 1938, Copenhagen (Dinamarca) y 1939, Cambridge (Inglaterra). (D. Johnson, op. cit., p. 52 ss.)
La Chispa y la Llama - CAPÍTULO 2
1957. Hotel de tercera categoría en un barrio populoso de Lima. El yanqui alto, calmado y serio, me va diciendo:
- Mirá Samuel, si perdemos el respeto por la autoridad de la Biblia nos quedamos sin evangelio. No basta con tener estudios
en grupos. Hay que enseñar doctrina y crear conciencia de la importancia que ella tiene.
Ha puesto tal énfasis en lo que me ha dicho que por un momento ha dejado de lavar sus medias y se ha quedado
con una de ellas en la mano. Este es un yanqui distinto a todos los que conozco. No es sucio ni cultiva un aire de pobreza,
pero tiene una modestia y disciplina que estamos aprendiendo a imitar.
Le he hablado de Unamuo y de su impaciencia con las ortodoxias frías. Me tiene que dar la razón en algunas
cosas. Pero le cuesta y no cede con facilidad. En el proceso voy aprendiendo lo que es el celo por la verdad.
Cuando termine de lavar sus medias, que no creo que se sequen en este invierno limeño, tendremos que ir a ver
al futbolista Fleming, que frecuenta nuestro estudio bíblico, y al cual Roberto le va a explicar claramente el evangelio.
Atravesamos la ciudad en un ómnibus lleno de gente. Por poco perdemos la cartera y aún el saco. Yo me quejo,
como pidiéndole disculpas por la incomodidad. Me responde serio que si así viajan la mayoría de los limeños, él no tiene
por qué ser la excepción. Quiero ir a una librería a comprar la más reciente antología de cuentos peruanos. En tono suave
pero firme me dice que no podemos arriesgarnos a llegar tarde. No hacer esperar a Fleming es tan importante como
explicarle bien el mensaje de salvación.
Ahí está Fleming. No se hizo esperar. Conversamos un poco, y después derecho al grano. Yo los dejo hablar.
Estoy aprendiendo que a nadie hay que acosarlo con argumentos. La verdad en si misma es poderosa, como dice Roberto.
Pasa una hora o más. Fleming escucha cortés. Muy interesado a ratos y a ratos medio ausente. Roberto no se impacienta. Al
final no hay decisión aunque hemos dado una oportunidad clara.
Cuando después comento que me parece una derrota, Roberto me dice que quién convence es el Espíritu, a su
manera, a su tiempo. Nosotros hemos hablado claro, con entusiasmo y hasta pasión. Es Dios quien convence. Así que allí
mismo me invita a que intercedamos por Fleming, y por otros más que tiene en una lista en su libreta.
Cuando menos pensamos se nos ha ido el día. Un día más del seminario volante en el que enseña Roberto
Young, gitano de Dios por las universidades de América Latina
Sin embargo, es necesario referirse a una variedad de empresas precedentes o paralelas a la Comunidad, en el
esfuerzo por evangelizar a los estudiantes de América Latina. Desde la presencia precursora de Diego Thomson, en los
albores de nuestra independencia, los evangélicos manifestaron preocupación por llegar a la juventud estudiantil y ganarla
para la causa de Cristo. Sin embargo la labor individual de muchos pioneros no tomó forma institucional concreta hasta más
tarde, cuando surgieron obras como las Asociaciones Cristianas de Jóvenes (YMCA – YWCA) y la Federación Mundial de
Estudiantes Cristianos. Estas instituciones precedieron a la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos. Sin
embargo, es importante mencionar aquí, por los menos, que hubo diversos esfuerzos por penetrar en el mundo intelectual y
en las elites dirigentes con el mensaje de Jesucristo. La tremenda obra educacional de las Iglesias Metodista, Presbiteriana y
Bautista en diferentes países, respondían en parte a esa inquietud, y ha dejado una valiosísima herencia. Figuras destacadas
consiguieron con su presencia y tarea docente entrar también en contacto con la realidad universitaria. Destaca entre ellos
Juan A. Mackay, una de las voces evangélicas más articuladas. En un artículo publicado en 1928 23 Mackay, quien por
entonces enseñaba en la Universidad de San Marcos de Lima, ofrecía una magistral descripción de la vida estudiantil
latinoamericana, y presentaba su propio testimonio de la labor realizada en Perú. Varias de sus observaciones resultan
increíblemente válidas para nuestros días. Como él, muchos más hicieron su parte con visión y coraje.
El curso de nuestra historia en particular demanda que hagamos referencia a los esfuerzos organizados que fueron
tomando dimensión institucional. Ello contribuye a entender mejor la razón de ser de la presencia de la Comunidad en el
continente, y la naturaleza específica de su vocación en el mundo estudiantil latinoamericano.
Como hemos visto antes, hay una íntima relación entre la historia de las Asociaciones Cristianas de Jóvenes
(YMCA – YWCA) y la de la Federación. En muchos lugares ambas se confunden en sus orígenes, pues tienen los mismos
líderes, si bien la Federación fue siempre un movimiento más especializado. El pionero de las ACJ en América Latina fue
Myron J. Clark, quién llegó al Brasil con el propósito de empezar una obra de servicio y evangelización a los jóvenes, en
1890.24 Luego de algunos intentos iniciales en San Pablo, su trabajo encontró en Río de Janeiro terreno más propicio,
extendiéndose luego a otros países. Sus énfasis particulares en el deporte, la vida cultural y el servicio a la juventud le
ganaron adeptos en sectores de la población que por diversas razones parecían impermeables a la acción evangelizadora de
las iglesias y misiones. Para 1914, ya había ACJ activas en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, México, Cuba y Puerto Rico;
y se fundó la Federación Sudamericana de Asociaciones Cristianas de Jóvenes. Piriápolis, en el Uruguay llegó a ser un
conocido centro de capacitación de líderes juveniles. Personalidades destacadas, en diferentes países, participaban en los
programas de las ACJ.
El espíritu ecuménico amplio había llevado en Europa a modificar las bases de las ACJ a fin de permitir que
tanto católicos como ortodoxos pudieran participar en ellas. Pasó lo mismo en América Latina. K. S. Latourette, quien ha
escrito una historia de las ACJ, resume así la situación: “Aunque protestantes en sus orígenes, en América Latina la ACJ
(YMCA) eventualmente resultó teniendo una membresía predominantemente católico-romana.” 25
Este hecho que en el contexto de ciertos países europeos podía no causar problemas, en nuestro continente
originó un proceso difícil que ilustra bien el drama del ecumenismo en estas tierras, donde un catolicismo conservador no
sólo es mayoritario sino que constituye la iglesia oficial. Se forjaron ciertas fórmulas doctrinales en el esfuerzo por
combinar fidelidad a la herencia evangélica y apertura para lograr la aceptación católica. Así por ejemplo se llegó a la
llamada “Base de París” en la cual se afirmaba:
Las ACJ buscan unir a aquellos jóvenes que considerando a Jesucristo como su Dios y Salvador, de acuerdo a las
Sagradas Escrituras, desean en su fe y en su vida, ser discípulos de él y trabajar juntos para extender su reino entre
los jóvenes. 26
Al presentarse una crisis en el Brasil cuando ciertas iglesias evangélicas protestaron por las actividades
deportivas en el día domingo, las ACJ optaron por un camino de independencia en relación con las iglesias evangélicas y en
su convención nacional de octubre de 1929 declararon:
La YMCA del Brasil no es una asociación protestante en tanto que nos mantenemos fieles al a Declaración de
París. 27
Sin embargo, esta ruptura de vínculos directos con las iglesias evangélicas no significó necesariamente la
aceptación por parte de las jerarquías católicas. En general, estas siempre las vieron con malos ojos. Nada menos que en año
1962, un jesuita experto en la historia del protestantismo latinoamericano dice lo siguiente:
Es también evidente que las asociaciones de la YMCA suponen un serio peligro religioso para la juventud católica.
El ambiente que en ellas se respira es totalmente protestante; las conferencias organizadas tienen a menudo
carácter heterodoxo o están imbuidas de ideologías contrarias a la moral o al dogma católico; el contacto directo
con algunos de sus dirigentes ha resultado desastroso para su fe. La experiencia de muchas partes enseña que
jóvenes que frecuentan tales centros van abandonando totalmente las prácticas de su Iglesia. 28
Con el paso del tiempo, sin embargo, las ACJ llegaron a ser conocidas por su tarea social de servicio a la juventud
mucho más que por su interés evangelizador. No sólo en América Latina sino en todo el mundo las bases evangélicas se
fueron diluyendo, de manera que hoy, con raras excepciones, las ACJ son más bien instituciones neutrales en lo religioso.
Es posible que gigantes evangélicos de la talla de Juan A. Mackay hayan visto este proceso como parte de un
desarrollo necesario para la realización misionera. Es decir, si el catolicismo no retiene a la juventud y si las iglesias
evangélicas no la atraen, un terreno neutral puede ser el único lugar donde se alcanza a la nueva generación, en el contexto
de actividades que los jóvenes necesitan y aprecian. En ciertos casos se fue más allá y un ejemplo curioso es el de Julio
Navarro Monzó, intelectual portugués que auspiciado por las ACJ viajó por varios países de América Latina y publico libros
proponiendo una espiritualidad laica y no eclesiástica, como alternativa espiritual para la juventud de América Latina. Dice
Navarro Monzó:
El mundo moderno y especialmente el mundo latino no cree en iglesias; en iglesia alguna; de ningún género. Esta
es la verdad y no hay que darle vuelta… Por eso cualquier tentativa de crear iglesias nuevas en la América Latina,
o de introducir en ella iglesias exóticas solo podrá contar con un éxito parcial que, en el fondo es del todo
deleznable. La solución de los grandes problemas morales y religiosos de estos pueblos, a lo menos a mi juicio, ya
no se halla allí… El cristianismo está destinado a subsistir como un ideal, no como una doctrina y menos como una
organización encargada de imponerla. 29
Otro libro de Navarro Monzó en el cual se adentraba en interpretaciones muy personales del material bíblico se
titulaba La revolución cristiana. Al crítico de libros de la revista de las Asambleas de Hermanos en la Argentina, el
mencionado libro lo l levó a afirmar: “Llamemos a las cosas por su verdadero nombre. Al pan, pan y al vino, vino; y a
Navarro Monzó y la Asociación de Jóvenes, zapadores satánicos que minan la fe.” 30
Sin embargo, Erasmo Braga, el famoso líder evangélico brasileño mostraba en 1916 un gran optimismo respecto al
futuro de las ACJ como fuerza espiritual:
El campamento de estudiantes en Pirlápolis está ejerciendo una gran influencia llena de resultados sobre la clase
universitaria sudamericana, y la reunión anual, que atrae al Uruguay a alumnos y profesores de varias repúblicas es
considerada con justicia una agencia de concordia y solidaridad internacional de valor inapreciable… se habla ya
de una entidad legal cuya misteriosa fuerza va congregando en un bloque a la juventud universitaria…31
A pesar del proceso de que hemos dado cuenta, es un hecho, por otra parte, que las ACJ fueron la plataforma o la
infraestructura que muchas veces permitió que voces netamente evangélicas se escucharan en nuestro continente. Fue en el
contexto de las ACJ que Juan A. Mackay escribió un libro tan evangélico como El sentido de la vida, y fue en ese contexto
que John R. Mott realizó varias de sus visitas a América Latina, es en el seno de las ACJ que se dan los primeros pasos de la
actividad ecuménica.
Las visitas de Mott son interesantes porque es por medio de él que en otros continentes empieza a hablarse de los
estudiantes latinoamericanos y sus necesidades espirituales. Luego de una visita a la Argentina, Uruguay y Brasil, en 1906,
Mott escribió refiriéndose a la juventud estudiantil latinoamericana:
Es la más desatendida en el mundo… Suman más de setenta mil jóvenes en cerca de 600 instituciones de
educación superior. Tienen una influencia mayor que la de los estudiantes en otras partes debido al analfabetismo
entre las masas. La religión mayoritaria ha perdido su influencia sobre ellos. Están entre los jóvenes sometidos a
más fuertes tentaciones que los jóvenes de cualquier otra parte del mundo. En las reuniones que tuve con
estudiantes y mis contactos personales quedé impresionado con su respuesta positiva. Ha llegado la hora en que
debiéramos abordar la tarea con toda firmeza. 32
¡Cuántas veces desde entonces y hasta hoy hemos escuchado lo mismo! ¿A qué realizaciones ha llevado esta
visión de hace setenta años? El infatigable Mott volvió varias veces, y en 1940 y 1941, a pedido de varios líderes
evangélicos:
En esas visitas, el Dr. Mott pronunció inspiradores mensajes cristianos en universidades nacionales ante
estudiantes, profesores y miembros de sociedades culturales, es escuelas secundarias, en Rotary Clubes y en
almuerzos con financistas, en iglesias unidas y ante asambleas conjuntas de todas las denominaciones evangélicas.
33
En cada lugar que visitó durante este viaje, Mott habló a los líderes evangélicos reunidos en conferencias que,
tanto por su organización como por su representatividad, resultaron precursoras de algunas de las entidades ecuménicas que
surgieron después. En todas ellas convocó a los líderes evangélicos a mirar hacia el futuro y a pensar en especial en forma
estratégica. Transcribimos, por ejemplo, de los mensajes que dio en Buenos Aires:
Debemos mirar hacia delante… allí está nuestro propósito. Nuestros objetivos permanentes están allí… Las
batallas a librarse están allí. Él no nos ordena la retirada; nos dice todavía “Seguidme”. Por supuesto allí está la
nueva generación, que todavía no ha sido ganada para esta gran empresa… Estrategia es la ciencia que nos
capacita para hacer con recursos limitados aquello que grandes recursos no pueden realizar sin ella. Hay lugares
estratégicos, cuya ocupación facilita la ocupación del territorio vecino. Hay clases estratégicas que una vez
alcanzadas nos facilitan el contacto con otras; por ejemplo, los estudiantes. 34
Fue en relación con las ACJ que vino Emmanuel Galland, el primer misionero que se dedicaría específicamente a
trabajar entre los estudiantes. Era un pastor de la Iglesia Reformada Suiza, y hacia 1920 se estableció en el Uruguay. Un
historiador del ecumenismo en América Latina nos dice acerca de su obra:
Estos fueron los primeros atisbos de lo que más tarde llegaría a convertirse en el Movimiento Estudiantil Cristiano
(MEC)… Sobre los pasos de la obra realizada por Galland avanzaría la Federación Mundial Cristiana de
Estudiantes (FMCE), la cual durante los años de la Segunda Guerra Mundial tomaría contacto con los grupos de
universitarios protestantes y con individuos aislados en casi todos los países del continente. 35
Cuando se reúne la Conferencia Mundial de la Juventud Cristiana en Oslo (1947), el resumen de la situación
latinoamericana preparado por un líder ecuménico dice lo siguiente, luego de describir brevemente la obra de las ACJ:
En cuanto a los grupos del Movimiento Estudiantil Cristiano, de más reciente creación (1940 en adelante) aún no
se ha producido un movimiento latinoamericano, pero hay algunas manifestaciones que podríamos llamar
precursoras, del interés por él. 36
A comienzos de 1953, en el Comité General de la Federación en Nasrapur fueron admitidos en su seno los
Movimientos Estudiantiles Cristianos de Brasil y Puerto Rico, los primeros de América Latina en 58 años de vida de la
Federación. 37 El hecho había sido precedido por una conferencia de líderes de los varios grupos que existían entonces en
América Latina, y que se realizó con el auspicio de la Federación, en julio de 1952, en Sito das Figueiras, cerca de San
Pablo, Brasil. En dicha conferencia se decidió iniciar la publicación de la revista Testimonium, cuya dirección se encargó al
obrero del MEC brasilero, Jorge César Mota. Probablemente también en dicha conferencia se decidió proponer o aceptar
que hubiese un secretario latinoamericano de la Federación que viajase promoviendo la obra en el continente. El
nombramiento recayó en el uruguayo Valdo Galland, nada menos que hijo del pastor Galland que vino de Suiza,
mencionado líneas arriba. En ocasión de la asamblea de Nasrapur, Galland resume la situación del MEC en nuestro
continente de la siguiente manera: movimientos afiliados: Brasil y Puerto Rico; movimientos corresponsables: Chile,
Argentina y Uruguay; movimientos “pioneros”: las asociaciones de Guatemala y México; y se registraba el inicio de obra
en Bolivia, Colombia, República Dominicana, Perú y Venezuela. 38
3. Algunas Observaciones
No nos ocupa aquí una historia del MEC en América Latina, sin embargo creemos necesario hacer cuatro
observaciones. Primero, que en sus declaraciones de principios e intenciones el MEC aparece como definidamente
evangélico. Sorprende hoy hallar en los primeros números de su revista claras declaraciones en ese sentido. Así, por
ejemplo, en el primer número, Richard Shaull propone una cuádruple tarea para los MEC. Primero insiste que cada grupo
tiene que ser “homogéneo” y entiende ello como definidamente “de orientación evangélica”. Segundo, cada grupo debe
esforzarse en entender su fe cristiana profundizando en ella. Tercero, cada grupo debe formar “una koinonía en que
estudiantes cristianos dedicados sin reservas a Jesucristo puedan orar y estudiar juntos, fortalecerse para los días futuros y
compartir con otros sus problemas y su esperanza común en Jesucristo”. Finalmente cada grupo precisa tener una misión y
actuar. “Sabiendo que Dios está en acción usando los miembros de su iglesia como sus instrumentos… (a cada uno) nos está
llamando Dios para luchar y servirle sin reservas”. 39
La segunda observación es que sea por su estilo de presentación, por su liderazgo, o por el contexto en que
empieza, el MEC en varios países se desarrolla principalmente entre las iglesias que se suele describir como “históricas”, y
que están ya inclinadas a un ecumenismo del tipo que promueve el Consejo Mundial de Iglesias. Es un hecho que la
Federación fue el semillero del cual salieron los líderes del Consejo Mundial y que en la época en que el MEC empezaba en
nuestro continente , existían estrechos vínculos entre Federación y Consejo. Ya en 1958, Mauricio López, quien fue
secretario latinoamericano de la Federación, en una crónica en la que compara a los MEC y los grupos de la Comunidad,
dice lo siguiente:
En cuanto a IVF (Comunidad)… la mayoría de sus miembros procede de iglesias libres y conservadoras. Ninguno
de ellos procede del catolicismo o de entre los estudiantes no cristianos. 40
Las afirmaciones no son del todo exactas, pero por contraste vemos en ellas cómo se ve el MEC a sí mismo. Si se
toma en cuenta que las iglesias “ecuménicas” representan a una minoría del total de las iglesias evangélicas de la América
Latina, podríamos decir que éstas encontrarían la perspectiva de la Comunidad más cercana a sus propios énfasis y visión.
Tercera observación, desde sus comienzos en el MEC hay problemas en dos áreas que para la Comunidad resultan
fundamentales: la dimensión que podríamos llamar devocional y una intensión abierta evangelizadora, en términos de un
llamado a la conversión a Jesucristo. Respecto a la vida devocional, Valdo Galland da un buen resumen de la situación
cuando dice:
Al examinar la situación presente de la vida espiritual de la Federación, conviene recordar que en sus orígenes la
Federación estaba dominada por tendencias pietistas; se enfatizaba la vida espiritual subjetiva e individualista.
Cuando los acontecimientos mundiales hicieron que la Federación descubriera las implicaciones sociales del
evangelio, muy naturalmente se reaccionó contra el pietismo. Simultáneamente, se iniciaba la división que se ha
acentuado hasta el día de hoy entre MEC y Compañerismo Estudiantil (Comunidad). Este último recogió la
tradición pietista de los primeros años de la Federación. Como consecuencia de su propia evolución histórica y de
la oposición del Compañerismo Estudiantil, hay actualmente en la Federación fuertes tendencias pietistas.41
Vez tras vez en nuestros contactos con los MEC latinoamericanos se ha verificado esta dimensión anti-pietista que
podríamos decir que se acentuó con el correr del tiempo.
Respecto a la intención evangelizadora, ella aparece en forma definida en un documento producido durante la
primera conferencia latinoamericana en Sito das Figueiras, en julio de 1952, que luego resulto objeto de discusión y crítica
en los niveles directivos de la Federación Mundial. El documento afirma:
a) Nuestra tarea principal es evangelizar, esto es proclamar a Jesucristo como Señor y Salvador. Parte de este
mensaje es el hecho de que la Iglesia es el cuerpo de Cristo y que no puede ser sino una. Esto significa que la fe de
todos aquellos que se llaman cristianos, sean católico-romanos o protestantes, debe mantenerse bajo el juicio de la
Palabra de Dios.
Pasa luego el documento a deplorar las divisiones y el espíritu sectario del que se puede acusar por igual a todos y
continúa describiendo el mensaje evangélico que se presenta a los estudiantes católicos, empezando en los puntos que se
tienen en común, y el espíritu que debe caracterizar la presentación de dicho mensaje. Las conclusiones son especialmente
elocuentes:
f) Creemos que la aceptación de Jesucristo como Señor y Salvador implica una relación directa con alguna iglesia
y participación en ella, y que el trabajo del MEC no es completo en cuanto que dicha necesidad no haya sido
acentuada.
g) El resultado práctico de este testimonio del MEC, la necesidad de relación con una iglesia, lleva al estudiante
católico-romano, que accedió a una aceptación de Jesucristo como Señor y Salvador personal, a la necesidad de
decidirse entre dos posibles actitudes: 1) permanecer en su iglesia trabajando por su reforma y renovación; 2)
abandonarla para unirse a otra iglesia.
Reconocemos que debido al bajo nivel espiritual de la Iglesia Católica Romana en los países de América Latina, su
apartamiento de un énfasis cristocéntrico y su rígido control jerárquico, la segunda probabilidad será la
consecuencia normal.
Sin embargo, el escoger entre estas dos actitudes no es responsabilidad del MEC, pero si individualmente del
estudiante católico-romano, sustentado en su lucha por la participación en el MEC. 42
Resulta sumamente ilustrativo descubrir que el Comité General de la Federación pidió a los MEC
latinoamericanos que suprimiesen el párrafo (g) del documento y que reformaran el total en términos que de hecho
significan debilitar por completo la fuerza de este impulso evangelizador en lo que a los católicos-romanos concernía. Por
razones diversas este impulso evangelizador inicial no perduró en los MEC latinoamericanos.
La diferencia fundamental que todavía nos mantiene separados, tiene relación con la cuestión de la doctrina
cristiana. Desde un comienzo la FMCE se negó a adoptar un credo particular. Sus movimientos asociados han
seguido muchas veces las modalidades de las iglesias y sin duda, en un momento dado se inclinaron a seguir una
línea especial, pero esto jamás se ha concretado en un sistema doctrinal. El Compañerismo Internacional, por lo
contrario, desde un principio ha exigido a sus dirigentes que acepten una serie fija de puntos doctrinales, es decir,
un credo. 43
No se puede sacar la conclusión de que el MEC no toma en serio la doctrina cristiana. Algunos de sus materiales
teológicos y de estudio bíblico a lo largo de los años revelan la seriedad y profundidad con que la Federación se abocó a la
reflexión teológica. Una seriedad que, debemos confesar, nos resultó mucha veces envidiable ante la superficialidad de
algunos esfuerzos en el campo evangélico. Sin embargo, la falta de un credo mínimo puede dar lugar a un deterioro
generacional en la convicción de los dirigentes y a un lento abandono de los propósitos iniciales del movimiento.
Conviene que nos demos cuanta, sin embargo, que la Comunidad no aparece en América Latina como un
movimiento rival de la Federación. Esfuerzos independientes de la Federación y de la Comunidad44 se habían dado desde
mucho antes. Cuando Edgard Pentecos visita México por primera vez en 1943, el MEC todavía no existe allí y a partir de
entonces, en relativamente pocos lugares se da una confrontación abierta entre ambos movimientos. Quien escribe estas
líneas, recuerda que cuando el Círculo Bíblico Universitario surgió en Lima (en 1954), todavía el MEC no existía en el
Perú, aunque había habido algunos esfuerzos esporádicos anteriores, denominacionales e interdenominacionales, por
asociar a los universitarios evangélicos y hacer tarea evangelizadora en la universidad. En algunos casos hubo fricciones y
en algunos lugares una rivalidad determinada por factores de política eclesiástica ajenos al mundo estudiantil. La
Comunidad, sin embargo, se define a si misma por sus objetivos concretos y su base doctrinal, por el impulso evangelizador
de las nuevas generaciones evangélicas, por su herencia histórica y la clara visión de una tarea para el futuro. Las
observaciones que acabamos de hacer sobre el MEC encierran también constantes preguntas para la autocrítica: ¿es
auténtica nuestra piedad a la luz de la herencia pietista? ¿hasta dónde estamos tomando en serio la herencia que representa
nuestra base doctrinal y la vivencia de las verdades que ella anuncia? ¿estamos realmente embarcados en la misión
evangelizadora a la cual hacen referencia nuestros objetivos?
Referencias
20. “Un poco de historia”, Boletín PBUA, Año 2, número especial, julio-agosto de 1965, p. 1.
2[1]. Margaret Pentecost, “The IFES in Mexico”, HIS Magazine, nov. De 1951, p.9.
22. Sólo hemos podido disponer de información oral respecto a esta actividad de Montaño, por quienes lo conocieron en
Argentina hacia 1937. Fuente: Alec Clifford, Miguel A. Zandrino.
23. John A. Mackay, “An Introduction to Christian Work among South American students”, International Review of
Missions, abril de 1928, p. 286.
24. Erasmo Braga, Pan-Americanismo: Aspecto religioso, sociedade de preparo missionario funcionando nos Estados
Unidos e Canada, New Cork, 1916, p. 36 ss.
25. K. S. Latourette, Christianity in a Revolutionary Age, Paternóster, London, 1970, vol. III, p. 303. El mismo autor
publicó una historia de las YMCA-YWCA en 1957, a la cual sólo hemos tenido acceso por referencias en otras obras. En
adelante usaremos las iniciales ACJ para referirnos a esta institución.
26. Texto tomado de Juan B. Garaño, “La Asociación Cristiana de Jóvenes”, El Expositor Bautista, Buenos Aires, junio de
1975, p. 10.
27. Citado por Prudencio Damboriena S. J., El Protestantismo en América Latina, Teres, Friburgo, 1962, p. 73. Ver toda
esta sección, pp. 69-74, aunque contiene varias inexactitudes.
29. Julio Navarro Monzó, El problema religioso en la cultura latinoamericana, Federación Sudamericana de ACJ,
Montevideo, 1925, p. 108.
30. Julio Navarro Monzó, La revolución cristiana, Mundo Nuevo, Montevideo 1929, La nota se publicó en El despertar,
revista juvenil. Posteriormente, Navarro Monzó cambió radicalmente, llegando en sus últimos años a ser un católico ultra-
conservador que criticó acerbamente a la YMCA.
33. W. Stanley Rycroft, Sobre este fundamento, La Aurora, Buenos Aires, 1944, p. 87.
34. Informe oficial del congreso evangélico celebrado en ocasión de la visita del Dr. Juan R. Mott. La Aurora, Buenos Aires,
1940, pp. 108 y 124.
35. Marcelo Pérez Rivas, “El ecumenismo en América Latina”, apéndice II a Norman Goodall, El movimiento ecuménico,
La Aurora, Buenos Aires, 1970, pp. 220 y 221.
36. D. D. Lurá Villanueva, Jesucristo es el Señor, Segunda Conferencia Mundial de Juventud Cristiana, Oslo, 1947, dist. La
Aurora, Buenos Aires, 1948, p. 25.
37. Valdo Galland, “América Latina en la familia federativa”, Testimonium, vol. I, N° 2, junio de 1953, p. 36.
39. Richard Shaull, “Nuestra tarea inmediata frente a la crisis inminente”, Testimonium, vol. I, N°1, pp. 30-33.
40. Mauricio López, “Panorama de Situacão Latinoamericana”, Testimonium, vol. VI, fasc. 3, octubre de 1958, p. 54.
41. Valdo Galland, “La Misión de la Federación”, Testimonium, vol. IX, fasc. 1, primer trimestre 1961, p. 42.
42. Testimonium, vol. I, N°2, pp. 37-39. La discusión del tema puede seguirse en los números siguientes de la revista y en el
vol. IV, fasc. 1 y 2, pp. 25-41 y The Student World, N°4, 1954, pp. 391-398.
43. Martin Conway, “Ecumenismo en la universidad”, Testimonium, vol. XI, N°2, pp. 50-61.
44. Como lo fue la Peña Bíblica Universitaria de Buenos Aires en sus comienzos, o la Asociación Cristiana Universitaria de
Guatemala, en sus comienzos.