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Castellanos, L. (2016). La ciencia del lenguaje positivo.

Cómo nos cambian las palabras que


elegimos. Barcelona: Espasa.

Castellanos, L. (2016). La ciencia del lenguaje positivo. Cómo nos cambian las palabras que
elegimos. Barcelona: Espasa.

Capítulo 6
El poder oscuro de las palabras
(Darth Vader que todos llevamos dentro)
Hasta aquí hemos hablado del lado más amable del lenguaje y hemos expuesto la idea de que
podemos entrenarnos para aumentar nuestro lenguaje positivo. Pero todos tenemos la
experiencia vital del «lado oscuro»: con el lenguaje podemos herir, mentir, provocar, engañar, etc.
a los demás y a nosotros mismos. Tomar conciencia de que cada palabra negativa que
pronunciamos nos quita energía, nos va a permitir controlar sus consecuencias y entrenarnos en
matizar «nuestro lado oscuro». De hecho, poner inteligencia en el lenguaje (lo que desde El Jardín
de Junio llamamos la ciencia del lenguaje positivo) consiste también en esto: en conocer y aceptar
que tenemos ese lado oscuro y ser conscientes del impacto que causa en nosotros y en nuestro
entorno más cercano. El poder oscuro de las palabras es una parte consustancial de nuestra
esencia, y cuanto antes sepamos su alcance, mejor preparados estaremos para actuar en
consecuencia. Aquí te servimos algunas de sus formas más conocidas ¡que la fuerza te (nos)
acompañe!

HULK EN CASA
El enfado desmesurado se propaga con mayor facilidad en los entornos íntimos. Se trata de una
cuestión de confianza: tenemos confianza y hacemos uso de ella. La pareja, los padres o los hijos
son los que suelen soportar los efectos devastadores del lenguaje de la ira. Las mayores muestras
de enojo las solemos cometer en casa, el enfado sabes que ese terreno q seguro y donde no hay
por qué fingir. Después del nadie se irá de casa, que te seguirán queriendo y que todo quedará en
un hecho puntual; sin embargo, a menudo maltratamos a las personas que nos quieren bien con
nuestros gestos indisimulados de fastidio, e nuestro lenguaje descuidado, con palabras hirientes.
Nos desquita y soltamos aquello que no nos atrevemos a decir en nuestros escenario públicos y
sociales. John Gottman habla de una emoción terrible que s traslada por un pequeñísimo y a veces
imperceptible gesto, esa emoción es el desprecio y el gesto es la arruga en uno de los laterales de
la nariz acompañada por una mueca en la boca, como si un hilo tirase de un lado de nuestro labio
superior, y tras esa emoción, llega el recelo, culpa, el malestar que precede posiblemente al
enfado en forma de Hulk o una pequeña rabieta.

Sabemos que descuidamos los entornos más queridos y les hacemos pagar los platos rotos de
contiendas que no son suyas, pero ¿qué podemos hacer para evitarlo?, ¿cómo podemos
reconocerlo y reconducir estas reacciones exageradas ante hechos insignificantes? Hay dos
momentos clave para nuestro entrenamiento: el primero tiene que ver con «cómo llegamos a
casa», y el segundo, con reconstruir o reparar lo que inconscientemente, hemos dañado.

Cuando llegas a tu casa (primer momento clave del entrenamiento es importante realizar un
pequeño acto, una señal de respeto, frente a la puerta de entrada, consistente en respirar antes
Castellanos, L. (2016). La ciencia del lenguaje positivo. Cómo nos cambian las palabras que
elegimos. Barcelona: Espasa.

de girar completamente la llave. Es un simple gesto con el que asumir que accedemos a otra
energía, a un escenario con otro ritmo, y que al cruzar el umbral de la misma nos vamos a
incorporar a ese nuevo espacio. Físicamente tiene que ver con la pausa, con un momento de
silencio que aprovechamos para observar, para ver de verdad a las personas que nos esperan. Y al
participar de la vida que se desarrolla en nuestra casa, de sus juegos, de sus tareas cotidianas o
esfuerzos, encontrar también nuestro propio momento y darnos tiempo para dárselo a los demás:
a veces son diez minutos, otras treinta, pero la mayoría de las veces cinco minutos son suficientes
para entablar un nexo de comunión que facilitará la emoción positiva, la tranquilidad necesaria
que nos protegerá de nuestro Hulk al que mantendremos bajo control para evitar que salga rápida
y desaforadamente.

Pero ¿cómo reparamos los daños una vez que Hulk ha hecho estragos? (segundo momento clave
del entrenamiento). En este caso es importante cuidar nuestro diálogo interior y no
culpabilizarnos en exceso. Solemos tratarnos duramente cuando perdemos los papeles, lo
pasamos mal precisamente por haber hecho que lo pasaran mal los demás, renegamos más de la
cuenta y alargamos innecesariamente la reflexión sobre las causas de nuestro comportamiento.
Pensamos que así podremos curar las heridas cuando es precisamente lo contrario. Por eso, lo
primero es ser compasivos con lo que nos decimos a nosotros mismos, decírnoslo con cariño, con
el mismo cuidado que luego vamos a mostrar a las personas que forman parte de nuestra vida.
Una vez dado ese saludable paso, queda enfrentarnos a los daños causados por nuestra ira, volver
equilibrar la situación, devolviendo la salud que arrebatamos. Para ello hay una frase reveladora
que deberíamos atrevemos a decir: «Devuélveme lo que te he dicho, no era para ti, déjame que se
la pueda decir a quien corresponda». El lenguaje ahora se transforma en juego que ayuda a reírnos
juntos de lo ocurrido, elemento creativo que permite darnos poca importancia, admitir nuestro
error y entender de una vez que no somos perfectos y que en el futuro nuestra reacción
«posiblemente» sea más adecuada o proporcionada.

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