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Artículo 116

I. Se garantiza la presunción de inocencia. Durante el proceso, en caso de


duda sobre la norma aplicable, regirá la más favorable para el imputado o
procesado.

II. Cualquier sanción debe fundarse en una ley anterior al hecho punible.

Presentación
El Artículo 116 se encuentra en el apartado dedicado a las garantías
jurisdiccionales. Hace referencia a la presunción de inocencia, el principio
que señala que en caso de duda debe aplicarse la solución que beneficie al
imputado y el principio de legalidad.

Descripción
El Artículo 116 se encuentra en el Capítulo I (Garantías Jurisdiccionales) que
corresponde al Título IV (Garantías Jurisdiccionales y Acciones de Defensa)
de la Primera Parte de la Constitución Política del Estado (Bases
Fundamentales del Estado Derechos, Deberes y Garantías).

El artículo está compuesto por dos parágrafos: el primero hace referencia a


la presunción de inocencia y la regla in dubio pro reo (en caso de duda a favor
del imputado); el segundo hace referencia al principio de legalidad, que se
expresa en el adagio: no hay delito, no hay crimen, no hay pena sin una ley previa
que así lo establezca.

De acuerdo a lo establecido por el Artículo 411 se puede afirmar que el


Artículo 116 es rígido, sólo puede ser reformado a través de una Asamblea
Constituyente originaria plenipotenciaria, activada por voluntad popular. La
vigencia de la reforma necesitará la aprobación por dos tercios de la
Asamblea Constituyente y el posterior referendo constitucional aprobatorio.

A partir de la revisión de los archivos de la Asamblea Constituyente, se


puede observar que el Artículo 116 se consolida en el Proyecto de Texto
Constitucional aprobado en Grande en Chuquisaca. Tiene antecedentes en
el Informe de Mayoría de la Comisión 3 (Derechos, Deberes y Garantías). No
se encontraron antecedentes en el Informe de Minoría de la mencionada
comisión, ni en el proyecto de Constitución presentado por las
organizaciones que conforman el Pacto de Unidad

En lo que respecta al constitucionalismo boliviano, la presunción de


inocencia, así como el principio de legalidad se incorporan en nuestra
legislación a partir del texto constitucional de 1967 y se mantienen en los
textos constitucionales posteriores.

Debido Proceso -Temática-


En los Estados modernos el derecho a castigar, y en consecuencia la función
sancionadora, es monopolio del Estado. El poder del Estado toma forma, y
muchas veces una forma terrible, en el derecho a castigar que se atribuye
para si mismo. Por esta razón las constituciones han generado un conjunto
de principios y garantías mínimas que deben ser observadas en todo
proceso, enfáticamente en el proceso penal, para evitar que ese terrible poder
desborde en abuso. Lo que se busca es generar una serie de condiciones y
requisitos para el ejercicio de ese poder de castigar, para que el mismo sea la
última alternativa, es decir la ultima ratio. A este conjunto de principios y
garantías mínimas se las ha denominado Debido Proceso.

[E]l debido proceso constituye un


conjunto de etapas formales,
contínuas y necesarias dentro de un
juicio penal, que deben ser
cumplidas por los sujetos procesales
y deben respetar los derechos
subjetivos de las partes, que son
anteriores al Estado, y que buscan
garantizar el efectivo derecho a la
defensa y a la obtención por parte de
los órganos judiciales de un proceso
justo, pronto y transparente (Orías y
otros, 2012:76).

Para Eduardo Couture el debido proceso es:

[La] garantía constitucional


consistente en asegurar a los
individuos la necesidad de ser
escuchados en el proceso en que se
juzga su conducta, con razonables
oportunidades para la exposición y
prueba de sus derechos (Couture,
1988:199).

Históricamente se pueden encontrar los orígenes del Debido Proceso en la


Carta Magna de 1215, la misma en su capítulo 39 determinaba el siguiente
principio:

Ningún hombre libre será aprehendido,


hecho prisionero, puesto fuera de la ley o
exiliado ni en forma alguna arruinado, ni
iremos ni mandaremos a nadie contra él,
excepto mediante juicio de sus pares o por
la ley de la tierra[1].

Para Eduardo Couture el mandato de la Carta Magna que propiamente


configura el Debido Proceso es la garantía del juicio por sus pares y la ley de
la tierra, pues remiten al origen de la garantía del juez competente y la
garantía de la ley pre-existente (Couture, 1978).

Sin embargo la Carta Magna de 1215 no establecía de manera expresa un


Debido Proceso, es por ello que Eduardo García de Enterría (1988) cree
encontrar el referente más antiguo del Debido Proceso en la Carta Magna de
1354, expedida por el Rey Eduardo III. El texto de la Carta señala lo siguiente:

Ninguna persona, cualquiera que sea su


condición o estamento, será privada de su
tierra, ni de su libertad, ni desheredada, ni
sometida a pena de muerte, sin que antes
responda a los cargos en un Debido
Proceso legal[2].

Posteriormente el Debido Proceso legal se reprisa en el Petition of rights de 1627,


junto con el Habeas Corpus.
Con estos datos es clara la filiación anglosajona del Debido Proceso, y en cierto
sentido esta genealogía permite comprender esta institución como una de
las estrategias de límite al ejercicio abusivo del poder.

En lo que respecta a la tradición norteamericana del Derecho, el Debido


Proceso legal también se repite en la quinta enmienda a la Constitución
norteamericana de 1787, enmienda introducida por James Madison[3], la
cual señala: ninguna persona será privada de su vida, libertad o propiedad sin el
Debido Proceso legal.

Estos son algunos de los antecedentes del Debido Proceso, hasta su redacción
en el Artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948:

Toda persona tiene derecho, en condiciones


de plena igualdad, a ser oída públicamente
y con justicia por un tribunal
independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y
obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal.

El Debido Proceso, ha sido caracterizado tanto como un derecho sustantivo,


así como un derecho adjetivo, es decir de procedimiento debido, y ha sido
una de las fuentes de legitimidad del ordenamiento jurídico. Al respecto
Niklas Luhmann señala que “en lugar de una legitimación por conducto de
verdades que han perdido crédito se produce una legitimación a través del
procedimiento” (Luhmann citado por Hoyos, 2004:16), es decir una especie
de justicia procedimental rawlsiana.

Una explicitación clara del Debido Proceso puede encontrarse en los


instrumentos y tratados internacionales en materia de derechos humanos,
como el Pacto de San José de Costa Rica que en su Artículo 8 desarrolla las
garantías judiciales[4], así como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos que en su Artículo 14 desarrolla una buena parte de los contenidos
del Debido Proceso[5].

Asimismo las normas del Debido Proceso se encuentran explicitas en la


Constitución boliviana vigente en los artículos 114 al 124, siendo éstas las
garantías jurisdiccionales que permiten el desarrollo de una tendencia
garantista en el desarrollo del Derecho Penal en Bolivia, constituyendo de
esta manera al Derecho Constitucional como la otra cara del Derecho Penal,
es decir como las dos caras de una misma moneda.

De acuerdo a lo establecido por la Constitución y los Pactos Internacionales,


se puede establecer los siguientes elementos que garantizan el desarrollo del
Debido Proceso:

 principio de legalidad (Artículo 116)


 derecho a la defensa (Artículo 115);
 derecho al juez natural (Artículo
120);
 garantía de presunción de inocencia
(Artículo 116);
 derecho a ser asistido por un
traductor o intérprete (Artículo 120);
 derecho a un proceso público y
contradictorio (Artículo 120);
 derecho a la conclusión del proceso
dentro de un plazo razonable
(Artículo 115);
 derecho a recurrir a una segunda
instancia (Artículo 119);
 derecho a la legalidad de la prueba
(Artículo 114);
 derecho a la igualdad procesal de las
partes (Artículo 119);
 derecho a no declarar contra sí
mismo y a no confesarse culpable
(Artículo 121);
 derecho a la congruencia entre
acusación y condena (Artículo 117);
 garantía de que una persona no
puede ser juzgada dos veces por un
mismo delito (también conocido
como garantía non bis in idem)
(Artículo 117);
 derecho a la valoración razonable de
la prueba (Artículo 117);
 derecho a la comunicación previa de
la acusación (Artículo 117);
 concesión al imputado del tiempo y
los medios para su defensa (Artículo
117);
 derecho a la comunicación privada
con su defensor, prohibición de
incomunicación (Artículo 73);
 derecho a que el Estado le otorgue un
defensor cuando el imputado no
tuviere medios o no nombrare un
defensor particular (Artículo 119).

Para el jurista Alberto Binder (2002) la garantía máxima del Debido Proceso se
fundamenta en que el mismo se encuentre establecido en la Constitución
Política del Estado en tanto derechos fundamentales procesales, de estricta
observancia y cumplimiento.

En el caso de la Constitución Política del Estado boliviana, los principios y


garantías mínimos se encuentran establecidos en el texto constitucional, y a
la vez, conforme lo establecen los artículos 13, 256 y 410 de la Constitución,
en los instrumentos y normas internacionales en materia de derechos
humanos que son parte del Bloque de Constitucionalidad[6].

Debe anotarse, finalmente, que el debido proceso en la administración de


justicia por parte de pueblos indígenas debe re-significarse, es decir debe
comprenderse al interior de la narrativa de cada pueblo indígena. Por
ejemplo, si el correcto juzgamiento de una persona en un pueblo indígena
precisa la presencia de la familia del sujeto a ser juzgado, el incumplimiento
de este requisito puede ser reclamado como vulneración al derecho a la
defensa y al debido proceso, en consonancia con lo establecido en el
parágrafo II del Artículo 190: la jurisdicción indígena originario campesina
respeta el derecho a la defensa. Dicho de otra manera, la Constitución Política
del Estado reconoce a las naciones y pueblos indígena originario campesinos
sus ‘normas’ y ‘procedimientos propios’, es decir su Derecho propio.
Entonces se entiende que hay, que existe, un procedimiento propio. La
garantía del debido proceso será, en consecuencia la concurrencia de este
procedimiento propio como garantía jurisdiccional. Como se señaló este
‘procedimiento propio’ puede consistir en ritualidades que guarden
correspondencia con la defensa, con la regularidad del proceso, con la
participación de la población, con la legitimidad de las autoridades, etcétera.

La manera en la cual se garantiza el cumplimiento de derechos y garantías


por parte de la jurisdicción indígena originario campesina es mediante la
interpretación intercultural del Derecho, es decir generando las condiciones
materiales para el desarrollo de un pluralismo jurídico, en consonancia con
lo establecido en el Artículo 1 y en el Artículo 178.

[1] Las referencias de la Carta Magna fueron tomadas de Molina, Álvarez y


otros, 2009.
[2] El término Debido Proceso, es tomado, en este caso, del inglés due process
of law.
[3] James Madison fue presidente de los Estados Unidos, y uno de los padres
fundadores de la Constitución, por ello es conocido como el Padre de la
Constitución.
[4] Artículo 8. Garantías Judiciales
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro
de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de
sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro
carácter. 2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma
su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante
el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes
garantías mínimas: a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente
por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del
juzgado o tribunal; b) comunicación previa y detallada al inculpado de la
acusación formulada; c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios
adecuados para la preparación de su defensa; d) derecho del inculpado de
defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y
de comunicarse libre y privadamente con su defensor; e) derecho
irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado,
remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se
defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido
por la ley; f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en
el tribunal y de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras
personas que puedan arrojar luz sobre los hechos; g) derecho a no ser
obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable, y h) derecho de
recurrir del fallo ante juez o tribunal superior. 3. La confesión del inculpado
solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza. 4. El
inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo
juicio por los mismos hechos. 5. El proceso penal debe ser público, salvo en
lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia.
[5] Artículo 14
1. Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda
persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías
por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la
ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada
contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de
carácter civil. La prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o
parte de los juicios por consideraciones de moral, orden público o seguridad
nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de la vida
privada de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del
tribunal, cuando por circunstancias especiales del asunto la publicidad
pudiera perjudicar a los intereses de la justicia; pero toda sentencia en
materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el
interés de menores de edad exija lo contrario, o en las acusaciones referentes
a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores. 2. Toda persona acusada de
un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe
su culpabilidad conforme a la ley. 3. Durante el proceso, toda persona
acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a las siguientes
garantías mínimas: a) A ser informada sin demora, en un idioma que
comprenda y en forma detallada, de la naturaleza y causas de la acusación
formulada contra ella; b) A disponer del tiempo y de los medios adecuados
para la preparación de su defensa y a comunicarse con un defensor de su
elección; c) A ser juzgado sin dilaciones indebidas; d) A hallarse presente en
el proceso y a defenderse personalmente o ser asistida por un defensor de su
elección; a ser informada, si no tuviera defensor, del derecho que le asiste a
tenerlo, y, siempre que el interés de la justicia lo exija, a que se le nombre
defensor de oficio, gratuitamente, si careciere de medios suficientes para
pagarlo; e) A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener
la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados
en las mismas condiciones que los testigos de cargo; f) A ser asistida
gratuitamente por un intérprete, si no comprende o no habla el idioma
empleado en el tribunal; g) A no ser obligada a declarar contra sí misma ni a
confesarse culpable. 4. En el procedimiento aplicable a los menores de edad
a efectos penales se tendrá en cuenta esta circunstancia y la importancia de
estimular su readaptación social. 5. Toda persona declarada culpable de un
delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya
impuesto sean sometidos a un tribunal superior, conforme a lo prescrito por
la ley. 6. Cuando una sentencia condenatoria firme haya sido ulteriormente
revocada, o el condenado haya sido indultado por haberse producido o
descubierto un hecho plenamente probatorio de la comisión de un error
judicial, la persona que haya sufrido una pena como resultado de tal
sentencia deberá ser indemnizada, conforme a la ley, a menos que se
demuestre que le es imputable en todo o en parte el no haberse revelado
oportunamente el hecho desconocido. 7. Nadie podrá ser juzgado ni
sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por
una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada
país.
[6] Para mayor información consulte el análisis del Artículo 410.

Concordancias

Artículo 1. Pluralismo jurídico. / Artículo 13, parágrafo IV. Los derechos y


deberes se interpretan conforme a lo establecido en tratados internacionales
en materia de derechos humanos. / Artículo 14. El Estado garantiza a todas
las personas y colectividades el libre y eficaz ejercicio de los derechos
establecidos en la Constitución. / Artículo 73. Privación de libertad y
observancia a la dignidad de la persona. Se prohíbe la incomunicación de las
personas. / Artículo114. Prohibición de tortura. / Artículo 115. Tutela judicial
efectiva. / Artículo 117. Derecho a la defensa, prohibición de ser juzgado más
de una vez por un mismo delito, prohibición de pena privativa de libertad
por deudas. / Artículo 118. Pena máxima de 30 años de privación de libertad
sin derecho a indulto. / Artículo 119. Igualdad de las partes en conflicto. /
Artículo 120. Derecho a la defensa, a un juicio oral público y contradictorio,
derecho al juez natural. / Artículo 121. Prohibición de obligación de declarar.
/ Artículo 178. Pluralismo Jurídico. / Artículo 190, parágrafo II. La
jurisdicción indígena originario campesina respeta el derecho a la vida y el
derecho a la defensa. / Artículo 256. Derechos más favorables en
instrumentos internacionales en materia de derechos humanos. / Artículo
410. Bloque de Constitucionalidad.

Presunción de inocencia -Categoría-


La presunción de inocencia y juicio previo son dos caras de una misma
moneda. Uno es culpable sólo después de que un juicio justo, llevado
mediante un debido proceso, se declare la culpabilidad. Como señala
Alberto Binder “ninguna persona puede ser culpable hasta que una
sentencia declare su culpabilidad” (Binder, 2002:124)

Esto significa que el ser humano goza de un estatus de inocencia que lo


acompaña toda su vida[1]. Según Alberto Binder (2002) este estatus de
inocencia es uno de los escudos protectores más importantes frente al poder
arbitrario que pueda vulnerar las garantías jurisdiccionales.

[C]uando una persona ingresa al


ámbito concreto de actuación de las
normas procesales, allí tiene sentido
decir que es ‘inocente’, porque eso
significa que, hasta el momento de la
sentencia condenatoria, no se le
podrán aplicar consecuencias
penales. […] Que nadie es culpable si
una sentencia no lo declara así, en
concreto significa:

(a) Que sólo la sentencia tiene esa


virtualidad. (b) Que el momento de
la sentencia sólo existen dos
posibilidades: o culpable o inocente.
No existe una tercera posibilidad. (c)
Que la ‘culpabilidad’ debe ser
jurídicamente construida. (d) Que
esa construcción implica la
adquisición de un grado de certeza.
(e) Que el imputado no tiene que
construir su inocencia. (f) Que el
imputado no puede ser tratado como
un imputado. (g) Que no pueden
existir ficciones de culpabilidad, es
decir partes de la culpabilidad que no
necesitan ser probadas (Binder,
2002:125).

Por lo señalado, la presunción de inocencia es una función lógica de todo


procedimiento judicial. Todo ser humano es inocente hasta que no se
demuestre lo contrario, en este sentido, la culpabilidad es la que debe
demostrarse y no así la inocencia, pues de no existir este principio lógico,
todos serían culpables hasta que no se demuestre lo contrario, lo cual sería
una vulneración a la dignidad y seguridad de cada ser humano[2].

Asimismo la presunción de inocencia es una regla lógica pues un ser


humano no puede ser inocente y culpable a la vez. O es inocente o es
culpable, no se admite una tercera posibilidad[3].

Si bien la presunción de inocencia se remonta al Derecho Romano


(íntimamente relacionado con la regla In dubio pro reo), el mismo fue olvidado
o invertido para las prácticas inquisitivas desarrolladas en la baja Edad
Media[4].

Uno de los primeros en recordar que un delincuente lo es sólo si el mismo


ha sido declarado como tal por una autoridad competente fue Thomas
Hobbes en su Diálogo entre un filósofo y un jurista, obra en la que señala:

Pero no entiendo cómo puede haber


un delito para el que no hay
sentencia, ni cómo puede infringirse
una pena sin una sentencia previa, ni
sobre qué base un Sheriff puede
incautarse los bienes de alguien
mientras no se sentencie que ande
serle confiscados (Hobbes, 2002:124).

Aunque es claro que Hobbes está preocupado por el principio de autoridad


en busca de habilitar un razonamiento propio del monismo jurídico, su
preocupación sobre la necesidad de una certeza, de una sentencia de
autoridad permite visibilizar la necesidad uno de los componentes del
Debido Proceso.

Años más tarde Montesquieu, en El Espíritu de las Leyes (1735) precisará que
“la libertad política consiste en la seguridad, o al menos en la opinión que se
tiene de la propia seguridad. Dicha seguridad no se ve nunca tan atacada
como en las acusaciones públicas o privadas. Así pues, la libertad del
ciudadano depende principalmente de que las leyes criminales sean buenas
(…) Cuando la inocencia de los ciudadanos no está asegurada, tampoco lo
está su libertad” (Montesquieu, 2004:129). Montesquieu relaciona el ejercicio
de la libertad a la presunción de inocencia.

Años antes de la Revolución francesa, Cesare Beccaria[5] tratará el tema en


el libro clásico De los delitos y de las penas (1764), en el capítulo dedicado al
tormento señalará que “(u)n hombre no puede ser llamado reo antes de la
sentencia del juez, ni la sociedad puede quitarle la pública protección sino
cuando esté decidido que ha violado los pactos bajo los que le fue concedida.
¿Qué derecho sino el de la fuerza será el que dé potestad al juez para
imponer pena a un ciudadano mientras se duda si es reo o inocente?”
(Beccaria, 2000:58).

Estos textos fueron una parte de lo que influenció a la redacción de la


Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, que en su
artículo 9 señala: “Puesto que todo hombre se presume inocente mientras que no
sea declarado culpable, si se juzga indispensable detenerlo, todo rigor que no sea
necesario para apoderarse de su persona debe ser severamente reprimido por la ley”.

En consecuencia, la presunción de inocencia es una garantía del derecho


moderno y del constitucionalismo liberal plasmado en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, en el numeral 1 del artículo 11: “Toda
persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no
se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se hayan
asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”

Debe precisarse una vez más que este principio debe mantenerse incluso
ante la confesión de un delito, pues puede darse el caso de que una persona
confiese un delito que no cometió en busca de lograr que la acción penal se
dirija a ella y, no tal vez, respecto al verdadero culpable.

La doctrina ha discutido mucho acerca de la relación entre la presunción de


inocencia y la prisión preventiva[6], sin embargo debe manifestarse que si
bien existe una conexión lógica entre la presunción de inocencia y la prisión
preventiva, la primera es una máxima, entendida en tanto regla, y la segunda
una excepción que como tal debe ser de interpretación restrictiva, de lo
contrario se atenta contra el derecho fundamental – fundamental[7] a la
dignidad e integridad de la persona, plasmado en el Artículo 15 de la
Constitución.

Como señala Binder (2002) el núcleo central de la garantía del principio de


inocencia radica en que de ningún modo un ser humano podría ser tratado
como culpable, hasta que no lo sea. Y si la prisión es un castigo, no puede
adelantarse un castigo a una persona que no es culpable.

Cabe destacar la opinión de Zafaroni respecto a la presunción de inocencia


como mandato constitucional:

Un problema muy particular plantea una


institución que suele considerarse
procesal, que es prisión preventiva. Los
esfuerzos por enmarcarla en la
Constitución son formidables, pero lo
cierto es que en la gran mayoría de los
casos la prisión preventiva lesiona la
presunción de inocencia y, por ende es
una pena anticipada a la sentencia. Si
bien al igual que algunas penas
excepcionales pueden legitimarse en
ciertos casos como coacción directa, en
los restantes –que son la más inmensa
mayoría- son válidas a su respecto las
consideraciones formuladas acerca de
todo el poder punitivo y, además resulta
aún más irracional dado que se trata de
un poder punitivo habilitado antes de
afirmar un delito, es decir, de una pena
impuesta por la mera noticia criminis. El
problema es sumamente grave
considerando que casi dos tercios de todos
los prisionizados (sic) latinoamericanos
lo están en función de esta institución, o
sea, con pretexto procesal. (Zafaroni,
2002:168)[8].

La prisión preventiva parte del presupuesto de que mínimamente, así sea


una certeza pequeña, el imputado es culpable y por ello puede huir, puede
entorpecer la investigación o puede continuar delinquiendo. Por ello se debe
detenerlo. Esta construcción de la culpabilidad es parte del imaginario
colectivo inquisitivo de las sociedades contemporáneas, resultado de una
construcción mediática, en la que se construye tanto al delito, al delincuente
y se denuncia impunidad y a la vez se pide mayor seguridad ciudadana, más
policías, más centro de detención, más detenidos.

Como señala Zafaroni:

La criminología mediática crea la


realidad de un mundo de personas
decentes frente a una masa de
criminales identificada a través de
estereotipos, que configuran un ellos
separado del resto de la sociedad, por
ser un conjunto de diferentes y malos.
Los ellos de la criminología mediática
molestan, impiden dormir con
puertas y ventanas abiertas, perturban
las vacaciones, amenazan a los niños,
ensucian en todos lados y por eso
deben ser separados de la sociedad,
para dejarnos vivir tranquilos, sin
miedos, para resolver todos nuestros
problemas. Para eso es necesario que
la policía nos proteja de sus
acechanzas perversas sin ningún
obstáculo ni límite, porque nosotros
somos limpios, puros, inmaculados
(Zafaroni, 2012:218-219).

[1] Ni siquiera una sentencia de culpabilidad, pasada en autoridad de cosa


juzgada, hace perder el estatus de inocencia a una persona. Pues si bien la
sentencia declara que esta persona es culpable de un cierto delito, se
presume su inocencia en todo por lo que no fue juzgado. Por ejemplo si una
persona ha sido encontrado culpable y en consecuencia remitido a la cárcel,
y estando ya en la cárcel se le acusa de un robo a otro preso, se continúa
presumiendo su inocencia. Por ello el estatus de inocencia no abandona
nunca al ser humano, es parte de su dignidad humana en una sociedad
moderna.
[2] Esto significa que quien acusa debe probar su acusación. En otras
palabras la carga de la prueba se encuentra en la persona que acusa, no en la
persona acusada, pues se presume su inocencia hasta que no se demuestre
lo contrario.
[3] En el antiguo procedimiento penal, que obedecía a un modelo inquisitivo,
no sólo se presumía la culpabilidad, sino que el fiscal podía determinar un
tercera posibilidad en contra de toda regla lógica: el sobreseimiento, que era
una figura que señalaba que no se había encontrado lo suficiente para
señalar que una persona era culpable, sin embargo el sobreseimiento no era
cosa juzgada, es decir el Fiscal se reservaba la posibilidad de continuar la
investigación o volver a abrir la causa. Un atentado muy claro al principio
de inocencia, pues no se era inocente, pero tampoco se era culpable.
[4] Durante la inquisición medieval se señalaba que dado que todos somos
pecadores, se presumía la culpabilidad de todo ser humano por su condición
de pecador. En este sentido el cuerpo era el objeto de tortura en busca de
liberar y redimir el alma (para una mayor información consulte a Cavallero,
2003). Hoy en día debe anotarse las situaciones de excepción como una de
las posibilidades que en la práctica omite el principio de inocencia,
vulnerando las garantías mínimas de un Debido Proceso. Autores como
Agamben, Negri y otros señalan que hoy en día la excepción para luchar
contra el terrorismo, el narcotráfico, y las distintas versiones de Estados
fallidos, se ha convertido en la regla, con ejemplos como la nueva legislación
contra terrorismo en EE.UU. que no sólo vulneran derechos individuales
sino que también ponen en riesgo garantías básicas como el principio de
inocencia. Los presos en Guantánamo a los que se les vulneran casi todo el
catálogo de derechos humanos, o las acciones contra las FARC en Colombia,
contra Al Qaeda en Medio Oriente, en las que mandatarios de Estados han
admitido ordenar dar la muerte de seres humanos sin un juicio previo es una
muestra de la vigencia de la excepción como la regla.
[5] El texto de Beccaria, De los delitos y de las penas, fue un texto publicado
anónimamente, primero se lo atribuyó a Voltaire, pero luego el mismo
Voltaire realizará un comentario favorable de la obra mostrando que el texto
no era de su autoría.
[6] La prisión preventiva es una medida extraordinaria mediante la cual se
priva de libertad a una persona si existiesen posibilidades reales de que
continuara delinquiendo, obstaculice la investigación y se comprobase el
riesgo de fuga.
[7] Los derechos fundamentales–fundamentales están ubicados entre los
artículos del 15 al 20 (derecho a la vida e integridad, derecho al agua y a la
alimentación, derecho a la educación, derecho a la salud, derecho a los
servicios básicos, derecho al hábitat y a la vivienda), de acuerdo con la
voluntad del constituyente, estos derechos son fundamentalísimos pues
responden a las necesidades primarias y mínimos vitales de los seres vivos
para desarrollar vida. Es por esto que son de aplicación inmediata. En caso
de conflictos entre derechos, el criterio de interpretación deberá
generalmente ponderar en favor de aquellos que se encuentren relacionados
con los derechos fundamentales–fundamentales. Para una información más
detallada de la doble fundamentalidad del derecho a la integridad del ser
humano, consulte el análisis del Artículo 15.
[8] En el caso de Bolivia (2011) los presos sin condena, es decir las personas
a quienes no se les ha demostrado su culpabilidad, son aproximadamente el
85%. Para mayor información consulte Orías, Saavedra et al, 2012, asimismo
consulte la página www.cejamericas.org

Concordancias
Artículo 8. Principios ético-morales. / Artículo 14. El Estado garantiza a
todas las personas y colectividades el libre y eficaz ejercicio de los derechos
establecidos en la Constitución. / Artículo 15. Derecho a la vida, derecho a la
dignidad. / Artículo 73, parágrafo II. Limitación a la comunicación por un
máximo de 24 horas. / Artículo 114. Queda prohibida toda forma de tortura
y confinamiento. / Artículo 117. Derecho a la defensa, prohibición de ser
juzgado más de una vez por un mismo delito, prohibición de pena privativa
de libertad por deudas. / Artículo 118. Pena máxima de 30 años de privación
de libertad sin derecho a indulto. / Artículo 119. Igualdad de las partes en
conflicto. / Artículo 120. Derecho a la defensa, a un juicio oral público y
contradictorio, derecho al juez natural. / Artículo 256. Instrumentos
internacionales en materia de derechos humanos que declaren derechos más
favorables a los establecidos en la Constitución. / Artículo 410. Bloque de
Constitucionalidad.

Principio en caso de duda a


favor del imputado o In dubio
pro reo -Categoría-
El principio que se ha caracterizado como ‘en caso de duda a favor del
imputado’ es también conocido en el lenguaje jurídico como el principio in
dubio pro reo y significa que en caso de la existencia de una duda, de una
vacilación, de una incertidumbre, debe aplicarse lo que favorezca al
imputado (es decir la persona a la cual se le atribuye la comisión de delito).

Este principio es una modalidad del principio de posición preferente, el cual


señala que la norma de Derecho debe ser interpretada siempre en favor del
menos aventajado.

Las situaciones en las que no existe certeza, entonces, benefician al


imputado. La duda se convierte en el impulso del proceso, es decir se debe
dudar de las situaciones, de las pruebas. En el desarrollo del proceso penal
se debe conjurar la duda, se la debe de eliminar para llegar a la íntima
convicción.

Este principio es un corolario del principio de inocencia, pues si se tienen


dudas de la culpabilidad de una persona, se debe ir a la presunción de su
inocencia. Esta regla se encuentra de manera explícita en el Artículo 116
como una garantía procesal.

Como señala Ferrajoli el principio in dubio pro reo:

[E]s el fin al que tienden los procesos


regulares y sus garantías. Y expresa
el sentido de la presunción de no
culpabilidad del imputado hasta
prueba en contrario: es necesaria la
prueba –es decir, la certidumbre,
aunque sea subjetiva- no de la
inocencia sino de la culpabilidad sin
tolerarse la condena sino exigiéndose
la absolución en caso de
incertidumbre. La incertidumbre es
en realidad resuelta por una
presunción legal de inocencia a favor
del imputado, precisamente por que
la única certidumbre que se pretende
del proceso afecta a los presupuestos
de las condenas y de las penas
(Ferrajoli, 2001:106).

Por lo señalado por Ferrajoli (2001), la existencia de una duda sobre la norma
aplicable debe ser resuelta aplicando la interpretación más favorable para el
imputado o procesado, incluso si esta norma fue promulgada de manera
posterior a los antecedentes del proceso, en consonancia con lo dispuesto en
el carácter retroactivo de la norma penal dispuesta en el Artículo 123 de la
Constitución.

El principio in dubio pro reo se refiere en si a la insuficiencia probatoria de la


culpabilidad de un imputado, y en consecuencia opera a momento de la
valoración probatoria, es decir que, una vez producida y presentada la
prueba que pueda incriminar a una persona, se valora si la prueba es
suficiente, o si la prueba permite una duda razonable sobre la construcción
judicial de la culpabilidad. En este caso, si el juez o tribunal no puede arribar
a la certeza, a la íntima convicción, debe operar el principio de inocencia, es
decir se debe presumir, por dignidad humana, la inocencia de las personas.

Concordancias

Artículo 123. Carácter retroactivo de la norma penal si la misma beneficia al


imputado.

Principio de Legalidad -Categoría-


El principio de legalidad encuentra sus orígenes en la máxima Nullum
crimen, nulla poena sine praevia lege (Ningún delito, ninguna pena sin ley
previa), es decir no puede considerarse una acción o una omisión como un
delito sin que éste haya sido previamente establecido como tal. En otras
palabras, no hay pena, no hay delito, no hay sanción sin una ley previa que
establezca (describa) de manera clara la conducta típica antijurídica a la cual
se sancionará con una pena[1].

Como señala Bustos y Hormozábal (2004: 28-29):

No hay delito ni pena sin ley escrita

La ley es el único principio generador


de delitos y penas, esto es,
participación de la ciudadanía,
transparencia, principio de
conocimiento y, en definitiva,
carácter político de los delitos y las
penas. Toda otra fuente del derecho
tiene una función sólo
complementaria y subordinada para
la generación de delitos.

No hay delito ni pena sin ley estricta

Principio de determinación, de
taxatividad o de tipicidad de las
figuras penales. De esta manera se
asegura el principio de conocimiento
por parte de los ciudadanos y que sea
realmente la ley la que genere los
delitos y las penas; se excluyen la
analogía y las cláusulas generales,
que convierten al juez en hacedor de
delitos, y también las leyes penales
en blanco, convierten a la autoridad
administrativa o ejecutiva en
generadora de delitos.

No hay delito ni pena sin ley previa

Principio de irretroactividad de la ley


penal, que también refuerza el
principio de conocimiento por parte
del ciudadano y excluye la
arbitrariedad del legislador. Por eso
mismo sólo las leyes más favorables
a la persona pueden tener efecto
retroactivo.

Conforme a lo señalado en el parágrafo II del Artículo 116 sólo la ley puede


fundar el hecho punible, es decir sólo el instrumento generado por el Órgano
Legislativo, conforme a lo determinado en el Artículo 145, puede determinar
tanto el delito como la sanción. Asimismo esta ley debe ser anterior al hecho
punible, por el principio de publicidad de la norma, es decir de conocimiento
por parte de la población de que una determinada acción o conducta es
considerada delito y en consecuencia sancionada.

El principio de legalidad establecido en el parágrafo II del Artículo 116 debe


entenderse en consonancia con lo establecido en la Convención Americana
de Derechos Humanos que en su Artículo 9 señala que nadie puede ser
condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran
delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede imponer pena más grave que
la aplicable en el momento de la comisión del delito.
La Convención Americana de Derechos Humanos es parte del Bloque de
Constitucionalidad y de aplicación preferente conforme lo establecen los
artículos 256 y 410 de la Constitución.

Asimismo el principio de legalidad debe comprenderse como la certeza


sobre las normas penales, y la necesidad de su compilación en un Código
Penal, y no así en otras normas. Una manera de atentar al principio de
legalidad se encuentra en la dispersión de los tipos penales en distintas
normas, en distintas leyes.

[1] Cabe un comentario muy breve sobre el carácter del juicio de Núremberg
en el cual es posible encontrar varios argumentos respecto a la vulneración
del principio de legalidad. Sin embargo en la justificación del Tribunal de
Núremberg se señala que el principio de legalidad no impide la condena de
acciones que conforme a los principio de derecho de las naciones civilizadas
constituyen delitos, naciendo así los delitos de lesa humanidad, los cuales
tienen un tratamiento particular. En nuestra Constitución por ejemplo son
imprescriptibles (artículo 111). Asimismo debe razonarse que las garantías
son en efecto garantías contra el abuso del poder, y en consecuencia, se
aplican sobre una lógica de proporcionalidad.

Concordancias

Artículo 123. Aplicación de la retroactividad de la ley. / Artículo 256.


Instrumentos internacionales en materia de derechos humanos que declaran
derechos más favorables a los establecidos en la Constitución. / Artículo 410.
Bloque de Constitucionalidad.

Tratamiento en el
Constitucionalismo Boliviano
Tratamiento en los archivos,
actas y resoluciones del
constituyente
Alcance de la reserva legal
El Artículo 116 no posee reserva legal. Sin embargo la normativa penal debe
observar lo establecido en referido artículo y debe ser desarrollado como
parte de los principios del Procedimiento Penal.

Bibliografía

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