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POR
ESTANISLAO CANTERO
Fundación Speiro
Verbo, núm. 447-448 (2006), 557-592. 557
E S TA N I S LAO CANTERO
tico (6), sin que influyera para nada la atracción hacia el sexo
débil (7), pues Renan no conoció otra mujer que su esposa,
Cornélie, protestante, hija del pintor Henry Scheffer (8), con la
que contrajo matrimonio (con ceremonias protestante y católica),
en 1856.
A finales de 1845 conoce a Ma rcelin Be rthelot, quien, aunque
varios años más joven, contribuirá a afianzar el cientifismo de
Renan. En t re ambos surgió una amistad que duró hasta la muer-
te de Renan (9). En agosto de 1848 obtiene la agregaduría en
letras, pero renuncia a la enseñanza de la filosofía en Vendôme,
obteniendo una sustitución en Versailles el año siguiente. En
1852 es doctor en letras y diez años más tarde es nombrado cate-
drático de hebreo en el Colegio de Francia, pero es destituido cua-
t ro días después de su lección inaugural por su interpretación de
Jesucristo. Vu e l ve a la cátedra en nov i e m b re de 1870, tras la abdi-
cación de Napoleón III. En 1860 es nombrado Caballero de la
Legión de Honor, Oficial en 1878, Comendador en 1884 y Gr a n
Oficial en 1887. En 1878 es elegido académico de la Academia
francesa y toma posesión en 1879.
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(6) Jean BALCOU, Renan, un celte rationaliste, Presses Universitaires de Rennes,
Rennes, 1997, pág. 14.
Igualmente, entre otros muchos, pues es la idea más difundida; así, de entre los
autores citadosen este trabajo, por ejemplo, Emile FAGUET (Politiques et moralistes du
dix-neuvième siècle. Troisième sèrie. Stendhal, Tocqueville, Proudhon,Sainte-Beuve, H.
Taine, E. Renan, Societé Française d’Imprimerie et de Librairie, París, 1890, pág. 323),
Philippe VAN TIEGHEM, Renan, Librairie Hachette, París, 1948, pág. 51; Francis
KAPLAN, “Du Dieu d’Abraham, d’Isaac et de Jacob au Dieu en devenir”, Revue
Philosophique de la France et de l’étranger, núm. 4, octubre-diciembre 1987 (págs. 403-
423), págs. 403-404; Philippe BARRET (Ernest Renan. Tout est posible, même Dieu!,
François Bourin, París, 1992, págs. 45-49), Annie PETIT (“La formation de l’esprit
scientifique d’Ernest Renan”, en Jean BALCOU [coord.], Ernest Renan et les souvenirs
d’enfance et de jeunesse: la conquête de soi, Honoré Champion, París, 1992, págs. 37-65);
o Francisco PÉREZ GUTIÉRREZ (Renan en España, Taurus, Madrid, 1988, págs. 28 y 82).
(7) E. RENAN, Souvenirs..., pág. 55. Renard lo achacará a la filosofía, pero tam-
bién, en cierta medida, a la sensualidad (E. RENARD, Renan..., ed. cit., págs. 44-76).
(8) Jean PSICHARI, Ernest Renan. Jugements et souvenirs, Les Editions du Monde
Moderne, París, 1925, pág. 151.
(9) E. RENAN et M. BERTHELOT, Correspondance. 1847-1892, Calmann Lévy,
Paris, 1898.
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(88) E. RENAN, L’avenir..., ed. cit., pág. 95.
(89) A. THIBAUDET, Histoire de la littérature française de 1789 à nos jours, Stock,
Delamain et Boutellau, París, 1946, pág. 354.
(90) E. RENAN, prólogo a Essais de morale et de critique (1859), en Oeuvres
Complètes, ed. cit., tomo II, pág. 15.
(91) E. RENAN, Souvenirs..., pág. 44.
(92) E. RENAN, Prólogo a Feuilles Détachées, en Oeuvres Complètes, ed. cit., tomo
II, págs. 943 y 945.
(93) Citado por H. MASSIS, Jugements, ed. cit., pág. 14.
(94) H. PSICHARI, Renan d’après-lui-même, ed. cit., pág. 274.
(95) W. GUETEE, E. Renan devant la science..., ed. cit., págs. 207 y 459.
(96) J. GUITTON, Renan et Newman, ed. cit., pág. 24.
(97) Charles PERRAUD, obispo de Autun, A propos de la mort et des funérailles de
M. Ernest Renan. Souvenirs et impressions, H. Chapelliez et cie, 2ª ed., París, 1893, págs.
56-58.
ces este ser querrá resucitar el pasado para reparar las innumera-
bles iniquidades que se cometieron. Dios existirá cada vez más y
cuanto más exista más justo será” (108). Este tipo de expresiones,
f recuentes en la obra de Renan, en las que se niega lo que se afir-
ma y se afirma lo que se niega permite suscribir, parcialmente, la
crítica de Lemaître cuando indicaba que en su prosa hay un “en-
cantador galimatías” (109), en cuanto a lo ininteligible de ellas.
Como advirtió Pommier, para Renan, la palabra Dios, ad-
q u i e re diversos significados —ninguno de ellos expre s i vo de su
realidad—, pues a veces es “una idea”, “una mera palabra”, “la
sublimación de nuestras aspiraciones más altas” (110); es “inma-
nente al unive r s o” y como éste no es estático “es el d e venir unive r-
sal” que “se hace con él” (111). Como indicó Guitton, Re n a n
“concibió el cambio como indefinido y eterno, que no es otra cosa
que la misma vida divina”, de modo que “Dios no es el origen de
ese cambio ni tampoco su término”, sino que “ese devenir uni-
versal es Di o s” (112). En otras ocasiones, continúa Pommier, para
Renan, Dios es la naturaleza, el universo, el todo absoluto, la re a-
lidad de las cosas, la historia, la razón, la razón del mundo, el alma
del mundo, la idea, el genio del hombre genial, la virtud del hom-
bre virtuoso, la bondad del alma sensible (113). Antistius, el
sacerdote de Nemi, imaginado por Renan en los albores de la for-
mación de Roma, liberal y ateo, se expresa así: “Los dioses son una
injuria a Dios. Dios será, a su vez, una injuria a lo divino. Los dio-
ses son caprichosos, egoístas, limitados. El Dios único que los
absorberá será frecuentemente caprichoso, egoísta, limitado. Se
mata a los hombres por los dioses particulares, nacidos del malen-
tendido y del contrasentido. Se matará a los hombres por el Di o s
único, surgido de una primera aplicación de la razón. La acción
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(108) E. RENAN, Diálogos filosóficos, ed. cit., págs. 111-112.
(109) Jules LEMAITRE, Les contemporains. Etudes et portraits littéraires, Prémiere
Série, Librairie H. Lecène et Oudin, París, 1886, pág. 212.
(110) Jean POMMIER, La pensée religieuse de Renan, F. Rieder et Cie Editeurs,
París, 1925, págs. 15, 18 y 16.
(111) J. POMMIER, La pensée religieuse de Renan, ed. cit., págs. 18-20.
(112) J. GUITTON, Renan et Newman, ed. cit., pág. 135.
(113) J. POMMIER, La pensée religieuse de Renan, ed. cit., pág. 22.
pues hay que estudiar mucho para ello (189). Por tal motivo ,
tenía que haber dos clases de católicos y el catolicismo debía evo-
lucionar en tal sentido: “es deseable una reforma liberal del cato-
licismo (...) Que la Iglesia admita dos categorías de cre yentes, los
que se aferran a la letra y los partidarios del espíritu. A un cierto
grado de cultura racional, la creencia en lo sobrenatural es, para
muchos, imposible; no obliguéis a esos a llevar una envoltura de
plomo” (190). Para Renan la humanidad se dividía en los hom-
bres superiores, a los que naturalemente pertenecía, y una masa
mediocre: “El hombre útil se da en la pro p o rción de uno por un
millón” (191).
Como quiera que fuera, por orgullo o por otros motivos, el
caso es que se inventó una filosofía “religiosa” a su medida (192),
a su mayor gloria y a la de los que, como él, constituían espíritus
s u p e r i o res al resto de la humanidad, a fin de corregir la obra divi-
na y superar la humillación que entrañaba una religión en la que
nos sabemos pendientes de Dios y sujetos a su voluntad.
En L’ave n i r, obra de juventud pero publicada en su anciani-
dad, refleja su sentir vital durante todo ese tiempo. Ahí podemos
leer pasajes como estos: “Pa rece natural creer que la gracia viene
de lo alto; no ha sido hasta mucho más tarde que se ha descubier-
to que sale del fondo de la conciencia” (193); “la religión del bien,
en el cristianismo”, “es una especie de sujeción humillante para la
dignidad humana; porque la realización del bien moral ya no es
una obediencia a las leyes impuestas, como la realización de lo
bello en una obra de arte no es la ejecución de determinadas
re g l a s” (194). Ese bien moral, en su plenitud, sólo será accesible a
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(189) E. RENAN, Souvenirs..., pág. 107.
(190) E. RENAN, La réforme intellectuelle..., ed. cit., pág. 98.
(191) E. RENAN, Diálogos filosóficos, ed. cit., pág. 67.
(192) Constituye un abuso de la palabra y del concepto considerar verdadera reli-
gión los despropósitos de Renan. Sin embargo, no han sido pocos los que, como
Kaplan, al estudiar la cuestión, no se refieren a la religión de Renan en sentido figura-
do, sino en su significado real (F. KAPLAN, “Du Dieu d’Abraham, d’Isaac et de Jacob au
Dieu en devenir”, ed. cit).
(193) E. RENAN, L’avenir de la science, ed. cit., pág. 92.
(194) E. RENAN, L’avenir de la science, ed. cit., págs. 82-83.
ña: “Un ideal que sea para el futuro lo que ha sido Cristo desde
hace 1800 años” (202). El drama de los héroes de los D ramas filo -
s ó f i c o s, de Próspero (203), de Antistius (204), de Arcy (205) y de
la abadesa de Jo u a r re (206), todos ellos defensores de esa nueva
religión sin Dios ni culto, consiste, como indicó Gouhier, en que
q u i e ren contar con la iglesia a la que pertenecen para realizar ese
cambio (207); así, “el futuro de la ciencia”, llega a ser el porve n i r
de la religión (208). Su ambición no era, tampoco, escasa. Se g ú n
uno de sus admiradores, Balcou, Renan “se propuso ser el Lu t e ro
de su época” (209).
Renan consideraba que la religión católica era cosa de gente
inculta, o de quienes, sin serlo, no meditaban suficientemente el
absurdo de su creencia, que una mente sabia y científica no podía
admitir, como lo expresa la frase anteriormente transcrita, sobre la
razón inversa entre la fe y la inteligencia más despierta, y la cre e n-
cia en los milagros: “El hombre ignorante admite la existencia de
s e res sobrenaturales que intervienen directamente en las cosas de
este mundo y se imagina que dirigiéndose a ellos y suplicándoles
puede obtener una acción beneficiosa a medida de sus deseos”; y
añade, rotundo: “pero jamás se ha visto que haya surtido efecto
una súplica de tal naturaleza” (210). En cambio, los seres superio-
res tenían acceso directo al estadio superior de perfección racio-
nal, religiosa y moral: “La religión racional no es accesible más
que a unos pocos” (211), ya que “la perfección en el estado actual
de la sociedad sólo es posible a muy pocos hombre s” (212). A su
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(202) E. RENAN, L’avenir de la science, ed. cit., pág. 86.
(203) E. RENAN, L’eau de Jouvence, ed. cit., págs. 508-509.
(204) E. RENAN, Le Prêtre de Nemi, ed. cit., pág. 590.
(205) E. RENAN, L’Abbesse de Jouarre, en Oeuvres Complètes, Calmann-Lévy, París,
1949, tomo III, pág. 628.
(206) E. RENAN, L’Abbesse de Jouarre, ed. cit., págs. 632 y 671.
(207) Henri GOUHIER, Renan auteur dramatique, Librairie Philosophique J.
Vrin, París, 1972, pág. 102.
(208) H. GOUHIER, Renan auteur dramatique, ed. cit., pág. 103.
(209) J. BALCOU, “La passion autobiographique chez Renan”, cit., pág. 7.
(210) E. RENAN, Diálogos filosóficos, ed. cit., pág. 25.
(211) E. RENAN, L’avenir de la science, ed. cit., pág. 345.
(212) E. RENAN, L’avenir de la science, ed. cit., pág. 346.
otro?” (229). Y poco después: “Siempre hay que seguir las deci-
sión más virtuosa, sin estar seguros de que la virtud no sea más
que una palabra” (230).
Chaix-Ruy ha mostrado que la deriva de Renan fue acentuán-
dose hasta, por una parte, llegar al ateismo total en 1878 (231), y
por otra parte, fue incrementándose su escepticismo hasta abarcar
la moral (232) y caer en el esteticismo (233). Ya en su Pr i è re sur
l’ Ac ropole había dicho: “Una filosofía, perversa sin duda, me ha
l l e vado a creer que el bien y el mal, el placer y el dolor, lo bello y
lo feo, la razón y la locura se transforman unos en otros median-
te matices tan indiscernibles como el cuello de la paloma” (234).
¿Lo creía, realmente?
¿ Fu e ron el estudio y el conocimiento científico los que deter-
m i n a ron su giro religioso o, más bien, la hipert rofia del yo, la
megalomanía y el egocentrismo, características de su personalidad
apuntadas por Chauvin (235), a pesar de que su obra es una apo-
logía a la mayor gloria de Renan?
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(229) E. RENAN, L’eau de Jouvence, ed. cit., pág. 481.
(230) E. RENAN, L’eau de Jouvence, ed. cit., pág. 482.
(231) J. CHAIX-RUY, Ernest Renan, ed. cit., págs. 412-413.
(232) J. CHAIX-RUY, Ernest Renan, ed. cit., pág. 310.
(233) J. CHAIX-RUY, Ernest Renan, ed. cit., pág. 402.
Allier había indicado que el ideal de Renan “es puramente estético” y que la reli-
gión es absorbida por el arte (R. ALLIER, La philosophie d’Ernest Renan, ed. cit., págs.
156 y 157).
(234) E. RENAN, en Souvenirs, ed. cit., págs. 78-79.
(235) C. CHAUVIN, Renan, ed. cit., pág. 104.