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El Gran Héroe Celeste

El Gran Héroe Celeste fue Set, quien mató a Osiris, así convirtiéndose en el conquistador del sol y su calor,
siendo así el dios del fuego (Horus rojo) y era representado por la constelación de Orion.

Esta constelación era la anunciadora de las lluvias, concepto atribuido a la divinidad doble Sut-har (Set-
Horus), el héroe que vencía el calor solar, dios de la lluvia y la fertilidad. En el culto persa, Mithra mata al
toro (o Tauro, la constelación que llevaba la influencia solar de Júpiter a la humanidad). Análogamente, en
el culto egipcio, Sut-har mata al león. El león representa al furioso calor estival (destrucción) y,
psicológicamente, a las furiosas emociones que no se saben dominar, las cuales deben ser vencidas por el
mago que quiera practicar los antiguos misterios. El león también representa a los cultos paternos de Osiris.

Para el pueblo egipcio, la aparición de la estrella Sirio (la estrella de Set) coincidía con el primer día del año
(16 de julio) y anunciaba el comienzo del desborde del río Nilo (las aguas del Nilo salvaban a la tierra de la
sequía) y la constelación de Orion (Sut-har) anunciaba el posterior periodo de lluvias.

De aquí nace el culto de las brujas, o sea, una sobrevivencia del culto egipcio a la fertilidad. Gran parte de
los rituales de las brujas eran con el fin de aumentar las cosechas por medio de la lluvia, concepto degradado
por los cristianos a que la bruja invocaba la lluvia para desencadenar granizadas y tempestades para destruir
la fertilidad.

Satán (derivación de Set y An, la divinidad suprema de los sumerios) era representado, en la hechicería
medieval, como un chivo negro. Esto se debe a que Capricornio (chivo) es la constelación en la que el sol
entra cuando alcanza su extrema declinación meridional en el solsticio de invierno, o sea, cuando se hunde
mas allá del horizonte. Entonces, Satán pasa a ser símbolo del Dios-Sol en el abismo (oscuridad), o sea, es
la luz negra del sol.

Se ha dicho que del León muerto nace la vida. En términos zodiacales, la tibieza primaveral, representada
por el Carnero (el portador de la vida) se convierte en el furioso calor estival, representado por el León
(portador de la muerte) que debe ser muerto para que haya nueva vida y nueva muerte.

La muerte no existe en sí misma. En el Viejo Eón de Osiris, el hombre debía morir para poder vivir
exactamente como el Sol que moría en el ocaso y renacía en la aurora. En realidad, el Sol es siempre el
mismo, pasa a través de varias fases y nunca muere. Cada nuevo acto cumplido por el hombre lo hace morir
y resurgir en un nuevo estado de conciencia. La muerte física no es otra cosa que el abandono de un
vehículo que se hizo inútil para soportar nuevos cambios. El final consiste en purificarse a sí mismo hasta
escapar de la rueda del tiempo.

(Síntesis Temática elaborada por Fernando Villalobos a partir de los libros La Magia de Atlántida, La
Magia Roja y La Magia Estelar de Frank G. Ripel)

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