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ALBO

COMENTARIOS AL TRATADO
“RECREACIONES HERMETICAS”.

Ensayo dedicado a mis Amigos del Círculo Hermético para su debate grupal.

Introducción.
Este interesante y atractivo texto del siglo XIX tiene a muchos de nuestros Amigos del
Arte inquietos, e incluso ofuscados, en la tarea laberíntica de la interpretación de la
literatura hermética, como si nuestra Ciencia Magna no fuese ya de por sí un camino lleno
de oscuridad. Por esta razón, sintiendo en mí el deber de ayudarles con su cometido y que
permita una salida más pronta, es que escribo este breve ensayo, sabiendo muy bien que
siempre puede estar sujeto a las más variadas críticas.

En este breve análisis del respectivo tratado, voy a exponer en primer lugar que el mismo
desarrolla la vía húmeda universal con el rocío; en segundo lugar, trataré de establecer un
paralelo con el tratado del maestro Cyliani, resaltando los puntos que tienen en común y
también aquellos en los que difieren; por último, me detendré a detallar con
escrupulosidad el proceso indicado desde la preparación del Disolvente universal hasta
llegar a la Medicina Universal.

Espero que estas palabras sean de agrado y de gran provecho.

“UNA SOLA MATERIA,


UN SOLO VASO,
UN SOLO FUEGO,
UNA SOLA DISPOSICION.”

A – PRIMERA PARTE.
- SUMARIO: 1) La Materia Prima y la Primer Materia (o Sujeto del Arte). “UNA SOLA
MATERIA”. • La Primer Materia o Sujeto de la Filosofía. • La Materia Prima. 2) De la
Operación de la Gran Obra. Fases. 1- Comienzo de los trabajos de Hércules. 2- El Vaso
de la Naturaleza. “UN SOLO VASO”. 3 - El Fuego Natural o Filosófico. “UN SOLO FUEGO”.
4 – De la Cabeza de Cuervo al Alkhaest o Disolvente Universal. “UNA SOLA DISPOSICION”.
3) Breve comparación entre R.H. y “HERMES DESVELADO” de Cyliani.

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1) La Materia Prima y la Primer Materia (o Sujeto del Arte). “UNA MATERIA”.


Como primer punto, siempre en la mayoría de los tratados alquímicos acontece que la
primera cuestión a resolver es el que concierne a la materia a utilizar en la respectiva vía.

La interrogante que se presenta deviene todavía en un problema mayor cuando los


filósofos tienden a generar confusión y controversia (siempre en la invocación del debido
respeto al “juramento de mantener en silencio el secreto divino” que conlleva la Ciencia
de Hermes) cuando designan a la materia a manipular con términos vulgares, donde
pueden coincidir o no la Materia Prima con la Primer Materia o Sujeto del Arte.
De manera particular, viene al caso que el mismo texto lo aclare y advierta a los lectores:
“los antiguos, celosos de su secreto, han hablado de la materia bajo sus diversos aspectos
(…). Han confundido el sujeto de la filosofía con su materia prima, que no se tiene más que
tras mucho tiempo y arduos trabajos”.

La Primer Materia o Sujeto de la Filosofía.


Por lo general, los autores de los escritos herméticos comienzan dando pistas acerca de la
materia indispensable para el trabajo hermético y sin la cual los milagros nunca
acaecerían.
Específicamente, ya adentrándonos en el texto de R.H., podemos encontrar las siguientes
indicaciones:
1- a fuerza de buscar, algunos por fin lo han encontrado: pero al no encontrar nada en
la naturaleza capaz de disolverlo, pese a su simplicidad, y no pudiendo extraerle los
elementos por ningún otro método, se les ocurrió subir hacia su fuente común;
habiendo bebido en ella, llegaron por fin, felizmente, a la meta de su designio.
2- Por lo tanto, este seguro de que sin el agua ígnea compuesta por la luz pura del
sol y de la luna le será imposible vencer los numerosos obstáculos que se
multiplicarán incluso a su vista, (…), esta agua que algunos llaman con razón
“espíritu universal” (…), es de una virtud y penetración tan grande, que todos los
cuerpos que son tocados por ella vuelven con facilidad su primer ser.
3- Ya he dado a conocer que no era el agua de lluvia ni de Rocío lo conveniente para
esta operación; (…), sino un agua admirable extraída con astucia de los rayos del
sol y de la luna.
4- Bruno de Lanzac dice sabiamente que el fuego vive del aire y que hay que buscar el
azufre de los sabios en los lugares donde más abunda el aire, porque él llama a esta
agua, indiferentemente, azufre o mercurio, ya que contiene a ambos y goza de sus
propiedades.
5- - por consiguiente, la luna es el receptáculo u hogar común del que todos los sabios
han oído hablar: es la fuente de su agua viva. Por tanto, si se quiere reducir a agua
los rayos del sol, elige el momento en que la luna nos los transmite con abundancia,

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es decir en el plenilunio o muy cerca del; de esta forma tendrá el agua ígnea de los
rayos del sol y de la luna en su mayor fuerza.
6- - se puede comenzar el trabajo tan pronto como el sol se ponga, y continuarlo
durante toda la noche; pero hay que parar al amanecer, pues su luz dispersa el
espíritu y no se recogen más que una flema inútil y nociva.
7- - Sepan, no obstante que siendo el espíritu astral el padre putativo de la piedra,
hay que recoger una gran cantidad de él. Esta cosecha no puede hacerse de una sola
vez, por esto se empleará todo el tiempo que dure el trabajo, que es de tres años, por
lo menos. (…). Volvamos al principal sujeto de la filosofía.
8- - Todos los sabios están de acuerdo en decir, y es una verdad incontestable, que la
obra se hace de una sola cosa a la que no se añade nada extraño en la que no hay
que quitar más que las inmundicias y lo superfluo.
9- - ignoran que, desde el comienzo y el fin del trabajo, nuestra materia es doble;
quiero decir que tiene un agente y un paciente sin los que no habría acción alguna
en el vaso; que el agente hace el papel de macho y el paciente el de hembra, y que
ambos juntos, aunque separados por su naturaleza, no constituye más que un solo
cuerpo, llamado a tal efecto Rebis o dos cosas en una.
10- - Ferrare describió este objeto como una piedra que no es tal, que es dura y blanda y
que no tiene precio. (…). Bruno de Lanzac: “elegid, dijo, una materia que tenga
brillo metálico” y a esto añadiré: que no sea metal ni mineral; de otra forma no
serviría de nada. Sabréis por lo demás que el brillo no es más que el sello de la
materia y lo que la revela a los ojos del sabio (…).

En estos fragmentos citados, me he tomado la molestia de distinguir (señalados en


negrita) con rigor la verdadera Materia del Magisterio de Hermes, esto es, el Sujeto del
Arte, que ha recibido distintas denominaciones a través de los siglos y por los mismos
autores herméticos, y que sin embargo todos ellos han coincidido en la descripción de los
mismos caracteres de este cuerpo indispensable. Nuestra Gran Obra, entonces, no puede
ser llevado a buen término sino por lo que en la mayoría de los tratadistas se encuentra
con las denominaciones de: “Anima Mundi”, “Spiritus Mundi” o “Espíritu Universal”, y de
manera más clásica, “nuestro Mercurio”.

La Materia Prima.
El tratado en cuestión tiene la particularidad de no hacer énfasis en la caracterización de
la materia prima; sencillamente se limita en su mayor parte a descartar las distintas
hipótesis que puedan cumplir el papel de ésta (rasgo típico de toda la literatura
alquímica).

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Sin embargo, una lectura más profunda e integral, permite discernir la materia prima
“portadora” de la primera materia. Para llegar a esta conclusión se debe tener una noción
básica de cómo en otros libros la misma vía es explicitada y trabajada.

Las pistas para aclarar este punto tan esencial se encuentra, a mi modo de ver, en los
siguientes fragmentos del tratado:

- Todo el mundo sabe hoy que la luz que nos envía la luna no es más que la que recibe
del Sol, a la que viene a unirse la luz de los otros astros. Por consiguiente, la luna es el
receptáculo u hogar común del que todos los filósofos han oído hablar: es la fuente de su
agua viva. Por tanto, si usted quiere reducir a agua los rayos del sol, elija el momento en
que la luna nos los transmite con abundancia, es decir, en el plenilunio o muy cerca de
él: de esta forma tendrá el agua ígnea de los rayos del Sol y de la Luna en su mayor
fuerza.
- Pero aún hay que cumplir determinadas disposiciones indispensables, sin las cuales no
se obtendría más que un agua clara e inútil.
- No hay más que un tiempo apropiado para hacer esta cosecha de los espíritus astrales.
Este es cuando la Naturaleza se regenera, pues en esta época la atmósfera está
completamente llena del espíritu universal. Los árboles y las plantas que reverdecen y
los Animales que se entregan a la acuciante necesidad de la procreación nos hacen
conocer particularmente su benigna influencia. La primavera y el otoño son, por
consiguiente, las estaciones que debe usted elegir para este trabajo; pero sobre todo, es
preferible la primavera. (…)
- También es necesario que el cielo esté limpio y que no haya viento en absoluto; tan solo
el frescor agitado de la noche, pues sin esto no se obtiene más que un espíritu muy débil
e incapaz de actuar.
- Se puede comenzar el trabajo tan pronto como el sol se ponga y continuarlo durante
toda la noche; pero hay que parar al amanecer, pues su luz dispersa el espíritu y no se
recoge más que una flema inútil y nociva.
- 1) No necesitamos para este trabajo ni Alambique, ni Retortas ni mucho menos Sales,
Espíritus ardientes, ácidos o Corrosivos, etc.

Por todo lo que aquí se señala, por analogía con otros textos y tratados relativos a la vía
húmeda universal (que los hay muchos), puedo inferir que la materia prima de la que se
vale Recreaciones Herméticas corresponde al rocío común, por la sencilla razón de que
coincide en su totalidad con todas las descripciones que hacen los autores herméticos en
cuanto a la recolección del Rocío y las condiciones óptimas necesarias para su
manipulación, sean éstas climáticas, astrológicas, geográficas, topográficas, etc. Además,
al tratarse de una vía universal, siempre se explicita en estos libros la inutilidad de
recurrir a sales, atramentos, menstruos y demás corrosivos, prefiriendo en su lugar, la
utilización de agua meteórica como materia prima que más espíritu universal atrapa
durante su descenso hacia el mundo sublunar.

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2) De la Operación de la Gran Obra. Fases.


Para no perdernos, esbozaré que las principales fases del Magisterio en esta Vía consiste
en:
1° - Recolección de la materia prima y su tratamiento.
2° - Trabajos de Hércules (obtención del Mercurio Filosófico).
3° - Preparación o Confección del Azufre Filosófico.
4°- Conjunción y Medicina Universal.

1 – Comienzo de los “Trabajos de Hércules”.


De acuerdo a numerosos autores clásicos, nuestro Arte ha recibido una curiosa
denominación: Agricultura Celeste. Esto por la comparación que hacen muchos de ellos
de la manera de como los agricultores trabajan su tierra vulgar, respecto de la manera de
como los Artistas operan con NUESTRA Tierra o tierra Filosófica. Por eso R.H. reitera: “(…)
Notaréis aquí que este trabajo se parece al de los jardineros que riegan sus jardines.”
Para empezar: ¿en qué consiste la labor de los agricultores? En preparar la tierra, separar
sus partes heterogéneas, ararla y regarla, esto es, mojar y secar. Los Filósofos no hacen
cosa distinta: obtienen Nuestra Tierra, la preparan y aplican el Axioma indicado en la
Tabla Esmeralda: “Solve et Coagula”, que traducido a un lenguaje menos técnico (cosa
que no realizaré jamás de nuevo si no es entre nosotros) no es más que mojar y secar.
Esta sencilla operación ha sido denominada muchas veces como “imbibición” o
“ablución”.

2 - El Vaso de la Naturaleza.- “UN SOLO VASO”.


La única dificultad que nos encontramos en el texto y por el cual este ensayo puede ser
objeto de críticas severas estriba en esto: ¿Dónde conseguimos Nuestra Tierra (o tierra
filosófica)? Pregunta que no puede ser pasada por alto, pues ella es el puntapié inicial de
todo el proceso ulterior.
Se dice “Vaso de la Naturaleza” en contraposición al vaso común o de los químicos
vulgares que pueden ser de muchos tipos, formas y materiales. Pero el Único Vaso del que
se trata aquí es el vaso que va a servir de receptáculo de Nuestra Materia. Por eso R.H.
aclara muy sabiamente:
“El Vaso de Naturaleza es la tierra preparada, que hay que regar con su espíritu. Se le llama vaso
y en efecto, lo es, ya que contiene. El espíritu que se le añade no es una cosa extraña, ya que todo
ha salido de él y que nuestra tierra está formada de él.”
Por eso Hermes nos dice terminantemente: “La Tierra es su nodriza”.

Para los estudiantes que han profundizado en esta clase de Vía Húmeda, no pueden tener
más que una sola respuesta: la Tierra nace de la putrefacción del rocío (o lluvia). ¿Cómo?
Hay varias maneras, pero podemos señalar ejemplificativamente: por putrefacción del

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rocío en un tonel de roble, o mediante digestión por 40 días vulgares a temperatura


filosófica de rocío o agua de lluvia.
Una vez obtenida la putrefacción, lo siguiente es una cuestión de razonamiento común:
separar el agua para poder tener la Tierra a regar:
“Llenaréis de él el Vaso de Naturaleza y lo destilaréis a fuego muy lento para
quitarle la flema. Encontraréis en el fondo algo de fijo, que os guardaréis de retirar. Verted
encima más espíritu en la misma proporción y continuad así la destilación, hasta que el
recipiente no pueda contener más y que todo permanezca fijo en el fondo. (…)”
Lo que R.H. nos quiere decir es que se debe proceder a tomar una porción del agua
putrefacta y destilarla suavemente para separar su bendita Tierra.

“Es necesario también que nuestra tierra sea dividida en sus más pequeñas partes, para
sacar a la luz sus grandes riquezas y esto ocurrirá así si la regáis a menudo con su espíritu y la
dejáis otras tantas veces secar. En esta operación se evapora la flema, pero el espíritu permanece
y se incorpora con la tierra, que salifica hasta su completa saturación; entonces, no pudiendo ser
contenido el espíritu que se añade, reacciona sobre el que la tierra ha fijado y lo obliga a
disolverse, lo mismo que hiciera la sal. Por esto, esta disolución se compara con un mar y
porque el espíritu que se añade está unido a una humedad que altera y corrompe. De su mezcla
resulta un movimiento de fermentación seguido de putrefacción y por consiguiente, de
regeneración, porque la fermentación cambia la Naturaleza de los cuerpos y en la putrefacción
no hacen más que cambiar sus vestiduras por otras nuevas y tanto más ricas y brillantes, cuanto
el Espíritu motriz es de un origen más elevado”.

Describiendo paso a paso el método, R.H. continúa: a la tierra separada, se la debe


parcelar, como hacen los campesinos. Posteriormente, se la riega, se la vuelve a dejar
secar, se la vuelve a regar, y así sucesivamente… Pero la explicación alquímica presente es
solo una: la Putrefacción como “la llave que abre todos los misterios” lleva consigo la
separación de los principios filosóficos o Elementos de una cosa, en este caso, del agua de
los cielos en su estado de Ghur Universal o Caos Regenerado. Una vez producida, y luego
de separada la tierra mediante una suave destilación, se debe mojar con más agua
putrefacta el suelo filosófico reiteradas veces, lo que hace que cada vez que se seque, la
tierra filosófica retenga el Espíritu de Vida que contiene atrapada el agua.

La pregunta que se nos viene a la mente inmediatamente es: ¿Cuánto se debe de asperjar
sobre la tierra filosófica? La respuesta no se hace tardar: es la Ley de los Pesos de la
Naturaleza. Los pesos de la naturaleza no son ni serán nunca conocidos para el Hombre;
sencillamente es un secreto que excede a su capacidad cognoscitiva humana. Lo cual no
impide tener un parámetro observable en la Naturaleza, que bien lo han indicado todos
los Filósofos que tratan esta vía:
“La humedad que puede contener la materia, sin derramarla al exterior, es la medida que debe
observarse para los empapamientos y lo que llamamos el peso de Naturaleza.”
Una vez más observamos aquí el lenguaje puramente técnico alquímico de nuestra
Ciencia, que no tiene parangón alguno con el del vulgo. Y que implica mucho más: revela
con precisión uno de los Tiempos Filosóficos en nuestro Trabajo: el Día Natural, esto es,
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el tiempo que toma en secarse la materia mojada con el Caos Regenerado, que puede ser
más o menos extenso que la duración del día normal, pues depende en gran medida de las
condiciones climáticas del momento del año y de la zona geográfica en que se esté
desarrollando la Obra:
“Aunque no nos servimos de fuego corriente para nuestras operaciones, es sin embargo
cierto que necesitamos una temperatura bastante elevada para que la evaporación pueda hacerse
y que la materia no languidezca ni se pierda. Por consiguiente, es útil e indispensable, durante el
invierno y en el lugar de trabajo, hacer un poco de fuego, pero no el suficiente como para que
llegue a calentar a la materia, lo que sería peor que carecer de él. No es necesario que la
temperatura pase de quince grados Reamur (18º C.)”

Siguiendo con este sencillo razonamiento, que no es otro que la misma labor que realiza la
Naturaleza en sus continuas transformaciones, otra interrogante se abre: ¿Cuántas
imbibiciones son necesarias? R.H. nos lo dice, aunque sin embargo considero un número
algo excesivo. Pero caritativamente, nos da un tip de importancia hacia el final:
“No son suficientes menos de cincuenta abluciones, pues cada ablución, hasta la perfecta
disecación, es contada como un día natural o filosófico, de forma que nuestros días pueden
durar una semana según la estación, la calidad y la cantidad de materia sometida al trabajo. El
gran secreto de los Sabios para acortar el tiempo es dividir la materia, para que los días tengan
menos duración.”

3 - El Fuego Natural. “UN SOLO FUEGO”.


Diré algo que puede irritar un poco al lector, pero no es mi intención hacer demostración
alguna de una falsa humildad o verborragia alquímica, que de hecho, no puedo alardear al
ser un estudiante más en sus primeros pasos. Pero quiero si, a toda costa, remitiéndome a
las palabras del máximo axioma hermético que señalé al comienzo, dejar sentado un
punto de vital importancia. Hasta aquí, e incluso más adelante y hasta la finalización de
los trabajos de Hércules, solo hay un único fuego del cual nos vamos a servir para operar
las transformaciones en el trayecto hacia el Magisterio: el Fuego Natural, o Filosófico,
por contraposición al Fuego Vulgar o Elemental. Así nos lo dice R.H.:
“La materia que sirve de vaso sirve igualmente de horno, ya que el espíritu que introducís
ahí es un fuego natural que la cuece y la digiere, por servirme, hasta el final, de expresiones
filosóficas.”

Es sumamente claro y sin rodeos: Nuestro Fuego es el mismo S.M. que se introduce en la
Tierra y se va fijando constantemente con las abluciones. Espíritu Universal siempre
inquieto y que nunca cesará de obrar hasta su perfecta fijación final.

No está de más agregar que “los químicos vulgares queman con el fuego, pero nosotros
mojamos con nuestro fuego”.

4 – De la Cabeza de Cuervo al Alkhaest o Disolvente Universal. “UNA SOLA


DISPOSICION”
Los cambios fenoménicos alquímicamente propios de la materia pueden ser visualizados
recién en esta sub-etapa del Magisterio.

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Las abluciones realizadas sobre nuestra Tierra han colmado a ésta de porciones
significativas de S.M., el cual nunca cesa en su acción, como portador del movimiento y de
la vida.
Este espíritu incansable produce que la materia entre en agitación una vez más, y se
manifiesta hacia el exterior como una segunda putrefacción, acarreando que ésta se
ennegrezca. Una vez alcanzado este nuevo punto de referencia, debemos dejarla
descansar sin añadir más agua putrefacta, salvo que sea indispensable para que no se
seque del todo.
Pasado un tiempo (que el tratado no especifica), nos dice R.H:
“Después de la fermentación, la materia se hunde; entonces es brillante como la pez y de un
bello color negro; es el signo de la putrefacción, que se llama « cabeza de cuervo ». A
continuación se deseca poco a poco y cambia a un color gris ceniza. Pronto aparece, alrededor
del vaso, un círculo Capilar de la mayor y resplandeciente blancura. Este Círculo aumenta cada
vez más hasta que todo sea de una blancura perfecta.”

El cambio que se debe observar - si todo marcha bien - es el que los Sabios en todas las
épocas han señalado: 1) negro, o nigredo, 2) blanco o albedo, 3) rojo o rubedo.
De ello se desprende que de haber alcanzado con satisfacción el negro más negro de todos
los negros, el siguiente cambio que debe manifestarse es el blanco o aparición del Cisne.
Esta alegoría alquímica señala que debe apreciarse la aparición de cristales blancos sobre
la materia en estado de nigredo. Una acotación que no es para nada desdeñable, es aquella
que preceptúa que entre el negro y el blanco, pueden aparecer colores variados, que los
autores denominan Cola del Pavo Real o Arco Iris. Pero la cauda pavonis no debe ser un
estadio que tenga una duración prolongada, sino que debe ser transitorio.
Hemos llegado aquí, según el texto, a realizar uno de los mayores deseos anhelados por
los Filósofos: la elaboración cierta del Mercurio, el deseo de todo alquimista. Pero nos
advierte que este Mercurio es aún muy inmaduro, y que entonces se debe proceder a
enaltecer mediante “sublimaciones”, no vulgares, sino Filosóficas. ¿Cómo se hace? ¿A qué
se refiere? Sencillamente se trata de aplicar la misma Disposición: solve et coagula, mojar
y secar, abluciones, imbibiciones…
“Este polvo blanco o materia regenerada es el Mercurio aún niño, al que hay que poner las
alas de águila en la cabeza y en los talones, es decir, desde los pies a la cabeza, para que pueda
volar y elevarse a la región más alta, que es el Cielo. Hay que sublimarlo tantas veces como en
su disolución en el espíritu astral;”

Advierte claramente el tratado que con cada una de las sublimaciones filosóficas, se
separa un precipitado, que debe ser apartado y guardado celosamente:
“dejará detrás una tierra que se precipitará y que tendréis que
recoger con mucho cuidado”.
Esta nueva materia que se retira, es la que más adelante se servirá para dar a luz a
nuestro Azufre Filosófico, de ahí la cabal importancia de no desecharla.

El siguiente paso, entonces, es llevar nuestro Mercurio a Disolvente Universal.


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Para hacer esto, se debe disolver el Mercurio con agua putrefacta. Hecho esto, indica R.H.
que debe retirarse las nuevas heces que se generan. Se toma esta solución y se la guarda
en un lugar fresco (yo agregaría: y oscuro).
A continuación, debe sucederse un fenómeno extraordinario: la solución en cuestión se
verá estratificada en tres tipos de capas correspondientes a 3 depósitos salinos:
1°- una sal de aspecto algodonoso que flota en la superficie, y que se la identifica con
el Mercurio propiamente dicho;
2°- una segunda especie salina como hebras y de naturaleza del Nitro;
3°- una sal fija y mineral que se asienta en el fondo del vaso.

Inmediatamente, se debe apartar cada una de las sales. Se toma de la primera clase y se la
disuelve con más rocío putrefacto. Con este líquido se imbibe la sal fija hasta llevarla a
nueva putrefacción.
De esta manera es como se opera las sublimaciones en nuestro Arte, que difieren tan
diametralmente opuesta a las de la química vulgar, pues nosotros no nos valemos del
fuego común para realizar nuestros trabajos.
Cuando se haya llevado a ese nuevo estado nuestro cuerpo, tendremos la “Segunda
Águila” o Sublimación filosófica de nuestro Mercurio. El discurso es claro y coincidente
con muchos otros: mientras más veces se reitere este procedimiento, mayor será el poder
de nuestro Mercurio. Lo que no se debe hacer es ocasionar la exaltación del mismo más
allá de la 9na sublimación filosófica, puesto que entonces el Alkhaest o Azogue será tan
penetrante que no habrá recipiente que pueda contenerlo y perderíamos nuestro todo el
esfuerzo realizado hasta aquí. En conclusión: lo que hacemos en esta parte del proceso es
purificar al máximo y concentrar el S.M.
Una última advertencia a tener en cuenta: la tierra que queda atrás de cada sublimación
se debe extraer y reunirlas con las que más arriba se alertó que no debían ser
desechadas.

3) Breve comparación entre R.H. y “HERMES DESVELADO” de Cyliani.


Muchos comentaristas al texto de R.H. tienen la tentación de asimilarlo con otro de gran
estima para todos los filósofos de la naturaleza: Hermes Desvelado, de Cyliani, escrito por
este misterioso autor del que poco y nada se sabe de su vida, y que sitúa su obra
alrededor de principios del siglo XVIII.
Una lectura rápida de Cyliani, y sin la menor intención de querer adentrar en detalles
superfluos ni enjundiosos que ameritarían otro ensayo e incluso un análisis más
profundizado, nos hace entrever mucha similitud en la manera de operar: siempre
aconseja utilizar una misma disposición: solve et coagula. Cosa que es muy cierta.

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Y sin embargo, ambos se valen de materias primas distintas para la consecución de su


Obra Magna.
Fuera de esa similitud, no hay mucho que acotar, puesto que, en tanto que R.H. se vale de
lo más universal sobre la Tierra como lo es el rocío (y como también puede serlo el agua
de lluvia), Cyliani recurre a la utilización de un Imán Filosófico para atraer hacia él su
Acero Mágico: cenizas de roble llevadas a su perfecta calcinación. Estas contienen
abundante cantidad de potasa (carbonato de potasio), sustancia altamente higroscópica,
que atrae la humedad circundante, y de esa manera, simultáneamente atrapa el S.M. del
vientre de Aries (Aire).
Segunda gran diferencia: en cuanto a la materia prima, enseña que otro de las
componentes que entran en la preparación corresponde a una “materia andrógina” o
“materia que contiene las dos naturalezas”. Para entender de qué se trata, Cyliani escribe:
“No olvidéis tampoco que la solución misteriosa de la materia o el matrimonio mágico
de Venus con Marte se hizo en el templo del que os he hablado anteriormente, por una
bella noche, el cielo calmo y sin nubes, (…)”.

Esto solo nos da la pauta que la materia sobre la cual va a aplicar las imbibiciones no es
otra que una mezcla de sales de hierro (Marte) y de cobre (Venus).
El resto de la labor que realiza es en todo parecido a la que describe R.H., y solo eso.
Tercero: el resultado de la Vía explicitada por Cyliani no tiene como resultado una
Medicina Universal, por más que el autor a todas luces trate de convencernos. Ha
utilizado materias ya especificadas en el Reino Metálico, y por tanto el resultado no puede
ser otro que el de la Piedra Filosofal en sentido estricto, esto es, aquella medicina propia
del reino mineral que quitará de sus enfermedades a los metales y los llevará a su
perfección final: el oro. -

FIN PRIMERA PARTE.

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BIBLIOGRAFIA:

Este sucinto artículo no podría haber salido a la luz si no hubiese fuentes bibliográficas
que me sirvieron de guía en el laberinto de R.H.
Me refiero a los libros y opúsculos que develan la Vía Húmeda Universal, tanto en su
materia como en su faz operativa y que presentan la peculiaridad de ser claros y concisos.
Entre ellos debo citar:
- Claro de Luna Químico – J. F. FLEISCHER
- Aurea Catena Homeri
- Nueva Luz Química – COSMOPOLITA
- Sal universal de la naturaleza – S. BACSTROOM
- Explicación final al Mutus Liber – GOTHIC

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