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COMENTARIOS AL TRATADO
“RECREACIONES HERMETICAS”.
Ensayo dedicado a mis Amigos del Círculo Hermético para su debate grupal.
Introducción.
Este interesante y atractivo texto del siglo XIX tiene a muchos de nuestros Amigos del
Arte inquietos, e incluso ofuscados, en la tarea laberíntica de la interpretación de la
literatura hermética, como si nuestra Ciencia Magna no fuese ya de por sí un camino lleno
de oscuridad. Por esta razón, sintiendo en mí el deber de ayudarles con su cometido y que
permita una salida más pronta, es que escribo este breve ensayo, sabiendo muy bien que
siempre puede estar sujeto a las más variadas críticas.
En este breve análisis del respectivo tratado, voy a exponer en primer lugar que el mismo
desarrolla la vía húmeda universal con el rocío; en segundo lugar, trataré de establecer un
paralelo con el tratado del maestro Cyliani, resaltando los puntos que tienen en común y
también aquellos en los que difieren; por último, me detendré a detallar con
escrupulosidad el proceso indicado desde la preparación del Disolvente universal hasta
llegar a la Medicina Universal.
A – PRIMERA PARTE.
- SUMARIO: 1) La Materia Prima y la Primer Materia (o Sujeto del Arte). “UNA SOLA
MATERIA”. • La Primer Materia o Sujeto de la Filosofía. • La Materia Prima. 2) De la
Operación de la Gran Obra. Fases. 1- Comienzo de los trabajos de Hércules. 2- El Vaso
de la Naturaleza. “UN SOLO VASO”. 3 - El Fuego Natural o Filosófico. “UN SOLO FUEGO”.
4 – De la Cabeza de Cuervo al Alkhaest o Disolvente Universal. “UNA SOLA DISPOSICION”.
3) Breve comparación entre R.H. y “HERMES DESVELADO” de Cyliani.
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es decir en el plenilunio o muy cerca del; de esta forma tendrá el agua ígnea de los
rayos del sol y de la luna en su mayor fuerza.
6- - se puede comenzar el trabajo tan pronto como el sol se ponga, y continuarlo
durante toda la noche; pero hay que parar al amanecer, pues su luz dispersa el
espíritu y no se recogen más que una flema inútil y nociva.
7- - Sepan, no obstante que siendo el espíritu astral el padre putativo de la piedra,
hay que recoger una gran cantidad de él. Esta cosecha no puede hacerse de una sola
vez, por esto se empleará todo el tiempo que dure el trabajo, que es de tres años, por
lo menos. (…). Volvamos al principal sujeto de la filosofía.
8- - Todos los sabios están de acuerdo en decir, y es una verdad incontestable, que la
obra se hace de una sola cosa a la que no se añade nada extraño en la que no hay
que quitar más que las inmundicias y lo superfluo.
9- - ignoran que, desde el comienzo y el fin del trabajo, nuestra materia es doble;
quiero decir que tiene un agente y un paciente sin los que no habría acción alguna
en el vaso; que el agente hace el papel de macho y el paciente el de hembra, y que
ambos juntos, aunque separados por su naturaleza, no constituye más que un solo
cuerpo, llamado a tal efecto Rebis o dos cosas en una.
10- - Ferrare describió este objeto como una piedra que no es tal, que es dura y blanda y
que no tiene precio. (…). Bruno de Lanzac: “elegid, dijo, una materia que tenga
brillo metálico” y a esto añadiré: que no sea metal ni mineral; de otra forma no
serviría de nada. Sabréis por lo demás que el brillo no es más que el sello de la
materia y lo que la revela a los ojos del sabio (…).
La Materia Prima.
El tratado en cuestión tiene la particularidad de no hacer énfasis en la caracterización de
la materia prima; sencillamente se limita en su mayor parte a descartar las distintas
hipótesis que puedan cumplir el papel de ésta (rasgo típico de toda la literatura
alquímica).
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Sin embargo, una lectura más profunda e integral, permite discernir la materia prima
“portadora” de la primera materia. Para llegar a esta conclusión se debe tener una noción
básica de cómo en otros libros la misma vía es explicitada y trabajada.
Las pistas para aclarar este punto tan esencial se encuentra, a mi modo de ver, en los
siguientes fragmentos del tratado:
- Todo el mundo sabe hoy que la luz que nos envía la luna no es más que la que recibe
del Sol, a la que viene a unirse la luz de los otros astros. Por consiguiente, la luna es el
receptáculo u hogar común del que todos los filósofos han oído hablar: es la fuente de su
agua viva. Por tanto, si usted quiere reducir a agua los rayos del sol, elija el momento en
que la luna nos los transmite con abundancia, es decir, en el plenilunio o muy cerca de
él: de esta forma tendrá el agua ígnea de los rayos del Sol y de la Luna en su mayor
fuerza.
- Pero aún hay que cumplir determinadas disposiciones indispensables, sin las cuales no
se obtendría más que un agua clara e inútil.
- No hay más que un tiempo apropiado para hacer esta cosecha de los espíritus astrales.
Este es cuando la Naturaleza se regenera, pues en esta época la atmósfera está
completamente llena del espíritu universal. Los árboles y las plantas que reverdecen y
los Animales que se entregan a la acuciante necesidad de la procreación nos hacen
conocer particularmente su benigna influencia. La primavera y el otoño son, por
consiguiente, las estaciones que debe usted elegir para este trabajo; pero sobre todo, es
preferible la primavera. (…)
- También es necesario que el cielo esté limpio y que no haya viento en absoluto; tan solo
el frescor agitado de la noche, pues sin esto no se obtiene más que un espíritu muy débil
e incapaz de actuar.
- Se puede comenzar el trabajo tan pronto como el sol se ponga y continuarlo durante
toda la noche; pero hay que parar al amanecer, pues su luz dispersa el espíritu y no se
recoge más que una flema inútil y nociva.
- 1) No necesitamos para este trabajo ni Alambique, ni Retortas ni mucho menos Sales,
Espíritus ardientes, ácidos o Corrosivos, etc.
Por todo lo que aquí se señala, por analogía con otros textos y tratados relativos a la vía
húmeda universal (que los hay muchos), puedo inferir que la materia prima de la que se
vale Recreaciones Herméticas corresponde al rocío común, por la sencilla razón de que
coincide en su totalidad con todas las descripciones que hacen los autores herméticos en
cuanto a la recolección del Rocío y las condiciones óptimas necesarias para su
manipulación, sean éstas climáticas, astrológicas, geográficas, topográficas, etc. Además,
al tratarse de una vía universal, siempre se explicita en estos libros la inutilidad de
recurrir a sales, atramentos, menstruos y demás corrosivos, prefiriendo en su lugar, la
utilización de agua meteórica como materia prima que más espíritu universal atrapa
durante su descenso hacia el mundo sublunar.
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Para los estudiantes que han profundizado en esta clase de Vía Húmeda, no pueden tener
más que una sola respuesta: la Tierra nace de la putrefacción del rocío (o lluvia). ¿Cómo?
Hay varias maneras, pero podemos señalar ejemplificativamente: por putrefacción del
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“Es necesario también que nuestra tierra sea dividida en sus más pequeñas partes, para
sacar a la luz sus grandes riquezas y esto ocurrirá así si la regáis a menudo con su espíritu y la
dejáis otras tantas veces secar. En esta operación se evapora la flema, pero el espíritu permanece
y se incorpora con la tierra, que salifica hasta su completa saturación; entonces, no pudiendo ser
contenido el espíritu que se añade, reacciona sobre el que la tierra ha fijado y lo obliga a
disolverse, lo mismo que hiciera la sal. Por esto, esta disolución se compara con un mar y
porque el espíritu que se añade está unido a una humedad que altera y corrompe. De su mezcla
resulta un movimiento de fermentación seguido de putrefacción y por consiguiente, de
regeneración, porque la fermentación cambia la Naturaleza de los cuerpos y en la putrefacción
no hacen más que cambiar sus vestiduras por otras nuevas y tanto más ricas y brillantes, cuanto
el Espíritu motriz es de un origen más elevado”.
La pregunta que se nos viene a la mente inmediatamente es: ¿Cuánto se debe de asperjar
sobre la tierra filosófica? La respuesta no se hace tardar: es la Ley de los Pesos de la
Naturaleza. Los pesos de la naturaleza no son ni serán nunca conocidos para el Hombre;
sencillamente es un secreto que excede a su capacidad cognoscitiva humana. Lo cual no
impide tener un parámetro observable en la Naturaleza, que bien lo han indicado todos
los Filósofos que tratan esta vía:
“La humedad que puede contener la materia, sin derramarla al exterior, es la medida que debe
observarse para los empapamientos y lo que llamamos el peso de Naturaleza.”
Una vez más observamos aquí el lenguaje puramente técnico alquímico de nuestra
Ciencia, que no tiene parangón alguno con el del vulgo. Y que implica mucho más: revela
con precisión uno de los Tiempos Filosóficos en nuestro Trabajo: el Día Natural, esto es,
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el tiempo que toma en secarse la materia mojada con el Caos Regenerado, que puede ser
más o menos extenso que la duración del día normal, pues depende en gran medida de las
condiciones climáticas del momento del año y de la zona geográfica en que se esté
desarrollando la Obra:
“Aunque no nos servimos de fuego corriente para nuestras operaciones, es sin embargo
cierto que necesitamos una temperatura bastante elevada para que la evaporación pueda hacerse
y que la materia no languidezca ni se pierda. Por consiguiente, es útil e indispensable, durante el
invierno y en el lugar de trabajo, hacer un poco de fuego, pero no el suficiente como para que
llegue a calentar a la materia, lo que sería peor que carecer de él. No es necesario que la
temperatura pase de quince grados Reamur (18º C.)”
Siguiendo con este sencillo razonamiento, que no es otro que la misma labor que realiza la
Naturaleza en sus continuas transformaciones, otra interrogante se abre: ¿Cuántas
imbibiciones son necesarias? R.H. nos lo dice, aunque sin embargo considero un número
algo excesivo. Pero caritativamente, nos da un tip de importancia hacia el final:
“No son suficientes menos de cincuenta abluciones, pues cada ablución, hasta la perfecta
disecación, es contada como un día natural o filosófico, de forma que nuestros días pueden
durar una semana según la estación, la calidad y la cantidad de materia sometida al trabajo. El
gran secreto de los Sabios para acortar el tiempo es dividir la materia, para que los días tengan
menos duración.”
Es sumamente claro y sin rodeos: Nuestro Fuego es el mismo S.M. que se introduce en la
Tierra y se va fijando constantemente con las abluciones. Espíritu Universal siempre
inquieto y que nunca cesará de obrar hasta su perfecta fijación final.
No está de más agregar que “los químicos vulgares queman con el fuego, pero nosotros
mojamos con nuestro fuego”.
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Las abluciones realizadas sobre nuestra Tierra han colmado a ésta de porciones
significativas de S.M., el cual nunca cesa en su acción, como portador del movimiento y de
la vida.
Este espíritu incansable produce que la materia entre en agitación una vez más, y se
manifiesta hacia el exterior como una segunda putrefacción, acarreando que ésta se
ennegrezca. Una vez alcanzado este nuevo punto de referencia, debemos dejarla
descansar sin añadir más agua putrefacta, salvo que sea indispensable para que no se
seque del todo.
Pasado un tiempo (que el tratado no especifica), nos dice R.H:
“Después de la fermentación, la materia se hunde; entonces es brillante como la pez y de un
bello color negro; es el signo de la putrefacción, que se llama « cabeza de cuervo ». A
continuación se deseca poco a poco y cambia a un color gris ceniza. Pronto aparece, alrededor
del vaso, un círculo Capilar de la mayor y resplandeciente blancura. Este Círculo aumenta cada
vez más hasta que todo sea de una blancura perfecta.”
El cambio que se debe observar - si todo marcha bien - es el que los Sabios en todas las
épocas han señalado: 1) negro, o nigredo, 2) blanco o albedo, 3) rojo o rubedo.
De ello se desprende que de haber alcanzado con satisfacción el negro más negro de todos
los negros, el siguiente cambio que debe manifestarse es el blanco o aparición del Cisne.
Esta alegoría alquímica señala que debe apreciarse la aparición de cristales blancos sobre
la materia en estado de nigredo. Una acotación que no es para nada desdeñable, es aquella
que preceptúa que entre el negro y el blanco, pueden aparecer colores variados, que los
autores denominan Cola del Pavo Real o Arco Iris. Pero la cauda pavonis no debe ser un
estadio que tenga una duración prolongada, sino que debe ser transitorio.
Hemos llegado aquí, según el texto, a realizar uno de los mayores deseos anhelados por
los Filósofos: la elaboración cierta del Mercurio, el deseo de todo alquimista. Pero nos
advierte que este Mercurio es aún muy inmaduro, y que entonces se debe proceder a
enaltecer mediante “sublimaciones”, no vulgares, sino Filosóficas. ¿Cómo se hace? ¿A qué
se refiere? Sencillamente se trata de aplicar la misma Disposición: solve et coagula, mojar
y secar, abluciones, imbibiciones…
“Este polvo blanco o materia regenerada es el Mercurio aún niño, al que hay que poner las
alas de águila en la cabeza y en los talones, es decir, desde los pies a la cabeza, para que pueda
volar y elevarse a la región más alta, que es el Cielo. Hay que sublimarlo tantas veces como en
su disolución en el espíritu astral;”
Advierte claramente el tratado que con cada una de las sublimaciones filosóficas, se
separa un precipitado, que debe ser apartado y guardado celosamente:
“dejará detrás una tierra que se precipitará y que tendréis que
recoger con mucho cuidado”.
Esta nueva materia que se retira, es la que más adelante se servirá para dar a luz a
nuestro Azufre Filosófico, de ahí la cabal importancia de no desecharla.
Para hacer esto, se debe disolver el Mercurio con agua putrefacta. Hecho esto, indica R.H.
que debe retirarse las nuevas heces que se generan. Se toma esta solución y se la guarda
en un lugar fresco (yo agregaría: y oscuro).
A continuación, debe sucederse un fenómeno extraordinario: la solución en cuestión se
verá estratificada en tres tipos de capas correspondientes a 3 depósitos salinos:
1°- una sal de aspecto algodonoso que flota en la superficie, y que se la identifica con
el Mercurio propiamente dicho;
2°- una segunda especie salina como hebras y de naturaleza del Nitro;
3°- una sal fija y mineral que se asienta en el fondo del vaso.
Inmediatamente, se debe apartar cada una de las sales. Se toma de la primera clase y se la
disuelve con más rocío putrefacto. Con este líquido se imbibe la sal fija hasta llevarla a
nueva putrefacción.
De esta manera es como se opera las sublimaciones en nuestro Arte, que difieren tan
diametralmente opuesta a las de la química vulgar, pues nosotros no nos valemos del
fuego común para realizar nuestros trabajos.
Cuando se haya llevado a ese nuevo estado nuestro cuerpo, tendremos la “Segunda
Águila” o Sublimación filosófica de nuestro Mercurio. El discurso es claro y coincidente
con muchos otros: mientras más veces se reitere este procedimiento, mayor será el poder
de nuestro Mercurio. Lo que no se debe hacer es ocasionar la exaltación del mismo más
allá de la 9na sublimación filosófica, puesto que entonces el Alkhaest o Azogue será tan
penetrante que no habrá recipiente que pueda contenerlo y perderíamos nuestro todo el
esfuerzo realizado hasta aquí. En conclusión: lo que hacemos en esta parte del proceso es
purificar al máximo y concentrar el S.M.
Una última advertencia a tener en cuenta: la tierra que queda atrás de cada sublimación
se debe extraer y reunirlas con las que más arriba se alertó que no debían ser
desechadas.
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Esto solo nos da la pauta que la materia sobre la cual va a aplicar las imbibiciones no es
otra que una mezcla de sales de hierro (Marte) y de cobre (Venus).
El resto de la labor que realiza es en todo parecido a la que describe R.H., y solo eso.
Tercero: el resultado de la Vía explicitada por Cyliani no tiene como resultado una
Medicina Universal, por más que el autor a todas luces trate de convencernos. Ha
utilizado materias ya especificadas en el Reino Metálico, y por tanto el resultado no puede
ser otro que el de la Piedra Filosofal en sentido estricto, esto es, aquella medicina propia
del reino mineral que quitará de sus enfermedades a los metales y los llevará a su
perfección final: el oro. -
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BIBLIOGRAFIA:
Este sucinto artículo no podría haber salido a la luz si no hubiese fuentes bibliográficas
que me sirvieron de guía en el laberinto de R.H.
Me refiero a los libros y opúsculos que develan la Vía Húmeda Universal, tanto en su
materia como en su faz operativa y que presentan la peculiaridad de ser claros y concisos.
Entre ellos debo citar:
- Claro de Luna Químico – J. F. FLEISCHER
- Aurea Catena Homeri
- Nueva Luz Química – COSMOPOLITA
- Sal universal de la naturaleza – S. BACSTROOM
- Explicación final al Mutus Liber – GOTHIC
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