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LA FE EN UN MUNDO EN CRISIS

1- LA CRISIS EN EL MUNDO ACTUAL

El título de este tema parece tan pretencioso, “La fe en un mundo en crisis”. Es un


tema tan amplio que sólo cabe hacer un cierto esquema que, tal vez, pueda ofrecer un
marco de referencia o reflexión.

Se trataría de saber primero de qué crisis se trata, y segundo qué le cabe a la fe –


concretamente a los creyentes- frente a la crisis. De modo que estos serán los dos
interrogantes que planteo al comienzo de mi charla. Vamos a tratar de contestar de qué
crisis se trata y qué les cabe a los creyentes ante la crisis del mundo actual.

Y esta charla quisiera ser, a la vez, una presentación del pensamiento –o de algunos
pensamientos- del Papa Juan Pablo II. El Papa se nos presenta como un vigía que otea el
acontecer de la historia hacia Oriente y hacia Occidente, y al hemisferio norte y al
hemisferio sur, y que puede por lo tanto captar desde su atalaya el movimiento de la
actual crisis del mundo.

Pertenece a la responsabilidad de un Papa seguir el acontecimiento del mundo, como


avisorarlo siempre. Por otra parte el mismo Papa Juan Pablo II, es él mismo en cierto
aspecto, creyente como el cristianismo más representativo y por eso puede decirnos él
con cierta autoridad moral qué le cabe al creyente. Por este motivo voy a sacar a relucir
algunas reflexiones, voy a recurrir a ciertos textos y datos de sus encíclicas “Redemptor
Hominis” y “Dives in Misericordia”.

Al hablar de crisis se dice ante todo un estado subjetivo, de una incertidumbre más o
menos generalizada; el hombre no sabe, la humanidad no sabe qué ocurrirá en el actual
proceso de la hitoria, no sabe tampoco bien qué hacer. La imagen de la crisis es la imagen
de la encrucijada en la cual no se sabe, en ciertos momentos al menos, qué camino
tomar.

Como estado subjetivo la crisis importa una especie de mezcla de sentimientos


antitéticos y cruzados que los podríamos expresar con las cuatro primeras palabras que la
Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” del Vaticano II. “Gozo y esperanza” por una
parte, “tristeza y angustia” por otra. Quien tiene todo eso a la vez, por una parte gozo y
esperanza y por otra parte tristeza y angustia, está en estado de crisis. Sufre la
mabigüedad propia de su estado de ánimo.

Se habla además de crisis actual, es decir del momento presente que implica
evidentemente una referencia al futuro inmediato. Se trata de evaluar la situación del
momento presente para poder preveer lo que nos puede sobrevenir. De modo que la
evaluación del presente nos revela por una parte posibilidades positivas que se abren ante
nuestro futuro y por eso hay una esperanza, pero por otra parte, también la evaluación
del presente nos sugiere posibles amenazas y por eso hay angustia.

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Juan Pablo II caracteriza el momento presente de una manera muy simple. Para él en
este momento estamos como a las puertas y a las vísperas del año dos mil, en el segundo
milenio del cristianismo y den entrar en el tercer milenio, como dice en el texto de
Redemptor Hominis: “Está ya muy cerca el año 2000; es difícil decir en estos momentos lo
que ese año implicará en el cuadrante de la historia humana y cómo será para cada uno
de los pueblos, naciones, países y continentes. Por más que ya desde ahora, se puedan
preveer algunos acontecimientos”. Nº 1.

Digamos entonces directamente, de qué crisis se trata en el momento actual. La voy a


esquematizar en 10 puntos, no muy explicados porque no tenemos tiempo para ello, pero
los voy a enumerar con tres anotaciones. Simplemente para que vean hacia dónde va el
tema.

Primer punto. Una de las situaciones que origina la crisis está en el hecho del
hambre, la desnudez, la falta de vivienda; cosas todas éstas que componen la figura de la
pobreza o de la miseria actual, carencia de alimento, de vestido y de techo. Como signo
positivo se constata, sin duda, en este momento de la historia, que la moderna tecnología
combinada con la industrialización ha hecho posible la producción de bienes de consumo,
de vivienda, de vestido, etc. Esto es un signo positivo, sin embargo, por diversos factores
no se ha llegado a eliminar el problema. Hoy en día casi una cuarta parte de lo habitantes
del mundo vive en la pobreza y una miseria absoluta –no relativa- absoluta. Bajo tres
aspectos el futuro no se muestra promisorio en este punto.
- El primer aspecto es el demográfico pues se espera que la población mundial aumente
casi dos mil millones para el año 2000, entonces será cinco veces mayor y consumirá cincuenta
veces más que a principios de siglo. Habría que hacer un gran esfuerzo tecnológico para poder
cubrir esta cantidad de bocas.
- Segundo aspecto: muchas inversiones, que podrían orientarse hacia la mayor producción
de alimentos, son desviadas hacia otras metas no necesarias y aún nocivas, como la creciente
producción de aemamentos.
- Tercer aspecto: la situación de pobreza tiende a agravarse debido a la crisis generalizada
de la economía que, en un informe del Club de Roma se resume de esta manera: “El estancamiento
e inflación que reasume la economía mundial es un signo negativo”. Un poco por eso, el sistema
monetario está en un dilema y la civilización industrial misma es cuestionada. La sombra de la crisis
insoluble del petróleo está extendiéndose sobre la mayoría de los paíse, tanto desarrollado como en
vías de desarrollo.

Esto es el primer punto: el hambre, y en general el tema de LA MISERIA. Este es un


punto de crisis. ¿Qué pasará con la masa de pobres en el futuro inmediato? ¿Cómo va a
reaccionar?.

Segundo punto. Una fuente de amenaza y de crisis está dada en el plano de la


enfermedad y de la salud. Sin duda este problema no es característico de la actual época
y siempre los hombres se vieron amenzados por la enfermedad incurable, evidentemente
por las epidemias o males análogos. Como signo positivo está también, sin duda, los
progresos de las ciencias médicas y biológicas, en este sentido el ídice de longevidad es
en muchas partes mayor. Hay enfermedades que han logrado ser dominadas,
definitivamente dominadas.

Sin embargo, se alza siempre sobre la humanidad, también ahora, el espectro de las
enfermedades devastadoras, particularmente habría que atender aquí a aquellas

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enfermedades que surgen precisamente de las modernas condiciones de vida, de trabajo y
de convivencia urbana. Habría que atender de un modo particular –ya que los diarios nos
traen el tema de moda- el carácter cada vez más masivo de las patologías del circuito
humano, ya no enfermedades biológico-anatómicas, sino las anormalidades psicológicas
que tienden a tornarse cada vez más extendidas y masivas. Este es el segundo punto de
la crisis: LA ENFERMEDAD.

Tercer punto. Podríamos señalar qué problemas surgen de los que podríamos llamar
“casa del hombre”, el asentamiento geográfico del hombre. Y apunto en este aspecto a
tres hechos.
- Primero lo que suele llamarse y suele ser descrito también en términos del Club de Roma
de esta manera: “El deterioro de la biósfera”. Los cuatro sistemas biológicos principales que
sostienen la vida humana, a saber las zonas oceánicas pesqueras, los bosques, los pastizales, las
tierras de cultivo; todos están en una situación apremiante... Una décima parte de Sudamérica, una
quinta parte de Asia y Africa, una cuarta parte de Australia, amenazan con convertirse en zonas
desérticas. La devastación y la contaminación del medio ambiente se encuentran en todas partes.
También lo describe y lo reitera este hecho Juan Pablo II en la R.H., en D.M. y en varios de sus
discursos.
- Segundo hecho. Podemos indicar los trastornos físicos, psicológicos y también morales
que acarrea el asentamiento en las grandes urbes o lo que se llama las “megápolis” modernas;
problema señalado de manera muy acuciante por Pablo VI en “Octogessima Adveniens” (Nº 8 al
14).
- Tercer hecho. La necesidad que recae sobre muchos individuos en el mundo de hoy de
emigrar, y particularmente diríamos “el éxodo rural”.

Estos tres hechos se inscriben en esto que llamamos de un modo general el


ASENTAMIENTO HUMANO. El ambiente en que vive el hombre –que le puede resultar
nocivo- es el tercer punto de crisis.

Hemos visto hasta aquí tres puntos o situaciones de crisis: la miseria, la enfermedad, el
asentamiento en ambientes nocivos o inhumanos. Los tres se inscriben en el ámbito de la
relación del hombre con la naturaleza, una relación que se funda en el dominio, en la
explotación, en el dominio científico y técnico de lo que el hombre ha de ejercer sobre la
naturaleza, sobre la materia y las cosas. Podemos concluir en líneas generales, de estos
tres puntos, que las tres situaciones señaladas brotan del insuficiente dominio de la
naturaleza por parte del hombre, sea porque no quiere, porque también interviene el
factor pereza o el desvío hacia metas que no son las más necesarias humanamente.
Podemos concluir que las tres situaciones globales señaladas constituyen formas de
destrucción o de amenazas, sobre todo de la vida biológica, de la vida humana en su
dimensión biológica. Se juega el tema de la muerte; la mayor o menor proximidad de la
muerte.

Los hechos o situaciones que voy a señalar a continuación, o sea, a partir del punto 4,
se inscriben en cambio en el ámbito de la relación con los otros hombres; no directamente
del hombre con la naturaleza, sino en el cuadro de relación de los hombres entre sí.
Globalmente pueden ser descritos como tensiones o conflictos entre los hombres.
Tensiones y conflictos por consiguiente de carácter social.

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Cuarto punto. Se refiere a los conflictos interiores a la sociedad familiar. Una de las
situaciones más críticas del mundo contemporáneo está en la crisis de las relaciones entre
varón y mujer, esposo-esposa y entre padres e hijos.
A mi juicio, una de las más profundas raíces de la crisis. En el fondo yo pienso que la
raíz más profunda de la crisis es ésta: la relación varón-mujer, padre-hijo; creo que es la
que está en el subsuelo más hondo del hombre de hoy. Es decir, las “relaciones
parentales”. Por nada –o por algo- apareció como analista de la cultura moderna, Freud, el
cual tocó como punto de análisis, precisamente, la relación paterna y todo el tema que
está en este tipo de relaciones parentales.

Por otra parte no es necesario acudir a Freud, supongo que todos los padres de familia
dirían, comprobarían que es uno de los puntos de fricción, de tensión, de conflictos de sus
vidas, y de angustias en sus vidas.

Apuntemos para resumir brevemente lo que llamamos la CRISIS DE LA INSTITUCION


FAMILIAR. Habría que enumerar muchas cosas, la crisis de la familia no es una mera
relación de crisis en la relación de libertad; la libertad de los hijos, la libertad de la esposa,
es en eso, pero no solo eso. En el mundo actual llega evidentemente a una crisis también
en el nivel de la vida, por eso están temas como el control de la natalidad y el aborto. En
el seno de las familias, de una manera particular, se pone en juego lo que es el valos de la
vida. La conciencia que el hombre tiene de la vida.

Quinto punto. Encontramos también los “conflictos de la sociedad civil”. Pasamos de


la sociedad familiar a la sociedad civil, donde nos sale al encuentro el desafío por la
construcción de una sociedad más libre, justa igualitaria y pacífica. Serían los cuatro
adjetivos que corresponde poner aquí: más justa, más libre, más igualitaria y más pacífica.

La describo brevemente. Primero podríamos decir que los conflictos en la sociedad civil
nacen de las diferencias excesivas o bien “irritantes” entre unos miembros de la sociedad
y otros. Nacen, si queremos hablar de esto en otro lenguaje, de las “formas de
marginación” o de “no-participación” de un sector de los miembros de la sociedad que lo
padece. También podríamos enunciarlo así: “ estos conflictos sociales o tensiones nacen
del hecho o de las formas de opresión del hombre por el hombre” En este punto hay un
lenguaje variado; el de las diferencias irritantes, el de las marginaciones, exclusiones,
proscripción , no-participación, el de la opresión del hombre por el hombre. Dicho de otro
modo, conflictos que nacen del hecho de imposibilitar en otros hombres el despliegue de
su libertad o de conculcar algunos de sus derechos humanos.

Estos conflictos de diferencias irritantes, de marginación, de opresión... y vean que las


fórmulas son de Juan Pablo II, por eso las uso aquí. Estos conflictos se dan en diversos
órdenes.
- Primero en el órden económico. Las diferencias o desigualdades irritantes entre pobres y
ricos. La brecha entre pobres y ricos que, como ya sbemos, se ha agrandado en los últimos diez
años. La no participación de amplios sectores en los bienes económicos, que no es lo mismo que el
fenómeno de la pobreza sin más. Está en el hecho de que “al lado del pobre está es excesivamente
rico”, lo cual crea una particular conciencia de irritación y de injusticia. Está descrito de una manera
notablemente fuerte en el Nº 11 de DM “... todo esto se desarrolla sobre el fondo de un gigantesco
remordimiento, constituído por el hecho de que, al lado de los hombres y de las sociedades bien

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acomodadas y saciadas, que viven en la abundancia, sujetas al consumismo y al disfrute, no faltan
dentro de la misma familia humana individuos ni grupos sociales que sufren hambre...”
- Segundo a nivel social. También se dan estas diferencias o las formas de no-participación
en los servicios que presta –o que ha de prestar- la sociedad. Los servicios de higiene, los servicios
médicos, los servicios de educación.
- Tercero en el orden político. También estas diferencias y estas formas de marginación se
dan a nivel político. Tensiones que se originan en el hecho de que sectores de la sociedad son
impedidos de participar en el ejercicio del poder político. De una manera o de otra. Esta es una
fórmula de Juan Pablo II y también esta: “ es la imposición del poder por parte del grupo a todos
los demás”. En esto habría que hablar evidentemente de cosas como las quiebras del Estado de
Derecho, la limitación o prohibición de las asociaciones intermedias, etc.

Estas tensiones se dan a distintos niveles entre individuos y sectores sociales de una
misma nación, pero también entre distintas naciones, eso que ha señalado Pablo VI en la
PP. El problema social ha dejado de ser un problema sólo entre clases o sectores sociales,
ha pasado a ser un problema de pueblos. Un problema de diferencia y opresión de
pueblos por parte de otros pueblos. También se da la diferencia irritante entre pueblos
pobres y pueblos ricos. Pueblos que están en la opulencia y pueblos que no tienen lo
elemental para su subsistencia; pueblos que pueden participar en las decisiones políticas e
internacionales y otros que no pueden. O la forma velada o sometida al veto. Pueden leer
los textos de RH que están en este orden.

Todos estos factores que acabo de decir constituyen, según la expresión de Juan Pablo
II y también de Puebla, una INJUSTICIA INSTITUCIONALIZADA, un estado permanente y
estructural de injusticia de orden internacional, de orden nacional. De modo que todo esto
clama hacia la instauración de un nuevo orden a nivel internacional y también dentro de
las diversas sociedades nacionales.

Sexto punto. El estado de tensión y agresión psicológica, económica, política, entr


sectores sociales y naciones: entre bloques Norte, Sur, etc. Tiende a “hacer sustituir el
diálogo por la violencia”, o sea, no hay simplemente diferencias y como una especie de
agresión interna psicológica o económica “aquietada”, sino que eso tiende a hacer sustituir
el diálogo por la violencia. Apuntemos dos hechos:
- Primero: falta de diálogo. Una falta de diálogo significativo, no de apariencias de diálogo o
de “débiles diálogos”, con poca voz. No quiero pasar por alto aquí que se han hecho también
algunos progresos, sobre todo a nivel de instituciones internacionales, donde los pueblos pobres
pueden tener alguna voz. Sin embargo, muy limitada en sus resultados. Por eso hay que marcar
esto: la falta de diálogo significativo de sectores trabajadores y empresarios; entre nación y nación;
entre el bloque del Este y el bloque del Oeste; entre el bloque de naciones del Norte y las del Sur.
Las divisiones dentro de cada una de estas áreas están haciéndose mayores y todos los sectores y
naciones están dirigiéndose hacia el aislamiento y la regresión política y social. Hay una retracción
del diálogo muy constatable en este momento. A nivel internacional y también dentro de muchas
naciones, ese es el hecho del “no diálogo”.
- Segundo: el paso a la violencia. Al permanecer invariadas las situaciones de injusticia y
desigualdad, las tensiones de carácter económico, social y político, intranacional o internacional, se
acrecientan llegando a la violencia, a la preparación cada vez más apresurada para la guerra, y aún
en algunos casos, a la guerra declarada.

Se hace patente así la crisis mundial en la aparición de la subversión, de la guerrilla y


de la represión irrespetuosa, y con ellas, la violación más profunda y más aguda de los
derechos humanos. Del derecho a la libertad, por ej. Los secuestros, las cárceles

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injustificadas; del derecho a la integración física, por ej. La tortura; del derecho a la vida,
por ej. Son las muertes, evidentemente, inexplicables o injustificadas.

Todos los hechos y situaciones que acabamos de enumerar, desde el punto 4º al 6º, se
sitúan en el cuadro de la relación del hombre con el hombre y constituyenb una
destrucción,un debilitamiento o una amenaza de la libertad o de la vida biológica del
hombre. Conculcación de derechos, derecho a una vida responsable y participativa, y del
derecho a la vida.

Séptimo punto. Queda por enumerar algo que se refiere, no ya a la relación del
hombre con el hombre, sino a la relación del hombre con “lo sagrado”, con Dios, con el
“misterio de Dios”. Y lo resumo en dos afirmaciones.
- El tránsito por el que el hombre pasa de una experiencia de sí mismo como ser
notablemente limitado y débil, a otra experiencia, la moderna, en la que se vé poseedor de un
gigantesco poder que le ha otorgado la ciencia y la técnica, pone en crisis muchas imágenes
religiosas tradicionales y obliga a una experiencia y a una conceptualización de los contenidos
religiosos revivida y reformulada de acuerdo a los nuevos condicionamientos culturales. Eso trae
una crisis en el nivel de la relación del hombre con lo sagrado, con Dios.
- Y añado: más allá de los mismos condicionamientos, de estos condicionamientos que
acabo de mencionar –que pueden ser asumidos por la religión y por la fe cristiana-, hay un
creciente movimiento que solemos llamar “secularista” que establece una condición para la
afirmación y para la liberación del hombre, la previa negación de lo “sagrado”. Es decir de Dios
como Absoluto. La quiebra de la fe en lo sagrado, en Dios, hace que el hombre se sienta
suspendido tan sólo de sí mismo y de la decisión de su libertad, sin la posibilidad de hacer pié o de
remitirse a un Absoluto divino, personal.

Desde el punto de vista religiosos, el hombre queda desligado de Dios pero, por lo
tanto, queda solo consigo mismo. De esto hay que ser muy conciente. Desde el punto de
vista religioso, la existencia del hombre quedaría a la intemperie, por así decirlo, digo esto
a modo de imagen. Y el hombre vive ese estado de “estar a la intemperie” desde el punto
de vista religioso, de forma ambigua... “Como libertad absoluta” pero, a la vez, como
“carencia de un último hogar”.

A quien no tiene Dios, se le abre todo el espectro, todo el horizonte de su libertad. Es


totalmente dueño de sí, no tiene que rendir cuenta a nadie. Pero carece de hogar último,
el hogar del cual pudiera salir y al cual pudiera regresar. Y así, el hombrese encuentra
existiendo sin origen, sin hogar de donde venga... sin paternidad última, como huérfano.
Existencialmente huérfano. Y también sin adónde ir, sin hogar donde retornar después de
la salida de su libertad. Se encuentra, por tanto, “sin saber de dónde, sin padre y sin
punto de referencia”. No ya como un peregrino, sino como un “errante”, girando. Eso es el
errante, el que gira siempre en torno a sí mismo sin llegar a ninguna parte. Y me parece
que esto que yo trato de describir un poquito con imágenes, me parece que esto trae un
factor de “crisis profunda”.

El hombre ante la presión de la ideología secularista, ante la desconfianza y la negación


de lo sagrado, de Dios como absoluto, queda así afectado por el “mal metafísico”. Un mal
no de tipo biológico, no psicológico, sino de raíces muy decisivas.

Los siete puntos que enuncié hasta aquí registraron hechos, o ciertas situaciones de
carácter sectorial. Unos, la relación con la naturaleza, otros, el sector de la relación con los

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demás hombres, el último abarcó el sector de la relación del hombre con Dios. Todos
estos registraron también un “carácter derivado”, es decir, hechos que se presentan como
resultado de otros hechos de carácter más profundamente “causal”.
Indico ahora los hechos que me parecen de nivel más causal, de los cuales se deriva todo
lo que vengo diciendo hasta ahora.

Octavo punto. La crisis se sitúa en un terreno “axiológico”, esto significa en el terreno


de “valores”. Es decir, dada la extensión, la rapidez y la profundidad del cambio, de las
transformaciones que ha tenido que vivir el hombre, la humanidad en un tiempo
relativamente breve, ha visto cuestionar y destruirse anteriores escalas de “sentidos” y de
“valores” y no ha podido aún –no sabremos si podrá o en cuanto tiempo podrá- reelaborar
de una manera vivencial y teórica una “nueva síntesis” de sentidos y de valores.

Globalmente se tata de una crisis de sentido. Del sentido y del valor de la vida, de la
persona y de la historia colectiva de la humanidad. ¿Para qué todo esto... A dónde va todo
esto... Cuál es el sentido? Y en este sentido uno dice quue hay una crisis “ética”. Del ethos
en que se sostiene la civilización. En ese sentido es una “crisis cultural” de raiz cultural.

Noveno punto. Uno de los fenómenos más decisivos e impactantes de la época


moderna y sobre todo de los años de la post-guerra, ha sido la aparición y el enorme
desarrollo de la ciencia y de la tecnología, uno de los hechos más notables.

Ahora bien, la ciencia y la tecnología constituyen en su conjunto “un instrumental que


sirve al hombre para lograr sus fines”. Pero en sí, la técnica pertenece al plano de los
instrumentos, de los “medios”. No es la misma tecnología, no son los técnicos los que fijan
los fines y los objetivos del empleo, del uso de los medios técnicos. Y así la humanidad se
encuentra con un gran “saber” acerca de los “medios”, pero con incertidumbre – y aún
con errores – acerca de sus fines, de los fines que ha de perseguir. La gran prueba es, por
ejemplo, que una gran parte de los recursos para la investigación técnica es dedicada para
objetivos militares y de guerra, no para substentar el problema del hambre en el mundo.
La culpa no la tiene la tecnología ni los medios, sino quien fija los fines, los objetivos de la
tecnología y de la investigación.

De modo que podríamos decir: “el hombre moderno sabe de los medios pero no sabe
de los fines”... no acierta con los fines. Ha acertado en encontrar medios, instrumentos,
pero no ha acertado con los fines humanos (auténticos, se entiende). Al saber acerca de
los “medios”, lo llamamos “ciencia y técnica”. Al saber acerca de los “fines”, de la vida
humana, de la historia, es decir, de los sentidos y valores que presiden la vida humana, lo
llamamos “sabiduría”.

La crisis del mundo está en que ha aumentado su ciencia pero no ha crecido por igual,
sino más bien parece haber disminuido, su sabiduría. De aquí un hecho que suele
constatarse y que un informe del Club de Roma expresa así, indica como uno de los
puntos de crisis del progreso técnico-científico en estado anárquico, la tecnología se
avalanza implacablemente haciendo caso omiso de las primordiales necesidades y
objetivos de la sociedad y de su capacidad de absorción distribuyendo injustamente costos
y beneficios.

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Décimo punto. Este punto se refiere a las “instituciones” o a las “estructuras de
convivencia humana”. Podemos enunciarlo así. La crisis está también en el hecho de que
las instituciones económicas, sociales, políticas, también culturales, educativas, no se han
adaptado suficientemente a los nuevos condicionamientos de la vida humana, al
surgimiento de nuevos fenómenos.

Igualmente, no se han adaptado al hecho de que los valores y los derechos humanos
de los que el hombre ya ha cobrado conciencia, no han encontrado su expresión
normativa en el plano de la conciencia y de las estructuras. El hombre ha tomado
conciencia de lo injusto y de las necesidad de la justicia pero eso no se ha expresado
suficientemente en la expresión normativa de las instituciones.

El Club Roma lo dice así, de esta otra manera: “La organización política del mundo
estructurado en bases de instituciones considerablemente anacrónicas y de mal
funcionamiento a nivel nacional e internacional, los asuntos humanos están mal
organizados y muy mal administrados”. Es una manera de decirlo un poco elegante, es
decir, yo lo resumiría así: hay un agotamiento de las instituciones y de los sistemas
económicos y políticos tradicionales en que necesitan como reparar radicalmente sus
mecanismos. Y a esto creo que se puede añadir también –además de la “debilidad de las
instituciones”- la falta mundial de liderazgo político sabio y constructivo. Carecemos, sin
duda, de conductores. Todo esto (vuelvo a lo que dije), parece reclamar un nuevo orden
insternacional. Esto es clamado en muchas partes.

Resumen de la primera parte


¿Cómo podríamos resumir estos diez puntos? Los resumo en dos instancias; una,
un poquito más larga, la otra, más breve.

Primera instancia. La primera instancia que resume todo lo que dije podríamos
enunciarla así: la crisis del mundo actual es una CRISIS CULTURAL o CRISIS DE LA
CIVILIZACION, tomando estos términos como sinónimos.

Vimos cómo la crisis del mundo actual se sitúa a tres niveles. El nivel, primero, del
“sentido” y del “valor”. Es una crisis que consiste en una cierta “carencia de sabiduría”. Es
decir, en la carencia de una síntesis vivida y pensada de valores. ¿Qué vale más..., qué
valemos?... Cada vez lo sabe menos la humanidad. Vale tanto una cosa como un hombre,
valen más las cosas que los hombres. Entonces, hay una “pérdida de síntesis”, de
jerarquía, de sentidos, de valores. Hay una confusión, porque en el fondo se trata de
saber “qué vale la pena, de qué es digno el hombre, qué sentido, qué valor vale la pena”.
Por qué vale la pena vivir y también por qué vale la pena morir. Esto lo tiene que saber
“antes que nada” el hombre... ¡antes que nada!... Aquel tesoro por el cual uno puede dar ,
vender todo lo demás. Eso es lo primero que hay que tener claro porque eso se
jerarquizan nuestros valores. Pero eso es oscuro, ha sido oscurecido en el mundo actual.

La crisis se sitúa, en el segundo lugar, en el nivel de las instituciones y de las


estructuras, en las que no se traduce una suficiente sabiduría, una jerarquía de valores
auténticamente humana. En tercer término, la crisis se sitúa en el nivel de los
instrumentos científico-técnicos. Como no hay “instituciones rectoras” que fijen fines

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plenamente humanos, la actividad y la investigación científico-técnica se anarquiza y se
desorienta hacia objetivos infra-humanos algunas veces... En el fondo parece que
desorienta hacia la meta de una creciente “sociedad de consumo” toda la tecnología, los
hechos que he analizado en los primeros números.

Ahora bien, todos estos niveles, el de los valores, el de las instituciones, el de los
instrumentos y el de las situaciones resultantes, constituyen el hecho global de lo que
llamamos “cultura” o “civilización” (tomando estos términos como sinónimos). Por esto
hablamos de crisis de civilización y de cultura, y no sólo de “crisis parciales”, económicas o
meramente políticas... sino total. Eso queremos decir cuando hablamos de crisis cultural o
crisis de la civilización, la totalidad de los aspectos de la vida y de la convivencia humana
está en juego y en cuestionamiento.

Y por eso también insistimos en la tarea de un “análisis cultural”. Es decir “global y


total”, no sólo que se agote la cosa, la reflexión en análisis parciales meramente
económicos o meramente políticos y ni aún tampoco meramente religiosos. Porque el
hombre es “todo el hombre” y si se lo parcializa aún en su análisis, se va por mal
camino... se acaba mintiendo.

Y también por esto insistimos que la “tarea de la fe”..., es decir, de la Iglesia como
comunidad de fe, es la de “replantearse” en este fin de milenio el problema de la
evangelización en términos de la “evangelización de la cultura” o de la civilización. Y no
solo de curar una sola dimensión de la sociedad, la económica o sólo la educativa o sólo la
política.

Segunda instancia. Esta segunda instancia que hago para resumir todo lo que
dije es mucho más breve. Le diría así: la crisis del mundo actual se puede resumir en esto:
los diversos factores señalados a través de estos 10 puntos coinciden en que se trata de
UNA AMENAZA A LA DIGNIDAD DEL HOMBRE. Siempre, a través de estos 10 puntos, uno
puede constatar que es tocada, amenazada, debilitada o destruida o bien la vida humana
a nivel biológica, o bien la libertad del hombre y sus derechos. Todo eso, la vida humana,
el cuerpo y los derechos de nuestra libertad y de nuestra responsabilidad, son lo que
constituyen la dignidad del hombre y por eso lo que está amenazado, lo que está en crisis,
es, en una palabra , la dignidad del hombre.

II. EL TEMA DE LA FE ANTE LA CRISIS

En realidad, con esto último que acaba de decir, la comunidad creyente, la Iglesia,
debe replantearse en términos de “Evangelización de la cultura” he comenzado un poco a
responder al segundo interrogante que nos hacíamos al comienzo... ¿qué le cabe a la fe
ante la crisis?

La fe no es una entidad abstracta, así como separada de todo sujeto. Se trata por
lo tanto de la fe que está en los sujetos creyentes, la fe de los creyentes. Es la fe del
pueblo de Dios, que se caracteriza, precisamente, por tener fe, fe en Cristo, fe cristiana.

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De modo que la pregunta completa sería esta: ¿qué les cabe a los creyentes con su fe
ante la crisis del mundo, de esta crisis que he tratado de describir en los 10 puntos...?

La fe puede entenderse en dos sentidos. La fe es una “actitud” puede entenderse la fe


como actitud, y puede entenderse la fe, en segundo lugar, como “contenido”. La actitud
de feconsiste en la actitud de confiarse en alguien, en este caso en Dios, porque es fe en
Dios. La fe en cuanto a su contenido implica una afirmación determinada acerca de ese
alguien de quien uno se confía, en este caso a Dios. Por ejemplo, una afirmación “Dios se
ha encarnado”, “María es madre de Cristo”, son afirmaciones que nos dan un contenido de
fe, más allá de una actitud, que es la de confiarse a Dios. Hay gente – sobre todo en
nuestra gente más sencilla- que no sabe mucho de “contenido de la fe” y que por
ejemplo confunden a Cristo con San Antonio, pero sin embargo, a nivel de “actitud” tiene
una fe enorme. Aunque no la sepa explicar en su contenido, tiene una capacidad de
entrega, de ponerse en manos de alguien, de un absoluto... que yo, como teólogo,
conociendo muy bien los contenidos, no la tengo... por eso distingo la fe como “actitud” y
la fe como “contenido”. Las dos cosas son importantes.
- Primer sentido. Atendiendo a la fe como “actitud” yo respondería a la pregunta hecha así:
a los creyentes les cabe, les corresponde “asumir con actitud de la fe la actual crisis del mundo”.
Asumir la crisis del mundo, es decir, no usar la fe en Dios y en la vida eterna como pretexto para
desentenderse del mundo, de la historia, y de esta vida terrena... sobre todo ahora que estamos en
tremendo momento de crisis.
La fe no puede desamparar al mundo en su estado actual. Hay que asumir la
responsabilidad propia que tenemos- ante la crisis- los creyentes. Para este tema les recomiendo
leer el Nº 4 de Redemptor Hominis.

Pero me parece de interés observar esta actitud en los últimos siglos de la historia de la
Iglesia. La Iglesia, el pueblo de Dios, más o menos hasta León XIII, se cerró notablemente en sí
misma y no se hizo cargo del mundo. Se explica: el “mundo” le atacaba tanto – el mundo del siglo
XVIII, XIX – y atacaba tanto sus cimientos, su fe, su moral, que el pueblo de Dios, la Iglesi se
cerrró en sí misma para defender la identidad de su propia fe. Era un encierramiento de
“autodefensa”, pero el resultado fue que los cristianos se desentendieran del curso de este mundo.

Por otra parte el mundo del siglo XVIII, XIX tenía una gran confianza en sí mismo, no tenía
crisis, más bien tenía una perspectiva optimista con el tema del “progreso indefinido” y de varios
factores más.

Un momento en que el mundo en su conciencia, no creía necesitar de la Iglesia ni de la fe.


Luego de esto, a partir de León XIII – pero más claro en el Vaticano II - , la Iglesia, el pueblo de
Dios, se abre un poco, “rompe sus muros” y se abre al diálogo con el mundo y a una presencia en
él, a una voluntad de asumir la responsabilidad correspondiente con esta historia. Así en Ecclesiam
Suam se señala claramente un proyecto pastoral nuevo de Pablo VI.

En el tiempo inmediato después de Ec. S. y del Concilio, diríamos en el post-concilio, nos


entra a los cristianos un momento de incertidumbre. En el primer contacto con el mundo, con sus
valores, con sus problemas, se “debilita” su propia identidad cristiana. No hay un reconocimiento de
la propia fe. Un aún lee y escucha csas que realmente son totalmente incoherentes con la fe. Hay,
en algunos, una cierta pérdida de la propia identidad cristiana, de creyentes. En otros, por temor, al
escuchar y al ver cierta pérdida de la identidad creyente, reaccionan en un sentido muy
“regresivo”... “hay que volver a enmurallarse” y a “encerrar a la Iglesia en la autodefensa” y salir
de todos los problemas del mundo, sociales, económicos, políticos, filosóficos, etc..

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Juan Pablo II, mejor dicho, desde el final de Pablo VI y el comienzo de Juan Pablo II, la
R.H. indica otra ruta. Hay que estar cierto ya de nuestra propia identdad y no ser superficial cuando
se habla de la propia fe, arriesgando pedantemente cualquier afirmación de fe que no lo es, que la
niega. Hay que tener clara la identidad cristiana, y segundo, estar ciertos de la propia identidad.
Hay que tener claro que “hay que estar presente en el mundo”, “en esta crisis” porque le
corresponde de una manera particular a la Iglesia. Ver cómo se pone al servicio y colabora en crear
rumbos y caminos para salir de esta situación. Eso me parece es la ruta trazada por Juan Pablo II y
para eso “hay que asumir la crisis del mundo con actitud de fe”. Se entiende, con la actitud de fe
en Dios.

Con fe, con la actitud de fe no significa lo mismo que con “optimismo” y tampoco significa
lo mismo que “con pesimismo”. Aquí está un poquito el secreto.

El optimismo tiene algo de “ilusorio” porque imagina que es fácil salir de la crisis... que hay
cambios... ya están para salir... El pesimismo también es “ilusorio” porque imagina que no hay
cambios, que es imposible salir. Y la fe como tal, pone cierto elemento crítico tanto al optimismo
como al pesimismo...

Al optimismo pone este elemento crítico: ¿aunque haya caminos, hay objetivos para salir de
la crisis? Que salgamos de la crisis no depende sólo de que haya caminos posibles, depende de “la
libertad del hombre” que, a lo mejor, no usa de esos caminos posibles. Entonces, la fe les dice “no
sean optimistas”...

Y al pesimismo que dice: no hay cambios, no se ve por dónde salir, “la historia no nos
presenta ninguna salida” La Iglesia también le pone un elemento crítico y les dice: “No importa que
no haya caminos, porque la libertad del hombre los puede inventar” y es ahí donde se sitúa
exactamente la fe...

Tomo un punto crítico entre optimismo y pesimismo. Estrictamente no sería la manera de


describir lo que es la “actitud de fe” con estos términos de “optimismo-pesimismo”. La Esperanza
no es optimismo, tampoco es pesimismo; es la “persuación”. La fe y la esperanza significan aquella
actitud o aquella conciencia que sabe que en el último término, el salir de la crisis depende de la
libertad del hombre. Que si tiene caminos abiertos, los puede desdeñar y no usar, y que si no los
tiene los puede inventar...

Entonces se juega, en último término, el salir de la crisis o el no salir de ella, en la libertad


del hombre. Y es por eso que hay que “creer en Dios” o “confiarse a Dios...”. Porque ¿cómo
podríamos simplemente los hombres confiarnos o estar seguros de nuestra propia libertad, del uso
que hagamos de nuestra propia libertad?. Es ahí donde tenemos que poner “el momento de la
oración” y de la “petición”... Como no sabemos “por donde ir a nuestra libertad”, tenemos que
rogar a Dios que envíe “su espíritu a nuestros corazones”, esto es, a nuestra libertad, para que la
mueva “en el sentido del amor”.

En la búsqueda de salida se juzga la fe. Y la fe como “oración”. Por eso siempre cuando
empezamos alguna empresa, los cristianos comenzamos pidiendo que venga el espíritu, que Dios
“nos envíe su espíritu”.

- Segundo Sentido. Atendiendo a la fe “contenido”, como contenido de afirmación, yo


respondería a la pregunta de esta manera –tratando de recoger el pensamiento de Juan Pablo II-:
“Al creyente le corresponde –ante la actual crisis del mundo-, primero, aferrar y comprender el
núcleo, el centro de su fe”. Comenzar con la afirmación de lo que es “el centro de la fe”. ¿Y cuál es

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el centro de la fe?... Es este: “La encarnación”. Si leen RH van a ver eso. Eso es lo central. El
“centro” de la fe es la “afirmación” que Dios se ha encarnado “en Cristo”, “en Jesus de Nazareth”.

Primera afirmación. Afirmar el centro, el núcleo: “Dios se ha encarnado en Jesus de


Nazareth”. Es una afirmación cristológica. El centro, el núcleo, la primera afirmación de la fe, es de
orden cristológico, no de orden antropológico. Esto que digo lo subrayo..., es de orden Cristológico.
La primera afirmación de la fe comienza con la afirmación de cristo porque eso es lo que “define” la
fe cristiana. Afirmar a Cristo y afirmar la encarnación. “Dios se ha encarnado”, de ahí el título de la
encíclica “Redemptor Hominis”.

Pero, ¿Qué significa esto de afirmar la encarnación? Para Juan Pablo II significa (no van a
encontra todas las palabras que yo digo en el texto de Juan Pablo II, pero el rumbo de las
reflexiones me hace decirlo de la siguiente manera):

1º) Afirmar la encarnación significa que en Jesus de Nazareth, en un hombre como


nosotros, ese que nació en la cuevita, de una muchacha que se llama María; en un hombre como
nosotros, está presente el Absoluto, el Infinito en un hermano nuestro. En un ser que es Jesús de
Nazareth, que es Cristo.

2 º) Esa presencia del Absoluto de Dios en Jesús de Nazareth, la expresa el mismo Jesús:
“Dios, el Absoluto, es mi Padre, Yo soy su Hijo”. Por eso la afirmación central de la fe en Pablo se
dá con esta fórmula: “Creer que Dios es el Padre de Jesucristo”. Ese es el “centro”. Para expresar
esa presencia del Absoluto, de Dios en una pequeña criatura, en un hombre como nosotros, Jesús
de Nazareth usa la fórmula: “Diso es mi Padre”.

3º) La afirmación de la fe como “paternidad de Dios” sobre Jesús de Nazareth o de


“filiación” –Jesús lo vive a Dios como su Padre- equivale a expresar o a decir que lo que se verifica
de Jesús de Nazareth es éste misterio: el Absoluto de Dios ama a un hombre. “El hombre es amado
por Dios”. Se juega el tema del amor de Dios. “El Absoluto ama”. Esto no lo hubiera dicho ninguna
filosofía, no se le ocurre decir eso. Porque esto es “pensarlo a Dios como un Absoluto personal que
puede amar” . Y es pensarlo al hombre –como Jesús de Nazareth- como alguien que puede ser
amado por el Absoluto. Esto a oidos “no creyentes” debe sonar infinitamente raro. Pero es la fe.

Todo esto, que Dios se encarnó en Jesús de Nazareth y que el Absoluto está presente en
él; esto que expresamos en términos de “Paternidad”, también significa que, con ese misterio se
refleja que el Absoluto ama a Dios, el misterio del amor de Dios a Jesús.

4º) Esta afirmación significa que en eso reside la “dignidad de Jesús de Nazareth. No sólo
el que tenga razón (entendimiento), eso lo diría un griego también... “Mi dignidad de hombre radica
en mi racionalidad”. No sólo en que tenga libertad, eso lo diría también un moderno: “Mi dignidad
está en mi libertad”.

La dignidad de Jesús de Nazareth -no consiste solo-, pero no sólo en la “racionalidad” en


que es un hombre que usa razón, que piensa, reflexiona, sabe, se da cuenta, capta sentidos; ni
sólo en la “libertad”, decide, elige, hace decir lo que quiere. Sino que la dignidad de Jesús de
Nazareth está en que “es amado por Dios”. Jesús de Nazareth siente “su dignidad de hom,bre” en
el hecho de “ser amado por el absoluto”... ¿Dónde está la dignidad de Jesús de Nazareth?... El
diría: “soy amado por Dios, es mi dignidad, es mi honra, es mi garantía”. Sentirse amado por el
Absoluto, eso es el misterio de la Encarnación.

Entonces, el “núcleo”, el “centro de la fe”, es éste: LA ENCARNACION, como se las acbo de


explicar brevemente. Habría que detenerse tranquilo y sereno en este misterio. Leer el Evangelio,
textos, meditarlo...

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-Segunda afirmación. La fe nuestra en la encarnación significa también que “lo que
acontece en Jesús de Nazareth –de algún modo análogo pero real- acontece en todo hombre”. Por
lo tanto acontece en todo hombre.
1º) Que en él está presente –de algún modo- el Absoluto de Dios, el Infinito de Dios... En
el chiquilín desvestido y harapiento que encuentren... está presente el Absoluto de Dios. Esto es la
encarnación. También está en el sabio, en el rico... en cada hombre...

2 º) Porque en todo hombre está presente el Absoluto este es el índice de aquello que es la
vocación del hombre, Dios lo quiere como hijo. También aquí se expresa esto en términos de
“paternidad” y “filiación”. La Presencia del Absoluto en todos los hombres se expresa así en el
evangelio: “todos los hombres son hijos de Dios”. “Todos los hombres están llamados por vocación
a ser plenamente hijos de Dios”. En la encarnación se revela lo que es el hombre. Lo que es todo
hombre. Aquello a que está llamado.

3º) Con esto también se expresa el misterio del Amor, del Absoluto de Dios que envuelve a
todo hombre, no sólo a Jesús de Nazareth.

4º) En esto consiste la dignidad del hombre “el que es amado por Dios”. Por eso pueden
ver que Juan Pablo II usa este tipo de frases, “porque Dios –o Cristo- está presente en todo
hombre”, o bien “se identifica en todo hombre” y va a usar a para eso aquella famosa parábola de
Mateo: “si disteis de beber a unos sedientos, me disteis de beber a mi, porque yo esta allí, en él
presente”, etc.

Vimos que en la primera afirmación de la fe el centro es CRISTOLOGICO. Que Dios se


encarna en Jesucristo, pero la segunda afirmación de la fe consiste en trasponer a registro
ANTROPOLOGICO aquella afirmación cristológica. No se puede detener la afirmación de fe en lo
CRISTOLOGICO, hay que “ retraducirla” a nivel antropológico. Lo que ocurre en Cristo, de alguna
manera, ocurre en todo hombre... Espero que podamos entender todo esto... Y por eso van a ver
en la RH, que Juan Pablo II pasa de la Cristología a la afirmación del hombre con frases muy netas:
“el camino de la Iglesia es Cristo, pero como Cristo está en todo hombre, el camino obligado de la
Iglesia es todo hombre”

Hay que “pasar” de la afirmación central cristológica, inmediatamente, espontáneamente a


la afirmación antropológica, universal, válida para todos los hombres.

Tercera afirmación. Si Dios está presente en todo hombre, si Dios es Padre de todo
hombre, “todo hombre es hermano de cada uno”, “todo hombre es mi hermano”. La tercera
afirmación es la afirmación de la FRATERNIDAD. De la afirmación de la “paternidad” y de la
“filiación” se pasa inmediatamente a la afirmación de la “fraternidad” Hermanos de Cristo y
hermanos en Cristo... porque Dios es padre de todos y de cada uno, porque esa es la dignidad de
todos y cada uno.

La afirmación de la PATERNIDAD UNIVERSAL DE DIOS, paternidad de todos los hombres,


se convierte en la afirmación de la fraternidad de todos los hombres. Y en realidad significa esto:
“Yo profeso mi fe en que Dios es PADRE cuando reconozco al otro hombre y todo hombre como
hermano”. En el reconocimiento de mis hermanos profeso la fe en Dios Padre. Eso es claro en el
evangelio. Y esto es una afirmación ya no sólo antropológica, sino moral... Es el comienzo de la
moral social – podríamos decir- la afirmación de la fraternidad. Y ya no solamente en teorUa, sino
con mi comportamiento fraterno con los demás hombres, con esa práctica del comportamiento
fraterno profeso, en la dimensión de la acción –no de la pura afirmación intelectual o terica-
profeso mi fe, la profeso en la fraternidad.

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En términos cristianos uno “cree” que el otro es hermano y que todos somos hermanos. Y
efectivamente, hay que creerlo. Cuando el otro se me torna enemigo y busque matarme “yo tengo
que vreer que todavía es hermano”. Si hay algo insuprimible... es la “fraternidad en términos
cristianos”. Por más que hagamos no la podemos suprimir. Eso es una afirmación del Evangelio.

Cuarta afirmación. Y así se siguen fundando, evangélicamente, todos los temas de lo que
puede ser una ética social, de una Doctrina Social. Y esta cuarta afirmación que hace la fe es ya
MORAL SOCIAL. Entramos en la ética de una doctrina social. Sería esto: “la fraternidad humana se
traduce fundamentalmente en términos de “participación de todos” en los bienes, en el poder
político, en los bienes culturales. Esos son los grandes núcleos conceptuales de una profesión de fe.

Quinta afirmación. La afirmación se traduce ante todo en justicia. Sin embrago la justicia no
agota lo que es la fraternidad cristiana en el sentido evangélico. La fraternidad se traduce, ha de
ser traducida en forma de justicia de unos con otros. Pero no se agota en eso la fraternidad y por
eso es esta quinta afirmación en la que Juan Pablo II es de una claridad impresionante.

LA FRATERNIDAD SE TRADUCE NO SOLO EN TERMINOS DE JUSTICIA, SINO EN


TERMINOS DE AMOR, PERDON Y RECONCILIACION... que supere el mismo orden de la justicia. Y
eso es Dives in Misericordia. O sea, no se cumple con la fraternidad sólo dando lo justo, sólo siendo
justo, sino también “amando más allá de lo justo”. Y por lo tanto aún perdonando y reconciliando.
De aquí nace toda la ética social que da una cierta prioridad al tema de la RECONCILIACION y de la
COMUNION.

Ustedes comprenderán que son temas muy vastos, muy agudos, muy profundos. He
tratado nada más de darles un cierto esquema sin detenerme a explicar todo.

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