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Actividad de Escritura N°2

“Las Andanzas de la Nona”


Integrantes: Barbato Thiago, Fernández Marcos, Simón Darré y Benjamin
Ramirez Borges
Asignatura: Literatura
Docente: Leticia Puyó
Año: 6°
División: Sociales
Colegio: Ntra. Sra. del Huerto

La Nona todavía se encuentra en el conventillo, sentada comiendo un pedazo de pan cuando de


repente el sueño la invade por completo y decide, exhausta, ir a dormir luego de un largo día. A la
mañana siguiente, por la ventana se asoma un sutil, pero muy particular aroma que llama la
atención de la somnolienta anciana. Y, mientras las vibraciones de los tambores que suenan afuera
retumban por toda la casa, aquel aroma comienza a escabullirse por la ventana entreabierta y se
hace, poco a poco, cada vez más reconocible, hasta que la Nona se levanta repentinamente,
intentando descifrar aquel olor.
-¿Qué odore è ese? Se pregunta, confundida.
Con el estómago vacío, y como en estado de trance, la Nona divaga por toda la casa para intentar
reconocer la fuente del dulce pero misterioso olor, hasta que por fin reconoce el aroma a pastelitos
criollos, el cual proviene de la calle. En medio de su trayecto, sus pies chocan contra un bulto que
yace tirado en el suelo inmóvil, sin embargo, la anciana no le dio la más mínima importancia y
continuó rumbo hacia la puerta para salir a la calle.
Al abrirla, una gran variedad de deliciosos olores invadieron su olfato. Estos provienen de los
cientos de pequeños puestos que están repletos de comidas típicas argentinas. Desde recetas dulces
hasta aquellas que son saladas: tortas fritas, empanadas, chipá, pastelitos con abundante membrillo
o rellenos de dulce de batata, facturas de todo tipo, locro, churros e incluso varios puestos venden
carnes asadas a la parrilla y choripanes acompañados por sus clásicos y coloridos aderezos. Todos
estos puestos se extienden tanto que alcanzan a ser tapados por el horizonte. La hambrienta anciana
no puede esperar el momento de saborear cada una de las comidas que hay allí. No sabe por dónde

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comenzar, pero su mirada se fija en en el puesto de los dichosos pastelitos. Aquella masa dulce y
crujiente de hojaldre atrapa su atención. El puesto no está muy lejos, tan solo a uno pasos. Y la
anciana se acerca y observa el cartel que dice “Los Pastelitos de Carlitos, los mejores de Argentina”
dibujado al estilo del fileteado porteño y pintado con una paleta de colores muy vivos que ya se
habían desgastado, pues Carlitos es un veterano en el negocio.
La anciana saca de su bolsillo un pañuelo verde, lo calza al cuello, y casi en un instante, el
pequeño puesto es arrasado por la Nona y su apetito insaciable. Queda todo destrozado. Del
precario mostrador solo quedan la mesa y unos trozos de tela desgarrados por los filosos dientes de
la abuela. La anciana, aún con un poco de membrillo en la boca, se abalanza sobre el segundo
puesto, “Las Empanadas de Robertito”. Allí mismo, la Nona fija la mirada hacia su siguiente víctima.
Toma carrera y se abalanza rápidamente sobre el lugar de venta. El vendedor, aterrorizado por la
repentina y bestial visita de la Nona, cae al suelo de espalda. Acto seguido, la señora comienza a
arrasar con docenas y docenas de empanadas hasta que se topa con un sabor muy llamativo y
particularmente desagradable. Gira su cabeza lentamente hasta alcanzar la mirada del hombre. Los
ojos de la vieja proyectan el terror de este. Su boca saliva como un perro hambriento y, envuelta por
una furia infernal, toma con una delicadeza inexplicable el agente extraño de dentro de la agridulce
empanada y procede a preguntar al buen hombre:
- ¿Cosa é? Le pregunta la Nona mientras le señala la pasa de uva.
Sin comprender la situación, el hombre rompe en llanto, implorando piedad. La anciana suelta la
empanada con cara de asco, escupiendo su disgusto en la cara del hombre. Comienza a buscar su
próximo objetivo. Vio un sitio donde venden exclusivamente chipá, con un cartel que dice ”Los Chipá
de Jorgito, sabor 100% argentino”, se puede distinguir otra palabra que está tapada por la última, de
la que sólo se distingue el inicio que es “Pa”, y el final, “yo” . Se dirige a paso acelerado hacia él,
caminando cada vez más rápido, empujando todo aquello que se atreva a ponerse enfrente. El
puestero se da cuenta de esto, y justo antes de que la Nona inicie la cacería nuevamente, le grita:
- ¡Pará! ¿Quién te pensás que sos para comerte todo? ¿El presidente? Le dice el vendedor muy
enojado.
- ¿Que é presidente? Pregunta la Nona muy curiosa.
El ruido de la muchedumbre se puede escuchar a lo lejos. Gritos y abucheos inundan las calles y
ese Jorgito le grita
-¡Qué casualidad! Mirá, allá viene el tirano.
La Nona no entiende a lo que se refiere, es entonces cuando el ruido de la sirena policial llama
la atención de esta y ve los vehículos. El puestero le señala una caravana de autos, que estaba casi
completamente tapada por la multitud que se había formado para abuchearlo, son dos camionetas

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policiales adelante y otras dos atrás. En medio está la camioneta presidencial, por la ventana de esta
se puede ver la figura trajeada que se burla de aquellas personas. Es una persona muy odiada por los
ciudadanos debido a su mala administración política; no intenta detener la inseguridad de ninguna
manera, la inflación crece a pasos agigantados y poco a poco, pero sin dar un paso atrás, va
intentando cerrar la economía del país.
-Ese tipo piensa que puede hacer lo que quiera con la gente, incluso come y se va sin pagar. Si
alguien lo llegara a sacar de su puesto, juro que haría lo que fuera por que sea nuestro líder.
La Nona corre hacia la multitud para verlo. Entre empujones, codazos, y alguna que otra robada
de comida de la gente que estaba ahí, llega por fin a primera fila, donde lo único que la para para no
avanzar más es una simple valla de madera. Allí logra observarlo y, cegada por la ambición de tener
toda la comida que quisiese, hace pedazos la valla y comienza a perseguir al presidente, que cada
vez se aleja más. Entonces, la anciana toma varios atajos para lograr acortar camino, y, de esta
forma, llegar a plantarse en medio de la calle para que los vehículos se detengan, sin embargo no lo
logra y tiene que intervenir en medio del camino, embistiendo al vehículo del medio, lanzándolo por
los aires y haciendo que estalle.
El resto de vehículos se detienen, y de ellos comienzan a salir muchos policías que se van
acercando a la vieja. La Nona es acorralada, pero se escucha un fuerte griterío que se va acercando
poco a poco. Resulta que la multitud anterior ahora viene a defender a la Nona por haber terminado
con la tiranía de aquel líder. En cuestión de minutos, la calle se transforma en una batalla campal, la
Nona sin saber muy bien que hacer, se dirige nuevamente hacia los puestos de comida. Finalmente
el conflicto entre policías y civiles llega a su fin y una persona grita jubilosa:
-¡Allá está nuestra salvadora!
Este grito es acompañado del ruido de la multitud alabando a la anciana. Alrededor de la Nona
se amontonan cientos de personas y allí mismo la levantan y, con mucho esfuerzo, la llevan entre
todos a la puerta de la Casa Rosada, donde piden a gritos elegirla como representante del pueblo,
como presidenta.
Allí, la muchedumbre revolucionaria la suelta bruscamente sobre el suelo de la entrada al lugar
donde solo pueden acceder los altos cargos del país. La Nona mira a la multitud, pero tampoco
parecía importarle de ninguna manera, en lo único que puede pensar es en la comida, como
normalmente hace. Ella queda al frente de la puerta, ligeramente separada del resto, como
marcando cierto liderazgo, mientras la masa de gente la observa como la vieja permanece estoica,
casi como una estatua tallada por el mismísimo Leonardo da Vinci. El público se queda muy atento,
expectante de algún tipo de discurso por parte de la proclamada “Voz del Pueblo”, en eso, resuena

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su estómago, y tras largo tiempo desde que se había estado zampando los productos de los puestos,
exclama con una voz de dolor:
-Tengo fame.
Al escuchar esas palabras, los manifestantes analizan minuciosamente las palabras emitidas por
la autoproclamada por el pueblo, nueva presidente, y las interpretan como suyas, manifestando,
luego, sus distintos problemas ocasionados por la mala administración económica del país. Entre
ellas se repiten la dificultad para llegar a fin de mes y el bajo beneficio a la hora de comerciar.
Automáticamente, empiezan a buscar toda clase de comida para poder solucionar la necesidad de la
nueva representante del pueblo. Un niño, el cual estaba deleitando un delicioso choclo, se acerca a
la Nona y se lo ofrece. La Nona, en respuesta, se lo saca rápidamente de las manos y procede a
engullirlo de forma instantánea.
La Nona comienza a toser, su cara se empieza a tornar de un color morado, se va agachando a
medida que golpea su pecho. Cae al suelo y muere.

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