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CUADERNILLO DE TEMAS

TANGUEROS

REDACCIÓN
Daniel Antoniotti
José María Kokubu
Luciano Maia
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 15 - 2020

1
ÍNDICE

Presentación p. 3

Washington Bado. El tango y la cuestión social p. 4

El cuarto canto del Martín Fierro… en latín p. 13

Mario Rojman. Juan D’Arienzo; a cuarenta y cuatro años


de su viaje al más allá (poema) p. 19

Antonio Portones. Calle de tango en Madrid p. 20

Sergio Sologuren. La mala (poema) p. 22

José Del Bono. El virus chino (poema) p. 23

Minucias tangueras p. 25

2
PRESENTACIÓN

La idea de comenzar con este cuadernillo dedicado al tango fue


bien recibida por mis amigos, que son muy generosos y me apoyan en
mis proyectos. Agradezco a todos ellos y en especial a quienes aceptaron
acompañarme en la Redacción.

En la noción de tango incluimos también sus afines; por ejemplo


la milonga y el género campero. Podremos escribir también sobre
lunfardo, sobre menciones del tango en las artes, sobre literatura
inspirada en el tango, sobre rincones de algunas ciudades tangueras. En
fin, sobre tantas otras cosas relacionadas con nuestro folklore urbano,
aquí y en el mundo.

Los esperamos de corazón en estas páginas. Léanlas, amigos, y


anímense a escribir en ellas. Puede ser largo o corto, creativo o erudito.
Hallarán amigos cordiales, que no apurarán del todo la copa del olvido.

R.L.

3
EL TANGO Y LA CUESTIÓN SOCIAL

WASHINGTON BADO

Acquaforte
(Música de Horacio Pettorossi y letra de Juan Carlos Marambio Catán)

Es medianoche,
el cabaret despierta,
muchas mujeres, risas y champán.
Está por comenzar la triste fiesta
de los que viven al ritmo del gotán.
Cuarenta años de vida me encadenan,
blanca la testa, viejo el corazón.
Hoy puedo contemplar con mucha pena
lo que hasta ayer miré con ilusión.

Las pobres muchachas,


cansadas de besos,
me miran extrañas
con curiosidad.
Ya no me conocen,
estoy solo y viejo.
¡Qué triste es todo esto:
la vida se va!

Un viejo verde, que gasta su dinero


emborrachando a Lulú con su champán,
hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pidió un pedazo más de pan…
Aquella pobre mujer, que vende flores
y fue en un tiempo la reina de Montmartre,
me ofrece con sonrisa unas violetas
para alegrar tal vez mi soledad.

Y pienso en la vida,
las madres que sufren,
los hijos que vagan
sin techo y sin pan….
vendiendo La Prensa,
ganando dos guitas…
¡Qué triste es todo esto,
quisiera llorar!

4
Margot
(Música de Carlos Gardel y José Ricardo y letra de Celedonio Flores)
Desde lejos se te embroca, pelandruna abacanada,
que has nacido en la miseria de un convento de arrabal:
hay un algo que te vende, yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte, de mirar, de estar parada
o tu cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.
Ese cuerpo que hoy se mece en los compases tentadores
del canyengue de algún tango, en los brazos del algún gil,
mientras triunfan tu silueta y tus trajes de colores,
entre risas y piropos de muchachos seguidores,
entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.
Son mentiras, no fue un guapo haragán ni prepotente
ni un cafisho de averías el que el vicio te largó;
vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente,
berretines de bacana que tenías en la mente,
desde el día en que un magnate de yuguito te afiló.
Hoy la vas de gran princesa del brazo de los otarios
a un lujoso reservado del “Petit” o del “Julien.”
Y tu vieja, ¡pobre vieja!, lava toda la semana
pa’ poder parar la olla con pobreza franciscana
en un triste conventillo alumbrado a querosén.
Yo me acuerdo, no tenías ni camisa que ponerte;
hoy usás ajuar de seda, con rositas rococó.
¡Me revienta tu presencia! ¡Pagaría por no verte!
Si hasta has cambiado de nombre, como has cambiado de suerte…
Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot.

Pan
(Música de Eduardo Pereira y letra de Celedonio Flores)
Él sabe que tiene para largo rato…
La sentencia, en fija, lo va a hacer sonar,
así –entre cabrero, sumiso y amargo–
la luz de la aurora lo va a saludar.
Quisiera que alguno pudiera a escucharlo
con esa elocuencia que las penas dan
y ver si es humano querer condenarlo
por haber robado… ¡un cacho de pan!
Sus pibes no lloran por llorar
ni piden masitas,
ni chiches ni dulces… ¡Señor!
Sus pibes se mueren de frío
y lloran hambrientos de pan.

5
La abuela se queja de dolor,
doliente reproche que ofende su hombría.
También su mujer,
escuálida y flaca, con una mirada
toda la tragedia le ha dado a entender.
¿Trabajar?... ¿En dónde? Extender la mano
pidiendo al que pasa limosna. ¿Por qué?
Recibir la afrenta de un ¡perdone… hermano!
¡Él!, que es fuerte y tiene altivez…
Se durmieron todos.
Cachó la barreta resuelto a robar…
¡Un vidrio…unos gritos! ¡Auxilio! ¡Carreras!
Un hombre que llora… y un cacho de pan.

EL TANGO Y LA CUESTIÓN SOCIAL

A diferencia de la canción folclórica rioplatense, que desde sus


orígenes se caracterizó por tener un contenido político, ya fuera por la
causa de la independencia o sus derivaciones o un profundo sentido de
reivindicación de la justicia social avasallada por los poderosos, el tango
incursionó por lo general en otras temáticas, a pesar de su origen
vinculado a la opresión de la marginación. De todos modos han quedado
muchos ejemplos de tangos que se ocuparon de lo que se ha llamado la
cuestión social; muchos de ellos incluidos en el vasto repertorio de
Gardel. (online: Carlos Bozzi, Ricardo Horvath wwwelortiba.org).
Empezaremos por sus orígenes. Quizás el antecedente más lejano
de la música y la poesía gauchescas se remonta a los cielitos y diálogos
del oriental Bartolomé Hidalgo, quien fuera ya reconocido por Artigas
por su participación en el Éxodo del Pueblo Oriental y el aliento
brindado con sus trovas a los paisanos sublevados que se enfrentaban a
las tropas españolas de Vigodet y más tarde a los portugueses de Lecor.
Es indudable también que en los diálogos versificados de Hidalgo, entre
“Contreras” y “el Chano”, se encuentra el antecedente de muchos de los
contrapuntos que José Hernández inmortalizaría con el Martín Fierro.
Pero también está en Hidalgo el antecedente de la rebeldía frente a la
injusticia del poder abusivo y la justicia venal:

“…Si hasta el nombre de paisano / parece de mal sabor / y en su


lugar yo no veo / sino un eterno rencor / y una tropilla de pobres / que
rendida en un rincón / canta al son de su miseria / ¡Y no es la miseria
mal son!”

Como vemos, esto ya tiene cierto parecido a la letra de un tango.

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Ese nutriente de injusticia social, tan importante en la música y la
literatura gauchescas, pasa por las desventuras de Martín Fierro y Juan
Moreira, para llegar al Viejo Pancho y ya modernamente a Atahualpa
Yupanqui. “Pa’ él es el duro recao / el Remington y la lanza…/” –dirá el
primero; “las penas son de nosotros / las vaquitas son ajenas…” dirá el
segundo, para referirse al paisano arrastrado a la guerra ajena o al
explotado de la estancia cimarrona.
A pesar de ese aporte que la gente de campo venida a la ciudad
hizo al tango, sobre todo con la milonga, la explicación de que aquel no
siguiera mayormente ese camino hay que encontrarla, sobre todo, en la
llegada masiva de los inmigrantes al Río de la Plata y sobre todo de los
italianos, que fueron los que más influyeron en el género musical que se
desarrolló en el siglo XX. Esa influencia se dejó sentir en el hablar
popular corriente que todavía practicamos y en el lunfardo. La tristeza de
las canciones de la tierra nativa, con sus soledades inmensas, se mezcló
con la nostalgia de la tierra lejana, la morriña de los gallegos con la
solitudine y el pianto de los italianos. Pero había una cosa fundamental
que los inmigrantes traían a estas tierras y era la esperanza de hacer “la
América”, si no para ellos, por lo menos para sus hijos. La esperanza de
la tierra de promisión podía postergar las zozobras de la travesía, la
miseria del mundo orillero que inevitablemente los recibiría, con el
hacinamiento de los conventillos, la rudeza del trabajo en los talleres, los
salarios de hambre. Pero muchos de ellos casi analfabetos veían en el
hijo que podía ir a la escuela, la esperanza del “m’hijo el dotor”, que tan
bien pintó Florencio Sánchez.
Julio Mafud, en su Psicología de la viveza criolla” (Buenos
Aires, Américalee, 1962) describe con crudeza esa esperanza, en la
desconfianza del gallego que llega a tener su propio almacén después de
haber restregado los pisos de otros o en la del “tano”, que se hace de su
propia lancha, después de cargar cajones en los muelles. No quieren que
sus hijas se fijen en los compadritos orilleros, de gacho y pañuelo, que –
como un residuo de la mala vida que también se instala en el arrabal– no
tienen otro escape que bailar entre ellos en los patios –eso que llaman
tango– o que pierden el tiempo en el boliche, porque hay otros que
trabajan para darles de comer. Y ese desprecio también marcó cierto
contenido de rencor y rebeldía en los tangos.
De todos modos sus letras apuntaron mayormente a otras
tristezas, ligadas a la soledad existencial, al fracaso y el machismo
malentendido, a las madres angustiadas, a la prostitución, a la
compadrada de navaja y puñal, en las pensiones y los conventillos, para
terminar bajo las luces y miserias del cabaret, como un “crescendo” de
las que se originaban en las sombrías calles del bajo fondo.

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Y tal vez por eso no hubo propiamente un tango-protesta, como
ocurrió con el folclore y el canto popular. O, mejor dicho, quizás todos
los tangos –aunque con excepciones– contienen una forma de protesta.
Simplemente, como lo dijera Celedonio Flores, “el tango es triste como
toda la música de nuestra tierra”. Y quizás también lo seamos nosotros, a
veces sin darnos cuenta.

*****

Acquaforte es el título de un celebrado tango compuesto en 1931,


con letra de Juan Carlos Marambio Catán y música de Horacio
Pettorossi, ambos argentinos. El primero nació en Bahía Blanca, el 30 de
junio de 1895, y murió el 15 de febrero de 1973. Pettorossi a su vez era
nacido en Mar del Plata, el 21 de octubre de 1896, y falleció el 25 de
diciembre de 1960. El título del tango que compusieron, en italiano,
alude a una técnica para la elaboración de grabados, que se vale de una
lámina de metal, que es trabajada con una punta afilada y sometida a un
tratamiento especial, para que sirva a la reproducción de las imágenes
grabadas. Acquaforte es considerado por muchos como un tango-
protesta, vinculándolo a la gran depresión económica de los años treinta,
aunque en mi opinión y tal como lo indica su título, tiene más un
carácter descriptivo y dramático, que otra cosa. Es una pintura sombría.
No en vano Goya se valió de esa técnica, para elaborar algunos de sus
más tenebrosos y célebres grabados.
Pero no sólo el título sino todo el tango pueden ser considerados
como italianos, ya que, independientemente de que sus autores fueran
argentinos, nació en un cabaret de Milán, llamado Excelsior, donde en
forma accidental se encontraron, Marambio y Pettorossi, según el
testimonio que del primero recogiera el periodista Roberto Selles
(online: www.todotango.com).
Marambio era un cantor y letrista aventurero, que se daba a
conocer como Carlos Núñez y que en sus andanzas llegó a cantar nada
menos que en el legendario Egipto. A su regreso y en una escala en
Milán fue que se encontró con Pettorossi, excelente guitarrista
acompañante de Gardel, con quien, además, colaboró en la autoría de la
música del célebre tango Silencio. En el referido cabaret, que
probablemente frecuentaban, Pettorossi le tarareó la música de
Acquaforte a Marambio. A éste le gustó y le puso la letra. Tan italiano es
el tango que sus autores, valiéndose de una traducción, quisieron
registrarlo en aquel país para publicarlo. Gobernaba ya en Italia el
despótico Mussolini y el Registro, bajo las directivas de su gobierno, se
opuso a la inscripción, por considerarlo como “anarquista”.

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Luego de muchas gestiones, el tango fue registrado con su letra
en español, pero bajo la declaración –impuesta como requisito
indispensable– de que era un “tango argentino”. Eso porque que los
italianos consideraban que la escena que describía no podía darse en su
país, donde el dictador (que seguramente se había olvidado de las orgias
del imperio romano que quería reconstruir) les aseguraba a sus
compatriotas que vivían en el mejor de los mundos.
El tema en italiano fue estrenado por el cantante Gino Franzi,
tuvo éxito y fue traducido también al francés. Más tarde, ya en la
Argentina, fue grabado en 1932 por Agustín Magaldi y al año siguiente
por Gardel, ambos con acompañamiento de guitarras. En forma orquestal
fue grabado posteriormente por Osvaldo Pugliese y también por Horacio
Salgán.
Como si se levantara un telón imaginario, la letra nos introduce al
comienzo en la medianoche del cabaret, que Marambio describe
acertadamente como “la eterna y triste fiesta”, ya que se ha repetido a
través de la historia, con los amores vendidos y la embriaguez de los
tragos, de quienes quieren olvidar penas y hastíos. Marambio tenía
treinta y seis años de edad, pero ya se sentía “viejo” y podía contemplar
apesadumbrado la escena que antes viera con la ilusión equívoca de la
juventud. El propio letrista lo confesó en la ya mencionada declaración,
dentro del contexto de una época en que la expectativa de vida
promediaba los cincuenta. Por eso sufre la experiencia del sensus finis,
como los sabios romanos describían esa angustia, que Unamuno
encararía más tarde con profundidad en su obra, precisamente titulada
“Del sentimiento trágico de la vida”, donde se desarrolla la “trágica
batalla del hombre por salvarse”. Nos sustentamos –decía– en nuestra
conciencia “existiéndonos” (Miguel de Unamuno. “Del sentimiento
trágico de la vida”. Barcelona, Altaya, 1993, pp. 30 y 164).
Pocas cosas deben ser más detestables que ver a un “viejo verde”
gastar su dinero para saciar su impudicia, emborrachando a una joven
que se prostituye. Por eso esta es la escena clave que destella en el tango
y algunos la atribuyen, erróneamente a mi juicio, al abuso del
capitalismo. Que le negara el aumento a un pobre obrero, no hace al
fondo del asunto. Podía haber cometido cualquier otra canallada. Lo que
importa es la degradación moral, que responde al abuso de poder
(incluso el físico) por un personaje execrable.
En otra estrofa, la violetera –agotado vestigio de la reina de
Monmartre– es el símbolo de la ilusión de la vida, que subsiste en un
ramo de flores que ofrece con una sonrisa, en aquel cuadro de desgracias
humanas, donde sobresalen “las madres que sufren y los hijos que vagan
sin techo y sin pan”. Por eso es que a veces vale la pena llorar por tantas
injusticias que también tiene la vida, como lo hace el letrista, ya en el
final del tango.

9
*****

Margot se sitúa en el extremo opuesto de Acquaforte, para


describir el proceso de degradación, que se gesta en la ambición
desmedida de una pobre muchacha de arrabal. Para seguir con la imagen
de Unamuno, ella, a diferencia de aquella otra, se “existe” a sí misma,
degradándose y provocando el desprecio de un viejo amor que la
conoció humildemente como Margarita.
En este caso el autor es Celedonio Flores, conocido en los
ambientes bohemios como “el Negro Cele” (boxeador y poeta, dos
extremos que parecen inconciliables), y la letra que compuso también
tiene su historia. En 1919 Celedonio la presentó a un concurso que
organizaba el periódico Última Hora, bajo el título de Por la pinta, y
consiguió un premio de cinco pesos. Técnicamente es una poesía muy
bien trabajada en su fonética, métrica y rima, lo que ha llevado a que se
afirmara que fue el primer tango-poesía, más allá de la sencillez de su
autor, que probablemente la escribió sin mayores pretensiones.
Tuvo la suerte de que la leyeran Gardel y su guitarrista Ricardo,
quienes reconocieron su mérito y le propusieron al Cele la música que
necesitaba, con la sola condición de cambiarle el título que pasaría a ser
Margot. El letrista, seguramente muy honrado, aceptó y el tango fue
grabado inmediatamente por Gardel, bajo el sello Odeón. Y así surgió un
de los mejores tangos de su estilo, que sirvió para proyectar a Celedonio
Flores, quien más tarde se consagraría con el célebre “Mano a mano”,
con la música de Gardel y Razzano. En este caso y a diferencia de
Margot, el reproche a la mujer amada que se dio a la mala vida,
sobrevuela el rencor del distanciamiento, para transformarse en un
consejo amistoso:

“Rechiflao en mi tristeza hoy te evoco y veo que has sido / en mi


pobre vida paria sólo una buena mujer. / Tu presencia de bacana puso
calor en mi nido, / fuiste buena, consecuente y yo sé que me has querido
/ como no quisiste a nadie, como no podrás querer…”

Para un tipo de bien, el amor perdido se refugia en la amistad


(porque el que puede dar lo más también puede dar lo menos) y por eso
le ofrece la seguridad de su ayuda”, si se diera la ocasión. Margot en
cambio es para Celedonio Flores el ejemplo irredimible de la mujer fatal,
que, en el eterno femenino, es el extremo opuesto de la madre abnegada,
la mujer abusada o vencida. Busca por sí misma el camino de su propia
perdición y luce su silueta deslumbrante, “entre el humo de los puros y
el champán” de Armenonville, un célebre cabaret de Buenos Aires que
también pudo ser aquel Excelsior de Milán que describiera Marambio,
en Acquaforte.

10
Por diferentes caminos los protagonistas se han encontrado en la
“eterna y triste fiesta” de la medianoche del cabaret. La diferencia está
en que en el caso de Margot el amor abandonado sólo ha dejado rechazo:

“¡Me revienta tu presencia! Pagaría por no verte...”

*****

Una vez le preguntaron a Celedonio Flores cómo componía y


contestó: “Busco un pedazo de vida y la vivo intensamente en mi
interior. La tomo en serio y despacito, con cuidado y voy haciendo el
verso. Como he vivido un poco, como he dado muchas vueltas, como
conozco el ambiente canalla tengo la pretensión de vivir sus
personajes…” (Cit. J. Nudler: www todotango.com)

Con esa mirada seguramente escribió la letra del tango Pan, que,
siendo posterior, sigue una línea argumental y formal muy diferente a
Margot, pero conserva su vivencia profundamente humana. Celedonio
encuentra, en el último cuadro de la degradación de los humildes, la
reflexión del preso que se rebela contra la justicia que debe condenarlo,
por haber roto una vidriera y robar un pedazo de pan para alimentar a
su familia. La descripción de ese cuadro desgarrador que precede a su
protesta, es la atenuante del delito menor que ha cometido y la
explicación de la rebeldía que, ante la falta de trabajo, no se conforma
con la humillación de la limosna.

11
Pero la sociedad no lo va a entender así. Esta terrible situación
inevitablemente lleva a recordar la tragedia de Jean Valjean, por haber
cometido el mismo delito, en Los miserables de Víctor Hugo. Jean
Valjean se preguntaba:
“Si era el único que había obrado mal en tal historia. Si no era
una cosa grave que él, trabajador, careciese de trabajo y que él,
laborioso, careciese de pan. Si el castigo no había sido feroz y
extremado, después de cometida y confesada la falta. Si no había más
abuso por parte de la ley en la pena, que por parte del culpable en la
culpa.” (Víctor Hugo. Los miserables. Barcelona, Vergara, 1964, p. 92)

Este tango fue grabado por Gardel en Barcelona, en una brillante


versión donde destaca toda la potencia de su voz, con un
desacostumbrado acompañamiento de piano y violín.
Celedonio Flores, aunque con palabras sencillas –al igual que
Víctor Hugo con la elevación de su pluma genial– se enfrentaron de ese
modo a uno de los grandes dramas que se plantean de la regulación de
las acciones humanas por el Derecho: el de la justicia, que
paradojalmente puede llegar a ser injusta.

WASHINGTON BADO

12
EL CUARTO CANTO
DEL MARTÍN FIERRO… EN LATÍN

“He cometido el error de intentar una versión (no diré traducción)


latina del Martín Fierro. Me tomará muchos años terminarla y, siendo yo viejo,
lo más probable es que nunca la termine. Al menos me doy el gusto de
empezarla. Este humilde trabajo está dedicado a todos los que me han
acompañado en mi labor docente, que otros juzgarán. He avanzado un poco
más pero aquí va solo el primer canto.” Esto escribí hace meses, cuando
publicaba, en una muy modesta publicación mía, “Aquí me pongo a cantar” y
lo que sigue. Terminada ahora mi versión del canto cuarto, aquí está ella. Los
cantos segundo y tercero (siempre hablo de El gaucho Martín Fierro) andan
también por allí, en los espacios pampeanos de estos días.
Radulfus

MARTINUS FERREUS

I PARS

4
Et prosequar relationem,
etsi longa est relatu: 620
quicumque vult, mentem vertat
quomodo egerim matrerum,
postquam corium meum servavi
in tam terribili agone.

De solidis nihil loquar, 625


quia a nobis fugiebant;
immo tam miseri eramus,
ut latraremus inopia:
asses cuprei semper aberant,
quos quam maxime anhelamus. 630

Tam inmundi eramus tunc,


ut nos miraremur, invicem
videndo; iuro dolorem
nobis fuisse illos videre,
Christe! Numquam vita in mea 635
miseriam tam magnam vidi.

13
Neque erat mihi camisia
neque erat similis vestis
sed solum ad flammam faciendam
laciniae mihi serviebant… 640
nihil enim castrulo peius,
ut viri mala patiantur.

Poncho, chlamys, instrumenta


equi, vesticulae, ornantes
nummi, omnia, eheu!, in castrulo 645
remanserunt, geni mi,
paulatim: iam me delirum
fecerunt inopia et mures.

Sed solum chlaena pilosa


mecum dulcis permanebat, 650
quam ceperam in astragalis
et quae semper me operiebat;
numquam pediculi amici
volebant ab ea exire.

Immo etiam maurus volavit 655


e minibus maestis meis;
non sum tardus, frater mi,
sed centurio ad me venit
dixitque se eum docturum
etiam edere cerealia. 660

Et miramini vos omnes


fortunam huius gauchonis,
qui in tristi vita reptabat
pauper, nudus umbilico:
castigare me voluerunt 665
et certe castigaverunt.

Sic transierunt duri menses,


quas horae devoraverunt,
quas vorabant modo simili
minuta crudelia, amice: 670
spem longam resecabam
fastidio illius militiae.

14
Nec sinebant nos exire
nec solatium nobis dabant,
nisi primo mane, Indi 675
cum aberant, pilitare
foris in campo laedentes
crura miserrima equorum.

Post in castrulum regressi,


veredis defatigatis, 680
non saepe pennas et coria
venditum veniebamus:
in taberna quando eramus,
cum caupone tractabamus.

Caupo certe amicus duci 685


atque erat ei taberna
ubi herbam et tubacam nobis
vendebat penna struthionis;
etiam pecuniam solvebat
viro qui corium adferret. 690

Et amphorae solum quattuor


et pithoi vacui iacebant
at populo venditabat
quantum ei necesse erat:
saepe putabam ibi esse 695
tabernam alimentorum.

Ah, quam dexter ille caupo!


Nihil, ecastor, deerat
ei, cui guttur ñanducis
erat ad deglutiendum. 700
Et caupona vocabatur
“Virtutis Caupona” illa.

Ego scio… vere est iustum,


si quis pro pane lucrando,
aliquid pluris recipiat… 705
sed caupo quattuor lagoenis
esseda bene onerabat
pennis, coriis et saetis.

15
Magna cura nos notabat
computis numerosioribus 710
quam grana subsunt Rosario;
nuntiatur autem salarium
venturum sed vulpes quaedam
cepit nostrum decurionem.

Pecunia numquam advenit… 715


sed post dies multos, taberna
in ipsa, numeraverunt
quosdam nummos, quos perlaeti
cuncti gratanter recepimus:
tam miseri eramus, frater. 720

pignora recuperarunt
alii, quae pigneraverant;
ob multa debita antiqua
pecuniam solverunt alii;
sed universa cauponi 725
pede dextro profuerunt.

At ego ad palum restiteram,


donec mihi argentum dedissent;
manebam enim ut pullus
animi in tranquillitate, 730
donec meum nomen audirem
portiunculamque obtinerem.

At manere ibi potuissem,


ad palum bene ligatus…
Erat iam quasi oratio 735
et nemo me convocabat:
nubila omnia facta sunt
curaque cor meum momorderat.

Paulo post centurionem


repetivi, quicum loquerer: 740
verba dubia mihi erant
sed dixi dubia etiam voce:
“Cras fortasse argentum nobis
adferant, cornice dextra.”

16
“Neque cras neque ad kalendas 745
Graecas,” mihi responsum dedit.
“Iam pecunia est finita,
homuncio auriculis asini.”
Subrisi paululum; “assem
unum”, dixi, “non recepi.” 750

Oculi eius saliebant


ab orbibus miro modo
et tunc verba repetivit,
ut si me manderet visu:
“Quid autem, dic, vis recipere, 755
si nomen tuum deest catalogo?”

“Hic homo homini lupus


fit”, inquam ad meum collectum.
“Iam duos annos transivi
cupreum autem numquam vidi; 760
omnia proelia semper adii
sed catalogus me laedit.”

Res non mihi erat usui;


non igitur permanere
volui, quia vivere in pace 765
satius est quocum mihi praeest…
Retro evasi ob timorem:
sic Archilocho parebam.

Cum resciit dominus haec,


vocat die sequenti me 770
seque ait bene scire vult
omnia quae pertinent mi:
iam non Rosas erat dux: modo Ausoniano,
cuidam debere non fas. fine monosyllabico

Caput et servientem vocat 775


ut historiam incipiat:
venitne ad mensem Aprilem
venitne pecunia ad Maium;
venitne rapido equo;
utrum admeto an domando. 780

17
Et omnia erant confusio
et omnia, calcata charta;
omnia percepi praetexta
facta esse ad me fallendum…
Set ad palum restitissem, 785
si vocassem centurionem.

Ah, meretrix peperit hemistichion hexametri


eos! Utinam avaritia
pessum irent, quia tabacae
ne paulum quidem militibus 790
dant: fit macer ille miles,
similis cruri cervorum.

Sed quid facere ego poteram,


parvus ñandux in deserto?
Videbar eis esse mortuus, 795
videbar eis fatigatus,
videbar eis dormivisse…
mihi expergisci non defuit.

18
JUAN D’ARIENZO
a 44 años de su viaje al más allá

Porteño como el que más.


En su pasión y ternura
plasmó el tango la estructura
que le dio el “El Rey del Compás”.
Desde su lucha tenaz,
priorizó el tiempo bailable
y en la fuente inagotable
de su indeclinable empeño,
supo imprimirle el diseño
de su ritmo insuperable.

Con la batuta en sus manos


era el Rey de la creación,
generando admiración
en expertos y profanos.
Copó los primeros planos
para no dejarlos más.
Si en su cometido audaz
impuso su obra maestra,
siempre estará en la palestra
D’Arienzo, “El Rey del Compás”.

Compartieron su pasión
muchos músicos notables
y cantores admirables
que honraron su agrupación.
Esta vieja comunión
continúa en franco ascenso
y desde el fervor inmenso
que le profesa su grey,
el milonguero de ley
vibra al compás de D’Arienzo.

MARIO ROJMAN1

1
Es presencia habitual de este cuadernillo la de Mario Rojman, El Payador Urbano.
Siempre recomendamos a los lectores visitar su sitio y gozar de la lectura de su noble
arte improvisador (https://payadorurbano.wordpress.com/). [R.L.]

19
CALLE DE TANGO EN MADRID

ANTONIO PORTONES

En mi reciente estancia en la capital de España me alojé en el


Hotel Los Condes, Calle de Libreros, 7. Pues resultó ser una calle de
tango. Primero, desde mi ventana se veía un muy tanguero farol.

¿Cómo no recordar Farol, con letra de Homero Expósito y


música de su hermano Virgilio?

Farol,
las cosas que ahora se ven...
Farol,
ya no es lo mismo que ayer...
La sombra
hoy se escapa a tu mirada,
y me deja más tristona
la mitad de mi cortada.

Por otro lado, esa vía de mi hotel es una cortada mistonga, un


callejón como el de otro Homero, Manzi, quien con música de Lucio
Demare: “Tal vez allá en la infancia su voz de alondra / tomó ese tono
oscuro del callejón.”

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Pero me falta una perlita. En la breve extensión de esta arteria
hay en efecto tres o cuatro librerías de viejo. Y en vidriera de una de
ellas, un libro “bien tanguero.” Me refiero a Manon Lescaut del Abate
Prévost, que muy pocos (uno de ellos, este servidor) han leído.

Pues bien, terminemos entonces con Griseta, con música de


Enrique Delfino y letra de José González Castillo.
Y en el loco divagar del cabaret,
al arrullo de algún tango compadrón,
alentaba una ilusión:
soñaba con Des Grieux,
quería ser Manon.

ANTONIO PORTONES

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LA MALA

La Bolsa refulera del Dios Vento


se tragó los sueños de un laburante.
Silbando bajito, sin espamento,
piantó con la mueca mishia colgante.

Fio con dignidad la encurdelada


y en el bullicio de la pieza sola
pidió explicaciones a la Nada
cómo de primero pasó a ser cola.

Harto de la neblina y de las cruces,


buscó cómo salir de su agujero.
Encontró las ventanas de un seisluces,
las abrió y se ventiló el balero.

SERGIO SOLOGUREN

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EL VIRUS CHINO

Ha llegau del extranjero


Un bicharraco maldito
Que aunque sea chiquitito
Tiene en jaque al mundo entero.
Y resulta que el rastrero
Que se ha incubado por China
Tiene una estirpe asesina
Que mata a miles de humanos
Y hoy acosa a mis hermanos
Aquí en la tierra Argentina.

Él suele entrar por la boca


Por los ojos o la nariz
Y pobre del infeliz
Que esta desgracia le toca.
Enseguida le provoca
Problemas pa’ respirar
El aire le va a faltar.
Hay que atenderlo enseguida
Pa’ que no pierda la vida
Y a un nicho vaya a parar.

Yo lo quisiera enfrentar
Como hacemos los paisano
Frente a frente mano a mano
Y poderlo exterminar.
De este modo va acabar
Esta pandemia atroz
Que ataca en forma feroz
Niños, jóvenes y ancianos.
Y hoy estamos los cristianos
Pidiendo clemencia a Dios.

Las manos hay que lavar


Con agua y mucho jabón
Y darle duro al alcohol
Para no dejarlo entrar.
Yo en casa lo via a esperar
Cumpliendo con mi destino
Con caña, ginebra y vino.

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Así lo voy a enfrentar
Y la muerte le via dar
A lo gaucho al muy ladino.

Que impere la inteligencia.


No estemos preocupados
Por quedarnos encerrados
Como aconseja la ciencia.
Debemos tener paciencia
Y evitar toda reunión.
Ya llegara la ocasión
Que nos podamos juntar
Y entre todos festejar
De este virus la extinción.

JOSÉ DEL BONO1

1
Destacado criollista y poeta argentino actual. Tomé de la Red la imagen. [R.L.]

24
MINUCIAS TANGUERAS

¿Cuál era el bulín de Ayacucho?


El bulín de la calle Ayacucho es tango de Celedonio Flores, con
música de los hermanos José Servidio y Luis Servidio. En la Red
encuentro que el número de tal bulín es 1443, entre Melo y Peña. Me
informa también que la casa fue demolida por los años ’20. No niego eso
pero tengo, para mi uso personal, una fantasía. Explico. Hoy fui a tomar
un café en una confitería temática de Racing, en la calle del bulín… pero
entre Tucumán y Lavalle.

Pues bien, en la vereda de enfrente (o en esa cuadra o en la


anterior) hay una vieja casa que es para este servidor el bulín espiritual.
Respecto de la confitería racinguista, soy de Boca. No obstante, sea por
la condición sufrida de la Academia, sea por sus famosos hinchas
(Bernardo Neustadt, John Lennon y El Zorro) tengo simpatía por los
ángeles blanquicelestes de Avellaneda. En fin, cosas mías, ya sé que
poco cuerdas.
R.L.

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Un telefón muy visible
Nuestro barrio céntrico siempre nos sorprende con curiosidades.
Esta vez, con Un Loco Bar, en Tucumán 960, ahicito nomás de
Corrientes y Esmeralda, la esquina del inglés. Parece tener ricos
desayunos y meriendas (quizá también almuerzos). Además está en un
viejo edificio de departamentos, para quienes gustan de la nostalgia.
Pero lo que llama la atención es que en la pared de entrada tenemos este
vetusto “morocho”, con bella caja de madera. No es como el que usaba
Eliot Ness en Los Intocables pero, a falta de pan…

No sé si podrás hablar a través de él, caro lector, pero sí podrás


recordar los versos de Luis Rubinstein en Charlemos.
¿Belgrano sesenta once?
Quisiera hablar con Renée...
¿No vive allí? No, no corte...
¿Podría hablar con usted?
A.P.

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Campoamor y Cadícamo (y Charlo)
“Todo galán, desde que ve ese talle, / es parte de una esquina de
tu calle.” Así dice una de las Humoradas de Ramón de Campoamor.
Pues bien, Enrique Cadícamo (con música de Charlo) experimentó
sentimiento parecido en su Rondando tu esquina: “¿Qué me has dado,
vida mía, / que ando triste noche y día? / Rondando siempre tu esquina, /
mirando siempre tu casa.” No quiero volver sobre otras cosas que escribí
pero, a su modo, Don Ramón era un tanguero de ley. [A.P.]

El ecuatoriano Julio Jaramillo, “El Ruiseñor de América”,


interpretó muy bien el sentir romántico

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