Está en la página 1de 22

LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE TRUMP

LA ERA DEL NEOLIBERALISMO TOCA A SU FIN Y COMIENZA LA DEL


NEONACIONALISMO.

La victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses abre


enormes incertidumbres económicas para el mundo. Estados Unidos ha sido
durante décadas el líder de la economía global, así como el principal
garante de su apertura. Esto va a cambiar.
Aunque es difícil anticipar qué parte de su excéntrico programa electoral
querrá o podrá llevar a cabo, todo parece apuntar hacia una política mucho
más aislacionista, menos proclive a la cooperación y claramente dispuesta a
saltarse muchos de los consensos internacionales existentes, así como a no
respetar las normas e instituciones en que se plasman. Durante la
campaña, Trump ha dejado claro que no cree que el libre comercio esté
siendo positivo para la mayoría de los estadounidenses, que el cambio
climático no le preocupa y que Estados Unidos debe acelerar su repliegue
estratégico para centrarse en promover políticas internas de apoyo a los
perdedores de la globalización, sobre todo los votantes blancos de las zonas
rurales que le han dado la victoria.
Su aspiración de revitalizar la industria y el empleo que, según su
diagnóstico, la injusta competencia internacional (sobre todo china y
mexicana) ha destruido, augura horas bajas para el papel de liderazgo de
Estados Unidos en la economía mundial, especialmente en el G-20.
Estados Unidos lleva años prestando cada vez menos atención a los
asuntos internacionales e intentando reducir su gasto en política exterior
para no sufrir lo que el historiador Paul Kennedy bautizó como Imperial
overstretch (que podríamos traducir como “sobrecarga del Imperio”), y que
históricamente ha llevado al colapso de los imperios cuando estos
mantienen demasiados frentes abiertos en el exterior. Sin embargo, la
retórica confrontacional de Trump (que contrasta con la del dialogante
Obama) apunta a que apenas dedicará recursos a trazar alianzas
internacionales y que entrará explícitamente en el juego de la rivalidad
geoeconómica con sus competidores, lo que seguramente llevará a Estados
Unidos a desentenderse cada vez más de una efectiva gobernanza de la
globalización económica.

Sin interés por hacer sacrificios internos en pos de la resolución de los retos
económicos globales, es muy probable que esta renovada doctrina Monroe
(“América para los americanos”), paralice los nuevos acuerdos comerciales
(el TPP en Asia y el TTIP con la Unión Europea) y dé la espalda a cualquier
iniciativa que contenga elementos de liberalización. Como apunta el
politólogo Marc Blyth, tras la victoria de Trump, la era del neoliberalismo
toca a su fin y comienza la del neonacionalismo. Habrá que prepararse.

habrá un giro dramático en cuestiones económicas, más allá de las preocupantes


realidades que afrontan las minorías ante el reverdecer del racismo, el odio y la
intolerancia.

Concuerdo con quienes piensan que los lobbies harán muy dificultoso el
cumplimiento de muchas de las promesas de campaña de Trump, más allá de las
legítimas dudas en la veracidad de las intenciones expresadas.  Por ahora solo se
sabe que EE.UU abandona el acuerdo Transpacífico TPP, pero habrá acuerdos
bilaterales de comercio, lo que augura menos libre comercio y más poder
negociador para EE.UU.

Así Estados Unidos no irá hacia un aislacionismo económico, sino a un


aperturismo  más restrictivo y desigual para terceros países. No habrá una
extrema “solidez” en los muros migratorios, productivos ni financieros. Será un
muro algo líquido, propio de un conservadurismo contradictorio entre lo arcaico y
lo postmoderno.

Pero sin duda muchas cosas cambiarán y la profundización de las tendencias


aperturistas y globalizantes encontró sus  límites más allá de Trump. Es más
Trump: es el emergente, guste o no, del creciente malestar con la globalización
neoliberal.

Habrá que esperar al 20 de enero de 2017 para observar las medidas concretas. Y
ver cómo se resuelven las contradicciones discursivas, las incoherencias de
una melange de vagas propuestas con la presión cruzada de los lobbies financieros
y corporativos transnacionales.
En términos financieros, Trump propuso derogar la “Dodd Frank Act” reforma
financiera que implicó algunos tibios avances en la regulación bancaria, aunque
alejados de las propuestas reformistas más profundas incluso de las de Paul
Volcker ex titular de la Reserva Federal de los EE.UU y partícipe de la reforma.

En términos financieros, Trump propuso derogar la “Dodd Frank Act” reforma


financiera que implicó algunos tibios avances en la regulación bancaria, aunque
alejados de las propuestas reformistas más profundas incluso de las de Paul
Volcker ex titular de la Reserva Federal de los EE.UU y partícipe de la reforma.

En principio la promesa era retornar el modelo de la “Glass Steagall Act”  que


inspiró la separación de la banca comercial de la de inversión en los años 30,
luego de la crisis en 1929 de la burbuja especulativa de los años 20. La “Glass
Steagal Act” fue derogada a fines de los años 90 en el gobierno del esposo de
Hilary Clinton ante las presiones del sistema financiero global.

Diez años después la casi totalidad de la banca de inversión de EE.UU se hundió


en la crisis de 2008 a partir de la burbuja especulativa en activos complejos y
tóxicos que la desregulación financiera generada en la era Clinton provocó.

Dos de las entidades sobrevivientes de esa crisis son Goldman Sachs y JP


Morgan. Los CEOS de ambos bancos son los actuales candidatos a Secretario del
Tesoro en la era Trump. La casi totalidad de los funcionarios del área económica
en EEUU en los últimos 20 años, tanto con gobiernos demócratas como
republicanos pasó antes y después por Goldman Sachs. Su paso por el Estado es
transitorio y al servicio de intereses privados permanentes.

Cuesta creer que los ejecutivos de dichos bancos implementen medidas que
corten de cuajo la especulación financiera e implementen un modelo nacionalista
de carácter productivo, al menos hasta la ocurrencia de una  próxima e inevitable
crisis económica de la globalización financiera.
Es difícil imaginar la sustentabilidad de una burbuja que la crisis de 2008 apenas
morigeró, a pesar de las profundas consecuencias negativas globales de dicha
crisis. El crecimiento de los activos financieros globales  sigue siendo 7 veces!  el
valor de la producción mundial como 8 años atrás, muy lejos de la  relación de
1,75 veces de 1980, pre-desregulación financiera. La depuración de esa
desmesura está pendiente y es inevitable.

Es razonable esperar que la era Trump guarde similitudes con la era Reagan. Bajo
la bandera de la recuperación de la supremacía americana, como ocurrió en 1980,
es esperable una baja en los impuestos a los ricos, y un aumento en el gasto
público para el fortalecimiento del complejo militar, combinados quizás con
algunos incentivos a  las transnacionales americanas para que repatrien algo de la
producción  altamente transferida a países de bajos salarios.

Reagan exhortaba a las automotrices y otras industrias a producir más en Estados


Unidos y menos en Japón. No lo logró y la desindustrialización en Estados Unidos
avanzó sostenidamente, sin que los demócratas Clinton ni Obama revirtieran esa
tendencia  Habrá que ver si Trump cumple con la retórica a los votantes de las
ciudades trabajadores que perdieron sus trabajos fabriles  y que lo apoyaron
masivamente, en la esperanza de volver a un EE.UU con industrias y empleos
estables como ocurrió hasta los años 70.

Con todo las medidas de menos impuestos y mayores gastos militares y de


endeudamiento, generará un incremento del déficit fiscal, como ocurrió en las eras
de Reagan y Bush padre e hijo.  Estas medidas que si adoptará Trump
beneficiarán a sus pares, parte minoritaria de su electorado pero que si tendrá
más expectativa de ver retribuidas sus expectativas que la base social mayoritaria
de su electorado, sectores medios y empobrecidos que sufrirán  recortes en
gastos sociales y en salud.

Eso implica en términos económicos un regreso triunfal  de la economía de la


oferta,  el “suply side” que incluye un mayor endeudamiento de EE.UU y subas en
la tasa de interés. Como en esos años una política fiscal expansiva con sesgos de
inequidad y una política monetaria contractiva, que limite desde dicho enfoque, las
presiones inflacionarias del modelo.
Esta combinación profundizará  el complejo contexto que afronta la región  tanto
por el lado comercial como por el lado financiero, como ocurrió en los años 80 y en
la mitad de los años 90.

Mayores tasas de interés en EEUU generarán una apreciación mundial del dólar y
un mayor flujo de capitales a los Estados Unidos, bajo la forma de deuda pública y
privada en dicho país.

La apreciación del dólar siempre provoca una caída en los precios de los
commodities que América Latina y otros países en desarrollo exportan, lo que
afectará al balance comercial de la región, profundizando la restricción externa
iniciada en 2014.

Este mecanismo que afecta por el canal comercial fue parcialmente compensado
en la región por un creciente endeudamiento externo. Pero una suba en la tasa de
interés en los Estados Unidos frena el ingreso de capitales a la periferia como el
mismo Guillermo Calvo preconiza hoy desde la ortodoxia,  con el mismo tono
admonitorio que meses antes del  denominado “efecto tequila” en 1994, que
generó una fuerte crisis en nuestra región.
El previsible cambio de dirección en el sentido de los capitales financieros hacia
los EE.UU, genera un canal financiero a la crisis, que agrava el drenaje por la vía
comercial. No solamente se vuelve inviable el endeudamiento en América Latina
sino que además de alejar a los capitales especulativos atraídos por mayores
tasas en EE; UU se empieza a generar una fuga de capitales de los países de la
periferia a EE.UU. “Nihil novum sub sole”.
Con lo que el escenario global esperable se parece al de fines de los años 70 y al
de 1994 que produjo fuertes devaluaciones en la región, ante el agravamiento del
déficit de balance de pagos y la consecuente pérdida de reservas, que originaron
un final de ciclo del endeudamiento y corridas bancarias y cambiarias además de
una fuerte recesión en la región.

Pero aún imaginando que no haya una desaparición total de los vientos librecambistas y
que Asia genere políticas de crecimiento que atenúe los riesgos recesivos y
deflacionarios, el nuevo escenario global entraña serios riesgos al mundo en desarrollo, y
en particular a una América Latina con preeminencia de la derecha a partir de la elección
de Macri y el golpe blando a Dilma, que con una agenda vieja para un mundo nuevo, no
previó este escenario.

También se verán afectados los países de América Latina que dependen del
refinanciamiento de sus deudas públicas y privadas.

Más allá de vituperar a Trump y exponer los riesgos de lo que se viene, lo cierto es
que se abre un escenario complejo pero que genera oportunidades. Habrá que ver
la reacción de los gobiernos de derecha de la región que se quedaron atrapados
por miopía ideológica y los intereses corporativos, pedaleando en el aire la
bicicleta financiera.

La derecha de los años 30 no tuvo más remedio que tomar medidas pragmáticas
de fomento del mercado interno para salvar sus intereses permanentes y aventar
riesgos políticos del paradigma de la izquierda.

El colapso del socialismo y la transmutación al neoliberalismo económico de la


socialdemocracia en el Norte y en algunos países de la región, favoreció que la
ultraderecha sea canal y voz de  la protesta y la expectativa de quienes antes
simpatizaban con las distintas variantes de la izquierda global.

CRISIS: OBSERVATORIO ECONOMICO DE AMERICA LATINA


Marzo 2017

Durante sus primeros 60 días, Trump ha impulsado medidas comerciales


proteccionistas y reorganizado la proyección de EEUU en el mundo.
Consecuente con sus advertencias previas durante la campaña electoral, muestra
un proyecto americano de largo plazo con el soporte del sector financiero y del
sector militar. La agenda llamada hacia la “reconstrucción del mercado
americano” comenzó, apenas juramentó, el 20 de enero del 2016, mediante la
renuncia formal al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP)
promovido por Obama para imponer unilateralmente la agenda estadounidense
de comercio e impedir que China impusiera la suya

El gobierno americano intentará revertir el orden mundial liberal que EEUU


diseñó, desde 1944, mediante las instituciones de Bretton Woods. El pensamiento
(neo)liberal moderno de los años 30 y masificado de 1980 en adelante, huelga
recordar, fue creado desde sus universidades e impuesto con coerción como
políticas económicas homogéneas alrededor del mundo por las instituciones
multilaterales de Bretton Woods (Banco Mundial, FMI, OMC). Aplicar estas
políticas fue condición sine qua non para resolver los problemas de deuda.

Se liquidan así las teorías de 19 premios Nobel, iniciados con F. Hayek en 1974,
seguidos por M. Friedman en 1976 y demás profesores de la Universidad de
Chicago, hasta Eugene Fama en el 2013. El presidente de EEUU y los
financieros reconocen que ha llegado a su fin el curso neoliberal de la escuela de
Chicago en el mercado mundial. Encuentran que la apertura comercial absoluta y
la autorregulación del mercado no han resultado en crecimiento y pleno empleo
en su economía, fundamentos de la teoría neoliberal. Se han topado con una
combinación de desempleo, grandes déficits comerciales, pérdida de capacidad
adquisitiva, una concentración inédita del ingreso y un muy prolongado
estancamiento económico, junto con un monumental auge en las bolsas de
valores.

La estrategia propagandística de la nueva administración para impulsar su


unilateralismo comercial comenzó con la retórica de make America great
again. Ésta enfatiza una balanza comercial estadounidense “víctima de los
abusos del mercado mundial” en general, y de China y México, en particular. Lo
siguiente fue el anuncio unilateral de reformar el TLCAN; se advirtió la
aplicación de impuestos selectivos-discrecionales a las exportaciones intrafirma,
mayoritariamente de empresas trasnacionales estadunidenses en México.

En América del Norte existen líneas de producción compartidas, en particular


electrónicas y automotrices, las cuales constituyen más del 42% del comercio
entre ambos países. (Ver Gráfico 1). El mercado de EEUU es el más próximo y
más rico del hemisferio, a pesar de su muy bajo crecimiento desde inicios del
nuevo siglo (1.05% per cápita). México y los países de la Cuenca del Caribe
colocan el 80% de las exportaciones de insumos o bienes finales fabricados o
ensamblados allí. Para el resto de América Latina (AL) es 30% o menos.
La nueva política proteccionista no sólo determinará el curso económico de
América del Norte y la Cuenca del Caribe, sino también del resto del mundo.
Esta política es análoga a las medidas tomadas durante el gobierno de Herbert
Hoover mediante la ley Smoot Hawley de junio de 1930, la cual afectó la
importación de 20,000 productos y llevó la relación bilateral con EEUU al
anterior peor momento de su historia. Para EEUU no era importante (sus
exportaciones eran 7% del PIB) pero para el mundo su mercado si lo era.

Este redespliegue económico se basa en el unilateralismo y gasto fiscal. El


liderazgo de la economía mundial ha sido cedido a China. Ni la reforma de la
globalización, ni el (im)probable desmonte de la internacionalización de la
producción y del consumo, podrán ser resultado de un decreto presidencial
norteamericano. La prevalencia del poder económico sobre el político, y del
financiero sobre el productivo, determinará la capacidad, forma y fuerza del
redespliegue buscado. Sin embargo: un alza de salarios que dinamiza el mercado
interno quita utilidades y afecta a la bolsa de valores; un recorte presupuestal de
los ministerios relacionados con las relaciones económicas y políticas se ve
contrapesado por un aumento del presupuesto militar; un impuesto fronterizo se
encuentra con represalias internacionales. Subir salarios reduciendo el mercado
laboral de migrantes regresa como mayores costos, inflación y pérdida de
productividad la cual impacta sobre la masa de ganancia en la economía.

El redespliegue será de corto aliento, desde un gobierno con un proyecto político


de largo alcance, con instrumentos militares de política exterior y control social
interno. Cabe recordar 1930, tras el alza de los aranceles, las quiebras de bancos
y la caída del comercio, en AL se comenzaron a diseñar las primeras políticas de
sustitución de importaciones. Estas no fueron fruto de una abstracción teórica,
sino de una urgencia económica. Otro mundo es posible.

Cómo afectarán a la economía internacional las decisiones comerciales


de Trump

Estas decisiones, unida a una sobre exposición mediática, han supuesto que
en el exterior no comprendan de forma clara el origen de la victoria de Donald
Trump, derivada por su claro discurso en favor de las clases medias, la
producción nacional y la protección del comercio e industria nacional frente a la
libertad y movilidad de capitales; de ahí que pocos creyeran en su victoria. Hay
que mirar hacia el interior de Estados Unidos en el que una gran parte de la
población de clase media se ha visto desplazada por la crisis económica,
sintiéndose en peores condiciones y calidad de vida que hace unos años y
achacando fundamentalmente este hecho a las deslocalizaciones de empresas
americanas hacia otros países y la entrada masiva de inmigrantes.
Sin embargo, la determinación de Trump con la economía americana es clara,
supone una enmienda a la totalidad del libre comercio y la globalización, idea
defendida desde siempre por las sucesivas administraciones americanas; y
puede suponer también un antes y un después en lo que a relaciones
económicas internacionales e integración global se refiere.

La duda está ahora en el camino que tomará la economía internacional una


vez que EE.UU ha decidido bajarse del autobús de la liberalización, de la que
ha sido abanderado hasta hora, y tomar un camino muy distinto como es
el proteccionismo. Una de las primeras decisiones, el abandono del TLCAN
(Tratado de Libre Comercio de América del Norte – NAFTA en inglés- )
supondrá una caída en la producción de los 3 países que lo conforman
(México, EE.UU. y Canadá), siempre más afectados aquellos países que
compiten en costes, como México, así como una reducción de las
exportaciones al exterior.

Además, las imposiciones y avisos a empresas americanas para que no se


deslocalicen y permanezcan su sede y producción en EE.UU. puede suponer
un revulsivo al empleo y la producción en el corto plazo, pero nada hará frenar
una falta de competitividad fruto del incremento de los costes, lo que derivará
en una menor exportación.

Tanto la anulación de los tratados de libre comercio como la protección de la


industria nacional, podría ocasionar un efecto dominó por otras fuertes
economías que supondría un retroceso del comercio global por primera vez
desde la II Guerra Mundial, situación poco probable si tenemos en cuenta que
países emergentes y en desarrollo como China, India, Rusia y la propia Europa
necesitan del resto para seguir mejorando sus exportaciones.

Estas decisiones de carácter comercial e industrial podrían alterar la cotización


de las divisas de países emergentes, como se ha visto en estos meses, así
como los tipos de cambio y tipos de interés, fruto de una menor importación por
parte de Estados Unidos de terceros países. La reducción del volumen de
dólares en el planeta, acostumbrado a estar irrigados con esta divisa,
dificultaría en buena medida a los países endeudados en esta divisa (la
mayoría) a hacer frente a sus pasivos, incrementando nuevamente los
desequilibrios e inestabilidades que muchos países vieron durante la década
de los 80 y 90, con crisis de deuda y suspensión de pagos.

Sin embargo, atendiendo al programa de Donald Trump de un plan de


inversión pública en infraestructuras, así  como un incremento en el gasto
militar, es muy posible que la emisión de deuda pública esté garantizada,
devaluando la moneda y mejorando la perspectivas de aquellos países
endeudados en dólares, mientras que otros países, los que acumulan grandes
reservas de dólares, como China, se vieran afectados.
En cuanto a la restricción a la inmigración, es realmente difícil que Estados
Unidos cierre unilateralmente sus fronteras e impidan el acceso a otros
trabajadores del exterior, ya que desde inicios su filosofía ha sido atraer el
talento exterior sin importar su procedencia, por lo que estos impedimentos
podría impulsar otros polos de creación y tecnológicos en otras macroregiones
industriales. No obstante, existe el asunto mexicano, tema que debiera
abarcarse no solo desde la perspectiva económica sino, también, desde la
ética. La negativa a aceptar más inmigrantes mexicanos y a expulsar a
aquellos que se encuentren de forma ilegal en el país, circunstancia poco
creíble si tenemos en cuenta que la inmigración y la mexicana
fundamentalmente ha sido un motor que ha impulsado la economía de Estados
Unidos vía empleo y en los que, a pesar de no contar con la green card,
permiten su empleabilidad por ser necesarios para la economía, sobre todo en
estados potencias como California, Nueva York, Texas, Florida y la Costa
Oeste.

Además, México es receptor de grandes exportaciones de Estados Unidos,


fundamentalmente bienes de equipo, tecnología y bienes de capital que ellos
no son capaces de producir, por lo que supondría una bajada importante del
comercio con México y el corte de dar salida a bienes de alto valor productivo.

Conclusiones
¿Es entonces factible que Estados Unidos se cierre en banda y comience a
mirarse únicamente hacia dentro dejando la batuta de la globalización? Claro
que no.

Las decisiones de Donald Trump van encaminadas a paliar los sentimientos de


un sector de la población que ve como ha quedado rezagada con respecto a
tiempos pretéritos y otras zonas del mundo, aquejado de depresión y falta de
oportunidades en el país de los sueños.

Sin embargo, una economía que está caracterizada por la apertura y las
interrelaciones con el resto del mundo, que ha sido el abanderado de las
grandes liberalizaciones y acuerdos comerciales globales no puede cerrarse
ahora en un mundo cada vez más integrado.

Los empresarios y lobbies americanos jamás dejarán que se impongan


restricciones que en buena medida les puede explotar como un efecto
boomerang, y donde la autarquía no es un medio de vida de ningún país, sino
de subsistencia, y no está aplicado para países como EE.UU.

Es posible que estas medidas descritas anteriormente puedan tener su


incidencia en el corto plazo, fruto de un revulsivo natural, pero en ningún caso
son consistentes en el tiempo. Además, es posible que mientras EE.UU. se
cierra en sí mismo, otras regiones recojan el guante y decidan perfilarse como
potencias comerciales, lo que no sólo dificultaría sino que habría sido
contraproducente aquello de “Make America Great Again”.

Los países latinoamericanos que más sufrirán económicamente


con las políticas de Donald Trump
Después de todo, Estados Unidos sigue siendo el principal motor de la economía
mundial.
Así que el adagio que asegura que cuando Washington estornuda el resto del
mundo agarra un resfriado sigue teniendo mucho de cierto.
El terremoto que significa para América Latina el triunfo de
Donald Trump frente a Hillary Clinton en las elecciones en EE.UU.
Gerardo Lissardy

Lo que muchos en América Latina temían es una realidad: Donald Trump fue
elegido presidente de Estados Unidos, una sorpresa que puede traer el
mayor cambio en las relaciones de Washington con sus vecinos
continentales en décadas.

Ya sea por sus promesas de construir un muro en la frontera con México, deportar
masivamente inmigrantes sin papeles y aumentar el proteccionismo comercial, o
por los efectos que su elección tiene en los mercados, Trump es ahora para
Latinoamérica una fuente de inquietud y tensión.

Este tema impacta directamente en la economía de América Latina, que recibe


cada año más de US$65.000 millones de en remesas enviadas por inmigrantes
desde EE.UU., según estudios.

Además, Trump define el tratado de libre comercio de EE.UU. con Canadá y


México, conocido como Nafta, como "el peor" jamás firmado, y ha hablado de
imponer un arancel de 35% para importaciones desde el vecino del sur.

Roger Noriega, quien fue jefe de la diplomacia estadounidense para América


Latina en el gobierno de George W. Bush, advirtió que Latinoamérica es el
"mercado económico natural" de EE.UU., que además precisa de la
cooperación regional para protegerse.

LAS CONSECUENCIAS DEL GOBIERNO DE TRUMP PARA LATINOAMÉRICA


¿CÓMO AFECTA A AMÉRICA LATINA QUE DONALD TRUMP RETIRE A
ESTADOS UNIDOS DEL TPP?
Era una de sus promesas electorales y cumplió: en su primera jornada
laboral como presidente, Donald Trump firmó una orden para retirar a
Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica
(TPP).
El ambicioso y polémico tratado busca dar forma al mayor bloque económico del
mundo y fue firmado en febrero de 2016 por 12 países entre los cuales se
encuentran tres naciones latinoamericanas: Chile, México y Perú. "Lo que
acabamos de hacer es una gran cosa para el trabajador estadounidense", dijo
Trump tras firmar la orden.
A fines de noviembre, Trump dijo en un video con el que dio a conocer las
medidas para sus primeros 100 días de mandato: "(El TPP) es un desastre
potencial para nuestro país".
"En cambio, negociaremos acuerdos comerciales bilaterales justos que otra vez
generen empleos e industria en territorio estadounidense", agregó.

El TPP llevó siete años de negociaciones y fue una de las banderas de la política de


comercio exterior del saliente mandatario Barack Obama.

Para Trump, en cambio, la cancelación de cuajo de este tratado fue una promesa
clara de campaña que ya se cumplió.

Los analistas económicos pueden poner el grito en el cielo tras la orden de Trump,
pero lo cierto es que la maniobra no ha tomado a nadie por sorpresa.

El nuevo presidente estadounidense es un crítico acérrimo de los tratados


multinacionales, por considerar que no contemplan las prioridades
estadounidenses y ponen los intereses comerciales por encima de la generación
de empleo que él considera pivote de la economía.
Su triunfo en las urnas hizo temer lo peor entre los promotores del TPP. Porque el
tratado aún espera por su ratificación y el asunto no es nada fácil: se requiere el visto
bueno de al menos seis de los países signatarios y estos deben representar al
menos un 85% del Producto Interno Bruto (PIB) de los 12 combinados.
En la práctica, eso significa que no podrá entrar en vigor sin el visto bueno de
Estados Unidos y Japón, que juntos equivalen al 79% del PIB del bloque.

Así, el supertratado económico podría estar herido de muerte antes de nacer.


Para los promotores del acuerdo en México, Perú y Chile, el anuncio dejó sin
comenzar la fiesta de varios sectores que anticipaban una bonanza comercial.

Y en las órbitas de gobierno, genera incertidumbre por un acuerdo que ha sido


una parte integral de la estrategia económica de las tres naciones.
En su momento, la mandataria chilena, Michelle Bachelet, lo respaldó como un
"gran acuerdo" de todos quienes creen "que el libre comercio como una economía
abierta ha sido beneficioso".

Chile fue la nación pionera de la región en buscar sociedades comerciales


distintas a las tradicionales con Estados Unidos y Europa.
Mediante la membresía, México y Perú también buscan aumentar sus
exportaciones y atraer importantes inversiones de países asiáticos.
Según estimaciones de la Secretaría de Economía de México al momento del
anuncio del TPP, el país norteamericano podría exportar más de US$150.000
millones en cinco años hacia otros países del súper bloque.

Caminos truncos y alternativas


Para los países latinoamericanos, el mercado de casi mil millones de consumidores
al que el TPP daría acceso no será igual de fácil de conseguir mediante otros
acuerdos.
Hay quienes creen que la región no puede supeditar sus esperanzas de
crecimiento a los intercambios con países de Asia y las grandes potencias, sino
que debería atender al "comercio intrarregional que es bajo pero se incrementa
lentamente", según señala Miguel Tavera, de la consultora de riesgo Risk
Cooperative y columnista en International Policy Digest.
Los tres miembros latinoamericanos del TPP integran también la Alianza del
Pacífico (junto con Colombia), un bloque que promueve un mayor intercambio sin
salir de la región y que podría beneficiarse si el conglomerado transpacífico resulta
fallido.

Se supone, además, que el TPP iba a empoderar a las clases medias, mediante el
acceso a mercancías más baratas y el fomento del consumo doméstico, apunta
Tavera.
Eso, a su turno, podría facilitar la creación de empresas medianas y pequeñas, con
costos más bajos y acceso a un mercado mayor. Todo eso, señalan los primeros
pronósticos, podría quedar trunco si el acuerdo no se ratifica.

También truncas quedarán las ambiciones de los sectores exportadores,


esperanzados en anexar nuevos mercados.
 Qué temen perder los mexicanos con el acuerdo comercial "más ambicioso" del mundo

En los ámbitos de gobierno, ya se barajan "planes B": en la reunión del Foro de


Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que se realizó a fines de noviembre
de 2016 en Lima, la respuesta ante el proteccionismo azuzado por Trump fue
parte del debate.

"Hay varias opciones por las cuales podemos andar, pero siempre con el
compromiso de llegar a tener un tratado de libre comercio en Asia Pacífico", había
señalado antes la vicepresidenta de Perú, Mercedes Aráoz.

Ildefonso Guajardo, secretario de Economía de México -y exnegociador en


Washington de otro gran acuerdo, el NAFTA-, declaró en ese entonces que, junto
con Japón, Australia, Malasia, Nueva Zelanda y Singapur, estudiarían soluciones
alternativas para un TPP sin Estados Unidos, aunque no está claro cómo podría
lograrse.

La intención, en todo caso, es continuar con el proceso de integración con Asia.


Por otra parte, el TPP frustrado marcaría un reparto de fuerzas distinto para China
en la región.
 Por qué el anuncio de que EE.UU. se retirará del TPP es una gran noticia para China

El gigante asiático podría llenar el eventual vacío que dejaría Estados Unidos,
dijeron funcionarios del bloque de APEC asistentes al foro de Lima.
Lo haría a través de tratados alternativos, como el Acuerdo de Asociación Económica
Integral Regional (RCEP) que Pekín viene empujando el gigante asiático y que
apunta a una asociación más amplia, de 16 países, incluido India.

Perú ya le ha dado el sí a la propuesta.

"Vemos personas alrededor de la mesa, aquí, ahora, hablando de que si el TPP


no avanza, entonces ellos van a tener que poner sus huevos en la canasta del
RCEP", dijo entonces el representante comercial de Estados Unidos, Michael
Froman, según informó la agencia de noticias Reuters.
China ya es el mayor socio comercial de muchos países de América Latina. Y Pekín
está interesado en mantener la ventaja y adquirir un rol más activo.

Festejos silenciosos
Pero la retirada firmada por Trump es una buena noticia para quienes se habían
mostrado críticos con el convenio desde un principio.
Varios sindicatos, por ejemplo, habían señalado que el acceso barato a mercancías
del sureste de Asia -en particular de Vietnam, uno de los signatarios del TPP- y a
mano de obra a menor costo pondría en jaque las posibilidades de desarrollo de la
industria y las condiciones del empleo en partes de Latinoamérica.

Empresarios y organizaciones civiles en México afirmaron que el TPP


representaba "un peligro para varios sectores de la economía".
Entre los más perjudicados, dicen, están la industria textil, de autopartes, la
producción de leche, azúcar, acero y el comercio de medicinas.

"Nuestro peor reto es Vietnam, siempre ha sido nuestra preocupación", reconoció


ante BBC Mundo Alfonso Juan Ayub, presidente de la Cámara Nacional de la
Industria Textil en México, el pasado octubre.
Algunos incluso advierten del efecto dañino que podría tener sobre las exportaciones
agrícolas de los tres países de la región.
Otros, en tanto, critican el tratado como instrumento en sí mismo: lo llaman "el
Titanic del comercio", condenado a hundirse, y reclaman contra los intentos de los
gobiernos de salvarlo a cualquier costo.
"Prepotentes y sin entender el mensaje político que les deja la derrota del TPP por
la movilización y acción de los pueblos, destacadamente las organizaciones de
izquierda y progresistas de todos nuestros países, ahora buscan una desesperada
salida creyendo que pueden imponerla", opinan Alejandro Villamar y Alberto Arroyo,
miembros de "México Mejor Sin TPP", en una columna publicada por la
agencia Alai.
*Esta nota se publicó originalmente en BBC Mundo en noviembre de 2016 cuando Trump
anunció que retiraría a EE.UU. del TPP y ha sido actualizada tras la firma de la orden
ejecutiva.

MERCOSUR Y ALIANZA DEL PACÍFICO INICIAN LA INTEGRACIÓN

CONTRA EL PROTECCIONISMO DE DONALD TRUMP

Buenos Aires 7 ABR 2017 -

Los cancilleres de ambos bloques acuerdan en Buenos Aires, en el marco


del Foro Económico Mundial sobre América Latina, una hoja de ruta que
fortalezca el comercio intrarregional

Ya no hay vuelta atrás. Ese ha sido el mensaje que han dado los cancilleres
de los países de Mercosur y Alianza del Pacífico, en la señal de largada de
un proceso de integración de bloques que avanza lento pero sin
posibilidades de arrepentimiento. El primer encuentro fue en la Cancillería
argentina en Buenos Aires, ciudad que alojó el Foro Económico Mundial
sobre América Latina. El acercamiento de las principales economías del
Atlántico y del Pacífico sudamericano, a la que se suma México, es un
movimiento defensivo ante un mundo que se ha tornado más complicado
para el comercio de los países emergentes. El proteccionismo de Estados
Unidos ha convencido a sus economías de la necesidad de potenciar el
comercio intrarregional. Mientras México mira hacia el sur, las economías
del Mercosur han decidido mirar hacia el oeste, donde encontraban hasta
ahora posiciones irreconciliables con las políticas de izquierda que
caracterizaron a su gobiernos hasta hace poco más de un año.
4 “Esto es un hito importante en la integración latinoamericana, porque nos
hemos comprometido a avanzar en un momento en que reina la
incertidumbre a nivel internacional y se observan tensiones nacionalistas e
incluso xenófobas. Por eso apostamos al multilateralismo y al comercio
sustentado en reglas“ dijo en rueda de prensa Heraldo Muñoz, ministro de
Exteriores de Chile, país que ocupa la presidencia pro tempore de la Alianza
del Pacífico, bloque que también integran Perú, Colombia y México. En
nombre del Mercosur, integrado por Argentina, Brasil,Uruguay y Paraguay,
habló la canciller Susana Malcorra. Los cancilleres se esforzaron por
transmitir que la reunión fue “intensa” y “fructífera”, con resultados concretos
como nunca antes. “Hemos firmado una hoja de ruta de seis puntos bien
definidos, que hablan de la complementación y el acercamiento entre los
dos bloques. El objetivo claro es reforzar el compromiso con el libre
comercio y el multilateralismo”, dijo Malcorra.6

Un eventual acuerdo unirá a dos bloques que siempre se vieron con


recelos. El primero porque consideró al Mercosur demasiado politizado y
poco eficiente en lo económico. El segundo porque veía a la Alianza como
demasiado alineada los Estados Unidos y excesivamente volcada al
comercio. El agua y el aceite. El giro hacia la derecha en Argentina y Brasil
fue la piedra de toque de una posible alianza. Los presidentes Mauricio
Macri y Michel Temer decidieron enseguida abrir el Mercosur al mundo. Y
Donald Trump obró el milagro definitivo. México, y en menor medida Chile,
vieron de un día para el otro peligrar su comercio con Estados Unidos y
decidieron avanzar hacia la posibilidad de alinearse con un Mercosur ahora
más amigable. Hay consenso en que hay mucho para avanzar, si se
compara el porcentaje que alcanza el comercio intrazona en otras regiones
del mundo: 69% en la Unión Europea, 55% en Asia y 18 en América Latina.

“Muy pocas veces en la historia se alinean los escenarios como se están


alineando hoy”, dijo el secretario de Economía de México, lldefonso
Guajardo Villarreal, durante una presentación en el Foro. “Tienes dos
grandes países latinoamericanos como Brasil y Argentina que no
necesariamente estaban acompañando el modelo de apertura de la región.
Y que ahora estemos en la misma sintonía tiene que ser capitalizado.
Tenemos que reaccionar, no nos podemos quedar inmóviles en cuanto a la
incertidumbre que llega desde Washington”, agregó. En Chile coinciden con
esta lectura del nuevo escenario americano. “Es una oportunidad para
avanzar hacia una integración, en este escenario es casi un imperativo y
eso lo hemos tomado en la Alianza del Pacífico como algo muy concreto”,
dijo Muñoz en la mesa que compartió con Guajardo Villareal.

Automóviles sobre la mesa

El encuentro de ayer en Buenos Aires fue el primer paso en un camino largo


que recién comienza, sobre todo porque el desafío es resolver la relación de
economías muchas veces complementarias. El caso de Argentina y México
tiene un capítulo particular en la producción de autos. Consultado sobre la
posibilidad de que el mercado mexicano se abra a las exportaciones de
cereales argentinos, Guajardo Villarreal, dijo, con sorna, que ese tema
estaría resuelto cuando Argentina pusiese “automóviles sobre la mesa”. En
todo caso, los bloques no hablan de fusión ni nada parecido. “Nunca estuvo
la posibilidad de fusionarnos porque tenemos esquemas distintos y una
historia distinta. El objetivo es avanzar en una hoja de ruta concreta que
permita abrir mercados y eliminar barreras arancelarias y no arancelarias”,
dijo Muñoz.

Quienes más tienes para ganar en un eventual acuerdo son Argentina y


Brasil. Las dos principales economías sudamericanas están en crisis y
necesitan con urgencia reactivar su comercio con el exterior. La muletilla en
Argentina es que Chile, por ejemplo, tiene acuerdos comerciales con el 90%
del PIB mundial, y el Mercosur con sólo el 10%. “La oportunidad no está en
el mercado intramercosur, está en abrirse, como Chile”, dijo el ministro de la
Producción de Argentina, Francisco Cabrera. “Lo importante es que
Argentina y Brasil se abran y lideren el proceso de apertura”, coincidió,
sentado a su lado en una mesa de debate del Foro su par brasileño, Marcos
Pereira.

El ministro de Economía argentino, Nicolás Dujovne, también dejó en claro


la necesidad de su país por abrirse al mundo. “Cada vez que uno se reúne
con empresas argentinas que exportan la queja generalizada es ‘no puedo
competir con los chilenos, con los peruanos que entran a tal y tal mercado
con un arancel cero cuando nosotros pagamos 10% o 15%. Esto forma
parte del proceso de integración de Argentina al mundo, en la cual vamos
en un proceso lento pero constante. Pero no hay que esperar resultado
inmediatos de estas negociaciones que estamos iniciando”, dijo. Las
discusiones han sido hasta ahora políticas, a la espera de las cuestiones
comerciales más escabrosas. Esa será la batalla de fondo.

MÁS INTEGRACIÓN REGIONAL: ¿LA RESPUESTA DE AMÉRICA LATINA A LAS POLÍTICAS DE


TRUMP?

29 de marzo de 2017

Los países Latinoamericanos se miran unos a otros estupefactos con el nuevo discurso que
ha llegado a la Casa Blanca. Donald Trump se muestra dispuesto a cambiar las relaciones
comerciales y económicas que ha mantenido Estados Unidos durante las últimas décadas, y
eso supone un motivo de inquietud para sus vecinos de continente. El nuevo presidente de
Estados Unidos ha lanzado mensajes a favor del proteccionismo y en contra de la
globalización, apartándose de las negociaciones de importantes tratados comerciales
internacionales, como el del TPP o Asociación Transpacífica, y avisando de que
renegociará otros como el que mantiene con México y Canadá (TLCAN o NAFTA, por sus
siglas en inglés). De hecho, el país mexicano se ha convertido en su principal campo de
batalla, amenazándolo con imponer duros aranceles a todos sus productos.

Si como todo indica, la nueva administración se va a dedicar a dificultar los lazos


comerciales con sus principales socios económicos, Latinoamérica puede tener mucho que
perder. EEUU es clave para la región, ya que más del 40% de las exportaciones se
dirigieron allí durante los últimos años, según cifras de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL). No solo eso, EEUU es, con
diferencia, el principal país extranjero inversor en la región. Según los últimos datos
disponibles del CEPAL, correspondientes a 2015, EEUU fue responsable del 25,7% de las
entradas de inversión extranjera, muy por encima de los siguientes en la lista, que fueron
Países Bajos (15,4%) y España y (11,5%). Además, en México y muchos países de
Centroamérica y el Caribe, las inversiones directas de EEUU suponen más del 50% del
total.

Lo que para muchos se ha convertido en un motivo de preocupación, para otros se ha visto


como una oportunidad. ¿Ha llegado el momento de que Latinoamérica una fuerzas y se
plantee una mayor integración desde el punto de vista económico?

Así lo cree, por ejemplo, Leandro Morgenfeld, profesor del Instituto de Investigaciones de
Historia Económica y Social, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de
Buenos Aires. Considera que la actitud del presidente estadounidense hacia los hispanos
puede ser un impulsor de la unidad en la región. “El discurso xenófobo de Trump, y en
especial su desprecio a los hispanos, está generando un amplio rechazo no sólo en México,
sino en toda América Latina y el Caribe. La estigmatización de los indocumentados y de los
más de 55 millones de personas de origen hispano que hoy viven en Estados Unidos
también supone una humillación para el resto del continente”. En este contexto, cree que se
están generando condiciones para retomar la senda de la coordinación política y la
integración regional. Recuerda como un indicativo importante que en la última cumbre del
ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América o Tratado de Comercio
de los Pueblos) hubo un fuerte rechazo a las iniciativas xenófobas de Trump. Afirma que
sería “bueno” que todos los países de la región, en el marco de la CELAC (La Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños), establecieran una posición conjunta de
solidaridad regional y de rechazo al muro y a las deportaciones masivas. “La única
estrategia posible para los 33 países de ‘Nuestra América’ es retomar la postergada
integración regional. Sólo así se puede ganar autonomía frente a Estados Unidos y demás
potencias extrahemisféricas”.

El profesor Eugenio Gómez, del área académica de Entorno Económico de IPADE


Business School, opina que la integración económica tiene sentido con o sin políticas
proteccionistas en EEUU. “Desde los inicios de la ciencia económica como tal, se ha
desarrollado claramente la idea de que la especialización y la colaboración entre países es
una fuerza importante para incrementar el bienestar de sus habitantes.

Si un país confía en otro para que produzca un bien o un insumo que necesita, le permite
enfocarse en ser más productivo en la producción de otros bienes con base en la
especialización, el aprovechamiento de economías de escala o de una mayor capacidad o
recursos a nivel local”, explica. Por tanto, defiende la idea de que una mayor integración
económica generará bienestar y será buena independiente de las políticas que siga Donald
Trump, aunque reconoce que esta amenaza puede servir como pretexto o aliciente para una
mayor integración, “lo que sería muy bueno para América Latina”. A pesar de ello, advierte
de que una mayor integración en la región podría ser insuficiente para enfrentar un fuerte
proteccionismo en EEUU. En este sentido, destaca el caso de México, cuyas exportaciones
a su vecino del norte representan alrededor de un 36% de las importaciones totales del resto
de América Latina. Es decir, según Gómez, México tendría que conquistar más de un tercio
del mercado latinoamericano para compensar la pérdida del mercado estadounidense. Por
esta misma razón, manifiesta que “el reto está también en conquistar otros mercados como
el europeo o el asiático”.

David Castells-Quintana, profesor de Economía Aplicada de la Facultad de Economía de la


Universidad Autónoma de Barcelona, también considera que el giro proteccionista de
EEUU puede representar una oportunidad para generar una mayor unión en América
Latina. Recuerda que la integración en la región avanzó mucho en las décadas de los
Setenta, Ochenta y Noventa, pero se frenó con las disputas políticas del presente siglo, por
ejemplo entre Colombia y Venezuela. Y lamenta que se perdieran organizaciones e
iniciativas como la Comunidad Andina de Naciones (CAN). “Para que la oportunidad de
mayor integración comercial se materialice falta mayor voluntad política”, advierte.
Para Julio César Gambina, profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Rosario, “los momentos de ofensivas del capitalismo, como el
ascenso de Trump en EEUU, no son la mejor ocasión para avanzar con proyectos
autónomos en la región”. Opina que la actitud del presidente estadounidense y su Gobierno
contra los hispanos no será suficiente para propiciar una mayor unidad regional, algo que
ve complicado con Enrique Peña Nieto en el Gobierno de México, con Michel Temer en el
de Brasil y con Mauricio Macri en el de Argentina. “La continuidad de la lucha de los
pueblos puede recrear condiciones de posibilidad para reinstalar la perspectiva de la
integración alternativa. No será por vía diplomática y menos por la iniciativa de gobiernos
de derecha sumisos a los designios de la potencia hegemónica, aun con declaraciones
críticas a las posiciones que hoy asume el Gobierno Trump”, opina.

Papel de Mercosur
En estos momentos, el Mercado Común del Sur, conocido como Mercosur es el mayor
proceso de integración regional que existe en Latinoamérica. Fundado en 1991 por
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, posteriormente incorporó a otros países como
Venezuela (suspendido) y Bolivia (en proceso de adhesión). También integran el bloque,
aunque como “estados asociados” Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam.
Mientras que México y Nueva Zelanda son “estados observadores”.

Los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de hablar sobre el papel que debería jugar
Mercosur en el nuevo contexto internacional y sobre si tendría que ser la piedra angular de
una gran integración regional. Morgenfeld mantiene que debería reincorporar a Venezuela
y abandonar la estrategia aperturista y a favor de los tratados de libre comercio que hoy le
imprimen fundamentalmente los gobiernos neoliberales de Michel Temer y Mauricio
Macri. Asegura que en 2005 fue una herramienta útil para frenar el Área de Libre Comercio
de las Américas (o ALCA), impulsado por George W. Bush, y cuyo objetivo era expandir
el TLCAN al resto de los estados del continente americano excluyendo a Cuba. “Creo que
sería un grave error volver al Mercosur de los Noventa, pensado como mera plataforma
para consolidar el ‘regionalismo abierto’”. El pacto de libre comercio con la Unión Europea
que ambos bloques llevan años negociando, pero cuyas conversaciones se han relanzado en
los últimos tiempos el cierre de fronteras impulsada por Trump  “sería una muy mala
noticia”, advierte. “Es paradójico que los gobiernos de derecha de la región impulsen
acuerdos de libre comercio perjudiciales para la mayoría de la población y que, además,
están siendo rechazados en Estados Unidos y Europa. Proponen una apertura comercial
extemporánea”, añade.
Gómez reconoce que Mercosur representa un esfuerzo importante para la integración en
América Latina pero subraya que excluye a más países de los que incluye, por lo que
considera imprescindible que se amplíe y reforme para estar a la altura del reto que podrían
representar las políticas proteccionistas de EEUU.

Castells-Quintana sostiene que Mercosur podría ser una herramienta útil para la integración
regional, pero debería ser más incluyente y tener en cuenta acuerdos regionales anteriores
como el de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Este profesor de la Universidad
Autónoma de Barcelona pone de manifiesto que existen muchos factores que explican el
hecho de que no haya una voz común ante el reto que supone Trump y que los países de
Latinoamérica no avancen hacia una integración económica. Pero cree que una de las
claves es esta: “Desde hace unas décadas muchos países latinoamericanos se han empezado
a fijar más en las diferencias entre ellos que en sus semejanzas. Así dar una respuesta
común, o avanzar en una integración, es muy difícil. La Unión Europea empezó a avanzar
cuando los países europeos se dieron cuenta que era más lo que los unía que lo que los
separaba. En Latinoamérica aún no hemos llegado a entender esto”.

Para Morgenfeld, el principal obstáculo de la integración es político. “Con los golpes


parlamentarios en Paraguay y Brasil, el triunfo de Macri en Argentina y la crisis económica
que afecta a la región a partir de la caída de precio y demanda de materias primas, la
derecha neoliberal supuso que había llegado su hora, que era inexorable la derrota de los
procesos de cambio del eje bolivariano y de las experiencias reformistas. Sin embargo,
Peña Nieto, Temer y Macri están enfrentando un creciente rechazo social y político”,
explica. Asegura que las derechas regionales impulsan una agenda librecambista y apuntan
a revertir conquistas sociales. “Abandonan cualquier estrategia de coordinación y
cooperación política latinoamericana y se disputan el rol de socios privilegiados de Estados
Unidos. Sin embargo, el triunfo de Trump los dejó descolocados”, argumenta. Cree que los
mencionados gobiernos defienden una agenda que está siendo impugnada, al menos
discursivamente, en los países que ellos toman como “modelo” a seguir.
Este profesor de la Universidad de Buenos Aires asegura que “impulsar una integración
latinoamericana debería estar en el norte de cualquier proceso de transformación social en
la región”. Declara que en los próximos meses se verá si las “derechas regionales”
consolidan el “proceso de restauración conservadora” o si las “resistencias y rebeliones
populares” revierten esa tendencia.

Gómez cree que la mala situación económica y política por la que pasan algunos países
importantes como Argentina, Brasil y Venezuela es un obstáculo para que haya una política
común en la región y una agenda política que apunte a la colaboración. “Parece que
siempre ha faltado un liderazgo importante o la voluntad de los gobernantes
latinoamericanos para darle una voz común a los intereses que persigue la región a nivel
mundial”, apunta. Pone de relieve que este es un tema muy importante ya que tiene la
convicción de que América Latina podría tener un nivel de influencia considerable en el
mundo. “Su Producto Interno Bruto combinado es de más de 5 billones de dólares, lo que
equivaldría a ser la tercer economía más grande del mundo. Es una lástima que no se
aproveche más esta posible fortaleza cuando hay tantos intereses comunes para estas
naciones”, se lamenta.

También podría gustarte