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Sin interés por hacer sacrificios internos en pos de la resolución de los retos
económicos globales, es muy probable que esta renovada doctrina Monroe
(“América para los americanos”), paralice los nuevos acuerdos comerciales
(el TPP en Asia y el TTIP con la Unión Europea) y dé la espalda a cualquier
iniciativa que contenga elementos de liberalización. Como apunta el
politólogo Marc Blyth, tras la victoria de Trump, la era del neoliberalismo
toca a su fin y comienza la del neonacionalismo. Habrá que prepararse.
Concuerdo con quienes piensan que los lobbies harán muy dificultoso el
cumplimiento de muchas de las promesas de campaña de Trump, más allá de las
legítimas dudas en la veracidad de las intenciones expresadas. Por ahora solo se
sabe que EE.UU abandona el acuerdo Transpacífico TPP, pero habrá acuerdos
bilaterales de comercio, lo que augura menos libre comercio y más poder
negociador para EE.UU.
Habrá que esperar al 20 de enero de 2017 para observar las medidas concretas. Y
ver cómo se resuelven las contradicciones discursivas, las incoherencias de
una melange de vagas propuestas con la presión cruzada de los lobbies financieros
y corporativos transnacionales.
En términos financieros, Trump propuso derogar la “Dodd Frank Act” reforma
financiera que implicó algunos tibios avances en la regulación bancaria, aunque
alejados de las propuestas reformistas más profundas incluso de las de Paul
Volcker ex titular de la Reserva Federal de los EE.UU y partícipe de la reforma.
Cuesta creer que los ejecutivos de dichos bancos implementen medidas que
corten de cuajo la especulación financiera e implementen un modelo nacionalista
de carácter productivo, al menos hasta la ocurrencia de una próxima e inevitable
crisis económica de la globalización financiera.
Es difícil imaginar la sustentabilidad de una burbuja que la crisis de 2008 apenas
morigeró, a pesar de las profundas consecuencias negativas globales de dicha
crisis. El crecimiento de los activos financieros globales sigue siendo 7 veces! el
valor de la producción mundial como 8 años atrás, muy lejos de la relación de
1,75 veces de 1980, pre-desregulación financiera. La depuración de esa
desmesura está pendiente y es inevitable.
Es razonable esperar que la era Trump guarde similitudes con la era Reagan. Bajo
la bandera de la recuperación de la supremacía americana, como ocurrió en 1980,
es esperable una baja en los impuestos a los ricos, y un aumento en el gasto
público para el fortalecimiento del complejo militar, combinados quizás con
algunos incentivos a las transnacionales americanas para que repatrien algo de la
producción altamente transferida a países de bajos salarios.
Mayores tasas de interés en EEUU generarán una apreciación mundial del dólar y
un mayor flujo de capitales a los Estados Unidos, bajo la forma de deuda pública y
privada en dicho país.
La apreciación del dólar siempre provoca una caída en los precios de los
commodities que América Latina y otros países en desarrollo exportan, lo que
afectará al balance comercial de la región, profundizando la restricción externa
iniciada en 2014.
Este mecanismo que afecta por el canal comercial fue parcialmente compensado
en la región por un creciente endeudamiento externo. Pero una suba en la tasa de
interés en los Estados Unidos frena el ingreso de capitales a la periferia como el
mismo Guillermo Calvo preconiza hoy desde la ortodoxia, con el mismo tono
admonitorio que meses antes del denominado “efecto tequila” en 1994, que
generó una fuerte crisis en nuestra región.
El previsible cambio de dirección en el sentido de los capitales financieros hacia
los EE.UU, genera un canal financiero a la crisis, que agrava el drenaje por la vía
comercial. No solamente se vuelve inviable el endeudamiento en América Latina
sino que además de alejar a los capitales especulativos atraídos por mayores
tasas en EE; UU se empieza a generar una fuga de capitales de los países de la
periferia a EE.UU. “Nihil novum sub sole”.
Con lo que el escenario global esperable se parece al de fines de los años 70 y al
de 1994 que produjo fuertes devaluaciones en la región, ante el agravamiento del
déficit de balance de pagos y la consecuente pérdida de reservas, que originaron
un final de ciclo del endeudamiento y corridas bancarias y cambiarias además de
una fuerte recesión en la región.
Pero aún imaginando que no haya una desaparición total de los vientos librecambistas y
que Asia genere políticas de crecimiento que atenúe los riesgos recesivos y
deflacionarios, el nuevo escenario global entraña serios riesgos al mundo en desarrollo, y
en particular a una América Latina con preeminencia de la derecha a partir de la elección
de Macri y el golpe blando a Dilma, que con una agenda vieja para un mundo nuevo, no
previó este escenario.
También se verán afectados los países de América Latina que dependen del
refinanciamiento de sus deudas públicas y privadas.
Más allá de vituperar a Trump y exponer los riesgos de lo que se viene, lo cierto es
que se abre un escenario complejo pero que genera oportunidades. Habrá que ver
la reacción de los gobiernos de derecha de la región que se quedaron atrapados
por miopía ideológica y los intereses corporativos, pedaleando en el aire la
bicicleta financiera.
La derecha de los años 30 no tuvo más remedio que tomar medidas pragmáticas
de fomento del mercado interno para salvar sus intereses permanentes y aventar
riesgos políticos del paradigma de la izquierda.
Se liquidan así las teorías de 19 premios Nobel, iniciados con F. Hayek en 1974,
seguidos por M. Friedman en 1976 y demás profesores de la Universidad de
Chicago, hasta Eugene Fama en el 2013. El presidente de EEUU y los
financieros reconocen que ha llegado a su fin el curso neoliberal de la escuela de
Chicago en el mercado mundial. Encuentran que la apertura comercial absoluta y
la autorregulación del mercado no han resultado en crecimiento y pleno empleo
en su economía, fundamentos de la teoría neoliberal. Se han topado con una
combinación de desempleo, grandes déficits comerciales, pérdida de capacidad
adquisitiva, una concentración inédita del ingreso y un muy prolongado
estancamiento económico, junto con un monumental auge en las bolsas de
valores.
Estas decisiones, unida a una sobre exposición mediática, han supuesto que
en el exterior no comprendan de forma clara el origen de la victoria de Donald
Trump, derivada por su claro discurso en favor de las clases medias, la
producción nacional y la protección del comercio e industria nacional frente a la
libertad y movilidad de capitales; de ahí que pocos creyeran en su victoria. Hay
que mirar hacia el interior de Estados Unidos en el que una gran parte de la
población de clase media se ha visto desplazada por la crisis económica,
sintiéndose en peores condiciones y calidad de vida que hace unos años y
achacando fundamentalmente este hecho a las deslocalizaciones de empresas
americanas hacia otros países y la entrada masiva de inmigrantes.
Sin embargo, la determinación de Trump con la economía americana es clara,
supone una enmienda a la totalidad del libre comercio y la globalización, idea
defendida desde siempre por las sucesivas administraciones americanas; y
puede suponer también un antes y un después en lo que a relaciones
económicas internacionales e integración global se refiere.
Conclusiones
¿Es entonces factible que Estados Unidos se cierre en banda y comience a
mirarse únicamente hacia dentro dejando la batuta de la globalización? Claro
que no.
Sin embargo, una economía que está caracterizada por la apertura y las
interrelaciones con el resto del mundo, que ha sido el abanderado de las
grandes liberalizaciones y acuerdos comerciales globales no puede cerrarse
ahora en un mundo cada vez más integrado.
Lo que muchos en América Latina temían es una realidad: Donald Trump fue
elegido presidente de Estados Unidos, una sorpresa que puede traer el
mayor cambio en las relaciones de Washington con sus vecinos
continentales en décadas.
Ya sea por sus promesas de construir un muro en la frontera con México, deportar
masivamente inmigrantes sin papeles y aumentar el proteccionismo comercial, o
por los efectos que su elección tiene en los mercados, Trump es ahora para
Latinoamérica una fuente de inquietud y tensión.
Para Trump, en cambio, la cancelación de cuajo de este tratado fue una promesa
clara de campaña que ya se cumplió.
Los analistas económicos pueden poner el grito en el cielo tras la orden de Trump,
pero lo cierto es que la maniobra no ha tomado a nadie por sorpresa.
Se supone, además, que el TPP iba a empoderar a las clases medias, mediante el
acceso a mercancías más baratas y el fomento del consumo doméstico, apunta
Tavera.
Eso, a su turno, podría facilitar la creación de empresas medianas y pequeñas, con
costos más bajos y acceso a un mercado mayor. Todo eso, señalan los primeros
pronósticos, podría quedar trunco si el acuerdo no se ratifica.
"Hay varias opciones por las cuales podemos andar, pero siempre con el
compromiso de llegar a tener un tratado de libre comercio en Asia Pacífico", había
señalado antes la vicepresidenta de Perú, Mercedes Aráoz.
El gigante asiático podría llenar el eventual vacío que dejaría Estados Unidos,
dijeron funcionarios del bloque de APEC asistentes al foro de Lima.
Lo haría a través de tratados alternativos, como el Acuerdo de Asociación Económica
Integral Regional (RCEP) que Pekín viene empujando el gigante asiático y que
apunta a una asociación más amplia, de 16 países, incluido India.
Festejos silenciosos
Pero la retirada firmada por Trump es una buena noticia para quienes se habían
mostrado críticos con el convenio desde un principio.
Varios sindicatos, por ejemplo, habían señalado que el acceso barato a mercancías
del sureste de Asia -en particular de Vietnam, uno de los signatarios del TPP- y a
mano de obra a menor costo pondría en jaque las posibilidades de desarrollo de la
industria y las condiciones del empleo en partes de Latinoamérica.
Ya no hay vuelta atrás. Ese ha sido el mensaje que han dado los cancilleres
de los países de Mercosur y Alianza del Pacífico, en la señal de largada de
un proceso de integración de bloques que avanza lento pero sin
posibilidades de arrepentimiento. El primer encuentro fue en la Cancillería
argentina en Buenos Aires, ciudad que alojó el Foro Económico Mundial
sobre América Latina. El acercamiento de las principales economías del
Atlántico y del Pacífico sudamericano, a la que se suma México, es un
movimiento defensivo ante un mundo que se ha tornado más complicado
para el comercio de los países emergentes. El proteccionismo de Estados
Unidos ha convencido a sus economías de la necesidad de potenciar el
comercio intrarregional. Mientras México mira hacia el sur, las economías
del Mercosur han decidido mirar hacia el oeste, donde encontraban hasta
ahora posiciones irreconciliables con las políticas de izquierda que
caracterizaron a su gobiernos hasta hace poco más de un año.
4 “Esto es un hito importante en la integración latinoamericana, porque nos
hemos comprometido a avanzar en un momento en que reina la
incertidumbre a nivel internacional y se observan tensiones nacionalistas e
incluso xenófobas. Por eso apostamos al multilateralismo y al comercio
sustentado en reglas“ dijo en rueda de prensa Heraldo Muñoz, ministro de
Exteriores de Chile, país que ocupa la presidencia pro tempore de la Alianza
del Pacífico, bloque que también integran Perú, Colombia y México. En
nombre del Mercosur, integrado por Argentina, Brasil,Uruguay y Paraguay,
habló la canciller Susana Malcorra. Los cancilleres se esforzaron por
transmitir que la reunión fue “intensa” y “fructífera”, con resultados concretos
como nunca antes. “Hemos firmado una hoja de ruta de seis puntos bien
definidos, que hablan de la complementación y el acercamiento entre los
dos bloques. El objetivo claro es reforzar el compromiso con el libre
comercio y el multilateralismo”, dijo Malcorra.6
29 de marzo de 2017
Los países Latinoamericanos se miran unos a otros estupefactos con el nuevo discurso que
ha llegado a la Casa Blanca. Donald Trump se muestra dispuesto a cambiar las relaciones
comerciales y económicas que ha mantenido Estados Unidos durante las últimas décadas, y
eso supone un motivo de inquietud para sus vecinos de continente. El nuevo presidente de
Estados Unidos ha lanzado mensajes a favor del proteccionismo y en contra de la
globalización, apartándose de las negociaciones de importantes tratados comerciales
internacionales, como el del TPP o Asociación Transpacífica, y avisando de que
renegociará otros como el que mantiene con México y Canadá (TLCAN o NAFTA, por sus
siglas en inglés). De hecho, el país mexicano se ha convertido en su principal campo de
batalla, amenazándolo con imponer duros aranceles a todos sus productos.
Así lo cree, por ejemplo, Leandro Morgenfeld, profesor del Instituto de Investigaciones de
Historia Económica y Social, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de
Buenos Aires. Considera que la actitud del presidente estadounidense hacia los hispanos
puede ser un impulsor de la unidad en la región. “El discurso xenófobo de Trump, y en
especial su desprecio a los hispanos, está generando un amplio rechazo no sólo en México,
sino en toda América Latina y el Caribe. La estigmatización de los indocumentados y de los
más de 55 millones de personas de origen hispano que hoy viven en Estados Unidos
también supone una humillación para el resto del continente”. En este contexto, cree que se
están generando condiciones para retomar la senda de la coordinación política y la
integración regional. Recuerda como un indicativo importante que en la última cumbre del
ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América o Tratado de Comercio
de los Pueblos) hubo un fuerte rechazo a las iniciativas xenófobas de Trump. Afirma que
sería “bueno” que todos los países de la región, en el marco de la CELAC (La Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños), establecieran una posición conjunta de
solidaridad regional y de rechazo al muro y a las deportaciones masivas. “La única
estrategia posible para los 33 países de ‘Nuestra América’ es retomar la postergada
integración regional. Sólo así se puede ganar autonomía frente a Estados Unidos y demás
potencias extrahemisféricas”.
Si un país confía en otro para que produzca un bien o un insumo que necesita, le permite
enfocarse en ser más productivo en la producción de otros bienes con base en la
especialización, el aprovechamiento de economías de escala o de una mayor capacidad o
recursos a nivel local”, explica. Por tanto, defiende la idea de que una mayor integración
económica generará bienestar y será buena independiente de las políticas que siga Donald
Trump, aunque reconoce que esta amenaza puede servir como pretexto o aliciente para una
mayor integración, “lo que sería muy bueno para América Latina”. A pesar de ello, advierte
de que una mayor integración en la región podría ser insuficiente para enfrentar un fuerte
proteccionismo en EEUU. En este sentido, destaca el caso de México, cuyas exportaciones
a su vecino del norte representan alrededor de un 36% de las importaciones totales del resto
de América Latina. Es decir, según Gómez, México tendría que conquistar más de un tercio
del mercado latinoamericano para compensar la pérdida del mercado estadounidense. Por
esta misma razón, manifiesta que “el reto está también en conquistar otros mercados como
el europeo o el asiático”.
Papel de Mercosur
En estos momentos, el Mercado Común del Sur, conocido como Mercosur es el mayor
proceso de integración regional que existe en Latinoamérica. Fundado en 1991 por
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, posteriormente incorporó a otros países como
Venezuela (suspendido) y Bolivia (en proceso de adhesión). También integran el bloque,
aunque como “estados asociados” Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam.
Mientras que México y Nueva Zelanda son “estados observadores”.
Los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de hablar sobre el papel que debería jugar
Mercosur en el nuevo contexto internacional y sobre si tendría que ser la piedra angular de
una gran integración regional. Morgenfeld mantiene que debería reincorporar a Venezuela
y abandonar la estrategia aperturista y a favor de los tratados de libre comercio que hoy le
imprimen fundamentalmente los gobiernos neoliberales de Michel Temer y Mauricio
Macri. Asegura que en 2005 fue una herramienta útil para frenar el Área de Libre Comercio
de las Américas (o ALCA), impulsado por George W. Bush, y cuyo objetivo era expandir
el TLCAN al resto de los estados del continente americano excluyendo a Cuba. “Creo que
sería un grave error volver al Mercosur de los Noventa, pensado como mera plataforma
para consolidar el ‘regionalismo abierto’”. El pacto de libre comercio con la Unión Europea
que ambos bloques llevan años negociando, pero cuyas conversaciones se han relanzado en
los últimos tiempos el cierre de fronteras impulsada por Trump “sería una muy mala
noticia”, advierte. “Es paradójico que los gobiernos de derecha de la región impulsen
acuerdos de libre comercio perjudiciales para la mayoría de la población y que, además,
están siendo rechazados en Estados Unidos y Europa. Proponen una apertura comercial
extemporánea”, añade.
Gómez reconoce que Mercosur representa un esfuerzo importante para la integración en
América Latina pero subraya que excluye a más países de los que incluye, por lo que
considera imprescindible que se amplíe y reforme para estar a la altura del reto que podrían
representar las políticas proteccionistas de EEUU.
Castells-Quintana sostiene que Mercosur podría ser una herramienta útil para la integración
regional, pero debería ser más incluyente y tener en cuenta acuerdos regionales anteriores
como el de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Este profesor de la Universidad
Autónoma de Barcelona pone de manifiesto que existen muchos factores que explican el
hecho de que no haya una voz común ante el reto que supone Trump y que los países de
Latinoamérica no avancen hacia una integración económica. Pero cree que una de las
claves es esta: “Desde hace unas décadas muchos países latinoamericanos se han empezado
a fijar más en las diferencias entre ellos que en sus semejanzas. Así dar una respuesta
común, o avanzar en una integración, es muy difícil. La Unión Europea empezó a avanzar
cuando los países europeos se dieron cuenta que era más lo que los unía que lo que los
separaba. En Latinoamérica aún no hemos llegado a entender esto”.
Gómez cree que la mala situación económica y política por la que pasan algunos países
importantes como Argentina, Brasil y Venezuela es un obstáculo para que haya una política
común en la región y una agenda política que apunte a la colaboración. “Parece que
siempre ha faltado un liderazgo importante o la voluntad de los gobernantes
latinoamericanos para darle una voz común a los intereses que persigue la región a nivel
mundial”, apunta. Pone de relieve que este es un tema muy importante ya que tiene la
convicción de que América Latina podría tener un nivel de influencia considerable en el
mundo. “Su Producto Interno Bruto combinado es de más de 5 billones de dólares, lo que
equivaldría a ser la tercer economía más grande del mundo. Es una lástima que no se
aproveche más esta posible fortaleza cuando hay tantos intereses comunes para estas
naciones”, se lamenta.