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La Democracia del siglo XXI

La democracia es una manera de organización social que atribuye la


titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía. En sentido estricto, la
democracia es una forma de organización del Estado en la cual las
decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante
mecanismos de participación directa o indirecta que confieren
legitimidad a sus representantes. En sentido amplio, democracia es una
forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales
y las relaciones sociales se establecen conforme a mecanismos
contractuales.

En el siglo XXI las democracias deben encontrar respuestas más


eficientes y efectivas a problemas históricos como la pobreza y la
desigualdad mientras deben encontrar formas de resolver cuestiones
asociadas a la igualdad, inclusión y paridad de género, problemas de
cibercrimen, fake news, uso de datos personales y el riesgo de la
cibervigilancia para con los ciudadanos por parte de los Estados. Para
ello, necesitamos repensar la democracia y otro modo de gobernar para
poder hacerla compatible con la complejidad y los desafíos de nuestras
sociedades. Una adecuada comprensión de la situación particular de
las instituciones democráticas es fundamental para canalizar el
descontento y permitir la emergencia de nuevas categorías
conceptuales que permitan construir nuevos escenarios propicios para
el desarrollo del país.
La actual crisis de la democracia no se limita a la «crisis de
representación». Las elecciones tienen hoy menor capacidad de
representación por razones institucionales y sociológicas y existe
malestar y desasosiego ciudadano. El «pueblo» ya no es aprehendido
como una masa homogénea sino más bien como una sucesión de
historias singulares. Y para dar cuenta de ello, resulta urgente ampliar
la democracia de autorización a una democracia de ejercicio, lo cual
requiere de una democracia narrativa, con ciudadanos iguales en
dignidad y reconocimiento. De lo contrario, el déficit de representación
seguirá provocando oscilaciones entre la pasividad y el miedo, que a
menudo favorecen a los llamados populismos de derecha.

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