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Destino de justos y pecadores

Habiéndose puesto a orar, el bienaventurado Esdras dijo:


-Señor, dame confianza para que no tema al ver los juicios de los
pecadores.
Y me fueron dados siete ángeles del Tártaro y me llevaron setenta grados
hacia abajo, hacia el infierno. Así vi las puertas de fuego; se pasaba por
una llama y a setenta y dos pies hacia fuera de la puerta vi que yacían dos
seres como leones; de su boca, de sus orejas y de sus ojos salía como una
llama fortísima. Y venían unos varones grandes que pasaban por entre las
llamas que no las tocaban. Y pregunté a los ángeles que me conducían:
-¿Quiénes son estos que proceden con tanta alegría?
Me dijeron los ángeles:
-Estos son los justos cuya fama se levanta hasta el cielo. Estos son los que
hicieron mucha limosna, vistieron a los desnudos y los calzaron y desearon
un buen deseo.
Y venían otros para pasar las puertas y los perros los destrozaban.
Y decía el bienaventurado Esdras al Señor:
-Señor, perdona a los pecadores.
Pero no se compadecía de ellos. Y pregunté a los ángeles que me
conducían:
-¿Quiénes son estos que están en una pena tan grande y en tantos
tormentos?
Y me dijeron los ángeles:
-Estos son los que negaron al Señor; son los que en el domingo, día del
Señor, antes de la misa yacieron con mujeres, y por ello están en un
tormento tan grande […]

Castigo de los pecados impuros


Y me llevaron hacia abajo varios grados, hacia el infierno, y vi a unos
hombres derribados cabeza abajo. Unos ángeles servían en fuego, otros los
golpeaban con palancas de fuego. La tierra los interpelaba diciendo:
“Golpead y no los perdonéis, porque cometieron crímenes sobre mi”.
Y preguntó el bienaventurado Esdras a los ángeles:
-¿Quiénes son estos que diariamente están en una pena tan grande?
Y me dijeron:
-Estos son los que yacieron con mujeres casadas. Estas son las mujeres
casadas que no se adornaron para sus propios maridos, sino para agradar
a otros y desearon un mal deseo […].
Y me llevaron hacia abajo dos veces quinientos grados, y vi un caldero y
grandes (recipientes); su altura era de doscientos codos; allí ardía azufre y
betún que se movían como la ola del mar. Y vinieron los justos y caminaron
en medio de ellas, sobre las olas del fuego alabando el nombre del Señor,
como si caminaran sobre el rocío.
Interrogue a los ángeles:
-¿Quiénes son estos que proceden con tanta alegría?
Y me dijeron:
-Estos son los que hicieron muchas limosnas y vistieron a los desnudos […].

El gusano inextinguible
Y caminé y vi en un lugar oscuro al gusano inextinguible; no pude calcular
su longitud y su altura que superaba los setenta codos. Y ante su boca
había muchos miles de pecadores, y cuando (el gusano) aspiraba su
aliento, entraban en su boca como moscas, y cuando lo exhalaba, salían
todos con otro color. Y dijo el bienaventurado Esdras a los ángeles:
-¿Quiénes son estos?
Y me dijeron:
-Estos están llenos de todo mal.

El río de fuego
Y caminé hacia adelante y vi un rio de fuego; y sobre él había una ola muy
grande y su extensión podría calcularse como la de setenta pares de
bueyes. Y cuando vinieron los justos lo pasaron con alegría y gozo. Y
cuando venían los pecadores la ola se volvía estrecha como el hilo de
cuerda de un instrumento. Caían a este rio confesando sus pecados y
decían:
-Hemos hecho todos los males y ahora somos entregados a esta pena.
Y pedían, pero nadie se compadecía de ellos […].

Castigo del infanticidio y de otros pecados


Y vi asimismo otro horno en un lugar oscurísimo; allí eran enviado muchos.
Preguntó el beato Esdras a los ángeles:
-¿Quiénes son estos?
Y dijeron:
-Estas son las que tuvieron hijos fruto del adulterio y los mataron.
Y los mismos niños interpelaban, diciendo:
-Señor, estas arrancaron el alma que tu nos distes.
Y vi a otras mujeres que colgaban del fuego, y unas serpientes chupaban
sus pechos.
Y dije a los ángeles:
-¿Quiénes son estas?
Y me dijeron:
-Estas son las que mataron a sus pequeños y no dieron sus pechos a otros
huérfanos […].

Los justos pasan por las llamas hasta el Paraíso. Su recompensa


Y me bajaron hacia abajo catorce grados hacia el infierno y vi allí a leones
y camellos que yacían alrededor de la llama del fuego, y venían los justos y
pasaban a través de ellos al Paraíso. Y vi muchos miles de justos, y sus
moradas eran esplendidas durante todo tiempo. Allí había luz, gozo,
alegría y bienestar. Estos son los que hicieron el bien sobre la tierra. No
tenían tristeza, los nutria el maná del cielo porque dieron muchas limosnas.
Otros muchos hay allí que no dieron limosnas, porque no tenían de donde;
se sintieron atribulados a causa de su carencia. Ellos, los pobres, puesto
que no tenían de dónde dar limosna, dijeron una palabra buena. Y estos
eran más firmes en la piedad que otros que habían hecho muchas obras
buenas. Alaban al Señor que amó la justicia. En efecto, es agradable la
limosna generosa que está en torno a Él […].
Y preguntó el bienaventurado Esdras:
-Señor, ¿Qué hicieron los justos para no recibir castigo?
Dijo el Señor:
-El siervo que sirve bien a su dueño recibe la libertad; así los justos están en
el reino de los cielos. Amén.

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