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El gusano inextinguible
Y caminé y vi en un lugar oscuro al gusano inextinguible; no pude calcular
su longitud y su altura que superaba los setenta codos. Y ante su boca
había muchos miles de pecadores, y cuando (el gusano) aspiraba su
aliento, entraban en su boca como moscas, y cuando lo exhalaba, salían
todos con otro color. Y dijo el bienaventurado Esdras a los ángeles:
-¿Quiénes son estos?
Y me dijeron:
-Estos están llenos de todo mal.
El río de fuego
Y caminé hacia adelante y vi un rio de fuego; y sobre él había una ola muy
grande y su extensión podría calcularse como la de setenta pares de
bueyes. Y cuando vinieron los justos lo pasaron con alegría y gozo. Y
cuando venían los pecadores la ola se volvía estrecha como el hilo de
cuerda de un instrumento. Caían a este rio confesando sus pecados y
decían:
-Hemos hecho todos los males y ahora somos entregados a esta pena.
Y pedían, pero nadie se compadecía de ellos […].