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Àlex Blasco Carbonell

RESUMEN
Platón, Fedro, 242b-257b

Una vez Sócrates da su primer discurso en la primera parte del Fedro, se da cuenta de que ha
cometido, junto a Lisias, un grave error. Él afirma que durante la presentación de su discurso había
estado notando una fuerza dentro de sí, que se sabe que es la de su dáimon. Esta perturbación en su
alma le hace darse cuenta de que el mensaje que quiso transmitir en su discurso era incorrecto,
defendiendo lo mismo que defendió Lisias. Fedro no entiende a qué se refiere su buen amigo
Sócrates, entonces éste le dice que, en ningún momento ni por nada del mundo, se puede tratar al
amor como algo negativo y doloroso. Esto es debido a que el amor es hijo de Afrodita 1, y por lo
tanto, es un dios; así que si esta contemplación de la belleza y su deseo ha sido proporcionado por
un dios, no puede ser algo dañino. Los discursos que previamente se habían presentado, parecían
decir la verdad, pero tanto Sócrates como Lisias, habían sido engañados por sus propias palabras.
Como Sócrates había blasfemado, debe hacer algo para que los dioses le perdonen y así
retractarse en sus ideas antes mencionadas. A esto se le llama “palinodia”, título que le puso
Estesícoro a un poema suyo en defensa de Elena, puesto que la había insultado anteriormente y por
ello se había quedado ciego. Tomando su ejemplo, Sócrates se anima a emprender el mismo camino
cambiando su discurso. Ahora la tesis será la siguiente: a quien más hay que otorgarle favores es a
quien ama, antes que a quien no ama.
La mayor parte de este fragmento está ocupada por la palinodia socrática. Empieza, entonces,
diciendo que, en efecto, el amor es un tipo de locura. Ahora bien, no por ello es necesario tacharlo
como algo feo y malo. Si la locura ha sido dada por los dioses, necesariamente algo bueno tendrá
que tener. Para ejemplificar esto, expone diversas situaciones en las que la locura visita a diferentes
individuos con un buen fin. Uno de ellos podrían ser las profecías, donde individuos invadidos por
la insania tienen visiones que les permiten ver el futuro. Esto sería un tipo de arte. Asimismo, los
ritos religiosos y las posesiones divinas formarían parte de la locura también, y estos, mediante el
rezo, buscan liberarse de sus penas y del sufrimiento, ¿qué maldad podría haber en esto?
Finalmente, Platón habla de las Musas, las cuales poseen a los poetas para que compongan bellas
obras; que ningún otro trate de poetizar sin las Musas, puesto que jamás podrán llegar a la máxima
excelencia. El amor sería entonces el cuarto estado maniático que, contrariamente a lo pensado,
beneficiaría tanto al amado como al amante.
No obstante, antes de nada es necesario explicar la naturaleza del alma en tanto que entender
por qué razón el alma cae enamorada y se inunda de locura cuando se enamora. Primero, se afirma
que el alma es inmortal y que es la proveedora de movimiento y, por ende, de vida. Ella se mueve
por sí misma puesto que es en sí misma y es, a su vez, origen de movimiento. Los animales,
entonces, tal y como decían los pitagóricos, tienen alma. El alma a su vez es inengendrada e
imperecedera, como el Ser parmenídeo. Igualmente, tiene automovimiento, de forma que ella
misma es el origen del movimiento. Por esa razón, si fuera perecedera o se generase, habrían puntos
de inmovilidad, así que no podrían generarse más almas. De este modo, se reafirma su inmortalidad
y queda claro que aquello animado es porque, como indica la palabra, tiene ánima.

1 El Amor del que se está hablando aquí es la representación de Eros, el dios afrodisíaco del deseo y del amor más
pasional.
Una vez pasamos a tratar de explicar el funcionamiento del alma y su deber en el mundo, la
cosa se complica: necesitaríamos una explicación divina para poder comprenderlo. Por esta razón,
Sócrates opta por dar una representación más humana, usando así un mito: el Mito del Auriga.
Empieza diciendo que la naturaleza del alma es una fuerza que se asemeja a un carro alado
manejado por un auriga y tirado por dos caballos. El alma de los dioses está dirigida por dos
caballos blancos, mientras que las demás lo están por un caballo blanco y otro negro. El caballo
blanco se caracteriza por ser dócil, obediente y bueno; mientras que el negro es fuerte, indomable y
cabezota. Más adelante, en la República, se darán los nombres de los componentes del carro
refiriéndose a las partes del alma. De igual modo, se verá un dualismo antropológico, puesto que el
cuerpo es considerado como una cárcel para el alma, ya que esta tiene como propósito contemplar
la verdad y el verdadero ser. Los dioses también tienen cuerpo, solo que este no varía en el tiempo,
de modo que alma y cuerpo son uno. Seguidamente, se dice que el alma tiene alas y que el objetivo
de estas es llevarla hacia arriba, a lo más cercano a lo divino. Estas almas siguen a Zeus, quien
gobierna todo, y a las once filas que forman el resto de los dioses y los démones. Hestia es la única
diosa que no les sigue, puesto que es la diosa del domicilio y la familia, considerada entonces como
la divinización de la tierra.
El cometido de los dioses es ir hacia el cielo para realizar banquetes, ya que el auriga debe
repostar y dejar pastar a los caballos; y el mejor prado, el que mejor nutre a las almas, está en lo que
posteriormente se conocerá como el mundo inteligible de Platón. Los dioses no tienen ninguna
dificultad durante su trayecto puesto que sus caballos son obedientes. Sin embargo, el resto no lo
tiene tan fácil ya que el caballo negro entorpece la travesía. Estas almas tratan de seguir a los dioses,
pero una vez llegan a la cima tan solo son capaces de contemplar tal mundo por un breve período de
tiempo, pero es suficiente para que todas las almas queden completamente maravilladas. Ellas, que
son las únicas capaces de ver 2 mediante la razón, han contemplado las verdades absolutas y la
auténtica realidad, la más pura. Ellas han podido ver la Justicia, la Ciencia, la Sensatez… Ningún
otro placer se asemeja de igual modo a este. Sin embargo, como se ha comentado más arriba, el
caballo negro hace que el carro descienda y, formando un círculo, vayan a pastar a otro prado que
no es, ni por asomo, de la misma calidad que el esperado más allá del punto de separación entre los
dioses y los mortales. No obstante, hay una diferencia interna entre las almas mortales según lo que
han podido llegar a ver y lo bien que han seguido a su Dios. En este intento, unas con otras chocan
y se arrancan las alas. Esto, inevitablemente, las condena a vivir en una eterna opinión y no tener la
concepción verdadera de todo aquello que es en sí mismo. Pero el alma es persistente, y tratará de
realizar este camino tantas veces como pueda, porque un instante de contemplación de las verdades
es suficiente. Debido a la desnutrición de las almas de no poder pastar con los dioses, pierden
también sus alas a la par que van olvidando (teoría de la reminiscencia) lo que habían contemplado.
Por esta razón, caen en el mundo sensible y, por mala suerte, se ven atrapadas en cuerpos físicos.
Según el tiempo que hayan podido dedicar a ver las verdades, el mortal del que formarán parte será
uno de los nueve tipos posibles:

Entonces es de ley que tal alma no se implante en ninguna naturaleza animal, en la primera
generación, sino que sea la que más ha visto la que llegue a los genes de un varón que habrá de ser
amigo del saber, de la belleza o de las Musas tal vez, y del amor; la segunda que sea para un rey

2 La relación semántica entre “ver” y “conocer” es realmente estrecha en griego. Platón habla frecuentemente de
“ver” como “conocer”, puesto que literalmente el alma sería capaz de conocer mediante la contemplación de las
ideas. En el Símil del Sol, compara la Idea del Bien, la cual es la más perfecta y es creadora del resto de formas (ya
que es la encargada de infligir visibilidad en el resto de ideas) situándola en la cúspide de la jerarquización de las
formas platónicas. El propio vocablo griego, νοέω, significa indistintamente ver y/o conocer.
nacido de leyes o un guerrero y hombre de gobierno; la tercera. para un político o un administrador o
un hombre de negocios; la cuarta, para alguien a quien le va el esfuerzo corporal, para un gimnasta, o
para quien se dedique a curar cuerpos; la quinta habrá de ser para una vida dedicada al arte
adivinatorio o a los ritos de iniciación; con la sexta se acoplará un poeta, uno de ésos a quienes les da
por la imitación; sea la séptima para un artesano o un campesino; la octava, para un sofista o un
demagogo, y para un tirano la novena

(Platón, Fedro, 248c10 – 248e4)

Seguidamente, pasados mil años, se juzgará al alma, y según si ha vivido justa o injustamente
será ascendida o descendida de nivel. Cabe remarcar que no es hasta pasados diez mil años que las
alas no vuelven a crecer, así que durante este tiempo estarán errando por el mundo de la opinión y
vagando entre cuerpos. No obstante, existe una excepción: si durante tres períodos consecutivos de
la vida del alma, esta consigue formar parte, junto al cuerpo, de personas que se dedican al saber, a
la filosofía y a los conocimientos más elevados, entonces podrá volver antes a su mundo, ya que
solo necesitará de tres períodos de mil años para que las alas le hayan crecido. Esto se debe a que el
filósofo, al igual que las almas, busca la contemplación y el entendimiento de las verdades del ser,
pues es capaz de recordar con mayor facilidad aquello que había olvidado. Sin embargo, es
necesario que para que el alma se convierta en humano haya contemplado con anterioridad dichas
verdades. El filósofo, asimismo y volviendo al tema principal, es también tachado de loco, puesto
que elucubra y divaga sobre diversos temas que se encuentran más allá de lo percibido en la vida
corriente.
Entendido esto, podemos concretar que la cuarta forma de manía es el amor. El amor tiene por
objetivo contemplar y desear la belleza, ¿y no es esto, acaso, lo que pretende también el alma? Es
inevitable que, al reconocer la belleza en el mundo sensible, no le venga un recuerdo de la belleza
en sí misma que había contemplado con anterioridad. El alma siente ganas de alzar el vuelo y mira
hacia arriba, con deseo y pasión; hecho que provoca que desde fuera todo pueda parecer una locura.
El recordar no viene dado en igualdad de condiciones: las que más tiempo hayan vislumbrado
la Belleza más fácil lo tendrán y más pronto se acercarán a su entendimiento pleno; mientras que
quien menos lo haya hecho poseerá un amor más carnal y más alejado de lo propiamente
considerado bello. Mientras tanto, al recordar puede parecer que la persona deje de estar en sus
cabales. Cabe remarcar que la belleza se conoce también con la vista (véase nota 2).
Una vez la belleza sea recordada, al instante podrá ser reconocida. Eso hará que al contemplar
las emulaciones de la belleza en el mundo sensible el alma se acalore y se humedezca, provocando
así que germinen más pronto las semillas que darán lugar a sus alas. Esto es un proceso doloroso y
se compara en el texto como cuando a los niños pequeños les salen las muelas. Para nuestra fortuna,
se puede apaciguar el dolor con el amado, ya que tan solo contemplándolo y viendo la Belleza,
podemos disminuir la desagradable sensación.

Y es que además de venerarle, ha encontrado en el poseedor de la belleza al médico apropiado para


sus grandísimos males. A esta pasión, pues, hermoso muchacho, al que precisamente van enhebradas
mis palabras, llaman los hombres amor

(Platón, Fedro, 252a8 – 252b4)

Es importante remarcar que el carácter del amado que el alma buscará estará en función del
dios al que estaba siguiendo durante su seguida a las almas divinas. Es decir, si una alma siguió a
Zeus, buscará en su amado a alguien fuerte y digno de gobierno; si siguió a Ares, a alguien con
tendencias homicidas, que sea capaz de matar y de morir por amor; si era a Hera, buscará a alguien
rígido y fiel; etcétera. Cabe buscar la naturaleza del amado en la propia naturaleza del alma para que
al final dos almas sean un reflejo una de la otra, y así poder recordar con mayor presteza todo lo
olvidado.
Finalmente, casi al final del discurso, se presentan los valores del alma. El caballo blanco, al
ser moderado, es dócil, y reina en él la opinión verdadera. En el caballo negro rige la fuerza y el
deseo, que le hace inevitable abalanzarse hacia el amado en cuanto lo ve. El auriga sería la razón y
la sensatez, ya que él tendría como objetivo domar a los dos caballos. Por ello, el amante sigue al
amado, por la perseverancia del caballo negro, pero lo hace con moderación gracias al caballo
blanco. No obstante, cuanto más cerca del amado se esté, el deseo por él crecerá de manera
proporcional, desencadenando a su vez el crecimiento acelerado de las alas. Este no es un deseo
solamente erótico, que también, sino que se basa en la contemplación de la belleza. Las penas así
desaparecen, puesto que si el amado está ausente, el deseo y su recuerdo le invaden de toda tristeza
posible; y si está presente, la contemplación de su belleza obnubila toda aflicción.
Sócrates afirma que la forma de amor más pura es la amistad, ya que el deseo más oscuro y
profundo queda relegado a un plano secundario. Además, cabe mencionar que, dependiendo de qué
parte del alma venza y tenga más fuerza sobre las otras, se propiciará antes un comportamiento u
otro, el cual será más o menos justo y bello.
Es por ello que Sócrates afirma tajantemente que hay que conceder antes favores al que ama
que al que no, ya que el enamorado te proporciona toda aquella visión de la belleza que tu alma,
completamente atrapada por el cuerpo, ansía con tanta devoción.

BIBLIOGRAFÍA

1. Guthrie, W.K.C. Historia de la filosofía griega. Vol. IV. Gredos, Madrid, 1984.
2. Platón. “Fedro”, Diálogos III (obra completa), trad. Emilio Lledó. Gredos, Madrid, 2011.

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