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Sin embargo, un conjunto más bien reciente de libros y películas
(de Los juegos del hambre a Star Wars , pasando por Valiente y A-
Force , el grupo de superheroínas que lanzó Marvel el año pasado,
por citar sólo algunos ejemplos) ha puesto a la mujer en el rol del
héroe que salvará el mundo. Ellas han ganado espacio como
protagonistas de grandes historias, al abandonar el rol tradicional
y universal de rehenes, víctimas o conquistas, poner el mito
mesiánico en perspectiva femenina y sumar un toque de glamour -
-que no cambios de fondo, como se verá- a lo que en el pasado era
puro músculos y espadas.
¿Corrección política de autores y guionistas, atentos a una época
en la que el género es un asunto de agenda política y social? ¿O
justamente reflejo en la ficción y el entretenimiento de esos
cambios?
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Como sea, muchas veces, este nuevo lugar de privilegio para las
heroínas se da a costa de la propia femineidad del personaje. Es
una generación de heroínas-macho. "Es un delirio - protesta al
respecto la guionista y escritora Carolina Aguirre. Las verdaderas
heroínas nunca necesitaron atributos masculinos. La Mujer
Maravilla o Gatúbela jamás necesitaron masculinizarse. Al
contrario, suelen ser sensuales, coquetas y usar trajes ajustados."
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No es sólo capricho de guionistas. Desde los tiempos de las
cavernas, el que sale al mundo, enfrenta peligros y vuelve
enriquecido ha sido el hombre, mientras ella, en la caverna, cuida
de los cachorros. Una mecánica, un orden biológico que fue con el
paso de los siglos infiltrándose en las historias como forma
primigenia de explicar el mundo y transmitir experiencias. Así, el
héroe se vuelve hombre, mientras la mujer se vuelve... otra cosa.
Porque, allí sí, diferentes culturas fueron redefiniendo el rol de la
mujer en la narrativa.
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Lisbeth Salander, de la serie Millennium, de Stieg Larsson, hacker y justiciera
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De Avenida Brasil a Star Wars
Aunque parezca contradictorio a primera vista, uno de los géneros
narrativos que más espacio le dio a la heroína, aunque muchos lo
consideren un género menor, fue el culebrón (un término
despectivo aplicado a un formato riquísimo).
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Nico Minoru, gótica y hechicera, de Marvel
"Creo que no es algo nuevo, sólo que ahora hay más mujeres que
se dedican a la literatura con gran éxito y deciden contar desde su
género, crear un álter ego", comenta la periodista y escritora
Florencia Etcheves, cuya segunda novela es La hija del
campeón (Planeta). "De hecho uno de los libros más populares y
que ha marcado a las mujeres de mi generación es uno de los
libros más feministas: Mujercitas , de Louisa May Alcott".
Pero las mujeres de la épica contemporánea trascienden a las
"mujercitas" que cita Etcheves. Las nuevas heroínas son diferentes
inclusive del rol tradicional; rompen el molde de la princesa en la
torre. Van en busca de su destino, enfrentan a villanos tan severos
como el Presidente Snow de Panem en Los juegos del hambre y no
les tiembla el pulso si tienen que encender un sable láser. Si no,
pregúntenle a Rey, la chica que -en esta nueva aproximación
a Star Wars- , es probable que siga, y por mérito propio, el camino
del Jedi que marcaran Kenobi y los Skywalker antes que ella.
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Son chicas de telenovela, pero armadas hasta los dientes. "Para
mí, el personaje más estimulante en lo que va del siglo es Lisbeth
Salander -agrega Absatz-, que por su memoria fotográfica y su
insondable talento electrónico, su ambigüedad afectiva, su falta de
remilgos y su manera de ahorrar sonrisas, es lo más parecido a un
superhéroe de nuestro tiempo. Y es una mujer."
Cerca de la revolución
De todos modos, pese al avance, pese a la existencia de más y
mejores historias, tanto en las letras como en el cine, que ponen a
las damas en el lugar del héroe, "el concepto del macho proveedor
sigue muy vigente", arriesga Anna K. Franco. "En la publicidad, el
hombre disfruta un café en la oficina. La mujer, en su casa y
atendiendo a los hijos. La mujer sale de compras y exprime la
tarjeta de crédito que paga su esposo. La mujer necesita del
hombre hasta en la narrativa noticiosa. Si dos chicas se van de
viaje sin hombres, están solas, y por eso las matan."
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Fink, editorial Chirimbote) combate el estereotipo en forma
directa y activa: cuenta historias de mujeres reales (Frida Kahlo o
Clarice Lispector, por ejemplo), mostrando "mujeres que son
bellísimas pero porque han sabido construir su propia vida sin
necesidad de ser rescatadas", explica Fink en una entrevista con
La Nación. "No estamos a favor de que no existan más las
princesas, ni de que se quemen las princesas. Pensamos que son
parte de la cultura y estamos haciendo un aporte para quienes no
se sientan identificadas con ese modelo."
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¿Será entonces esta multiplicad de heroínas modernas una especie
de reclamo? ¿Será una metáfora de la búsqueda de un espacio
propio? ¿Será que, como los grandes héroes mesiánicos del mito,
la leyenda y la narrativa épica, ellas también pueden salvar al
mundo? Quizás sólo haya que darles la oportunidad. Y un sable
láser.
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