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LA NACION | OPINIÓN | PENSAMIENTO

Heroínas. Las damas que


pueden salvar el mundo
Los juegos del hambre, Star Wars, Game of Thrones: hay una
nueva generación de guerreras protagonistas en el cine y la
literatura. ¿Corrección política o reflejo de cambios sociales?
Diego Gualda
3 de abril de 2016

Katniss Everdeen, la protagonista de Los juegos del hambre.

Todos podemos ser héroes. Al menos por un día. Lo decía David


Bowie, lo refrendaría Javier Mascherano. Sin embargo, la
narrativa heroica es preeminentemente masculina. Hay héroes de
todas las formas, colores, talles y pedigrees. En una misma
categoría califican Hércules y Superman, Jonás y Patoruzú. Y en la
mayoría de los grandes viajes heroicos, el héroe es, justamente,
héroe. No heroína. Hombre. Disruptivo. Poderoso. Fálico.
Inevitablemente fálico.

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Sin embargo, un conjunto más bien reciente de libros y películas
(de Los juegos del hambre a Star Wars , pasando por Valiente y A-
Force , el grupo de superheroínas que lanzó Marvel el año pasado,
por citar sólo algunos ejemplos) ha puesto a la mujer en el rol del
héroe que salvará el mundo. Ellas han ganado espacio como
protagonistas de grandes historias, al abandonar el rol tradicional
y universal de rehenes, víctimas o conquistas, poner el mito
mesiánico en perspectiva femenina y sumar un toque de glamour -
-que no cambios de fondo, como se verá- a lo que en el pasado era
puro músculos y espadas.
¿Corrección política de autores y guionistas, atentos a una época
en la que el género es un asunto de agenda política y social? ¿O
justamente reflejo en la ficción y el entretenimiento de esos
cambios?

Rey, la guerrera de Star Wars

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Como sea, muchas veces, este nuevo lugar de privilegio para las
heroínas se da a costa de la propia femineidad del personaje. Es
una generación de heroínas-macho. "Es un delirio - protesta al
respecto la guionista y escritora Carolina Aguirre. Las verdaderas
heroínas nunca necesitaron atributos masculinos. La Mujer
Maravilla o Gatúbela jamás necesitaron masculinizarse. Al
contrario, suelen ser sensuales, coquetas y usar trajes ajustados."

Joseph Campbell - probablemente el mitólogo más citado en lo


que se refiere a definir el estereotipo del héroe y su "viaje"- afirma
que la narrativa heroica es inherente al ser humano y que
trasciende las culturas. Por eso hay mitos similares compartidos
entre tribus originarias de Estados Unidos y de Filipinas, o en
leyendas nórdicas y relatos del África subsahariana. Según
Campbell, el "camino del héroe" representa el rito de pasaje que
todo ser humano sufre de una etapa a otra de la vida. Inclusive, el
monomito (como llama Campbell a esa estructura que se repite en
todos los tiempos y lugares) contempla, a nivel textual o
simbólico, una muerte y una posterior resurrección. El héroe
viaja, aprende, muere, resucita y vuelve.

¿Para qué vuelve? Para compartir con el resto de la humanidad el


elixir, el trofeo obtenido durante el viaje; vuelve para enriquecer a
los demás. Así se instaura la figura del mesías, del salvador que
regresa de la muerte para convertir el mundo en un lugar mejor.
Desde el Nuevo Testamento hasta Star Wars, la mayoría de los
protagonistas de la narrativa heroica han sido masculinos,
muchos de ellos, además, armados con espadas, o sables láser, o
varitas mágicas.

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No es sólo capricho de guionistas. Desde los tiempos de las
cavernas, el que sale al mundo, enfrenta peligros y vuelve
enriquecido ha sido el hombre, mientras ella, en la caverna, cuida
de los cachorros. Una mecánica, un orden biológico que fue con el
paso de los siglos infiltrándose en las historias como forma
primigenia de explicar el mundo y transmitir experiencias. Así, el
héroe se vuelve hombre, mientras la mujer se vuelve... otra cosa.
Porque, allí sí, diferentes culturas fueron redefiniendo el rol de la
mujer en la narrativa.

Los antiguos griegos adoptaron a la mujer-diosa como parte del


viaje del héroe. Campbell describe el encuentro del héroe con la
mujer como un regreso, en términos freudianos, a la protección de
la madre. Será ella la que le dé una herramienta con la cual
enfrentar el desafío final, derrotar al villano y obtener el premio.
Pero el cuento tradicional europeo -ese con el que se alimentaron
la mayoría de las infancias de Occidente- relegó a la mujer. Le
quitó su divinidad y la convirtió en una de dos cosas posibles: una
villana o un objeto.

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Lisbeth Salander, de la serie Millennium, de Stieg Larsson, hacker y justiciera

"Las historias responden a épocas y lugares", dice Anna K. Franco,


autora de la distópica Rebelión (Ediciones B). "En el Medioevo era
impensable que una mujer fuera protagonista -afirma la joven
escritora argentina- y, en las tragedias griegas clásicas, la mujer
siempre causaba problemas."
Las mismas sociedades que quemaron a sus damiselas
acusándolas de hechicería las convirtieron en brujas y monstruos
de sus historias. O, en su versión más amable, en bellas y castas
princesas que, en forma completamente pasiva, esperan ser
rescatadas por un héroe. En el cuento tradicional, la chica espera.
En su Morfología del cuento, Vladimir Propp llama "heroína
reprimida" a esa princesa encerrada en la torre, que espera ser
salvada, custodiada por un dragón o un ogro, todas
representaciones de la figura paterna que debe ser vencida y
reemplazada.

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De Avenida Brasil a Star Wars
Aunque parezca contradictorio a primera vista, uno de los géneros
narrativos que más espacio le dio a la heroína, aunque muchos lo
consideren un género menor, fue el culebrón (un término
despectivo aplicado a un formato riquísimo).

"La telenovela como género pertenece al mismo grupo de la


narrativa épica y la ciencia ficción", explica la autora del libro Las
mil y una telenovelas (Planeta), la periodista y ensayista Cecilia
Absatz. "Pero la telenovela es la primera construcción que pone a
la mujer como protagonista absoluta -con pocas excepciones- y
donde el varón, en forma simétrica, suele hacer un triste papel.
Mientras que en la épica y la ciencia ficción la mujer es sólo una
musa o un trofeo, en la telenovela el varón suele ser un sujeto
débil, manipulable, tarambana e irresponsable."
Sin embargo, en los últimos tiempos, las chicas heroicas parecen
trascender con mucha más fuerza la pantalla chica de la media
tarde para aventurarse a protagonizar verdaderos viajes heroicos.
De la pelirroja Mérida en Valiente (2012) a Katniss Everdeen en la
saga Los juegos del hambre (2008-2010 para los libros, 2012-2015
para las películas), las chicas de arco y flecha -quizás como una
contraposición simbólica de las fálicas espadas, báculos y varitas-
ganaron un lugar preponderante.

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Nico Minoru, gótica y hechicera, de Marvel

"Creo que no es algo nuevo, sólo que ahora hay más mujeres que
se dedican a la literatura con gran éxito y deciden contar desde su
género, crear un álter ego", comenta la periodista y escritora
Florencia Etcheves, cuya segunda novela es La hija del
campeón (Planeta). "De hecho uno de los libros más populares y
que ha marcado a las mujeres de mi generación es uno de los
libros más feministas: Mujercitas , de Louisa May Alcott".
Pero las mujeres de la épica contemporánea trascienden a las
"mujercitas" que cita Etcheves. Las nuevas heroínas son diferentes
inclusive del rol tradicional; rompen el molde de la princesa en la
torre. Van en busca de su destino, enfrentan a villanos tan severos
como el Presidente Snow de Panem en Los juegos del hambre y no
les tiembla el pulso si tienen que encender un sable láser. Si no,
pregúntenle a Rey, la chica que -en esta nueva aproximación
a Star Wars- , es probable que siga, y por mérito propio, el camino
del Jedi que marcaran Kenobi y los Skywalker antes que ella.

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Son chicas de telenovela, pero armadas hasta los dientes. "Para
mí, el personaje más estimulante en lo que va del siglo es Lisbeth
Salander -agrega Absatz-, que por su memoria fotográfica y su
insondable talento electrónico, su ambigüedad afectiva, su falta de
remilgos y su manera de ahorrar sonrisas, es lo más parecido a un
superhéroe de nuestro tiempo. Y es una mujer."

Sin embargo, esa misma ambigüedad de la que habla Absatz


convierte a Lisbeth en un personaje distante de la femineidad más
tradicional. Una chica masculinizada. "Pero, por otro lado, ¿qué es
ser masculino?", vuelve a preguntarse Carolina Aguirre. "La
masculinidad es una construcción social. Antes tener músculos
era ser masculino, hoy no. Carrie Bradshaw tiene músculos y no
por eso deja de ser femenina."

Cerca de la revolución
De todos modos, pese al avance, pese a la existencia de más y
mejores historias, tanto en las letras como en el cine, que ponen a
las damas en el lugar del héroe, "el concepto del macho proveedor
sigue muy vigente", arriesga Anna K. Franco. "En la publicidad, el
hombre disfruta un café en la oficina. La mujer, en su casa y
atendiendo a los hijos. La mujer sale de compras y exprime la
tarjeta de crédito que paga su esposo. La mujer necesita del
hombre hasta en la narrativa noticiosa. Si dos chicas se van de
viaje sin hombres, están solas, y por eso las matan."

La princesa reprimida, por su parte, sigue ocupando un lugar


preponderante en la ficción. ¿Y también en la realidad? La
colección de libros infantiles Antiprincesas (de la periodista Nadia

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Fink, editorial Chirimbote) combate el estereotipo en forma
directa y activa: cuenta historias de mujeres reales (Frida Kahlo o
Clarice Lispector, por ejemplo), mostrando "mujeres que son
bellísimas pero porque han sabido construir su propia vida sin
necesidad de ser rescatadas", explica Fink en una entrevista con
La Nación. "No estamos a favor de que no existan más las
princesas, ni de que se quemen las princesas. Pensamos que son
parte de la cultura y estamos haciendo un aporte para quienes no
se sientan identificadas con ese modelo."

Algo ha cambiado y algo sigue mutando. Concluye al respecto


Cecilia Absatz: "Más de cincuenta años de feminismo activo
debían tener un efecto sobre la ficción contemporánea. Uno de los
más visibles se da por su participación en el mercado: las mujeres
trabajan, ganan plata, toman decisiones, compran cosas. Compran
libros -más que los varones, parece-, van al cine, realizan
actividades que van más allá de la cocina y el bordado. Y es lógico
que en lugar de un oscuro marinero de Joseph Conrad prefieran
un personaje como Daenerys Targaryen, de Game of Thrones ,
capaz de comerse crudo el corazón de un caballo. No son pocas las
mujeres que a veces sienten que tienen que comerse crudo el
corazón de un caballo para obtener lo que quieren."
La imagen es fuerte y, sin embargo, no deja de ser alegórica de
cierta lucha. A fin de cuentas, los enemigos -visibles y no tanto- de
heroínas como Lisbeth Salander, Katniss Everdeen o la
mismísima Rey son inevitablemente masculinos y su derrota
requiere medidas algo extremas, aunque no sean del todo lo que
se espera de una dama.

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¿Será entonces esta multiplicad de heroínas modernas una especie
de reclamo? ¿Será una metáfora de la búsqueda de un espacio
propio? ¿Será que, como los grandes héroes mesiánicos del mito,
la leyenda y la narrativa épica, ellas también pueden salvar al
mundo? Quizás sólo haya que darles la oportunidad. Y un sable
láser.

Mérida, la protagonista de Valiente

Por: Diego Gualda


Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/heroinaslas-damas-que-pueden-
salvar-el-mundo-nid1884932

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