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Peter Burke (ed.)


Formas de hacer
Historia
Alianza Universidad
Alianza Universidad
Peter Burke, Robert Darnton, Ivan Gaskell,
Giovanni Levi, Roy Porter, Gwyn Prins,
Joan Scott, Jim Sharpe, Richard Tuck
y Henk Wesselings

Formas de hacer Historia

Versión española de
José Luis G i l Aristu

q
C

Alianza
Editoria
í

Título Oliginal: New Persptctives on Historical Writing. Esta obra ha sido ÍNDICE
publicada en inglés por Poliiy Press en 1991 por acuerdo
con Basil Biackwell

Primera edición en "Alianza Universidad": 1993


Segunda reimpresión en "Alianza Universidad": 1996

Colaboradores 9

1. Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro 11


Peter Burke
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está pmiegido por la Ley, que
establece penas de prisión y/o multas, además de ias corresponüienles indemnÍ7i(CÍones 2. Historia desde abajo 38
por daños y [Xirjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comuni-
caren p jblicamente. en todo o en parte, una obra literaria, artística o cieiitiTicu, o su Jim Sharpe
transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o
comunicada a través de cualquier medid, .sin la preceptiva autorización.
3. Historia de las mujeres 59
Joa» Scott

4. Historia de ultramar 89
Henk Wesseling
® This collection. Polity Press 1991
Capítulos l y 11 © Peter Burke; capítulo 2 © Jim Sharpe; capítulo 3 © Joan Scott;
capítulo 4 © Henk Wesseling; capítulo 5 © Giovanni I.*vi; capítulo 6 © Cwyn 5. Sobre microhistoria 119
Prins; capítulo 7 © Australian Journal of Freiteh Studies 1986; capítulo 8 © Ivan Giovanni Levi
GaskclJ; capítulo 9 © Richard Tuck; capítulo 10 © Roy Porter.
® Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A,, Madrid, 1993, 1994, 1996
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; teléf. 393 88 88 6. Historia oral 144
ISBN: 84-206-276.V8 Gwyn Prins
Depósito legal: M . 30.686-1996
Compuesto en Fernández Ciudad, S, L.
Catalina Suárez, 19; 28007 Madrid 7. Historia de la lectura 177
Impreso en l,avel. CJ Oran Canaria, 12. Humanes (Madrid) Rohert Darnton
Priiited in Spain
7
f:
COLABORADORES
8. Historia de las imágenes
Ivan Gaskell

9. Historia del pensamiento político


Richard Tuck

10. Historia del cuerpo


Roy Porter

11. Historia de los acontecimientos y renacimiento de la na-


rración
Peter Burke

f'
Indice temático

Peter Burke es Kea^er de Historia Cultural en la Universidad de


Cambridge y Fellow del Emmanuei College.
Jim Sharpe es Sénior Lecturer de Historia en la Universidad de York.
Joan Scott es catedrática de Ciencias Sociales del Insdtute for Advan
ced Study de Princeion.
Al..;', Henk Wesseling es catedrático de Historia de la Universidad de Lei-
den y director de! Institute for the History of European Expansión.
Giovanni Levi e.-i catedrático de Historia de la Universidad de Venecia.
Gwyn Prins es director de estudios de Historia y Fellow del Emma-
nuei College.

Roben Darnton es catedrático de Historia de la Universidad de Prin-


ceton.

Ivan Gaskell es Margaret S. Winthrop Curator of Paintings del Museo de


Arte de la Universidad de Harvard.

Richard Tuck es Lecturer de Historia de la Universidad de Cambrid-


ge y Fellow de! Jesús College.

Roy Porter es Sénior Lecturer de füstoria de la Medicina del Wellco-


me Institute de Londres.

9
Capítulo 2 I listoria desde abajo 39

HISTORIA D E S D E ABAJO
soportar el fuego de la arriliería francesa, la destrucción de un cuerpo
lie coraceros enemigos por una descarga de su regimiento, el espectá-
Jim Sharpe ,
i tilo de montones de cadáveres de guardas británicos quemados en
ios ruinas del castillo de Hougoumont, el dinero saqueado al cadáver
lie un oficial de los hijsares franceses, muerto por los disparos de un
.1. ^ ' , miembro del destacamento mandado por Wheeler. Los libros de his-
loria nos dicen que Wellington ganó la batalla de Waterloo. E n cier-
• ; • 10 sentido, William Wheeler y miles como él la ganaron igualmente.
Durante las dos décadas pasadas, varios historiadores que traba-
jaban sobre una gran diversidad de periodos, países y tipos de histo-
!' • . ' j í»> 'í,i j ria se dieron cuenta de la posibilidad de explorar las nuevas perspec-
tivas del pasado que les ofrecían fuentes como la correspondencia
del soldado Wheeler con su esposa y se han sentido atraídos por la
¡dea de indagar la historia desde el punto de vista, por así decirlo,
de! soldado raso y no del gran comandante en ¡efe. Del Clasicismo
en adelante, la historia se ha contemplado tradicionalmente como un
relato de los hechos de las grandes personalidades. E n ei siglo xix se
E l 18 de junio de 1815 se libró una batalla cerca del pueblo bel- desarrolló cierto interés por una historia social y económica de ma-
ga de Waterloo. Como sabrá cualquiera que haya estudiado la histo- yor alcance, pero el principal tema de la historia siguió siendo la ex-
ria británica, el resultado de esta batalla fue que un ejército aliado a posición de la política de las élites. Hubo, por supuesto, cierto niime-
las órdenes del duque de Wellington, con un apoyo tardío aunque ro de individuos descomentos con esta situación y ya en 1936
decisivo de las fuerzas prusianas dirigidíis por Blücher, derrotó al Bertolt Brecht, en su poema «Preguntas de un trabajador que lee»,
ejército francés mandado por Napoleón Bonaparte, decidiendo así la declaraba, probablemente de la manera más directa hasta el día de
suerte de Europa. E n los días que siguieron a la batalla, uno de quie- hoy, la necesidad de una perspectiva distinta de lo que podría califi-
nes contribuyeron a determinar el destino del continente, el so!dadt> carse de «historia de las personas principales» ^. Pero quizá sea justo
raso Wüliam Wheeler, del .51 regimiento de infantcna británico, es- decir que una afirmación sería de la posibilidad de convertir en reali-
cribió varias cartas a su mujer; dad esta opción no llegó hasta 1966, cuando Edward Thompson pu-
blicó en The Times Literary Supplement un artículo sobre «La historia
La batalla de tres días ha conciuidi). Estoy sarm y salvo, que ya es bastante. Aho- desde abajo» A partir de ese momento el concepto de historia des-
ra, y en cualquier opoicunidad, pondré por escrito los detalles del gran acontecimien- de abajo se introdujo en la jerga comiín de los historiadores. E n
to, es decir, lo que me fue dado observar... La mañana del 18 de junio amaneció so- 1985 se publicó un volumen de ensayos titulado History ¡rom Below
bre nosotro.í y nos encontró calados de llnvna, entumecidos y riritando de frío... El mientras que en 1989 una nueva edición de un libro dedicado a la
año pasado me reñiste muchas veces por fumar en casa, pero debo decirte que, si no
hubiera tenido nna buena provisión de tabaco esa noche, habría muerto
' Bertolt Brecht, Pomis. John Willet y Kalph Manheim (eds.) (Londres, 1976),
págs. 252-3.
Wheeler continuaba ofreciendo a su miajcr una descripción de la ' E. P. Thomp,wjn, «History from Below», 'The Tima Lilerani SupplemenI, 7 abril
batalla de Waterloo desde una posición peligrosa: la experiencia de 1966, págs. 279-80. Para un análisis d d crasíondo de las ideas de Thowpsüti, ver Hatvey
J. Kaye, The Brittsh Marxisi Historian!- an ¡ntroJuctory Analysis (Cambridge, 1984) [hay ed.
casi., Los historíadores msntistas hrilánicns: un aniUsis iníruducloriu. Zaragoza, 1989],
Hístory /rom Below. Studms m Papular Prolesi and Popular Idaolo^, Frederick
' The Lelten of Prívate Wheeky 1S09-1S28, B. H . Liddell Hart (ed.) (Londres, 1951). Kantz (ed.) (Oxford, 1988). Se trata de la edición inglesa de una colección publicada
págs. 168-72. primeramente en Montrea! en 1985.
40 Jim Sharpe I listnria desde abajo 41

I • , i, • historiografía de las guerras civiles inglesas y sus consecuencias titula- E l objeto de este ensayo será explorar, refiriéndome en la medi-
i . ba un capítulo sobre los últimos babajos dedicados a los radicales de de lo posible a lo que podría considerarse un conjunto de publi-
esa época «Historia desde abajo» De este modo, en los últimos i iiciones clave, algunas de las posibilidades y problemas inherentes a
' • í -i veinte años, más o menos, se ha encontrado una etiqueta para esta lii escritura de la historia desde abajo. Al hacerlo así deberé tener en
perspectiva del pasado que nos ofrecen las cartas de William Whee- menta dos temas diferentes, aunque en gran medida inextricables. E l
ler. primero de ellos es el de introducir al lector en la absoluta diversi-
131? rr.:! ,«-.•> Bilsis i Dicha perspectiva ha resultado de inmediato arráyente para los dad de asuntos expuestos por las obras dedicadas a lo que podría
historiadores ansiosos por ampliar los límites de su disciplina, abrir ilcscribirse, en términos amplios, como tratamiento de la historia des-
nuevas áreas de invesdgación y, sobre todo, explorar !as experiencias de abajo. Esta diversidad abarca desde la reconstrucción de las expe
históricas de las personas cuya existencia tan a menudo se ignora, se ricncias de los pastores del Pirineo en la Edad Media a las de los an-
da por supuesta o se menciona de pasada en la corriente principal de cianos que trabajaron en la industria, cuyos recuerdos constituyen la
la historia. Aún hoy, una gran parte de la historia enseñada en Gran materia prima de la historia oral. E l segundo es el de aislar algunas
i>nij (¡bríTü ' : Bretaña en cursos preuniversitarios y universidades (y sospecho que de ¡as cuestiones referentes a pruebas, conceptos e ideología suscita-
también en insrituciones similares de otros países) contempla la expe- das por el estudio de la historia desde abajo. L a idea de abordar la
•I Jt • :. riencia de la masa de la población del pasado como algo inaccesible liistoria de este modo resulta muy arráyente, pero, como suele ocu-
o carente de importancia o no consigue consideraría como un pro- rrir, la complejidad de los problemas que implica el estudio del pa-
'• blema histórico o, en el mejor de los casos, ve a la gente corriente sado aumenta con más rapidez de lo que podría parecer a primera
como «uno de los problemas que el gobierno ha tenido que afron- vista. ;:¡. ; . ,
tar» E n 1965 Edward Thornp.son planteó vigorosamente el punto
de vista opuesto en el prólogo a una de las principales obras de la La perspectíva de escribir la historia desde abajo, de rescatar las
historia de Inglaterra: experiencias pasadas de la mayoría del olvido total por parte de los
historiadores o de lo que Thompson denominaba «el aire de enorme
Intenro rescatar a h calcetera pobre, al camjwsino ludita, al ceiedor «anticuadoi. condescendencia de la posteridad» es, pues, muy atractiva. Pero,
que trabaja con un telar manual, al artesano «utópico» y hasta a los seguidores burla- como ya he insinuado, el intento de estudiar la historia de esta mane-
dos de Joanna Southcott del aire de enorme condescendencia con que ios contempla
ra implica ciertas dificultades. L a primera se refiere a las pruebas.
[a posteridad. .Sus o.lcios y tradiciones pueden haber sido agónico». Su hostilidad a la
, nueva industrialización fue, tal vc-z, retrógrada. Sus ideales comunitaristas fueron qui- Basta con leer el estudio de Thompson sobre los años de formación
zá pura fantasía; suf conspiraciones sediciosas, posiblemente temerarias. Peto ellos vi- de la clase trabajadora inglesa para darse cuenta de que, al margen
vieron en esas época» de extrema inquietud social y nosotros no de las críticas que se puedan plantear a su interpretación del tema,
no hay muchas dudi\ de que el material en que se basa constituye
.•;o» Thompson, por tanto, no sólo discernía el problema general de la
un cuerpo de fuentes masivamente amplio y rico. Sin embargo, por lo
reconstrucción de la experiencia de un conjunto de personas «co
general, cuanto más atrás se remonten los historiadores en la recons-
uD,. :í>-, • i;! 'Mi íM rrienles», sino que, además, comprendía la necesidad de intentar en- trucción de la experiencia de las clases bajas, tanto más se reducirá el
tender a esta gente en el pasado, en la medida en que el historiador ámbito de las fuentes disponibles. Segiín veremos, se ha realizado un
.-- ' - • - . ! moderno es capaz de llevar a cabo tal experiencia a la luz de la suya trabajo excelente con materiales como los que quedan de periodos
.««.-v., • ' • ^ propia y de sus reacciones personales. b U Í . rw-sr-i , « í ; antiguos, pero el problema es bien real; antes de los últimtjs arlos del
siglo xvra escasean los diarios, memorias y manifiestos políticos a
' R. C. Richardson, Tbe Debate o« the Engjiish Revoltilion R n i i n W (Londres, 1988),
cap. X, «The Twentieth Ceniury: "History from BelowV partir de los cuales poder reconstruir las vidas y aspiraciones de las
A, ' Thompson, «History from Below», pág. 279. clases bajas, con la excepción de unos pocos periodos (como las dé-
.•' . 12 1 3 ^ ^ Thompson, The Making of the English Woriini Ckss (Londres, 1965), págs. cadas de 1649 y 1650 en Inglaterra). E n segundo lugar, existen varios
42 Jim Sharpe I listoria desde abajo 4}

problemas de conceptualización. ¿Dónde se ha de situar, exactamen- iiialmente en boga de execrar una de las tradiciones intelectuales
te, ese «abajo» y qué habría que hacer con la historia desde abajo, más ricas del mundo. No obstante, podría parecer que, antes de que
una vez escrita? litros autores que escribían desde rradiciones diferentes sugirieran la
Las complicaciones inherentes a la cuestión de quiénes son aque- uinplitud de temas que podría estudiar el historiador social, los histo-
llos cuya historia se hace desde abajo queda claramente ilustrada en riadores marxistas habían tendido a restringir el estudio de la historia
uno de los terrenos de crecimiento de la historia social de los tjltimos desde abajo a los episodios y movimientos en los que las masas em-
años: el estudio de la cultura popular en la Europa de la Edad Moder- [iretidían una actividad política abierta o se comprometían en terre-
na. Por lo que yo sé, aparte de considerarla una especie de categoría re- tio.s de desarrollo económico muy conocidos. Aunque habría de ir
sidual, ningún historiador ha logrado dar todavía una definición que más allá de estas limitaciones, el punto de partida del ensayo publica-
abarque plenamente lo que era en realidad la cultura popular en ese ilo por Thompson en 1966 fue en gran medida éste mismo. E l tras-
periodo 8. L a razón fundamental de ello es que «ei pueblo», incluso re- londo histórico de esta corriente de pensamiento ha sido descrita
montándonos al siglo XVI, era algo más bien variado, dividido por la es- más recientemente por E r i c Hobsbawm. Hobsbawm mantenía que la
tratificación económica, la cultura de sus ocupaciones y el sexo. Tales posibilidad de lo que él denomina «historia de la gente corriente» no
consideraciones invalidan cualquier noción simplista de lo que podría era una auténtica evidencia antes de 1789, poco más o menos. «La
querer decir «abajo» en la mayoría de circunstancias históricas ^. historia de la gente corriente en cuanto terreno específico de estu-
Igual importancia tiene la cuestión relativa a! significado o propó- dio», escribía, «comienza con la de los movimientos de masas en el
sitos más generales de un tratamiento de la historia desde abajo. Qui- siglo xviii... Para el marxista, o más en general, para el socialista, el in-
zá, la mejor manera de ilustrar estos problemas sea referirse a la obra terés por la historia de la gente corriente se desarrolló al crecer el
de los historiadores que escriben desde la tradición marxista o la his- movimiento de los trabajadores». Segiln continuaba señalando, esta
toria de las clases trabajadoras en Gran Bretaña. Como es obvio, la tendencia «impuso unas anteojeras bastante eficaces a los historiado-
contribución de los historiadores marxistas ha sido enorme, tanto res socialistas» ".
aquí como en otros países: de hecho, cierto filósofo marxista ha afir-
mado que cuantos escriben historia desde abajo lo hacen a la sombra A algo parecido a esas anteojeras aludía un libro publicado en
de las ideas marxistas de la historia '°. Aunque tal pretensión pueda 1957, que muy bien podría haberse subtitulado «la irrupción de la
parecer un tanto exagerada, debemos reconocer la deuda de los his- clase obrera inglesa»: la obra The Uses ofLtleracy, de Richard HoggarL
toriadores sociales con las ideas de Marx y los historiadores marxis- Al analizar las distintas maneras de abordar el estudio de la clase tra-
tas y, desde luego, no tengo la intención de unirme a la tendencia ac- bajadora, Hoggart aconsejaba cautela a los lectores de la historia de
los movimientos de la clase obrera. L a impresión que gran parte de
» Ver, por ejemplo, las consideraciones de Peter Burke, Povular Culwn in Early estas obras históricas dejaban en Hoggart, como en muchas otras per-
Modern Europe (Londres, 1978), pags. 23-64 [hay e á casi., Li cuhura popuUr en la Eu- sonas, era «que sus autores exageran el lugar de la actividad política
ropa moderna, Alianza Editorial, Madrid, 1991]; y Barry Reay, «Introduction: Popular
Culture in Early Modem England», en Popular Culture i» Satenteentk Centurt Ensland.
en la vida de los trabajadores y no siempre tienen una idea adecuada
B. Reay (ed.) (Londres, 1985). * de lo que es corriente en esas vidas» E n 1966 Thompson observa-
' Una manera de acometer el problema es examinar la experiencia de discintos ba un cambio de rumbo en los antiguos inrerfses de los historiadores
sectores de ias clases bafas, a veces .mediante el estudio de casos aislados. Dos obras
que recurren a este planteamiento y constituyen importantes contribuciones a la his-
del mundo obrero por las instituciones trabajadoras y los dirigentes e
toria desde ahajo, son: Natalie Zemon Davis, Society and Culture in Early Moderti Fran ideología autorizados, aunque también advertía que este proceso ten-
ce (Loncres, 1975) y David Sabean. Power in the Blood- Popular Culture and Vúlase Ois- día a privar de una parte de su coherencia a la historia de los trabaja-
courseitt Early Modem Germany (Cambridge, 1984).
" Alex CaJlinicos, The Revoktionary ideas of Karl Marx (Londres, 1983), pág. 89.
Por otra parte, habria que señalar que no hay razón para que un enfoque marxisu no " E. J. Hobsbflurm, «History from Below-Some Reflections», en History from Be-
^nere una «historia desde arriha^ auténticam.entc eficaz; ver los comentarios de low, ed. Krantz. pág. 15. , , , , ,
Perry Anderson, Linejige!: of the Absoluust Slate (Londres, 1979), pág. 11 [hay ed. cast Richard Hoggart, The Uses of Uteracy: Aspects of Worhng-Class Ufe with spedal
EJestado akolutiíta, Madrid, 1989^]. ^ Refereme to Fublications aiid Enlertainmerils iíílirmoridiworth, 1958), pág. 15.

I
44 Jim Sharpe. I lt\Loría desde abajo 45

dores Al escribir a la luz de la posterior expansión de la historia Sin embargo, la historia desde abajo no tiene como tema la histo-
del mundo obrero, Hobsbawm pudo hacer comentarios más centra- política moderna más conocida tratada por historiadores incapa-
dos sobre este punto. E l problema (según daba a entender Hoggart) i es de afrontar los retos de la paleografía. De hecho, aunque el con-
era que los historiadores del movimiento obrero, marxistas o no, ha- icpto de historia desde abajo fue desarrollado fundamentalmente
bían estudiado «no cualquier dpo de personas corrientes, sino aque- por historiadores marxistas ingleses que escribían dentro de los lími-
llas que podrían considerarse antepasados de dicho movimiento: no tes cronológicos tradicionales de la historia del movimiento obrero
los trabajadores en cuanto tales, sino más bien, los cartistas, los sindi- británico, el libro que ha recurrido a esta perspectiva del pasado y ha
calistas o los militantes obreros». L a historia del movimiento obrero y ptoducido, quizá, el impacto más amplio fue escrito por un estudioso
otros procesos institucionalizados, declaraba, no debería «sustituir a frunces y tiene como tema una comunidad rural pirenaica en la Edad
la historia de la gente corriente» ' ' i . Media. L a obra Montaillou, de Emmanuei L e Roy Ladurie, publicada
Otra limitación que la tendencia principal de la historia del mun- por primera vez en Francia en 1975, disfrutó de mayor atención, me-
do obrero impone a la historia desde abajo es la de restringirla a una jor venta y un número de lectores más amplio que la mayoría de
época. Los lectores del primer ensayo de Thompson y de la última obras de historia medieval i*. Como es natural, se ganó algunas críti-
aportación de Hobsbawm podrían quedarse fácilmente con la impre- cas de la comunidad erudita y la metodología y tratamiento de las
sión de que (a pesar de las intenciones de ambos autores) la historia fuentes de L e Roy Ladurie han suscitado ciertos interrogantes Los
desde abajo sólo puede escribirse para periodos posteriores a la Re- historiadores que trabajan desde abajo deben, por supuesto, ser tan
volución francesa. Hobsbawm, según hemos señalado, pensaba que rigurosos eti sus materias como cualquier otro, pero Montaillou surge
el desarrollo de los movimientos de masas a finales del siglo xviti fue como algo parecido a un hito en la historiografía escríta desde esta
lo primero que puso sobre aviso a los estudiosos acerca de la posibi- perspectiva. Como señalaba su autor, «aunque existen extensos estu-
lidad de escribir historia desde abajo y afirmó a continuación que «la dios históricos sobre comunidades campesinas, se dispone de muy
Revolución francesa, especialmente desde que el jacobinismo fuera poco material que pueda considerarse testimonio directo de los cam-
revitalizado por el socialismo y la Ilustración por el marxismo, fue el pesinos mismos» L e Roy Ladurie resolvió este problema basando
banco de pruebas de este tipo de historia». Al preguntarse un poco su libro en las actas inquisitoriales levantadas por Jacques Fournier,
más adelante «por qué han surgido modernamente tantas obras de obispo de Poitiers, durante su investigación de un caso de herejía en-
historia sobre gente corriente a partir del estudio de la Revolución tre 1318 y 1325. A pesar de los inconvenientes, Montaillou demostró
firancesa», Hobsbawm citaba la acción de masas del pueblo y los ar- no sólo que la historia desde abajo podía resultar atractiva para los
chivos creados por una «vasta y laboriosa burocracia» que documen-
lectores en general, sino también que cierto* tipos de actas oficiales
taron las acciones de la gente corriente y posteriormente se dedica-
podían utilizarse para explorar el mundo íntelechial y material de ge-
ron a clasificar y archivar sus informes «en provecho del historiador».
neraciones pasadas.
Esta documentación resultó ser un rico filón para posteriores investi-
De hecho, los historiadores económicos y sociales se han ido
gaciones y fue también, según señalaba Hobsbawm, «agradablemen-
acostumbrando progresivamente a servirse de tipos de documenta-
te legible, a diferencia de los garrapateados manuscritos de los siglos
XVI o xvii»
tiontuires Armand Colin, 1988) [hay ed. cast., El gran pánico de 1789. La Revolución
francesa v los campesinos, Barcelona, 1986], hasta la obra más reciente de Richard Cobb.
" Thomp-íon, «Hisrory from Below», pág. 280. Publicado en castellano como Monlaillou, aldea ocatana de 1294 a 1}24 (Madrid,
" Hobsfcawm, «Some Reflectioos», pag. 15.
pág. 16. A pesar del escepticismo perceptible en torno a la singularidad " Ver por ejemplo, L. E. Boyle, «Montaillou Revisited»; Menlalilé and Mctodology»,
de k contribución de los hisroriadores de la Revolución francesa, está claro que las en: Palhw^ys to Medieval Peasants, J. A. Raftis (ed.), (Toronto, 1981). y R Rosaldo, «From
obras basadas en esre periodo han intetvenido de manera sustancial en la creación the Door of his Tent: the Fieldworker and the Inquisitor», en; Writing Culture.- the Poetia
de! canon de la historia desde abafo, desde estudios tan pioneros como el de Georges andPolitiao/Ethnography,}. Clilford y G. Marcus (ed) (Beikeley. 1986).
Lefebvre, Les Paysans du Nord (Paris, 1924) y Le giamie peur de 1798: les joules révolu- " Le Roy Ladurie, Montaillou, pág. vi.
44 ^ 1^ . Jim Sharpe I lisiaría desde abajo 45

dores A l escribir a la luz de la posterior expansión de la historia Sin embargo, la historia desde abajo no tiene como tema la histo-
del mundo obrero, Hobsbawm pudo hacer comentarios más centra- poli'ttca moáerna. mis conocida tratada por fiistoriadores incapa-
dos sobre este punto. E l problema (según daba a entender Hoggart) i i s de afrontar los retos de la paleografía. De hecho, aunque el con-
era que los historiadores del movimiento obrero, marxistas o no, ha- icpto de historia desde abajo fue desarrollado fundamentalmente
bían estudiado «no cualquier tipo de personas corrientes, sino aque- por historiadores marxistas ingleses que escribían dentro de lo.s lími-
llas que podrían considerarse antepasados de dicho movimiento: no tes cronológicos tradicionales de la historia del movimiento obrero
los trabajadores en cuanto tales, sino más bien, los cartistas, los sindi- l)ritáníco, el libro que ha recurrido a esta perspectiva del pasado y ha
calistas o los militantes obreros». L a historia del movimiento obrero y ptoducido, quizá, el impacto más amplio fue escrito por un estudioso
otros procesos instítacionalizados, declaraba, no debería «sustituir a Ivancés y tiene como tema una comunidad rural pirenaica en la Edad
la historia de la gente corriente» ' \ Media. L a obra Montaillou, de Emmanuei L e Roy Ladurie, publicada
Otra limitación que la tendencia principal de la historia del mun- por primera vez en Francia en 1975, disfrutó de mayor atención, me-
do obrero impone a la historia desde abajo es la de restringirla a una jor venta y un número de lectores más amplio que la mayoría de
época. Los lectores del primer ensayo de Thompson y de la última obras de historia medieval Como es natural, se ganó algunas criti-
aportación de Hobsbawm podrían quedarse fácilmente con la impre- cas de la comunidad erudita y la metodología y tratamiento de las
sión de que (a pesar de las intenciones de ambos autores) la historia luentes de L e Roy Ladurie han suscitado ciertos interrogantes Los
desde abajo sólo puede escribirse para periodos posteriores a la Re- historiadores que trabajan desde abajo deben, por supuesto, ser tan
volución francesa. Hobsbawm, según hemos señalado, pensaba que rigurosos en sus materias como cualquier otro, pero Montaillou surge
el desarrollo de ¡os movimientos de masas a finales del siglo xviii íue como algo parecido a un hito en la historiografía escrita desde esta
lo primero que puso sobre aviso a los estudiosos acerca de la posibi- perspectiva. Como señalaba su autor, «aunque existen extensos estu-
lidad de escribir historia desde abajo y afirmó a continuación que «la dios históricos sobre comunidades campesinas, se dispone de muy
Revolución francesa, especialmente desde que el jacobinismo fuera poco material que pueda considerarse testimonio directo de los cam-
revitalizado por el socialismo y la Ilustración por el marxismo, fue el pesinos mismos» L e Roy Ladurie resolvió este problema basando
banco de pruebas de este tipo de historia». A l preguntarse un poco su libro en las actas inquisitoriales levantadas por Jacques Fournier,
más adelante «por qué han surgido modernamente tantas obras de obispo de Poitiers, durante su investigación de un caso de herejía en-
historia sobre gente corriente a partir del estudio de la Revolución tre 1318 y 1325. A pesar de los inconvenientes, Montaillou demostró
firancesa», Hobsbawm citaba la acción de masas del pueblo y los ar- no sólo que ¡a historia desde abajo podía resultar atractiva para los
chivos creados por una «vasta y laboriosa burocracia» que documen- lectores en general, sino también que cierto* tipos de actas oficiales
taron las acciones de la gente corriente y posteriormente se dedica- podían utilizarse para explorar el mundo intelectual y material de ge-
ron a clasificar y archivar sus informes «en provecho del historiador». neraciones pasadas.
Esta documentación resultó ser un rico filón para posteriores investi-
De hecho, los historiadores económicos y sociales se han ido
gaciones y fue también, según señalaba Hobsbawm, «agradablemen-
acostumbrando progresivamente a servirse de tipos de documenta-
te legible, a diferencia de los garrapateados manuscritos de los siglos
X V I o XVII» " .
tionnaires Armand Colin, 1988) [hay ed. casi.. El gran pánico de 17S9 La Revolución
francesa y los campesinos, Barcelona, 1986], hasta la obra más reciente de Richard Cobb.
" Thompson, «Hisrory írom Below», pág. 280. " Publicado en castellano como Monlaillou, aldea occitana de 1294 a 1}24 (Madrid,
Hobsbawm, «Some ReRections», pág. 15.
1981).
" Ibíd, pág. 16. A pesar del escepticismo perceptible en torno a la singularidad " Ver, por ejemplo, L. E. Boyle, «Montaillou Revisiied»; Menlalilé and Mctodology»,
de la contribución de los hisroriadores de la Revolución francesa, está claro que las en; Pathways to Medieval Peasants, J. A. Raftis (ed.), (Toronto, 1981). y R. Rosaldo, «From
obras basadas en esre periodo iiaii intervenido de manera sustancial en la creación ¡ the Door OÍ his Tent: the Fieldworlcer and the Inquisitor», en: Writing Culture: the Poetics
de! canon de ia historia desde abajo, desde estudios tan pioneros como el de Greorges , ondPolitiesofEthnoaraphy,]. Cliüord y G. Marcus (ed.) ©eikeley, 1986).
Lefebvre, Les Paysam éi Nord (París, 1924) y Le givnde peur de 1798¡ ¡es joules révoiu- " Le Roy Ladurie, Montaillou, pág. vi.
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Jim Síiarpe Itworia desde abajo

ción cuya verdadera utilidad como prueba histórica reside en el he- lints antiguos. Pero, en cambio, según he indicado, hay fuentes que
cho de que sus compiladores no las registraban para la posteridad de (Hi-miten a ios historiadores de esos periodos aproximarse a las expe-
forma deliberada y consciente. Imaginamos que muchos de estos I iencias de las clases inferiores.
compiladores se habrían sentido sorprendidos y, quizá, inquietos an ' ' L e Roy Ladurie se sirvió de una de ellas: las actas de Jacques
te el uso dado {IOT los historiadores recientes a casos judiciales, regis- l'ourier. Otra obra que muestra c ó m o puede utilizarse este tipo de
tros parroquiales, testamentos y compraventas de fincas rústicas re- Kgistros legales para un upo de historia desde abajo bastante dis-
gistradas por ellos. Esta clase de pruebas puede ser un medio iiiita apareció en 1976, al publicarse la obra de Cario Ginzbui;g Le
apropiado para indagar acciones e ideas explícitas o suposiciones im- ¡romagie i veimPK E l objetivo de Ginzburg no era reconstruir la
plícitas y para suministrar un fondo cuantitativo a las experiencias mentalidad y forma de vida de una comunidad rural, sino indagar
del pasado. Según señalaba Edward Thompson: el mundo intelectual y espiritual de un individuo, un molinero lla-
mado Domenico Scandella (apodado Menocchio), nacido el 1532 y
Se pravaba con impuestos a ¡a pc>blación, y quienes se .npropian de las listas de im- que vivió en Friul, en el nordeste italiano. Menocchio se indispuso
puestos por fu^os no son los hiatoríadores de la tributación sino los de Ja demogralía. ton la Inquisición (fue finalmente ejecutado, probablemente el
Se imponían diezttK'S a las persimas, y los rqjisiros son uiilizadfjs como prueba por los 1600) y la voIum¡no.sa documentación que trata de su caso permi-
Kistoríadores de la demonrufía. Las personas eran aparceros consuetudinarios c tnrucu
ticos: sus arriendos se inscribían y presentaban en los tCKistrüS del trióunal señorial; a
tió a Ginzburg reconstruir gran parte de su sistema de creencias. E l
estas fuentes fandanientalcs se dirÍBen los bisioriadores una y otra vez, buscando rK) libro mismo es una obra notable y el prólogo de Ginzburg ofrece
sólo nuevas pruebas sino un ili¿lo«o en el que plantean presuntas nuevas un provechoso análisis de los problemas conceptuales y m e t o d o l ó -
gicos planteados por la reconstrucción de la cultura de las clases
Según sugiere esta cita, los materiales son muy variados. E n oca- inferiores en el mundo preindustrial. E n concreto, insistía en que
siones, como sucede con las fuentes en que se ha basado Montatllou, «el hecho de que utia fuente no sea "objetiva" (puestos a ello, tam-
permiten al historiador acercarse a las palabras del pueblo casi tanto poco lo es un inventario) no significa que sea inútil... E n resumen:
como una grabación magnetofónica de un historiador oral. L a histo- se puede dar buen uso incluso a una d o c u m e n t a c i ó n escasa, dis-
ria oral ha sido muy utilizada por los historiadores que intentan exa- persa y oscura» y en que el estudio de los individuos con tal
minar la experiencia de la gente común, si bien, por supuesto, no profundidad es tan valioso como los tratamientos globales más co-
existe un motivo evidente para que el historiador ora) no registre los nocidos de la hi.storia social. E l problema sigue siendo, por supues-
recuerdos de duquesas, millotiarios y obispos, tanto como las de mi- to, el de la üpicidad de dichos individuos, si bien, tratados de ma-
neros y obreros industriales Con todo, el historiador oral se en- nera apropiada, esta clase de estudios de casos puede resultar
cuentra con problemas obvios al tratar con personas que o bien mu- inmensamente ilustrativa.
rieron antes de recogerse sus palabras o cuya memoria no se ha Sin embargo, en sus esfuerzos por estudiar la historia desde aba-
transmitido a sus sucesores, y e! tipo de testimonio directo que le es jo, los historiadores se han servido de otros tipos de documentación
posible obtener no está al a k w c e de los histoiiadores de periodos oficial o semiofícial distintos de una fuente única y rica. U n ejemplo
de ello nos lo proporciona Barbara A. Hanawalt, que ha hecho un
" E. P. Thompson, The Poverty o/Thenry and Other Essays ftxindres, 19781, págs. uso amplio de una de las grandes fuentes relegadas al olvido en la
219-20 [hay ed. cast. Miseria de la teorú, Barcelona, 1981J. Para un análisis más amplio historia social de Inglaterra: k s encuestas judiciales de muertes vio-
de los tipos de registros en que podria basarse la historia desde abajo para Inglaterra,
ver Alan Macfarlane, Sarah Harrison y Charle."! Jardine, Reconstructing Historical Cor»
munilies (Cambridge, 1977). Hay ed cast El i¡ueso y hs gusanos, Barcelona, 1981. Otra obra de Ciinzburg:
ÍJt lectura de las continuas informacioiKS suministradas por 1» obra en desarro- TheNrgh' halt'les: Wiichcrafl and A^arian Cults in the Sixteenlh and Seventeenth CeMurms
llo contenida en Oral History the Journal of thv Oral History Society, aparecida desde (Londres, 1983; edición italiana, 1966). muestra también cómo se han de utilizar las
1972. perinite haceise idea del tipo de áreas temáticas cubiertas por los historiadores actas inquisitoriales para arrojar luz sobre las creencias populares.
orales. n,- « Gimhat^ El queso y los gusanos.
,48 „ . . . . ^ , . Jim Sharpe Ilworia desde abajo 49

; , : .>] lentas o sospechosas {coroner's inquests) para reconstruir la vida fami- MHitinental, se han inspirado en la escuela francesa de los Anmies^*.
. „.. . ,,, liar campesina^'. Hanawalt mandene que estos registros están libres No hay duda de que muchas de las diversas obras de escritores que
de la tendenciosidad que se da en las actas de los tribunales reales, iriibajan en la tradición de los Anmks no sólo han ahondado nuestro
; . . , eclesiásticos o señoriales y destaca el hecho de que (volviendo a un i < nnocimiento del pasado sino que nos han proporcionado además
,,^ ., ,, tema anterior) los detalles de la vida material y actividades familiares , inmensas perspectivas metodológicas tendentes a mostrar hasta qué
y^,-., •. • • •' registradas en ellas son accesorios para el propósito principal de las punto se puede hacer un uso innovador de las formas de documenta-
«.:u<^ • -1 mismas actas y, por tanto, no es probable que se falseen. Como suele . riiin conocidas y cómo es posible formular nuevas cuestiones acerca
^; .¡;,i,-.. ,, >, ocurrir cuando se manejan registros oficiales, su mayor utilidad se • i k l pasado. Por otra parte, la forma en que los analistas han clarifica-
manifiesta cuando se emplean para fines en los que jamás soñaron do el concepto de mmtúlité ha resultado de un valor inestimable para
sus compiladores. Hanawalt utilizó las encuestas judiciales para tra- los historiadores que han intentado reconstruir el mundo intelectual
zar un cuadro del entorno material, la economía doméstica, las eta- líe las clases inferiores. Por mi parte, sin embargo, creo poder afirmar
pas del ciclo vital, las pautas de educación infantil y otros aspectos »|ue la máxima contribución del enfoque de los Annales ha consistido
de la vida cotidiana del cam.pesinado medieval. E n cierto sentido, su i-ii mostrar c ó m o construir el contexto en el que puede escribirse la
trabajo demuestra una estrategia diversa de la seguida por L e Roy * historia desde abajo. Así, por ejemplo, el conocimiento de la tenden-
Ladurie y Ginzburg: pasar por el cedazo un amplio cuerpo documen- | cia de los precios del grano en una sociedad dada en un determina-
tal, más que construir un estudio de caso basado en una fuente ex- tlo periodo a>aida a suministrar el trasfondo fundamental para enten-
., , cepcionaimente rica. E l resultado final demuestra c ó m o es posible tler la experiencia de los pobres; sin embargo, no puede reducirse
,¡ , utilizar otro tipo distinto de documentación oficial para construir la lodo a este tipo de pruebas cuantificadas.
^ historia desde abajo. Otros han buscado modelos en la sociología y la antropología.
Esta expansión del ámbito cronológico de la historia desde abajo También aquí, en manos hábiles y sensibles, los beneficios han .sido
y el movimiento hacia una ampliación del alcance de los intereses grandes, si bien incluso en tales manos no han desaparecido ciertos
históricos más allá de las acciones y movimientos políticos de las ma- ' problemas, mientras que, tocados por otras, se han producido algu-
sas ha llevado a buscar modelos diferentes de los suministradtjs por nos desastres. Podría aducirse que la sociología es de gran importan-
el marxismo tradicional o el viejo estilo de la historia del trabajo. L a cia para los historiadores de la sociedad industrial, en tanto que algu-
necesidad de mantener un diálogo con los estudiosos marxistas es nas de sus hipótesis no siempre han resultado demasiado directamente
esencial, pero sigue estando claro que la aplicación de un concepto ' aplicables al tipo de microestudio preferido por quieties practican la
marxista tan básico incluso como el de clase es de problemática apli- '* historia desde abajo L a antropología ha atraído a un grupo de his-
cación al mundo preindustrial, ya que se hace difícil imaginar una toriadores que trabajan en temas medievales y de la Edad Moderna,
orientación netamente marxista en un proceso por difamación en el si bien los resultados no han estado tampoco aquí exentos de proble-
Yorkshire del siglo xvi o en una cencerrada en el Wiltshire del siglo mas Algunas de las cuestiones han quedado ilustradas en la obra
xvn. Por desgracia, la biisqueda de un modelo diferente (aunque es
cierto que apenas se ha iniciado) ha conseguido por el momento un ^* La mejor introducción a la obra de esta escuela es Traian Stoinavitch, French
HistoricalMelhod: the Annales Patüdifim (lÚaQi y Londres, 1976).
éxito muy escaso. Muchos historiadores, en especial en la Europa ,
2' Reflexiones de carácter general sobre las relaciones entre las dos di.sciplinas.
en Peter Burke, Soaology and History (Londres, 19S0) [hay cd. cast., Sociología e histo-
ria, Alianza Editorial, Madrid, 1987] y PhiHp Abrams, Historícat Sociolosy (Shepton
Mallet, 1982).
'* Dos exposiciones clásicas sobre la importancia de los posibles lazos entre histo-
" Barbara A. Hanawalt, The Ttes Ihal BounJ- Peasant Families in Medieval Eiigíand ria y antropología: E. E. Evaiis-Pritschard, Anthropology and H/r/t^y (Manchester, 1961),
(Nueva Vork y Oxford, 1986). Una exposición mis breve de ios objetivos de Hana- y Keich Thoinas, «History and Anthropology», Past and Preseiit 24 (1963), págs. 3-24.
, ,t . i ,„, w / l t . eri SU artículo «Seeking the Flesh and Blood of Manoiial Families». Journal of Para una opinión más reticente, ver E. P. Thompson, «Anthropology and the Discipline
Aíffí/ííWí/fiü/urv 14 (1988), págs. >3-45. of His-.orical Conicxt», Aíiditnd History } , n" 1 (prinuveta 1972), págs, 41-52.
30 ., .
I
Hi .,. JimShatpe I II l o i i u desde abajo 51

de Alan Macfarlane sobre las acusaciones de brujería en Essex en la Un laña, que en 1815 se hallaba en pleno apogeo, intervino lo que
época de los Tudor y los Estuardo Macfarlane emprendió la tarea riiiiinpson ha llamado «la pobre y sangrante infantería de la Revolu-
de escribir lo que podría definirse como una histotia de la brujería I l o i i industrial, sin cuyo esfuerzo y capacidad no habría pasado de
desde abajo. Anteriormente Hugb Trevor Roper había acometido la . • I una hipótesis no comprobada» ^. L a segunda es que, al ofrecer
interpretación de esta materia desde las personas encumbradas; en su r ' , U ' enfoque diverso, la historia desde abajo abre al entendimiento
estudio de la brujería en la Europa moderna, este autor declaraba su liiNiórico la posibilidad de una síntesis más rica, de una fiasión de la
falta de interés por la «mera fe en las brujas: esa credulidad elemen- liiMoria de la experiencia coodiana del puebla con los temas de los
tal pueblerina que los antropólogos descubren en todo tiempo y lu- i i p D S de historia más tradicionales. Por otra parle, podría defenderse
gar» 2"*. Macfarlan, en cambio, se sumergió en la «mera fe en las bru- ipie ios temas de la historia desde abajo, los problemas de su docu-
jas» y publicó un libro que ha constituido un avance decisivo para iiuntación y, posiblemente, la orientación [eolítica de muchos de
nuestra comprensión del tema. Uno de los elementos más llamativos .(iiienes la practican, hacen de ella un ripo de historia diferente. E n
de su proyecto fue la aplicación de estudios antropológicos al mate- i Hito sentido es difi'cil, por supuesto, trazar una división neta entre
rial histórico. E l resultado fue una profundización de nuestra visión un tipo de historia y la manera de abordar la disciplina en general: la
de la función de la brujería en la sociedad rural y de c ó m o las acusa- Ilistoria económica, la historia intelectual, la historia política, la histo-
ciones de brujería tenían su origen casi siempre en un conjunto de 1 i:i militar, etc., son mínimamente eficaces cuando se confinan en ca-
tensiones interpersonales perfectamente perfiladas. Sin embargo, el ¡:is herméticamente selladas. Cualquier tipo de historia se beneficia
enfoque antropológico no ayudó mucho a los lectores a entender de la amplitud de pensamiento del historiador que la escribe
aquellos aspectos más amplios de la cuestión que se salían del ámbi-
Parecería, pues, que la historia desde abajo alcanza su mayor
to de la comunidad rural: el por qué en 1563 ,se aprobó en el parla-
oíectividad cuando se sitúa en un contexto. De ese modt), en el pri-
mento un estatuto que permitía perseguir la brujería maléfica y por
mer número de una publicación dedicada en gran parte a este tipo
qué en 1736 se sancionó otra legi.slación que hacía imposible la per-
de historia, el editorial colectivo de History Workshop Journal dechta-
secución legal de la misma. E l tratamiento microhistórico propiciado
hii: «Nuestro socialismo determina nuestro interés por la gente co-
por los modelos antropológicos puede oscurecer fácilmente el pro-
rriente del pasado, sus vidas, su trabajo, su pensamiento y su indivi
blema más general de la situación del poder en la sociedad en con-
dualidad, así como por las circunstancias y causas foriiiadoras de su
junto y la naturaleza de su actuación.
experiencia de clase», y continuaba diciendo; «igualmente, determina
E n el fondo de nuestro análisis acecha una cuestión fundamental: la atención que prestaremos al capitalismo» Según nos recuerdan
¿es la historia desde abajo un enfoque de la historia o es un tipo dife- esos sentimientos, el término «historia desde abajo» implica de hecho
renciado de historia? E l asunto puede explicarse desde ambas direc que hay por encima algo a lo que referirse. Esta hipótesis supone, a
clones. E n cuanto enfoque, la historia desde abajo cumple, probable- su vez, que, precisamente ai tener en cuenta aspectos explícitamente
mente, dos importantes funciones. L a primera es la de servir de políticos de su experiencia pasada, la historia de «la gente corriente»
correctivo a la historia de las personas relevantes, mostrar que la ba- no puede divorciarse de la consideración más amplia de la estructura
talla de Watetloo comprometió tanto ai soldado Wheeler como al y ei poder social. Esta conclusión nos lleva, por su parte, al problema
duque de Wellington, o que en el desarrollo económico de Gran de c ó m o se ha de encajar la historia desde abajo en las concepciones
más amplias de la historia. Ignorar este punto al tratar la historia des-
" A k n Macfarlane, Witchcraft m Tuáor ana Sluart England a P.egionat and Compara- de abajo o cualquier otro tipo de historia social equivale a correr el
tivt Study (Londres, J970). La obra de Mactaríane se deber-i leer a una con ia de
Keith Tbcmas, Religión and the Decline of Magic: Studies in Popular Behefs in Sixteenth riesgo de una intensa fragmentación de la historiografía e incluso.
and Sevenleenth-Century England (Londres, 1971), obra de más alcance que toma un
buen número de ideas de \ antropología
" H . R. Trevor-Roper, The European Wikh-Craze of the Sixteenth and Seventeenth " Thompson, «History from ííelow», pág. 280.
Centuries (Harmondsworth, 1967), pág. 9. « «Editorial», History Workshop, (1971), pág. 3.
i Jim Sharpe I II .it>.'iu desde abajo 53

quizá, de cierto dpo de antícuarismo de úlritna hora. Los peligros I mil ampliando su púbhco y, si era posible, proporcionando una vcr-
fueron claramente expuestos por Tony Judt en 1979, No hace falta popular de esa nueva síntesis de nuestra historia nacional cuya
compartir por entero la postura de Judt para congeniar con su preo- .ti saparición lamentaba Cannadine. Hasta el momento, sus esfuerzos
cupación por «la ausencia de una ideología política en la mayor parte li.ii) tenido éxito y la historia de los grandes personajes parece ser lo
de la historia social moderna, como tampoco se dio en la sociología >liiv más agrada al público. E l mismo Hobsbawm confesaba su per-
de la que deriva... la historia social, según he insinuado antes, se ha |ili-jidad ante el gran número de lectores de biografías de personali-
transformado en una especie de antropología cultural retrospec- .l.tiius políticas dirigentes
tíva» Aun así, la idea de extender el acceso al conocimiento de nuestro
E l tipo de historia desde abajo plantea otra cuestión: la de am- i.;is:>do a través de la historia desde abajo sigue resultando atrayente.
pliar la audiencia del historiador profesional, la de permitir acceder a No obstante, persiste el peligro de caer en algo parecido a la frag
la historia a un grupo de nivel profesional más extenso que el com- iiii-niación del conocimiento histórico y la despolitización de la histo-
puesto por los colegas del mundo académico y sus estudiantes. E n su I i:i que tanto criticó Judt, E l interés popular por la historia desde
artículo de 1966 Thompson señalaba que Tawney y otros historiado- .il.ajo, como sabrá cualquiera que haya tenido que responder a pre-
res de su generación mantenían «una relación participatíva desacos- c.iintas sobre estos temas en ¡as asambleas de la Historical Associa-
tumbradamente amplia con una audiencia situada fuera del bosque iitm, queda restringida a menudo a lo que podría calificarse de una
de Academoo y lamentaba, como es lógico, que los historiadores más visión de «sefiores y criados» de la sociedad del pasado y el proble-
recientes no se encontraran en semejante situación Esta cuestión ma se agudiza por ciertas características de lo que en la actualidad
ha sido planteada recientemente por David Cannadine, que trabaja nos hemos acostumbrado a describir como historia pública. Ese pun-
desde una posición ideológica bastante distinta de la de Thompson. ió de vista es consciente de que las personas achiaban en el pasado
Al observar la expansión masiva de la historia como disciplina uni- de forma distinta (y, por tanto, algo estrambótica) y que la mayoría de
versitaria en la G r a n Bretaña de postguerra, Cannadine comenta- ellas padecía penurias materiales y soportaba condiciones de escasez,
ba que lo que nos permite comparar lo ingrato del pasado con nuestras con-
diciones actuales de mayor comodidad. Pero escasean los intentos de
gran parte de esta versión nueva y profesional de la historia británica fue completa- llevar las cosas más allá o abordar los problemas históricos en un pla-
mente ajena a un amplio público profano en la materia, cuando en otras épocas ia no muy superior a! de la anécdota o la experiencia local aislada. In-
satisfacción de su curiosidad por el pasado nacional había sido la función primordial cluso quienes poseen una visión más evolucionada del pasado del
de la historia. Un resultado paradójico de este periodo de expansión sin precedentes
fue que un número cada vez mayor de historiadores académicos escribieron historias
pueblo no se han librado de las acusaciones de antícuarismo que los
más y más académicas leídas en realidad por un grupo de personas progresivamente liistoriadores académicos lanzan con tanta complacencia contra sus
metvor hermanos conceptual o ideológicamente peor pertrechados. Así, Ro-
derick Floud, al criticar la postura de un grupo con ideas muy defini-
Uno de los principales objetivos de quienes escriben historia des- das sobre la importancia de la historia del pueblo, podía afirmar que
de abajo, sobre todo los que trabajan desde una posición historiográ- «a veces, en efecto, e! estilo del History Workshop ha bordeado el
fica de carácter socialista u obrerista, fue intentar remediar esta situa- anticuarismo de izquierdas, la recogida y publicación de episodios
efimeros de la vida de la clase trabajadora» Aunque no sea posible
" Toby Judt, «A Clown in Regal Purple: Social History and die Historian», Bis-
íory Workshop, (1975), pág. 87
" Thompson, «History from Below», pág. 279.
" David Cannadine, «Brirish History. Past, Presetit-and Future», Parí útid Present Iras que Evans, pág. 197, afirma expiícitamente qne «la hislotia brilánica... necesita
116 (1987), pág, 177. Et escrito de Cannadine provocó unos «Comments» de P R. moldearse desde abajo y llegar a la comprensión de! Estado».
Coss, William l..amonr y Neil Evans, Past and Present 119 (1988), pags. 171-203. Las Hobsbawm, «Some Refiections», pág. 13.
opiniones de Lamont, sobve todo Isi expresadas en las páginas 186-93, implican una Rodcrick Fioud, «Quantitative History and People's History», History Works-
nueva manera de abordar la historia nacional mediante la historia desde abajo, míen- hop 17 (l^SA). pág. 116.
54 I ^i.stoiia desde ab«jo 35

congeniar con la dirección general del alegato de Floud, no es posi- desde el siglo Xlii al xx. Estos historiadores proceden de diferen-
ble dudar de que ba planteado un problema autémico. l e s países, tradiciones intelectuales y posiciones ideológicas. A l escri-
Una respuesta posible a estas críticas es, por supuesto, que mien- liu- la historia desde abajo, dichos historiadores han buscado ayuda
tras cierto «antícuarismo de izquierdas» no haya permitido constituir n i formas tan variadas como la cuanuficación asistida por ordenador
un conjunto sólido de materiales importantes, incluso mediante la re- V la teoría antropoló^ca y sus hallazgos han aparecido en formas tan
cogida y publicación de episodios efímeros, no se pueden abrigar de- LJiferentes como el artículo técnico académico y el bestseller. H a llega-
masiadas esperanzas en el desarrollo de una síntesis madura o una vi- do el momento de sacar algunas conclusiones generales sobre los tra-
sión más amplia y razonable. Otra respuesta, quizá más válida, podría bajos llevados a cabo en este fructífero y embrollado rincón de la vi-
ser que los estudios de casos aislados u otros similares pueden con- n a de Clío.
ducir, al contextualizarlos, a algo más significativo que el antícuaris- Está claro, al menos, que cierto mimero de historiadores han
mo. E n circunstancias apropiadas (e! ejemplo del estudio de Cario t onseguido superar los considerables obstáculos que obstaculizan la
Ginzburg sobre Domenico Scandella parece suministrar un buen (>ráctica de la historia desde abajo. Más en concreto, algunos estudio-
ejemplo), e! escritor de la historia desde abajo puede beneficiarse en sos han reconocido la necesidad de dar un salto concepmal a fin de
gran medida de ia utilización de lo que los antropólogos calificarían :impliar su comprensión de las clases inferiores en sociedades del pa-
de descripción densa ^. Los historiadores sociales conocerán, sin du- sado y han logrado a continuación realizar con éxito esa hazaña de
da, el problema intelectual planteado por tales técnicas: c ó m o situar gimnasia, intelectual. Edward Thompson, Cario Ginzburg, Emmanuei
un acontecimiento social en su circunstancia cultural plena de modo l e Roy Ladurie y otros, arrancando de diferentes puntos de partida y
que pueda describirse en un plano más bien analítico que meramen- :ipuntando a objetivos históricos diversos, han sido capaces de de-
te descriptivo. Pero, como es obvio, este proceso puede invertirse y, mostrar c ó m o la imaginación puede colaborar con la práctica acadé-
una vez lograda una comprensión de ia sociedad de la que se trate, el mica en ampliar nuestra visión del pasado. Por otra parte, la obra de
acontecimiento social o individual aislado (por ejemplo, un molinero estos y otros historiadores ha mostrado que la imaginación histórica
friulano concreto pero bien documentado) puede servir para propor- puede aplicarse no sólo a la formación de nuevas concepciones de
cionar un sendero que lleve a una comprensión más profunda de esa los temas de la historia sino, también, a plantear preguntas nuevas a
sociedad. E l historiador no necesita asumir el concepto semiótico de los documentos y realizar con ellos cosas diferenies. Hace dos o tres
cultura defendido por antropólogos como Clifford Geertz para apre- décadas muchos historiadores habrían negado, por razones evidentes,
ciar la utilidad potencial de esta técnica. Por otra parte, el problema la posibilidad dtt escribir historia seriamente sobre ciertos asuntos
básico abordado por Geertz, ei de c ó m o entender a personas cultu- que ahora resultan familiares: el crimen, la cultura popular, la religión
raímente diferentes de nosotros y c ó m o traducir una realidad social a popular, la familia campesina. Desde los medievalistas, que intentan
composiciones académicas en forma de libros, artículos o clases, re- reconstruir la vida de las comunidades rurales, hasta los historiadores
sulta, sin duda, familiar a quien estudia la historia desde abajo. orales, que registran y describen la vida de generaciones pasadas del
siglo X X , los historiadores que trabajan desde abajo han nvostrado có-
Esperemos que las páginas anteriores hayan convencido, por lo mo la utilización imaginativa del material de la fuentes p)uede ilumi-
menos, al lector de que el proyecto de escribir historia desde abajo nar muchas zonas de la historia que, de lo contrario, podrían haberse
ha demostrado ser insólitamente fructífero. H a atraído la atención de visto condenadas a permanecer en la oscuridad.
historiadores que trabajan en diversas sociedades del pasado, geográ- Sin embargo, el significado de la historia desde abajo es de una
ficamente variadas y situadas, además, en un ámbito cronológico que profundidad mayor que la de proporcionar simplemente a los histo-
riadores una oportunidad de mostrar su capacidad imaginativa e in-
" Ver CUÍEoid Geertz, The Interprelation of Cultures (Nueva York, 1973), cap I novadora. Ofrece también el medio de restituir a ciertos grupos so-
«Thick Description: Toward an Interpretative Theor>' of Cuituie» [hay ed. cast., Inter'-
pretaa'ón de las culturas, Barcelona, 1988]. ciales una historia que podría haberse dado por perdida o de cuya
Jim Sharpe I li-.iorifl desde abajo 57

existencia no eran conscientes. Segtin hemos observado, la localiza- lliompson, para quien la gente corriente no era «uno de los proble-
ción inicial de la historia desde abajo en la historia de la Revolución iiiiis que el gobierno ha tenido que afrontar».
francesa o del movimiento obrero británico causa aquí algunos pro- Pero, lamentablemente, hemos de admitir que, aunque esta con-
blemas, pero todavía sigue siendo cierto que los trabajos dedicados al 1 i-pción nos ha acompañado durante dos decenios, la historia desde
estudio de las masas en el siglo xviii o a la clase trabajadora del X I X .ihíijo ha tenido hasta el momento comparativamente pocas repercu-
constituye algunos de los ejemplos más vigorosos de c ó m o puede •.Hines en la corriente principal de la historia o en la modificación de
desvelarse ¡a historia inesperada de sectores enteros de la población. l.is perspectivas de los historiadores que se dejan llevar por dicha co-
Los propósitos de la historia son variados, pero uno de ellos consiste I riente. Contemplando el problema en uno de sus niveles básicos ob-
en proporcionar a quienes la escriben o leen un sentimiento de iden-
M-rvamos que los manuales introductorios a la historia tienen poco
tidad, una idea de procedencia. E n el nivel superior nos encontraría-
que decir sobre el tema. L a mayoría de los estudiantes que desean
mos con el papel representado por la historia en la formación de una
ilcscubrir qué es la historia o c ó m o se ha de hacer se dirigen aún, o
identidad nacional, al ser parte de la culojra de la nación. L a historia
son dirigidos, a una obra que ha quedado ya bastante anticuada, el li-
desde abajo puede desempeñar una función importante en este pro-
Iiro de E . H . Carr What is History? Alii encontrarán una visión más
ceso recordándonos que nuestra identidad no ha sido formada sim-
bien limitada de lo que debería ser la respuesta a esta intrigante cues-
plemente por monarcas, primeros ministros y generales. Este aspecto
tión. Más en concreto, descubrirán que Carr no tuvo el aliento imagi-
tiene implicaciones ulteriores. E n un libro dedicado a la historia de
nativo de otros historiadores posteriores, por lo que respecta al obje-
un grupo que, innegablemente, estaba «abajo» (los esclavos negros de
to de la historia, establecido por Braudel y otros escritores de la
los Estados Unidos en el periodo anterior a la guerra civil), Eugene
primera tradición de los Annales ya antes de que Carr escribiera su li-
D. Genovese señalaba que su principal objetivo era indagar «la cues-
bro. Así, su afirmación de que «el vadeo por César de esa insignifi-
tión de la nacionalidad —de la ''identidad"— [que] ha acompañado a
cante corriente del Rubicón es un hecho histórico, mientras que el
la historia afroamericana desde sus inicios coloniales» Una vez
más, como sucedió, por ejemplo, con la obra de Thompson sobre la paso del mismo río por millones de personas antes o después no in-
clase trabajadora inglesa, es fundamental la utilización de la historia teresa a nadie en absoluto» hace pensar que para él no ha existido la
para ayudar a la propia identificación. Pero debería advertirse que el historia del transporte, las migraciones y la movilidad geográfica. De
libro de Genovese lleva como subtítulo «Ei mundo que hicieron los manera similar, sus problemas para aceptar como hecho histórico la
esclavos». Para Genovese, los seres humanos objeto de su estudio, muerte a patadas de un vendedor de pan de jengibre en Staylbridge
aunque eran sin duda socialmente inferiores, fueron capaces de cons- Wakes en 1850 (sospecho que el vendedor en cuestión d e b i ó de ha-
tituir un mundo por sí mismos: de ese modo fueron actores históricos, ber tenido una visión del asunto más ajustada) demuestra que no ha
crearon historia, y no un mero «problema» que contribuyó a que polí- considerado la historia del crimen como asunto digno de tratamien-
ticos y soldados blancos se vieran envueltos en una guerra civil y que to Si se llega a escribir la obra que sustituya a la de Carr como tex-
los políticos blancos acabarían por «resolver». L a mayoría de quienes to básico de introducción a la historia, es evidente que su autor
han escrito historia desde abajo aceptarían, en términos generales, la deberá adoptar una perspectiva más vasta del pasado, a la luz de la
idea de que uno de los resultados de haber abordado las cuestiones historia desde abajo y del mayor desarrollo de la historia social en los
de ese modo ha sido demo.strar que los micmhros de las clases infe- últimos tiempos.
riores fueron agentes cuyas acciones afectaron al mundo (a veces li Nuestra observación final habrá de ser, por tanto, que, por valio-
mitado) en que vivieron. Volvemos a ia afirmación de Edward sa que pueda ser la historia desde abajo para ayudar a determinar la
identidad de las clases inferiores, debería salir del gueto (o de la al-
dea rural, la calle de clase trabajadora, el tugurio o el bloque de vi-
" Eugene D. Genovese, RoU, ]orde>% Roll- ¡he World the Slaves Made (Londres
1975), pág. XV.
" E. H . Carr, Whath Hiríor;'?(Harmondsworth, 1961), págs. U , 12.
38 Jim Sharpe 1 .ipitulo 3

IIISTORIA D E L A S MUJERES
viendas) y ser utilizada para criticar, redefinir y robustecer la corrien-
te principal de la historia. Quienes escriben historia desde abajo no
sólo nos han brindado un conjunto de obras que nos permite ¡i>,iii Scott *
conocer más del pasado, sino que han dejado claro que en ese mis-
mo lugar hay muchas más cosas que podrían llegarse a conocer y que
gran parte de sus secretos está agazapada en pruebas aún no explora-
das. Así, la historia desde abajo conserva su aura de subversión. Exis-
te un peligro lejano de que, como sucedió con la escuela de los An-
nales, llegue a convertirse en una nueva ortodoxia, pero, de
momento, todavía es capaz de hacerle un corte de mangas a la co- La posible historia de los estadios femeninos forma tam-
rriente principal. Habtá, sin duda, historiadores, tanto académicos bién parte dcí movimiento; no .-ic trata de un metaiengua/e y
actuará como una tendencia conservadora o subversiva... no
como populares, que se las ingeniarán para escribir libros que nie-
existe una interpretación neutra de la historia de los estudios
guen explícita o implícitamente la posibilidad de una re-creación his- de la mujer. La historia intervendrá aquí de manera configu-
tórica significativa de las vidas de las masas, pero sus razones para radora '.
ello serán cada vez más endebles. L a historia desde abajo nos ayuda J-nwtTM DijimJM, J984
a quienes no hemos nacido con una cuchara de plata en la boca a
convencernos de que tenemos un pasado, de que venimos de alguna
parte. Pero, con el correr de los años, tendrá también un papel im- La historia de las mujeres ha surgido como terreno definible,
portante en la corrección y expansión de esa historia política princi- principalmente en las dos últimas décadas. A pesar de las enormes
pal que sigue siendo e! canon aceptado en los estudios históricos en diferencias en los recursos invertidos en ella, en su representación
Gran Bretaña. institucional y su posición en el curriculum, en el rango otorgado por
universidades y asociaciones disciplinarias, parece indiscutible que la
historia de las mujeres es una práctica asentada en muchas partes del
mundo. Mientras los E E U U podrían ser un caso singular, por el gra-
do en que la historia de las mujeres ha alcanzado una presencia visi-
ble e influyente en el ámbito académico, hay también una evidencia
clara - en artículos y libros, en la identificación con esta línea por
parte de historiadoras que pueden encontrarse en conferencias inter-
nacionales y en la red informal que transmite las noticias del mundo

" Quisiera agradecer a Ciifford Geerre por haber sido el primero en plantear al-
tiunas de las cuestiones que me llevaron a íormular el presente artículo y por sus cla-
rificadores comentarios a una primera versión del mismo. Donald Scott me ayudó a
articular muchos punios fundamentales y Eli^abetii Wecd me propuso inestimables
sugerencias críticas. Agradezco así mismo los comentarios y consejos de Judith But-
ler, Laura Engclstein, Susan Harding, Ruth Leys y Mary Louise Roberts. I.as críticas
de Hiida Romer, Tania U n i m y Karin "WideTberg me plantearon retos difíciles que
han mejorado y robustecido la argumentación. Les estoy muy agradecida por ellos.
' «Women in the Heehive; A seminar wirh Jacques Derrida», transcripción del
Pembroke Center for Tcaching and Research Seminar with Derrida. en Subjects/Ob-
/urti (primavera 1984), pág. 17.

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