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LA DIGNIDAD
HUMANA EN EL
DERECHO DEL
TRABAJO
Prólogo de
Alfredo MONTOYA MELGAR
ABREVIATURAS ............................................................................. 15
PRÓLOGO ......................................................................................... 17
INTRODUCCIÓN ............................................................................. 21
CAPÍTULO I
LA CONSIDERACIÓN DEBIDA A LA DIGNIDAD
HUMANA EN LA RELACIÓN LABORAL
I. LA TUTELA DE LA DIGNIDAD HUMANA EN LA EMPRESA ..................... 32
1. La empresa como comunidad humana: lugar de desplie-
gue de la dignidad humana ........................................... 32
2. La tutela de la dignidad humana ante los actos y despi-
dos vejatorios ................................................................. 38
II. EL DERECHO Y EL DEBER DE TRABAJAR: UNA EXIGENCIA DE LA DIGNI-
DAD HUMANA ........................................................................... 43
1. El derecho a la ocupación efectiva: exigencia de la dig-
nidad humana ................................................................ 45
2. La ocupación efectiva en relación a la jornada de tra-
bajo ................................................................................ 48
3. La valoración objetiva de la lesión a la dignidad en la
falta de ocupación efectiva ............................................ 49
III. EL DEBER DE BUENA FE: NÚCLEO DURO DEL RESPETO A LA DIGNIDAD
HUMANA ................................................................................. 49
1. El deber de mutuo reconocimiento, la buena fe y la pros-
cripción de la arbitrariedad ........................................... 54
2. La relación entre veracidad, lealtad y dignidad humana . 58
3. La convivencia laboral: las normas mínimas de respeto
a la dignidad ................................................................. 65
IV. LA CONSIDERACIÓN DEBIDA A LA DIGNIDAD HUMANA DEL TRABAJADOR
Y EL PODER DE DIRECCIÓN DEL EMPRESARIO ................................... 71
1. Distinción entre dignidad humana y prestigio profesio-
nal .................................................................................. 75
CAPÍTULO II
LOS DERECHOS FUNDAMENTALES: EXIGENCIAS
JURÍDICAS DE LA DIGNIDAD HUMANA. EL DERECHO
AL HONOR Y A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
I. LOS DERECHOS Y LIBERTADES FUNDAMENTALES: EXIGENCIAS JURÍDI-
CAS DE LA DIGNIDAD HUMANA ..................................................... 126
1. La dignidad humana en la jurisprudencia constitucional. 127
2. Libertades, derechos y buena fe .................................... 132
3. Delimitación de los derechos fundamentales y libertades
públicas ......................................................................... 134
CAPÍTULO III
PODER DE DIRECCIÓN, INTIMIDAD E IGUAL
DIGNIDAD
I. EL DERECHO A LA INTIMIDAD Y A LA PROPIA IMAGEN ...................... 213
1. Derecho a la intimidad .................................................. 215
2. Derecho a la propia imagen .......................................... 219
3. El trabajador: titular del derecho a la intimidad y a la
propia imagen ................................................................ 222
3.1. El derecho a la propia imagen .............................. 224
3.1.1. Captación de la imagen en el trabajo ........ 225
3.1.2. Presentación del rostro .............................. 230
3.1.3. Uso de uniforme ........................................ 233
3.1.4. La «intimidad informática» ....................... 238
3.1.4.1. Privacidad de la copia básica del
contrato ......................................... 240
3.1.4.2. La LORTAD, la LPOD y los datos
de afiliación sindical ..................... 244
3.2. Inviolabilidad de la persona del trabajador ........... 249
3.3. Condiciones de empleo e intimidad familiar del tra-
bajador .................................................................. 255
II. MEDIDAS DE CONTROL Y DERECHO A LA INTIMIDAD ........................ 259
1. El consentimiento del trabajador ................................... 261
2. Los vigilantes de seguridad y detectives privados ......... 263
3. El uso indebido del ordenador ...................................... 265
3.1. El uso indebido del correo electrónico .................. 267
3.2. El uso indebido de Internet ................................... 270
3.3. El contenido «ofensivo» del correo electrónico y
de Internet ............................................................. 272
4. Las fotos y videograbaciones ......................................... 276
5. El uso del teléfono ......................................................... 279
6. La competencia del sindicato en la defensa del derecho
a la intimidad de sus representados y el secreto de las
comunicaciones .............................................................. 280
AN Audiencia Nacional
ap. Apartado
art. Artículo
arts. Artículos
AS Aranzadi Social
AUE Acta de Única Europea
BIB Referencia bibliográfica de la Base de Datos de la Web de
Aranzadi
B.O.E. Boletín Oficial del Estado
c. Contra
CC Código Civil
CC. OO. Comisiones Obreras
CDFU Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión
CE Constitución Española de 1978
CEDH Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Huma-
nos y de las Libertades Fundamentales
CEE Comunidad Económica Europea
CEu Constitución para Europa
CColec Convenios Colectivos
CP Código Penal
CSE Carta Social Europea
DGT Dirección General de Trabajo
DLey Decreto Ley
DOCE Diario Oficial de las Comunidades Europeas
DOUE Diario Oficial de la Unión Europea
f.j. Fundamento jurídico
JUR Documento de Jurisprudencia disponible en http://westlaw.es
y, en su caso, en productos CD/DVD
L. Ley
LBPL Ley de Bases del Procedimiento Laboral
LCT Ley de Contrato de Trabajo
LECiv Ley de Enjuiciamiento Civil
LGS Ley General de Sanidad
LGSS Ley General de Seguridad Social
1
En el Preámbulo se afirma «la fe en los derechos fundamentales del hombre,
en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de los derechos de
hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas».
2
Cfr. SERNA BERMÚDEZ, Pedro, «La dignidad humana en la Constitución Euro-
pea» en Comentarios a la Constitución Europea, Tratados (Valencia: Tirant lo
Blanch, 2004), 199. Este autor ofrece una visión panorámica de la incorporación
de la dignidad humana en el Derecho internacional y constitucional de los países eu-
ropeos, con especial referencia a los de la UE en Ibídem, 194-205. Para un estudio
detallado de este proceso en las Constituciones iberoamericanas y su relación con la
Constitución Española de 1978, ver ROLLA, Giancarlo, «El principio de la dignidad
humana». Persona y Derecho, n. 49 (2003): 227-262. Para comprender el influjo que
la Ley Fundamental de Bonn de 1949 ha tenido en este proceso, es útil el estudio
realizado por SERNA BERMÚDEZ, Pedro, «La dignidad de la persona como principio del
Derecho Público». Derechos y Libertades, n. 4 (1995): 287-306.
tal y como lo reclama la propia dignidad ontológica». GONZÁLEZ, Ana Marta, «La
dignidad de la persona, presupuesto de la investigación científica» en Biotecnolo-
gía, Dignidad y Derecho: bases para un diálogo (Pamplona: EUNSA, 2004), 37.
9
SPAEMANN añade a esa relación, para resaltar la incoherencia de este plantea-
miento, a los que están dormidos porque «según esa teoría ser persona es un estado,
y no un predicado que corresponda a determinados seres vivos en virtud de su
naturaleza. Quienes están durmiendo no se encuentran en ese estado. Así pues, la
prohibición de matarlos sólo podría fundamentarse en el deseo de quienes no están
durmiendo de poder quedarse dormidos tranquilamente con la esperanza fundada
de volver a despertar. Pero no se trata de un derecho de quien está dormido».
SPAEMANN, Robert, «El significado de lo natural en el derecho» en Límites. Acerca
de la dimensión ética del actuar (Pamplona: EUNSA, 2003), 140.
10
Cfr. SAN 104/2003 (Sala de lo Social) (AS 2003, 3692),
11
Cfr. LUCAS VERDÚ, Pablo, «Artículo 1º.– Estado social y democrático de
Derecho» en Comentarios a la Constitución Española de 1978, Ed. Óscar ALZAGA
VILLAAMIL (Dir.) (Madrid: EDERSA, 1997), 161.
12
Cfr. PECES-BARBA, Gregorio, La dignidad de la persona desde la Filosofía
del Derecho, Ed. Instituto de Derechos Humanos «Bartolomé de las Casas». Uni-
versidad Carlos III de Madrid, 2ª ed., Cuadernos «Bartolomé de las Casas», 26,
Madrid, Dykinson, 2003, 68.
13
Cfr. SERNA BERMÚDEZ, Pedro, Positivismo conceptual y fundamentación de
los derechos humanos, Pamplona, EUNSA, 1990, 149.
14
ALONSO OLEA, Manuel/CASAS BAAMONDE, Mª Emilia, Derecho del Trabajo,
23ª ed. rev., Madrid, Thomson-Civitas, 2005, 52.
15
Cfr. ALONSO OLEA, Manuel, Introducción al Derecho del Trabajo, 6ª ed.,
Madrid, Civitas, 2002, 35.
16
STC 224/1999 (RTC 1999, 224).
17
Sólo así podremos evitar «la artificiosidad y el dogmatismo», en que se
incurre cuando se desvincula al Derecho de las otras ciencias y, con mayor razón,
cuando se desvincula a una rama del Ordenamiento de las demás. Cfr. ALONSO
OLEA, Introducción al Derecho del Trabajo, 35. En esta misma obra nos advierte
el maestro, unas páginas más adelante –citando a San Agustín–, que si se olvida
que el fin de toda investigación jurídica es la realización de la equidad y la justicia
se puede tomar «por Derecho, las reglas de una partida de bandidos». Ibídem, 41.
18
No pretendemos exponer todos los debates jurídico-filosóficos sobre la dig-
nidad humana: ésta es una labor que nos excede y que no nos corresponde. Única-
mente deseamos ofrecer los criterios necesarios para analizar la legislación laboral,
lo cual ha exigido una labor de selección y de síntesis. Elegir las fuentes ha sido
una tarea difícil, por la amplitud y calidad de la bibliografía existente. No obstante,
confiamos en que la selección realizada en orden a una mayor claridad y concisión
de la exposición de los temas que se tratarán en los diversos Capítulos de este
estudio, se encuentre justificada.
19
Para facilitar la identificación de las fuentes se ha utilizado el estilo «Amer
Quarterly», que permite diferenciar, por los signos de puntuación, entre un libro,
una parte de un libro, una obra manuscrita, etc. Con la misma finalidad se consig-
nan todos los datos de las fuentes, la primera vez que son citadas en cada Capítulo.
CAPÍTULO I
LA CONSIDERACIÓN DEBIDA A LA DIGNIDAD HUMANA
EN LA RELACIÓN LABORAL
1
Entre la abundante bibliografía sobre el tema, me limito a referir el estudio
sobre los poderes del empresario de MONTOYA MELGAR, Alfredo, «El poder de
dirección del empresario». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 100
(2000). Respecto al ejercicio de los derechos fundamentales en la relación laboral,
ver RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, Miguel, «La integración de los derechos
fundamentales en el contrato de trabajo» en El modelo social en la Constitución
Española de 1978, ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRO (Director)/Rodrigo MARTÍN
JIMÉNEZ (Coordinador) (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003),
207-228. PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-Carlos, «Derechos fundamentales generales y
relación laboral: los derechos laborales inespecíficos» en El modelo social en la
Constitución Española de 1978, ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRO (Director)/Ro-
drigo MARTÍN JIMÉNEZ (Coordinador) (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales, 2003), 29-248. Finalmente, sobre su influencia en la regulación de los
derechos fundamentales en la negociación colectiva, cfr. SEMPERE NAVARRO, Anto-
nio V./SAN MARTÍN MAZZUCCONI, Carolina, «Los derechos fundamentales (inespecí-
ficos) en la negociación colectiva» en El modelo social en la Constitución Espa-
ñola de 1978, ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRO (Director)/Rodrigo MARTÍN JIMÉNEZ
(Coordinador) (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003), 273-328.
Por otro lado, es innegable que el camino recorrido para la plena digni-
ficación del trabajo y del trabajador ha sido lento. Un motivo importante
es que el valor intrínseco de todo trabajo honrado es un descubrimiento
del siglo XX6 y que, al igual que el reconocimiento de la dignidad de todos
los seres humanos, recién ha sido plasmada en los textos constitucionales y
legislativos, a partir de 1945. Paralelamente, la articulación del poder de
dirección del empleador con el respeto debido a los derechos fundamenta-
les del trabajador es una conquista de la segunda mitad del siglo XX, al
punto que hoy en día se puede hablar de una «recomposición constitucio-
nal del contrato de trabajo»7, a fin de integrar los derechos fundamentales
en la relación laboral.
En este itinerario, ocupa un lugar preponderante el derecho del trabaja-
dor a ser tratado con la consideración debida a su dignidad, que aunque
aparece en el quinto acápite del art. 4.2 ET, constituye la «portada general
que impregna la ejecución toda del contrato de trabajo», y que se erige en
«un principio general del Derecho del Trabajo»8. La doctrina jurídica des-
tacó, hace más de cuarenta años, que el derecho del trabajador a ser tratado
con la consideración debida a su dignidad humana, añade «una actitud
más exigente de estimación de la persona humana, de autolimitación del
empresario, que no puede considerar a sus trabajadores como una parte
del instrumental, sino como hombres unidos a él para realizar un fin co-
mún»9. El empresario no sólo está impedido de «menospreciar» a sus
trabajadores, sino que debe tratarlos, por lo menos, con el respeto y cordia-
lidad que la empresa exige a su personal para con los clientes10.
Este derecho-deber ha enriquecido sustantivamente las relaciones hu-
manas en la relación de trabajo y, no es aventurado afirmar, que lo seguirá
haciendo en el futuro. En nota a pie de página de su Manual de Derecho
6
Cfr. la génesis de este proceso en el estudio realizado por MARTÍNEZ-ECHEVA-
RRÍA, Miguel Alfonso, Repensar el trabajo, Madrid, EIUNSA, 2004.
7
RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, «La integración de los derechos funda-
mentales en el contrato de trabajo», 208.
8
ALONSO OLEA, Manuel/BARREIRO GONZÁLEZ, Germán, El Estatuto de los Tra-
bajadores. Texto, comentarios, jurisprudencia, Ed. Comentarios Breves, 4ª ed.,
Madrid, Civitas, S.A., 1995.
9
BAYÓN CHACÓN, Manual de Derecho del Trabajo, 414.
10
Cfr. Ibidem, 411.
14
Un estudio, in extenso, de este fenómeno se encuentra en SEMPERE NAVA-
RRO, Antonio V., Nacionalsindicalismo y relación de trabajo, Madrid, Akal, 1982.
15
AGUILERA IZQUIERDO, Raquel, Las causas de despido disciplinario y su valo-
ración por la jurisprudencia, Pamplona, Aranzadi, 1997, 30. Ver la bibliografía
citada a pie de página.
16
Ibidem, 31.
17
El término comunidad hace referencia a lo que une: «en la relación “yo-tú”
toma forma la auténtica comunidad interpersonal (en cualquier forma o variante), si
el «yo» y el «tú» persisten en la recíproca afirmación del valor trascendente de la
persona (que se puede definir también como su dignidad) confirmando esto con
los propios actos. Parece que sólo una disposición de este tipo merece el nombre
de communio personarum». WOJTYLA, Karol, «La persona: sujeto y comunidad»
en El hombre y su destino. Ensayos de antropología (Madrid: Palabra, 1999), 89.
Estas exigencias laborales deben ser objeto de una sana crítica, para
no retroceder hacia antiguos servilismos o caer en sectarismos fanáticos23.
También, es requisito indispensable, para conseguir esta unidad organiza-
cional, que el empresario refuerce su compromiso a favor de los trabajado-
res, «respetando un código ético que va más allá de las estrictas obligacio-
nes jurídicas», que puede concretarse en el deber de acentuar «su actuar
de buena fe, proporcionando mejor información a los trabajadores, dele-
ción de cambio y no de relación personal, así como las características del trabajo
que emerge en las sociedades actuales y sus repercusiones en el Derecho del Tra-
bajo, se encuentra en una obra de Pier Paolo DONATI, de la cual extraigo la siguiente
cita: «Ogni epoca storica pensa il lavoro attraverso una figura simbolica centrale
nel suo codice culturale. Nel passato, lo sono state le figure del servo (nelle econo-
mie rurali) e dell’ operaio (nelle economie industriali). Il “lavoro” e stato deman-
dato a queste figure e alle classi sociali corrispondenti, sto ricamente subalterne a
quelle dominanti. La modernita ha universalizzato il senso professionale della vita,
ma da ultimo sembra aver perduto il significato culturale del lavoro stesso. L’epoca
dopo-moderna dischiude una figura nuova, quella del lavoratore come soggetto
civile, cioe della persona umana come soggetto attivo di una societa relazionale
caratterizzata da un’economia dell’informazione e dei servizi». DONATI, Pierpaolo,
Il lavore che emererge. Prospettive del lavoro como relazione sociale in una eco-
nomia dopo-moderna, Torino, Bollati Boringheieri, 2001, 222-223.
22
Sobre la motivación del trabajador y su influencia en los resultados econó-
micos de la empresa ver FERREIRO, Pablo/ALCÁZAR, Manuel, Gobierno de personas
en la empresa, Lima, Universidad de Piura, 2001. En el mismo sentido opina,
aportando datos especializados, MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del
Trabajo: discurso leído el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción
como Académico de Número, 24.
23
«No vayamos a ir sin darnos cuenta a lavados de cerebro en donde resulte
que se trabaje en el convencimiento tan íntimo como falso de que lo que se manda,
a quien se le manda, es siempre lo justo y lo conveniente». ALONSO OLEA, Manuel,
«La empresa desde el punto de vista social», en La Empresa, Madrid, 1962, 197-
198 citado por MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso
leído el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de
Número, 33.
24
Cfr. Ibidem, 29 y la bibliografía citada a pie de página.
25
ROBLES MORCHÓN, Gregorio, Los derechos fundamentales y la ética en la
sociedad actual, 1992: 1ª ed., Madrid, Civitas, 1997 (reimp.), 185-186.
26
STS 9 de marzo de 1987 (RJ 1987, 1355).
27
Todo trabajo incorpora un proyecto de desarrollo personal. Cfr. ALONSO
OLEA, Manuel / CASAS BAAMONDE, Mª Emilia, Derecho del Trabajo, 23ª rev. ed.,
Madrid, Thomson-Civitas, 2005, 45-47.
28
STS de 26 abril 1988 (RJ 1988, 3027). Se pronuncian en el mismo sentido
las SSTS de 20 de marzo, 3 y 19 de diciembre de 1985 (RJ 1985, 1352, 6041 y
6146); 20, 25 y 27 de enero de 1988 (RJ 1988, 22, 42 y 59).
29
«No es apropiado sostener «como una cuestión de lógica jurídica» que el
deber es anterior al derecho (o viceversa). Pero cuando se trata de explicar las
exigencias de la justicia, lo cual hacemos refiriéndonos a las necesidad del bien
común en sus distintos niveles, hallamos que hay razón para considerar que el
concepto de deber, obligación o exigencia, desempeña un rol más explicativo y
estratégico que el concepto de derechos. No por eso tiene menor importancia o
dignidad el concepto de derechos, pues el bien común es precisamente el bien de
los individuos cuyo beneficio, derivado del cumplimiento del deber por parte de
otros, constituye un derecho porque les es exigido a esos otros en justicia». FINNIS,
John, Ley natural y derechos naturales, Trans. Cristóbal Orrego Sánchez y Raúl
Madrid Ramírez, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 2000, 239.
30
Cfr. VALDÉS DAL-RÉ, Fernando, «Poderes del empresario y derechos de la
persona del trabajador» en Autoridad y democracia en la empresa, ed. Joaquín
APARICIO TOVAR y Antonio BAYLOS GRAU (Madrid: Trotta, 1992), 47.
31
Cfr. Ibidem.
32
Ver el estudio ya citado de GONZÁLEZ PÉREZ, La degradación del derecho
al honor (honor y libertad de información).
33
Desarrollaremos estos conceptos in extenso en el próximo Capítulo.
«las acciones u omisiones (...) contrarios al art. 4». Y, como muy graves,
los que atenten contra la intimidad y dignidad del trabajador o constituyan
una conducta discriminatoria o causante de acoso (arts. 8.11, 12, 13 y 13
bis LIS)38. Cualquiera de estas infracciones se califica y sanciona gradual-
mente, teniendo en consideración, entre otros factores, la intencionalidad
del sujeto infractor (art. 39.2 LIS). La cuantía de las sanciones se fijará
de acuerdo a la tabla del art. 40 LIS, que oscila entre un mínimo de tres
mil cinco 07/100 euros (€ 3.005,07) a un máximo de noventa mil ciento
cincuenta y uno 82/100 euros (€ 90.151,82).
Fuera de estos casos, si un despido encubriese una vejación a la dignidad
del trabajador, debería ser calificado de nulo por violación del art. 10.1 CE,
al haberse realizado en fraude de ley. Además, el trabajador, podrá exigir la
extinción indemnizada del contrato, por aplicación del art. 50.1 a) si no de-
sease mantener la relación laboral. Sin embargo, la jurisprudencia opina que
la vigente LPL no permite la existencia de los «despidos fraudulentos»39,
creados por la jurisprudencia ordinaria de los años ochenta40.
DER UGUINA, Jesús R./TOLOSA TRIBIÑO, César/MARTÍN JIMÉNEZ, Rodrigo, Comenta-
rios a la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social, Cizur Menor (Nava-
rra), Aranzadi, 2003.
38
Este precepto debe ser concordado con lo establecido en los arts. 4.2 e),
18, 20 ET y con los preceptos de la LO 1/1982, de 5 mayo, de protección civil
del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, así
como con la LO 15/1999, de 13 diciembre, de protección de datos de carácter
personal para poder calificar la gravedad de una conducta.
39
«... en el estado actual del ordenamiento, la calificación del despido nulo
por fraude de ley no tiene cabida en la legislación procesal, ni siquiera con el
carácter excepcional o extremo con que era admitido bajo el imperio del derogado
TALPL. No puede compartirse por tanto la posición de la sentencia recurrida,
que presupone implícitamente la existencia en el vigente TALPL de una laguna o
“insuficiencia legal” en las calificaciones judiciales del despido. El propósito de la
LBPL, llevado a cabo en la TALPL, ha sido precisamente establecer una normativa
legal cerrada en esta materia, que por una parte tiene en cuenta el cambio habido
en las bases del ordenamiento por la aprobación de la Constitución, y por otra
parte atiende al principio de seguridad jurídica, cuyos requerimientos son particu-
larmente exigentes, tanto desde la perspectiva de los intereses de los empresarios
como desde la perspectiva de los intereses de los trabajadores, en el régimen jurí-
dico del despido. Tampoco es posible, con toda evidencia, transformar la califica-
ción de despido nulo por fraude de ley acogida en la sentencia impugnada por la
de despido discriminatorio, ya que no existe referencia alguna en los hechos decla-
rados probados que permita sustentar tal calificación; sin que pueda justificarla
tampoco la mera finalidad preventiva de una hipotética conducta discriminatoria
en la opción empresarial entre readmisión o indemnización». STS de 19 enero
1994 (RJ 1994, 352).
40
Las SSTS de 11 abril 1990 (RJ 1990, 3462), 16 de mayo y 5 de junio del
mismo año (RJ 1990, 4342 y 5017) y de 18 junio 1991 (RJ 1991, 5151), declaran
que la nulidad radical por despido fraudulento constituye figura excepcional y ex-
trema, no contemplada por el ET. De acuerdo a esta doctrina, para que proceda
esta calificación es necesario que la decisión empresarial sea o no sólo antijurídica
–pues las que generan nulidad o improcedencia también afectan a despidos realiza-
dos con vulneración de la ley–, sino además con una dosis de arbitrariedad espe-
cialmente intensa, atentatoria de los más elementales principios que informan el
Ordenamiento jurídico laboral. En estos casos se intenta conseguir, a través del
despido causal, «un resultado contrario al ordenamiento jurídico, cual es obtener
una declaración de improcedencia para despido carente de causa, por ser dolosa-
mente inventada la que se aduce». La calificación del despido radicalmente nulo
por fraudulento, «podría no ser conciliable con la nueva disciplina establecida por
el art. 108 del Texto Articulado de la Ley de Procedimiento Laboral. Y así es en
efecto; el citado artículo enuncia de manera cerrada los casos en que el despido ha
de ser calificado como nulo, sin que en alguno de éstos quepa incluir la referida
figura, la cual, por tanto, carece actualmente de refrendo o apoyo legal». STS de
2 noviembre 1993 (RJ 1993, 8346).
41
STS de 24 febrero 1994 (RJ 1994, 1517). En este sentido opina también
CASAS BAAMONDE, María Emilia, «La nulidad del despido y sus efectos» en Re-
forma de la Legislación Laboral. Estudios dedicados al Prof. Manuel Alonso Gar-
cía, ed. Junta Directiva de la Asociación Española de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social (Madrid: Marcial Pons, 1995), 445.
42
Tampoco agota la calificación de nulidad de despido el art. 55.6 ET y el
art. 108.2 LPL. Una razonada argumentación sobre esta tesis se encuentra en la
obra ya citada de CASAS BAAMONDE, M. E., «La nulidad del despido y sus efectos»,
346 y ss.
43
L. 62/2003, de 30 de diciembre, art. 28.2 califica como discriminación
«cualquier orden de discriminar a las personas por razón de origen racial o étnico,
religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual». Por tanto, un
despido fundamentado en uno de estos motivos será considerado discriminatorio
y, por aplicación concordada del art. 17 ET, nulo.
44
Cfr. por todos PÉREZ DEL RÍO, Teresa, El principio de igualdad: no discrimi-
nación por razón de sexo en el Derecho del Trabajo, Madrid, Ministerio de Tra-
bajo, 1984, 215.
45
REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española, 22ª ed., Madrid, Real Academia de la Lengua Española,
2003.
46
Ibidem.
47
STS de 16 febrero 1993 (RJ 1993, 1175).
58
Ibidem, 159.
59
El número de trabajadores asalariados subió en 593.400 personas de 2003
a 2004 y alcanzó los 14,7 millones de personas de un total de 20,2 millones de
personas, lo que supone un 4,2% más que hace un año; siendo el principal aumento
en el sector privado (4,4%) frente al sector público (3,4%). Cfr. INSTITUTO NACIONAL
DE ESTADÍSTICA, Estadística de Población Activa 2004 (INE, 2005 [ubicado el
18.10.2005]); obtenido en http://www.ine.es/prodyser/pubweb/espcif/merc05.pdf.
70
A esta conclusión llega el TS al comprobar que un trabajador, con indepen-
dencia de la movilidad respecto a su ubicación dentro del lugar de trabajo, estuvo
«por lo menos desde febrero a octubre sin ocupación efectiva –siendo intrascenden-
tes las horas, o escasos días, que en dicho período faltó al trabajo por asuntos
personales–, lo que supone una vulneración de su derecho a una ocupación efectiva
de acuerdo con su titulación y como ello, aparte de la vejación que implica, atenta
contra su dignidad y formación profesional, está justificada la resolución del con-
trato, sin que esta conclusión la desvirtúe la alegación de la empresa, de no conocer
dicha circunstancia, y la ocupación efectiva dada, al conocer la presentación de la
papeleta de conciliación». STS de 28 octubre 1989 (RJ 1989, 7455).
71
Uno de los métodos utilizados para lograr el acoso moral es, precisamente,
no dar ocupación efectiva, ver SERRANO OLIVARES, Raquel, El acoso moral en el
trabajo, Madrid, Consejo Económico Social, 2005, 65 y la jurisprudencia citada a
pie de página.
72
MATÍA PRIM, Javier, «Consideraciones sobre el derecho a la ocupación efec-
tiva» en Lecciones de Derecho del Trabajo en homenaje a los profesores Bayón
Chacón y del Peso y Calvo (Madrid: Facultad de Derecho. Universidad Complu-
tense, 1980), 157-158.
73
AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de despido disciplinario y su valoración
por la jurisprudencia, 38.
74
Cfr. Ibidem. La autora realiza una síntesis de las posturas doctrinales que
defienden esta intensidad particular y de las que no la aceptan.
75
Son numerosas las que se pronuncian en este sentido, cfr. por todas, las
SSTS de 26 abril 1988 (RJ 1988, 3027); 20 de marzo, 3 y 19 de diciembre de
1985 (RJ 1985, 1352, 6041 y 6146); 20, 25 y 27 de enero de 1988 (RJ 1988, 22,
42 y 59).
76
Considero especialmente ilustrativo el estudio realizado y las referencias
bibliográficas citadas por MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Tra-
bajo: discurso leído el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como
Académico de Número. También las obras de AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de
despido disciplinario y su valoración por la jurisprudencia, GARCÍA VIÑA, Jordi,
La buena fe en el contrato de trabajo, Madrid, Consejo Económico y Social, 2001.
77
GARCÍA VIÑA, La buena fe en el contrato de trabajo, 22.
dada»78. El valor crucial de la buena fe, como principio rector del cumpli-
miento de los contratos tiene, como ya hemos afirmado antes, «una presen-
cia cualificada en el contrato de trabajo»79 por el alto grado de implicación
personal que exige la ejecución del contrato celebrado y porque al ser de
tracto sucesivo, la relación jurídica entre las partes se puede prolongar
durante muchos años80.
78
Ibidem.
79
Además de vincular de modo típico al empresario y a los trabajadores,
extiende su acción sobre relaciones en que intervienen otros sujetos, como son los
sindicatos, las organizaciones empresariales, las Administraciones laborales, etc.
Cfr. MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído el
día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número.
80
Ibidem, 19.
81
Cfr. ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 351.
82
STS de 20 noviembre 1989 (RJ 1989, 8205).
83
STS de 20 noviembre 1989 (RJ 1989, 8205).
84
Cfr. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, 5ª ed.,
III Vols., Vol. I, Madrid, Civitas, 1996, 126. Dice este autor que «este reconoci-
miento del Derecho consiste, por un lado en dar protección jurídica a un ámbito
de autosoberanía para reglamentar las propias situaciones jurídicas y, a través de
ellas, dar cauce a los fines, intereses y aspiraciones personales, que son los que se
consiguen al celebrar los contratos».
85
Cfr. LARENZ, Karl, Derecho justo. Fundamentos de Ética jurídica, Trans.
Luis Díez-Picazo, Madrid, Civitas, 1985, 67.
86
Esta realidad es apreciable desde los diversos ámbitos del Derecho. Consi-
dero suficientemente ilustrativas las citas de CATTANEO, Giuli, Buona fede obbie-
tivva e abuso del diritto, 626-627, recogidas por MONTOYA MELGAR, La buena fe
en el Derecho del Trabajo: discurso leído el día 18 de junio de 2001 en el acto
de su recepción como Académico de Número, 11, nota a pie de página 12: «La
progresiva extensión de la aplicación de la buena fe ha seguido en el curso de los
siglos, una línea sustancialmente coherente: del Derecho clásico a nuestros Códi-
gos, es posible seguir un trazo sustancialmente unívoco».
87
DE CASTRO Y BRAVO, Federico, El negocio jurídico, Madrid, Instituto Nacio-
nal de Estudios Jurídicos, 1967, 89-90.
88
Decreto 1836/1974, de 31 mayo (RCL 1974, 1385), que sancionó legal-
mente el articulado del Título Preliminar del CC.
89
MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído
el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número,
12.
90
Cfr. Ibidem, 13. Ver allí las referencias bibliográficas a los autores y textos
citados.
91
Ver el estudio realizado por PICO I JUNOY, Joan, El principio de la buena fe
procesal, Barcelona, Bosch, 2003. No comparto con el autor su hipótesis de que
el principio de buena fe no sea subsumible en «el valor justicia» y que origina
inseguridad jurídica por la carga subjetiva de la valoración que realiza el juez,
según afirma en las pp. 75-76.
92
Cfr. SERNA BERMÚDEZ, Pedro, «El derecho a la vida en el horizonte cultural
europeo de fin de siglo» en El derecho a la vida, ed. C. I. MASSINI y P. SERNA
(Pamplona: EUNSA, 1998), 29.
93
Los pasos para ese mutuo reconocimiento han sido magistralmente expues-
tos por COTTA y resumidos por SERNA y pueden sintetizarse en los siguientes: A)
El otro es igual al yo en la capacidad de pretender para sí, según la propia verdad.
B) El otro es también igual al yo en su capacidad de intentar la pretensión, lo cual
sitúa al yo en el plano de la comunicación y del diálogo, en la medida en que
trasciende la propia verdad subjetiva. C) El otro es igual al yo en la capacidad de
intentar, mediante el diálogo, una verdad común. D) Finalmente, el otro es igual
al yo en la capacidad de intentar la obligatoriedad de la regla sobre la verdad
común. Cfr. COTTA, Sergio, El Derecho en la existencia humana, Trans. Ismael
Peidró Pastor, Pamplona, EUNSA, 1987, 45-54. SERNA BERMÚDEZ, «El derecho a
la vida en el horizonte cultural europeo de fin de siglo», 30 y ss.
94
REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española. La misma fuente define la verdad como la «conformidad
de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente».
95
Ibidem. Un análisis jurídico del significado de la lealtad, se encuentra en
MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído el día
18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número, 9-
14.
96
REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española.
97
Ver, por todos, GARCÍA VIÑA, La buena fe en el contrato de trabajo, 58-
85.
98
Sobre el carácter recíproco del deber de buena fe, ver, por todos, AGUILERA
IZQUIERDO, Las causas de despido disciplinario y su valoración por la jurispruden-
cia, 38-40.
99
«En tal sentido, el principio de la buena fe protege frente al ejercicio,
doloso o culposo, del derecho de la otra parte, de acuerdo con una elaboración
emparentada con la antigua concepción romana de la exceptio doli». MONTOYA
MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído el día 18 de junio
de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número, 36.
100
STS de 20 noviembre 1989 (RJ 1989, 8205).
la dignidad humana de los contratantes, entre las que brillan con luz propia
la necesidad de la veracidad, que cuando es tal, conduce necesariamente
a la lealtad. Estos deberes no son «puros deberes éticos», es decir, propios
de la moral privada, sino auténticos deberes jurídicos. A la vez, estas
obligaciones nacen del ámbito moral, precisamente por su carácter medu-
lar del orden jurídico, que al ser reconocidas por el legislador, originan,
entre otras consecuencias, claras repercusiones patrimoniales101.
Es tal la fuerza que la doctrina jurídica reconoce al principio de la
buena fe laboral, que se ha llegado a defender que habría que reconducir
los conflictos sobre el poder de dirección del empresario respecto a los
derechos fundamentales de los trabajadores, hacia el deber de buena fe,
que obliga al empresario, «incluso más allá de lo constitucionalmente exi-
gible»102. Esta frase puede entenderse desde dos perspectivas: la primera,
en cuanto que la Constitución fija los mínimos jurídicos y, la segunda, en
cuanto que contiene los valores y principios fundamentales que dan origen
al pacto social. Por tanto, ese «más allá» exigible lo será en la medida en
que sea consecuente con los valores superiores consagrados en el art. 1.1
de la CE y el principio de respeto a la dignidad humana, que es funda-
mento de todos los derechos de la persona (art. 10.1 CE)103. A la vez, no
implica exigir al empresario un cumplimiento superior al que se le exige
al trabajador, ya que la obligación es recíproca y no existe argumento
suficiente para exigir, como si se tratara de una cuestión meramente cuan-
titativa, más buena fe a un contratante que al otro104.
101
MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, 321.
102
RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, Miguel, «Buena fe y ejercicio de poderes empre-
sariales». Relaciones Laborales II (2003): 45.
103
Sobre la fuerza jurídica de los principios y valores superiores del Ordena-
miento, ver el estudio jurisprudencial realizado por OLLERO, Andrés, Discrimina-
ción por razón de sexo: valores, principios y normas en la jurisprudencia constitu-
cional española, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999.
104
«El hecho de que los nuevos rumbos del Derecho del Trabajo actúen en
muchos casos atenuando la fuerte protección legal (más que directamente empresa-
rial) deparada a los trabajadores con anterioridad, no puede ser interpretado ni
como indicativo de una reducción del clásico deber de protección del empresario
–incrementado, por cierto, de modo impresionante en materias como la prevención
de riesgos laborales– ni como justificativo del descenso en el nivel de la buena fe
exigible en todo caso a los trabajadores». MONTOYA MELGAR, La buena fe en el
Derecho del Trabajo: discurso leído el día 18 de junio de 2001 en el acto de su
recepción como Académico de Número, 44-45.
105
DE CASTRO Y BRAVO hace un breve resumen de cómo desde muy antiguo,
en el Derecho Romano, la autonomía de la voluntad no equivalía a arbitrariedad:
siempre han existido límites sobre el objeto del contrato, en base a la ley y a la
moral. Cfr. DE CASTRO Y BRAVO, El negocio jurídico, 89.
106
«El Derecho supone, pues, por una parte no violencia, renuncia a la fuerza
como paradigma de las relaciones, sustituyéndola por el reconocimiento; y, por
otra, no-discriminación, inclusión, universalidad, apertura plena, a diferencia de
otras formas de coexistencia, donde la apertura es limitada, o sólo ad intra, como
sucede con las relaciones de amistad o las relaciones que constituyen específica-
mente la comunidad política». SERNA BERMÚDEZ, «El derecho a la vida en el hori-
zonte cultural europeo de fin de siglo», 31.
107
La diligencia exigida al trabajador será no la genérica, sino la debida en
virtud del contrato. Cfr. ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 350. Precisando aún
más se ha escrito que no existe «un deber de trabajar, por un lado, y un deber de
ser diligente por otro, sino que la obligación del trabajador es, indisolublemente,
la de trabajar con diligencia». MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, 317.
108
Cfr. ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 338, MONTOYA MELGAR, Derecho
del Trabajo, 321.
109
Sobre el deber de protección reglado y no reglado, ver ALONSO OLEA,
Derecho del Trabajo, 428-431.
110
STC 11/1981 (RTC 1981, 11).
111
STS de 9 julio 1982 (RJ 1982, 4593).
112
REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española.
113
STC 120/1983 (RTC 1983, 120).
114
STS de 13 diciembre 1992 (RJ 1993, 1148). Vale la pena advertir que el
incumplimiento de un compromiso en la vida privada, no implica necesariamente
su «carácter indeleble». Sin entrar en disquisiciones que no son del caso, pretender
que el incumplimiento a un compromiso de fidelidad personal, ocasiona siempre
un agravio indeleble, equivale a negar la posibilidad del perdón, que hace posible,
precisamente en el ámbito más íntimo, como es el de las relaciones de familia o
de amistad, la pervivencia de los compromisos adquiridos.
115
Considera que no existe tal deber de fidelidad, entre otras razones, por
generar deberes accesorios de conducta al trabajador entre los que se encuentran
los de la conducta extralaboral, DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al
respeto de su intimidad, 340. Sobre esta polémica y el uso indistinto de fidelidad
y buena fe por la doctrina y la jurisprudencia actuales, ver MONTOYA MELGAR, La
buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído el día 18 de junio de 2001 en
el acto de su recepción como Académico de Número, 43-54.
116
STS de 10 marzo 1981 (RJ 1981, 1335).
117
STS de 10 marzo 1981 (RJ 1981, 1335). Esta terminología –elementos
espirituales y patrimoniales del contrato– ha sido criticada por un sector de la
doctrina jurídica. GARCÍA VIÑA realiza una síntesis de esa controversia, según la
cual «no tiene sentido la pervivencia de estos conceptos espirituales, ya que nada
tienen que ver con el hecho que la buena fe sea un elemento de introducción de
la realidad en el Derecho del Trabajo». GARCÍA VIÑA, La buena fe en el contrato
de trabajo, 25-26. Qué entiende el autor por «elemento de introducción de la reali-
dad», no lo explica claramente o, al menos, no se logra entender a cabalidad. En
todo caso, mal puede considerarse que esta terminología «rompe la categoría del
contrato», o que se trate de un «concepto político» que deba ser desechado por no
responder a la realidad social actual. Si bien es cierto es más corriente hacer refe-
rencia a deberes de conducta, no puede olvidarse que éstos, en definitiva, son
deberes éticos y, en esa medida, espirituales y morales. Estos últimos no pueden
ser clasificados como deberes patrimoniales, ya que tienen una directa relación con
bienes humanos no cuantificables materialmente. De allí que la jurisprudencia,
coherentemente, mantenga esa terminología.
118
Cfr. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, 321.
119
STS de 19 diciembre 1985 (RJ 1985, 6146).
120
Cfr. SSTS de 19 diciembre 1985 (RJ 1985, 6146) y 20 enero 1988 (RJ
1988, 22).
121
STS de 20 enero 1988 (RJ 1988, 22).
122
STS de 3 diciembre 1985 (RJ 1985, 6041), que, a su vez, enumera diversos
precedentes.
123
STS de 25 enero 1988 (RJ 1988, 42).
130
La conducta del trabajador fue calificada como fraudulenta, desleal y un
abuso de confianza, que manifiesta «la eliminación voluntaria, de los valores éticos
que deben inspirar al trabajador en el cumplimiento de los deberes básicos que el
nexo laboral le impone respecto de la empresa». La sentencia hizo hincapié en que
los perjuicios «no tienen que ser necesaria y únicamente cuantificables, en cuanto
cabe se den daños de una mayor significación, no mensurables en el acto pero sí
perceptibles con arreglo a los más elementales criterios de la lógica». El TS destaca
el hecho de que, por el cargo que desempeñaba el trabajador y el tipo de operación
realizada, existía un «mayor agravamiento por las dificultades que lleva consigo
el restablecimiento de la verdad». Por tanto, «el empleado que ha generado esas
obligaciones y las ha ocultado merece el calificativo de infiel, pues utilizó su condi-
ción de Apoderado indebidamente, para convertir a la empresa en deudora, sin
dejar constancia en los libros correspondientes del nacimiento de tal obligación, la
mantuvo deliberadamente en la ignorancia de ese hecho, pese a las insistencias de
la acreedora». Estos hechos se realizaron «abusando de unas facultades que la
empresa le había conferido en razón de su antigüedad, de su buen comportamiento
pretérito y de sus conocimientos sobre el negocio bancario, suficientes, sin ningún
género de dudas, para saber qué hacía, qué omitía y cuál era el alcance y efectos
que su conducta había de producir». STS de 10 marzo 1981 (RJ 1981, 1335).
131
STS de 20 noviembre 1989 (RJ 1989, 8205).
132
STS de 11 octubre 1984 (RJ 1984, 5274). Se probó en el juicio que el
cinematógrafo pertenecía a persona individual, que despidió al trabajador pero,
ante su reclamación, dejó sin efecto el despido en el acto de conciliación, «comuni-
cándole se reincorporase al siguiente día, lo que intentó hacer dicho empleado, sin
poder conseguirlo por encontrar cerrado el local del cine, lo que motivó su denun-
cia a la Inspección Provincial de Trabajo».
133
STS de 29 enero 1988 (RJ 1988, 72).
134
STS de 20 noviembre 1986 (RJ 1986, 6701).
135
STS de 25 enero 1988 (RJ 1988, 42).
Para terminar este apartado debemos resaltar que de todos los atenta-
dos contra la dignidad del trabajador, existen dos que son especialmente
ofensivos: los que prolongan en el tiempo un trato vejatorio hasta producir
un daño psíquico o moral y los que impliquen un trato discriminatorio,
desconociendo la igual dignidad de las personas141.
han de ser respetadas (es de suponer que sean aquellas que estén de confor-
midad con los valores y principios constitucionales) y la de distinguir entre
etnia y raza, cuando el Diccionario de la Real Academia los define en
términos similares. Por tanto, la crítica más importante que debe hacerse
a este precepto es que no haya prohibido todo tipo de acoso sea discrimi-
natorio o no, independientemente del motivo que origine esa conducta150.
No obstante, también debe reconocerse el mérito de haber vinculado direc-
tamente el acoso sexual laboral con la dignidad humana, ya que «si un acto
viola un derecho fundamental, está violando la dignidad de la persona, y
a la inversa, si un acto viola la dignidad de la persona está violando algún
derecho fundamental»151, aunque el concepto de dignidad humana sea más
amplio que el de los derechos fundamentales.
Por otro lado, no podemos dejar de mencionar que no toda conducta
que afecte la dignidad de la mujer y del hombre en el trabajo en temas
sexuales, es de por sí discriminatoria152. En este sentido se pronuncian, en
los respectivos Preámbulos, la Resolución del Parlamento Europeo, del 22
nos resta anotar que los actos discriminatorios del empresario han sido
calificados como infracción muy grave por el art. 8.12 LISOS y de acuerdo
a las circunstancias del caso, podría ser, alternativamente, objeto de san-
ción administrativa o penal, de acuerdo al art. 311 CP.
159
La dificultad para definir el término «flexibilidad» ha llevado a un sector
de la doctrina a calificarlo de término «polivalente y metajurídico». Cfr. MARTÍNEZ
ABASCAL, Vicente-Antonio, «Flexibilidad laboral y reforma de la normativa sobre
movilidad funcional». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 67 (1997):
753-754. Un estudio sobre el carácter inacabado de la reforma laboral, por la pre-
sión de la globalización y la competitividad, se encuentra en VV. AA., La Reforma
Laboral de 2006, Ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRO (Director), Elcano, Aranzadi,
2006.
160
MONTOYA MELGAR, Alfredo, «La nueva configuración del poder de direc-
ción del empresario» en Reforma de la Legislación Laboral. Estudios dedicados
al Prof. Manuel Alonso García, ed. Junta Directiva de la Asociación Española de
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (Madrid: Marcial Pons, 1995), 190.
161
STC 308/2000 (RTC 2000, 308), que, a su vez, cita como precedente, por
todas, la STC 90/1997, de 6 de mayo (RTC 1997, 90).
162
STS de 8 mayo 1984 (RJ 1984, 2983). Sobre el concepto del ius variandi
RIVERO LAMAS propone evitar un uso que él denomina «equívoco», reservando este
término «a los trabajos que se ordenan en los supuestos de emergencia que obligan
a efectuar cambios que exceden los límites de la prestación debida, por lo que no
se pueden conectar directamente al poder de dirección si por éste entendemos, pura
y simplemente, el ejercicio de las facultades de especificación de la prestación
laboral (J. CRUZ VILLALÓN, 1983; 127. J. RIVERO LAMAS, 1988; 165-172), lo que
comprende los cambios permitidos dentro de los límites legales y convencionales».
RIVERO LAMAS, Juan, «Las modificaciones sustanciales de las condiciones de tra-
bajo (En torno al artículo 41)». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 100
(2000): 890.
163
De acuerdo al art. 1214 CC: «Incumbe la prueba de las obligaciones al
que reclama su cumplimiento, y la de su extinción al que la opone» y al art. 217.3
LECiv: «corresponde al actor y al demandado reconviniente la carga de probar la
certeza de los hechos que ordinariamente se desprenda, según las normas jurídicas
a ellos aplicables, el efecto jurídico correspondiente a las pretensiones de la de-
manda y de la reconvención».
164
Un estudio integral, desde una perspectiva jurisprudencial, de ésta y todas
las cuestiones relacionadas con la extinción del contrato por voluntad del trabajador
se encuentra en SEMPERE NAVARRO, Antonio V./SAN MARTÍN MAZZUCCONI, Carolina,
El artículo 50 del Estatuto de los Trabajadores, Pamplona, Aranzadi, 2001.
165
Ibidem, 68.
166
RIVERO LAMAS, Juan, «La movilidad funcional en la empresa en la Ley 11/
1994». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 67 (1994): 714.
167
STS de 21 marzo 1990 (RJ 1990, 2208).
168
Por todas, SSTCT 20 mayo 1986 (RTCT 1986, 3483) y 27 mayo 1987
(RTCT 1987, 11344).
169
STS de 28 octubre 1989 (RJ 1989, 7455).
170
STS de 15 de noviembre de 1986 (RJ 1986, 6350). Ver también la STS
de 3 mayo 1990 (RJ 1990, 3948). Esta sentencia cita en abono de esta doctrina la
STS de 29 de enero de 1990 (RJ 1990, 229), que a su vez hace referencia a otras
anteriores de 23 de septiembre 1980 (RJ 1980, 3482); 12 de mayo 1984 (RJ 1984,
3025) y 11 de noviembre 1985 (RJ 1985, 5751). En el mismo sentido se pronuncian
el resto de Tribunales. Cfr. los citados, en nota a pie de página n. 116 por SEMPERE
NAVARRO, El artículo 50 del Estatuto de los Trabajadores.
Francisco Javier, «La movilidad funcional». Revista Española de Derecho del Tra-
bajo, n. 100 (2000): 846.
176
LUQUE PARRA, Manuel, Límites jurídicos de los poderes empresariales en
la relación laboral, Barcelona, Bosch, 1999, 203.
177
Volveremos sobre este tema, con más detalle, en el Capítulo II, Apartado
I, n. 7.3.
178
Citando a Suárez, Cfr. ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 53.
179
GARCÍA FERNÁNDEZ, Manuel, «Movilidad funcional» en Reforma de la Le-
gislación Laboral. Estudios dedicados al Prof. Manuel Alonso García, ed. Junta
Directiva de la Asociación Española de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social (Madrid: Marcial Pons, 1995), 219.
ponde por la viabilidad del negocio que hace posible la relación jurídico-
laboral.
180
Ibidem.
181
Un resumen doctrinal de esta figura, con amplias referencias bibliográfi-
cas, se encuentra en PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL, Francisco, «Movilidad geográfica
del trabajador (En torno al artículo 40)». Revista Española de Derecho del Trabajo,
n. 100 (2000): 851-863.
182
Sobre la naturaleza jurídica de la modificación sustancial de las condicio-
nes de trabajo, con algunas conclusiones que no comparto, ver SAN MARTÍN MAZ-
ZUCCONI, Carolina, El régimen jurídico de la modificación sustancial de las condi-
ciones de trabajo (Estudio del art. 41 del Estatuto de los Trabajadores), Pamplona,
Aranzadi, 1999, 62-68.
183
«La movilidad funcional permite atribuir al trabajador unas funciones dife-
rentes de las desempeñadas dentro del marco normativo regulador de estos cambios
a cometidos distintos, que pueden afectar al mismo puesto de trabajo que ya desem-
peñaba o a otro distinto al que sea asignado». SALA FRANCO, Tomás, «Movilidad
funcional» en Comentarios a las Leyes Laborales, ed. Efrén BORRAJO DACRUZ (Dir.)
(Madrid: Edersa, 1988), n. VIII, 5.
184
Ver los comentarios que, sobre este precepto del ET, realizan MONTOYA
MELGAR, Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 317-323.
185
Cfr. FABREGAT MONFORT, La movilidad funcional por razones objetivas, 65
y la bibliografía que, sobre esta postura, recoge a pie de página.
186
SSTS de 21 marzo 1990 (RJ 1990, 2208) y de 31 enero 1991 (RJ 1991,
205). En similar sentido se ha pronunciado el TC, que exige que el poder de
dirección del empresario respete los derechos fundamentales de los trabajadores.
Por todas, SSTC 166/1988 (RTC 1988, 166), 292/1993 (RTC 1993, 292) y 94/
1994 (RTC 1994, 94).
187
Por todas, SSTC 99/1994 (RTC 1994, 99), 6/1995 (RTC 1995, 6) y 57/
1999 (1999, 57).
188
STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
189
Cfr. RIVERO LAMAS, «La movilidad funcional en la empresa en la Ley 11/
1994». 714.
190
Salvo que sean de rango inferior, en cuyo caso, mantendrá las de la remu-
neración de origen (art. 39.3 ET).
195
VINUESA ALADRO, A., La Clasificación profesional. M.T.S.S., Madrid,
1978, 178, citado por FABREGAT MONFORT, La movilidad funcional por razones
objetivas, 67.
196
Cfr. LUQUE PARRA, Límites jurídicos de los poderes empresariales en la
relación laboral, 206.
197
Cfr. por todas, las recogidas en la obra ya citada de RIVAS VALLEJO, Violen-
cia psicológica en el trabajo: su tratamiento en la jurisprudencia.
198
Éste es el criterio general ante cualquier acto lesivo a la dignidad del
trabajador. Cfr. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, 308.
199
La STSJ País Vasco de 11 de febrero 1992 (AS 1992, 597) distingue entre
el atentado a la dignidad, de los «gustos o preferencias profesionales vocacionales
o asimilados por el ejercicio prolongado de una actividad». La STS de 1 octubre
1983 (RJ 1983, 4979) al referirse a la vejación por una movilidad funcional, afirma
que se justifica la extinción indemnizada del contrato: «porque lejos de significar
una mera molestia, supone para el que lo sufre que se sienta humillado, no porque
se tenga una susceptibilidad excesiva, sino porque realmente es despectivo para
quien es objeto de tal trato en las circunstancias que quedan descritas». Y, por las
mismas razones, la STS de 7 julio 1983 (RJ 1983, 3730) deniega la aplicación del
art. 50.1 a) ET y precisa que «menos aún puede afirmarse que ello redunde en su
dignidad, expresión que ha de entenderse equivalente al respeto que es debido a
quien presta su actividad laboral para otro, que tiene derecho a mantenerse en su
puesto con la honorabilidad que es debida a toda persona humana y especialmente
a quien trabaja, expresión que ha de medirse en todo caso con un criterio social
objetivo».
200
Éste es el criterio sentado por el TS ante la orden recibida por un trabaja-
dor, que debía incorporase al puesto de trabajo de Ayudante en sustitución de un
operario en baja, «cuando previamente [el empresario] le había negado tal categoría
bajo el pretexto de ineptitud, habiéndose incluso opuesto en procedimiento judicial
a la pretensión de aquél de obtener tal categoría, y habiendo también recurrido
contra la sentencia favorable obtenida por el operario. A ello ha de añadirse el
hecho de la firma en julio de 1987 del llamado pacto de empresa, en el que se
convino expresamente que «las sustituciones tendrán siempre carácter voluntario»
(...) Los datos expresados revelan que la empresa se desentendió del pactado carác-
ter voluntario de las sustituciones, y adoptó una actitud que comportaba una peyo-
rativa consideración del operario afectado». STS de 20 marzo 1990 (RJ 1990,
2182) (las cursivas no son del original).
201
Cfr. LUQUE PARRA, Límites jurídicos de los poderes empresariales en la
relación laboral, 206.
fue posible que, al ser dado de alta, pudiera reincorporarse al puesto que desempe-
ñaba. La falta de ánimo vejatorio de la empresa se pudo apreciar porque «compren-
diendo la incomodidad que podía suponer para el trabajador situarse bajo la depen-
dencia de quien antes había sido su subordinado, le ofreció dos puestos igualmente
de confianza y de igual o mayor importancia que el que anteriormente desempe-
ñaba», que no quiso aceptar.
205
Este criterio continuamente repetido por la jurisprudencia es recogido tam-
bién por la doctrina científica. Cfr., por todos, GÁRATE CASTRO, «La movilidad
funcional». 846.
206
La licitud del contrato de trabajo es exigida no sólo por las normas del
CC, sino también por las del ET, en el art. 3.1 c).
207
Así lo expresa con claridad el TS ante una conducta arbitraria del empresa-
rio, en materia de movilidad funcional: «habiendo ingresado el actor en la empresa
bajo el nombre genérico de “motorista” equivalente, sin duda, a alguna de las
categorías de maquinista u oficial de máquinas, aunque su puesto hubiera sido, por
hipótesis, de especial confianza no sería de ninguna manera aceptable que el na-
viero pueda degradarle y designarle “engrasador” función, como todas las que
desempeñan a bordo de un buque, igualmente digna, como todo trabajo e impor-
tante, pero de muy distinta naturaleza que la que desempeña el actor con lo que
claramente se está en presencia de una modificación sustancial en las condiciones
del trabajo que redundan en perjuicio de su formación profesional o en menoscabo
de su dignidad, en el sentido en que tal expresión ha de entenderse, es decir, no
en la de que un trabajador sea más o menos digno que otro, sino en la de resultar
un agravio para el trabajador que llevando a cabo determinadas actividades es
relevado de ellas y encargado de otras menos cualificadas». STS de 3 junio 1983
(RJ 1983, 2962) (las cursivas no son del original).
ciones de trabajo218, que es uno de los cauces para sobrepasar los límites
impuestos al ius variandi ordinario del empresario.
218
SAN MARTÍN MAZZUCCONI, El régimen jurídico de la modificación sustan-
cial de las condiciones de trabajo. (Estudio del art. 41 del Estatuto de los Trabaja-
dores), 134-140.
219
Ibidem, 136.
220
Éste fue el caso de una trabajadora a la que se le asignó «un puesto de
trabajo con carácter permanente en el que tenía que elevar cajas de 15 kilos, sin
turno rotativo, durante ocho horas». El TS reconoció que aunque el trabajo era
«gravoso», por sí solo «no significaría una modificación sustancial que implicase
atentar a la dignidad de la trabajadora», pero sí lo es el hecho de que los demás
trabajadores realizaban ese mismo trabajo en turnos rotativos, «pues con ello no
sólo se encomienda a una trabajadora una labor ruda, sino que al mismo tiempo le
es impuesto un castigo encubierto e injustificado y una discriminación vejatoria
que sin duda alguna alcanza a la dignidad de la misma menoscabándola». STS de
19 diciembre 1988 (RJ 1988, 9854).
223
SAN MARTÍN MAZZUCCONI, El régimen jurídico de la modificación sustan-
cial de las condiciones de trabajo. (Estudio del art. 41 del Estatuto de los Trabaja-
dores), 213.
224
Ibidem.
225
DE CASTRO Y BRAVO, Federico, El negocio jurídico, Reimpresión ed., Ma-
drid, Civitas, 2002, 69.
226
Ibidem.
cación del traslado, paradójicamente, por aplicación del art. 138.6 LPL, es el em-
presario quien decide, en ejecución de sentencia, si reintegra o no al trabajador en
sus anteriores condiciones. En caso de no hacerlo, al trabajador le queda como
única opción extinguir el contrato con el pago de las indemnizaciones del despido
improcedente. Las mismas consecuencias tiene la declaración judicial de cambio
sustancial injustificado de condiciones de trabajo. Cfr. sobre este tema, Ibidem,
283-284.
232
Por todas, ver el Capítulo XVIII y las referencias bibliográficas citadas
por MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, 415-444.
233
Cfr. RIVERO LAMAS, «Las modificaciones sustanciales de las condiciones
de trabajo (En torno al artículo 41)», 907-908.
234
Ibidem.
235
Sobre la naturaleza jurídica de este acto extintivo, además de la bibliogra-
fía recomendada anteriormente, ver SEMPERE NAVARRO, El artículo 50 del Estatuto
de los Trabajadores, 23-38.
(art. 20.2 ET)236. La debida armonización del ius variandi con el derecho
de negociar del trabajador es el punto neurálgico en las modificaciones
sustanciales del contrato en relación con el respeto debido a su dignidad,
ya que no puede serle negada impunemente su capacidad negocial. Demás
está decir que si la decisión empresarial responde a una conducta discrimi-
natoria o que lesiona derechos fundamentales, en aplicación del art. 17
ET, que plasma el valor superior de la igualdad (art. 1.1 CE) y el derecho
fundamental de no discriminación (art. 14 CE), tal decisión puede ser
declarada nula237. El TC ha señalado, desde hace ya muchos años, que «la
sanción que comporta la violación de derechos constitucionales fundamen-
tales» es la nulidad «radical»238 y es evidente, que la vulneración de los
derechos fundamentales así como la conducta injustificadamente discrimi-
natoria, implica necesariamente un atentado a la dignidad de la persona.
De allí que la modificación unilateral y sustancial del contrato, sin
motivos justificatorios, constituyen un abuso del ius variandi que se cali-
fica como infracción muy grave del empresario y aunque en puridad, co-
rrespondería haber calificado la nulidad de este acto, el ET ofrece dos
opciones al trabajador. La primera es la extinción indemnizada del con-
trato, en virtud del art. 41.3 ET, que tiene por tope veinte días de salario
por año de servicios y nueve mensualidades para los casos en que no
exista perjuicio profesional ni atentado a la dignidad. La segunda, la del
art. 50.1 a), por perjuicio a la dignidad o a la formación profesional (co-
rresponde al trabajador dar indicios de estos perjuicios), que establece la
misma indemnización que para el despido improcedente: cuarenta y cinco
días de salarios, con tope de doce mensualidades y los salarios de tramita-
ción (art. 56.2). Sin embargo, nada obsta a que el trabajador opte por
236
Característica del contrato de trabajo es precisamente la elasticidad del
contenido de la prestación que corresponde al trabajador que, a su vez, responde
al ejercicio legítimo del ius variandi del empresario. Por su poder de dirección,
«el empresario despliega un poder discrecional e irrenunciable que le corresponde
por su posición jurídica de parte acreedora en la relación de trabajo». RIVERO LA-
MAS, «Las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo (En torno al
artículo 41)», 890.
237
Hay unidad en la doctrina científica en este sentido, desde muy antiguo.
Cfr., por todos, CRUZ VILLALÓN, Jesús, Las modificaciones de la prestación de
trabajo, Madrid, Ministerio de Trabajo y de la Seguridad Social, 1983, 329. MON-
TOYA MELGAR, Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 341-342.
238
STC 38/1981 (RTC 1981, 38).
239
Cfr. MONTOYA MELGAR, Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 341.
240
Cuando el empresario incumple, únicamente, con el trámite establecido en
el art. 41, pero sin que exista un atentado a la dignidad, el cauce procesal es el del
art. 138 LPL, con las consecuencias que se siguen, comentadas en la nota a pie de
página ut supra, 230. Cfr. también las reflexiones que, sobre este tema, realiza
NOGUEIRA GUASTAVINO, Magdalena, «Extinción del contrato por voluntad del traba-
jador (En torno al artículo 50)». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 100
(2000): 1080.
241
De acuerdo al art. 41.1 ET la materia de estas modificaciones puede ser,
entre otras: la jornada de trabajo, el horario, el régimen de trabajo a turnos, el
sistema de remuneración, el sistema de trabajo y rendimiento y las funciones,
cuando excedan de los límites previstos en el mismo ET para la movilidad funcio-
nal (art. 39). Estas modificaciones son ad exemplum, porque pueden haber modifi-
caciones insignificantes en las materias listadas en el mencionado artículo, y otras
que, sin estar incluidas en esa lista, sean sustanciales. Existe, en este sentido, una
coincidencia doctrinal, que hace notar RIVERO LAMAS. Cfr. RIVERO LAMAS, «Modifi-
cación sustancial de condiciones de trabajo», 251-252. Sobre la distinción entre
modificación individual y colectiva, así como de las consecuencias que se siguen,
ver el estudio antes mencionado y el de MONTOYA MELGAR, «La nueva configura-
ción del poder de dirección del empresario», 195-198.
247
ALONSO OLEA, El Estatuto de los Trabajadores: texto actualizado, juris-
prudencia, comentario, 176.
248
MONTOYA MELGAR, «La nueva configuración del poder de dirección del
empresario», 196.
249
MONTOYA MELGAR, Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 340-341.
250
STC 308/2000 (RTC 2000, 308).
251
En este sentido se ha pronunciado la STS de 2 julio 1997 (RJ 1997, 5695)
que resolvió un litigio en que se discutía la aplicación del art. 41 ET a un supuesto
de modificación de horario rígido a flexible unido a modificación del sistema de
remuneración. La sentencia declaró que esa «disposición legal está prevista para
las modificaciones de condiciones de trabajo “impuestas por decisión unilateral de
la empresa”, y no impide “pactos novatorios” entre la empresa y los trabajadores
que resulten más favorables para éstos, “quienes voluntariamente la han podido
aceptar o rechazar”». STS de 18 julio 2003 (RJ 2003, 6928).
252
Cfr. STC 238/2005, (RTC 2005, 238). La sentencia fundamenta su fallo
en la doctrina de la STC 105/1992 (RTC 1992, 105) según la cual, «de prevalecer
la autonomía de la voluntad individual de los trabajadores sobre la autonomía
colectiva plasmada en un convenio legalmente pactado entre los sindicatos y la
representación empresarial, quebraría el sistema de negociación colectiva configu-
rado por el legislador, cuya virtualidad viene determinada por la fuerza vinculante
de los convenios constitucionalmente prevista en el art. 37.1 CE». Sin embargo,
esta doctrina no era aplicable porque no se trataba de una modificación sustancial
colectiva de condiciones de trabajo por el número de trabajadores afectados ni por
la materia. Según el Voto Particular del Magistrado Vicente Conde Martín de
Hijas, el amparo concedido resulta inconstitucional porque implica vulnerar el de-
recho a la tutela efectiva de los dieciocho trabajadores que habían aceptado volun-
tariamente el cambio de condiciones de trabajo, al no haber sido parte en el proceso
iniciado por un sindicato al que no estaban afiliados, ya que el TC declaró la
nulidad de las sentencias dictadas en la jurisdicción social.
253
STS de 18 julio 2003 (RJ 2003, 6928). Adicionalmente el TS hace notar
que «incluso de aceptarse a efectos dialécticos la hipótesis de la aplicabilidad del
art. 41 ET, la modificación acordada no tendría alcance colectivo, a la vista de lo
establecido en el propio art. 41.2 párrafo cuarto ET. De acuerdo con esta disposi-
ción “no se considerarán en ningún caso de carácter colectivo a los efectos de lo
dispuesto en el apartado 4 de este artículo, las modificaciones funcionales y de
horario de trabajo que afecten, en un período de noventa días, a un número de
trabajadores inferior a: ... c) treinta trabajadores, en las empresas que ocupen tres-
cientos o más trabajadores”. Los trabajadores afectados por la decisión de Caja
Madrid son, como se ha dicho 18 en un colectivo de dos mil, por lo que ni siquiera
en hipótesis que expresamente hemos descartado estaríamos hablando de una mo-
dificación colectiva de condiciones de trabajo, sometida de acuerdo con el art. 41.4
ET a la vía impugnatoria del conflicto colectivo».
254
STS de 18 de noviembre de 1999 (RJ 1999, 9188).
255
Esta sentencia es una muestra clara de la invasión del ámbito de la legali-
dad ordinaria que hace el TC y que analizaremos, con más detalle, en el Capítulo
III, Apartado I, n. 6.
256
STS de 8 febrero 1993 (RJ 1993, 749). La S. confirma la doctrina de las
SSTS de 5 de marzo 1985 (RJ 1985, 1277); de 21 septiembre 1987 (RJ 1987,
6234); de 23 de abril 1985 (RJ 1985, 1907); 16 de septiembre 1986 (RJ 1986,
4983) y de 26 de julio 1990 (RJ 1990, 6483).
257
La STS de 20 junio 1990 (RJ 1990, 5496) resume esta postura, ya inaltera-
ble del Tribunal, diciendo que «el artículo 50 del Estatuto de los Trabajadores que
regula la extinción del contrato por voluntad del trabajador hace depender dicha
consecuencia extintiva de la concurrencia de causas justas. La que enuncia el apar-
tado a) de su número 1 (...) requiere doble y conjunta base: que se hayan producido,
por decisión unilateral del empresario, modificaciones sustanciales en las condicio-
nes de trabajo; y que éstas redunden en perjuicio de la formación profesional o en
el menoscabo de la dignidad del trabajador. Sobre tales presupuestos legales la
doctrina –muy reiterada y concorde– de esta Sala ha construido sus conclusiones
que pueden sintetizarse en las premisas siguientes: a) que ha de producirse un
incumplimiento grave y culpable por el empleador; y b) que la estimación del
mismo no debe realizarse con aplicación objetiva y mecanicista de la norma, sino
subjetiva y gradualísticamente: así resulta, entre muchas, de sus Sentencias de 26
de marzo de 1985 (RJ 1985, 1392), 16 de mayo, y 15 de noviembre y 15 de
diciembre de 1986 (RJ 1986, 2565, 6350 y 7384), 19 y 24 de febrero de 1987 (RJ
1987, 1074 y 1113), confirmadas por otras más recientes, cuales de 8, 10 y 27 de
noviembre de 1989 (RJ 1989, 8035 y 8264)».
258
ATS de 15 enero 1993 (RJ 1993, 93).
259
STS de 23 septiembre 1980 (RJ 1980, 3482).
260
Por eso, relevar del cargo y cambiar de centro de trabajo para encomendar
tareas menos cualificadas, a un trabajador que tras catorce años de servicios, por
promoción profesional en base a sus méritos, adquiere la categoría de encargado,
«atenta abiertamente “a la consideración debida a su dignidad” –artículo 4.2.e)
ET–, que se ve menoscabada». En este caso, «la condición laboral ha sido sustan-
cialmente modificada, que, a la vez, y per se trasciende a la formación profesional
y redunda también (...) en menoscabo de la dignidad del trabajador» STS de 31
mayo 1991 (RJ 1991, 3932).
261
STS de 22 marzo 1991 (RJ 1991, 1891).
262
Éste fue el caso de un Director de Sucursal, cuyo puesto desapareció, pero
le fueron respetadas las condiciones económicas ordinarias y se le destinó a un
puesto que requería «una no menor preparación y especialización». Por tanto, la
reorganización no afectó a la dignidad del trabajador que pasó a laborar bajo la
supervisión del director comercial. El TS considera que este cambio le permitió
«tener la máxima relevancia en la gestión y comercialización de un sector de la
producción, sin que esa subordinación a un cargo de superior rango merezca la
calificación de menoscabo de la dignidad de quien antes, como Delegado de una
Sucursal, había de estar también sometido a las instrucciones de sus superiores en
la antigua empresa». STS de 20 junio 1990 (RJ 1990, 5497).
dignidad, privar del uso de un automóvil que hasta ese momento le había
facilitado la empresa, salvo que se pruebe que era un beneficio común a
todos los trabajadores de la misma categoría profesional268.
dente de contrato de trabajo, que dé base a la extinción del mismo a tenor del art.
50 del Estatuto de los Trabajadores». En este caso el TS se refiere a la dignidad
profesional como si fuera la dignidad humana, pero, por el contexto, se deduce
que se refiere, más bien, a la primera de ellas. STS de 3 octubre 1990 (RJ 1990,
7525).
268
«La retirada del vehículo de la empresa que el actor venía utilizando, si
bien podría considerarse como un incumplimiento contractual en la medida en que
es susceptible de generar condiciones de trabajos más onerosas y no enteramente
compensables por el abono de los gastos de desplazamiento, no constituye una
modificación sustancial de las condiciones de trabajo de las previstas en el artículo
50, 1 a) del citado Estatuto, pues tal medida no perjudica la formación profesional
del trabajador, ni supone un menoscabo para su dignidad, especialmente cuando
no se ha probado la pretendida generalidad de la cesión de uso de automóviles a
todos los viajantes de la empresa». STS de 15 enero 1987 (RJ 1987, 38).
269
Así se concluye de la sentencia que resolvió la demanda de un profesional
de la salud, que consideraba que por realizar su trabajo en un espacio físico inade-
cuado, veía «disminuida su dignidad por ello», así como «el aprecio público a su
persona». El TS afirma que esos sentimientos no son amparables porque, entre
otras razones, «las condiciones físicas en las que el local se encuentra, al no ser
materia que dependa de su voluntad [del empleador] ni teniendo facultades para
remediarlas, si en algo precisasen ser mejoradas, nada puede serle imputado de
forma que le hiciera desmerecer en el concepto que el resto de los profesionales o
los pacientes pudieran formar de dicha persona». STS de 30 abril 1986 (RJ 1986,
2286).
270
En este caso, los datos probados «reflejan con exactitud y precisión los
agravios a que estaba siendo sometido el actor cuando ejercita la acción resolutoria
evidencian que estaba afectada trascendente e importantemente la dignidad del
trabajador, al relegarle a un habitáculo, con escasa luz, existiendo otro despacho
espacioso desocupado». STS de 17 julio 1982 (RJ 1982, 4636).
277
MONTOYA MELGAR, Alfredo, «Dirección y control de la actividad laboral»
en Comentarios a las Leyes Laborales. El Estatuto de los Trabajadores, ed. Efrén
BORRAJO DACRUZ (Dir.) (Madrid: Edersa, 1985), Vol. V, 138.
278
MONTOYA MELGAR, «El poder de dirección del empresario», 588.
279
Cfr. Ibidem.
280
Sobre la evolución jurisprudencial en torno al principio «obedece y luego
reclama», ver AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de despido disciplinario y su valora-
ción por la jurisprudencia, 128-141.
281
Cfr. MONTOYA MELGAR, «El poder de dirección del empresario», 588. En
idéntico sentido se pronuncia ALONSO OLEA, Manuel/CASAS BAAMONDE, Mª Emilia,
Derecho del Trabajo, 20 ed., Madrid, Civitas, 2002, 372.
282
MONTOYA MELGAR, «El poder de dirección del empresario», 590.
287
SERNA BERMÚDEZ, «Dignidad de la persona: un estudio jurisprudencial»,
145.
288
Cfr. ibidem. El autor fundamenta esta conclusión en el estudio de noventa
y seis sentencias del TC y cita, para estos efectos, las SSTC 25/1981 (RTC 1981,
25), 27/1982 (RTC 1982, 27) y 64/1986 (RTC 1986, 64).
289
Del estudio de la jurisprudencia del TS (1979-2005) no ha sido posible
encontrar alguna sentencia que justifique la desobediencia por menoscabo a la
dignidad, fuera de los casos de acoso sexual, movilidad funcional y cambio sustan-
cial de condiciones de trabajo. En cambio, se justifica la desobediencia por órdenes
que atenten contra la seguridad física, ver SSTS de 5 julio 1983 (RJ 1983, 3719)
y de 19 octubre 1983 (RJ 1983, 5103). Corrobora esta afirmación el detallado
estudio jurisprudencial realizado por AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de despido
disciplinario y su valoración por la jurisprudencia, 156-162.
Sin embargo, aunque es evidente que «el respeto a los derechos funda-
mentales y libertades públicas garantizados por la Constitución es un com-
ponente esencial del orden público y que, en consecuencia, han de tenerse
por nulas las estipulaciones contractuales incompatibles con este respeto,
no se sigue de ahí, en modo alguno, que la invocación de estos derechos
o libertades puede ser utilizada por una de las partes contratantes para
imponer a la otra las modificaciones de la relación contractual que consi-
dere oportunas»291. Más aún, no sólo no tienen la virtualidad de imponer
por sí mismas modificaciones a las relaciones jurídico-laborales, sino tam-
poco añaden «contenido determinado alguno»292. Por tanto, más que hablar
del «disfrute de nuevos derechos»293, sería procedente referirse a un dis-
frute más amplio de los derechos laborales, en virtud del reconocimiento
de mayor margen de autodeterminación del trabajador en el cumplimiento
de sus obligaciones, cuando afecten a su dignidad y a los derechos funda-
mentales y libertades públicas, pero siempre dentro de los márgenes de la
buena fe laboral.
290
RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, «La integración de los derechos funda-
mentales en el contrato de trabajo», 217. Las cursivas no son del original.
291
STC 19/1985 (RTC 1985, 19).
292
«No por ello los derechos que la Constitución garantiza como ciudadano
al trabajador constituyen un factor de alteración del entramado de derechos y obli-
gaciones derivadas de la relación laboral (...), los derechos fundamentales no aña-
den a ésta contenido determinado alguno, ya que no constituyen por sí mismos
ilimitadas cláusulas de excepción que justifiquen el incumplimiento por parte del
trabajador de sus deberes laborales». STC 129/1989 (RTC 1989, 129).
293
RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, «La integración de los derechos funda-
mentales en el contrato de trabajo», 217.
301
Sobre la contradicción entre el lenguaje «conflictivista» del TC y la arti-
culación de derechos que propugna en sus sentencias, ver CASTILLO CÓRDOVA, Luis,
Libertad de cátedra en una relación laboral con ideario, Valencia, Tirant lo
Blanch, 2006, 387-394. Desarrollaremos esta cuestión, con más amplitud, en el
Capítulo II, Apartado I, n. 3.1.1.
302
MONTOYA MELGAR, «Sentencia 99/1994, de 11 de abril. Poder directivo del
empresario y derecho del trabajador a la propia imagen», 241-245.
303
Cfr., por todos, PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-Carlos, Los derechos laborales
en la Constitución Española, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991,
240-241.
304
Cfr. CAMPS RUIZ, La modificación de las condiciones de trabajo, 28. FA-
BREGAT MONFORT, La movilidad funcional por razones objetivas, 66.
311
STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
312
Cfr. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, 327.
313
Cfr. OLLERO, Andrés, Derechos humanos y metodología jurídica, Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales, 1989, 153.
314
Cuyos intereses legítimos son también objeto de tutela constitucional de
acuerdo al art. 38 CE.
315
«No puede presumirse que estén fundadas en el contrato órdenes generales
o concretas sobre la conducta privada del trabajador, o que le impongan o prohíban
actos sin relación con el trabajo, aunque excepcionalmente sí pueden estarlo».
ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 415.
325
Desde una perspectiva distinta y arribando a algunas conclusiones que no
comparto, realiza un estudio documentado de esta cuestión, GOÑI SEIN, José Luis,
El respeto a la esfera privada del trabajador: un estudio sobre los límites del
poder de control empresarial, Madrid, Civitas, 1988, 282.
326
STC 106/1999 (RTC 1999, 106). En esta sentencia el TC admitió la exis-
tencia de las llamadas «empresas de tendencia», que no tienen una legislación
específica, pero que se caracterizan por «aparecer hacia el exterior como defensoras
de una determinada opción ideológica».
327
Cfr. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo. ALONSO OLEA, Derecho del
Trabajo, 415.
328
Cfr. STC 5/1981 (RTC 1981, 5).
329
STC 5/1981 (RTC 1981, 5). La STC 47/1985 (RTC 1985, 47) confirmó
esta doctrina al afirmar que «una actividad docente hostil o contraria al ideario de
un centro docente privado puede ser causa legítima de despido del profesor al que
se le impute tal conducta o hecho singular, con tal que los hechos o el hecho
constitutivos de ataque abierto o solapado al ideario del centro resulten probados
por quien los alega como causa de despido, esto es, por el empresario. Pero el
respeto, entre otros, a los derechos constitucionalizados en el art. 16 CE implica,
asimismo, que la simple disconformidad de un profesor respecto al ideario del
centro no puede ser de despido si no se ha exteriorizado o puesto de manifiesto en
alguna de las actividades del centro».
En primer lugar, hay que precisar que todos los trabajadores de una
empresa de tendencia están vinculados al ideario y, en consecuencia, han
de respetarlo, por aplicación del principio de buena fe, lo cual es perfecta-
mente compatible con el respeto a la dignidad y los derechos fundamenta-
les. En segundo lugar, se debe reconocer que el contenido de este deber
varía según sea la prestación pactada con cada trabajador. Por tanto, no
puede afirmarse como criterio general que un trabajador que realice un
trabajo de tipo «neutral», esté exento de vinculación del ideario o que su
conducta en ningún caso afectará a la actividad de la empresa de tendencia.
Lo fundamental es determinar si la conducta en cuestión vulnera o no el
contenido del ideario. En conclusión, la calificación de neutral si bien
puede aplicarse a todos los trabajos de tipo técnico o similar, no siempre
podrá ser aplicada a la conducta de quien realice esa labor, y deberá enjui-
ciarse cada caso, teniendo en cuenta las exigencias de la buena fe labo-
ral332.
330
STC 106/1999 (RTC 1999, 106).
331
STC 106/1999 (RTC 1999, 106).
332
Cfr. CASTILLO CÓRDOVA, Libertad de cátedra en una relación laboral con
ideario, 453-458.
333
RD 1006/1985, de 26 de junio.
334
En estos términos se expresa, citando a DE LA VILLA GIL, DE VICENTE
PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimidad, 361.
335
Cfr. SARGADOY BENGOECHEA, Juan Antonio/GUERRERO OSTOLAZA, María, El
contrato de trabajo del deportista profesional, Madrid, Civitas, 1991. Una postura
crítica a estos planteamientos se encuentra en DE VICENTE PACHÉS, El derecho del
trabajador al respeto de su intimidad, 360-363.
336
«La prestación del deportista ha de corresponderse con sus condiciones
físicas y técnicas y por ello ha de mantener una meticulosa preparación general
–física y mental– siguiendo las directrices técnicas, que procedan del empleador o
de las personas que a éste representen, llevando incluso a un fidedigno y meticu-
loso plan alimenticio y de control ordenado de su vida privada para conservar las
facultades físicas, asumir el régimen de concentraciones previas a los encuentros
deportivos, reconocimientos médicos permanentes para vigilar el estado de salud,
presencias en determinadas horas y lugares específicos (...)». CORDERO SAAVEDRA,
Luciano, El deportista profesional: aspectos laborales y fiscales, Valladolid, Lex
Nova, 2001, 47.
CAPÍTULO II
1
Un estudio de este proceso se encuentra en SALA FRANCO, Tomás, «La su-
plencia o derogación de las reglamentaciones» en Reforma de la Legislación Labo-
ral. Estudios dedicados al Prof. Manuel Alonso García, ed. Junta Directiva de la
Asociación Española de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (Madrid:
Marcial Pons, 1995), 39-55.
2
Cfr. RIVERO LAMAS, Juan, «Poderes, libertades y derechos en el contrato de
trabajo». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 80 (1996), 977.
del respeto debido a la dignidad del trabajador3. A este fenómeno hay que
añadir el de la globalización de la economía4 y una crisis económica, que
da la impresión de ser endémica, traducida en los programas de empleo y
en la flexibilización de las relaciones laborales5, que presentan nuevos
retos para tutelar la dignidad humana en el trabajo dependiente.
Asimismo, se aprecia un resurgir de los convenios colectivos no esta-
tutarios, como en los primeros estadios del Derecho del Trabajo en el país6
y un mayor espacio para la autonomía de la voluntad individual al fijar
las condiciones del contrato de trabajo7. La primacía de la negociación
3
Sobre las previsiones de los convenios colectivos en relación al respeto a la
dignidad y los derechos inherentes a la misma, así como el catálogo de las infrac-
ciones correspondientes, ver SEMPERE NAVARRO, Antonio V./CANO GALÁN, Yolanda,
«La Constitución Española y el Derecho Social Comunitario» en Comentario a
la Constitución socio-económica de España, ed. José Luis MONEREO PÉREZ et al.
(Coordinadores) (Granada: Comares, 2002), 296-305.
4
Reproduzco algunos datos que considero suficientemente ilustrativos sobre
este fenómeno: «Cincuenta y uno de las cien economías más grandes del mundo
son corporaciones, sólo cuarenta y nueve de las cien son naciones soberanas. Las
cien empresas multinacionales más grandes controlan cerca del 20% del total de
los activos globales, trescientas empresas multinacionales representan el 25% de
las inversiones totales a nivel mundial, 40% del comercio mundial es realizado por
las empresas multinacionales, y solamente hay veintiún naciones que generan un
PIB superior a los ingresos anuales de cada una de las seis empresas más grandes
del mundo». ARAÍZAR, Samuel, «La proyección del desarrollo social en las activida-
des de Hewlett Packard-América Latina» (paper presentado en Empresa, Comuni-
dad y Entorno: Claves para el Desarrollo Sustentable, Cuarto Seminario Anual de
Responsabilidad Social Corporativa que organiza Acción Empresarial. Santiago de
Chile, 2003).
5
Cfr. por todos MONTOYA MELGAR, Alfredo, Derecho del Trabajo, 25 ed.,
Madrid, Tecnos, 2004, 76.
6
La reimpresión de una obra de ALONSO OLEA de 1955, sobre este tema, es
un indicio del interés por formas de negociación colectiva, consideradas superadas
en la década de los setenta del siglo pasado. Cfr. ALONSO OLEA, Manuel, Pactos
colectivos y contratos de grupo, 2ª ed., Granada, Comares, 2001.
7
«La cara oculta y traidora de la individualización es aquella que presenta el
retorno al contrato de trabajo como una vuelta al Derecho civil, sacrificando la
desregulación como condición liberadora del mercado de trabajo, el patrimonio de
derechos que permite conformar la protección de una igualdad horizontal entre los
trabajadores dependientes». RIVERO LAMAS, «Poderes, libertades y derechos en el
contrato de trabajo», 983. A este proceso se le ha denominado también «el discreto
retorno al arrendamiento de servicios» por MARTÍN VALVERDE, Antonio, «El discreto
retorno del arrendamiento de servicios» en Cuestiones actuales de Derecho del
Trabajo. Estudios ofrecidos por los catedráticos españoles de Derecho del Trabajo
al profesor Manuel Alonso Olea, ed. Centro de Publicaciones, Colección Encuen-
tros (Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1999), 209-236.
mún del trabajo dependiente –que con tanto esfuerzo se construyó12– re-
sulta estéril. En cambio, es necesario apostar por la imaginación y el es-
fuerzo conjunto para descubrir cómo operan los nuevos tiempos y defender
los valores personales así como las instituciones y mecanismos jurídicos,
«que garanticen la libertad y dignidad de los trabajadores en la sociedad
civil y en la economía»13. El reto está planteado: lograr que las normas
conjuguen la lógica de la racionalidad económica con el respeto a la digni-
dad de los trabajadores en su sentido más amplio, sin convertir a la técnica
y a la competencia empresarial en los valores supremos de la vida social14.
12
Cfr. SUPOIT, Alain, Crítica del Derecho del Trabajo, Trans. José Luis Gil
y Gil, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 1996, 25-34.
13
RIVERO LAMAS, «Poderes, libertades y derechos en el contrato de trabajo»,
991.
14
Cfr. Ibidem.
15
Ibidem: 986.
16
Esta expresión fue propuesta a la comunidad científica por primera vez en
la obra de PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-Carlos, Los derechos laborales en la Consti-
tución española, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991, 31-34. Entre
estos se cuentan: el derecho a la igualdad y no discriminación; la libertad ideoló-
gica y religiosa; el derecho al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen;
a la libertad de expresión; a la libertad de información; los derechos de reunión;
de tutela judicial efectiva; de no ser sancionado por acciones u omisiones que en
el momento de producirse no constituyan delitos, falta o infracción administrativa;
y, finalmente, el derecho a la educación. Cfr. PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-Carlos,
«Derechos fundamentales generales y relación laboral: los derechos laborales ines-
pecíficos» en El modelo social en la Constitución española de 1978), ed. Antonio
V. Sempere Navarro (director) Rodrigo Martín Jiménez (coordinador) (Madrid:
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003), 230-231.
17
Un estudio detallado de la génesis jurídica de este texto se encuentra CASAS
BAAMONDE, María Emilia/VALDÉS DAL-RÉ, Fernando, «Legislación delegada y orde-
namiento laboral: el Texto Refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores».
Relaciones Laborales I (1995), 54-66.
18
La jurisprudencia constitucional ha calificado estos derechos como «ele-
mentos objetivos del Ordenamiento, dotados de importancia y protección máxi-
mas», por lo que el respeto que se les debe es un «componente esencial del orden
público». STC 19/1985 (RTC 1985, 19). Son «principios informadores de todo el
Ordenamiento jurídico y se erigen en “componentes estructurales básicos del
mismo en razón de que son expresión jurídica de un sistema de valores que, por
decisión del constituyente ha de informar el conjunto de la organización jurídica y
política” (STC 129/1989 de 17 julio)». DE VICENTE PACHÉS, Fernando, El derecho
del trabajador al respeto de su intimidad, Madrid, Consejo Económico y Social,
1998, 31.
19
DEL REY GUANTER, Salvador, «Derechos fundamentales de la persona y
contrato de trabajo: notas para una teoría general». Relaciones Laborales I (1995):
211.
20
GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, Ignacio, Dignidad de la persona y derechos funda-
mentales, Madrid, Marcial Pons, 2005, 78. El autor realiza una breve síntesis de
esa evolución y anota que dichas referencias fueron las siguientes: en 1981: una
vez (existe otra referencia a la dignidad de la ley, pero no la consideramos). En
1982: cuatro. En 1983: una. En 1984: cinco. En 1985: siete. En 1986: cuatro. En
1987 y 1988: ocho. En 1989: nueve. Mientras que en 1994 ya se cuentan, veintidós.
21
SERNA BERMÚDEZ, Pedro, «Dignidad de la persona: un estudio jurispruden-
cial». Persona y Derecho, n. 41 (1999), 139.
22
«El repaso exhaustivo de esta jurisprudencia permite proponer una guía de
lectura cuyo balance resulta menos inequívoco de lo que acostumbra a creerse».
GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, Dignidad de la persona y derechos fundamentales, 78.
23
La libertad religiosa e ideológica si bien tienen una directa relación con la
dignidad, no serán materia de esta investigación por la tipificación legal y jurispru-
dencial específica que ha alcanzado, así como por la abundancia de estudios acadé-
micos que convierten en innecesario detenernos en su análisis. Ver, entre otros, los
realizados por BAYLOS GRAU, Antonio P., «En torno al Estatuto de los Trabajadores:
la prohibición de inquirir sobre la ideología, creencias y vida privada del trabaja-
dor» en Lecciones de Derecho del Trabajo en homenaje a los profesores Bayón
Chacón y del Peso y Calvo (Madrid: Facultad de Derecho. Universidad Complu-
tense, 1980), CASTILLO CÓRDOVA, Luis, Libertad de cátedra en una relación laboral
con ideario, Valencia, Tiranto lo Blanch, 2006, RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, Miguel,
«Libertad ideológica, contrato de trabajo y objeción de conciencia». Persona y
Derecho, n. 50 (2004), SERNA BERMÚDEZ, Pedro; TOLLER, Fernando, La interpreta-
ción de los derechos fundamentales. Una alternativa a los conflictos de los dere-
chos, Buenos Aires, La Ley, 2000.
24
Sobre los derechos sociales y económicos como exigencias de justicia y
posibilidad del ejercicio de los demás derechos, ver SERNA BERMÚDEZ, Pedro, «Los
derechos económicos, sociales y culturales: posiciones para un diálogo». Humana
iura, n. 7 (1997), 276 y ss.
25
Cfr. OLLERO, Andrés, ¿Tiene razón el derecho? Entre método científico y
voluntad política, Madrid, Congreso de Diputados, 1996, 394.
26
Cfr. Ibidem, 395.
27
«El carácter inagotable de la verdad jurídica no le resta objetividad; no es
lo mismo buscar una meta problemática que considerarla inexistente». Ibidem, 390.
28
Ibidem, 397.
los primeros no realizó una enumeración29, pero de los segundos, sí, aun-
que no de tipo taxativa. Entre éstos se encuentran los de libre desarrollo
de la personalidad (art. 10) y los de integridad física y moral (art. 15), la
libertad de ideas y creencias (art. 16), honor, intimidad personal y familiar
y propia imagen (art. 18.1)30.
29
Posteriormente, el TC ha declarado que los derechos inherentes a la digni-
dad son los que no permiten distinciones entre españoles y extranjeros, es decir,
su título no requiere ni exige la condición de ciudadano español. SSTC 107/1984
(RTC 1984, 107) y 99/1985 (RTC 1985, 99).
30
Cfr. STC 53/1985 (RTC 1985, 53).
31
STC 53/1985 (RTC 1985, 53). Las cursivas no son del original.
32
«La moralidad es aquella condición bajo la cual un ser racional puede ser
un fin en sí mismo, puesto que sólo por ella es posible ser miembro legislador en
un reino de los fines. Así pues, la moralidad y la humanidad en cuanto que es
capaz de moralidad son lo único que posee dignidad». KANT, Inmanuel, Fundamen-
tación de la metafísica de las costumbres, Argentina, El Cid, 2003, 86.
33
«En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que
tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla
por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una
dignidad». Ibidem Sobre desarrollo de las ideas en torno a la dignidad y el trabajo
dependiente, ver el estudio realizado por ALONSO OLEA, Manuel, De la servidumbre
al contrato de trabajo, 2ª ed., Madrid, Tecnos, 1987, 106-115.
34
OLLERO, Andrés, La dignidad humana es anterior a la autonomía. (8.I 2003
[ubicado el 15.II. 2006]); obtenido en http://www.interrogantes.net/includes/docu-
mento.php?IdDoc=2063&IdSec=217.
35
La consecuencia es negar dignidad y derecho a los seres no autoconscientes
de la especie homo sapiens, como los embriones, fetos, niños pequeños, comatosos,
descerebrados. El bioético norteamericano Engelhardt clasifica «los seres humanos
en función de su alejamiento de la autonomía. Los cigotos, embriones y fetos son
considerados inferiores a los mamíferos superiores, por la mayor capacidad de
conocimiento de éstos, y carecen de derechos, salvo el de no sufrir sin necesidad.
Así los comatosos persistentes y anacefálicos son equiparados a los muertos. Nin-
guno de ellos tienen derechos, salvo que su vida resulte de interés a alguien dotado
de autonomía». BALLESTEROS, Jesús, «Exigencias de la dignidad humana en la bio-
jurídica» en Biotecnología, Dignidad y Derecho: bases para un diálogo (Pam-
plona: EUNSA, 2003), 43-77.
36
SERNA BERMÚDEZ, «Dignidad de la persona: un estudio jurisprudencial»,
152.
37
Cfr. Libro I, Títulos IX y X sobre la Incapacitación, Tutela, Curatela y
Guarda de Menores e Incapacitados del CC (arts. 199 a 201 y 215 a 304).
49
«No le incumbe a este Tribunal definir, en términos abstractos y generales,
cómo se hayan de entender, y de aplicar, en los diversos casos, las nociones de
buena fe y de abuso de confianza en las relaciones jurídico-laborales y tampoco le
corresponde, desde luego, determinar en todos sus aspectos, cuáles sean las exigen-
cias que la buena fe imponga en este específico ámbito, modalizando el ejercicio
por las partes de sus derechos y obligaciones». STC 6/1988 (RTC 1988, 6).
50
ALONSO OLEA, Manuel, «Sentencia 1/1998, de 12 de enero. La relación de
trabajo y la libertad de expresión» en Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo
y Seguridad Social, ed. Manuel Alonso Olea y Alfredo Montoya Melgar (Madrid:
Civitas, 1998), 31.
51
OLLERO, Andrés, «La ponderación delimitadora de los derechos humanos:
libertad informativa e intimidad personal». Pensamiento y Cultura, n. 3 (2000):
157-166.
52
Cfr. Ibidem.
53
Cfr., por todos, RECASENS SICHES, Luis, Tratado General de Filosofía del
Derecho, Décima ed., México, Porrúa, 1991, 550 y ss.
66
Hay quienes prefieren, siguiendo la terminología del Tribunal Constitucio-
nal (STC 88/1985) referirse no a la «persona» sino al «ciudadano trabajador», que
ejercita sus derechos como «trabajador ciudadano». PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel-
Carlos, «Prólogo» en La libertad de expresión del trabajador (Madrid: Trotta,
1991), 8. Sin embargo, parece más acertada la postura de MONTOYA MELGAR, quien
enfatiza que el trabajador posee esos derechos no por ser «ciudadano», sino por
ser «persona», planteando así una virtualidad mayor a esos derechos.
67
MONTOYA MELGAR, Alfredo, Derecho del Trabajo, 26ª ed., Madrid, Tecnos,
2005, 307.
68
Cfr. PALOMEQUE LÓPEZ, Los derechos laborales en la Constitución española,
31. En el mismo sentido, RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, Miguel, «La integra-
ción de los derechos fundamentales en el contrato de trabajo» en El modelo social
en la Constitución Española de 1978, ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRO (Director) /
Rodrigo MARTÍN JIMÉNEZ (Coordinador) (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales, 2003), 207.
69
DEL REY GUANTER, «Derechos fundamentales de la persona y contrato de
trabajo: notas para una teoría general», 200.
70
RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, «La integración de los derechos funda-
mentales en el contrato de trabajo», 208.
71
Un sector de la doctrina ha realizado una dura crítica a la jurisdicción social
en esta materia porque, a su criterio: «No hay en la jurisdicción laboral, una cultura
garantizadora de los derechos fundamentales del trabajador o, por expresar la idea
con mayor precisión, los derechos fundamentales –los individuales, me refiero–
quedan disueltos o envueltos en una lógica contractual que mantiene, al menos en
parte, residuos ideológicos de una concepción comunitaria del contrato de trabajo».
VALDÉS DAL-RÉ, Fernando, «Poderes del empresario y derechos de la persona del
trabajador» en Autoridad y democracia en la empresa, ed. Joaquín APARICIO TOVAR
y Antonio BAYLOS GRAU (Madrid: Trotta, 1992), 46.
72
MONTOYA MELGAR, Alfredo, «Sentencia 153/2000, de 12 de junio. Libertad
de expresión del trabajador y falta de autoría en la transgresión de la buena fe
contractual» en Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social,
ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas, 2000),
300.
73
Este calificativo fue empleado por primera vez por MONTOYA MELGAR, Al-
fredo, «Sentencia 6/1995, de 10 de enero. Poder del empresario y libertad de expre-
sión del trabajador» en Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad
Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas,
1995), 43. Confirmado luego por Alonso Olea al afirmar que «... existe una línea
de decisiones del TC que pudiéramos llamar de banalización del ejercicio de los
derechos fundamentales». ALONSO OLEA, «Sentencia 1/1998, de 12 de enero. La
relación de trabajo y la libertad de expresión», 30.
74
Cfr. RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO FERRER, «La integración de los derechos
fundamentales en el contrato de trabajo», 207.
75
CIANCIARDO acuñó el término de «conflictivismo de los derechos fundamen-
tales», que bien podría aplicarse a esta postura doctrinal. Cfr. CIANCIARDO, Juan, El
conflictivismo en los derechos fundamentales, Pamplona, EUNSA, 2000.
76
«... la historia del constitucionalismo puede ser descrita como la historia
de una progresiva ampliación de los derechos fundamentales». VALDÉS DAL-RÉ,
Fernando, «Persona del trabajador, Constitución, principio de igualdad» en La
igualdad ante la ley y la no discriminación en las relaciones laborales. XV Con-
greso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (Madrid: Ministe-
rio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2005), 1311.
84
«Los seres humanos tenemos pretensiones y somos capaces de advertir que
los demás también las tienen, y que para cada uno la propia pretensión constituye
una verdad incontestable. Un orden jurídico se construye al advertir esta igualdad
de los diferentes individuos, que es precisamente lo que origina la concurrencia o
conflicto potencial. Si el otro es tratado como un obstáculo, como una cosa, no
hay orden jurídico, sino violencia, pero si es reconocido como un igual, se podrá
tratar de armonizar la propia aspiración con las ajenas, y sobre la base de una
verdad común, construir una regla de convivencia, esto es, un orden jurídico».
SERNA BERMÚDEZ, La interpretación de los derechos fundamentales. Una alterna-
tiva a los conflictos de los derechos, 39.
85
Cfr. Ibidem, 39. Una página más adelante, los autores destacan que no
se trata de un planteamiento ingenuo porque no se niega que existen «lagunas,
imperfecciones y elementos contradictorios en los textos normativos, que proceden
fundamentalmente de las dificultades de nuestro pensamiento para abrirse paso
mediante el lenguaje, y del carácter secuencial y aspectual de todo enunciado lin-
güístico»; pero que más allá de ellas, «la base de bienes y objetivos humanos que
constituye el contenido y fin de esos instrumentos técnicos que denominados dere-
chos fundamentales y la aspiración del Derecho positivo a la realización de la
justicia, permiten pensar con unidad y razonabilidad las construcciones normativas
sobre tales derechos, siempre que hayan sido elaboradas con un mínimo de rigor
técnico y competencia científica».
86
OLLERO ejemplifica esta diferencia diciendo que los límites de España vie-
nen fijados tanto por el mar Cantábrico como por el Atlántico y el Mediterráneo,
pero que esto no lleva a concluir que se está hablando de «mareas y de cómo éstas
imponen –en continuo flujo y reflujo– un oscilante proceso de aleatorio recorte o
desahogo. (...) sino que España queda “delimitada –y no recortada– geográfica-
mente; porque no es lo mismo definir la silueta de un cuerpo que amputarle un
miembro”». OLLERO, «La ponderación delimitadora de los derechos humanos: li-
bertad informativa e intimidad personal», 157-166.
87
BORRAJO DACRUZ, Efrén, «Presentación» en Trabajo y libertades públicas,
ed. Efrén Borrajo Dacruz (Director) (Madrid: La Ley, 1999), 17.
88
Ibidem.
89
Preámbulo CE.
90
Cfr. MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso
leído el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de
Número, 84.
91
Cfr. DESANTES GUANTER, José María / SORIA, Carlos, Los límites de la infor-
mación. La información en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100
primeras sentencias, Madrid, Asociación de la Prensa de Madrid, 1991, 64-65. En
el mismo sentido, ver SERNA BERMÚDEZ, La interpretación de los derechos funda-
mentales. Una alternativa a los conflictos de los derechos, 38.
92
OLLERO, «La ponderación delimitadora de los derechos humanos: libertad
informativa e intimidad personal», 157-166.
93
Cfr. art. 53.1 CE: «Los derechos y libertades reconocidos en el Capítulo
segundo del presente Título vinculan a todos los poderes públicos. Sólo por ley,
que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio
de tales derechos y libertades, que se tutelarán de acuerdo con lo previsto en el
artículo 161, 1, a)».
94
STC 120/1990 (RTC 1990, 120).
95
Desde una perspectiva distinta, llega a la misma conclusión VALDÉS DAL-
RÉ cuando, refiriéndose al doble status del trabajador como persona y como homo
lavoratori, afirma que «desde una óptica lógico-formal, las identidades entre una
y otra situación son evidentes y contundentes: en ambas el derecho es el mismo e
indivisible y en ambas, también, la titularidad se atribuye en función de un mismo
e indivisible status: el de la persona humana». VALDÉS DAL-RÉ, «Persona del traba-
jador, Constitución, principio de igualdad», 1309.
96
Con una terminología que evoca a «vencedores» y «vencidos», se afirma
que «salvo el derecho a la vida e integridad físicas, no existen obligaciones inderro-
tables o absolutas: los deberes se manifiestan de este modo, como prima facie,
esto es, que en determinadas circunstancias ceden frente a otros deberes que exigen
una conducta contraria y que, en las circunstancias del caso, “triunfan”». GARCÍA-
PERROTE ESCARTÍN, Ignacio; MERCADER UGUINA, Jesús R., «Conflicto y ponderación
de los derechos fundamentales de contenido laboral» en El modelo social en la
Constitución Española de 1978, ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRRO (Director) y
103
SERNA BERMÚDEZ, La interpretación de los derechos fundamentales. Una
alternativa a los conflictos de los derechos, 230.
104
MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído
el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número,
84.
105
CARIOTA-FERRAR, Luigi, El negocio jurídico, Madrid, Aguilar, 1956, 17.
106
MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído
el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número,
84.
107
«Una práctica jurídica sólida de los derechos humanos fundamentales re-
quiere necesariamente no admitir ningún derecho sin fundamento, ni ningún ejerci-
cio de un derecho que no sea justificable desde dicho fundamento». SERNA BERMÚ-
DEZ, La interpretación de los derechos fundamentales. Una alternativa a los
conflictos de los derechos, 231.
108
Cfr. DE DOMINGO, Tomás, ¿Conflicto entre derechos fundamentales?, Ma-
drid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001, HÄBERLE, Peter, Le
libertà fondamentali nello Stato constituzionale, Ed. Paolo RIDOLA, Trans. Alessan-
dro Fusillo y Romolo W. Rossi, Roma, Nuova Italia Scientifica, 1993, MARTÍNEZ-
PUJALTE, Antonio-Luis, «Estudio preliminar. Armonización de derechos y libertad
de prensa», en ¿Conflicto entre derechos fundamentales? (Madrid: Centro de Estu-
dios, 2001), MARTÍNEZ-PUJALTE, Antonio-Luis, La garantía del contenido esencial
de los derechos fundamentales, Cuadernos y debates, 65, Madrid, Centro de Estu-
dios Constitucionales, 1997, OLLERO, «La ponderación delimitadora de los derechos
humanos: libertad informativa e intimidad personal», SERNA BERMÚDEZ, La inter-
pretación de los derechos fundamentales. Una alternativa a los conflictos de los
derechos.
109
MARTÍNEZ-PUJALTE, La garantía del contenido esencial de los derechos fun-
damentales, 73. Sobre la metodología que sigue el TC para delimitar ese contenido
esencial, ver DE DOMINGO, ¿Conflicto entre derechos fundamentales?, 101-102.
110
Sobre las relaciones entre Derecho y Moral, ver OLLERO, Andrés, «Derecho
y moral entre lo público y lo privado», Estudios Políticos, n. 69 (1998), 19-45 y
Derechos humanos. Entre la Moral y el Derecho, Méjico, Universidad Nacional
Autónoma de México, 2007, en especial los Capítulos III y VI.
111
Sobre la distinción entre auctoritas y potestas, ver D’ORS, Álvaro, «Claves
conceptuales». Verbo, n. 345-346 (1996), 509 y 521.
112
SOLOZÁBAL ECHAVARRÍA, Juan José, «Dignidad de la persona» en Enciclo-
pedia Jurídica Básica, ed. Alfredo MONTOYA MELGAR (Director) (Madrid: Civitas,
1995), 2491.
113
Ibidem.
114
OLLERO, Derechos humanos y metodología jurídica, 156.
115
Cfr. SERNA BERMÚDEZ, Pedro, «Derechos fundamentales: el mito de los
conflictos». Humana iura, n. 4 (1995): 227.
116
Cfr. SSTC 126/1990 (RTC 1990, 126); 106/1996 (RTC 1996, 106) y 186/
1996 (RTC 1996, 186).
117
Algunas sentencias se refieren a un «condicionamiento» o «límite adicio-
nal» en el ejercicio del derecho constitucional, impuesto por la relación laboral,
que se deriva del principio de buena fe entre las partes en el contrato de trabajo y
al que éstas han de ajustar su comportamiento mutuo. Cfr. SSTC 106/1996 (RTC
1996, 106); 1/1998 (RTC 1998, 1); 90/1999 (RTC 1999, 90); 241/1999 (RTC 1999,
241) y 20/2002 (RTC 2002, 20).
118
Cfr. SSTC 120/1983 (RTC 1983, 120); 6/1988 (RTC 1988, 6); 4/1996
(RTC 1996, 4); 106/1996 (RTC 1996, 106); 1/1998 (RTC 1998, 1); 20/2002, (RTC
2002, 20) y 126/2003 (RTC 2003, 126).
119
Cfr. la jurisprudencia citada en la nota a pie de página 117 ut supra.
cios o ventajas para el interés general que perjuicios sobre otros bienes o
valores en conflicto (juicio de proporcionalidad en sentido estricto)»120.
Su aplicación no lleva a una restricción de derechos como proclama
el TC en muchas de sus sentencias, sino más bien, a su armonización,
articulación o equilibro, dentro de las exigencias de la buena fe laboral.
En cambio, tergiversa el contenido de los derechos, cuando enfrenta la
buena fe con los derechos fundamentales para determinar cuál de ellos
tiene prioridad y cuál debe ser sacrificado121. Por eso, parece más aceptable
la doctrina constitucional que plantea la necesidad de realizar «equilibrios
y limitaciones recíprocos», ya que en virtud del contrato de trabajo, «las
facultades organizativas empresariales se encuentran limitadas por los de-
rechos fundamentales del trabajador, quedando obligado el empleador a
respetar aquéllos»122.
Sin embargo, la «prevalencia» de los derechos fundamentales recono-
cida por el TC, no puede reducirse al triunfo de una postura sobre la otra,
sino a reconocer lo que en justicia –o de acuerdo a Derecho– corresponde
a cada quien. De allí que la «restricción» a los derechos fundamentales,
no sea tal en sentido estricto, pues no se trata de impedir el ejercicio de
un legítimo derecho, sino de reconocer la inexistencia del mismo123. En
todo caso, el TC ha sido enfático, manteniendo la línea jurisprudencial del
TS, que no se puede amparar, en ningún caso, que «el ejercicio de las
facultades organizativas y disciplinarias» produzca «resultados inconstitu-
cionales, lesivos de los derechos fundamentales del trabajador», ni que
120
STC 37/1998 (RTC 1998, 37). En el mismo sentido se pronuncian las
SSTC 66/1995 (RTC 1995, 66); 55/1996 (RTC 1996, 55); 207/1996 (RTC 1996,
207) y 66/1991 (RTC 1991, 66) y las por ellas citadas. Ver también los estudios
sobre este tema realizados por GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, «Conflicto y ponderación
de los derechos fundamentales de contenido laboral», 257-261. SEMPERE NAVARRO,
Antonio V./SAN MARTÍN MAZZUCCONI, Carolina, Nuevas tecnologías y relaciones
laborales, Cizur Menor (Navarra), Aranzadi, 2002, 44-46.
121
Una crítica a esta línea jurisprudencial del TC se encuentra en MONTOYA
MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído el día 18 de junio
de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número, 84 y ss.
122
STC 292/1993, de 18 de octubre (RTC 1993, 292).
123
Una vez más se pone en evidencia que «estamos ante un problema de
delimitación y no de limitación». GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, La degradación del dere-
cho al honor (honor y libertad de información), Madrid, Civitas, 1993, 37 y la
bibliografía citada a pie de página.
Los criterios del TC para evaluar las posibles lesiones a los derechos
fundamentales ha sido incorporada a la doctrina del TS, el cual ha reali-
zado una simbiosis de la jurisprudencia del TC, del TDEH y del TJCE.
En la actualidad, siguiendo la línea doctrinal de los Tribunales Internacio-
nales, el TS entiende que en las situaciones de conflicto, su labor es de
ponderación o búsqueda del «equilibrio que se debe alcanzar entre los
124
STC 186/2000, de 10 julio (RTC 2000, 186) y las sentencias allí citadas.
125
Cfr. DEL REY GUANTER, «Derechos fundamentales de la persona y contrato
de trabajo: notas para una teoría general». 211-212.
126
«[s]e hace precisa cierta dosis de imaginación para extraer de los supuestos
concretos decididos por la jurisprudencia constitucional los que la doctrina francesa
ha acuñado como principios de “necesidad” y de “proporcionalidad”; esto es, que
los derechos fundamentales del ciudadano en la empresa sólo se deben limitar
cuando exista una justificación suficiente y razonable para hacerlo y, caso de que
sea necesario, los límites deben ser los proporcionados a las razones que lo justifi-
can». RIVERO LAMAS, «Poderes, libertades y derechos en el contrato de trabajo»,
986. En similar sentido se pronuncia SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y rela-
ciones laborales, 47.
127
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 47.
128
STEDH de 14 de marzo 2002, asunto Nafría (TEDH 2002, 15) citada por
la STS de 20 abril 2005 (RJ 2005, 3532).
129
STS de 20 abril 2005 (RJ 2005, 3532). Sentencia dictada en Unificación
de Doctrina en Sala Plena.
130
STC 120/1983 (RCT 1983, 120).
131
STC 120/1983 (RCT 1983, 120).
136
Para un sector de la doctrina científica se trata de una labor positiva. Al
respecto se ha escrito que los recursos de amparo acabaron «rindiendo un envene-
nado homenaje al Poder Judicial. Concebidos como subsidiarios de su labor, [los
jueces] niegan al Tribunal Constitucional la posibilidad de sanar vulneraciones de
derechos sin que antes haya tenido ocasión de hacerlo la jurisdicción ordinaria. El
paradójico resultado acaba siendo que la mayoría de la admisión de amparos se
traducirá precisamente en la anulación de resoluciones judiciales, sin excluir las del
propio Tribunal Supremo. La jurisprudencia constitucional cobrará así un carácter
indisimuladamente positivo y corrector, que tendrá al Poder Judicial como privile-
giado destinatario». OLLERO, Andrés, «Estado social y democrático de Derecho:
Algo más que retórica» en El modelo social en la Constitución Española de 1978,
ed. Antonio V. SAEMPERE NAVARRO (Director) / Rodrigo MARTÍN JIMÉNEZ (Coordina-
dor) (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003), 57.
137
Ibidem, 65.
138
STC 17/2003 (RTC 2003, 17).
139
STC 17/2003 (RTC 2003, 17). Ese propósito dice la sentencia es el de
«alcanzar una interpretación propia del relato fáctico conforme a los derechos y
valores constitucionales», analizando los hechos «tal como fueron declarados por
los Tribunales ordinarios», que en este caso contenían pronunciamientos contradic-
torios en las dos instancias, pero según afirma el TC, «desde la sola perspectiva
del derecho fundamental invocado».
140
OLLERO, «Estado social y democrático de Derecho: Algo más que retó-
rica», 65.
141
Cfr. STS de 20 abril 2005 (RJ 2005, 3532).
nal o legal. Según esta teoría, mientras que la dignidad constitucional deriva
directamente del art. 10.1 CE y «es intangible, de forma que cualquier deci-
sión empresarial que conlleve su menoscabo será nula»; la segunda, al pro-
venir «de la utilización que del término hace el art. 50.1.a) ET, que se confi-
gura como un bien jurídico y hace referencia a un perjuicio de carácter no
constitucional de dignidad», constituye la «dignidad legal laboral, que no
sería intangible»146. La vulneración constitucional se configuraría cuando la
lesión cualificada lesionase los derechos fundamentales, que se identifican
«con el contenido de la dignidad constitucional»147.
Con una línea argumental similar, también se ha afirmado que es lícito
defender «la existencia de una extensión jurídico-laboral de la dignidad
profesional del trabajador que implique que, en muchos supuestos, la afec-
tación a la dignidad no tenga porque ostentar una dimensión constitucional
y, consiguientemente, sea posible que una modificación funcional sustan-
cial, legalmente adoptada, afecte a la dignidad profesional del trabajador
sin que por ello esta actuación empresarial deba considerase inválida»148.
Analizaremos por separado cada una de estas tesis.
tual», 297. En similar sentido se había pronunciado antes ALONSO OLEA, quien
recuerda que es requisito del recurso de amparo «la invocación formal en el pro-
ceso del derecho constitucional vulnerado», de acuerdo al art. 44.1 c) LOTC. Cfr.
ALONSO OLEA, «Sentencia 1/1998, de 12 de enero. La relación de trabajo y la
libertad de expresión», 28.
155
La STC 129/1989 (RTC 1989, 129) ha sido calificada por la doctrina
académica como «globalmente, digámoslo así, importante como precedente en
cuanto confirmatoria terminante de otras, conforme a las cuales de la violación de
los derechos fundamentales padecida en el ámbito de las relaciones jurídicas labo-
rales, conocen los Jueces y Tribunales de la Jurisdicción Social». ALONSO OLEA,
«Sentencia 1/1998, de 12 de enero. La relación de trabajo y la libertad de expre-
sión», 29.
156
«Es cierto que aquella norma constitucional no se ha invocado en ningún
momento por su número ni por su nombre, pero no lo es menos que los hechos
determinantes y el agravio que constituyen son suficientemente significativos por
sí mismos y permiten, sin esfuerzo, identificar el derecho fundamental agredido
con el soporte de la dignidad humana que se adujo siempre como raíz de la reac-
ción judicial de la víctima. Esto ha de ser suficiente para nosotros y en tal sentido
nos hemos pronunciado tantas veces que hace superflua la cita de los precedentes».
STC 224/1999 (RTC 1999, 224).
157
Un análisis en profundidad de esta escuela de pensamiento se encuentra en
SERNA BERMÚDEZ, Pedro, Positivismo conceptual y fundamentación de los derechos
humanos, Pamplona, EUNSA, 1990.
158
Denomina así al positivismo y lo analiza in extenso OLLERO, ¿Tiene razón
el derecho? Entre método científico y voluntad política.
fruto del consenso, impuesto por los operadores jurídicos, no por la fuerza
de la verdad, sino por el poder que éstos tienen en la comunidad159.
De acuerdo a esta línea de pensamiento, cuando se dice que la dignidad
es un valor, se afirma, a la vez, que debe su existencia a la norma positiva,
ya que para el normativismo o positivismo los valores son puestos por
ésta160. En esta postura doctrinal se afirma que la dignidad es un «valor
intrínseco de la persona derivado de una serie de rasgos de identificación
que la hacen única e irrepetible, que es el centro del mundo y que está
centrada en el mundo»161. Sin embargo, su carácter absoluto se desdibuja
cuando se advierte que el término «intrínseco» no tiene en este contexto
una dimensión ontológica162 o metafísica163, es decir, objetiva, real, sino
que depende de la calificación e imposición que realicen los operadores
jurídicos. Por tanto, la dignidad humana no sólo sería manipulable164, sino
que el mismo Derecho se reduciría a una fuerza coactiva165.
159
Los valores «no se imponen a la colectividad desde su verdad, desde la racio-
nalidad, sino que los imponen los operadores jurídicos desde su autoridad». PECES-
BARBA, Gregorio, La dignidad de la persona desde la Filosofía del Derecho, Ed. Insti-
tuto de Derechos Humanos «Bartolomé de las Casas». Universidad Carlos III de Ma-
drid, 2ª ed., Cuadernos «Bartolomé de las Casas», 26, Madrid, Dykinson, 2003, 68.
160
Cfr. PECES-BARBA, Gregorio, «Prólogo» en Los valores superiores en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, ed. Universidad de Burgos (Madrid:
Dykinson, 1997), 12-13. Sobre esta polémica ver la respuesta –rigurosa y bien
documentada– realizada en base a la jurisprudencia laboral de OLLERO, Andrés,
Discriminación por razón de sexo: valores, principios y normas en la jurispruden-
cia constitucional española, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constituciona-
les, 1999, 27 y ss.
161
PECES-BARBA, La dignidad de la persona desde la Filosofía del Derecho,
68.
162
«Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades
trascendentales». REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, 22ª ed., Madrid, Real Academia de la Lengua
Española, 2003.
163
«Parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades,
principios y causas primeras». Ibidem.
164
Esta manipulación se aprecia claramente en relación al derecho a la vida,
que es el más importante, por ser la condición de los demás. En este sentido se ha
escrito que «en el caso de la enfermedad irreversible tampoco habría vida personal
digna de tal nombre, y no sería aplicable la protección que supone el derecho a la
vida». En consecuencia, la eutanasia sería viable constitucionalmente, «no ya como
consecuencia de un derecho de disposición, sino como un derecho que arranca de
la imposible recuperación de la dignidad humana». PECES-BARBA, Gregorio, «La
eutanasia desde la Filosofía del Derecho», en Problemas de la eutanasia, ed. Fran-
cisco Javier ANSUÁTEGUI ROIG (Coordinador) (Madrid: Dykinson-Universidad Car-
los III, 1999), 20.
165
La visión del derecho como fuerza o poder coactivo, ha sido criticada
ampliamente por OLLERO, ¿Tiene razón el derecho? Entre método científico y vo-
luntad política, SERNA BERMÚDEZ, Positivismo conceptual y fundamentación de los
derechos humanos, 36 y ss.
166
PECES-BARBA, La dignidad de la persona desde la Filosofía del Derecho,
68.
167
«... no estamos describiendo una realidad sino un deber ser, en cuyo edifi-
cio la dignidad humana es un referente inicial, un punto de partida y también un
horizonte final, un punto de llegada. Se puede hablar de un itinerario de la digni-
dad, de un dinamismo desde el deber ser hasta la realización a través de los valores,
de los principios y de los derechos, materia de la ética pública». Ibidem.
168
OLLERO, Derechos humanos y metodología jurídica, 199.
169
OLLERO, Andrés, Derecho a la verdad: valores para una sociedad plura-
lista, Pamplona, EUNSA, 2005, 45.
170
PECES-BARBA, La dignidad de la persona desde la Filosofía del Derecho,
68.
171
Volveremos sobre este tema y la relación entre autonomía y dignidad en
el Capítulo III, Apartado III, n. 3.1.
172
La «proclamación solemne propia de toda Constitución, en cuanto fruto
de un poder constituyente, que codifica postulados para la convivencia, supone un
reconocimiento: reconoce que existen previamente unos valores, una dimensión
axiológica». (...) nuestra Ley Fundamental no los crea, los reconoce y luego garan-
tiza, protege, defiende, frente a cualquier ataque del Estado o de los ciudadanos».
LUCAS VERDÚ, Pablo, «Prólogo» en Fundamentos de la Democracia constitucional:
Los valores superiores del ordenamiento jurídico, Estudios Jurídicos, n. 4 (Gra-
nada: Comares, 2003), XVI.
mento, tanto del art. 10.1 CE como de todos los preceptos del ET que se
refieren a la dignidad, cuyo título es la pertenencia a la familia humana,
tanto en el nivel legal como en el constitucional. La artificiosidad de esta
distinción ha sido criticada por sembrar, cuando menos, «dudas sobre su
aceptabilidad»173.
En cambio, resulta procedente distinguir entre la protección legal ordi-
naria y la extraordinaria que otorga el Ordenamiento al respeto a la digni-
dad y a los derechos y libertades fundamentales174. El trabajador ante un
acto vejatorio, puede invocar tanto la protección que le ofrece la CE como
el ET, y solicitar ya sea el cese del acto vejatorio o la extinción del con-
trato de trabajo, por aplicación del art. 50.1 ET175. En consecuencia, no es
pertinente distinguir entre una dignidad constitucional y otra infraconstitu-
cional, pero sí debe distinguirse entre los mecanismos procesales para tute-
lar la dignidad, es decir, los legales o los constitucionales.
173
GONZÁLEZ BIEDMA, Eduardo, «Constitución, movilidad y vicisitudes de la
relación de trabajo» en El modelo social en la Constitución española de 1978
(Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003), 407. Para este autor
más parece la conclusión de una «labor de exégesis», que una diferencia razonada
por el legislador o los Tribunales.
174
Prevista en la LPL. De acuerdo a esta norma, el trabajador puede utilizar la
vía procedimental especial prevista en los artículos 177 y ss. de la LPL, conforme a
lo establecido en el art. 181: «Las demandas de tutela de los demás derechos
fundamentales y libertades públicas, incluida la prohibición de tratamiento discri-
minatorio y del acoso, que se susciten en el ámbito de las relaciones jurídicas
atribuidas al orden jurisdiccional social, se tramitarán conforme a las disposiciones
establecidas en este capítulo. En dichas demandas se expresarán el derecho o los
derechos fundamentales que se estimen infringidos».
175
Este tema ha sido tratado ampliamente en el Capítulo I, apartado I, n. 2.
176
Cfr. Capítulo I, apartado IV, nn. 1 y 3.4.
184
Cfr. GARCÍA VALDECASAS, Alfonso, «El hidalgo y el honor», 2ª ed., Madrid,
Revista de Occidente, 1958, 203.
185
Cfr. DE VITORIA, Francisco, Doctrina sobre los indios, Ed. Excma. Dipu-
tación Provincial de Salamanca, Edición facsimilar, traducción y notas Ramón Her-
nández Martín, O. P., Salamanca, Editorial San Esteban, 1989 (1539). Esta concep-
ción llevó a desarrollar en el Derecho Indiano unas normas de protección social,
que forman un Código Social muy adelantado en varios siglos al Derecho del
Trabajo. Cfr. RABBI-BALDI CABANILLAS, Renato, «La legislación social indiana: su
recepción y fundamentación». Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, n. XV
(1993). La escasa aplicación de estas normas responde a factores que no son del
caso analizar en estas páginas.
186
GONZÁLEZ PÉREZ, La degradación del derecho al honor (honor y libertad
de información), 13.
187
Cfr. Exposición de Motivos LO 1/982, de 5 de mayo. Ver también RODRÍ-
GUEZ GUITTÁN, Alma María, «Derecho al honor» en Enciclopedia Jurídica Básica,
ed. Alfredo MONTOYA MELGAR (Director) (Madrid: Civitas, 1995), 3336. La autora
de este estudio realiza una síntesis histórica y de Derecho comparado.
194
RODRÍGUEZ GUITTÁN, «Derecho al honor», 3338.
195
Ibidem.
196
Exposición de Motivos LO 1/1982, de 5 de mayo.
197
STS de 12 febrero 1986 (RJ 1986, 749) y STC 170/1987 (RTC 1987,
170).
198
STC 85/1992 (RCT 1992, 85).
199
STC 85/1992 (RCT 1992, 85).
200
STC 85/1992 (RCT 1992, 85).
201
STC 99/2002 (RCT 2002, 99). En similar sentido se pronuncian las SSTC
143/1994 (RCT 1994, 143) y 209/1988 (RCT 1988, 209).
202
Por todas, STC 107/1988 (RTC 1988, 107).
203
STC 104/1986 (RTC 1986, 104).
204
SOLOZÁBAL ECHAVARRÍA, Juan José, «Libertad de expresión y derecho a
la información», en Enciclopedia Jurídica Básica, ed. Alfredo MONTOYA MELGAR
(Director) (Madrid: Civitas, 1995), 4049.
cialmente para las clases más favorecidas que los Manicomios o las Clínicas Priva-
das; (...) el deterioro asistencial no es una cosa inventada y está más en las
cuestiones de calidad que de cantidad (...) y habría que distinguir lo que es un
Manicomio como Conjo, que tuvo un período de transformación, que ahora está
estancado (...)». STC 88/1985 (RTC 1985, 88).
215
STC 88/1985 (RTC 1985, 88).
216
Sobre las variaciones en la demanda del trabajador: de nulo y subsidiaria-
mente, de improcedente, a nulo radical, en segunda instancia y la no incongruencia
de la sentencia del Magistrado de instancia a juicio del TS, ver ALONSO OLEA,
219
STC 88/1985 (RTC 1985, 88).
220
La STC 126/2003 (RTC 2003, 126) establece un cierto equilibrio entre
los derechos constitucionales del empresario y los del trabajador. Ver comentario
realizado por GORELLI HERNÁNDEZ, Juan, «Sentencia 126/2003, de 30 de junio. De-
recho a la libertad de expresión. Límites al ejercicio de este derecho. Veracidad y
libertad de empresa» en Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad
Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas,
2003), Vol. XXI, 217-238.
221
ALONSO OLEA, «Sentencia 88/1985, de 19 de julio. Nuevo supuesto de
despido nulo; libertad de expresión», 157.
226
Un estudio jurisprudencial monográfico de estas libertades, desde la pers-
pectiva del conflicto de los derechos fundamentales, se encuentra en la obra ya
citada de DEL REY GUANTER, Libertad de expresión e información y contrato de
trabajo: un análisis jurisprudencial.
227
Cfr. STC 105/1990 (RTC 1990, 105). De acuerdo a la STC 20/1990 (RTC
1990, 20), este campo de acción se amplía aún más en el supuesto de que el
ejercicio de la libertad de expresión afecte al ámbito de la libertad ideológica
garantizada por el art. 16.1 CE.
228
Cfr. OLLERO, Derecho a la verdad: valores para una sociedad pluralista,
121.
229
STC 105/1990 (RTC 1990, 105).
Para concluir puede afirmarse que existen tres elementos que sirven
para delimitar el ejercicio legítimo del derecho de libertad de expresión e
información en el ámbito laboral: la veracidad, cuando se trate de hechos;
la corrección de las expresiones en relación al honor ajeno, cuando se trate
de opiniones y, finalmente, la buena fe, como elemento que modaliza la
conducta, teniendo en cuenta las obligaciones asumidas al celebrar el con-
trato de trabajo.
Los sujetos del derecho al honor o a la buena fama son tanto el trabaja-
dor, como el empresario, ya sea éste persona física o persona jurídica,
porque ambas pueden ser titulares de derechos y deberes. Parecería, no
obstante, que el honor, entendido como atributo de la dignidad humana
230
Cfr. SSTC 105/1990 (RTC 1990, 105) y 151/2004 (RTC 2004, 151).
231
Esta corriente jurisprudencial del TC ha traído como consecuencia, no sólo
en el ámbito laboral, una «drástica debilitación de la inmunidad que antes suponía
el honor frente a las intromisiones dimanantes de la actividad de los particulares
y, especialmente, de los Poderes Públicos». GONZÁLEZ PÉREZ, La degradación del
derecho al honor (honor y libertad de información), 70.
232
Cfr. SSTC 6/1988 (RTC 1988, 6), 143/1991 (RTC 1991, 143), 1/1998
(RTC 1998, 1). Cfr. SOLOZÁBAL ECHAVARRÍA, «Libertad de expresión y derecho a
la información», 4053-4054.
sólo podría ser reconocido al empresario como persona física233. Sin em-
bargo, las empresas, en cuanto están integradas por personas, tienen dere-
cho a la buena fama y a un trato respetuoso, en razón de quienes la inte-
gran y de los fines que persiguen, que si son lícitos, deben estar ordenados
al bien común y merecen, por tanto, la tutela de los poderes públicos.
233
No obstante, «sólo del hombre puede decirse (...), que en razón suya está
constituido todo el Derecho. Y a él –y no a las personas jurídicas– se refiere LEGAZ
LACAMBRA al decir que “el concepto de sujeto debe interpretarse, no en el sentido
lógico-gramatical de lo opuesto a predicado, sino en el sentido propiamente ético
de lo contrapuesto a objeto; es decir, como aquello que, a diferencia de éste, no
posee una mera utilidad ni precio, sino una dignidad; el objeto es un medio, el
sujeto un fin al cual se ordena todo medio, todo objeto”». LACRUZ BERDEJO, José
Luis/SANCHO REBUDILLA, Francisco de Asís/LUNA SERRANO, Agustín/DELGADO ECHE-
VERRÍA, Jesús/RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco/RAMS ALBESA, Joaquín, Elementos de
Derecho Civil, 4ª ed., Vol. II, Madrid, Dykinson, 2004, 1-2.
234
Cfr, por todas, STC 64/1988 (RCT 1988, 64).
235
STC 139/1995 (RCT 1995, 139). Sin embargo, la STC 107/1988 (RCT
1988, 107) consideró que, precisamente el significado personalista del honor, «re-
ferible a personas individualmente consideradas», convierte en «inadecuado hablar
del honor de las instituciones públicas o de clases determinadas del Estado, res-
pecto de las cuales es más correcto, desde el punto de vista constitucional, emplear
los términos de dignidad, prestigio y autoridad moral, que son valores que merecen
la protección penal que les dispense el legislador, pero que no son exactamente
identificables con el honor, consagrado en la Constitución como derecho funda-
mental, y, por ello, en su ponderación frente a la libertad de expresión debe asignár-
seles un nivel más débil de protección del que le corresponde atribuir al derecho
al honor de las personas públicas o de relevancia pública». Esta doctrina jurispru-
dencial no es lineal: sobre los vacíos y contradicciones en este tema, ver GUTIÉRREZ
GUTIÉRREZ, Dignidad de la persona y derechos fundamentales, 132 y ss.
236
STC 176/1995 (RCT 1995, 176).
237
«Lopesan, Asfaltos y Construcciones S.A.» en la STC 139/1995 (RCT
1995, 139).
238
«Digesa, S.L.» en STC 160/2003 (RCT 2003, 160).
239
STS 9 de marzo de 1987 (RJ 1987, 1355).
240
STS de 26 abril 1988 (RJ 1988, 3027). Se pronuncian en el mismo sentido
las SSTS de 20 de marzo, 3 y 19 de diciembre de 1985 (RJ 1985, 1352, 6041 y
6146); 20, 25 y 27 de enero de 1988 (RJ 1988, 22, 42 y 59).
241
Cfr. STS de 20 abril 2005 (RJ 2005, 3532).
242
Cfr. SSTS de 20 abril 2005 (RJ 2005, 3532) y de 3 diciembre 1983 (RJ
1983, 6166).
cal del art. 28 CE) o de meros trabajadores que expresan su opinión sobre
su centro de trabajo. Existen, algunos pocos pronunciamientos sobre aten-
tados del empresario a la honorabilidad de sus trabajadores y de unos
trabajadores en perjuicio de otros: analizaremos estos supuestos por sepa-
rado.
247
STS de 27 septiembre 1984 (RJ 1984, 4490).
248
STS de 27 septiembre 1984 (RJ 1984, 4490).
249
STS de 4 diciembre 1987 (RJ 1987, 8828). En este caso la trabajadora
insultaba a otras «con expresiones como imbécil, subnormal, tonta, haciéndolas
llorar y repercutiendo negativamente en el trabajo».
250
STS de 26 enero 1987 (RJ 1987, 129).
251
STS de 7 mayo 1983 (RJ 1983, 2354).
256
«Respecto al comportamiento en la asamblea, no creo sea el más conve-
niente hacer observaciones fuera de lugar, que sin beneficiar en absoluto a los Sres.
que se reúnen para tratar cosas de interés general, haciéndoles perder el tiempo y
soportando, por condescendientes (cualidad que da la educación), tales observacio-
nes. (...) De ahora en adelante, se convocarán Asambleas para poner en conoci-
miento de todos, las actitudes anormales, si las hubiere, de los componentes de la
Empresa, que con ellas, en vez de beneficiar a la producción, propician a que
ésta baje en su rendimiento normal. Y también para que nadie se llame a engaño
injustificadamente, cuando se lleve a cabo una acción legal en beneficio de los
empleados». «Esto no es una gran familia como se decía, y no es el mejor camino
para conseguir el rendimiento de la Empresa, que es la que a todos debía de intere-
sar». STS de 16 marzo 1981 (RJ 1981, 1373).
257
STS de 16 marzo 1981 (RJ 1981, 1373).
258
STS de 24 marzo 1987 (RJ 1987, 1663).
259
STS de 24 marzo 1987 (RJ 1987, 1663).
260
Cfr. Auto del TC de 9 marzo de 1992. En el mismo sentido se habían
pronunciado las SSTC 2/1982 (RTC 1982, 2) y 254/1988 (RTC 1988, 254). Cfr.
el comentario realizado por ALONSO OLEA, Manuel, «Huelga y mantenimiento de
servicios esenciales», en Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad
Social (Madrid: Civitas, 1992), 88-89.
261
Cfr. AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de despido disciplinario y su valora-
ción por la jurisprudencia, 220-223.
262
Cfr. STC 120/1983 (RCT 1983, 120). En este caso el TC denegó el amparo
a los representantes del personal por considerar que existía una «exceso o extrali-
mitación» en el ejercicio de ese derecho fundamental.
263
Cfr. STS de 25 marzo 1983 (RJ 1983, 1196).
264
STS 30 noviembre 1982 (RJ 1982, 6910). No es posible «establecer desi-
gualdades cuando la diferencia de trato carezca de una justificación objetiva y
razonable». STC 1981/34 (RTC 1981, 34).
265
STC 1981/22 (RTC 1981, 22).
266
STS de 25 marzo 1983 (RJ 1983, 1196).
267
STS de 25 marzo 1983 (RJ 1983, 1196).
268
STS de 1 diciembre 1982 (RJ 1982, 7421).
269
STS de 7 febrero 1981 (RJ 1981, 642). Esta sentencia integra la de 14
noviembre 1963 (RJ 1963, 5080), en la que se afirma que es «de estimar más
rigurosamente la gravedad de tales faltas, cuando su comitente desempeña una
función sindical».
270
STS 4 abril 1972 (RJ 1972, 1581)
271
STS de 17 julio 1980 (RJ 1980, 3050).
272
STS de 6 diciembre 1980 (RJ 1980, 4868).
273
Cfr. STS de 8 julio 1982 (RJ 1982, 4576).
274
STS de 7 febrero 1981 (RJ 1981, 642).
275
STS de 27 enero 1988 (RJ 1988, 59).
276
Cfr. ROBLES MORCHÓN, Gregorio, Los derechos fundamentales y la ética
en la sociedad actual, 1992: 1ª ed., Madrid, Civitas, 1997 (reimp.), 186.
277
Un sector de la doctrina considera inaceptable este planteamiento porque
«presupone en el plano de las relaciones colectivas la negación del conflicto y en
el plano individual la adhesión personal del trabajador», que no sería compatible
con una «visión pluralista de las relaciones de trabajo que descansa en la institucio-
nalización del conflicto». GOÑI SEIN, José Luis, «Las ofensas al honor y la repercu-
sión disciplinaria de las proferidas fuera de la empresa», Relaciones Laborales,
n. I (1987): 471.
278
«La actora se dirigió a dos trabajadoras de la empresa» y les dijo «que
irían a la calle si ratificaban sus declaraciones del expediente ante la Magistratura
de Trabajo. Amenaza de indiscutible gravedad (...) si se advierte que la misma
cobra relevancia especial en boca de una trabajadora que no duda en prevalerse de
su condición de miembro del Comité de Empresa para ejercer presión en el ánimo
y coaccionar la libre voluntad de unas compañeras de trabajo». STS de 28 febrero
1985 (RJ 1985, 716). Ver también AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de despido
disciplinario y su valoración por la jurisprudencia, 222.
279
Sobre la evolución jurisprudencial en el animus iniurandi, cfr. ibidem,
195-197.
280
STS de 17 diciembre 1985 (RJ 1985, 6132).
puede suscitar un mayor encono que insensiblemente les lleve a unas posi-
ciones marginales, rayanas en el ilícito laboral precisado de examinar los
matices que en la situación aparezcan, muy dignos de ser tenidos en consi-
deración cuando como en el caso estudiado hacen decaer la animosidad
injuriosa que en otro hubieran tenido»281.
281
STS de 17 diciembre 1985 (RJ 1985, 6132).
282
Una síntesis de las sentencias del TC que más influyeron en este sentido
se encuentra en el artículo antes citado de ALONSO OLEA, «Sentencia 1/1998, de 12
de enero. La relación de trabajo y la libertad de expresión».
283
STS de 28 febrero 1990 (RJ 1990, 1248). Cita en apoyo de esta doctrina
la STS de 9 julio 1986 (RJ 1986, 4000).
284
El texto era el siguiente: «Félix M., Joaquín P., Riquelme G., Manuel P.
despedidos por reclamar sus derechos» y «Transportes Castellet San Miguel SA,
tu prepotencia es lo que te queda». STS de 14 julio 1992 (RJ 1992, 7363).
285
STS de 14 julio 1992 (RJ 1992, 7363). La Sala, en el f.j. 5 evalúa la
conducta del dirigente y afirma que ésta «se produjo en relación con el cargo
representativo que aquél ostentaba en la empresa, en cuanto actuó en defensa de
lo que estimaba eran los derechos de determinados operarios (personal contratado
en verano), intentando patentizar ante determinados compañeros el desconoci-
miento de tales derechos por parte de la empresa. En segundo lugar, es claro que
no hubo una precisa y directa imputación ni en cuanto a hechos concretos ni en
cuanto a personas determinadas, sino que la manifestación del actor se produjo en
términos generales. No parece dudoso, en el contexto expresado, que la intención
(...) era destacar el supuesto incumplimiento por la empresa de compromisos que,
a su entender había contraído, y no precisamente el imputar hechos con relevancia
jurídico-penal. Por último, y como consecuencia de lo expuesto, cabe afirmar que
no existió en la actuación del operario un propio animus iuriandi, sino una mera
finalidad de defensa de aquéllos a quienes representaba (animus defendendi y ani-
mus criticandi). Ciertamente, el operario recurrente utilizó unas expresiones verda-
deramente constitutivas de excesos verbales, los cuales evidencian un «plus» de
antijuridicidad en su actuación. Pero por las razones expuestas, valorando dicha
actuación conforme a los ya mentados principios de individualización y proporcio-
nalidad que recogen el criterio de graduabilidad de faltas y sanciones, no se aprecia
que tales excesos verbales tengan en el presente caso la suma gravedad que se
precisa para estimar justificada la imposición de la máxima sanción, cual es la de
despido».
286
«Un principio de justicia, que opera en el tratamiento de las reglas de la
prueba, apoya la conclusión de que asuma el empresario la carga de probar los
hechos generadores de la extinción de la relación laboral, bien constituyan causa
legítima subsumible en alguna de las de ruptura unilateral de aquélla, a impulso
del empresario, bien, sin legitimar el despido por causas excluyentes de su proce-
dencia o por incurrir en nulidad, se presente razonablemente como ajenos a todo
propósito discriminatorio atentatorio a un derecho constitucional». STC 38/1981
(RCT 1981, 38). Esta sentencia sentó el principio de inversión de la carga de la
prueba, que luego fue rectificado, por las disfunciones que plantea. Sin embargo,
el TC mantiene la idea de que, alegada la discriminación y demostrada la concu-
rrencia de indicios racionales, se desplaza a la esfera del empresario la carga de
desvirtuar la inexistencia de un proceder discriminatorio. (La corrección por el TC
de su planteamiento inicial puede observarse con claridad, entre otras, en las sen-
290
«... los dos actores responden coincidentemente reconociendo su interven-
ción en los hechos que dicen no fue debida a su «calidad como miembros del
comité de empresa sino como conciencia sindical...”». STS de 6 febrero 1990 (RJ
1990, 829).
291
STS de 6 febrero 1990 (RJ 1990, 829). La sentencia cita abundante juris-
prudencia en refrendo de su fallo.
292
Cfr. STC 6/1995 (RTC 1995, 6). El despido fue declarado nulo. Ver el
comentario realizado por MONTOYA MELGAR, «Sentencia 6/1995, de 10 de enero.
Poder del empresario y libertad de expresión del trabajador», Vol. XIII, 41-45.
293
Cfr. STC 106/1996 (RTC 1996, 106). Cfr. MONTOYA MELGAR, Alfredo,
«Sentencia 106/1996, de 12 de junio. La frontera entre libertad de expresión del
trabajador y ofensas al empresario» en Jurisprudencia Constitucional sobre Tra-
bajo y Seguridad Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA MELGAR
(Madrid: Civitas, 1996), Vol. XIV, 192-197.
294
Cfr. STC 1/1998 (RTC 1998, 1). Cfr. ALONSO OLEA, «Sentencia 1/1998,
de 12 de enero. La relación de trabajo y la libertad de expresión», Vol. XVI: 25-
37.
295
Cfr. STC 57/1999 (RTC 1999, 57). Cfr. MONTOYA MELGAR, Alfredo, «El
derecho de información y su ejercicio de buena fe» en Jurisprudencia Constitucio-
nal sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MON-
TOYA MELGAR (Madrid: 1999), Vol. XVII, 79-84.
296
Cfr. STC 90/1999 (RTC 1999, 90). Cfr. MONTOYA MELGAR, Alfredo, «Sen-
tencia 90/1999, de 26 de mayo. Actividad informativa de un miembro del Comité
de empresa, límites del derecho de información y límites de esos límites». en
Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. Manuel
ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas, 1999), Vol. XVII,
124-130.
297
Cfr. STC 20/2002 (RTC 2002, 20). Cfr. GODINO REYES, Martín, «La liber-
tad de expresión en el ámbito de la relación laboral» en Jurisprudencia Constitu-
cional sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MON-
TOYA MELGAR (Madrid: Civitas, 2002), Vol. XX, 53-59.
298
Cfr. Ibidem, 58.
299
Por todas, STC 105/1990 (RTC 1990, 105).
300
STC 105/1990 (RTC 1990, 105).
301
Ver la síntesis jurisprudencial, sobre posibles conductas ofensivas, que
se encuentra en la obra ya citada de AGUILERA IZQUIERDO, Las causas de despido
disciplinario y su valoración por la jurisprudencia, 192-194.
trato es una injuria como una lesión»302. La ofensa puede consistir en una
expresión o «en una acción ejecutada en deshonra, descrédito o menospre-
cio de alguna de las personas protegidas por el texto legal, requiriéndose
finalidad o ánimo ofensivo, cualidad que se presume, salvo prueba en
contrario»303.
302
STS de 2 octubre 1963 (RJ 1963, 4247). Esta sentencia define los malos
tratamientos como «lesiones o palabras que envuelven una ofensa material o moral
para la persona que la sufre o recibe». Por su parte, la STS 16 de marzo 1981 (RJ
1981, 1373) ha precisado que «habrá de entenderse por malos tratos el injusto
ataque de una persona a otra, moralmente al ofenderla en su honor o vejarla en su
dignidad humana, o materialmente, al hacerla objeto de una agresión que mortifi-
que o lesione su integridad corporal».
303
STS 16 de marzo 1981 (RJ 1981, 1373). En el mismo sentido se pronun-
cian las STSS de 15 junio 1978 (RJ 1978, 2374) y 7 marzo 1980 (RJ 1980, 1081).
304
SSTC 120/1983 (RCT 1983, 120), 6/1995 (RCT 1995, 6), 20/2002 (RCT
2002, 20), 185/2003 (RCT 2003, 185) y 198/2004 (RCT 2004, 198). La doctrina
del TS ha sido también uniforme en este sentido, Cfr. además las SSTS de 6 abril
1990 (RJ 1990, 3121); de 13 y 24 de noviembre de 1986 (RJ 1986, 6336 y 6500)
y 17 de noviembre de 1988 (RJ 1988, 8598),
305
Cfr. GOÑI SEIN, «Las ofensas al honor y la repercusión disciplinaria de las
proferidas fuera de la empresa», 468.
306
«Siempre hemos pensado, frente a actitudes más voluntaristas que fieles
al sentido de la disposición jurídica, que ésta ha de interpretarse (el art. 3.1 del
Código Civil nos lo impone además) respetando su texto. Ya nuestro HUARTE DE
SAN JUAN advertía que “los jurisperitos han de construir el texto de la ley y tomar
el sentido que resulta de la construcción y no otro”, advirtiendo avant la lettre
frente a usos y abusos “alternativos”». MONTOYA MELGAR, Alfredo, Derecho y tra-
bajo, Madrid, Civitas, 1997, 94-95.
307
STS, Sala Penal, de 18 mayo 1987 (RJ 1987, 3077).
308
«Vengo a acusarle de llevar a Argentaria a la ruina (...) le acuso como
accionista y como director (...). Le acuso de estar sangrando Caja Postal para salvar
otras unidades de Argentaria, de utilizar las bases de datos de clientes de Caja
Postal por parte del Banco Directo para ofrecerles su depósito, de esquilmar a los
clientes hasta el punto de haber perdido la credibilidad (...). Le acuso de que para
usted el cliente no tiene ningún valor. Le acuso de menospreciar a los empleados
de Caja Postal en beneficio del BEX y utilizar Caja Postal como retiro dorado para
algunos empleados del Banco Exterior con sueldos astronómicos y ocupando pues-
tos que estaban siendo desarrollados por buenos profesionales en Caja Postal. (...)
Señor L., pienso que esto no tiene solución si Vd. sigue. Pienso que se debe mar-
char con sus 500 directivos». STC 20/2002 (RTC 2002, 20).
309
Al ser, a la vez, trabajador y accionista, el Magistrado de Trabajo consi-
deró que «su intervención [en la Junta General] se debía encuadrar dentro de la
relación laboral y calificar como contraria a los parámetros de la buena fe o pactos
éticos de probidad y lealtad profesional, ya que había supuesto una violación grave
del deber de lealtad hacia la empresa con evidente trascendencia negativa para su
prestigio, así como para su presidente, al haberle acusado de actuaciones graves e
inciertas. Finalmente, sobre la base de que la libertad de expresión consagrada en
el art. 20.1.a CE no alcanza a los insultos ni a los calificativos degradantes, la
Sentencia de instancia negó la existencia de lesión del derecho fundamental y
declaró la procedencia del despido». STC 20/2002 (RTC 2002, 20).
310
STSJ de Madrid, de 21 de marzo de 1997.
311
El empresario no estaba legitimado para sancionar ese hecho, porque aun-
que «el contenido de la intervención del actor en la Junta constituía la censura de
una gestión empresarial (más o menos fuerte, más o menos injuriosa o vejatoria)»,
no cometió «ilícito laboral alguno». Para el TSJ «sólo en un ámbito extralaboral
debía juzgarse el uso correcto o incorrecto de la libertad de expresión». Por todo
lo cual, concluye negando la lesión de este derecho fundamental, «en tanto en
cuanto “la radical nulidad presupone la represión de un derecho fundamental ejerci-
tado ‘desde’ o ‘dentro’” de la relación laboral, y consiguientemente, calificó el
despido de improcedente». STC 20/2002 (RTC 2002, 20).
312
No se pronunció sobre la presunta extralimitación en el derecho de infor-
mación porque el TSJ no se había pronunciado sobre esta materia. Cfr. STC 20/
2002 (RTC 2002, 20).
313
Cita en apoyo de esta doctrina las SSTC 6/2000; 49/2001 y 204/2001
(RTC 2000, 6; RTC 2001, 49 y 204).
314
SS. TEDH de 23 de abril de 1992 (TEDH 1992, 1, § 42, Castells c. Es-
paña) y de 29 de febrero de 2000 (TEDH 2000, 90, § 43, Fuentes Bobo c. España).
315
STC 20/2002 (RTC 2002, 20). En similar sentido se han pronunciado las
SSTC 204/1997; 134/1999; 6/2000; 11/2000; 110/2000; 297/2000; 49/2001 y 148/
2001 (RTC 1997, 204; RTC 1999, 134; RTC 2000, 6, 11, 110 y 297; RTC 2001,
49 y 148).
316
Una crítica en este sentido se encuentra en GODINO REYES, «La libertad de
expresión en el ámbito de la relación laboral», Vol. XX, 53-59.
dente de la institución tenía una actitud de soberbia que «ha podido con
cualquier atisbo de actitud ética e inteligencia empresarial»317.
El trabajador solicitó ante la jurisdicción social, que declarase la nuli-
dad del despido o subsidiariamente, su improcedencia por lesión del dere-
cho fundamental a la libertad de expresión e información. Tanto el Juez
de lo Social como el TSJ, calificaron el despido de improcedente porque
no se habían vulnerado esas libertades, ya que el trabajador había em-
pleado «calificaciones innecesarias», que indicaban una extralimitación en
su actuación, pero no al punto de merecer el despido como sanción.
Por el contrario, para el Alto Tribunal ninguna de las expresiones con-
tenidas en el artículo periodístico «puede ser entendida como gravemente
ofensiva o vejatoria». Reconoce que las frases vertidas respecto al am-
317
STC 151/2004 (RTC 2004, 151). Por su importancia, reproduzco parte del
texto del artículo en cuestión, titulado «Pesadilla sin fin». «Se cumple un año desde
el despido del ex decano de Ciencias de la Información, Carlos, y desde entonces
la Universidad SEK ha atravesado una larga crisis de la que será difícil que se
reponga en años, porque los rescoldos de las hogueras inquisitoriales no sólo afec-
tan al inmediato y crematístico número de matriculaciones, sino al prestigio de la
institución. El desastre sin paliativos de lo que ha ocurrido desde entonces (...) es
tan inconcebible, que en más de una ocasión muchos de los que asistimos a tan
lamentable espectáculo desde una u otra posición hemos tenido que pellizcarnos
para constatar que, lamentablemente, no se trataba de una pesadilla.
Parece un argumento fácil, demasiado simple si se quiere, pero no conozco otro
que explique el origen del conflicto, y les aseguro que atesoro un elevado número
de importantes confidencias que, más allá de su seguimiento en calidad de perio-
dista y de profesor de la SEK, han acabado convenciéndome de éste se reduce a
un problema de soberbia. En este punto, la única duda que tengo es si se trata de
un caso de soberbia personal, expandida a toda la institución por la única persona
que puede hacerlo, o si por el contrario se trata de una actitud institucional a la
que su presidente no sabe poner coto.
Sea como fuere, tiene tal arraigo y fortaleza, que ha podido con cualquier atisbo
de actitud ética e inteligencia empresarial. (...) Pero, con todo, lo peor no son las
consecuencias académicas, económicas y judiciales de lo que ya ha ocurrido y el
largo tiempo que tardará en resolverse. ¡Ojalá! El diagnóstico es más preocupante
y en él no interfieren ni los despedidos ni quienes nos sentimos próximos a su
causa. Me refiero a la paranoia colectiva que afecta a quienes quedan dentro y
participan del sistema de delación que tan buenos resultados ha proporcionado de
momento a los que se prestaron a tan terrible juego. Porque, conocido el procedi-
miento para librarse del vecino que amenaza honorarios, méritos y quereres, ya
nadie está a salvo de nadie, ni del directivo del despacho de al lado, ni del más
¿leal? subordinado, ni del compañero de claustro con el que se tramó medrar.
En este clima desconfiado e insano del que se ha querido hacer partícipes a los
alumnos, ¿es posible educar a alguien? Yo lo voy a seguir intentando, mientras me
dejen y esté en mi derecho».
vido por intereses legítimos, como serían el lograr el «buen fin del pro-
yecto empresarial» y el «ambiente y dinámica de trabajo»319.
321
Ibidem.
322
Cfr. MONTOYA MELGAR, «Sentencia 6/1995, de 10 de enero. Poder del em-
presario y libertad de expresión del trabajador», Vol. XIII: 41-45.
323
ALONSO OLEA, «Sentencia 1/1998, de 12 de enero. La relación de trabajo
y la libertad de expresión», 30 y 31.
324
OLLERO, «La ponderación delimitadora de los derechos humanos: libertad
informativa e intimidad personal», 166.
325
Ibidem: 164.
331
La Sentencia está precedida de dos fallos de las instancias inferiores, con-
tradictorios entre sí, que son de especial relevancia por la doctrina que contienen
y por la crítica que sobre ella realiza el TS para unificar los criterios jurisprudencia-
les en esta materia. El del Juzgado en lo Social califica el contenido del comuni-
cado como extralimitación de la libertad sindical y de expresión de los representan-
tes sindicales, por contener «expresiones vejatorias» y otras «claramente
injuriosas», como son las de «mafias fascistas y banda terrorista», que estaban
dirigidas no sólo a miembros de sindicatos rivales que, muchas veces utilizan un
lenguaje parecido, sino a los distintos responsables de la empresa. Los comunica-
dos atacan «la honorabilidad de la empresa demandada en su conjunto, a quien en
definitiva se le acusa no ya de explotar a los trabajadores, imputación que implica-
ría una mera crítica, sino de hacerlo bajo un estado de terror y miedo propio
de una banda terrorista, utilizando para ello pistoleros a sueldo». Tales graves
imputaciones –concluye la Juez de lo Social– son «inadmisibles», no siendo un
eximente el que estuvieran próximas las elecciones sindicales. Reitera que «nunca
se justifican los insultos, las descalificaciones ni las imputaciones de hechos que
puedan revestir carácter delictivo, máxime cuando ello se hace no durante el acalo-
ramiento de una discusión, sino por escrito, con el ánimo sereno y reflexivo y
plena conciencia de lo que se pretende manifestar».
Por el contrario, para el TSJ el comunicado no tenía carácter ofensivo para la
empresa, sus accionistas y directivos porque considera que ha de tenerse en cuenta
«la singularidad del mundo del trabajo», en el que existe «la tradicional contienda
sindical» y «la pugna de clases, cuyos vehículos de expresión no revisten un len-
guaje aséptico e inocuo», sino un lenguaje por el que se trata de «provocar a los
adversarios» y de intimidarlos o hacerlos «temblar». Además, justifica las expresio-
nes porque al momento de difundirse el comunicado existía «una situación de
confrontación bifronte: entre sindicatos y entre CC. OO. y empresa». Concluye
que en esos casos es «habitual el uso de un lenguaje hostil y ofensivo entre sindica-
tos, así como en los comunicados de acción sindical elaborados por CC. OO. en
relación con la imagen de la patronal». Por tanto, los dirigentes sindicales ejercita-
ron la libertad sindical y de expresión y sus despidos merecían ser declarados
nulos. A la vez, reconoce que «el lenguaje es desabrido y disgusta», pero entiende
que se deben tolerar tales usos en las relaciones laborales colectivas y sindicales,
«caracterizadas por la crítica ácida y la gramática dura». STS de 20 abril 2005 (RJ
2005, 3532).
336
Cfr. STC 6/1988 (RTC 1988, 6).
337
«... el Magistrado (...) valorando las opiniones vertidas por el actor, de
realidad material reconocida, entiende que al estar emitidas de forma abstracta y
genérica, y por ser una mera preocupación despersonalizada, sin otro ánimo, espí-
ritu o intención, por lo que consideraba filtraciones de noticias hacia cierta editorial
–afirmando que no se ha llegado a acreditar en autos la realidad de tales filtracio-
nes–, no cabe entender, que en su emisión, se produjera el incumplimiento contrac-
tual grave y culpable que se imputa»; citando Sentencia del Tribunal Supremo
sobre los requisitos para que haya deslealtad, añade que «no se encuentran en la
actitud del demandante las características de una deslealtad o abuso de confianza,
al no acreditarse que la finalidad perseguida fuese otra que la extraída de la literali-
dad de sus manifestaciones, alcanzándole la presunción de inocencia por la falta
de prueba de que su actitud fuese maliciosa y ajena a la declarada de tratar de
impedir una desigualdad de trato informativo de unos medios respecto a los otros,
no pudiendo tampoco predicarse deslealtad hacia el empleador cuando ni éste ni
persona dependiente de él aparecían implicados en forma directa». STC 6/1988
(RTC 1988, 6). Las frases entre comillas que siguen a continuación han sido obte-
nidas de esta sentencia.
338
STC 6/1988 (RTC 1988, 6).
339
Cfr. DE LOS MOZOS, José Luis, El principio de la buena fe, Barcelona,
Bosch, 1965, 29.
340
Cfr. Ibidem, 42.
341
STS de 11 mayo 1988 (RJ 1988, 4053). Sobre la buena fe como estándar
jurídico en la jurisprudencia y en la doctrina académica, ver AGUILERA IZQUIERDO,
Las causas de despido disciplinario y su valoración por la jurisprudencia, 32-41.
Se puede confrontar también lo expuesto en esta investigación en el Capítulo I,
Apartado III.
342
OLLERO, «La ponderación delimitadora de los derechos humanos: libertad
informativa e intimidad personal», 162.
343
Ibidem.
344
«Se reconoce y protegen los derechos: a comunicar o recibir libremente
información veraz por cualquier medio de difusión». Art. 20.1 d) CE. En la lengua
española, el calificativo veraz, se aplica a «quien dice, usa o profesa siempre la
verdad». Y se entiende por verdad «la conformidad de las cosas con el concepto
que de ellas forma la mente». REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario
de la Real Academia de la Lengua Española. La filosofía completa esta definición
precisando que la verdad del conocimiento se predica cuando éste se ajusta a una
cosa o a un ser «cuya existencia y cuya esencia son enteramente independientes
de que un sujeto dotado de la facultad intelectiva las conozca o no las conozca».
MILLÁN PUELLES, Antonio, Léxico filosófico, 2ª ed., Madrid, Rialp, 2002, 587.
345
«La apreciación de tal diligencia resaltará, una vez más, la problemática
tarea que lleva consigo la delimitación de todo derecho». OLLERO, «La ponderación
delimitadora de los derechos humanos: libertad informativa e intimidad personal»,
163.
346
Cfr. STC 6/1988 (RTC 1988, 6). De acuerdo al Fiscal, el trabajador habría
divulgado información que estaba obligado a no revelar por ser parte del secreto
profesional.
347
STC 6/1988 (RTC 1988, 6).
348
«... son las matizaciones públicas las que prestan la fundamentación básica
a la concesión del amparo». ALONSO OLEA, Manuel, «Sentencia 6/1988, de 21 de
enero. Derecho a información veraz y cumplimiento del trabajador», en Jurispru-
dencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social (Madrid: Civitas, 1988),
107.
349
Cfr. STC 4/1996 (RTC 1996, 4). Ver comentario realizado por MONTOYA
MELGAR, Alfredo, «Sentencia 4/1996, de 16 de enero. Derecho del trabajador a
informar e inexactitud de los datos comunicados», en Jurisprudencia Constitucio-
nal sobre Trabajo y Seguridad Social (Madrid: Civitas, 1996), Vol. XIV: 28-34.
Madrid: Civitas, 1996.
350
ALONSO OLEA, «Sentencia 1/1998, de 12 de enero. La relación de trabajo
y la libertad de expresión», 31.
que se encuentra implícito en el deber de buena fe, sólo queda decir que
la veracidad y el trato respetuoso entre las partes del contrato de trabajo
han sido exigidos por la jurisdicción social no sólo respecto a la comunica-
ción de información, sino a toda la conducta jurídico-laboral, por ser la
expresión típica del obrar de buena fe356. Y es desde esta perspectiva, que
ha delimitado el contenido de los derechos fundamentales.
Fundamentar la vida social en la dignidad humana equivale, en el ám-
bito laboral, a delimitar el contenido esencial de los derechos fundamenta-
les desde el deber de buena fe. Este deber reconoce que la persona, por
ser racional y libre, es responsable de sus actos y en la medida en que
adquiere obligaciones, se encuentra obligada a cumplirlas con veracidad
y lealtad357. La cuádruple función que cumple la dignidad humana en el
Ordenamiento, se identifica con la que realiza, en el ámbito obligacional,
el principio de buena fe358. Es decir, en base a éste, se puede completar el
contenido del negocio más allá de las concretas previsiones de las partes,
haciendo una interpretación teleológica de la norma que lo regula359.
En cambio, delimitar ese contenido desde los derechos fundamentales,
ya sea el de la libertad de expresión o cualquier otro, equivale a negar a
la dignidad humana una realidad objetiva, de la que se deriva una exigen-
cia ético-política innegociable. Este planteamiento trae consigo dos conse-
cuencias adicionales. Por un lado, el contenido de los derechos se relati-
viza fuertemente ya que sus límites no son internos, sino externos y, en
360
SERNA BERMÚDEZ, «Derechos fundamentales: el mito de los conflictos», 232.
361
Refiriéndose a la distinta y distante percepción de los límites de los dere-
chos fundamentales que existe entre la jurisdicción social y el TC se ha escrito:
«Que ello es así, es algo sabido, aunque no puede negarse que cuesta un verdadero
esfuerzo comprender y asimilar en cada ocasión los razonamientos que para ello
se esgrimen». MONTOYA MELGAR, Alfredo, «Sentencia 198/2004, de 15 de noviem-
bre. De nuevo a vueltas con los límites genéricos de las libertades de información
y expresión en cuanto contenido de la libertad sindical» en Jurisprudencia Consti-
tucional sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA
MELGAR (Madrid: Civitas, 2004), 402.
362
MONTOYA MELGAR, La buena fe en el Derecho del Trabajo: discurso leído el
día 18 de junio de 2001 en el acto de su recepción como Académico de Número, 84.
363
Esta colisión se ha dicho, es el «obligado resultado de un planteamiento
normativista del derecho. Un derecho subjetivo que merezca tal nombre se presenta
encapsulado en una norma que lo presenta como propiamente jurídico». Sobre las
consecuencias de este planteamiento, ver OLLERO, «La ponderación delimitadora
de los derechos humanos: libertad informativa e intimidad personal», 157-166.
CAPÍTULO III
PODER DE DIRECCIÓN, INTIMIDAD E IGUAL DIGNIDAD
1
«El reconocimiento de unos derechos fundamentales no es sino la manifes-
tación obligada de la primacía del valor constitucional último, la dignidad de la
persona. Todos los derechos que la Constitución proclama, de una u otra forma,
se encaminan a posibilitar el desarrollo integral de la persona por la propia digni-
dad de la misma» («Filosofía política de la Constitución española, Debate
Abierto», Revista de Ciencias Sociales, n. 4, primavera de 1991, p. 50) citado por
LUCAS VERDÚ, Pablo, «Prólogo», en La configuración constitucional del derecho a
la intimidad (Madrid: 1995), 22.
2
Cfr. GONZÁLEZ GAITANO, Roberto, El deber de respeto a la intimidad, Pam-
plona, EUNSA, 1990, 185.
1. DERECHO A LA INTIMIDAD
La mayor parte de la literatura jurídica, con contadas excepciones9,
emplea como sinónimos los términos de intimidad y vida privada, en gran
medida por la influencia anglosajona del origen del término right to pri-
vacy10. La doctrina y la jurisprudencia norteamericana emplean el mismo
término –privacy– para referirse a la vida o esfera privada y a la intimidad,
pero distinguen grados en ella. Práctica similar se encuentra en las doctri-
nas francesa, alemana, anglosajona y española, que distinguen grados de
intimidad, mediante los cuales se incluye tanto la vida privada como la
vida íntima11. Así se aprecia también en la jurisprudencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, de conformidad con el art. 8 del Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales12.
Por eso, sólo desde la intimidad puede haber vida privada y pública,
y sólo desde el reconocimiento y protección de su valor absoluto pueden
definirse los ámbitos de las otras dos esferas16. La distinción entre ellas
no es un problema de cantidad sino de calidad, definido en función de lo
que se considere íntimo. Existe un hecho de experiencia que confirma esta
distinción: se puede recortar el espacio de la vida privada de una persona
hasta el límite, hasta suprimirlo sin que se destruya la persona, a la que le
13
Cfr. DESANTES GUANTER, Los límites de la información. La información en
la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100 primeras sentencias, 107.
14
Cfr. ibidem, 108.
15
GONZÁLEZ GAITANO, El deber de respeto a la intimidad, 44.
16
Cfr. ibidem.
17
Ibidem, 45.
18
Cfr. ibidem, 38 y ss.
19
Así lo reconocen los arts. 2 y 7 LO 1/1982.
20
«... la invocada “intimidad familiar” de la intimidad no autoriza en modo
alguno a uno de los cónyuges a violar el derecho fundamental a la intimidad que,
como persona, tiene el otro cónyuge. (...) Se trata de derechos básicos del ser
humano que proscriben la injerencia de quien su titular no desee en el ámbito de
su personalísima privacidad, que no cabe entender renunciado por el hecho de
contraer matrimonio». STS 872/2001 (Sala Penal) de 14 de mayo.
21
DESANTES GUANTER, Los límites de la información. La información en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100 primeras sentencias, 108. Por
esta razón se ha podido afirmar que lo íntimo, en cuanto es objeto de información,
se destruye. Cfr. SERNA BERMÚDEZ, «Derechos fundamentales: el mito de los con-
flictos», 216.
22
Cfr. GONZÁLEZ GAITANO, El deber de respeto a la intimidad, 185.
23
Ibidem, 186.
24
Ibidem, 185.
25
Cfr. art. 2.3 LO 1/1982, de 5 de mayo.
26
Cfr. DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimi-
dad, 135 y ss.
27
GOÑI SEIN, José Luis, El respeto a la esfera privada del trabajador: un
estudio sobre los límites del poder de control empresarial, Madrid, Civitas, 1988,
24. El autor aplica las exclusiones del art. 7 de la LO 1/1982 a la relación laboral
en las páginas 22-23 de esta obra.
28
Intromisiones que han sido calificadas como un «medio instrumentalizador
del ser humano». Ibidem.
29
Cfr. DESANTES GUANTER, Los límites de la información. La información en
la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100 primeras sentencias, 113.
30
Cfr. art. 198 CP.
31
Cfr. DESANTES GUANTER, Los límites de la información. La información en
la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100 primeras sentencias, 108.
Ver las sentencias del TC sobre el deber de guardar el sigilo profesional allí comen-
tadas.
32
Muestra de esta extensión del término es la STC 98/2000 (RTC 2000, 98),
que ha declarado que el derecho a la intimidad es aplicable al ámbito de las relacio-
nes laborales.
33
Una síntesis de este debate doctrinal se encuentra en RUIZ MIGUEL, La confi-
guración constitucional del derecho a la intimidad, 108-112.
34
Cfr. WESTIN, Alan F., Privacy and freedom, New York, Atheneum, 1970,
62.
45
Cfr. STC 170/1987 (RTC 1987, 170).
46
DESANTES GUANTER, Los límites de la información. La información en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100 primeras sentencias, 118.
47
Cfr. ut supra, n. 1.
48
Cfr. Capítulo I, Apartado IV, n. 4.2.
49
Sobre la dimensión laboral del Derecho Informático, ver SEMPERE NAVARRO,
Antonio V./SAN MARTÍN MAZZUCCONI, Carolina, Nuevas tecnologías y relaciones
laborales, Cizur Menor (Navarra), Aranzadi, 2002, 65 y la bibliografía citada a
pie de página.
50
GOÑI SEIN, El respeto a la esfera privada del trabajador: un estudio sobre
los límites del poder de control empresarial, 23.
51
«Partiendo del carácter de formulación abstracta del derecho a la intimidad
en la relación de trabajo, en cuanto que el ET no ha sabido (o querido) configurar
una esfera privada de autodeterminación de la persona del trabajador en el lugar
de trabajo, todo lo más que se encuentran son manifestaciones aisladas de tutela
potencial o residual». Ibidem, 29. Una crítica similar se lee en MARÍN ALONSO,
Inmaculada, El poder empresarial sobre el uso del correo electrónico en la empresa,
Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, 197.
52
Como bien ha hecho notar otro sector de la doctrina académica, «... la
reglamentación del ejercicio del control basada en la prohibición de ciertos medios
–al modo italiano– corre el riesgo de la rápida obsolescencia de la norma ante el
proceso de continua renovación tecnológica y organizativa en las empresas». MAR-
TÍNEZ FONS, Daniel, El poder de control del empresario en la relación laboral,
Madrid, Consejo Económico y Social, 2002, 55.
Sin perder de vista esta función macro del respeto a la intimidad, nos
referiremos, a continuación, a cinco aspectos de este derecho, que han sido
objeto de pronunciamientos por los Tribunales por estar particularmente
vinculados con la consideración debida a la dignidad y son los de: propia
imagen; inviolabilidad de la persona del trabajador; modificación de las
condiciones de empleo que afecten la intimidad familiar del trabajador y,
finalmente, las medidas de control y vigilancia del empresario56.
53
OLLERO, Andrés, «La ponderación delimitadora de los derechos humanos:
libertad informativa e intimidad personal», Pensamiento y Cultura, n. 3 (2000):
160.
54
Cfr. ibidem: 161.
55
Ibidem: 162.
56
Dejaremos fuera de este estudio los supuestos de acoso sexual y moral, a
los que nos hemos referido en el Capítulo I, Apartado I, n. 2, aun cuando la juris-
prudencia constitucional los haya reconducido al respeto debido a la dignidad e
intimidad.
57
Cfr. Capítulo I, Apartado IV, n. 4.1.
58
La captación de imágenes como medidas de control del empresario serán
comentadas en infra n. 3.4.
59
Cfr. STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
60
Cfr. STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
65
«Deben apreciarse, en este caso como en todos los de colisión de derechos
fundamentales o bienes constitucionalmente protegidos, los intereses en presencia,
mediante una adecuada ponderación de las circunstancias concurrentes. Es en esta
perspectiva donde ha de situarse la valoración del alcance del derecho a la propia
imagen como factor legitimador de la negativa del trabajador a obedecer la orden
empresarial». STC 99/1994 (RTC 1994, 99). Hemos criticado en el Capítulo I,
Apartado I, n. 4 la «colisión de derechos» a la que se refiere con frecuencia el TC.
66
STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
67
STC 99/1994 (RTC 1994, 99). Éste fue el argumento central utilizado en
la STC 170/1987 (RTC 1987, 170), en la que se determinó el deber de obediencia
de un trabajador del sector hotelero, que analizaremos en el siguiente apartado.
68
STC 99/1994 (RTC 1994, 99). Las frases entre comillas que siguen, si no
se indica otra cosa, provienen de esta sentencia.
69
«A tal efecto, resulta de interés esencial la toma en consideración del pro-
pio objeto del contrato, y la medida en que éste exigía, o podía entenderse que
exigía conforme a las exigencias de la buena fe, la limitación del derecho funda-
mental para el cumplimiento y la satisfacción del interés que llevó a las partes a
contratar». STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
70
«La conducta de la empresa que, frente a una colisión de intereses apela
exclusivamente a los suyos, olvidando los derechos de los trabajadores, sin ofrecer
alternativa que los conecte y armonice, no resulta acorde con la exigencia de actuar
conforme a los dictados de la buena fe que también obliga al empresario y con el
ejercicio regular de sus facultades de dirección». STS de 29 de marzo 1990 (RJ
1990, 2366).
Este deber lleva implícito uno de mutua colaboración para lograr los
fines del contrato. En este caso, la orden del empresario, que para otros
trabajadores hubiera sido considerada un honor y motivo de legítimo orgu-
llo, resultaba vulneradora de la intimidad y, por tanto, de algún modo
degradante, para ese deshuesador de jamones, por las razones que sólo a
él conciernen. No se debe perder de vista que si bien, «ontológicamente
puede estimarse que los derechos fundamentales al honor, intimidad perso-
nal y propia imagen son valores absolutos, permanentes e inmutables, es
lo cierto que, en la realidad práctica, cada persona es soporte y sujeto
jurídico de estos derechos, por lo que su tutela efectiva estará en función
del celo que en su guarda y custodia manifieste cada persona o imponga
el ordenamiento jurídico, por lo que estos condicionamientos pueden gene-
rar una limitación que puede provenir de las leyes, de los valores culturales
que en la sociedad se manifiesten en cada momento y, de modo muy espe-
cial, por el propio concepto que cada persona tenga al respecto mediante
las denominadas pautas de comportamiento que se deducen de la conducta
o actos propios de cada uno, respondiendo a ello el art. 2, apartado 1 LO
1/1982, de 5 de mayo (Protección civil al derecho al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen)»71. Por tanto, salvando el núcleo
indisponible de la dignidad humana y de la intimidad, protegido por el art.
10.1 CE, es factor relevante, el aprecio que cada persona realice de su
propia intimidad.
71
STS Sala Civil, de 18 abril 1989 (RJ 1989, 3068). Las cursivas no son del
original.
72
«De acuerdo con la expresión acuñada por la doctrina italiana, luego aco-
gida por jurisprudencia, la buena fe en la ejecución del contrato de trabajo consiste
en que cada contratante debe salvaguardar el interés del otro, incluso más allá de
la disciplina legal y negocial, siempre que tal salvaguarda no implique un sacrificio
apreciable del propio interés». MONTOYA MELGAR, Alfredo, La buena fe en el Dere-
cho del Trabajo: discurso leído el día 18 de junio de 2001 en el acto de su recep-
ción como Académico de Número, Madrid, Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación, 2001, 34.
73
Cfr. Capítulo I, Apartado IV, n. 4.1.
74
STS de 12 febrero 1986 (RJ 1986, 749). Las cursivas no son del original.
75
STC 170/1987 (RTC 1987, 170).
76
STC 73/1982 (RTC 1982, 73).
77
Critica esta postura calificándola como «una visión excesivamente contrac-
tualizada de la cuestión controvertida», DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabaja-
dor al respeto de su intimidad, 374. Poco más adelante, en la p. 376, afirma este
autor, citando en su favor una conferencia pronunciada por GIL y GIL J. L., que
«parece como si la jurisprudencia hubiese establecido como una presunción iuris
et de iure de que quien usa barba ha de dejar algún pelo en la sopa, o va a asustar
a los clientes». Opinan en el mismo sentido, PEDRAJAS MORENO, Abdón, Despido y
derechos fundamentales: estudio especial de la presunción de inocencia, Madrid,
Trotta, 1992, 94-95 y ver también los autores por él citados. Sin embargo, se debe
recordar que esa presunción no la establece la jurisprudencia, sino que responde a
una costumbre del sector hotelero, que no fue cuestionada por el trabajador. Tam-
poco parece procedente la crítica que hace el mismo autor, reprochando a ese
Tribunal por no pronunciarse sobre «la razón de ser de esa costumbre local, ni su
cualidad imperativa», porque al afirmar que se trataba de una cuestión de legalidad
ordinaria por ser una obligación prevista en el Ordenamiento, implícitamente es-
taba reafirmando la corrección constitucional de esa costumbre.
78
Cfr. STCT de 25 de junio 1985, citada por PEDRAJAS MORENO, Despido y
derechos fundamentales: estudio especial de la presunción de inocencia, 95-96,
nota a pie de página 226.
79
Ibidem, 96, nota a pie de página 226. En el caso de los cocineros, al no
existir una normativa legal ni convencional que les impida llevar barba y perilla,
el empresario no puede prohibir su uso, pero sí exigirles que esos «adornos capila-
res» estén «debidamente recortados y aseados». STSJ de Madrid, de 18 abril 2001
(AS 2001, 2341).
80
Cfr. BALLESTER PASTOR, Inmaculada, «Facultades de control empresarial so-
bre el aspecto exterior del trabajador. Límites a la expresión del derecho a su
propia imagen en el desarrollo de la prestación laboral». Tribuna Social, n. 169
(2005): 30 y los CColec citados en nota a pie de página. Remito a lo ya expuesto
sobre este tema en el Capítulo I, Apartado IV, n. 4.1.
81
En estos casos «podría decirse que se contrapone el derecho a la intimidad
de los trabajadores con el derecho de la empresa a dar una apariencia corporativa
determinada a través de sus empleados». SEMPERE NAVARRO, Antonio V./SAN
MARTÍN MAZZUCCONI, Carolina, «Los derechos fundamentales (inespecíficos) en la
negociación colectiva» en El modelo social en la Constitución Española de 1978,
ed. Antonio V. SEMPERE NAVARRO (Director)/Rodrigo MARTÍN JIMÉNEZ (Coordina-
dor) (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003), 304.
82
Cfr. ibidem, 304-305.
jador al que le obligan sus convicciones religiosas resulta inocuo para los intereses
de la empresa o, por el contrario, incompatible con ellos». En este caso no se
acreditó que esa conducta hubiera «causado algún tipo de daño o menoscabo a la
imagen de la empresa, incidente o trastorno cualquiera durante la ejecución del
servicio o, más en general, ninguna clase de perjuicio». Lo cual se comprueba en
que «la empresa vino consintiendo durante años que se cubriera con gorra, sin que
haya explicado, ni siquiera mínimamente, a qué responde su reciente y brusco
cambio de actitud y su actual intolerancia. Luego, si ni la actividad laboral ni los
intereses empresariales sufren en absoluto, no se ve razón atendible que justifique
en derecho una decisión de la empresa, rayana, pues, en el autoritarismo, que
hiere, sin provecho para sí, los sentimientos religiosos de uno de sus empleados
constitucionalmente tutelados».
88
Sobre la calificación del incumplimiento de esta obligación en la jurisdic-
ción social, ver el estudio ya citado de BALLESTER PASTOR, «Facultades de control
empresarial sobre el aspecto exterior del trabajador. Límites a la expresión del
derecho a su propia imagen en el desarrollo de la prestación laboral», 35.
89
STS de 23 enero 2001 (RJ 2001, 2063).
90
El TS dejó claramente establecido que el Sindicato no había explicitado en
forma mínimamente suficiente, en qué modo y manera la conducta empresarial
había podido infringir esos preceptos, pero realiza una interpretación de los moti-
vos aducidos, que son los que detallaremos a continuación.
pues, no puede ser contraria a esta costumbre que se le impone, dado que
no se dan circunstancias excepcionales ajenas a esa costumbre social»91.
c) Era contrario al derecho a la igualdad y discriminación porque
«mal se puede otorgar al varón un derecho de opción que no se da en la
costumbre social vigente» y que «en cambio a la mujer se la discrimina
negándole lo que está socialmente aceptado como corrección, falda o pan-
talón» y que la empresa se obligó a «eliminar cualquier manifestación
sexista en la imagen y en el trato, tanto en el interior de la empresa, como
en su imagen exterior» y que «el atractivo femenino pertenece a la propia
imagen de cada empleado y no está disponible en la empresa».
Frente a estas «apreciaciones», y «no razonamientos jurídicos» del
sindicato, según hizo notar el TS, la sentencia en casación estableció va-
rios criterios que deben tenerse en cuenta para delimitar la legitimidad de
la facultad empresarial de establecer el tipo de uniforme. Resumiremos
los más importantes92:
a) El artículo 5 a) ET impone al trabajador «la obligación de cumplir
con las obligaciones concretas de su puesto de trabajo», y, entre estas
obligaciones se incluyen las derivadas de la uniformidad. En este caso
concreto, la Comisión Mixta que se había nombrado para éste y otros
efectos en la empresa, no había llegado a un acuerdo, por lo que «puede
considerarse incluida en el ámbito de las facultades de dirección empresa-
rial, a que se refiere el art. 20 ET».
b) No se infringe el principio constitucional de igualdad [art. 14 CE,
en relación con los arts. 4.2 c) y 17.1 ET] cuando se regula de manera
distinta situaciones diferentes. Que el uso social haya admitido en la actua-
lidad la utilización indistinta por parte de la mujer de la falda o del panta-
lón, no supone que, en atención de un servicio laboral de naturaleza deter-
minada, no pueda imponerse un determinado uniforme o unas normas
mínimas de vestuario que impongan una determinada igualdad en cuanto
al mismo. Máxime cuando tales exigencias responden al trabajo en un
determinado nivel en la empresa, que debe «efectuarse cara al público,
91
La Sala hizo notar que «a juzgar por el contenido del motivo, éste se consti-
tuye más bien sobre la vulneración “por inaplicación”».
92
STS de 23 enero 2001 (RJ 2001, 2063). Los textos entrecomillados que
siguen a continuación, si no se indica otra cosa, provienen de esta sentencia.
93
Confirma esta apreciación que en «otros múltiples servicios de RENFE en
los que no se busca tan señaladamente una marca de alta calidad, no existe ningún
tipo de obstáculos para la utilización de falda o pantalón, como prenda de uniformi-
dad por el personal femenino». Así, ocurre, respecto al personal femenino de circu-
lación, a las que se señala la falda-pantalón, como prenda de uniformidad. Esta
asignación, «sin duda, guarda relación con la primacía de la seguridad sobre la
imagen de la empresa».
94
MARTÍNEZ LÓPEZ, Eulalia, «El uso de falda impuesto por RENFE a las traba-
jadoras de determinados servicios del AVE ¿forma parte del poder de dirección y
organización de la empresa?», Aranzadi Social I (2001), 3344.
95
«La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la
intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus dere-
chos».
96
Cfr. DEL REY GUANTER, Salvador, «Tratamiento automatizado de datos de
carácter personal y contrato de trabajo», Relaciones Laborales II (1993), 138.
97
Ver las reflexiones y referencias bibliográficas citadas por DE VICENTE
PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimidad, 135 y ss.
98
Si según el Parlamento Europeo, sólo una «sociedad informatizada puede
ser democrática», entonces «sólo con unas relaciones laborales informatizadas
puede profundizarse en los valores superiores que nuestra Constitución consagra».
DEL REY GUANTER, «Tratamiento automatizado de datos de carácter personal y
contrato de trabajo», 160.
99
STC 254/1993 (RTC 1993, 254).
100
Desarrollaremos únicamente la protección a la intimidad del trabajador
una vez celebrado el contrato de trabajo. Un resumen de los criterios jurídicos
aplicables en la fase de selección y contratación de personal, se encuentra en SALA
FRANCO, Tomás, «El derecho a la intimidad y a la propia imagen las nuevas tecno-
logías de control laboral», en Trabajo y libertades públicas, ed. Efrén BORRAJO
DACRUZ (Director) (Madrid: La Ley, 1999), 207-217.
101
LO 5/1992, de 29 de octubre.
102
Una síntesis de la polémica suscitada alrededor de esta norma se encuentra
en DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimidad, 166-
176.
103
STC 142/1993 (RTC 1993, 142).
104
El texto actual de este precepto, con la modificación de la L. 14/2000, de
29 diciembre es: «a) El empresario entregará a la representación legal de los traba-
jadores una copia básica de todos los contratos que deban celebrarse por escrito, a
excepción de los contratos de relación laboral especial de alta dirección sobre los
que se establece el deber de notificación a la representación legal de los trabajado-
res. Con el fin de comprobar la adecuación del contenido del contrato a la legalidad
vigente, esta copia básica contendrá todos los datos del contrato a excepción del
número del documento nacional de identidad, el domicilio, el estado civil, y cual-
quier otro que, de acuerdo con la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, pudiera
afectar a la intimidad personal».
105
Cfr. MONTOYA MELGAR, Alfredo; GALIANA MORENO, Jesús M.; SEMPERE NA-
VARRO, Antonio V.; RÍOS SALMERÓN, Bartolomé, Comentarios al Estatuto de los
Trabajadores, 6ª ed. rev. y puesta al día, Cizur Menor (Navarra), Aranzadi, 2005,
63. Opina que no vulnera esa intimidad DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabaja-
dor al respeto de su intimidad, 171 y ss.
Por esta razón conviene analizar las razones esgrimidas por el TC para
afirmar la constitucionalidad de esta disposición. La argumentación de
esta sentencia puede resumirse en los siguientes puntos:
a) El atributo más importante de la intimidad, como núcleo central
de la personalidad, es la facultad de exclusión de los demás, de abstención
de injerencias por parte de otro, tanto en lo que se refiere a la toma de
conocimientos contra la voluntad del titular, como a la divulgación ilegí-
tima de esos datos.
b) La conexión de la intimidad con la libertad y dignidad de la per-
sona implica que la esfera de la inviolabilidad de la persona frente a inje-
rencias externas –el ámbito personal y familiar–, sólo en ocasiones tenga
proyección hacia el exterior. En consecuencia, en principio no comprende
los hechos referidos a las relaciones sociales y profesionales en que se
desarrolla la actividad laboral, por encontrarse fuera del ámbito privado106.
c) No obstante, el TC, utilizando la acepción amplia del derecho a
la intimidad, considera que pueden calificarse como «íntimas» las condi-
ciones económicas que se pacten en el contrato de trabajo, ya que pertene-
cen a la privacidad de la persona y, por tanto, les alcanza la protección
constitucional.
d) La protección constitucional de la reserva de los datos económicos
considerados como «íntimos», en concreto los salarios y demás percepcio-
nes establecidas singularmente en el contrato, está en función de la protec-
ción de la privacidad, que tutela la libertad y las posibilidades de autorrea-
lización del individuo.
e) Teniendo en cuenta que no existe «un incondicionado y absoluto
derecho a la preservación de la reserva sobre los datos económicos», la
licitud o ilicitud de la circulación de este tipo de información debe estable-
cerse en base a dos criterios: la posibilidad de que de los datos económicos
se puedan deducir aspectos relativos a la vida íntima personal y familiar;
y, la proporción entre la cesión de la privacidad y el mayor control que
pueden adquirir los representantes legales de los trabajadores al contar
106
En el mismo sentido se ha pronunciado la STC 170/1987 (RTC 1987,
170).
107
STC 142/1993 (RTC 1993, 142).
108
«... por sí solo, el dato de la cuantía retributiva, aparte de indicar la poten-
cialidad de gasto del trabajador, nada permite deducir respecto a las actividades
que, solo o en compañía de su familia, pueda desarrollar en su tiempo libre». STC
142/1993 (RTC 1993, 142).
109
La sentencia bajo comentario también precisa que «los representantes lega-
les no son precisamente terceros respecto de los trabajadores».
110
STC 142/1993 (RTC 1993, 142). La intimidad a la que se refiere la CE,
como hemos precisado al inicio de este apartado, comprende tanto la privacidad
como la intimidad propiamente dicha.
Los datos de la copia básica del contrato, conocidos por los represen-
tantes legales de los trabajadores, están sujetos al secreto profesional, no
sólo por mandato específico del art. 8.2 b) ET114 sino también por el gené-
rico de la LO 1/1982, que en el art. 9 establece la tutela judicial que
111
MONTOYA MELGAR, Alfredo, «Sentencia 142/1993, de 22 de abril. Derecho
“colectivo” de información versus derecho individual a la intimidad», en Jurispru-
dencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. Manuel ALONSO OLEA/
Alfredo MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas, 1993), 357.
112
STC 3/1983 (RTC 1983, 3).
113
STC 142/1993 (RTC 1993, 142). El TC justifica esta cesión de la autono-
mía individual en aras de la igualdad (STC 34/1984 [RTC 1984, 34]) y en función
de los intereses colectivos tutelados por la representación del personal, lo cual, «no
sólo no es incompatible con ámbitos de libertad personal, sino que los asegura
actuando como garantía básica de situaciones jurídicas individualizadas y contribu-
yendo decisivamente tanto a la mejora de las condiciones de trabajo y de vida de
los trabajadores como al bienestar social general» (STC 78/1985 [RTC 1985, 78]).
114
«Los representantes de la Administración, así como los de las organizacio-
nes sindicales y de las asociaciones empresariales, que tengan acceso a la copia
básica de los contratos en virtud de su pertenencia a los órganos de participación
institucional que reglamentariamente tengan tales facultades, observarán sigilo pro-
fesional, no pudiendo utilizar dicha documentación para fines distintos de los que
motivaron su conocimiento».
permite poner fin a las intromisiones ilegítimas y los criterios para solicitar
la indemnización por el perjuicio causado115.
115
Art. 9:
1. La tutela judicial frente a las intromisiones ilegítimas en los derechos a que se
refiere la presente ley podrá recabarse por las vías procesales ordinarias o por el
procedimiento previsto en el artículo 53.2, de la Constitución. También podrá acu-
dirse, cuando proceda, al recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional.
2. La tutela judicial comprenderá la adopción de todas las medidas necesarias para
poner fin a la intromisión ilegítima de que se trate y restablecer al perjudicado en
el pleno disfrute de sus derechos, así como para prevenir o impedir intromisiones
ulteriores. Entre dichas medidas podrán incluirse las cautelares encaminadas al
cese inmediato de la intromisión ilegítima, así como el reconocimiento del derecho
a replicar, la difusión de la sentencia y la condena a indemnizar los perjuicios
causados.
3. La existencia de perjuicio se presumirá siempre que se acredite la intromisión
ilegítima. La indemnización se extenderá al daño moral que se valorará atendiendo
a las circunstancias del caso y a la gravedad de la lesión efectivamente producida,
para lo que se tendrá en cuenta en su caso, la difusión o audiencia del medio a
través del que se haya producido. También se valorará el beneficio que haya obte-
nido el causante de la lesión como consecuencia de la misma.
119
STS de 15 junio 1999 (RJ 1999, 5219).
120
Utilizaremos como referente la STC 45/1999 (RTC 1999, 45).
121
Cfr. STC 45/1999 (RTC 1999, 45).
129
La Agencia de Protección de Datos también lo entendió así y sancionó a
la empresa por infracción muy grave de acuerdo a lo establecido en el art. 43.4 c)
de la LO 5/1992, que se corresponde con el art. 44.4 c) de la LORTAD actualmente
vigente: «Son infracciones muy graves: Recabar y tratar los datos de carácter per-
sonal a los que se refiere el apartado 2 del artículo 7 cuando no medie el consenti-
miento expreso del afectado; recabar y tratar los datos referidos en el apartado 3
del artículo 7 cuando no lo disponga una ley o el afectado no haya consentido
expresamente, o violentar la prohibición contenida en el apartado 4 del artículo 7».
130
En esta sentencia el TC aparece como una supra-instancia jurisdiccional,
que hemos criticado en el Capítulo II, Apartado I, n. 6.
131
Cfr. GOÑI SEIN, El respeto a la esfera privada del trabajador: un estudio
sobre los límites del poder de control empresarial, 165 y 178. En similar sentido
se pronuncia, entre otros, DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto
de su intimidad, 237.
132
Cfr. ALONSO OLEA, Manuel/CASAS BAAMONDE, Mª Emilia, Derecho del Tra-
bajo, 23ª ed. rev., Madrid, Thomson-Civitas, 2005, 421, GARCÍA NINET, Ignacio,
«Artículo dieciocho.– Inviolabilidad de la persona del trabajador», en El Estatuto
de los trabajadores: Comentarios a la Ley 8/1980 de 10 de marzo, ed. Ignacio
ALBIOL MONTESINOS (Director) (Madrid: Editoriales de Derecho Reunidas, 1981),
144, MONTOYA MELGAR, Alfredo, Derecho del Trabajo, 26ª ed., Madrid, Tecnos,
2005, 361.
133
Cfr. el estudio de MOLERO MANGLANO, Carlos, «La inviolabilidad de la
persona del trabajador». Revista Española de Derecho del Trabajo, n. 100 (2000):
543-553.
134
GONZÁLEZ, Ana Marta, «La dignidad de la persona, presupuesto de la in-
vestigación científica» en Biotecnología, Dignidad y Derecho: bases para un diá-
logo (Pamplona: EUNSA, 2004), 30.
135
Se entiende por registrar, «examinar algo o a alguien, minuciosamente,
para encontrar algo que puede estar oculto». REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPA-
ÑOLA, Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 22ª ed., Madrid,
Real Academia de la Lengua Española, 2003. Y, por registro, «el miramiento cui-
dadoso, o el examen fiscalizador y detenido de la persona (...), del espacio físico
reservado a su propia intimidad, y de las cosas que en él se guardan». GOÑI SEIN,
El respeto a la esfera privada del trabajador: un estudio sobre los límites del
poder de control empresarial, 167.
Los registros son parte del derecho de control y vigilancia del empresa-
rio, pero hemos preferido desarrollar este precepto del ET en forma inde-
pendiente, para destacar la importancia que tiene el respeto a la integridad
física y moral del trabajador. Los registros, autorizados por el art. 18 ET
deben realizarse como «última medida posible a poner en ejercicio» y, en
el caso de ser necesarios, debe existir una proporción entre el daño social
que se intenta prevenir y la intromisión en la vida privada y en la intimidad
del trabajador136.
El art. 18 ET establece, como requisitos de obligatoria observancia,
para proceder a un registro en la persona, taquilla y bienes del trabajador,
los siguientes: a) que sean necesarios para la protección del patrimonio
empresarial y de los demás trabajadores137; b) que se realicen dentro del
centro de trabajo y en horas de labor; c) que se respete al máximo la
dignidad e intimidad del trabajador: y, d) que se realicen, siempre que sea
posible, en presencia de un representante de los trabajadores o, en su au-
sencia del centro de trabajo, de otro trabajador de la empresa138.
Los registros pueden ser ocasionales, con motivo de una sospecha
«fundada de actuación fraudulenta por parte del trabajador», que llevan al
empresario a realizar una «pesquisa que se revela como la única posible
en orden a la averiguación de los hechos»139. También es posible que
los registros sean periódicos y colectivos140. La negativa injustificada del
136
Cfr. DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimi-
dad, 251. Este autor, comentando la STC 57/1994 (RTC 1994, 57), recuerda que
hay otros mecanismos más idóneos, tanto para proteger la propiedad como la segu-
ridad de los bienes y las personas, como la intimidad del trabajador, como son los
detectores de metales, los aparatos de rayos X, los reveladores magnéticos, etc.
137
Sobre el carácter «institucional» del patrimonio, es decir, al patrimonio en
sentido lato, que comprende tanto el directa como el indirectamente vinculado con
la actividad productiva, ver MOLERO MANGLANO, «La inviolabilidad de la persona
del trabajador», 547-548.
138
Por tanto, en casos de urgencia o de imposibilidad por otra causa de conse-
guir la presencia de un acompañante, es posible proceder legítimamente al registro,
siempre que se cumplan con los demás requisitos. Cfr. STS de 28 junio 1990 (RJ
1990, 5531). Ver también SALA FRANCO, «El derecho a la intimidad y a la propia
imagen las nuevas tecnologías de control laboral», 224.
139
STS de 11 junio 1990 (RJ 1990, 5049).
140
En relación a la disconformidad de los representantes de los trabajadores
acerca de la necesidad o condiciones del registro, no procedería un pronuncia-
miento judicial ya que se estaría pidiendo una opinión o dictamen sobre hipotéticos
hechos, sin conflicto real, que no permite la jurisprudencia. Cfr. MOLERO MAN-
147
El ET establece que se contará con la «asistencia» y no sólo con la «pre-
sencia» de los representantes de los trabajadores o de otro trabajador, en ausencia
de aquéllos. Cfr. MOLERO MANGLANO, «La inviolabilidad de la persona del trabaja-
dor», 549. Esta asistencia se concreta en «garantizar la probidad de la aplicación
de la medida de registro en relación a los derechos y bienes fundamentales» y en
guardar el deber de secreto de lo que se averigue en el registro, que concierna a
la intimidad del trabajador. Cfr. LUQUE PARRA, Manuel; MARTÍNEZ FONS, Daniel,
«La determinación de la prestación de servicios», en Tratado práctico de Derecho
del trabajo y Seguridad Social, ed. Antonio MARTÍN VALVERDE y Joaquín GARCÍA
MURCIA (Dirección y Coordinación) (Cizur Menor: Aranzadi, 2002), 710. Cito por
esta edición y no por la del 2005, que ha sido puesta al día directamente por la
editorial Aranzadi y que no permite distinguir la autoría de los diferentes capítulos
de la obra.
148
Cfr. MOLERO MANGLANO, «La inviolabilidad de la persona del trabajador»,
547.
149
Ibidem: 548.
150
DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimidad,
240-243.
151
LUQUE PARRA, «La determinación de la prestación de servicios», 709.
159
Este precepto contiene, según la doctrina constitucional, dos garantías: la
primera y más general supone que el domicilio, como espacio privado, debe resul-
tar «inmune a cualquier tipo de invasión o agresión exterior de otras personas o
de la autoridad pública, incluidas las que puedan realizarse sin penetración física
en el mismo, sino por medio de aparatos mecánicos, electrónicos u otros análogos».
La segunda consiste en una aplicación concreta de la primera garantía y «establece
la interdicción de la entrada y el registro domiciliar», de forma que «fuera de los
casos de flagrante delito, sólo son constitucionalmente legítimos la entrada o el
registro efectuados con consentimiento de su titular o al amparo de una resolución
judicial». Cfr. STC 22/2003 (RTC 2003, 22) y las sentencias que en ella se citan.
160
Cfr. STS de 11 abril 2005 (RJ 2005, 4060).
165
Cfr. SSTS 11 de abril de 2000 (RJ 2000, 3946), 30 de abril de 2002 (RJ
2002, 5688) y 20 de octubre de 2004 (RJ 2004, 7162).
166
STS de 11 abril 2005 (RJ 2005, 4060).
167
Cfr. THIBAULT ARANDA, Javier, El teletrabajo: análisis jurídico-laboral,
Madrid, Consejo Económico y Social, 2000, 60. Un estudio en profundidad de esta
modalidad contractual se encuentra, además de la obra antes citada, en PÉREZ DE
LOS COBOS ORIHUEL, Francisco/THIBAULT ARANDA, Javier, El teletrabajo en España:
perspectiva jurídico laboral, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales,
2001.
168
«Si el teletrabajo no forma parte de la descripción inicial del puesto de
trabajo, y el empleador hace una oferta de teletrabajo, el trabajador puede aceptar
o rechazar la oferta», añadiendo que «si un trabajador expresa su deseo de optar a
un teletrabajo, el empleador puede aceptar o rechazar la petición» (Punto 3).
169
«Las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre
las partes contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos».
170
«Para que una obligación quede extinguida por otra que la sustituya, es
preciso que así se declare terminantemente, o que la antigua y la nueva sean de
todo punto incompatibles».
171
«La validez y el cumplimiento de los contratos no pueden dejarse al arbi-
trio de uno de los contratantes».
172
STS de 11 abril 2005 (RJ 2005, 4060).
173
STS de 11 abril 2005 (RJ 2005, 4060).
174
Se aprecia en esta disposición que «el legislador español prefiere optar por
restringir el poder empresarial a partir de limitaciones genéricas». MARTÍNEZ FONS,
El poder de control del empresario en la relación laboral, 56.
175
Además de las obras citadas a lo largo de este capítulo, remito a un estudio
de derecho comparado realizado por VV. AA., Tecnología Informática y Privaci-
dad de los Trabajadores, Cizur Menor, Aranzadi, 2003.
179
STC 186/2000 (RTC 2000, 186).
180
STC 186/2000 (RTC 2000, 186).
181
«Un empleado que pasa frente al ordenador la mayor parte del día proba-
blemente acabe conservando en el mismo algunos documentos ajenos a su presta-
ción de servicios, o imprima alguna vez un texto particular. Pero si es tal el caudal
de documentos personales archivados que entorpece el funcionamiento del ordena-
dor, o es tal la magnitud de las impresiones que agota el “tonner”, entonces es
cuando se produce un abuso plenamente encuadrable en la transgresión de la buena
fe contractual y procede, consecuentemente su sanción. Pero éstos son casos extre-
mos que nuestro sentido común resuelve sin dificultad. La cuestión se complica
en la estricta delimitación entre lo que es un uso extralaboral racional y lo que
pasa a constituir un abuso, en aquellos supuestos en los que no está tan claro».
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 103.
182
Cfr. STC 186/2000, de 10 de julio. Ver el comentario realizado por MON-
TOYA MELGAR, Alfredo, «Sentencia 185/2000, de 10 de julio. Control del trabajador
desleal y alcance del derecho a éste a la intimidad», en Jurisprudencia Constitucio-
nal sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MON-
TOYA MELGAR (Madrid: Civitas, 2000), 315-318.
183
Sobre la falta de consenso en este punto en la doctrina académica, ver
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 69-71.
184
Cfr. MARÍN ALONSO, El poder empresarial sobre el uso del correo electró-
nico en la empresa, 217-218.
185
Ley 23/1992, de 20 de julio, según redacción del RD-ley 2/1999, de 29
de enero. Y su reglamento, RD 2364/1994, de 9 de diciembre. Un análisis in
extenso se encuentra en DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto
de su intimidad, 308-319.
186
Cfr. GOÑI SEIN, El respeto a la esfera privada del trabajador: un estudio
sobre los límites del poder de control empresarial, 134, SALA FRANCO, «El derecho
a la intimidad y a la propia imagen en las nuevas tecnologías de control laboral»,
218-219.
187
Cfr. DE VICENTE PACHÉS, El derecho del trabajador al respeto de su intimi-
dad, 316.
188
STS de 19 julio 1989 (RJ 1989, 5878).
189
STS de 19 julio 1989 (RJ 1989, 5878). Consideran que la vigilancia oculta
no está amparada por el ET y sólo se justifica la productiva, GOÑI SEIN, El respeto
a la esfera privada del trabajador: un estudio sobre los límites del poder de control
empresarial, 130-138, MARTÍN AGUADO, Ángel, «Actuaciones irregulares que afec-
tan a la libertad, dignidad o vida privada del trabajador. Límites constitucionales
al poder de dirección empresarial» en Autoridad y democracia en la empresa, ed.
Joaquín APARICIO TOVAR y Antonio BAYLOS GRAU (Madrid: Trotta, 1992), 61-62.
Opinan a favor, por todos, SALA FRANCO, «El derecho a la intimidad y a la propia
imagen las nuevas tecnologías de control laboral», 218-219.
190
Cfr. STS de 24 julio 1990 (RJ 1990, 6465).
191
Cfr. STS de 28 septiembre 1983 (RJ 1983, 4293).
192
Cfr. STS de 24 julio 1990 (RJ 1990, 6465).
193
Un estudio, basado fundamentalmente en las disposiciones del Estatuto
italiano, pero aplicables a la realidad española se encuentra en GAETA, Lorenzo,
«La dignidad del trabajador y las “perturbaciones de la innovación”», en Autoridad
y democracia en la empresa, ed. Joaquín APARICIO TOVAR y Antonio BAYLOS GRAU
(Madrid: Trotta, 1992), 63-76.
194
«... el uso autorizado de ordenadores para asuntos propios no plantea nin-
gún problema, [pero] el no autorizado genera responsabilidades de los trabajado-
res». MONTOYA MELGAR, Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 146.
195
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 24.
201
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 88.
202
LUQUE PARRA, «La determinación de la prestación de servicios», 708.
203
El ATS de 30 abril 2004 (JUR 2004, 149766) al declarar la improcedencia
del recurso de casación dejó firme la sentencia de suplicación que había declarado
la legalidad de las medidas de control, así como el despido de un trabajador, que
utilizó indebidamente el ordenador, según se pudo comprobar de los datos obteni-
dos de un programa «espía», instalado en la máquina, sin su consentimiento, al
negarse a que pusieran filtros de acceso a Internet a páginas pornográficas.
204
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 105.
205
Cfr. el estudio estadístico citado por ibidem, 73.
206
«Treinta segundos bastan para enviar tres mensajes de correo electrónico,
con lo que el argumento de la disminución de rendimiento perdería fuerza». Ibi-
dem, 78.
207
Cfr. la doctrina jurisprudencial recogida por ibidem, 76-77.
208
Cfr. MARÍN ALONSO, El poder empresarial sobre el uso del correo electró-
nico en la empresa, 131 y ss., SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones
laborales, 81 y ss.
209
Ver la detallada fundamentación que realiza al respecto MARÍN ALONSO, El
poder empresarial sobre el uso del correo electrónico en la empresa, 115-125.
210
Cfr. DESANTES GUANTER, Los límites de la información. La información en
la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: las 100 primeras sentencias, 111-
112.
211
SSTC 85/1994 (RTC 1994, 85) y 36/1996 (RTC 1996, 36).
220
Considera que ese carácter secreto es oponible también frente al empresa-
rio, MARÍN ALONSO, El poder empresarial sobre el uso del correo electrónico en
la empresa, 143 y ss.
221
SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 97 y las
referencias bibliográficas que se citan.
222
STSJ Madrid de 16 octubre 1998 (AS 1998, 3780). No obstante, parte de
la doctrina considera que puede ser calificado como un atentado a la intimidad,
ver Ibidem, 99-102 y la doctrina académica allí citada.
223
Ibidem, ver la jurisprudencia citada en 92 y 101.
224
«Da la impresión de que lo transgresor no radica únicamente en el carácter
extralaboral de las llamadas visitas informáticas o correos electrónicos sino tam-
bién en su carácter poco serio o inmoral (generalmente erótico); ese dato se toma
con frecuencia como factor agravante de la conducta del trabajador, generando la
impresión de que los tribunales se convierten en una especie de censores morales».
Ibidem, 54-55.
225
Un reciente estudio de este tema se encuentra en MORILLAS FERNÁNDEZ,
David Lorenzo, Análisis dogmático y criminológico de los delitos de pornografía
infantil: especial consideración de las modalidades comisivas relacionadas con
Internet, Madrid, Dykinson, 2005.
234
KANT, Inmanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Ar-
gentina, El Cid, 2003, 83-84. Sobre la superación del ser humano como «fin en
sí mismo», por su carácter relacional, ver RATZINGER, Joseph, Dios y el mundo.
Creer y vivir en nuestra época. Una conversación con Peter Seewald, Trans. Rosa
Pilar Blanco, Barcelona, Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores, 2005, 104.
235
MARTÍ GARCÍA, Miguel-Ángel, La sensibilidad, Madrid, EIUNSA, 1999,
48-49.
236
Cfr. STC 186/2000 (RTC 2000, 186). Cfr. MERCADER UGUINA, «Derechos
fundamentales de los trabajadores y nuevas tecnologías: ¿hacia una empresa panóp-
tica?», 671 y la jurisprudencia constitucional allí citada.
237
El TC se pronunció sobre el amparo solicitado por un sindicato ante la
filmación, por el Gobierno Vasco, de un piquete de huelga en la STC 37/1998
(RTC 1998, 37). Afirma el Tribunal que esa filmación es un medio «idóneo»
(«susceptible de conseguir el objetivo») para conseguir el «fin» («prevenir desórde-
nes capaces de comprometer el ejercicio de otros derechos y libertades de los
ciudadanos», o, en su caso, para «captar la comisión de hechos que pueden ser
constitutitvos de ilícitos penales»), pero que en ese caso concreto, no lo fueron
porque, atendidas las circunstancias concurrentes, «esa filmación no era imprescin-
dible para conseguir el fin al que se ha hecho referencia», ni «era proporcionado
desde la ecuación costes-beneficios». RIVERO LAMAS, Juan, «Sentencia 35/1998, de
17 de febrero. Medidas restrictivas de los derechos fundamentales y principio de
proporcionalidad (Sobre la constitucionalidad de la filmación de los piquetes en
una huelga general)» en Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad
Social, ed. Manuel ALONSO OLEA y Alfredo MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas,
1998).
238
Cfr. STC 186/2000, de 10 de julio. Ver el comentario realizado por MON-
TOYA MELGAR, «Sentencia 185/2000, de 10 de julio. Control del trabajador desleal
y alcance del derecho a éste a la intimidad», 315-318.
239
MERCADER UGUINA, «Derechos fundamentales de los trabajadores y nuevas
tecnologías: ¿hacia una empresa panóptica?», 668.
más laxo al respecto240. Son tres las coordenadas sobre las que se presenta
el conflicto: la laboralidad del control, la «topografía del control» y el
consentimiento previo de los representantes de los trabajadores241.
240
Una síntesis de estas críticas y de la doctrina jurisprudencial de los TSJ,
se encuentra en SEMPERE NAVARRO, Nuevas tecnologías y relaciones laborales, 138-
147.
241
Cfr. MERCADER UGUINA, «Derechos fundamentales de los trabajadores y
nuevas tecnologías: ¿hacia una empresa panóptica?», 669-670.
242
STS de 17 julio 1984 (RJ 1984, 4189).
243
La STC 186/2000 (RTC 2000, 186) es buena muestra del cumplimiento
de estos criterios.
244
Cfr. MERCADER UGUINA, «Derechos fundamentales de los trabajadores y
nuevas tecnologías: ¿hacia una empresa panóptica?», 670.
den derivar beneficios para el servicio que presta la empresa y no parece que del
mismo se puedan derivar perjuicios para el derecho fundamental de los trabajado-
res –proporcionalidad en sentido estricto–».
258
STS de 5 diciembre 2003 (RJ 2004, 313).
259
Cfr. LUQUE PARRA, «La determinación de la prestación de servicios», 705.
260
«El empresario podrá verificar el estado de enfermedad del trabajador que
sea alegado por éste para justificar sus faltas de asistencia al trabajo, mediante
reconocimiento a cargo del personal médico. La negativa del trabajador a dichos
reconocimientos podrá determinar la suspensión de los derechos económicos que
pudiera existir a cargo del empresario por dichas situaciones».
261
1. El empresario garantizará a los trabajadores a su servicio la vigilancia
periódica de su estado de salud en función de los riesgos inherentes al trabajo.
Esta vigilancia sólo podrá llevarse a cabo cuando el trabajador preste su consenti-
miento. De este carácter voluntario sólo se exceptuarán, previo informe de los
representantes de los trabajadores, los supuestos en los que la realización de los
272
Cfr. STC 196/2004 (RTC 2004, 196).
273
Por esta razón, fue concedido el amparo a una trabajadora a la que se le
detectó un consumo de cannabis superior al permitido en los estándares de la
empresa y, por esta razón, no se le renovó el contrato de trabajo. Atendiendo a
que se le habían renovado los anteriores contratos temporales por tres años conse-
cutivos, el TC concluye, al margen de otras consideraciones, que se utilizaron los
resultados del control para un fin distinto al previsto, esto es, la extinción del
contrato de trabajo, en lugar de orientarlo a una mejora de la salud. STC 196/2004
(RTC 2004, 196). Sobre la necesidad de probar la habitualidad y la repercusión
negativa en el trabajo para reconducir un dato que revela el consumo de estupefa-
cientes o alcohol hacia la causa de despido del art. 54.2 f) ET, ver MARTÍNEZ FONS,
Daniel, «Intimidad y vigilancia de la salud del trabajador en la relación de trabajo
(Iberia). Comentario a la STCO 196/2004, de 14 de noviembre». IUSLabor, n. 2
(2005).
274
STC 196/2004 (RTC 2004, 196). Ver el comentario a esta sentencia reali-
zado por GUTIÉRREZ-SOLAR CALVO, Beatriz, «Sentencia 196/2004, de 15 de noviem-
bre. Vigilancia de la salud del trabajador y derecho a la intimidad» en Jurispruden-
cia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, ed. ALONSO OLEA y Alfredo
MONTOYA MELGAR (Madrid: Civitas, 2004), Vol. XX: 391-412.
Por tanto, las conclusiones a las que llegó el Alto Tribunal sobre la vulne-
ración a la intimidad por considerar que la medida era desproporcionada
y la utilización de los datos desviada, no parece tener asidero en los hechos
probados282. Al empresario le queda como opción, luego de este pronun-
ciamiento, rotular ese tipo de archivo de modo tal que no siembre dudas
sobre su finalidad o solicitar expresamente el consentimiento del trabaja-
dor para almacenar la información sobre su salud, especificando el obje-
tivo de tal control.
282
La sentencia anuló las resoluciones impugnadas, declaró contraria al dere-
cho a la intimidad la existencia de diagnósticos médicos en la base de datos y
ordenó su eliminación. No obstante, la única infracción que realmente cometió el
empresario fue la de no inscribir el fichero en el registro de la Agencia de Protec-
ción de Datos, una obligación que no estaba tipificada como falta administrativa
en la LORTAD, pero sí en la LOPD, en el art. 44.2 c) y 3 k). En este mismo
sentido se pronuncia ibidem, 307. Otro sector de la doctrina no cuestiona esta
sentencia, cfr., por todos, MERCADER UGUINA, «Derechos fundamentales de los tra-
bajadores y nuevas tecnologías: ¿hacia una empresa panóptica?», 676.
283
Cfr. ALONSO OLEA, Manuel, Introducción al Derecho del Trabajo, 6ª ed.,
Madrid, Civitas, 2002, 45.
284
Ibidem, 77.
285
Cfr. ibidem, 78-79.
286
Ibidem, 80.
287
Ibidem.
288
Cfr. ALONSO OLEA, Manuel, «Las raíces del contrato de trabajo». Anales
de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, n. 21 (1989), 415.
289
Ibidem.
290
Ibidem.
291
Los sistemas de esclavitud se caracterizan por «la negación de la subjetivi-
dad, y con ella de la personalidad del esclavo». ALONSO OLEA, Manuel, De la
servidumbre al contrato de trabajo, 2ª ed., Madrid, Tecnos, 1987, 141.
292
Cfr. ALONSO OLEA, «Las raíces del contrato de trabajo», 416.
293
Esta prohibición se encuentra íntimamente vinculada con aquellas estable-
cidas por el ordenamiento civil, que desconocen la validez de los pactos, cláusulas
o condiciones que sean contrarios a las leyes, a la moral y al orden público (art.
1255 CC) o que tengan una causa ilícita (art. 1276 CC). Cfr. ibidem, 415.
294
Cfr. France – Communication N. (CCPR/C/75/D/854/1999) [2002]
UNHRC 29 (26 July 2002), especialmente ap. 7.4 ubicado en:
http://www.worldlii.org/int/cases/UNHRC/2002/29.html.
295
Cfr. STIX-HACKL, Christine, «Conclusiones de la Abogado General en el
asunto C-36/02» (STJCE 18.III.2004), ap. 93. STJCE 14 octubre 2004 (TJCE 2004,
377).
296
GONZÁLEZ, «La dignidad de la persona, presupuesto de la investigación
científica», 32.
297
A este requisito habría que añadir el de la licitud de la causa porque los
contratos «sin causa o con causa ilícita, no producen efecto alguno. Es ilícita la
causa cuando se opone a las leyes o a la moral» (art. 1275 CC).
298
LA CRUZ BERDEJO, José Luis/SANCHO REBUDILLA, Francisco / LUNA SERRANO,
Agustín/DELGADO ECHEVERRÍA, Jesús / RIVERO HERNÁNDEZ, Francisco; RAMS ALBESA,
Joaquín, Elementos de Derecho Civil. II. Derecho de Obligaciones, ed. Francisco
RIVERO HERNÁNDEZ (revisada y puesta al día), 3ª ed., Vol. II-1, Madrid, Dykinson,
2003, 58.
299
Ibidem, 59.
300
Ibidem. Para apreciar la licitud de una prestación «no basta atender sólo a
su objeto, sino que debe considerarse al contenido total del título que origina ese
deber de prestación». CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho Civil Español, Común y
Foral. Derecho de Obligaciones, ed. Gabriel GARCIA CANTERO (revisada y puesta al
día), 16ª ed., Vol. III, Madrid, REUS, 1992, 74. Este autor desarrolla las diferentes
modalidades de ilicitud, que van desde la prestación en sí misma considerada, la
causalidad entre ésta y la contraprestación y el fin al que tiende.
301
STC 99/1994 (RTC 1994, 99).
302
MONTOYA MELGAR, Alfredo, Derecho y trabajo, Madrid, Civitas, 1997,
101.
303
«Conforme al artículo 16 del Código Civil, “en las materias que se rijan
por leyes especiales, la deficiencia de éstas se suplirá por las disposiciones de este
Código”. El Código Civil es así supletorio de la legislación sustantiva de trabajo,
lo que es especialmente cierto respecto de la básica reguladora del contrato de
trabajo». ALONSO OLEA, Manuel, La aplicación del Derecho del trabajo, Madrid,
Ministerio de Trabajo. Servicio de Publicaciones, 1970, 30. En el mismo sentido
cfr. SEMPERE NAVARRO, Antonio V., «Los elementos esenciales del contrato de tra-
bajo en la jurisprudencia», en Cuestiones actuales de Derecho del Trabajo. Estu-
dios ofrecidos por los catedráticos españoles de Derecho del Trabajo al profesor
Manuel Alonso Olea, ed. Centro de Publicaciones (Madrid: Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social, 1990).
304
Sobre la «humanidad» del trabajo, que incorpora siempre un proyecto de
desarrollo personal, ver ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 45-47.
305
MONTOYA MELGAR, Derecho y trabajo, 102. El autor utiliza el término
ideología en su sentido más amplio: «al proponernos el estudio de las ideologías
presentes en el lenguaje de las leyes laborales no partimos de la noción que res-
tringe lo ideológico entendiéndolo como contrario a la verdad, como falsa concien-
cia o falsa representación». MONTOYA MELGAR, Alfredo, Ideología y lenguaje en
las leyes laborales de España (1873-1978), 1ª ed., Madrid, Civitas, 1992, 20.
306
Cfr. STSJ Madrid de 16 diciembre 1999 (AS 1999, 7235).
307
STSJ Madrid de 16 diciembre 1999 (AS 1999, 7235). Los textos entreco-
millados que se citan a continuación, si no se advierte otra cosa, provienen de esta
sentencia.
308
«... mientras en la sentencia recurrida no se discute la existencia de dismi-
nución del rendimiento, que consta probada, y la Sala centra el debate en si concu-
rren las razones invocadas por la actora para justificarla, a saber: la modificación
de las tareas inicialmente encomendadas de teleoperadora con exigencia de otras
que atentan a su intimidad y dignidad; en el caso de la sentencia alegada se aborda
si concurrió la disminución de rendimiento imputada y si ésta en términos compa-
rativos con el resto de la plantilla justifica la sanción impugnada». ATS de 24
enero 2001 (JUR 2001, 71310).
309
En las tres instancias judiciales, la trabajadora alegó la modificación de
las prestaciones inicialmente pactadas. Y en el recurso para casación de doctrina,
reafirma que «defiende la improcedencia del despido, fundada en el derecho del
trabajador al respeto de su intimidad y defensa de su dignidad y protección frente
a ofensas verbales o físicas de naturaleza sexual, su derecho de resistencia frente
a las órdenes del empresario ajenas al trabajo pactado y su oposición a la modifica-
ción de la actividad laboral objeto del contrato, denuncia la infracción del art.
3.1.c) del ET en relación al art. 20.1 y 2 del mismo cuerpo legal y arts. 14, 15,
18.1 y 24.1 de la CE». ATS de 24 enero 2001 (JUR 2001, 71310).
una imposición verbal adicional del empresario, que fue obedecida con
reticencias, por sufrir un estado de necesidad?
Si la teleoperadora aceptó atender a los clientes de la línea erótica
desde el primer momento contractual, entonces el negocio celebrado im-
plicaba una degradación de la dignidad humana, en cuanto comprometía
no sus servicios, sino su propia persona, ya que no podía reservar un
espacio de intimidad ni repeler las conductas que considerase ofensivas
en materia sexual. La causalidad del despido no deja dudas al respecto:
no podía negarse a atender esas conversaciones, aun cuando se sintiera
vejada en su intimidad y dignidad. Por tanto, de acuerdo a las normas
constitucionales y legales que hemos citado en el anterior apartado, el
contrato debió declararse nulo (art. 9.2 ET) por tener un objeto ilícito [art.
3.1 c) ET], contrario al arts. 10.1 CE y al art. 4.2 e) ET, que es la «portada
general que impregna la ejecución toda del contrato de trabajo»310. A ma-
yor abundamiento, el Código Civil prohíbe a los contratantes establecer
pactos, cláusulas o condiciones contrarios a las leyes, a la moral y al orden
público (art. 1255 CC) y penaliza los contratos con causa ilícita al estable-
cer que «no producen efecto alguno» (art. 1275 CC).
De acuerdo a estas disposiciones el consentimiento de la teleoperadora
era irrelevante, porque tanto el objeto como la causa –en su aspecto subje-
tivo311– eran contrarios a normas de orden público. El art. 9.2 ET establece
que cuando un contrato resulte nulo, como medida de tutela al trabajador,
éste podrá exigir por el servicio que hubiera prestado, la remuneración
consiguiente a un contrato válido. De este modo se impide el enriqueci-
miento ilícito del empresario y, a la vez, que se homologuen sus conse-
cuencias a las de un contrato válido, desnaturalizando así la función espe-
cífica del Derecho del Trabajo que se ordena a impedir que el trabajador
sea tratado como un objeto del Derecho. A la vez, a la vista de la desigual-
dad contractual entre las partes y de la situación de necesidad en que
suelen encontrarse las personas que acceden a prestar servicios de esta
índole, el Juez podía haber ordenado el pago de una indemnización que
310
ALONSO OLEA, Manuel/ BARREIRO GONZÁLEZ, Germán, El Estatuto de los
Trabajadores. Texto, comentarios, jurisprudencia, ed. Comentarios Breves, 4ª ed.,
Madrid, Civitas, SA, 1995, 56.
311
Cfr. ALONSO OLEA, Derecho del Trabajo, 63.
312
Atendiendo al íntegro de las obligaciones empresariales en esta materia, a
tenor de lo dispuesto en el art. 230 del RDLeg 1/1994, de 20 de junio. De este
modo se protege a quien prestó los servicios, pero sin institucionalizar actividades
contrarias a la intimidad y dignidad humana y marcando una distancia, también en
cuanto a la protección social, entre una actividad lícita y una que no lo es.
313
Sobre las acciones judiciales procedentes en casos de actos del empresario
lesivos a la dignidad y el derecho a indemnización, ver Capítulo I, Apartado I, n. 2.
314
De admitirse la licitud de este tipo de prestación de servicios, se vaciaría
de contenido la proscripción del acoso sexual. Éste se configura cuando existe una
conducta con tendencia libidinosa, expresada en un contacto físico o en comenta-
rios verbales o escritos. La sanción jurídica sólo procede cuando la destinataria
rechaza tal conducta. En estos casos el TC ha concedido el amparo «por haberse
vulnerado tal derecho fundamental de quien lo demanda (art. 18 CE), sin descono-
cer por ello, como se advirtió al principio, que el acoso sexual en el ámbito profe-
sional puede también tener un engarce constitucional con la interdicción de la
discriminación en el trabajo por razón de sexo (art. 14 CE), por afectar notoria-
mente con mayor frecuencia y más intensidad a la mujer que al hombre, como
consecuencia de condiciones históricas de inferioridad o debilidad de ellas en el
mercado de trabajo y en el lugar de su prestación. No puede permitirse hoy, ni
siquiera residualmente, la perpetuación de actitudes con las cuales implícitamente
se pretende cosificarla, tratándola como un objeto, con desprecio de su condición
femenina y en desdoro de su dignidad personal». STC 224/1999 (RTC 1999, 224).
En cambio la STSJ de Madrid que hemos analizado pretende institucionalizar,
precisamente, la cosificación de las teleoperadoras en beneficio de los clientes y
del empresario.
315
MONTOYA MELGAR, Derecho y trabajo, 106. Por estas razones, debería em-
plearse un criterio similar, para dirimir los conflictos jurídicos sobre las denomina-
das «camareras de alterne». El oficio de camareras se encuentra tipificado como
categoría ocupacional, el de «alterne», no. Este último consiste en la captación de
clientes varones, mediante el atractivo sexual (SAN 104/2003 [AS 2003, 3692]).
Si comparamos la figura de la operadora de líneas eróticas con la camarera de
alterne, comprobaremos que mientras aquéllas tienen que renunciar a la intimidad
en su dimensión psicológica, éstas han de hacerlo, además, en la intimidad corpo-
ral. Ambos supuestos son contrarios al orden constitucional y legal vigente. Sobre
el impacto económico de este tipo de actividades y las dificultades de la califica-
ción laboral de las camareras de alterne, ver BELLONCH SANZ, Pablo, «¿Trabajadoras
del sexo? En torno al carácter laboral de la actividad de “alterne”», Aranzadi So-
cial, n. 17 (2004), 62-70.
Para los efectos que nos interesan –la tutela de la dignidad humana en
la relación laboral–, la no existencia de una norma que prohíba la actividad
de las líneas eróticas no es razón suficiente para convalidar esta práctica
en el ámbito laboral. Para interpretar la exigencia del respeto a la dignidad
humana no se requiere una reglamentación legalista sino claridad ética
para distinguir entre lo que es acorde con el libre desarrollo de la persona-
lidad y lo que constituye un atentado a la dignidad. En otro orden de
cosas, pero que pueden servir de baremo para resolver esta cuestión, el
TEDH ha confirmado que la moral pública y el respeto de la dignidad
316
ATS de 24 enero 2001 (JUR 2001, 71310).
317
Cfr. Capítulo II, Apartado I, n. 6 in fine.
318
Informe recogido en la STSJ Málaga, de 31 marzo 2005 (AS 2005, 1238).
319
STSJ Málaga, de 31 marzo 2005 (AS 2005, 1238). El Tribunal realiza una
detallada argumentación comparativa entre las teleoperadoras de líneas eróticas y
las de telemarking, para concluir que no son asimilables ambas actividades. Y,
además, precisa que los «trabajadores que realicen labores propias de oficina, están
incluidos en el ámbito de aplicación del Convenio Colectivo de oficinas y despa-
chos de la provincia de Málaga».
320
En el caso que hemos comentado, la empresa tenía contratada con Telefó-
nica varias líneas de los números 906 y 902 y «cuantas más llamadas y de mayor
duración fueran, mayor facturación se efectúa, tanto por Telefónica como por la
empresa contratada». STSJ Madrid de 16 diciembre 1999 (AS 1999, 7235).
338
«La constitución de la voluntad por la cual ésta es una ley para ella misma,
independientemente de toda constitución de los objetos del querer». KANT, Funda-
mentación de la metafísica de las costumbres, 97.
339
«Puesto que he sustraído la voluntad a todos los impulsos que podrían
apartarla del cumplimiento de una ley, no queda nada más que la legalidad univer-
sal de las acciones en general (que debe ser el único principio de la voluntad); es
decir, yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima
se convierta en ley universal». Ibidem, 23. Sobre la ineficacia del imperativo cate-
górico kantiano, para fundamentar el orden jurídico, ver SERNA BERMÚDEZ, «El
derecho a la vida en el horizonte cultural europeo de fin de siglo», 36-54.
340
Se desconocen los «absolutos morales», que son aquellos que permiten
identificar «acciones incorrectas, no acciones correctas», es decir, aquellas «normas
negativas, que resultan válidas siempre y en toda ocasión». FINNIS, John, Absolutos
morales: tradición, revisión y verdad, Trans. Juan José García Norro, Barcelona,
EIUNSA, 1992, 33.
341
Cfr. OLLERO, Andrés, Derechos humanos y metodología jurídica, Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales, 1989, 152.
342
Siguiendo a FINNIS, podemos decir que son seis: «1) vida (su manteni-
miento y transmisión, salud y seguridad); 2) conocimiento y experiencia estética;
3) excelencia en el trabajo y en el juego; 4) amistad, paz y fraternidad; 5) paz
interior, auto-integración y autenticidad; y 6) armonía con los más amplios ámbitos
de la realidad, en especial con Dios y con el entorno natural». FINNIS, J.; BOYLE, J.
y GRISEZ, G. Nuclear Deterrence, Morality and Realism, Oxford, Clarendon Press,
1987, 278-281, citado por MASSINI, Carlos Ignacio, «El derecho a la vida en la
sistemática de los derechos humanos», en El derecho a la vida, ed. C. I. MASSINI
y P. SERNA (Pamplona: EUNSA, 1998), 191.
esperar una conducta acorde con los bienes humanos básicos. Por tanto,
la irrenunciabilidad es una nota de los derechos en su conjunto, que se
aprecia con claridad a la vista de la interdependencia de los derechos
entre sí349. Además, constituye un mecanismo para establecer los mínimos
jurídicos que garanticen el carácter humano de la convivencia social. Sin
embargo, una reducción individualista, envuelta en aparente aséptica neu-
tralidad axiológica, ha llevado al TJCE y a la AN, a privilegiar el conte-
nido formal de la autonomía sobre su contenido sustantivo, al punto de
negar la degradación humana que implica el ejercicio de la prostitución350.
La imagen de ser humano que proyectan estas sentencias, es la de
individuos dotados de libertades públicas. Por tanto, «el Estado no puede
condicionarlas» ya que les debe «respeto y amparo, obligatorio y no potes-
tativo», porque en «el Estado democrático de Derecho se rechaza el aten-
tado a la libertad, pero no el ejercicio de ésta»351. Según la AN, afirmar
que la prostitución es una actividad «tolerada», equivaldría a «la adopción
de una jerarquía axiológica determinada», que «repugna la de nuestro vi-
gente Estado Constitucional Aconfesional»352. En consecuencia, lo que es
contrario a la dignidad no es el contenido del «chalaneo prestacional», en
palabras de la AN, sino la falta de consentimiento que pudiera haber al
ejercer la prostitución353 o en la atención de líneas eróticas354.
349
«La inalienabilidad debe concebirse también como límite a los derechos,
como indisponibilidad en el sentido de que no puedo disponer de mis derechos,
vida recursos, de un modo caprichoso e ilimitado, en cuanto tengo deberes con los
otros». BALLESTEROS, «El individualismo como obstáculo a la universalidad de los
derechos humanos», 24.
350
Cfr. STJCE de 20 noviembre 2001 (TJCE 2001, 314) y SAN 104/2003
(Sala de lo Social) (AS 2003, 3692).
351
SAN 104/2003 (Sala de lo Social) (AS 2003, 3692).
352
SAN 104/2003 (Sala de lo Social) (AS 2003, 3692).
353
Cfr. SAN 104/2003 (Sala de lo Social) (AS 2003, 3692). En el mismo
sentido, la STJCE de 20 de noviembre 2001, asunto C-268/99, recoge en el ap.
70, la propuesta del Abogado General para considerar como actividad económica
por cuenta propia en los Países Bajos, «a la prostitución, siempre y cuando conste
que la prostituta ejerce su actividad a cambio de una remuneración que se le paga
íntegra y directamente, sin que un tercero pueda dictar la elección de dicha activi-
dad o de sus formas de ejercicio». LÉGER, «Conclusiones del Abogado General en
el asunto C-268/99» (STJCE, 2001), n. 160. Es importante advertir que, de acuerdo
al ap. 46 de la sentencia, ese criterio no sería aplicable a España, porque este país
presenta la relación de actividades por cuenta propia ejercitables en su territorio,
como una lista cerrada.
354
Cfr. STSJ Madrid de 16 diciembre 1999 (AS 1999, 7235).
355
«Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en
cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada
equivalente, eso tiene una dignidad». KANT, Inmanuel, La metafísica de las costum-
bres, Trans. Adela Cortina Orts y Jesús Conill Sancho, Madrid, Altaya, 1989, 439.
Sobre desarrollo de las ideas en torno a la dignidad del trabajador, ver el estudio
realizado por ALONSO OLEA, De la servidumbre al contrato de trabajo.
356
No se puede desconocer la influencia que la religión tiene en la vida social.
«La religión es, sin duda, el aspecto más importante de una cultura determinada.
Es precisamente la religión la que suele dar coherencia y unidad a una cultura y a
una organización social. Hay de hecho una relación dialéctica entre cultura y reli-
gión, dado que ambas se influyen mutuamente tanto a niveles superficiales como
a niveles profundos». MORALES, José, Teología de las religiones, Madrid, Rialp,
2001, 48. Inclusive puede afirmarse que «la misma fe es cultura. No existe una fe
desnuda, una fe como simple religión. Desde el mismo momento en que la fe le
dice al hombre quién es él y cómo ha de comenzar a ser humano, la fe crea cultura,
es cultura». RATZINGER, Joseph, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las reli-
giones del mundo, Salamanca, Sígueme, 2005, 61.
357
Un amplio estudio de esta cuestión se encuentra en OLLERO, Andrés, De-
mocracia y convicciones en una sociedad plural, Berriozar (Navarra), Navarra
Gráfica Ediciones, 2001.
358
«La moral pretende hacer al hombre lo más perfecto posible; por tanto es
maximalista en sus exigencias. El derecho se conforma con que los hombres convi-
van humanamente». OLLERO, Andrés, Derecho a la verdad: valores para una socie-
dad pluralista, Pamplona, EUNSA, 2005, 58.
359
Cfr. Ibidem, 59.
360
«... sólo partiendo de una concepción de lo humano –llena de exigencias
éticas– cabe delimitar el ámbito de juego de una convivencia realmente humana,
que no sitúe a la sociedad bajo mínimos. Es obvio, por tanto, que no cabe derecho
sin ética y que proponerlo –de no ser por ignorancia– podría implicar una abierta
inmoralidad». Ibidem.
361
Un estudio en profundidad del tema en OCÁRIZ, Fernando, «Delimitación
del concepto de tolerancia». Scripta Tehologica, n. 27 (1995): 865-884.
362
OLLERO, Andrés, «Tolerancia y verdad». Scripta Tehologica, n. 27 (1995):
897.
363
Sobre los equívocos de la «falacia naturalista» y de la congruencia de
poder deducir el deber ser, a partir de la experiencia de las necesidades humanas
ver, por todos, PÉREZ LUÑO, Antonio-Enrique, Derechos humanos, Estado de Dere-
cho y Constitución, 9ª ed., Madrid, Tecnos, 2005, 183-184.
ria, memoria, nuevo comienzo, innovación y retorno, las formadas por los concep-
tos de emancipación y cumplimiento, por los conceptos de extrañamiento, interiori-
zación y encarnación, o por los conceptos de individualidad y comunidad. Ese
trabajo de apropiación transformó el sentido religioso original, pero no deflacio-
nándolo y vaciándolo, ni tampoco consumiéndolo o despilfarrándolo. La traduc-
ción de que el hombre es imagen de Dios a la idea de una igual dignidad de todos
los hombres que hay que respetar incondicionalmente es una de esas traducciones
salvadoras (que salvan el contenido religioso traduciéndolo a filosofía). Es una de
esas traducciones que, allende los límites de una determinada comunidad religiosa,
abre el contenido de los conceptos bíblicos al público universal de quienes profesan
otras creencias o de quienes simplemente no son creyentes». Ibidem.
385
«... el ateísmo despoja a la idea de dignidad humana de fundamentación
y, con ello, de la posibilidad de autoafirmación teórica en una civilización. No es
casualidad que tanto NIETZCHE como MARX hayan caracterizado la dignidad como
algo que debe ser construido y no como algo que debe ser respetado». SPAEMANN,
«Sobre el concepto de dignidad humana», 33.
386
No es suficiente identificar lo absoluto con la divinidad para que la digni-
dad humana sea inviolable. Se requiere un paso adicional: admitir que la divinidad
es un Ser personal, esencialmente relacionado con el origen y el destino de los
seres humanos. De lo contrario, es posible afirmar la existencia de Dios pero negar
su conexión con el contenido de la dignidad humana en la ética ciudadana, redu-
ciendo su influencia a la ética privada del creyente, es decir, sin fuerza operativa
para la vida pública. Así se aprecia en las consecuencias negativas para la defensa
universal e incondicional de la dignidad humana a las que llega PECES-BARBA,
Gregorio, «La eutanasia desde la Filosofía del Derecho», en Problemas de la euta-
nasia, ed. Francisco Javier ANSUÁTEGUI ROIG (Coordinador) (Madrid: Dykinson-
Universidad Carlos III, 1999), 20.
387
HABERMAS, «Las bases morales prepolíticas del Estado liberal».
388
«Una cultura política liberal puede esperar incluso de los ciudadanos secu-
larizados que arrimen el hombro a los esfuerzos de traducir del lenguaje religioso
a un lenguaje públicamente accesible aquellas aportaciones (del lenguaje religioso)
que puedan resultar relevantes». Ibidem.
389
Cfr. SPAEMANN, «Sobre el concepto de dignidad humana», 18.
390
SPAEMANN, «Sobre el concepto de dignidad humana», 18.
391
«... el hombre no comienza a ser humano cuando se ve aceptado por sus
iguales, sino que deja de serlo cuando se niega a aceptar como igual a uno solo
de ellos». OLLERO, Derecho a la vida y derecho a la muerte, 58.
392
Cfr. COTTA, Sergio, El Derecho en la existencia humana, Trans. Ismael
Peidró Pastor, Pamplona, EUNSA, 1987, 45 y ss.
393
MASSINI, «El derecho a la vida en la sistemática de los derechos humanos»,
191.
394
SERNA BERMÚDEZ, Positivismo conceptual y fundamentación de los dere-
chos humanos, 156.
395
Ibidem, 149.
396
Sin negar la dificultad de esta tarea en una sociedad multicultural, porque
«sólo si se acepta como premisa el reconocimiento de una realidad objetiva, por
problemática que resulte o pueda tomarse en ciertos momentos, es posible hablar
con sentido de dignidad de la persona». Ibidem.
397
Cfr. ibidem, 162.
398
«La condición para estar de acuerdo en el contenido de los derechos huma-
nos es estar de acuerdo en su fundamento. Si abandonamos el porqué también
abandonamos el qué, refugiándonos en el engaño de un presunto acuerdo sobre
palabras cuyo significado desconocemos». ROBLES MORCHÓN, Los derechos funda-
mentales y la ética en la sociedad actual, 13-14.
399
«Sin capacidad de iniciativa no hay libertad ni hay dignidad de la persona
humana; pero con una capacidad de iniciativa robisionanamente puesta al servicio
de sí misma, es decir, de un vicioso circularismo que la hace incapaz de trascender,
de salir de esa micrografía del bien particular, no hay tampoco plenitud de la
dignidad de la persona humana». MILLÁN PUELLES, Sobre el hombre y la sociedad,
205.
CASAS BAAMONDE, María Emilia. «La nulidad del despido y sus efectos»
en Reforma de la Legislación Laboral. Estudios dedicados al Prof.
Manuel Alonso García, editado por Junta Directiva de la Asociación
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CASTÁN TOBEÑAS, José. Derecho Civil Español, Común y Foral. Derecho
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