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RAZONAMIENTO
,
JURIDICO
,
Y ARGUMENTACION
Nociones Introductorias
JUAN ANTONIO GARCÍA AMADO
RAZONAMIENTO JURÍDICO Y
ARGUMENTACIÓN
·NOCIONES INTRODUCTORIAS
RAZONAMIENTO JURÍDICO V ARGUMENTACIÓN
NOCIONES INTRODUCTORIAS
Impresión y encuadernación:
Talleres gráficos de ZELA Grupo Editorial E.I.R.l.
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ÍNDICE
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ÍNDICE
ANEXOS
Anexol
Todo lo que usted siempre quiso saber sobre la
(teoría de la) argumentación jurídica y nunca se atrevió
a preguntar ............................................................... ............ .. 205
Anexo 11
Para qrté sirve la teoría de la argumentación jurídica..... 247
Anexo III
Sobre formalismos y antiformalismos en la teoría del
Derecho .................................................................... ........... .... 289
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PRÓLOGO A LA EDICIÓN PERUANA
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PALABRAS PRELIMINARES A LA PRIMERA EDICIÓN ESPAÑOLA
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EL LENGUAJE JURÍDICO Y
SUS PROBLEMAS
Llamamos Derecho a un sistema normativo peculiar y
distinto1 . Como todo sistema normativo, cada sistema jurí-
dico se compone de normas y esas normas se expresan me-
diante el lenguaje ordinario.
El lenguaje ordinario es el que habitualmente usamos
para comunicarnos en nuestras relaciones sociales. Si yo digo
"El examen será el día 5", estoy usando el lenguaje ordina-
rio, lo mismo que lo emplea el legislador en el Código Civil
cuando dice, por ejemplo, que "No pueden hacer testamento
cerrado los ciegos y los que no sepan o no puedan leer" (art.
708). Que en el lenguaje jurídico ciertos términos o expresio-
nes posean significados especiales o técnicos2 no quita para
que siga siendo lenguaje ordinario.
El tipo de lenguaje opuesto al lenguaje ordinario es el
llamado lenguaje formal o formalizado. Tal es el que uso en
la siguiente fórmula:
1 Distinto de otros sistemas de normas, como los sistemas morales, los sis-
temas de preceptos de una determinada religión, los sistemas de usos so-
ciales o de puras costumbres vigentes en una determinada sociedad, etc.
La peculiaridad del Derecho viene dada por sus funciones y por el modo
como dicho sistema se constituye. Pero este es asunto de otro lugar.
2 Así, siguiendo con ese ejemplo, el art. 667 dice lo que a grandes rasgos
significa testamento para el Código Civil ("El acto por el cual una perso-
na dispone para después de su muerte de todos sus bienes o de parte
de ellos, se llama testamento"), los arts. 668 y siguientes sientan ciertas
condiciones para cualquiera de las clases de testamento que el Código
permite, los arts. 706 y siguientes disponen las condiciones para que
pueda hacerse válidamente la modalidad de testamento llamada testa-
mento cerrado, etc.
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3+2+4 = 9
O aquí:
q
La diferencia entre el lenguaje ordinario y un lenguaje
plenamente formalizado, como los de la aritmética o la ló-
gica formal, se halla en que al primero le falta la exactitud,
la precisión que tiene el segundo. Por eso las ciencias que
tratan con lenguajes formalizados pueden ser ciencias exac-
tas, mientras que las disciplinas que tienen su herramienta
principal en el lenguaje ordinario (la política, la ética, el De-
recho, la sociología ... ) no están en condiciones de aspirar a tal
exactitud. En tales disciplinas los criterios de racionalidad o
corrección de sus resultados no pueden ser establecidos de
modo exclusivo mediante ningún tipo de cálculo, sino por
otros procedimientos.
Si a usted le preguntan cuál es el resultado de sumar 3
más 2 (3+2 = ?) y usted sabe sumar, no necesitará grandes
quebraderos de cabeza ni hacerse ninguna pregunta especial
para responder que 5 (3+2 = 5). En cambio, si un señor que
tiene una visión de solamente el quince por ciento y, además,
lee aproximadamente con la soltura de un niño de cinco años
le pregunta si él puede hacer testamento cerrado a tenor del
mentado art. 708 del Código Civil, probablemente usted no
sabrá muy bien qué decirle. ¿Por qué? Por que no está del
todo claro a quiénes se refieren ahí el término" ciego" y la ex-
presión "que no sepan o no puedan leer". Exactamente igual
que si un amigo de usted le dice que hoy quiere practicar con
usted algún deporte de competición, usted puede dudar de
si se refiere exclusivamente a deportes basados en el ejercicio
físico (tenis, por ejemplo) o si también estará incluido el aje-
drez. Depende de cómo se interpreten las palabras o expre-
siones respectivas: "ciego", "no saber leer", "no poder leer"
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QUÉ HACE DIFÍCIL O QUÉ
COMPLICA LA RESOLUCIÓN DE
UN CASO POR UN JUEZ
2.1. Problemas relacionados con la(s) norma(s) aplica-
ble(s) al caso
Normalmente, cuando pensamos en una norma jurídica
o buscamos un ejemplo de tal, imaginamos la típica norma
con supuesto de hecho y consecuencia jurídica, unidos por
un condicional.
Si se da H, entonces debe aplicarse la consecuencia C
Un elemental ejemplo. Art. 138 CP:
"El que matare a otro será castigado, como reo de ho-
micidio, con la pena de prisión de diez a quince años".
No deben engañarnos el tipo de lenguaje y o los tiempos
verbales que al enunciar las normas emplee el legislador. Si
nos atuviéramos nada más que a lo que ese enunciado pare-
cería para un observador inadvertido, podría pensarse que
se trata de una profecía o hasta de una ley científica: al que
haga tal cosa le ocurrirá tal otra. Igual que cuando decimos
que el que se quede quince minutos sin respirar morirá. Pero
no es así. Todas o la mayoría de las normas, y desde luego las
que poseen esta estructura condicional de supuesto de hecho
y consecuencia jurídica, ligan esos dos elementos mediante
un deber, sea cual sea el modo en que se enuncien. En conse-
cuencia, lo que el art. 138 CP está haciendo no es asegurarnos
que al que mate, a cualquiera que mate, se le castigará con
esa pena de prisión. No. En ese caso no sería una norma y
no mandaría nada, sino que se trataría de una aserción me-
diante la que se estaría describiendo algo que en el mundo
ocurre, descripción que sería verdadera o falsa según que
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matar, sino que al que mate se le debe castigar por quien con
arreglo a Derecho corresponda: uno, el juez, decidirá la pena,
si se dan los requisitos necesarios para ello, y otros, por ejem-
plo el personal de prisiones, aplicará la pena, la ejecutará.
Puede sonar artificioso tanto distingo y, al fin y al cabo,
no importa mucho si se puede con propiedad decir que el
Código Penal prohíbe matar o sólo que impone a los órga-
nos competentes la obligación de aplicar aquel castigo al que
mató. Pero podemos verlo desde otro punto de vista, desde
el punto de vista de las normas con sanción positiva.
Son normas con sanción positiva aquellas que al acaeci-
miento de los hechos descritos en su supuesto de hecho ligan
el deber de aplicar un premio o algún tipo de ventaja. Por
ejemplo, la Ley 40/2003, de 18 de noviembre, de Protección
a las Familias Numerosas, dice en su art. 11 que:
"Los miembros de las familias numerosas tendrán
trato preferente, de acuerdo con lo que se determine
por la Administración competente en la normativa
aplicable, en los siguientes ámbitos:
a. La concesión de becas y ayudas en materia educa-
tiva, así como para la adquisición de libros y de-
más material didáctico".( ... )
Veámoslo con la estructura condicional que ya conoce-
mos:
Si F es una familia numerosa4, entonces F debe tener prefe-
rencia (de acuerdo con lo que la Administración competente
determine en las respectivas normas reguladoras) en la con-
cesión de becas y ayudas en materia educativa, etc.
Lo único de particular es que en la consecuencia jurídica
de esta norma no sienta una sanción negativa, un castigo,
una medida no deseada, sino una sanción positiva, un pre-
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La cópula es el condicional: Entonces" (-).
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Cuando por cualquier otro medio no expresamente previs-
to en los apartados anteriores de este artículo pudiera obte-
nerse certeza sobre hechos relevantes el tribunat a instancia
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JUSTIFICACIÓN INTERNA Y
JUSTIFICACIÓN EXTERNA EN LA
DECISIÓN JUDICIAL
3.1. Justificación interna: sobre el papel de la lógica en la
racionalidad de los razonamientos de aplicación del
derecho
3.1.1. Deducción
La decisión judicial requiere, por las razones expuestas,
dos tipos de justificación, interna y externa.
La justificación interna alude a la corrección formal de
los razonamientos que en la sentencia se contienen, correc-
ción conforme a las reglas de la lógica. En otras palabras, las
inferencias que en la sentencia se realicen han de ser correc-
tas, tienen que estar bien hechas.
Pongamos primero unos ejemplos corrientes de inferen-
cias erróneas y correctas.
Si decimos (ejemplo 1):
(1) Todas las aves vuelan
(2) Los gorriones son aves
Y concluimos:
(3) Los gorriones vuelan
La conclusión que en (3) se contiene es formalmente co-
rrecta, es acorde con los requisitos del razonamiento en cues-
tión, que es un razonamiento deductivo. La corrección lógica
o formal de un razonamiento deductivo es completamente in-
dependiente de la verdad o falsedad material de las premisas,
de que lo afirmado en las premisas -las premisas son (1) y
(2)- sea materialmente verdadero o falso. Lo que en un razo-
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3.1.2. Inducción
Pero no todo es deducir. Tanto en nuestro razonar or-
dinario como al aplicar el derecho realizarnos otro tipo de
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dos los x son y. De tanto ver chinos con los ojos rasgados, in-
ferimos inductivamente que todos los chinos tienen los ojos
rasgados. De tanto ver que personas mueren antes de los
ciento cincuenta años, inferimos inductivamente que todas
las personas mueren antes de los ciento cincuenta años. En
la inducción, la garante de la verdad o alta probabilidad del
contenido de nuestras conclusiones es la experiencia, expe-
riencia a la que venimos llamando base inductiva: a mayor
base inductiva, más garantía de verdad de nuestros asertos
universales.
Hay experiencias que de tan repetidas siempre y de tan
incontestables, se consolidan como verdades indiscutibles y
para las que el que acontezca una excepción no es en modo
alguno esperable, jamás y bajo ningún concepto. Además,
hay explicación científica plena e indiscutible de que las co-
sas son así y no pueden ser de otro modo. Por ejemplo, to-
maría cientos y miles de años que los seres humanos com-
probaran una y otra vez que todos los humanos vivos tienen
corazón, pero ya no hace falta que sigamos comprobándolo
y mirando a ver si aparece algún humano vivo sin él. Eso
podemos darlo por verdad incontestable, aunque originaria-
mente esa verdad se estableciera por vía de razonamiento
inductivo: mirando a ver si todos y cada uno tenían corazón.
De la misma forma, tampoco es discutible ya que en la tierra
el sol sale por el Este y se pone por el Oeste, aunque costara
su tiempo ver que esa ley no tenía excepción.
En la deducción no se funciona con base en la experiencia,
sino en una forma de cálculo, en el respeto a una regla for-
mal. Por eso la corrección formal de la conclusión depende
de cómo se siga con necesidad lógica de las premisas, y la
verdad material de la conclusión es enteramente dependien-
te de la verdad material de las premisas, ya que en la conclu-
sión nada se dice que no esté ya implicado en las premisas.
Hacemos inducciones para poder colocar sus conclusio-
nes como premisa de razonamientos deductivos. Por la vía
inductiva que ya sabemos llegué yo a la conclusión de que
todos los del pueblo P son pelirrojos. Así que si un día oigo
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casa un kilo de cocaína será porque trafica o pretende traficar
con ella, no porque sea previsor y la haya adquirido para su
consumo de toda la vida o porque pretenda batir un récord
de tenencia de cocaína sin ánimo de consumo.
Esas máximas de experiencia tienen una base inductiva
compartida, por así decir. Cualquier juez habrá visto y oído
múltiples veces, habrá comprobado o sabido que otros com-
probaban que quien tiene en su casa más de unos gramos
de cocaína no la acumula para su consumo, sino para el trá-
fico con ella, y por eso se constituirá así, inductivamente, la
premisa mayor y universal de un razonamiento deductivo
posterior:
(1) Todo el que tiene un kilo o más de cocaína lo tiene
para comerciar con ella
(2) A tiene un kilo de cocaína
(3) A la tiene para comerciar con ella.
Si mediante prueba en contra no se refuta la verdad de
(1 ), mostrando que este caso presenta una excepción, y sen-
tado que sea verdadero lo que en (2) se afirma, será razo-
nable que el juez concluya así, que A tenía la cocaína para
comerciar con ella.
La otra manera de atacar una pretendida máxima de ex-
periencia es poniendo de relieve que falla su base inductiva:
que no es normal y absolutamente frecuente la ligazón en-
tre dos fenómenos que así se afirma. Por ejemplo, si un juez
pretendiera asentar su juicio en la máxima de experiencia o
de sentido común de que todo el que no va a misa es por-
que cree en el diablo, podría fácilmente hacerse ver que eso
no es normalmente así, ni mucho menos, y que no estamos
ante una conclusión derivada del conocimiento habitual y de
la experiencia común, sino ante el resultado de un prejuicio
de ese juez. Un prejuicio es una creencia que carece de base
inductiva suficiente, de experiencia bastante que la respalde
y convierta en razonable, a ojos de un observador normal,
el contenido de la correspondiente afirmación. Si yo no he
conocido más que un catalán y sin más afirmo que absoluta-
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3.1.3. Abducción
Junto a la deducción y la inducción, muchos mencionan
un tercer tipo de razonamiento, la abducción o razonamiento
abductivo. Lo explicaremos aquí escuetamente.
En la inducción concluimos en un enunciado universal
(todos los X son Y) a partir de datos individuales. Por ejem-
plo, a partir de que el señor J es del pueblo P y es pelirrojo,
el señor Hes del pueblo P y es pelirrojo, el señor K es del
pueblo P y es pelirrojo ... , inferimos inductivamente que to-
dos los del pueblo P son pelirrojos. En cambio, en el tipo de
razonamiento que se llama abducción o reducción a la hipótesis
más verosímil, a partir de una serie de datos diversos conclui-
mos con un enunciado individual, del tipo" A mató a B" o "La
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p
p es el antecedente y q es el consecuente, y están unidos
por el condicional si ... entonces (---+)
En el segundo paso vemos que se afirma el consecuente.
Y luego se saca la conclusión que de esas dos premisas no
se puede sacar. ¿Por qué? Porque de que todos los mirlos
sean negros no se sigue que todos los (pájaros) negros sean
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¿EXISTE UN MÉTODO PARA DAR
CON LA DECISIÓN CORRECTA DE
CASOS EN DERECHO?
4.1. ¿Qué es un método?
Ya sabemos algo de las dificultades que convierten un
caso en difícil, sean dificultades referidas a la norma (proble-
mas de posibles lagunas o antinomias, problemas de inter-
pretación, unidos a los problemas de selección de la norma
aplicable al caso ... ), sean problemas de la prueba y de su va-
loración. Ahora hablaremos solamente de lo que se refiere a
los problemas con las normas y nos centraremos en las cues-
tiones de interpretación.
Podemos plantearnos esta pregunta: ¿existe algún méto-
do que, recta y disciplinadamente aplicado por el juez, pueda
conducir a la mejor y más correcta solución de cualquier caso
que presente problemas de interpretación de las normas?
Tolérese una comparación bien simple. Si usted quiere
hacer una buena tortilla de patata, se encontrará con dificul-
tades. Para que salga bien hay que saber hacerla, la elabo-
ración de ese plato tiene su método. En un buen recetario
le indicarán cuál es ese método apropiado, qué pasos y de-
talles deben atenderse para conseguir una buena tortilla. Si
tal método o receta es adecuado y usted cumple con cada
indicación, cabe esperar que la tortilla salga muy rica. Lo que
andamos preguntándonos es si hay igualmente un método o
receta para que las sentencias sean correctas, buenas.
¿Buenas o correctas para quién? Cada cual hablará de la
feria según le vaya en ella y quien gane el pleito dirá que la
sentencia es magnífica. Pero no nos interesan las opiniones
subjetivas, sino que andamos averiguando si existen pautas
objetivas de corrección, si entre observadores independien-
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16 A ese imaginario juez ideal, perfecto, conocedor hasta de los más íntimos
recovecos del Derecho, lo denomina Dworkin "el juez Hércules".
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19 Por eso cuando se habla de los autores más importantes de esta escuela,
como Puchta o Windscheid, se denomina también Pandectística.
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~ ~
Valores del Derecho privado Valores del Derecho público
~~ /\
Valores del D. Valores del D.
Civil mercantil, etc.
/~
Valores del D de familia Valores del D. de obligaciones, etc.
/~
Valores del D. de menores Valores del D. matrimonial, etc.
t
Valor de la norma N
que interpretamos y
aplicamos al caso
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LA INTERPRETACIÓN Y SUS
MÉTODOS
Sabemos ya que cuando aquí hablamos de interpreta-
ción, nos referimos a la atribución a un enunciado jurídico de
un significado lo suficientemente preciso como para que de
la correspondiente norma podamos decir: a) si es aplicable
o no al caso que se enjuicia (relación entre interpretación y
selección de la norma aplicable); b) en caso de que esa norma
sea aplicable, qué consecuencias precisas se desprenden de
ella para la resolución del caso en cuestión
Ya se ve que estamos aludiendo a la interpretación ope-
rativa, en particular la interpretación judicial; o sea, aquella
que se hace con el fin de resolver jurídicamente un caso real.
Por supuesto, también cabe la interpretación teórica o pura-
mente dogmática, que es la que se lleva a cabo para mostrar
cuáles son los significados posibles de una norma -y, corre-
lativamente, sus posibles consecuencias- o cuáles de ellas se
consideran preferibles, pero que no se realiza para dar solu-
ción jurídica vinculante a un caso.
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Argumentos interpretativos
(R. Alexy)
Sustanciales
Institucionales
(de justicia)
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predominar otros.
Argumentos interpretativos
Criterios Reglas
Positivas Negativas
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26 Observemos que se dice "está justificado" dar tal sentido, no "debe" dar-
se tal sentido. Si nos expresáramos de esta última manera estaríamos ha-
ciendo referencia a una regla de la interpretación. En cambio, ya vemos
que al decir "está justificado" otorgar tal sentido, estamos aludiendo a un
criterio de interpretación.
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27 Pongamos que sea una ley denominada "Ley de medidas para combatir
el desempleo". Queda claro que ese de luchar contra el paro es el fin
principal a cuya luz han de interpretarse los preceptos ahí contenido.
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con que pueda preverse el futuro de cosas tales como las co-
tizaciones bursátiles de una empresa o los beneficios de la
misma.
En las mismas estamos muchas veces cuando un juez
usa un argumento interpretativo teleológico. De igual ma-
nera que, ante mis preguntas, si usted quiere aparecer como
un inversor muy razonable y no como un loco que sí desea
tener dinero pero no sabe administrarlo, tendrá que intentar
convencerme de lo sólidos que son sus datos y lo apropiado
de sus cálculos y previsiones, el juez que ha preferido la in-
terpretación S2 porque dice que encaja mejor con el fin de la
norma y permitirá un mejor cumplimiento del mismo, ten-
drá que aportarnos también sus razones de por qué lo estima
así. Pues su razonamiento tiene ese mismo carácter de hipo-
tético, prospectivo y consecuencialista. En esquema:
Por las razones R1, R2 •• •Rn, se estima que la norma N, in-
terpretada en sentido 52, verá mejor cumplido su fin para
este caso que si se interpreta en sentido 51 .
Tantas más y tanto más sólidas y convincentes esas razo-
nes, tanto mejor justificada esta segunda parte de la interpre-
tación teleológica.
Juntemos ahora las dos partes, la de atribución de fin a
la norma y la de elección entre interpretaciones posibles en
función de ese fin. Un argumento teleológico completo, bien
argumentado, tendría este esquema, en el que a las razones
que justifican el establecimiento del fin de la norma aparecen
como Rf y las que justifican el cálculo de consecuencias de las
interpretaciones figuran como Re:
Por las razones Rfl, Rf2 ... Rfn, el fin de N es F y por las razo-
nes Rc1, Rc2 .. . Rcn, se estima que la norma N, interpretada
en sentido 52, verá mejor cumplido su fin que si se inter-
preta en sentido 51.
Recordamos otra vez aquella regla de oro: en lo que no
sea perfectamente evidente, si faltan esas razones, bien sea al
atribuir a la norma el fin, bien al tiempo de evaluar las con-
secuencias de las interpretaciones con ese fin como metro,
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5.10.Argumento al absurdo.
También se llama argumento apagógico. Opera como re-
gla interpretativa negativa, no como criterio. Su utilidad es
para justificar una excepción a la norma, bien para no apli-
carla a un caso que cae bajo sus términos, bien (aunque más
raramente) para aplicarla a uno que no cae bajo sus términos.
Cuando se emplea este argumento lo esencial está en justi-
ficar lo evidente e indiscutible del absurdo de la solución legal
que se descarta. Esa solución descartada tiene que mostrar-
se como manifiestamente reñida con el sentido común, como
plenamente contraintuitiva. No hablamos aquí de absurdos
morales o de sensaciones de injusticia, hablamos de no ver
pies ni cabeza en aquella solución descartada para el caso.
En la base de este argumento está la idea de que el De-
recho debe mantener una congruencia pragmática, práctica;
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JUAN ANTONIO GARCÍA AMADO
5.11.Argumentos sistemáticos
Los argumentos interpretativos sistemáticos son de di-
verso tipo, pero tienen como denominador común el de que
para interpretar una norma se toman en cuenta otras normas
del mismo sistema normativo que están en el contexto de
la interpretada. Lo que resulta dudoso, si miramos aislada-
mente la norma que hemos de aplicar, adquiere mayor clari-
dad si vemos tal norma en el marco o en el conjunto de otras
normas que regulan los mismos asuntos o que emplean los
mismos términos o expresiones que en esta se interpretan.
El valor del sistema jurídico que da sentido a las diversas
formas del argumento sistemático es el de la coherencia: el
sistema jurídico funcionará mejor si es coherente, ya se trate
de coherencia lógica, de coherencia lingüística o de coheren-
cia al regular tal o cual materia. Con esto estamos ya hacien-
do referencia a cuatro variantes principales del argumento
sistemático: el argumento lógico-sistemático, el topográfico,
el sistemático-lingüístico y el sistemático-material.
Argumento lógico-sistemático.
Se trata de una regla interpretativa, como ya se dijo an-
teriormente, cuando lo pusimos como ejemplo del funciona-
miento de tales reglas. Cuando se invoca este argumento es
para excluir una interpretación de las posibles. La razón de
esa exclusión se halla en que esa interpretación conduciría a
una antinomia con otra norma del sistema. Así que con este
argumento se pretende evitar, mediante la interpretación, la
aparición de antinomias. ¿Y por qué es negativo que surjan
antinomias? Porque otro principio que late como fundamen-
to de los sistemas jurídicos modernos es el de conservación
de las normas jurídicas, y en especial de las normas legales,
legisladas, depositarias de la mayor carga de legitimidad por
provenir del legislador democrático. Si aparece una antino-
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RAZONAMIENTO JURÍDICO Y ARGUMENTACIÓN
Argumento topográfico
Este argumento, una de las variantes clásicas del canon
sistemático, arranca de que se ha de dar a las normas el sig-
nificado que deriva o se infiere de su ubicación dentro de
un cuerpo legal determinado o de una determinada parte
del cuerpo legal (títulos, capítulos, secciones, etc.). Veamos
un ejemplo aclaratorio. Supongamos que una norma dice lo
siguiente: "Los mamíferos sólo podrán tenerse en las viviendas
con una autorización especial de la autoridad competente y previa
constatación de su no peligrosidad". Así tomada en su literali-
dad, parece bien obvio que la norma puede referirse a gatos,
perros, leones, hipopótamos, etc. Por tanto, la tenencia de
gatos o perros estaría sometida al límite que la norma sienta.
Pero pongamos que dicha norma está inserta dentro de una
ley sobre la tenencia de animales, que dicha ley tiene dos
capítulos o apartados, el primero "Condiciones de la tenencia
de animales domésticos" y el segundo "Condiciones de la tenencia
de animales salvajes", y que la norma en cuestión está dentro
de este último apartado. Es fácil, en ese caso, concluir que tal
norma, al utilizar el término "mamíferos", se refiere a mamí-
feros salvajes (leones, hipopótamos ... ), pero no a mamíferos
domésticos, con lo que las restricciones que establece no se
aplicarían a los gatos o los perros.
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ARGUMENTOS CREATIVOS
Hasta aquí hemos hablado principalmente de los argu-
mentos interpretativos. Argumentos interpretativos son los
que se utilizan para justificar la elección de una de las in-
terpretaciones posibles. Un argumento interpretativo se em-
plea para dar razón de por qué, de entre las interpretaciones
posibles de una norma, es preferible una de ellas. También
cabe emplear argumentos interpretativos para descartar la
opción por alguna de las interpretaciones posibles. Sabemos
que los argumentos interpretativos que se empleen han de
ser admisibles y que se dividen en criterios y reglas.
Ahora vamos a referirnos con brevedad a los argumentos
creativos. Son los que se emplean para justificar que el caso se
resuelva aplicándole una norma nueva, una norma que no
estaba entre las normas de derecho positivo que integran ese
sistema jurídico de que se trate. Las situaciones que pueden
dar lugar a la creación de una norma para el caso, justificada
mediante un argumento creativo, son dos: que haya una la-
guna o que se cuente en el derecho positivo con norma apli-
cable, pero que no se estime justo o conveniente aplicarla, de
modo que se reemplaza por otra que para la ocasión se crea.
a) En caso de laguna propiamente dicha.
Ya estamos enterados de en qué consiste una laguna.
Hay laguna cuando los hechos del caso no encajan, no son
subsumibles bajo ninguna norma preexistente en el sistema
y positivada en él, bajo ninguna norma creada por el legisla-
dor (en sentido amplio de la expresión "legislador" y enten-
diendo por tal toda institución habilitada por el sistema para
crear normas en ese sistema jurídico). Conocemos también
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ANEXOS
ANEXO I
TODO LO QUE USTED SIEMPRE QUISO SABER SOBRE LA
(TEORÍA DE LA) ARGUMENTACIÓN JURÍDICA Y NUNCA SE ATREVIÓ
A PREGUNTAR*
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RAZONAMIENTO JURÍDICO V ARGUMENTACIÓN
1 Con este matiz de la capacidad del interlocutor que puede pedirnos ra-
zones y evaluar las que le demos, pretendo aludir al hecho de que no
cualquier afirmación puede ser entendida ni, consiguientemente, cues-
tionada mediante la petición de razones por cualquiera. Cuando yo oigo
algo que sobre física de partículas afirma un físico de gran prestigio, nor-
malmente no entiendo nada (o nada verdaderamente relevante o con la
suficiente profundidad), por mucho que él se esfuerce en ser claro y ri-
guroso. ¿Entonces por qué normalmente creo que es verdad lo que diga
ese físico de gran renombre? Por razón de su renombre, precisamente.
Y pensaré que quién soy yo, pobre mortal sin conocimientos de física de
ese calado, para pedirle a él explicaciones. Sólo faltaba. En cambio, si lo
mismo que ese físico lo afirma mi vecino del quinto, que es fontanero, no
se lo creeré por mucho que me diga y me demuestre. Todo ello es porque
en nuestras comunicaciones opera lo que Niklas Luhmann llama la "legi-
timación por el procedimiento" (Legitimation durch Verfahren). Lo que a
los ojos del no especialista (en términos más luhmannianos o sistémicos:
lo que bajo la óptica exterior a un sistema dado, en nuestro caso el siste-
ma científico o el de la ciencia física) sea verdadero o falso no dependerá
de las razones o argumentos materiales u objetivos, de fondo, con que se
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sustente, sino de quién y cómo lo diga. Por eso, sí lo dice un premio Nobel
de Física desde la Universidad de Cambridge, yo pensaré que seguramente
es rigurosamente verdadero, pues entiendo que a esa teoría científica se
ha llegado con los depurados procedimientos del método más científico y
en el más exigente ambiente de eminentísimos expertos, mientras que si
es mí vecino fontanero el que me cuenta la misma teoría, no asumiré que
en verdad sea una teoría científica y pensaré que es una fabulación suya o
un delirio, o que me toma el pelo para dejarme en mal lugar, pues no ad-
mitiré que en el quinto piso de mi edificio y en el ejercicio de la fontanería
puedan descubrirse teorías verdaderas sobre física de partículas.
Desde esta elemental idea del papel desempeñado por los mecanismos
de legitimación por el procedimiento, puede tacharse de idealista la tesis
habermasiana de que verdadero es aquello con lo que cualquiera pueda
estar de acuerdo sobre la base de la evaluación de las razones en que
se sustenta. Dicha evaluación sólo podrá hacerla el que entienda o pue-
da entender algo de lo que se habla. En nuestro ejemplo de la física de
partículas, cuatro gatos en todo el mundo. Los demás, aceptamos sin
entender, a ojos cerrados. Y nos puede dar gato por liebre quien quiera,
con sólo usar el disfraz conveniente. En materia de ciencia, un verdadero
consenso apoyado en la evaluación imparcial de razones sólo surge entre
científicos, en el mejor de los casos; los demás, podemos ser usuarios de
la ciencia, pero no entenderemos de la misa la media. Yo, por ejemplo,
no sé por qué y cómo es posible que este texto pueda transmitirlo por
correo electrónico a cualquier parte del mundo en un segundo, aunque
me consta que sucede así. En materia de religión, un verdadero consenso
basado en razones se dará, como mucho, entre teólogos y/o autoridades
eclesiásticas, pero los fieles de esa confesión aplican su fe sin encomen-
darse a razones, que no pueden entender, y asumiendo que el misterio
es el misterio y así está bien. Y así sucesivamente.
Lo bueno será cuando lleguemos a las normas sociales, pronto, y nos
preguntemos cuánto queda para el consenso y las razones y cuánto para
la fe acrítica en procedimientos e instituciones.
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mucho y bien. Esto es, que de sus fallos den razones sufi-
cientes, pertinentes y convincentes. ¿Por qué ellos? ¿Acaso
no es autoridad también la del juez y no van sus resoluciones
a misa para las partes, igual que a misa van las leyes para
sus destinatarios 3? Lo que sucede es que sobre las decisio-
nes de los jueces tenemos otras expectativas, por lo que les
aplicamos diferentes y superiores exigencias en términos de
racionalidad. O, más claramente expuesto: al legislador la no
arbitrariedad se la presumimos y, en virtud de esa presun-
ción, damos por sentado que no va a buscar su interés, sino
el nuestro, que no va a obrar por su personal capricho, sino
por la misión que le hemos encomendado al apoyar el pro-
grama político con el que se aupó (lo aupamos) a su puesto.
Esa presunción en las tiranías se basa en las bobas virtudes
taumatúrgicas con que el legislador (o quien lo designa)
aparece disfrazado, y en democracia en que, al fin y al cabo,
somos nosotros los que hemos acordado ponerlo ahí y se su-
pone que lo habremos buscado honesto y/ o que le retirare-
mos nuestra confianza y no renovaremos su mandato si nos
defrauda por desleal.
En cambio, ni tenemos ese control sobre las decisiones de
los jueces, ni encontramos en su persona, su formación o su
forma de designación base ninguna para presumirlos hones-
tos y entregados sin falta a nuestro servicio, al mejor servicio
de la sociedad. De ahí que al juez la ausencia de arbitrarie-
dad no se la presumimos, sino que la rectitud de su inten-
ción y lo apropiado de su juicio queremos que nos la acredite
en cada sentencia: lo obligamos a motivar sus sentencias y,
además, no nos vale que lo haga de cualquier forma; ha de
argumentarlas como es debido.
En el dibujo del moderno Estado de Derecho, liberal y
democrático, hay desconfianza frente a los jueces, igual que
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5 No tiene el juez penal que justificar por qué aplica el Código penal vigen-
te en lugar del Código de Hammurabi o los Mandamientos de la Santa
Madre Iglesia.
6 No tiene que explicitar los motivos que le llevaron a comer ensalada de
lechuga el día del juicio oral.
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ANEXO II
p ARA QUÉ SIRVE LA TEORÍA DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA*
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1 Dejando aquí de lado la polémica con las tesis iusmoralistas que indican
que la compatibilidad con la justicia o alguna propiedad moral es tam-
bién condición de validez de las normas o los sistemas jurídicos.
2 Pues en cuanto una se reformara o fuera derogada por otra, habría que
entender que no vale ninguna de las dos. El derecho, para subsistir, de-
bería ser radicalmente inmodificable.
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23 VIEHWEG, 1954;
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26 ALEXY, 1978.
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31 Por ejemplo, Alexy admite que de cuando en cuando puede haber casos
de empate y que entonces es la discrecionalidad del juez la que dirime
entre las alternativas igual de correctas o racionales o entre los principios
con idéntico peso. Para una muy mesurada exposición de la tensión que
en Alexy existe entre propensión a la única respuesta correcta y discre-
cionalidad en la ponderación, véase BERNAL PULIDO, 2003.
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BIBLIOGRAFÍA
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ANEXO III
SOBRE FORMALISMOS Y ANTIFORMALISMOS EN LA TEORÍA DEL
DERECHO*
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nadas pruebas o tests y dándose por sentado que las que los
pasen pueden ser varias y que entre ellas el juez puede elegir
discrecionalmente, pues, de entre ese ramillete de decisiones
posibles, no hay una que destaque como la correcta.
En la teoría de la decisión judicial uno de los asuntos prin-
cipales consiste en establecer cómo y en qué medida aparece
la relación entre el decididor del caso y la base de la decisión;
esto es, la relación entre (el elemento de) el sistema jurídico
que prescribe la solución del caso y la decisión que aplica al
caso dicha solución5 • Para el iuspositivismo contemporáneo,
dicha relación es una relación de referencia lingüística suma-
da a un elemento de autoridad. Quiere decirse que, por un
lado, lo que el Derecho sea se contiene en ciertos enunciados,
dotados de particular autoridad por su origen en determi-
nadas "fuentes", y que, por otro, el propio sistema jurídico
prescribe (mediante enunciados también, aunque de cierto
tipo específico) que, "en Derecho" , los casos deben decidirse
aplicando los contenidos normativos de dichos enunciados.
Ahí está el salto que lleva al iuspositivista a diagnosticar
lo inevitable de la discrecionalidad judicial. El sistema jurídico
da al juez estas dos órdenes: una, debes decidir conforme a
Derecho, no según tu opinión o inclinación; y ya se sabe que,
para el positivista, decidir conforme a Derecho es decidir a
partir de aquellos enunciados normativos peculiares; y, dos,
debes decidir en todo caso que se te someta y para el que,
según el propio sistema jurídico, seas competente (prohibi-
ción del non liquet). Unidas estas dos prescripciones, y pues-
to que los enunciados jurídicos, como todos los del lenguaje
ordinario, padecen siempre de algún grado de indetermina-
ción, queda la situación así: puesto que debes decidir todo
caso, y puesto que en todo caso debes decidir con arreglo a
aquellos enunciados que conforman el sistema jurídico, pero
dado también que esos enunciados pueden no prescribirte
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8 Al fin y al cabo, no estaban nada lejos de ahí aquellos autores que, como
G. Dürig, sientan uno de los primeros precedentes claros de lo que hoy se
llama neoconstitucionalismo. Sobre el particular, véase mi escrito "Sobre
el neoconstitucionalismo y sus precursores", en El Derecho y sus circuns-
tancias, cit., pp. 131ss, especialmente pp. 144ss.
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10 Cfr. José María Sauca, "Cognoscitivismo y Rule of Law. Sobre los límites
del formalism", en María Cristina Redondo, José María Sauca, Perfecto
Andrés lbáñez, Estado de Derecho y decisiones judiciales, Madrid, Fun-
dación Coloquio Jurídico Europeo, 2009, p. 55.
11 Cfr. Robert Alexy, Teoría de los derechos fundamenta/es, Madrid, Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, trad. de C. Berna! Pulido,
pp. 67ss.
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12 Del modo como, por ejemplo, con arreglo al sistema actual, la eximente
de legítima defensa excepciona la norma que prescribe castigo para el
homicidio.
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22 Esto es, sabemos qué significado tiene decir que algo o alguien es bello
o tiene belleza, en el sentido de que conocemos la función de tal predi-
cación, aun cuando discrepemos en los atributos que hacen a éste o a
aquél merecedores adecuados de la misma.
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zada por grupos por razón del gusto, de manera que unas
personas o grupos tienen un gusto superior a las otras, (ii) las
de gusto superior tienen un derecho "natural" o con algún
tipo de evidencia a imponer su criterio a los demás grupos,
a los de gusto inferior, y (iii) el legislador ha tomado una op-
ción propia de los "inferiores".
Así pues, la declaración de que N es inválida porque no
recoge el auténtico o mejor contenido del valor belleza y, por
tanto, no resuelve todos los casos posibles conforme a la me-
jor aplicación de ese valor, implica, si en verdad se pretende
legítima y no asume su autor que se trata de impostura o
mera lucha por ver quién manda más: 1) que el valor belleza
tiene un contenido objetivo y preciso; 2) que hay sujetos que
pueden conocer esos contenidos objetivos y precisos del va-
lor; y 3) que esos sujetos están, por su superior conocimiento
del valor o los valores, legitimados por definición para en-
mendar al legislador, incluso al legislador más democrático.
Tres posibles discrepancias u objeciones debemos tocar
en este instante: la de qué pasaría si el legislador fuera dic-
tatorial, tiránico, no democrático, la del constructivismo y la
de qué ocurriría si el valor belleza se hallara consagrado en
la Constitución como valor supremo de ese ordenamiento e
inspirador de todo él. Vayamos con ellas.
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peculiar gusto en ese tema. Tal vez N dice que es tanto más
bella una persona cuantos más pelos tiene en las piernas.
Los dictadores suelen cultivar extrañas perversiones. Pero,
entonces, si queremos atacar la legitimidad o incluso la vali-
dez de N, ¿qué aduciremos? ¿Que N es incompatible con el
contenido objetivo y real de la belleza o que N es dictatorial,
ilegítima por no democrática?
Si yo alego lo primero, que N es inválida por ser su con-
tenido inconciliable con la verdadera belleza, me estoy con-
traponiendo yo al dictador, estoy oponiendo mi idea de ese
valor a la idea de ese autor de N. ¿Con qué autoridad? La
única diferencia entre él y yo será el poder. Desde idéntica
convicción, probablemente, de que cada uno posee las cla-
ves de lo que de verdad significa la belleza, hay uno, él, que
puede imponer su idea, y hay otro, yo, al que sólo le queda
el recurso de decir que el otro se equivoca y que, por tanto,
no vale N; pues, para valer, N debería adoptar mi idea de lo
bello.
Así que para que el crítico de la norma del dictador no se
"iguale" a él en ese sentido, su crítica ha de ser no de la validez
de la norma por razón de su contenido, sino de la ilegitimidad de la
misma por razón de su origen, su origen dictatorial, antidemo-
crático, precisamente. Pero, entonces, primero, la ilegitimidad
no es invalidez y, segundo, la razón de la ilegitimidad no es
que el contenido de N no sea conciliable con el contenido
real y objetivo, verdadero, del valor en cuestión, sino que es
una razón formal: es la idea que de tal contenido tiene uno, el
dictador, en lugar de ser la idea que de ese valor tiene o po-
dría tener la mayoría social representada democráticamente
en el órgano legislativo. Es una razón, por tanto, no sustan-
tiva, sino formal26.
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RAZONAMIENTO JURÍDICO Y ARGUMENTACIÓN
en esa materia justa sin tacha, ¿Ja dictaría usted, aun cuando la mayoría
social discrepara de ella y a ella se opusiera a través de sus representan-
tes democráticos? Si ese sujeto responde que sí, es un déspota más, en
potencia, pero no ha tenido suerte de hacerse con el poder o no ha lle-
gado todavía su hora. Si responde que simplemente sometería su norma
al debate social, la defendería con los mejores argumentos que pudiera
y se plegaría al veredicto libre de la mayoría sin poner en duda ni la le-
gitimidad ni la validez de la norma resultante de tal mayoría, sea la suya
o sea otra, no hay peligro, estaremos ante un demócrata que tiene su
propia concepción de lo justo, como corresponde a un ser humano con
criterio y personalidad, pero no tan soberbio como para pensarse supe-
rior a los otros.
27 Vid, más ampliamente, Juan Antonio García Amado, "Principios, reglas y
otros misteriosos pobladores del mundo jurídico. Un análisis (parcial) de
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28 Al fin y al cabo, muchas tiranías consiguen apoyo de facto para sus gober-
nantes y sus normas a base de imponer un determinado sistema valorati-
vo como verdadero y único posible. No olvidemos que, por ejemplo, bajo
Franco la mayoría social compartía, sin cuestionarlos en lo más mínimo,
los valores morales del catolicismo de ese Estado confesional, valores
impuestos con manipulación, coacción y violencia.
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29 Lo que quiere decir que podrá o deberá declararse esa su nulidad, inva-
lidez, cuando se cumplan las condiciones de legitimación, competencia
y procedimiento que el propio sistema siente a ese propósito. Pero no
interesa aquí, en este instante, complicarse con estas precisiones, por lo
demás obvias.
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RAzoNAMIENTO JURÍDICO Y ARGUMENTACIÓN,
de JuAN ANTONIO GARCÍA AMAoo se imprimió en la República de Perú.
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Uberto Scarpelli
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"Este librito ... puede quizá resultar algo más polémico en el con-
texto peruano y latinoamericano en general, en el que son hoy
mucho más acentuadas las influencias del iusmoralismo y del
principialismo antipositivista . Mientras en la vieja Europa, hoy por
hoy, parecen bastante bien asentados los fundamentos teóricos
y prácticos del Estado de Derecho y hasta se va manteniendo,
a trancas y barrancas, un relevante componente social del Es-
tado de Derecho, en la historia jurídica y constitucional de los
países hermanos de Latinoamérica la inestabilidad ha sido ma-
yor y los fracasos han sido más a la hora de hacer valer un Esta-
do que reconozca y garantice los derechos fundamentales de
la ciudadanía toda y que funcione sobre la base del respeto lo
más escrupuloso posible de la separación de poderes y de la so-
beranía popular y su secuela en el principio de legalidad. Tales
dificultades reiteradas han constituido tal vez la causa de que,
en muchos países, de buena fe se haya fiado la reforma ansia-
da del Estado de Derecho a un constitucionalismo moralizante
y combativo que, de la mano de un activismo judicial siempre
espoleado desde la academia y de un descrédito creciente de
la legitimidad de la ley parlamentaria, está alterando profunda-
mente los esquemas del Estado de Derecho y, a veces, dando
pie a un autoritarismo de corte populista que se vale de la invo-
cación de principios constitucionales para hacer, una vez más,
que dominen los viejos poderes, los de siempre. Ese autoritarismo,
escasamente respetuoso con la democracia y sus presupuestos y
procedimientos, ya no se apoya antes que nada en los ejércitos y
los cuerpos policiales, sino que ha ido constituyendo una guardia
pretoriana de magistrados de las altas cortes que, con las excep-
ciones de rigor, naturalmente, se ocupa de que los designios del
gobernante de turno se cumplan a rajatabla en lo que al poder
más alto más importe, pero disfrazados de excelso acatamien-
to a los muy principales valores constitucionales o camuflados
como incuestionables resultados de una exquisita y muy objetiva
ponderación de derechos o de principios".
ISBN 978•612-47377-3-2
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