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La lepra o enfermedad de Hansen es una enfermedad infecciosa crónica producida por el bacilo
Mycobacterium leprae que afecta principalmente los nervios periféricos y la piel, pero también
afecta otros sitios tales como las mucosas, los ojos, los huesos y los testículos. Sus complicaciones
más severas son la desfiguración, la deformidad y la discapacidad (ya sea por el compromiso
neurológico o la ceguera).
Se estima que entre dos a tres millones de personas están permanentemente discapacitadas
debido a la lepra.[17] La India es el país con mayor número de casos, Brasil ocupa el segundo
lugar, y Birmania el tercero.
En 1999 la incidencia mundial de la lepra se estimaba en 640 000 personas afectadas (con 108
casos en EE. UU.).
En 2002, se detectaron 763 917 casos en el mundo, y para ese año la OMS listó a Brasil,
Madagascar, Mozambique, Tanzania y Nepal con el 90 % de casos de mal de Hansen.
De 2003 a 2004, las estadísticas de la OMS, decreció en aproximadamente 107 000 casos (o el 21
%).
Aunque el número de casos continúa disminuyendo, hay bolsones de alta prevalencia en ciertas
áreas tales como Brasil, Sudeste Asiático (India, Nepal), partes de África (Tanzania, Madagascar,
Mozambique) y el oeste del Pacífico.
En Estados Unidos se cree que no se registran todos los casos (ausencia de denuncias) y puede
ignorarse un aumento de casos; allí se articula con los Centros para el Control y la Prevención de
Enfermedades de los Estados Unidos (CDC).
Contagio
El contagio se produce entre un enfermo con posibilidad de transmitir la enfermedad (ya que no
todos los que padecen lepra eliminan bacilos fuera de su organismo, posibilidad que se elimina al
administrar medicación) y una persona sana susceptible (debido a una predisposición genética, ya
que la mayoría de las personas posee resistencia natural al Mycobacterium leprae).
Es decir, que debe conjugarse un enfermo que actúe como agente infeccioso y otra persona sana
con una predisposición especial, durante un período de varios años, para que suceda el contagio.
Algunos de los factores de riesgo para la enfermedad son la falta de acceso a infraestructura de
saneamiento, la falta de agua potable, y la pobreza. Se estima que el cambio climático y la subida
del nivel del mar incrementarán la presencia de esta enfermedad.
En su forma grave, se caracteriza por una diarrea acuosa de gran volumen que lleva rápidamente a
la deshidratación del organismo.
Produce síntomas que incluyen fiebre, tos,[13] disnea (dificultad respiratoria), mialgia (dolor
muscular)[14]y fatiga.[15][16] En casos graves se caracteriza por producir neumonía, síndrome de
dificultad respiratoria aguda,[17] sepsis[18] y choque circulatorio. Choque séptico es la forma más
común en estos casos, pero los otros tipos también pueden ocurrir. Por ejemplo, choque
obstructivo puede resultar de embolia pulmonar, una complicación de Covid-19.[19] Según la
OMS, la infección es mortal entre el 0,5 % y el 1 % de los casos.[20] No existe tratamiento
específico; las medidas terapéuticas principales consisten en aliviar los síntomas y mantener las
funciones vitales.[15]
Los síntomas aparecen entre dos y catorce días (período de incubación), con un promedio de cinco
días, después de la exposición al virus.[28][29][30][31] Existe evidencia limitada que sugiere que el
virus podría transmitirse uno o dos días antes de que se tengan síntomas, ya que la viremia
alcanza un pico al final del período de incubación.[32][33]El contagio se puede prevenir con el
lavado de manos frecuente, o en su defecto la desinfección de las mismas con alcohol en gel,
cubriendo la boca al toser o estornudar, ya sea con la sangradura (parte hundida del brazo
opuesta al codo) o con un pañuelo y evitando el contacto cercano con otras personas,[23] entre
otras medidas profilácticas, como el uso de mascarillas. La OMS desaconsejaba en marzo la
utilización de máscara quirúrgica por la población sana,[34][35] en abril la OMS consideró que era
una medida aceptable en algunos países.[36]No obstante, ciertos expertos recomiendan el uso de
máscaras quirúrgicas basados en estudios sobre la Influenza H1N1, donde muestran que podrían
ayudar a reducir la exposición al virus.[37] Los Centros para el Control y Prevención de
Enfermedades (CDC) de Estados Unidos recomiendan el uso de mascarillas de tela, no médicas.
[38] Recomendación de los CDC (febrero de 2021)
El 7 de enero de 2020 los científicos chinos habían aislado el virus causante de la enfermedad, y
realizaron la secuenciación del genoma. Esta secuenciación estuvo disponible para la OMS el 12 de
enero de 2020, permitiendo a los laboratorios de diferentes países producir diagnósticos
específicos vía pruebas de PCR.[41]