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El conocimiento y la evolucion de uno mismo

Alguien puede creer que el conocimiento de uno mismo es un conocimiento egoísta que excluye a las
otras personas o que promueve el encerramiento interior y el alejamiento de las actividades
cotidianas.

El conocimiento de uno mismo no se refiere a cuestiones tan particulares que lo excluyan a uno del
mundo de las relaciones humanas, sino al contrario.

Cuando se dice “conocimiento de uno mismo” se está pensando sobre todo en la comprensión de las
condiciones en que a uno le toca vivir. Por lo tanto, se está hablando de un conocimiento que tiene
por objeto los problemas que surgen en las personas diariamente, en su trabajo, en su familia, con sus
amistades, etc.

Aclarar esto desde el comienzo es importante, porque no faltan quienes piensan que puede haber
autoconocimiento separado de toda situación cotidiana. Y lo que resulta de esta postura es una
construcción imaginaria que no tiene nada que ver con lo que realmente le sucede al ser humano en
situaciones concretas.

El conocimiento de uno mismo se refiere a la comprensión de la situación diaria, cotidiana, en que


uno vive.

Desde luego que el conocimiento es importante, pero resulta incompleto si de él no se pueden sacar
consecuencias prácticas. Por ello se habla también de evolución y se la comprende como la
modificación favorable de las situaciones, de tal modo que uno vaya experimentando una
satisfacción creciente con uno mismo y pueda presentar a otros ayuda para que obtenga también
estos beneficios.

Al decir “evolución de uno mismo”, ciertas personas tienden a pensar en que se está proponiendo el
desarrollo de ciertas facultades síquicas como la atención, la memoria, etc. Y hay quienes relacionan
la evolución de uno mismo con cuestiones como el control de las emociones o con prácticas
complicadas y extravagantes.

Si se estuviera proponiendo educar la atención o la memoria no se estaría tocando el punto más


importante. Si se dieran técnicas parciales, no se estaría tratando de solucionar problemas de fondo.

Todos los seres humanos, por distintas que sean sus ideas y sus prácticas, tropiezan con un factor
desfavorable en su desarrollo. Ese factor es el sufrimiento innecesario.

Y se dice “sufrimiento innecesario” porque se distingue entre el sufrimiento físico o dolor, ocasionado
por los accidentes, las enfermedades, y el sufrimiento mental, producto de la imaginación.

La eliminación del dolor físico depende del avance de la ciencia y de la técnica, la eliminación del
sufrimiento mental no depende de ese desarrollo, sino que depende del desarrollo de nosotros
mismos.

Así es que el conocimiento y evolución de uno mismo se trata, precisamente, de comprender las
situaciones en que uno vive diariamente con referencia al problema del sufrimiento innecesario, a
fin de cambiar ese estado de cosas a favor de uno mismo y, como consecuencia, a favor de otros
que viven en las mismas dificultades.

¿Cómo se produce, en general, el sufrimiento?

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Uno sufre porque no tiene algo que quiere. Uno también sufre porque, teniendo algo, piensa que
puede perderlo. Y ese algo que uno alcanza a poseer o que teme perder se refiere tanto a objetos
como a personas, a situaciones, a valores o cualidades de uno mismo.

Uno también sufre por temor a la soledad, a la enfermedad y a la muerte. Y cuando uno ve o imagina
que otros padecen por algunos de los motivos citados, también sufre.

Si uno se pregunta ¿qué me hace sufrir en mi trabajo?, ¿qué me hace sufrir en mi familia?, ¿qué me
hace sufrir en mi vida de relación?, ¿qué deseo alcanzar que me hace sufrir?, ¿qué temo perder que
me hace sufrir?

Si se responde adecuadamente y en profundidad a esas preguntas se comprobará dos verdades:


primera, que aun tratándose de las cosas más pequeñas (por ejemplo, el sufrimiento que me produce
una palabra de otra persona que disminuye la imagen que tengo de mí mismo) o tratándose de cosas
más graves, puedo reducir todo tipo de sufrimiento a la posesión (sea porque deseo poseer algo que
no tengo, o sea porque temo perder algo que poseo o creo poseer).

En segundo lugar, descubro que no puedo solucionar el conflicto diario parcialmente, ya que cuando
desaparece uno, aparece otro. Si me fijo bien en mi propia vida, advierto que cuando he dejado de
sufrir por una cosa, he comenzado a sufrir por otra y así siguiendo.

Se comprende que el problema del sufrimiento no puede resolverse parcialmente. Aunque uno sea
vegetariano o practique yoga, o deje de tomar café, o sea creyente de una religión, o sea ateo, el
problema del sufrimiento no cambia en absoluto. También en la condición de padre, hijo, jefe,
subordinado, dirigente o dirigido, el problema del sufrimiento subsiste y no depende exáctamente de
mi posición; en todo caso, se refuerza si pongo un especial interés en eso de la posición.

Ahora bien, antes se hablaba de dolor físico. Se sabe que hay muchas formas de dolor físico. También
se sabe que cuando no se cumple con determinadas necesidades se produce dolor. Así, saciar el
hambre es una necesidad, proteger el cuerpo es una necesidad, y si no se cumplen con estas
necesidades se arriesga a la destrucción del cuerpo y con gran dolor.

De manera que una necesidad es aquella que no satisfaciéndola acarrea dolor, y puede destruirme.
En cambio, un deseo posesivo es aquel que no satisfaciéndolo según lo imagino, me crea
sufrimiento mental.

Ineludible es que el ser humano satisfaga sus necesidades, pero no es necesario que satisfaga sus
deseos posesivos imaginarios. Todo lo contrario. Por ir detrás de esa posesión imaginaria se crea
sufrimiento y crea sufrimiento en el mundo de los otros seres humanos.

Si se ha comprendido todo lo anterior se puede avanzar en el conocimiento de la situación en que se


vive con respecto al problema del sufrimiento, y también se puede cambiar la actitud frente a la
vida en general, no parcialmente. Y, por consiguiente, se puede liberar al ser humano del
sufrimiento.

El cambio de actitud profunda es posible y permite evolucionar, porque da enormes posibilidades que
estaban atascadas con el sufrimiento y el temor.

Aunque se haya esbozado rápidamente el objetivo del autoconocimiento, no se han explicado las
técnicas que deben realizarse. Sin embargo se puede adelantar en pocas palabras que se trata de
esto:

Debe uno estudiar su propia vida, es decir, hacer su propia biografía desde el momento de su
nacimiento hasta hoy, comprendiendo los hechos más importantes que hayan producido sufrimiento.
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Debe además, estudiar la situación en que vive actualmente en el trabajo, la familia, etc, y los deseos
y frustraciones a las que está sometido. Y debe, por último, estudiar la raiz de sus deseos imaginarios,
de sus ensueños.

Todo esto lleva, desde luego, algún tiempo. Pero no más que el que pierde la gente al ir a cualquier
diversión.

Existe una herramienta eficaz para el cambio de actitud frenta a la vida, y se llama “Los Principios”.
Estos Principios se comprenden bien y se pueden aplicar correctamente si se ha hecho un buen
autoconocimiento. Se verá que algunos presentan dificultades precisamente porque se requiere una
tarea de comprensión previa y porque, además, es necesario explicar correctamente su sentido y
dar ejemplos que ilustren su aplicación.

Pero hay que saber que al hablar de “conocimiento y evolución de uno mismo”, el Autoconocimiento
cumple con una función de comprensión de las situaciones de sufrimiento diario y la aplicación de los
Principios cumple con una tarea de evolución. Claro está que no se puede separar uno del otro, pero
son temas bien diferentes.

Bastaría ajustar la actitud frente a la vida de acuerdo a lo que proponen los Principios, para ir
logrando reconciliación y progreso en uno mismo.

Los Principios se enuncian así:

1.- Ir contra la evolución de las cosas es ir contra uno mismo.

2.- Cuando fuerzas algo hacia un fin produces lo contrario.

3.- No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite; entonces, avanza con
resolución.

4.- Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente.

5.- Si para ti están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones.

6.- Si persigues el placer, te encadenas al sufrimiento. Pero, en tanto no perjudiques tu salud, goza
sin inhibición cuando la oportunidad se presente.

7.- Si persigues un fin, te encadenas. Si todo lo que haces lo realizas como un fin en sí mismo, te
liberas.

8.- Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raiz, no cuando quieras
resolverlos.

9.- Cuando perjudicas a los demás, quedas encadenado. Pero, si no perjudicas a otros, puedes hacer
cuanto quieras con libertad.

10.- Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas.

11.- No importa en qué bando te hayan puesto los acontecimientos, lo que importa es que comprendas
que tú no has elegido ningún bando.

12.- Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya
nada podrá detenerte.

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Pues bien, ya se ha explicado aquí cuál es el sentido al decir “conocimiento y evolución de uno
mismo”. Lo que en todo caso no queda claro es cómo se trabaja esto con precisión, ni tampoco cómo
se experimenta ese cambio liberador y profundo en la propia vida cuando uno va superando el
sufrimiento innecesario.

Para acercarse a este trabajo hay que empezar por poner en duda dos prejuicios que normalmente
se tienen. El primero se enuncia así: “el sufrimiento es necesario para que el ser humano realice
actividades”, y el segundo: “el sufrimiento es inevitable”.

Así como normalmente se afirman estos dos prejuicios, nosotros afirmamos exáctamente lo
contrario y lo probamos en la práctica. Pero quien niega esta posibilidad no prueba que el ser
humano sea incapaz de avanzar sobre el sufrimiento (así como ha avanzado en su ciencia y su
técnica), sino que prueba, en todo caso, que teme liberarse de sus cadenas y que síquicamente acepta
la esclavitud de prejuicios funestos.

Entonces, se ha comprendido que el autoconocimiento requiere de comprensión del propio sufrimiento


en la vida y que la evolución y creciente satisfacción con uno mismo depende de un cambio
fundamntal de posición frente a la vida. Y, aunque no se hayan explicado extensamente las técnicas,
se ha captado cuál es la dirección general de estos trabajos, cuáles son sus objetivos y con qué tipo de
cuestiones se relaciona todo aquel que seriamente desea andar la senda de la liberación.

Silo, 1974

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Título original del documento: El conocimiento y la evolución de uno mismo

Fecha creación del documento: 1974

Título del documento en la base(1): El conocimiento y la evolución de uno mismo

Fecha de introducción en la base(2): 02/01/2008


Código en la base(2): 1440

Fecha en formato PDF: 15/06/2011

Responsable: Clara Serfaty – claraserfaty@gmail.com


Caracas, Venezuela

Este material no ha sido modificado en su contenido por la recopiladora.

Las posibles modificaciones han sido: correcciones ortográficas, de puntuación o de formato sin alterar
el texto tal cual le llegó en su momento.

La obra de Silo ha sido extensa y se encuentra impresa en libros publicados por diversas editoriales e idiomas, algunos de ellos
también en forma de audio y/o video. Pero son sus conversaciones (así las hemos llamado porque tienen un carácter “informal”
y a veces casi fortuito) en presencia de uno o muchos de nosotros, los seguidores de su corriente de pensamiento, lo que
abunda como material. Es interés conservarlo como tal porque expresan mucho de la doctrina siloísta y de algún modo el
proceso que Silo fue llevando a cabo. Un material que siempre circuló rápidamente entre todos en un tipo de formato pero que
después de su muerte y por no ser material “oficial” se ha vuelto frágil. Por ello hemos querido intentar conservar lo que
tenemos en un formato que garantice su preservación tal cual circuló en su momento.

(1) Estos documentos se han ido registrando en una base de datos desde el 2005 y para su mejor ubicación y manejo a la
mayoría se les dio otro nombre pero se conservó el original en el documento.
(2) El sistema proporciona automáticamente un nro. de identificación y la fecha en la que se introdujo en la base

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