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25. Las democracias de occidente nacen con dos raíces distintas: una
cristiana (anlosajona, cuyo modelo está expuesto por Tocqueville) y
otra antricristiana (cuyo modelo es propuesto por Rousseau)
p.73 Nadie debe obrar contra su conciencia, como ya había dicho San
Pablo (Rom. 14, 23). Pero el hecho de que la conciencia alcanzada
obligue en el momento de la acción no significa canonizar la
subjetividad. Seguir la convicción alcanzada no es culpa nunca. Es
necesario, incluso, hacerlo así. Pero sí puede ser culpa adquirir
convicciones falsas y acallar la protesta de la anamnesis del ser. La
culpa está en otro sitio más profundo: no en el acto presente, ni en el
juicio de conciencia actual, sino en el abandono del yo, que me ha
embotado para no percibir en mi interior la voz de la verdad y sus
consejos. De ahí que autores que obraron convencidos, como Hitler o
Stalin, sean culpables. Los ejemplos extremos no deberían servir para
tranquilizarnos, sino, más bien, para sobresaltamos y hacemos ver
con claridad la seriedad del ruego: Ab occultis munda me (Ps 19,13).
Antes de dar una respuesta puede ser útil echar una mirada a las
posiciones intermedias, que no se pueden agregar a ninguna de las
dos anteriores. Como representantes de esa vía intermedia Possenti
menciona a N. Bobbio, R. K. Popper y J. Schumpeter. El cartesiano P.
Bayle se podría considerar un temprano precursor (1647-1706).
Bayle parte de una separación estricta entre la verdad metafísica y la
moral.
p.99 Con todo ello Bayle no hace más que describir la conciencia de
su siglo: las deas morales fundamentales transmitidas por el
cristianismo estaban tan evidente e indiscutiblemente ante los ojos
de todos que se podían considerar, en medio de las peleas entre las
diferentes confesiones, un conocimiento indudable del hombre
razonable, una evidencia de la razón que no era afectada por las
controversias doctrinales de la dividida cristiandad. Lo que entonces
parecía conocimiento infalible de la razón donado por Dios conservó
su evidencia mientras la cultura entera -todos los ámbitos de la vida-
estuvo impregnada por la tradición cristiana. Según se fue
disolviendo el consenso cristiano fundamental y fue quedando la
razón desnuda, que no se dejaba ilustrar por ninguna realidad
histórica y quería oír sólo su propia voz, comenzó a desmoronarse la
evidencia de lo moral. La razón, que arranca sus raíces de la fe de
una cultura histórica y religiosa y quiere ser exclusivamente razón
científica, se queda ciega.
[4] Rom, Cap.2, [v. 14] En efecto, cuando los gentiles, que no tienen
la Ley, siguiendo la naturaleza, cumplen los preceptos de la Ley,
ellos, sin tener la Ley, son ley para sí mismos. [v. 15] Con esto
muestran que tienen grabado en sus corazones lo que la Ley
prescribe, como se lo atestigua su propia conciencia y según los
acusan o los excusan los razonamientos que se hacen unos a otros,