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1. La dignidad
Una tautología…
De los dos rasgos referidos por Buenaventura, uno parece haber
sido aceptado plenamente por nuestros contemporáneos y está sin duda
en la mente y en la boca de casi todos ellos. En efecto, entre las
asociaciones de vocablos más comunes en el mundo de hoy se
encuentra la que recogen frases como «dignidad de la persona
humana», «dignidad humana» o «dignidad personal». Parece, pues, que
una corriente subterránea o una afinidad secreta ligaría los sustantivos
«dignidad» y «persona». ¿Existe un fundamento teórico para semejante
conjunción?
Como antes sugería, el lugar clásico para iniciar el estudio del
significado del término «persona» en Occidente es la obra de Boecio. En
concreto, en el De duabus naturis et una persona in Christo nos dice
este eminente conocedor del mundo clásico que la voz latina «persona»
procedería de «personare», que significa resonar, hacer eco, retumbar,
sonar con fuerza. Y, en verdad, con el fin de hacerse oír por el público
presente, los actores griegos y latinos utilizaban, a modo de megáfono o
altavoz, una máscara hueca, cuya extremada concavidad reforzaba el
volumen de la voz; esta carátula recibía en griego la denominación de
«prósopon», y en latín, justamente, la de «persona». Por su parte, el
adjetivo «personus», de la misma familia semántica, quiere decir sonoro
o resonante, y connota la intensidad de volumen necesaria para
sobresalir o descollar.
Pero la careta tenía otro fin inmediato y en apariencia paradójico:
ocultar a la vista de los asistentes el rostro del actor; y este objetivo
respondía a una idea programática: lo excelente, lo que importaba en la
representación, no era la individualidad de los intérpretes, a menudo
desconocidos, sino la alcurnia de los personajes por ellos representados.
Se advierte entonces cómo, desde una doble perspectiva —la del
simple alcance de la voz y la de la re-presentación teatral—, el vocablo
«persona» se halla emparentado, en su origen, con la noción de lo
prominente o relevante.
1
MILLÁN-PUELLES, Antonio, Léxico filosófico, Rialp, Madrid 1984, p. 457.
2
«Quien ha puesto de manifiesto de la forma más completa todas las virtualidades
de la clásica definición boeciana de la persona es sin duda Tomás de Aquino. En primer
término, la ha retomado, subrayando su grandeza, pero también introduciendo una
significativa puntualización: “persona significat id quod est perfectissimum in tota
natura, scilicet subsistens in rationali natura” (S. Th., I, q. 29, a. 3); o bien: “modus
existendi quem importat persona est dignissimum, ut scilicet aliquid per se existens”
(De pot., q. 9, a.4)» (BERTI, Enrico, Il concetto di persona nella storia del pensiero
filosofico, en AA. VV., Persona e personalismo, Fondazione Lanza, Padova 1992, p.
49).
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
3
«San Tommaso ha un concetto altissimo della persona. Questa a suo giudizio è
quanto di più perfetto esiste nell’universo: “Persona significat id quod est
perfectissimum in tota natura, scilicet substantia in natura rationali” (S.Th. I, q.28,
a.3). Egli guarda alla persona dal punto di vista ontologico e la considera quindi come
una modalità dell’essere, ossia di quella perfezione che nella sua filosofia è la perfectio
omnium perfectionum e l’actualitas omnium actuum, ed è proprio rispetto a questa
perfezione che la persona occupa il gradino più alto: l’essere nella persona trova la sua
attuazione più piena, più eccellente, più completa. Per questo motivo tutti gli enti che
si fregiano del titolo di persona, sono enti che godono di una dignità infinita, di un
valore asoluto: sia che si tratti di Dio, degli angeli o dell’uomo. Il concetto di persona è
un concetto analogico: non si predica allo stesso modo, ossia univocamente, di Dio,
degli angeli e dell’uomo, ma secondo un ordine di priorità e posteriorità (secundum
prius et posterius); tuttavia, esso designa sempre la stessa perfezione fondamentale:
il sussistere individuale nell’ordine dello spirito. Come dice San Tommaso col suo
linguaggio sobrio e preciso: “Omne subsistens in natura rationali vel intellectuali est
persona» (C.G., IV, c. 35)” (MONDIN, Battista, Dizionario enciclopedico del pensiero di
San Tommaso d’AQUINO, Edizioni Studio Domenicano, Bologna 1991, pp. 465-466).
4
LEWIS, Clave Staple, El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid 1993, p. 129.
5
LEWIS, Clave Staple, El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid 1993, p. 129.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
En concreto
Todo esto deberíamos meditarlo a menudo y llevarlo a la
consideración de las personas a quienes tratamos y sobre las que
tenemos cierta ascendencia:
1. Por una parte, hacerlos conscientes de la intrínseca y
constitutiva valía que todos poseen, con independencia de sus
circunstancias concretas.
2. Por otra, animarlos a cultivar su riqueza interior; insistirles
en que ahí radica el hontanar de su grandeza; en que, como nos
recuerda Enrique Larreta, haciendo eco a una Sabiduría inmemorial,
«los hombres son como vasijas de barro, que no valen sino por lo que
guardan».
3. Y, con eso, llevarles a concluir, como contrapunto, que lo
que no es íntimamente noble, superior, no puede expresarse «hacia
fuera» como tal, sin que el resultado se evidencie a todas luces como
postizo.
El vistazo más superficial a los famosos del mundo de hoy, en los
distintos campos de la actividad humana, bastaría para caer en la cuenta,
por confirmación o por contraste, de lo último que acabo de sostener.
Intimidad, elevación
Un análisis somero del significado del término arroja, pues, el
siguiente saldo: al parecer, cualquier exteriorización o índice de esa
sublime nobleza que conforma la dignidad remite en fin de cuentas a
una prestancia íntima constitutiva.
O, con otras palabras: el punto terminal de referencia y el origen de
cualquier dignidad reside en la suprema valía interior del sujeto que la
ostenta; y es «eso» lo que tenemos que intentar que crezca en todos
cuantos conviven con nosotros.
Pues lo que hay en juego, por el momento, son dos componentes que
al menos desde las especulaciones de Agustín de Hipona se encuentran
estrechamente emparentados:
1. La superioridad o elevación en la bondad.
2. Y la interioridad o profundidad de semejante realeza, que es
lo que normalmente, aplicado a las personas, se conoce como intimidad,
como mundo interior.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Alto e interno, por tanto; y más noble cuanto más interno, y más
íntimo cuanto más alto. Por esos derroteros hemos visto hasta ahora
que camina la nobleza de la persona.
Autonomía
Spaemann, por su parte, sostiene que la dignidad constituye
siempre «la expresión de un descansar-en-sí-mismo, de una
independencia interior».
Y explica que semejante autonomía no ha de ser interpretada
… como una compensación de la debilidad, como la actitud de la zorra
para quien las uvas están demasiado verdes, sino como expresión de fuerza,
como ese pasar por alto las uvas de aquel a quien, por un lado, no le
importan y, por otro, está seguro de que puede hacerse con ellas en el
momento en que quiera. Solo el animal fuerte —prosigue— nos parece
poseedor de dignidad, pero solo cuando no se ha apoderado de él la
voracidad. Y también solo aquel animal que no se caracteriza
fisonómicamente por una orientación hacia la mera supervivencia, como el
cocodrilo con su enorme boca o los insectos gigantes con unas extremidades
desproporcionadas.
De tal modo, los dos ingredientes a los que hace unos instantes aludía
—la elevación y la correspondiente interioridad— parecen resumirse o
articularse en torno a uno que los recoge y lleva a plenitud: la potencia
(activa) que permite el volverse sobre sí o recostarse autónomamente
en la altura del propio ser, la fuerza interior y no violenta ni
avasalladora, la autarquía, estrechamente ligada con la libertad y el
amor.
6
SPAEMANN, Robert, Lo natural y lo racional, Rialp, Madrid 1989, p. 98.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Acercamientos intuitivos
Cabría confirmarlo, observando en nuestro entorno manifestaciones
privilegiadas de majestad o realeza. Lo majestuoso, por ejemplo, nos
resulta instintivamente advertido como lo autárquico, como aquello que
se encumbra al afirmarse y descansar en sí: sin necesitar de lo que le
circunda y sin sentirse amenazado por ello.
1. Y esto, en primer lugar, en el terreno de la simple metáfora:
piénsese en la prestancia de un águila, un león o un pura sangre, que
parecen imponerse con su sola presencia al entero entorno que los
rodea.
2. Y después, y primordialmente, en el ámbito más propio de las
realidades humanas: un rey —o un juez justo, pongo por caso—
manifiesta de forma eminente y casi física la excelsitud de su rango
cuando, asentado en su trono, juzga y decide desde sí el conjunto de
cuestiones sometidas a su jurisdicción; pero revela todavía más su
abolengo cuando, prescindiendo de los signos exteriores de su
soberanía e imperio, replegándose más sobre su interna grandeza
constitutiva, logra expresar al margen de toda pompa y aparato aquella
sublimidad íntimamente personal que, en su caso, lo ha hecho
merecedor del cargo que desempeña.
Y, en esta misma línea, para quien sabe apreciarlo, un sencillo pastor
de montaña recorta sobre el paisaje la grandiosa desnudez de su
alcurnia de persona en la proporción exacta en que, firme e
independiente en su propia e interna humanidad, sabe prescindir de
todo cuanto tiene a su alrededor: despegado incluso del pasar del
tiempo, se muestra también ajeno al sinfín de solicitaciones, alharacas y
oropeles de la vida de ciudad.
3. De manera ya más propia, se afirma que una persona actúa
con dignidad cuando sus operaciones no ponen en juego (en peligro) el
noble y recio hondón constitutivo de su propio ser.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
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Algunas sugerencias fragmentarias de la «superioridad» de estas personas según
Sacks, que coinciden, incluso a veces en el modo de expresión, con mi propio
pensamiento:
«Cuando empecé a trabajar con retrasados, ya hace varios años, creí que sería una
experiencia deprimente, y escribí a Luria explicándoselo. Pero, ante mi sorpresa, él
contestó hablándome en los términos más positivos sobre la experiencia, y diciéndome
que no había pacientes que le resultasen, en general, más “queridos”, y que
consideraba las horas y los años que había pasado en el Instituto de Defectología unos
de los más interesantes y estimulantes de toda su vida profesional. En el prefacio a la
primera de sus biografías clínicas (El habla y el desarrollo de los procesos mentales en
el niño) expresa un sentimiento similar: “Si un autor tiene derecho a expresar
sentimientos sobre su propia obra, debo confesar el cálido sentimiento con que vuelvo
siempre al material publicado en este librito”.
¿Qué es este cálido sentimiento del que habla Luria? Es claramente la expresión de
algo emotivo y personal... que no sería posible si los deficientes no «respondiesen», si
no poseyesen también ellos sensibilidades muy reales, posibilidades personales y
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
emotivas, sean cuales sean sus defectos (intelectuales). Pero es más. Es una
expresión de interés científico... de algo que Luria consideraba de un interés científico
muy especial. ¿Qué podía ser esto? Algo distinto, sin duda, a «deficiencias» y
«defectología», que son en sí mismas de un interés bastante limitado. ¿Qué es,
entonces, lo que es especialmente interesante en los simples?
Se relaciona con cualidades de la mente que están preservadas, potenciadas
incluso, de modo que, aunque «mentalmente deficientes» en ciertos sentidos, pueden
ser mentalmente interesantes, incluso mentalmente completos, en otros. Las
cualidades de la mente no conceptuales: he aquí lo que hemos de investigar con
especial intensidad en la mente del simple […].
Lo que nos aguarda es igualmente agradable para el corazón y para el
entendimiento y, debido a ello, estimula especialmente el impulso que lleva a la
«ciencia romántica» de Luria.
¿Qué es esta cualidad mental, esta disposición, que caracteriza a los simples y les
otorga su inocencia conmovedora, su transparencia, su integridad y dignidad […]?
Si hubiésemos de utilizar aquí una sola palabra, habría de ser «concreción»… su
mundo es vívido, intenso, detallado, pero simple, precisamente porque es concreto: no
lo complica, diluye ni unifica la abstracción.
Por una especie de inversión o subversión, del orden natural de las cosas, los
neurólogos ven con frecuencia la concreción como algo negativo, indigno de
consideración, incoherente, un retroceso. Así para Kurt Goldstein, el mayor
sistematizador de su generación, la mente, la gloria del hombre, se centra
exclusivamente en lo abstracto y categórico, y la consecuencia de una lesión cerebral,
de cualquier lesión cerebral y de todas ellas, es expulsarlo de este reino superior a las
ciénagas casi subhumanas de lo concreto. Si un individuo pierde la «actitud
categórico-abstracta» (Goldstein) o el «pensamiento proposicional» (Hughlings
Jackson), lo que queda es subhumano, carece de importancia o interés.
Yo llamo a esto una inversión porque lo concreto es elemental, es lo que hace la
realidad «real», viva, personal y significativa. Todo esto se pierde si se pierde lo
concreto[…].
Mucho más fácil de comprender, y mucho más natural, es la idea de la preservación
de lo concreto en la lesión cerebral… no regresión a ello, sino preservación de ello, de
modo que se preserven la humanidad, identidad y personalidad básicas, el yo de la
criatura lesionada […].
Yo creo que todo esto puede aplicarse a los simples… con más motivo aún, pues
habiendo sido simples desde el principio nunca han sido seducidos por ello, sino que
siempre han experimentado la realidad directa sin intermediarios, con una intensidad
elemental y, a veces, abrumadora» (SACKS, Oliver, El hombre que confundió a su
mujer con un sombrero, Anagrama, Barcelona, 4ª ed., 2003, pp. 219-221).
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
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FRANKL, Viktor, La idea psicológica del hombre, Rialp, Madrid 1979, pp. 112-113.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
La singularidad irrepetible
Otra tautología
Señalaba antes la especie de afinidad subterránea que liga, para la
mayoría de nuestros contemporáneos, los términos «persona» y
«dignidad». Añadiré ahora otra asociación de vocablos también muy
corriente entre todos ellos: la que apareja de manera indisoluble
persona humana y singularidad. «Cada uno es cada uno», «todo ser
humano resulta único e irrepetible», «cada persona es un mundo»:
estas y otras expresiones por el estilo abundan también profusamente
en los diálogos y en los testimonios escritos de cuantos componen
nuestro cosmos.
Se trata asimismo de una doctrina clásica. Por ejemplo, Tomás de
Aquino no duda en sostener, a propósito de ciertas controversias
teóricas, que singularidad equivale, en sentido estricto, a personalidad o
personeidad. A lo que añade:
… con el nombre de persona queremos significar formalmente la
incomunicabilidad o la individualidad de aquellas realidades que subsisten en
la naturaleza.
Y después:
… el nombre de persona no designa simplemente el hecho de subsistir
[…], sino la condición por la que algo es distinto e incomunicable.
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PALACIOS, Leopoldo-Eulogio, “La persona humana”, en AA.VV., El concepto de
persona, Rialp, Madrid 1989, p. 45. La misma doctrina, más general, en este otro
texto: «“Acción” es un término analógico. Su referente primario es la acción humana o
personal —la acción de un agente que es “dueño de sus actos”. Por extensión
analógica, también es atribuido a los sujetos no personales. La analogía es tal que nos
permite aislar ciertos rasgos de acción comunes a acciones personales y no
personales.» (BROCK, Stephen L., Acción y conducta. Tomás de Aquino y la teoría de la
acción, Herder, Barcelona 2000, p. 17).
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
«El Singular»: con esta categoría se mantiene en pie, o cae, la causa del
cristianismo (…). Por cada hombre que yo pueda atraer a esta categoría de
«el Singular», me comprometo a hacer que se convierta en cristiano; o
mejor, puesto que nadie puede hacer esto por otro, le garantizo que lo será .
11
11
KIERKEGAARD, Søren, Diario, VIII 1 A 482.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Y añade:
En las biografías no se determinan las características o propiedades
universales de los hombres, sino que se intenta exponer la vida de un
hombre individual, de una persona. Con una biografía no se pretende
elaborar una antropología, ni tampoco un estudio metafísico sobre el ente
personal, sino explicar la vida de una persona, en cuanto esta es algo
individual y propio, es decir, narrar su vida o vida personal .
13
12
FORMENT, Eudaldo, Principios básicos de bioética, Palabra, Madrid 1990, p. 18.
13
FORMENT, Eudaldo, Principios básicos de bioética, cit., p. 22.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Las biografías
¿Extrañará, entonces, que la más conocida de las obras de San
Agustín —a quien vimos definir a cada hombre como persona— adopte
el estilo autobiográfico, con una maestría y una penetración que
probablemente todavía no hayan sido superadas?
En efecto, en sus Confesiones no es el hombre en general lo que
atrae la capacidad de reflexión de Agustín de Hipona, sino este y aquel
hombre concreto, cada uno en su propia singularidad irrepetible y con
sus particulares problemas. En definitiva, y si quisiéramos resumir, es el
hombre en cuanto persona, concreta e irreiterable.
Por todo ello, la filosofía de San Agustín se muestra tremenda y
decididamente enaltecedora de la persona. Como acabo de sostener, no
es el hombre lo que le interesa, sino la persona y, más en particular —
parece decir—, mi persona, en toda la riqueza de sus matices y sus
luchas y vicisitudes interiores. O, si se prefiere, el gran problema del yo.
Por eso dejará escrito:
Yo mismo me había convertido en un gran problema (magna quaestio)
para mí.
Y también:
No comprendo todo lo que soy.
El incomparable
Escribe Rafael Tomás Caldera:
La dignidad inalienable del hombre se muestra sobre todo cuando no hay
en el hombre nada más que su humanidad. Cuando ya no le queda juventud,
belleza, poder, inteligencia, riqueza o cualquiera otra de esas características
por las cuales una persona puede dispensarnos un favor, sernos agradable,
ser un motivo de atracción. Cuando a una persona no le queda nada, sino su
condición de persona en el sufrimiento, en ese instante se pone de relieve
con mayor elocuencia su dignidad inalienable. Por ello, la llamada a
manifestar amor a la persona en ese momento es una pieza esencial de la
cultura moral, del cultivo del corazón humano, y piedra de toque de la
civilización .
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14
CALDERA, Rafael Tomás, Visión del hombre, Centauro, Caracas, 4ª ed. 1995, pp.
158-159.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
15
KIERKEGAARD, Søren, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, pp. 43-44.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
16
KIERKEGAARD, SØREN, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, p. 51.
17
KIERKEGAARD, Søren, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, pp. 163-164.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Los débiles
Pero si la grandeza solo se consigue cuando no se establecen
confrontaciones, resalta con especial fulgor, como ya anticipé, la
dignidad de los débiles. Y, si apelamos a ámbitos ciertamente distintos
pero relacionados, la dignidad del alumno menos aplicado o más
cargante, la del amigo que pasa por particulares dificultades interiores,
la del cliente con menos medios económicos, la del cónyuge en
momentos de especial desvalimiento…
En todos estos casos puede ser oportuno reflexionar sobre las
siguientes palabras, que Gonzalo Herranz estampó en otro contexto:
… una de las ideas más fecundas y positivas, tanto para el progreso de la
sociedad como para la educación de cada ser humano, consiste en
comprender que los débiles son importantes. De esa idea nació precisamente
la Medicina. […] Ser débil era, en la tradición médica cristiana, título
suficiente para hacerse acreedor al respeto y a la protección .
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18
KIERKEGAARD, Søren, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, p. 164.
19
HERRANZ, Gonzalo, “El respeto médico a la vida terminal”, en Servicio de
documentación Montalegre, año VIII, 3ª época, semana del 22 al 28 de julio de 1991,
p. 8).
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona