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El Hombre Con Su Mundo Destrozado
El Hombre Con Su Mundo Destrozado
GIOYANNI BERLINGER
Psiquiatría y poder
SAUL FRIEDLÁNDER
Una psicosis colectiva:
el antisemitismo nazi
A. R. LURIA
El hombre con su mundo destrozado
JEAN-OLIVIER MAJASTRE
La introducción del cambio
en un hospital psiquiátrico
EL HOMBRE
CON SU MUNDO
DESTROZADO
H «r —
granica
editor
Título del original inglés:
T H E M A N W IT H A SHATTERED W O R LD
Basic Books, Inc. Publishers, New York
© 1972 by Basic Books, ¡nc.
9
t-raremos a uu hombre que puede parecer estúpido. Se olvi
da de lo que está haciendo, en el momento de ir a buscar
un balde. Le resulta difícil obedecer instrucciones que cual
quier niño entendería.
Pero cuando terminamos con este librito, nosotros,
corno Luria, admiramos a Zasetski como tm hombre inteli
gente e increíblemente empecinado, que trabaja bajo el peso
de enormes dificultades provocadas por la perturbación de
la■función cerebral normal. Luria analiza la pauta de las
dificultades para descubrir algo más acerca del cerebro y
de los complejos procesos mentales. La persistencia del
paciente inválido nos ofrece una percepción que batería
alguna de tests psicológicos podría reemplazar.
Resulta en todo sentido oportuno que el profesor Luria
se haya ocupado de la tarea de presentarnos la singular
narración de Zasetski. No solo trabajó con este como coex
plorador de su condición, durante más de dos décadas, sino
que como neuropsicólogo que estudió muchos casos simi
lares, se encuentra en condiciones de presentar una pers
pectiva que el lector medio no podría obtener si solo se
bogara en las notas. Durante la Segunda Guerra Mundial
realizó una de las más amplias investigaciones jamás em
prendidas, para determinar en qué medida las lesiones de
distintas partes del cerebro afectan la capacidad de una
persona para pensar, hablar y entender el habla de los
demás. Su libro Traumatic Aphasia2 describe los descu
brimientos basados en tests diagnósticos y terapia de más
de setecientas víctimas de heridas en la cabeza, causadas
por las balas y los cascos de metralla de esa guerra.
Para aquellos que gustan de jugar a Qué haría
s i . .. V', los problemas de Zasetski abren todo un nuevo
libro de desafíos. ¿Qué haría usted si perdiese gran parte
de su memoria, y si la parte restante no incluye el ayer
y el día anterior, sino solo cosas que ocurrieron hace mu
chos años? ¿Qué haría si cuando contemplase una página
de un libro viera nada más que la mitad izquierda de la
página, y cuando se dedicara a la, primera palabra viera
solo su mitad izquierda, y cuando tratase de concentrarse
en la primera letra de esa palabra percibiera apenas la
10
mitad izquierda? ¿Qué fiaría $i pudiese escribir pero no
leer su propia escritura? Estos son unos pocos de los pro
blemas ante los cuales se vio Z aset ski.
. Fenómenos tan poco corrientes son cosas cotidianas
en neur opsicología, la rama de la psicología que estudia
con la máxima seriedad los problemas referentes a la ma
nera en que el cerebro cumple con tareas mentales de suma
complejidad. En términos históricos, la neuropsicología
nació de la unión entre las disciplinas médicas de la neuro-
logía-neurocirugía y la más académica de la psicología.
Durante varias décadas, a mediados del siglo X X , la neu-
ropsicotogía recorrió un camino desolado, divergente del
rumbo principal que seguían ambas materias madres. Qui
zá se piense que si el análisis neuropsicológico del foco de
las funciones’ psicológicas era lo bastante exacto, el ciru
jano o el clínico podían 'usarlo como orientación para el
tratamiento médico. Pero los clínicos de las especialidades
médica y quirúrgica del campo neur ológico encontraron
que los diagnósticos neur opsicológicos cada vez más exac
tos poseían escaso valor práctico, Si bien las nuevas téc
nicas de diagnóstico con rapos X y ondas cerebrales resul
tan toscas desde el punto de vista de la función cerebral,
ofrecen una información lo bastante precisa para las téc
nicas terapéuticas que existen en esos terrenos.
Los psicólogos académicos siguieron una trayectoria
distinta. Durante treinta años exploraron con decisión la
idea de que resulta más útil estudiar la función psicológica
sin observar para nada el cerebro, hasta que los fisiólogos
conozcan más acerca de las funciones cerebrales. Los psi
cólogos mostraron tendencia a considerar el cerebro, y el
animal en su conjunto, como una caja negra que recibe
ciertos ingresos y produce determinados egresos. Mediante
la manipulación de los ingresos y la medición de los egre
sos, se pueden deducir reglas en cuanto a las formas en
que se relacionan entre sí, sin necesidad de mirar dentro
de la caja negra. Como los principales modos éticos de mo
dificar la forma en que las personas sanas piensan y sien
ten no incluyen la manipulación del cerebro, gran parte de
los conocimientos acerca de este fueron considerados inúti
les para el psicólogo.
En los últimos años se ha debilitado la defensa de la
separación de los enfoques psicológico y neurofisiológico
11
en el estudio de los procesos intelectuales. Las técnicas para-
el estudio del cerebro fueron perfeccionadas en gran medi
da y saludadas con entusiasmo por investigadores del flo
reciente dominio de la psicología fisiológica. Este último*
vastago de la psicología y la biología tiene mucho en común
con la neuropsicología, en el sentido de que investiga los
mecanismos cerebrales de los fenómenos psicológicos. Pero
hasta hoy no se ocupó a fondo de procesos mentales parti
cularmente humanos tales como el habla, la lectura, las
operaciones de cálculo, etc., que tanto desconciertan al neu-
ropsicólogo. Los psicólogos especializados en fisiología se
han dedicado principalmente a funciones básicas tales
como la alimentación, la conducta sexual, el miedo y otras
por el estilo, que tienen características comunes en varias
especies.
Los principales progresos de la neuropsicología se ba
saron en la observación de la conducta de los seres huma
nos u oíros animales eon lesiones (heridas o destrucción)
de distintas estructuras cerebrales. Los estudios de los
seres humanos se concentraron en la explotación de los
“ accidentes de la naturaleza” para proveerse de sujetos
experimentales: Zasetski es un buen ejemplo de ello.wEn
los animales, el neuropsicólogo produce lesiones en forma
intencional, y tiene mayor dominio sobre la ubicación y
amplitud del tejido cerebral destruido, que cuando trabaja
con sujetos humanos. Gran parte de nuestros conocimien
tos sobre el cerebro del hombre proviene de pacientes con
una lesión ( en tina zona limitada del cerebro, con degene
ración de tejidos causada por coágulos o estallidos del vaso
sanguíneo que irriga eso.; zona), un tumor (acumulación
anw'mal de células, que se ensancha y quebranta el fun
cionamiento del tejido celular circundante por presión o
infiltración), traumas (por ejemplo un golpe en la cabeza
o una herida por un casco de granada del tipo del que
padecía Zasetski), o la ablación quirúrgica (un tratamien
to extremo, pero a veces necesario, de un tumor o foco
epiléptico) , En general, las lesiones traumáticas han ofre
cido la información más digna de confianza en ¡o referente
o, los procesos mentales superiores. Están relativamente
bien definidas y se las encuentra por lo general en indi
viduos jóvenes, en otros sentidos saludables, de modo que
no resulta aventurado atribuir los cambios de las funciones
12
psicológicas a la le$iónf no a algún otro pi'oceso patoló
gico progresivo,
Por lo generallos neuropsicólogos siguen una de dos
estrategias para cotejar distintas zonas cerebrales con dife
rentes mecanismos psicológicos. La primera consiste en eli
minar en varios sujetos una parte del cerebro, que anató
micamente podría constituir una unidad funcional, y luego
ponerlos a prueba en diversas tareas psicológicas, para de
terminar cuáles son las que ya no pueden ejecutar. Esta
estrategia es la más adecuada en la experimentación con
animales, en la que se cuenta con el máximo dominio de la
tibicación de las lesiones. La segunda, y la que más común
mente siguen los investigadores de ¿os mecanismos cere
brales humanos, consiste en identificar a una cantidad de
pacientes que han perdido determinada función psicológica
(por ejemplo la capacidad para nombrar objetos), dibujar
la lesión del paciente en un diagrama maestro del cerebro
(Figura 1) y determinar qué parte del cerebro es común
a todas sus lesiones. La Figura 2, adaptada del libro del
profesor Luria, Traumatic Aphasia, muestra qué ocurrió
cuando hizo esto con diez pacientes que exhibían síntomas
similares a los de Zasetski.
Figura 1
Cuatro grandes divisiones de la corteza dei cerebro humano.
13
Figura 2
El neuropsicólogo asigna una función a la zona de superposición
de lesiones dibujada con referencia a varios pacientes que poseen
el mismo déficit funcional. Es un mapa compuesto de diez lesiones,
todas las cuales produjeron síndromes similares al de Zasetskí. La
zona de superposición, se encuentra en la región temporo-parieto*
occipital.
14
Pero a medida que se acumulaban los datos surgieron
numerosas contradicciones entre los descubrimientos de
distintos investigadores. Algunas de ellas eran imputables
a diferencias en las ubicaciones de las lesiones que se estu
diaba. Resultaba claro que si solo se poseían datos de dos
o tres de las lesiones representadas en la Figura 2, y no
de las diez, se podia atribuir la función a una superficie
de forma y dimensiones muy distintas que aquella cuya
base de datos completos indica como la más importante.
Otras contradicciones surgieron de la variación en la ma
nera en que distintos investigadores definían funciones
tales como el “ habla” , “ apreciación musical” y demás. Pero
los descubrimientos más desalentadores de los primeros
neuropsicólogos que trataron de analizar la función cere
bral por medio de técnicas de lesiones surgieron de inves
tigaciones que sugerían que, en el caso de muchos de los
tipos de funciones globales estudiadas, la ubicación de la
lesión tenía menos que ver con la naturaleza del déficit
psicológico que con la dimensión de la zona cerebral des
truida. Esto recibió la denominación de “ principio de equi-
potencialidad” . Un conjunto de datos sugería que las dis
tintas zonas de la corteza contribuyen en iguales proporcio
nes a las funciones psicológicas superiores, de modo que
si se elimina una parte, >otra posee la capacidad potencial
de mantener la función. No cabe duda de que el recono
cimiento de este principio contribuyó a la indiferencia que
los neuroclínicos y psicólogos norteamericanos mostraron
hacía la neuropsicología durante el periodo central de este
siglo. .
Gomo ocurre con tanta frecuencia en la ciencia, nue
vos avances en la neuropsicología nacieron de intentos de
solucionar el conflicto entre dos hipótesis contradictorias,
en este caso el principio de localización y el de equipoten-
cialidad. La solución surgió con una redefinición del tér
mino “función". Resulta que el cerebro posee una organi
zación muy tosca en términos de. ftinciones globales tales
como la visión, la audición, el lenguaje, el cálculo, etc. Las
investigaciones neuropsicológicas nos han llevado a pensar
que cada una de estas capacidades globales abarca varias
funciones constituyentes. Una lesión en cualesquiera de las
estructuras intermedias, necesarias para leer, puede obs
taculizar la capacidad de lectura, de una persona, pero el
15
déficit será distinto según cuáles sean la estructura y la
función imprescindibles para la lectura que quedan des
truidas,
O bien observemos la función global “ comprensión del
habla” . Es frecítente que Zasetski no entienda lo que dicen
otros. Su lesión se encuentra en la zona temporo-parieto-
occipital de la corteza (Área I, Figura 3), y la función que
ha perdido se relaciona con la recepción de varias palabras
a la vez.
Figura 3
Tres zonas corticales, cuya lesión puede producir una dificultad
aparente en la función global “ comprensión del había1*. Pero la
función constituyente perdida es distinta en cada zona.
16
insiste (repite el mismo vocablo una y otra vez), se rinde.
Residía evidente por qué los intentos de ubicar un centro
cerebral de la función de comprensión global del lenguaje
terminó incluyendo más zonas de las que excluía. Pero
como lo muestra lo. Figura 3, es posible localizar varias de
las importantes funciones constituyentes que contribuyen
a la comprensión del lenguaje.
Pero no debe entenderse la localización en términos
estrechos. La equipotencíalidad significa que cuando una
parte del cerebro se encuentra lesionada, otra porción pue
de hacerse cargo de su función. Las lesiones cerebrales
impuestas a animales en su infancia mostraron que ello
es así en lo que se refiere a ciertas zonas cerebrales, y
hasta cierta edad. Si se eliminan partes de los lóbulos fron
tales en monos, cuando tienen pocos días de edad, y más
tarde, como adultos, se los somete a pruebas no muestran
tos mismos déficit intelectuales que aquellos en quienes las
mismas zonas resultan lesionadas en la edad madura. En
apariencia, si la lesión se produce antes que el cerebro se
haya desarrollado, pueden evolucionar otras zonas de tal
manera, que desempeñen la misma función que habría eje
cutado el área lesionada.
Los intentos de restablecer un funcionamiento psico
lógico normal en personas como Zasetski, que sufrieron
lesiones en su edad adulta, han resultado, sin embargo,
desalentadoramente infructuosos. La recuperación de una
función global como la del lenguaje en un paciente adulto
se basa por lo general, no en el restablecimiento de anti
guas funciones constituyentes, sino más bien en el perfec
cionamiento de otras compensatorias, que explotan otras
zonas del cerebro y contribuyen al mismo objetivo, ñas
personas que quedan ciegas aprenden a usar los oídos en
formas en que muchos de nosotros no podemos hacerlo.
Veinte años después de resultar herido, Zasetski es inca
paz de expresar un pensamiento complejo en el plano vocal,
debido a la incapacidad “ de retener todas las palabras en
el pensamiento a la vez” , pero ha aprendido a escribir de
a poco por vez, escuchar la radio o escudriñar el periódico
en busca de las palabras que'se le escapan, y poco a poco
construir frases que trasmiten pensamientos que nosotros
expresaríamos mediante el a.so de nuestras cortezas tem-
poro-parieto-occipitales.
17
Este libro es algo más que la historia de im caso clí
nico; es una lúgubre curiosidad de la guerra.
Al resumir los millares de páginas de las notas de
Zasetski, el -profesor Luria ha ofrecido una presentación
legible, destilada, de la teoría y la técnica que orientaron
su investigación de los últimos cuarenta años, Sus breves
“ digresiones” son excelentes y concisas introducciones a
los tópicos especializados de la estructura cerebral, y su
relación con las funciones mentales superiores.
Pero la singular fascinación de este libro consiste en
la información de primera mano de las experiencias de
Zasetski, a medida que este descubre y ataca los obstácu
los que la bala le ha impuesto, y se adapta a ellos. Nos
describe su asombro inicial ante la brusquedad y amplitud
de su incapacidad, la repetida impresión de que debe de
estar soñando, y su conciencia de la “ sonrisa idiota” que
oculta su frecuente turbación. Con enorme dificultad, y
aun con dolor, registra sus recuerdos con el fin de resta
blecer el pasado para sí mismo, para transmitir a sus médi
cos la naturaleza exacta de su problema, y, en repetidas
ocasiones, para afirmar su existencia como ser inteligente.
Comparte con nosotros los persistentes ciclos de la espe
ranza de que estos esfuerzos contribuirán a la recupera
ción de sus anteriores capacidades, y de la desesperación
porque el mundo al cual perteneció sigue su marcha sin él.
Douglas B owden.
Doctor en Medicina.
Universidad de Washington.
1972.
18
ACERCA DEL LIBRO
Y SU AUTOR
19
Al tratar de reunir Uta dispersas páginas de los recuer
dos de este hombre, incluí observaciones que hice durante
los veinticinco años en que lo traté como paciente del hos
pital y la clínica. Cuando llegué a conocerlo, supe cuán
brillante mentalidad había destruido esa bala, y deseé com
partir algunas de mis impresiones y pensamientos con
otros. El resultado es este librito.
Aunque este hombre se refiere a su narración como
una “ historia” , no hay en ella rastros de ficción. Cada
afirmación ha sido verificada por cientos de registros y
observaciones.
En unía palabra, este un libro sobre una persona.
que bichó con la tenacidad de los condenados para reco
brar el uso de su cerebro lesionado. Aunque en muchos
sentidos sigue tan impotente como antes, es preciso afir
mar que g, la larga triunfó en su lucha.
A. L.
Moscú.
1972.
20
DEL AUTOR
21
El título que decidí para mis escritos es el de Segui
ré luchando!” . Quería describir cómo se produjo este desas
tre, y cómo continuó acosándome desde qxie quedé herido.
No abandoné mis esperanzas, trato de mejorar mi situa
ción mediante ‘el desarrollo de mi capacidad para recordar
y hablar, para pensar y entender. Lucho para recuperar
una vida que perdí cuando resulté herido y enfermé.
L. Z.
22
EL PASADO
23
hijos. Pero trabajaba con intensidad y no temía hacer fren
te a las penurias de esa nueva vida, y de alguna manera
se las arregló para alimentarnos y vestirnos, mantener un
techo sobre nuestra cabeza e inclusive enviarnos a la escue
la, cuando llegó el momento. También a mí me mandaron,
cursé muy bien la escuela elemental y seis años después
me gradué con honores en la secundaria.
“ Muy pronto — pensé— me graduaré en el instituto.
¿Quedan todavía dos años? ¡No es nada! ¿Qué obstáculo
puede interponerse ahora en mi camino? ¡Y en cuanto ten
ga mi título, empezaré a ayudar a mi madre; ya es hora
de que descanse un poco
24
de la Virgen y deí Niño Jesús, y una cruz de oro en la
parte superior del campanario. Desde la catedral las calles
se extendían como rayos, las más cercanas flanqueadas
por casas de dos y tres pisos, las más lejanas por viviendas
de madera, de planta baja, de comerciantes. En la perife
ria del pueblo había otras tres o cuatro iglesias, y un kiló
metro más adelante un arroyo que corría de norte a sur.
Para llegar había que doblar a la derecha, bajar por una
caite empinada o seguir un sendero serpenteante y en de
clive, cerca de la iglesia Uspénskaia. . . Mi familia vivía
en una calle corta llamada Párkova. . . en el segundo piso.
Tres casas más allá de la nuestra hay un parque pequeño,
donde siempre reina la tranquilidad y la paz. . .
LA GUERRA
25
. . . Y ahora recuerdo haber luchado en algún punto
del frente occidental. . . y la herida que recibí en la sien.
Pero un mes más tarde regresé al frente. Hacía tiempo que
nuestras tropas habían dejado de retroceder y, en térmi
nos estrictos, desarrollaban una ofensiva y avanzaban cada
vez más. Corría el año 1 9 4 3 ... El sector occidental del
frente. . . La batalla de Smolensk. En algún punto, cerca
del Viazma, un pelotón de lanzallamas que ocupaba posi
ciones en el río Voria había recibido órdenes de establecer
enlace con una compañía de rifleros, para un ataque contra
los alemanes. Las fuerzas combinadas de los lanzallamas y
la infantería debían penetrar en la defensa germana de la
orilla opuesta del Voria. Las dos compañías esperaban la
orden de atacar, como venían haciéndolo desde hacía cua
renta y ocho horas. Era a comienzos de marzo, con tiempo
cálido y soleado. . . Pero húmedo. Teníamos empapadas las
botas de fieltro, y todos nosotros estábamos ansiosos por
iniciar el ataque. Si llegase la orden, si solo llegase la
orden. . .
Volví a hacer la recorrida, hablé con cada uno de mis
hombres (en ese momento me encontraba al mando del
pelotón de lanzallamas) . , . Miré hacia el oeste, hacia la
orilla opuesta del Voria, donde se encontraban los alema
nes. Era rocosa y a pico, pero de alguna manera teníamos
que tomarla, Y lo lograríamos, pensé, si llegase alguna
vez esa orden.
Y entonces llegó. Todos se pusieron en movimiento,
y por un minuto — quizá dos o tres— se escucharon los
ruidos de nuestros blindados. Y luego todo quedó en silen
cio. De repente, todos apresuraron el paso y avanzaron a
través del río helado. El sol se había puesto, pero todavía
resplandecía. Los alemanes esperaban en silencio, dos o
tres de ellos corrían con rapidez a ocultarse en las profun
didades de la región. No lanzaban ni un disparo, no emi
tían un sonido. Y de pronto hubo un estallido de fuego de
ese lado, ametralladoras que tableteaban en todas las di
recciones. Las balas me silbaron sobre la cabeza. Y me dejé
caer para protegerme. Pero no podía quedarme echado allí,
esperando, mientras nuestras águilas comenzaban a trepar
la orilla. Bajo el fuego, me incorporé sobre el hielo, seguí
adelante. . . Hacia el oeste, , . Hada allí, , . y . . .
26
DESPUES DE LA HERIDA
En algún lugar, no muy lejos de nuestra posición más
avanzada en la linea del frente, en una tienda iluminada,
recuperé al cabo la conciencia . . .
No sé por qué, no podía recordar ni decir nada. Me
pareció tener la cabeza totalmente vacía, chata, sin la som
bra de un pensamiento o recuerdo, nada más que un dolor
sordo y un zumbido, una sensación de vértigo.
Pero mientras me encontraba en la mesa de operacio
nes, de vez en cuando percibía los vagos contornos de un
hombre de rostro ancho, carnoso, cuya mirada airada me
observaba a través de las gafas, mientras decía a los médi
cos y ayudantes qué debían hacer conmigo.
Personas con niveas chaquetas blancas, con un gorro
en la cabeza y máscara de gasa hasta los ojos, se inclina
ban sobre mí. Tengo el vago recuerdo de encontrarme acos
tado sobre la mesa de operaciones, mientras varias perso
nas me tomaban de las manos, los pies y la cabeza, con
tanta fuerza, que no podía mover un músculo.
Solo recuerdo que los médicos y ayudantes me aferra
ban . . . Recuerdo que gritaba, que jadeaba para recuperar
el aliento. . . que una sangre caliente y pegajosa me corría
por los oídos y el cuello, que percibía un sabor salado en la
boca y labios.
Recuerdo que me estallaba el cráneo, y experimenta
ba un dolor agudo, desgarrador, en la cabeza. . . Pero no
me quedaban fuerzas, ya no podía gritar, no hacía otra
cosa que jadear. Se me detuvo la respiración. En cualquier
momento m oriría. . .
27
habían herí tío. La herida en la cabeza parecía haberme
convertido en im niño.
Oí a un médico hablar con alguien, pero como no podía
verlo, no le presté atención. De repente se me acercó, estiró
la mano y me tocó, y me preguntó: “ ¿Cómo va eso, cama-
rada Zasetski ?” No respondí, sino que me pregunté poi
qué me interrogaba. Cuando repitió mi nombre varias ve
ces, recordé ai cabo que “ Zasetski” era mi apellido. Solo
entonces se me ocurrió decir: “ Bien” ,
Después de la herida me pareció ser una criatura re
cién nacida que no hacía más que mirar, escuchar, obser
var, repetir, pero que no tenía pensamientos propios. Así
fue al principio. Después, cuando me era posible escuchar
palabras que la gente usa una y otra vez en las conversa
ciones, o pensar, se desarrollaron varios grupos de “ frag
mentos de memoria” , y gracias a ellos empecé a encontrar
cierto sentido en la vida que me rodeaba y a recordar lo
que significaban las palabras.
Pero al cabo del segundo mes recordé quién era Lenin,
entendí palabras como sol, luna, nube, lluvia, y me acordé
de mi primero y segundo nombre, y de mi patronímico.
En ocasiones recordaba inclusive que en algún lugar tenía
una madre y dos hermanas, y también un hermano antes
de la guerra, desaparecido desde el primer año de combates
(se enconti-aba con las tropas acantonadas en Lituania).
Más tarde, el hombre de la cama vecina se interesó
por mí e inclusive prometió escribir a mi casa, si recorda
ba mi dirección. ¿Pero cómo podía recordarla? Resul
taba muy difícil. ¿Era probable que recordase, cuando
ni siquiera podía pensar en los nombres de mi madre y
hermanas?. ..
Debido a mi lesión, había olvidado todo lo que alguna
vez aprendí o supe.. . T od o. . . Y tenía que empezar desde
el comienzo, y seguir adelante. . . por lo menos hasta cierto
punto. Después de eso, mi desarrollo se detuvo de golpe,
y así quedé desde entonces. En general me resulta muy
difícil entender las cosas debido al estado de mi memoria.
Ocurre que he olvidado absolutamente todo, y tengo que
comenzar de nuevo, tratar de identificar, recordar, y
entender cosas con el tipo de memoria que posee un niño.
Debido a la herida de la cabeza, me había convertido
en una personal norm al. . . solo que no era un insano. En
28
modo alguno. Era anormal porque tenía una enorme pro
porción de amnesia, y durante mucho tiempo no me quedó
huella alguna de recuerdos.
Mi cerebro era constantemente un desorden y confu
sión totales, parecía limitado y débil. Antes de ello fun
cionaba en forma muy distinta . . .
29
Una y otra vez les digo que me he convertido en una
persona absolutamente distinta desde mi lesión, desde que
me mataron el 2 de marzo de 1943, pero que, debido a no
sé qué potencia vital de mi organismo, me mantengo mila
grosamente con vida. Aun así, aunque parezco estar vivo,
la carga de esta herida en la cabeza no me da tregua. Me
parece siempre estar viviendo en un sueño — en una pesa
dilla horrible, repugnante— , que no soy un hombre, sino
una sombra, una criatura que de nada sirve. . .
30
muy Jejos de él, habían sido seguidas por toda una
cadena de hospitales, primero en Moscú (entonces una
ciudad del frente), más tarde en pequeños pueblos de
provincia* En uno de ellos estuvo alojado en un edificio
en el que en su vida pasada había concurrido a la
escuela. Recordó las grandes habitaciones limpias que
antes fueron aulas, y a las muchas personas que lle
gaban a preguntarle cómo se sentía. Después hubo
muchos otros viajes, y luego un largo viaje en tren,
en cada estación del cual subían nuevos pacientes. Al
cabo llegó al hospital de rehabilitación en los Urales.
1L HOSPITAL DE REHABILITACION
31
lugar, desde hace algún tiempo.. . Pero he aquí otro lago,
y más allá un edificio grande, de tres pisos, cerca de algu
nos otros. . . Todo ellos enclavados aquí mismo, en el bos
que. El motor se detiene . . . Hemos llegado.
32
Desde que me hirieron tuve dificultades para enten
der e identificar las cosas que me rodean. Lo que es más,
cuando veo o imagino cosas en la cabeza (objetos físicos,
fenómenos, plantas, animales, aves, personas), sigo sin
poder recordar en seguida las palabras que las nombran.
Y a la inversa. . . cuando escucho un sonido o una pala
bra, no puedo recordar en seguida qué significa.
33
de cómo había resultado herido lo sumió en confusión.
— Bueno, ¿entiende?. . . Es, e s . . . Hace ya mucho
tiempo . . . Deben de ser dos, tres. . . ¿Cómo se dice?
¿En qué pueblo había nacido?
— En casa. . , H ay. . . Quiero escribir. . . pero no
puedo.
¿Tenía parientes?
— Está . . . mi madre. . . y también. . . ¿Cómo se
dice?
Resultaba evidente que al principio no entendía
- mis preguntas, y cuando las entendía le resultaba di
fícil contestar. Cada intento de hacerlo lo llevaba a
una frenética lucha en busca de palabras.
—Trate de leer esta página — le sugerí.
— ¿Qué es e s to ? ... No. No s é .. . No entiendo.
¿Qué e$ esto?
Intentó examinar la página más de cerca, la sos
tuvo ante el ojo izquierdo, y luego la movió más hacia
un costado y escudriñó cada una de las letras, perplejo.
*—i No, no puedo! — fue lo único que consiguió
contestar.
— Muy bien, entonces trate de escribir su primer
nombre y su ciudad natal. — También esto lo obligó a
una lucha desesperada. Tomó el lápiz con torpeza (pri
mero por el extremo opuesto), y luego buscó a tientas
el papel. Pero, una vez más, no pudo dibujar una sola
letra. Estaba fuera de sí, sencillamente no podía
escribir, y se dio cuenta de que de pronto se había
convertido en un analfabeto.
Le sugerí que tratase de hacer algo sencillo con
números, como suihar seis y siete.
— S ie te ... s e is ... ¿Qué e s ? ... No, no puedo,
no sé.
— Bueno, entonces observe este cuadro y dígame
qué ve. Se llama ‘‘Cazadores en un lugar de descanso” .
— Aquí h a y. . . E stá. . . está sentado. . . Y este de
aquí está. . . e s . . . Y aquí. . . ¡No sé! Sin duda hay
algo aquí, p ero. . . ¿cómo se llama?
Le pedí que levantara la mano derecha.
— ¿Derecha? ¿Derecha? ¿Izquierda?... No, no
sé. ¿Dónde está mi mano izquierda?... ¿Qué quiere
decir d erech a?... ¿O izquierda?... No, no puedo
hacerlo.
Hizo un desesperado esfuerzo por responder a mis
preguntas, y se dio cuenta con agudeza de cada uno
de sus fracasos.
— Bien — s u g e rí— , dígame qué recu erd a del
frente.
— Para entonces . . . estábamos . . . estábamos en
mala situación. Tuvimos que retroceder. . . Lo perde
ríamos todo. De modo que decidí que, que. . . que si
así estaban las cosas. . . Me dijeron que. . . ¿Cuántos?
Cinco. Pero entonces ya había salido del hospital y,
y . . . entonces. . . el ataque . . . Lo recuerdo con clari
dad . . . pues entonces, entonces. . . Entonces me hirie
ron . . . Eso es todo.
Le resultaba doloroso tratar de describir lo que
todavía seguía fresco en su memoria; no podía encon
trar las palabras para empezar el relato. Le pregunté
si sabía en qué mes estábamos.
— ¿ Ahora ? ¿ Cómo es la palabra ? E s . . . e s . . .
¡ mayo!
Y sonrió. Por fin había encontrado la palabra
correcta. Cuando le pedí que me hiciera la lista de los
meses del año, logró hacerlo con relativa facilidad, y
una vez más se sintió satisfecho. Pero cuando le soli
cité que los nombrase en orden inverso, tuvo intermi
nables dificultades.
— ¿Qué mes viene antes de setiembre? — le pre
gunté.
— . . , ¿Antes de setiembre? ¿Cómo se dice?. . .
¿Setiembre? ¿O ctu bre?... No, no es a s í... No me
sale. . .
— ¿Cuál es la estación anterior al invierno?
—¿Antes del invierno? ¿Después del invierno?. . .
¿V erano?. . . ¡O algo! No, no puedo.
— ¿Antes de la primavera?
— Ahora es primavera. . . y . . . y antes . . . ya lo
olvidé, no puedo recordar.
¿Qué significaban esos desesperados e inútiles
intentos de recordar?
Su respuesta a la naturaleza era tan aguda como
siempre. Gozaba con la serenidad y la calma del am
35
biente, escuchaba con atención los cantos de las aves,
y percibía la inmovilidad de la superficie del lago en
un día tranquilo. Tenía enormes deseos de responder,
de hacer todo lo que se le pedía. Los fracasos solo
conseguían renovar su sentimiento de pérdida.
No encontraba dificultades para enumerar los
meses del año. ¿Por qué, entonces, no podía decirme
qué mes venía antes de setiembre, o indicar la mano
derecha y la izquierda? ¿Por qué no podía sumar dos
números sencillos, reconocer letras, escribir, recordar
palabras comunes o describir un cuadro? En una pala
bra, ¿qué tipo de lesión cerebral había perjudicado
estas facultades y sin embargo dejado intacta, no solo
su comprensión inmediata del mundo, sino su voluntad,
su deseo y sensibilidad ante la experiencia, que le
permitían evaluar todos y cada uno de sus fracasos?
36
rieto-occipitaies posteriores del cerebro y destruido ei
tejido de esta zona, lesión complicada por la inflama
ción posterior. Aunque se trataba de una herida local,
y no amplia, limitada solo a regiones del cerebro adya
centes ai punto de lesión, había provocado un daño
irreversible en las regiones parieto-occipitales del he
misferio izquierdo., y la formación de tejido cicatricial
produjo inevitablemente una atrofia parcial del encé
falo, que con el tiempo debía extenderse aun más.
Un terrible destino aguarda a quien sufre de una
atrofia progresiva e irreversible de esta parte del cere
bro. En este caso, ¿qué síntomas había producido y
amenazaba aun con crear? ¿En qué forma el tipo es
pecial de lesión sufrida por este hombre explica todo el
síndrome que acabamos de describir?
Primera digresión
37
interiores. Debajo de esta delgada capa de la corteza se
encuentra la materia blanca, constituida por multitu
des de fibras en estrecho contacto, que unen las partes
separadas de la corteza, conducen a ella los estímulos
que se originan en la periferia y los reorientan hacia
las reacciones periféricas que se desarrollan en la cor
teza. En un plano aun más profundo se hallan otras
secciones de sustancia gris; estas forman los núcleos
subcortiéales del cerebro, los mecanismos más antiguos
y ocultos del cerebro, estaciones en las cuales terminan
los estímulos de la periferia y sufren su elaboración
inicial.
El cerebro parece ser uniforme y monótono, pero
es el producto más elevado de la evolución. Recibe,
elabora y conserva información, organiza programas
de conducta y regula su ejecución.
Hasta hace poco casi nada conocíamos acerca de
su estructura y organización funcional. Muy pocas
veces se encontraban conocimientos precisos en los
manuales, henchidos de vagas suposiciones y fantás
ticas conjeturas, que hacían que los mapas del cerebro
resultasen muy poco más dignos de confianza que los
mapamundis trazados por los geólogos medievales.
Gracias a los trabajos de eruditos, tales como I.
M. Séchenov, I. P. Pávlov, Monakov, Goídstein y otros,
ahora conocemos mucho más acerca del cerebro huma
no. Y aunque nuestras concepciones representan ape
nas la etapa más elemental de una verdadera ciencia,
hemos recorrido un largo camino, desde las vagas su
posiciones y las conjeturas no verificadas que caracte
rizaban los conocimientos de generaciones anteriores.
Precisamente debido a esta información, podemos ana
lizar más de cerca los síntomas producidos por la
lesión de este paciente.
Resulta evidente que la impresión superficial que
se tiene del cerebro, como masa gris uniforme e indi
ferenciada, se opone de manera diametral a la incon
cebible complejidad y diferenciación que este órgano
posee en realidad. La sustancia gris está compuesta
por una extraordinaria cantidad de células nerviosas,
neuronas, las unidades fundamentales de la actividad
cerebral. Algunos hombres de ciencia calculan que
existen catorce mil millones de ellas; otros suponen
que el total es más elevado aun. Cosa más importante,
estas neuronas tienen esquema estricto de organiza
ción: las zonas o “ bloques" difieren de manera radical
en sus funciones.
Dada la complejidad de los problemas que se estu
dian, podemos simplificar un tanto si concentramos
nuestra atención en los componentes más importantes
del cerebro humano, los tres “ bloques” fundamentales
de este sorprendente aparato.
LOBULO
PARIETAL CUERPO
, rtn i„ ~ CALLOSO
j .^LOBULO 5 URCO
V C xO C C I PITAL
PARÍETO-
OCCIPITAL
LOBULO TALAMO
FRONTAL H [POTA LAMO
CISURA DE CANCHO
CEREBELO DEL HIPOCAMPO"
S IL V IO / PU EN TE^ n CEREBELO
LOBULO TEMPORAL■ M EDU LA''
FORMACION’ RETICULAR
39
La primera de estas formaciones podría denomi
narse bloque “ energizador" o ‘'regulador del tono’*.
Está ubicado en la base del cerebro, en las secciones
superiores del pedúnculo cerebral, y en la formación
reticular que constituye el punto de partida para las
actividades vitales del cerebro.
Parte de este bloque, ubicado en las profundida
des de estas masas de sustancia gris, es lo que los
antiguos llamaban el "montículo visual" (tálamo ópti
co) , aunque en realidad su vinculación con los procesos
visuales es remota. Es una central preliminar para la
elaboración de impulsos que provienen de las funciones
metabólicas del organismo y de las excitaciones de los
órganos sensoriales.
Cuando estos impulsos son conducidos a su vez
a la corteza cerebral, le confieren su estado normal
de tonicidad y vigor. Si se interrumpe el aflujo de los
impulsos, la corteza pierde su tonicidad, la persona
cae en un estado de semisomnolencia, y luego se duer
me. Este mecanismo "alimenta" al cerebro tal como
una fuente de energía proporciona la "alimentación”
de los dispositivos electrónicos. Como este bloque de
“ energía" había quedado intacto en el paciente, podía
mantenerse alerta y, en general, activo.
El segundo gran bloque del cerebro, ubicado en
las secciones posteriores de los granáes hemisferios,
cumple con una importantísima fuhción. Como preci
samente una parte de este cerebro fue la destruida
por la lesión del hombre, debemos considerarla con
más detalle.
La función de este bloque no consiste en garanti
zar el vigor de la corteza, sino más bien en actuar
para recibir, elaborar y conservar las informaciones
que la persona obtiene en el mundo exterior. El hom
bre percibe millares de objetos, a la vez familiares
y desconocidos. Kecoge de su ambiente una intermi
nable cantidad de señales, El reflejo que estos estí
mulos producen en la retina del ojo se transmite por
fibras nerviosas muy delicadas a las regiones occipi
tales de la corteza cerebral, el área visual de esta.
En este punto, la imagen visual se fragmenta en
millones de rasgos componentes, pues las células ner-
3 ¿-í; ■<.
viosas de la corteza de las regiones occipitales tienen
funciones altamente especializadas. Algunas distin
guen entre las más delicadas graduaciones de color;
otras solo responden a líneas suaves, redondas o an cr-'5' ■'
gulares ; otras más, al movimiento de un punto peri
férico al centro, y de un centro a la periferia. Esta/
sección, la “ corteza visual primaria” (ubicada en la\
parte posterior de la región occipital), es en verdad
un notable laboratorio que analiza imágenes del mun GaUr; v
do exterior en millones de partes integrantes. Tam
bién ella había quedado intacta en este paciente. í&Lü
Al lado de esta zona hay otra sección de la región
occipital que los especialistas denominan “ corteza vi
sual secundaria” . Toda su masa está compuesta por
minúsculas células nerviosas con breves prolongacio C»r¿ \
nes parecidas a estrellas (y por lo tanto llamadas y i soñ/
“ células estrelladas” ). Distribuidas en las capas supe
riores de la corteza cerebral, combinan los estímulos
que les transmite la “ corteza visual primaria” en com
pletos y complicados complejos: “ esquemas dinámi Con.-:- O,:.
cos” . Convierten los rasgos individuales de los objetos VillhL
percibidos en estructuras totales y múltiples.
Si se aplica una corriente eléctrica a la “ corteza
visual primaria” (cosa que puede hacerse durante
una operación del cerebro, y que es en absoluto indo
lora), aparecen ante los ojos de la persona puntos
brillantes, círculos y manchas ígneas. Pero si se aplica ÓE i*.
la corriente a cualquier parte de la “ corteza visual
secundaria” , la persona ve dibujos complejos o, en
LO S ' ! a : i .
ocasiones, objetos completos: árboles que se balan
cean, una ardilla que salta, un amigo que se acerca
y saluda con la mano. Se ha mostrado que el estímulo
de estas zonas (secundarias) de la corteza visual V:>■
tiene la capacidad de provocar recuerdos gráficos del
pasado, tales como imágenes de objetos. Esta parte
del cerebro funciona como dispositivo de elaboración
y almacenamiento de información, y somos deudores &vrr \j í T
de hombres de ciencia de distintos países (Forster,
de Alemania; Pótzl, de Austria; Penfield, de Cana
dá), en lo que se refiere a este nuevo y fascinador
descubrimiento de la actividad cerebral.
Dada la complejidad de estas funciones, es fácil
Lf L-U -:E ;í M.
Y ! i .Y ó. SÍJY"y i o ¿ sé í
(;
k fi f c í- v í Y - e y; L ir
\;v é
imaginar las graves consecuencias que produce una
lesión en estas secciones de la corteza. Una lesión que
V, destruye la “ corteza visual primaria’* de un hemis
ferio, o los agrupamientos de fibras nerviosas que
llevan hasta ella los estímulos visuales (dichas fibras
forman un delicado abanico en la materia cerebral, y
llevan la,adecuada denominación de “ radiación ópti
ca” ), borra parte del campo visual. La destrucción de
la “ corteza visual primaria” o de las fibras del hemis
ferio izquierdo provoca la pérdida de la mitad derecha
del campo visual, en tanto que un daño de esta misma
parte de la corteza en el hemisferio derecho afecta la
mitad izquierda del campo visual. Los médicos usan
un término molesto, torpe, para describirlo: “ hemia-
: i ■t nopsia” , pérdida de la mitad de campo de visión. Este
síntoma es una indicación segura de la parte de la
corteza que ha sido destruida.
Una lesión de la “ corteza visual secundaria” pro-
' - . ' duce un síndrome más singular aun. Si un casco de
: metralla o un fragmento de bomba hiere las seccio
nes anteriores del área occipital (estas forman parte
. de la “ corteza visual secundaria” ), la persona sigue
viendo los objetos con tanta claridad como antes.
Pero ya no funcionan las pequeñas “ células estrella-
j 5 das” ; y estas son las que sintetizan las características
individuales de los objetos percibidos, y los convier
ten en unidades completas. Por lo tanto, la visión de
la persona sufre un cambio desconcertante: todavía
distingue partes individuales de los objetos, pero ya
no puede sintetizarlas en imágenes completas. Y como
T A ¡ - un erudito que trata de descifrarla na escritura cu-
, ~; neiforme asiría, solo puede conjeturar el total a par-
¡ tir de estas partes separadas. ~ — 7
Supongamos que a dicha persona se le pide que
contemple un dibujo de un par de anteojos. ¿Qué ve?
Un círculo, luego otro, luego una barra de unión y por
último dos accesorios parecidos a bastones. Supone
que debe de ser una bicicleta. Un paciente de esos no
puede percibir objetos, aunque consiga distinguir sus
características individuales. Sufre de una compleja
perturbación para la cual los médicos utilizan un tér-
.. mino greco-latino combinado: “ agnosia óptica” (in-
42
capacidad para reconocer el significado de los estímu
los visuales).
/ Pero el conocimiento resulta afectado por otros Gz>U0.CW':
7 factores aparte de los descritos. En fin de cuentas,
no percibimos sencillamente objetos aislados, sino si
tuaciones totales; además observamos las complejas P¿Tu oim
relaciones y correspondencia entre objetos, su ubica
ción en el espacio (el cuaderno está del lado derecho
T'&TWJÍs
de la mesa, el tintero a la izquierda; para entrar en
la habitación hay que doblar primero a la izquierda
en el corredor, luego a la derecha, etc.). Como los
objetos se encuentran dispuestos en un sistema total
de coordenadas espaciales, podemos percibir en el
acto dónde están ubicados.
La capacidad para captar situaciones, o para
aquilatar' relaciones espaciales, implica algo mucho
más complejo que la percepción de figuras u objetos.
No solo nuestros ojos, sino también nuestra experien
cia motriz desemptñi un papel en ello (se puede tomar
un cuaderno con la mano derecha, tender la izquierda &XYYsX.t"
hacia el tintero, etc.). Nuestra capacidad para ubicar iC-<rX;r.z
í
objetos en el espacio recibe además la ayuda de un ,,
órgano especial de la porción interior de los oídos: un '■m pap-í..;
mecanismo “ vestibular” que conserva el sentido del
/¿.i
equilibrio, tan esencial para percibir el espacio tridi
mensional. iTambién los movimientos de los ojos tienen ¿'i-'
estrecha relación con esta función, pues ayudan a me
Mín*--.. v -r
dir la distancia de un objeto a otro, con una sola mi
í'í; :-!
rada, y determinar sus relaciones entre sí. El funcio
namiento organizado, combinado, de todos estos siste
mas es necesario para asegurar que impresiones dis
tintas y consecutivas resulten recodificadas en un
marco de referencia completo e instantáneo,
/ Es claro que otros y más complejos sectores de ■i f- v' aV-:
la corteza cerebral afectan nuestra captación simultá
nea de las relaciones espaciales. Estos sectores son
adyacentes a las áreas occipital, parietal y temporal, y
constituyen uno de los mecanismos de la parte cognos
citiva “ terciaria” de la corteza (en este punto se la
í
podría denominar parte Agnóstica” ). Su función con
siste en combinar las secciones visual (occipital), tác-
■tu.
r^ - til-motriz (parietal), y auditiva-vestibular (temporal)
■r p .f
TW r:>v ;; ' §
43
X 0 v i;' ;■C
oh UXo
r íP-j
del cerebro. Estas secciones son las formaciones más
complejas del segundo bloque del cerebro humano. En
el proceso de evolución, fueron la última porción del
cerebro que se desarrolló, y solo en el hombre adqui
rieron algún vigor. Ni siquiera se encuentran desarro
lladas en su plenitud en el niño, sino que maduran
poco a poco y adquieren eficacia en las edades que van
de los cuatro a los siete años. Son vulnerables en alto
grado, y la menor mutilación quebranta sus funciones.
Como están compuestas por células “ asociativas” alta
mente complejas, muchos especialistas las denominan
“ zonas de convergencia” de la parte visual, táctil-mo-
triz y auditiva-vestibular del cerebro.
Precisamente estos sectores “ terciarios” de la
corteza fueron los destruidos por el fragmento de bala i
alojado en el cerebro de este paciente. Por lo tanto
debemos considerar qué síntomas pueden producir los
daños inferidos a partes de este sector de la corteza
(ya sea por fragmentos de granada o de bala, o por
hemorragia e inflamación).
Es posible que la capacidad visual de la persona
se mantenga más o menos intacta. Pero si la bala pasa
a través de las fibras de la “ radiación óptica” y des
truye partes de ella, surgen puntos ciegos y se desin
tegra toda una porción (a veces una mitad) del campo
visual. La persona continuará percibiendo objetos dis
cretos (ya que los sectores “ secundarios” de la corteza
visual se han mantenido intactos), tendrá sensaciones
táctiles y auditivas, y discernirá sonidos del habla.
Ello no obstante, ha resultado afectada una función
de suma importancia: no puede combinar inmediata
mente sus impresiones en un todo coherente; su mun
do queda fragmentado.
Tiene conciencia de su cuerpo y de sus brazos y
piernas, aunque no puede distinguir el brazo derecho
del izquierdo. Le es imposible diferenciarlos en forma
instantánea. Para hacerlo tiene que ubicar los brazos
en términos de todo un sistema de coordenadas espa
ciales, a fin de distinguir la izquierda de la derecha.
; Digamos que empieza a hacer la cama: ¿ dehe disponer
la colcha a lo largo o a lo ancho? Si trata de ponerse
una bata, ¿cómo distinguirá la manga derecha de la
izquierda? ¿O cómo entenderá qué hora indican las
agujas'del reloj? Los números “ 3” y “ 9” son exacta
mente paralelos, solo que uno está a la derecha y el
otro a la izquierda del reloj. ¿Pero cómo puede deter
minar esa persona la “ derecha” y la “ izquierda” ? En
una palabra, todos los movimientos que efectúa resul
tan complicados en grado sumo.
Además, lo que precede no agota la gama de pro
blemas a que debe hacer frente en un mundo “ frag
mentado” . Las regiones “ terciarias” de la corteza
parieto-occipito-temporal del hemisferio izquierdo tie
nen complicadas vinculaciones eon una de las funciones
psicológicas más importantes, a saber: el lenguaje.
Hace, más de un siglo el anatomista francés Paul
Broca descubrió que una lesión de los sectores poste
riores de la circunvalación frontal inferior del hemis
ferio izquierdo provoca la desintegración de las “ imá
genes motrices de las palabras” , con lo cual afecta la
capacidad de la persona para hablaiy Varios años más
tarde el psiquiatra alemán C. Wernicke reveló que (en (J i
las personas diestras) la lesión de los sectores poste
riores de la región temporal superior del mismo he P-L
misferio perjudica la capacidad para distinguir y O'
entender los sonidos del habla. "
Una persona trabaja con la mano derecha, que cu
desempeña un papel dominante en su vida. Pero el he
misferio opuesto, el izquierdo, es el que controla esta
mano y la facultad para el habla, una de las actividades
humanas más complejas. El lenguaje no es solo un
medio de comunicación, sino una parte crucial de todo
el proceso del conocimiento. Usamos palabras para
designar objetos y su ubicación en el espacio (derecha,
izquierda, atrás, delante de, etc.). Por medio de cons- ,
trucciones gramaticales expresamos relaciones e ideas. t
No importa cuán personal o abreviado sea el idioma,
es el eje del conocimiento: por medio de él designa Cro
mos números, efectuamos cálculos matemáticos, anali
zamos nuestras percepciones, distinguimos lo esencial
de lo que no lo es, y formamos categorías de impresio
nes diferentes.
Además de ser un medio de comunicación, el len
guaje es fundamental para la percepción y la memoria,
COKy
45
v¡ ■ís :■>■■..... f f . ,
■■■ ■'i á; j..';'. i. ¡r.
el pensamiento y la conducta. Organiza nuestra vida
interior.
¿Es de extrañar, entonces, que la destrucción de
los sectores “ terciarios” de la corteza del hemisferio
izquierdo produzca consecuencias más graves aun de
las que acabamos de describir? Una persona con una
lesión semejante encuentra fragmentado su mundo
interior; no puede pensar en determinada palabra que
necesita para expresar una idea; le resultan increíble-
. mente difíciles las relaciones gramaticales complejas;
: a i ge olvida de cómo se hace para sumar y no sabe usar
. . . Jos conocimientos que aprendió en la escuela. Los que
poseía quedan quebrados en fragmentos de informa-
r ción discretos y no relacionados entre si. En la super
ficie, su vida puede parecer la de siempre, pero ha
¿l cambiado en forma radical. Debido a una lesión de
una pequeña parte de su cerebro, su mundo se ha
convertido en una interminable serie de laberintos.
; Se podría pensar que aunque solo quedase des-
; truida una porción de este importante bloque, toda la
vida del hombre resultaría devastada por completo.
Quedaría privado de lo que es singularmente humano,
Ví convertido en un inválido inútil, carente de un presen
te o de posibilidad alguna de un futuro. Pero existe
■ un tercer bloque importante del cerebro que aún no
hemos analizado y que este paciente conservaba in
tacto.
Este bloque está ubicado en los sectores ante
riores del cerebro, y abarca los lóbulos frontales. No
it afecta la tonicidad de la corteza; tampoco recibe,
elabora o almacena información del mundo físico.
Está vinculado al mundo nada más que por mecanis
mos del segundo bloque, y puede funcionar con efi
cacia solo si el primero ha mantenido la corteza lo
bastante alimentada y vigorosa. La función del tei’cer
bloque tiene una importancia decisiva; es un pode
roso aparato que permite formar y mantener inten
ciones, planificar aeeiones y llevarlas a la práctica.
Como en otros trabajos hablé en detalle de este
bloque, aquí solo debo establecer un aspecto: a saber,
el de que una lesión de los sectores anteriores del ce
rebro (incluidos los lóbulos frontales) produce un
46
síndrome en todo sentido distinto al que acabamos
de describir. Esta lesión no perjudica la capacidad
de la persona para aprender, percibir o recordar. Su
mundo se mantiene intacto, aunque su vida sea paté
tica : le es en absoluto imposible elaborar intenciones
perdudables, planificar para el futuro o determinar
el rumbo de su conducta. Solo puede responder a se
ñales que recibe desde afuera, pero es impotente para
convertirlas en un grupo de símbolos que orienten su
conducta. $£ como carece de posibilidades de evaluar
sus deficiencias, no puede corregirlas. Ni siquiera le
es posible concebir qué hará en el instante siguiente,
y mucho menos en la hora o el día próximos. Por lo
tanto, aunque su pasado permanece intacto, ha que
dado despojado de posibilidades de un futuro, y pier
de precisamente lo que hace que una persona sea un
ser humano.
En nuestro paciente, los mecanismos del tercer
bloque, la corteza frontal, habían quedado intactos,
y con ellos su capacidad para reconocer sus defectos
y desear superarlos. Tenía aguda conciencia de lo
que significa ser humano, y en la medida en que se lo
permitían sus fuerzas, trabajó afiebradamente para
superar sus problemas. Sufría con intensidad, y aun
que su mundo había sido destruido, en el sentido más
profundo seguía siendo un hombre, luchaba para re
conquistar lo perdido, para reconstruir su vida y
utilizar los poderes que alguna vez poseyó:
47
volver a aprender a recordar y hablar, a poder usar el
tipo de mentalidad que tuve antes de ser herido (una
mentalidad medianamente tolerable). De vez en cuando
esta tremenda amnesia me deprime, pero sigo abrigando
la esperanza de que podré volver a reorganizar cierto tipo
de vida, de modo que no quiero que la gente piense que
no hay esperanzas para mí. Trato de realizar parte de
estos sueños y de hacer poco a poco lo que todavía me
es posible.
No he perdido las esperanzas de llegar a ser capaz
de efectuar algún tipo de trabajo y de ser de alguna uti
lidad para mi país. Creo qu e. . .
48
SU VISION
Algo sucedió, distinto de todo lo que hubiese ex
perimentado hasta entonces. Al principio, nada podía
percibir; su mundo se había derrumbado en fragmen
tos, que no constituían objetos o imágenes completos.
Ya no existía el lado derecho de lo que viese en un
momento cualquiera. Solo podía percibir un vacío
gris y uniforme. Como los objetos habían dejado de
parecer entidades completas, tuvo que esforzarse por
reunir los fragmentos y adivinar lo que significaban:
49
cantidad interminable — miríadas— de minúsculos y mó
viles enjambres de puntitos luminosos que me dificultan
la visión de los objetos mismos. Debido a estos enjambres,
no puedo ver con claridad la primera letra de una palabra.
No me llega con claridad, sino qué parece haber sido
arrancada, corroída en los bordes, y lo que queda son
puntos dispersos, bordes rasgados o hilos que parpadean
como un enjambre. Ahora lo veo con mis propios o jo s . . .
cuando miro por la ventana tengo un muy pequeño campo
de visión, pero en él y alrededor de él veo ese enjambre
que revolotea de un lado al otro.
50
derecho de mi cuerpo. Mis manos y pies habían desapa
recido. ¿Qué podía haberles sucedido?
Figura 2
(A rrib a ): Visión antes de la lesión. (A b a jo ): Visión después de
la lesión.
51
Trató de entender qué le había ocurrido, y em
pezó a describir cada uno de sus defectos, a expe
rimentar con su tan deformada visión:
SU CUERPO
52
do su sensación de su propio cuerpo, y con él sus reac
ciones :
5,-i Í-Í-.
Otra cosa molesta que ocurre (es un problema menor,
y tengo cierto dominio sobre él), es la de que a veces,
cuando me encuentro sentado en una silla, de pronto me
vuelvo muy alto, pero el torso se me acorta al máximo
y la cabeza se vuelve muy, muy pequeña. . . no mayor que
la de una gallina. Ni siquiera aunque lo intentasen podrían
imaginar cómo es e so. . . Solo se puede entender cuando
“ le ocurre” a uno.
54
otro. Pero esto solo consigue confundirme, y ya no re
cuerdo las palabras nariz, oído y ojo, aunque me ha edu
cado para usarlas una y otra vez. Ni siquiera las palabras
que llegué a conocer acuden con rapidez a mi mente. Q
Cuando el médico" meNííceT."j'Hímosiria^cíNtm-a!” ,
me quedo allí, preguntándome qué significa eso, O si me
dice: “ Manos a los costados. . . los costados. . . manos a
los costados . . . ” ¿Qué significa eso?
55
ESPACIO
Se adaptó con sencillez a estas “ singularidades
corporales” , y solo lo molestaron más tarde, cuando
comenzó a sufrir ataques. Pero otras perturbaciones
(“ peculiaridades espaciales” ), como las llamaba, per
sistieron. Por ejemplo, cuando un médico deseaba es
trecharle la mano, no sabía cuál de ellas extender. Si
trataba de sentarse en una silla, a menudo resultaba
■ que se había sentado más a la izquierda de lo que
, esperaba. No tenía mejor suerte con los cubiertos: le
era imposible tomar carne con el tenedor o sostener
la cuchara como correspondía, sino que la inclinaba
tm 'iii'i-iU hacia un costado y derramaba la sopa. Estos proble
mas comenzaron muy temprano, cuando aún estaba
en el hospital, y continuaron durante varios años.
56
empeñar aigün trabajo. También allí tropezaba con
las mismas dificultades:
57
un poco de madera, pero nunca aprendí a hacerlo bien,
jamás terminé de lijarla. Cada vez que lo intentaba, la
superficie se ladeaba y se torcía, o tenía huecos y bultos.
Y lo que es más, me cansaba con suma rapidez. Mientras
lijaba la madera u observaba algunas de las otras herra
mientas de la carpintería (un trozo de madera o un banco
de trabajo), ocurría lo mismo: no podía recordar para
qué se usaba nada de eso.
Cuando fui a un taller para aprender a hacer zapa
tos, el instructor me lo explicó todo con gran detalle, pues
estaba convencido de que yo era muy obtuso y tenía una
gran confusión, y no sabía nada de lo concerniente a la
confección de zapatos. Me mostró cómo sostener un marti
llo, clavar clavos y sacarlos, pero solo aprendí a clavar
clavos de madera en una tabla y volver a extraerlos. Y
aun eso resultaba difícil, pues no veía dónde debía clavar
supuestamente los clavos, no Ies daba en la cabeza y me
golpeaba los dedos hasta hacérmelos sangrar, y lo hacía
con suma lentitud. De modo que lo único que me dejaron
hacer fue clavar clavos en una tabla.
58
f,, Una vez mi hermana me pidió que asegurase la puer-
ta dei granero que colgaba de un clavo. Quise hacerlo,
pero me pasé un largo rato rondando en torno del grane
ro, tratando de averiguar qué necesitaba hacer, dónde en
contraría las herramientas para arreglar la puerta. No
pude recordarlo, aunque estaban allí mismo, en el gra
nero. Desde que rae hirieron, tuve miedo de extender la r, M;
mano y tocar c o sa s... Cualquier cosa que me rodeara.
Esa fue la sensación que experimenté cuando me encon- ív
traba en el granero, pero también se apodera de mí cuan
do estoy en mi habitación. No sé ni entiendo dónde están las H>- d & ne
cosas. No sé por qué, en realidad no puedo examinar
las cosas y descubrir para qué sirven. Cuando mis herma
nas se dieron cuenta de que no podía encontrar lo que : t
necesitaba en el granero, me llevaron los clavos y el mar
tillo. Los tomé, y me quedé allí, preguntándome cómo 4 Wv vuv
haría para arreglar la puerta. Después de pensarlo un
rato, tomé el martillo. Pero no lo sostenía correctamente: d
io blandí de modo que el clavo se dobló al introducirlo, ■ ->u
y me lastimé el dedo. El clavo ya estaba torcido y doblado. „ ,ó,
Traté de decidir cómo arreglarlo, pero no encontré forma 1 ; " ::Í,U V’
de enderezarlo. En ese punto mi madre se encolerizó con
migo, tomó el martillo y arregló ella misma la puerta.
Cuando traté de traer un poco de agua, llené el balde
y regresé, pero de pronto caí de espaldas en un suelo per
fectamente liso. Tuve suerte de no golpearme la cabeza. . .
Aterricé de espaldas, y solo abollé el balde.
A menudo embisto con el borde derecho de los baldes
contra una cerca o pared, o lo vuelco, si el suelo es des
parejo, Cuando regreso con los baldes de agua, me siento
muy bien, pero pronto me fatigo y me pongo nervioso. Me
tiemblan las manos y los pies, y me vuelvo irritable y mo
lesto, aunque nunca tengo que acarrear el agua más de
cien metros, pues vivo cerca de un pozo.
59
te, las actividades más sencillas y corrientes se vol
vían penosamente difíciles.
60
una ocasión la diferencia había sido evidente, pero
desde eí momento en que resultó herido se derrum
baron todas esas distinciones. Tenía que devanarse el
cerebro para la solución de cosas muy sencillas, como
si se tratara de complejos problemas algebraicos para
los cuales hacen falta métodos probados y compro
bados. Como estos métodos no le resultaban todavía
claros, escribía en repetidas ocasiones, en su diario,
acerca de sus problemas. Los siguientes extractos se
refieren a los períodos en que estuvo internado en
hospitales y sanatorios, - ..— .. ■ -... ..
61
lugar, y que dirección seguir para regresar, aunque solo
había recorrido una breve distancia desde el edificio. El
hospital estaba rodeado de enormes árboles perennes, un
poco más allá había un lago y después de eso. . . nada
más que un bosque denso. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo me
las arreglaría?
63
Bajé de! tren en Tula y tuve que trasbordar a otra
estación para tomar un trole, hacia el otro lado de la ciu
dad. No sé por qué, no llegaba ningún trole, de modo que
decidí caminar. . . No es lejos, menos de dos o tres kiló
metros desde la estación. Pero sucedió algo extraño. No
pude reconocer a Tula, ninguna de las cades, avenidas,
paradas de troles o caminos. Pero muy poco tiempo atrás,
antes de la guerra, había pasado tres años allí, en un ins
tituto politécnico. Y de pronto parecía un lugar en todo
sentido distinto. ¿Cómo encontraría mi camino hasta la
otra estación? Me pareció ridículo, pero al mismo tiempo
enormemente deprimente.
¿Era posible que no reconociera ya la ciudad debido
a la herida? Es extraño, pero, maldito sea, así era. Traté
de recordar alguna de las calles de Tula que tan bien
conocía, pero ninguna de ellas acudió a mi mente. Por no
sé qué motivos, había olvidado todo. Seguí caminando,
tratando de recordar dónde estaba la estación Rfazhski,
Al final alguien me mostró cómo llegar allí. Me pareció
extraño haber olvidado el camino, pues Tula, en fin de
cuentas, no es una ciudad tan grande.
Sin embargo ya había olvidado el nombre de la esta
ción a la cual quería llegar. Por suerte, a la enfermera se
le ocurrió darme una tira de papel con mi dirección y el
camino hasta nuestro sector de la ciudad. Dediqué una
gran cantidad de tiempo a esperar en la estación ferro
viaria de Tula. Luego alguien me aconsejó que tomara
el tren que salía del empalme ferroviario. Pero resultó que
todavía tenía que hacer dos trasbordos más. Seguí pre
guntando a distintas personas, porque temía pasarme de
mi parada.
64
eí este con eí oeste, y no pude recordar qué significaban
esas palabras. Cuando alguien pasaba a mi lado, le pre
guntaba cómo llegar a Kazánovka. Pero la gente solo son
reía y seguía de largo, pues el caserío estaba allí mis
mo . . . Se lo podía ver a través de los setos. Todavía no
podía creerlo, y le pregunté a otra persona. “ Mírelo usted
mismo — dijo— , ¡está ahí!’’ Y por cierto que, cuando N ó s
miré en torno, reconocí las casas de Kazánovka. Es tan
extraño. Sencillamente, no sé orientarme para llegar a
un lugar, no tengo sensaciones espacíales. ¿
65
otras cuadras y sectores de Kímovsk, que son también tan
hermosos, no tiene sentido tratar de recordarlos, pues mi
lesión ha borrado tantas cosas, que no me es posible acor
darme de ellos.
66
Cuando trato de analizar algo y debo concentrarme
durante mucho tiempo, el esfuerzo de encarar cosas que
no resultan claras me vuelve ansioso e inquieto. Como es
muy fácil que esto desencadene en un ataque, he dejado
de tratar de leer libros o de cargar mi cerebro con dema
siadas ideas.
LECTURA
El mundo ya no le parecía “ estable” , se había
desintegrado. Pero sus problemas no terminaban allí.
Como lo indican los extractos de su diario, aunque ha
bía sido estudiante de cuarto año en un instituto poli
técnico, ahora era un analfabeto. Sufrió esta repen
tina revelación cuando se convirtió en un paciente
ambulatorio y pudo abandonar su habitación.
67
Y más que nada me molestaba ei hecho de que no eran
rusas. Cuando pasó un paciente, le señalé ei letrero y le
pregunté qué decía. “ Es el cuarto de baño de hombres
— respondió— . ¿Qué te pasa, no sabes leer?”
Me quedé allí, como clavado en el lugar, incapaz de
entender por qué no me era posible leer el letrero. En fin de
cuentas podía ver, no estaba ciego. ¿Pero por qué estaba
escrito en un alfabeto extranjero? ¿Alguien me jugaba
una broma a mí, un enfermo?
Traté de volver a leerlo. . . y . . . ¡otra vez ocurrió lo
mismo! Me acerqué a otra puerta y contemplé el letrero.
Había escrito algo allí, pero tampoco en ruso. Miré el le
trero y pensé: debe ser el cuarto de baño de mujeres, tiene
que serlo. Pero entonces volví al cartel de la primera puer
ta, y me pareció tan extraño e incomprensible como antes.
Durante largo rato observé los dos letreros, que sin duda
designaban los cuartos de baño para hombres y mujeres,
como me habían dicho, ¿Pero cómo sabría cuál era cuál?
fí „
¿
5 á °
tranjera. Pero si esfuerzo la memoria y recito el alfabeto
en voz alta, puedo recordar decididamente de cuál se trata.
'* Le leyeron un periódico y gozó con la lectura,
pues volvió a ponerlo en contacto con la vida. Pero
cuando lo tomó para mirarlo, recibió una sacudida:
68
Pero cuantió miró e! nombre en la primera página, los tipos
irán grandes y me parecieron familiares. De modo que no
pude entender por qué no estaba impreso en ruso. Pensé
que quizá fuese un periódico de una de las repúblicas sovié
ticas. Aun así, el comandante de la compañía nos lo leía
en ruso. Lo interrumpí y le pregunté: “ Este periódico. ..
¿cómo se llama? ¿ E s . . . es ruso?” Estuvo a punto de reír,
pero cuando advirtió las vendas que tenia en la cabeza res
pondió: “ Por supuesto, es Pravda. Puedes ver, ¿no es cier
to?, que está impreso en ruso” .
Volví a mirar la primera plana, pero no pude leer el
nombre del periódico, aunque vi que las letras eran enor
mes y se parecían a la palabra Pravda. ¿Pero por qué no
me era posible leerlo? Para consolarme, pensé que debía
de estar dormido, y que todo eso lo soñaba. Por cierto que
no podía estar tan mal como para no poder leer. ¡Im
posible !
De pronto me puse de pie, miré el periódico e inme
diatamente vi una fotografía de Lenín, y me alborocé al
reconocer ese rostro familiar. Aun así, no podía leer las
letras, ni siquiera los tipos más grandes de la palabra
Pravda. . . Simplemente, era incapaz de reconocerla. Hay
algo muy extraño, pensé. En esa época, ni siquiera se me
ocurría la idea de que la herida en la cabeza me hubiese
convertido en un ignorante y analfabeto. ¿Era posible que
ya no pudiese leer en ruso. . . ni siquiera palabras como
Lenín y Pravda? Algo andaba mal. Era ridículo.
69
OTRA VEZ ESTUDIANTE
Se le asignó un maestro, y se le dio un libro de
lectura específicamente destinado a ayudar a pacien
tes como él, con lesiones cerebrales, a recuperar su
capacidad para hablar y leer. Todo ello lo desconcertó,
pero estaba decidido a aprender.
70
de mí hermana y mi hermano: Zhenia y Shura. Por su
puesto, mi maestra aprobó esta forma de asociar letras con
nombres, pues se dio cuenta de que progresaba con mayor
rapidez. Pero había algunas letras que no me era posible
recordar, pues no encontraba palabras adecuadas para aso
ciarlas con ellas. Se me ocurría una palabra, pero un mi
nuto más tarde no me era posible acordarme de ella, aun
que me costara la vida. Había tres letras, en especial, que
me resultaba difícil recordar: la “ s” , la “ k” y la “ m” . Pero
más tarde recordé la palabra krov [“ sangre” ], que me
surgía con tanta frecuencia en los pensamientos, que no
podía olvidarla. Me concentré en esa palabra y pronto em
pecé a asociar con ella la letra “ k” , y la recordaba en todas
las ocasiones. Luego hice lo mismo con la “ s” , vinculada
con la palabra son [ “ sueño” ]. Como pienso en esa palabra
todas las noches, cuando me acuesto, recordé con rapidez la
letra “ s” . Antes de eso nunca podía acordarme de ella.
Cuando traté de pensar en una buena palabra con la cual
recordar la “ t” , recordé de pronto el nombre de mi her
mana: Tamara.
De modo que comencé a hacer ciertos progresos me
diante la búsqueda de palabras que funcionaran como pun
tales para la memoria. Pero a veces solo podía recordar
las durante uno o dos minutos, antes que se me olvidaran
por completo. Aun así, este trabajo me ayudó a recordar
cada vez más letras del alfabeto. Pronto empecé a asociar
la letra “ 1” con Lenin, “ ts” con tsar, “ zh” con Zhenia y
“ sh” con Shura. Mi maestra sugirió que tratase de asociar
la “ k” con koshka [“ gato” ], “ s” con stol [“ mesa” ], y “ t”
con tom [“ volumen” ].
71
,/
cas). De modo que comenzó a aplicar este método de
aprendizaje.
72
Solo después de leer una palabra y entenderla puedo pa
sar a la siguiente, más tarde a la tercera. Cuando llego a
esta, olvido a menudo ¡o que significaban la primera y a
veces inclusive la segunda. Por mucho que lo intente, no
puedo recordarlo.
Tengo que leer las palabras de a una por vez, hasta
que entiendo el significado. . . Leo una, la entiendo, luego
paso a la siguiente y después a la tercera. También tengo
que detenerme en la cuarta letra de cada palabra, porque
aun después de verla y saber cómo se pronuncia, ya me be
olvidado de las tres primeras. Mientras contemplo la cuar
ta letra, todavía puedo ver la segunda y tercera, pero no
la primera, que se borra por completo.
73
Durante los últimos años me he encontrado con consi
derables trabas en la lectura, y mi ritmo se ha hecho más
lento aun. Lo que es más, las letras parecen escaparse de
mi campo de visión, y cada vez con mayor frecuencia. En
una ocasión (el 2 de mayo de 1967), mientras leía y mira
ba una letra (primero con el ojo izquierdo y luego con el
'i?*- derecho), advertí que no podía ver con el derecho. La letra
ov & ojo parecía muy pequeña (dos o tres veces menor que con el
ojo izquierdo, que tenía una visión casi normal). No pude
, l darme cuenta de qué letra se trataba. Estaba tan borrosa
' y era ^an P^Q^eña, Que resultaba penoso mirarla.
74
rapidez. Pensé que estaba soñando de nuevo, que eso
era todo. Y volví a mirar a la maestra con mi sonrisa
estúpida.
75
Resultó que podía escribir ciertas palabras en forma
mecánica ,. . cortas, pero no palabras como rasporiádok
[ '‘ordenamiento’'] o krokodil [“ cocodrilo” ], etc. Pero aun
así, después (pie el médico me mostró cómo escribir con
rapidez, en forma mecánica, y no letra por letra, pude
formar una palabra tras otra, sin tener que pensar en ello.
Cuando liego a una palabra como rasporiádok u otras más
largas aun, tengo que dividirlas en sílabas, Pero aun así
esta es una enorme proeza para mí, una gran ayuda en el
desarrollo de mi memoria. Me sentí muy agradecido para
con el médico y'mi terapeuta O. P. Tres meses después de
llegar a K., podía escribir de esa manera, aunque aún no
me era posible leer mi propia escritura.
76
El problema de la lectura no se hizo más fácil.
Leía con lentitud, dividiendo las palabras en letras y
sílabas, haciendo frente a nuevos obstáculos a cada
paso, porque' la parte de la corteza que controla el
funcionamiento visual había quedado muy perjudica
da por su lesión. Ello no obstante, podía escribir en
forma mecánica, aunque debía devanarse el cerebro
en busca de palabras e ideas con las cuales expresarse.
77
"LA HISTORIA DE UNA
TERRIBLE LESION CEREBRAL"
Trabajó en ese diario día tras día, durante vein
ticinco años, buscando palabras con las cuales expre
sarse, dedicando a veces todo un día a escribir media
página. Lo llamó “ la historia de una terrible lesión
cerebral” , pero más tarde convirtió el título en “ Segui
ré luchando” . Esta tarea le provocó desesperaciones
sin cuento, pero la esperanza que lo había impulsado
a escribir siguió sosteniéndolo.
Aunque aprendió a escribir con rapidez y mecá
nicamente, estaba muy lejos de encontrarse en condi
ciones de expresar sus ideas por escrito. Para hacerlo
necesitaba palabras, y estas no surgían con facilidad.
Tenía que esforzarse para formar una frase que trans
mitiera su idea. Al principio no sabía cómo empezar
ni cómo vincular una frase con otra. Luchaba durante
semanas enteras, pedía ayuda, o trataba de encontrar
él mismo las palabras convenientes:
78
No sé qué misterioso poder me impedía escribir si
quiera una carta sencilla a mi madre. El porqué, no lo
conozco. Pero al cabo llegué al punto en que podía escribir
una carta, aunque a veces necesitara un día, o inclusive
más de una semana, para que mi cabeza enferma “ pudiese
pensarla” . Me devanaba el cerebro tratando de recordar
cómo se escribe a alguien, Y ello me agotaba hasta tal
punto, que mi mente funcionaba con más lentitud.
79
cipio estos eran los únicos hechos con que contaba. Traté
de recordar todo io posible con esa maltrecha memoria
mía, y describirlo como un relato verdadero, tal como lo
haría un escritor, Pero cuando empecé, me di cuenta de
que jamás podría hacerlo, pues no contaba con suficiente
vocabulario o cerebro como para escribir bien. Tenía una
leve idea de cómo describir el comienzo del ataque que
padecía, pero no recordaba las palabras que necesitaba
para hacerlo. Trataba de arrancármelas del fondo de la
mente, pero me pasaba horas enteras buscando las pala
bras. Tenía que recordar y descubrir las que fuesen por lo
menos similares o parecidas a las que quería usar. Pero
después de reunir estas segundas elecciones, seguía resul
tándome imposible comenzar a escribir hasta que imagi
naba cómo componer una frase. Daba vueltas en mi cere
bro, una y otra vez, a cada frase, hasta que me parecía que
la había escuchado o leído en un libro corriente.
Pero era muy difícil escribir. Se me ocurría una ma
nera de describir el momento en que había sido herido, y el
período inmediatamente posterior, cuando comenzó mi
enfermedad. Al cabo me surgió una buena idea. De modo
que empecé a buscar las palabras para describirla y por
último pensé dos. Pero cuando llegué a la tercera quedé
empantanado. Me devané los sesos tratando de recordar.
Espera, pensé, ya lo tengo. Pero antes de poder escribir
había desaparecido, junto con las otras dos palabras que
tanto me costó recordar. Traté de desenterrar otra idea y
de encontrarle palabras adecuadas, y las escribí en varios
trozos de papel antes de incluirlas en mi escrito. . . Me
esforzaba por unir las palabras a la idea, hasta donde me
fuese posible. ¡Pero qué tortura era eso! Siempre olvidaba
lo que quería escribir, lo que acababa de pensar un minuto
antes. Pasaban los instantes, y no podía recordar hasta
dónde había llegado.
Así, pues, antes de seguir y escribir mi relato tenía
que anotar varias palabras, nombres de objetos, cosas,
fenómenos, ideas. Las anotaba cada vez que se me ocurrían.
Luego tomaba las palabras, frases e ideas que había reuni
do de esta manera, y empezaba a escribir mi narración en
un cuaderno, reagrupándolas, comparándolas con otras
que había visto en libros. Por último, conseguía escribir
80
una frase que expresaba una idea para esta narración de
mi enfermedad.
Cuando estaba casi seguro de que una frase tenía
sentido, la escribía en un trozo de papel (un periódico o
anotador). T si estaba conveneido.de que era más o menos
adecuada para ser leída o escuchada, la escribía en mi
anotador. Entonces pasaba a la frase siguiente, y en cada
ocasión releía lo que había escrito, aunque me resultara
difícil. (Solo podía leer letra por letra lo que acababa de
escribir mecánicamente.) Pero tal es la forma en que lo
gré escribir unas pocas frases. No podía seguir hasta
haber leído dos o tres de las frases precedentes. Tenía que
hacerlo a fin de saber lo que diría a continuación. De lo
contrario, sencillamente me sería imposible escribir, . . Así
de mala se había vuelto mi memoria.
He repetido los mismos puntos una y otra vez en mi
relato, y puede que lo haga de nuevo, porque siempre olvido
lo que escribí, y lo que todavía deseo decir. De modo que
es frecuente que olvide algo importante; sencillamente, lo
paso por alto.
Solo puedo escribir y conservar en la memoria una
pequeña porción por vez. Trato de fortalecer y consolidar
estas ideas de modo que a la postre “ se me queden” en la
mente.
Trabajo en esta historia de mi enfermadad desde la
mañana hasta las cinco de la tarde, mientras mi madre y
hermanas están afuera, en el trabajo. Cuando vuelven, ten
go que dejar, porque vivimos en un departamento muy
pequeño, y el ruido o las conversaciones me impiden escri
bir. Debo estar solo para hacerlo.
A veces permanezco sentado ante una página durante
una o dos semanas. Necesito pensar en ello durante mucho
tiempo, considerar con lentitud lo que quiero decir y luego
comparar varios tipos de escritura, de modo de poder deci
dir cómo expresarme.
Tenía enormes deseos de escribir este relato, pero
trabajé con tanta intensidad en él, que al cabo me sentí
enfermo. . . tanto por la herida de la cabeza como por la
interminable tarea de escribir. Ha sido un enorme esfuerzo
(y sigue siéndolo), trabajo en ello como presa de una
obsesión.
(SI
Empezaron años de labor agotadora, durante los
cuales el esfuerzo de expresarse no se hizo más senci
llo. Pero se reconcilió con ello, y permanecía sentado
ante su escritorio todo el día, buscando con empecina
miento las palabras, tratando de aprehenderlas con
frenesí y de insertarlas en una frase antes que la idea
se le escapara. Y lo hizo nada más que para escribir
diez líneas diarias, a veces una sola página.
82
cuando me acuesto). Y en oportunidades debo hacer algu
nas tareas en la casa.
83
esencial, en el sentido de que constituía su único víncu
lo con la vida, su única esperanza de recuperarse y
convertirse en el hombre que había sido. Quizá, si
desarrollaba su capacidad para pensar, podía llegar a
ser útil, hacer algo de su vida. Revivir su pasado era,
pues, una manera de tratar de asegurarse un futuro.
Por ello emprendió esa agotadora labor, dedicó horas,
días, años, a la búsqueda de recuerdos perdidos.
También creyó que podía ser útil a otros, que al
entender el daño que un fragmento de bala infiere a
un hombre (fragmenta su memoria, borra toda posibi
lidad de un presente, un pasado, un futuro), la gente
apreciaría cuánto poseía. Así, pues, sin tener en cuenta
lo difícil que le resultaba escribir, contaba con todos
los justificativos necesarios para continuar.
84
enfermedad, volver a reanudar su vida, convertirse en
un hombre como otros:
85
que el que fue testigo ocular, participante y víctima
de él? Después de haber sido golpeado por su enfer
medad, se dedicó a investigarla. Su descripción es ex-
cepcionaímente clara y detallada. Si lo seguimos paso
a paso, puede que desentrañemos algunos de los mis
terios del cerebro humano.
86
c íic ío era para mí recordar esa frase y llamar a la enfer
mera ! Aunque me costara la vida, no se me ocurría la pa
labra 'orinal, a pesar de que la había escuchado varias veces
y en ocasiones la repetía para mis adentros (después de
ser herido, me di cuenta de lo que significaba esa palabra).
Pero cuando tuve que pensarla esa noche, no me fue posi
ble. Siempre hay algo que bloquea mis recuerdos de pala
bras, y en esa ocasión la palabra orinal no surgía para
nada.
Vi que la enfermera volvía a pasar, y quise llamarla
para que me llevase el orinal. Traté de llamarle la aten
ción diciéndole: “ E s . . . ¿cómo se lla m a ?... Lo necesi
to . . . ” Pero mientras trataba de recordar la palabra, ella
va se había ido.
Luego la vi regresar y llevarle un orinal a alguien.
En cuanto clavé la mirada en el objeto que tanto necesi
taba, le grité a la enfermera, la llamé hermana, palabra
que de pronto me había cruzado por la mente: “ Herma
na . . . yo también , . . necesito e l. . . i no sé qué!” No podía
recordar la palabra, pero por fortuna la enfermera me
entendió y me lo llevó un minuto más tarde. Cuando me
lo sacó, recordé de repente la palabra y la pronuncié. Lan
cé un suspiro de alivio, en cuanto la recordé. Pero unos
minutos más tarde, cuando traté deliberadamente de recor
dar la palabra, no me fue posible. Ahora bien, eso es ex
traño. No entiendo por qué tengo ese tipo de problemas.
He intentado pensar en la palabra antes que surgiera
la necesidad de ella. Tuve que recorrer palabras que me
surgían en la mente. . . ¿doctor ? . . . No, sabía que no era
e s o ... ¿Hermana? (Tampoco se me ocurría la palabra
enfermera, y en cambio usaba hermana) . . . a v e . . . no,
e s . . . ¡orinal! De pronto me acordaba de ave o pato, la
palabra que usábamos en lugar de orinal.
Quién sabe por'qué, tampoco podía recordar el nom
bre de mi propia región o aldea, ni siquiera la provincia
en que nací. Me parecía tenerlos en la punta de la lengua,
pero pasaba una hora o dos, o todo un día, y aún no me
acordaba de ellos. El hombre de la cama vecina se ofre
ció a recordármelos nombrando varias provincias, regio
nes, aldeas. Además, distintos nombres y patronímicos.
Después que mencionó unos cuantos, reconocí la palabra
Tula. . . Provincia de Tula, el distrito en que vive mi fami-
87
lia. Y me sentí muy aliviado al poder pronunciarla. Mi
amigo se mostró encantado al saber que yo era de Tula;
también él vivía allí.
Y cuando este mismo e. infatigable compañero de hos
pital comenzó a nombrarme varios nombres femeninos,
recordé el de mi hermana mayor: Evgenia. Luego puso la
dirección en un sobre a mi hermana, para que yo pudiese
escribir a casa.
Solía pasarme el tiempo echado sobre el costado dere
cho, o sentado durante un rato, tratando de recordar par
te de mi pasado. No podía recordar nada a voluntad, en
tanto que cuando no pensaba en nada en especial, se me
ocurrían algunas palabras junto con las melodías de dis
tintas canciones que canturreaba para mis adentros.
88
fio quería recordarlos . .. Sencillamente, surgían. Hacia el
final del segundo mes, uno de los hombres del hospital se
interesó por mí y comenzó a anotar la dirección de mi fa
milia . . . Poco a poco, tal como se me ocurría. De repente
recordaba el nombre de la región; al día siguiente, o quizás
uno más tarde, el nombre del caserío en que vivía; luego,
de súbito, pensaba en el nombre de mi hermana. Y en cada
oportunidad él los anotaba. Por último, mi amigo se dedicó
a escribirle a mi familia una carta, aunque no tenía la di
rección exacta, pues yo no recordaba mi departamento ni
el número del edificio de la calle en que vivía. Por supues
to, todavía no podía recordar el apellido de mi madre y
de mi hermana menor (el del segundo esposo de mi madre).
A veces me acordaba del nombre de una ciudad, pero
en un minuto, o menos aun, lo olvidaba. En ocasiones recor
daba la dirección de la región en que vivía, pero también
me olvidaba de ello con rapidez, y no lograba recordarlo
durante mucho tiempo.
Escuchaba todo lo que decían las personas que me
rodeaban, y poco a poco mi cabeza quedó atestada de can
ciones, relatos y trozos de conversaciones que recogía.
Cuando empecé a rememorar palabras y usarlas para pen
sar, rñi vocabulario se hizo más flexible.
Al principio no me acordaba de ninguna de las pala
bras que quería usar en una carta. Pero a la postre decidí
escribir a casa, y muy pronto redacté una carta. . . muy
breve, apenas una nota. Me resultó por completo imposible
leer lo que había escrito, y en cierta manera no quería
mostrarla a ninguno de los pacientes. Para no tener que
pensar en ella y correr el riesgo de inquietarme, cerré en
seguida el sobre con la dirección de mi familia anotada
en él, y lo entregué para que lo enviasen por correo.
89
ma a sus ideas. AI hacerlo, nos dejó un análisis clá
sico de su incapacitación. Más aun, lo hizo solo, sin
recurrir a nadie para que lo ayudase. Lo hizo a solas
en su pequeña habitación del caserío para obreros de
Kimovsk.
90
■pensar en las palabras que las nombran. No me molesto
demasiado en ello. Cuando me siento en un banco, afuera,
a conversar con alguien de mi edificio (la conversación
habitual, de todos los días), me esfuerzo un poco más para
recordar y encontrar sentido en las observaciones de la per
sona. Y cuando hablo con mi madre o hermanas, tengo que
poner en tensión aun mayor los nervios y memoria, para
entender lo que me dicen, de modo de saber qué debo hacer
o decir. También en estos casos me resulta a veces imposi
ble recordar o entender palabras. O bien recuerdo un poco
de lo que quiero decir; gran parte de ello se encuentra en
cerrado en algún lugar de mi mente, y no puedo utilizarlo.
Mi familia trata de ayudarme a conversar, haciéndome
preguntas, pero al cabo de un rato, cuando no consiguen
resultados, abandonan el esfuerzo. Es como si se dijeran:
“ No tiene sentido, jamás recordará lo que quiere decir” .
En las reuniones temo hablar, porque olvido con rapi
dez lo que se ha dicho. Y no sé, de cualquier manera, cuál
podría ser mi contribución, pues mi mente parece estar
vacía, o bien tiene algunas ideas inconexas, y dispersas, de
modo que no puedo reunir mis pensamientos. Por eso no
me molesto en hablar en las reuniones.
¡ Siempre me olvido! A veces voy al granero a buscar ( o ¡ v i í;
un cubo de carbón o leña. Pero cuando llego y veo el gra IA ti, vi.
nero cerrado, me doy cuenta de que me he olvidado de la
r ^ r v v o . -;v
llave, y debo volver a la casa. Cuando entro en nuestro
departamento, olvido qué fui a buscar. . . que necesitaba la óv V-:- W v
llave para abrir la puerta del granero.
A veces tengo tantas dificultades como antes para sa
ber qué día de la semana es. En ocasiones no recuerdo qué
desayuné, cené o almorcé ese día. Mi principal problema,
el peor síntoma, es la amnesia y el olvido, y por eso no ^ 'J.ví- .í
puedo recordar las palabras. Buena parte de mi ambiente
ha sido borrado debido a ello. Aun ahora, cuando contem ! ÍA. .
plo objetos, personas o animales, no puedo recordar inme
diatamente y pronunciar las palabras que los representan
(o decirlas para mis adentros). En oportunidades ni si
quiera me acuerdo de ellas después que pasó todo un día.
Y aunque sostengo conversaciones muy sencillas con la gen
te y solo uso expresiones comunes, cotidianas, ni siquiera
consigo recordar los nombres de las cosas que hay en mi
habitación, cosas como aparador, armario, cortinas, celo-
91
sías, alféizar, marco, etc. Más difícil aun me resulta recor
dar partes de objetos. Y cuando paso mucho tiempo sin
poder acordarme y adiestrarme a usar estas palabras en
la conversación, olvido cómo se llaman las cosas que veo;
no les presto atención. Me olvido para qué son. Y eso rige
inclusive en lo que se refiere a partes de mi propio cuerpo.
92
cercanos. Solo después, y poco a poco, conseguí recordar
algunas cosas* casi todas referentes a mi infancia y a los
años de la escuela elemental. Mis recuerdos me llegaron
por el lado equivocado. . . Es decir, me resulta más fácil
recordar cosas más lejanas: los edificios en que fui al jar
dín de infantes y la escuela elemental, los juegos que jugué,
los rostros de niños y maestros que conocí. Pero o bien he
olvidado, o me resulta muy difícil recordar nada acerca
del pasado reciente: ni siquiera cómo era la vida en el
frente.
Ahora bien, esto es extraño. En lugar de poder recor
dar lo que había ocurrido poco antes de ser herido — que
deberían ser los recuerdos más ricos y vividos— , mis re
cuerdos se relacionan casi siempre con los días de mi infan
cia y de la escuela elemental. Me resulta más fácil reme
morarlos, de modo que son, en lo fundamental, los recuer
dos con los cuales vivo ahora.
Si por casualidad estoy sentado, o sin hacer nada, veo
de pronto imágenes, visiones o cuadros de mi infancia: las
costas del Don, donde me agradaba nadar de niño, la cate
dral de Epifán (el pueblo de la provincia dé Tula en que
vivía), las charlas que algunos amigos y yo ofrecimos en
una reunión del club.
Estas visiones me ayudaron a volver a adquirir con
ciencia de mi pasado, aunque solo de pequeños fragmentos
de él. Pero como se han repetido con tanta frecuencia, creo
que fortalecieron mi memoria en general. Cuando contem
plo estas visiones e imágenes, es como si viese fotografías
del pasado reciente.
93
enriquecida por tantas nuevas experiencias. Describió'
ese lugar en términos vividos, y, después, sus recuer
dos de Kímovsk. AI cabo también acudieron a su men
te las imágenes de otros hospitales y sanatorios.
Los recuerdos de su pasado surgieron con clari
dad y en gran detalle, y por eso logró escribir este
diario. Pero no podía imaginarlos a voluntad, proble
ma que ofrecía una especial dificultad en las prime
ras etapas. Si alguien nombraba un objeto, no obtenía
una imagen inmediata de é l; cuando lo conseguía, era
general y carecía de las complicadas asociaciones que
los recuerdos tienen por lo común.
94
rentes. Apenas recordaba una o dos palabras de una
frase. El resto no me salía. . .
No puedo entender cómo se fabrica la madera, de qué
está hecha. Todo — no importa cuánto lo toque— se ha
vuelto misterioso y desconocido. No puedo unir nada, ima
ginar nada o hacer nada nuevo. Me he convertido en una
persona distinta en todo sentido, exactamente lo contrario
de lo que era antes de esta terrible lesión.
95
habla. Y cuando empiezo a hablar, comienzo a reír en cier
ta forma estúpida, singular, sin motivo alguno.
No recuerdo absolutamente nada de todo lo que estu
dié y aprendí. ¡ Ha desaparecido todo! Cuando estoy solo,
es como si me hubiesen puesto un candado en la memoria,
pero cuando la gente me habla o escucho una conversación,
el candado parece abrirse un poco. El escucharlos estimula
un tanto mis pensamientos.
Me he convertido en una persona muy singular desde
que me hirieron. . . un enfermo, pero, por otro lado, una
criatura recién nacida. Todo lo que aprendí o experimenté
en la vida ha desaparecido de mi mente y mis recuerdos,
para siempre, desde la espantosa herida en la cabeza. Ne
cesito tratar de identificar todo lo que veo, una y otra vez,
inclusive las cosas de mi vida diaria. Cuándo salgo del hos
pital durante un rato, para tomar un poco de aire, para
acercarme un poco más a la naturaleza — flores, árboles,
lagos— , no solo tengo conciencia de algo nuevo y poco cla
ro, difícil de entender, sino, además, de algo que me hace
sentir terriblemente impotente, que en realidad no me per
mite entender y captar lo que veo.
96
LAS CARACTERISTICAS PECULIARES DE SU
"MEMORIA DEL LENGUAJE"
Se refirió a su principal incapacidad como a una
pérdida de “ memoria dei lenguaje” . Y tenía buenos
motivos para hacerlo. Antes que lo hiriesen, las pala
bras tenían significaciones claras, que se le ocurrían
con facilidad. Cada palabra formaba parte de un mun
do vital al cual se encontraba vinculado por millares
dé asociaciones; cada una de ellas despertaba un to
rrente de recuerdos vividos y gráficos. Tener el domi
nio de una palabra significaba que estaba en condi
ciones de recordar casi cualquier impresión del pasa
do, entender las relaciones entre las cosas, concebir
ideas y dominar su vida. Y ahora todo eso ha quedado
borrado.
97
las, tamizarlas y tantear en sus recuerdos, como un
hombre atrapado en una habitación desconocida, a os
curas. Lo que es más, no solo las palabras se negaban
a acudir a su mente, sino que además tenían un sonido
extraño, de modo que con frecuencia debía hacer un
esfuerzo para recordar lo que significaban. Y el tiem
po dedicado a la convulsiva búsqueda en su memoria
era en verdad largo.
98
recordaba. Hurra, por fin los sabía bien. Aun así, parece
existir una barrera interminable que casi todo el tiempo
bloquea mi recuerdo de las palabras. Cuando solía oir los
términos espalda o cuello, tenía más problemas aun. Senci
llamente, había olvidado su significado, aunque sabía que
eran familiares y tenían algo que ver con el cuerpo de
uno, Pero no sabía con qué. Por lo general, poseo un tipo
singular de olvido o amnesia, casi con todos los vocablos,
o bien soy muy lento. No puedo recordar una palabra en
seguida, o si me es posible, no sé qué significa. Cuando mi
terapeuta señala una lámpara y me pregunta qué es, trato
de recordar, pero ello me representa una lucha. Tiene que
pasar cierto tiempo antes que pueda pensar en el nombre
de un objeto. Necesito mirar la lámpara y varios otros
objetos de mi habitación. Abrigo la esperanza de que los
objetos se conviertan en puntales de la memoria, y trato
de recordarlos, comparo varios de ellos, de modo que me
ayuden a recordar palabras, y a hablar con mayor faci
lidad.
99
cesitó los esfuerzos más penosos para recuperar su
capacidad de hablar, su “ memoria del lenguaje” , como
él la llamaba.
100
hasta entonces no puedo imaginar, no tengo en absoluto
idea alguna de qué flor se trata.
Por costumbre, tiendo a ver las cosas a mi alrededor
de la misma manera que antes. Pero cuando me encuentro
frente a frente con los objetos, no los reconozco o recuerdo
de veras. No entiendo cómo crecen las plantas, qué las ali
menta o cómo se hace crecer una nueva cortando una hoja
y poniéndola en agua. No entiendo las cosas esenciales
acerca de las plantas y animales que veo, pues no puedo
recordar sus nombres o qué significan.
101
bras. Por ejemplo, contemplo un objeto y comienzo a inte
rrogarme: “ ¿Es una cocina? No. Y no es h u m o... o una
chimenea... o fu e g o ... linterna... vela. .. ca s a ... lla
m a ... luz” . Maldición, no puedo recordar. De modo que
recito otras palabras: g a to. . . cuchara. . etc., y al cabo
se me ocurre. ¡Es hierro forjado!
Mi cerebro lesionado tiene que “ tropezar” con una pa
labra para encontrarla, y si no quiero que se me escape de
la mente, debo describir un rodeo en torno a las brechas de
mi memoria. Pero esto me distrae la atención, de modo que
pierdo la pista de las otras palabras que acabo de recordar.
Padecí muchas experiencias inquietantes porque no se me
ocurrían las palabras que buscaba. Esto sigue atormen
tándome, y me resulta tan torturante como siempre. Pero
no tengo la intención de ceder. Por difícil que haya sido,
he comenzado a hablar mejor a lo largo de los años. Esto
es bastante para estimularme a seguir luchando y tratar
de recuperar la suficiente memoria como para poder ha
blar mejor.
ACERCA DE LA REMEMORACION
DE PALABRAS
Segunda digresión
102
antiguo de la memoria, muchas personas todavía suponen
que la mente funciona de esta manera. Pero en modo algu
no es así. Inclusive un escritor tan antiguo como Swift
satirizó estas nociones simplistas en Los viajes de Gulliver.
En rigor los liliputienses habían decidido prescindir por
completo de los rótulos, pues las palabras eran innecesarias
y podían hacerse entender por medio de los objetos. En
consecuencia llevaban a la espalda sacos de los cuales saca
ban los objetos que deseaban indicar. Si se supusiera que
la mente funciona de esta manera, resultaría difícil expli
car por qué a veces tenemos tantas dificultades para en
contrar determinada palabra, en tanto que en otras ocasio
nes resulta igualmente difícil recuperar un recuerdo
perdido.
Un objeto material tiene muchos atributos, no es una
simple esencia. Considérese, por ejemplo, una mesa de bi
llar. Se parece a una mesa común, aunque su paño de fiel
tro posee cierta semejanza con el musgo y la parte que
cubre, con una tabla de pizarra. Tiene troneras a los costa
dos y en cada esquina, y las bolas ruedan por la superficie,
en tanto que la mesa misma se encuentra ubicada siempre
en el centro de una habitación. Dadas estas característi
cas, ¿cómo se encuentran los términos mesa de billar?
Mesa, tela, cuadro, troneras, bolas, designan algunos de
sus atributos, pero no la cosa misma. Además, las bolas se
reúnen en forma de pirámide. ¿Cómo se recordará que el
término es pirámide, y no agrupamiento, triángulo, trio?
En una palabra, ¿cómo elige la memoria precisamente las
características esenciales, de tantas otras, e inhibe el inter
minable torrente de asociaciones que el objeto lleva a la
mente?
Cuando recordamos palabras tenemos que elegir siem
pre de entre una variedad de alternativas posibles. En al
gunos casos resulta mucho más probable que surja la aso
ciación correcta, y la posibilidad de que aparezcan otras
es casi nula. Supongamos, por ejemplo, que es preciso com
pletar la siguiente frase: “ Cuando llegó el invierno, las
calles estaban cubiertas de . . . ” . Es dudoso que nadie omi
ta sugerir una palabra que no sea “ nieve” . La elección es
sencilla: en este caso solo existen dos o tres posibilidades.
Pero es frecuente que la situación sea mucho más comple
ja. Tomemos la siguiente frase: “ Salí a comprar u n . . . ” .
103
¿Qué? ¿Pan? ¿Un peiiódico? ¿Un sombrero? Solo si se
conoce el contexto se puede completar la frase, pues exis
ten millares de alternativas. En este caso, la probabilidad
de encontrar la palabra adecuada es indeterminada; hace
falta más información acerca de las circunstancias particu
lares, con el fin de seleccionar la palabra correcta en el
almacenamiento de la memoria.
¿Pero cómo se trabaja si no se posee un contexto,
nada que sirva de punto de partida, y hay que encontrar
una palabra cualquiera? El proceso es mucho menos senci
llo de lo que parece. Supongamos que entramos en un labo
ratorio, vemos un instrumento familiar pero no podemos
recordar cómo se llama. Sabemos que se usa para cortar
preparados cubiertos de parafina, en secciones muy delga
das, como los cuchillos usados en los almacenes de comes
tibles para cortar tajadas de jamón, solo que millares de
veces más delgados. ¿Pero cómo se denomina el instru
mento? Aunque el objeto sea familiar, hay que devanarse
los sesos para pensar en la palabra. Se sabe que tiene algo
que ver con “ m icro. . . ” ¿Pero es un microscopio? ¿Un
microeortador ? No, pero estamos muy cerca, y al cabo
surge a la mente la palabra “ mícrótomo”
O digamos que uno entra en un museo y de pronto des
cubre que no puede recordar el nombre de un pintor (su
pongamos que es el nombre de un georgiano, uno de los
fundadores del primitivismo). ¿Será Passaneur?, se pre
gunta uno. ¿Pirestone? ¿ Prangishvili ? No, no es ninguno
de estos. Pero hay algo en el nombre que sugiere “ fuego” .
Y ¿uno vuelve a intentar. ¿Será Pirotechmk? No. También
se sabe que tiene algo que ver con los turcos. ¿Osmán? No,
pero uno pasa en seguida a Piresmán, y luego al apellido
mismo: Pirosmanishvili. En cuanto se ha recordado el nom
bre, la memoria desecha en forma mecánica todas las aso
ciaciones que surgieron a lo largo del trayecto.
Muy pocas veces tenemos que buscar una palabra de
esta manera. Solo lo hacemos si hay escasos elementos
para reforzar nuestro recuerdo de determinada palabra, o
si olvidamos un nombre por un momento . . . , como el per
sonaje del cuento de Chéjov, que cuando trataba de recor
dar el término “ avena” pensó en una cantidad de nombres
que tenían que ver con “ caballos” : “Koniashin” (de kon:
“ corcel” ) ; Ogloviev ( oglóvlia: “ varas” ) ; “ iámschikov”
104
(iamschík: “ cochero” ). Por lo general, esto no ocurre
cuando recordamos nombres de objetos comunes; el nombre
se encuentra impreso con firmeza en nuestra memoria, y
es frecuente que la cualidad característica del objeto resul
te clara a partir del nombre mismo. Por ejemplo, en una
palabra como stol (mesa), la raíz “ stl” es la misma que en
las palabras nastilát (“ tender” ) ; postilát ( “ tender o po
ner” ) ; nastil (“ tarima” ). Por lo tanto no tenemos proble
mas en distinguir el rasgo lingüístico predominante. En
palabras como chasi (“ reloj de pared” o “ reloj de bolsi
llo” ), cuya raíz es chas, (“ hora” ) ; parojód (“ barco de va
por” , palabra compuesta por las raíces par y jod, “ vapor”
y “ movimiento” ), y parovóz (“ locomotora” , palabra com
puesta de las raíces par y voz: “ vapor” y “ carro” ), el ras
go predominante resulta tan evidente, que el nombre nos
parece en todo sentido lógico. No sentimos necesidad de
considerar otras alternativas, pues el nombre resulta tan
sugestivo del objeto que designa, que garantiza la elec
ción adecuada.
¿Pero y si la lesión del cerebro ha afectado precisa
mente las zonas que permiten analizar y sintetizar impre
siones visuales de objetos, mediante el aislamiento de los
rasgos esenciales y la inhibición del surgimiento de aso
ciaciones secundarias?
I. P. Pávlov, un experto en funciones corticales, seña
ló que en circunstancias normales la corteza se encuentra
sometida a la “ ley de fuerza” . Los estímulos poderosos,
importantes, producen fuertes reacciones y dejan sólidas
huellas que surgen con más facilidad a la mente. Solo du
rante estados de agotamiento o en el sueño se quiebra ese
equilibrio: los estímulos fuertes y los débiles se registran
con la misma intensidad, provocan respuestas igualmente
enérgicas y dejan huellas de la misma naturaleza perma
nente. Por lo tanto, hay iguales probabilidades de que una
u otra surjan a la memoria.
Y piénsese en las extrañas asociaciones que ocurren
de manera inesperada cuando uno está a punto de dormir
se; los pensamientos son confusos, y es muy fácil que lo
perturben a uno las cosas que parecen triviales durante el
día. Una situación cortical como esta, pero patológicamen
te provocada, es lo que Pávlov denominó condición “ estado
igualatorio” , o “ de fase” . En este estado la corteza funcio-
105
na con mucha menos precisión, y casi no puede distinguir
ío esencial de lo Inesencial. Dejan de predominar las carac
terísticas dominantes de los objetos {que en estado normal
discerniría), y quedan “ niveladas” con atributos secun
darios, menos esenciales. Entonces resulta muy difícil ele
gir el atributo correcto (y por lo tanto, también la palabra
adecuada), de entre toda la gama de alternativas que aho
ra parecen igualmente probables.
La bala que penetró en el cerebro de este paciente
perturbó las funciones, precisamente, de la parte de la cor
teza que controla el análisis, la síntesis y la organización
de asociaciones complejas en un marco coherente (median
te el aislamiento de los rasgos esenciales de objetos perci
bidos y la retención de huellas de hábitos de lenguaje). Al
gunas células nerviosas quedaron destruidas; otras se en
contraban en condición patológica “ fase igualatoria” . ¿ Re
sulta extraño que le fuese tan difícil, y en ocasiones impo
sible, distinguir la característica esencial de un objeto y en
contrar la palabra correcta?
Tenía que buscar la palabra y seleccionar de entre
decenas de otras que encontraba a lo largo del camino, tal
como hace la gente cuando busca un nombre que ha olvi
dado. Trataba de encontrar la clase a la cual pertenecía
la palabra, para reemplazar una categoría demasiado am
plia. ( “ E s . . . un objeto . . . una cosa. . . un animal, . . ” .)
Hacía lo posible por encontrar algún tipo de contexto que
le ayudase a pensar en alguna palabra ( “ pero, ¿sabe? . . .
huelen tan bien. . . estas rojas, hermosas, fragantes. . . ¡ ro
sas!” ). Hacía lo posible por evocar de manera mecánica lo
que no podía recordar a voluntad, pero solo lo lograba en
ocasiones, aunque recurría a todos los arbitrios concebi
bles en ese mundo de probabilidades perturbadas.
Este proceso de rememoración de palabras y nombres
estaba muy alejado de las imágenes gráficas que por lo ge
neral afloran a la mente y eliminan la necesidad de elegir
de entre una gama de alternativas igualmente probables Su
“ memoria del lenguaje” lesionada era asimismo distinta de
la rememoración normal y completa de sucesos.
Y así siguió durante interminables años: una lucha
por cada palabra que su cerebro lesionado, con su limitada
capacidad para las asociaciones de palabras y verbales, no
podía recordar. Estas asociaciones sistemáticas son preci-
106
sámente lo que permite acumular un vocabulario y pensar
con rapidez en una palabra. Ello explica los tipos de pro
blemas que experimentó. En cuanto se le ocurría la palabra
correcta, su mente corría en busca de la siguiente; enton
ces perdía con rapidez la pista de la primera palabra y
tenía que volver a buscarla. La suya no era solo una memo
ria limitada y empobrecida, sino además desvastada. Y no
mejoró con el tiempo.
107
que habían llegado de visita. Mientras hablaba el narrador,
todo el público rompió a reír. Como vi que los demás reían,
yo también lo hice, aunque no entendía lo que había dicho
el hombre, y solo tuve algunos motivos verdaderos para
reír cuando un actor que imitaba a un ebrio comenzó a
trastabillar y caer.
Cuando la gente me habla, o escucho la radio, por lo
general no entiendo más de la mitad de lo que se dice.
También tengo muchas brechas, “ espacios en blanco” en
la audición. Casi siempre escucho las palabras sin enten
derlas. Esto significa que apenas consigo percibir una es
casa porción de lo que se dice. En cuanto reconozco la sig
nificación de unas cuantas palabras, las demás naufragan
en el torrente de la conversación que escucho.
Una vez, cuando oí la palabra “ catástrofe” , le pregun
té a la persona que la mencionó a qué se refería, y traté
de entender qué quería decir. De pronto recuerdo el signi
ficado de la palabra y lo que se está diciendo: el descarri
lamiento de un tren. Pero me llevó mucho tiempo recor
darlo. Esto es típico de la forma en que funciona mi me
moria lesionada.
Cuando escucho la radio creo entender lo que oigo, solo
que mientras escucho olvido lo que dice el locutor. Sí me
concentro de veras en determinada palabra que uso, des
cubro que en verdad no puedo entenderla durante un rato,
o que la he olvidado por completo. (Si no la olvidé, la olvi
do luego.) Por supuesto que resulta más fácil, más descan
sado, escuchar la radio que fatigarme la vista tratando de
leer un libro letra por letra. Por otro lado, cuando escucho
la radio no tengo la posibilidad de detenerme a pensar
acerca de lo que oí. Desde que quedé herido, no me fue
posible recordar nada de lo que escuché por la radio, en
tanto que cuando leo un periódico o un libro puedo dete
nerme y releer algunas de las palabras o frases, pensar
las ideas. Aun así, olvido con rapidez lo leído, aunque por
un tiempo puedo retener más puntos principales que cuan
do escucho la radio. Por otro lado, la lectura se me ha
hecho cada vez más difícil a lo largo de los años.
108
*‘A ambos lacios de la casa había grandes árboles de
una variedad rara, con grandes bayas parecidas a pi
nas de pino, en la parte inferior de las hojas. En el
estanque, por el cual se deslizaban cuatro cisnes blan
cos, se podían ver los reflejos de farolillos chinos, he
chos de papeles de brillantes colores, colgados por to
das partes y que tenían pintados rostros grotescos,
sonrientes.”
¿Qué pudo comprender después de la primera, se
gunda y tercera lecturas ? Una cantidad muy limitada
de palabras e imágenes, fragmentos inconexos de fra
ses relacionadas con “ árboles” , “ cisnes” y “ reflejos de
espejo” . Se le volvió a leer el parágrafo una y otra
vez, pero estos trozos y fragmentos inconexos no com
ponían un.contexto significativo. Luchó con él como si
se tratase de un jeroglífico en el cual, después de mu
cho pensarlo, se puede establecer la significación de
determinados elementos, pero no todo el texto, que
sigue siendo oscuro y necesita más tiempo aún para
descifrarlo:
109
nifica ni me es posible formarme imagen alguna de ella,
Entre tanto, mientras continúa hablando, las palabras pa
san volando y desaparecen de mi memoria en cuanto trato
de entenderlas. Y por más que hago no puedo recordarlas.
Cuando mi terapeuta O. P. me pidió una vez que le dijera
qué habíamos hecho en la lección anterior, necesité algún
tiempo para responder, aunque me había pasado varios
días con ese capítulo, tomado algunas notas que luego leí,
la noche anterior, Pero cuando me interrogó, tuve que vol
ver a repasar mis notas. Me resulta muy difícil leer mi pro
pia escritura, mis propias anotaciones (la caligrafía de
otra persona es imposible en todo sentido). De modo que,
por supuesto, no pude repasar las notas con rapidez, en
especial porque ella me había hecho una pregunta y yo me
sentía bajo la presión de la necesidad de responder, Al
cabo recordé una parte de lo que había leído la noche ante
rior, y traté de hacer algunos comentarios generales, limi
tados a unas pocas palabras. Pero no pude expresar lo que
quería decir.
110
debía esperar hasta que se me ocurriesen otras. (Y pueden
aparecer en un minuto y desaparecer ai siguiente.)
Mientras me encontraba en el corredor, y más tarde
—cuando entraba por fin en la oficina del administra
dor— en el momento en que consideraba qué debía decir,
los términos se me escapaban. El administrador me miró
y me preguntó: ‘‘¿Qué desea?” Pero las pocas palabras
que necesitaba usar parecían haberse escurrido deliberada
mente de mi memoria. . . Todas ellas. Sentía que algo an
daba muy mal en mi cabeza, no podía recordar nada.
Una vez fui al club, a escuchar una disertación. Cuan
do el disertante terminó, inquirió si había preguntas. De
cidí formular una. En ese momento me sentía muy nor
mal . . . Es decir, no me dolía la cabeza ni me zumbaba
demasiado. El conferenciante me pidió que hiciera mi pre
gunta. Lo escuché, pero, no sé por qué, no pude hablar,
pronunciar una sola palabra, ni siquiera una letra. Fue
como si de repente se hubiese cerrado un cerrojo en mi
mente. Todo el público me miraba y esperaba a que habla
se. Entre tanto, yo no solo no podía hablar, sino ni siquie
ra emitir un sonido, aunque en ese momento me sentía
muy tranquilo, en modo alguno nervioso. Como vio que, o
bien había olvidado lo que quería decir, o quizás estaba un
poco ebrio, la gente sentada cerca de mí me dijo: ‘ 'Siénte
se, si no tiene nada que decir” . Me senté. Pero como nin
guno de los integrantes del público tenía preguntas que
hacer el disertante se volvió otra vez hacia mí y preguntó:
“ ¿Qué quería decir?”
m
Miré las dos palabras que había anotado, pero no podía
recordar qué deseaba decir. De modo que mi idea desapa
reció . . . no podía recordarla, por más que lo intenté.
Cuando se me ocurría una buena idea, tomaba el lápiz
y de pronto me daba cuenta de que había desaparecido. La
misma idea no volvía a ocurrírseme durante todo el día,
quizá ni siquiera al siguiente, y si por casualidad pensaba
otra vez en ella, no la reconocía. Para entonces ya no tenía
sentido para mí, pues ya había seguido adelante y escrito
otra cosa.
CONSTRUCCIONES GRAMATICALES
Tercera digresión
113
Y más difíciles aun son las singulares figuras de dic
ción conocidas como “ inversiones” . ¿ Son tan fáciles de en
tender frases como la que sigue, con dos negativos? “ No
hay razones para no creer en esta información.” ¿Signi
fica ello que se puede o que no se puede aceptar la infor
mación? Y considérese la siguiente: “ Si no hubiese llegado
tarde para tomar el tren, no me habría encontrado con
tigo” . La persona que habla, ¿llegó tarde para tomar el
tren, o no? ¿Encontró o no a alguien? O bien tomemos
otro ejemplo: “ ¡No tengo la costumbre de desobedecer las
reglas!” * ¿Qué clase de persona habla: un rebelde refrac
tario o un estudiante sumiso? Si se aíslan las expresiones
“ no tengo la costumbre de” y “ desobedecer las reglas” ,
suenan chillonas y provocativas. Pero luego de pensarlo
un instante se advierte que lo que se quiere decir es preci
samente lo contrario. Esta es apenas una indicación de
cómo puede engañarse uno con las inversiones grama
ticales.
Considérense, asimismo, los casos en que el orden de
las palabras no coincide con el de los acontecimientos que
se describen. En la frase siguiente el significado resulta
evidente: “ Leí el periódico y luego desayuné” . Pero esto
puede expresarse en forma distinta: “ Desayuné después de
leer el periódico” . La falta de coincidencia entre el orden
de las palabras y la acción, ¿no complica un tanto la com
prensión? La frase “ después de leer el periódico” invierte
el orden de la acción. Las inversiones gramaticales, un
medio de variar la estructura sintáctica, deben de haberle
parecido a este paciente una broma enfermiza.
Considérese la utilización de declinaciones para crear
■relaciones fuertes, estrictamente definidas, entre partes de
una oración, para subordinar una a la otra y de esa ma
nera formar el marco de un sistema lógico de pensamiento.
Hace tiempo que estamos acostumbrados a usar declina
ciones y entendemos con facilidad su significado. ¿Pero son
en realidad tan sencillos los casos gramaticales? Tómese la
siguiente frase, por ejemplo: “ En la rama del árbol hay
un nido de pájaros” . Los elementos no son simplemente
enumerados, sino dispuestos en un orden estricto, de modo
114
que las palabras crean una sola imagen, en la cual cada
una de las partes tiene una clara relación con las demás.*
Pero existen otras declinaciones, mucho más comple
jas, que expresan relaciones abstractas: “ Un trozo de pan” ,
o “ el hermano del padre” , etc. En esta última frase, la
referencia no tiene que ver con ninguno de los términos
mencionados, sino con un tercero: “ tío” . Y construcciones
como “ el padre de mi hermano” pueden desconcertarnos a
todos por un momento. Es necesario detenerse a pensar
un momento, antes de darse cuenta de que el “ padre de mi
hermano” es también el padre de uno. Para entender tan
compleja relación sintáctica, en la cual la palabra en geni
tivo se refiere, no a un objeto, sino a una cualidad o atri
buto, hace falta un proceso de pensamiento bastante com
plicado. Es preciso efectuar el salto mental desde el sen
tido gráfico de la palabra “ hermano” hasta la significa
ción que contiene la frase. Solo si se entiende esto puede
encontrarse sentido en ese enigmático “ genitivo atribu
tivo” .-**
Quienes estamos familiarizados con las pautas lógicas
implícitas en la gramática encontramos muy fácil de en
tender una construcción como la que he citado. Las dificul
tades parecen no existir. Aun en los siglos X V y XVI, la
expresión “ los boyardos de los cuales descendían” fue
reemplazada por una frase mucho más sencilla: “ los hijos
de los boyardos” . Pero cuando se trataba de una expresión
como “ la tierra de Prokopia” , la gente se veía obligada
a usar una forma más profusa y torpe: “ De esta Proko
pia . . . su tierra” , con inserción de palabras que expresa
ban ciertas referencias formales y de tal manera eludían
la necesidad de una construcción gramatical compleja.
Pero en lugar de escribir “ quienes temían el poderío de la
horda de los ajeitsi” , escribían sencillamente “ quienes te
mían el poderío y la horda de ajeitsi” .
Los giros idiomáticos complicados nos resultan tan
115
rutinarios, que no advertimos su complejidad, y en verdad
son códigos que se han desarrollado a lo largo de siglos.
Los empleamos con facilidad, porque hemos dominado las
pautas lingüísticas, nuestros medios fundamentales de co
municación.
También expresamos relaciones por medio de ciertas
partes del lenguaje (preposiciones, conjunciones, adver
bios, etc.). Estamos tan acostumbrados a usarlas, que lo
hacemos en forma mecánica. Frases como las que siguen
nos resultan en todo sentido evidentes: “ La cesta bajo la
mesa” , “ la cruz sobre el círculo'’, “ el libro a la derecha
del tintero” . Pero hace doscientos años las relaciones entre
estos objetos se designaban por medio de términos mucho
más concretos. Si alguien deseaba decir que algo estaba
“ debajo” de la cocina, usaba una palabra más gráfica como
“ fondo” . Y las expresiones “ a la derecha” , “ a la izquierda” ,
“ frente a” , “ detrás” , “ en lugar de” , etc., se enunciaban
con mucho más detalle, de modo que su significación bási
ca —-“ derecha” , “ izquierda” , “ adelante” , “ atrás” y “ lu
gar”— resultaba transparente.*
Tampoco tenemos dificultades para entender las for
mas comparativas de los adjetivos y las declinaciones que
exigen: “ ¿Es una mosca más grande que un elefante?” **
O, “ ¿Es un elefante más grande que una mosca?” Lo mis
mo ocurre con las pi'eguntas: “ ¿La primavera precede al
verano?” O “ ¿El verano precede a la primavera?” Pero
véanse las siguientes frases: “ El sol es iluminado por la
tierra” ; “ la tierra es iluminada por el sol” . En ruso, el
sujeto lógico y el gramatical de una frase coinciden por lo
general. Pero en estas frases se invierte la regía; la cons
trucción pasiva exige un orden verbal invertido.
El lenguaje que usamos con tanta facilidad es en reali
dad un muy complicado sistema de señales que exige adies-
116
tramiento para dominarlo. Ese perfeccionamiento es nece
sario para entender formas complejas de expresión, pues
las declinaciones y las partes del lenguaje funcionan como
herramientas exactas y seguras del pensamiento.
¿Qué necesita una persona para dominarlas? Una
facultad en especial: la capacidad para recordar estos
elementos gramaticales y percibir con rapidez y en forma
simultánea, la relación de palabras aisladas con las imá
genes que evocan. El hombre que escribió este diario ya no
poseía esa capacidad para la comprensión instantánea de
complicadas pautas (ya sea de relaciones espaciales o lin
güísticas). La lesión de su corteza cerebral había afectado
precisamente, las partes del cerebro que permiten evaluar
lo que se ha visto (como dirían los neurólogos, "sintetizar
simultáneamente partes separadas en un todo completo” ).
Esto explica por qué la perturbación de las funciones
corticales que describimos antes no solo afectó su capaci
dad para orientarse en el espacio, sino que creó insupera
bles problemas cuando trató de trabajar con el lenguaje.
Las complejas pautas sintácticas resultan insondables para
un paciente que' no puede captar en seguida las interre
laciones de las palabras y percibir mentalmente lo que
significan.
Frente a las dos frases arriba mencionadas ("el her
mano del padre” , "el padre del hermano” ), este paciente
supuso al principio que eran claras. En ambos casos podía
interpretar las palabras "hermano” y “ padre” . ¿Pero
qué entendía en estas frases? ¿Entendía la relación de los
dos sustantivos, o lo que designaba cada una de las cons
trucciones gramaticales ? Le resultaba imposible; parecían
idénticas, y al mismo tiempo diferentes. No podía ir más
allá de la impresión superficial de las palabras, para llegar
a la significación implícita en su ordenamiento. Y experi
mentaba más o menos la misma sensación de extrañeza
con las siguientes frases: "El círculo debajo del cuadra
do” , “ el cuadrado debajo del círculo” . Como en ambas hay
palabras idénticas, parecían expresar lo mismo, aunque
él tenía la clara sensación de que existía alguna diferencia
entre ellas.
Las frases que expresan comparaciones estaban por
entero fuera de su comprensión, inclusive una tan sencilla
como: "¿Es una mosca más grande que un elefante?” , o
117
“¿es un elefante más grande que una mosca?” A lo largo
de los años realizamos millares de experimentos con este
paciente, usamos una variedad de construcciones gramati
cales para tratar de juzgar con precisión qué señales del
lenguaje podía captar su cerebro lesionado. De tal manera,
el análisis lingüístico se convirtió en una importante he
rramienta de la investigación psicológica. Pero nuestro
paciente resultó ser un instrumento igualmente importan
te para evaluar los problemas vinculados con estructuras
gramaticales específicas.
Una y otra vez nos vimos obligados a extraer una
conclusión que a la postre resultaba evidente por sí misma:
de los dos tipos de sintaxis que hemos descrito, este hombre
sólo era capaz de entender aquella en la cual el orden de las
palabras coincidía con la secuencia de las acciones. Estas
frases no emplean complejas señales con las cuales orga
nizar las ideas. Así, pues, la siguiente secuencia le resul
taba clara: “ Llegó el invierno. Hacía frío. Caía nieve. El
estanque se heló. Los niños patinaban sobre el hielo". Tam
bién podía entender una frase un tanto más compleja, co
mo la que sigue: “ Mamá y papá fueron al teatro, en tanto
que la vieja nodriza y los niños se quedaban en casa". En
este caso el orden de las palabras corresponde al de las
ideas y da una simple y lógica progresión de imágenes.
Pero otra frase, compuesta de la misma cantidad de
palabras, le resultaba difícil de entender: “ En la escuela
de Dunia una de las trabajadoras de la fábrica ofreció un
informe” .* ¿Qué significaba eso para él? ¿Quién ofreció
el informe: Dunia o la obrera de la fábrica? ¿Y dónde
estudiaba Dunia? ¿Quién fue de la fábrica? ¿Dónde habló?
Si se entienden las construcciones gramaticales usadas
aquí, las respuestas a estas preguntas resultan evidentes.
Pero el cerebro lesionado de este hombre era incapaz de
combinar y sintetizar los elementos separados de la frase,
percibir las relaciones entre ellos y verla como una única
idea coherente. Aunque hizo desesperados esfuerzos para
entender, la frase estaba fuera de su alcance.
Tuvo problemas similares con una a la que ya nos
118
referimos: “ En la rama dei árbol hay un nido de pájaros’'.
Esta frase de un libro de primeras letras le pareció muy
sencilla al comienzo, pero tropezó con el problema que
señalamos antes: las palabras rama, árbol, pájaro y nido
parecían no tener relación entre sí. ¿Cómo podía, pues,
combinarlas en un marco coherente?
Después de comenzar nuestros experimentos, apare
cieron nuevas anotaciones en su diario, que databan de los
meses inmediatamente posteriores a la fecha en que lo
conocimos, cuando ingresó en el centro de rehabilitación
y comenzó a trabajar con terapeutas. Registró sus expe
riencias con el lenguaje a lo largo de los veinticinco años
en que redactó su diario. Sus problemas con el lenguaje
se convirtieron en un punto focal de todos los impotentes
intentos que su cerebro lesionado se vio obligado a hacer:
119
Entonces me pidió que le mostrase el perro del dueño. Pen
sé y pensé, y al final dije que perro del dueño y dueño del
perro eran lo mismo.* No entendí muy bien estas expre
siones. Apenas presentí que las dos palabras que contenían
guardaban estrecha relación entre sí, pero no sabía cómo.
También tuve problemas con expresiones como: “ ¿Es
un elefante más grande que una mosca?” y “ ¿Es una mosca
más grande que un elefante?” Lo único que podía entender
era que una mosca es pequeña y un elefante grande, pero
no entendía las palabras más grande y más pequeño. El
problema principal consistía en que no entendía a qué
palabra se referían.
Por supuesto, sé qué son un elefante y una mosca,
cuál es grande y cuál es pequeño. Pero no entendía las
palabras más pequeño o más grande de esas expresiones.
Mis ojos y mi mente iban y venían, entre estas palabras,
tratando de encontrar la respuesta correcta. Todavía no
tengo certeza, y a veces me siento impotente cuando inten
to encontrar el sentido de esas palabras más grande y más
pequeño.
No sé cómo, siempre pienso que la expresión “ una
mosca es más pequeña que un elefante” significa que ha
blan de un elefante muy pequeño y de una mosca grande.
Pero cuando solía hablar a los otros pacientes de ello, me
decían que significaba todo lo contrario. Traté de recor
darlo, pero el médico expresaba la idea en muchas formas
distintas: “ ¿ Una mosca es más pequeña que un elefante, o
más grande?” “ ¿Una mosca es más grande que un elefante,
o más pequeña?” “ ¿Un elefante es más pequeño que una
mosca, o más grande?” “ ¿Un elefante es más grande que
una mosca, o más pequeño?” “ ¿Qué es más grande, un
elefante o una mosca?”
Y yo pensaba y pensaba en todo esto, pero me sentía
confundido. Mis pensamientos parecían galopar de un lado
a otro, a tanta velocidad, que la cabeza me dolía cada vez
más. De modo que, de una u otra manera, cometía errores,
y sigo sin entender estas cosas.
A menudo A. R. u O. P. decían: “ Trace un círculo so
bre una cruz. ¿Qué figura estará encima y cuál en la parte
120
inferior ?” Ale confundía y no podía contestar en seguida,
Tenía que pensar y examinarlo un rato, pero no sabía cómo
dibujarlo. O bien me resultaba imposible contestar, o decía
cualquier cosa que se me ocurriera. Desde que fui herido
no he podido entender cosas como esa: dónde debería estar
el círculo (arriba o abajo). Lo que es más, se pueden in
vertir las palabras de modo que digan: “ Una cruz sobre
un círculo” . Las dos expresiones me parecen iguales, pero
O. P. dice que “ un círculo sobre una cruz” y “ una cruz
sobre un círculo” significan cosas distintas. Me explica
que la palabra sobre significa arriba, bajo significa debajo,
Pero no entiendo qué significa sobre en esa expresión
“ círculo sobre una cruz” . Por más que lo pienso, nada saco
en limpio. No sé por qué, no puedo entender esas cosas.
Ya sabía y recordaba lo que significaban las palabras
arriba y abajo (la lámpara está arriba de la cama; la cama
está abajo de la lámpara). Aun así, me sentía embrollado y
confuso cuando trataba de contestar a las preguntas de
O. P. Reconocía el significado de las palabras sobre y bajo,
pero no podía unirlas con las dos cosas: círculo y cruz. Y
sigo sin poder hacerlo. Hay muchas ideas como esta, que
no puedo entender o recordar en el acto; sencillamente, no
las capto cuando trato de hablar o recordar.
Al comienzo no encontraba sentido en la palabra pres
tar o tomar prestado. Me resultaba más fácil entender una
frase como: “ Sonia le dio a Varia cien rublos” , o “ Varia
le dio a Sonia cien rublos” , Pero no podía entender qué
quería decir: “ Iván le pidió prestados treinta rublos a
Serguei” . ¿Quién recibió el dinero?
El médico me mostró un álbum con grabados de gatos
de distintos colores, y me preguntó si el gato negro era más
pequeño que el blanco, pero más grande que el rojo. Me
resultó difícil entender estas palabras. Además, eran mu
chas. Desde que me hirieron solo me fue posible comparar
una palabra con otra: una sola idea. Y aquí había tantas
ideas distintas, que caí en una enorme confusión. Podía
ver un gran gato negro en el grabado, y luego uno blanco
que era un poco más pequeño, y después uno rojo, el más
pequeño de todos. Al mirarlos, podía entender qué tamaño
tenía cada uno, pero no podía compararlos y entender las
ideas más pequeño y más grande. No sabía a qué gato se
referían estas palabras.
121
Después de ser herido, volví a recordar las letras del
alfabeto, aunque me costó mucho trabajo. Pero no puedo
recordar palabras de unión como más pequeño o más gran
de. Necesito mucho tiempo para pensar una respuesta,
inclusive a las preguntas que yo mismo me formulo. Cuando
se modifica el orden de las palabras de estas preguntas,
el significado cambia por completo. Por eso nunca estoy
seguro de la respuesta de preguntas tan sencillas, aunque
sé qué son un elefante y una mosca. Esos pocos términos
se pueden ordenar en mil formas distintas, y mi memoria
no está a la altura de ello. Y si tengo problemas para en
tender algo tan fácil como esto, me resulta mucho más
difícil tratar de entender una pregunta como: “ ¿El círculo
está arriba o abajo del triángulo?’' Y hay millares de ideas
mucho más complicadas que esta. Desde que me hirieron
no me fue posible entender qué significan frases como esa,
en especial cuando trato de hacerlo con rapidez, en el acto.
Necesito mucho tiempo para entender una frase así. Voy
y vengo, entre una parte de la frase y la otra, en un intento
de encontrar la respuesta correcta.
A veces trato de hallar el sentido de esas sencillas
preguntas acerca del elefante y la mosca, decidir cuál es
correcta o errónea. Sé que cuando se reordenan las pala
bras cambia el significado. Al principio no lo creía así, no
parecía haber diferencias en ninguno de los dos ordena
mientos. Pero después de pensarlo algún tiempo me di
cuenta de que el sentido de las cuatro palabras (elefante,
mosca, menor, mayor) cambiaba cuando las palabras se
encontraban en un orden distinto. Pero mi cerebro, mi
memoria, no pueden entender en seguida a qué se refiere
la palabra menor (o mayor). De modo que siempre tengo
que pensar en eso durante un rato. Por supuesto, hace
tiempo entendí que la expresión “ una mosca es menor que
un elefante" es correcta. Pero todavía necesito mucho
tiempo para pensar en los distintos ordenamientos de estas
palabras. Ello nada tiene que ver con las letras que las
componen. He vuelto a aprender el alfabeto y ahora reco
nozco todas las letras (aunque no en forma inmediata).
Es que las palabras de estas frases tienen un significado
en todo sentido distinto cuando se las reordena. De modo
que a veces me parecen correctas expresiones ridiculas co
mo “ una mosca es mayor que un elefante” , y tengo que
122
pensarla mucho más tiempo. Y existen innumerables ex
presiones como estas, que la gente usa. De modo que
constantemente me encuentro en un embrollo, y tengo
más problemas para entender las frases cuando me en
cuentro en uno de esos accesos. Los ataques lo hacen más
difícil aun.
123
Tenía conciencia de io catastróficos que eran sus
síntomas, pero estaba decidido, a toda costa, a recupe
rar lo que había perdido. Ese fue el comienzo de una
lucha para restablecer su capacidad de pensar, para
entender lo incomprensible. Lo orientaron en ello mu
chos experimentados psicólogos y terapeutas; ¿unto
con ellos elaboró decenas de métodos, técnicas de apo
yo, un algoritmo de la conducta.
Todos ellos trataron de ayudarlo a analizar y
razonar difíciles construcciones verbales, a explicar
que con una frase como “ el hermano de mi padre” ,
solo tenía que preguntarse: “ ¿El hermano de quién?”
Lo mismo ocurría con la expresión: “ Un círculo sobre
una cruz” . Volvieron la ilustración del revés y le mos
traron qué relaciones designaba “ sobre” , “ debajo” .
Con los comparativos, trataron de explicarle en la
forma más completa posible cada uno de los elementos:
“ Un elefante es mayor que una mosca” , quiere decir
que un elefante es grande. ¿Más grande que qué? Que
la mosca, esta mosca pequeña, minúscula.
Parecería que reemplazaron operaciones breves,
sucintas, por medio de técnicas de respaldo, de mule
tas para la comprensión, que implicaban prolongadas
y detalladas consideraciones. Pero solo gracias a ellas
comenzó a entender el significado de complejas cons
trucciones gramaticales. Su lucha, sin embargo, nunca
obtuvo un éxito total. A pesar de la esperanza que
depositó en ella, hubo momentos de atormentadora
desesperación, pues todos los triunfos .que lograba
llegaban con lentitud. A medida que pasaban los años,
seguía sin una comprensión inmediata de las cons
trucciones gramaticales.
Luego de veinticinco años de agotadores esfuer
zos, frases como las analizadas más arriba seguían
siendo absolutos enigmas para él. Y si no se dedicaba
a un prolongado estudio de cada término de una ex
presión comparativa, el cambio en el orden de las
palabras no le resultaba comprensible inmediatamen
te. Como antes, las expresiones seguían pareciendo
ambiguas, idénticas, pero en cierta manera diferentes.
Aun después de analizarlas, no estaba seguro de su
significado.
124
"TOPOS MIS CONOCIMIENTOS HAN
DESAPARECIDO"
Los problemas difíciles, en verdad imposibles, que
tenía cuando trataba de entender las relaciones expre
sadas en las construcciones gramaticales provocaron
un problema más profundo: la imposibilidad de recu
perar ninguno de los conocimientos que había adquiri
do a lo largo de años de estudios.
Lo que se aprende en la escuela y en el campo
especializado encaja en un marco total de ideas, en
el cuerpo íntegro del conocimiento que representa la
educación. No es posible “ recordar” simplemente la
matemática, lo mismo que no es posible “ recordar”
t)l capital de Marx. Aprender y entender significa
absorber ideas que la memoria conserva en forma
sucinta, como una especie de resumen o compendio.
Más adelante se puede revivir este conocimiento y
ampliarlo. Por supuesto que es posible olvidar por un
tiempo algunos principios de matemática o de la he
rencia, pero esta información “ olvidada” vuelve con
rapidez cuando uno refresca los recuerdos. Los cono
cimientos no se acumulan en la memoria como las
mercancías en un depósito o los libros en una biblio
teca, sino que se conservan por medio de un sistema
abreviado de codificación que crea un marco de ideas.
Por consiguiente, todo lo que la memoria ha retenido
en esta forma concisa puede ser revivido y des
arrollado.
Esta es, precisamente, la facultad que le faltaba al
paciente, cuya lesión había destruido los sectores mis
mos de la corteza que resumen y convierten sucesivas
informaciones en pautas abreviadas que se pueden
aprehender en forma simultánea. En cuanto trató de
recuperar los conocimientos que poseía otrora, ello
resultó evidente. Y esta fue la pérdida que le pareció
catastrófica:
125
todo! No tengo conocimientos verdaderos acerca de ningún
tema. ¡Mi pasado ha quedado borrado!
Antes de mi lesión, entendía todo lo que decía la gente,
y no tenía dificultades en aprender ninguna de las ciencias.
Después olvidé todo lo que había aprendido acerca de la
ciencia. Toda mi educación ha desaparecido.
Sé que concurrí a la escuela elemental, que me gradué
con honores en la secundaria, que completé tres años de
cursos en el Instituto Politécnico de Tula, realicé trabajos
avanzados en química y antes de la guerra terminé toda
esa preparación. Recuerdo que me encontraba en el frente
occidental, que fui herido en la cabeza en 1943 cuando
intentamos quebrar la defensa alemana de Smolensk, y
que nunca pude volver a unir los trozos de mi vida. Pero
no puedo recordar qué hice o estudié, las ciencias que
aprendí, los temas que seguí. Lo he olvidado todo. Aunque
estudié alemán durante seis años, no puedo acordarme de
una palabra, ni siquiera reconozco una letra. Además re
cuerdo que estudié inglés durante tres años seguidos, en el
instituto. Pero tampoco sé una palabra de eso. Olvidé esos
idiomas tan por completo, que parece que jamás los hu
biese estudiado. Acuden a mi mente palabras como trigo
nometría, geometría de sólidos, química, álgebra, etc,, pero
no tengo idea de lo que significan.
Lo único que recuerdo de mis años de la escuela se
cundaria son algunas palabras (como letreros, nombres
de tem as): física, química, astronomía, trigonometría, ale
mán, inglés, agricultura, música, etc., que ahora nada
significan para mí. Solo presiento que de alguna manera
me son familiares.
Cuando escucho palabras como verbo; pronombre,
adverbio, también me parecen familiares, aunque no las
entiendo. Por supuesto, las conocía antes de ser herido,
pero ya no las entiendo. Por ejemplo, escucho una palabra
como ¡pare! Sé que tiene algo que ver con la gramática. . .
que es un verbo. Pero eso es todo lo que sé. Un minuto más
tarde es probable que llegue inclusive a olvidar la palabra
v erb o. . . Desaparece. Todavía no recuerdo ni entiendo la
gramática o la geometría, porque mi memoria ha desapa
recido, parte de mi cerebro ha sido eliminada.
A veces tomo un manual de geometría, física o gra
mática, pero me siento molesto y lo dejo a un lado, pues no
126
encuentro sentido en ios manuales, ni siquiera los de la-
escuela secundaria. Lo que es más, me duele tanto la cabeza
cuando trato de entenderlos, que una sola mirada basta
para ponerme nervioso e irritable. Me siento presa de una
insoportable fatiga y repugnancia hacia todo eso.
127
“ curva” . No me llegan. No me resulta difícil entender
figuras planas, gráficas, pero no entiendo una figura con
volumen, en la cual hay que visualizar, reordenar y hacer
se una idea de una cosa en relación con todo lo demás. Sé
{aunque me es difícil) cómo imaginar la superficie de un
rectángulo a partir del número de centímetros de dos
lados. Y sé que el lado al cuadrado da la superficie
de un cuadrado. Pero no puedo entender qué significan
“ los grados de un ángulo” , o una curva, ni vincularlos
con nada específico como la superficie de la tierra.
M. B. trató inclusive de enseñarme el siguiente teo
rema: “ El ángulo exterior de un triángulo, no adyacente
al ángulo interior, es mayor que cada uno de los ángulos
interiores” . Al principio no entendía ninguno de estos tér
minos y sus definiciones (adyacente, ángulo, exterior,
interior), pero adquirieron algún sentido después que
observé los trazos de líneas. El problema consiste en que
los teoremas se siguen uno al otro, y que es necesario
recordarlos, Y eso me resulta imposible. Tengo que com
parar y tratar de recordar qué quieren decir palabras
como menor y mayor; a qué se refieren en un teorema
como este. Sé qué significan menor y mayor en términos
de magnitudes, pero cuando una frase tiene varias palabras
entre estos términos, me es difícil entender su significado
(no sé si se refieren a lo que las precede o a lo que las
sigue). Tengo que basarme en algo definido, como en la
sencilla pregunta acerca del elefante y la mosca. Y enton
ces entiendo a qué se refiere la palabra mayor. Después de
una larga lucha, llego por fin a entender un teorema, pero
lo olvido en cuanto paso al siguiente.
Siempre me veo obligado a luchar con las definiciones
de palabras e ideas con las cuales tropiezo. Puedo recordar
las palabras del teorema que M. B. me dio, después de uno
o dos meses de práctica cotidiana, pero luego introdujo
nuevos teoremas y definiciones. Y como no puedo recordar
los teoremas, las palabras de la definición o los conceptos,
nada saqué en limpio de las lecciones. Así son las cosas
en mi vida. Si quiero recordar algo ■—inclusive un teore
ma— , tengo que pasarme uno o dos meses con él. Debido
a mi memoria “ afásica” , no puedo tener con los teoremas
o conceptos más suerte de la que tengo con las palabras.
Y si na cuento con una posibilidad de recordar determina-
128
do teorema de vez en cuando, lo olvido por completo, tal
como olvidé todos los otros que traté de aprender.
De modo que resulta que, como mi memoria es tan
mala, jamás entenderé nada de geometría, gramática, fí
sica o cualquier otra ciencia, Lo que ha sucedido con mi
vida es sencillamente terrible. Esta extraña enfermedad
que tengo es como vivir sin cerebro. Lo que recuerdo en
un instante desaparece en el siguiente, de modo que no
me es posible entender teoremas, o inclusive cosas más
sencillas de lo que me rodea.
129
en orden inverso, pero eso era muy difícil. Luego, sin em
bargo, comencé a realizar algunos progresos. Cuando
llegaba a contar hasta diez, mí maestro me pedía que eli
minase el último número y retrocediera en el orden. Toda
vía no podía decir la palabra “ nueve” en seguida, sino
que tenía que contar de uno hasta ocho para conseguirlo.
Al principio tuve muchas dificultades para sumar (al
fin de cuentas, apenas empezaba a aprender a contar de
nuevo). Siempre tenía que recitar el “ alfabeto numérico” .
No recordaba en el acto ningún número. Por ejemplo, O. P.
preguntaba: “ Si suma 10 y 15, ¿cuánto le dará?” Primero
debía contar hasta diez y pronunciarlo hasta entender qué
número designaba la palabra. Luego contaba de 10 hasta
15, para saber qué número era ese. A partir de ahí tenía
que contar con los dedos hasta 25.
La resta era mucho más difícil. O. P. preguntaba:
“ Si resta 10 de 20, ¿qué le quedará?” Comenzaba a calcu
larlo. Primero recitaba los números hasta 20, luego volvía
a recorrer los diez primeros para poder decir el número
10. Me daba cuenta de que 10 y 10 eran 20, de modo que
si eliminaba uno de los 10, me quedaba 10. Solucionaba el
problema, pero con suma lentitud. Después aprendí a
calcular por decenas en lugar de unidades (no lo hacía en
voz alta, sino que me lo susurraba para mí mismo). De
esa manera avancé con un poco más de rapidez, pero toda
vía resultaba penoso.
Al principio O. P. me pidió que memorizase las tablas
de multiplicación. Traté de hacerlo, pero siempre las con
fundía. Es cierto que algunas las recordaba en seguida
(1 x 1 , 2 x 2 , 3 x 3 , etc.). Después de eso recordé la tabla
del 5 y podía recitarla hasta 10 x 5. Pero aun en ese caso
era frecuente que me la olvidara.
Y cuando O. P. empezó a hablarme acerca del “ mi
nuendo” , “ sustraendo” , “ residuo” y “ suma” , “ multiplican
do” y “ dividendo” , me quedé mirándola. . . Escuché las
palabras, que me parecían familiares, pero no recordé su
significado.
Me resultaba más fácil entender los números si los
escribía, pero me era muy difícil hacerlo mentalmente, y
siempre me veía obligado a usar prolongados métodos in
directos. Si O. P. me pedía que restase 17 de 32 de memo
ria, tenía que trabajar con suma lentitud, contar y volver
130
a contar. Además debía pedirle que repitiese ios números
un par de veces. Luego empezaba a contar: “ Resto 2 de 32.
Me quedan 30. Sumo 3 a 17 y me da 20. Resto 20 de 30.
Quedan 10, 10 menos 7 da 3. Sumo 10 a 3 y tengo 13. De
30 quedaban 2, de modo que los sumo a 13 y obtengo 15” ,
Si no hubiese usado este método indirecto, con idas y ve
nidas, no habría podido hacerlo. Cuando logro escribir los
números, me resulta más fácil, mucho más rápido.
Ya conocía el significado de términos sencillos como
“ adición” y “ sustracción” (unir y separar), “ multiplica
ción” y “ división” , pero a veces los olvidaba cuando los
necesitaba. No podía recordar ideas como “ diferencias”
y “ cociente” .
Siempre confundía los números y no podía dar las
respuestas cuando trataba de sumar o restar de memoria.
Al principio me era difícil entender las raíces cuadradas.
Olvidaba con rapidez cómo extraer la raíz cuadrada de 49,
0,49, 4 y 0,4. Cosas como estas no las captaba en seguida,
Al principio mi maestra me enseñó a calcular núme
ros (sumarlos y restarlos) y un poco más tarde empezó a
enseñarme las tablas de multiplicación, Al cabo de unos
meses recordaba la mayoría de ellas, pero a menudo con
fundía números de tablas distintas, y a veces no estaba
seguro de lo que pudiera ser una cosa tan sencilla co
mo 5 x 6 .
Hace poco mi maestra trató de presentarme algunos
simples problemas aritméticos. Para entonces ya había
aprendido a sumar, restar, multiplicar y dividir como lo
hacen los niños en la escuela elemental. Pero cuando comen
zó a hablarme del “ sustraendo” , “ diferencia” y “ cociente” ,
no pude recordar esas ideas, aunque presentía que me eran
familiares. Por supuesto, al cabo de poco tiempo las enten
dí. Pero no recordaba palabras como “ sumando” y “ dife
rencia” , y no podía aplicarlas, cuando trataba de solucionar
un problema. Intenté entender si “ cociente” tenía que ver
con la sustracción, la adición o la división. Mi maestra
me ayudaba, pero para entonces había olvidado el signifi
cado de la palabra “ diferencia” .
131
A menudo no estoy seguro de si 5 x 5 es 25, 35 ó 45, y
he olvidado por completo algunos de los ejemplos más evi
dentes, como 6 x 7 . Tengo que X’ecorrer la tabla de multipli
cación para hallar la solución. Por supuesto, no encuentro
dificultades para entender si una respuesta es correcta,
cuando estoy en casa y puedo escribir los números. Pero
si trato de calcularlos de memoria, mientras paseo o com
pro algo en la tienda, siempre cometo errores.
De modo que no intento calcular el dinero por mi
cuenta cuando compro alimentos en la tienda. Le digo al
cajero que necesito comprar medio kilo o un kilo de algo,
le entrego el dinero y obtengo un recibo sellado y el cam
bio. Luego me dirijo a la empleada, que pesa lo que quiero
comprar. Pero pocas veces trato de sumar cuánto debo
gastar en la tienda.
132
alfil por las palabras oficial y corona. Cuando recordaba
estas palabras, resultaba más fácil, pero a menudo las olvi
daba mientras jugaba. Y tenía los mismos problemas que
con la lectura. Mis ojos solo podían ver dos o tres de las
piezas del tablero. Como veía una porción muy pequeña de
este, siempre me olvidaba de las otras piezas y les perdía
los rastros. Y ni siquiera conseguía planear una movida
por anticipado.
Aun así, empecé a jugar de nuevo. Para ser más exac
tos, comencé a aprender el juego. Pronto supe mover las
piezas y recordar sus nombres, aunque a menudo las con
fundía. Resultaba difícil en especial tenerlas en la cabeza
mientras jugaba. Todavía es engorroso recordar y tratar
de jugar ahora sin nombrar las piezas, porque no logro
pensar las palabras en seguida. AI comienzo jugaba con
principiantes que no conocían el juego, y más tarde con
pacientes que no eran exactamente principiantes, pero que
no jugaban demasiado bien porque también ellos habían
sido heridos en la cabeza. Hace falta un tiempo enorme
para decidir cómo mover. Es frecuente que confunda las
piezas y pierda los rastros de las otras que hay en el
tablero.
No puedo planear o prever movidas, pues tengo gran
des dificultades para recordar. Pero me es posible planear
una movida por anticipado, aunque no recuerdo la que se
hizo antes. Juego mal debido a mi mala memoria y visión.
En realidad no veo las piezas en el tablero, y siempre ten
go que mirar hacia uno y otro lado para entender la dis
posición. ¡Pero es tan difícil! Cuando juego experimento
un terrible dolor de cabeza y una presión en el cuerpo, y
siento más vértigos. Tengo la cabeza envuelta en una bru
ma, lo veo todo como si estuviese semidormido. . . y ello
se refleja en la forma en que juego al ajedrez.
Casi lo mismo sucedió con las damas. Aunque debo ad
mitir que era un buen jugador antes de mi herida, des
pués me olvidé también de este juego. Cuando veía a la
gente jugar a las damas en el hospital, el juego me parecía
familiar. Pero cuando traté de jugar con uno de los pa
cientes, me olvidé de cuántas casillas debía mover, o en
qué dirección. En general, no podía recordar gran cosa del
juego. De modo que en lugar de jugar conmigo, el hombre
empezó a enseñarme. Resultaba divertido, pero me era difí-
133
cii aceptarlo. Pronto aprendí cómo se movían las piezas y
las “ damas” , y casi siempre me acordaba de las palabras
que las nombraban, durante el juego. Era mucho más sen
cillo que recordar los nombres de las piezas de ajedrez.
Aun así, seguía teniendo problemas con las damas. Con
frecuencia debía pensar un rato cada movida, me confun
día, olvidaba las que ya había hecho, y podía prever por
anticipado una sola movida. En las damas, tenía tan poca
idea de lo que hacía mi contrincante como en el ajedrez.
Lo mismo puedo decir del dominó. Mientras jugaba,
me parecía bastante fácil contar los puntos de las piezas
(doce es el máximo en cualquiera de ellas), pero me era
difícil mantener los detalles en la memoria. Olvidaba la fi
cha que había puesto un jugador, y no podía sumar con
rapidez los puntos de las piezas. Me ponía tan nervioso y
ansioso con el juego, que me parecía mejor dejarlo. Nece
sitaba tanto tiempo para pensar acerca de las piezas, que
la gente con quien jugaba se enfurecía conmigo. Y siem
pre perdía, no importa a quién tuviese como compañero,
pues olvidaba qué pieza había usado un jugador, en cuan
to la dejaba sobre la mesa. Hay solo veintiocho piezas en
el dominó, pero existen cuarenta y nueve combinaciones de
figuras. ¿Podía yo recordar tantas? ¿Por qué me resultaba
tan penoso jugar, que nunca lograba ganar? Antes de ser
herido, podía vencer a cualquiera en el dominó, de modo
que el juego me aburría y casi nunca jugaba. Ahora que
he quedado herido, no entiendo el sentido de un juego tan
sencillo. De modo que sigo jugándolo porque mi memoria
(que tiene que razonar inclusive en un juego como este)
y mi visión han recibido un castigo tan intenso a conse
cuencia de esa herida.
Estos problemas afectaron no solo su habilidad
para el ajedrez, las damas y el dominó. Casi cualquier
situación social — una conversación, una película, con
ciertos'—, se convirtieron en cosas difíciles, casi im
posibles. Sencillas ideas de la vida cotidiana eran lo
único que podía entender en las películas. Cualquier
cosa que fuese más complicada carecía casi de sentido
para él:
Voy al cine con suma frecuencia. Me gusta ver pelícu
las, hace que la vida resulte menos aburrida. El único pro-
134
blema es que desde que me hirieron no puedo leer las sobre
impresiones de la pantalla, mi lectura es demasiado lenta.
Para cuando he entendido unas pocas palabras, aparecen
otras en la pantalla. Y no puedo ver toda esta, sino solo
una parte ubicada a la izquierda del centro. Si quiero ver
toda la imagen, debo mirar de uno a otro lado, a distintas
partes de la pantalla. Por eso me canso tan pronto y quedo
con un agudísimo dolor en los ojos y la cabeza. Como no
puedo leer los letreros sobreimpresos, no entiendo las pe
lículas mudas. Cuando hay banda sonora, y no necesito
leer, también me resulta difícil entender. Antes de haber
tenido ocasión de comprender lo que dicen los actores, em
pieza una nueva escena.
En general solo entiendo cosas muy sencillas, que me
son familiares desde la infancia. Si hay algo en una pelícu
la que hace reír al público, yo me quedo allí, preguntándo
me cuál será la gracia. Lo único que entiendo es cuando
dos personas discuten, pelean y se derriban una a otra. Eso
puedo captarlo sin palabras. Pero después de haber visto
una película no recuerdo nada acerca de ella, aunque me
parezca haber entendido una parte.
Lo mismo rige para los conciertos. Veo y escucho a los
ejecutantes, pero no consigo entender las palabras de las
canciones; no tengo tiempo suficiente para captarlas. Para
mí, son nada más que palabras, y no puedo conservarlas
en la mente . . . desaparecen en un minuto.
135
necieron intactas en tanto que otras quedaron destrui
das por completo. Por lo tanto, aunque le era impo
sible entender el sentido de una conversación sencilla,
o de muchas construcciones gramaticales, nos dejó una
descripción sorprendentemente exacta de su vida. Ne
cesitaba un esfuerzo sobrehumano para escribir una
página de su diario, y sin embargo escribió millares.
A pesar de su incapacidad para hacer frente a pro
blemas elementales, pudo presentar un vivido relato
de su pasado. Más aun, todavía poseía una poderosa
imaginación, una notable capacidad para la fantasía
y la empatia. Recorramos algunas de las páginas de su
diario, en las cuales trató de imaginar vidas por com
pleto distintas a la suya:
136
La vida es difícil, ¿pero qué puedo hacer? No soy io bas
tante inteligente para ningún otro trabajo, y casi no puedo
leer ni escribir. Y ahora soy vieja.
¡Si fuese un gran ingeniero, dirigir una fábrica no re
sultaría un problema, pues estaría vinculado con muchas
otras fábricas y administradores. Es claro que la vida me
resultaría más difícil que para una mujer de la limpieza
o un estibador.
¿Pero y si fuese una mujer con una enfermedad que
me hínchase la cabeza hasta tal punto, que me dejara prác
ticamente aturdida de dolor, y le gritase a todos, en el
hospital, noche y día? Aun así, no querría morir. Me in
quieta mi hijo, quien sufrió una fractura tan grave del crá
neo, en la parte posterior, que su cerebro ha quedado lesio
nado, casi no ve, siente vértigos todo el tiempo y se ha con
vertido en un analfabeto. Además me preocupa porque no
sé qué ha sido de mi otro hijo. La última noticia que tuve
de él, era que se encontraba con las tropas en Lituania,
en 1941. Toda esta pena me atormenta día y noche.
137
mayor, lleno de edificios de tres y cuatro pisos. Como
en años anteriores, continúa sentado ante su escritorio,
todas las mañanas, trabajando en su relato, tratando
de expresarse mejor, de describir la esperanza y la
desesperación que forman parte de su lucha perma
nente.
Su herida se curó hace veinticinco años, pero la
formación de tejido cicatricial ha provocado ataques.
Las zonas perjudicadas de la corteza cerebral no pu
dieron restablecerse. Por lo tanto, cuando trataba de
pensar, su mente debía describir un rodeo en torno de
estas zonas quemadas y emplear otras facultades con
las cuales aprender y tratar de recuperar algunas ca
pacidades perdidas.
Experimentaba una desesperada necesidad de des
pertar de ese terrible sueño, de pasar a través de la
impotencia del estancamiento mental, de encontrar el
mundo claro y comprensible, en lugar de tener que
buscar a tientas cada una de las palabras que pronun
ciaba. Pero era imposible.
138
tamos y vestirnos a todos, para proporcionar mucho más
que las necesidades elementales, para iluminar la vida de
generaciones futuras. ¿ Qué necesidad hay de guerras, vio
lencia, esclavitud, opresión, asesinatos, ejecuciones, pobre
za, hambre, trabajo derrengador o desocupación en países
que poseen tanta riqueza?
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temer que escaseen nunca. Pronto habrá vuelos ai espacio
exterior, primero a ia luna y los planetas más cercanos.
Esto nos proporcionará una oportunidad aun mayor de
enriquecer la vida con elementos y sustancias raros que
pueden ser más abundantes en otros planetas que en la
tierra. Y podríamos hacer todo esto, si no fuese por la
guerra. . ,
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Este libro describe la lucha heroica de
un hombre para recuperar el uso de su
cerebro, dañado por una lesión grave. El
autor realiza citas extensas del diario
que el paciente llevó con esfuerzo duran
te un período de veinticinco años. Poco a
poco debió volver a aprender a identifi
car, recordar, comprender, hablar, como
cuando era niño, compensando con su
tenacidad admirable las facultades per
didas. De modo que estas páginas no
constituyen solo un documento psicoló
gico, sino también un testimonio de la
capacidad del espíritu humano para
superar obstáculos formidables.