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LIBRO II RESUMEN:

CAPÍTULO I: LA SOBERANÍA ES INALIENABLE.


La soberanía es inalienable, es decir que no se puede vender o ceder. El poder se transmite, pero
no la voluntad, además, esta no se puede encadenar para el futuro.
CAPÍTULO II: LA SOBERANÍA ES INDIVISIBLE.
La soberanía es indivisible por la misma razón que es inalienable. Se compone por la voluntad
en general o no lo hace. Rousseau también afirma que la división de la soberanía en fuerza y
voluntad en poder legislativo y ejecutivo es inapropiada.
CAPÍTULO III: SI LA VOLUNTAD GENERAL PUEDE ERRAR.
La voluntad general es siempre recta es del pueblo en general. Por otro lado, cuando se forman
asociaciones, desaparece la voluntad general y la opinión se vuelve particular.
CAPÍTULO IV: DE LOS LÍMITES DEL PODER SOBERANO.
Así como la naturaleza ha dado al hombre un poder absoluto sobre todos sus miembros, el pacto
social da al cuerpo político un poder absoluto sobre todos los suyos. Este poder puede tomar el
nombre de soberanía. El pacto social establece entre los ciudadanos una igualdad tal, que todos
se obligan bajo las mismas condiciones y todos gozan de idénticos derechos. El poder soberano,
no traspasa, ni puede traspasar los límites de las convenciones generales. Todos tienen que
combatir por la patria cuando la necesidad lo exige, es cierto; pero nadie combate por sí mismo.
CAPÍTULO V: DEL DERECHO DE VIDA Y DE MUERTE.
El hombre tiene el derecho de arriesgar su propia vida para conservarla. El que quiere conservar
su vida a expensas de los demás, debe también exponerla por ellos cuando sea necesario. La
pena de muerte dado a los criminales puede ser considerada desde este punto de vista. En cuanto
al derecho de gracia, en un estado bien gobernado hay pocos castigos, no porque se concedan
muchas gracias, sino porque hay pocos criminales.
CAPÍTULO VI: DE LA LEY.
Toda justicia procede de Dios, él es su única fuente; pero si nosotros supiéramos recibirla de tan
alto, no tendríamos necesidad ni de gobierno ni de leyes. Es preciso, pues, convenciones y leyes
que unan y relacionen los derechos y los deberes y encaminen la justicia hacia sus fines. Las
leyes no son propiamente sino las condiciones de la asociación civil. De este modo el pueblo
quiere siempre el bien, pero no siempre lo ve, por ello es necesario un conductor. He aquí donde
nace la necesidad de un legislador.

CAPÍTULO VII: DEL LEGISLADOR.


Para que las mejores reglas se apliquen a la sociedad se requeriría una
inteligencia superior que no tuviera nada que ver con la naturaleza humana
para insertarlas. Esta inteligencia fue dejada al legislador, a quien Rousseau
considera como un hombre de grandes hechos dentro del estado, debido a su
genio y función. Esta función es particular y superior a las demás.
Para que las mejores reglas se apliquen a la sociedad se requeriría una
inteligencia superior que no tuviera nada que ver con la naturaleza humana
para insertarlas. Esta inteligencia fue dejada al legislador, a quien Rousseau
considera como un hombre de grandes hechos dentro del estado, debido a su
genio y función. Esta función es particular y superior a las demás.
Para que las mejores reglas se apliquen a la sociedad se requeriría una inteligencia superior que
no tuviera nada que ver con la naturaleza humana para insertarlas. Esta inteligencia fue dejada
al legislador, a quien Rousseau considera como un hombre de grandes hechos dentro del estado,
debido a su genio y función. Esta función es particular y superior a las demás.
CAPÍTULO VIII: DEL PUEBLO.
El sabio institutor no principia por redactar leyes buenas en sí mismas, sin antes examinar si el
pueblo al cual las destina está en condiciones de soportarlas.
CAPÍTULO IX: CONTINUACIÓN.
Es más fuerte un pequeño Estado que uno grande. Primero, la administración se hace más difícil
cuantos mayores son las distancias. Además, no sólo la acción del gobierno es menos vigorosa,
sino que el pueblo tiene menor afección por sus jefes, por la patria, y por sus conciudadanos.
Los jefes cargados de negocios, no ven nada por sí mismos. Es por esto que una nación
demasiado grande se debilita y perece aplastado por su propio peso. Una sana y fuerte
constitución es lo primero que debe buscarse.
CAPÍTULO X: CONTINUACÓN.
Un cuerpo político se puede medirse de dos maneras, a saber: por su extensión territorial y por
el número de habitantes, Así el estado lo forman los individuos y éstos se nutren de la tierra.
CAPÍTULO XI: DE LOS DIVERSOS SISTEMAS DE LEGISLACIÓN.
Todo sistema de legislación tiene dos objetos principales: la libertad y la igualdad. La fuerza de
las cosas, tiende siempre a destruir la igualdad, la fuerza de la legislación debe siempre
inclinarse a mantenerla. Se debe asignar a cada pueblo un sistema particular de institución que
sea el más apropiado al Estado al cual se destina.
CAPÍTULO XII: DIVISIÓN DE LAS LEYES.
Leyes políticas o leyes fundamentales,
Leyes civiles,
Leyes penales,
A estas tres clases de leyes hay que agregar, la más importante de ellas, que nace del corazón de
los ciudadanos. Que es la fuerza de la costumbre a la autoridad.

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