Está en la página 1de 7

EJEMPLO 1

CRÍTICA DE 'JOKER'
POR MANU YÁÑEZ

01/06/2022

En una de las secuencias más reveladoras de Joker, el atormentado Arthur Fleck (un
Joaquin Phoenix que recupera el semblante desencajado y el físico escuálido que
exhibió en The Master) se cuela en un cine en el que se proyecta Tiempos
modernos. El anacronismo resulta llamativo: la humanista obra maestra de
Chaplin se estrenó en 1936, mientras que la nihilista Joker transcurre en 1981, el año
de la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca. Un salto temporal que perfila una
historia abreviada del siglo XX, protagonizada en este caso por la opresión del
individuo a manos de un sistema alienante.

Mientras Chaplin sumergía a Charlot en los engranajes de una inhumana maquinaria


industrial, Todd Phillips sitúa a Arthur/Joker en el corazón de una (muy
contemporánea) pesadilla neoliberal, atrapado entre la cara más cínica del poder y
la amoralidad del universo mediático. Una encrucijada imposible que parece ofrecer
una única vía de escape: la locura. ¿That’s entertainment? En el seno de un
Hollywood inclinado hacia el espectáculo evasivo, el Joker de Phillips y Phoenix
emerge como un objeto político sublevado. Una obra transgresora que se desmarca
de la épica grandilocuente y la narrativa expansiva de sus hermanas de cartelera (de
las películas de Batman dirigidas por Christopher Nolan al Universo Cinemático
Marvel) para concentrarse en la intimidad de un antihéroe trágico: un hombre cuya sed
de afecto y reconocimiento se ve devastada por su condición marginal, por el
desmantelamiento de los servicios públicos y por la violencia de una Gotham
emparentada con el Nueva York de Taxi Driver y El rey de la comedia.

A la postre, el sufrimiento de Arthur/Joker resulta tan palpable y estremecedor


que el espectador no tiene otra salida que identificar a la sociedad como la
auténtica villana de la función. Sonrisas que son lágrimas. Pese a su espíritu
insubordinado, Joker sabe moverse con astucia dentro de los universos del cómic y el
cine de entretenimiento. La idea de escarbar en los orígenes del Joker podría parecer
un sacrilegio, sin embargo, Phillips agita el imaginario de DC Comics manteniendo
muy vivas sus genealogías y su iconografía. Una ambivalencia que también se
traslada a la relación de la película con la actual fiebre superheroica.

Por un lado, Phillips se desmarca de la parafernalia digital predominante en el


Hollywood actual, pero no duda en energizar su Joker con vibrantes bocanadas de
cinerock scorsesiano, perpetradas sobre el Rock n Roll Part 2 de Gary Glitter o el
That’s Life de Frank Sinatra. Piruetas efervescentes de una película que convierte la
sonrisa del Joker en el aullido doliente y salvaje de un cine y un mundo sedientos de
revolución.
EJEMPLO 2

Víctor Esquirol
Quien ríe primero, ríe mejor
31 de agosto de 2019
La lucha por la hegemonía en la forma y el discurso de la superhero movie, se ha
reducido, desde que éste es el subgénero de referencia en el cine-espectáculo, a una
guerra librada prácticamente por dos bandos. De momento, y a juzgar por los
resultados en taquilla, el partido lo va ganando, por goleada, la trinchera de la
Disney/Marvel. De esa omnipotente factoría cuya meticulosidad en la planificación del
calendario de producción, debería estudiarse, durante muchas décadas, en todas las
escuelas de marketing del mundo. De esos genios en captar y alimentar el espíritu de
nuestros tiempos; poseedores, por lo visto, de la fórmula infalible en la preparación de
un blockbuster.

En el otro lado del cuadrilátero, tenemos la dupla compuesta por Warner Brothers y
DC Comics, a la que los famosos “planes quinquenales” de la competencia
acostumbran a pillar con la guardia baja. El momento de gloria de dicha sociedad
cabría vincularlo a la trilogía que Christopher Nolan diseñó para el “hombre
murciélago”, y la debacle, como decía, con la ruta hacia ‘La liga de la Justicia’. Es
decir, con los patosos intentos por seguir la estela triunfal de Marvel Studios. De modo
que el panorama nos deja, por una parte, la seguridad de una serie de películas que
siempre cumplen, porque siempre saben a dónde van. Es el confort que solo puede
ofrecer la rutina; la homogeneidad.

Por otra parte, está el rumbo errático de los responsables de desastres como ‘Batman
V. Superman: El amanecer de la Justicia’, de Zack Snyder... pero también de la gloria
disparatada de ‘Aquaman’, ese chapuzón a cargo de James Wan. En esta casa, salta
a la vista que la estrategia a gran escala brilla por su ausencia, lo cual otorga a sus
propuestas un carácter apriorístico de ruleta rusa. Ahora mismo, acercarse a un film
del Universo extendido de DC es enfrentarse a lo desconocido... lo cual, todo sea
dicho, no deja de recordarnos aquello que la superhero movie parece que quiera que
olvidemos: el gozo de sorprenderse ante un descubrimiento.

O mejor aún, esa alegría más o menos malsana, que solo puede surgir de la
alineación más improbable de astros. Supongamos, para hacernos a la idea, que a un
insensato se le ocurre financiar a otro insensato... para que haga lo que tiene toda la
pinta de ser una soberana insensatez. Supongamos que Todd Phillips propone
adentrarse ahí donde los puristas opinan que nadie puede regresar con vida.
Supongamos, por último, que el principal responsable detrás de ‘Resacón en La
Vegas’ o ‘Aquellas juergas universitarias’ convence a Joquin Phoenix para rodar una
historia sobre los orígenes del Joker, el que seguramente sea el villano más icónico
del universo Batman.

Recordemos, a tales efectos, que en ‘El caballero oscuro’, Christopher Nolan (todo
inteligencia y sentido común), entendió que debía esquivar esta materia en su retrato
del némesis. El mito del génesis de ese mal supera su condición de tabú, y lo hace
invirtiendo las tornas, los roles y las percepciones. Parece que es una tragedia, pero a
lo mejor es una comedia: ‘Joker’, de Todd Phillips es el mundo al revés. En ella, el
presunto malo se erige en protagonista indiscutible de la función, y los buenos, son en
realidad los instrumentos opresores de un sistema que parece haber sido diseñado
con el único propósito de aplastar a los más débiles. Es extraño, y como tenía que ser,
ahí está el encanto.

De hecho, si nos ciñéramos solo a los elementos más superficiales del conjunto (como
por ejemplo, la total ausencia de efectos visuales digitales) hasta podría entrarnos la
tentación de sacarlo de los dominios de la superhero movie. Lo que pasa es que éste
se empeña en adoptar, de forma muy socarrona, los mecanismos, tempos y metas de
este tipo de películas. En este sentido, ahí va otro aspecto que podría parecer banal,
pero que en realidad es fiel reflejo del espíritu del producto: al empezar la proyección,
no queda ni rastro del logo de DC, solo vemos el de Warner Bros., cuyo diseño nos
recuerda al que dicha firma usaba en la década de los setenta. Bingo.

Los tics “scorsesianos” con los que Todd Phillips levantó ‘Juego de armas’, su último
trabajo hasta la fecha, se confirman ahora en una película que parece construida
sobre el recuerdo del Nuevo Hollywood. Gotham, ciudad en la que literalmente se
acumulan 10.000 toneladas de desechos a causa de una crisis en la gestión de
residuos, es como un eco de aquella Nueva York en la que Travis Bickle sentía un
profundo asco hacia toda la basura humana que, según él, le rodeaba. Pues bien, por
esas infectas calles deambula un pobre diablo que cuando se ríe (y esto ocurre cada
dos por tres) parece que esté vomitando todos los males que le corroen por dentro.
Joaquin Phoenix, escultura humanoide a punto de resquebrajarse, se deprime más y
más, porque todo a su alrededor se viene abajo. Metros oxidados, luces de neón
intermitentes, instituciones inoperantes... es el estremecedor alarido de un sistema
público que está siendo engullido por una pesadilla neoliberal deshumanizadora. En
algún callejón oscuro, Alan Moore asiente. Con un aire tan densamente contaminado,
las carcajadas se convierten en tos nerviosa, y la sonrisa en el primer síntoma de una
enfermedad que se extiende mucho más allá del cuerpo...
O esto es lo que las apariencias nos sugieren, porque ya desde las primeras escenas,
Todd Phillips deja claro que está permitiendo que el aparato cinematográfico con el
que está jugando, se contagie de las afecciones mentales de su protagonista. Como
en ‘El rey de la comedia’, hay varios tramos de la acción que no queda claro si
transcurren de verdad, o si por el contrario son solo el producto de una imaginación
malsana. De modo que existe la constante amenaza de ilusión ante todo lo que
estamos viendo. Una decisión que dota de una tremenda autonomía a la historia,
liberándola de la carga de encajar con otras.

Phillips renuncia a la tentación del relato episódico, y con ello, se desentiende aún más
de las teóricas exigencias híper-explotadoras de la industria. Lo mejor de ‘Joker’ es
que no se cansa de demostrar que detrás esconde a un cineasta utilizando el universo
prestado... y que nunca es la adaptación la que le está utilizando a él. Ésta es, al fin y
al cabo, una película amoral, que al igual que los más memorables planes de tan
siniestro bufón, parece concebida para sembrar el caos con total impunidad. Porque la
anarquía tiene un componente humorístico irresistible, incluso liberador. Porque esto
es lo que este mundo corrupto se merecer. Perderse para encontrase: gloria bendita.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)

EJEMPLO 3
Maverick - Tom Cruise vuela alto para recuperar a uno de sus
personajes más icónicos
Raquel Hernández Luján

Cinematográficamente hablando, Top Gun: Maverick es muy superior a la


primera entrega de 1986. Lo decimos de entrada y sin anestesia para que
quede claro que revisitar un icono ochentero de este calibre y salir airoso es
ya un gran mérito... pero es que mejora bastante la experiencia de visionado
gracias a un montaje mucho más fluido y una historia en la que reina la
aventura por encima de todo.

Cuando Ídolos del aire llegó a las carteleras supuso un antes y un después
para toda una generación que quería ser Mav, pilotar aviones y vivir grandes
historias de amor con el martilleo de "Take My Breath Away" haciendo
denso el aire (qué turra de canción). Pero han pasado ni más ni menos que
36 años y lo que funcionó entonces, visto con las gafas de 2022, chirría una
barbaridad.

Así pues, dura tarea la de los guionistas Peter Craig, coautor de uno de los
grandes taquillazos del año como es The Batman y el genial Chris
McQuarrie, con quien Tom Cruise ha establecido una simbiosis brutal
desde que trabajaran juntos por primera vez en Jack Reacher y
posteriormente en la exitosísima saga Misión imposible, entre otros
proyectos.

McQuarrie sabe hacer brillar a su estrella sin descuidar la historia de la que


le rodea y Cruise, que parece haber nacido para asumir grandes retos, es
feliz pilotando, conduciendo una moto, un coche o lo que le den (cuando no
corriendo a toda mecha) y alimentando también su ego a tope. Bien por él y
bien por nosotros que apreciamos su entusiasmo, entrega y enorme
profesionalidad.

¿Dónde nos sitúa la acción? Top Gun: Maverick nos desplaza tres décadas
para contarnos cómo la reputación de Pete Mitchell, alias Maverick, ha ido
enturbiando su futuro laboral.

Es, sin duda, uno de los mejores aviadores de las fuerzas armadas y tiene un
largo historial de condecoraciones, medallas y menciones, además de
hazañas legendarias, pero también tiene fama de temerario empedernido y
de no saber parar... y sigue pesando sobre su conciencia la muerte de su
compañero Goose, de la que nunca ha llegado a reponerse del todo.

En gran parte, eso se debe a que su hijo, Bradley Bradshaw (alias Rooster) ha
seguido los pasos de su progenitor convirtiéndose en un calco de él. El caso
es que los tiempos han cambiado y con ellos la generación de aeronaves:
Maverick tendrá que familiarizarse con las nuevas tecnologías y defender
sus habilidades como piloto frente a la incursión de los drones y los
aparatos teledirigidos.

Para ello se le encomendará una misión suicida: burlar en tiempo récord el


radar enemigo, incursionar en un relieve imposible para bombardear su
sede y escapar a tiempo antes de que se le echen encima las naves
defensoras. Y no podrá hacerlo solo, sino que necesitará entrenar a la flor y
nata de la armada para llevar a cabo la tarea.
Son tantas las similitudes entre Top Gun y Top Gun Maverick que es casi más fácil
señalar las diferencias, que tienen que ver sobre todo con el tercio final de la
película.

Por lo demás, todo es familiar: desde el arranque calcado con la bronceada


fotografía o la banda sonora que nos retrotrae en el tiempo hasta la
presentación de Mav como instructor de la nueva generación de pilotos
de élite. ¡Hasta la tipografía de los créditos y los ralentizados!

Lo primero que llama la atención es que haya una continuidad total


respecto a todo (la explicación del destino de la esposa de Goose, la carrera
de Mav, el papel que desempeña Iceman, etc.) y se haya borrado al
personaje de Charlie. El nuevo interés amoroso del protagonista es Penny
Benjamin (Jennifer Connelly), con quien tiene una relación intermitente que
irá madurando con el tiempo.

Aunque es incuestionable la buena química que hay entre ambos, da la


sensación de que Connelly queda muy desaprovechada. Es como si fuese
una necesidad abordar la faceta sentimental del personaje de Maverick pero
Charlie y Penny fueran intercambiables, siendo totalmente distintas. Tiene
que haber una chica en la moto para que la peli quede redonda, parece ser.

Top Gun Maverick también arrastra otros problemas de su predecesora:


aunque rebaja el nivel de testosterona, se pliega a otros convencionalismos
algo vagos como el enemigo indeterminado pero amenazador del mundo
libre, el patriotismo trasnochado y el triunfo del individualismo más
pertinaz. Es lo que tienen los héroes... hay trabajo en equipo, pero solo él
puede salvar el día.

Yendo al meollo de la cuestión, lo mejor de Top Gun: Maverick es la forma


en la que homenajea a Tony Scott y cómo, partiendo del respeto a lo que
hizo grande la primera película, sabe transformarlo en algo más pulido y
digerible para el público actual, con mucho menos "rollo panfleto" de las
fuerzas armadas y dejando que el riesgo guíe el drama.

Vamos, que no os quede ninguna duda, Top Gun: Maverick es un


blockbuster muy funcional que deja un excelente sabor de boca y os
permitirá pasarlo muy bien... sobre todo a los nostálgicos que os subisteis al
carro de la primera. Mucho mejor cuando los personajes están en el aire que
en tierra firme.

Como le viene sucediendo a otras películas, su gran valor es el de defender


el legado y una forma de hacer cine que peligra cada vez más, a pesar de
ser espectáculo puro y duro. No es casual que Cruise se haya autoerigido
como uno de los defensores de las salas en Cannes. Defiende un oficio que
ama y que le ha hecho llegar muy lejos con gran esfuerzo.
Mejor todavía si revisáis Top Gun antes de buscar la pantalla más grande y
con mejor sonido de vuestro entorno para hacer despegar Top Gun:
Maverick: veréis así el contraste sociológico y la mejora técnica (y sí, vais a
querer pedirle a Cruise el contacto de su cirujano o del diablo con el que ha
pactado para estar en forma a sus casi 60 tacos... que cumplirá el 3 de julio).

También podría gustarte