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El Estado Benefactor en México tiene sus orígenes en el siglo XIX, cuando los
movimientos obreros impulsaron a los gobiernos a legislar a favor de la clase
trabajadora y garantizar condiciones de vida aceptables. Fue en este contexto que
empezaron a surgir políticas sociales que buscaban mejorar las condiciones laborales y
brindar protección a las personas más vulnerables. Sin embargo, fue después de la
Segunda Guerra Mundial cuando este modelo se consolidó en México y otros países
desarrollados.
Durante este periodo, el Estado Benefactor en México se caracterizó por armonizar las
tensiones propias del sistema capitalista a través de una administración dirigida a
solventar la pobreza, la desigualdad, la discriminación y el desempleo, entre otras
problemáticas sociales. Esto se logró mediante la implementación de políticas fiscales
y económicas que buscaban distribuir la riqueza y brindar beneficios a los ciudadanos.
Es crucial destacar que este modelo también impulsó la democracia al reconocer los
derechos y necesidades de sectores tradicionalmente marginados de la clase
trabajadora.
Durante épocas de recesión económica, como la crisis del 29 y las etapas posteriores a
la Segunda Guerra Mundial, el Estado Benefactor cobró especial relevancia en México.
En momentos de caos y hambruna, este modelo permitió a los gobiernos aplicar
políticas fiscales para redistribuir la riqueza y garantizar los derechos y necesidades
básicas de las personas. Esto contribuyó a mitigar los efectos negativos de dichas crisis
en la población.
El Estado benefactor se caracteriza por ser un modelo de gobierno que tiene como
objetivo principal garantizar la seguridad social y económica para todos los
ciudadanos. Esto se logra proporcionando acceso a servicios fundamentales como la
salud, la seguridad social, la educación y los servicios sociales.
Sin embargo, es crucial mencionar que el Estado benefactor también ha sido objeto
de críticas y cambios a lo largo del tiempo . A partir de la década de 1970, surgieron
argumentos en contra de este modelo, argumentando que generaba demasiados gastos
fijos y no se veían reflejadas las inversiones en los servicios públicos. Esto abrió paso a
nuevos modelos económicos como el neoliberalismo, que propugnaban una
intervención mínima e indispensable por parte del Estado.