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Encuentros

Dicen que deberías olvidar lo suficiente para superarlo y


recuerda lo necesario para que no se repita

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Cuando el silencio de la noche te descubre a solas, los


temores salen a flote. El dolor se hace evidente en la
soledad de mi habitación. Las lágrimas son las fieles
compañeras de mis desoladas noches, en donde el silencio
parece disfrutar de mi angustia y desesperación al tratar de
olvidar aquella persona que desapareció sin ofrecer alguna
explicación. Aquel que se llevó mi vida con él, mis ganas de
vivir, mis sueños e ilusiones y solo dejó dolor y desamor.

La vida parece tan insignificante pese a los años de sufrir


en silencio por el abandono de aquella persona que
significó tanto para mí, aquella que fue el amor de mi vida y
al que me entregué sin reparos. Las pesadillas me
atormentaron por muchas noches, despertando con su
nombre en mis labios: Evan, sin embargo él jamás apareció.

Hasta aquel día, cuando mi vida empezaba a tener sentido


nuevamente. Cuando mis pensamientos no giraban en
torno a él, cuando su recuerdo… casi había sido borrado.

Llegué a la oficina, 5 minutos tarde.

- ¡Maldita sea! ¡Es tarde! –Resoplé mirando mi reloj,


corriendo a la sala de reuniones.

- Andrea, por fin llegas - un día normal, había recibido un


buen grito por parte de Daniel, mi jefe.

- Lamento llegar tarde - me disculpé, aun sin ver el rostro


de la persona con la que estaba tratando mi jefe.
- Ven por aquí por favor– resopló–, te presentaré.

- Sr. Evan Martinelli –sí, ese era su nombre- la señorita es


Andrea Mertz y estará a cargo de sus cuentas a partir del
hoy.

Al escuchar su nombre el corazón se me aceleró


desesperadamente, no podía creer que por primera vez,
después de tres años, lo tenía frente a mí. Palidecí de la
impresión, pero no podía exponerme tan débil frente a él,
sería como perder lo poco de amor propio que generé en
este tiempo.

- Encantado de conocerla, Srta. Mertz - sonreía


nuevamente, con esos maravillosos ojos negros, que no
mostraban ni un atisbo de arrepentimiento.

- Andrea - carraspeó mi jefe, haciendo una mueca para


corresponder el saludo.

- Sí, señor Martinelli el gusto es mío –pronuncié,


sintiendo un estrujón en el corazón cuando sus ojos se
posaron en los míos. Imposible no flaquear con su mirada.

- Señor lo dejo con la señorita Mertz, es la mejor en lo que


hace - Daniel salió por la puerta enseguida, aunque dudaba
si en realidad estaba apta para tomar a cargo esa cuenta.

La persona que tanto anhelaba ver estaba frente a mí, con


esa sonrisa perturbadora, con ese porte tan soberbio, con
esa mirada arrogante y tan sensual como siempre. Se veía
igual de guapo como lo conocí, como me conquistó y
como… perdidamente me enamoré de él.

Así fue nuestro tan inesperado primer reencuentro después


de tres años.
Claro estaba, él no consideraba que hoy a mis 22 años no
era más la dulce Andrea del pasado. De tanto llorar pude
dibujar la sonrisa que llevo ahora. Las heridas del desamor
han cicatrizado, el dolor había pasado, el amor propio
estaba nuevamente en mí, con más seguridad y confianza
en mí misma. Solo por un pequeño detalle, aún guardaba la
duda, la desconfianza y el miedo en mi corazón, el amor no
formaba parte de mi vida.

La vida me había enseñado que las personas permanecen


el tiempo que ellos decidan, nadie me pertenecía. Solo
aquella amistad verdadera podría ayudarme, a pesar de ser
yo la única culpable de separarme de aquellos que
realmente me querían: mi familia y amigos.

Ahora, el trabajo del banco me demandaba mucho tiempo


entre el horario de oficina y las cenas con mis clientes. Y
los fines de semana salía de fiesta con mis amigas, tomaba
poco –aún no toleraba mucho el alcohol y siempre
amanecía con resaca-, pero me encantaba bailar como si
por medio de la música mi cuerpo expulsara todos los
recuerdos, el estrés y las preocupaciones de la semana.

Siempre consideré el trabajo lo más importante evitando


mezclar mi vida privada con éste. Logré ascender
rápidamente debido al tiempo “libre” que tenía, pues al no
tener un novio toda mi vida se vio inmersa en el trabajo.

Dos semanas antes…

- Hola, soy Andrea Mertz del Banco Central… –repetía el


maldito speech al contestar una llamada.
- Andrea, el señor Mendoza está esperando en la sala de
reuniones -informaba Estela.

- ¡Rayos! Olvidé la reunión con él - resoplé molesta,


invitando a la pelirroja a tomar esa cuenta.

- No, no insistas. Sabes que el Sr. Mendoza no entiende


de razones, solo tú puedes convencerlo - se justificaba,
tratando de salir inmediatamente de la oficina - sí y solo si
cambiara esa arrogancia… el Sr. perfecto sería mío - salió
riéndose de sus propias palabras.

Es que el Sr.Mendoza era un hombre soberbio, de carácter


explosivo pero con un porte de seductor. Su mirada
penetrante, sus labios rojos y carnosos, las facciones tan
exactas de su rostro, su perfecto cabello castaño y su
fragancia amaderada lo hacían ser… “Perfecto”, tal como
dijo Estela. Y ante la negativa de la pelirroja, no tuve otra
opción que ir a la dichosa reunión en la sala privada.

- ¡Srta. Andrea! Usted es una mujer que se hace esperar -


exclamó con su mirada seductora sobre mí.

- Buenas tardes Señor Mendoza, disculpe el retraso -


caminé hasta la mesa, nerviosa.

- Srta. Andrea necesito el balance del mes, las ganancias


y pérdidas de las inversiones realizadas. Especialmente la
que usted recomendó - levantaba su ceja, con una mirada
retadora.

Muchas veces nos preguntamos a qué llegaba una persona


como él, tan rica y poderosa, al banco. Lo normal es que
envíe a uno de sus asistentes o reciban los informes por
correo. Sin embargo, sus visitas se hacían cada vez más
frecuentes y debido a su mal carácter la encargada de
atenderlo en el momento en que lo solicitara, era yo.

- ¡Cielos Andrea! - gruñó - esta vez lo dejo pasar. No niego


que lo hiciste muy bien para ser tu primera vez - dijo con la
mirada engreída mientras su mano acaricia su barbilla.

No lo niego, esa mirada me encantaba y me resultaba


irresistible su sola fragancia. El brillo de sus dorados ojos
obnubila mi mente. Lo miré fijamente, hasta notar el
movimiento envolvente de su gran manzana de Adán. Un
suspiro salía de mis labios porque no esperaba que él se
fijara en mí.

- Andrea, Andrea, Andrea –resopló, haciéndome saltar–


sería un honor que aceptaras mi invitación a cenar –se
levantó de su silla, para acercarse muy lentamente hasta mi
silla.

- ¿Qué? - ¿en qué momento me propuso salir a cenar?


Seguro fue cuando me perdí en su cuello, pensé aturdida-
¿Hoy?

- Claro - rodó los ojos con fastidio - paso por ti a las


¿siete?

- Sí –Asentí, arrepintiéndome de inmediato.

Se fue tan rápido como siempre, en la puerta del Banco lo


esperaba el chofer abriendole la puerta del impecable auto
negro ni bien notó su imponente presencia.

- Andrea cuéntame ¿Cómo te fue? –Estela aparecía con


una sonrisa pícara.

- Saldré a cenar con él –contesté aún preocupada por


aceptar la propuesta
- ¿Queé? –El rostro impactado de Estela me confirmó que
era una mala idea- ¿con él? ¿Por qué?

- No sé –me encogí de hombros, sin decirle que al


perderme en su seductor cuello no entendí su invitación-
solo me invitó. Debe ser porque las acciones en la bolsa de
valor subieron.

- ¿Estás segura? –Preguntó incrédula– yo no me


atrevería a jugar con él. Sabes que es muy poderoso y no
sabemos de lo que es capaz –advirtió mirándome a los
ojos.

- No es que me interese o algo por el estilo, solo será…


una simple cena - levanté ambas cejas para creer mis
propias palabras.

- Andrea, no soy tonta. Sé que te gusta, pero… no creo


que debas enredarte con él -advirtió

Durante mis prácticas en el Banco conocí a Estela, la


pelirroja de nariz respingada se convirtió en una gran amiga
a pesar de los miles intentos fallidos por conseguirme al
hombre ideal. Su exuberante figura siempre atrajo la
atención de muchos hombres y ella disfrutaba de eso. Era
coqueta y extrovertida, sin embargo, sus encantos nunca
funcionaron con Saúl Mendoza, por ello siempre me envió
con él.

Las horas pasaron tan rápido buscando la excusa perfecta


para cancelar nuestra cena, pero ni una sola fue coherente
y creíble. Al final decidí continuar con las cosas, esperando
por su llegada.
- Andrea, parece que llegaron por ti –Estela suelta un
suspiro, asomándose por la puerta– su auto está en la
puerta.

- Gracias Estela –contesté con una sonrisa fingida,


sacando el celular de mi cartera.

- Ten cuidado, cualquier cosa me escribes –exclamó–, ¡si


necesitas ayuda llámame! - gritó al verme salir por la
puerta.

El chofer abre la puerta por mí. Aspiro profundo y subo. El


auto se veía más como una limusina, de acabados en negro
brillante, con amplios asientos de cuero y el olor… era su
olor amaderado. Nuevamente respiro profundamente, no
solo para llenarme de su aroma sino para calmar los
nervios que me embargan.

- Andrea ¿Lista? –Movió su mano como señal al chofer


para que avance.

- Señor Mendoza ¿A dónde vamos? - él enarca una ceja


mofándose por mi pregunta o tal vez por como lo había
llamado.

- A cenar Andrea, a cenar. ¿No quedamos en eso? –


Esbozó una media sonrisa– Y no me llames “Señor” no
estamos en el horario de trabajo - réplica encogiéndose de
hombros - Dime Saúl.

Mi rostro se tornó al rojo vivo, no estaba lista para dejar de


lado el respeto que tenía y empezar a considerarlo mi
amigo. Tutearlo era algo que jamás pasó por mi cabeza al
ser trece años mayor que yo. Era la primera vez después de
muchos años que sentía esa mezcla entre inseguridad,
nervios y deseo.
- Sa… Saúl –tartamudee–

- No pensé que te costara tanto, no te creía tan tímida –


se mofa con la mirada arrogante que tanto me gusta.

Sabía que no era la mejor persona para enamorarse, pero


era imposible no dejarse llevar por su seductora figura
como si todo en él exhalara feromonas. Tan sexy e
imponente… todo un seductor.

Cuando el auto estacionó frente a un lujoso restaurante, las


puertas se abrieron inmediatamente, un joven de sonrisa
amable abre mi puerta saludando educadamente mientras
bajo del vehículo.

Saúl inmediatamente se acerca tomando mi mano para


ponerla sobre su brazo, formando un clásico agarre donde
él guía mis pasos hasta la entrada.

Una joven muy amable nos sonríe, reconoce


inmediatamente la presencia de Saúl y nos guía hasta
nuestra mesa justo al lado de una ventana con hermosas
rosas rojas, muy cerca al piano.

- Andrea toma asiento –me acerca la silla

- Gracias - estaba nerviosa, era la primera vez que cenaba


con un hombre sin tratar temas de trabajo.

- ¿Por qué luces tan nerviosa? –La seducción en su


mirada quemaba- No pensé que te afectara tanto una
simple cena.

- No para nada, estoy bien –mentí, tratando de mantener


la compostura y guardar mis absurdos nervios.

<Autocontrol, autocontrol> pedía a gritos.


La presencia del mozo con la carta nos interrumpe, sentí un
alivio al notar sus ojos fijos en el menú y no en mí. Sus
sensuales labios se mueven vocalizando cada una de las
palabras de su pedido. Y nuevamente me perdía en él,
analizando cada centímetro de su rostro, exaltando la
perfecta forma y color de sus labios.

- Lo mismo que tú –contesté, pues estuve tan atenta a


sus gestos que me perdí de leer los platillos- Gracias

- Andrea ¿No has pensado en cambiar de trabajo? –su


tono era más serio

- No, me siento muy cómoda con el trabajo en el Banco –


mi trabajo era cansado, casi no tenía tiempo para mí pero
me gustaba- ¿Por qué?

- Eres una mujer inteligente, me gustaría tenerte cerca –


eso no lo vi venir y al parecer él tampoco, aclarando su
garganta con un carraspeo- trabajando en mi empresa.

<¿Trabajar con él? Eso no lo había esperado. Pero no


estaría cómoda con sus exigencias y mucho menos con la
tensión que provoca en mí> pensé con la mirada fija en las
dos copas de vino sobre la mesa. <¿Acaso no sabe que no
tolero el alcohol?> Pero bien que deseaba tomar un trago
para calmar la ansiedad que sus palabras estaban
generando.

- Brindemos por los mutuos beneficios que obtendremos


de ahora en adelante –levantó su copa rozando con la mía.

- ¡Salud! –Tomé un sorbo.

Para cuando terminamos de cenar había terminado dos


copas de vino por exigencia y presión de su mirada. Al
intentar ponerme de pie mis piernas temblaban y su brazo
se posiciona fuerte en mi cintura para mantenerme en pie.

- Yo… -mi rostro se torna rojo como un tomate-

- Andrea no pensé que tuvieras tan poca tolerancia con el


alcohol -susurra casi en mis labios, la necesidad de besarlo
me recorre junto a un cosquilleo en mi vientre que podría
culpar al alcohol sino recordara que es más una sensación
de placer-. Vamos

Nunca separó su mano de mi cintura, incluso me ayudó a


subir a su auto. Su aliento tan cerca me estremece,
intensificando el cosquilleo no solo en mi vientre sino un
poco más abajo. Trago saliva tratando de disolver estos
deseos que me traicionan -como si todo lo que sucedió en
el pasado no fue suficiente-, él también lo nota y retrocede
para cerrar la puerta del vehículo.

<No sé qué pasó por mi cabeza cuando me tomé la


segunda copa de vino, es una vergüenza terminar en este
estado frente a él> me recrimino. Debe estar pensando lo
peor de mí, pues su mirada permanece fija en el paisaje.

- Andrea llegamos a tu casa - abre la puerta del auto y


siento volver a la fría realidad gracias a las ráfagas del frío
aire que tocan mis piernas, las cuales muevo despacio
temblando como gelatina.

- Entremos, te ayudaré - jamás imaginé que un hombre


como él era tan caballero.

Al entrar por el pequeño departamento, me ayudó a


sentarme sobre el sillón. Se acerca y agachándose para
estar a la misma altura con mi rostro, levanta mi mentón.
- ¿Por qué no me comentaste tu pequeño problema? - se
mofa con una sonrisa engreída

- Lo… siento - agaché la cabeza, volviendo a su posición


por su fuerte agarre -con ese tan simple movimiento solo
provoca acrecentar el deseo de tomarlo del cuello y probar
esos seductores labios.

Jala de mí como si fuera una pequeña muñeca, tan liviana,


envolviendo mis labios en un candente beso, tan sublime.
Mi corazón se acelera a mil al sentirlo.

Una de sus manos apretó mi cuerpo al suyo y la otra


sostenía mi nuca, impidiendo que me aleje de él. Aunque
estaba claro que correspondería cada beso con la misma
intensidad y desespero. Mis manos se enredaron en sus
cabellos, parecían tener voluntad propia recorriendo su
espalda.

Exhalo un gemido al sentir sus labios en mi cuello junto a


una vibración en mi entrepierna, borrando por completo el
recuerdo de Evan.

- Te deseo –susurra en mi oído, generando una descarga


eléctrica en mi espalda.

¡Diablos! Esa palabra… yo también lo deseaba. El deseo


impuro de mi cuerpo lo quería entre mis piernas, la
fogosidad que exhala quema como el fuego.

A mi edad se consideraría normal acostarse con un


hombre, sin embargo, yo mantuve una casta y efímera
época de duelo por Evan, pero ahora todo era diferente…

Sentí su mano recorrer mi cuerpo con ferocidad,


devolviendo a la realidad mis pensamientos.
- Espera… - mi agitada respiración apenas me dejaba
hablar. Su mandíbula se tensó.

- Dime… -su agitación era evidente. Quité mis brazos de


sus hombros alejándome de su cuerpo.

- Gracias por la cena –contesté, con la boca entreabierta


y mi piel enrojecida, tratando de mantener mi ritmo estable.

Con su dura mirada fija en mí, como si estaba a punto de


saltar sobre su presa, o aún peor, de tomarme a la fuerza,
se marchó. Era una tonta, ese hombre era encantador y
perfecto para desvanecer ese estúpido e imborrable
pensamiento de Evan en mi cabeza y yo… solo lo dejaba ir.

...

Cuando llegué a la oficina, era seguro que Estela correría


para saber los pormenores de la cena. <¡Prepárate!> Me
daba fuerzas para afrontar lo que se me venía.

- ¡¡¿¿Queeeeeee ?? !! –Los ojos se le abrieron de par en


par, tapándose la boca para ocultar lo grande que la abrió
por la sorpresa- ¿Estás loca Andrea? Te lo advertí, él no es
una buena opción. Te presenté a muchos y tú caes con el
primero que te digo que no lo hagas –resopló molesta.

- Estela, ya basta. El dolor de cabeza me mata –esperaba


que la maldita pastilla para el dolor de cabeza surtiera
efecto- Sólo fue un beso. No creo que eso afecte nuestra
relación laboral ¿o sí? –Detuve el masaje en mi sien
tratando de encontrar una respuesta en los ojos de Estela.

- ¡Tonta! –Negaba con la cabeza-. Eso lo comprobarás


muy pronto.
Estela tenía razón, fui una tonta. No pensé en las
consecuencias de aceptar sus besos y mucho menos al –
prácticamente echarlo- pedirle que se retire, sin ofrecer ni
una sola disculpa o explicación.

Durante el día no tuve ninguna llamada de Saúl, ni un


mensaje ... absolutamente nada. Los recuerdos de la noche
anterior estaban revoloteando por mi mente en todo el día,
fue casi imposible poder concentrarme. Me culpé por
rechazarlo, supuse que me odiaba por el hecho.

- Andrea paso por ti a las ocho –sonríe Estela con un


guiño, saliendo apresuradamente del trabajo.

- Andrea, el lunes te espero a las nueve –dijo Daniel,


emocionado por el hecho- ¡no llegues tarde!

- Si, claro –acepté pues sabía que se trataba de una


reunión de balance.

- Perfecto, nos vemos –salió sin decir más.

Es Viernes por la noche y la idea de la fiesta era estupenda.


Necesitaba despejar mi cabeza de los acontecimientos de
la noche anterior y en por qué Saúl, no me había llamado en
todo el día.

El sexy vestido de lentejuelas me quedaba perfectamente


entallado, claro ya no era una niña, mi cuerpo había
evolucionado adecuadamente proporcionándome ciertos
atributos envidiables, que sin duda podría presumir.

- ¡Andrea! - gritaba Estela desde la puerta.

- ¿Cuándo aprenderás a tocar? –Resoplé molesta al abrir


- ¡Uy no señorita! Esa actitud no va para nada con tu sexy
atuendo –movía las manos negando- dejémosla aquí y
salgamos –sonríe.

La pelirroja estaba más sexy que nunca, seguro era de esas


noches donde se encontraría con algún chico guapo y su
amigo –no tan guapo- para mí. Siempre fue así, sobre todo
ahora por su evidente preocupación por lo sucedido con
Saúl.

Entramos al pub. Caro, la linda chica de la tienda de café,


estaba sentada en la barra. Siempre nos acompañaba a las
fiestas y ésta no sería la excepción.

- Andrea, Estela ¡Por aquí! - levantaba la mano

- ¡Caro! - saludamos a las morocha

- Déjenme buscar a mi cita y regreso –la sonrisa coqueta


de Estela era única

- ¿Otro? –Preguntó Caro con sorpresa. Me encogí de


hombros restándole importancia al hecho.

La pelirroja se perdió entre la gente, me acerqué a la barra.

- Gus porfa, lo de siempre –esbozando una sonrisa de


niña buena frente al guapo barman que atendía.

- Claro Andrea - sonríe-. Caro ¿tú que pedirás?

- Mmm… -pensaba- una margarita

- Okey preciosas –empezó a preparar las bebidas sin


dejar de mirar a Caro.
Siempre nos sentamos en el mismo lugar, frente a él. Los
coqueteos entre ellos eran evidentes, Caro le lanzaba unas
miradas matadoras y él prácticamente la desvestía con los
ojos.

- Listo chicas aquí tienen –puso dos hermosos tragos en


la barra- Andrea laguna azul para ti, sin alcohol como
siempre –sonríe lanzándome un guiño- Y… margarita para ti
preciosa –se acercaba a Caro coqueteándole-

Gus era un guapo chico, alto, delgado de labios gruesos y


deslumbrantes ojos verdes. Lo conocíamos desde hace
algunos meses, cuando por sugerencia de Caro llegamos al
lugar y desde ahí se convirtió en nuestro punto de
encuentro todos los viernes por la noche.

La presencia de Estela con unos guapísimos hombres no


se hizo esperar. Pero reconocía a uno de ellos, cerré los
ojos con fuerza una y otra vez para aceptar que no estaba
alucinando.

- Caro, Andrea les presento a Simón, Bruno y Austin –


presentaba la pelirroja.

Si, era Austin, el mismísimo hermano de Evan. Fue una


impactante sorpresa, jamás pensé encontrarlo o por lo
menos no después de haber tratado incontable veces de
ubicarlo hace algunos años. De las cuales fue imposible dar
con su paradero ya que cambió de trabajo sin avisar a sus
compañeros y sin dejar ningún rastro, como si la tierra se lo
hubiera tragado.

- ¡Andrea! ¡Qué sorpresa! - exclamó Austin. Sin embargo


yo estaba perpleja, mirándolo
- Austin - resoplé ante el codazo de Caro para que
pronunciara palabra alguna. La pelirroja estaba intrigada al
ver mi expresión- que bueno verte.

- ¿Se conocen? –Preguntó Simón, un rubio hasta el


tuétano.

Austin se encargó de contestarle y se lo agradecí, no


estaba dispuesta a contar ni exponer mi estúpida vida
amorosa y menos ante personas que recién conocía. Volteé
hacia la barra

- Gus, dame un trago –dije casi suplicando, sirvió medio


shot de tequila, vi su mirada preocupada al igual que las de
mis amigas.

Las veces en que bebí algo con alcohol fue cuando los
dolorosos recuerdos se apoderaban de mí y eso lo sabían.

Estela conversaba con los chicos pero estaba atenta a mis


arrebatos. Caro por su parte me tomó del brazo como
advirtiéndome con sus ojos amenazadores qué pasaría. Sin
embargo no dudé y lo tomé, ahogándome un poco por el
fuerte sabor. Vi los ojos de Gus sobre los de Caro
insinuándole que me llevara al baño.

- Andrea, acompáñame al baño por favor –me llevó del


brazo

- ¿Qué pasó? ¿Por qué tomas? - sus ojos abiertos del


desconcierto-

- ¿Sabes quién es Austin? –Me reí irónicamente, mientras


negaba con su cabeza-. Es nada más que el hermano de
Evan –mis manos empezaron a temblar al pronunciar su
nombre.
- ¡No puede ser! - Su asombro fue tanto que formó una
perfecta “O” en sus labios.

Algo en mí sabía que el pasado estaba volviendo, ese


pasado inhóspito y aberrante. Y Austin solo sería el primero
de aquellas sorpresas que se acercaban.

Sin embargo la vida tiene sus propios planes, esos que sin
avisar son capaces de llevarte en un minuto a la gloria o
sumergirte en lo más profundo de tu miseria.

Llenando el Vacío

Debí imaginar que encontrarme con Austin no era ninguna


casualidad, era más una treta del cruel destino por tratar de
recordarme el tortuoso pasado.

No sentí la más mínima preocupación por exigir una


explicación de su parte sobre lo sucedido, pues
consideraba que él también era una víctima en todo ese
asunto. Renunciar a su trabajo y a sus sueños no creo que
haya sido fácil, sobre todo gracias a la estúpida relación de
su hermano con una niña tonta.

Lo sé porque una de las frías noches en que la


desesperación se apoderó de mi razón, en un intento
desesperado por saber sobre Evan corrí hacía el
restaurante donde trabajaba Austin, según el alarde de su
padre en la reunión donde nos conocimos. Al llegar, uno de
sus colegas me da la terrible noticia: Austin no trabajaba
más ahí por lo tanto no podrían brindar más información
sobre él.

El dolor se intensificó en mi maltrecho corazón y tratando


de atenuar el autoinfligido dolor con un abrazo tan fofo
sobre mi vientre pude contener las lágrimas para evitar
esas desagradables miradas de lástima y compasión. Esa
fue una larga noche, donde la soledad y la tristeza eran las
únicas compañeras en mi desgastado y apesadumbrado
caminar

La mirada boquiabierta de Caro, quien no salía de su


asombro, era acompañada por el lamento y sorpresa de
Estela, quien llegó rápidamente al notar nuestra ausencia.

- Andrea, No... -balbuceaba la pelirroja- no puede ser.

- ¿No me digas que es él con quien sales? –entendí


rápidamente la impresión de Estela- ¡No jodas Estela! – mis
manos se enredaron en mis cabellos por lo que descubría.

- ¿Qué? ¿Estás saliendo con Austin? –Caro estaba


totalmente en shock- ¡Dios!

¡Maldita sea! Todo estaba empeorando cada vez más, mi


mejor amiga tenía una relación con Austin, eso significa
que a partir de ese momento daba por hecho, tendría que
ver su cara a diario o en nuestras salidas de fin de semana.
El hecho de estar segura de esto, me hace sentir aversión
no solo por él sino por las cosas que él me recuerda: Evan.

Aunque quisiera salir corriendo del lugar, no podría, sería


confirmar que aún me carcome el sentimiento por Evan.
Suelto un suspiro al ver el nombre de la llamada entrante en
mi celular.

- ¿Hola? –contesto casi gritando por la estridente música


de fondo.

- ¿Andrea? ¿Podemos vernos? –escucho su voz más


fuerte de lo normal cosa que sé le fastidia por el chasquido
de sus dientes.
- Estoy en una fiesta con mis amigas –le informo, dudando
si debo o no reanudar esa "conversación" - te paso la
dirección.

No podía quedarme en el baño para siempre, sabiendo que


Saúl llegaría en cualquier momento.

Los azules ojos de Austin estaban sobre mí. Mi inquietante


actitud de mirar reiteradamente hacia la puerta como si
estuviera –aunque lo era- esperando a alguien, logró
exasperar hasta a la pelirroja. Hasta que por fin lo vi llegar.

Su inquietante e imponente figura resaltaba entre la


muchedumbre, las luces del lugar parecían alumbrar
directamente su rostro el cual atraía clara atención de las
mujeres presentes, tal como había hecho con la mía.

Su seductora e intrigante mirada me hizo dejar atrás a Caro,


para caminar a su encuentro, como si fuese un mosquito
embelesado por la luz. Ignorando por completo la
reprobación plasmada en el rostro de Estela, el asombro en
el de Caro y la mirada perpleja e incierta de Austin.

Posa su mano en mi cintura acercándome suavemente


hasta él. Mi aturdido cuerpo se acerca sin oponer
resistencia alguna, más disfruta el roce de sus manos en
mí.

- Luces tan hermosa –el susurro me estremece. A pesar


del estridente sonido de la música, su voz sonaba tan
encantadora y excitante.

Sus besos me envuelven en una abrumadora calidez, casi


olvidada por mi desosegado corazón. La noche sería tan
larga como quisiéramos y a la vez tan corta para las ganas
que nos consumían. Esas ganas de comernos a besos o de
entregarnos por completo.

- Un whisky con hielo –Gus escaneó con la mirada a Saúl


sirviendo de inmediato el trago, sonreí al ver su proceder.

- Andrea ¿Quién es? –susurra Caro quien estaba sentada a


mi izquierda, emocionada (igual o más que yo) por ser
testigo de aquel beso.

- Ya te contaré todo –dije haciéndola cómplice de la


felicidad que estaba sintiendo. Volteé para prestarle toda
mi atención a Saúl.

- Espero que no tenga alcohol esa bebida – Saúl miró los


colores fosforescentes de la bebida en mis manos- sino
tendré que sacarte cargada del lugar –se burló

- Claro que no –sonreí imaginándome en sus brazos.

Debido al inoportuno –o tal vez oportuno para mí-


encuentro de Simón con unos amigos, los tres chicos más
la pelirroja se alejaron de nosotras. Brindándome suficiente
tiempo lejos de los reclamos de la pelirroja. Sin embargo su
incapacidad de autocontrol ante la evidente molestia
reflejada en su mirada, la envalentona a acercarse
agachando la cabeza en señal de saludo hacia Saúl, el cual
corresponde de la misma forma.

- Al baño, ahora –exige la pelirroja. Interrumpiendo el


coqueteo entre Caro y Gus.

Ni bien exigió la reunión se fue, tambaleando sus caderas


hacia el baño. La morocha me lanza una mirada de
molestia, a la cual no tengo ninguna justificación
encogiéndome de hombros.
- Debo ir unos minutos a los servicios –informé a Saúl

- ¿Reunión de chicas? –se queja. Asentí para confirmarle –


No te preocupes preciosa, estoy aquí solo por ti- y me besa.
Cada vez que lo hace es más difícil separarme de él.

Ya en el baño la pelirroja nos esperaba casi indignada.

- Andrea ¿Qué hace ese hombre aquí? –el malhumor de la


pelirroja era evidente

- ¿Disculpa? –su tono de voz no me agradaba para nada-

- No puedo creer que lo hayas invitado solo porque Austin


está presente –Mis ojos se abrieron por lo absurdo de sus
palabras.

- ¿Te escuché bien? –solté con desconcierto notando su


cambio de actitud- ¿Acaso crees que sería capaz de algo
tan tonto como eso? Tantos años de amistad y al parecer
no me conoces bien –sus palabras realmente me
molestaron, no esperaba eso de ella.

- Discúlpame, pero ese hombre... sigo pensando que no


deberías –dudaba- Es tan guapo como atemorizante.

- ¿Quién es?- preguntó Caro, quien permanecía atenta a la


discusión- Es todo un galán,

- Su cliente –burló la pelirroja- Aunque de ahora en


adelante no sé cómo lo llamará.

El comentario de Estela evidenció que Austin podría


considerar lo mismo que ella. Aunque me sentía bien con
Saúl y sinceramente los pensamientos de Austin no me
interesaban, tendría que retirarme del lugar. No quería que
mis sentimientos sean malinterpretados.
Lascivas miradas observaban a Saúl, quien permanecía
impertérrito casi inalcanzable a un lado de la barra. Sostuvo
mi mano cuando me vio llegar, acercándome entre sus
piernas.

- ¿Nos vamos? –enarca una ceja. Asentí para confirmarle


y de inmediato salimos del lugar dejando atrás a la
morocha sobre la barra conversando con Gus y la pelirroja
colgada del brazo de Austin.

Un hermoso mercedes totalmente negro por donde lo


vieras nos esperaba en la puerta, pero ésta vez sería él
quien manejaría.

- ¿Tu casa o la mía? – su pregunta me desconcertó,


estaba tan nerviosa por lo que sus palabras de manera
implícita me daban a entender. Un escalofrío me recorre
por entero.

- A... a la tuya –mi cara en automático tomo color grana,


intensificando los latidos del corazón y la respiración se
hacía más ahogada.

Llegamos, me ayuda a bajar con la caballerosidad de


siempre. El corto vestido se sube entre mis muslos al tratar
de bajar lo cual me avergüenza aún más, intensificando los
colores en mi rostro.

- No deberías poner a prueba mi autocontrol –desvía su


mirada al interior del estacionamiento con una sonrisa de
lado.

El interior de la casa es un poco frío como pensé que sería,


con estilo elegante y sofisticado. Deja las llaves sobre la
pequeña consola de la entrada muy bien iluminada,
soltando sus dos botones superiores de la camisa, más
como una manía que como algo necesario.

Toma mi mano llevándome por un largo camino, entre el


comedor y la elegante sala separada por una chimenea
artificial, hasta llegar a un bar casi del tamaño de mi
departamento. Los dicroicos iluminaban cada espacio de la
barra de madera, se puede observar la gran variedad de
botellas de alguna clase de alcohol que sinceramente no
me interesa mirar si igual no podré recordarlos y menos
probarlos.

- Tomarás ¿una soda? –inquiere sirviendo un vaso de


whisky al otro lado de la barra.

- Podría ser... una copa de vino –aprieto los labios al


doblar una pierna sobre el banquillo negro.

- ¡Tus deseos son orden! –enarca una ceja, sonriendo


seductoramente.

- ¡Salud! Por nosotros –

- ¿Qué hay entre nosotros? –era la gran pregunta, no


quería alimentar vanas ilusiones por una relación que
jamás sucederá.

- Lo que tú quieras Andrea –rodea la barra, gira el


banquillo y susurra en mis labios- ¿Necesitamos ponerle un
nombre a esto?

Me encantaba este hombre, lograba despertar la pasión


que dormía en mí. Acrecentando una vibrante sensación en
mí entrepierna desatándose como una urgencia por él.

Pero sabía que no era un hombre que pudiese ser atado a


una relación y se apegase a una sola mujer. O eso es lo que
decían de él: el sexy y arrogante empresario jamás había
sido atrapado por ninguna de las bellas mujeres que
pasaron por su vida y dudaba ser yo la que lo hiciera.

- Entonces ¿te gusto? –pregunto descruzando la pierna.


Me sentía un poco avergonzada por lo que estaba haciendo
o lo que mi cuerpo pedía.

- Te deseo Andrea –susurra en mis labios, mordiendo


inmediatamente de ellos.

La sensación de su lengua recorriendo mi boca incrementa


mi calor corporal, sintiendo mi respiración acelerarse y mi
corazón parece salirse de mi pecho. El roce de su pierna
separa las mías en automático, mis brazos vuelan sobre su
cuello y sus manos me cargan en vilo rodeándolo con mis
piernas por la cintura. Tan ansiada, abandonando todo tipo
de pudor e indiscutiblemente el recuerdo de Evan.

Llegamos a la habitación y me baja lentamente acariciando


mis piernas mientras sube sus manos con mi vestido en
ellas hasta quitarlo. Posa sus labios en mi cuello de forma
ardiente y mi cuerpo se eriza expulsando gemidos de
placer. Sus manos tan impacientes y exigentes como
nuestros labios recorren cada zona de mi cuerpo como si
fuera única, me hace sentir deseada nuevamente.

Vibro de placer al sentirlo entre mis pechos tirando de mi


sostén casi con los dientes, despertando la urgencia de
tenerlo sobre mí hasta el punto de arrancarle la camisa.

Me deja caer sobre la cama para contemplar mi desnuda


figura y me siento cohibida, pero el pudor se evapora tan
rápido como llegó. Observo como quita lo último de mi ropa
y mi dignidad se va con ella. Sus manos abren mis piernas
mientras él sube a mi pecho, besando tan suavemente uno
y acariciando el otro.

- Andrea ¿Te estas cuidando? –susurra con voz ronca por


la excitación. Solo puedo mover la cabeza para contestar,
las palabras son impronunciables en ese momento. Muerde
un pequeño plástico con sus dientes, rompiendo por
completo el empaque. Cierro los ojos ante lo que se viene.

Sus manos toman las mías llevándolas con fuerza por


encima de mi cabeza. Siento abrirse paso entre mis fluidos,
primero suave y dolorosamente, hasta sentirlo por
completo dentro de mí, a lo cual las estocadas son cada
vez más fuertes y seguidas. Mi cuerpo hierve de placer y
mis piernas lo envuelven por las caderas exigiendo más.

Su cuerpo presiona mis pechos redoblando la sensibilidad


que soy capaz de soportar, intensificando el sonido de los
gemidos que puedo expresar de manera indecorosa, pero
sé que le encantan al notar la media sonrisa orgullosa
plasmada en sus labios.

Mis manos solo acarician su espalda hundiendo mis uñas


sobre él, sintiendo el sudor en su omóplato tan firme y su
piel tan suave. Su pecho se separa agarrando fuertemente
las sábanas, embistiendo con más intensidad. Me sobre
muevo para sentirlo aún más, ansiosa por la llegada de esa
sensación sublime de placer, la cual se desliza por mi
pierna.

Se tumba a mi lado y me besa ansiosamente, sé que aún no


ha llegado.

- Eres hermosa, todo en ti es hermoso –su voz excitada


me estremece.
Baja por entre mis piernas hundiendo sus labios en ellas,
nuevamente el bochorno se apodera de mi cuerpo. Me digo
a mí misma si se debe a todos esos años en los que me
privé de esas sensaciones y no quise a nadie sobre mí que
ahora mi cuerpo exige de manera abrumadora ser
explorado.

Sube nuevamente a mis labios.

- Voltéate – ordena, y en esos momentos haré todo lo que


él diga.

Se levanta y jala desesperadamente de mi cintura hacia él,


plantada sobre mis rodillas lanza una palmada sobre mis
glúteos para después acariciarlos, lo cual solo me hace
sentir más placer. Apoyo mi cuerpo sobre mis codos
cuando lo siento apoderarse de mi interior y mis piernas
tiemblan, así mismo contengo el aliento jadeando su
nombre como un susurro. Su respiración se agita aún más,
expulsando profundos gemidos acompasados a los míos y
sus músculos se contraen ante el orgasmo que está por
aparecer. Pero esta vez para los dos.

Caigo rendida sobre la cama, el sudor se apoderó de


nuestros cuerpos y la respiración trata de volverse normal.
Retira su condón y se acuesta a mi lado, estira su brazo y
me enredo en él acariciando su marcado abdomen, pues
era la primera vez que lo contemplaba desnudo.

Me ruborizo al sentir su mirada sobre mí y una sonrisa


escapa por mis labios.

- Tomemos una ducha –propone, parándose de inmediato.

Sé lo que eso significa, sin embargo por más cansada que


pueda estar, acepto hacerlo. Jala de mi mano acercándome
a su desnudo cuerpo y simplemente me encanta la
sensación de sus fuertes brazos rodeándome.

Sus manos recorren cada centímetro de mi cuerpo como si


no existiera un mañana, con una excitante desesperación,
con la lujuria plasmada en ellos. Y sé que mi cuerpo lo
recibe sin pudor, ni remordimiento, ni mucho menos el
miedo que podía haber sentido al entregarme a alguien,
como una vez llegué a pensar.

Me siento feliz, querida y deseada. Aunque sé que no será


para siempre, solo durante el tiempo que esta relación se
prolongue.

- Me encantas –susurra. Abrazándome fuertemente.

- Y tú a mí –contesto con la misma entonación. Contenta


de dormir a su lado, envuelta en sus brazos.

Cuando desperté, estaba envuelta en una fina sábana


blanca. De recordar lo sucedido la noche anterior vibro de
felicidad, nuevamente tengo plasmada esa sonrisa boba
que me asusta.

Él no está a mi lado y me invade una onda de inseguridad


tratando de encontrar un porque a su ausencia. Sin
embargo no consigo avasallar mis oscuros recuerdos y
cuando menos lo pienso él, tan guapo y encantador,
aparece por la puerta. Completamente cautivador para mí.

- Preciosa, ¿Qué tal dormiste? –pregunta con la sonrisa


arrogante que lo caracteriza.

- Fue una larga noche –contesto recuperando mi sonrisa y


avergonzada por mi aspecto matutino.
- Y también será un largo día –sonríe maliciosamente y me
encanta- Vamos a desayunar, todo está listo. Toma, esto es
para ti -me entrega unas prendas

- ¿Un vestido? - inmediatamente pensé que podría ser de


alguien más.

- Así es, le pedí a Martha esta mañana que comprara uno


–absolvió todas mis dudas de una.

Salimos hacía el comedor. El trato caballeroso de Saúl era


un encanto, no podría mantener "esto" por mucho tiempo
sin que mi tonto corazón pueda llegar a sentir un ápice de
amor. Y "Esto" no tenía nombre, solo era algo pasajero, yo
lo deseaba tanto como él a mí sin ninguna atadura de por
medio. Como dirían solo tendríamos un vínculo sexual y
nada más.

No entiendo como pude enredarme en esta ilícita relación.


Siempre huí de crear todo tipo de vínculos en este tiempo,
el miedo constante por sentirme abandonada jamás me
permitió formar parte de una relación amorosa. La única
que recuerdo fue hace años con Esteban, el hermoso rubio
de encantadora sonrisa, siempre me pregunté sobre su vida
–o la nuestra-, si tan solo hubiese confiado en sus palabras
una vez más, si hubiese sido un poco más egoísta y
retenerlo a mi lado. Tal vez, mi vida sería otra sin tanta
inseguridad, sin tanto dolor; definitivamente sería feliz.

Sin embargo en ese entonces ni su presencia podía


reconfortarme, por el contrario, me recordaba cada maldito
momento que viví tratando de alejarme de Evan. Para
nuestra despedida, por primera vez vi el dolor reflejado en
su tierna mirada, vi la duda en el temblor de sus manos y el
miedo en su rostro. Él merecía ser feliz, tener la
oportunidad de vivir con una persona que verdaderamente
lo ame tanto como él me amaba.

...

Para el domingo, Saúl y yo, decidimos salir de su casa.


Dando un respiro a mi cansado cuerpo.

- ¿A dónde te gustaría ir? -preguntó encendiendo el auto.

- Podríamos ir a la playa –extrañaba sentir la brisa marina


golpear mi cabello, a pesar de los recuerdos que conlleva.

- Muy bien, ¡tus deseos son órdenes!

Llegamos hasta un boulevard frente al mar. Su mano


siempre enlazada en la mía mientras recorríamos las
tiendas. Nos detuvimos para comprar unos helados cuando
de pronto una pequeña niña jala mi vestido llamando por
completo nuestra atención. Sus hermosos ojos eran
encantadores, de un negro profundo. Su piel pálida
resaltaba por el rojo carmesí de sus mejillas, lucía tan
encantadora.

- ¡Azucena, espera! –gritaba una mujer en su dirección. La


niña se escondió tras mis piernas- Lo siento, tengo que
llevarla –se justifica.

- Oh, ¡no te preocupes! –voltee mirando a la hermosa niña.

- Vamos Azucena, tu mami está esperando –suplicaba la


pobre mujer pero la niña no cedía.

- Hola, mi amor –me arrodillé para tenerla frente a mí- ¿no


quieres ir a casa? –pregunté en tono tierno, ante la
impertérrita mirada de Saúl.

- ¡Ño! –contestó la pequeña


- Pero tu mami te está esperando...

- ¡Ño! – la niña se abalanzó sobre mi cuello. Lo cual me


sorprendió

Saúl me ayudó a ponerme de pie con la niña en brazos,


traté de entregársela a la mujer, pero la niña empezó a
llorar tan fuerte llamando la atención de los transeúntes.
Saúl estaba un poco fastidiado por la escena sin embargo
permanecía a mi lado.

- Podríamos acompañarte hasta tu casa ¿Quieres? –


trataba de convencer a la pequeña.

- ¡Shi! –movió la cabeza con una sonrisa pero sin soltar mi


vestido de los hombros.

- ¿Está bien si te acompañamos? –pregunté a la chica, la


cual asintió. Saúl inclinó la cabeza para poder avanzar.

Durante el camino, la niña sonreía tan plácidamente,


mirándome fijamente.

- ¡Andrea cuidado! –exclama Saúl ante un pequeño hueco


en la acera.

Me toma de la cintura por la espalda para evitar el tropiezo.


Ambas regresamos a mirar, la pequeña sonríe ampliamente
a Saúl con su hermosa voz y le dice: ¡Papá!. La mujer me
mira un poco sorprendida.

- ¿Te llamas Andrea? –pregunta la niñera con cierta


incredulidad.

- Así es –dije sin comprender porque llamaba así a Saúl.


- La pequeña se llama ¿Andrea? –Saúl lanza una mirada
sobre la niña. La cual le saca la lengua al percatarse que no
es su padre.

- Así es, Andrea Azucena. Solo su papá la llama Andrea –


no esperaba su respuesta pero supuse que era una
coincidencia- por eso te llamó así.

Llegamos a un gran portón de madera, se acerca una


señora de uniforme con un helado en la mano.

- Azucena, preciosa. ¿Quieres un helado? –trataban de


convencer a la pequeña.

- ¡Shi! –la niña baja rápidamente saltando a los brazos de


la señora.

Entran rápidamente a la casa, despidiéndose con su


hermosa sonrisa y moviendo su manito.

- Muchas gracias por ayudarme con la pequeña


normalmente es un poco huraña con las personas que no
conoce. Y más ahora, que estamos en una ciudad diferente

- ¿Recién se han mudado a la ciudad? –pregunté curiosa

- Bueno, los señores son de acá, pero estuvieron viviendo


en el extranjero por algunos años –informó la niñera- bueno
tengo que entrar a cuidar a la nena, su padre está por llegar.
Disculpen la molestia –se despidió y entró.

- Por lo visto, te gustan los niños –dijo Saúl, volteando su


mirada hacía mí.

- En realidad, ella me encantó - contesté con una sonrisa.


Encaminándonos de regreso al boulevard.
La pequeña de casi dos años, se quedó en mi corazón, me
encantó el poco tiempo que compartí con ella. Era tan linda,
sus hermosos e impactantes ojos hipnotizaron mi corazón
y el compartir el nombre era una de las mejores
coincidencias.

Sin pensar mis manos bajaron a tocar mi vientre, el vacío


desapareció. Mis pedazos rotos estaban siendo sanados,
llenos de efímeros momentos de felicidad por personas
ajenas que con su calidez me hacían sentir mejor.

Al parecer solo necesitaba amor, ese amor que me negué


innumerable veces a aceptar.

Es mi novia

No necesitaba ser adivina para estar segura de la presencia


de Estela en mi oficina indagando por los pormenores de
mi desaparición con Saúl durante todo el fin de semana, sin
siquiera contestar uno de los miles de mensajes que envió.

- Andrea ¡por fin apareces! –exclama Estela entrando a


mi oficina- pensé que te habían secuestrado –se burla.

- ¿Quién podría hacerlo? –traté de evitar el interrogatorio


de la pelirroja, restándole importancia a mi desaparición.

- Eso bien lo sabes tú –contesta con una sonrisa


sarcástica -. Cuéntame todo lo que pasó.

- ¿Qué quieres saber? –sonreí

La confianza que teníamos me permitía contarle a detalle


cada decisión que tomaba o planeaba hacer. Al enterarse
de mi “relación” con Saúl la pelirroja temía por mí, él podría
lastimar mis sentimientos, no era posible tener sexo
durante un tiempo sin que alguno salga herido. Y
definitivamente ese no sería él.

- ¿Cuánto tiempo piensas continuar con Saúl? –preguntó


la pelirroja preocupada

- No lo sé - la miré

- Monga ¿Qué pasa si te enamoras? –Estela mordía su


uña, una manía para atenuar sus evidentes nervios.

- Tienes razón –resoplé- el que me sienta bien con él, no


quiere decir que él se enamorará de mí.

- Podrías terminar peor que ahora –pensaba-. Saúl es un


bombón pero no es de los que se enamoran. Piensa bien
las cosas, entiendo que seas feliz con él “ahora” pero
piensa en el “futuro”.

De eso estaba segura, mi corazón no podría soportar otra


decepción. No podría evitar enamorarme de Saúl si
seguíamos en esta ficticia relación. No podría decirle a mi
tonto corazón: no te enamores. Si desde ahora ya sentía
algo por él, algo inexplicable.

Con él me sentía tranquila, mi ansiedad estaba sosegada, el


vacío de mi corazón se cubría con la efímera sensación de
placer que Saúl provocaba en mí. ¿Me podría conformar
con eso? Lo dudo. El corazón jamás se conforma, siempre
quiere y necesita más. Cosa que no estaba disponible para
mí.

- Estela y… ¿Austin? –dudaba en preguntar al no saber si


la respuesta es la que esperaba.

- ¿Qué pasa con él? – enarca una ceja. Me mira como si


hubiese esperado esa pregunta hace mucho.
- Él… ¿te comentó algo? –dije avergonzada

- No. Solo sé que hace poco volvió con su familia del


extranjero -hizo una pausa- Pero no ha mencionado para
nada a su hermano.

- Ya veo –respiro profundamente regañandome por


esperar algo más.

- Es evidente que aún no superas el tema de Evan, ¿Qué


pasaría si él aparece ante ti? ¿Alguna vez lo has pensado?
–sus ojos me miran fijos, buscando respuestas que no
tenía.

Todas las preguntas de Estela las había imaginado mil


veces en mis sueños. A las cuales siempre tenía la misma
reacción: saltarle a los brazos y perderme en sus besos.
Todo el odio y la decepción se convertían en amor al
tenerlo frente a mí, siempre y en cada sueño ocurrió lo
mismo.

- No me buscó en tres largos años Estela, ¿Por qué lo


haría ahora? –pregunté con cierta tristeza en mis ojos.

- No sé –la pelirroja se encoge de hombros, captando el


malestar que me causa hablar sobre él.

Por la noche, la llamada de Saúl me sorprende, estaba


esperándome en su auto. Al salir encuentro a Estela junto a
Austin, aún me afecta mirarlo directamente.

- Andrea, hola –saluda Austin agachando la cabeza

- Hola, Austin. Estela nos vemos mañana –lanzo un beso


a la pelirroja antes de subir al auto negro estacionado.
Noté una cierta intriga en la mirada de Austin, tal como en
la fiesta. Era como si quisiera decirme algo, algo que no
debe.

- Andrea ¿Cómo estás? – Saúl hace una seña a su chofer


para que avance.

- Hola. Muy bien– estaba distante, algo le molestaba.

- El viernes tengo un evento en el hotel Hilton ¿te gustaría


acompañarme? - enarca una ceja en su inexpresivo rostro.

- ¿El viernes? –rueda los ojos por mi mala manía de


repetir sus palabras

- Andrea ¡por favor! –se exalta ante mi falta de atención.

- Sí, claro -contesté tartamudeando y volteé la mirada a la


ventana.

No sabía el porqué de su tan mal humor, me sentí pequeña


e insegura ante sus palabras. El brillo de mis ojos
evidenciaban las ganas contenidas de llorar. Un profundo
silencio nos acompañó de camino a mi departamento.

Al abrir la puerta del departamento, el cuerpo se me tensa


al sentir sus manos enlazadas en mi cintura.

- Lo siento. –Susurra a mi oído. Ocasionando una


humedad entre mis piernas.

Voltea tan fácilmente de mí, reclamando mis labios con


fuerza. Me quedo quieta al sentir el estremecimiento de mi
cuerpo, que en vez de rechazarlo solo querían más de él.
Sus manos entran por mi blusa zafando audazmente mi
sostén y me levanta en vilo, obteniendo como respuesta
mis piernas aferradas a su cintura. Su respiración se va
acelerando al igual que la mía al sentir su aliento en mi
cuello mientras avanzamos lentamente hasta la cama.

Una calentura invade todo mi ser, mis manos tiemblan al


quitar de su camisa y cuando lo hago me aferro a su
espalda. Caemos sobre la cama, sus labios me besan con
demencia y sus manos quitan mi blusa en automático.
Siento su cuerpo sobre mis pechos y el placer es un más
fuerte. Logro deshacerme del botón de su pantalón y mis
piernas ayudan a quitarlo liberando su excitada hombría.

Baja de mis pantalones con facilidad y nuestras miradas se


encuentran. Sus ojos muestran un deslumbrante brillo
producto de la excitación al acercarse a mis pechos.
Introduciendo sus dedos en mí un choque de electricidad
me recorre, solo consigo jadear con más fuerza disfrutando
al sentir sus cabellos en mis manos. Ymi tonto corazón late
aún más rápido.

Arqueo la espalda hacia atrás con un fuerte gemido en mis


labios al sentir su brusco ingreso y su ronco gemido. Sus
movimientos son suaves, pero mi cuerpo exige más.
Muerdo de sus labios, moviendo mis caderas para
aumentar las estocadas..

— ¿Te gusta? –susurra con esa voz ronca que me excita.

La respuesta correcta es "me encanta" pero las palabras no


salen de mi boca. Mis manos se aferran a su ancha
espalda al sentir una onda de calor provocada por sus
fuertes embistes. Sus músculos se tensan ahogando sus
gemidos en mis labios y su pecho se mueve rápidamente.
Me encanta sentir la transpiración de su cuerpo, sé que he
sido la causante.
Trato de controlar mi respiración mientras él se funde en
mí. Una boba sonrisa invade mi cara, olvidándome por
completo del tono de sus palabras.

“Mañana a las ocho” Es lo que dijo Saúl antes de


marcharse.

Sé que el evento de la noche es una de las presentaciones


más importantes para empresa Maxwell, con quien Saúl
tiene negocios. Sin embargo asistir con él significa que
todos me conozcan como su nueva novia. Eso me tiene
preocupada, no quiero ser recordada como una más de sus
salientes.

- Adelante – la presencia de un mensajero me toma por


sorpresa

- ¿Señorita Andrea Mertz? – pregunta el joven, con una


pequeño paquete en las manos-

- Sí, soy yo

- Esto es para usted. Firme aquí, por favor –me entrega la


caja, firmo el documento y se retira.

- Andrea ¿Que tiene esa caja? – aparece la pelirroja


contenta

- Eso trato de averiguar –retiro la cinta con la que está


envuelta y abro dicho paquete

- Es de Saúl –la pelirroja lee la tarjeta-. ¡Monga es un


vestido! –dice con la boca abierta de la sorpresa

- Entonces… -mis mejillas estaban rojas-


- ¡Dime algo! ¿A dónde te llevará?

- Me invitó a un evento esta noche –sonreí

- ¡No puede ser! Niña... – sus manos tomaron sus


mejillas apretándolas un poco fuerte de la impresión- con
este vestido te verás fabulosa. Mañana te veré en todos los
periódicos de la ciudad. ¡OH vaya!

- Eso me preocupa. Sabes que no me gustan esas cosas


- Tendrías que haberlo pensado antes de enredarte con él


–su advertencia era cierta, él atraía esas cosas , prensa,
chismes, murmuro entre otras cosas más-. Pero eso sí, al
estar a su lado te verán como una diosa. Imagínate del
brazo del mismísimo empresario, del perfecto Saúl
Mendoza. Serás la envidia de medio país –se mofaba
moviendo sus manos como si todo fuese un gran
espectáculo.

Tenía miedo de presentarme a su lado, no solo por los


comentarios que empezarán a circular por casi todo el país,
sino por mí. No estaba preparada para afrontar a la prensa,
si me preguntaran que relación tenía con Saúl no sabría qué
contestar. Me preocupaba la reacción de mi jefe y de mi
familia aunque estaba lejos de ellos sabía que se
enterarían.

Para la noche, salí de la oficina y tomé un taxi en dirección


a mi casa.

7:30 pm: estaba casi lista.


El hermoso vestido color azul acero, de escote profundo en
la espalda y hombros descubiertos, era hermoso y
delicado. Su corte sirena, realzaba perfectamente mi figura
tal cual un reloj de arena. Los zapatos stilettos plateados
imperceptibles por el largo del vestido. Mi cabello a manera
de desorden recogido a un costado con un flequillo, se ve
formal y relajado. Completé mi atuendo con unos aretes
triangulares plateados, y pinté mis labios carmesí.

8:00 pm: Suena el timbre. Abro la puerta. Saúl con su


elegante traje negro e impecable camisa blanca se veía
espectacular.

- Te ves hermosa – su excitante mirada de seductor posa


sobre mí.

- ¿Estoy bien? –dije con una sonrisa boba en mis labios


intensificando el color de mis mejillas.

- Tanto que quisiera quitarte ese vestido – pasa su mano


por mi cintura, hasta mi trasero -. Pero... debemos irnos –
aspira profundo.

- Ah… tengo algo para ti -Saca de su terno una caja,


cuando la abre retira un hermoso collar. Lo pone sobre mi
cuello y besa de él -Un escalofrío recorre mi cuerpo.

- Ahora luces aún más hermosa – toma mi mano y


salimos.

Saúl baja rápidamente del auto para abrir mi puerta y estira


su mano para tomar la mía. Caminamos hacia la entrada
del Hotel y las puertas se abren para poder ingresar, el lugar
estaba lleno de personas poderosas que lucían tan bien
como Saúl. Los periodistas y fotógrafos trataban de captar
un minuto de su tiempo para las entrevistas mientras los
camareros los esquivaban llevando audazmente en sus
charolas copas de champagne.

Cuando intentamos avanzar en el inmenso salón, se nos


acerca una periodista.

- Señor Mendoza, ¿nos permite una pequeña entrevista?


- una hermosa reportera del canal Style consultaba,
observándome con detenimiento.

- Claro, adelante.

- Primero nos podría decir ¿Quién es la hermosa dama a


su lado? –Saúl soltó su sonrisa arrogante.

- La señorita aquí presente es Andrea Mertz, mi novia –


por un momento pensé que era un sueño.

Mi boba sonrisa, acaparaba casi toda mi cara. Sus ojos se


posaron en los míos y jalando de mi mano me besa. El
suave roce de nuestros labios me bastó para confirmar que
ese hombre me encantaba. Ante el asombro y desconcierto
de los presentes contestó solo dos preguntas más sobre
nuestra relación.

- Ahora si nos disculpas, tenemos que continuar –


salimos del ángulo de la reportera pero las fotografías nos
seguían, al parecer estaríamos en las portadas de los
diarios.

Y así me presentó con sus colegas y socios, como su novia.


Era interesante la mirada que ellos posaban sobre mí, hacía
que Saúl tomara con más firmeza mi cintura.

- Miren quien llegó… el hombre de la noche –replicó una


voz detrás de nosotros
- Alejandro Ramírez – resopló Saúl entre dientes.
Volteamos a mirar

- Saúl Mendoza, vaya sorpresa. Y ¿ésta hermosa dama? –


sus ojos me recorren por completo.

- ¡Es mi novia! –vi el ajuste en su mandíbula. No le


agradaba como ese hombre me miraba y su presencia le
molestaba.

- Vaya, vaya, vaya. Es muy hermosa – su tono me


molestaba. Trató de acariciar mi rostro pero Saúl detuvo su
atrevimiento.

- ¡Ni te atrevas! –la mirada fulminante de Saúl detuvo al


hombre.

- ¡Vaya! El gran Saúl Mendoza es un hombre celoso –


agregó en tono sarcástico-, solo era un elogio para la
señorita –ante la mirada de Saúl me tiró un guiño

Me quedé muda ante el proceder del hombre, pues fue una


completa desfachatez.

- Te agradecería que mantuvieras tus manos lejos de ella,


incluso si pudieses, hasta tu presencia sería mejor –su
sonrisa altanera aparece-. Si nos permites debemos
continuar.

Los fotógrafos continuaron sobre nosotros,


preguntándonos sobre nuestra relación. Directamente a él y
otras a mí. Y después de saciarse de nuestras respuestas,
empezaban con sus interrogantes sobre los negocios de
Saúl.

Dejé a Saúl unos minutos para ir al baño. Al regresar pude


sentir los ojos de ese tipo siguiéndome.
- Andrea, ¿Acaso me tienes miedo? – Alejandro
disfrutaba de fastidiar a las personas.

- ¿Por qué tendría que hacerlo? –lo miré con fastidio,


tratando que me dejara en paz-. Sé defenderme muy bien –
hice una mueca de autosuficiencia

- Por lo visto Saúl te contagió su sardónico buen humor –


me miró con soberbia.

- Si me disculpas, me están esperando –le lancé la


misma mirada. Avanzando unos pasos.

- Ojalá y no termines tan mal… como las anteriores –


ignoré por completo su comentario y seguí.

- ¿Andrea? –una voz detuvo mi caminar. Sin embargo no


me atreví a mirar -¡¿Andrea?!

Reconocía esa voz, la podría reconocer entre la multitud.

- ¡Andrea! –insistía, hasta que se puso frente a mí.


Levanté la mirada lentamente, subiendo por el impecable
smoking negro hasta su rostro.

- E… Esteban –balbuceé, sus ojos verdes seguían tan


lindos como los recordaba.

- ¡Qué bueno verte! –su abrazo me estremeció, mis


músculos se tensaron de inmediato-. Estas hermosa –sus
ojos reflejaban felicidad. El hermoso rubio de mirada cálida
no había cambiado nada.

- Esteban, que bueno verte –parpadee más de cinco


veces para poder descartar que era un sueño.
- Qué coincidencia, dime ¿Quién es tu acompañante? – Ni
bien terminó de hablar Esteban una mano se posa en mi
cintura tirando de mí suavemente.

- Ella viene conmigo –Saúl con la mirada arrogante


interrumpió- Soy Saúl Mendoza, tú debes ser Esteban
Montreall.

- Así es, un gusto – estrecharon sus manos-. Soy un viejo


amigo de Andrea –la mirada de Esteban estaba fija en Saúl.

- Esteban ¿Qué haces aquí? –sonreí torpemente por los


nervios.

- Estoy a cargo del área de marketing de la empresa


Maxwell, el anfitrión del evento –informó.

- ¡Oh! Felicitaciones Esteban. Qué buena noticia –tomé su


brazo para felicitarlo, el rubio me sonríe.

- Gracias Andrea.

Saúl quien permanecía estoico, a mi lado. Solo observaba


minuciosamente nuestra conversación o más bien nuestras
acciones.

- Saúl Mendoza, que honor tenerte aquí –Trend Maxwell


lo saludaba, un viejo amigo de Saúl y organizador del
evento.

Éste se volteó a saludar llevándome consigo, apartándome


de la mirada de Esteban. El rubio quedó a un lado de esto.

- Trend el honor es mío –estrechó su mano.

- Vaya, tú siempre bien acompañado ¿Quién es la bella


joven? – Trend observó de pies a cabeza mi atuendo.
- Es mi novia, Andrea –el tono fuerte de Saúl, sorprendió
no solo a Trend sino también a Esteban.

- Espero que ahora sí te cases, es una belleza esta chica


– casi y ruedo los ojos por sus sarcásticos comentarios; no
por lo de bella, porque si me consideraba bonita pero que
se casara conmigo… ¡¿Cómo si no lo conocieran?! Sin
embargo seguí sonriendo.

Entablaron una conversación de negocios y simplemente


me sentí un poco fuera de lugar.

- Andrea, ¿Me permites? -interviene Esteban,

- Si claro. Si me disculpan -agaché la cabeza en señal de


disculpa y avancé.

- Andrea ¿Podría tomarte unas fotos? – me sorprendió su


pregunta.

- No me agradan mucho las fotos, lo sabes –

- ¡Oh, Vamos! – su mirada pícara me convenció

Se acercó un fotógrafo, al parecer de la misma empresa.

- Bruno te tomará algunas fotos, por favor quédate ahí –


señalaba acercándose al susodicho.

- ¿Podrías ponerte de espaldas Andrea? Y mira sobre tu


hombro izquierdo –indicaba Bruno- tu mano en la cintura. –
los flashes empezaron a destellar,

Las fotos nunca me habían gustado y menos ahora con las


exigencias de Bruno. Agradecí cuando Esteban interrumpió
el hecho.

- Bruno por favor, revisa las fotos y me avisas –le indicó


- Sí, tenemos muchas que pueden servir –afirmó Bruno
mirando su cámara –¡Excelente! Gracias Andrea, nos
vemos –y salió caminando por el gran salón.

- Las fotos… ¿Para qué las necesitas? – miré a Esteban


intrigada

- El modelo de tu vestido es de nuestra actual colección y


lo luces perfectamente. No podía dejarlo pasar –levanta los
hombros sonriendo-. ¿Cómo has estado? –cambió el
semblante de su rostro por una sonrisa cálida y
arrepentida.

- Pues… bien, ¿Y tú? –bajé un poco la mirada, no sabía si


de lo patética que era mi vida o porque estaba tan
avergonzada por lo sucedido entre nosotros.

- Muy bien, ya ves –sonríe- ¿Cómo llegaste a tener una


relación con Saúl? – pregunta

- Es una larga historia, otro día te lo contaré –sonreí

- ¿Podrías darme tu número? Para hablar otro día –sonríe


pícaramente-. No le agrada la idea de tenerte lejos –hace
una mueca en dirección a Saúl- y menos conversando con
alguien más – puse una mano en mi boca para evitar
reírme de su comentario.

- Será mejor regresar –le di mi número. Se despidió con


un beso en la mejilla, dejando un color rojizo impregnado en
mi rostro.

La mirada de Saúl estaba fija en nosotros. Estaba segura,


de acabar su tonta conversación con Trend me tomaría del
brazo y me alejaría de Esteban. Y más ahora que me había
presentado como su novia. No sé si lo consideraría celoso
pero estaba segura que la palabra exacta era posesivo. Sin
embargo, mi corazón empezaba a latir más a prisa por él.

Me acerqué nuevamente, y Trend se despide.

- ¿Tan importante fue tu conversación con Esteban


Montreall? – pregunta tomando una copa más de
champagne, sin perder su gesto altanero pero frunciendo
ligeramente el ceño.

- ¿A qué se debe ese comentario? –lo miré fijamente

- La felicidad en sus ojos es muy obvia –se encoge de


hombros con aires de soberbio

- ¿Acaso estas celoso? –cuestioné enarcando una ceja-

- ¿Debería? – su sonrisa altanera aparece-. No lo creo -


besa suavemente mis labios. Un bochorno aparece entre
mis piernas- Eres mía Andrea –fija sus inescrutables ojos
en los míos.

- Vámonos de aquí, ya fue suficiente tiempo en esta


reunión –ordena

- Pero está por comenzar –detiene su paso. Acabándose


la copa en sus manos.

La voz del presentador se hizo presente, invitando a todos y


cada uno de los presentes a formar parte del gran desfile
de moda de Maxwell, exhibiendo su próxima colección de
ropa y accesorios.

Para cuando terminó el desfile, las conversaciones con sus


colegas prolongaron nuestra estadía en el lugar. Estaba
bebiendo más de lo normal, brindando una y otra vez con
Trend. El susodicho daba por finalizado su exitoso desfile y
solo quería festejar.
Pasaba la medianoche, cuando Saúl decidió que era
momento de marcharnos. Al subir al auto, le hizo una señal
al chofer y un vidrio templado negro separó el ambiente del
chofer con el nuestro.

- Andrea, ¿Qué te pareció la fiesta? –me mira.

- Nos fue bien, pero… mañana me espera un largo día con


Daniel –le comenté-. No será de su agrado la noticia –moví
la cabeza

- No te preocupes por eso. Sé cómo manejarlo –me


regala un guiño y se acerca bruscamente.

Sus manos quitan el cinturón de seguridad y tirando de mi


brazo me sienta sobre sus piernas, su sonrisa altanera
aparece. Acaricia mis mejillas con el dorso de su mano y un
incontrolable escalofrío recorre mi cuerpo.

- ¿En dónde te quedaste? –su seductora sonrisa


increíblemente sexy aparece- ¿celos?

- Saúl estamos en el auto y bebiste –estaba nerviosa


tratando de controlar el movimiento de sus manos bajando
por mi espalda hasta mi trasero.

- ¿Y? ¿Hay algo de malo? -sus labios muerden mi labio


inferior –maldito vestido – escuché replicar, pero al
instante sus manos encontraron el pequeño cierre en uno
de los lados del vestido y lo bajaron con desespero.

- Saúl, estamos en tu auto. –susurré con vergüenza-

La sensación tan demandante de sus besos me excitaba,


una de sus manos acariciaba mi pecho y la otra
insistentemente mi trasero, como si con eso la ropa
desapareciera. La sensación de humedad era cada vez más
fuerte.

Baja del vestido por los hombros y éste cae hasta mi


regazo. La libertad de mis pechos ruboriza mi rostro.

Separa sus labios de los míos, para apreciar mis pechos y


se sumerge en ellos. Mis manos avanzan directamente a
sus cabellos, despeinándolos en el acto mientras aprieto
mis rodillas intentando controlar el deseo. En un ágil
movimiento levanta mi cuerpo bajando por completo mi
vestido.

— Te deseo, aquí y ahora –susurra

Ayuda a levantar mis piernas colocándolas en ambos lados


de su cintura. Toma mis labios con frenesí, y sus manos
bajan de su pantalón levantándome con él; muerdo sus
labios ahogando un gemido cuando su evidente erección
salta a la vista y recorro con mis manos su fuerte pecho.

Invade mi interior con fiereza, e inicio el vaivén mordiendo


mis labios tratando de ahogar los jadeos que me ocasiona.
El movimiento se hace más rápido, siento que gime en mi
cuello mientras mis uñas se incrustan en su ancha
espalda.

Son evidentes las ráfagas de placer que recorren mi cuerpo,


haciendo agitar mi respiración. Sus manos tocan mis
nalgas moviéndolas bruscamente y disfruto de su roce, de
su exigencia.

Arqueo la espalda al sentir el punto máximo de placer y mis


piernas tiemblan, el corazón se acelera y mi boca busca
oxigeno.
Sus manos toman mi rostro guiándome a sus labios, mueve
de mí con facilidad hacía arriba y abajo, empiezo un
movimiento rápido siento sus gemidos ahogarse en mis
hombros mientras los suyos se tensan, su respiración se
agita aún más al moverme tan exigente y logra que un
segundo orgasmo se apodere de mí. Esta vez no puedo
controlar mis gemidos acompasados con los suyos,
explotan tan abruptos por la sensación.

Se deja caer sobre el respaldar del asiento y yo caigo en su


pecho, con su mano abrazándome tiernamente.

Sentirme tan bien sobre su pecho, protegida entre sus


brazos, rodeada en ese cálido abrazo y sus besos tan
sublimes, otorgaron una inmensa paz a mi sosegado
corazón. En ese momento nada dolía, la angustia
desapareció, el dolor en mi alma se había calmado, todo
estaba en paz y mi corazón tranquilo.

Solo percibía las agradables sensaciones que su cuerpo


transmitía al mío, ignorando por completo esas peligrosas
mariposas en mi estómago, como alerta de que este juego
no era para mí. Sin embargo ya era tarde, lo deseaba y
deseaba aún más de él.

Familia

Sabía que la noticia de nuestro romance estaría en boca de


todos en pocas horas y tendría que enfrentar las
consecuencias, en mi trabajo: el hecho de tener una
relación con un cliente no sería bien visto por Daniel, mi
jefe; y con mi familia (a pesar de estar lejos de mis padres,
ellos siempre están pendientes de mí)

El sonido del celular me despierta. Aún somnolienta miró la


pantalla, era Estela.
- Estela aún es de madrugada –dije soltando un bostezo,
aún acostada.

- ¡¡Mongaaaa!! Te estoy mirando en la portada de los


periódicos –gritaba emocionada

- ¿¡Ahh!? –mis ojos se abrieron por la sorpresa.

- En serio, Andrea. Estas en todos los medios, no solo por


Saúl –hablaba tan rápido que era imposible entenderle

- Estela, no te entiendo –repliqué confundida

- Estás en la portada de la revista Styles pero no por Saúl


–gritó-

- Entonces…

- ¡¡Como una de las modelos de Maxwell!! –

- ¿¡¡ QUEEEEE!!? – grité levantándome de la cama


inmediatamente.

Busqué en mi celular las noticias del día, y efectivamente, la


foto que Bruno me tomó estaba en la portada de la revista
Styles. Y una segunda nota donde señalaban mi relación
con Saúl Mendoza.

- ¿Andrea estás ahí? –la voz de Estela salía del celular,


aún no cortaba la llamada.

- Sí, aquí estoy –estaba en shock

- ¡Despierta Andrea, esto no es un sueño! Llega temprano


a la oficina. Te dejo, besos – colgó inmediatamente. No
sabía a qué se refería con ir a la oficina, si ese sábado no
tenía ninguna reunión programada. Solo hasta ver el
mensaje de Daniel comprendí.
Estaba preparada para la noticia de mi relación con Saúl
pero ¿Maxwell? ¿Es en serio? Esteban era el único culpable
de eso. Aunque no sabría si odiarlo o agradecerle.

Cuando llegué al Banco, fui directamente a la oficina de


Daniel.

- Hola Daniel ¿Querías verme? –

- Andrea, adelante toma asiento –señalaba la silla.

- No me gusta inmiscuirme en tu vida privada, lo sabes –


enarca un ceja-. En todos estos años no he tenido quejas
sobre ti y eso ayudó a que logres un ascenso. Pero… -ahí
llega el increíble pero- sabes perfectamente que todo tipo
de relaciones personales deben mantenerse lejos del
trabajo.

- Acabo de enterarme sobre tu relación con el señor Saúl


Mendoza por una nota en el periódico; por lo tanto se
retirará su cuenta de tu cartera. –sonríe, me había
preocupado tanto y Daniel se lo había tomado tan tranquilo-
. Ahora con respecto a Maxwell, mientras no interfiera con
tus horarios de oficina no habrá problema si continúas
como su nueva modelo o lo que desees.

Al parecer Saúl había hecho uso de su poder, porque no


podía creer lo bien que se lo tomó Daniel. Estaba tan
sorprendida.

<Me dejaba continuar trabajando>,

Lo único que cambiaría era el hecho de no ser más, la


asesora de las cuentas de Saúl, las cuales me generaban
un fuerte ingreso a fin de mes.
- Para el próximo sábado tenemos una reunión con un
nuevo socio, te podría interesar –sus dedos se entrelazaron
como señal de un buen negocio.

- Me gustaría tomarla –lo miré decidida.

- Entonces el sábado a primera hora –enarca una ceja

- ¿Cuál es el nombre del cliente? –pregunté anotando la


cita.

- Eso te lo diré el mismo día –sonríe con cierta malicia.

- Bueno, me retiro –era la primera vez que Daniel no me


brindaba el nombre del socio, lo cual me parecía muy
extraño.

El no saber con qué tipo de persona trataría era como ir a


una batalla sin escudo. Cómo trataría de persuadir si no
conozco sus intereses, sus gustos o incluso sus hábitos de
compra. Estaba claro que haría lo que fuese por
conseguirla, sin embargo una inquietante sensación me
embargaba como una señal ante lo que se avecina.

Al salir de la oficina de Daniel, Estela estaba en su oficina


con la puerta entreabierta, atendiendo una llamada, la cual
colgó inmediatamente ante mi presencia.

- ¡Vaya! ¡Señorita Maxwell! –exclamó feliz la pelirroja.

- Estela, no me llames así –me quejé

- Cuéntame ¿Por qué está tu foto en la portada? –apoyó


sus codos sobre el escritorio

- Fue… por un viejo amigo –resoplé sentándome sobre la


silla frente a ella.
- ¿Qué amigo es ese? Tan poderoso como para poner tu
foto en la portada de una revista –se quedó quieta
pensando

- ¿El encargado del área de marketing? –

- ¿Esteban Montreall? –sus ojos se abrieron de la


sorpresa.

- Así es. –asentí

- ¿Ese hermoso rubio es tu amigo? – solo asentí


confirmándolo.

- Él es un bombón – rueda los ojos- no entiendo como no


te das cuenta del tipazo que es… - suelta un suspiro al notar
mi impertérrito rostro- ¿Te dijo algo Daniel?

- Poco le faltaba felicitarme -mofé

- ¿En serio? Seguro Saúl ya se encargó de solucionar ese


problemilla –se encoge de hombros –es tan fácil para él.
¿No te ha llamado?

- ¿Quién? -

- Saúl pues –hace una mueca de fastidio por mi falta de


atención- Para preguntarte por las fotos -negué moviendo
la cabeza.

Y hablando de rey de roma éste que se asoma… no.. solo


es una llamada de Esteban en mi celular.

Miré fijamente el celular. Había algo dando vueltas en mi


cabeza, algo inexplicable. Una sensación de vacío se
apoderaba de mi vientre el cual cubrí con fuerza como si
tratase de mantener algo adentro. Esa sensación no me
dejaría tranquila, algo estaba por suceder pero no estaba
segura si podría soportarlo.

Accedí reunirme con Esteban en las oficinas de Maxwell,


tenía una propuesta interesante para mí, o eso fue lo que él
me informó durante su llamada. Mientras camino hacia la
recepción del lugar miro el celular una vez más, revisando
si tenía una llamada de mi madre o de Saúl pero no, no
había nada.

- Buen día, con Esteban Montreall –saludé a la joven


recepcionista

- ¿Usted es? –sonríe ampliamente dejando de lado su


llamada.

- Andrea Mertz – apretó un pequeño botón rojo sobre su


escritorio

- ¡Oh! Disculpe señorita Andrea –un joven se acercó- por


favor siga al joven, la llevará con el Señor Montreall.

- Gracias.

Las empresas Maxwell era una de las mejores y más


reconocidas empresas de moda. Sin duda el estar entre sus
modelos significaba mucho, entre fama y dinero. Cosas
que sin duda no estaban como prioridad en mi vida.

- Por aquí por favor –indicaba el joven, abriendo la puerta


del estudio de fotografía.

- ¡Andrea! Por fin llegas – Esteban se acercaba sonriendo


cálidamente.
- Hola Esteban, Hola Bruno –saludé con un beso en la
mejilla a los mencionados

- ¿Qué te pareció? –enarca una ceja sin dejar de sonreír,


orgulloso por ello.

- Sinceramente, no lo esperaba –se ríen

- Tengo una excelente propuesta para ti –me apunta con


ambos dedos, regalándome un guiño-. Si me disculpas,
tengo que recogerlos de mi oficina –se dirige a la puerta-.
Dame un minuto –asentí

Bruno se quedó a mi lado, conversando de algunas fotos


que planeaba tomar con los nuevos diseños de la
temporada. Mostraba a detalle cada una de las fotos del
evento, una mejor que la otra.

El retumbar de la puerta nos interrumpe. Una chica alta de


cabello negro lacio, ojos achinados y nariz respingada
aparecía. Podría reconocer ese rostro, es...

- ¡Karen! –saluda Bruno

- ¿Tú? – sus ojos se abren de par en par en su pálido


rostro al notar mi presencia. Tardó un minuto en recobrar el
aliento para caminar lentamente hacia mí- ¿Q… Qué haces
aquí? ¿P… Por qué apareces ahora? – sus palabras se
entrecortan, puedo notar el temblor en sus labios

- Karen, ¿Estás bien? –Bruno se acerca al notar la palidez


en su rostro que se va transformando en una mirada
amedrentadora.

A pesar de que las cosas son diferentes ahora, entiendo


perfectamente cómo se siente Karen, mi presencia para
ella significa una amenaza a su relación con Esteban, el
miedo y odio reflejado en sus ojos como si mirase a su
peor pesadilla, como si estuviera frente a un depredador y
ella solo intenta proteger a su cachorro.

Y es que una vez, fui la causante de la separación de esos


dos sin saberlo. Sin embargo al enterarme de su existencia
en la vida de Esteban y de su amor incondicional por él, no
dudé en que el rubio la merecía. Para ser sincera sabía que
Esteban a pesar de declararme su incondicional amor,
sentía algo por aquella chica, en ese entonces su asistente.
Es que nadie guarda un objeto sin que tenga un significado
especial en su vida.

Y meses después lo confirmaría, al enterarme de su


relación. Fui feliz por él. Se merecía ese amor recíproco,
ese amor anhelado por muchos, ese amor tan difícil de
encontrar. Estaba segura que el encantador rubio ya no me
pertenecía más, yo solo formaba parte de su pasado, un
pasado doloroso y tormentoso.

- ¡Karen! – Esteban toma del brazo a Karen y la abraza,


mirando fijamente sus ojos. Ahí comprendí como la mirada
de amor de Esteban lograba infundir confianza y
tranquilidad en ella. Como una vez lo hizo en mí.

- ¿Qué hace ella aquí? – balbucea

- ¡Lo siento! –susurré con suavidad, una lágrima cae por


mi mejilla.

Me sentí presa del pasado nuevamente, un dolor recorría mi


corazón. Mis manos fueron a parar sobre la parte baja de
mi abdomen, nuevamente. Esa manía era una manera de
mantenerme de pie, fuerte ante las circunstancias adversas
de la vida, de recordarme que aún estoy completa y estoy
bien.
- Andrea ven por aquí por favor. Necesitamos hablar… -
Acotó Bruno al entender perfectamente la escena- toma
esto –entregaba un vaso con agua.

Respiré profundamente contando hasta 10 para recobrar la


compostura. Observé a Karen y estaba sonriendo
nuevamente , perdida en la mirada de su rubio novio y
embelesada en su cálida sonrisa. Continué conversando
con Bruno quien intentaba convencerme de posar
nuevamente para él.

- Lo siento –la voz de la pelinegra me hace girar en mis


talones hasta tenerla frente a mí-, no quise… tú sabes…
reaccionar de esa manera.

- No te preocupes, entiendo perfectamente tu posición –


le sonreí comprensivamente. Y su respuesta fue igual de
sincera.

La charla se prolongó un poco, Esteban con ayuda de Karen


me convencieron de firmar un acuerdo realmente
beneficioso. Dejándoles claro el limitado tiempo libre del
cual podría hacer uso para las sesiones fotográficas. Sin
embargo una de las condiciones principales consistía en
asistir a las los eventos de la empresa con un vestido de la
temporada.

Lo cual me agradó, pues asistiría encantada en compañía


de Saúl. Supongo que no se negaría ¿o sí? No lo sé, aún no
tengo noticias suyas.

Por la tarde

“Andrea paso por ti a las 5:00pm.” Recibido De Saúl


<¡Por fin!> - exclamé al leer el mensaje de Saúl.

“No estoy en casa” Enviado

“Me envías la dirección y podré recogerte” Recibido –


sonrío al imaginarlo rodando los ojos.

Salí de la cafetería de Caro corriendo al escuchar al otro


lado del teléfono: Estoy afuera.

- Adiós amiga, ¡que lo disfrutes! – grita Caro, con una


sonrisa maliciosa al verme salir.

Al entrar al auto, Saúl se veía tan encantador con esa


sonrisa arrogante impresa en sus labios dentro de
su perfecto y sensual rostro. Es inevitable el revoloteo de
mariposas en mi estómago o incluso el acelerado
movimiento de mi corazón que parece querer hacerse notar
a través de mi pecho.

Y como siempre hace una señal al chofer para avanzar y el


vidrio templado negro aparece entre nosotros.

- Toma una revista con mi foto en ella- Luces hermosa en


esa foto… -me mira con una sonrisa autosuficiente-
aunque… estabas espectacular sin ese vestido –muerdo mi
labio conteniendo las ganas de besarlo.

Toma mi mano, pero esta vez no es él quien me jala hasta


su regazo. Soy yo quien voluntariamente me lanzo sobre él,
embelesada por su seductora sonrisa y por ese tono tan
ardiente con el que me dice –implícitamente- me desea.

Sus besos devoran mis labios, su lengua invade mi boca


ansiosamente, sus grandes y suaves manos se aferran a mi
cuerpo en un abrazo. Mi respiración se acelera deseándolo
más que nunca y acaricio sus cabellos, tan suaves y
sedosos.

Me separo de sus labios y lo miro fijamente a los ojos,


percibiendo un brillo sin igual y su sonrisa imperturbable
me toma por sorpresa. Mantiene nuestros cuerpos juntos y
me besa tan suave, como nunca lo imaginé. Acaricia mi
mejilla con el dorso de su mano una y otra vez, aumentando
el revoloteo en mi estómago. Siento mi rostro tan caliente
mientras disfruto de aquel beso tan cálido, tan sincero, casi
un beso de amor.

Me siento tan pequeña entre sus brazos, es una sensación


de protección que emana su cuerpo y lo disfruto tanto
como la boba sonrisa en mis labios lo demuestra.

- ¿Tienes algún plan para mañana? –besa mi frente

- No. ¿Tienes algo importante que hacer? –pregunté


levantado la mirada para observar su rostro.

- Claro que no. Solo… -tensa su mandíbula- mi familia


quiere conocerte ¿Me acompañas?

- ¿Tu familia? –esperaba que rodara los ojos por mi


comentario sin embargo se limita a asentir- S… Sí claro.

No esperaba nada por parte de Saúl, los términos de


nuestra relación fueron claros. Pero ahora él estaba
cambiando todo, alentando mis esperanzas de ser algo
más importante en su vida, comenzando por el hecho de
presentarme como su novia ante sus amistades y ahora
ante su familia.

Estaba tan nerviosa por la idea de conocer a sus padres y a


su hermana. ¿Ellos serían igual de fríos que él?, ¿si no les
agrado? Y ¿si piensan mal de mí por ser mucho más joven
que Saúl? Miles de preguntas me atormentaron esa noche,
estaba insegura ante lo que sucedería.

A la mañana siguiente, cuando desperté pude contemplar


su hermoso rostro a mi lado. Su sexy manzana de Adán
que tantas veces me sedujo durante nuestras reuniones, su
perfecta mandíbula, sus sexys labios, su nariz respingada y
su cabellera castaña un poco alborotada.

- Si continuas mirándome de esa forma pensaré que no


tuviste suficiente anoche –abre sus hermosos ojos
avellana. Y los colores suben a mi rostro al ser descubierta.

Mi corazón late tan apresurado como siempre ante su


presencia que ya lo consideraba normal.

Tomé una ducha con agua fría tratando de controlar mis


nervios y reajustar mi semblante. Cepillé mi castaño
cabello largo hasta mis pechos, maquillé suavemente mi
rostro y me puse el vestido negro estampado con flores
blancas. Un vestido cocktail de cuello alto sin mangas, en
un corte A, largo hasta la rodilla.

Saúl usaba un traje azul marino, ajustado perfectamente a


su fornido cuerpo. Su apariencia era como un modelo de
revista, tan atractivo y arrogante. Aspirar su fragancia me
envuelve en un sinfín de sensaciones.

Salimos enseguida ya que el lugar estaba un poco lejos de


la ciudad.

- Hemos llegado – dijo, estacionando el auto en un lado


del enorme jardín.
No podía controlar mis nervios y mis manos empezaron a
temblar, el pánico se estaba apoderando de mí.

- Vamos, por aquí –toma mi mano con fuerza,


brindándome la seguridad que tanto me hacía falta.

- Sí –sonreí

- Adelante –abre la puerta dejándome pasar

- ¡Llegaron! –se escuchó el grito dentro de la casa

- ¡Tío Saúl! -Gritaron dos pequeños niños.

- ¡Hola muchachos! ¿Cómo están mis campeones? –Saúl


abraza a ambos niños.

Era la primera vez que el rostro de Saúl no tenía esa sonrisa


soberbia, sino al contrario, una sonrisa plácida y sincera se
apoderaba de él al observar a los pequeños. Me encantaba
poder conocer esa pequeña parte de él, donde dejaba de
lado su orgullo por el amor a su familia.

- ¡Hijo! –una señora de ojos verdes y cabellos claros


aparecía. Tan guapa y elegante como Saúl- ¡Qué bueno
verte! –lo abraza.

- ¡Madre! –corresponde de la misma manera a su madre.


Te presento a Andrea, mi novia –su madre me mira
fijamente a los ojos

- ¡Así que tú eres quien se robó el corazón de mi hijo! –


sonríe acercándose

- ¡Qué gusto conocerla! – estaba nerviosa, su cálido


abrazo me toma desprevenida.
- Sarah, llámame Sarah o mamá si deseas –se ríe
fuertemente al ver mis mejillas rojas por sus palabras.

- Soy Javier el padre de Saúl –un hombre alto, tan galante


como Saúl y con unas canas en sus cabellos se presenta,
estrechando mi mano con suavidad.

- Y yo soy Marissa, su hermana menor. Un gusto


conocerte Andrea –dice, saludándome con un beso en la
mejilla.

- El gusto es mío, gracias por invitarme a su casa.

- ¿Y no me piensan saludar o qué? ¿Dejé de ser su hijo? –


se quejó Saúl, bromeando.

Miré plácidamente la escena, todos lo abrazaron y él estaba


feliz de tenerlos cerca. Sus ojos brillaban como dos luceros
en la oscuridad de la noche. Esos ojos almendrados tenían
un brillo sin igual el brillo de la felicidad.

- Adelante, pasen están en su casa – su mamá nos llevó


hasta el otro lado del jardín, donde estaba el comedor.

- Siéntense, necesito saber detalles de su relación

- Mamá por favor, no empieces –se quejó Saúl.

- Tengo todo el derecho a saber cómo es que esta bella


señorita se enamoró de un hombre tan complicado como tú
–sonreía Sarah- ¿no es así Andrea? –lanza un guiño
cómplice.

- Nos conocimos gracias a mi trabajo en el Banco y a sus


exigencias en los informes. Soy la única que podía
controlar su encantador carácter – se ríen por el sarcasmo
de mis palabras-
- Pensé que eras una modelo, por la portada de Maxwell
–acota su hermana-

- ¡Vaya! Eres una chica inteligente y bella, una


combinación peligrosa –exclama su padre

- Gracias – contesté sonrojada completamente

- Y ¿Cuánto tiempo llevan juntos? –

- Una semana mamá. Recién estamos saliendo –


contestó parándose detrás de ella- es mejor que dejes el
interrogatorio para después –besa la frente de su madre.

Marissa mira sorprendida a su madre, quien se lleva a su


hijo a otro lado de la sala. Y se acerca lentamente hasta mí.

- ¿solo una semana? –murmura sorprendida- ¿tan poco?

- Así es –moví la cabeza para confirmarle- ¿Por qué?-

- Jamás hace pública sus relaciones en tan poco tiempo


y mucho menos las trae a casa –ríe como si hubiese
contado un secreto.

- ¡La comida está sobre la mesa! –indicaba Sarah- vamos,


¡A comer!

Las palabras de Marissa calan hondo en mi corazón,


acelerando su ritmo aún más de lo que consideraba
normal. Podía sentir las vibraciones de mis frías manos
hasta la calentura de mi rojizo rostro.

Observé a Saúl caminar pausadamente hacia mí… toma mi


mano y me acompaña hasta la mesa del comedor. Nuestra
mirada permanece fija, esos ojos me seducen e hipnotizan
como si no existiera nadie a nuestro alrededor; avanzamos
tres lentos y tortuosos pasos y estamos frente a frente.
Cierro los ojos al sentir su aliento tan cerca y sus labios
toman los míos con suavidad. Se aleja rápidamente ante
los comentarios de su madre sin embargo yo solo puedo
escuchar el fuerte retumbar de mi corazón.

La tarde fue estupenda. Su familia es muy cariñosa, muy


contraria a lo que había imaginado. Disiparon mis dudas,
los miedos pero sobre todo dejaron abierta la posibilidad
de una relación real, donde los sentimientos intervienen,
donde él me quiere.

- Mamá tenemos que irnos –se despedía Saúl- mañana


tenemos que trabajar.

- Pero podrían pasar la noche aquí, mañana salen


temprano para la ciudad –trataba de convencerlo

- Madre, lo siento. Andrea tiene una reunión importante…

- ¿Es verdad Andrea? –me mira con una mueca de


tristeza- Podrían salir mañana a primera hora.

- Miré a Saúl disculpándome al no poderme negar una


invitación de su mamá- Claro, podemos quedarnos –sonreí
al ver la felicidad en la cara de Sarah

Sarah toma unas copas de champán y me entrega una.

- Bueno ofrezco un brindis: ¡Por el gusto de conocerte


Andrea! ¡Bienvenida a nuestra familia!

- ¡Salud!

Estas muestras de cariño tan sinceras me alegraban el


alma, el corazón y hasta la mente. Mi sonrisa boba se
plasma en mis labios una vez más. Mi sonrisa, puedo
confirmar, es sincera.
- Por aquí Andrea- la mano de Sarah me lleva hasta la
habitación, Saúl nos sigue con ese porte soberbio.

- Ustedes pasarán la noche aquí –sonríe complacida-


Saúl por favor, le indicas a Andrea donde están las cosas.

- Si mamá –resopla

- Que pasen una linda noche –esboza una sonrisa pícara


ante lo que agregará-. Espero unos lindos nietecitos de tu
parte Andrea – los colores se me suben al rostro de
inmediato.

- Mamá… eso será más adelante.

- Bueno ya lo sabes –toma mi mano y lanza un guiño- por


si se les escapa- se ríe sonoramente y se retira.

Saúl movió la cabeza por los comentarios de su madre y


cierra la puerta de golpe. La pulcra habitación decorada en
tonos grises era de Saúl, la gran ventana frente a la cama
tenía una hermosa vista del jardín de la casa. Saúl entra por
una puerta a lo que sería el walking closet para alcanzarme
un pijama.

Me concentro en buscar mi celular al sentir su vibrar.

- Iré a tomar una ducha – dijo al ver que quien llamaba


era mi madre. Y así lo hizo.

- ¿¡Aló mamá!? – contesté feliz, sentándome sobre la


cama

- Andrea, vi tu foto en el periódico. Tu padre está


orgulloso alardeando con sus amigos –bromeaba.

- Mamá, qué cosas dices… -me reí emocionada.


- Es la primera vez que te escucho reír de esa manera
hija… -su voz se entrecortó supuse que estaba llorando-. Leí
la nota de tu… relación con ese hombre.

- Si mamá, estoy saliendo con Saúl –aspiré profundo

- Espero seas feliz hija, si es capaz de hacerte sonreír


nuevamente, realmente me agrada. – su voz se entrecorta
otra vez

- ¡Me parece un excelente tipo! -Escuché el grito de mi


padre en el fondo

Las fuertes risas se escuchaban a través del celular, sin


embargo las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.
Esta vez no eran lágrimas de dolor, ni decepción eran
lágrimas de felicidad y de amor. Después de mucho tiempo
me sentía libre, me sentía feliz pero sobre todo me sentía
bien conmigo misma.

Me convencí que las cosas buenas pasan a su debido


tiempo, era el momento de ser mejor, era mi momento de
ser feliz. Porque las cosas malas quedaron atrás, porque
todo lo que soporté me hizo más fuerte y porque… el amor
inunda mi corazón nuevamente.

Celos

A la mañana siguiente la despedida fue sin duda


conmovedora, ellos me recibieron con los brazos abiertos
brindándome su amor de familia algo que sin duda
valoraba.

- ¿Sabes? Tu familia es muy agradable… - lo miro, él no


aparta la vista de la carretera
- Me complace escucharlo -Toma mi mano y la lleva
hasta sus labios implantando un suave beso en ella,
despertando cada poro de mi cuerpo al contacto.

Y ahí estoy… mirando la escena, perdida en esos pequeños


detalles que exaltan los latidos de mi corazón, sintiéndome
tan vulnerable y a merced de su voluntad.

Durante el trabajo en la oficina no puedo evitar pensar en


Saúl. Tengo plasmada una sonrisa boba en mis labios
imposible de borrar, que me recuerda a él…

- El amor, el amor, el amor… -entra Estela a mi oficina- ¡Ey!


¿Qué le hiciste a mi amiga? –entrecierra los ojos tratando
de adivinar el motivo de mi sonrisa

- ¡Estela! Soy yo, solo… un tantito más feliz -es imposible


dejar de sonreír

- Así veo. ¿Y a qué se debe tanta felicidad?

- Pues… conocí a la familia de Saúl el día de ayer.

- ¿De verdad? – la pelirroja no lo podía creer,


acercándose rápidamente hasta el escritorio- Entonces…
¿su relación va en serio?

- Supongo que sí.

- ¡Te perdí Andrea! –resopla dejando caer sus hombros,


con una actitud casi derrotada- Estas enamorada de ese
hombre, aunque no me agrade debo aceptar que si te hace
sonreír de esa manera es un buen tipo –parecía dar tregua
a sus intentos por separarnos- ¿Y su familia te trató bien?
- Sí, fueron muy amables conmigo. Sobre todo su mamá,
es una mujer encantadora y afectuosa.

- ¡Vaya! ¡te ganaste a tu suegra!! ¡Muy bien amiga! –


exclamaba con sorpresa-. Me encanta verte feliz, pero… -
parecía dudar en decir lo que pensaba, cambiando su
alegría por preocupación en un instante - espero que Saúl
sienta lo mismo por ti. No quiero que te ilusiones por nada…
-y con estas palabras destruía mi sonrisa.

En ese momento retumban por mi cabeza las palabras de


Alejandro durante la fiesta: “ojalá y no termines tan mal
como las anteriores”. "Tan mal como las anteriores..."

Por el mismo hecho de ser casi imposible averiguar si


realmente siente algo por mí, la duda empieza a crecer
como una fruta empieza a madurar, de manera tan
silenciosa, tan sutil casi imperceptible.

- ¡No me hagas caso! Son tonterías… -respira


profundamente para recuperar su sonrisa- Tú solo disfruta
de tu felicidad. Por cierto, Andrea, Daniel me pidió que te
avisara sobre una reunión con Alejandro Ramírez para el
próximo miércoles a las 8:00am.

- ¿Yo? ¿Por qué?

- Al parecer solicitó que seas tú, exclusivamente, su


asesor –se encoge de hombros- ¿Lo conoces? –
preguntaba la pelirroja confundida

- Si lo conozco -ese tipo era un verdadero patán- y no me


agrada para nada –fruncí el ceño

Algo estaba tramando ese tipo, pero ¿por qué conmigo?


¿Me estaba considerando como una opción para irritar a
Saúl? Debe estar loco- pensé
- Trataré de hablar con Daniel para cambiar de asesor,
espero me entienda -afilé la mirada y salí de la oficina

Así lo hice, traté de explicarle a Daniel los motivos de mi


rechazo a tomar las cuentas de Alejandro Ramírez, pero se
negó rotundamente alegando a la condición del Señor
Ramírez que si no era yo quien tomaba sus cuentas, no
continuaría trabajando con nosotros.

- No Andrea, ésta vez no puedo hacer nada por ti.


Tomarás esa cuenta sí o sí ¡¿Quedó claro?! –sentenció
Daniel, irritado.

Sabía que Daniel no entendía de razones cuando se trataba


de negocios, sobre todo cuando se trataba de una persona
tan importante como Ramírez. Y éste se había aprovechado
de esa ventaja, no podría negarme ante las órdenes de mis
superiores y mucho menos al estar en juego una gran
cantidad de dinero. Solo quedaba esperar, si algo tramaba
muy pronto lo descubriría.

Mientras tanto el timbre del celular llama mi atención.

“Andrea tenemos un evento en dos semanas, ¿podríamos


reunirnos por la noche? Para coordinar algunos detalles de
la presentación” Recibido 10:30am

“Lo siento hoy no puedo" Enviado 10:31am . Con tanto


alboroto a mi alrededor sabía que hoy no era un buen día
para reunirme con Esteban.

¿Para mañana? Recibido 10:31 am

“Nos vemos mañana en la noche a las 7:30 pm” Enviado


10:31am


Quedé en reunirme con Esteban y Karen por la noche,
necesitaban coordinar sobre los atuendos que se
estrenarían en el siguiente evento de Maxwell. Cuando salí
del trabajo me dirigí inmediatamente a la cafetería de Caro.

- ¡Hola Andrea! – saluda la morocha al otro lado del


mostrador.

- ¡Hola Caro! –la saludo-. Voy a esperar a unos amigos


¿sí? –ocupo la mesa cerca del mostrador.

- Claro. ¿te traigo lo de siempre? –asiento


inmediatamente, revisando mi celular.

“Andrea paso por ti a las 8:00pm” Enviado 7:00pm

“Estaré en la cafetería de Caro, me buscas allí. Besos”


– Enviado 7:01 pm

- ¡Hola! –saluda Esteban con un beso en la mejilla y una


hermosa sonrisa en sus labios- Karen llegará en unos
minutos, se le presentó una reunión de última hora –se
sienta a mi lado

- ¡Oh! No hay problema. Entiendo perfectamente esas


reuniones…–contesté comprendiendo la situación.

- No hemos tenido tiempo a solas para conversar –me


mira y sonríe algo nervioso.

- Hace poco nos rencontramos, además hablar sobre el


pasado no tiene caso –un pequeño temblor en mis manos
se hace presente al no querer recordar nuestro pasado

- Tienes razón. Estas… muy cambiada –y en ese


momento me doy cuenta que él no ha cambiado nada, sin
embargo sus ojos me inquietan un poco
- ¡Son años sin vernos Esteban! –exclamo apartando la
mirada de su rostro.

- ¿Eres feliz? –pregunta con el rostro lleno de nostalgia.

- Lo soy –sonrío- Al igual que tú -

- Así es –asiente y sonríe cálidamente-

Aquel encuentro era un poco incómodo, la mirada de


Esteban que una vez me transmitió paz ahora me
inquietaba. Como si nuestra amistad pendiera de un
delgado y fino hilo que de hacer algún movimiento
imprudente o brusco pudiera acabar con mi tranquilidad.

- ¿Andrea puedes recoger tu bebida? La dejé sobre el


mostrador –decía Caro llevando sobre sus manos una
bandeja llena de postres, en dirección a una mesa.

- Si claro –contesté, rehuyendo de la conversación

Tomo la bebida del mostrador y camino de regreso a la


mesa, dejo el café y me percato que no tengo azúcar. Al
levantarme descuidadamente a tomar unos sobres, Caro se
acerca con la bandeja sin percatarse de mi improvisada
reacción. Estoy a punto de caer de espaldas contra el piso,
cuando Esteban de manera rápida toma de mi cintura y jala
de ella hasta presionarme contra su cuerpo, lo escucho y
siento su profunda respiración.

Durante cinco segundos estoy frente a él, su mano aún


presiona fuerte mi cintura impidiendo que pueda
separarme. El corazón me palpita rápidamente por la
sorpresa, sin dejar de mirar esos profundos y cálidos ojos
verdes escucho a Caro disculparse y el sonido de la
campana de la puerta cuando alguien entra.
- ¡Esteban Montreall! –exclama Saúl. .

Esteban logra reaccionar al escuchar su voz y en


automático me aleja. Miro a Saúl aún con la sorpresa
plasmada en el rostro y cierto miedo de lo que pueda
pensar. Pero permanece estoico frente a nosotros, con la
mandíbula ajustada.

- Saúl ¿Qué tal? -lo saluda Esteban avergonzado por lo


que hizo.

- Lo siento Andrea, no fue mi intención –se disculpa Caro,


apenada.

- No te preocupes Caro, no me pasó nada –contesté,


tratando de calmar mis nervios. Sentía mi rostro arder
mientras un vorágine de miedo y aturdimiento se
apoderaban de mí

- Andrea, deberíamos irnos –ordena con voz grave pero


sin perder ni un minuto de vista a Esteban. Su mirada era
afilada, atemorizante y desafiante, volviéndome tan
pequeña ante él, como un pequeño conejo ante la mirada
de un lobo feroz.

- Esteban, creo que es mejor que me vaya. Otro día


conversamos ¿sí? – tomo mis cosas y avanzo al lado de
Saúl.

Al caminar veo un “lo siento” dibujado en el rostro de mi


amiga, y en Esteban un arrepentimiento por los problemas
ocasionados a pesar de tener las mejores intenciones al
evitar mi caída, pues considero que esos segundos en los
que me observó fijamente fueron inadecuados para ambos.

Las palabras de Saúl retumbaron en mi cerebro como una


orden, camino a su lado, pero él no me mira. Subo al auto,
mis labios vibran y mi corazón palpita ansioso por saber su
reacción, aun cuando mantiene su mirada fija en la
ventana. Me siento culpable al ser yo misma quien
ocasionó todos estos malentendidos, al ser yo la única
causante de mi dolor.

- Hemos llegado – la voz del chofer rompe el silencio


entre nosotros.

El chofer abre mi puerta y me ayuda a bajar. Veo a Saúl


avanzar y camino tras él. Abre la puerta de su casa y como
siempre deja sus objetos personales sobre la consola de la
entrada y desabrocha sus dos botones de la camisa con
evidente fastidio.

Se dirige hasta el bar y lo sigo. Sirve dos vasos de whisky,


uno lo pone a mi lado de la barra y el otro se la toma de un
solo trago. Camino lentamente hacía la barra, doy un sorbo
de mi vaso y el sabor es horrible, muy fuerte para mi gusto.
Sin embargo logran calmar los nervios que me aguijonean
como espinas.

Una media sonrisa arrogante curva sus labios al observar


mi reacción. Llena su vaso y lo lleva con él en dirección a su
habitación. Sé que está enojado, por ello decido quedarme
en ese lugar, sentada sobre los banquillos negros
esperando su próximo paso, ensimismada y taciturna tras
el tenso silencio de la habitación.

Tratando de controlar mis nervios he terminado mi bebida,


intento ponerme de pie pero las piernas son una gelatina.

<¡Maldita sea Andrea! ¡Cómo es posible que no puedas


controlar tu propio cuerpo!> me recrimino.
Hago mi mejor esfuerzo y avanzo hasta el sofá, mi cabeza
parece una montaña rusa, moviendo en círculos todos los
objetos del lugar. Entiendo que he tomado demás, dejo caer
mi cuerpo sobre el respaldar del sofá y cierro los ojos.

Cuando logro abrir los ojos, el reloj de la mesa de noche


indica las 3:00am. Miro detenidamente la mesita y reparo
que estaba acostada sobre la cama del dormitorio. Volteo
apresuradamente buscando a Saúl. Mis labios se curvan
ligeramente al observarlo dormir plácidamente a mi lado,
boca arriba.

Me acuesto a su lado en silencio, contemplando su sensual


y perfecto rostro. Pasan por mi mente miles de ideas que
puede estar pensando pues a pesar de no haber
pronunciado palabra alguna, el silencio fue el peor castigo.

- ¿Por qué tomaste todo el trago? – me sobresalto al


escuchar su voz,

- E.. Estaba… nerviosa –agacho la mirada

- ¿Me tienes miedo? – mira con la punta del ojo, sin


moverse.

- No… -musito muy bajo-. Bueno… estabas molesto.

- Así es –acepta tajantemente- pero no contigo –voltea


su cabeza para mirarme

- Lo siento, fue un accidente –trato de mirarlo

- Entiende Andrea, no estaba molesto por eso –lo miré


incrédula-. No me gusta que te acerques a Esteban, no me
agrada la manera como te mira.
- Pero Esteban… tiene su novia -trataba de justificar al
rubio pero al mismo tiempo intentaba creer que no se
atrevería a intentar otra cosa.

- Andrea… -respira hondo.

Se pone de lado, me ofrece su abrazo y me acerco a él, me


envuelve en un cálido y reconfortante abrazo. Mi corazón
se agita al mismo tiempo que encuentra sosiego.

- Eres mía y no voy a permitir que nadie te ponga las


manos encima ¿entiendes? -su rostro reflejaba convicción y
serenidad al decir estas palabras.

Y es ahí donde el aturdimiento me juega una mala pasada,


queriendo descubrir si realmente siente algo por mí.

- ¿T… Tú… tú me quieres? –tartamudee al preguntar.


Podía sentir el acelerado ritmo de mi corazón a través de
mi pecho, como si quisiera saltar y aferrarse al suyo hasta
sentirse correspondido. .

- Tú… -se levanta un poco, hasta quedar sobre mí- me


encantas –susurra, al mismo tiempo cierro mis ojos al
sentir el suave y delicado beso- te deseo tanto –vuelve a
besarme con más ganas.

Siento mi cuerpo vibrar con urgencia por él y aprieto fuerte


de las sábanas tratando de controlar el deseo de
corresponderle. Pero es inútil, todo mi auto control se fue a
la mierda, junto con mi dignidad. Suelto el agarre de las
sábanas para aferrarme a su fuerte y moldeado dorso,
mientras su lengua invade mi boca desesperadamente.

Una urgencia por él me recorre por entero, mi respiración se


agita al sentir el roce de su entrepierna. Jadeo al sentir el
rastro de humedad que dejan sus labios cuando bajan a mi
cuello y deslizo mis manos por sus suaves cabellos
castaños, embriagándome de su aroma. Muerde
suavemente del lóbulo de mi oreja y un gemido escapa de
mis labios.

- Te quiero… –susurra con su voz ronca justo en el


momento en que menos lo espero.

Mis ojos se abren de par en par como si un toque de


electricidad recorriera todo mi cuerpo, desde la punta de
los pies hasta mi cerebro, sin darle opción a reaccionar.

Después de varios segundos en ese estado, una boba


sonrisa se pega como calcomanía a mis labios y mis
ojos buscan los suyos. Mis piernas tiemblan y mi corazón
retumba con más fuerza al sentir su profunda mirada y esa
media sonrisa arrogante que me encanta. Porque sabe lo
que esa frase significa, porque sabe lo que me hace sentir
porque sabe que yo lo quiero.

Al día siguiente, aún no podía creer su confesión de la


noche anterior. Era una sensación de felicidad inexplicable,
como si todo estuviera a mis pies. El corazón se me estruja
y se libera con más felicidad, mi cuerpo no es capaz de
soportar tanta alegría.

Soy un manojo de nervios queriendo gritar de felicidad, que


mueren por salir como pequeños gritos eufóricos y contar a
todo el mundo lo feliz que soy nuevamente.

Para cuando llegué al Banco, Daniel solicitó una reunión


solo para coordinar algunos detalles de la reunión del
sábado con aquel sujeto aún desconocido. Para mi
sorpresa, el señor desconocido venía del extranjero.
Al salir, encuentro a Estela junto a Esteban en mi oficina
conversando amenamente, como dos viejos amigos. Me
incomoda su presencia al recordar lo sucedido el día
anterior.

- ¡Andrea! –exclama la pelirroja emocionada de tener


frente a ella a Esteban- te estábamos esperando

- Hola –dice Esteban, poniéndose de pie.

- Hola Esteban –lo miro seria

- Yo… los dejo solos –Estela se dio cuenta


inmediatamente sobre qué hablaría con Esteban, sobre
todo porque era un hecho que Caro la puso al tanto de lo
sucedido- después hablamos – se despide de Esteban y
sale.

- Andrea… Siento mucho lo de anoche, no fue mi


intención causar un malentendido entre ustedes –se
explica acongojado

- No te preocupes por eso. –contesté con la intención de


cerrar ese tema

- En verdad lo siento, no sé que me pasó -se explicaba


algo nervioso- no quise... tomarte de esa manera... solo fue
un momento de confusión... discúlpame.

- Esteban, todo fue aclarado. Saúl entendió


perfectamente que fue un accidente. Por favor olvidemos
esto -sonreí de manera tan cálida como él lo hacía, para
tratar de calmar su ansiedad.

- Está bien, dejemos ese tema atrás -su rostro parece


haber encontrado la calma nuevamente
- Aprovechemos que estas aquí y cuéntame sobre la
nueva presentación.

- Sí, vine a dejarte estos documentos -con un movimiento


torpe recoge unos documentos de la silla y me los entrega-
Todo lo correspondiente al evento estará explicado
detalladamente ahí. Se te estará enviando un atuendo unos
días antes para la prueba correspondiente y… -parecía un
poco incómodo- cualquier duda puedes llamarme.

- Muy bien, por la noche leeré el documento y cualquier


consulta te la haré saber

- Bueno, me tengo que ir. Nuevamente, lo siento -se


disculpa, su rostro permanece con cierta angustia y duda
de preguntar si realmente estaba siendo sincera con él.

- Nos vemos Esteban… Y no te preocupes más -Y salió

Esteban estaba arrepentido y a la vez preocupado por el


simple hecho de ser él la razón, una vez más, de ocasionar
un problema en mi vida. Aunque todo terminó mejor de lo
que imaginé, sabía que Saúl no soportaría encontrarme con
Esteban otra vez.

- Ahora sí… Cuéntame todo –Estela entraba- ¿Por qué tu


cara no refleja tristeza después de tener una pelea por
culpa de ese bombón? –tenía una sonrisa engreída
señalando la puerta en referencia a Esteban

- Todo fue aclarado –la miro, trato de mantener mi rostro


serio pero una sonrisa me delata

- Esa sonrisa pícara me dice todo –se burla-. ¿Entonces


está todo bien entre ustedes?

- Sí, hasta podría decirte que estamos mucho mejor.


- ¿Por qué? ¿Qué pasó? –la pelirroja no podía ocultar su
curiosidad- ¡¡Cuéntame!!

- Pues… ¡¡Me quiere!! ¡¡Lo dijo!! –exclamé de felicidad,


sonriendo de oreja a oreja

- ¿En serio? –la mirada de la pelirroja cambiaba


rápidamente, de un rostro sorprendido a uno lleno de
alegría- ¡No! ¿En serio? ¡Ahhhhhhh!!!!!!

- ¡¡Siiiiii!! –grite bajito

- ¿Y como harás con este bombón? Supongo que Saúl lo


detesta y con el carácter que se maneja tu "noviecito" no
creo que le agrade la idea de tener a Esteban cerca de ti –
Estela como siempre bajándome de mi nube de felicidad.

- ¿A qué te refieres? –

- Esteban me contó lo de Maxwell –levanta una ceja-


¿Cuándo pensabas decirme de tu contrato con ellos?

- Cuando se dé la oportunidad –encogí los hombros-

- Muy bien, niña. ¡Esto debemos celebrarlo! ¡Ohhh siii!!! Y


ni te atrevas a decirme que tu "noviecito" no quiere, porque
esto es por ti no por él.

- Pero… Estela por favor…– intenté rogarle para que


entienda mis razones pero ni me dejó terminar.

- El viernes en la noche, tú ya sabes dónde – me apunta


con su dedo amenazador y sale con una sonrisa orgullosa,
como si hubiese ganado una batalla.

No podría negarme a la invitación de la pelirroja, de no


asistir no volvería a dirigirme palabra alguna por el resto de
mi vida, sin exagerar. Ahora solo faltaba convencer a Saúl
de asistir conmigo.

Por la noche, Saúl me invitó a cenar. Me llevó a un lindo


restaurante francés, con su decoración chic, las cómodas
sillas y sillones blancos contrastaban con la decoración de
cobre y asientos de madera, brindándole un ambiente
relajado especialmente acogedor.

Agradecí haber pasado por mi casa a cambiarme de ropa,


llevaba un sencillo vestido de mezclilla en corte A, largo
hasta las rodillas. Y unos zapatos stilettos en color rojo que
resaltaban en mis pálidas piernas, pero combinaban con la
delgada correa en mi cintura.

Saúl se veía tan encantador y perfecto como siempre en su


traje gris. Su fuerte y definida mandíbula lo hacen ver más
seductor. Sus cabellos castaños están perfectamente
peinados y su actitud arrogante no quita lo caballero que
puede ser.

- Andrea estaré ocupado por unos días, se han


presentado algunos problemas en la empresa

- ¿Uhm? –levanté la mirada hasta su rostro- ¿Qué clase


de problemas?

- Hemos tenido problemas con un proyecto y la Junta


directiva está tomando cartas en el asunto –resopla con
evidente fastidio-. Pero nada que no se pueda solucionar -

- Entiendo. Quería… -muerdo mi labio pronunciando con


duda la invitación a la fiesta- invitarte el viernes a una
reunión con mis amigas.
- ¿Con Estela? –levanta una ceja. Asentí- No creo que
pueda asistir.

- Entiendo. Yo… si iré.

- Bueno, si te parece bien… adelante –su rostro parece


imperturbable, como si no le importara-

Considero su preocupación por los problemas de su


empresa una de las causas para estar tan indiferente pero
igual me molesta su actitud.

Mientras cenamos en completo silencio, una suave y


delicada voz parece saludarlo. Al levantar la mirada
observo a una hermosa y esbelta mujer prácticamente
coqueteando con él. Era rubia, de ojos azules intensos, con
una sonrisa descarada y él le corresponde con su actitud
petulante.

<¡Maldita sea!> Los celos se apoderan de mí y me siento


tan inquieta.

Le lanzo una mirada de esas capaces de matar a


cualquiera, sin embargo solo esboza una amplia sonrisa
arrogante de medio lado.

- Samantha ella es Andrea, mi novia -pronuncia


inesperadamente, lo cual me hace cambiar rápidamente mi
actitud.

- ¡Oh! Tu novia -pronuncia casi arrastrando las palabras


como si le desagradara- Un gusto conocerte

- El gusto es mío -correspondo el saludo con una sonrisa


fingida. Puedo notar que él mantiene su sonrisa, como si
disfrutara verme celosa.
- Bueno, los dejo disfrutar de su noche -la mujer vuelve a
mirarme- Nos vemos mañana Saúl -se despide con un beso
en su mejilla.

Eso si sobrepasaba todo lo que podía soportar, respiré


profundamente para controlarme y no lanzarle lo primero
que encontraba por descarada. Mi rostro mantuvo la
fingida sonrisa hasta que desapareció de mi vista.

- ¿Te pasa algo? -enarca una ceja. Aunque quisiera


borrarle la sonrisa y salir del lugar, no me atrevo. Puedo
sentir la sangre correr por mi rostro.

- No, estoy perfectamente bien -contesté con sarcasmo,


fingiendo mi sonrisa.

- No lo parece.

- Será mejor que me vaya, no quiero interferir en sus


planes -señalé con la mirada a la mujer, quien a pesar de
estar sentada a dos mesas más allá, estaba pendiente de
Saúl.

- ¿Acaso estas... celosa? -replica. Sí, estaba celosa pero


no lo iba a reconocer, no para incrementar su ego.

- ¿Podemos irnos o te quedarás esperando a que


regrese? -cuestioné sin darme cuenta del tono de mis
palabras.

- Vámonos -ordenó, perdiendo la sonrisa arrogante y


tensando su mandíbula.

Subimos al auto y simplemente no estaba dispuesta a


disculparme, él era el único culpable de lo sucedido.

Cuando llegamos a su casa, el auto se estaciona en el


jardín y antes de bajar puedo escuchar claramente lo que
murmura entre dientes: "con que celosa" sin embargo me
limito a bajar del auto.

Abre la puerta de su casa por mí, entra y como siempre


como una rutina deja sus cosas sobre la mesita,
desabrocha sus dos botones de la camisa y se voltea
hacía mí.

- ¿Y ahora quién esta celosa? -se acerca con una mirada


retadora, casi intimidante. Retrocedo por instinto
manteniendo la mirada fija en sus ojos, los cuales brillan
con un deseo insaciable.

Me acorrala contra la pared, apoyando un brazo a la altura


de mi rostro y el otro cerca a mi cintura. Mi pecho empieza
a moverse debido a mi errática respiración mientras mi
corazón envía alarmas a todo mi cuerpo al sentir su pesada
respiración sobre mi rostro.

Y en cuestión de segundos todo la molestia y el coraje se


convierte en deseo de tenerlo sobre mí. Sus ojos me
estremecen, despiertan una ansiedad incontrolable en mi
entrepierna la cual es casi imposible de controlar.

Me lanzo a sus brazos y él con una habilidad única me


levanta en vilo, mis piernas automáticamente rodean su
cintura. Me besa con una ferocidad única y me pierdo por
completo en sus labios,mientras él camina con destreza sin
siquiera mirar el camino, hasta su habitación. No puedo
pensar en nada más que en él, en sus besos, sus caricias y
en sus suaves manos sobre mi trasero.

Sus besos me estremecen, hacen mi cuerpo arder


desesperado por tenerlo dentro de mí y el corazón late
frenético mientras mis manos toman sus cabellos. Sus
manos aprietan mis glúteos con fuerza mientras nuestras
lenguas parecen batallar en un beso.

Me deja caer sobre la cama y empieza a quitarse la camisa,


observo fijamente su marcado abdomen hasta su notable
erección. Muerdo mi labio al verlo y empiezo a quitar mi
vestido pues los zapatos lo perdí en algún lugar de la casa.
Se acerca a mí para besarme con ansiedad, baja por mi
cuello y se pierde en mis pechos.

Quita mi sostén con habilidad liberando mi pecho en sus


labios. Su mirada denota pasión, deseo y excitación. Su
mano baja hasta mi entrepierna y empieza a jugar con el
punto más placentero, provocando que mi cuerpo se
arquee de placer y los gemidos sean más sonoros.

- Dime que me quieres dentro -expresa con evidente


excitación, mientras me observa gemir.

- Yo... Quiero... - trato de hablar pero el placer obnubila mi


mente y las palabras simplemente se vuelven
impronunciables. Su sonrisa arrogante aparece al notar el
placer en mi cuerpo.

Baja mi trusa con facilidad y quita la de él, dejándome


sentir su erección por mis piernas. Abre de ellas con
facilidad y acaricio desde su pecho hasta su cintura. Luego
bajo las manos siguiendo el camino de sus abdominales
inferiores hasta su enorme y endurecido miembro,
guiándolo hasta mi entrada húmeda y deseosa por él. Al
parecer era yo quien se entregaba.

Besa mis labios ahogando sus gemidos en ellos. Su fuerte


ingreso me hace jadear de placer. Mi piel arde por la
calentura, por la excitación y por el deseo de sentirlo
completamente adentro. Las estocadas son enérgicas, con
más fuerza, como nunca antes. Mi boca se abre de placer
gimiendo y jadeando una y otra vez.

Y en ese momento olvidé todas y cada una de las cosas


que me molestaban. Solo podía disfrutar de sus caricias, de
sus besos y del placer que solo él podía regalarme.

Un encuentro anunciado

La vida te presenta señales tan evidentes para muchos


como ajenos e ignorantes para otros. Como si se tratase de
una crónica para un encuentro anunciado. Un fatídico
momento en mi vida, tan previsible, tan inevitable y
desastroso.

El día transcurrió tan rápido, ocupada a mil tratando de


terminar la presentación de mañana y por otro lado
escuchando los planes de Estela para la ansiada fiesta de
“solo chicas”. Conocía muy bien a la pelirroja para saber
que no estaríamos solas y a pesar de ser una simple fiesta
tenía una extraña sensación.

Pasaban de las ocho y la pelirroja no daba señales de vida.


Ni una llamada, ni un mensaje a pesar de ser tan insistente
durante todo el día.

Como Saúl no me acompañaría preferí usar unas leggins


negros de cuero y unos botines del mismo color en taco
aguja; combinados con una blusa dorada de lentejuelas. Mi
cabello en ondas caía sobre mi rostro.

— ¡¡Andrea!! –una de las pésimas costumbres de la


pelirroja era gritar desde la puerta en lugar de tocar
educadamente.

— ¿Cuándo aprenderás? –Abrí la puerta y enarqué una


ceja preguntándole.
— ¿Cuándo te acostumbrarás? –resopla ensanchando
una sonrisa-. Niña el amor te sienta bien, estas muy linda –
mira detenidamente mi atuendo.

— Jamás me acostumbraré y gracias por lo de linda –le


sonrío

— Vamos, Austin está esperando abajo –dice la pelirroja


avanzando por el pasadizo. Respiro profundamente pues
no me parece muy buena la idea que Austin nos acompañe.

— Pensé que sería una noche de “solo chicas” –


enfatizando la frase solo chicas mientras camino a su lado.

— Es solo Austin –dice restándole importancia

Al salir la pelirroja se dirige a un lujoso auto negro


estacionado frente a mi casa. Un escalofrío me recorrió por
entero y por un momento la angustia, el miedo y la
ansiedad paralizaron mi cuerpo por completo, hasta mi
corazón dejó de latir por unos segundos ante la presencia
del brillante auto. Ese que incontable veces se estacionó
frente a mi casa, el que fue testigo de mi gran amor e
inevitablemente me recuerda a... Evan.

— No… no puede ser -balbucee para mí.

— ¡Vamos Andrea! -insiste la pelirroja, subiendo al asiento


delantero.

En cuanto reconozco el rostro de la persona dentro del


auto, mi alma vuelve al cuerpo. Intento coordinar lo mejor
posible mis pasos hasta el interior para evitar caer.

— Hola Andrea -saluda Austin


— Ho… Hola – contesto evitando mirarlo. Estoy segura
que percibe la incomodidad, los nervios y sobre todo el
dolor que siento al estar en ese auto.

La pelirroja empieza a jugar con su celular conversando de


un tema que sinceramente me tiene sin cuidado. Austin se
pone en marcha, plantando sus azules ojos en el espejo
retrovisor. Puedo sentir su mirada y la culpa en ella. Parece
querer decir algo pero no se atreve.

En el pub, Caro como siempre nos esperaba cerca a la


barra al lado de Gus.

— Amigaaaaa –saluda contenta abrazándome-. Me


enteré de la noticia ahhhh–gritaba dando saltitos de
emoción sobre su sitio-. ¡¡¡Felicitaciones!!

— ¡¡Gracias Caro!! –sonreí.

— ¿Lo de siempre? –Pregunta Gus,

— ¡Hola Gus! Quiero un shot de tequila –ambos me


miraron sorprendidos. Sirviéndolo con total habilidad y
rapidez.

La pelirroja se mantiene ajena a todo esto, debido al


encuentro de Austin con unos amigos al entrar al lugar.
Tomo el trago de uno solo, para dirigirme a la morocha.

— ¡Vamos a bailar Caro! –dije eufórica, sintiendo un


fuerte ardor en mi garganta.

Caro me acompaña algo sorprendida, pero sin hacer una


sola pregunta y agradezco por ello. El sonido estridente de
la música, los movimientos desenfrenados al bailar, las
intermitentes luces fosforescentes, la multitud eufórica a
mi alrededor y sobre todo el efecto del alcohol me
envuelven en una especie de aturdimiento mental.

No percibo el acercamiento de la pelirroja con Austin


chocando irremediablemente contra éste, en ese momento
las luces se apagan y una especie de humo empieza a
recorrer el lugar.

Austin sostiene mis hombros por la espalda. Volteo


pausadamente sin poder evitar confundirlo ante la
oscuridad…

— E… Ev… Evan -pronuncio tan bajo, que es casi imposible


que lo escuche. Mientras mi mente me juega en contra
haciendo que el ruido y las personas a mi alrededor
desaparezcan.

Intento acariciar su rostro cuando las luces se encienden


otra vez, lo observo aturdida y descubro la razón por la que
me molesta su presencia… se parece tanto a él excepto por
la mirada. Observo a mi alrededor y los ojos de mis amigas
están sobre mi sin comprender lo que pasa por mi mente,
en ese momento todo empieza a dar vueltas nuevamente,
unas incontrolables náuseas se hacen presentes
despertando mi aturdida cabeza. Corro hacia los baños,
esquivando lo mejor que puedo a las personas a mi
alrededor.

- ¡Andrea! -escucho gritar mi nombre pero no volteo.

— ¡Andrea! -Austin me detiene del brazo en la puerta del


baño-. Yo… lo siento,

— Tú no eres quien debería disculparse -contesté sin


mirarlo, zafando su agarre-. Yo… realmente lo siento… por
todo y cada una de las cosas que pasaron –fui sincera, él
no tenía ninguna culpa, él solo era una víctima más. Entro al
baño sin decir más.

Estela y Caro entran, al parecer estuvieron escuchando mi


conversación con Austin. Y no es como si me hubiesen
descubierto haciendo algo indebido, simplemente expuse
mi lado más débil.

— ¿Estás bien? – Caro es la primera en hablar al


verme lavando mi rostro.

— Sí, estoy bien –sonreí pero no era sincera

— ¿Qué fue todo eso? –preguntó Estela desconcertada

— Nada, solo… solo…

— ¿Nada? –interrumpió la pelirroja con sarcasmo- eso no


es nada Andrea. ¿Qué rayos te pasa? Sé sincera por
primera vez en tu vida –gritó molesta. Caro la observó
inquieta, era la primera vez que me alzaba la voz-. Aún
piensas en Evan, tú… aún lo amas por eso actúas así. No te
das cuenta, perdiste muchos años por él, perdiste a tus
amigos, a tu familia y ahora ¿qué? ¿Piensas perder a la
única persona que te ha interesado por un estúpido
recuerdo? Evan ni siquiera está presente, no lo está
¡entiéndelo!

Unas lágrimas cayeron por mis mejillas, la pelirroja tenía


razón, sus palabras atravesaron mi corazón como una
daga, aun cuando (sabia que) todo era cierto. Evan no
estaba más, solo su estúpido recuerdo me atormentaba.

— Andrea –suspira expulsando su malhumor- no te digo


esto porque quiera lastimarte, al contrario, sabes que te
considero una hermana y todos estos años de conocerte te
he visto sufrir por un estúpido recuerdo, por un hombre que
nunca aparece y no creo que lo haga.

— Y en estas últimas semanas has cambiado para bien,


sonríes más, te ves más segura de ti misma, incluso te
vistes mucho mejor –agrega Caro sonriendo

— Sí y aunque me cueste aceptarlo todo es gracias a Saúl


–interviene la pelirroja cambiando su semblante por una
sonrisa comprensiva.

Estoy inmensamente agradecida con la vida, por tener a


estas buenas amigas a mi lado, siempre aconsejándome,
siempre tan sinceras y siendo siempre mi apoyo y
consuelo.

— Disculpa si me exalté un poco, no solo fue por los


celos al ver a mi mejor amiga acariciar el rostro de mi novio
–agregó Estela en tono sarcástico- sino por ti, porque me
preocupas –me abraza y Caro se nos une.

— ¡LAS QUIERO!

— ¡¡Bahh!! Dejémonos de cursilerías, vayamos a disfrutar


un poco más de la noche -agrega Caro.

Y así lo hicimos, bailamos un rato más antes de ir a casa.


Austin se mantuvo distante, con la mirada solapada me
observaba. Atribuí su accionar por lo acontecido minutos
antes.

— ¡Evan! – me despierto de golpe, con el sudor en mi


frente y la respiración agitada.

He soñado con él y estoy sorprendida, porque han pasado


meses desde la última vez que lo hice. Quizá fue
casualidad o tal vez una advertencia de la vida o
simplemente mi conciencia decidió jugarme una broma
pesada de manera inconsciente por los sucesos de la
noche anterior.

El corazón retumba en mi pecho recordando aquel sueño o


debo considerarlo una pesadilla. Sí, eso fue una pesadilla.
Un terrible sueño que trae recuerdos de aquel doloroso
pasado que hasta ese momento creí olvidado y enterrado.
Un sueño donde Evan estaba presente, sin duda algo tan
irreal. Escucho sonar el celular entre llamadas y mensajes,
me limito a revisar el remitente: Estela.

Un fuerte dolor de cabeza me atormenta, veo la hora y salto


de la cama al recordar la importante reunión de hoy sin
mirar el contenido de los mensajes.

— Maldita sea, es tarde – digo al mirar el reloj junto a mi


cama.

Me apresuro en bañarme, busco mi ropa y me visto. Recojo


mi bolso y sin revisar el celular lo guardo dentro. Camino
hasta la cafetería de Caro, por un café y algo más que
puede aliviar mi tormentoso dolor de cabeza que no es más
que el resultado de haber bebido la noche anterior.

Llego a la empresa cinco minutos tarde y corro en dirección


a la sala de reuniones.

— Andrea, por fin llegas – un día normal, hubiese recibido


un buen grito por parte de Daniel.

— Lamento llegar tarde – me disculpé, aun sin ver el


rostro de la persona con la que estaba tratando mi jefe.

— Ven por aquí por favor– resopló–, te presentaré.


— Sr. Evan Martinelli –sí, ese era su nombre- la señorita
es Andrea Mertz y estará a cargo de sus cuentas a partir
del hoy.

Al escuchar su nombre el corazón se me aceleró


desesperadamente, no podía creer que por primera vez,
después de 3 años nos volvíamos a encontrar.

Ahora frente a él, sé que no es un sueño. Mis piernas son


tan endebles y apenas si puedo mantenerme de pie. El
cuerpo me vibra de una manera estremecedora, mis manos
frías se posan en mi vientre abrazándome para evitar
mostrarme débil ante él.

Tal vez todo lo que pasó anoche fueron señales del destino
tratando de hacerme ver que hoy el pasado volvería, un
pasado tan doloroso y cruel. Que pasa como un tornado,
levantando hasta la capa más oculta de la tierra para
traerla consigo y exponerla en la superficie para
vanagloriarse de su poder; así pasaba en mi interior, todos
los recuerdos fracturados, mis temores más profundos, mis
sueños rotos y la inmensa oscuridad pasaban ante mis
ojos como dagas directas al corazón dejándolo en carne
viva.

— Encantado de conocerla, Srta. Mertz - sonreía


nuevamente, con esos maravillosos ojos negros, que no
mostraban ni un atisbo de arrepentimiento.

— Andrea – carraspeaba mi jefe, haciendo una mueca


para corresponder el saludo

— Sí, señor Martinelli el gusto es mío –pronuncié,


sintiendo un estrujón en el corazón cuando sus ojos se
posaron en los míos. Imposible no flaquear con su mirada.
— Señor lo dejo con la señorita Mertz, es la mejor en lo
que hace - Daniel salió por la puerta enseguida, aunque
dudaba si en realidad estaba apta para tomar a cargo esa
cuenta.

Sin embargo mantuve mi cuerpo erguido durante toda la


presentación, usando todo el autocontrol que era capaz de
poseer, de mi dignidad, de mi amor propio para
transformarlos en repudio y odio hacia él. Como única
forma de resistir, de ser fuerte y no desmoronarme ante él.

— Andrea - se detuvo

— Bien, Sr. Martinelli ¿Tiene alguna consulta al respecto?


– trataba de terminar la reunión lo más rápido posible, su
presencia aún me perturbaba.

— No, Srta Mertz – soltó un suspiro como si expulsara


con ello toda la tensión de su cuerpo.

— Muy bien. Nuestra reunión finalizó, me hace llegar


alguna duda al respecto – puntualicé tratando de salir de la
sala

— Espera – caminó a la puerta, miró fijamente mis ojos


haciéndome sonrojar y agregó –hoy a las siete paso por ti–
y salió sin más.

Observo detenidamente su caminar, entra en su auto y


desaparece –nuevamente- de mi vista, tal como llegó,
como un fantasma. Camino como puedo hasta mi oficina,
mi rostro casi inalterable, no refleja ningún sentimiento a no
ser por las incontables lágrimas que corren a través de mis
mejillas. Entro y cierro la puerta con seguro, me dejo caer
sobre mi silla con el pecho vibrando fuertemente por la
respiración agitada y el corazón latiendo a mil, por los
cortos minutos que dura el silencio en el lugar.

— ¡¿Andrea?! ¡¿¡Andrea!?! ¡¡Sé que estás ahí!! ¡¡Abre!! ...


¡¡Abre maldita sea!! –grita la pelirroja detrás de la puerta.

Sin embargo, el profundo trance en el que me encuentro no


me deja tener control sobre mi cuerpo. A los minutos
escucho abrir la puerta.

— ¡Andrea! ¿Lo viste? –desesperada, preocupada y


nerviosa, así lucía la pelirroja al entrar.

Corre hasta mí, para envolverme en un fuerte y


reconfortante abrazo. Fue entonces cuando todo explotó,
todo el dolor salió en un desesperado e inconsolable llanto.
Y es que aveces solo necesitas desahogarte para poder
continuar, es como dar un paso atrás para tomar impulso.

— ¿Cómo sabías que él estuvo aquí? –pregunté cuando


por fin logré controlarme. Separándome de ella para ver su
respuesta.

— Austin me lo dijo –respiró hondo sin darme opción a


replicar- intenté comunicarme contigo toda la mañana, por
llamadas y mensajes pero jamás contestaste –

— Se me hizo tarde, no tuve tiempo de contestar

— Él… ¿Te dijo algo? –

— Asentí- Hoy a las siete pasa por mí, pero nunca


mencionó un lugar –estaba desconcertada

— ¿Y piensas reunirte con él? -

— No estoy segura de poder hacerlo –aspiré hondo,


deshaciendo el nudo en mi garganta.

Estaba completamente segura que, a pesar de su solicitud


(prácticamente una orden) por reunirnos hoy a las siete, no
podría hacerlo. Los nervios me mataban con la sola idea de
tenerlo frente a mí.

Camino pensativa y ansiosa por el pequeño pasadizo entre


la sala, la cocina y mi habitación, igual que en las últimas
dos horas desde que la pelirroja se fue de mi departamento,
debatiendo si debería considerar encontrarme con él. Caigo
en la cuenta que el lugar es muy pequeño aunque en el
momento en que lo adquirí me encantó por su estilo
nórdico y su ambiente neutro y apacible.

Pasan por mi mente mil ideas, tal vez una más tonta que la
otra, desde huir dejando todo atrás hasta esperar tenerlo
frente a mí y gritarle hasta de qué se va a morir. Cosa que
estoy segura nunca sucederá.

Siete en punto mi teléfono suena.

— Andrea ¿Dónde estás? –pregunta Evan

— Lo siento, no puedo hablar contigo. No tenemos nada


de… –la voz temblorosa delataba mi nerviosismo-

— Paso por ti en 10 minutos –me interrumpe y corta la


llamada

Mi cuerpo se estremeció al escuchar su voz, pero ¿Dónde?


¿Acaso sabe dónde vivo? –pensé, tratando de entender sus
palabras- y si es así ¿Por qué ahora?

Lo había necesitado por tanto tiempo sin embargo jamás


apareció ante mí, ni una llamada, ni un texto…
absolutamente nada. Me abandonó sin importarle mi amor,
dejándome atrás con el dolor y la desolación plasmada en
mi rostro. ¿Acaso se podría perdonar eso?

El timbre sonó, sentí el temblor de mis frías y sudorosas


manos al abrir la puerta.

— ¡Saúl! –exclamé nerviosa, tratando de calmar mi


agitado corazón.

— ¿Esperabas alguien más? –pregunta incrédulo, con sus


espalda apoyada en el dintel.

— No, solo me sorprende tu visita –contesté


parpadeando rápidamente para quitar la tonta idea de Evan.

— Lo siento, no he podido comunicarme contigo durante


el día, estas reuniones realmente son una pérdida de
tiempo –se quejaba y su semblante cansado lo confirmaba.

Incluso era la primera vez que lucía un poco descuidado


con su atuendo, su camisa blanca suelta por los dos
botones superiores dejando a la vista su fornido pecho y
las mangas recogidas descuidadamente. Sin embargo esto
no le restaba sensualidad, al contrario se veía igual de
encantador y perfecto como siempre.

— ¿Me extrañaste? –me susurra al oído provocando un


cosquilleo en mi bajo vientre. No sé en qué momento llegó
a mi lado con esa sonrisa seductora.

Lo miré desconcertada sin saber qué contestar, las manos


tiemblan al calor de su cuerpo y me siento culpable.
Esquivo por completo cualquier contacto con su mirada
tratando de evitar encuentre duda en ella. Sus manos
envuelven mi cintura con suavidad esperando una
respuesta.
— ¿Te pasa algo? –pregunta levantando mi rostro con el
dorso de su mano.

El sonido de mi estómago se hace presente, recordando


que no he probado alimento alguno durante todo el día. Mis
mejillas se ruborizan y él solo me abraza. Puedo sentir su
olor amaderado entrar por mis fosas nasales, simplemente
me siento reconfortada y segura entre sus brazos.

— Deberíamos ir a cenar – posa sus labios en los míos. El


suave y delicado beso logra borrar aquellos pensamientos
que minutos antes no me dejaban de atormentar.

— Llevé mi mano a su mejilla, acariciándola suavemente.


Quería detener el tiempo y permanecer así por un rato, pero
mi estómago no lo resistiría.

— ¿Vamos? Tu estómago está a punto de creer que soy


comestible –bromea, sin alejarse de mis labios.

— Aún con los ojos cerrados puedo sentir su sonrisa en


mis manos y eso me hace realmente feliz. Doy un último
beso antes de contestar.

— ¡Vamos! – sonreí tomando su mano.

— ¿A dónde? ¿A tu cuarto o al restaurante? – entornó con


una mirada retadora.

— Por lo visto no estas lo suficientemente cansado. ¿O el


agotamiento te hace feliz? –enarqué una ceja

— Ambas cosas preciosa–resopló-, ahora salgamos de


aquí no quiero tomar tus palabras como una proposición.

— ¿Debo cambiarme? –pregunté al no saber a cuál


restaurante iríamos.
— No es necesario– acarició mi rostro con el dorso de su
mano- luces encantadora como siempre.

Tomó mi mano y avanzamos por el estrecho pasadizo


hasta su auto. Su aire egocéntrico parece solapar aquella
sonrisa cálida en sus labios que de manera inconsciente
parece esbozar.

Sonrío de manera despreocupada al verlo abrir la puerta del


auto por mí. Levanto el rostro y la sonrisa se desvanece al
instante al notar la presencia de Evan al otro lado de la
pista. Su mirada intensa me sobrepasa, sobresaltando el
latido de mi corazón y ambas manos tiemblan como
resultado del pánico que se apodera de mí al notar su
expresión intimidantemente ansiosa. Está a punto de
cruzar la calle con total determinación pero retrocede.

Saúl parece no notarlo pues llegué a sentarme dentro del


auto, lo veo rodear el vehículo –deseando que lo haga más
rápido- y sube. Pone en marcha el auto y desarrollo una
lucha por controlar el temblor de mis piernas y el frío de
mis manos que se aprisionan -inconscientemente- sobre mi
vientre al considerar este encuentro una advertencia.

Por unos minutos permanezco en silencio con la mirada fija


en la ventana, tratando de entender cuál es el propósito de
su regreso. La culpa se infunda un poco más adentro, al no
ser capaz de controlar y enfrentar mis sentimientos.

— Hemos llegado – dijo ofreciendo su mano para


ayudarme a bajar. Respiro profundo

El lugar estaba un poco lejos de la ciudad, la pequeña casa


era acogedora gracias a su rústico aspecto.
— Sr. Mendoza Buenas noches –saluda un anciano en la
entrada- adelante, los estábamos esperando.

Algunas Verdades

Atino a encender la radio y tararear la canción que suena en


ese momento, en un intento por evitar sus sospechas. De
seguro estoy siendo muy evidente y mi comportamiento no
es el normal, puedo sentir por momentos su mirada en mí y
eso me pone más nerviosa.

El lugar está un poco lejos de la ciudad, es una pequeña


casa de aspecto rustico.

— Señor Mendoza, Buenas noches –saluda un anciano en


la entrada- los estábamos esperando.

— Buenas noches –contesta, tomando mi mano para


avanzar

— ¿Dónde estamos? –

— Ya lo verás –avanzamos hasta el interior de la casa.

Aquel lugar de estilo farmhouse iluminado con luces


amarillas posee una calidez propia de un hogar. Me
encanta la tranquilidad que transmite a través de sus
acabados en madera, sus rústicos muebles y grandes
ventanas.

— Aquí cenaremos ¿Te gusta? –observa como recorro


con la mirada fascinada la agradable sala, él a su vez deja
sus cosas sobre una pequeña mesa.

— Me encanta, es un lugar acogedor –sonrío en


automático
— También me encanta este lugar por eso lo compré –
esboza una media sonrisa.

Cenamos tranquilos en el comedor platicando sobre sobre


su cansado día. Después nos sentamos sobre el cómodo y
placentero sofá de la sala, me envuelve en un cálido y
reconfortante abrazo –puedo sentirme tan bien entre sus
brazos-. Apoyo mi cabeza en su pecho escuchando el ritmo
de su corazón como una canción de cuna que
inevitablemente me adormece después de aquel largo y
cansado día.

...

Saúl –

En cuanto aparecí frente a su puerta noté que algo no


estaba bien, sus enrojecidos ojos demostraban que había
llorado, su nerviosa mirada algo me ocultaba y su vibrante
cuerpo ratificaba mis sospechas; pero sin poder exigirle la
verdad decido esperar que sea ella quien decida confiar en
mí.

Su semblante me recordó el día en que la conocí, con una


fuerte tristeza arraigada a su piel, su sonrisa fingida, esos
ojos sin brillo y su apariencia descuidada. Lucía tan
pequeña y débil ante mi carácter tan dominante y
prepotente que llegué a pensar en su amilanada reacción,
pero su capacidad de resolver todas mis interrogantes con
rapidez me sorprendió. Poco a poco fue cambiando,
primero sus ojos fueron cobrando ese brillo acaramelado
en cuanto me veía, su castaño cabello y sus labios
recobraron el color y brillo natural iluminando su hermoso y
delicado rostro. Definitivamente era hermosa y muy
inteligente algo que sin duda me cautivó, cambiando por
completo mi actitud y trato con ella.

Al principio me costó aceptar la idea de tener sentimientos


por una chiquilla inmadura por el simple hecho de jamás
haber demostrado amor por alguien más, que no sea en mí
mismo o mi familia.

— ¡Saúl! –exclama con sorpresa al abrir la puerta de su


departamento.

— ¿Esperabas alguien más? –apoyo mi espalda sobre el


dintel

— No, solo me sorprende tu visita –y una vez más siento


una ligera mentira en sus palabras.

— Lo siento, no he podido comunicarme contigo durante


el día, estas reuniones realmente son una pérdida de
tiempo –decido continuar asumiendo que es solo causa de
un mal día.

Su mirada se pierde en mi pecho y me acerco a ella, no


parece notar mi aproximación.

— ¿Me extrañaste? –le susurro al oído.

Paso mis manos por su cintura acariciándola lentamente,


presionando su cuerpo contra el mío.

— ¿Te pasa algo? –levanto su rostro con el dorso de mi


mano, al notar su mirada esquiva.

El sonido de su estómago se hace presente y tal vez todo


esto es causa del hambre, la abrazo al aceptar lo tonto que
he sido al sospechar de ella.

— Deberíamos ir a cenar – y sin poder evitarlo la beso.


Sus manos acarician mi mejilla, sonrío de medio lado y me
pierdo en su dulce mirada por unos segundos antes del
segundo gruñido de su estómago.

— ¿Vamos? Tu estómago está a punto de creer que soy


comestible –bromeo, sin embargo sus labios son los que
me callan.

— ¡Vamos! – sonríe nuevamente tomando mi mano.

— ¿A dónde? ¿A tu cuarto o al restaurante? –la reto


enarcando una ceja

— Por lo visto no estas lo suficientemente cansado. ¿O el


agotamiento te hace feliz? –parece imitar mi arrogante
gesto.

— Ambas cosas preciosa–resoplo cediendo ante ella-,


ahora salgamos de aquí no quiero tomar tus palabras como
una proposición.

— ¿Debo cambiarme? –

— No es necesario–acaricio su rostro- luces encantadora


como siempre – para mi ella es hermosa y ahora mucho
más debido a su encantadora sonrisa.

Tomo su mano y caminamos por el estrecho pasadizo


hasta mi auto, puedo sentir mis labios extendiéndose en
una sonrisa, tratando de esconderla con mi arrogante
actitud.

Ella es capaz de hacerme perder la razón, tiene el poder de


obnubilar por completo mi mente, haciéndome romper
hasta mis propias reglas como aquel día cuando la
presenté como mi novia durante el evento de Maxwell.
Hasta ese momento pensé que era una aventura, algo
pasajero que podría terminar en el momento en que yo
quisiera.

Pero, cuando la presenté con mi familia se convirtió en


parte de ella, todos estaban encantados con su presencia y
eso me hizo inmensamente feliz. Aún sin saber –realmente
sin aceptar- el verdadero motivo de aquella felicidad, es mi
madre quien me abre los ojos con sus sinceras
palabras: Tú la quieres y no me puedes engañar, tus
sentimientos son muy evidentes a pesar de tratar de
ocultarlos bajo esa espesa capa de arrogancia y desinterés.

Y ahora sonrío de manera inconsciente al recordar ese


momento, mientras abro la puerta del auto para ella. He
decidido llevarla a un lugar especial, un lugar reconfortante
que encaja perfectamente con lo que me hace sentir.

Al rodear el carro me percato de la presencia de un hombre


al otro lado de la pista con la mirada intensa y fija en ¿ella?,
inmediatamente frunzo el ceño y lo miro con ferocidad
haciendo que retroceda en su pobre e inútil intento de
cruzar la calle.

<¡Al diablo con él!> puedo pensar acelerando de inmediato


mi auto. Una media sonrisa de ensancha entre mis labios
sintiéndome poderoso sin embargo frunzo el ceño de
nuevo ante esa absurda idea.

El ruido de la radio me trae a la realidad, es ella quien no


parece estar segura e incluso parece volverse más pequeña
en el asiento del auto. Manejo en silencio esperando que
ella confíe en mí y sea capaz de contarme sus cosas, sus
problemas así como su contrato con MAXWELL, del cual
tengo conocimiento por Trend, así como también me
comentó de su encuentro con Esteban en la cafetería, por
ello llegué tan rápido como pude hasta el lugar y encontré
tan desagradable escena.

— Hemos llegado – dije ayudándola a bajar. La escucho


inhalar hondo.

— Señor Mendoza, Buenas noches –saluda Oscar, un


anciano encargado de cuidar el lugar durante mi ausencia-
los estábamos esperando.

— Buenas noches – tomo la mano de Andrea, aún se


podía sentir el frío en ella

— ¿Dónde estamos? –

— Ya lo verás –avanzamos hasta el interior de la casa.

— Aquí cenaremos ¿Te gusta? –dejo mis cosas sobre una


mesita en la entrada al mismo tiempo que observo todos y
cada uno de sus movimientos.

Sonríe de forma natural girando sobre sus talones


observando cada detalle del lugar y tal como lo imaginé... le
gusta. Tal vez es la calidez que emana o el toque hogareño
que refleja o simplemente se siente tan bien por el simple
hecho de tenerla a mi lado.

— Me encanta, es un lugar acogedor –recobra la sonrisa


radiante y le correspondo.

— También me encanta este lugar por eso lo compré –


agrego con un gesto arrogante sin la intensión de contarle
el verdadero razón.

Después de la cena, nos sentamos en el sofá de la sala. La


tomo entre mis brazos para mantenerla cerca, no deseo
separarme de ella ni un minuto más. Estaba tan
ensimismado en mis pensamientos sin darme cuenta que
se ha dormido.

Se ve tan hermosa y frágil al contemplarla dormir, son


tantos años de diferencia entre nosotros que hacen
inestable esta relación. Tal vez la duda solo es por la
presencia de aquel hombre.

¡Tonterías! Estoy seguro de su amor por mí y no hay nadie


que pueda considerar una amenaza, sobre todo ahora
cuando se ha convertido en lo más importante de mi vida y
no estoy dispuesto a dejarla ir tan fácil.

La tomo entre mis brazos y la llevo a la habitación,


acostándome a su lado con cierta duda ante la extraña
noche.

...

Despierto temprano y bajo para dar las últimas


indicaciones para el almuerzo, aunque es seguro que todo
está coordinado tal como lo solicité. Subo a la habitación y
aún está dormida, me siento al borde de la cama y acaricio
su rostro en un intento de deshacerme de los cabellos
sobre su rostro.

Se remueve inquieta y las sábanas abandonan por


completo su cuerpo, su vestido apenas si cubre su trasero.
Contengo el impulso de acariciar sus piernas y una honda
de calor me recorre alejándome un poco para evitar el
endurecimiento de mi entrepierna.

Gime entre las sábanas y se despierta tratando de ocultar


su rostro entre ellas al notar mi presencia. No entiendo a
qué se debe su timidez si luce tan preciosa, con esa
cabellera castaña revuelta.
— Buenos días –la saludo acercándome a darle un beso.

— Buenos días –contesta mientras corre hasta el baño


para arreglarse.

Sale del baño al minuto, con una sonrisa tímida y sus


mejillas ruborizadas.

— ¿Qué tal dormiste? –la observo desde la cama

— Disculpa ayer estaba muy cansada y ... - trataba de


disculparse

— No te preocupes. Entiendo que tuviste un día


complicado –le hago una seña y se acerca lentamente
hacia mí.

Mantengo la mirada fija en sus ojos, la tomo de la mano y


la acomodo entre mis piernas.

— Tenemos invitados para el almuerzo –una sonrisa


arrogante me sale natural. Poso mis manos en sus caderas
y la acerco aún más.

— ¿Quiénes? – su cuerpo se tensa al contacto con mis


manos.

— Trend Maxwell con su novia – bajo mis manos hasta


sus muslos- Marissa con su esposo –acaricio su trasero
por debajo del vestido, parece contener el aliento - entre
otros...

Sus manos vuelan a mi cuello y puedo escuchar exhalar un


gemido ante mis caricias. Sus ojos brillan con el deseo
ferviente en ellos, sus mejillas ruborizadas y sus labios
entreabiertos tratando de acompasar su respiración.
Quito sus vestido con rapidez, ansioso por contemplarla
desnuda sin perder mi arrogante sonrisa. Un deseo ardiente
me recorre por completo al observar su figura tan sensual,
sexy y provocativa.

Verla en ropa interior es tan excitante, no soy capaz de


controlarme y las ideas pasan por mi cabeza de mil y una
maneras en que quisiera hacerla mía. Quito mi camiseta
haciendo evidente la erección en mis pantalones.

Aprovecha la corta distancia entre nosotros para sentarse


en mi regazo y con total habilidad envuelve mi cintura entre
sus piernas. Es tan inocente e inconsciente del descontrol,
excitación y ansiedad que provoca en mí.

Gruño al contacto de nuestros cuerpos. Acaricio su espalda


liberando sus hermosos y redondos pechos,al mismo
tiempo mi lengua invade feroz su boca y ella corresponde
sin quejarse. Bajo cadenciosamente por su cuello hasta
morder el lóbulo de la oreja. Nuestras respiraciones se
agitan aún más y nuestros corazones palpitan apresurados
tratando de encontrarse fuera de nuestros cuerpos.

Saboreo sus endurecidos pechos y sus gemidos son más


fuertes combinados con el suave vaivén entre mi erección y
su entrepierna. La levanto en vilo y la tiro sobre la cama, el
deseo y la pasión me queman por dentro, obnubilando por
completo mi mente.

...

El jardín está decorado tal como lo solicité, hay carne


asándose en la parrilla y algunos aperitivos sobre la mesa.
Andrea está sentada sobre el seccional blanco junto a
Marissa, su conversación parece ser amena e interesante.
Ella se ve realmente hermosa con ese vestido blanco y su
cabello suelto en ondas.

— No me equivoqué cuando dije que estabas enamorado


–se burla Trend, dando palmadas sobre mi espalda-
¡Vamos Saúl! Ella estará bien...

Caminamos hasta la barra por una bebida, una sonrisa


arrogante está plasmada en mis labios.

— Tu seguridad me sorprende –río sarcástico

— ¿Acaso puedes negarlo? –entrecierra sus ojos con una


mirada retadora e incrédula

Suelta una carcajada y enrosca su brazo a mi alrededor, tal


vez estoy siendo demasiado obvio con mis sentimientos
hacia ella y me molesta un poco.

— Mendoza, no podrías por nada del mundo ¡Exhalas


amor! –sus palabras burlonas me irritan un poco, por ello
decido tomar mi trago.

Afilo la mirada hacia ella, arrepentido de haber realizado


este almuerzo en vez de disfrutar de los acalorados
momentos a su lado, sobre todo por las ansias de tener sus
aliento fundiéndose en mi boca en un mar de ardientes
caricias

Intento controlar mis pensamientos y otro vaso se acaba.


Quizá estoy tomando demás por el simple hecho de no
poder controlar mi mal humor, mis deseos por ella y sobre
todo -y el más evidente- porque estoy perdiendo el control
sobre mí mismo.

— Tal vez –contesto con arrogante fastidio


— Déjame felicitarte, es una hermosa mujer –y otra vez
enrosca su brazo a mi alrededor con una sonrisa engreída-.
Y ahora es... el rostro de Maxwell –alardea y eso me irrita
porque me recuerda la falta de confianza entre ella y yo-
¡Vamos Saúl! ¿No me digas que estas celoso? –al ver mi
severo gesto suelta su agarre abriendo sus brazos en
negación

— Tu comentario me parece totalmente absurdo –


resoplo exhalando mi mal humor.

Nunca me importó la opinión de los demás sobre mis


relaciones y no lo considero -ahora- la causa de mi mal
humor; y estas absurdas ideas de Trend exasperan mi poca
paciencia, lo que siento no son celos es más una
frustración por enterarme de las cosas no precisamente
por ella. Sin embargo justifico el hecho al recordar lo
acontecido con Esteban y la advertencia que le hice

— Por cierto, llegaron unos comentarios no tan


agradables a mis oídos –hace una pausa y su rostro se
torna serio- Ramirez está interesado en algunas acciones,
invertirá en la bolsa una fuerte suma de dinero del... Banco
Central –curva el ceño entre sus ojos

— Su interés está sobrepasando los límites –ajusto el


agarre de mi puño- ¿Ella es el objetivo?

— Tal vez. Ten cuidado, no dudo que sea capaz de


involucrarla para acabar contigo. Ella es... como decirlo... tu
talón de Aquiles –se ríe rompiendo la tensión- ¡Quien lo
diría!

Las cosas se pueden complicar para ella por mi culpa, lo


recomendable es convencerla de tomarse un descanso en
el trabajo o cambiarlo. Ambas alternativas son imposibles,
al recordar el rechazo inmediato de las innumerables veces
que le ofrecí un puesto en mi empresa.

Andrea puede llegar a ser muy terca, pero confío en su


capacidad de manejar las cosas profesionalmente.
¡Negocios son Negocios!

— El martes tenemos la reunión con el nuevo socio, para


coordinar la presentación de temporada. Andrea deberá
asistir al evento del sábado –se encoge de hombros al
referirse a su absurdo contrato

— No escojas nada exagerado por favor

— Lucirá deslumbrante. ¡sonríe! Serás la envidia de la


noche...

— ¿No debería ser al contrario?

— ¡No puedes con tu arrogancia! – suelta unas sonoras


carcajadas ante mis palabras- acostúmbrate, ella brilla con
luz propia y tú serás... nada más y nada menos que su
sombra

Sus absurdas palabras no tienen una pizca de gracia,

<Sino fuese por lo años de amistad entre nosotros hace


rato lo hubiese fulminado con la mirada> pienso. Trend es
un gran amigo desde la infancia, parece conocerme bien a
pesar de mi escasa expresión facial. Además soy dueño de
un 35% de acciones de su empresa y por ello debo
participar de las reuniones de socios, aunque desde un
principio decidí dejarle las decisiones a él.

- ¿Cuál es el nombre del nuevo socio?

- Evan Martinelli
- Ya habrá tiempo para conocerlo -agrego intentando
terminar la conversación porque sé que tiene algo más que
decir.

Volteo en dirección a Andrea, sigue conversando con


Marissa aunque un poco más seria. Camino pausadamente
dejando a Trend en la barra

<Ha sido suficiente tiempo lejos de ella> me digo

- ¿Interrumpo? –enarco una ceja observándolas

- Claro que no. Llegas a tiempo, estaba por ir por Javier –


Marissa sonríe dejándome a solas con ella

- ¿Está todo bien? – me siento a su lado pasando mi


brazo por sus hombros.

- ¿Tú... ya sabes de mi contrato con Maxwell? –pregunta


nerviosa

Soy sincero con ella y ella lo es conmigo. En unos pocos


minutos me ha contado su versión de la historia además de
su reunión del martes. Nuestra conversación se ve
interrumpida con la llegada de algunos invitados y
nuevamente me arrepiento de organizar este almuerzo.

...

-Andrea-

Cuando desperté en la mañana Saúl estaba a mi lado y yo


estaba hecha un desastre como siempre al levantarme de
dormir. Corro al baño a tratar de arreglarme un poco y salgo
totalmente sonrojada. No puedo evitar sonreír al mirarlo tan
radiante y guapo sentado sobre la cama.
Me acerco a él y con solo sentir sus caricias me pierdo por
completo. No recuerdo si hablaba sobre algo importante o
si logré contestar de forma audible alguna palabra, solo me
dejé llevar por la pasión.

<¡Y qué pasión! > me digo mordiendo mi labio al recordarlo.

Los primeros invitados en llegar son Marissa y su esposo


Javier Domenic, ambos forman una linda pareja. Ella posee
unos encantadores e hipnotizantes ojos verdes muy
expresivos -muy opuestos a la intensa mirada de Saúl- y su
larga cabellera castaña cae sobre el hermoso vestido
floreado largo; él por su parte es moreno de ojos caramelo,
muy sensual.

A los minutos llegó Trend y su novia Michelle, la estilizada


rubia era muy hermosa, quizá era modelo y yo no lo sabía
debido a mi falta de interés en esos temas. Eran la pareja
perfecta, él con su mandíbula cuadrada, bien fornido, de
ojos negros sensuales y fuerte semblante; tomaba de la
mano a su hermosa y presuntuosa rubia.

Me dirigí al sofá para conversar con Marissa, Saúl se quedó


de pie a unos pocos pasos de nosotras hasta que Trend se
lo llevó a la barra. Michelle estaba cerca a la piscina
hablando por teléfono lanzando miradas hostiles hacía mi,
lo cual me era indiferente; y Javier entró a la biblioteca para
contestar una llamada de negocios.

Marissa era una mujer muy bella y agradable, aunque me


llevaba ventaja por algunos años podría pasar por alguien
de mi edad. Sus niños pasarían el día en casa de sus
abuelos.

— Ni le prestes atención, ella es así -dice Marissa al notar


las miradas de Michelle
— ¿Algo le molesta? -pregunté inocente

— Celos querida, solo eso. Es una mujer insegura a pesar


de ser muy linda -expresa con fastidio-. Debe sentirse
celosa al no poder igualar tu posición en este momento.

— ¿A qué te refieres?

— ¿Maxwell? -rueda los ojos tal como Saúl lo hace- Sé


muy bien de tus nexos con esa empresa -me sonríe de
medio lado. ¡Sorpresa! Todos lo saben y yo pensando como
tonta que era un secreto- Ella ocupó las portadas en la
temporada pasada y al parecer soñaba con seguir
acaparando toda la atención. Pero por decisión unánime,
escogieron tu foto.

— ¿Como sabes todo eso?

— Andrea... eres muy ingenua. Todo se sabe en esta vida


-se ríe-. Ella y su amiga Samantha son inseparables e igual
de pedantes, ten cuidado cuando te encuentres con ellas.

— ¿Samantha? ¿Una rubia ojos azules? -mueve su cabeza


confirmando. Casí se cae mi mandíbula al recordar el
descaro de la mujer al coquetear con Saúl-.

— ¿Ya la conoces? -muevo mi cabeza contestándole- no


le hagas caso, siempre le ha coqueteado descaradamente
a mi hermano, pero jamás ha pasado algo entre ellos.
Puedes estar tranquila.

¿Tranquila? No podría estarlo, no puedo evitar sentirme


celosa nuevamente. Observo por un momento la sonrisa de
Saúl preguntándome si él estará al tanto de todo. Una
sensación de frustración me ataca.
— Trend y Saúl son amigos desde pequeños y ahora son
socios. No te preocupes tal vez Saúl está enterado de todo
y tú te estas preocupando en vano -se encoge de hombros

— Quería ser yo quien le contase la noticia

— Las cosas pasan por algo, habla con él y entenderá.


Tienes ese poder con el nada razonable de mi hermano -se
burla.

— Lo haré.

— Deberíamos salir a tomar un café para poder tener una


charla de chicas.

— Por mi, encantada acepto tu invitación. Cuando gustes


me llamas y quedamos.

Saúl se acerca a nosotros y Marissa se va, no es el


momento indicado para tratar estos temas pero lo hago. Le
confieso mis razones por las que no le dije antes del
contrato existente y también confesé de mi reunión con
Alejandro. Lo tomó muy tranquilo, incluso más de lo que
esperaba.

Llegaron dos amigos más de Saúl con sus parejas y


disfrutamos de la tarde. La reunión fue agradable, en todo
momento estuvo a mi lado, tan galante y caballero como
siempre.

Martes

Llevo más de veinte minutos preparando todo para la


dichosa reunión con Alejandro Ramirez en la sala de
reuniones de su empresa. Daniel me exige que lo reciba por
lo que me dispongo a esperarlo en la puerta.
Aparece con 3 personas más y no tengo idea de quienes
son, a no ser por su traje y el fotocheck: Economista. los
tres hombres saludan y se dirigen a la sala; Alejandro se
queda unos minutos a mi lado.

— Andrea ¡Vaya sorpresa!

— No podría considerar este encuentro como una


sorpresa, sobre todo si fuiste... -carraspeo y me corrijo- si
fue usted quien solicitó mi presencia -mi gesto permanece
indiferente,

— ¡Eso me encanta de tí! -esboza una sonrisa sardónica,


de burla y autosuficiencia.

Se acerca levemente acortando el espacio personal


permitido, fastidiando de sobremanera

— ¡Ni te atrevas! -lo amenacé sin despegar mi mirada


furiosa de sus ojos,

Efímera felicidad

Durante el almuerzo del domingo olvidé por completo la


presencia de Evan en mi vida, más bien me encantaba
como Saúl podía borrar por completo el miedo e
inseguridad que se estaban apoderando de mi interior.
Deseaba permanecer a su lado cada minuto para evitar
sentirme confundida y sola, pero como no estamos en un
cuento de hadas, debemos volver a nuestra realidad: El
trabajo.

Para el lunes mantuve mi mente ocupada durante todo el


día enfocada en mi presentación. Daniel se manejaba un
estresante humor, supuse que una de las causas eran mis
constantes peticiones de abandonar mis cuentas con Evan
Martinelli y Alejandro Ramirez, a las cuales se negó de
inmediato pues ambas significaban un fuerte ingreso no
solo para el Banco sino también para él.

Estela estuvo al pendiente de cada llamada que entraba,


con la mirada ansiosa parecía preguntar si alguna de ellas
era Evan. Para mi tranquilidad no recibí ningún tipo de
comunicación de su parte, aunque eso signifique un miedo
constante al no saber cuál sería su próximo paso.

Acepto sentir mis nervios a flor de piel, estoy abrumada de


pensar en lo que su presencia me provoca y el miedo de lo
que podría pasar. Más ignoro completamente su vida
durante este tiempo, los cambios en él y el motivo de su
regreso.

<Tal vez solo intenta explicar su ausencia en este tiempo>


estúpidamente lo justifico.

Falta poco para las ocho, hora en que Saúl pasará por mí;
espero en mi oficina cuando noto la presencia de la
pelirroja y Austin por la puerta. Sé el motivo de su visita con
solo mirar su arrepentido rostro.

- Lo siento Andrea, no podía contarte de su regreso. Es un


tema que no me compete y lo sabes -se disculpa Austin.

Respiro profundo para no decir nada estúpido, la mirada


ansiosa de Estela espera algo, quizá alguna pregunta sobre
Evan. Supongo fue ella quien insistió -y obligó- a Austin
aclarar este tema como si me hiciera un favor al traerlo
aquí, y sé que la finalidad es aclarar mis dudas sin embargo
no es él quien debe contestarlas.

- Austin no te culpo ni te reclamo por el hecho, será mejor


olvidarlo –puedo notar la mandíbula de la pelirroja casi en
el suelo al desaprovechar su “oportunidad”
- Es lo mejor. Solo… si eres feliz no te acerques a él, las
cosas cambiaron y su vida no es la misma.

- Acaso… ¿estas tratando de advertirme sobre algo?

- No soy el indicado para contarte aunque quisiera.

- Tomaré en cuenta tu consejo, me tengo que ir –


contesto mirando la llamada de Saúl en mi celular.

Me despido de ambos y salgo apresuradamente. Las


palabras de Austin eran confusas, no llegué a
comprenderlas exactamente. Todos cambiamos pero Evan
¿En qué sentido podría cambiar su vida? Por la información
que obtuve de Daniel, a Evan no le fue nada mal en cuanto a
negocios se trata. Su empresa crecía cada día más, era un
hombre rico, guapo y ¿soltero?; ¿Quién no quisiera estar
con él? Una extraña sensación de dolor y vacío recorre
entre mi corazón y el estómago.

Subo al auto y nos dirigimos una vez más a la cabaña,


aquel lugar se había convertido en nuestro lugar especial
por su reconfortante y tranquilo ambiente. Nos sentamos
sobre el seccional del jardín observando las estrellas en
aquella noche oscura. No pude evitar pensar ¿Qué sería de
una noche sin estrellas?...

Pues así de oscura y triste fue mi vida hasta que Saúl


apareció. Inevitablemente lo miro -casi idiotamente-
analizando sus facciones y siento la necesidad de llorar sin
saber el porqué. Lo abrazo y me hundo en su pecho
ansiosa por sentirme protegida, amada y feliz.

Martes por la mañana


Llevo más de veinte minutos preparando todo para la
dichosa reunión con Alejandro Ramirez en la sala de
reuniones de su empresa. Daniel, con su carácter
intransigente, me exige dar la bienvenida al susodicho por
lo que me dispongo a esperarlo en la puerta.

Alejandro llega con tres personas más y no tengo idea de


quienes son, a no ser por el fotocheck en su traje:
Economistas de R&A. Los tres hombres saludan y se
dirigen a la sala dejándome a solas con Alejandro.

- Andrea ¡Vaya sorpresa! –tan cínico puede ser este tipo.

- No podría considerar este encuentro como una sorpresa,


sobre todo si fuiste... -carraspeo y me corrijo- si fue usted
quien solicitó mi presencia -mi gesto permanece
indiferente,

- ¡Eso me encanta de ti! -esboza una sonrisa sarcástica,


de burla y autosuficiencia.

Se acerca levemente acortando el espacio personal


permitido, fastidiando de sobremanera. Hace el ademán de
intentar acariciar mi rostro.

- ¡Ni te atrevas! -lo amenazo sin despegar la mirada


furiosa de sus ojos y su mano se detiene.

- ¿Qué ganaría con tenerte aquí? –se burla


sarcásticamente-

- Eso pienso… no creo que ganes algo. Al contrario,


estarías perdiendo más de lo que crees.

- ¿Perder? –enarca una ceja sin perder su arrogante


sonrisa.
- Tengo todo tu dinero en mis manos, no me provoques –
y después de decirle esto avanzo sin mirarlo más

- Eres una mujer… encantadora –sonríe maliciosamente,


observando mi caminar

La reunión empezó sin problemas, Alejandro escuchaba


atento dicha presentación con una impecable sonrisa en
sus labios. Los tres acompañantes de Ramirez no refutaron
ninguna de las opciones que le ofrecí, aceptando de
inmediato la oferta y firma del contrato.

— El porcentaje de ganancia obtenido por la acción puede


ser cobrado cuando usted lo disponga, sin penalidad
alguna. Pero el monto total solo puede ser retirado una vez
que el plazo estipulado llegue a su fecha de caducidad,
según el contrato firmado. La compra y venta de valores
solo se podrá realizar únicamente a través de la
representante, en este caso soy yo - Expliqué

— Muy bien, como todo está claro nos pasamos a retirar


–agrega Daniel satisfecho por lograr su objetivo-. Cualquier
duda tiene el número de la señorita Mertz en los
documentos.

— Gracias señores, un placer hacer negocios con ustedes


–Ramirez se pone de pie y estira la mano despidiéndose de
mi jefe y hace lo mismo conmigo-. Nos vemos pronto
señorita Mertz –su petulante sonrisa me irrita.

Como por obra de magia la pésima actitud de Daniel se


había convertido en amabilidad total, ayudándome a
recoger mis documentos para salir del lugar.

“Andrea estoy frente a la empresa de Ramirez” Recibido


11:40am De: Saúl
“La reunión acaba de terminar, bajo en cinco minutos”
Enviado 11:40am

Entramos al ascensor, alejándonos de aquellas personas


para salir en dirección al Banco. Daniel me acompañó hasta
la recepción para poder dejar nuestros pases de entrada y
nos despedimos.

Subí al auto en cuanto el chofer abrió la puerta. Sonreí de


forma automática en cuanto lo vi, sentí unas inmensas
ganas de colgarme de su cuello en cuanto se acercó a
darme un beso como saludo. Su mano acaricia mis piernas
bajo mi falda y entiendo que me desea tanto como yo a él.

- ¿Cómo te fue en tu reunión? –

- Supongo que bien – apoyo mi mano sobre la suya


interrumpiendo sus caricias, las cuales estaban formando
una humedad entre mis piernas.

- ¿Por qué supones? –enarca una ceja,

Lleva mi mano hasta sus labios y la toma con la otra mano,


regresando ésta a mis piernas. Mi cuerpo se tensa y
contengo el aliento ante sus ardientes caricias.

- Porque firmó el contrato y… ahora lo veré más seguido


–detiene sus caricias al escuchar mi respuesta-.

- Podrías cambiar la cuenta con Estela ¿no es así? –

- Lo haré más adelante, cuando Daniel acepte mi


solicitud. Pero no te preocupes por mí, es parte de mi
trabajo lidiar con personas tan o más difíciles que tú –
sonrío

- Tienes razón –me sonríe-. Tengo una reunión a las


4:00pm en Maxwell pero ahora estoy libre ¿Debes volver a
la oficina? – puedo ver en sus brillantes ojos una chispa de
deseo.

- No hasta después de las tres - muerdo mis labios ante


su propuesta.

Abre la puerta de su casa y entramos, con la misma


costumbre de siempre deja sus objetos personales en la
entrada.

- Le avisaré a Martha que prepare la comida –la


profundidad de su mirada enciende por completo cada
parte de mi cuerpo.

Subo hasta su habitación esperando ansiosa por él. El


cuerpo me tiembla al sentir un cosquilleo en el estómago a
lo cual solo puedo llamar: Felicidad.

Quito mi saco azul y lo extiendo sobre el banquillo, empiezo


a desabrochar uno a uno los botones de mi camisa cuando
lo escucho entrar. Le coqueteo con la mirada sin dejar de
quitar mi blusa. Él avanza y cierra la puerta de la habitación
observándome con un deseo que me estremece por
completo. Quito la blusa y la acomodo con mi saco, pues
tengo que usarlo para ir al trabajo más tarde.

Quito el botón de mi falda y ésta cae a mis pies, siento un


escalofrío de los mismos nervios. Observo como sus
manos van a sus camisa y me pierdo en sus formados
abdominales y su notable erección.

La respiración se me agita y el corazón me late como


nunca al verlo acercarse desnudo. Siento su agitada
respiración sobre mis labios y mis manos acarician su
pecho, con solo sentir su piel tan suave la humedad en mi
entrepierna aumenta.

Sus manos acarician mi espalda, luego toman mi trasero


uniendo completamente nuestros cuerpos. Infunde un beso
en mis labios tan suave y mi cuerpo se tirita ante el hecho,
para después hacerlo de manera feroz e impaciente.

Su lengua invade cada centímetro de mi boca, al mismo


tiempo que sus manos quitan mi sostén y lo tiran en alguna
parte de la habitación, para bajar a mis caderas en busca
de mi trusa hasta quitarla. Mi cuerpo tiembla de deseo
incapaz de reaccionar ante mi desnudez, haciéndome ver
vulnerable y ansiosa por él.

Me aferro a su espalda hundiendo mis dedos en ella,


muerdo su hombro al sentir sus labios en mi cuello y suelto
un gemido involuntario. Mis sensibles pechos se endurecen
al contacto con su cuerpo. Me levanta en vilo y lo rodeo
con mis piernas por la cintura, me deja caer sobre la cama y
él cae encima sin lastimarme, saboreando mis pechos.

- Saúl… - susurro

Entreabro la boca soltando gemidos incontenibles, mis


piernas rodean su cintura incitándolo a que se introduzca
en mí. Estoy desesperada por sentirlo, solo puedo jadear de
placer mientras acaricio sus cabellos.

Cierro los ojos al sentir su ingreso brusco, e inicia los


movimientos constantes. El placer que es capaz de
hacerme sentir es indescriptible, todo en mí tiembla al
sentirlo dentro. Muerdo sus labios tratando de ahogar mis
gemidos en él.
Levanta una de mis piernas sobre sus hombros y la
penetración es más profunda, las estocadas más fuertes y
frecuentes. Vislumbro la transpiración en su frente y su
pecho moverse apresuradamente por la excitación,
soltando gruñidos de satisfacción.

Sentirlo entrar y salir constantemente me llena de placer,


busco una nueva forma para sentirlo aún más, aunque es
imposible. Me he vuelto más desinhibida y simplemente no
me importa demostrárselo, es más me enorgullece de
sobremanera.

Mis incontenibles jadeos se vuelven más frecuentes y la


respiración más agitada ante la llegada al punto exacto de
placer que destella en una estremecimiento al sentir el tan
ansiado climax bajando por entre mis piernas.

Lo escucho jadear mi nombre en mi oído junto a unos


roncos gruñidos al sentir sus espasmos de placer, se deja
caer a mi lado hasta normalizar nuestra desenfrenada
respiración. Una vez logrado esto, extiende su brazo y me
acerco a él, en mi rostro se dibuja una amplia y boba
sonrisa que trato de ocultar sobre su pecho.

Puedo sentir su cuerpo transpirado y simplemente me


encanta.

- ¿Te gustó? –me pregunta,

- Me encantó –contesto, acariciando su pecho y cada


uno de los resaltes de su marcado abdomen-.

Esta efímera felicidad obnubila por completo mi mente,


incapaz de razonar solo puedo plasmar una sonrisa en mis
labios. Y mi cerebro ante las señales enviadas por mi
corazón decide exponerlo por completo sin importarle lo
vulnerable que pueda parecer ante él.

- ¿Sabes que me encanta de ti? -le pregunto

- ¿Qué cosa? -evito mirarlo a los ojos tratando de pasar


por desapercibido mi sonrojado rostro.

- Físicamente me encanta ver tu torso –paso mi mano


nuevamente por su pecho-, sexualmente me excita el solo
roce de tus manos en mi piel, especialmente en mis
piernas –muerdo mi labio con una sonrisa- y en cuanto a tu
personalidad me gusta que no me puedes mentir, tu
grandioso y agradable carácter revela si algo no te gusta o
si te encanta, como ahora tienes una radiante sonrisa en
tus labios y me haces inmensamente feliz –lo miro con mi
sonrisa boba acariciando sus labios.

Sus ojos brillan con intensidad y sus labios mantienen una


arrogante sonrisa, que simplemente es suficiente para
hacerme suspirar por él.

- Sabes que te quiero ¿verdad? –mira fijamente mis ojos


y le creo, en este momento creería y aceptaría cualquier
cosa que me pidiera.

- Lo sé –mis mejillas se ruborizan y la boba sonrisa se


ensancha aún más.

Con un ágil movimiento apoya mi cabeza contra la


almohada y se pone sobre mí. Sorprendida por sus
movimientos, siento mi rostro arder al contacto con su
desnudo cuerpo.

- Es mi turno –dice con una sonrisa seductora-


- Lo que me encanta de ti es tu constancia, terquedad y
rapidez para realizar algo; y como puedes lucir tan
indefensa, frágil e inestable aumentando mis ganas de
protegerte –su mirada se mantiene fija en mis ojos-.

- Físico: me encanta todo de ti, tienes un cuerpo increíble


pero tu sonrisa junto al brillo de tus ojos me fascina, es una
peligrosa combinación. En cuanto a sexual, me gusta sentir
tu piel –acaricia mi rostro-, tu cuello –besa mi cuello-, tus
senos son encantadores –mis mejillas se ruborizan y mi
cuerpo despierta ante sus caricias-, tu trasero me vuelve
loco –lo acaricia mientras su boca permanece en mi pecho,
separándose ligeramente para hablar- tus piernas son tan
sexys sobre todo en esa falda azul que llevabas puesta –
baja un poco hasta mi abdomen y me sonríe.

Mi cuerpo se estremece ante sus caricias y mi entrepierna


se humedece. Mil mariposas parecen revolotear en mi
estómago acelerando el ritmo de mi corazón, mi cuerpo se
tensa conteniendo el aliento al sentirlo tan cerca de mi
vientre.

- Pero verte y escucharte gemir es mucho más excitante,


me haces desear estar dentro de ti –introduce sus dedos
dentro de mí, arqueo mi cabeza de placer jadeando su
nombre.

- Saúl… - jadeo nuevamente. presionando las sábanas en


mis manos.

- Así me gusta… - esboza una media sonrisa-

Empezando nuevamente el incansable e insaciable acto


sexual.


-Saúl-

Llego a las oficinas Maxwell con algunos minutos de


anticipación aprovechando el tiempo para saludar a los
socios presentes. Ante la llegada de Trend se da inicio a la
dichosa reunión, con el único asiento vacío frente a mí que
será ocupado por el nuevo socio.

- Buenas tardes, disculpen la demora –la voz proveniente


de la puerta llama la atención de todos los presentes.

- Señor Martinelli adelante –Trend parece reconocerlo de


inmediato-.

El susodicho camina hasta el único asiento libre que le


corresponde con un aire arrogante. Sus ojos parecen
analizarme mientras esboza una sonrisa confiada; me
resulta conocido pero no logro recordarlo.

- Señores él es Evan Martinelli, nuestro nuevo socio –lo


presenta Trend formalmente

- Un gusto conocerlos. Empecemos con la reunión –


contesta sentándose sobre su silla.

Tal vez es mi idea pero su sonrisa me resulta molesta, me


fastidia su presencia. La reunión continúa sin novedad, los
puntos a tratar son resueltos sin contratiempos hasta el
momento de hablar sobre la cena del sábado.

- Todo está listo para el sábado, los diseños


seleccionados para la presentación serán entregados
mañana a la nueva modelo, la señorita Mertz –una sonrisa
orgullosa e inconsciente se ensancha en mis labios al
escuchar su nombre
- ¿Está todo coordinado con el área de marketing? ¿se
nos presentaran las fotografías previas al evento? –
pregunta uno de los socios

- Está llegando el señor Montreall para que nos explique


sobre cómo se manejará el tema -el comentario de Trend
se ve interrumpido por el sonido de la puerta.

Y hablando del rey de Roma y Esteban Montreall se asoma,


él aparece con la misma sonrisa de siempre la cual se va
borrando cuando mira al nuevo socio… ¿Se conocen?

- ¿Evan? –lo escucho murmurar.

Su mirada de asombro y preocupación intercambia entre el


nuevo y yo. No entiendo porque tanto desconcierto, acaso
ese hombre… <¿Es el mismo que estaba frente a la casa de
Andrea? > pensé, la tonta sonrisa se borró de mis labios y
mi rostro se tornó adusto al reconocerlo.

No le dí mucha importancia al tema del tipo ese, pero ahora


me lo encuentro en ésta reunión y resulta ser uno de los
socios ¿Quién lo hubiera pensado? Pues yo no me lo
esperaba. Por el semblante de Esteban este tipo no es solo
un conocido y si le sumamos la estúpida sonrisa al
mirarme, como si estuviera burlándose de mí doy por hecho
que esconde un secreto, uno realmente en contra de mi
relación con ella.

Doy por hecho que la conoce y es a ella a quien realmente


esperaba ese día. Intento controlar mi rabia hasta terminar
la reunión, necesito salir de aquí lo más pronto posible. No
sin antes buscar a Esteban y preguntarle de qué se trata
todo esto.
Ignoro por completo la conversación con Ttrend al observar
la salida de Esteban tras Evan y los sigo. Discuten en medio
del pasadizo, pero no logro entender lo que dicen, decido
acercarme e interrumpir su enfrentamiento.

- Esteban, ¿Cómo conoces a nuestro nuevo socio? Al


parecer son buenos amigos –espero con una arrogante
sonrisa la respuesta,

Y con esto me siento un completo idiota, podría estar


haciendo el papel de mi vida al enfrentarme a estos chicos;
y simplemente no me importa al estar en juego la persona
más importante para mí.

- Saúl, Evan es un viejo amigo –definitivamente el rubio


no sabe mentir

La mirada retadora de Evan sobre mí, me fastidia pero lo


ignoro por completo simplemente para demostrarle que
soy mejor.

- Señor Mendoza un placer conocerlo. Disculpen pero


debo retirarme, nos vemos el sábado en la cena –agrega
Evan con gesto arrogante

- Lo esperamos con ansias –sonrío con arrogante


fastidio.

Se marcha sin decir más, dejándome a solas con Esteban.

- Esteban, ahora si me dirás ¿Quién es ese tipo?

- Es un viejo amigo…

- ¡Por favor! Eres pésimo mintiendo –lo miro fijamente a


los ojos-. Lo he visto antes frente a la casa de Andrea -
entrecierro los ojos interrumpiendo mis palabras-
- ¿Estás seguro? –pregunta intentando disimular su
sorprendido rostro

- ¿Me dirás quién es? –lo miro furioso

- Si la amas cuida mucho de ella y mantenla alejada de su


casa –su severo rostro manifiesta su preocupación-. Si me
disculpas, debo irme.

Por primera vez me sentía amenazado por alguien cuya


existencia ignoraba hasta ahora.

<No permitiré que la aleje de mí> me convencí, <Ella me


ama>

Erguí mi cuerpo y con la misma seguridad de siempre salí


del lugar.

Son solo ideas

No puedo con tanta felicidad al recordar la propuesta de


Saúl la noche anterior. Tal vez es un poco apresurada la
idea de vivir juntos pero estoy dispuesta a intentarlo.

- Otro paquete para ti señorita “felicidad” -dice Estela al


entrar a mi oficina-. ¿A qué se debe esa amplia sonrisa? –
enarca una ceja mientras me analiza.

- Hola y gracias –tome el paquete de sus manos-. Saúl


me propuso vivir con él

- ¿¡En serio!? – no puedo evitar reír por la cara de


asombro de Estela.

- Para mí también fue una sorpresa –río emocionada-.


Quiere que me mude mañana mismo.
- ¿No crees que van muy rápido? no digo que este mal y
eso… solo es un poco apresurado ¿no crees?

- No lo sé. Solo quiero estar a su lado todo el tiempo


posible, aunque debo resolver ciertos asuntos primero.

- ¿Evan? ¿Te encontrarás con él? ¡¿Lo enfrentarás?! –


pregunta Estela ansiosa

- No puedo seguir viviendo con el temor de


encontrármelo en algún lugar aunque… aún no estoy lista
para eso –bajo la mirada derrotada ante el hecho

- Tienes que ser fuerte, eso inevitablemente sucederá en


algún momento. Que ésta felicidad sea tu punto de apoyo
para encararlo.

- Tienes razón –pensé por un momento antes de formular


la siguiente pregunta- Estela tú… ¿conoces a los padres de
Austin?

Una parte de mi quiere verlos una vez más, saludarlos y


preguntarles como están, decirles que estoy mejor y no hay
nada de rencor entre nosotros. He perdonado todo y cada
una de las cosas que pasaron aunque ellos deberían ser
quienes me perdonen por mi inmadurez y los problemas
que causé.

- No, aún no los conozco ni a ellos ni al tal Evan –hace un


puchero-. Aunque tengo tanta curiosidad por conocer al
tipo que te ha hecho sufrir por tanto tiempo, Austin prefiere
mantenerme alejada de su familia tal vez por nuestra
amistad o porque no me toma en serio –bromea intentando
ocultar su inseguridad.

Quizá una parte de su infelicidad sea mi culpa, Austin no


podría presentarla ante sus padres sabiendo que ella me
contaría todo después. No entiendo por qué tanto secreto,
si él ya apareció y simplemente las cosas se sabrán
inevitablemente.

- Austin no es así, realmente te quiere –respiro profundo


animando a la pelirroja- Organiza una cena en el
restaurante de Austin con cualquier excusa, así podrías
decirle que invite a sus padres –me encojo de hombros
haciendo parecer todo muy sencillo.

- ¿Por que no lo pensé antes? -rueda los ojos-. Vale, lo


intentaré a ver si resulta y si no, pues… -respira profundo- tú
estarás presente animándome -

Como amigas debo estar presente en las buenas y en las


malas; y tal como ella lo estuvo hasta en los peores
momentos de mi vida. Además tal vez era mi oportunidad
para saber de ellos.

- Mañana me tomaré el día, tengo programada una


sesión de fotos en Maxwell. Por favor me cubres en las
reuniones ¿sí? –sonreí

- ¡Claro! Haré todo tu trabajo y si quieres te limpio la


oficina, si deseas –agrega sarcástica la pelirroja pero sé
que es en broma.

- Te adoro nena –le sonrío con cariño y ella hace lo


mismo.

No pensé que las sesiones fotográficas fuesen tan


estresantes y agotadoras. Tengo el rostro cubierto de
maquillaje, he cambiado de vestido tres veces, soportando
el frio del aire acondicionado y las miles de indicaciones de
Bruno, estoy realmente exhausta.
Esteban se ha pasado todo el día observando, parado en la
puerta analizando la posibilidad de decir lo que piensa o
simplemente callarse. La segunda opción parece ganar al
retroceder siempre después del primer paso.

Cambio mi ropa y lavo mi rostro quitando todo el


maquillaje, me siento más fresca y relajada ahora que todo
terminó. Observamos las fotos y me encantan, jamás me
sentí tan linda como ahora, sobre todo en fotos, siempre
salía horrible –sin exagerar- con algún gesto o simplemente
solo capturaban momentos incómodos.

Debo llevar el atuendo completo a mi casa y pasar por el


Banco para evitar una discusión con Daniel por mi falta, aún
quedan algunas horas para terminar el día. Me encamino a
la salida y Esteban se acerca.

- Andrea ¿Podemos hablar? –luce indeciso y preocupado

- Dime

- ¿Todo está bien entre Saúl y tú?

- Sí, claro que sí. ¿Hay algún problema? –empiezo a


inquietarme ante sus preguntas

- Ninguno, solo curiosidad.

- ¿A qué vienen tus preguntas? Esteban –pregunto


frunciendo levemente el ceño

- Andrea… Evan regresó –me mira a los ojos-. Tú ya lo


sabías ¿no es así? –su mirada se endurece

Ante sus palabras mi corazón se retuerce ligeramente y el


cuerpo se tensó inconscientemente al ser descubierta. Bajo
la mirada y guardo silencio por un momento, sintiéndome
incómoda pero decido contestar su pregunta en vez de
rehuir como siempre lo hago.

- Sí, es uno de mis clientes –levanto la mirada


encontrándome con sus ojos preocupados–. No necesito
que me mires con lastima ya no soy una chiquilla –repliqué
molesta- y tú eres el menos indicado para decirme lo que
es bueno para mí.

- Tienes razón, no soy quién para interferir en tu vida. Lo


siento no quise incomodarte, nos vemos mañana –Esteban
con la mirada dolida se retira.

La culpa se clava en mi pecho, tal vez fui muy dura con él


no era necesario decirle esas cosas, él intentaba ser
amable y advertirme como cualquier amigo lo haría.
Camino hasta la salida del lugar con la palabra <estúpida>
en la frente, tecleo unas cortas palabras de disculpa para
Esteban y me voy.

Llego a mi departamento, dejo las cosas en mi armario y


me tiro sobre la cama, abro el pequeño cajón de mi mesita
de noche y debajo de una larga fila de hojas extraigo una
foto.

<Es hora de seguir adelante> me digo dejando caer unas


lágrimas al ver a Evan abrazarme en aquella fotografía. La
rompo al instante con el dolor en mi corazón y la llevo
hasta el basurero de la cocina, no esperaba que fuera tan
difícil pero es lo mejor. Me apresuro en cambiarme y salgo
en dirección al Banco.

Las sorpresas no se hacen esperar, encuentro un hermoso


arreglo de rosas sobre mi escritorio. La tarjeta es de
Alejandro: Cree en ti y serás capaz de lograr mil cosas. Brilla
y resplandece como una estrella, tan hermosa en plena
oscuridad. Nos vemos en la cena.

- Llegaron esta mañana, ¿Revisaste el remitente? –asentí


a la pregunta de la pelirroja- por lo menos te las envió al
Banco, Saúl no se enterará del pequeño detalle. –se
encoge de hombros restándole importancia-

- Esto solo puede significar más problemas –resoplo


frustrada-

- ¿Más? ¿A qué te refieres? – pregunta la pelirroja


confundida

- Ramirez solo busca una oportunidad para acabar con


Saúl –entrecierro los ojos- y si pudiera entregar su alma al
diablo a cambio, lo haría, de eso estoy completamente
segura.

- ¿Quiere acabar con Saúl o quiere algo contigo?

- El resultado es el mismo para ambas opciones. Y dudo


que su interés no sea parte de su objetivo.

El resto de la tarde pasó sin más novedades, trabajo y más


trabajo. Pensé en ir a mi departamento por algunas cosas,
retrasando la mudanza completa.

Preparé una maleta con mi ropa y objetos necesarios para


algunos días. Saúl llegó un poco tarde por mí debido a unos
asuntos importantes del trabajo y me ayuda a llevar la
maleta al auto.

- Bien, todo está listo –le doy un beso apoyándome sobre


la puerta del auto-. ¡Mi vestido! – exclamó con sorpresa al
olvidarme de lo más importante.
Tomo su mano y camino de regreso al interior del edificio.
Entro a mi cuarto y saco la gran caja de ropa, él permanece
sobre la barra de la cocina. Se acerca para ayudarme pero
su rostro permanece serio.

Desde el día en que me propuso mudarme a su casa he


notado algo extraño en él, tal vez son solo ideas tontas
pero está actuando extraño. Algo sobreprotector tal vez,
un poco preocupado y hasta quizá más vehemente. No
digo que no me agrade la idea de disfrutar de sus
apasionados besos y entusiastas caricias, me refiero al
hecho de hacerlo en público sin importarle quien esté
presente.

< Tal vez son solo ideas> le resto importancia.

Vamos en dirección a nuestra casa –me atrevo a decir


“nuestra” ya que viviré con él y sé lo que ello significa para
ambos- lleva sus ojos fijos en la carretera, no ha
mencionado palabra alguna.

- ¿Hice algo que te molestó? –pregunto preocupada por


su silencio, sin saber el motivo de su drástico cambio de
humor pero sospechando de un posible arrepentimiento en
cuanto a su propuesta.

- No –me mira por un breve momento de manera casi


inexpresiva.

No insisto en entablar una aburrida conversación entre


nosotros. Al llegar, con todo el dolor de mi corazón y con
cierta duda, me atrevo a decir una de mis tantas
estupideces

<Patética e inmadura> puede reflejarse en mi frente.


- Si te arrepientes de tu decisión de tenerme aquí, solo
dímelo… -solo puedo mirar al piso de lo avergonzada que
me siento y mis manos juegan nerviosas entre ellas.

Después de unos minutos de un silencio incómodo entre


nosotros, se baja del auto y abre mi puerta. Ciertamente
luzco patética –tal como lo dije- ante su abrumadora
presencia, puedo sentir un pequeño vibrar en mis labios
pero decido bajar. Cierra la puerta y apoya su mano sobre el
marco del auto acercándose más a mí, sin embargo
retrocedo por la sorpresa; su mano envuelve mi cintura y su
aliento golpea mis labios.

- Jamás me arrepentiré de esta decisión. ¿Por qué


dudas? –el brillo de sus ojos almendrados reflejan
determinación ante sus palabras.

- Tú me haces dudar, tus acciones… Cuéntame que está


pasando –exijo, pero la voz temblorosa no ayuda al tono de
mis exigencias y es más, ha sonado como una súplica.

Lo escucho resoplar fuerte, tal vez su arrogante


personalidad lo proyecte tan poderoso y prepotente pero sé
lo que siente por mí y lo cariñoso que puede ser con las
personas que ama.

<Solo son ideas> nuevamente me dice una vocecita en mi


mente,

- Lo siento, dejaré de lado los problemas de la empresa –


respira profundo

- Como… -el leve intento de refutar sus palabras se ven


apagados por sus besos,

Tal vez esta charla no tiene ni pies ni cabeza por ello decido
continuar disfrutando de sus besos, los cuales no son más
que una táctica para mantenerme callada al no ser capaz
de brindarme una sincera respuesta. Sus manos aprisionan
mi cintura aferrándome a su cuerpo, haciendo más
profundo y ardiente nuestro beso.

Y tal como lo dije, un deseo vehemente estaba arrastrando


toda su cordura. Sus besos pasaron a mi cuello de manera
cadenciosa y exigente, mientras sus manos me levantaron
hasta sentarme sobre el capot del auto.

- Saúl estamos en el jardín… ahh… alguien nos puede ver


–balbuceo jadeando por sus caricias.

Sus manos pasan impacientes por mi cuerpo y su erección


en mi entrepierna es más evidente, sentirla provoca
choques de electricidad en todo mi cuerpo que en vez de
hacerme reaccionar me sumergen en un profundo trance
de excitación y deseo.

El cuerpo se me estremece impaciente por él, la respiración


se vuelve errática y soy incapaz de hablar más. Lo tomo del
cuello y caigo en su juego de seducción, envolviendo mis
piernas a su cintura.

Suelto sus labios en busca de oxígeno e impongo un


espacio entre nosotros sintiendo el movimiento apresurado
de su pecho.

- ¡Diablos! –expresa al reparar en lo que hace-. Entremos


–sus brillantes ojos buscan los míos por una respuesta
encaminándonos al interior de la casa.

La Cena del sábado


El día llegó, ruego todo trascurra sin novedad ni sorpresas.
Saúl me espera impaciente en la sala mientras termino de
cambiarme, pues le dije que no me podría ver hasta estar
completamente lista.

En ésta ocasión el largo vestido rojo en corte recto tiene un


escote corazón -parte de los hombros y termina en medio
del busto- dejando los hombros descubiertos, posee una
gran abertura en la pierna dejando a la vista las hermosas
sandalias doradas de tacón. Pinté mis labios rojos, mis
ojos en tono tierra con un leve delineado en negro y el
cabello recogido con dos mechones frontales sueltos a
modo de flequillo.

Bajo por las escaleras y encuentro a Saúl tan guapo y


seductor, puedo sentir el palpitante y apresurado sonido de
mi corazón al verlo. Usa un smoking negro con camisa
blanca, su cabellera castaña perfectamente peinada y sus
ojos me miran con profundidad mientras esboza una ligera
y arrogante media sonrisa.

- Luces tan hermosa –toma mi mano y me acerca a él,

Sonrío tímidamente sin poder evitar el enrojecimiento de


mis mejillas ante sus palabras, ni las mil mariposas
revoloteando en mi estómago y hasta un poco más abajo.

- ¿Nos Vamos? –pregunta después de un ligero beso.

- Sí –

El auto se estacionó frente a la entrada y como siempre,


estaba abarrotado de periodistas. Saúl me ayuda a bajar,
evitando que la abertura en mi pierna pueda mostrar más
de lo que debe. Los flashes no se hacen esperar, y Saúl –
como nunca- me toma de la cintura y sonríe para muchas
cámaras.

Trend nos da la bienvenida al entrar y para variar no veo a


su novia por ningún lado, sonrío por educación y porque sé
que debo hacerlo en toda la noche ante la prensa.

- ¡Qué hermosa estas Andrea! –exclama Trend- no nos


equivocamos al elegirte.

- Radiante como siempre, ¿no señorita Mertz? –


interrumpe Alejandro uniéndose a nuestra conversación

Tomo la mano de Saúl para evitar una mala reacción de su


parte.

- Muchas gracias señor Ramirez –enarco una ceja al


contestar

- Mendoza considérate un hombre afortunado al tener al


lado a una joven tan hermosa –sonreía orgulloso y
petulante.

Si seguía expresándose así, no podría evitar un


enfrentamiento entre ellos. Saúl estaba echando chispas de
la rabia, sus enfurecidos ojos amenazan a Ramirez pero
éste no se daba por aludido.

- Así es mi estimado Alejandro –Trend contesta con una


sonrisa, secundando su comentario- es muy hermosa y
está con él. Dejemos a la parejita disfrutar de la noche,
vamos en busca de alguien dispuesto a soportarnos a ver si
tenemos suerte –ríe llevándose a Ramirez con él.

Mi rostro se enrojece al notar el desfachatado guiño de


Ramirez al despedirse y sé que ha sobrepasado cualquier
intento de autocontrol de Saúl. Me reincorporo
inmediatamente para intentar apaciguar el mal humor de
Saúl.

- ¿Podemos continuar disfrutando de la noche? –lo miro


haciendo un pequeño puchero para tratar de convencerlo.

Su actitud contrariada se va relajando con forme va


respirando, aunque su perfil recto hace parecer que
siempre está enojado. Me acerco a él acariciando su pecho
y le susurro algo al oído, su sonrisa arrogante regresa. Le
doy un ligero y rápido beso en los labios antes de
separarme.

- Vayamos a buscar la mesa que nos corresponde –


añade tomando mi mano para avanzar.

Saúl se detiene a saludar a uno de los socios, entablando


una conversación que al parecer ni a su pareja ni a mi nos
interesa. Diviso a lo lejos la presencia de Esteban y Karen,
haciendo una señal de saludo hacia ella, ya que Esteban ni
me ha mirado.

- Saúl, el nuevo socio estará sentado en la mesa continua


a la nuestra –expresa Marco de forma natural, pero Saúl
endurece su mirada- tal vez debamos incluirlo en nuestro
grupo.

- No lo considero necesario –responde con arrogante


fastidio.

Al parecer su respuesta nos toma por sorpresa a todos,


sobre todo por el tono de sus palabras. El nuevo socio no
es de su agrado, por lo visto.

- ¿Sabes algo acerca de Evan Martinelli que no te agrada?


Ese nombre parece resonar en mi cabeza una y otra vez; y
sin poder creer si realmente escuché ese nombre preguntó
nuevamente.

- ¿Quién? –pregunto sin percatarme de la actitud de Saúl.

- Evan Martinelli, señorita Mertz. Es el nuevo socio de la


compañía.

¡Diablos! El corazón empieza a latir desenfrenadamente en


mi pecho dominado por el pánico, un nudo se ha formado
en mi garganta dificultando mi respiración. Intento
mantenerme firme pero las cosas se complican al sentir el
temblor de mis piernas, incapaces de sostenerme por más
tiempo.

Busco el rostro de Karen entre la multitud, ella parece


reconocer de inmediato mi silencioso grito de ayuda y se
acerca en mi rescate.

- Buenas noches, si nos disculpan… necesito hablar con


la señorita Mertz unos minutos –interviene Karen
llevándome

Me disculpo con los presentes y avanzo con Karen hasta


vestidores.

- Esteban me contó del regreso de Evan y por eso estoy


aquí –sus rasgados ojos me miran con pena.

En estos momentos, incluso yo siento lástima de mí misma


por el lamentable estado en el que me encuentro pero
sobre todo por ser tan estúpida, al verme tan afectada por
Evan.

- Esteban… ¿él sabía que Evan estaría aquí? –la voz me


tiembla
- Si, él trató de contártelo pero tú no quisiste escucharlo
–recordé el día en que lo traté pésimo-. Me trajo para
ayudarte ya que él no puede acercarse a ti por tu novio –se
explicaba

- Entiendo. Fue mi culpa –dije arrepentida.

- Cálmate por favor –se asoma a la puerta y observa- No


creo que Saúl pueda esperar más de 5 minutos. Vuelve a su
lado, te buscaré cuando sea momento de subir al escenario
–me mira fijo a los ojos tratando de trasmitir confianza.

Y ante estas palabras hago uso de todo mi poder de


autocontrol, ocultando mis temores y sentimientos, cosa
que me resulta un tanto familiarizado y extraño.
Recordando aquellos días en los que fingía estar bien para
no preocupar a los demás, en los que mentía diciendo: todo
esta bien.

Me acerco a Saúl con una sonrisa, su endurecido rostro me


observa, hasta parece analizar mi actitud ignorando por
completo a Marco. Tomo su mano y podemos seguir
conversando.

- ¡Bienvenido! Evan Martinelli es un placer tenerte en


nuestra cena –alardeaba Trend.

Giré inmediatamente mi rostro a la puerta, nuestras


miradas se reencontraron una vez más, lo cual no pasa
desapercibido para Saúl y todos los presentes. Bajo la
cabeza siendo incapaz de poder controlarme, siento el
fuerte agarre de Saúl en mi mano y lo soporto, sintiéndome
culpable de lastimarlo.

Con el corazón hecho pedazos

-Andrea-
Karen me lleva tras vestidores, los labios me vibran, el
corazón duele y las lágrimas caen. Soy incapaz de
mantenerme firme, las piernas me tiemblan en un ataque
de pánico. He lastimado a Saúl con este estúpido e
inexplicable sentimiento por Evan, el cual no debe ser más
que un absurdo recuerdo al que mi corazón se aferra.

- Andrea cálmate, todo estará bien –decía Karen


tomando mis manos. Sus ojos reflejan lástima y
preocupación al notar la marca en mi muñeca.

- No puedo Karen, ¿Qué hice? Saúl no me perdonará


nunca… -la culpa se apoderaba de mí.

El miedo de perder a Saúl me asustaba, todo lo que había


logrado podría desvanecerse. Esto dolía más que la herida
latente en mi mano.

- Es él quien te lastimó, tú no tienes la culpa –me niego a


creer en sus palabras

- Si la tengo Karen, no me puedes entender-negué con la


cabeza-. Todo esto es mi culpa, soy una estúpida, son años
desde que Evan se marchó y jamás pude olvidarlo. Lloré
cada maldita noche por él, intenté odiarlo pero fue en vano,
mi vida fue miserable por culpa de su recuerdo. Y ahora,
cuando por fin decido rehacer mi vida él aparece y mi
corazón al parecer piensa que aún lo ama, causándome
esta sensación de miedo y confusión -estaba completa y
absolutamente desesperada odiándome por este absurdo
sentimiento.

- Enfócate en tu felicidad, en tu bienestar, no en la de


ellos. Piensa en ti, si necesitas tiempo aléjate de ellos; no
permitas que te lastimen más, no lo mereces.
Intentaba creer en las palabras de Karen, más la terquedad
de mis temores me lo impedían. Dejo pasar unos minutos
en silencio para calmar mis emociones y ordenar las ideas
en mi atormentada cabeza, más es en vano.

- Te cubriré esa marca, no puedes salir así. Traeré el


maquillaje –agrega Karen saliendo por la puerta.

Escucho la puerta abrirse, al ver entrar a Saúl me levanto de


inmediato y camino acercándome a él, más se detiene
observando mi mano y aunque trato de ocultarla sé que lo
ha notado.

- No quise lastimarte, yo… lo siento mucho –dice Saúl con


la mirada arrepentida,

- Yo lo siento, no quise… -intento disculparme y explicarle


lo sucedido pero él me interrumpe

- He sido yo quien te lastimó –y las lágrimas son


inevitables al sentir su abrazo- Andrea yo lo siento, tú no
tienes porqué disculparte. ¡Fui un imbécil!

Sus disculpas y su tierno abrazo me hacen desear


permanecer más tiempo en ellos, transmite cierta paz a mi
angustiado corazón. Y todos los temores, miedos e
inseguridades desparecen al instante, al sentir un cálido
beso en mis labios.

- Disculpen –interrumpe Karen-. Andrea la ceremonia


está por empezar –parece molesta

- Me retiro, nos vemos más tarde. Te estaré observando


desde la mesa –se despide Saúl, saliendo del lugar
Karen se acerca y aplica maquillaje en el moretón, así
mismo aplica retoques de maquillaje sobre mi rostro. No
hay rastros de haber llorado.

- ¿Estas segura de lo que haces? –pregunta Karen con


incredulidad

- Sí, es lo mejor –

- Lo mejor no siempre es la mejor decisión sino es a


quien realmente amas –replica Karen

La miro confundida porque entiendo perfectamente su


punto, algo similar me sucedió con Esteban, estuve tan
acostumbrada a la tranquilidad que el rubio irradiaba
confundiendo mis sentimientos con amor, más el
desencanto y la decepción fue peor para aquel que
realmente estaba enamorado.

- Yo realmente lo quiero… -sentí el fuerte palpitar de mi


corazón al expresar mis sentimientos por Saúl.

- Andrea… –resopla haciendo una pausa y tal vez para


ordenar sus palabras- deberías pensarlo mejor, aunque me
duela decirlo Esteban estuvo muy enamorado de ti, y tú al
no dar tu brazo a torcer para no regresar con Evan solo
terminaste lastimándolo más. No repitas la historia, las
cosas podrían ser peores ahora, ya no eres una niña.

Qué irónico, me sentí como una niña frente a un regaño de


mi madre, no podía refutar sus palabras porque todo era
completamente cierto.

Esteban entra y lo observo por un breve instante,


analizando si realmente vale la pena herir a Saúl con mi
inseguridad o como dice Karen, al no aceptar mis
sentimientos por Evan.
- Andrea ¿estás bien? –se acerca el rubio

- Sí, estoy mejor –me esfuerzo por sonreír-. Siento mucho


lo del otro día…

- Olvídalo. Ahora que lo pienso, debí decírtelo de todas


formas y evitar estos malos ratos.

- Ya está hecho -resoplo-. Terminemos con esta


presentación de una buena vez, solo quiero salir de este
lugar

Camino por el escenario hasta el lugar donde se me indicó


detenerme, sonrío de la mejor forma posible frente a Trend
y el presentador, evito mirar a las personas sentadas frente
a mí hasta acabar con todo esto. Me siento tan nerviosa,
como si esta persona no fuera yo.

<¿En qué me estoy convirtiendo? ¿Soy capaz de fingir


felicidad por complacer al resto?> pensaba.

- ¡Por fin todo acabó! –exclamo, caminando para


encontrarme con Karen en los vestuarios.

Al no encontrarla decido sentarme por unos minutos para


aliviar mi estado de ánimo, aunque después de cinco
minutos podía sentirme igual de nerviosa e inquieta.
Levanto la mirada al notar la puerta abrirse y Evan aparece
frente a mí con el rostro neutro, más sus profundos ojos
negros brillaban como aquellos tiempos, cuando una sola
mirada suya bastaba para saber que me amaba.

El corazón me duele e inevitablemente tiemblo ante él. Se


aproxima lentamente y soy incapaz de moverme o de
formular palabra alguna mientras su fragancia invade mis
fosas nasales. Retengo el aliento al tenerlo tan cerca,
guarda sus manos en los bolsillos y permanece quieto
frente a mí, observándome fijamente.

Me pongo de pie por inercia, más las piernas me tiemblan,


saca una de sus manos de los bolsillos y con rapidez toma
mi mano, frota un poco en ella y retira el maquillaje dejando
ver la marca roja en ella, inmediatamente sus cejas se
fruncen. Quito mi mano colocándola en mi espalda, las
aprieto en un puño convirtiéndose en mi punto de apoyo
para suprimir el miedo y proyectar el coraje para
enfrentarlo.

- ¿Qué haces aquí? –pregunto; sé que todo lo que diga se


escuchará más como una súplica.

- Vine a ver como estabas

Sus palabras provocaron una risa sarcástica y mis ojos se


llenaron de lágrimas.

- ¿A ver cómo estaba? ¿Acaso te ha importado eso en los


años que desapareciste? –reí con más sarcasmo, unas
lágrimas logran caer por mis mejillas.

- No es el momento para hablar del pasado –agrega

- Por primera vez tienes toda la razón, debo irme...

Lo escucho inhalar profundamente, sus manos agarran mis


mejillas generando un shock general en mí. Abro los ojos
del asombro enmudeciendo mis labios, el corazón golpea
fuertemente capaz de saltarle a sus manos. 1…2…3… sus
labios se pegan a los míos estremeciéndome por completo,
me siento tan nerviosa como aquella vez cuando me dio mi
primer beso, tan ingenua e inexperta.
Apreto los puños y retrocedo instintivamente, no he notado
en qué momento golpee su rostro. La respiración se me
dificulta, avanzo con dificultad cuando veo a Saúl de pie
junto a él.

Saúl-

Andrea había dejado de respirar, su rostro pálido reflejó


miedo, angustia y dolor, parecía estar aturdida, incapaz de
dar un paso o alejar mi fuerte agarre en su mano. Por un
momento pensé que había dejado de latir su corazón al no
sentir su respiración pero no era más que un reflejo al tratar
de suprimir el dolor tanto de su corazón como en su mano.

Evan sostiene la mirada endurecida sobre mí, con la


intención de golpearme si es necesario para evitar que siga
lastimándola, avanza como un león hambriento sobre su
presa, más la presencia de Trend frente a él lo detiene.

- No te atrevas a dar un paso más –amenaza Trend como


un susurro y sin perder la sonrisa, el cual solo Evan es
capaz de escuchar.

Los ojos de Evan se fruncen de inmediato y se detiene en


seco frente a él para no causar un escándalo que pudiera
afectarle directamente a ella.

Suelto la mano de Andrea con la mirada arrepentida al


notar el latente enrojecimiento de su muñeca, los ojos
llorosos de Andrea llenan de culpa mi abrumado corazón.
Esto es el resultado del mal intento por tratar de ocultar mis
sentimientos bajo la coraza de arrogancia y soberbia, muy
acostumbrado en mí, tal como dijo mi madre; soy incapaz
de controlar mis perturbados celos, ya desde hace varios
días he notado que mi deseo por ella estaba fuera de
control, los celos, la inseguridad y el miedo de perderla
estaban apuñalando mi cordura, mi corazón y mi cabeza.

Karen se acerca corriendo sobre Andrea, llevándola tras


vestidores para evitar una escena nada agradable que
pudiese arruinar la noche, aún más. Camino tras ellas, sin
intención de detenerlas en el camino, consciente del gran
error que cometí.

Me detengo en la puerta incapaz de poder mirar a la cara a


Andrea, mi frustración y enojo -conmigo mismo- eran
evidentes.

- Ella es capaz de hacer perder el control al mismísimo


Diablo, Mendoza –el malintencionado comentario de
Alejandro provoca aún más odio en mí

- ¿Qué quieres Ramirez? –lo miro con arrogante fastidio

- Así que perdiste todo por una chiquilla… -se mofa con
saña, arrogancia y tal vez un poco de lástima reflejada en
su rostro.

Y es que debajo de su apariencia atractiva hay una sucia


ambición y un corazón despiadado, lo conozco tan bien.
Hemos sido enemigos desde hace mucho tiempo, por
negocios. Ramirez fue uno de los involucrados en la
destrucción de una de las empresas de mi padre, como
también uno de los opositores en la junta de la sucesión de
poder a mi favor.

Nuestras empresas están vinculadas en una estrecha


competencia por abarcar mercados extranjeros, ambas con
la misma fuerza, el mismo poder y el mismo objetivo. Pero
yo, con mi arrogante y soberbia personalidad, jamás me dí
por vencido ante las amenazas de Ramirez y logré ser
mejor en muchas cosas. De una manera inteligente e
ingeniosa logré convertir todo en un éxito, superando a mi
padre y opacando por completo a Ramirez.

- No estoy de humor para tus absurdos comentarios –


resoplo impaciente

- ¿Absurdos? No lo creo. Has demostrado que no eres


mejor de lo que aparentas y estás perdiendo todo… tu
reputación, tu intachable imagen y ahora a ella –su
arrogante y desfachatado comportamiento estaba a punto
de colmar mi paciencia.

Meso mis cabellos una y otra vez, frustrado y molesto por


las palabras de Alejandro. En cierto modo son ciertas, mi
imagen, mi sensatez, mi cordura y todo lo estaba perdiendo
por ella.

- ¡¿Me estoy arruinando?! –susurro apretando mis manos


a los lados.

Trend se acerca a tiempo para evitar los estúpidos


comentarios de Alejandro, quien se retira al notar el daño
hecho.

- Todo está controlado, Marco es el único testigo de lo


que sucedió entre ustedes –se apoya de espaldas contra la
pared de manera despreocupada y escucho un profundo
suspiro.

Ruedo los ojos ya que ese tema ha dejado de preocuparme


desde el momento en que caminé detrás de ella.

- ¿Eres consciente del daño causado? Jamás creí


presenciar este tipo de comportamiento de tu parte –
agrega Trend con la mirada reflexiva en el frente
- ¿Tú crees que yo sí lo consideraba? –resoplo con
frustración-. La he lastimado… -ajusto el agarre en mis
puños.

Estoy a punto de perder la cordura, ante la amenaza de


todo en mi interior por volverme loco. El corazón me late
fuertemente frente al dolor en mi pecho que llega como
puñaladas.

- Deberías entrar y disculparte –enarca una ceja y me


mira-. No arruines más las cosas –camina hacía la
recepción ante el inicio de la cena.

Medito por unos segundos la posibilidad de entrar, pero


desisto de mi cometido soltando un resoplido de
frustración.

“¿Podrías regalarme una sonrisa? Esa que me hace sentir


especial en tu vida y me hace quererte con todo mi
ser… expresó como un susurro en su intento de apaciguar
mi malhumor ante la interrupción de Alejandro, lo cual me
resultó perfecto y especial por ser ella quien lo decía, con
esa ternura e inocencia reflejada en su rostro.

Ahora siento miedo de perderla, he tirado todo por el caño,


la he lastimado y eso es imperdonable. Doy un paso
adelante aceptando mi destino, he decidido enfrentar de
una vez por todas su decisión, disculparme no será fácil.

Antes de tocar la puerta Karen aparece ante mí, bien puedo


percibir el odio en su mirada. Sin decir ninguna palabra de
por medio se hace a un lado dejándome pasar.

- Estaré aquí por si me necesita, no te atrevas a lastimarla


–dice con el tono preciso para poder escucharla antes de
entrar a la habitación.
Cuando se percata de mi presencia se pone de pie y se
acerca lentamente. Camino a su encuentro y sus ojos
transmiten miedo y dolor; lo cual me hace detener en seco.

< ¡Idiota! ¡Idiota!> me recrimino.

Bajo la mirada acercándome un poco más a ella y veo las


marcas en su muñeca, ella trata de ocultarlas en su
espalda, pero es inútil he llegado a verlas.

- No quise lastimarte, yo… lo siento mucho –las palabras


se quedan atoradas en el nudo de mi garganta,

- Yo lo siento, no quise… -sus ojos brillan conteniendo las


lágrimas-

- He sido yo quien te lastimó –la interrumpo, abrazándola


con ternura como si de ello pendiera mi vida- Andrea yo lo
siento, tú no tienes porqué disculparte. ¡Fui un imbécil!

La culpa se clava como una estocada directo al corazón, la


he lastimado y sin embargo es ella quien se siente
culpable. No soy tan despreciable como para
aprovecharme de su vulnerabilidad y atarla a mí.

Después de disculparme con ella otras cien veces he


logrado tranquilizarla, la he llenado de besos, caricias y
permanecemos unidos por un abrazo. Siento un impulsivo
deseo de llevármela de éste lugar, hasta mi cama y hacerla
mía una vez más.

Ella se ha convertido en mi vida y ahora sé que Evan


significa algo latente en su corazón, podría ser que
mantenga sentimientos por ambos; pero estoy seguro que
podré con esto y con mucho más. Tengo la confianza que
seré yo quien gane su amor. De todas formas yo estoy a su
lado ahora.
*

Observo atento las presentaciones desde la mesa,


escuchando vanamente las opiniones de los presentes.
Andrea es presentada como el rostro de Maxwell y una de
las mujeres más hermosas, mientras ella se desenvuelve
en el escenario, por mi parte observo disimuladamente a
Evan, interesándome su comportamiento. Él mantiene la
mirada fija en ella, la bella dama a su lado no parece
incomodarle la situación doy por hecho no es su pareja.

Regreso la mirada al escenario, Michelle la novia de Trend


ha llegado junto con Samantha, ambas miran con antipatía
a Andrea. Samantha observa a su alrededor, al encontrarse
con mi rostro lanza una sonrisa seductora. Es una mujer
muy atractiva de excelentes facciones y mucho más
madura que Andrea, sin embargo jamás me interesó como
ella quería.

Contesto su gesto con caballerosidad y dirijo mi atención a


lo que verdaderamente me importa, Andrea. El vestido rojo
se ve increíble en su sensual figura, percibo las miradas
envidiosas de las mujeres y algunas miradas lascivas de
los hombres.

Por fin todo esto terminó, están por servir la comida en las
mesas y ella aún no llega. Evan no está en su sitio y un
torrente de ansiedad me invade al considerar la idea de que
estén juntos, trato de tranquilizarme para no armar otra
escena. Inquieto me levanto de la silla, tomo mi copa de
champagne y camino hasta donde posiblemente pueda
encontrarla. Observo el rostro de las personas a mi
alrededor para evitar cruzarme con ella, Karen y Esteban
estan juntos conversando, lo que me hace apresurar mi
paso hasta los vestidores.
Mi mundo cae al piso en cuanto abro la puerta, él la está
besando. Encolerizado y sin poder controlarme me acerco
a ellos, ella se aleja y aprovecho para golpearlo. Andrea se
sorprende en cuanto me ve y sé que está asustada.

- Saúl – susurra Andrea

Evan se lanza sobre mí, empezando una lucha que dista


mucho de ser la solución ideal de caballeros. Al ver el
nerviosismo de Andrea, me detengo y él parece
comprender de inmediato. Nos mira indecisa y preocupada,
sin saber a quién acercarse; lo cual solo me llena de rabia
al saber que no soy su prioridad como ella lo es para mí.

Esto no puedo perdonarlo, jamás me había sentido tan


humillado en toda mi vida, mi soberbia y mi orgullo no me
permite continuar con esto sobre todo al ser testigo de ese
beso.

- ¿Cómo te atreves? –le reclamo a Evan

- Saúl, por favor déjame explicarte… -Andrea lucía tan


agobiada, con miedo trataba de hacerme entender que todo
se trataba de una confusión, pero simplemente no estaba
dispuesto a escucharla.

- No hay nada que explicar, lo he visto todo Andrea. ¡Fue


suficiente!… -grito con evidente fastidio y coraje, apretando
las manos para no arrepentirme de mis palabras.

Sus manos toman mi brazo como señal de su


desesperación, casi suplicando para ser escuchada, más
intento no mirarla. Estoy despedazándome por dentro, mi
orgullo ha sido pisoteado por ella, me siento derrotado e
incapaz de hablar, tengo un nudo en mi garganta que de
romperse puedo expresar cosas inimaginables.
Me deshago de su agarre y avanzo rápidamente, mientras
mi determinada resolución me lo permita. Llego a la puerta
y espero mi auto impaciente y con ganas de romper todo lo
que se me cruce.

- Saúl por favor escúchame –me suplica saliendo del


lugar, sus lágrimas caen por su rostro más no logran
conmoverme.

Veo a Evan, Esteban y Karen salir tras ella.

- ¡Ya basta Andrea! -Karen intenta apartarla más ella se


aleja con facilidad

Se aferra de mi saco, puedo sentir el temblor en sus manos


pero su agarre es tan suave que lo quito con facilidad al
tener frente mi auto.

- Por favor Saúl, escúchame... ¡no te vayas! – insiste una


última vez,

Subo al auto y me marcho, intentando no mirar atrás. Me


marchaba con el corazón hecho pedazos, no solo por
dejarla de esta manera y en ese estado; sino porque la
amaba tanto, pero no era yo a quien ella realmente amaba.

El corazón duele y el desamor quema como una brasa


latente que arde en las entrañas, incapaz de extinguirse por
sí sola; más solo encontrará paz cuando el amor regrese a
mí.

Juegos del destino

Andrea-

Después del inesperado beso de Evan, todo se vino abajo,


por más que supliqué a Saúl me dejara explicarle no quiso
escucharme, no me dio ninguna posibilidad de hacerle
entender que fue un error.

El auto de Saúl se ha ido, siento un pequeño sonido de


quiebre en mi interior, los pedazos sanados por él ahora se
resquebrajan nuevamente. Mis rodillas se doblan al sentir
la pesadez de mi cuerpo y caen al piso. Karen y Esteban
corren para ayudarme a levantar, sin embargo solo deseo ir
tras Saúl.

- ¡Vamos Andrea! –dice Karen y avanzo con ella.

Evan intenta acercarse pero Esteban se interpone.

- Déjala tranquila, no es el momento –le señala a las


personas saliendo del local que observan con reprobación
los hechos.

Entro en el auto de Esteban, observo a Evan ansioso y


rehuyo a su mirada hasta dejarlo atrás culpándolo de todo
lo malo en mi vida.

Qué irónica puede ser la vida, ésta será una de las peores
noches que pasaré, cuando debió ser una de las mejores. Él
hombre que quiero jamás me perdonará.

Cuando despierto, un latente dolor de cabeza me


acompaña impidiendo pueda abrir los ojos frente a los
rayos del sol que se filtran por las ventanas. Camino hasta
el baño sollozando por lo acontecido y miro mi patético
reflejo en el espejo, los ojos hinchados evidencian una larga
noche de llanto y depresión. Lavo mi rostro y regreso a mi
cama, tomo el celular y marco una vez más a Saúl, quien
debe tener más de cien llamadas perdidas, sin embargo no
contesta. Lloro como si eso fuese una solución a mis
problemas hasta quedarme dormida nuevamente.

El sonido de la puerta me despierta, los golpes son tan


insistentes que no podría ignorarlos. Camino hasta la
puerta y abro, olvidándome por completo de mi apariencia
tan deprimente.

- ¿Sí?

- ¡Andrea! Estaba muy preocupada por ti, te he llamado


mil veces y no me contestabas –dice la pelirroja
abrazándome

- ¿Qué pasó? –pregunto tontamente

- ¿Qué pasó? –me mira preocupada- aparte del aspecto


de tu cara, pasa esto –me enseña el periódico,

Una foto del bochornoso hecho de la noche anterior estaba


frente a mí y frente a todo el mundo. Si eso era cierto,
Estela no sería la única que había intentado comunicarse
conmigo.

- ¿Qué pasó? ¿Por qué terminaste con Saúl? –pregunta


confundida e intrigada

- Por lo menos escogieron una foto donde no me veo tan


patética –intento reir pero las incontenibles lágrimas caen.

La foto que aparecía en la portada, fue cuando Esteban y


Karen me ayudaban a caminar y Saúl se marchaba en el
auto, ellos asumían que Saúl me había dejado porque de
alguna manera se aburrió de mí.

Intentaba contener el llanto pero era imposible, Estela me


conocía muy bien como para no darse cuenta de mi dolor,
lloré como una niña en los brazos de la pelirroja mientras le
contaba con detalles lo sucedido.

Después de tomar una ducha decido ir a casa de Saúl para


intentar -una vez más- me escuche. El taxi me deja en la
puerta de la cabaña, estoy segura de encontrarlo allí. El
corazón se me agita y los nervios me traicionan, pero es
muy tarde para arrepentirme y regresar. Inhalo hondo
controlando el temblor de mis manos y toco la puerta,
Oscar abre.

- Señorita Andrea, no sé si deba dejarla pasar –dice


preocupado el anciano

- Por favor déjame pasar, necesito hablar con Saúl –le


ruego

- Él no se encuentra en condiciones de recibirla… -el


corazón duele y sé que Saúl debe estar destrozado como
yo lo estoy.

Oscar abre ligeramente la puerta y avanzo, corro hasta


llegar a la casa y encuentro todo tirado, temo lo peor por
Saúl. Ansiosa y preocupada corro escaleras arriba
buscándolo, estoy desesperada. Abro la puerta de la
habitación con el corazón en la mano, he vuelto a ser tan
insegura y me siento tan pequeña e indefensa. Observo a
Saúl tendido en la cama, la botella vacía a su lado me indica
que ha tomado de más.

Una vez más he lastimado a alguien que me importa tanto,


una vez más he sido la causante del dolor de otro, todo por
culpa de mi indecisión.
<Quizá Karen tiene razón, no aceptar mis sentimientos por
Evan solo causará dolor> decido estúpidamente hacer caso
a los consejos de Karen e irme.

Recojo todas mis cosas y las guardo en mi maleta, cuando


estoy saliendo de la habitación su voz me detiene en seco.

- ¿Piensas que te puedes ir como si nada? –se levanta de


la cama, aún está bajo los efectos del alcohol.

- Yo… debería… -suelto la maleta y volteo a mirarlo, mi


corazón late tan rápido que duele y todo el cuerpo me
tiembla, llevo una de mis manos a mi rostro intentando
suprimir el llanto

- Largarte con él ¿no es así? –enarca una ceja y su gesto


altivo y arrogante me asusta, me intimida, me cohíbe-
¿Cómo pudiste?

- No… yo no… podría - Puedo parecer una estúpida al no


ser capaz de contestar de manera coherente y firme a sus
acusaciones

Su mirada es tan profunda y escalofriante, cargada de odio


y resentimiento hacia mí. Se acerca muy lento, como un
animal al asecho, intento retroceder por instinto ante el
inminente peligro de su aproximación.

- Si necesitabas tus cosas solo hubieses esperado. No


pensaba quedarme con nada que me recuerde a ti –agrega
con el rostro endurecido y lleno de desprecio.

Ha sido un error venir a su casa ahora, no está en


condiciones de hablar y escucharme, solo piensa en
lastimarme y lo entiendo. Los ojos se me llenan de lágrimas
al escucharlo.
- O tal vez, solo llamabas a Evan y él encantado enviaría
alguien por ellas –se encoge de hombros-, total ustedes ya
tienen ese tipo de confianza-

Apreto los puños en mis manos, intentando producir el


suficiente coraje para enfrentarlo y no dejarme humillar
como lo está haciendo.

- Las cosas no son como piensas –agrego en el mismo


absurdo tono de súplica, las incontenibles lágrimas caen.

- Andrea, no soy estúpido. Si deseas te puedes acostar


con él o con Ramirez, a mí me da igual con quien lo hagas…
-de forma inconsciente he golpeado su mejilla.

El corazón duele tanto como mil puñaladas, siento una


necesidad de buscar oxigeno como si el nudo en la
garganta, aparte de no dejar salir las palabras también
retuviera el aire. El gimoteo se evidencia cuando los labios
me vibran al ver el enrojecimiento en su rostro y ese golpe
me ha dolido incluso más que a él.

Se acerca hasta mí con la mirada furiosa por el golpe y


retrocedo hasta chocar contra la pared, su mano golpea la
pared impidiendo mi escape. Retengo la respiración para
no ceder ante él y solo pasan por mi cabeza absurdas ideas
al tenerlo tan cerca. Si tan solo un beso pudiera borrar todo
esto… Más estas absurdas ideas no son más que eso…
absurdas y estúpidas ideas.

- ¿Crees que puedes venir aquí a golpearme? -puedo


sentir su rostro muy cerca al mío.

Su aliento inunda mi nariz, totalmente alcoholizado y por


primera vez me provoca miedo estar frente a él.
- No quiero verte más, aunque te podría tolerar una vez
más en mi cama – su tono de burla me estremece, mis
manos bajan hasta mi vientre para evitar derrumbarme
frente a él.

Desearía estar en mi cuarto entre las sábanas de mi cama


refugiándome de estos dolorosos recuerdos que sé,
atormentarán mi mente en la oscuridad de la noche.

- ¿No es a eso a que viniste? Si quieres que te perdone,


tendrás que desnudarte frente a mí y rogarme– sus
palabras me han lastimado

<¿Cómo fui tan tonta para enamorarme de éste hombre?


Ha cambiado tanto de la noche a la mañana que ya no soy
capaz de reconocerlo, es más, le tengo miedo>

Deseo acabar con todo de inmediato y tomo lo poco de


dignidad que me queda y lo empujo para avanzar hasta la
puerta pero su agarre firme me lo impide.

Jala mi mano y me arroja sobre la cama, su cuerpo cae


sobre el mío al instante y me sujeta de las muñecas. Siento
miedo, los colores de mi rostro huyen ante su actuar y solo
puedo llorar ya sin fuerzas para defenderme. Su mirada
permanecer fija en mi por un minuto o tal vez más, su
semblante de rabia y desprecio cambiaron a remordimiento
y aflicción; por lo que se tira a un lado liberándome de su
agarre.

Corro despavorida hasta salir de la casa, dejándolo atrás


junto a mi corazón. Un ligero ataque de pánico me asalta,
las lágrimas caen por sí solas incluso ante todo el esfuerzo
que hago por controlarlas y me siento tan pequeña e idiota.
Camino por unos minutos por la carretera tratando de
expulsar todo ese dolor que me envuelve cuando un auto se
detiene a mi lado, estoy cansada y agobiada por lo que mi
cuerpo cae al piso antes de siquiera ver quien maneja el
vehículo.

Despierto en una habitación que no reconozco, o tal vez sí.


Miro detenidamente cada objeto en ella, cuando la puerta
se abre.

- Por fin despiertas –verlo me toma por sorpresa, no


esperaba ayuda de él precisamente

- ¿Cómo… me encontraste?

- Eres la única caminando por la carretera antes de


desmayarte –se encoge de hombros con naturalidad- solo
te ayudé, no podía dejarte en ese estado o ¿sí?

- Gracias, creo que debo irme –la voz me temblaba al


recordar lo sucedido con Saúl. Intento bajarme de la cama
pero un mareo me lo impide.

- Deberías descansar ya es un poco tarde, mañana


podrás marcharte –ordena

- Buenas noches, señor Alejandro aquí está la comida


que ordenó –indica una señora de servicio al entrar

Sí, aquella persona de quien jamás esperé nada más que


desprecio fue quien me ayudó, Alejandro Ramirez fue quien
me encontró en la carretera, el que con su petulante y
arrogante actitud me recogió, tal vez solo fue coincidencia,
una casualidad o tal vez una fatalidad.
Una vez más compruebo que la vida tiene tantas tretas,
tantos caminos predestinados que se van enlazando de
acuerdo a las decisiones que elijas para al fin formar parte
de los juegos del destino.

Con la comida frente a mí, una arcada me hace correr al


baño. Después de unos minutos salgo y Alejandro me
observa con detenimiento.

- Deberías visitar a un doctor. No me extrañaría, aunque


sí detestaría, que puedas tener un Mendocita
desarrollándose dentro de ti –agrega con un gesto altivo.

- ¿Mendocita? –no puedo evitar reír ante su comentario


quebrando la tensión entre nosotros.

Alejandro no dudó en reír conmigo, más unas lágrimas


acompañaban mi sonrisa; tal vez de felicidad o de
preocupación o tal vez en un intento por olvidar todo.

La noche fue larga debido al dolor en mi corazón más no


por preocuparme la idea de un bebé, eso era imposible. Las
dos horas de sueño no eran suficientes, por lo que decidí
llamar a Daniel y solicitar el día libre, a lo cual accedió.

Llego a mi departamento, me voy directamente a la cama


ahogar mis penas con la almohada, era la mejor forma y la
única que conocía. Después de unas horas de sueño, reviso
mi celular intentando tener valor suficiente para devolver
una de las miles de llamadas de mi madre.

- ¿Hola? ¿Hija? –escuché la voz angustiada de mi madre


a través del teléfono

- Mamá, estoy bien. No tienes por qué preocuparte –


contesté ajustando el agarre en las sábanas para no
quebrar mi voz.
- Andrea no puedes engañarme, las fotos en el periódico
son claras

Enmudecí por unos minutos sin saber qué excusa inventar


–ésta vez- para ser más convincente, aunque a una madre
difícilmente se le puede ocultar la verdad.

- Sólo fue un malentendido mamá. La foto la tomo


alguien en el peor momento… sólo eso… -

- Mi niña, no necesitas mentir más. Soy consciente del


dolor de estos años, a pesar de no querer expresarlo y
tratar de ocultarlo, lo percibo en tu mirada, en tus acciones
y hasta en todo tu cuerpo hija. No puedes mentirme más,
no soportaría verte infeliz otra vez por culpa de Evan.

Abracé mis rodillas y ajusté el agarre intentando suprimir


los sollozos y mantener mis pedazos unidos, más las
lágrimas caían de forma incontrolable ante las palabras de
mi madre.

- Él… volvió mamá… -y después de ésta confesión fue


imposible seguir ocultando mi dolor.

- Mi niña, lo sé –contesta mi madre y sé que está llorando


conmigo.

En momentos como éste es cuando más hace falta el


abrazo enternecedor de una madre, el poder de sus
palabras para consolarte y el coraje para apoyarte y
aconsejarte en tu actuar.

- ¿Andrea estarás bien? ¿No podrías tomarte unos días


con nosotros? –

- Lo intentaré mamá -colgué


Solicité unos días de vacaciones para aclarar mis
pensamientos, mi corazón y tomar la decisión de enfrentar
de una buena vez a Evan. Daniel no se negó, mi semblante
era lo más convincente -para él- de que necesitaba
descansar unos días. La pelirroja por su parte estaba tan
preocupada por mí, prometió llamarme todos los días y no
dudaba que así lo hiciese,

Antes de completar la semana en casa de mis padres y sin


tener ni una sola noticia de Saúl, decido ir a un lugar en
específico, a un lugar cargado de recuerdos tan dolorosos y
al mismo tiempo de felicidad plena.

Cuando llegué a la casa, la enorme puerta de madera


seguía tal como la recordaba, el barniz la hacía mucho más
brillante y hermosa. El cuerpo me temblaba, la respiración
se hacía más pesada y el corazón estaba a punto de
saltarme por el pecho, mientras tocaba el timbre.

Pensé que la casa estaría habitada por el personal de


servicio como todos estos años, pero al parecer alguien me
esperaba adentro ésta vez. Aquel que esperé tanto tiempo…
aquel que busqué una y otra vez hasta en mis sueños más
oscuros con tal de poder verlo.

Trago fuerte al escuchar las palabras de la chica; “Adelante,


la están esperando”. Camino pausadamente, miles de
recuerdos recorren mi mente, pero me mantengo firme y
decidida.

- Señorita Andrea, puede recorrer la casa si desea. El


joven bajará en un momento –reconocía a la señora del
servicio tal como ella lo hace conmigo.

Asentí nerviosa y empecé a caminar, recordando aquellos


momentos que estrujan mi corazón. Llegué hasta la sala de
juegos, caminé al lado de aquella mesa de billar que me
recordaba los últimos momentos juntos, incluso llegué a
pensar que había retrocedido en el tiempo a aquella vez
cuando mi cuerpo lo deseaba tan vehemente, cuando sus
caricias me estremecían por completo, cuando… amaba a
Evan con toda mi alma y mi corazón e indudablemente era
suya en cuerpo y alma.

Evan-

Me odié por tanto tiempo por abandonarla y lastimarla de


esta manera, por perder tantos años lejos de ella cuando
aún la amaba con todo mi corazón, más el motivo lo
justificaré más adelante, cuando considere esté lista para
comprenderlo.

Me fui con toda mi familia por decisión de mis padres, ella


no se merecía sufrir más y mucho menos dejar de ser
alguien en esta vida por mí. Celebré cuando terminó su
carrera, aunque ella parecía más triste y acongojada cada
día. Quise regresar miles de veces al saber cómo me
buscaba, cómo sufría y me extrañaba, para ser sincero la
extrañé tanto –con la misma intensidad- como ella a mí.

Fue duro enterarme de sus desdichas y aun así


mantenerme lejos, todas mis noches estaban abarrotadas
por su recuerdo, por mi arrepentimiento, por mi dolor. La
necesité cada día y cada noche, hasta que decidí hacer algo
con mi vida para poder regresar con ella y demostrarle que
todo lo que pasamos fue por algo.

Empecé a trabajar en la empresa de mi padre y las cosas


empezaron a mejorar, los mercados extranjeros nos
abrieron las puertas y fue todo un éxito. Traté de mantener
mi perfil bajo para evitar puedan llegar noticias mías hasta
ella. Mi vida cambió pero mi amor por ella jamás lo hizo, no
desaparecía ni se extinguía como cualquier otro, la deseaba
cada día más.

Mi regreso estaba planificado hace algunos meses atrás,


me mantuve informado sobre su vida y por ello estoy
seguro de su amor. Por ello no puedo aceptar que
mantenga una relación con ese pedante de Mendoza, ella
no puede estar con él.

<¡Se supone que ella es mía, solo mía!>

Durante la dichosa cena sé que no fue la mejor decisión


besarla, pero fui incapaz de contenerme ante su belleza.
Ella corre detrás de Saúl y me duele en el alma verla sufrir
por él,

<¡No la merece! >

Intento acercarme pero Esteban me detiene, me hace ver


que no es el lugar indicado para hablar, hay fotógrafos por
todos lados no puedo lastimarla más. Por la tarde del
domingo estuve esperándola frente a su departamento,
necesitaba hablar con ella y saber cómo estaba pero nunca
llegó.

He discutido con toda mi familia por ella, creen que soy una
oscura sombra que trae desgracia y dolor a su vida, he
llegado a creer en esas palabras. Pero no desistiré de
luchar por ella, cueste lo que cueste he decidido ganarme
su amor otra vez, demostrarle que soy capaz de todo.

Visité el Banco esperando encontrarme con ella pero solo


encuentro a Estela, al parecer es la novia de mi hermano y
amiga de Andrea. Parece sorprendida al conocerme y
puedo sentir una mirada de resentimiento por parte de la
pelirroja, quien debe conocer toda nuestra historia y ese es
motivo suficiente para odiarme.

Sin embargo la información de “días libres” es suficiente


para saber su paradero y me dirijo al lugar que tantos
recuerdos me trae porque sé que en algún momento ella
me buscará y sabrá donde encontrarme.

El día llega y ella aparece por la puerta, tan hermosa.


Parecía ser la misma Andrea de hace años, cuando nos
amábamos en secreto, con sus cabellos castaños sueltos y
esos tímidos ojos brillosos llenos de amor. Solo por una
pequeña diferencia ella no sonríe como aquel entonces ni
sus ojos brillan de felicidad.

La miro tan callada mientras observa detenidamente los


ambientes de la casa, sé que los recuerdos vuelven a ella,
por ello no la detengo solo la sigo en silencio tratando de
estudiar sus facciones y sus expresiones muy diferentes a
cuando la conocí. Mi corazón se estremece rápidamente
ante su presencia como si añorara a la dulce e ingenua
Andrea del pasado.

Nuestras miradas se unen y sus ojos tristes me


demuestran que aún siente algo por mí. Tal vez aún no es
tarde, tal vez ésta es la segunda oportunidad que me
ofrece la vida y no la dejaré pasar.

¡Él no lo vale!

Evan-

La miro fijamente, acercándome poco a poco a ella, el rubor


en sus mejillas alivia el dolor en mi corazón, es como si
estuviera frente a la Andrea de hace tres años, a pesar de la
madurez y sensualidad que ahora posee.

Mi corazón parece reconocerla inmediatamente, retumba


tan fuerte en mi pecho como si ella diera vida a mi vida, en
realidad eso es ella, mi vida y el sentido de ésta.

Estoy de pie frente a ella y su semblante titubeante la hace


incapaz de pronunciar las muchas preguntas que debe
haber pensado. Sus ojos se cristalizan de repente y baja la
mirada apretando sus manos a los costados.

Su lucha interna es feroz, debe sentir odio y amor por mí.


Estoy dispuesto a soportar todo con tal de tenerla conmigo
porque simplemente la amo.

- ¿Evan? ¿Por qué… volviste? –tartamudea haciendo la


pregunta más importante para ella

- He regresado por ti

Sus ojos sorprendidos me miran y su cuerpo


inconscientemente se tensa. Su cabeza empieza a
moverse con reprobación como si no me creyera. El dolor
en el pecho regresa, intento acercarme y ella retrocede,
intento mirarla a los ojos pero me evaden.

- Es muy tarde Evan ¡Todo cambió! Tú cambiaste, incluso


yo lo hice –sus palabras han subido el tono, su
desesperación por negarse a creer todo aquello que le diga,
la ciega.

- Andrea te amo y sé que tú sientes lo mismo –la tomo de


las manos acercándola hasta mí.

- Tú no… -sus lágrimas empiezan a caer- no puedes


hacerme esto. No puedes volver como si nada hubiese
pasado y decirme que aún me amas, es absurdo –negaba
aturdida

Repentinamente me asalta una sensación de frustración,


meso mis cabellos y respiro hondo porque la respuesta que
puedo darle no será del todo convincente.

- Yo… lo siento. Entiéndeme no podía quedarme a tu lado


y lastimarte aún más. Jamás me perdoné lo que pasó –me
odiaba a mí mismo por ello.

- Pero no soporto estar más tiempo lejos de ti –poso mi


mano sobre su mejilla y la acaricio, secando sus lágrimas-
Andrea te amo, aún te amo.

Ella mantiene los ojos cerrados mientras llora, el dolor


oprime mi pecho al verla tan atormentada y quebrada. Mis
labios se posan en los de ella, una sensación inexplicable
me recorre al sentirlos y aunque no es más que un simple
beso puedo sentir su cuerpo temblar al contacto. La deseo
tanto...

Andrea-

El corazón me late dolorosamente y me odio porque aún


siento cosas por él, soy incapaz de odiarlo a pesar de todo.
Y como siempre lo soñé, considero la idea de terminar
regresando irremediablemente a él.

Las lágrimas caen, imparables ante el dolor y la felicidad de


tenerlo frente a mí. Porque ahora no es un sueño, es la
realidad y aunque es dura y cruel debo enfrentarla.
- ¿Evan? ¿Por qué… volviste? –tartamudeo al preguntar lo
que me quema en el pecho, porque tal vez puedo imaginar
la respuesta.

- He regresado por ti –

Me sorprende lo directo que puede ser, más me niego a


aceptar que sea verdad. Niego con la cabeza reacia a
aceptar sus palabras y rehuyo de su mirada porque
simplemente sus ojos son capaces de convencerme. Me
siento frustrada, confundida y exhausta; y el pánico grita en
mi sistema

- Es muy tarde Evan ¡Todo cambió! Tú cambiaste, incluso


yo lo hice –grité, tratando de expulsar todo el revoltijo de
sentimientos que me carcomen.

- Andrea te amo y sé que tú sientes lo mismo –toma mis


manos y me jala hasta él

- Tú no… -lloro suplicando tranquilidad- no puedes


hacerme esto. No puedes volver como si nada hubiese
pasado y decirme que aún me amas, es absurdo –

- Yo… lo siento. Entiéndeme no podía quedarme a tu lado


y lastimarte aún más. Jamás me perdoné lo que pasó –se
explica y noto su aflicción

Y con estas palabras recuerdo aquel episodio de mi vida


que había –creído- olvidado y es una de las causas por la
cual tengo como manía tomar mi vientre para ser fuerte.
Aquel pequeño ser que crecía dentro de mí, “nuestro
pequeño”, cuyo recuerdo quedó grabado en mi alma, en mi
corazón y en todo mi ser.

Al perderlo mi vida quedó en mil pedazos, me sentía vacía y


afligida. Y en momentos como esos donde las pesadillas
se apoderan de ti, es cuando más necesitas el apoyo de
aquel que dice amarte, de aquel que juraba y profesaba un
amor incondicional por ti, más él simplemente desapareció.

Me abandonó abrumada e inmersa en una profunda


depresión, donde solo él podía ser capaz de darle la
tranquilidad a mi afligido corazón. Con solo una palabra
suya, una caricia o un abrazo hubiese bastado para
apaciguar esa tortura. De recordar esto, miles de
sentimientos bullen en mi interior como una brasa ardiente
extinguiendo todo –o lo poco que queda- de coraje para
seguir negándome a caer en sus palabras.

- Pero no soporto estar más tiempo lejos de ti –posa su


mano sobre mi mejilla y la acaricia- Andrea te amo, aún te
amo –me sorprenden sus palabras, cuanto no deseaba
escucharlas...

La lucha interna entre mis sentimientos encontrados es


simplemente desgarradora. Incapaz de suprimir tanto dolor,
me derrumbo frente a él, los miles de pedazos se abren un
poco más en mi cuerpo. Expuesta y vulnerable, cierro los
ojos con fuerza y las lágrimas escapan de control, mi
fuerza se ha acabado no puedo luchar más contra él ni
contra los sentimientos que despierta en mí.

Cierro los ojos y disfruto de su beso, aún conserva su


aliento mentolado de siempre, mi cuerpo se estremece en
sus brazos como un escalofrío al contacto de su piel.

Y después de unos segundos me alejo unos pasos y él me


sigue, acaricia nuevamente mi mejilla y me abraza,
inhalando el aroma de mis cabellos. Retengo el aliento ante
tan placentera sensación e inconscientemente mi cuerpo
se tensa. Ésta reacción me hace pensar que mi cuerpo aún
no olvida del todo, ni sus caricias,ni su olor y mucho menos
la sensación que ello provocaba.

El corazón golpea mi pecho al disfrutar de su cercanía, al


sentirme envuelta en sus brazos como lo soñé hace
muchos años. Mi cuerpo tiembla en sus brazos y él lo nota,
soy incapaz de pronunciar palabra alguna sucumbiendo
nuevamente ante sus labios.

- En mi corazón solo estas tú, Andrea. Te amo, como a


nadie. Te amo más que a mí mismo, con todas mis
fuerzas… – sus ojos brillaban llenos de amor y deseo.

Sé que sus palabras son sinceras y le creo, el brillo en sus


ojos siempre demostraron sinceridad, esa profunda mirada
siempre me hizo sentir especial. Con ello, dejo de lado los
absurdos pretextos por ocultar lo que siento por él, me he
cansado de luchar conmigo misma por negar mis
sentimientos.

- Yo… te extrañé tanto, me hiciste tanta falta –


correspondo su abrazo y las lágrimas caen. Quizá porque
jamás pensé volver a verlo o por lo derrotada que me
siento.

- Lo sé mi amor, lo sé. Pero no volveré a dejarte jamás –


susurra en mis labios

Sus besos ahora saben mucho mejor, transmiten la calidez


que tanta falta me hace. Y como en un sueño todo parece
tan irreal, acaricio su rostro para aceptar que no estoy
soñando. Sus besos… como extrañé estos besos.

Me separo un centímetro de sus labios en busca de


oxígeno pues la respiración se dificulta por la fogosidad
que bulle en mi interior intensificando el sonrojo en mis
mejillas. El brillo del deseo en sus ojos se intensifica
cuando acaricia mi rostro con el dorso de su mano, tan
suave y delicado. Cierro mis ojos ante la sensación de
placer y estremecimiento que me recorre.

Baja su caricia por mi cuello hasta mis hombros, quitando


las tiras de mi vestido y éste cae a mis pies. Una sensación
de timidez me embarga más sus manos presionan mi
cintura atrayéndome hasta él, sus labios inmediatamente
se apoderan de los míos por un momento y después bajar
por mi cuello.

- Evan… ¿Por qué… por qué te fuiste? –pregunto


estúpidamente, dejando una sensación de ardor en mi boca
y en el corazón.

Su cuerpo se tensa y sus besos se detienen, nos miramos


por unos segundos a la espera de una explicación. Sus ojos
brillan de amor pero también veo en ellos dolor.

<Algo no está bien en todo esto, algo me oculta y no sé qué


tanto podría afectarme como para no contármelo ahora>

Estos días fueron fundamentales, acepté mis sentimientos


por Evan y no recibí ni un solo mensaje de Saúl. A pesar de
todo aún lo extraño. Llego a la oficina muy temprano
esperando que el escandaloso asunto con él estuviese
olvidado por completo ya que los periódicos no insistieron
con la noticia.

La presencia de la pelirroja es infaltable en mi oficina pero


postergo nuestra charla debido al trabajo acumulado, el día
resulta agotador. Y los siguientes días transcurren igual, del
Banco a mi departamento, enfocándome en el trabajo para
no pensar ni por un segundo en los problemas que
atormentan mi cabeza.

Esteban llamó varias veces, preocupado por mi estado de


salud y también porque los eventos de Maxwell eran
impostergables y en dos semanas habría un desfile de
modas de la nueva temporada. Le pedí que tratara de
anular ese contrato, no deseaba continuar asistiendo a ese
tipo de eventos por obvias razones. Pero fue inútil, el
contrato no podría ser anulado hasta pasado los seis
meses o cuando los próximos tres desfiles concluyan.

<Genial falta un poco menos de cinco meses> sarcasmo


puro.

Para el jueves como cada fin de mes, empiezan las


reuniones sobre los balances del mes con nuestros
asesorados y con Daniel. Alejandro Ramirez es el primero
en requerir una reunión, la cual se llevará a cabo en su
oficina tal como él lo solicitó.

Acudo a su empresa a las 8:00 am con los documentos


necesarios para empezar nuestra reunión. Ese indiferente y
soberbio hombre me estaba esperando por lo que me
hicieron pasar rápidamente hasta su oficina. Para mi
sorpresa estaba solo, sin el séquito de trabajadores que
acostumbraba acompañarlo siempre.

- Andrea, qué bueno verte nuevamente y con mejor


semblante – saludaba Ramirez acercándose a mí,

- Buen día Señor Ramirez, muchas gracias por sus


halagos –contesté indiferente

- ¿Así agradeces a quien te ayudó? Te permito tutearme,


ahora somos amigos –sonríe todo arrogante-. Por cierto,
me llegó una invitación de la próxima pasarela de Maxwell,
me encantaría que asistas conmigo si no hay alguien mejor
–enarca una ceja

- No gracias. Asistiré sola, la empresa me ha contratado


un auto que se encargará del traslado.

- Entiendo, pero si te animas me puedes llamar total ya


tienes mi número –lanza un guiño

La reunión fue rápida, sin complicaciones ni exigencias.


Ramirez a pesar de ser un hombre frío, altanero y engreído;
se mostraba con cierta caballerosidad y amabilidad algo
extraña en alguien como él. Me hacía dudar de sus
acciones, sean buenas o malas seguirán siendo
sospechosas en mi cabeza.

Al salir de la oficina decido caminar un poco para después


tomar un taxi hasta el Banco, necesito respirar
profundamente para tranquilizarme. Estos días he sido
presa de una extraña sensación de desolación, la cual la
puedo controlar -en cierto modo- respirando
profundamente para no llorar amargamente.

Llego al Banco, me dirijo hasta la oficina de Daniel para


entregarle los informes de la reunión, pero para mi sorpresa
Saúl sale de allí. Su mirada indiferente y altiva se muestra
inmutable, sin sentimientos hacía mí. El corazón se me
estruja presa del miedo y dolor que siento al verlo, la
terrible sensación de desolación se apodera poco a poco
de mí por lo que me veo obligada a caminar rápidamente
ignorándolo por completo.

Respiro varias veces en un vano intento por controlar el


inminente llanto, pero es imposible, me abrazo a mí misma
y el llanto explota. Sin tregua ni consideraciones por el
lugar en donde me encuentro.

La puerta de la sala de reuniones se abre –lugar donde


logré entrar unos minutos atrás- ingresa la pelirroja
asustada de encontrarme en ese estado.

- ¿Qué pasó? ¿Te hizo algo Saúl? –corre y me abraza,


temiendo lo peor

- No –niego con la cabeza

- Entonces… ¿Qué hacía Saúl en la puerta? –

- ¿Qué? –pregunto, sollozando como una niña

- Saúl estaba parado frente a la puerta con el rostro


endurecido, pero ni bien me vio se marchó.

Los comentarios de la pelirroja sembraron una semillita de


esperanza en mi corazón, que se fueron esfumando en
cuanto Estela se dio cuenta de lo que pasaba por mi mente.

- Ni lo pienses, él solo debe sentirse culpable. No te


hagas falsas ilusiones Andrea, ya fue suficiente –dijo casi
frustrada-. Ese hombre no merece ni una lágrima más por
lo que hizo ¿entendiste? ¡Él no lo vale!

- Si entiendo –murmuro

- Andrea... ¿Qué pasó en la casa de Evan? –pregunta


intrigada

Me separo de ella y empiezo a caminar dudando si contarle,


respiro profundamente al mirarla a los ojos y las palabras -
en cierto modo verdaderas- salen de mi boca.
- No negaré que amo tanto a Evan como a Saúl. La
diferencia entre ellos es clara: uno me lastimó hace
muchos años y él otro ahora, irónico ¿no? –esbozo una
sonrisa irónica, tal cual mis palabras-. El destino solo tiene
predestinado dolor en mi vida o simplemente me hace
pagar por las pésimas decisiones que he tomado a lo largo
de los años.

- ¿Lo perdonaste?

- Sí, pero no puedo correr detrás de él cuando aún siento


algo por Saúl. Además siento que algo me esconde…

Fue precisamente ese secreto el causante de mi decisión


por mantenerme alejada de él desde ese día. Desde que
tome mis cosas, me vestí y caminé saliendo de la casa de
Evan ante su poco convincente respuesta, porque sé que
mentía.

Al día siguiente ingreso a la sala de reuniones a preparar


los informes y presentaciones del día, el sonido del celular
atrae mi mirada y me quedo estática al ver el nombre en la
pantalla: Marissa.

- ¿Hola? –Contesto después del tercer timbre, nerviosa

- ¿Andrea? Soy Marissa, ¿podríamos encontrarnos por la


tarde? –

- Sí, sí claro –

- Perfecto, te envío la dirección. Nos vemos… ¿a las


5:00pm?

- Okey –colgué
El mensaje de Marissa con la dirección llegó de inmediato.
Estaba ansiosa e intrigada por saber qué tendría que hablar
Marissa conmigo.

Llego antes de la hora indicada por Marissa al restaurante,


ocupo una mesa de la esquina donde mi presencia pase
por inadvertido en caso se me ocurra hacer una escena.
Pido solo un vaso con agua mientras espero.

Siento las manos sudar y el corazón agitarse, como si mi


subconsciente presintiera algo o alguien, pero estoy
rodeada de gente desconocida. Bebo un poco de agua y
paso fuerte al ver entrar a Saúl acompañado de Samantha,
la hermosa y sofisticada rubia que obviamente está
interesada en él.

Mi presencia pasa por desapercibido para él pero no para la


rubia, quien se le acerca de manera sensual para acariciar
su rostro. Él no se opone al sentirla tan cerca esbozando
esa media sonrisa arrogante que me encantaba pero ahora
solo llega a lacerar mi corazón.

Samantha con un grácil y hábil movimiento lo besa. No


puedo seguir viendo esto, la respiración se ha vuelto
dificultosa y mi corazón duele. Mi cerebro envía una señal
de alerta que mi cuerpo es incapaz de recibir de manera
correcta.

Trastabillo en el intento de avanzar y caigo de rodillas al


piso. Mas el golpe en ellas duele mucho menos en
comparación con el dolor de la herida lacerante y en carne
viva de mi corazón.

- ¿Se encuentra bien señorita? –un caballero se acerca


ayudándome a levantar.
No solo estoy herida, estoy siendo humillada y de la peor
manera. No he llorado, estoy siendo lo más fuerte posible
por no demostrar lo patética que puedo ser.

<Él no lo vale, es un ¡estúpido!> Pero qué tenía que


reclamar, ¿acaso no fui yo quien casi se entrega a Evan? –
hablaban las voces en mi cabeza. Estaba segura de estar
perdiendo la cordura ante tantas emociones.

Levanto la mirada y sus ojos se posan en los míos, puedo


percibir la sorpresa y desconcierto en ellos. Diviso a
Marissa caminar en mi dirección, preocupada por lo
sucedido.

- Andrea ¿Qué pasó? ¡Estas herida! –dice Marissa al mirar


mis rodillas

- No te preocupes solo tropecé con la mesa.

- Pero estas sangrando, vamos necesitamos ir a una


clínica para curar tu herida.

Al mirar la sangre en mis rodillas, se me vino a la mente un


pequeño recuerdo: “Ojalá no termines tan mal como las
demás” las palabras de Ramirez retumbaron una vez más
en mi cabeza, por lo que mi cerebro parece reprimir todo
tipo de dolor en mi cuerpo. En esos momentos sentí como
toda la angustia, el suplicio y mi tormento desaparecían; y
disfruto de la sensación. Camino hasta la salida con ayuda
de Marissa, quien frunce el ceño al ver a su hermano junto
a la rubia sin hacer nada por ayudarnos. Sube al auto sin
decir ni una sola palabra, parece estar decepcionada de la
actitud de su hermano.

Pero como todo lo bueno en la vida se acaba, esa sublime


sensación solo duró hasta llegar a la clínica, mi mente
parecía absorta en mis pensamientos sin escuchar
realmente las palabras ni los ruidos fuera de ella.

La atención en la clínica fue rápida, el médico realizó


algunas pruebas de rutina para comprobar si estaba bien,
me recomendó algunos exámenes por la palidez de mi
rostro.

Marissa impaciente camina de un lado al otro en la


habitación, si estuviera bien la acompañaría en su andar al
sentir la misma angustia que ella. Por fin el doctor llega y
con una lentitud desesperante camina hasta nosotras
mientras revisa los papeles en sus manos.

- ¿Doctor? ¿Está todo bien? – pregunta Marissa, al no


poder contener su curiosidad

- Señorita Mertz, usted está…

Cuando el demonio pierde

Saúl-

El ambiente de mi oficina es sofocante o los


remordimientos son los que me provocan este bochorno
tan irritante, he tenido que desabrochar los botones de mi
camisa como si eso me hiciera sentir mejor.

Golpeo con los dedos de forma arrítmica sobre el escritorio


analizando cautelosamente la posibilidad de ir a su
departamento con el simple pretexto de entregarle su
maleta, esa maldita maleta que me recuerda la manera tan
cruel y grosera que la traté. Fui una bestia, un completo
patán.

Mis manos pasan una y otra vez por mis cabellos presa de
la frustración, tengo una extraña sensación de miedo y
angustia ante la posibilidad de perderla aunque el único
culpable en todo esto he sido yo, por culpa de mi maldito
orgullo.

Cuando la encontré en el Banco, lucía tan pálida como si


estuviese frente al diablo, -tal vez soy eso para ella-, sus
ojos reflejaban un profundo dolor y cariño al mismo tiempo.
Huyó de mi presencia entrando a una sala, la seguí
inconscientemente y pude escuchar su llanto lo cual me
provocó un fuerte dolor en el corazón.

< ¿Acaso soy la razón de su tristeza? ¿Ella realmente me


ama? > ajusto el agarre de los puños y me tiró en el
respaldar de la silla.

No puedo seguir así, estos sentimientos me están


volviendo loco, amenazan con derrumbar toda mi cordura y
sensatez –aunque no dudaría que ya lo hicieron-.

< ¿Cómo puede provocar esto en mí? La amo, la deseo…


pero también puedo sentir rabia al recordar ese momento y
frustración al ser incapaz de recuperarla. ¡Maldita sea!
Estoy a punto de colapsar >murmuro en el silencio de mi
oficina, tirando un objeto contra el piso.

En mi cabeza se desata una lucha constante entre mi ángel


y mi demonio, cuyo motivo es siempre ella, nuestra historia
está en manos del ganador. Si ganara el demonio sería el
fin de nuestra relación pero si ganase el ángel lucharía por
ella, sin importarme nada ni nadie. Conocer cuáles son los
motivos que necesito para decidir… simplemente no lo sé.

El sonido del celular me distrae de mis pensamientos:


“Samantha”. He cometido el peor error al salir con ella
intentando olvidar a Andrea. Es hora de terminar con esto,
no puedo seguir con ella ni un minuto más.
- Saúl, si estas libre ¿podemos ir a tomar algo? –

- Me parece bien, paso por ti en media hora –contesté


mirando mi reloj: 4:30 pm.

- Perfecto – se escucha feliz y me imagino que ha


sonreído.

Tomo mis cosas y salgo. El encuentro con Samantha es


frío y le muestro lo indiferente que puedo ser. Pero sus
insistentes caricias no descansan y aprovecha cada
oportunidad para acercarse.

El lugar lo decide ella, cuando llegamos le entrego las llaves


al valet parking evitándome el embrollo de buscar un lugar
donde estacionar. Entramos y en vez de acercarnos a una
mesa, Samantha me lleva hasta la barra. Permanecemos
de pie y ella está siendo más cariñosa de lo normal, lo cual
me incomoda de sobremanera y quisiera salir corriendo de
aquí.

<Mi paciencia tiene un límite>

Se acerca de forma provocativa acariciando mi rostro una


vez más, la sujeto de la cintura evitando se acerque un
poco más (después de todo no puedo ser tan grosero y
apartarla de golpe), esbozo una media sonrisa arrogante al
pensar que está siendo un poco atrevida y con rapidez me
besa.

Me alejo un poco de ella y un fuerte sonido llama nuestra


atención, hay una chica en el piso y un hombre a su lado
intenta ayudarla, sin embargo ella no responde y
permanece callada con la cabeza agachada.

- ¿Andrea? – murmuro e intento avanzar para ayudarla


pero el fuerte agarre de Samantha me lo impide.
Logra ponerse de pie, levanta la mirada con vergüenza y se
encuentra con la mía, estoy tan sorprendido por encontrarla
y sobre todo que haya sido testigo de esta escena.

<¡Diablos!> Me paralizo ante mis pensamientos.

Marissa se apresura en llegar hasta ella para ayudarla, es


cuando veo la sangre en su rodilla y simplemente no he
sido capaz de moverme ni un solo centímetro, pasan
valiosos segundos antes de poder reaccionar gracias a la
mirada de reprobación de Marissa mientras salen del lugar.

- Tú sabías que ella estaba aquí ¿verdad? –miro a


Samantha, esbozo la media sonrisa arrogante de siempre
pero con el odio reflejado en mis ojos

- Así es –contesta con fastidio-, ¿sigues interesado en


esa chiquilla?

- Eso no te interesa…

- Claro que sí, pensé que tú y yo… -su rostro enfurecido


empieza a doblegarse ante el dolor.

- Entre tú y yo no hay nada Samantha, absolutamente


nada y lo sabes muy bien –enarco una ceja-

- No te perdonaré esta humillación, me las pagarás Saúl


–sus ojos se humedecen y camina rápidamente hasta salir
del lugar.

Espero unos minutos antes de salir, para evitar


encontrármela en la calle y armar otra escena. Traen mi
auto con rapidez y… no sé donde diablos estará Marissa y
Andrea

< ¡Diablos! ¡Diablos! ¡Diablos! ¡Qué idiota! > golpeo el


volante, frustrado.
Envío un mensaje a Marissa casi rogando por su respuesta,
porque la mirada de mi hermana me dejó en claro lo patán
que era.

¿Marissa en dónde están? – enviado 5:30pm

¿Está todo bien con ella? –enviado 5:30

¿Podrías decirme si está bien? -enviado 5:31

Contestaaaaa –enviado 5:31

¿Marissa dónde diablos estas? –enviado 5:32

¡Maldita sea! Marissa no tenía ni la más mínima intención


de contestar mis mensajes.

<No me queda de otra que esperar frente a su


departamento > resoplé molesto

Mientras esperaba al otro lado de la calle pude ver el auto


de Evan estacionarse frente a su departamento. Una
sonrisa estúpida se forma en mis labios al saber que no la
encontrará, más la borro inmediatamente pues no tengo
motivos para hacerlo y me siento enojado –o celoso- por
verlo entrar con familiaridad al lugar.

Evan se va y Andrea llega con Marissa, bajan del auto y


entran. Bajo del auto, cruzo la calle y entro al edificio con su
maleta en la mano (estúpido, lo sé).

Toco el timbre y Marissa abre. Andrea está sentada sobre


el pequeño sofá mirándome sorprendida.

- Ustedes necesitan hablar, debo irme a ver a mis


pequeños. Nos vemos Andrea –se despide Marissa y se
marcha
- ¿Cómo estás? –pregunto, cerrando la puerta a mis
espaldas.

- E… estoy bien –su rostro luce avergonzado y baja la


cabeza-.

- Te traje esto –señalo su maleta

- Debiste enviarlas con alguien más o en todo caso


tirarlas – el corazón empieza a doler.

- Si eso es todo deberías irte, tu novia te estará


esperando - Se pone de pie camina hacia la puerta sin
abrirla.

Su celular suena lo miro sobre la barra de la cocina: Evan.

< ¡Maldito!>

- Tu novio te está llamando –siento rabia e impotencia,


pero ella no dice nada-. ¿No piensas contestar?

- No es tu problema si contesto o no…

La respiración se hace pesada, el pecho sube y baja con


dificultad, me aproximo a ella acechante, con rabia. Ella
retrocede como siempre suele hacerlo hasta chocar contra
la pared. Siento su aliento en mis labios, estamos tan cerca
que siento la agitación en su pecho. Mis ojos permanecen
fijos en los suyos, lucen tan indefensos y solo atino a
besarla, rendido ante su encanto.

Mi mente se obnubila ante la sensación tan sublime de


sentir sus labios, su cuerpo en mis manos y la pasión que
solo ella puede despertar en mí.

<¡Como la extrañaba!>
El corazón me palpita necesitado por ella y la tomo con
desesperación. Nuestros labios se comen a besos e intento
recorrer cada espacio de su cuerpo aferrándola al mio. Su
sola cercanía ha provocado una erección que no intentaré
reprimir e inevitablemente –sin pensar- la haré mía una vez
más.

Ella corresponde con fogosidad cada caricia, cada beso y lo


disfruta. Avanzamos sin dejar de besarnos hasta el sofá,
quito desesperadamente mi camisa y desabrocho mis
pantalones. Por su parte ha quitado los botones de su
blusa e intenta quitársela cuando me sumerjo en sus
pechos, arquea la espalda y escucho sus jadeos mientras
acaricia mi cabello.

Bajo mis pantalones junto con mi ropa interior, liberando mi


erección que palpita por el deseo de entrar en ella. E
impaciente, subo la falda a su cintura y jalo su trusa para
acostarla sobre el sofá. Rodea mi cintura con sus piernas e
inmediatamente entro en ella.

<Placer es poco lo que estoy sintiendo. Extasiado y algo


mucho mejor>

Las embestidas son fuertes ante el deseo imperioso que


me recorre, ella disfruta, gime y jadea mi nombre como un
susurro. Beso sus labios evitando pronunciar su nombre y
con habilidad logro sentarme con ella encima.

Sus envolventes movimientos me enloquecen, la


respiración se me acelera al sentir sus caricias en mi pecho
y mi corazón parece seguir el camino de sus manos. Duele,
arde y quema.

Ella arquea la cabeza hacia atrás y sus gemidos se hacen


más sonoros, la tomo de la cintura y la muevo con fuerza,
disfrutando los dos de aquellos movimientos que nos
hacen llegar a un orgasmo. Jadeo en busca de oxígeno sin
siquiera retirarme de ella, la abrazo cuando se apoya en mi
pecho.

Estoy tan feliz como confundido,

<Pero… ¿Qué diablos hice?> la realidad cae de golpe ante


mis ojos.

Sus ojos parecen prever mi reacción y se pone de pie


acomodando su ropa de forma torpe y nerviosa. Me limito a
vestirme, el ambiente es un poco tenso y silencioso entre
nosotros; y cuando estoy a punto de hablar tocan la puerta.

Los nervios la traicionan y su rodilla ha empezado a sangrar


otra vez. Parece no sentir dolor y camina hasta la puerta
hasta abrirla, quien entra parece notar inmediatamente la
herida y la sangre que está brotando de ella.

- Andrea ¡Estas sangrando! –la voz sonaba preocupada

Con solo escuchar su voz todo la rabia volvió, el corazón


me late de manera dolorosa. Camino hasta la puerta y me
encuentro con la mirada de desprecio y odio de Evan; la
cual correspondí de la misma manera y con la misma
intensidad. Ese estúpido no me iba amedrentar.

Todo esto había sido un error ya no tenía nada más que


hacer aquí, estaba preso por la rabia, los celos y el odio; en
este estado es imposible que pueda reaccionar de forma
coherente sin lastimarla.

- ¿Qué hace este tipo aquí? –pregunta enojado

- Llegaste justo a tiempo, estaba por irme –la miré con


una mueca severa y altiva
La cara de Andrea parecía palidecer y su cuerpo se paralizó
al mirarme. Camino por el pasillo dejándolos atrás, el dolor
y la rabia están al mismo nivel –y en ascenso-. Estoy a un
paso de salir cuando sus manos me abrazan por la
espalda.

- No te vayas, por favor –dice con voz quebrada, casi


inentendible entre el gimoteo de su llanto.

- Andrea, esto ha sido un error… -dije con la voz fría. Sentí


la tensión en su cuerpo y quité sus manos-. ¿Porque no vas
con tu novio? No te preocupes no le diré lo que pasó entre
nosotros –no regresé a mirar y salí

El corazón me dolía pero si la miraba me hubiese quedado


a su lado consolándola o diciéndole que la amo. Pero mi
cabeza creía que ella solo intentaba ocultar lo que pasó
entre nosotros y me sentía más estúpido y dolido.

<¡Diablos!¡Diablos!¡Diablos!> golpeaba el timón del auto,


ahogando mi frustración en él.

Al día siguiente fui a la oficina, intentaba concentrarme


pero era inútil. Solo aparecían por mi cabeza pequeños
fragmentos de los hechos del día anterior, de ella.
Frustrado y molesto decido salir de allí a cualquier lugar
que no me la recuerde.

Me preparo para salir cuando el intercomunicador


suena: Señor Mendoza, el señor Esteban Montreall solicita
hablar con usted.

Me parece extraña la presencia de Esteban, pero acepto de


mala gana hablar con él.
- Saúl, he venido a entregarte estos documentos que
envía Trend, firmalos y los llevo de regreso –me entrega los
documentos,

- ¿Ahora estas de mensajero? –contesto mientras reviso


los documentos en mis manos.

- No necesariamente, también vine porque necesitaba


hablar contigo –

- ¿Se puede saber de qué tenemos que hablar tú y yo? –


enarco una ceja sarcástico y arrogante como suelo ser.

- De Andrea -

Firmo todos los documentos ignorando las palabras de


Esteban, camino alrededor de mi escritorio y le entrego la
carpeta de documentos en sus manos.

- ¿Ahora sí me vas a decir quién es Evan Martinelli? –alzo


el rostro de manera soberbia y guardo las manos en los
bolsillos del pantalón esperando la respuesta.

- ¿Realmente quieres saberlo? –por primera vez el rubio


contesta con un gesto igual al mío, por lo que me doy
cuenta habla muy en serio.

- Evan fue el único amor de Andrea… -y sin duda le duele


reconocerlo

Narró gran parte de la vida de Andrea, suprimiendo detalles


innecesarios pero me deja bien claro que solo existió Evan
en su vida; y quizá ahora me odie más por no confiar en
ella. No muestro ninguna de las emocionen que me
consumen; y permanezco indiferente, erguido y arrogante.

Siempre sospeché que Evan fue un amor del pasado, pero


jamás esperé que él haya sido el único y sobre todo que la
abandonara de esa manera; ahora entiendo el porqué de su
amargura, de su tristeza y desolación cuando la conocí.
Sufrió por tanto tiempo en silencio hasta ese día, en que
llegué a su vida.

<Y ahora soy yo la causa de su desdicha> el corazón me


duele arrepentido

- Y ahora tú te atreves a lastimarla –niega con


desaprobación la cabeza-. Estoy seguro que ella te quiere
pero tú solo la humillas. No eres mejor que Evan, al
contrario, ustedes solo traen desgracia a su vida, no
merecen su amor –noto una pizca de sarcasmo y
desprecio en su mirada

- ¿Acaso tú sí? – grito, sin poder controlar la ira en mi


interior.

< A la mierda mi arrogancia > paso mi mano por mis


cabellos

- ¿Yo? Qué no hubiese dado por ser el dueño de su


corazón, por ser aquel que ella mirase con amor pero… no
lo soy, no lo fui y no creo serlo –su mirada me evade y luce
derrotado.

Camina hasta la puerta y antes de salir gira y me mira para


decir las palabras más perturbadoras pero también las más
sinceras.

- Por lo menos luché por ella, lo entregué todo por hacerla


feliz a pesar de no ser el dueño de su amor… puedo estar
tranquilo por eso. Sin embargo tú, tienes su corazón en tus
manos, tienes su amor ¡La tienes a ella! Y aun así decides
vivir consumido en tu amargura, en tu soberbia y derrotado
por tu absurdo orgullo, que solo te lleva a un único punto:
perderla –levanta los hombros con indiferencia y sale.

El miedo se apodera de mí, por haberlo echado a perder,


por lastimarla demasiado y aunque evito pensar que seguro
ya es demasiado tarde para una oportunidad la culpa me
gana y los recuerdos de como la traté la noche anterior me
engullen en un sofocante y devastador torbellino –ciclón o
tifón diría yo- de emociones que parecen consumir mi
cordura y mi tranquilidad.

Esteban me ha hecho dar cuenta de lo idiota que he sido,


ella no tiene la culpa... solo se enamoró de mí. ¡Maldita sea!

Este maldito orgullo no me lleva a nada, al parecer el


maldito demonio en mi interior ha perdido la batalla y como
en toda guerra solo queda destrucción y dolor. Un dolor
abrasante consume mi corazón y por primera vez puedo
ser capaz de pensar en lo indiferente e insensible que fui
ante el dolor y sufrimiento de la persona que amo.

Salgo de mal humor, abrumado y frustrado en su búsqueda,


necesito encontrarla y pedirle perdón por todo. Intento
llamarla pero su celular está apagado, conduzco en
dirección a su departamento.

Bajo apresurado del auto y por más que he tocado más de


mil veces el timbre nadie contesta. Pregunto al conserje del
lugar pero solo dice que ha salido muy temprano.

<El Banco, tal vez la encuentre trabajando> conduzco lo


más rápido que puedo, me he pasado varios semáforos en
rojo por ello.
Estaciono mi auto y entro rápidamente, corro hasta su
oficina pero no la encuentro, avanzo hasta la oficina de la
pelirroja y tampoco está.

- ¿Sabe dónde puedo encontrar a la señorita Mertz? –


pregunto a la joven en la oficina de al lado

- Se ha tomado el día…

- Y ¿Estela? –la interrumpí

- Está en la sala de reuniones… -ni bien escuché donde


podía encontrar a la pelirroja, corrí hasta la sala sin dejar
terminar de hablar a la joven.

Abro la puerta e interrumpo la reunión, simplemente no me


interesa perder un maldito minuto más en éstas
formalidades.

- Estela necesito hablar contigo urgente –la miro


desesperado y ella parece darse cuenta

- Discúlpenme unos minutos, necesito atender un tema


urgente –inclina la cabeza y sale.

- Vamos a mi oficina – su voz es seca

- Dime, ¿Qué es tan urgente como para sacarme de una


reunión? –la molestia en su rostro se hace evidente

- ¿Sabes dónde está Andrea? –su reacción me dice que


no está enterada

- ¿Andrea? ¿No está en su oficina? –contesta


preocupada, aunque seguro sabe que no, por lo que he
tenido que buscarla a ella precisamente-. ¡Daniel! Vamos a
su oficina.
Tocamos la puerta de la oficina de Daniel y nos permite
pasar, pero cuando preguntamos sobre el paradero de
Andrea, nos da la terrible noticia: Esta mañana renunció.

Mi mundo se hace pedazos al escuchar estas palabras, me


resisto a creer que son ciertas y niego con la cabeza, puedo
parecer loco o desquiciado pero ha dejado de importarme
las opiniones de los demás. Meso mis cabellos de
frustración, al escuchar el timbre de apagado en el celular
de la pelirroja al intentar comunicarse con ella, es imposible
dar con su paradero.Una sensación de incertidumbre me
asalta al sentir su ausencia,

Salgo del lugar y llamo a Marissa, tal vez ella sabe sobre su
paradero. Pero no es así

<¡Diablos! ¡Mierda! ¡Diablos! ¡Mierda! ¿Qué hice?> Apretó


fuerte mi cabeza al sentir que está a punto de explotar y
grito al no poder controlar esta desesperación.

¿Aún me necesitas? Siempre estaré aquí para ti

Hay un momento en la vida que reaccionas y abres los ojos,


la realidad pasa ante ellos y todo tu mundo cae hecho
trizas frente a ti, pero estas tan lastimada que solo
observas aturdida aquellos pedazos resquebrajados que te
acompañaban. Y simplemente deja de importarte recoger
todo lo que fue parte de ti porque te das cuenta que
siempre estuviste rota jamás habías sanado por completo
como quisiste creer, te pones de pie y avanzas tomando
solo lo principal: tu vida o lo que resta de ella.

------------

-Andrea-
Sentir a Saúl tan cerca me estremeció, fui incapaz de
controlarme y me lancé a sus brazos, disfruté de la pasión
de sus besos, del ardor de sus caricias e intensidad del
momento, todo pasaba tan rápido. Nuestros besos fueron
salvajes y necesitados, lo disfrutábamos sin siquiera
interrumpir el momento pues de separarnos para respirar
todo se acabaría y estaba segura que deseábamos
continuar hasta el final. Jamás pensé en las consecuencias
de aquello, que entregarme nuevamente a este hombre
sería el final para mí y de todo aquello que una vez nos
unió.

Pensé –equivocadamente- que todo había cambiado –para


bien- entre nosotros y por fin entendería cuanto lo
necesitaba en mi vida pero no fue así. Todo se complicó
con la llegada de Evan y solo recuerdo correr como
estúpida detrás de Saúl y aferrándome a su cuerpo le
suplico se quede a mi lado pero… me rechaza de la peor
manera.

La dolorosa, desgarradora y lacerante escena estruja mi


pecho y sin poder evitarlo mis pedazos explotan cayendo al
piso en miles de añicos. Incapaz de reconstruirlos los dejo
tirados, contemplándolos por un momento y analizando si
aún sirve de algo llevarlos conmigo.

De pie y sin poder moverme, lloro inconsolablemente y a


veces llorar puede parecer tonto, sin embargo pueden
expresar mucho más que las escasas palabras saliendo de
mi boca. Esta soy yo, tan patética, insegura e insignificante
mujer; que he dado todo por un hombre que no me ama, he
perdido mi dignidad, mi orgullo y mi amor propio; y
supongo que unos de los pedazos pulverizados en el piso
deben ser estos sentimientos.
Puedo ver dolor o tal vez decepción en la mirada de Evan
mientras me toma entre sus brazos, llevándome hasta mi
habitación. Me acompaña en el dolor, en la angustia y
desesperación; por culpa quizá al saber que sentí lo mismo
cuando él se fue.

El dolor no cesa, es como sentir mil estocadas en el


corazón y éste insistiera en seguir latiendo dolorosa y
apesadumbradamente. Cuando mi deseo es lo contrario,
quiero sentir paz, amor y tranquilidad porque lo merezco,
porque ha llegado el momento de alejarme de todo aquello
que me lastima, sin sentir culpa ni remordimientos, tal
como él lo hace.

No necesito acercarme al Banco a presentar mi carta de


renuncia (con éste aspecto no me atrevería ni a salir a la
puerta), Daniel no quiso aceptarla dijo que me tomara todo
el tiempo que necesitara, al fin y al cabo tengo casi tres
meses acumulados de “vacaciones”.

No he querido contarle a Estela mis apresuradas


decisiones porque sé que en un momento de rabia podría
reclamarle a Saúl por todo lo sucedido y lo que menos
quiero es causarle problemas a la pelirroja. Todo lo sabrá a
su debido tiempo, en algunas de sus visitas.

He decidido alejarme de todo, estos días me ayudarán a


tranquilizarme y aclarar mis ideas o eso espero. Como
dicen: “todo tiene un límite”… y el mío ha llegado.

- Andrea ésta será tu habitación –señala Evan,

Afirmo con un movimiento de cabeza para contestar su


amabilidad y sé que me entiende, retirándose
inmediatamente de allí.
Hablé con mis padres sobre mi viaje, les dije que estaría
unos días fuera de la ciudad, por obvias razones no dije con
quién aunque mi madre lo supone. También le hice
prometer no decir nada sobre mí, absolutamente nada a
nadie debido al mensaje de la pelirroja alertándome de la
búsqueda de Saúl.

He pasado algunas noches llorando y durante el día he


tratado de aparentar que estoy bien frente al espejo. Evan
se va todos los días al trabajo como de costumbre y
siempre llega temprano a casa.

< Con que así se siente… así podría haber sido mi vida al
lado de Evan > pienso

Las cosas entre él y yo permanecen tranquilas, me encanta


sentir sus reconfortantes abrazos, es lo único que controla
mis ataques de ansiedad. Ha respetado mi decisión de –
por el momento- ser amigos aunque sinceramente he sido
yo la que ha deseado besarlo en varias oportunidades.

Hubieron varias noches en las que pudimos hablar sobre


nuestro pasado, sincerándonos por completo sobre
nuestros sentimientos. He bromeado si acaso mató a
alguien como para irse tan lejos, pero solo se limitó a
decirme que un día me contaría la verdad, pero para ello
debería dejar de llorar. Sus manos han tocado mi vientre
muchas veces, percibo un dolor en él cuando lo hace.
¿Sentirá culpa por lo sucedido? Lo entiendo pues a mí
también me duele el pecho de recordar.

Evan me ayudó con el dichoso contrato con Maxwell, no


tengo idea de lo que hizo pero sé que debo presentarme en
el desfile del sábado –dentro de dos semanas- por última
vez y finalizará todo el acuerdo. Estoy muy agradecida con
él por todo lo que hace por mí.

Es obvio que Saúl debe estar al tanto de mi solicitud de


anular el contrato y estoy segura de verme en la obligación
de presentarme esta noche por solicitud suya. Ya no tiene
importancia, pretenderé ser una mujer indiferente ante su
presencia, estoy decidida a sacarlo de mi vida porque
quiero volver a ser la Andrea que merece ser feliz sin
esconderse, sin miedos y hoy lo demostraré.

- ¿Estas lista? – pregunta Evan al otro lado de la puerta.

- Adelante, estoy lista –contesto mirándome por última


vez en el espejo.

- Te ves hermosa –se acerca, toma mis manos y las lleva


a sus labios sin dejar de mirarme.

- Gracias -una sonrisa tímida se forma en mis labios,

Se acerca a besar suavemente mi mejilla, y sin separar sus


labios de mi piel avanzan hasta los míos, he correspondido
su beso.

- ¿Nos vamos? – habla sobre mis labios sin dejar de


sonreír

- Sí –

Salimos de la casa tomados de la mano, me ayuda a subir


al auto pues el vestido es un poco complicado de manejar,
por su volumen y pomposidad que le da el Tul y el encaje de
la falda, la cual brilla con la pedrería y las flores
incrustradas en el borde. De color perla en corte A de estilo
elegante largo hasta los pies, luce un escote de hombros
caídos en manga larga, con algunos apliques de flores en la
transparencia del pecho, brazos y en el ajuste de la cintura.
Es realmente hermoso. Mi cabello va recogido y el
maquillaje sutil de noche.

< Me siento como una novia, aunque directo a la


infelicidad> sarcasmo total

- Hemos llegado… ¿lista? –espera mi señal y baja del


auto para abrir mi lado de la puerta.

La prensa empieza su trabajo, preguntas y flashes por


doquier.

- Señorita Mertz ¿Mantiene una relación con el señor


Martinelli?

- ¿Qué paso entre usted y Saúl Mendoza?

- ¿Cuál fue el motivo de su rompimiento?

- ¿Continuará modelando para Maxwell?

- ¿Es cierto que se alejará de las pasarelas? … etc. etc.

< ¡Dios, Qué estrés! > mantuve mi sonrisa sin contestar ni


una sola pregunta. Tomé del brazo a Evan y caminamos
hasta el salón.

El momento ha llegado, he mentalizado la idea de verlo y


que mi cuerpo no reaccione a él, lo he practicado y en teoría
funciona.

Las puertas se abren y entramos, todos los presentes


voltean sus miradas en nuestra dirección y con esto el
ambiente se vuelve pesado, tenso e incómodo.

Una sensación extraña me embarga, busco la causa de


esto hasta toparme con la mirada perturbadora de Saúl.
Luce un poco demacrado con una corta –y descuidada-
barba, que disimula con esa actitud arrogante.

< Contrólate, Contrólate Andrea > respiro profundamente


endureciendo la mirada.

Trend aparece saludándonos e intuyo que ha sido para


evitar una vergonzosa reacción de su “amigo”.

Las horas pasan y el desfile llega a su fin, Esteban me


acompaña tras vestidores.

- Eso ha sido todo –me sonríe y le correspondo-.


Entonces… ¿ustedes dos volvieron?

- Aún no –mentí, porque después del beso era más que


obvio que acepté de regreso a Evan.

- Pero… ¿lo harás?

- No lo sé Esteban. ¿Por qué… me preguntas estas cosas?


–lo miro confundida

- Siempre pensé que eras feliz Andrea, por ese motivo me


alejé de ti. Decidí seguir con mi vida y rehacerla con el fin
de no sentirme derrotado para cuando te encontrara
nuevamente –resopla, sincerándose conmigo-

- ¿A qué te refieres?

- Cualquiera hubiera imaginado un brillante futuro para ti,


tanto en el trabajo como en el amor. Eres inteligente y
bella… las cosas buenas llegan solas pero debes mantener
los ojos abiertos para aceptarlas en cuanto las veas. Pero
tú te limitas a cerrarlos en el amor, como los cerraste
conmigo.

- Esteban yo…
- No Andrea, no necesitas justificarte. Piensa bien lo que
quieres y a quien realmente quieres. Pero primero debes
amarte a ti misma, mereces mucho más que la humillación
de uno y el descaro de otro, mereces ser amada realmente.

- Tú… aún… ¿sientes algo... –trago fuerte sin terminar la


pregunta

Sonríe cálidamente, caminando lentamente hasta mí.

- ¿Aún me necesitas? Siempre estaré aquí para ti, cada


vez que me necesites –me da un beso en la frente y se va.

<¡Dios! Esto no puede estar pasando> el corazón empezaba


a latir rápidamente por sus palabras, simplemente no
esperaba esto de Esteban.

Una vez en calma camino de regreso al gran salón, diviso la


presencia de Saúl e intento evadir su acercamiento pero su
dura expresión, casi amenazante, ha sido una advertencia
que evidencia no está en sus cabales.

Busco con la mirada ansiosa el auxilio de alguien, más


ningún rostro se me hace conocido.

<No puede hacer un escándalo aquí, frente a todos> intento


calmarme

- ¿Podemos hablar? –pregunta en cuanto me tiene en


frente

- No tenemos nada más que decirnos –contesto bajando


la mirada

- Andrea si no vienes conmigo hablaré aquí y no me


interesa si todos escuchan –contesta tajante como una
amenaza.
Sujeta mi brazo mientras caminamos a una sala privada. El
corazón tiembla pero me mantengo firme ante él. En
cuanto entramos, sus manos entran en sus bolsillos del
pantalón adoptando su tan acostumbrada postura
arrogante.

- Dime, ¿Qué es eso tan importante de lo que quieres


hablar? –aparentando ser fuerte e indiferente ante él

- ¿Cómo has estado?

- ¿Para eso me haces venir? ¿Para saber cómo estoy? –


digo sarcástica con una sonrisa-. Si solo era eso lo
hubieses dicho frente a todos –me encojo de hombros- ya
ves: estoy muy bien –lo miro

- No te creo –murmura y sus cejas se fruncen-. Andrea sé


que no estás bien, te lastimé y lo siento tanto…

- ¿Tú? ¿Lo sientes? –río ante lo absurdo que resuenan en


mi cabeza sus palabras y sé que estoy perdiendo la
cordura- ¡Por favor Saúl! Tú no sientes nada…

- En verdad lo siento, te he buscado por todos lados


desde el día en que te fuiste. Me di cuenta que te amo, que
no puedo vivir sin ti –se acerca a mí y retrocedo por
instinto.

El corazón duele e intento no creerle porque sé que miente,


solo quiere lastimarme como lo ha hecho antes.

- Tú… no me quieres Saúl y mucho menos me necesitas.


¡Eso ya lo demostraste! ¿Qué quieres de mí ahora? -lo miro
con ojos suplicantes- ¿Quieres que siga rogando por tu
amor? ¿Qué continué con esa patética vida de sufrimiento y
humillaciones por ti?
- Quiero un nuevo comienzo entre nosotros, solo déjame
demostrarte que he cambiado. Jamás fue mi intención
lastimarte –pasaba sus manos por sus cabellos, frustrado

- No Saúl, me cansé. Todo el dolor que sentí no se puede


borrar, no puedo decirle a mi corazón “comenzaré de nuevo
con Saúl porque está arrepentido” ¡No! –mis ojos intentan
contener las lágrimas

- Andrea, estaba equivocado. Te amo y…

- ¡No sigas! –grité y las lágrimas empezaron a caer-. Ya


no puedo creer nada de lo que me digas, nada -niego
moviendo la cabeza-

- Pero sé que me amas –su gesto se endurece-

- Eso no te da algún poder sobre mí, tú jugaste conmigo,


me humillaste me trataste de lo peor ¿Y crees que decir “Te
amo” borrará todo? –sus palabras me quemaban en el
pecho, laceraban todo y cada uno de los sistemas de mi
cuerpo.

- Andrea por favor no me dejes. Tú jamás me hablaste


sobre él… –sus ojos almendrados brillaban conteniendo las
lágrimas en su suplica. Me abraza e intento apartarlo
porque no deseo sentir su piel, es tan peligroso que podría
hacerme caer en sus mentiras- jamás hablaste de nada
conmigo, siempre me enteré de todo por otras personas –
me suelta y se aleja unos pasos- ¿Qué querías que
pensara? No me interesaba la presencia de Evan en tu vida,
pero al verte besándolo ¿Cómo crees que me sentí?
¡Humillado Andrea! ¡Humillado! Los celos y el orgullo me
cegaban, no podía ver cuánto sufrías por mi culpa.
En realidad sus palabras eran ciertas, yo fui la culpable al
no confiar en él, al no ser sincera desde un principio sobre
Esteban, Maxwell y Evan. Un ataque de ansiedad empezaba
a envolverme, mis manos me abrazaron fuerte haciéndome
más pequeña ante él, tal vez estaba perdiendo la batalla.
Intenta acercarse al verme en ese deprimente estado
cuando una voz retumba en la habitación.

- ¡Déjala en paz! –Evan aparece

- Otra vez tú –resopla Saúl

- ¿Qué intentas hacerle? Ella no quiere verte ni escucharte


¿Por qué tienes que obligarla?

- ¿Por qué siempre tienes que aparecer? Tú eres el único


culpable de todo esto… tú no tenías que volver, Andrea ya
no te necesitaba más, ella me tenía a mí y éramos felices –

- ¿Y a esto le llamas amor? –contesta sarcástico-. Es por


ella que estoy aquí…

- Tú… eres un maldito fraude. Tú mejor que nadie sabes


que jamás debiste volver, al parecer tener tu vida hecha
junto a tu familia no fue suficiente para retenerte –los ojos
de Evan se entrecerraron frunciendo el ceño y miró con
odio a Saúl.

Mi cuerpo empezó a temblar de la impresión, mi estómago


albergaba todos los sentimientos existentes sin poder
siquiera expulsarlos. Las lágrimas caían y la ansiedad
crecía, estaba a punto de colapsar frente a ellos. Aunque
intentaba creer que todo se trataba de una mentira o que
Saúl se refería a los padres de Evan.

- ¿Hasta este punto tan bajo has llegado? –Evan me mira


y comprendo que Saúl está diciendo la verdad.
<¡Maldita sea!> Lucho por respirar, el oxígeno parece no
llegar hasta mis pulmones, el pecho sube y baja
fuertemente. Camino como zombi hasta la puerta trasera
extendiendo uno de los brazos para evitar que se acerquen
a mí. Lo que menos deseo es tenerlos frente a mí por más
tiempo.

- Déjenme sola –digo con un hilo de voz- no quiero… ¡no


quiero que se me acerquen!

Cierro la puerta al salir y camino lo más rápido que puedo


sin rumbo por el jardín. Caminar por el césped con estos
zapatos y el vestido es tan complicado, creo haberme
doblado el pie varias veces pero ya ningún dolor físico es
más fuerte como el interno, la sangre se ha transformado
en ácido corriendo por mis venas y sobre todo en el
corazón.

El jardín del lugar es amplio, posee un cerco de árboles que


parecen limitar la propiedad, hay un pequeño espacio que
te permite llegar hasta un puente de madera antigua con un
barandal bajo sobre un río de agua cristalina.

Avanzo hasta la mitad del arco del puente llorando


amargamente, lamentando ser tan infeliz y tan estúpida.
Solo era cuestión de enamorarse de la persona indicada, de
entregar mi corazón a la persona que lo valorara como
debió ser y simplemente aparece un solo nombre: Esteban.
Si tan solo lo hubiese amado, si tan solo hubiese dejado al
rubio a mi lado en vez de alejarlo, hoy sería feliz… la mujer
más feliz del mundo.

¿Acaso el destino quería hacerme ver que las malas


decisiones se pagan en esta vida?
- ¡Qué coincidencia tan lamentable! –el tono sarcástico
me hace bajar la cabeza e intentar ocultar el llanto.

- ¿Qué haces aquí? –pregunto sollozando

- ¿Por qué tienes que ser tan lamentable? –se burla- Una
mocosa como tú no merece nada –sus palabras contienen
desprecio- solo te aprovechas de los hombres ¿no es así?
¿Te divierte jugar con ellos? Primero Saúl y ahora Evan…
Eres un encanto primor

Samantha camina tranquila y despreocupada, cargada de


rencor y desprecio por mí,

<¿Acaso le hice algo?>

- ¿Tu plan falló? Supongo no estas de humor para


contarme sobre ellos –levanta sus hombros-. Pero sabes
niña deberías mirar a la persona que te habla… ¿no te han
enseñado modales tus padres?

- Déjame en paz ¿quieres? ¡Tú no tienes nada que


reclamarme! –volteo a mirarla

- ¿Ah no? ¿Acaso no eres tú quien interfiere en mi


relación?

- Quédate con Saúl ya no me importa –intento controlar


llorar pero los sollozos son cada vez más fuertes.

- Eso espero niña –amenaza-. ¿Sabes? Saúl es un


hombre increíble en la cama ¿no? Pero para que te cuento
si ya debes saberlo –veo su estúpida sonrisa-. Sus besos
fueron tan ardientes, sé que me deseaba ¡uhm! sentir sus
labios en mi cuello…
Ella solo desea lastimarme y lo ha logrado. Las lágrimas
caen y las palabras brotan de mis labios sin medir las
consecuencias ante sus amenazas.

- No necesitas ser tan vulgar, tus intimidades te las


puedes guardar, me tiene sin cuidado si te acuestas con él,
si te folla todas las noches o si solo intenta olvidarme
contigo… -le grito y siento su mano en mi mejilla de manera
rápida e inaudible.

Mi mejilla la siento hinchada por el dolor de la bofetada, y


empiezo a reír como psicópata, enfureciéndola aún más.

- ¡Eres una zorra! –grita

La rubia intenta golpearme –otra vez- pero esquivo su


golpe, trastabillo cayendo de espaldas sobre el bajo
barandal del puente, las maderas crujen y se rompen. Caigo
sobre las aguas golpeándome en las piedras del río, lo
último que escucho es un “adiós” por parte de Samantha.

- Un, dos, tres… Respira. Vamos Andrea tú puedes. Un,


dos, tres… Respira –escuchaba como un susurro- ¡eso es!
Lo estás haciendo bien… -abro ligeramente los ojos al sentir
unas manos arrastrándome.

- ¿Andrea? Todo estará bien a partir de ahora -no puedo


distinguir el rostro del hombre frente a mí y al instante
pierdo el conocimiento.

Del 1 al 10 ¿Cuanto me parezco a ella?

Saúl-

Desde que desapareció Andrea mi vida ha sido un caos, las


noches son demasiado largas cuando el sentimiento de
culpa es lo único que te acompaña. Intento ahogar el dolor
en uno que otro trago ansiando verla o por lo menos
escucharla para saber que está bien.

Marissa me comentó las sospechas de un posible


embarazo por parte del médico, lo cual quedó descartado
después de los exámenes realizados. Los síntomas que
presentó se debían a una anemia para la cual el médico le
recomendó algunas vitaminas. La preocupación y emoción
de Andrea ante la posibilidad de tener un hijo me hizo
imaginarla a mi lado, yo también sería inmensamente feliz
con la noticia aunque me resulta un poco absurda porque
siempre nos cuidamos.

<Salvo por esa última vez> susurro para mí.

Trend me llama inmediatamente cuando se entera de la


solicitud de Evan para finalizar el contrato de Andrea, era
evidente que estaría con él sobre todo después de lo mal
que la traté.

Pensar en Evan me descontrola, me llena de ira; siento que


algo oculta, solo ideas o no, debo averiguarlo. Nadie que
dice amar a otra persona la abandona de la noche a la
mañana si no es por una buena razón. Ordené investigar su
vida, necesito saber la verdad detrás de su regreso.

Evan aceptó pagar el exorbitante monto estipulado con tal


de anular por completo el contrato de Andrea con la
empresa Maxwell. Sin embargo persuadí a Trend de
imponer una clausula: debería presentarse en el próximo
desfile, Evan no podría negarse al ser uno de los socios y
estar al tanto de cuanto afecta su salida a la empresa.

Esperé dos largas semanas para verla, solo debo


aprovechar el momento adecuado para hablar con ella,
cuando el imbécil de Evan se aleje, es seguro que llegaran
juntos. Intentaré hacerla entender de cuanto la amo y
suplicaré si es necesario por su perdón.

- Saúl, ¡bienvenido! –exclama Trend mientras da unas


palmadas en mi espalda

- No creo que tu cerebro coincida con las palabras que


expresan tu boca –una sonrisa arrogante se escapa por
mis labios

- Qué bien me conoces, A-mi-go. Solo trata de


comportarte durante toda la noche. No quiero más
sorpresas de las ya preparadas por favor –

Río arrogante, no quiere escenas como en la cena anterior y


tal vez ésta termine peor que la anterior. Mientras espero
su llegada, converso con algunos invitados sobre posibles
negocios entre nuestras empresas hasta el inoportuno
comentario de uno de ellos respecto a la entrada de
Andrea.

Luce increíblemente hermosa esta noche, su belleza me


deja atontado y camino lentamente por el salón
acercándome solo un poco para poder contemplarla mejor.
Frunzo el ceño al notar su agarre en el brazo de Evan y sus
ojos se encuentran con los míos. Intento acercarme pero
Trend aparece intuyendo mi poco prevista reacción.

Doy unos pasos atrás y regreso con quienes estaba


conversando pensando en que aún no es el momento de
propiciar un encuentro entre nosotros, no con todos los
ojos puestos en ella. El evento no demora en empezar y
todo va de acuerdo a como lo solicitó Trend, sin sorpresas.
Una vez terminada la presentación espero atento por la
salida de Andrea, la diviso a lo lejos y avanzo en su
encuentro. Su mirada es indiferente como nunca antes.

- ¿Podemos hablar? –pregunto frente a ella

- No tenemos nada más que decirnos –contesta y baja la


mirada

- Andrea si no vienes conmigo hablaré aquí y no me


interesa si todos escuchan –tengo que hacer uso de
amenazas para poder hablar con ella.

La guío hasta una sala al fondo del lugar, donde nadie nos
pueda interrumpir. Estoy nervioso y ansioso por su
indiferencia, jamás me había mirado con tanta frialdad y me
asusta pensar en no tener otra oportunidad con ella.

- Dime, ¿Qué es eso tan importante de lo que quieres


hablar? –pregunta indiferente

- ¿Cómo has estado? –es algo que deseaba saber


realmente

- ¿Para eso me haces venir? ¿Para saber cómo estoy? Si


solo era eso lo hubieses dicho frente a todos, ya ves: estoy
muy bien –contesta tan sarcástica, pero no puedo creer en
sus palabras cuando puedo observar su cuerpo temblar
ante mí.

- No te creo -murmuro-. Andrea sé que no estás bien, te


lastimé y lo siento tanto… -dije arrepentido

- ¿Tú? ¿Lo sientes? ¡Por favor Saúl! Tú no sientes nada… -


el dolor explota detrás de sus palabras, es ella nuevamente
la que me demuestra cuanto le duele, cuanto sufre y yo…
soy el maldito bastardo que la convirtió en eso.
- En verdad lo siento, te he buscado por todos lados
desde el día en que te fuiste. Me di cuenta que te amo, que
no puedo vivir sin ti –intento acercarme a ella porque puedo
ver en su mirada que se niega a creerme, pero me aleja.

- Tú… no me quieres Saúl y mucho menos me necesitas.


¡Eso ya lo demostraste! ¿Qué quieres de mí ahora? ¿Quieres
que siga rogando por tu amor? ¿Qué continué con esa
patética vida de sufrimiento y humillaciones por ti? –sus
palabras duelen, el corazón me duele.

- Quiero un nuevo comienzo entre nosotros, solo déjame


demostrarte que he cambiado. Jamás fue mi intención
lastimarte –le suplico, meso mis cabellos una y otra vez,
me siento tan incapaz.

- No Saúl, me cansé. Todo el dolor que sentí no se puede


borrar, no puedo decirle a mi corazón “comenzaré de nuevo
con Saúl porque está arrepentido” ¡No! –sus ojos se llenan
de lágrimas

- Andrea, estaba equivocado. Te amo y…

- ¡No sigas! –grita, llorando-. Ya no puedo creer nada de


lo que me digas, nada

- Pero sé que me amas –es lo único que puedo decir, de


lo que estoy seguro

- Eso no te da algún poder sobre mí, tú jugaste conmigo,


me humillaste me trataste de lo peor ¿Y crees que decir “Te
amo” borrará todo?

Es desgarrador decirlo pero la estaba perdiendo, ella se


negaba a creer en mí, tanto dolor he causado en ella que
una disculpa no bastará. ¿Es muy tarde para decir lo
siento? La amo y no quiero perderla.
- Andrea por favor no me dejes. Tú jamás me hablaste
sobre él… –la miro y la abrazo, intenta alejarse de mí pero
sus movimientos disminuyen la intensidad de lucha- jamás
hablaste de nada conmigo, siempre me enteré de todo por
otras personas –decido soltarla y alejarme para observar
su reacción- ¿Qué querías que pensara? No me interesaba
la presencia de Evan en tu vida, pero al verte besándolo
¿Cómo crees que me sentí? ¡Humillado Andrea! ¡Humillado!
Los celos y el orgullo me cegaban, no podía ver cuánto
sufrías por mi culpa.

Su reacción me asusta, la siento tan vulnerable e indefensa


y sus manos se envuelven a sí misma ¡Maldición! No quería
hacerla sentir culpable. Intento acercarme pero al escuchar
la voz de Evan me detengo en el camino.

- ¡Déjala en paz! –

- Otra vez tú –resoplo ofuscado e impaciente.

- ¿Qué intentas hacerle? Ella no quiere verte ni escucharte


¿Por qué tienes que obligarla?

- ¿Por qué siempre tienes que aparecer? Tú eres el único


culpable de todo esto… tú no tenías que volver, Andrea ya
no te necesitaba más, ella me tenía a mí y éramos felices –

- ¿Y a esto le llamas amor? –contesta sarcástico-. Es por


ella que estoy aquí…

- Tú… eres un maldito fraude. Tú mejor que nadie sabes


que jamás debiste volver, al parecer tener tu vida hecha
junto a tu familia no fue suficiente para retenerte –los ojos
de Evan se entrecerraron frunciendo el ceño

Este hombre sacaba lo peor de mí, solo deseo que se aleje


de una buena vez de nosotros. Quería que Andrea abra los
ojos de una buena vez con respecto a este hombre sin
medir las consecuencias de mis palabras, era obvio que
aún no le contaba la verdad.

- ¿Hasta este punto tan bajo has llegado? –el odio es


mutuo entre Evan y yo.

Giro la mirada hasta ella, la he destrozado. Sus lágrimas


caen y la respiración se le complica, me asusta demasiado
verla así.

<Ahora sí a la mierda todo, no creo que me quiera volver a


ver después de esto> me recrimino.

Intento acercarme al mismo tiempo que Evan pero nos


aleja, es comprensible su reacción después de todo. Sale
de la sala e intento correr detrás de ella, pero Evan me toma
del brazo.

- Déjala sola –lo miro confundido, no entiendo cómo


podría dejarla salir en ese estado.

- ¿Qué te pasa? ¿No ves cómo está? Le puede pasar


algo… -contesto ofuscado

- Saúl somos nosotros los únicos culpables de su estado


–me mira fijo- y si no desea vernos pues… respetemos su
decisión. Lo que viste fue uno de sus ataques de ansiedad,
son muy frecuentes o lo han sido en estas dos últimas
semanas.

- ¿Qué? ¿Ella pasa por esto seguido? ¿Y tú no la has


llevado con un médico? –el cuerpo me empezaba a temblar

- Esos problemas el médico no los puede curar, los


problemas del corazón solo el tiempo los cura –parece tan
tranquilo al decirlo, parece rendido
Camino despacio corroído por la culpa sin intenciones de
continuar discutiendo con Evan, mis manos entran en los
bolsillos de mi pantalón, dando tiempo suficiente para ir
tras ella. Inmerso en mis pensamientos me apoyo contra la
pared.

Siempre quise hacerla feliz, pero solo había conseguido


arrastrarla a lo más bajo de la infelicidad, toda la culpa
recaía en mí. ¿Acaso soy un monstruo? Solo pienso en mi
deseo por tenerla y no he pensado ni por un segundo en
ella, en sus necesidades ni en su bienestar.

Necesita tiempo para tratar de curar estas heridas, para


pensar con quien quiere pasar su vida y después de esto,
no me queda más que aceptar su decisión.

La amo, pero no quiero verla en este estado tan humillante


y depresivo nunca más, amo a la alegre y dulce Andrea y así
quiero verla aunque no sea a mi lado.

- ¿Deberíamos ir tras ella, ahora? ya ha pasado tiempo


suficiente y me preocupa su estado de salud –giro mi
cabeza en dirección a Evan,

Parece pensar lo mismo, salimos inmediatamente hasta el


jardín pero no había ninguna señal de ella. Inmediatamente
corrimos en direcciones opuestas buscándola, sentía una
opresión en mi pecho, tal vez un mal presagio.

¡Diablos! Cuando regresamos al jardín, con la sola mirada


supimos que algo no estaba bien, corrimos bordeando los
árboles hasta toparnos con un riachuelo, por el lado de
Evan se podía llegar hasta un puente.

- ¡Saúl! –corro como nunca antes en mi vida ante el


llamado de Evan.
Evan toma un pequeño retazo de tela del barandal roto.

- ¡Mierda! ¡Es de ella! –paso mis manos por mi rostro

- Llamaré a los trabajadores para empezar una búsqueda


–luce tan preocupado como yo.

No puedo aceptar la idea de perderla, caer por ese puente -


aunque no es muy alto- puede ser fatal para ella, hay
muchas rocas en el fondo. Estoy preocupado y
desesperado por encontrarla, camino en la misma dirección
del caudal del rio, tal vez la corriente la arrastró hasta cierto
punto.

Hemos buscado toda la noche por ella pero aún no


aparece. He pasado toda la maldita noche buscándola
desesperadamente y la angustia me está matando. Cambie
mis zapatos por unas botas de plástico para poder caminar
sobre el lodo y estoy hecho un desastre, jamás en mi vida
pensé sentirme y verme tan enlodado y asqueroso.

Trend intentó convencerme de ir a casa y dejar que la


policía y el servicio de búsqueda hagan su trabajo, pero fue
inútil. Marissa llegó muy temprano al lugar, preocupada de
la situación.

Vi por un momento a Esteban, pero se fue tan rápido como


llegó. Es tan extraño, tanto como saber que Ramirez a
pesar de estar en la fiesta no se había acercado ni por un
momento a intentar decir algún estúpido comentario, al
contrario se retiró muy temprano del lugar o eso dice Trend.

- Deberías ir a descansar un poco, yo me quedaré en tu


lugar –dice Marissa al verme tirado sobre el césped, todo
sucio y exhausto.
- Iré a tomar una ducha y regreso, no puedo descansar
con ella desaparecida –agrego y siento su mano en mi
espalda

- Tranquilízate ella aparecerá. No aparentes más estar


bien, sé cómo te sientes y será mejor que expulses todo el
dolor… -ella me conoce muy bien y su mano transmite
consuelo

Subo al auto y el chofer me lleva a la cabaña, decido ir


hasta ese lugar lleno de recuerdos. Me dirijo hasta la
habitación y entro a la ducha, es tan doloroso pensar en la
posibilidad de no encontrarla. Salgo de la ducha, me pongo
un pantalón y me siento sobre la cama, mis ojos se
cristalizan ante los recuerdos que estrujan mi corazón, los
cierro por unos minutos e inevitablemente me duermo.

Abro los ojos abruptamente, una sensación de vacío me


estremece y tomo el celular para llamar a Marissa
ahogando un bostezo en mis manos, aparece en mi cabeza
la posibilidad de que la hayan encontrado.

- ¿Marissa? ¡¿La encontraron?!

- No Saúl, aun no. Continúan con la búsqueda pero…

- ¿Pero qué?

- Por las horas de búsqueda cabe la posibilidad de


encontrarla… sin vida

La llamada quedó en silencio por ambas partes, shock es


poco, mi cerebro luchaba por asimilar de forma adecuada
las palabras de Marissa, y el corazón latía tan rápido y
dolorosamente complicando la estabilidad de mi
respiración. Toco mi rostro al sentir algo deslizarse y son
lágrimas, es ahí cuando me doy cuenta que estoy llorando.

Evan-

Varias veces intenté explicarle a Andrea las razones de mi


viaje al extranjero, pero los momentos siempre fueron
interrumpidos por alguien o algo. Necesitaba de su
tranquilidad para poder explicarle las cosas y así me
pudiera entender o lo por lo menos escuchar las razones
del porqué lo hice.

Odio a Saúl y de eso no cabe duda, pero no puedo seguir


negando los sentimientos de Andrea por él. No entiendo
como se pudo enamorar de alguien como él, desde nuestro
primer encuentro se ha limitado a tratarla tan mal que me
cuesta creer en su amor por ella. ¿Cómo podría considerar
la idea de regresar con ella?

Tal vez Saúl tiene algo de razón, tampoco soy digno de su


amor y al final la he lastimado tanto como él. Si tan solo
pudiera cambiar algo en mi vida, sería amarla y aceptarla
desde el primer día en que la conocí, sin lugar a dudas.

Pongo mis manos sobre mi cabeza sin poder contener la


maldita culpa de todo esto. La cabeza está a punto de
explotar ante la falta de sueño, el cansancio, la presión, la
angustia y preocupación de no encontrarla.

Veo a Saúl retirarse del lugar y su hermana queda en su


reemplazo, me complace saber que contaba con el apoyo y
cariño de varias personas. Ella siempre fue tan dulce, es
inevitable que no le agrade a la gente.

Ha llegado Estela con Austin al lugar, ni bien me ven se


acercan a preguntarme por ella.

- ¿La encontraron? –pregunta preocupada la pelirroja


- No. Aún la están buscando

Estela empieza a llorar, cuando el encargado del servicio de


rescate se acerca.

- ¿Señor Martinelli? ¿Podemos hablar? –

- Dígame ¿la encontraron? –me acerco bruscamente a


éste con la esperanza de verla, Marissa se acerca a
nosotros al escuchar mis palabras.

- No señor –resopla, debe estar tan afectado al transmitir


el mas doloroso mensaje-. Solo necesitamos explicarle
ciertos puntos.

Me quedo estático al entender el sentido de sus palabras y


mis palabras no quieren salir para preguntar estos puntos
inevitables para un doloroso y triste final.

- ¿Cuáles son esos puntos? –pregunta Marissa nerviosa y


angustiada.

- Uno. Llevamos nueve horas de búsqueda continua, sin


ninguna novedad.

Dos. El fuerte caudal del río ha podido arrastrarla a varios


kilómetros, por ello hemos formado varios grupos de
rescate en cada una de las bifurcaciones del rio.

Tres. No se ha encontrado, aparte del retazo de tele en el


puente, otra prueba de su caída.

Cuatro. Puede que alguien la haya encontrado antes, pero


también cabe la posibilidad de un quinto punto.

Cinco. Por las horas de búsqueda podemos suponer


encontrar el cuerpo… sin vida.
¡Dios! No puede estar pasando esto, Marissa y Estela
comienzan a llorar. Camino unos pasos e inevitablemente
expulso el dolor que me oprime el corazón, no puedo
aceptar perderla de ésta manera.

Después de unas horas Saúl ha regresado y permanece al


lado de su hermana, estamos tan afectados, jamás
pensamos que esto terminaría así. De pronto llegan los
padres de Andrea, su mamá llora inconsolablemente y su
padre se limita a consolarla pero aunque trata de
mantenerse firme hay momentos en que se quiebra y llora.

Ni bien me observa a lo lejos, se acerca como una fiera, sé


lo que pasará y debo asumir la culpa.

- ¿Qué haces tú aquí? –grita furioso. Todos nos miran,


hasta Saúl se va acercando a nosotros y él lo mira.

- ¿Qué hacen ustedes aquí? –vuelve a gritar-. ¿No se


cansaron de hacer sufrir a mi hija? ¿Acaso ustedes no
tienen corazón? –la voz se le quiebra y empieza a llorar.

- Lo siento –balbuceo

- Evan, te dije que nunca más te acercaras a ella. Ella fue


tan infeliz por tu culpa, por tu maldita culpa. ¡Eres un
cobarde! –grita Armando, el padre de Andrea sin poder
controlarse.

Flashback

Sé del odio que siente por mí, por ello me obligó a


separarme de Andrea, me amenazó con llevársela lejos si
yo insistía en estar con ella. No fui la mejor persona en toda
mi vida, pero la amaba y me dolía dejarla cuando apenas se
estaba recuperando de la pérdida del bebé.
Me culpe toda la vida por eso, era el único responsable de
abandonarla cuando ella me necesitaba tanto. Tatiana, su
mejor amiga en ese entonces, me contaba del estado en
que se encontraba Andrea. Le pedí no contarle
absolutamente nada sobre mí, por miedo o tal vez cobardía
de mi parte acepté las palabras de Armando, me alejaría de
ella.

No estaba dispuesto a verla sufrir aún más y pensé –


estúpidamente- que si me alejaba, ella empezaría de nuevo,
se enamoraría de alguien más y podría ser feliz. Me
dediqué a beber todas las malditas noches, al no poder
olvidarme de ella, fui de fiesta en fiesta con mis amigos
como solía hacerlo, era un completo inmaduro.

¿Olvidarla? Mi cabeza parecía no entender el significado de


esa palabra, es más siempre creí verla en muchas chicas.
Hasta un día, era una noche divertida en casa de un amigo,
fiesta, alcohol y mujeres por doquier ¿Qué más se puede
pedir? Si, a ella.

El alcohol parecía surtir efecto en mi cabeza y hacer mi


deseo realidad; una hermosa chica de cabello castaño
como el de ella estaba ahí, bailando para mí.

- ¿Andrea? –pregunté pero la chica no contestó,

Sus manos tomaron mi rostro y lo jaló hasta sus labios,


pensé que era ella, la besé como nunca antes, le confesé
mil veces cuanto la amaba mientras nos entregábamos.
Desperté feliz al observar a la chica a mi lado. Su espalda
desnuda estaba frente a mi, tomé sus cabellos y los
acaricié, empecé a besar su cuello cuando se voltea y me
llama <Evan>
<¡Mierda! Esa no era la voz de Andrea > la miro sorprendido
y asustado por el parecido físico

- Tú no eres… -sus ojos tristes me miran

- No lo soy, no soy Andrea. Me llamaste tantas veces por


ese nombre… simplemente no pude negarme a ser alguien
más –baja su mirada

- ¡Mierda! Debo irme, lo siento… no debiste seguir con


ese absurdo juego

- No te preocupes, fui yo quien quiso continuar. Te


puedes ir

Sus ojos tristes evitaron mirarme después de eso y salí


rápidamente del lugar, culpándome de la estupidez más
grande e inimaginable que pude haber hecho.

<¿Cómo fui tan idiota para confundirla con Andrea? Se


parecen tanto…> pensaba y pensaba, inquieto por lo
estúpido que fui.

Desde ese día decidí no salir más a fiestas, es más, intenté


encontrarme en secreto con Andrea cuando me enteré de
su regreso a la universidad y estaba viviendo en una
pensión no tan lejos de ahí. Fui varias noches pero no me
atreví a tocar la puerta, había una mujer amargada que
siempre estaba cuidando que ningún muchacho llegue
acompañando a ninguna de las jovencitas que se quedaban
en ese lugar.

Me conocía toda su rutina diaria, por ello, después de unas


semanas decidí encontrarme con ella después de sus
clases justo a las seis en punto. Eran las cuatro de la tarde
cuando recibo una llamada de un número desconocido.
- ¿Hola?

- ¿Evan? ¿podríamos hablar? –reconocí de inmediato esa


voz aunque solo la escuché una sola vez en mi vida.

- ¿Sobre qué tenemos que hablar? –pregunté de mal


humor

- Te espero a las cinco en la cafetería frente al centro


comercial, es urgente – y colgó

< ¿Qué quiere esa chica conmigo?> pensaba.

Me puse en camino para el lugar donde me encontraría con


ella, pensaba en las palabras adecuadas para cortar esto
de una vez, no estaba interesado en ella. Cuando llegué, la
reconocí fácilmente, en realidad el parecido era
impresionante. A no ser porque Olivia era un poco más alta,
de ojos verdes y de mi edad. Pase varias veces mis manos
por mi rostro, para no confundirla, ella parecía notarlo.

- Del 1 al 10 ¿Cuanto me parezco a ella? Por tu cara diría


que un… ¿9? –me mira intrigada

- Un 9.8 –la miro sorprendido

- Wao! Debería conocerla, pero tengo una noticia que


darte –su cuerpo se tensa y baja la cabeza.

- Dime ¿Qué noticia es esa?

- Evan, estoy embarazada –

< ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! >

- ¿Estas hablando en serio? ¿Qué… ¡Mierda! No puede


ser –estaba desesperado, las noticia fue como un balde de
agua fría
- Sí, lo siento. No esperaba que esto pasara. La verdad
para mí también fue difícil recibir esta noticia… pero si no
quieres tener al bebé… podemos ir a una clínica y terminar
con…

- ¡No! –exclamo, no podía hacer eso, recordé el dolor en


los ojos de Andrea no podía permitir que Olivia pasara lo
mismo, además era una criatura inocente.

El cuerpo me empezó a temblar, estaba completamente


aturdido por la noticia. No esperaba las cosas se
complicaran de esta manera, ahora sí había acabado con
cualquier posibilidad de regresar con Andrea, ella jamás me
perdonaría.

- ¿Podríamos hablar de esto luego? Necesito irme ahora -


me puse de pie, aturdido

- Si, claro.

Salí del lugar y manejé hasta la universidad, solo pude


observar -una vez más- a lo lejos la aflicción de Andrea. Yo
mataría de la tristeza a la mujer que amo, cuando se entere
que embaracé a otra

< Tal vez su padre no se equivocó conmigo> Golpeo fuerte


el volante de auto y éste suena, pero Andrea jamás regresó
a mirar. Ella luce tan triste, desconsolada e inmersa en sus
pensamientos y el único culpable soy yo.

Hablé con mis padres al respecto, ellos estaban


completamente molestos y decepcionados de mí. Mi padre
como solución me ofreció tomar el control de su compañía
en el extranjero y debería irme lo más pronto posible junto a
Olivia. Nadie tendría que enterarse de lo ocurrido, ellos
decidieron también irse al no poder vivir con la culpa de lo
sucedido y por ende mi hermano se vio arrastrado por
nuestras decisiones.

<Es lo mejor para todos, sobre todo para ella. No me


imagino cuanto podría sufrir de enterarse de tus pésimas
decisiones Evan, me decepcionas profundamente…> dijo mi
madre antes de partir.

Es más mis padres decidieron viajar antes con tal de no


toparse con Olivia en el avión, querían mantenerse alejados
de nosotros hasta el nacimiento del bebé.

Viví con Olivia durante su embarazo, los primeros meses


fueron complicados para ella, las náuseas el insomnio y no
tener apetito la estaban matando; después todo cambió, su
barriga empezó a crecer junto con el bebé y ella ya podía
comer y disfrutar como una mujer embarazada. Siempre
me imaginé en esta situación junto a Andrea, la felicidad en
su rostro al sentir al bebé pateando dentro de ella, besarla y
complacerla en cada antojo o en cada crisis propia del
embarazo; pero no era Andrea con quien estaba.

Jamás me casé con Olivia, decidimos compartir la tutela


del bebé, así pasaría un tiempo conmigo y otro con ella en
un pequeño departamento que alquiló. La ayudé a
conseguir un trabajo y después ella sola salió adelante.

Después de un tiempo Olivia se casó con un buen tipo y


ahora tienen un niño recién nacido. Le he comentado de mi
decisión de volver por Andrea y me apoya, incluso se
atrevió a darme un consejo de cómo convencerla de
regresar conmigo. <Solo emborráchate y dile cuanto la
amas> absurdo lo sé.

Fin del flashback**


....

Andrea-

El dolor del cuerpo es horrible no puedo mover ni un solo


dedo, he tratado de despertar pero me siento débil, los ojos
se cierran en automático. Escucho unas voces extrañas
llamándome, muevo ligeramente la cabeza y ¡Diablos! duele
tanto

- ¿Andrea? ¡Debes despertar! ¡Andrea! ¡Despierta! - abro


los ojos lentamente, distingo varias siluetas frente a mí
pero no puedo ver claramente quienes son, solo puedo
escuchar las voces hablando.

- ¿Cómo se encuentra ella, doctor? -

- Estará bien, solo necesita descansar, no realizar ningún


esfuerzo físico y sobre todo nada de impresiones fuertes.
Cuando despierte, deberá tomar las vitaminas al pie de la
letra de lo contrario las cosas podrían complicarse para
ambos.

- Muchas gracias doctor. Estaremos en contacto.

Beneficio mutuo

Andrea-

Me invade una sensación inmensa de paz después de todo


el dolor, es como si mi corazón y mi alma hubieran
encontrado la tranquilidad que tanto buscaban. Siento mi
cuerpo flotar cuando todos los problemas han
desaparecido y mi mente permanece en blanco sin percibir
ni el sonido de mi respiración.
Escucho una voz a lo lejos que me aparta de aquel trance y
me atrae a la realidad, el dolor es demasiado fuerte para
soportarlo y pierdo el conocimiento de inmediato.

Abro los ojos lentamente, el agudo dolor persiste y no


puedo mover ni un solo dedo, he tratado de despertar pero
me siento débil, mis ojos se cierran en automático.
Escucho unas voces extrañas llamándome, muevo
ligeramente la cabeza y ¡Diablos! ¡Como duele!

- ¡Andrea por fin despiertas! Ya era hora, el golpe en tu


cabeza no fue tan grave y aun así llevas dos días
durmiendo –parpadeo varias veces hasta aclarar mi visión
y me quejo del dolor-. No intentes moverte demasiado, sino
el dolor será peor.

- ¿Dos días? ¿Por qué estoy aquí? –pregunto con un hilo


de voz al reconocer la habitación

- Al parecer soy tu salvador –una sonrisa engreída se


dibuja en sus labios-. Pienso seriamente renunciar a ese
trabajo, es demasiado agotador ¿Por qué tu vida es tan
lamentable? Debe ser por involucrarte con Saúl – Alejandro
hace un gesto de desagrado ante sus palabras

- Gracias por la ayuda –bajé la mirada un poco


avergonzada, con los ojos entrecerrados soportando el
dolor de cabeza

- Consideralo un apoyo o mejor aún, beneficio mutuo, te


ayudo y yo obtengo de cierto modo una ganancia
satisfactoria. –se encoge de hombros- ayudarte es un
placer –se ríe malicioso.

“Saúl” a eso se refería, pero no quería pensar en él en estos


momentos, sobre todo después de lo ocurrido. Si Alejandro
estaba dispuesto a ayudarme no me negaría, no estaba en
condiciones de hacerlo.

- Por cierto, deberías llamar a tus padres y avisarles que


estas bien. Lo siento, no podía decirles que estabas
conmigo, considéralo un daño colateral –hace un mueca de
ingenuidad sin moverse de su sitio.

- ¡MIS PADRES! ¿Qué ha pasado en estos días? –abro por


completo mis ojos olvidándome del malestar

- La noticia salió en todos los medios desde tu


desaparición. Primero llámalos y después te contaré. Pero
trata de mantenerte tranquila –señala como advertencia-
fue una recomendación del médico.

- Pero… no dijiste que fue un simple golpe ¿Por qué tengo


que permanecer acostada y en reposo?

- Esa es otra de las cosas que tenemos que hablar…


Primero llámalos y diles que enviaré un auto por ellos –me
entrega un celular- me encantaría estar ahí para ver la cara
de Saúl -se ríe de manera espeluznante y se va

Estaba preocupada por mis padres, imaginando su


angustia, desesperación y el dolor de pensar que habían
perdido a su hija; y también pensé por un momento en ellos,
no podía ser tan indiferente al respecto. Ser la causa del
sufrimiento ajeno no era para nada algo que desearía por
nada del mundo.

Tomé el teléfono y llamé a mi madre. Cuando me contestó,


hablé muy lento intentando mantenerla tranquila por más
tiempo pero fue imposible los gritos al otro lado de la línea
me corroboraban un inevitable desmayo de su parte.
- ¡¿Aló?! ¡¿Aló?! –era la voz de mi padre, preocupado por
escuchar quien fue la causante de semejante impresión.

- ¿Papá? Soy yo, Andrea –por unos minutos un silencio


sepulcral se apoderó de nosotros, no sabía si estaba bien y
me empezaba a preocupar.

- ¡Andrea! –escucho por fin gritar- ¡¡¡Estas viva hija!!! –lo


escuché llorar y el corazón se me quebraba.

Traté de ser fuerte y no llorar, le indiqué que un auto


esperaría por ellos para traerlos a mi lado. Pero solo ellos
podrían pasar, no quería ver a nadie más.

Y así fue, llegaron junto al encargado del servicio de rescate


y un policía, quienes tomaron mi declaración y se fueron.
Mis padres permanecieron a mi lado entre risas, llanto y mil
emociones por reencontrarnos, fue imposible continuar la
conversación pendiente con Alejandro por ese día, al cual le
venía muy bien discutir con mi padre -a cada momento- por
temas políticos.

< ¡Hombres! >

Al día siguiente Alejandro y el doctor llegaron muy


temprano para un chequeo de rutina, mis padres salieron
de la habitación dejándonos a solas. Todo estaba bien con
mis heridas, mi evolución era favorable pero hubo algo que
me dejó sin palabras.

- ¿Be… bebé? ¿De qué… me está hablando? –estaba


aturdida, no entendía o no quería entender.

- Sí señorita, usted está embarazada –el doctor mira a


Ramírez como esperando una respuesta
- No encontré el momento adecuado para comentárselo
–se encoge de hombros casi inocente.

¿Por qué conversaban como si yo no existiera? Estaba


desconcertada con la noticia, un bebé ahora era… a pesar
de todo era la mejor y más importante noticia para mí. Me
llenó de dicha e inmediatamente abracé mi vientre y las
lágrimas empezaron a caer; y por primera vez estas
lágrimas eran de felicidad.

- Pero debes cuidarte, ese pequeño aún no está seguro y


con tu problema de anemia las cosas se complican un
poco –advirtió el doctor retirándose de inmediato

- ¿Cuándo se lo piensas decir? –pregunta Alejandro,


parándose al lado de la cama

- No tengo que hacerlo –y de repente la sonrisa se borró


de mis labios y mi cuerpo se estremeció de solo pensar en
él.

- Es tu decisión –se encoge de hombros- al parecer el


papel de tu salvador se prolongará un poco más –sonríe- te
ayudaré en lo que necesites.

Por unos minutos observé su sonrisa, era un poco


aterradora para alguien tan guapo como él. Alejandro era
un hombre soberbio y arrogante pero siempre era cortes y
galante; aunque la indiferencia en todas sus acciones
reflejaban -o pretendía hacerlo- ser el dueño de un corazón
despiadado y ambicioso; cuando en realidad debajo de
toda esa coraza de superficialidad y arrogancia, era un
hombre como todos, con un corazón que realmente quiere
y sueña con ser amado y correspondido, o de lo contrario
jamás me hubiese ayudado en ninguna de las ocasiones, es
más, si fuese tan despiadado como quiere aparentar
hubiese observado mi lenta y dolorosa muerte.

No quise contarles las noticias a mis padres, ellos estaban


bien ignorando mis problemas. No era justo seguir siendo
un dolor de cabeza para ellos y Alejandro entendió mis
intenciones de mantener en secreto mi embarazo.

Renuncié a mi trabajo y aunque Daniel en un principio no


estaba de acuerdo terminó aceptando mi solicitud. He
llamado a Estela muchas veces en estas semanas, siempre
me exige un porqué a la negativa de su visita, solo me
limito a decirle que no es el momento adecuado.

En este tiempo he seguido las indicaciones del médico al


pie de la letra, no quería lastimar a mi bebé por nada del
mundo. Mis padres decidieron regresar a su casa para no
abusar de la amabilidad de Alejandro, ellos creían en sus
buenas intenciones < muy ingenuos en realidad > pero
había algo de real en todo eso, noté cierto cambio en él, ya
no era tan indiferente y ególatra. Disfrutaba conversar y
discutir por algún tonto motivo con mi padre y conmigo;
incluso se había atrevido a llamarme tan estúpidamente y
cada oportunidad que tenía lo decía.

< Dejen que “la mente hable” > estúpido, tenía


definitivamente un pésimo y retorcido sentido del humor.

Según él se debía a mi terquedad y empecinamiento por


tener siempre la razón (aunque no es por jactarme pero en
la mayoría de los casos la tenía), y también porque desde
su punto de vista mi vida era tan lamentable.

En todo el tiempo en que mis padres estuvieron a mi lado,


evité demostrar el dolor de mi corazón, evité llorar y
derramar absurdas lágrimas por quienes no se lo merecían.
Ante su ausencia, inevitablemente en el silencio de la noche
y la soledad de mi habitación, lloré amargamente
expulsando todos los sentimientos que oprimían mi
corazón y mi alma. Él escuchaba mis lamentos todas las
noches y yo, escuchaba el profundo silencio de su soledad
mientras trabajaba en su estudio. Pero cuando el silencio
se apoderaba de mi habitación él entraba y cubría con una
manta mi delgada figura, como si con ello pudiera
ayudarme a superar toda mi aflicción.

Un lazo de amistad se estaba formando sobre una base de


pena, lástima y soledad que acompañaban nuestras
noches; pero con el apoyo mutuo pudimos acabar con todo
aquello.

Cuando el doctor llegó para mi chequeo, me encontró


recuperada por completo. Los resultados de los análisis
eran favorables, todo estaba marchando bien eso
significaba que podía seguir con mi vida normal, pero con
los cuidados necesarios.

- Ustedes parecen mejorar juntos –el doctor mira a


Ramírez y sonríe- debe ser el brillo del embarazo.

Mire con una sonrisa burlona a Ramírez quien estaba –por


primera vez- un poco avergonzado por las palabras del
doctor. Él intentó esconderlo de inmediato aclarando su
garganta y caminando aletargado por la habitación
esperando algún otro comentario del doctor.

- Bueno, estas entrando al segundo mes de gestación


deberás cuidarte mucho más, empezaran los malestares
propios del embarazo y esperemos eso no sea un
obstáculo en el progreso. Pero ya puedes caminar un poco,
sin abusar, comer lo que te provoque, es normal tener
antojos en estas semanas. Aún debes cuidarte de las
impresiones fuertes, de las caídas o golpes y sobre todo
nada de sexo por estos días–el doctor nos miró con una
sonrisa pícara

Alejandro que estaba de pie a mi lado no pudo evitar


ponerse rojo como un tomate, por mi parte estaba tan
avergonzada pero al mirar el rostro de Alejandro no pude
evitar reírme de él, es más hasta el doctor lo hizo.

Los días pasaban y las tristezas se quedaban cada vez más


atrás, nada podía perturbar mi tranquilidad por el bien de
aquello que realmente valía la pena para mí. Alejandro me
mantuvo en su casa por todo ese tiempo, nadie podía
entrar sin su permiso a excepción de mis padres. Desde mi
habitación no podía escuchar ningún tipo de sonido en
aquella inmensa casa pero jamás me atreví a preguntar si
alguien llegó a buscarme.

Por una parte aquellos días trajeron paz, alegrías y buenos


momentos a mi vida, pero estar en cama todo el día era
algo difícil, la soledad te hace pensar en muchas cosas,
cosas buenas, malas y algunas sin sentido.

Había decidido mudarme después del segundo mes, pero


las cosas no resultaron tan bien como pensé, me estaba
convirtiendo en un esqueleto andante, no toleraba ningún
tipo de alimento a excepción de las vitaminas.

Realmente estaba agradecida con Alejandro por todo lo que


hacía por mí, por estar en cada momento en que
necesitaba de alguien a mi lado, por tomar mi cabello
cuando vomitaba incluso cuando lo hice sobre él (es
asqueroso, lo sé, pero no se atrevió a decir ni una sola
palabra) pero sobre todo por preocuparse por nosotros.
En mi lamentable estado podía escuchar el crujir de mis
huesos en cada movimiento, estaba tan débil y con mucho
sueño. Por un momento pensé que mi vida si era realmente
lamentable, pero no me interesaba, soportaría lo que fuera
necesario hasta tener a mi bebé entre mis brazos.

Para el quinto mes parecía una pita con nudo, las náuseas
desparecían poco a poco y eso era maravilloso. El bebé se
estaba desarrollando perfectamente a pesar de mi bajo
peso. A partir de ahí, como dijo el doctor solo quedaba
disfrutar del embarazo y comer cada cosa que deseara.

- Ahora sí, ¡Necesito vacaciones! –exclama Alejandro


tirándose sobre el sofá de la sala

- Sí, ha sido un poco difícil todo este tiempo –lo miré con
pena ya que a pesar de no ser su responsabilidad lidiar con
esto, lo había hecho sin quejarse.

- ¿Un poco? ¡Demasiado! –se queja-. No soy el padre pero


ya lo parezco

Se pone de pie y me mira sonriendo de sus propias


palabras. Lo miro fijamente y me avergüenzo por ello.

- Ahora no tienes ningún motivo para seguir encerrada en


esta casa, ¿Sigues pensando en mudarte? –coloca sus
manos dentro de sus bolsillos y me da la espalda.

Ese hombre jamás aceptaría que a pesar de todo ha


comenzado a encariñarse con mi presencia y sobre todo
con la idea de un bebé en casa.

- Sí, creo que he pasado demasiado tiempo aquí y no es


justo para ti.
- Podrías reconsiderar la idea de… permanecer hasta que
nazca

- Pensé que deseabas dejar de ser mi salvador –le sonrío

- Por eso, si estás aquí nadie te lastimará –estaba


sorprendida, una parte de mí aceptaba la veracidad de sus
palabras y la otra se avergonzaba por ser una carga para él

- Deberías acompañarme en mis vacaciones, lo merezco


¿no crees?

- ¿En serio te irás de vacaciones? Tú, el grandioso


Ramírez ¿Te tomarás unos días de vacaciones?
¡¡¿Noooooo?!! –bromeaba

- ¡¡¡Qué la mente hable!!! –hace su pose de yoga y suelta


una risotada de burla- ¡¡Es correcto!!! Nos iremos de
vacaciones, he dicho –me guiña un ojo

< Idiota >

- ¿A dónde me llevarás? –

- ¡¡Al río!! –sus risotadas se podían escuchar en toda la


casa, puse un gesto de molestia aunque también me reía
por dentro- lo siento, exageré con mis malos chistes –

- ¿Te parece? -y sin poder contenerme empecé a reír con


él.

- Andrea, considerando que soy tu salvador, ¿no crees


que yo debería escoger el nombre de tu bebé?

- ¿Cómo lo llamarías? –lo miro preocupada al intuir lo que


está a punto de decir.
- Alejandro, y si es niña Alejandra. Me encantaría ver la
cara de su padre cuando pronuncie mi nombre al llamarlo –
sus ojos brillaban como luceros imaginándose aquella
escena.

Llegamos a un hermoso Hotel Resort dentro del país,


evitando viajes largos y cansados, donde nos quedaríamos
los siguientes cuatro días para disfrutar de las hermosas
playas.

El calor es abrasador pero me encanta, mejora mi estado


de ánimo. Es recibir energía en mi cuerpo, incluso el bebé
se mueve mucho más. Ajusto una vez más mi vestido
floreado mirándome en el espejo y simplemente mis ojos
brillan de felicidad.

- Vamos Andrea, ¡llegaremos tarde! –dice Alejandro


mientras toca la puerta de mi habitación

- Listo, Vamos -

Abro la puerta y tomo su brazo, emocionada por ir a la


playa nuevamente. Alejandro toma mi bolso y apoya su
brazo en mi hombro, conversamos tranquilamente hasta el
ascensor. Apretamos el botón de bajar y las puertas se
abren.

- ¡Andrea! – exclaman al verme

El corazón parece detenerse de la impresión y las manos


me tiemblan al sentir las miradas en mi abultado vientre.

< ¡No puede ser! >supliqué.

- Marissa –dije como un susurro


- Qué bueno verte… estas… estas hermosa y embarazada
¡vaya sorpresa! –las expresiones en su rostro eran
exageradas ante la sorpresa

Sabía que este momento llegaría, solo era cuestión de


tiempo para que la opresión de la realidad llegaría a mí.

- ¿Ustedes van a ser padres? ¿Cuántos meses tienes?

- Tengo… cuatro meses –mentí.

- Si nos disculpan, tengo que llevar a mi hermosa mujer a


disfrutar de un hermoso día de playa –Alejandro toma mi
mano y empieza a caminar. No me sorprende -y tampoco a
ella- su arrogante actitud.

- Hablamos después Andrea –grita Marissa lo cual solo


muevo la cabeza afirmando su petición –Alejandro toca el
botón del ascensor y se cierran las puertas.

- ¿Sabías que eras pésima para mentir? –me mira- Pero


creerá en mis palabras, tenlo por seguro –lanza un guiño

- Claro que lo hará, ella me acompañó al doctor cuando


pensé en un posible embarazo unas semanas antes.

Estuve durante todo el día preocupada por Marissa, ella ya


podría haberle comentado a Saúl de mi estado y pensar en
ello me asustaba. Trataría de evitar esa inminente
conversación con Marissa, de no hacerlo todo volvería a ser
como antes.

< Tal vez sea mejor regresar >

<Música de fondo: Heaven -Julia michaels>


Camino tranquilamente por la cocina en busca de agua,
sirvo un poco sobre un vaso y lo bebo. Escucho unos pasos
acercarse y pienso en Alejandro e inmediatamente le aviso
donde estoy.

- ¡Alejandro estoy en la cocina! –grito dejando el vaso


sobre la islilla y avanzo a su encuentro.

Estaba en shock, presa del pánico al sentir el aroma de


aquella persona acercándose a mí.

- Soy Saúl ¿no me esperabas? –camina tan


seductoramente con una arrogante sonrisa en sus labios

< ¡Dios! No bebé no salgas todavía, aún nos faltan dos


meses > pienso al sentir una humedad entre mis piernas.

El corazón me late a mil por hora, el cuerpo simplemente no


me responde y el bebé empieza a moverse como si hubiese
comido cinco barras de chocolate con solo escuchar la voz
de su padre.

- Luces tan hermosa como siempre –susurra en mi oído y


simplemente he dejado de respirar

< Respira, el bebé lo necesita > me ordeno, dejando de


contener el aliento.

Su fragancia me estremece, un remolino aparece en mi


estómago y mis piernas están a punto de doblarse ante él.
Se ve increíblemente seductor mientras camina a mi
alrededor. Se detiene frente a mí y se acerca a mis labios,
es imposible detenerlo cuando mi cerebro solo piensa en lo
sexy que luce.

<¿Acaso soy estúpida para caer en sus juegos?>


- Dicen que el sexo es estimulante para el bebé –susurra
sobre mis labios

Cierro los ojos inevitablemente ante sus palabras, mientras


mis labios se abren levemente conteniendo la respiración
esperando sentir los suyos. Sus besos me estremecen, son
tan suaves y exigentes, transmiten amor y deseo. Sus
labios bajan por mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja tan
insistente y estimulante.

El corazón me late tan rápido, está a punto de saltar sobre


el suyo y aferrarse a él, jadeo inevitablemente al sentir sus
caricias sobre mí y aunque he mordido mi labio en un
intento por ocultarlo, los sonidos se hacen más agudos.

Camina hasta quedar detrás de mí, retira mi cabello y


empieza a besar cada una de las vértebras que conforman
mi espalda conforme baja el cierre del vestido. Sus manos
toman mis duros y sensibles senos masajeándolos. Estoy
tan excitada y deseosa por él.

- Saúl –jadean mis labios

Se separa de mi unos pasos, giro sobre mi sitio para


mirarlo y me pierdo en su mirada, en el brillo del deseo de
sus almendrados ojos. Sus manos quitan uno a uno los
botones de su camisa y mis ojos siguen la forma de sus
músculos del pecho; baja hasta sacar la correa de su
pantalón y lo desabrocha. Bajo la mirada por aquel camino
de músculos sobre su abdomen que me llevan hasta su
evidente erección.

Se acerca y me besa nuevamente, mis manos recorren


ansiosas su fuerte espalda, su cabello y su rostro, como si
no creyeran que esto está sucediendo. Escucho el cierre de
su pantalón y siento cuando caen. Los besos se vuelven
exigentes, su lengua juega con la mía recorriendo cada
parte de mi boca, y en un hábil movimiento sus manos
quitaron mi sostén.

Baja sus labios hasta mis pechos y empieza a besarlos y


acariciarlos. Arqueo mi cabeza hacía atrás ante tan
placentera sensación, incontrolables e irreprimibles
gemidos exhalan mis labios, cada vez más fuertes así
como el deseo por sentirlo dentro de mí. Se arrodilla frente
a mí y su rostro baja acariciar mi barriga por unos
segundos.

- Te amo –susurra y da un tierno beso en ella.

Creo que estoy llorando, las inevitables lágrimas brotan


ante la felicidad de sentir su amor.

- Los amo a los dos –posa su tierna y cariñosa mirada


en mis ojos y le creo, creo que me ama, creo en su amor,
creo en él.

- Señorita Andrea –escuché una voz a lo lejos

< ¡Diablos! >

Me acordé del personal de servicio y recogí asustada mi


vestido, pero por más que buscaba alguna persona a
nuestro alrededor no lograba encontrar a nadie.

- ¡Saúl debes irte! –exclamo nerviosa

- ¡Señorita Andrea! ¿Se encuentra bien? -

- ¿Podemos pasar? -

Ante tanta insistencia, me muevo rápidamente y tiro el vaso


al piso, éste se quiebra y el sonido me hace despertar. Abro
los ojos asustada, con la respiración agitada..
< ¡Mierda! ¡Todo fue un sueño! >

- ¿Señorita se encuentra bien? – tocan dos veces más la


puerta

Reajusto mi cara a lo que se consideraría normal, borrando


aquella expresión de sueño, lujuria, excitación, sorpresa y
decepción de mi rostro, para abrir la puerta.

- Señorita limpiaremos su habitación, el señor Ramírez la


está esperando en la cafetería –indicó una de las señoritas

- Gracias –tomé mi bolso y salí

Ese tonto sueño me había dejado aturdida, no era algo que


realmente deseara o ¿si? Ya no sé ni lo que quiero. Cuando
llego a la cafetería Alejandro estaba conversando con dos
hombres, mantuve mi distancia cuando noté su
incomodidad, le escribí un texto y me fui a recorrer el hotel.

- Andrea ¿podríamos hablar ahora? –regreso a mirar a


Marissa, respiro profundo y no puedo seguir escapando

- Claro –caminamos hasta un sillón en el exterior del


hotel, con una excelente vista de la piscina y la playa.

- Dime la verdad, ¿cuánto tiempo tienes de embarazo?


Esa barriga no es de cuatro meses –me mira preocupada

- Tengo… casi seis meses –posé mis ojos en el suelo, no


me atrevía a mirarla.

- Pero… yo escuché cuando el médico dijo que no


estabas embarazada. ¿Este bebé es de Alejandro? –su cara
era una confusión mientras posaba su mano en mi barriga.
- Solo pude negar con un movimiento de cabeza, los ojos
se me llenaron de lágrimas e inevitablemente empecé a
llorar

< Maldita sensibilidad del embarazo >

- Querida, ¿Entonces es de Saúl?–y ahora sí me mira con


lástima- ¿por qué lo hiciste? él también tiene derecho a
saberlo

- ¡No! ¡Por favor no! –empecé a llorar desesperada- no le


digas nada, por favor Marissa –tomé sus manos y empecé
a suplicarle

- Andrea no llores, no le diré nada -mantenía una mirada


comprensiva-. Pero él tiene que saberlo, ¿Cómo puedes
ocultarle el hecho de que será padre? Y tú… ¿Cómo puedes
pasar por todo esto sola?

- Ella no está sola, ella está conmigo –Alejandro se


acerca a nosotros y me toma de la mano jalándome a sus
brazos- no vuelvas a molestarla. Y lo único que necesitas
saber es que ese bebé es mío

Me aferré a los brazos de Alejandro sollozando de angustia


y temor, solo en ellos podía sentirme protegida.

- ¿Tuyo? ¿Un hombre sin escrúpulos como tú? Pretendes


ser el padre de esta criatura solo para fastidiar a Saúl, a ti
solo te importa el dinero.

- No me interesa lo que pienses de mí, voy a proteger a


este niño cueste lo que cueste –sus palabras eran
amenazas ante los ojos de Marissa.
Alejandro me entrega un vaso con agua (el cual no sé en
qué momento lo pidió) y doy unos sorbos, poco a poco voy
controlando mis nervios.

- Lo siento Andrea, no quise perturbar tu tranquilidad con


mi presencia. Respetaré tu decisión por el momento, pero
es derecho de ambos saber de su existencia –me abraza
por un momento y se va.

- ¿Sabes? –me siento al lado de Alejandro- Yo también


pensaba en ti como un tipo soberbio, indiferente y
ambicioso. Con esas cualidades tan encantadoras,
cualquiera estaría preocupado por la forma como me tratas
y como criarías a un bebé que prácticamente es de su
familia.

- Lo sé, mi deslumbrante personalidad me persigue –


esboza una pequeña sonrisa arrogante-. Pero tú sabes que
no sería capaz de lastimarte, ni a ti ni al niño.

- Lo sé y muchas gracias por todo –lo miro con cariño y


lo abrazo.

- Y después de todo si eres una chiquilla capaz de hacer


perder el control al mismísimo Diablo… -susurra

- ¿A qué te refieres? –lo miré intrigada-

- Solo palabras que una vez dije y ahora recaen también


sobre mí –su mirada es reflexiva-, es como si mis propias
palabras ahora se volcaran en mi contra.

- ¿Y a quien se las dijiste? ¿Porque me consideras una


chiquilla? ¿Y quién es el diablo? –pregunté sin entender

- Andrea, dejemos el tema ahí –dice fastidiado-. Mejor


vayamos a caminar –me sonríe
Caminamos por unos minutos bajo los rayos del sol y con
el aire acariciando mi rostro. La tranquilidad ha vuelto a
formar parte de mí, expresándola en una inmensa sonrisa.
Alejandro camina a mi lado inmerso en sus pensamientos
pero sin dejar de mirarme y con su tan acostumbrado gesto
altanero.

- Andrea… –se pone frente a mí

Lo observo y percibo algo diferente en él, sus ojos ya no me


miran con indiferencia y su sonrisa ha dejado de ser
maliciosa.

- Te quiero… -

Me quedo inmóvil y un profundo silencio se apodera de


nosotros al no saber que decir o hacer, las olas chocan
contra nosotros y no somos capaces de movernos.

Miro nuestros pies entre las cristalinas aguas que se retiran


a su propio ritmo dejando una ligera sensación espumosa,
pero han borrado cada huella de nuestro paso, como el
tiempo puede borrar cada lágrima y cada herida de
nuestros corazones cuando encuentras a la persona
correcta. >

Solo es cuestión de tiempo

-Saúl-

Cuando los padres de Andrea llegan al lugar de la búsqueda


el encargado del rescate se encarga de informarles sobre la
situación. Entiendo a la perfección su dolor y preocupación
por ella, yo me siento igual. Sin embargo, su padre al notar
nuestra presencia cambia el dolor por rabia y odio.
- ¿Qué haces tú aquí? –grita furioso en dirección a Evan.
Me acerco poco a poco a ellos

- ¿Qué hacen ustedes aquí? –vuelve a gritar el padre de


Andrea al notar mi presencia-. ¿No se cansaron de hacer
sufrir a mi hija? ¿Acaso ustedes no tienen corazón? –la voz
se le quiebra y empieza a llorar.

- Lo siento –balbucea Evan

- Evan, te dije que nunca más te acercaras a mi hija. Ella


fue tan infeliz por tu culpa, por tu maldita culpa. ¡Eres un
cobarde! –grita Armando, expulsa su rabia con Evan.

No puedo entender porque lo odia tanto, ¿Acaso pasó algo


más entre él y Andrea?

- Y tú –me señala- pensé que realmente la querías, ella


estaba tan ilusionada contigo, sonreía nuevamente… ella
era feliz. ¡Ustedes no deberían estar aquí! –

Geovana, su esposa, trata de calmarlo pero él simplemente


termina quebrándose frente a nosotros. Me siento tan
culpable e impotente al no poder hacer más que esperar en
este maldito lugar.

< ¡Maldita sea! > Me frustra la idea perderla, de ser el


maldito culpable de todo esto.

Los días cada vez son más largos y las noches lo son aún
más, no puedo dormir por pensar en ella, su recuerdo está
impregnado en cada espacio de la casa, de mi habitación y
de mi cama.

Llevamos dos días y no hay rastros de ella, no perdemos la


esperanza de encontrarla con vida, cabe la posibilidad de
que alguien la ayudara y ese es el motivo de aún no
encontrar su cuerpo. La incertidumbre me mata, corroe
cada espacio de mi corazón pero mantengo viva la
confianza en base a una corazonada de encontrarla con
vida.

Los gritos ante el desmayo de Geovana llaman la atención


de todos, pero Armando solo toma el celular de sus manos
y contesta desesperado.

- ¡Andrea! ¡¡Estas viva!! ¡¡hija!!! –grita Armando y corro


como loco a su lado.

Mi cuerpo se mueve desesperado, paso mis manos por mi


rostro una y otra vez al sentir un peso menos sobre mí y la
inmensa felicidad de saber que está bien.

< ¡¡Ella está viva!! ¡¡Lo sabía!! > gritaba para mí.

- ¿Dónde está? –pregunta Evan tan ansioso por verla,


como todos los presentes.

Pero Armando se limita a comunicarle al encargado de la


búsqueda que lo siga porque su hija estaba con vida.

- Lo siento pero ustedes no pueden acompañarnos, por la


tranquilidad de la señorita –explicó el policía.

- ¡¡Pero necesito verla!! –dije desesperado, perdiendo el


control, pero Marissa me toma del brazo, tranquilizándome.

- Les avisaremos en cuanto sepamos sobre su estado –


agregan y suben al auto.

Veo a Evan subirse a su auto y se detiene justo frente a mí,


subo de inmediato y avanzamos manteniendo cierta
distancia de ellos. Reconozco de inmediato el camino, veo
mi casa pasar hasta llegar a un portón negro. Evan se
estaciona frente a la puerta y bajo de inmediato a tocar el
timbre.

- Buenos días –contestan a través del intercomunicador

- Disculpe, necesito ver a Andrea

- ¿Andrea? aquí no vive nadie con ese nombre

- Claro que sí, ¡acaban de entrar por ella! ¡Por favor! –


estaba perdiendo la paciencia si es que la tuviera

- Disculpe creo que se equivoca

- ¿Señora? ¿Quién vive aquí? –pregunta Evan

- Es la residencia del señor Ramírez

Sabía que él estaba detrás de todo esto, como no pude


sospechar más de él y enfrentar a este imbécil.

- ¡¡Ramirez eres un imbécil!! –pateo con odio el portón-


¡¡¿Cómo te atreves a esconderla en tu casa??!!

- ¿Alejandro Ramirez? –Evan mantenía el ceño fruncido

- ¡¡Es un imbécil!! –grité, estaba seguro que me


escuchaba.

Después de unas horas un auto sale de la casa y baja el


policía,

- El señor Ramirez nos alertó de su presencia, por favor


ambos deben mantenerse alejados de esta casa, ella no
desea verlos.

- ¿Cómo se encuentra? –pregunta Evan


- A parecer hoy recobró el conocimiento y se le han
practicado los exámenes necesarios y su estado es
estable. Hemos tomado su declaración sobre los hechos…

- ¿Qué pasó con ella? -pregunto

- Mantuvo una discusión y tropezó en el puente


impactando contra el barandal, el cual debido a su
antigüedad se rompió.

- ¿Quién lo hizo? –la mirada de Evan refleja odio

- La señorita Freire

- ¿Samantha? –y ahora todos me miran. Sentí un


inminente odio fluir por todo mi cuerpo

- Señor Mendoza usted mantuvo una relación con la Srta.


Freire ¿no es así?

- Salimos por un tiempo –contesté en seco

- La señorita Mertz no desea presentar cargos contra la


acusada. El caso se cerrará de inmediato –informa el
policía y se va.

- ¡Tú eres el culpable de todo esto! ¡Maldita seas Saúl!–


acusa Evan- ¿Aún puedes asegurar que la amas? Después
de todo el daño que has ocasionado… -sube a su auto y
acelera de forma abrupta

<¡Maldita sea! ¡Maldita sea!> jalé de mis cabellos, ofuscado.

- ¿Mendoza? ¿Qué se siente ser el causante de la


desgracia de la mujer que amas? –la voz burlona provenía
del intercomunicador
- ¡¡Cállate idiota!! ¡¿Cómo te atreves a esconderla?! ¡¡Abre
la maldita puerta!! –grité

- Mendoza, Mendoza, Mendoza –resopla- ahora tienes un


largo tramo para caminar hasta tu casa, tal como ella lo
hizo…

- ¿Qué? ¿A que te refieres? –

- ¿No recuerdas? –dice irónico- un día la encontré


caminando por la carretera en un estado tan lamentable,
incluso se desmayó frente al auto.

- Eres un maldito mentiroso, cuando… -

- Por lo visto ya recordaste. ¡Perfecto Saúl! O ya no debo


decir ¿perfecto? Eres despreciable… ella no quiere verte
nunca más –apaga el intercomunicador

- ¡¡Abre!! ¡¡No te creo!! ¡¡Maldito!! ¡¡No te atrevas a


lastimarla!!

Estaba destrozado por dentro, sentí rabia y odio por mí


mismo, presa de la frustración.

He permanecido horas frente a su casa, me veo tan


patético pero ahora como me siento es lo de menos, es
Andrea la única que importa ahora. Marissa llega por mí
para llevarme a casa, no rechazo su amabilidad pensando
en tomar un baño y regresar.

Sin embargo una vez en casa, es imposible controlarme,


todo me recuerda a ella y con quien está ahora. ¿El maldito
de Ramirez la estará cuidando? ¿Le habrá hecho algo? Aún
no logro aceptar la idea de no poder verla, de no estar a su
lado.
Llevo noches enteras esperando en la puerta para poder
verla, las cuales terminan venciéndome y al regresar a casa
intento olvidarla con algunas copas, pero después de beber
un poco más sus recuerdos caen de manera dolorosa y
perturbadora ante mí.

Estoy borracho lo sé, he manejado hasta la casa de


Ramirez, grito su nombre e intento verla para hacerla
cambiar de opinión, sé que si me ve así de mal, volverá a mi
lado. Al no poder entrar, marco su número y le confieso mi
amor pero solo paso al buzón de voz.

Este absurdo silencio me mata, lacera mi sistema, estoy


completamente desequilibrado.Todos han intentado calmar
esta ansiedad que arrasa con lo poco de cordura que me
queda, pero simplemente es inútil. No la puedo arrancar de
mi corazón.

Ahora considero al destino tan cruel, hace meses que no la


he visto pero la sigo amando con la misma intensidad. He
mantenido las cosas igual en mi casa, con la esperanza ella
regrese a mi lado. Duele tanto recordar que era mía y sus
besos me pertenecían; no es fácil borrar las ilusiones de
algún día poder verla y regrese junto a mí... aunque no es
así porque la estoy perdiendo.

La vida se ha vuelto monótona, los problemas con la


empresa me hacen dudar de mi capacidad de raciocinio. Mi
familia me brinda su apoyo aunque sé la decepción de mi
madre al enterarse de lo que le hice, Marissa siempre habla
demás. Pero lo merezco,

< Eso y más por ser tan estúpido> miro preocupado el


mismo informe desde hace media hora.
- Señor Mendoza, el señor… -Trend abre la puerta y entra

- No te preocupes Patricia. No quiero interrupciones –


ordeno al notar el serio rostro de Trend- ¿Qué te trae por
aquí?

- ¡Mira! –tira un periódico sobre el escritorio

Tomo el periódico y en la portada aparece la foto de Andrea


y Alejandro, él la abraza cariñosamente y ella sonríe.

- ¿Está embarazada? –mi mundo se hizo trizas.

Me puse de pie al sentir una falta de oxígeno y con un


persistente movimiento de cabeza, negaba eso sea posible.

- No es posible… ella no puede estar con él -

- Ella está esperando un bebé, y si no es tuyo pues…


obviamente es de él –Trend se mantiene firme frente a mí

- ¡Él no la ama! ¿Cómo… es que ella… puede estar con ese


imbécil? –pase mi mano por mi cabello,

Si los meses anteriores no acabaron con mi cordura, ahora


sí, estaba total y completamente desequilibrado.

- Marissa está hospedada en ese hotel, ¿no te mencionó


algo al respecto?

- ¡Marissa! – tomo mi celular y marco su número. El


teléfono suena y suena pero jamás contesta

- ¡Tranquilízate! Si ella tomó la decisión de ser feliz con


Alejandro, tú no puedes hacer nada –

- ¡Claro que puedo!


Andrea-

- ¿Aló? -

- Sigo sin entender cómo pudiste ocultarme tu embarazo,


¿Acaso no soy tu mejor amiga? –

- Lo siento Estela, no quería… -realmente ocultarle las


cosas siempre me causo cierta desazón y ahora entiendo
por qué, ella está realmente decepcionada

- ¿Qué justificación vas a decir ahora? Estaba tan


preocupada por ti, pensando si acaso tu estado aún era
grave para no poder verte, pero ¡que Mierda! Solo
intentabas ocultar tu embarazo –sentí en su embravecida
un cierto quiebre

- Lo siento, no quería que nadie se enterara… no pensé


que te afectara tanto –estoy segura que nada de lo que
diga ella entenderá, las lágrimas empiezan a caer

- ¡Maldita sea! ¿Cómo mierda crees que no me afectará?


He sido como tu hermana en todos estos años para que
ahora no confíes en mí. Estoy tan decepcionada de ti, estas
causando dolor y preocupación en las personas que
realmente te aman y eso incluye a tus padres y a esos dos
idiotas que a pesar de todo lucen desesperados por ti.

- Estela por favor, lo siento tanto pero…

- ¿Pero qué? –refutó molesta

- Pero tengo miedo, no quiero que me alejen de mi bebé.


No quiero volver a sentir más dolor y decepción… -contesté
entre gimoteos y llanto

- Nadie lo haría, nadie podría alejarte de él. Y si Saúl es el


padre no debiste ocultarle eso, estas complicando mucho
más las cosas y entre ellas tu vida y la vida del bebé que no
tiene ninguna culpa por los errores de sus padres.

- Pero…

- Pero nada Andrea, regresa ahora mismo y da la cara,


enfrenta de una vez tus temores, tienes que tomar una
decisión y no estar ocultándote como una niña detrás de
las faldas de alguien, ¡Madura maldita sea! ¡¡Madura!! Sea
cual sea tu decisión nadie te obligará a cambiarla, ellos
aceptarán lo que decidas no puedes seguir siendo una
maldita marioneta que todos mueven y confunden a su
antojo… -inhala profundo y agrega ya con una voz más
suave- lo siento… sentí la obligación de ser por última vez tu
mejor amiga, aunque ya no lo soy.

- ¡Claro que lo eres! –contesto sin ocultar el llanto-


siempre lo has sido, te quiero y lo siento tanto… lo siento
tanto…

- No llores que me parte el corazón escucharte –escucho


que ella también llora pero intenta controlarlo-. También te
quiero y no permitiré que te hagan daño, siempre estaré
para apoyarte.

- Gracias por todo. Regreso mañana y por la tarde estaré


en mi departamento, tal vez ¿Podrías visitarme?

- Perfecto, ahí estaré. Andrea, ¿Qué pasa entre Alejandro


y tú?

- Solo somos amigos, no hay nada más entre nosotros.

- Bueno me darás detalles cuando nos veamos, él no luce


como un simple amigo. Besos y besos para esa cosita
hermosa -colgó
Después de que la noticia sobre mi embarazo circulara por
todos lados en los periódicos, quedarme en casa de
Alejandro no tenía sentido. Regresaría a mi departamento
el mismo día de mi regreso a la ciudad y trataría de arreglar
mi desastrosa vida. Si Estela había reaccionado así, podría
imaginar como estarían mis padres.

<Quizá fue la peor decisión que pude tomar> susurré

- ¿Sigues pensando en mudarte cuando lleguemos? –


Alejandro interrumpe mis pensamientos,

- Sí, ya lo decidí

- ¿Es por lo que te dije ese día? –me da la espalda


escondiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón. Se
puede percibir un poco de tristeza en su mirada a pesar de
su gesto arrogante

- No, claro que no. Pero espero puedas entender mis


razones, no es justo para mí ni para ti continuar así…

- Sabes que siempre se trató de un beneficio mutuo –me


mira y se encoge de hombros - simplemente ha cambiado
mi parte de ganancia

- ¿Todo es negocio para ti?

- Todo en esta vida es ganancia o pérdida, no puedes


negarlo –esboza una media sonrisa-. Y no eres parte de mi
negocio, eres… especial. Pero no por eso te insistiré en
quedarte a mi lado, eres libre de tomar tus propias
decisiones.

- Deberías cambiar tu arrogancia, así nadie te va a querer


–sonrío y él lo hace conmigo.
- La vida y el tiempo siempre pone en tu camino a la
persona adecuada, sin necesidad de buscarla –hace una
mueca de indiferencia-, te trajo a mí sin pedirlo. Solo es
cuestión de tiempo para que la persona indicada llegue no
hay ninguna prisa, no es algo que me quite el sueño por las
noches.

Lo observo fijamente, siento un cariño y agradecimiento


enorme por él. Conozco su frialdad e indiferencia, he
sentido su patanería e impertinente y con eso me atrevo a
decir que ha cambiado tanto, ahora se muestra como
realmente es ante mí, con cierta vulnerabilidad en sus ojos
y no parece molestarle.

Evan-

Andrea embarazada es una noticia perturbadora, pero dudo


por completo sea de ese hombre, el tal Alejandro.

<Imposible> susurro sin aceptarlo

Estoy completamente seguro es de Saúl. Ahora, ¿él lo


sabrá? Ocultar las cosas no trae nada bueno, solo y
simplemente problemas como hasta ahora ha pasado
conmigo.

Aveces la vida te enseña que las segundas oportunidades


no se dan sino eres sincero. Aveces es mejor la soledad
que regresar a lastimar, es mejor hundirse solo en el dolor
que arrastrar a otros sobre todo aquella persona que amas
y no merece caer contigo.

Tal vez sea el momento de abandonarla otra vez, aunque


ahora las cosas son diferentes, ella no posee los mismos
sentimientos de aquella vez y tiene alguien más en su vida,
Saúl no la merece pero es el padre del niño y no quiero ser
un problema para ella.

Deseo su felicidad y tranquilidad y solo podrá tenerlas si


me aparto de su vida para siempre. Solo soy un maldito
recuerdo del pasado, de un amor convertido en tormento
por los errores que cometí, estoy tan arrepentido de aquello
pero no es suficiente para borrar el dolor en su corazón ni
sus miedos infundados.

Pensarla es doloroso, desde el primer día que decidí irme


supe que la había perdido. Buscarte nuevamente era un
plan sin bases, solo eran objetivos para mi propio bienestar
porque la amo como a nadie y a pesar de todo es mi vida
entera, pero no pensé en sus sentimientos en cómo
terminarían las cosas para ella.

Quisiera tenerla a mi lado, explicarle y dejar claro que a


pesar de todo siempre fue la única dueña de mi corazón.
No podemos escoger como serán nuestras vidas ni los
caminos que el destino nos depara, pero si podemos elegir
la forma como queremos vivir y con quien compartirla.

Yo la escogí a ella como única dueña de mi vida, por ello


siempre estaré esperando su regreso y tal vez algún día
podamos coincidir en nuestros destinos, pero por ahora
tiene derecho a vivir su vida, como y con quien ella decida.

Yo ya tengo mi destino trazado, y simplemente seguiré en


él… no puedo simplemente estar triste, cuando tengo dos
hermosos ojos observándome en silencio, aquellos que son
mi más grande alegría.

- ¿Papá? –una manito jala ligeramente de mi pantalón

- ¡Andrea! -
- ¿Otra vez estas triste?

- Claro que no, solo estoy preocupado porque mi princesa


no quiere comer… - la levanto en mis brazos y entre risas
giramos gritando de felicidad.

¿No fui suficiente para ti?

Andrea-

- Muchas gracias por todo Alejandro, prometo visitarte


seguido

- ¿Estas segura de esto?

- Sí, es el momento de marcharme. No podré esconderme


por siempre, es momento de seguir con mi vida.

- Como tú digas, intenta hacer las cosas bien y cualquier


cosa puedes llamarme -con su gesto indiferente intenta
esconder la tristeza de la despedida.

- Gracias –me acerco a él y le doy un fuerte abrazo,

Subo al auto donde ya están mis maletas y avanzamos,


regreso a mirarlo y permanece de pie en el mismo lugar
donde nos despedimos, siento tanta pena tener que
marcharme y dejarlo solo, pero hay cosas que debo
solucionar, como mi vida entera.

Bajo del auto al llegar a mi departamento y el chofer me


ayuda con las maletas. Dejándolas en mi habitación tal
como Alejandro le ordenó y se marcha. El timbre suena y
me asusta un poco la idea de quién podrá ser, nadie sabe
que estoy aquí.
- ¿Te asusté? –Estela aparece con una sonrisa- estoy
practicando para cuando el bebé nazca, no me podré
aparecer gritando por un tiempo –se encoge de hombros

- Realmente me asustaste –nos abrazamos

- Andrea ¡Tu panza es enorme! jamás pensé verte así –


señala mi barriga- ¡¡Ahh!!! Se mueve –toca mi vientre
mientras grita exagerada como siempre- ¿Qué tiempo
tienes? ¿Sabes que será?

- Seis meses pero aún no he querido saber su sexo

- ¿Por qué? Así no sabré que regalarle –hace una mueca-.


Es bueno tenerte de vuelta, te extrañé tanto – me abraza
con tanto cariño y ternura.

- Yo también te extrañé -

Es bueno ver a Estela otra vez, la había extrañado tanto.


Conversamos por unos minutos, entre risas y llanto,
mientras acomodaba mis cosas en la habitación.

- Dejemos las tristezas de lado, iré a comprar algo de


comida para mi sobrinito –sonríe-. Imaginarme una
“andreita” me desanima – se burla.

Estela sale de la casa, como siempre tan escandalosa.


Regreso a mis quehaceres y el timbre suena.

- ¿Qué se te quedó… -abrí la puerta y la sorpresa fue tan


fuerte que no pude evitar contener el aliento- Evan…

- Hola – Ambos estábamos tan sorprendidos de


encontrarnos, nuestras miradas se entrelazaron y las
palabras eran impronunciables. Baje la mirada y retrocedí
unos pasos para dejarlo entrar.
- ¿Cómo están? – mira por unos minutos mi vientre y
después su mirada se posa en mis ojos.

- Muy bien y ¿tú? –contesto tartamudeando

- Estuve muy preocupado por ti, tu ausencia fue muy


larga –avanza un paso y se detiene en seco

- Lo siento –bajo la mirada apenada jugando con mis


manos por lo nervios- necesitaba tiempo

- ¿Es de Saúl? –moví mi cabeza aceptando el hecho.


Respira profundo e inclina su cabeza hacia atrás por un
breve momento-. No pensé encontrarte aquí, no pienses
que quiero presionarte pero es mejor aclarar las cosas
entre nosotros –se acerca un poco

- Entonces dime la verdad sobre tu vida, no quiero más


mentiras –tomo sus manos y lo mire con ojos suplicantes,
tal vez ambos no esperábamos esa reacción de mi parte.

A pesar de conocer de cierta manera su pasado, necesitaba


que él confirmara el hecho. Sé que romperá mi corazón
pero simplemente necesito saber toda la verdad.

- El motivo de mi partida fue… -baja la mirada titubeando-


estuve... con una chica y quedó embarazada.

Las lágrimas aparecen y el corazón late doloroso,


inevitablemente mi mundo se cae ante él con la misma
fuerza de mi brazo al soltar sus manos. Camino lentamente
y Evan intenta tomar mi mano pero la quito de inmediato,
me siento sobre el sofá sin poder creer que esa sea la
verdadera razón.

<¿Qué esperabas? ¡Realmente tiene su familia!>


- ¿Por qué Evan? ¿No fui suficiente para ti? ¿No me
amabas como decías? ¿Por qué? –lloré mientras
preguntaba, el aire se escapaba de mi pecho. Decir todo
esto era doloroso, me sentía humillada como mujer.

- Siempre te amé, aún te amo. Fui un idiota, estaba ebrio y


creí verte en ella – se acerca y trata de explicarme nervioso

- Evan yo te amaba tanto… esperé por ti cada maldito día


de mi vida, te busqué hasta en mis sueños. ¿Tienes idea de
lo que sufrí por ti?

- Lo siento Andrea, yo también he sufrido mucho. Te


extrañé a cada segundo, siempre estabas tú en mi cabeza

- ¿Hasta cuándo te acostaste con ella? –dije irónica, sin


dejar de llorar

Evan se sienta a mi lado e intenta acercarse pero solo lo


alejo, el corazón duele, duele por ser tan tonta al
desperdiciar tantos años de mi vida por él.

- Andrea no quería hacerlo. No quería dejarte, jamás fue


mi intención abandonarte –sus manos pasaban una y otra
vez sobre sus rostro, ansiosas y nerviosas.

- Pero te acostaste con otra Evan, mi padre siempre tuvo


razón sobre ti… yo fui una completa estúpida pensando que
correspondías con la misma intensidad mi amor por ti –
levanto mis manos limpiando las lágrimas de mis ojos- Te
esperé por tantos años… hubiese preferido que me cuentes
todo esto y poder rehacer mi vida. Pero preferiste
desaparecer y hacerme sentir culpable.

- Claro que no, pensé que me olvidarías y serías feliz. Se


supone que el único que viviría con la culpa sería yo, tú no
tenías por qué sufrir –lucía tan frustrado pero no estaba en
condiciones para notarlo

- Quiero que te alejes de mí como lo hiciste aquella vez.


Si te resultó tan fácil hacerlo cuando sufríamos juntos,
ahora podrás hacerlo porqué yo quiero ser feliz, lo merezco
–los gimoteos se hacen más fuertes que me impiden
hablar-.

- Andrea, realmente lo siento. Aceptaré tu decisión, solo


deseo tu felicidad. Siempre fuiste lo más importante para
mí… -se pone de pie y camina hasta la puerta.

No pude voltear a mirar, de hacerlo correría a él y le rogaría


que no me abandone una vez más. Lo amé tanto y aún lo
hago. Las lágrimas caen incontenibles, el llanto se hace
más fuerte y el corazón late dolorosamente al recordar
todo aquello, al enterarme de que todo fue a causa de su
maldita infidelidad, de su maldito egoísmo y de su
incapacidad de luchar por mí. Me abrazo el vientre y sé que
ahora tengo una verdadera y viva razón por qué luchar, por
la cual debo ser fuerte y salir adelante.

<Si tan solo hubiese vuelto solo un poco antes, nuestras


vidas estarían unidas>

- ¡Andrea! ¿Qué te pasa? –pregunta Estela preocupada al


entrar. El incesante llanto no me permite hablar.

- Cálmate por favor, le hará daño al bebé –me abraza por


un momento y se pone de pie en busca de un vaso con
agua.

Tomo un poco pero es imposible controlar mis nervios, los


cuales se hacen más evidentes.
- ¿Por qué Estela? ¿Acaso hice algo mal en mi vida? No
merezco esto,

- ¿A qué te refieres? ¿Quién estuvo aquí? –

- Evan, él tiene un hijo. Me abandonó porque embarazó a


otra. Qué ridícula he sido, llorar todo este tiempo por él, por
alguien que tenía a otra –posé mi mano en mi vientre al
sentir una tensión en ella.

- ¿Qué? ¿Estas completamente segura? -

- Él mismo lo confesó. Y yo pensando en volver con él, en


perdonarlo -ahora todo duele, desde el corazón hasta mi
vientre.

- Tranquila, tranquila… respira por favor, hazlo por el bebé,


Andrea.

La pelirroja me abraza, tratando de calmarme cuando ella


misma parecía tan nerviosa como yo. Su rostro mostraba
desconcierto y cierta pena, ante mi atribulada vida. Cuando
nota mis nervios bajo control, pregunta lo más obvio en
esos momentos.

- ¿Tú… aún lo amas? Él es… -me mira sorprendida aun sin


creer lo que está a punto de decir…

Mis manos toman fuerte mi vientre al sentir en todo mi


cuerpo una fuerte e incómoda tensión. La pelirroja parece
notarlo y se levanta inmediatamente en busca de su bolso.

- Necesitas ir al doctor –dice nerviosa, me ayuda a


ponerme de pie y salimos.

- ¿Dónde están los taxis cuando los necesitas? ¡Diablos!


–la pelirroja se paseaba de un lado a otro por la acera.
- Cálmate, aún falta para que nazca –respiraba
profundamente al sentir cada vez más seguido la tensión
en mi cuerpo.

Un auto se estaciona frente a nosotras, Marissa baja del


auto y corre a mi lado.

- ¿Te pasa algo? –pregunta Marissa

- ¡Qué bueno que llegaste! Vamos por favor, necesitamos


ir a la clínica lo más pronto posible –dice Estela

Inmediatamente subimos al auto de Marissa mientras la


pelirroja le cuenta sobre mis síntomas, ella parece la
embarazada realmente.

- Andrea, eso son contracciones pero aún le falta tres


meses a ese niño!!! –Estela exclama al revisar en su celular

- ¡Estela apaga eso!! No necesito ese tipo de comentarios


en este preciso momento –le reclamé

- ¿El bebé se está moviendo? –preguntó Marissa-. Espera,


¿será un niño?

- Se mueve muy poco y aún no sabemos el sexo -


informé.

Su celular empieza a sonar y en la pantalla de su auto


aparece el nombre como una luz intermitente de alerta. Los
ojos de Marissa a través del espejo retrovisor se posan en
los míos como pidiendo permiso para contestar la llamada,
solo inclino la cabeza y ella entiende.

- Saúl dime –

- Marissa, podrías decirme si sabes algo de Andrea –se


escuchaba ansioso
- No…

<¡Mierda!> la voz de Saúl provoca un fuerte movimiento del


bebé y la tensión es más fuerte. Estela me mira preocupada
y sin evitarlo me quejo de dolor.

- ¡¡Ahh!! –

- Respira, respira… -la pelirroja respiraba mientras me


indicaba

- ¿Andrea? Marissa ¿están bien? –

- Lo siento Saúl, estamos llegando a la clínica –colgó,


pero ya había alertado a su hermano de donde nos
encontrábamos.

Cuando entramos, me pasaron directo al área de


ginecología. El doctor Pino, quien habitualmente llevaba
mis controles en casa de Ramirez, aparece con sus
ocurrencias.

- Andrea, ¿Qué pasó? –mira a las chicas detrás de mí,


mientras va practicando unos exámenes de rutina- ¿tus
hermanas?

- No, mis amigas.

- Pensé que eras una chica tímida o antisocial para estar


con el ogro de Alejandro –se ríe-. Pero dime que pasó
¿Puedo? –asentí con la cabeza

El doctor levanta mi blusa de la parte de mi abdomen y deja


al descubierto mi vientre, aplica un gel y atrae un pequeño
monitor hasta su lado al mismo tiempo va escuchando el
motivo de mi presencia.
- Veamos cómo se encuentra el bebé, ¿Te parece? – con
un pequeño dispositivo esparce el gel y en el monitor
aparecen las imágenes de lo que dice ser es el bebé.

Mis dos acompañantes habían enmudecido por completo


ante la expectativa de ver al pequeño en mi vientre, cuando
la puerta se abre de golpe.

- ¿Por qué entra de esa manera? –reclama el doctor


molesto, todos miramos sorprendidos a Saúl.

- Lo siento doctor, ¿se encuentran bien? –el doctor me


mira buscando una respuesta de si conocía a ese hombre,
pero era evidente.

- Por favor solo puede estar una persona más en la sala,


los demás deben salir.

Marissa toma del brazo a Estela para salir; y aunque ésta se


negaba en un principio terminó cediendo, dejándome a
solas con el doctor y Saúl.

- Veamos, mire este es el bebé –le explicaba a Saúl quien


estaba pasmado mirando el monitor- es muy inquieto, ¡oh
vaya! No ha dejado nada a la imaginación este muchacho –
me quedé inmóvil y mis ojos se posaron en Saúl

- ¿Es hombre? – su cara expresaba tanta felicidad, como


un niño ante un dulce.

- Felicitaciones para ambos, es un hermoso varón –


informa el doctor

Saúl me mira con una hermosa sonrisa y al parecer estoy


correspondiendo su gesto.

<Es un niño> repetía inconsciente


Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a reír, era tan
feliz con la noticia, tanto como lo era Saúl.

- Andrea debes cuidarte de no tener impresiones fuertes


por favor. Estas extrañas sensaciones de tensión en tu
cuerpo son contracciones, en caso vuelvan me llamas de
inmediato –me entrega una tarjeta- y no acaricies muy
seguido tu vientre ¿Entendido?

- Si, doctor.

- Y usted –señala a Saúl quien se sorprende-cuide mejor


de ella, ya estuvo suficiente tiempo ausente –lo regaña-

Saúl no sabía qué decir, estaba confundido no atinó a


contestar ni una sola palabra.

- Muy bien, espero verte en tu próximo control.

- Muchas gracias –Saúl le estrecha la mano


agradeciéndole y salimos.

Durante todo el camino a casa nos acompañó un profundo


silencio, Marissa después de enterarse de las noticias se
fue con el pretexto de una cita en el colegio de sus hijos.
Estela permanecía a mi lado en el auto de Saúl, pero estaba
tan nerviosa incluso más que yo.

Al llegar a mi departamento, Saúl me ayuda a bajar del auto


y acepto su gesto. Pero tenerlo tan cerca me recuerda
muchas cosas entre ellas todas las humillaciones de su
parte.

- Muchas gracias por traernos –me detuve en la puerta


evitando su ingreso

- ¿Podríamos hablar por un momento? –me mira y yo


aparto la mirada de él.

Saúl-

Tengo una reunión en Maxwell y soy el primero en llegar.


Jalo una silla y me siento de manera despreocupada, para
observar los documentos sobre la mesa. El primero en
llegar es Alejandro, con su arrogante y petulante aspecto se
va acercando a perturbar mi día.

- Mendoza –

- ¿Qué demonios quieres? –contesté fastidiado- ¿Qué te


felicite por tu relación?

- Sigues siendo el mismo ingenuo de siempre –contesta


entre risas-. Entre nosotros no hay absolutamente nada

Lo miro confundido, no entiendo por qué él diría algo así, lo


conocía tan bien que este tipo frente a mi sino fuese por su
rostro no lo reconocería. No sería capaz de desaprovechar
una oportunidad para hacerme daño y ahora simplemente
dice la verdad. Y si eso era verdad yo era...

- Si entre ustedes no hay nada, ella… ¡¡¿soy el padre del


bebé?!! –me puse de pie con el rostro desencajado por la
sorpresa y sin poder creerlo aún.

- ¡Imbécil! –mueve su cabeza negando- no puedo creer


que tuvieras dudas al respecto.

- ¡¡Déjame verla!! –casi rogué pero no me interesaba, solo


podía desear estar a su lado, necesitaba verla- No la sigas
escondiendo, ¿¡dime donde está!?

- No necesita esconderse más. Ella se fue de mi casa

- ¿Qué le hiciste? Juro que si le hic…


- ¡Basta Saúl! no quiero seguir discutiendo contigo, es
una pérdida de tiempo –me interrumpe-. Ella tomó la
decisión de marcharse y de continuar con su vida.

Sin pensar más tome mi teléfono y marqué a Marissa,


demoró unos segundos antes de contestar

- Saúl dime –

- Marissa, podrías decirme si sabes algo de Andrea –

- No…

- ¡¡Ahh!! –

- Respira, respira… -la pelirroja respiraba mientras me


indicaba

Ese grito me hace alarmar, sé que era su voz, la reconocería


fácilmente.

- ¿Andrea? Marissa ¿están bien? –

- Lo siento Saúl, estamos llegando a la clínica –colgó

Alejandro se había acercado más de lo normal a mí al


escuchar mi llamada.

<¡¡Mierda!!>

- ¿Qué pasó?

- Necesito irme, están camino a la clínica –salí tan rápido


como pude del lugar.

Subí a mi auto y manejé lo más rápido que el tráfico me


permitía. Estaba tan ansioso y preocupado por ellos o ellas,
la simple idea de pensar que es mi hijo me hace esbozar
una inconsciente sonrisa.
Estaciono mi auto frente a la clínica, camino hasta el área
de informes y pregunto por Andrea, esta espera me
exaspera, hasta que por fin me dicen donde está.

Si no fuera por el cartel de “Prohibido correr” hace rato


estuviese en el consultorio, abro la puerta sin importarme
nada, solo necesito ver que está bien, solo eso.

- ¿Por qué entra de esa manera? –reclama el doctor


molesto, todas me miran sorprendidas

- Lo siento doctor, ¿se encuentran bien? –la veo acostada


sobre la camilla, el corazón empieza a retumbar más fuerte
y mi pecho duele,

- Por favor solo puede estar una persona más en la sala,


los demás deben salir.

Marissa se lleva a la pelirroja y me quedo con ella. Estoy


tan nervioso, no me siento preparado para lo que se viene.

<Estoy a punto de conocer a mi hijo> intento controlar mis


nervios,

- Veamos, mire este es el bebé –

Intento descifrar aquellas imágenes y cuando por fin


distingo al bebé, la alegría en mí está revoloteando en todo
mi interior como ese niño en el vientre de Andrea

- Es muy inquieto, ¡oh vaya! No ha dejado nada a la


imaginación este muchacho

- ¿Es hombre? – pregunté ante la obviedad de sus


palabras.
Estaba en shock, hoy me enteré que sería papá y de un
varón, mi cerebro estaba a punto de explotar tratando de
procesar las noticias. Era innegablemente feliz.

- Felicitaciones para ambos, es un hermoso varón –


informa el doctor

La miro esbozando mi mejor sonrisa, la más sincera y ella


corresponde con lágrimas en los ojos pero feliz, me siento
tan dichoso de tenerlos en mi vida. Quería acercarme a ella,
abrazarla pero tuve miedo de su rechazo, no era
el momento.

- Andrea debes cuidarte de no tener impresiones fuertes


por favor. Estas extrañas sensaciones de tensión en tu
cuerpo son contracciones, en caso vuelvan me llamas de
inmediato y no acaricies muy seguido tu vientre
¿Entendido?

- Si, doctor.

- Y usted cuide mejor de ella, ya estuvo suficiente tiempo


ausente –me sorprende un poco pero es muy cierto, he
pasado tanto tiempo lejos de ellos, solo debo recuperar ese
tiempo.

- Muy bien, espero verte en tu próximo control.

- Muchas gracias –estiré la mano para despedirme y


agradecerle por las atenciones.

Durante todo el camino a su casa, pensaba en la manera de


convencerla de regresar conmigo o por lo menos que me
dejase participar en todo lo referente al bebé.

<Dudo una disculpa sea suficiente para borrar todo el dolor


que le causé>
- Muchas gracias por traernos –tal como pensé, ella me
impide pasar a su departamento

- ¿Podríamos hablar por un momento? –su mirada me


esquiva sin dar un paso al costado.

Estela la jala ligeramente del hombro haciéndola retroceder,


ella asombrada por la reacción de la pelirroja se limita a
obedecer, dejándome pasar de inmediato.

- Deberían hablar, yo iré por algunos dulces –la pelirroja


sale y aunque no nos agradamos lo suficiente, le estaré
inmensamente agradecido por lo que ha hecho.

- Vamos a sentarnos, estoy un poco cansada –noto el


nerviosismo en sus movimientos, su mirada esquiva y en su
intención de mantenerme lo más alejado posible.

Avanza delante de mí, toma una liga y empieza a recoger su


cabello debido a los bochornos del embarazo. ¡Se ve tan
sexy cuando lo hace! Incluso de espaldas aparenta un
cuerpo envidiable, pero una vez que voltea su abultado
vientre se hace presente. No digo que no sea sexy, ahora lo
es incluso mucho más para mí, pero también la miro con
más amor, inocultable cuando ella está frente a mí.

Miro aquel sofá donde se entregó a mí por última vez,


donde cobró vida ese pequeño y sobre todo donde la ame
desesperadamente y estúpidamente terminé haciendo algo
de lo que me arrepiento profundamente.

Me acerco a ella y la abrazo por la espalda, aspiro


profundamente la fragancia de sus cabellos que me
embriagan ansioso por ella. Sería capaz de hacer lo que me
pidiese por estar a su lado, le compraría lo que quisiera si
con eso ella se quedara junto a mi, incluso le suplicaría por
su amor.

Mi amor por ella puede mucho más que mi estúpido


orgullo, porque ahora ella es lo más importante, lo que más
amo… es mi vida entera.

Reencuentros

Saúl-

- ¿Qué haces? –dice tartamudeando.

- ¿Por qué me lo ocultaste por tanto tiempo? –susurro


sobre su oído

Su cuerpo se tensa, conteniendo el aliento para exahalarlo


suave y profundamente. Poso mis manos en ambos lados
de su vientre y un movimiento empuja de ellas.

- ¡Lo sentí! –me pongo delante de ella, emocionado por el


hecho.

Ella estaba tan roja y sorprendida. Definitivamente la amo


tanto, el sonido apresurado del corazón lo corrobora y los
nervios que me recorren lo reafirman. Dejo de lado la
sonrisa, respiro profundo e intento disculparme con ella.

- Lo siento tanto, fui un completo imbécil. Te lastimé


tanto y no sabes cuánto me arrepiento. He pasado tanto
tiempo esperando por ti, por verte, por sentirte, por
demostrarte cuanto lo siento.

- Fui muchas veces a casa de Ramirez a buscarte,


esperaría lo que fuera necesario con tal de verte, de saber
de ti. Pero jamás quisiste recibirme y entiendo
perfectamente tus razones. Nunca quise lastimarte solo
intentaba convencerte de volver a mi lado. Ahora entiendo
que no fue la mejor manera de retenerte, la única que
podría decir sobre eso eras tú, solo tú.

- Te amo Andrea, te amo y eres mi vida. Respetaré la


decisión que tomes por el bien de nuestro hijo. Pero no me
pidas que me aleje de ustedes, eso no podré hacerlo.

Andrea da un paso hacia mí, sus llorosos ojos aún me


quieren, ansío pueda coincidir con los sentimientos de su
corazón.

- Saúl –dice como un susurro y nuestras miradas


permanecen fijas-

- ¿Regresarías conmigo? – los nervios me invaden, el


corazón y la respiración parecen detenerse a la espera de
su respuesta, fue el minuto más tenso de toda mi vida.

- Yo… quisiera ir un poco despacio, tomarlo con calma –el


aire salió de mis labios, sentía un inminente rechazo de su
parte y dolía- tengo miedo de volver a tu lado, de intentarlo
y me lastimes como lo hiciste.

- Déjame demostrarte todo mi amor, intentaré


conquistarte y borrar esos malos recuerdos –supliqué
tomando sus manos

La duda, el miedo y decepción, fueron las emociones que


solo yo había creado en su corazón, no podía más que
intentar borrar aquellos momentos tan ruines de su mente y
de su corazón.

- Está bien Saúl te daré una sola oportunidad más, mi


vida, mi felicidad y la de nuestro hijo están en tus manos de
ahora en adelante –dijo con sus ojos llenos de lágrimas y
su voz a medio quebrarse
- ¡¡¿En serio?!! – no podía creerlo, la respiración se me
agita y el corazón se vuelve incontrolable por ella, por
tomarla y sentirla

La tomo entre mis brazos en un fuerte abrazo (tanto como


el bebé lo permite), e inmediatamente nos unimos en un
suave y delicado beso, mis manos viajan por su rostro para
poder creer que esto era real y no un sueño.

- ¡Te amo! Te amo tanto –me alejo unos centímetros de


su boca

- También te amo –pero inexplicablemente empieza a


llorar

<¡Diablos! ¿Qué hice?> me asusté

- ¿Te lastimé? ¿Te pasa algo? – pero ella llora sin poder
controlarlo, creo entender por qué y solo la abrazo.

Permanecemos por unos minutos en silencio, espero


paciente se tranquilice, puedo intuir cuanto dolor hay en su
corazón al dejar fuera de él a Evan. Porque a partir de este
momento ha renunciado a todo aquello que pudo existir
entre ellos, incluso a su pasado.

Me siento tan feliz, pero también siento miedo de este


sentimiento por él, cabe la posibilidad de estar conmigo
solo por el bebé y cuando abra los ojos, regrese
inevitablemente a su lado. Pero intentaré borrar estos
pensamientos de ella y de mi cabeza, porque simplemente
no vale la pena.

Me encontraba en una posición muy incómoda,


precisamente a causa de su comodidad y tranquilidad,
estaba de espaldas sobre uno de los brazos del sofá y ella
estaba apoyada en mi pecho, pero ella parecía realmente
disfrutar esta posición.

- Preciosa –acaricio su cabello, ella levanta la mirada-


podrías mudarte a nuestra casa así Martha podría estar
pendiente de ti, de lo que necesites.

- Mañana iré a casa de mis padres, necesito hablar con


ellos y explicarles –su mirada parecía perderse en sus
pensamientos

- Te acompañaré –

- No es necesario, puedo hacerlo sola

Realmente me fue imposible convencerla de acompañarla


en su viaje, pero quedó claro que mi chofer la llevaría y yo
pasaría por ella el fin de semana.

- ¡Tengo hambre! ¿Podemos salir a cenar o comer estos


makis? –preguntó con su cara de inocente mientras
caminábamos hasta la barra donde estaban los platillos

- Dime, ¡¡¿Qué es lo que deseas comer y te llevaré?!! –


sonreí ante sus antojos, se sentía tan bien poder
complacerla.

- Nuestro hijo quiere una tartaleta de fresa con mucha


crema, ¿podemos cenar eso? –sus ojos brillaban al
pronunciar esas palabras

- Claro, si promete después comer muchas cosas sanas


¿sí? –hace un gesto de disgusto.

Jalo de su mano y la beso, sus labios saben tan bien que


involuntariamente he perdido el control, nuestras
respiraciones son agitadas y nuestros labios se mueven
solos. Mi lengua recorre cada rincón de su boca, ansiosa y
exigente por sentirla mucho más. Me separo ligeramente y
nuestras miradas llenas de deseo se encuentran, su rostro
luce tan sonrojado jadeando con los labios entreabiertos.

Estoy a punto de besarla cuando el timbre suena.

<¡Como detesto ese timbre!>

Me mira y sé que no desea abrir, rompe la distancia entre


nosotros y me besa, sus manos pasan por mis cabellos
cuando el timbre suena nuevamente.

<¡Mierda! ¿Quién es tan inoportuno?>

- Iré al baño un momento –le dije al separarnos, ella se ríe


al notar el detalle entre mis pantalones- ha sido mucho
tiempo lejos de ti –me excuso con una media sonrisa y
avanzo hasta su habitación.

Lavo mi rostro una y otra vez intentando calmar la


excitación de mi cuerpo, me doy por vencido y salgo a
esperar sobre su cama, la voz se me hace conocida pero
aún no puedo salir.

<¡Amigo cálmate de una maldita vez!> le ordeno, de todas


maneras no podré esperar mucho tiempo y no me interesa
mostrar mis atributos, sobre todo frente a Ramírez. Aún así
decido esperar.

- Ramirez, ¡Qué sorpresa tenerte por aquí!-mantengo una


posición erguida y las manos en los bolsillos del pantalón

- Solo es una visita para saber cómo estaba Andrea y


Alejandrito –Andrea estuvo a punto de escupirme muerta
de risa, tal vez mi cara no era la mejor pero que llamara a
mi hijo de esa manera era casi repulsivo.
- ¿Cómo lo llamaste? –pregunté entre molesto y
desconcertado

- Alejandro, así se llamará. ¿No es así Andrea?

Ambos la miramos esperando su respuesta pero ella sigue


riendo a carcajadas frente a nosotros.

- Parecen unos niños discutiendo… Y sí, así se llamará –


me mira

Ella parecía disfrutar verme tan confundido y


desconcertado, jamás querría que mi hijo se llamase igual
que mi enemigo ¡Jamás! Alejandro por su lado, mantenía
una sonrisa arrogante, triunfante por lograr su objetivo.

- Andrea debo retirarme, espero verlos pronto –se


despide de ella con un beso en su mejilla, estoy realmente
celoso pero lo dejo pasar-

- Muchas gracias Alejandro, iremos a visitarte pronto –


ella sonríe y lo abraza.

<Es el momento perfecto para empezar a practicar la


respiración para el parto> pienso intentando calmarme,

Su maldita sonrisa se hace más arrogante mientras sus


manos corresponden su abrazo frente a mí, en mi propia
cara. Ajusto las manos a mi lado proyectando una super
dosis de autocontrol porque simplemente mi cuerpo acabó
con todo.

- ¡Por fin! –exclamo cuando la suelta

- ¿Celoso? –enarca una ceja Alejandro-. ¡Nos vemos!

….
Andrea-

Aun sigo sin poder contener la risa al recordar el rostro de


Saúl cuando escuchó el nombre del bebé: “Alejandrito”
Estaba tan desconcertado, sorprendido y perplejo frente a
nosotros. Esos dos tipos tan arrogantes y soberbios
estaban discutiendo como dos niños pequeños por quien
tiene el mejor juguete. ¡Tonterias!

Le he seguido el juego a Ramirez sobre el nombre para


conocer la reacción de Saúl, además una parte de mí cree
que es lo mínimo que puedo hacer por quien nos salvó la
vida.

- ¿Puedes dejar de burlarte y comer algo? –dice Saúl con


una media sonrisa

- Pero amor, te pedí una tartaleta no una ensalada –


intenté poner una cara triste, pero quien puede estar triste
cuando una sonrisa imborrable permanece en mis labios

- Esa carita no funcionará hoy –

<¡Diablos!> La sonrisa se va borrando de a poquitos cuando


una chica aparece con mi postre, mis ojos se iluminan de
emoción, e inmediatamente como un bocado. <Sabe tan
exquisitamente delicioso>

- ¿Te gusta? –

- Ajá, muchas gracias – como otro bocado, y otro, y otro


hasta acabarlo. Parezco una niña comiendo de esa manera
y me siento tan plácidamente feliz.

- ¿Podemos irnos? Estoy muy cansada –


- Es tan raro, verte tan feliz en un segundo y al otro tan
cansada y con sueño. ¡Vámos! –se pone de pie y me toma
de la mano

Han sido tantas emociones en un solo día, que han


acabado con todas mis fuerzas. Necesito descansar para
mañana ir a casa de mis padres,

<El día será tan largo como hoy> resoplo mirando fijamente
las calles de la ciudad

- ¿Tu casa o la mía? – lo miro sorprendida y él me mira


tan sexy y arrogante.

Eran las mismas palabras de aquella noche, cuando todo


comenzó entre nosotros. Yo estaba tan nerviosa por lo que
podría pasar entre nosotros a pesar de desearlo tanto. Y
aunque esta vez no lucía un sexy y ajustado vestido, era
suficiente con tener en mi vientre al fruto de nuestro amor.

- A… a la tuya –mi cara en automático se ruborizó, mis


latidos eran más agitados y miro idiotamente su rostro,
analizando lo perfecto que resultaba ser para mí. Tal como
lo pensé aquel día.

Suena el teléfono más de tres veces hasta que me decido


poner de pie para tomarlo, con solo mirar el nombre en él
me desanimo en tomar la llamada ¿Debería dejar que siga
sonando? – dudo con una sonrisa malvada en mi rostro

- ¿Hola? –pregunta Saúl

- Dime –contesto molesta

- ¿Sigues molesta? Estoy en camino a casa y hablamos -


colgó
Hemos estado solo un mes juntos y ya estamos
discutiendo, le pedí que hoy se quedara a mi lado y me
rechazó, sus negocios son mucho más importantes para él.
Permanezco acostada en la cama, sin ninguna intención de
abandonarla por lo menos en toda la mañana.

- ¿Seguirás enojada conmigo? –siento sus manos


acariciando mis caderas y me estremezco al sentirlo- No
creo que mi hijo esté de acuerdo –su voz se escuchaba tan
sexy

- Él me apoya después de todo también lo rechazaste a él


–contesto en un falso intento por escucharme molesta

- Amor, no podía faltar a esta reunión, pero aquí estoy


para ti –su ronca voz retumba en mi oído y en todo mi
cerebro exigiendo por él

Besa mi cuello y me estremezco, sigue por mi espalda y mi


cuerpo parece sentir corrientes eléctricas en cada uno de
sus besos, es imposible no ceder ante él. Conoce la forma
perfecta de convencerme, y eso es una desventaja –o tal
vez ventaja- para mí.

Me enredo entre sus fuertes brazos, que recorren cada


parte de mi cuerpo sin dejar de ser cuidadoso, tierno y
exigente al mismo tiempo. Mi teléfono suena y suelto sus
labios para revisar quien es.

- No contestes –susurra, besando mi cuello.

- Es Estela, puede ser algo importante –sonrío ante sus


insistentes besos

- Nada puede ser tan importante como yo –se queja, pero


igual contesto la llamada.
- ¿Aló? –se escucha su voz exaltada, tal vez tiene una
gran noticia que contarme.

- Hola Estela, dime –

- Andrea, ¿estas libre hoy? Vamos almorzar en el


restaurante de Austin ¿si?-

- Perfecto, te parece a las ¿2:00pm?

- Sí, besos –colgó

Saúl me observa enarcando una ceja porque ahora seré yo


quien lo deje solo

- ¿Y ahora quien se va? –enarca una ceja fingiendo estar


molesto

- Solo será un almuerzo –me excuso y jalo de su cuello


para besarlo

- No soy tan fácil de convencer –se aleja de mi

- Amor, ¿nos dejarás así? –lo miro haciendo mi mejor


gesto sexy, aunque dudo resulte como quiero.

Muerde su labio y su tan arrogante sonrisa aparece, me


derrito frente a él cuando lo hace. Se inclina frente a mí y
empieza a besarme. Hacer el amor con un bebé de casi
ocho meses es muy complicado, pero lo hemos hecho
tantas veces, locos de amor el uno por el otro.

- ¿Es aquí? –pregunta al dejarme en el restaurante

- ¡Sí! Gracias amor, nos vemos en casa.


- Cuídate, ¡Te amo! –me da un beso de despedida y se
pone en marcha.

El restaurante es muy elegante, todo en base a madera


clara, desde los pisos hasta las mesas, combinando a la
perfección con el gris del techo y el acolchado de las
butacas. Además del excelente alumbrado de los dicroicos
en el techo brindaban un ambiente romántico y tranquilo al
lugar.

Entro esquivando cada mesa en el camino, consulto a la


recepcionista si hay una reservación a nombre de Estela y
me indica que se encuentra en el jardín. Camino hasta su
encuentro y no está sola.

- Buenas tardes –saludo y todos me miran como un


fantasma

- ¡Andrea! ¿Cómo estás? –pregunta Jimena sorprendida

Sonrío ante ella e inevitablemente empiezo a llorar, el


corazón se agita ante la sorpresa de reencontrarme con los
padres de Evan, Jimena y Lorenzo.

- ¡Qué sorpresa encontrarte! –Jimena se acerca y me


abraza

- Lo siento tanto, ocasioné tantos problemas en su vida –


me disculpaba entre lágrimas

- Andrea no tienes por qué hacerlo. Somos nosotros


quienes te debemos una disculpa por marcharnos de esa
forma –agrega Lorenzo quien se encuentra al lado de
nosotras.

Jimena toma mi rostro entre sus manos y me da un beso


maternal en la frente el cual logra calmar mis lágrimas.
- Pero eso es parte del pasado –sonríe Jimena como una
madre orgullosa tocando mi barriga-. Luces tan hermosa…

- Gracias Jimena, los extrañé tanto

- Y nosotros a ti querida. Siempre estuviste en nuestros


pensamientos.

La abrazo fuerte, transmitiendo todo el cariño y estimación


que sentía por ellos. Lorenzo también se unió por un
momento y después regreso a su lugar en la mesa. Estela
permanecía junto a Austin observando dicha escena, pero
el rostro de la pelirroja transmite algo de incomodidad.

Camina rápidamente hasta mí, toma mi mano frente a


Jimena y susurra algo en mi oído. Mi corazón se detiene al
escucharlo y regreso a mirar porque la pequeña y dulce voz
a gritado mi nombre.

- ¡¡Andrea!! – aquella pequeña niña corre hasta mí ante la


sorpresa de todos los presentes. Estoy completamente
paralizada.

- ¿A… Azucena? –pregunto tartamudeando al ver a la niña

- ¿Ustedes se conocen? –pregunta Jimena

Aspiro profundo una gran bocanada de aire pues había


olvidado respirar. El pecho se mueve dolorosamente ante el
apresurado latido de mi corazón y el cuerpo tiembla ante la
dulce niña.

- ¡Andrea! –toca mi pierna saludando y la observo


sorprendida

- Azucena… ¡cuánto has crecido! –le sonrío y me arrodillo


frente a ella
Analizo sus facciones como si fuese un bicho raro o algo
así, y sus ojos son idénticos a los de su padre por eso su
mirada… me había cautivado, por eso… ella me hizo sentir
de esa manera, por eso ella llenó el vacío de mi corazón.

- ¿Estás bien? –pregunta la niña

Sorpresas

Andrea-

Simplemente las sorpresas llegan cuando uno menos lo


espera, hoy solo planee encontrarme con Estela y terminé
encontrando parte del corazón de Evan, a quien el destino
se encargó de poner en mi camino incluso antes de saber
quién era en realidad.

- Vamos a sentarnos por un momento, por favor –me


lleva Jimena hasta la mesa y me entrega un vaso con agua.

Bebo del vaso pero es imposible creerlo. La niña


permanece a mi lado, observando asustada mi reacción.

- No te asustes, es solo un ligero mareo por mi bebé –le


sonrío nerviosa.

Ella corresponde y me abraza, Jimena intenta alejarla pero


le hago una señal para que la deje a mi lado. Azucena no
tiene ninguna culpa, al contrario ella es un hermoso ángel.

- ¿Cómo se conocen? –pregunta Lorenzo

- La conocí hace algunos meses, al parecer fue cuando


recién regresaban a la ciudad y ella era una pequeña niña
corriendo por el boulevard de la playa tratando de
esconderse de su niñera –acaricié su cabello, mirándola-.
Jamás imaginé esta coincidencia.
- ¡Sí que lo es! –exclama Estela mirándome, tal vez
analizando mi reacción.

- Será mejor empezar a servir la comida, por favor Austin


–ordena Jimena.

Conversamos muchas cosas sobre mi vida, sobre la de


ellos en el extranjero y algunos detalles de la vida de Austin,
jamás tocamos el candente tema “Evan”.

Al terminar la comida, camino por el pequeño y hermoso


jardín, en dirección a los servicios, la pequeña observa la
caída del agua de una pequeña fuente en el centro del
jardín. Y sin pensar he llegado a su lado.

- Vi tu foto en muchas revistas –dice azucena con ojos


tímidos

- ¿Así? Y... ¿Me veo bien? –sonrío

- Sí, sales muy bonita –sonríe e inclina su cabeza a un


lado-. Creo que le gustas a papá, tiene muchas fotos tuyas
guardadas –agrega tan inocente

- ¿Qué? –perdí la sonrisa

- A papá le gustas mucho. Pero tú tienes un bebé y no


puedes venir con nosotros. Mi mami tiene un bebé y papi
me dice que debo cuidarlo porque es mi hermanito
pequeño –

Con su inocencia no puede evitar contarme ciertos detalles


que hieren mi corazón; y sin evitarlo me siento tan frágil al
enterarme de la existencia de otro niño. ¿Por qué razón? No
lo sé… pero el corazón me tiembla al pensarlo.

Evan-
No tenía la intención de encontrarla ese día, solo fui a
observar su departamento cuando veo a la pelirroja salir de
ahí, me fue imposible contenerme y toqué el timbre. Verla
me sorprendió, me emocionaba encontrarla tan recuperada,
aunque al mirar su avanzado estado de embarazo sentí
como una alarma resonaba en mi interior: todo ha
terminado entre nosotros. Intenté explicarle cada una de
las cosas de mi pasado pero ella no quiso escucharme.

Estoy al tanto de su regreso con Saúl y duele, porque no


puedo borrarla de mi cabeza en donde sigue apareciendo a
cada maldito segundo. No ha sido ni será tan fácil olvidarla,
pero si es por su felicidad… simplemente lo intentaré.

Hoy tenía programado un almuerzo familiar en el


restaurante de mi hermano Austin, al cual llegaré tarde a
causa de una reunión de última hora.

Evan, ella está aquí. Recibido 2:10 pm De: Austin

¿Andrea? Enviado 2:10pm

Me sorprendió cuando la nombró, quería salir corriendo de


aquel lugar y llegar donde ella se encontraba.

No creo que mamá quiera verte aquí. Recibido 2:11pm

Entiendo. Enviado 2:11pm

Después de terminada la reunión, medito si ir o no al


restaurante, mis padres no me permitirían estar frente a ella
por nada del mundo, eso lo sabía muy bien. Mi madre a
pesar de amarme, no le parecía correcto que la buscara, no
después de todo.Pero el mensaje no lo había enviado ella,
sino mi hermano y no podía quedarme sentado cuando
Andrea estaba cerca a mi hija.
Decidido al fin, salí tan rápido como pude. Cuando llegué,
estacioné el vehículo en la puerta y entré, lo primero que
observo es a mis padres sentados conversando con Austin
y Estela. Mi hermano nota mi presencia y sin decir
absolutamente nada, camina hasta mí.

- Ellas están por ahí, observando la fuente –señaló


Austin.

Miré donde me indicó y las vi, ambas sonreían


cariñosamente y como nunca Azucena se mostraba tan
natural y segura. Ella siempre fue una niña tímida e
introvertida, jamás se había acercado ni sonreído a nadie
como ahora lo hace.

- Al parecer se conocieron hace tiempo en el boulevard –


dice Austin posando su mano en mi hombro y con un
semblante reflexivo agrega-, el destino ha hecho de las
suyas una vez más… tantos niños, tantas personas y ellas
coinciden en un mismo lugar… sin saber quiénes eran en
realidad –da unos ligeros golpes y me deja solo.

Me acerco un poco, solo quiero observarla a lo lejos, no


deseo molestarla o hacerla sentir incómoda. Soy feliz con
solo eso, mi corazón tiembla por ella y por como mira a mi
niña. Juguetean un poco con el agua e inconscientemente
sonrío, ambas han mojado un poco su ropa.

- Espero no te esté causando problemas –ambas me


miran

- ¡¡Papá!! –corre mi pequeña a mi lado. La tomo en mis


brazos y la beso en la frente

- Hola Evan –contesta pero su mirada ha endurecido y su


cuerpo inconscientemente se puso rígido- Azucena no me
causa problemas, la hemos pasado muy bien ¿verdad? -le
sonríe a mi hija y ésta mueve su cabeza para responder.

- Si papá. Andrea es muy linda, deberías invitarla a casa


para jugar con ella y así puedas conseguir su autógrafo en
todas tus fotos.

- Mmm.. –empiezo a toser,

<¡Mierda!> Siento la sangre correr por mi rostro por las


ocurrencias de mi pequeña. Pero Andrea también luce un
ligero sonrojo en su rostro.

- Tal vez algún día puedas jugar con Andrea, puedes


invitarla si así deseas –le digo a mi hija mirando
disimuladamente a Andrea.

Azucena se baja rápidamente de mis brazos y se dirige a


ella, la mira y tímidamente le hace la invitación, por mi parte
permanezco serio aunque por dentro ruego ella acepte el
pedido de mi hija.

- Está bien Azucena, en cuanto pueda iré a visitarte ¿sí? –


le promete tomando de sus manos-. Ahora, debo irme.

Le da un tierno beso en la mejilla y se pone de pie, con la


mirada indiferente y sin decir una palabra se aleja de mí.

- Papá ¿Tú la quieres mucho? -

- ¿A quién? -pregunto sin entender

- ¡Andrea! Me llamo igual que ella, es porque tú la quieres


¿verdad papá?

- ¿No te parece lindo ese nombre? A mi me encanta -le


sonrío-
- Papá, ¿Ese bebé de Andrea es tuyo? -respiro profundo
para contestar sus preguntas

- No, ese pequeño tiene su papá que lo quiere tanto como


yo te quiero a ti -hace un puchero con sus labios

- Entonces ella no te quiere, ¿Por qué papá? ¿Es por mí?

- Claro que no, tú eres lo más hermoso de mi vida y ella


también lo cree así. ¿O acaso no te ha tratado con cariño? -
afirma con su cabecita- ¿Entonces? Todos te queremos

- Vamos Andrea, debemos volver con tus abuelos - la


niña sonríe y toma mi mano.

Saúl-

Por la mañana salí con la mentira de una reunión


importante con algunos socios, la verdad, fui a una joyería a
recoger un anillo especial para Andrea, he decidido
proponerle matrimonio y pasar el resto de mi vida a su lado.

Había pensado en proponérselo cuando nuestro hijo nazca,


pero no puedo esperar más, tengo todo listo para esta
misma tarde... la amo tanto…

- ¿Hola? –contesto activando el altavoz del auto

- Saúl, el fin de semana será la fiesta de cumpleaños de


Mateo, no te olvides –informa Marissa-. Mamá está
emocionada por ver a Andrea y al bebé, ha comprado
muchas cositas para él, incluso ya tiene un nombre –se ríe.
Una ligera sonrisa curva por mis labios, complacido por
aquella felicidad que ha traído a nuestras vidas.

- Estoy seguro de saber cual es…


- ¡Ni creas que es el tuyo! Es más está de acuerdo con
que se llame Alejandro –se burla-

- Eso aún no lo decido…

- Pero Andrea sí… -me imagino su cara de autosuficiencia


al jactarse de ser ellas quienes deciden al final.

- Debo colgar, Andrea me está esperando

- Ok hermanito, suerte en lo de esta noche –cuelga.

Llego al restaurante y me estaciono en frente esperando


por ella. Saco de mi bolsillo una pequeña caja negra de
gamuza y la abro, observo el hermoso anillo en su interior y
sonrío.

< Sé que le gustará>

La veo acercarse y guardo la pequeña caja en mi bolsillo.


Bajo del auto y tomando su mano la acerco a mí, le doy un
beso al cual corresponde nerviosa. Le ayudo a subir al auto
y camino a mi lado del auto, diviso la presencia de una
pequeña en la puerta y se me hace conocida.

Subo al auto tratando de recordar donde he visto a esa


pequeña.

- ¿La pequeña es Andrea? –pregunto al poner en marcha


el motor del auto. Al ver que ella no ha entendido mi
pregunta la reformulo.

- La niña en el restaurante, ¿es la misma de la playa?


¡Andrea Azucena! –su cara se sorprende-. ¿Te sucede algo?

- No, no, no –niega con su cabeza-. Estoy bien –esboza
una sonrisa fingida- sí, es la misma pequeña de la playa.
Ella es… la hija de Evan.

- ¿Qué? ¿Su hija? ¿Estuviste con él? – soy consciente de


haber fruncido el ceño

Regreso la mirada en la carretera, controlando mis malditos


celos, no puedo malograr nuestro día.

- Me encontré con ella y sus abuelos de casualidad, y con


respecto a Evan… él llegó cuando yo estaba saliendo –
Andrea mantiene su mirada en el frente

- Lo siento, no quise… alzar la voz –me disculpo pero ella


no me mira

Estaciono el auto y volteo a mirarla, ella me mira incómoda.

- Lo siento –tomo su mano y la acaricio, ella responde


con una sonrisa tímida

- ¿Me das un beso? –me acerco a ella y lo hago.

- Te amo –susurro en sus labios

- Nosotros a ti –contesta con una sonrisa

La llevo a nuestro boungalow y como siempre dejo mis


cosas en la mesita de la entrada. Ella sonríe cada vez que
lo hago y siempre muerde su labio –de manera tan
provocativa- cuando quito los dos botones superiores de mi
camisa.

- No me provoques –esbozo una media sonrisa


acercándome a ella, a sus labios.

- ¿O qué? –reta coqueteándome-


- ¿Quieres… -enredo mis manos entre sus cabellos
sosteniendo su rostro para acercarlo a mis labios e
instantáneamente cierra sus ojos, muerdo de sus labios y la
beso con deseo, exhala un delicioso gemido mientras sus
manos acarician mi rostro. Me alejo de ella ligeramente
sintiendo su agitada respiración contra la mía y con una
media sonrisa arrogante termino mi frase - ¿Quieres
saberlo?

Abre levemente sus ojos, sus mejillas poseen un color


carmesí que contrastan perfecto con el brillo de sus ojos.

- ¿Vamos a la habitación? –asiente y caminamos, la dejo


avanzar primero para que sea ella quien abra la puerta.

- ¿Qué es todo esto? –exclama al ver toda la decoración

Hay globos rojos y plateados en forma de corazón a


nuestro alrededor y otros en el techo, sobre la cama hay
algunos pétalos esparcidos en forma de corazón. Ella
voltea a mirarme y ya me encuentro de rodillas frente a ella
con la hermosa y llamativa cajita sobre mis manos.

Ella mantiene sus manos tapando la gran expresión de


asombro de sus labios, conteniendo el aliento. Puedo sentir
su cuerpo vibrar ante mí y ni qué decir del mío, el corazón
parece retumbar tan fuerte junto a mi cuerpo

- Andrea, te amo más que a nadie y estoy muy seguro de


querer compartir mi vida contigo. Me harías el hombre más
feliz del mundo si aceptaras lo que vengo a proponerte –
abro la cajita en mis manos y mostrando el anillo le
pregunto, estoy mucho más nervioso de lo que aparento

- ¿Quieres… casarte conmigo? – empiezo a sentir


punzadas de ansiedad al no escuchar su respuesta.
- Sí, sí quiero casarme contigo –contesta con sus ojos
llorosos de felicidad,

Al escuchar su respuesta tomo su mano y pongo el anillo


en su dedo anular, me pongo de pie y la abrazo, extasiado
de tanta dicha, alegría y felicidad. Ella se mueve inquieta y
feliz sin contener las lágrimas, mirando una y otra vez el
anillo en su mano.

- Te amo, te amo y te amo… -el brillo de amor se refleja en


nuestras miradas. Estoy completamente seguro de que ella
es perfecta y exactamente para mí.

Andrea-

Cada vez se acerca más el día para el parto, estoy tan


nerviosa y ansiosa por tenerlo en mis brazos. Ya tenemos
todo listo en casa para ese día, Saúl incluso ha pensado en
poner unas mallas de seguridad para cuando empiece a
caminar, le he dicho que aún no es el momento ¡Es
demasiado pronto!

Decoramos su habitación en colores pastel, celeste y gris


con diferentes figuras de ositos.

<¡Me encantan los ositos!>

Con una pequeña cuna blanca, una pequeña mesa de


noche y un cómodo sofá celeste para dar de lactar. La gran
ventana está protegida por dos cortinas blancas que evitan
la entrada del sol y algunos cuadros en la pared.

Los trajecitos cuelgan perfectamente ordenados por


tamaño en el closet con algunos paquetes de pañales listos
para usar que Alejandro envió como regalo. Incluso hay un
trajecito con su baberito a juego, con el nombre Alejandro
bordado en el centro, es realmente hermoso.

Planes de boda hasta después del nacimiento del bebé, ya


todos saben de mi compromiso con Saúl o por lo menos mi
familia y amigos, los cuales son muy pocos. Estela estaba
feliz con la noticia, aunque ya la conocemos y siempre toca
temas cuando no debe. Mi madre estaba realmente
contenta pero mi padre, sigue sin aceptar a Saúl del todo,
sé que todo lo hace porque se preocupa por mí o eso dice
mi mamá. En fin, la decisión está tomada, me casaré con él
muy pronto.

- Andrea ¡Vamos! Llegaremos tarde –la voz de Saúl me


sobresalta, e inmediatamente salgo de la habitación para ir
a su encuentro.

- Aquí estoy amor, ¿vamos?

- Vamos, mi madre está desesperada por verte –me


informa

- Muere por ver a nuestro bebé –sonrío

El chofer nos lleva hasta la casa de Marissa, se estaciona


en el gran jardín de la casa y abre la puerta de Saúl, espero
paciente por él. Estoy hecha una bolita y estoy a punto de
rodar en vez de caminar. Saúl lleva en su mano un regalo
para su sobrino y con la otra mano sostiene la puerta para
poder entrar a la casa. Sarah nos recibe con una enorme
sonrisa mientras enlaza sus manos tan tiernamente al ver
mi gran barriga.

- Querida Andrea, ¡estas hermosa! –sonríe feliz mientras


me abraza- ¿Cómo se está portando mi nietecito? –acaricia
mi gran barriga
- Que gusto verte Sarah, es un bebé muy inquieto –y
enseguida el bebé se mueve entre sus manos.

- ¡Oh! Es un amor, ¡ya me reconoce como su abuela! –


exclama feliz-. Vamos adelante, la fiesta recién comienza

Saúl saluda a su mamá con un beso y avanzamos hasta el


jardín. Hay muchos niños jugando en unos toboganes
inflables y otros saltando en unas camas elásticas llenas
de enormes pelotas de colores. Con dificultad me logro
sentar en uno de los sofás del jardín observando y
deseando tener a mi niño entre ellos.

Javier, el padre de Saúl se acerca a saludarnos, y


agradezco su caballerosidad al dejarme permanecer
sentada. Después se nos acerca Marissa con Domenic, su
esposo, y por último llegan sus dos hijos Mateo y Gerardo,
quienes saludan efusivamente a su tío. Felicitamos a
Mateo por su cumpleaños número cuatro y le entregamos
el regalo, el niño agradece y cuando está a punto de abrirlo
Marissa le hace una seña para dejarlo junto a los demás.

Todos continúan disfrutando de la fiesta, Saúl está


conversando con algunos amigos, Marissa atendiendo a
las madres de sus invitados, Sarah y Javier permanecen a
mi lado, encantados con la idea de tener pronto un bebé en
casa.

Marissa se acerca a mi lado y tiene una mirada dudosa,


quizá quiere decirme algo.

- ¿Pasa algo Marissa? –la miro preocupada

- Andrea vamos, me gustaría presentarte a alguien en


especial –
- ¿Por qué es especial? –pregunto sin comprender,
levantándome de la silla para acompañarla

- Lo sabrás cuando la veas –tanto secreto por alguien no


me agrada.

Caminamos cerca a los saltarines, hay un grupo de tres


mujeres sentadas en una de las mesas, pero solo a una no
logro verle el rostro.

- ¡Olivia! –la nombrada voltea a verme-. Ella es Andrea, mi


cuñada

Sin poder creer miro a la mujer frente a mí, y simplemente


podría ser mi hermana.

- Hola, ¡encantada de conocerte! –me sonríe y reacciono.

- ¡Un gusto! –

- Un 9.9 era exacto –susurra y no logro comprender el


significado.

- ¿Disculpa? –la miro confundida

- Nada, yo me entiendo

¿Fresas? y un adiós...

Andrea-

La verdad es que Olivia es una chica muy agradable, su


gran sonrisa es muy contagiosa y ni qué decir de su
cautivadora mirada, a decir verdad me observa de una
manera como si me conociera. Me habla como si fuese mi
amiga de años, incluso a veces siento que sabe más -
mucho más- de lo que aparenta sobre mí.
Quizá estoy diciendo tonterías o me estoy volviendo
paranoica del embarazo y pronto empezaré con las
alucinaciones <aunque ya las he tenido antes>

Olivia toma en sus brazos a su hermoso bebé, comparten el


mismo color de ojos: verdes como el olivo.

- ¿Quieres cargarlo?

- ¿Puedo? –la miro nerviosa

- Tómalo –me entrega al niño.

Una extraña sensación me invade, entre felicidad, tristeza,


melancolía y sobre todo nostalgia, unas lágrimas caen y le
devuelvo al niño para poder secar de ellas y
reincorporarme.

- ¿Te encuentras bien? –me mira preocupada

- Sí, no te preocupes. Debe ser la expectativa de tener a


mi bebé en brazos –trato de reír pero las lágrimas caen
nuevamente.

- No tienes que fingir conmigo, hay dolores tan fuertes en


la vida de una mujer y el tuyo no se debe al bebé que llevas
dentro… es… al que perdiste… -sus ojos denotan tristeza y
culpa.

Retengo el aliento con la cara totalmente desencajada y


sorprendida, estoy simplemente llorando ante ella con el
corazón latiendo a mil por hora sintiéndome expuesta. Y es
que ella transmite una confianza, familiaridad y amistad tan
natural; mi cuerpo parece reaccionar a ello, para
desahogarse, sincerarse y confiar como nunca antes. Pero
no es el momento, no puedo arruinar la fiesta con mis
lloriqueos.
- ¿Cómo… lo sabes? –

- Respira profundamente y me abraza con la mano libre –


Ya habrá tiempo para hablar, por ahora solo disfrutemos de
la fiesta

Me entrega una toalla para ayudar a limpiar mi rostro, y


también me entrega una tarjeta con su número y una
dirección en ella.

- Búscame en esa dirección cuando necesites


respuestas, yo encantada responderé cada una de tus
dudas –y sigo sin entender a qué se refiere

- ¿Respuestas? ¿Dudas? No entiendo –ella simplemente


me mira y sonríe

- Ya lo harás. Ahora ve con tu novio, parece buscarte –


levanta su mentón señalando a Saúl

- Gracias, nos vemos después –sonreímos.

Saúl acaricia con el dorso de su mano mi rostro y mira


sorprendido a Olivia.

- ¿Quién es ella?

- Olivia, una amiga de Marissa

- Se parecen un poco o el trago ya me hizo efecto –se ríe


pasando las manos por sus ojos

- No estas mal, en realidad si nos parecemos un poco


pero es la primera vez que la veo –me encojo de hombros

- ¿Estas segura de tener ningún tipo de relación con ella?

- Si, estoy segura –sonrío ante su sexy mirada y él me


abraza acercándose a mis labios
- Tú eres mucho más hermosa –y me derrito ante él y
sus palabras….

Al pasar las horas, veo repartir copas de champagne a los


invitados y la música junto con el bullicio ha desparecido,
resuenan un par de copas y son las de Sarah.

- Buenas tardes con todos, tengo una increíble noticia


para ustedes. Y sé que estarán felices tanto como nosotros
por ello. Hoy es un día especial, es el cumpleaños de
nuestro nieto Mateo pero también celebraremos el
compromiso de mi hijo Saúl con Andrea –

<¡Qué vergüenza!> miro a Saúl y empiezo a reír nerviosa, el


cuerpo me tiembla al ser el punto de todas las miradas ante
las palabras de Sarah y tomo fuerte la mano de mi
prometido, estoy realmente feliz. Deambulo la mirada entre
los invitados, encontrándome con la de Olivia y junto a ella
veo un par de ojos negros; la sonrisa en mi rostro se va
borrando lentamente al darme cuenta quien es en realidad
Olivia.

- Felicitaciones por su compromiso, sean tan felices con


el bebé próximo a llegar. ¡Salud! –todos gritan ¡Salud! Ante
las palabras de Sarah

Abrazo a Saúl ocultando mi cara en su pecho, sus manos


me abrazan suavemente. La música suena nuevamente y
reajusto mi cara de inmediato para agradecer a las
personas que se acercan a nosotros para felicitarnos. El
último en acercarse es Trend y su novia.

- ¡Felicitaciones hermano! –Trend abraza a Saúl, dando


unas palmadas en su espalda- ¡Ya era hora!
- Gracias Trend, ¡solo faltas tú hermano! –Saúl tiene una
inmensa sonrisa, y a pesar de su arrogante gesto da paso a
responder las bromas de Trend con tranquilidad, incluso
con sarcasmo.

- Yo seré el eterno soltero –susurra lanzándome un


guiño pues detrás de él está Michelle su novia, me abraza
ligeramente y agrega-. ¡Te dije que eras la indicada! Mis
ojos no me engañan –se ríe, jactándose de su hazaña.

Michelle saluda fríamente a Saúl, cuando llegó a mi lado


miró mi enorme barriga por unos segundos sin expresar
absolutamente nada en su mirada.

- ¡Felicitaciones! –fija con sus increíbles ojos en los


míos- no siempre las cosas resultan como se planean –
Trend toma del brazo a su novia e intenta jalar de ella pero
no lo logra- ¿no es así Saúl? Crees tener el derecho de jugar
con las personas y todo continúe como si nada… -mueve
sus manos señalando a su alrededor, Saúl da unos pasos
delante de mí, protegiéndome de ella- espero… sean
inmensamente felices a costa de la desgracia de otra
persona. Son tal para cual…

<¿Qué pasó? > No tengo idea, yo, a Samantha -su amiga-


jamás la he lastimado, ni siquiera presenté cargos en su
contra cuando fue ella quien me abandonó a mi suerte al
caer al río.

Trend toma del brazo de Michelle y caminan en dirección a


la salida. Saúl se voltea nervioso hacía mí y me mira
buscando algún dolor o rasguño pero no tengo
absolutamente nada físico. O eso creo, solo he generado
una fuerte tensión en todo mi cuerpo, aunque no quiera
aceptarlo sentí miedo.
- ¿Estás bien? ¿Te sientes bien? – está ansioso y
preocupado

- Estoy bien, necesito descansar un momento


¿Podríamos entrar? –sentía las manos húmedas y frías, la
respiración se me hacía cada vez más difícil.

- ¡Vamos! Entremos – avanzo con dificultad, Saúl


mantiene sus manos en mí para evitar una caída.

Me recuesto sobre una cama y Sarah me alcanza un vaso


con agua. Han sido dos fuertes impresiones un solo día, no
podía más.

- Andrea toma un poco, estas muy pálida –indica y yo


obedezco

- Será mejor llamar al doctor –agrega Marissa y Saúl


toma el teléfono e inicia la llamada.

A pesar de todo el bullicio a mi alrededor, los ojos pesan


tanto ante el destensar y tranquilidad de mi cuerpo y los
cierro por completo sumergida en un profundo sueño.

Saúl-

Andrea se ha dormido, la escena de Michelle fue


demasiado para ella. Tal vez se pregunté de qué la acusa, si
ella no hizo absolutamente nada en contra de su amiga.
Ella simplemente es inocente en todo esto.

- Lo siento mi amor, no podía quedarme de brazos


cruzados ante la persona que te lastimó –susurré al verla
dormir profundamente.
Samantha, se atrevió a lastimarla y yo jamás se lo
perdonaría. Por ello, después de enterarme de la discusión
entre ella y Andrea durante la presentación de Maxwell
sobre todo que haya sido testigo de su caída y
simplemente decidió callar, se había ganado todo mi odio y
no pararía hasta acabar con ella.

Flashback

Dos semanas después de la aparición de Andrea

Decidí sacar de mi camino a Samantha, sus acciones


dentro de Maxwell serían mías o de lo contrario arruinaría
todo lazo o negocios con la empresa de su padre. Tengo el
poder suficiente para lograrlo y no dudaría ni por un
segundo en hacerlo.

<Se metió con la persona equivocada>

Trend accedió ayudarme, lo hace siempre y cuando exista


una ganancia de por medio y siempre la hay. Dudó por unos
minutos debido a la amistad existente entre su novia –
Michelle- y Samantha; si se enteraba de lo sucedido todo
acabaría entre ellos. Pero Trend era un hombre de
negocios, jamás dejaría pasar una oportunidad como esta,
mantener el control de la empresa en sus manos era algo
que disfrutaba y su puesto estaba seguro si yo conseguía lo
que quería.

Con respecto a Michelle, ella jamás me agradó pero por ser


la novia de Trend soportarla no era una opción, y el
sentimiento era recíproco. Siempre fue muy amiga de
Samantha, la invitaba a todas las reuniones que podía y
donde yo estaría presente. Pero claro nunca,
absolutamente nunca acepté algo con la rubia, era
despampanante y realmente hermosa, pero el estar
interesado en mí la hacía perder el encanto.

Samantha estaba por llegar a mi oficina era el momento de


hacerla pagar por lastimar a Andrea, si ella la había
perdonado yo jamás lo haría.

- ¡Saúl! No puedes hacerme esto –negaba moviendo su


cabeza sin aceptar lo que estaba por suceder

- ¡Firma de una maldita vez Samantha! Te metiste con la


persona equivocada, jamás debiste lastimarla –la miro de
la peor manera que puedo, con toda la ira que soy capaz de
proyectar

- ¡Tú tienes la maldita culpa! Tú jugaste conmigo…


¿acaso crees que soy de piedra? –llora pero simplemente
no me importa

- ¡Eso no es mi problema! Tú sabías cuanto la amo y aun


así decidiste aceptar mi proposición…

Samantha estuvo siempre dispuesta en complacer cada


gusto o deseo que tuviese cuando me alejé de Andrea,
entiendo que fui yo el culpable al darle falsas esperanzas,
pero ella también sabía que estaba enamorado de otra, las
cosas fueron lo bastante claras desde el primer momento
en qué salimos. Ahora ella no podía exigir amor a cambio
de un capricho, de una simple aventura o de un maldito
error. Porque eso fue ella para mí, un error, el peor de todos.

- Todo esto es por Andrea… -seca sus lágrimas y con lo


poco de orgullo que posee camina hasta el escritorio

- ¡Firma de una maldita vez! Se me está acabando la


paciencia Samantha y no creo que desees verme así –
enarco una ceja con una sonrisa arrogante
- Muy bien Saúl, lo haré –tomó el lapicero y firma los
documentos-. Algún día gozaré viéndote sufrir por ella –
sonríe maquiavélicamente al terminar.

- No quiero volver a verte. Y ni intentes acercarte a


Andrea –estiro levemente la sonrisa tomando los
documentos.

- Eres tan despreciable… -susurra con odio,


encaminándose hasta la salida de mi oficina.

- Eso simplemente dejó de importarme, el problema ha


sido resuelto… ¡Maldita seas Samantha! –ajusto el puño en
ambos lados de mi cuerpo

Compré las acciones de Samantha y su padre pudo seguir


con su empresa, claro que algunos negocios se vinieron
abajo cuando se corrió la noticia que el lazo con MAXWELL
había terminado. Si su empresa seguía en pie, ya no era mi
problema, yo había obtenido lo que buscaba: venganza.

Fin del Flashback

No volví a escuchar ni de la rubia ni de su familia. Y hoy


quien llega a recordarmela es Michelle, Trend debería estar
indignado por la escena y si no lo está, yo le haré saber lo
que ha causado. No soy de los que olvidan tan fácilmente,
menos cuando se meten con mi familia y ahora han tocado
a mi hijo.

Entra el doctor a la habitación, se acerca a ella para


revisarla y les doy el espacio suficiente.

- ¿Qué pasó?
- Ha tenido una fuerte impresión, su respiración se agitó
y estaba tan pálida –fue lo único que pude explicarle al
doctor,

- Sabe si ha tenido ¿alguna contracción o dolor? –el


doctor escucha los latidos de Andrea

- No se ha quejado por nada –paso mi mano por mis


cabellos ansioso

- Entiendo, debemos despertarla –lanza una mirada de


advertencia y me acerco a ella

- ¿Andrea? Amor, despierta… el doctor necesita


revisarte… ¿Andrea? –me arrodillo para poder hablarle tan
cerca

- ¿Desde hace cuánto duerme? – el doctor permanece de


pie cerca a la cama

- Hace media hora aproximadamente–Note la cara de


preocupación del doctor- ¡Andrea! –moví su brazo y ella se
queja, pero poco a poco a despertando.

- ¿Andrea? ¿Te encuentras bien? –pregunta el doctor-


¿podríamos empezar con el control del bebé? –abre los
ojos y ahoga un bostezo entre sus manos.

El doctor Pino la revisa minucioso, tanto a ella como al


bebé, mientras le pregunta sobre algunos posibles dolores.

- Debes cuidarte de las impresiones fuertes, ya te lo he


dicho Andrea. De lo contrario el bebé llegará mucho antes –
advierte el doctor-. Debes permanecer en cama por una
semana pero mañana deberás practicarte unos chequeos
¿Entendido? –ella asiente ligeramente
- Bueno es momento de retirarme, ¿Podría
acompañarme señor Mendoza? –el corazón tiembla de
pensar en alguna posibilidad de una complicación pero
mantengo una sonrisa para tranquilizarla y camino detrás
del doctor.

- ¿Está todo bien? –pregunto al llegar a la sala, sé que el


ruido de la música no permitirá que ella escuche nuestra
conversación

- Mire, seré lo más sincero con usted, si ella tiene otra


impresión de este tipo ambos se verán muy afectados,
complicaciones tanto en el parto como el bebé, incluso
pueden llegar a la muerte –

<¡Mierda!> temblar es poco, estaba en shock incapaz de


reaccionar ante semejante noticia.

- Los síntomas de hoy no son buena señal, llévela a unos


chequeos a la clínica el lunes a primera hora. Ya les advertí
antes y lo vuelvo a decir, Andrea no soportará otra
impresión de ese tipo, ahora es su responsabilidad como
padre y esposo cuidar de ellos.

- Sí, entiendo doctor. Gracias por venir –el doctor se


retira

<¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Por qué tuvo que pasar esto?>


paso mi mano por mi rostro, impotente al no haber evitado
esta situación. Mi madre se acerca a preguntar sobre el
estado de salud de Andrea y del bebé, le cuento lo dicho por
el doctor.

Trata de consolarme, pero la culpa recae en mí. Me siento


fatal.
- ¡Saúl! Andrea pregunta por ti –dice Marissa desde el
segundo piso y de inmediato subo hasta ella. Respiro
profundo y entro,

- Amor ¿Cómo te sientes? –me acerco a ella y acaricio


su rostro, luce tan hermosa al sonreír

- Mejor, ¿Te dijo algo más el doctor? –

- No, solo me indicó los exámenes para mañana –mentí.

- Está bien, pero quédate conmigo no quiero que te


alejes de mi lado –toma mi mano de una manera tan
cariñosa y necesitada

Me siento a su lado y la abrazo, ella es mi vida entera… ella


es el amor de mi vida… no sé qué haría si no estuviera
conmigo.

- Te amo Andrea… -sus manos se enredan en mi cuerpo


con más fuerza.

-Andrea-

Dos semanas después

Todos los exámenes practicados salieron con buenos


resultados. Según el doctor estas semanas debo cuidarme
aún más, son las más complicadas para una embarazada
de ocho meses.

Hoy iré a comprar un delicioso postre, necesito salir por un


minuto después de estar en cama por dos semanas. El
chofer me llevará hasta la tienda, Saúl –prácticamente- me
ordenó ir solo a la tienda y regresar a descansar, si por él
fuese todo el mes estaría sobre la cama.
Me he puesto un hermoso vestido blanco con flores rosas
de hombros caídos, con una fina cinta rosa debajo del
busto para apreciar la soltura en mi vientre. Llevo unas
balerinas rosas a juego para evitar tropiezos y mi cabello
suelto. Realmente me siento muy bien hoy.

- Señora Andrea, el chofer la está esperando –me avisa


Martha. Aún me cuesta escuchar que me llamen “señora”.

- Gracias Martha, ya bajo –tomo mi bolso y salgo de mi


habitación

El auto me deja en la puerta de la pastelería tal como Saúl


ordenó, compro una deliciosa tarta de fresa y unas
hermosas fresas rellenas con crema llaman mi atención.
Todo lo que pido últimamente son fresas, fresas y más
fresas. Compro tres cajitas de éstas, una se la regalaré a
Estela, la segunda a Azucena y la tercera a Saúl.

El chofer duda antes de obedecer, aunque al final amenazo


con bajarme e irme en un taxi si no me lleva donde yo
quiero. Primero paso por el Banco a saludar a mi amiga.

- ¡Andrea! ¡Qué sorpresa! –entro a su oficina sin


problemas y ella se acerca a saludarme.

- Hola Estela, pasaba a dejarte esto –señalo la cajita en


mis manos

- ¿Fresas? –hace una mueca y con una sonrisa en el


rostro asiento-

- ¡Pues si no las quieres me las como yo! –le quito la


cajita y la abro

- ¡Glotona! Comparte, ¡son mías! – se ríe, ambas


comemos un poco entre risas
- Pasaré por casa de Jimena, le llevaré una sorpresa a
Azucena –sonrío

- ¿Sabes algo de Olivia?

- No, no necesito saber nada más sobre ellos –contesto


indiferente-. Solo visitaré a la niña

- Deberías escuchar lo que tiene que decir… no querrás


arrepentirte algún día por no hacerlo –se encoge de
hombros-, pero ya vete, o te harás tarde. Saúl se enojará si
se entera que andas regalando fresas como loca –se burla

- Si, si, si… ya me voy. De mejores lugares me han botado


–me río y ella corresponde-.

- Te quiero, ve con cuidado –

- Adiós Estela, también te quiero –lanzo muchos besitos


y salgo

Estela sabía lo de Olivia desde mi versión, no estoy segura


de si conoce la verdadera historia sobre Evan y ella, pero la
pelirroja no me había contado nada al respecto y yo
tampoco estaba muy interesada en saberlo. Pero siempre
recalcaba la frase “no querrás arrepentirte” cada que
tocaba ese tema, quizá algún día desee saberlo, por ahora
no quiero.

Llegamos hasta el edificio donde se encuentra la oficina de


Saúl, el chofer entra a los estacionamientos y me ayuda a
bajar. Es la primera vez que lo visitaré en su trabajo, estoy
algo nerviosa por ello, no sé si lo tome bien pero igual
deseaba hacerlo.

Avanzo hasta la recepción y pregunto dónde se encuentra


su oficina, la señorita muy amable me pregunta mi nombre
antes de brindarme la información. Me hace esperar un
minuto, supongo está consultando con la secretaria de
Saúl e inmediatamente me entrega una credencial y me
hace pasar.

- Bienvenida, señora –sonrío incómoda-

Avanzo hasta el ascensor y subo al piso quince, las puertas


se abren y avanzo hasta el escritorio de una linda chica,
supongo es su secretaria.

- Buen día, ¿estará libre Saúl? – la miro esperando la


respuesta

- Usted debe ser Andrea Mertz ¿no es así? –pregunta la


joven que debe tener mi edad o algo por ahí.

- Así es, soy Andrea

- Mucho gusto, es un placer conocerla señora –con una


gran sonrisa se pone de pie y camina hasta la puerta y la
abre, dejándome pasar.

- Muchas gracias –y entro.

Ver a Saúl trabajando sobre su escritorio me hace


realmente feliz, no tengo palabras para explicar el por qué
simplemente me siento inmensamente feliz. Y con esa
misma sonrisa avanzo segura y embobada por su mirada
tan tierna hasta sus brazos.

- Amor ¡Qué sorpresa! –se acerca y me besa- Luces tan


hermosa hoy

- Te trajimos esto –señalo la cajita en mi mano

- ¿Fresas? –enarca una ceja


<¡Caramba! Nadie aprecia mis deliciosas fresas>

- Si no te gustan, me las como yo –hago una mueca


escondiendo la cajita en mi espalda

- Claro que me gustan –agrega de inmediato y con una


sonrisa mueve su cabeza negando, tal vez pensando en
cuanto es capaz de ceder ante mis antojos

- Muy bien, entonces podemos comerlas ahora – le doy


un tierno beso

Nos sentamos sobre los pequeños muebles y abro la caja,


solo hay seis fresas dentro. Tomo un palillo y pincho una
fresa para comerla de inmediato. Él parece disfrutar
viéndome comer, así que la siguiente se la ofrezco a él.

- Se acabaron –hago un puchero triste-

- Pero seguro tienes más en el auto ¿no es así? –


pregunta con una arrogante sonrisa

- ¡Así es! –

Me pongo de pie y me acerco a él, me siento sobre su


regazo y lo beso, le regalo el mejor beso que puedo
ofrecerle.

- Te amo… -susurro entre sus labios

- ¿Te pasa algo? –pregunta cuando me separo de él

- Absolutamente nada, solo quiero que lo sepas. Bueno


debo irme, te veré en casa por la tarde

- Está bien, nos vemos mas tarde. Ve con cuidado y te


amo mucho más –me da un beso

- Adiós – y salgo de su oficina


Una vez en el auto, le indico al chofer la dirección de la casa
de Jimena. Nos ponemos en marcha y dejo caer mi cuerpo
en el respaldar del asiento.

<Solo una cajita más>

Intento jalar del cinturón de seguridad pero éste no


funciona.

- ¿Pasa algo señora? –pregunta el chofer

- Si, el cinturón de seguridad no funciona ¿Podrías


ayudarme? –

- Me estacionaré en el paradero y la ayudo ¿sí? –agrega


el chofer en dirección a donde indicó

Solo teníamos que cruzar una avenida y llegábamos al


paradero, pero no pudimos hacerlo, un auto a toda
velocidad impactó contra nosotros. Mientras el auto en el
que estaba giraba golpeando contra el suelo, miles de
recuerdos pasaban por mis ojos. Cuando todo se detuvo
toqué mi vientre mientras mis ojos se cerraban y otro golpe
estallaba contra nosotros.

Una larga espera

Saúl-

La visita de Andrea fue realmente una agradable sorpresa,


sobre todo porque siempre decía que venir a la oficina era
algo negativo para ella. Últimamente se la pasa comiendo
fresas para todo, incluso creo haberla escuchado soñar con
ellas.

- Patricia, ¿Tengo alguna reunión programada para


después de almuerzo? –pregunto a mi secretaria
- Señor Mendoza, para hoy no hay nada programado –

- Muy bien, hoy me iré temprano –quiero sorprenderla


como ella lo hizo conmigo, le llevaré sus deliciosas fresas y
ella estará más que feliz por ello.

Firmo algunos documentos sobre mi escritorio cuando el


celular empieza a sonar, inmediatamente contesto. (12:00
hrs)

- Marissa, dime –contesté indiferente sin dejar de firmar


los documentos

- ¡Saúl! –se escucha sobresaltada

- ¿Qué pasa Marissa? ¿Pasa algo con mamá? –un vacío


se apodera de mi estómago ante la noticia que no debe ser
nada agradable por su angustiada voz.

- Es Andrea –su voz se quiebra al mencionarla- ha sufrido


un accidente.

- ¿Cómo? –me levanto de golpe del escritorio- ¿Dónde


está? Qué pasa con ella?

- No lo sé –exclama Marissa- Una ambulancia la


trasladaba a una clínica, la más cerca al accidente

- ¿Sabes dónde fue el accidente? –paso mi mano por mis


cabellos con frustración, intento calmarme aunque de nada
sirve hasta no saber que se encuentra bien- ¿Por dónde
fue? ¿O hacia donde se dirigía?

- No lo sé, ¡Espera! Me dijeron que fue muy cerca a tu


oficina –

- ¡Maldición! –siento que he perdido el aliento, solo


necesito encontrarla- te llamo luego Marissa..
Tengo tanto miedo de perderla que el corazón me late
dolorosamente y la respiración es más agitada ante el nudo
que yace en mi estómago. Mi cuerpo no parece razonar
coherente, tiemblo como nunca antes y mi cerebro es
incapaz de pensar adecuadamente.

Hago un par de llamadas y me dan la información del


hospital donde se encuentra, manejo lo más rápido posible
hasta el lugar. Entro rápidamente a la clínica y desesperado
pregunto por ella.(13:00hrs)

- La señora Mertz se encuentra en sala de operaciones,


si usted es su familiar debe esperar, en cuanto el doctor
termine la operación le brindará la información sobre el
estado de la paciente.

<¡Mierda!> Me dirijo a la sala de espera, con un fuerte nudo


en la garganta y aguantando las fuertes ganas de llorar.
Todo mi ser cae a mis pies.

El teléfono suena pero soy incapaz de contestar, de hablar


o de razonar fríamente como suelo hacerlo. Esos cortos
minutos se me hacen dolorosamente eternos, la cabeza me
da vueltas y una inminente desazón se apodera de mi
pecho, todo mi sistema nervioso ha colapsado ante la
posibilidad de no volver a verla, ni a ella ni a nuestro hijo.

Después de una hora, he sido incapaz de moverme ni un


solo paso. Marissa llega, me abraza y como un niño que no
puede controlarse más, lloro en sus brazos; no estoy en
condiciones de seguir reprimiendo el dolor que me lacera
por completo.

A los minutos empiezan a llegar más personas, entre ellas


Estela, Alejandro, sus padres, Evan y otras personas que
simplemente no conozco. No estoy en condiciones de
discutir con nadie, simplemente dejo a Evan permanecer en
la clínica porque sé cuánto la quiere. El llanto
descontrolado de su madre, me parte el corazón y debe
estar sintiendo la misma angustia que todos por saber algo
de ella.

- Familiares de la señora Mertz, por favor acercarse –


informa el doctor al salir de la sala de operaciones, casi
cinco horas después.

Todos nos acercamos ansiosos por escuchar las noticias,


no es común se demoren tanto en una operación.

- La señora llegó con hemorragia interna y debido a su


avanzado estado de gestación se le practicó una cesárea
de emergencia, el bebé se encuentra en la Unidad de
Cuidados Intensivos Neonatal, permanecerá en incubadora
por ser prematuro y sus pulmones no se han desarrollado
por completo.

Me emociono al saber que mi pequeño ha nacido, es


imposible no hacerlo y una casi imperceptible sonrisa se
posa en mis labios pero la borro de inmediato al escuchar
el estado de mi hijo.

- La paciente también presentaba una contusión cerebral


moderada a causa del golpe, además de algunas fracturas
en su pierna izquierda por la cual se sometió a cirugía para
reconstruir su miembro inferior.

- Por el momento se encuentra en sala de observaciones,


en unas horas la pasaremos a una habitación, esperemos
pueda reaccionar pronto.
- Si no fuese por el cinturón de seguridad, ella ni el bebé
hubiesen sobrevivido –me mira y entiendo mi suerte de
tenerlos con vida.

- Más detalles sobre su estado se les brindarán dentro de


unas horas cuando pase a su habitación –y se retira tan
rápido como llegó.

Siento una terrible angustia que arremete con todo, y el


pecho duele tanto al pensar en el dolor por el que ha sido
sometida, o en la posibilidad de no volver a verla.

(19:30hrs)

Todos han ido a ver al bebé, soy incapaz de moverme


esperando una noticia sobre el estado de Andrea. Mi madre
se me acerca y me aconseja ir al encuentro con mi
pequeño, tengo tanto miedo de verlo, de no poder
contenerme frente a él, de… sentirme tan culpable.

Como el padre y totalmente recubierto con bata,


protectores de zapatos, boca y cabellos completamente
desinfectados me han dejado entrar hasta la sala de
cuidados Intensivos de neonatos, donde se encuentra mi
hijo dentro de una incubadora, tan pequeño y vulnerable,
conectado a unos respiradores.

Ver a mi bebé me llena de satisfacción pero también de


frustración por no haber podido evitar este sufrimiento para
las personas que más amo. Pero todo esto se borra al
apreciar el delicado y rosado rostro de Alejandro, mi hijo.
Una sonrisa estira por mis mejillas y el corazón late
frenético, con lágrimas en los ojos le prometo que todo
estará bien, él y su mamá deben estar bien.
- Alejandro… te amo hijo –

- Es un hermoso nombre para un bebé muy valiente.


Podrá ir a casa dentro de unas semanas, primero debe
tener la capacidad de comer por su boca, respirar sin
oxígeno y mantener la temperatura corporal. Aún es muy
pequeño –me informa la pediatra pero no puedo dejar de
mirarlo, me causa tanta ternura ver sus movimientos.

<Realmente es un niño muy inquieto> Es un bebé


demasiado valiente, ansioso por vivir. Ha pasado tantas
cosas el pobre, no creo que se rinda ahora.

<Es mi hijo y no se rendirá… lo sé> lo observo por unos


minutos más antes de salir.

(21:00hrs)

Sentado con las manos en mi rostro, así he permanecido


durante las últimas horas a la espera de noticias de ella, me
siento impotente y frustrado, al no poder hacer más que
esperar.

- Familiares de Andrea Mertz… -nuevamente llaman y


todos nos quedamos atentos-

- Dígame, ¿Cómo está? –pregunto ansioso

- La señora ha sido trasladada a la habitación 501, solo


podrán pasar dos personas. Los demás pueden esperar
afuera de la habitación.

Caminamos tan rápido como pudimos hasta el cuarto, una


pequeña ventana me permitía ver su interior. Ella parecía
dormir placenteramente si no mencionamos las vías en su
brazo, las vendas en su cabeza y el yeso en su pierna. Me
dolía el corazón verla así.

Yo entraría en compañía de Geovanna, la madre de Andrea,


nos pusimos los implementos requeridos y pasamos. Me
acerqué a ella y sujeté su mano, mi cuerpo ha cedido ante
el remolino de sentimientos que me invaden y mis rodillas
caen al piso frente a ella, al verla tan golpeada. Andrea es
mi vida, ella es mi paz, es mi todo.

- Andrea te amo, te amo tanto –doy un beso en su mano,


tan desesperado y ansiado por sentirla. - No sé qué sería de
mi sin ustedes, por favor no me dejes… No lo hagas mi
amor… te necesito tanto, nuestro hijo te necesita –y sin
evitarlo estoy llorando frente a ella.

Todo ha dejado de importarme, solo puedo pensar en ella,


en poder perderme en su mirada, en escuchar de sus labios
cuanto me ama. Desearía decirle sobre nuestro hijo y
apreciar su hermoso rostro sonreír entre lágrimas por la
dicha de tenerlo con nosotros.

(23:00hrs)

Las horas pasan y ella no reacciona, cada minuto que pasa


la angustia incrementa de sobremanera. Luzco tan rendido
y agotado por este martirio, no puedo más, no sé cómo
manejar esta situación. Es como si el dolor y el miedo
obnubilara mi mente, me impide reaccionar de manera
correcta y coherente como normalmente lo haría.

- Saúl, deberías ir a comer algo –dice mi madre


- No tengo hambre mamá –le suplico para que no
insista, no me pienso mover de este lugar hasta verla
estable

- Si no comes algo podrías no estar bien cuando ella


reaccione, no querrás que se preocupe por ti o ¿sí? –
susurra mi madre, mejor forma de convencerme no hay-. Ve
con Marissa a la cafetería, yo estaré aquí.

Avanzo de mala gana con Marissa, un oficial se nos acerca


y es más que seguro para tratar este tema del accidente,
del cual no tengo ni la más mínima idea de qué pasó
realmente.

- Señor Mendoza, necesitamos hablar con usted –y


aunque no quisiera en estos momentos, debo hacerlo.

- Claro oficial… -intento saber su nombre

- Rodriguez, estaré a cargo de este caso –informa tan


serio como es posible

Marissa regresa al lado de mi madre, Alejandro y Evan se


acercan a nosotros, interesados en conocer los detalles del
accidente. Caminamos con el oficial hasta una sala aislada
donde podemos hablar sin problemas.

- Muy bien oficial Rodriguez ¿Qué tiene que decirme?

- Hemos tomado las declaraciones de su chofer, el señor


Ramón Perez –¡Mierda! Con todo esto no había tenido
cabeza para pensar en alguien que no sea Andrea- y de
algunos testigos del accidente. Al parecer no fue realmente
un accidente…

- ¿A qué se refiere con eso? ¿Fue premeditado?

- ¿Alguien intentó matarla? ¿Quién fue? –


- El conductor del auto que embistió el vehículo donde se
transportaba la señorita Mertz, ha fallecido.

- ¿Quién fue? –pregunto desesperado

- La señorita Samantha Freire –

<¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡No puede ser!> no podía


creerlo, empecé un estado de negación ante el hecho.

Todo este revoltijo de emociones, de culpa, miedo e


incertidumbre estaban por volverme loco.

- ¿Qué? ¿Por qué intentaría lastimarla? –pregunta


ofuscado Alejandro

- Todos saben que mantuvo una corta relación con el


señor Mendoza –me señala- y por venganza, al perder su
fortuna, su empresa, todo lo importante para ella, la
señorita decidió acabar con su vida y la de la señorita
Mertz.

- ¡Qué diablos hiciste Mendoza! –Alejandro me toma del


cuello de la camisa empujándome un poco

En esos momentos no soy capaz de reaccionar, dejaría que


me golpeen si con eso la culpa disminuyera.

- ¡Maldita sea! ¡Le advertí que a tu lado solo encontraría


desgracia! ¡Se lo dije! –Alejandro suelta su agarre y me mira
con desprecio

< Lo merezco, merezco eso y más… > No podré ser capaz


de mirarla, de contarle la verdad

- Tranquilos señores, esta no es la manera de solucionar


los problemas –expresa el policía para separarnos-
estamos en una clínica.
Alejandro resopla molesto mientras se aleja de nosotros,
Evan permanece de pie frente al policía y con una
tranquilidad envidiable, que yo no soy capaz de poseer en
estos momentos, termina con las preguntas del oficial y se
despide.

- ¿Por qué no has dicho algo? –le pregunto

- No tengo nada que decirte… debes estar lleno de culpa


y eso es suficiente castigo para ti –en esos momentos
percibo su mirada fría-. Sabes lo que siento por ella y
ahora… seré yo quien esté a su lado. Jamás te perdonará el
hecho de poner en riesgo su vida y la de su hijo –

Evan sale del lugar, quedo totalmente solo en la habitación


con unas inmensas ganas de gritar a causa de la culpa y la
frustración. He perdido el control y el sosiego y no dudo en
perder pronto la cordura.

(1:00 am)

- ¿Saúl te encuentras bien? –pregunta Marissa al


encontrarme en la misma sala, sentado en una de las sillas

- ¿Bien? No… -mi voz se quiebra tratando de ignorar el


dolor de las estocadas en mi pecho, todo en mi interior arde
y quema como el fuego.

- Calma hermano, debes mantener la calma por el bien


de ella y de tu hijo –Se sienta a mi lado, apoya su brazo en
mi hombro y sin poder evitarlo las lágrimas caen.

- No creo que ella quiera volver a verme cuando se


entere… -paso mis manos por mi cabello y mi rostro, una y
otra vez ya sin saber cómo hacer para aliviar esta
frustración
- Ella entenderá… tomará tiempo pero lo hará –Marissa
tal vez lo decía como mi hermana más no como mujer…

Son las 10:00 de la mañana y ella permanece como


dormida, las enfermeras entran y salen de la habitación
para mantenerla estable.

- En unos minutos el doctor estará aquí, por favor solo


dos personas pueden pasar a verla.

Casi todos habían entrado por lo menos una vez a verla,


excepto Evan y Alejandro. Por ese motivo todos se miraron
cuando Evan dio un paso adelante para ingresar, incluso
Armando no pudo oponerse ante el hecho.

Observé por la pequeña ventana de la habitación cuando


Evan tomó su mano y le hablaba como si ella estuviera
escuchando, tal como yo lo hice. Pero esta vez ella se
movió, Andrea estaba reaccionando ante las palabras de
Evan.

Me muevo lentamente pensando si no es algún tipo de


alucinación por toda esta tensión y paso mis manos por mi
rostro, por mi ojos hasta poder entender que es real.

- ¡Se mueve! ¡Ella se mueve! –exclamé al notarlo-


¡Enfermera! ¡Andrea se mueve! –

La enfermera se acerca junto al doctor y entran a la


habitación, a los segundos Evan sale y la noticia es
gratificante, todos están felices por ella.

<¡Por fin reaccionó!> Mi corazón salta apresurado y suspiro


algo aliviado al verla moverse.
El doctor por fin sale de la habitación y me informa que
pregunta por mí y puedo pasar a verla, pero decido
permanecer unos minutos más hasta escuchar las noticias
sobre su estado de salud.

- Buen día, soy el doctor Summer.

- ¡Doctor! ¿Cómo está mi hija? –pregunta de inmediato


Armando.

- Lamento informarles que debido al abundante sangrado


se realizó un histerectomía, es decir se retiró por completo
su útero. La paciente no podrá tener más hijos.

Todos estuvimos en silencio tratando de asimilar la


perturbadora noticia. Y nuevamente el cuerpo me empieza
a temblar ante la agitación de mi respiración. Puede ser a
causa de no haber probado ningún tipo de alimento desde
el día anterior o de la preocupación de cómo podría tomar
todas las noticias. Si para mí era doloroso, ella… podría
simplemente no soportarlo.

- Su pierna fue reconstruida durante la operación, por un


tiempo no podrá caminar y deberá asistir a terapia para
lograr mover su extremidad.

- El golpe en su cabeza no necesitó operación pero sí


deberían ser pacientes con ella, presentará ciertos cambios
en su conducta, carácter y tal vez en sus emociones. Por el
momento ella está reaccionando muy bien, esperemos
continúe así.

Después de escuchar al doctor por fin entré a su lado

- Saúl… -su voz se escuchaba tan débil


- Andrea… -la voz se me quiebra y me acerco a ella,
acaricio su rostro- mi amor… por fin despertaste

- ¿Y nuestro hijo? ¿Está bien? –susurra preocupada e


intenta sentarse

- No te muevas amor… él está bien, Alejandro es un


hermoso bebé –contesto entre lágrimas- y muy fuerte
como tú –la voz se me quiebra y ella con lágrimas en los
ojos sonríe

- ¿Puedo verlo? –

- Aún no amor, él... está en una incubadora –su sonrisa


se borra dando paso solo a las lágrimas y llanto

- Todo es mi culpa… por no escucharte… -me parte el


corazón escucharla

- No llores amor, nuestro hijo estará bien – tome su


rostro con mucho cuidado entre mis manos y logro
calmarla con la mirada- es un niño con muchas ganas de
vivir –seco con mi mano sus lágrimas y le doy un beso en
la frente, tan suave para no lastimarla.

- ¿Cómo se encuentra el señor Perez? –aún en ese


estado y preguntando por nuestro chofer

- Él está bien, solo sufrió algunos golpes –le informo

- Y… ¿contra quién chocamos? ¿Alguien más está herido?

- No amor, descansa ahora no debes esforzarte


demasiado

El corazón me late tan fuerte por ella, una sonrisa estira en


mis labios y me pregunto hasta cuándo podrá permanecer
así… hasta cuándo podría ocultarle la verdad.

Dos semanas después

Andrea-

Estoy tan feliz por todas las atenciones y muestras de


cariño de todos mis amigos y familiares. Sobre todo por el
cariño y la paciencia de Saúl, ha soportado mis crisis
existenciales –que sinceramente no entiendo a qué se
deben- con toda la paciencia del mundo.

Debido a mi pierna he mantenido reposo absoluto (a


excepción de las veces que he visitado a mi hijo), la
próxima semana me retiran el yeso y empezaré con la
terapia para poder moverla sin problema.

Miro un hermoso arreglo de rosas sobre la mesa que


Alejandro me envió, la única vez que lo vi no me miró a los
ojos ni una sola vez, algo muy extraño en él, parecía
ocultarme algo pero ¿él que podría
esconder? Y simplemente desde ese día no ha vuelto más.

Mi madre dijo que tengo tanta suerte de estar viva y todo


gracias al cinturón de seguridad, más la respuesta le
asusta, pues yo no tenía puesto el cinturón, para mi suerte
este cedió y enganchó rápidamente solo un segundo antes
del impacto. También comentó que reaccioné ante las
palabras de Evan, la verdad no recuerdo absolutamente
nada sobre ese encuentro y tampoco lo he visto por aquí.

Después todo va muy bien, he visto a mi hijo y está


evolucionando como se debe. Me siento tan orgullosa de
ser su madre, de tener un niño tan valiente y fuerte. Hoy me
darán de alta, al fin puedo ir a casa con Saúl pero me siento
tan triste al dejar a mi pequeño aquí. Trataré de venir todos
los días a visitarlo, muero por tenerlo conmigo y mi familia
esté reunida al fin.

- Buenos días, ¿Andrea Mertz? –un oficial está de pie en


la puerta de mi habitación.

- Sí, soy yo. ¿Pasa algo? –pregunto sin saber el motivo


de su visita

- Soy el oficial Rodriguez, tengo unas preguntas que


hacerle –el oficial se acerca

- Dígame ¿En qué puedo ayudarlo? –

- Usted y la srta. Freire mantuvieron comunicación


¿alguna vez? ¿amenazas o algo parecido?

- ¿Qué? –pregunté extrañada, ¿por qué ella?-


¿Samantha? ¿Qué tiene ella que ver conmigo? No
entiendo… -moví la cabeza

- Ella fue quien causó el accidente –

- ¿Ah? ¿Por qué razón lo haría? –

- ¿Usted no estaba enterada sobre la ruina de la familia


Freire? Al parecer su futuro esposo fue el causante de la
quiebra de la empresa Freire.

- ¿Saúl? Usted quiere decir que… por culpa de Saúl


intentaron ¿matarme? ¿lastimaron a mi hijo por él? –
susurré, no podía creer en sus palabras.

Y ahora las palabras de Michelle tenían sentido, Saúl fue el


causante de esta desgracia que casi acaba con mi vida y la
de mi hijo. Es tan difícil creer que el hombre que dice
amarme, que prometió cuidarnos… casi nos lleva a la
muerte.
- Señorita por favor conteste, ¿Estaba usted al tanto de
ese tema?

- No, claro que no. Yo no sabía absolutamente nada… -


contesté aturdida

- La señorita Freire prácticamente se suicidó intentando


matarla en ese accidente de tránsito –

- ¿¡Qué!? ¿Ella está muerta? -¡Mierda! Me empezaba a


faltar el aire ante semejante noticia

- ¿Señorita está bien? –pregunta nervioso

Sentí las manos sudorosas y la sangré bajó o subió pero no


estaba corriendo por mis venas como debía, el corazón
latía apresurado y se me complicaba respirar. El fuerte
movimiento de mi pecho dolía tanto al sentir decepción por
Saúl.

- ¡Andrea! ¿Qué te pasa? –Saúl intenta acercarse

- ¡No me toques! –lo esquivo con un violento


movimiento, el cual hace retorcer de dolor en mi pierna-
¡Ahhhh!

- ¡Enfermera! –una señorita se acerca ante la orden de


Saúl y aplica unos medicamentos en el suero.

- ¿Qué le ha dicho? –le pregunta Saúl al oficial, con el


perfil totalmente fruncido. Al notar el problema ocasionado
el oficial se siente arrepentido-

- Amor tranquila…

- No te me acerques, no quiero… no quiero verte –volteo


mi rostro esquivando la mirada de Saúl, el corazón me
duele y las lágrimas caen.
- Para tranquilidad de la paciente ambos deben retirarse
por favor –indica la enfermera

Tiempo y decisiones...

Andrea-

Jamás imaginé posible sentirme así, mis emociones son


tan volubles, impulsivas y explosivas, es como si no
pudiera controlar la volatilidad de mis palabras o acciones.
Ésta no soy yo, mi carácter no es el mismo, estos arrebatos
de ira no son normales… algo debe estar realmente mal en
mí.

Después de discutir con Saúl, he gritado y llorado como una


completa desquiciada, la enfermera tuvo que inyectarme un
calmante para poder controlarme. Mi madre está tan
asustada como yo, por las palabras que dije para hacer que
Saúl se marchara.

Le pedí al doctor Pino se acercara a mi habitación y me


expliqué a qué se deben estos cambios de temperamento
tan radicales. Antes de irme necesito una explicación, a la
cual mi madre solo se limite a decir: es el post parto
<¡Tonterias! >

- Andrea, que gusto verte recuperada –saluda el doctor


Pino

- Muchas gracias doctor –

- ¿Cuéntame que ha pasado? ¿Por qué luces tan


preocupada y contrariada? –hace una mueca y me hace
sonreír

- Doctor, me siento tan extraña desde que empecé a


tomar sus vitaminas. Mi carácter es explosivo, siento que
no soy yo… -expliqué mostrando todo el malestar
ocasionado

- Andrea… -el doctor mira a mi madre y percibo una


mentira-

- Dígame la verdad, ¿Qué me están ocultando? –agrego


molesta y cansada de tantos secretos

- Andrea, te diré la verdad si es lo que deseas. Lo que


estas tomando son hormonas

- ¿Hormonas? ¿Por qué? –lo mire molesta y sin entender

- Es lo adecuado después de una… extirpación de útero –


mis ojos se abren de par en par

- ¿Útero? Yo… yo… -puedo jurar que escuché como se


partía mi corazón y realmente dolía- no podré tener… -no
pude ni terminar la frase, las palabras salían arrastradas
por las lágrimas y un nudo se formó en mi garganta.

- No Andrea, no podrás. Estos síntomas son casi


normales hasta que tu cuerpo se adapte a estos
medicamentos, pero debes mantenerte tranquila sin
sobresaltos y controlarte en todo momento.

- ¿Tú lo sabias? –miro a mi madre quien llora a mi lado-


Todos lo sabían, ¡Qué idiota por Dios! Soy la única que no
estaba enterada de mis propias desgracias… -las lágrimas
caen, me sentía burlada y engañada como siempre.

- ¡Enfermera agua por favor! –ordena el médico al ver mi


descontrol

- ¡No quiero! ¡No quiero nada! –y tiro el vaso de las


manos de la enfermera- ¡Déjenme sola! ¡No quiero volver a
verlos nunca! ¡nunca! – gritaba ante la crisis que se
desarrollaba en mi cuerpo y mi cerebro era incapaz de
controlar.

Llegan dos enfermeros y me toman del brazo, el doctor


inyecta lo que supongo es un calmante, aun sollozando y
forcejeando poco a poco me voy quedando dormida.

Evan

Estuve muchas veces en la clínica mirando a Andrea desde


la pequeña ventana de la puerta de su habitación, no me
atreví a entrar para no perturbar su tranquilidad y porque no
me atrevería a ocultarle la verdad. Dejaría que el tiempo se
encargase de eso, inevitablemente siempre hace lo suyo.

Me enteré por mi madre, la preocupación de Geovanna por


el carácter explosivo que presenta y por la separación con
Saúl después de enterarse de la verdad sobre su accidente.

Estoy preocupado por ella y una vez más estoy aquí,


paradero frente a su habitación sin atreverme a entrar.

- Si gusta puede pasar, ella se encuentra sedada –me


indica una enfermera, ambos entramos a la habitación

- ¿Por qué la sedaron? –

- El doctor le informó sobre la histerectomía y no pudo


controlar sus nervios –respondió con pena- tal vez pase
una semana más aquí si continúa así

- Gracias por la información – me duele el corazón tan


solo de pensar en ella

- Me retiro –la enfermera con una sonrisa sale del cuarto


Todo esto es un gran dolor de cabeza, ¿Cómo puede sufrir
tanto una persona? Acaricio suavemente su rostro y la
contemplo con amor, con todo el amor que soy capaz de
sentir por ella. Muchas veces me he preguntado ¿Cómo
puedo amarla tanto?? Y sin una respuesta coherente mi
corazón sigue latiendo desesperadamente y sin dudar ni un
minuto le regala cada latido a ella, como si fuese una
hermosa melodía.

Me acerco a ella besando su frente

- Evan –susurra y de golpe me alejo de ella

- ¿Andrea? –no contesta, ella sigue dormida

Es posible que una parte de su subconsciente aun me


reconozca, es la segunda vez que reacciona ante mí y no
puede ser solo una coincidencia. Crear falsas esperanzas
no me ayudará a olvidarla pero si a confirmar o terminar de
una vez por todas con este círculo vicioso de mentiras y
secretos que terminan lastimándola cada día más.

- ¿Evan? -volteo a mirar a quien me ha llamado

- Saúl… -me alejo ligeramente de la cama

Observo como su gesto arrogante cae ligeramente y sus


manos entran en sus bolsillos, ha bajado la guardia, luce
agobiado y derrotado. Y no es que desee verlo así, solo… la
quería a ella.

- El doctor ya le dio la noticia de… -intento informarle y él


me interrumpe

- Y ahora me odia aún más –su cabeza la tira hacia atrás,


apoyando su cuerpo contra la pared.
- ¿Qué esperabas? La noticia no es fácil de asimilar… -su
mirada se posa en la mía

- No lo es, ni para mí lo ha sido –resopla-. Todo ha


terminado ahora, soy el peor hombre sobre la tierra –Saúl
esboza una media sonrisa irónica sobre el dolor de su
corazón.

- El tiempo lo dirá, tal vez te ame realmente y regrese a tu


lado, como también podría ser todo lo contrario.

- Respetaré la decisión que tome –pasa sus manos por


sus cabellos cerrando los ojos por un breve momento- si te
ama, no volveré a interferir en sus vidas, pero no me alejaré
de mi hijo jamás.

- Podré vivir con tu presencia si ella me quisiera como


antes… -y ahora soy yo quien sonríe irónico, porque sé que
no lo hace.

- ¿El pasado? ¿Qué paso realmente entre ustedes para


que su padre te odie tanto? –preguntó con voz tranquila-
¿Por qué la dejaste si realmente la amabas? –respiro
profundamente para sincerarme con el hombre que me ha
quitado su corazón

- Andrea era una niña cuando la conocí, tan solo tenía


dieciséis años… - volteo mi rostro mirándola- nos
enamoramos desde la primera vez que nos vimos, yo era un
joven con mil problemas en la cabeza y no aceptaba cuanto
la quería. Sufrió mucho por mi culpa, sufrió con mis
problemas, con mis inseguridades pero ella me amaba y
me dio muchas oportunidades. Un año después, durante la
cena de navidad, decidimos decirle a sus padres sobre
nuestra relación sin saber que ella estaba embarazada
- ¿Embarazada? –lo miré y asentí como respuesta

- Mi ex novia se presentó en la dichosa cena y le gritó


muchas cosas frente a sus padres, no pude hacer nada por
ella. Se asustó tanto que se desmayó en frente de todos.
Andrea estaba perdiendo a nuestro hijo… y yo no pude
hacer nada, absolutamente nada…

- Por eso te fuiste ¿no es así? No quisiste lastimarla con


la noticia de embarazar a otra -

- Y su padre ya me odiaba desde el escándalo de la cena,


me alejó de ella con amenazas, ella aún era menor de edad
no podía hacer nada más que obedecer por su bien.
Desaparecer fue la mejor solución para ocultarle la noticia,
pensé que era lo mejor para ella, pensé que se olvidaría de
mí y volvería a enamorarse –respiro profundo bajando la
cabeza

- Ella siempre se veía triste, sola y un tanto descuidada


cuando la conocí –Saúl sonríe al recordar-. Jamás me
imaginé que sufría por alguien más, no tengo la seguridad
si fue por mí o si te estaba olvidando pero empezó a
cambiar poco a poco. Cambió tanto de un momento a otro,
se volvió muy hermosa para mí, tanto que la deseaba en mi
vida. Cuesta aceptar que una chiquilla pueda manejarte a
su antojo, que sea precisamente ella quien se apoderó de
mi corazón con su inocencia, con su belleza, con su
vulnerabilidad.

Y ahora aquí estamos… lastimándola aún más, como si no


fuese suficiente todo lo vivido.

Él tenía toda la razón, solo la habíamos lastimado y de


seguir en este absurdo juego continuaríamos haciéndolo. El
momento de aceptar su decisión había llegado.
- Le daré el tiempo que necesite, si te ama realmente… lo
aceptaré –respira profundo y con la mirada reflexiva
avanza hasta la puerta

- Si eres tú el indicado… -veo como detiene sus pasos sin


voltear- no volveré a interferir en sus vidas.

- Es tu decisión… -camina sin mirar atrás hasta cerrar la


puerta tras su salida

Este momento llegaría tarde o temprano, el momento de


marcharme había llegado…

- Todo depende de ti –me siento sobre la cama y tomo


su mano- solo tienes que decir “quédate” y lo haré sin
dudar.

- ¿Evan? –abre los ojos levemente, aun adormitada y


ajusta su mano en la mía

- Aquí estoy Andrea –le regalo una cálida sonrisa como el


latido de mi corazón por ella-

- Ayúdame por favor, necesito salir de aquí –suplica, las


lágrimas en sus ojos me indican cuanto dolor debe estar
sintiendo, el cual solo ella puede borrar y sobreponerse.

- Te sacaré de aquí pero no llores más –suelto su mano y


salgo de la habitación.

La única forma de llevármela es cuando el médico lo


autorice y estoy dispuesto a contratar al médico si es
preciso para poder sacarla de éste lugar.

3 meses después
Andrea-

Los días pasan tan rápido, este tiempo a solas me ha


servido para pensar, para controlar mis emociones, claro
todo ha sido con ayuda de muchas personas, entre ellas
Evan. Gracias a él pude salir de la clínica, las primeras
semanas las pasé en su casa donde llegaba una doctora
para ayudarme con mi depresión, fue difícil pero lo hice por
mi hijo.

No he visto a Saúl en este tiempo, sus visitas al bebé


coinciden con los horarios de mis terapias pero Marissa y
Sarah me han visitado muchas veces y fueron justamente
ellas quienes me entregaron las llaves de mi casa, de la
casa que Saúl me regaló: nuestro hermoso bungalow.

Hoy será la última noche en esta casa… observo cada


detalle del lugar que me acogió durante las semanas más
difíciles de mi vida. Cuan valioso puede significar estar en
paz conmigo misma, quererme y aceptarme como soy
ahora… porque he cambiado, tanto física como
mentalmente. He perdido muchas cosas pero he ganado
mucho más, he perdido órganos y he ganado un
corazoncito que late de amor por mí. ¿Qué más podría
pedirle a la vida?

- Srta. Andrea la buscan –me informa Martha- la señora


Olivia

- Dile que pase –es momento de escuchar lo que tiene


que decir, como dice Estela no quisiera arrepentirme más
adelante

Bajo las escaleras y camino hasta el jardín, tomo asiento


sobre el sillón blanco esperando su llegada.
- Andrea, ¿Cómo sigues? –pregunta la susodicha al
verme mientras me abraza como saludo

- Olivia, estoy bien, gracias por preguntar. Y tú ¿cómo


estas? –Una parte de mí se siente tranquila con su
presencia

- Estamos bien –contesta con una sonrisa hermosa-.


Mañana viajaré con mi esposo y mi hijo a Inglaterra,
Azucena se quedará con su papá.

- ¿Esposo? ¿No estas casada con Evan? –siempre creí


que existió una relación entre ellos, enterarme de lo
contrario me aturdía.

- No, yo me case con otra persona. Jamás existió una


relación entre Evan y yo –contestó con una sonrisa
comprensiva, ella sabía lo que pensaba, sobre las dudas
que estaba generando

- Ustedes no… -dudé

- Lo siento por no contarte quien era, lo siento tanto por…


destruir sus vidas de esa manera –baja la mirada
intentando no llorar

- ¿Destruir? Todo entre Evan y yo estaba destruido, en


ruinas… -tomo sus manos consolándola

- Él te ama realmente, siempre lo hizo. Fui yo quien se


metió en su vida, quien se le ofreció en aquella fiesta…
realmente lo siento. Él siempre me llamó por tu nombre –
mi cuerpo se estremece al escucharla y la suelto

- Olivia creo que es suficiente, no necesito saber esos


detalles –me pongo de pie con una nerviosa sonrisa
intentando contener las lágrimas, una hiperventilación se
está generando en mi cuerpo

- ¡No! Tú debes saberlo, esa noche él había bebido de


más y creyó verte en mí –se pone de pie y me sigue-. Yo
estaba encantada con él, era muy guapo y sin dudar acepté
su juego, sus deseos de tenerte, yo fui Andrea para él esa
noche… me convertí en ti –su mirada es triste y su sonrisa
es amarga

Pero fue una sola noche, yo sabía que no me amaba a mí, a


Olivia… y cuando me enteré que estaba embarazada sus
padres nos enviaron al extranjero- inevitablemente las
lágrimas caen entre nosotras-.

Este momento era como una confesión entre buenas


amigas, ella me hacía sentir cómoda con su presencia y
cual emoción ella tuviera era capaz de contagiármela,
como la tranquilidad con la que me explicaba las cosas.

Evan nunca quiso abandonarte, te ha extrañado tanto todos


estos años. Yo fui testigo de su amor por ti, de su suplicio
por vivir lejos de ti, de todo el dolor de ser padre pero no
contigo, no a tu lado.

- Pero él me dejó… -me volteo a mirarla, como si esta


frase fuese suficiente pretexto para no perdonarlo

- Evan intentó protegerte, nunca fue su intención que


sufras como lo hiciste –toma mis manos- él te ama, si tú
no quieres aceptarlo… -inhala profundo calmándose y con
la mirada triste agrega- no puedo obligarte hacerlo, pero
ahora ya sabes la verdad.

- ¿Estela estaba al tanto de esto?


- ¿La novia de Austin? La pelirroja se sorprendió mucho
más cuando me vio, la verdad es tan simple…

- No es tan simple cuando es tu vida la que está


implicada. Porque ellos creen que hacen las cosas por mi
bien, sin embargo todo termina muy mal para mí entonces
eso significa que solo hacen las cosas por su propio
beneficio.

- Bien dicen, la intención es lo que vale –se encoge de


hombros, lo que causa una risa entre nosotras

Los hombres no tienen la capacidad de hacer las cosas tan


perfectas para nosotras, pero siempre hay una buena razón
para alguna de sus torpezas. Eso lo aprendes con el
tiempo… -me guiña un ojo y se acerca abrazarme

- Gracias, eres una mujer excepcional –le sonrío

- Tú también niña –acaricia mi cabello como si lo fuera-

Dicen que en el mundo existe una persona muy parecida a


ti, un doble, jamás imaginé fuese cierto hasta que conocí a
Olivia, es tan parecida a mí -o yo lo era a ella- es como mi
gemela no biológica y entre nosotros existe una cierta
conexión, una afinación entre nuestros sentimientos. La
considero como una hermana mayor, es como si la
conociera de muchos años y ella parece compartir mi
sentir.

Después de esta conversación Olivia se marchó,


dejándome inmersa en mis pensamientos.

- Señorita Andrea, sus cosas están listas. El chofer la


está esperando en el auto.
- Gracias Martha, voy de inmediato. Por favor trae a
Alejandro, es hora de marcharnos

- Como ordene –la mujer se aleja entrando a la casa por


el bebé.

Camino lentamente hasta el auto y dando el último suspiro,


subo en el. Martha se sienta con el bebé en brazos y me lo
entrega.

- Está profundamente dormido –susurra para no


despertarlo

- Mi bebé, es tan hermoso cuando duerme –lo


contemplo sonriendo y acaricio suavemente sus hermosas
mejillas.

Alejandro en este tiempo ha crecido tanto, está lleno de


vitalidad y llena mis días de felicidad con cada cosa que
aprende o hace.

- ¡Vamos! Es momento de partir

El auto se pone en marcha y no se detendrá hasta nuestro


destino.

Un viejo amigo

Andrea-

Pasar un tiempo lejos de la ciudad, de la gente, de los


problemas y venir a la playa a vivir es sin duda una buena
decisión. Tengo ciclos por cerrar para comenzar una nueva
vida, para ser mejor y volver sin miedo, sin culpas ni
remordimientos.

Esta semana Estela está de vacaciones y vendrá a


visitarnos. Acordé con Saúl -por medio de Marissa- sobre
las visitas al bebé, durante este mes no podrá venir y
desconozco los motivos.

Alejandro tiene cuatro meses y es sorprendente cuanto ha


crecido. El tiempo pasa tan rápido aunque a veces las
horas se nos hacen eternas.

- ¡Niña! ¡¡Ya llegué!! –grita Estela emocionada al entrar a la


casa

- Escandalosa, jamás dejarás de serlo ¿verdad? –levanto


una ceja bufándome de mi mejor amiga y corro abrazarla

- ¡¡Te quiero!! Y te extraño tanto –ajusta más fuerte sus


brazos a mi alrededor

- Yo también te extrañé. Pero dime, ¿Cómo así te dejó libre


Daniel? –le pregunto llevándola hasta el sofá para
sentarnos a conversar más tranquilas

- Desde que te fuiste el trabajo es más pesado –hace una


mueca de desgano- así que le advertí a Daniel si no me
dejaba tomar vacaciones simplemente renunciaba –
esbozo una perfecta O del asombro

- ¿Lo amenazaste? –aun sin creer

- Claro, es la única forma niña.

- ¿Y desde cuando tienes ese poder? De amenazarlo –

- Desde que tengo en mi poder las cuentas que


abandonaste –hace un gesto arrogante- aunque déjame
decirte, Alejandro Ramirez parece ser mi único cliente, Evan
me solicita los informes por correo y… -duda en contarme-

- Dilo, Saúl… -hago un movimiento con las manos para que


prosiga
- Saúl, ha dejado por el momento su empresa. Su cuñado
Dominic está a cargo de todas sus cuentas, y me refiero a
todas sus cuentas y acciones, empresas etc etc –hace una
mueca exagerada con la mano

- ¿Así? –y preocupada pregunto- ¿Sabes algo de él?

- ¿Yo? Tú eres la madre de su hijo, tú deberías estar


informada al respecto… yo soy una simple mortal –Estela
como siempre con sus ocurrencias me hace reír

Pero a pesar de sonreír realmente estaba preocupada por


Saúl, no sabía absolutamente nada acerca de él pues dejé
en claro a Marissa y a Sarah no presionarme con ese tema
y ellas aceptaron mi decisión.

- Más tarde llamaré a Marissa… -y recobrando mi alegría


agrego- ¿Cómo van las cosas con Austin?

- Amiga te me vas acostumbrando a la idea de no tenerme


mucho tiempo solo para ti –dice totalmente seria

- ¿Y eso?

- Porque ¡¡Me voy a casar!! –su cara de total felicidad me


contagia y ambas nos levantamos, entre gritos y saltitos
(como acostumbrábamos) celebramos el compromiso de
la pelirroja.

- Felicitaciones futura señora Martinelli –pronunciar ese


apellido me causa una desazón en el corazón

- Muchas gracias, aún no hemos escogido la fecha pero


con tiempo todo se puede –camina hasta el sofá y se
sienta- aún puedo arrepentirme –como si lo fuese hacer si
bien sabemos se muere de amor por Austin
- ¿Y Caro? ¿Cómo está? No sé nada de ella desde hace
mucho tiempo –me acomodo a su lado para continuar
nuestra platica

- ¡Esa chica! Ni te imaginas… -me lanza una mirada pícara


moviendo la cabeza-

- ¿Qué hizo? –pregunto sin contener más la curiosidad

- Se le hizo el milagro con Gus y viven juntos –parecemos


dos viejas chismosas poniéndonos al día

- ¡No! ¿En serio? –la pelirroja asiente- pero qué buena


noticia.

- Sí, te envía saludos por cierto –ella como siempre


olvidándose de entregar los saludos-. Y dime ¿Cuánto
tiempo planeas quedarte por acá?

- Unos meses

- ¿Y después?

- Y después comenzaré una nueva vida… -un delicado llanto


nos interrumpe

Martha trae en los brazos a mi pequeño que llora ansioso


por su mamá, es un pequeño engreído.

<¿Y cómo no serlo? Si me ha costado tanto traerlo a este


mundo>

- ¡¡Ohh mi sobrinito!! –exclama emocionada caminando


hacia él- Yo soy tu tía Estela, pero cuando crezcas solo me
llamaras Estela ¿sí? Tú sabes para no aparentar más edad
–la pelirroja toma al bebe en sus brazos y conversa con él.
Alejandro ha dejado de llorar y la observa frunciendo sus
pequeñas y escasas cejas.

- Parece tener el carácter de su padre, espero no me odies


¿si? –le suplica al niño y me causa un poco de gracia verla.

- ¡Tonta! Nadie puede odiarte con ese encantador carácter


–me burlo de ella

- Niña es que la gente no me comprende, yo no brillo como


cualquiera… yo opaco con mi esplendor –esboza una
sonrisa autosuficiente

- Tú simplemente eres la fluorescencia del neón en la


oscuridad Estela –la secundo y nos reímos tontamente

Estela siempre ha sido un sol en mi vida, una gran amiga


que me brindó su apoyo en cada momento, ella me ayudó a
salir adelante con sus consejos. Ella iluminó mi vida con
sus ocurrencias y sus tan disparatados comentarios, a
pesar de ser media loca siempre ha sabido dar solución a
cada problema que se me presentaba con madurez
(aunque no lo crean).

- Me enteré que Olivia fue a despedirse –me mira


esperando una respuesta

- Así es, conversé con Olivia –y como suponiendo lo que me


va a preguntar añado- me contó la verdad sobre Evan cosa
que tú sabes muy bien –le reprocho

- Es inevitable no enterarse, soy la cuñada de Evan –mueve


la cabeza y no mueve las manos porque tiene al bebé en
ellas, incluso creo que sus respuestas no son tan
exageradas debido a él- Me entero de todo sin querer –le
resta importancia al levantar los hombros
- Tienes razón, solo por eso te perdono –

- Y ahora que sabes la verdad ¿Qué piensas hacer?

Alejandro empieza a llorar y lo tomo entre mis brazos,


camino de un lado a otro con él y en un suspiro contesto la
pregunta de la pelirroja

- Ya he tomado una decisión al respecto –estiro los labios


tratando de formar una sonrisa- en unos días hablaré con
él.

- ¿Te encontrarás con Evan?

- Sí, cuando me ayudó a salir de la clínica, prometimos


encontrarnos cuando estuviera lista, él y Saúl acordaron
mantenerse lejos durante el tiempo que necesitara y
gracias a eso he tenido paz y tranquilidad en mi vida. Ahora
estoy lista para reunirme con Evan, para perdonar nuestro
pasado porque simplemente no todo ha sido su culpa.

- Entonces… ¿Lo perdonas? Y… ¿volverás con él?

- Estela –respiro profundo- ya lo he perdonado. Estoy


cansada de engañarme a mí misma al decir que no lo amo,
y tú eres fiel testigo de cuanto intenté olvidarlo sin
lograrlo…

Intento seguir explicando cuando Martha vuelve aparecer y


ante su presencia decido callar y escuchar lo que tiene que
decir.

- El señor Ramirez está aquí

- ¿Alejandro? ¿Qué hace aquí? – Estela me mira

- No lo sé –muevo la cabeza negando, con la misma


extrañeza que ella
- Déjalo pasar Martha –y ella se va.

A los segundos entra Alejandro con esa sonrisa tan


arrogante que lo caracteriza.

- ¡Andrea! ¡Qué gusto volver a verte! –y simplemente pienso


que no ha cambiado nada sigue siendo el arrogante y
soberbio hombre de siempre.

- Alejandro, ¡Qué bueno verte! –camino a su encuentro con


mi hijo en los brazos y le doy un beso en la mejilla

- Tan encantadora como siempre –esboza una sexy sonrisa


y le correspondo- ¿Cómo está este encantador bebé? –
juega con el bebé y éste le toma su dedo con su manita

Pues me encanta ver su rostro tan sorprendido y con una


sonrisa sincera, hasta percatarse de la presencia de la
pelirroja y aclarando su garganta recupera su postura

- Disculpen, Andrea estaré en mi habitación ¿Me llevo al


bebe? –pregunta la pellirroja antes de retirarse.

Le entrego al niño y se van. Alejandro camina observando


cada objeto de la sala

- Dime ¿A qué se debe el honor y privilegio de tu visita? –río


acercándome al sofá, al sentarme le hago una señal para
que se acerque a mí y sin dudar lo hace.

- Te sorprendería

- Ya nada me sorprende a estas alturas de mi vida –lo miro


irónica

- Vengo por ti. Tengo un almuerzo en treinta minutos


exactamente –mira su reloj calculando los minutos-, tiempo
suficiente para que te cambies y me acompañes –enarca
una ceja con una sonrisa sexy

- ¿Quieres una compañera para tu almuerzo? –respiro


profundo sin opción a negarme para no empezar una
discusión que de seguro perdería-. Está bien, iré contigo.

Me dirijo a mi habitación un poco fastidiada por la idea de


salir en estos momentos, pero por él lo haría (acepto
derrotada). Tomé un conjunto de top y falta amarillos con
estampados de hojas blancas, el top de mangas caídas con
unas pequeñas blondas sobre mis pechos y la falda larga
con una sexy abertura en la pierna izquierda,
complementando mi outfit con unas sandalias de taco
beige y un sombrero playero del mismo color.

Me miro en el espejo para aplicar un brillo rojo sobre mis


labios, al bajar la mirada a través de la abertura de la falda
la cicatriz en mi pierna se hace visible y respirando
profundamente recupero mi sonrisa orgullosa al ser una
cicatriz de una batalla ganada.

Al salir a la sala, Alejandro está sentado mirando a mi bebé


dormir en su pequeña cuna portátil simplemente no
pregunto como llegó mi hijo a la sala cuando la pelirroja fue
quien se lo llevó.

- ¿Nos vamos? –acaricio ligeramente su hombro para


llamar su atención.

- Luces realmente hermosa –se pone de pie y me observa


con una sonrisa-. Vamos

Alejandro luce una bermuda beige con una camisa azul y


alpargatas oscuras, lleva los dos primeros botones sueltos
y unos lentes oscuros.
<Realmente sexy> debe ser por eso que accedí a
acompañarlo.

El gran almuerzo era en un club donde estaba hospedado


uno de sus socios. Conversamos con algunas personas
sobre sus negocios y las acciones en la bolsa, soy muy
buena en eso realmente. A lo lejos diviso al rubio del cual
no tenía ni una sola noticia, incluso después de haberme
dicho que siempre estaría para mí.

<¡Tonterías!>

- ¿Algo te molesta? – se me acerca Alejandro con una


bebida,

- No, solo acabo de ver a un viejo amigo –contesto


tomando la copa entre mis manos y volteo buscando algún
dulce interesante sobre la mesa de postres

- ¿Esteban? –me congelo por unos segundos e


inmediatamente muevo la cabeza afirmandole-. Sabes que
no me gustan las mentiras, solo te oculté información dos
veces y no es porque yo lo quisiera –se encoje de hombros

Entiendo que una de ellas fue sobre mi estado de salud


pero ¿cual sería la otra?

- ¿A qué te refieres? -

- Bueno, no fui realmente quien te salvó esa vez en el


accidente del río –volteo mi rostro casi como el exorcista
para poder mirarlo y me expliqué-.

- ¿Ah? ¿Entonces quien fue?

- Aquel rubio –señala con su vaso a Esteban-. Esteban fue


quien te encontró aquella noche, y yo aparecí cuando
estabas fuera del río. Él no podía mantenerte lejos de Saúl
ni del otro tipo, por ello me pidió que te llevara sin decirle a
nadie de ti.

- ¿Es en serio?

- Así es. ¡Jamás te mentiría! –su rostro es serio, sé que no


bromearía con un tema tan delicado como este-. Esteban
no era capaz de ocultarle a las personas de tu vida, pero yo
sí y lo sabes bien, es por ese motivo que se fue sin dar
explicaciones. Y míralo ahora… donde lo venimos a
encontrar

- Y cuando pensé que nada me podía sorprender, me


cuentas estas cosas. Estuve pensando realmente mal de él
¿sabes?–niego sin poder creer aún

- No estaba tan lejos para tu tranquilidad, deberías


disculparte por esos pensamientos -se burla

- Si no me salvaste entonces le cambiaré el nombre a mi


hijo

- Ni te atrevas, yo hice la parte más difícil sigo siendo tu


salvador –

- Ya resolveremos esto más tarde –lo amenazo- debo


hablar con Esteban

- Adelante, es todo tuyo –gira sobre sus talones y se va


caminando de lo más tranquilo.

Camino hasta Esteban, toco su espalda llamando su


atención y él voltea con una hermosa y cálida sonrisa en su
rostro, la cual cambia por la sorpresa al verme. Caminamos
por la playa y nos sentamos sobre la arena mirando el mar
esperando uno de los dos se atreva a hablar.

- ¿Cómo has estado? –


- Muy bien, pensando en cómo alguien que promete no
alejarse es el primero en hacerlo -lo miro seria y él baja la
mirada

- Yo... lo siento.

- ¿Por qué lo sientes? Lo sé todo –tomo su mano entre las


mías al ver la sorpresa en su rostro- ¿fuiste tú no es así? Tú
me sacaste del agua, fuiste tú quien desesperadamente me
decía que luchara por mi vida.

- ¿Alejandro te lo dijo? -asentí- No podía dejarte morir, pero


tampoco podía quedarme a ver el sufrimiento de los
demás. Sé que pude haber hecho mal, pero en ese
momento me pareció correcto dejarte con él, solo así
estarías alejada de tanto problema.

- Lo sé y te lo agradezco. Estoy inmensamente agradecida


contigo... por todo Esteban. Siempre fuiste como un Ángel
para mí

- No me agradezcas, siempre fuiste lo más importante para


mí, realmente te amé a pesar de no ser correspondido -se
acerca y besa mi frente

- Lo siento Esteban, lo siento por no amarte, no como debía,


no como tú lo hiciste... - mis ojos se cristalizan al decir
estas palabras, aceptando que fui yo el problema

- ¡Ey! No más lágrimas, sonríe para mí. Quiero ver esa


hermosa sonrisa en tus labios siempre –limpia con su
mano las lágrimas cayendo por mis mejillas

- Gracias Esteban, gracias por todo lo que has hecho por


mí.
- Siempre fui feliz haciendo las cosas por ti, incluso
salvándote... –el rubio me abraza cálidamente

- ¿Y Karen? –

Después de ver la reacción del rubio me arrepentí de


preguntar por ella. Se pone de pie con un gesto de molestia
y yo lo sigo.

<¡Idiota! Como suelo ser>

- Nos hemos dado un tiempo, ella no estuvo de acuerdo con


lo que hice...

- Pero... piensas ir tras ella ¿verdad? –tomo su brazo para


evitar que avance

- He decidido casarme con ella.

- ¡Fe... Felicitaciones! Entre todo es una excelente noticia...

- Pensé que no te gustaría la noticia –niega mirándome-


entonces... esto es el fin.

- Lo siento…

- ¡Deja de disculparte! –grita-. Me haces sentir tan estúpido,


tan poca cosa –luce frustrado

Me quedo en silencio al no poder decir algo diferente a un


"lo siento", esperando se tranquilice pero no lo hace. Es la
primera vez que él se exalta de esta manera frente a mí, tal
vez agoté su paciencia y el inminente adiós estaba cerca.

- ¿Por qué no pude ser yo? Yo jamás te hubiese


lastimado... -acaricia mi rostro y acomodando un mechón
detrás de mí oreja agrega- Adiós Andrea, y ahora soy yo
quien lo siente al no poder cumplir mi promesa. Realmente
espero seas feliz, no olvides sonreír y vivir como deseas –
esboza una fingida sonrisa y se aleja.

Y ahí quedé entre lágrimas y con un profundo dolor en el


corazón, nunca fui capaz de amarlo aunque desee muchas
veces hacerlo. Cuanto dolor había a mí alrededor, he
lastimado tanto como me han lastimado, tal vez es un
ajuste de cuenta de la vida...

El destino muchas veces nos aleja de personas buenas


como Esteban, pero saber que todo es por su felicidad
reemplaza el dolor que me hace sentir la idea de perderlo.

Me siento sobre la arena y contemplo el mar por unos


minutos, firme en mi decisión de seguir viviendo sin miedos
ni culpa y sobre todo sin arrepentimientos, la vida es así,
tan simple y complicada, depende de mí misma elegir
como vivirla y yo ya lo había hecho.

- ¿Estás bien? - Alejandro permanece de pie con una


postura relajada contemplando el mar

- Si -respiro profundo exhalando la culpa que no debía


tener- las cosas están muy bien

- Lo mejor es cuando tienes la conciencia tranquila ¿no es


así?

- Si, definitivamente. ¿Podemos caminar un rato? –levanto


la cara para mirarlo

- Si lo deseas tanto –se encoge de hombros

Me paro rápidamente dejando mis zapatos sobre la arena,


camino hasta el mar y mojo mis pies en el agua fresca del
mar. Alejandro da unos pasos adelante con una hermosa
sonrisa en sus labios sin atreverse a detenerme
- ¿Sabes que deseo realmente? -permanezco de espaldas a
él mirando fijamente la espuma que deja el agua en mis
pies

- No tengo idea

Volteo y tomando el agua entre mis manos las levantó con


fuerza lanzándole un poco sobre él

- Esto es por ocultarme las cosas -es imposible contener la


risa ante su reacción

- Te equivocaste Andrea, no puedo perdonarte esto -


asevera limpiándose el agua del rostro

<Tan poco sentido del humor tiene> me acerco a él para


disculparme.

De pronto me levanta entre sus brazos y con una sonrisa


casi sádica, como quien está a punto de obtener venganza,
camina hasta el mar.

- Me las pagarás niña inmadura

- ¡Nooooo! ¡No te atrevas! Si yo caigo tú caes conmigo


Alejandro - lo amenazó entre risas

Por el fuerte movimiento por escapar de él he caído de sus


brazos contra la tierra y él tratando de evitar me lastime ha
caído conmigo.

Simplemente no puedo dejar de reír cuando una fuerte ola


moja por completo mi ropa y la de él, quien permanece
tirado a mi lado mostrando su lado cascarrabias.

- ¡Diablos! Estoy hecho un desastre –se sienta aun


renegando
Me pongo de lado para seguir burlándome de él, sin
percatarme que he dejado mi pierna descubierta gracias a
la abertura de la falda. Por su parte se acerca a mis piernas
y acaricia mi cicatriz, su movimiento me estremece, acelera
el ritmo de mi corazón y me quedo inmóvil sin poder
reaccionar.

- ¿Qué haces? –

- Lo mismo que tú, cumpliendo mis deseos ¿no te parece


justo? –su rostro es serio, no me permite saber lo que
piensa

- Claro que no, yo no te he tocado –se acerca a mí a


horcajadas hasta la altura de mi rostro y tomando mi mano
para ponerla sobre su rostro agrega

- Puedes tocar todo lo que quieras

<¡Mierda! > el corazón me late más apresurado en esta casi


incómoda posición

- ¿Debería?

- Si tú quieres, puedes hacer lo que quieras

Nuestras miradas se entrelazan por unos breves segundos


y subiendo la otra mano acaricio su rostro y bajo hasta su
pecho, empujándolo ligeramente.

- ¡Vamos! Es momento de irnos –le digo con una sonrisa


sin permitirle se acerque más a mí

Sacude lentamente su cabeza y empieza a levantarse para


ayudarme, su rostro luce desencajado.

- Vamos, debemos cambiarnos –camina dejándome atrás


- ¿Te pasa algo? –jalo de su brazo para que me mire

- No, lo siento no debí comenzar este juego –luce


incómodo y lo entiendo

- Cambia de cara ¿quieres? no me gusta verte


malhumorado -hago un puchero y él sonríe- mejor vamos a
cambiarnos o ¿quieres que nos vean así? –le sonrío
señalando nuestras ropas.

Aun ofuscado camina tomando mi mano hasta la salida.

Semanas después

Camino por la playa recordando mis días de ilusión, cuando


me enamoré por primera vez justo en este lugar. Me acerco
al pequeño cerco de arbusto y miro la piscina, todo sigue
exactamente igual. Abro la pequeña puerta y entro
lentamente, tal vez espero encontrar a alguien o algo que
perdí en este lugar.

- ¡Hola! –volteo a mirar quien me ha saludado, con mucha


tranquilidad pues reconozco esa voz

- Hola… Evan –le sonrío

- Por fin estas aquí –me pierdo en el brillo de su mirada

Me siento nerviosa como aquella vez, su mirada sigue


siendo tan inexplicablemente profunda ante mis ojos. Él
sigue siendo el gran amor de mi vida

Se acerca a mí hasta quedar a unos centímetros de mi


rostro, tiemblo ante su cercanía y el corazón late
apresurado, sé que reconoce de inmediato el latido de
Evan.
Soy feliz conmigo misma

Andrea-

Escuchar las olas del mar en el tranquilo atardecer trae


calma a mi corazón a mi vida, sentir el sol en mi rostro me
llena de energía, sentir la brisa jugando con mi cabello me
recuerda aquellos tiempos de felicidad.

Camino por la playa recordando mis días de ilusión, cuando


me enamoré por primera vez justo en este lugar. Me acerco
al pequeño cerco de arbusto y miro la piscina, todo sigue
exactamente igual. Abro la pequeña puerta y entro
lentamente, tal vez espero encontrar a alguien o algo que
perdí en este lugar.

Avanzo por el sinuoso camino de piedras, donde muchas


veces corrí tras él o escapando de él, una sonrisa se
apodera de mis labios al recordar. Tomo la perilla y la giro,
la puerta se abre lentamente. Todo parece igual pero no lo
es… el tiempo cambia todo, todo es reemplazado cuando
se deteriora, los muebles son otros aunque parezcan los
mismos… todo ha tenido que ser reemplazado aunque sea
una vez en estos años.

Tal como sucede en la vida, todo cambia a pesar de no


parecerlo, todas las personas son reemplazadas por otras
que llegan a cambiar tu vida. Solo debemos observar
detenidamente para notarlo, pues la vida es una sola y el
tiempo inevitablemente siempre pasa.

- ¡Hola! –volteo a mirar quien me ha saludado, con mucha


tranquilidad pues reconozco esa voz

- Hola… Evan –le sonrío

- Por fin estas aquí –me pierdo en el brillo de su mirada


Me siento nerviosa como aquella vez, su mirada sigue
siendo tan inexplicablemente profunda ante mis ojos. Él
sigue siendo el gran amor de mi vida

Se acerca a mí hasta quedar a unos centímetros de mi


rostro, tiemblo ante su cercanía y el corazón late
apresurado, sé que reconoce de inmediato el latido de
Evan.

Tras un fuerte suspiro es como si el tiempo se detuviera


entre nosotros, e inevitablemente nuestros labios se
unen. La sensación es tan sublime, es como si un huracán
se formara en mi estómago y el cuerpo me tiembla ante su
contacto mientras las lágrimas caen por mis mejillas. Mis
manos temblorosas acarician su rostro y él jala de mi
cintura aferrándome a su cuerpo. Me separo ligeramente
de sus labios aspirando profundamente por mi boca…

- Sé por qué estás aquí –susurra en mis labios- podríamos


olvidarnos de todo por hoy

- ¿Y si no soy capaz de hacerlo? –mis manos han bajado a


mis lados

- Ya lo hiciste al venir aquí –muerdo mi labio inferior al


sentir aún más fuerte el remolino en mi estómago-. Solo
quédate ésta noche…

- ¿Qué pasa si decido quedarme? -

- Si para mañana decides permanecer a mi lado yo estaría


encantado de pasar mi vida contigo y si no… será el fin de
nuestra historia, no volveré a interferir en tu vida –

Nuestras miradas se unen tan transparentes entre sí,


reflejan ese sentimiento que nos ata desde el alma, sus
cálidos ojos tienen el poder de hacerme temblar ante él, y
sus besos aún me hacen suspirar deseosa por mucho más.
El corazón me late dolorosamente lo que me hace ser tan
frágil y vulnerable frente a él.

Una suave melodía resuena en el más profundo silencio de


la habitación, Lips on you de Maroon 5. Tal vez estuvo
sonando todo el tiempo, pero ahora la puedo escuchar con
más claridad.

- Te amo Andrea y sabes que siempre lo haré -

Hoy por primera vez, acepto cuanto soy capaz de amar a


Evan, jamás pude olvidarlo, jamás pude borrarlo de mi
mente y de mi corazón; y tampoco creo poder hacerlo de mi
alma. Évan fue mi primer beso, mi primera decepción, mi
primera vez, fue el único hombre en mi vida que amé con
locura, pero ese ciclo ha terminado.

- Te amo Evan, siempre lo haré –con solo un movimiento he


recorrido los dos centímetros que separaban nuestros
labios.

Sumergidos en el excitante movimiento de nuestros labios,


disfrutando de cada caricia, embelesados en la calidez de
nuestros cuerpos al sentirse, encendiendo nuestra alma por
completo ante el deseo y satisfacción de poseernos una
vez más.

Él sabía cuánto lo amaba, pero también sabía que nada


podía ser como antes. Nuestra historia fue hermosa, Evan
era y sería siempre el amor de mi vida pero mi corazón
había elegido, seguiría mi vida tal como el destino había
planeado, sin él.

El futuro y la felicidad está escrita, continuar nuestro


destino por separado no es una opción es una necesidad
para poder ser feliz, porque los juegos del destino son tan
insufribles e indeterminados. Y solo se puede afrontar el
futuro incierto deparado y ser cada vez más valiente para
salir adelante. Al final la vida te recompensará por cada
batalla que te dio, porque a pesar de sentirte destruida y
acabada resultaste victoriosa y con el mejor regalo que
puedes tener: mi hijo.

No he podido dormir ni un solo segundo, intento mantener


la calma para no quebrarme y hacer de este momento aun
más incómodo.

Una vez que me vaya él leerá la carta, sé que no duerme,


solo quiere evitar una dolorosa despedida al saber que me
voy para siempre de su vida. Duelen tanto las despedidas,
sobre todo si de amor se trata…

- Adiós Evan –murmuro al poner la carta sobre mi lado de la


cama.

Miro su espalda por unos segundos resistiendo las ganas


de llorar para no hacerle las cosas más difíciles y sin hacer
más ruido camino hasta la salida. Camino sin detenerme
hasta alejarme de aquella casa, me siento sobre la arena y
contemplo el amanecer con el corazón destrozado y
llorando amargamente.

Querido Evan, Si lees esta carta es porque no tuve el


suficiente coraje para decírtelo directamente.

No necesito expresar cuanto te amé, esa parte de nuestra


historia la conocemos muy bien. Fueron tantas emociones
que nos hicieron vibrar desde el primer momento en que nos
conocimos. Cuando era una niña y puse mi mirada en esos
profundos y deslumbrantes ojos negros, desde ese
momento me perdí en tu mirada, me perdí en tus besos, en
tus caricias y caí ante tus encantos.

No me puedo arrepentir de las cosas maravillosas que


vivimos, de las sensaciones nuevas que despertaron en mí
al sentirte, la sensación tan sublime al entregarme a ti.
Abriste las puertas a un mundo desconocido y totalmente
nuevo para mi ingenua y corta vida. Me enseñaste a amar
con locura, pero también me mostraste cuanto se sufre.

Jamás me dijeron que amarte sería hermoso y doloroso al


mismo tiempo, no me advirtieron que el amor cala por los
huesos y nunca se olvida. Jamás me prepararon para sentir
esta clase de dolor, esta clase de sentimientos que parecen
embrollarme el alma con el revoltijo de sentimientos que
producen en mi interior.

Pero llegó el momento en que nos acostumbramos a


convivir con el dolor, llegó el momento en que parecía
normal levantarme de un profundo sueño con tu nombre en
mis labios, en que no sonreír era normal si no dolía más.
Sufrir por tu ausencia se volvió cotidiano, ambos
aprendimos a soportar y continuar nuestras vidas como si
todo estuviera bien y así está mejor…

Lo nuestro nunca podría terminar en un final feliz, porque las


personas escogieron por nosotros y no fue en un “juntos
para siempre”. Aceptamos sin replicar estas decisiones y
ahí estuvo nuestro desacierto.

Nuestro gran error siempre fue no luchar por nuestro amor


en aquel momento, no enfrentar la realidad de nuestros
problemas y huir como cobardes. Todo sería mucho más
fácil si tan solo hubieses sido sincero conmigo… pero no es
el momento del “hubiera” sino de afrontar las consecuencias
de aquellas terribles decisiones.

Te amo Evan, serás siempre el gran amor de mi vida…

Pero hoy te dejo libre, hoy es el fin de estos absurdos juegos


del destino… que solo nos lastiman, nos hieren
profundamente en el alma y ahora nosotros estamos
conscientes del daño que nos hacemos mutuamente, un
daño irreparable que no tiene marcha atrás.

Espero encuentres a la persona indicada que te ayude a


olvidarme tal como yo la encontré. Te llevas una parte de mi
vida, una parte de mi corazón contigo y un hermoso
recuerdo de nuestras coincidencias para no volver a repetir
la historia.

Con amor

Andrea

- Terminaste todo con él ¿No es así? –pregunta Estela


colocando una manta sobre mis hombros.

Se sienta a mi lado en silencio y me abraza, con ella


desahogo esa terrible sensación de dolor entre lágrimas e
incontrolable llanto. Pero poco a poco se va convirtiendo en
tranquilidad ante el relajante sonido del mar, dejando un
pequeño gimoteo como resultado de aquella despedida.

- Vamos, debes descansar un poco –la pelirroja se pone de


pie y me ayuda

- Andrea, ¿Planeas decírselo a Saúl? –su preocupada


mirada me hace dudar

- No lo sé, el tiempo decidirá –tomo el brazo de la pelirroja


y caminamos hasta la casa.

La ausencia de Saúl se prolongó un tiempo más, Marissa


solo se limitó a decir que los negocios requerían su
permanencia por más tiempo y de eso ya pasó cuatro
meses. Pero Sarah comentó algo sobre un tiempo para
sanar, y desde ese día no volví a preguntar por él.

He vuelto a mi trabajo en el Banco, a pesar de la insistencia


de Alejandro para trabajar en su compañía. Amo lo que
hago y soy feliz así, soy feliz conmigo misma y mi libertad.

Alejandrito cada día se parece más a su padre, con su


encantador cabello castaño y sus ojos almendrados me
recuerdan inevitablemente a Saúl, ha crecido demasiado en
este tiempo, aprendió a gatear y tiene mi casa hecha un
desastre total, incluso aprendió a decir mamá y papá.

<¿Y no saben a quién le dice así?>

- Éste niño me ama –dice Alejandro encantado al escuchar


a mi hijo llamarlo papá por quincuagésima vez en la última
hora.

No puedo creer que piense en él como su padre, pero claro


si Saúl no ha dado señales de vida.

- No lo confundas por favor.

- Pero déjalo, si él quiere me puede decir papá. A mí no me


molesta para nada, además no lo es porque tú no me
aceptas, sino de otra forma hace tiempo sería por ley mi
hijo. ¿Verdad pequeño? –enarca una ceja todo
autosuficiente

- Tú si sabes lo que quieres, no como tu madre –le habla


cariñosamente al pequeño en sus brazos
Definitivamente tener a dos Alejandros en casa es
demasiado, ambos se buscan, se atraen y se quieren. Sobre
todo cuando el pequeño necesita que alguien cumpla sus
deseos o calme sus rabietas. Alejandro prácticamente vive
en mi casa, todas las tardes después del trabajo pasa por
aquí incondicionalmente, incluso tiene su propia habitación.
Se ha convertido en, porque no decirlo, el padre de mi hijo.

Para mañana haremos un pequeño almuerzo por el cumple


mes número nueve de Alejandro. Y todos están invitados,
desde el ilustre e infaltable Alejandro Ramirez, Estela y
Austin, Caro y Gus, mis padres e incluso Sarah y Marissa
confirmaron su asistencia.

- ¡Es hora de dormir! –tomo al niño entre mis brazos-


Mañana nos espera un día muy largo.

- Te espero en la habitación –dice Alejando y se va.

Después de hacer dormir al bebe, y cerciorarme de que


todo esté perfectamente bien y en silencio me retiro de la
habitación a intentar, una vez más, echar a Alejandro de allí.

- ¿Y ahora porqué estas aquí?

- Solo necesito de tu compañía por unos minutos y me


podré ir a descansar tranquilamente –toca un lado de la
cama incitándome a sentarme a su lado

- Alejandro si duermes en la siguiente habitación, ¿por qué


te quejas tanto? –tomo una pijama de mi cajón y me dirijo
al baño a vestirme

- ¡Mujeres! Y después se quejan del hombre por no ser


sentimental y cuando lo tienen no lo valoran –lo escucho
soltar una carcajada por su absurdo comentario-
- Es mejor que me vaya, no quiero seguir haciendo el
ridículo –agrega cuando ingreso nuevamente a la
habitación

- Sí, por favor. Buenas noches – se pone de pie y se acerca


a darme un beso en la frente

Espera unos segundos, hasta verme acurrucada entre las


mantas de mi cama salir.

- Buenas noches preciosa, descansa –apaga la luz y sale


cerrando la puerta

Miro el reloj despertador sobre la mesita y lo apago,


quisiera dormir otros minutos más pero es imposible con el
fuerte sonido de la música.

<¡Diablos! ¿Quién escucha música a todo volumen a las


7:00 de la mañana?> salgo de la habitación y en el pasadizo
me encuentro a Martha

- Martha ¿Y esa música? –pregunto aun adormilada,

- Es el señor Ramirez, está jugando con el niño en la sala –

A Martha no le agrada la idea de tener a Ramirez, como lo


llama, en casa. Ella es una mujer muy amable y respetuosa,
pero sigue siendo leal a Saúl.

- Gracias Martha –regreso nuevamente a mi habitación y


me tiro sobre la cama a descansar por cinco segundos
más.

Disfruto de la calidez de las sábanas y la comodidad de la


cama, mi cuerpo se acurruca entre ellas y cierro los ojos,
ese momento placentero solo dura segundos antes de ser
interrumpido con la presencia de mis Alejandros, quienes
aparecen bailando y disfrutando de esos movimientos
corporales divinos. Uno en brazos dando saltitos para
bailar con una hermosa sonrisa y el otro moviéndose con el
niño en brazos correspondiendo con la misma calidez la
sonrisa del pequeño.

- ¿Por qué tanto ruido? –le reprocho entre las sábanas

- No es ruido, es música y a Alejandro le encanta, hoy es su


día y se hace lo que a él le gusta –habla con voz muy fuerte
por la música de fondo

Si observamos y tomamos en cuenta la letra de la canción,


ambos parecen unos monitos hermosos e
inconscientemente sonrío al verlos.

- Ok, es momento de despertar. Tomaré una ducha y bajo –


me rindo, no puedo con ellos

- Te esperamos abajo preciosa – me da un beso y ambos


salen de mi habitación

Cierro la puerta y es como si la tranquilidad volviera al


lugar. Respiro profundamente y sonrío como tonta en la
soledad y serenidad de mi habitación. Y tarareando la
canción entro al baño a tomar una relajante ducha.

Unas horas después estamos intentando terminar de


decorar el jardín con algunos globos, tal como vimos en
una revista pero es imposible.

- Ya puedes decirlo –lo miro derrotada al no poder hacerlo

- ¡Te lo dije! –se encoge de hombros- ¿Ahora puedo


llamarla?

- Sí llámala –me dejo caer exhausta sobre la silla


<Unos globos me derrotaron>

Alejandro llama a la señora de la decoración y llegan tan


rápido como él lo ordenó. Decora rápidamente con globos y
agrega algunos detalles más con el nombre del niño.

- Esto ya estaba preparado ¿no es así? –lo miro molesta- tú


sabías que no podría, eres una mala persona

- No exageres, ella tenía todo listo en caso tú no puedas


hacerlo eso es todo –levanta las manos inocente, según él-

- ¡No te molestes! ¿sí? –toma mi rostro y lo levanta para


que lo mire- es un día especial no podemos pasarlo mal

Respiro profundamente para recuperar mi estado de ánimo,


y levemente dejo de fruncir las cejas. Alejandro juega
jalando mis labios formando una sonrisa lo cual me hace
reír.

- Feliz cumpleaños preciosa -y sin pensarlo se acerca


demasiado a mí, me ha besado.

Pero no hago absolutamente nada, le permito continuar y


hasta sigo el movimiento de sus labios, embelesada en sus
besos, en la extraña sensación que emana mi cuerpo ante
la fuerza de sus caricias, pareciera querer evitar me aleje de
él aunque es imposible una reacción de mi parte.

Separa sus labios de los míos y poco a poco voy abriendo


los ojos para observarlo, no sé qué hacer o qué decir al
respecto.

- Yo… yo…

- No tienes nada que decir, ve a cambiarte se hace tarde –


asiento y me retiro
Aún estoy atontada por el beso, me miro en el espejo una
vez más antes de salir y solo llegan a mi mente imágenes
de Alejandro besándome.

- ¡Andrea! –tocan la puerta- tus padres han llegado, baja por


favor –grita Alejandro

- Dame unos segundo porfa –contesto y escucho sus


pasos alejarse

Bajo las escaleras y llego al jardín, mis padres ya tienen al


bebé en brazos.

- ¡Feliz cumpleaños hija! –se acercan abrazarme

- Mamá, papá, Gracias ¿Cómo han estado? –pregunto


dándoles un beso en las mejillas

No me agradaba la idea de celebrar mi cumpleaños, pero si


el mes del bebe, por eso decidí hacer un almuerzo a
insistencia de Alejandro.

- Bien hija, tu padre estaba desesperado por llegar a ver al


bebe,

- ¡Andrea! Deberías visitarnos más seguido –exclama mi


padre- estamos perdiendo mucho tiempo lejos de nuestro
nietecito

- Está bien papá, los visitaremos más seguido

De pronto ingresa Estela con Austin y Caro con Gus, verlos


juntos me llena de felicidad.

- ¡Feliz cumple! –gritan todos al entrar

- Muchas Gracias, qué gusto verlos juntos –abrazo a la


morocha y a Gus, los cuales no veía hace mucho tiempo.
- ¡Andrea! Te veo muy bien ah… -la pelirroja abre los ojos
con una mirada pícara

- ¿Qué? Supongo te refieres a mi estado de humor o mi


ropa –le susurro en el oído al abrazarla

- Naaa… me refiero al que cuida tus sueños cada noche –


me lanza un guiño

- No cambias Estela –le sonrío

Todos felices y contentos se acercan al pequeño Alejandro.


El cual al ver a tanta gente se pone a llorar y llama a su
papá. Alejandro aparece saludando a todos los presentes y
toma al niño entre sus brazos, el cual le sonríe encantado.

La pelirroja mantiene una sonrisa maliciosa y empieza a


preguntar sobre algún tema a mis padres para romper ese
tenso momento. Mis padres ya concentrados en la
conversación con Estela han dejado de mirarme con
preocupación

<Sin duda le debo una a Estela>

Alejandro permanece a mi lado, ha caído tan bien a mis


amigos como a mis padres, aunque estos últimos siempre
lo han considerado una excelente persona.

- Andreeeaaa yiuuuu –se acerca la pelirroja con una


sonrisa de oreja a oreja- tú y él ya ¿ya? –me hace sonrojar y
reír por su tan particular forma de preguntar

- Ya ¿ya? ¿qué? –

- No te hagas –entrecierra los ojos y sé lo que viene


después de eso- ¿ya están juntos, ya caminan por el
sendero del amor, ya entraron al túnel de los enamorados,
ya hicieron click o ya hacen el amor como locos? Puedo
seguir si no me contestas ¿Ah? –la sangre ha subido por mi
rostro y me siento tan roja como un tomate.

- ¡Estela! ¡Basta! –le exijo con vergüenza

- Mi sobrino no puede llamarlo papá porqué sí –abre sus


ojos como platos

- Pues no, no hay nada entre nosotros, ni hemos entrado al


túnel, ni he pensado en caminar por el dichoso sendero, no
ha sonado nigún click y mucho menos hemos hecho el
amor –explico enumerando con los dedos de mis manos
las opciones descartadas

Antes de hablar la pelirroja ha cambiado el gesto en su cara


y respira profundamente.

- Pero si viven juntos y él es como un padre para tu niño,


cosa que a Saúl al parecer le quedó muy grande ese papel.

- Por favor Estela, todos necesitamos tiempo para sanar. Él


se ha tomado el suyo no puedo recriminarle su ausencia

La ausencia de Saúl en la vida de nuestro hijo si me dolía,


pero también comprendía cuanto necesitaba sanar, yo hice
lo mismo… me tomó varios meses encontrar mi paz,
encontrarme a mí misma, a mi amor propio. Exigirle su
presencia en nuestras vidas no era justo, él regresaría
cuando estuviera listo y si no lo hacía pues… le deseaba lo
mejor en su vida.

- Pero la ausencia es en tu vida no en la del niño. Ese


hombre –señala a Alejandro- te adora Andrea, se le nota a
simple vista.

- Estela por favor, ya basta. No es el momento ni el lugar


para hablar de este tema –le suplico.
- Está bien Andrea. Vayamos al jardín todos nos están
esperando

Salimos al jardín con algunos aperitivos y mi madre se me


acerca con el niño en brazos, por su cara puedo ver a qué
se debe.

- Me lo llevaré a cambiar de pañal, regreso en un momento


–tomo al bebe en mis brazos y entro a la casa.

Me encuentro con Alejandro en la puerta y me abraza,


acompañándonos hasta la cuna de la sala para cambiar al
pequeño. Martha abre la puerta y aparece alguien que
simplemente no esperaba ver.

- Saúl… -nos observa fijamente sobre todo el brazo de


Alejandro que permanece sobre mis hombros.

El corazón late tan rápido y me encuentro en un profundo


shock, sin poder reaccionar ante él, sin poder notar -o talvez
lo hice- el brazo sobre mis hombros.

El pequeño empieza a llorar llamando “papá” a Alejandro y


Martha se acerca a tomarlo. Saúl se ve contrariado, sobre
todo por la reacción del pequeño.

- Yo le cambiaré el pañal al pequeño, lo traeré en un


momento - Martha se retira con el niño en brazos.

Y ahí estamos los tres, en un incómodo y tenso momento.


Sin siquiera poder decir algo porque las palabras son
impronunciables y porque esa imagen ha dejado mucho
que decir.

Simplemente Te amo

Andrea-
Su perfecta apariencia me intimida, me recuerda al Saúl
que conocí durante nuestras reuniones en el Banco, pero su
mirada ha cambiado. Para eso fue el tiempo lejos ¿no?
Para sanar, cambiar, para buscar valor y afrontar la
realidad, una dura realidad que yo misma le hice ver.

Porque la última vez que nos vimos no fue una despedida


tranquila, donde nos pudimos desear suerte, donde
pudimos desear lo mejor para el otro. ¡No! Yo le grité tantas
cosas dolorosas, le recriminé cada una de sus mentiras,
cada uno de sus errores sin importarme sus sentimientos,
su dolor… sin importarme él.

Esa razón era suficiente para mí, para comprender su


ausencia. Él también estaba lastimado y necesitaba sanar,
de lo contrario las heridas se podrían abrir y explotar en
algún momento, y eso sería incluso más doloroso.

Ahora tenerlo frente a mí me retuerce el corazón, por


aquellos terribles momentos que vuelven
irremediablemente a mi mente,

- Disculpen la interrupción –su ceño permanece fruncido

- No te preocupes, siéntate en un minuto Martha traerá al


bebe –intento acercarme a el pero el brazo de Alejandro me
sostiene fuerte.

- No es necesario, mejor regreso en otro momento –se


da la vuelta y sale cerrando la puerta.

Me he quedado aturdida, incapaz de explicarle las cosas o


hablar como suelo hacerlo. Mi cuerpo tiembla nervioso ante
su salida, ensimismada en mis pensamientos. Con miedo y
temor de no verlo más, mi cerebro envía señales de alerta a
mi cuerpo que es incapaz de recibir.
- ¿Aún lo quieres? –pregunta Alejandro despertándome
de mis pensamientos

- ¿Es tan obvio? –tartamudeo

- Puedo sentir el fuerte latido de tu corazón Andrea,


¡estas temblando! –toma mis manos y me mira, pero mis
ojos rehúyen a su mirada

Todo este tiempo intenté corresponder el amor de


Alejandro, pero no pude hacerlo. Por eso siempre fui
sincera, él sabe exactamente que no lo amo. Amar no es
tan fácil como todos lo hacen ver, para mí es imposible, es
como si mi corazón fuese incapaz de acoger a alguien más;
el amor ha marcado mi vida como el fuego marca la piel,
dejando dolor y cicatrices incapaces de ser borradas.

- Sí lo amas… ¿No piensas detenerlo? –

- ¿Y tú? –la voz se me quiebra al preguntar

- ¿Yo? Por mí no vas a ser infeliz Andrea, eso jamás me


lo perdonaría. Ahora vete ¡Corre! –ordena gritando

Y como tonta hago caso a la orden de Alejandro y corro


detrás de Saúl una vez más.

<¿Por qué siempre termino corriendo tras él?> Porque


simplemente lo amo.

Lo veo subirse al auto y grito su nombre al golpe de la


puerta al cerrarse.

- ¡Saúl! –puedo sentir mi cuerpo temblar tanto como mi


corazón al no tener respuesta.

Tarda unos segundos antes de que esa puerta se abra y él


baje rápidamente. Su rostro muestra dolor, su pecho sube y
baja apresuradamente, tal vez está tan desconcertado y
ansioso como yo.

Nuestras miradas se unen y con eso es suficiente para


saber lo que pasará, nos acercamos lentamente y las
lágrimas inevitablemente caen. Me siento totalmente
expuesta a él, como siempre lo estuve.

El corazón golpea mi pecho a punto de saltar a sus manos,


el cual no encontrará tranquilidad hasta estar cerca al suyo
y sentirse correspondido.

- Andrea… -susurra al sentir mi mano en su rostro, sus


ojos brillan conteniendo las lágrimas.

- Lo siento, yo… te extrañé tanto, tanto –no puedo más y


lo abrazo, aspirando profundamente su increíble aroma
amaderado,

- Yo te extrañé mucho más, no tienes idea de cuanta


falta me has hecho Andrea – Escucho inhalar hondo-

Posa sus manos sobre mis mejillas presionando su cuerpo


al mío y pegando sus labios a los míos mi cuerpo se
estremece por completo.

- Te amo, te amo, te amo – Su agitada respiración choca


con la mía y una sonrisa aparece entre nuestras lágrimas.

Sus brazos se enredan fuertemente en mi cuerpo y me


besa con tanto amor, con deseo y pasión. Anhelaba tanto
sentirlo, acariciarlo, estoy tan feliz… inmensamente feliz.

- Me haces muy feliz, mi amor – puedo apreciar el brillo


del deseo en su almendrada y seductora mirada– pensé
que te había perdido
- ¿Por qué demoraste tanto? –me separo ligeramente de
él

- Necesitaba sanar, dejar atrás mis inseguridades, los


miedos y los celos que acababan poco a poco con mi
cordura, con mi ser, contigo. No podía permitirme
lastimarte una vez más, ni a ti ni a nuestro hijo –da un paso
hacia atrás, con un gesto abatido

Escuchar sus palabras me hacen sentir culpable, fueron


mis propias palabras las que provocaron este alejamiento,
esta soledad y estaba consciente de ello.

- Fui yo quien te apartó de nosotros, fueron mis palabras


las que te lastimaron… fui la causante de todo –al
escucharme llorar se acerca y toma mis mejillas levantando
mi rostro para mirarlo

- Claro que no Andrea, tú simplemente fuiste sincera


conmigo, me dejaste claro cuánto daño te ocasioné por mis
celos, por mi maldita inseguridad. He cambiado por ti, por
nuestro hijo, para que podamos ser una verdadera familia
¡Mi familia!

Con esta frase había logrado llenar el pequeño vacío en mi


interior, lo amaba si, lo deseaba en mi vida y por el resto de
ella.

- Saúl… -intento hablar entre gimoteos pero no puedo, la


emoción es tanta que ahora brotan por mis ojos lágrimas
de felicidad.

- Lo siento por dejarlos solos todo este tiempo, pero a


pesar de las circunstancias siempre estuve pendiente de
ustedes. Te amo Andrea, estoy completa y locamente
enamorado de ti.
- Te amo Saúl, siempre estuve completa e
irremediablemente enamorada de ti –le sonrío nerviosa,
perdiéndome en su mirada.

Me embargan muchas emociones hermosas como cuando


puse mi vida en sus manos y acepté pasar mi futuro a su
lado; y otros no tan buenos, como las mentiras y secretos
que tanto nos lastimaron. Pero todo había quedado atrás,
como un mal recuerdo que pronto olvidaríamos.

Ambos habíamos luchado por estar juntos, ambos


aceptamos nuestros errores, ambos decidimos continuar
con este amor aprovechando cada oportunidad de la vida.
No cometería el mismo error dos veces, de abandonar y
destruirme de a pocos, de alejarme conscientemente de
aquel que amo y sobre todo de aceptar comentarios de
otros sobre mi felicidad.

Yo decido, yo perdono, yo amo y acepto todas y cada una


de las cosas que la vida me tiene preparada a su lado, al
lado de mi familia. Porque ellos son mi motivo para
continuar, para sonreír y vivir. Yo ya había decidido ser feliz
conmigo misma, con mi hijo y sobre todo con él.

- ¡Vamos! Debemos entrar –sonriendo le doy un beso en


la mejilla

Entramos a la casa tomados de la mano, pude ver la


sonrisa en el rostro de Martha al entregarle al niño a Saúl.
La familiaridad con la que se miraban siendo casi
exactamente iguales, no se puede negar que la sangre
llama y la sonrisa en el pequeño lo corroboraba.

De pronto el niño empieza a decir papá y Alejandro aparece


con su desfachatada sonrisa para tomarlo en brazos.
- Te ausentaste tanto tiempo –se encoge de hombros,
minimizando el hecho- la próxima vez ella no estará
disponible para ti –puedo sentir una fuerte tensión entre
esos dos

- No tendrás la oportunidad, jamás me volveré alejar de


ellos

<¡Ey! Estoy aquí>

- Eso espero Mendoza, eso espero… si tú no la haces feliz


como debes, no te permitiré otra oportunidad.

- Está claro que la haré feliz –enarca una ceja, jalando de


mi cintura para besarme

- ¡Por favor! No hagas eso enfrente de nosotros, tenemos


cierta sensibilidad en nuestras pupilas… ¿verdad hijo?

- ¿A quién llamaste hijo? –se notaba cierto desconcierto


en la mirada de Saúl por la desfachatez de Ramirez

- Al niño o ¿quieres que te llame así? –Alejandro siempre


con esas inmensas ganas de sacar de quicio a Saúl.

- En tus sueños será tu hijo

- Estuvo a punto de serlo –enarca una ceja mirándonos


con el rabillo de su ojo

Saúl me mira y yo simplemente niego con un movimiento


de cabeza, inocente.

- Si no hubieses regresado él lo sería –agregó saliendo en


dirección al jardín.

Soy consciente del dolor y tal vez decepción de Alejandro al


verme junto a Saúl, no quiere expresarlo ni hacerlo evidente
por orgullo, pero lo puedo sentir. Estoy tan agradecida con
él por su apoyo incondicional y por el cariño desmedido por
mi hijo. Siempre estuvo para mí y me ayudó a salir adelante,
le debo la vida.

- Déjalo –tomo a Saúl del cuello de su camisa con una


sonrisa comprensiva- él se está refugiando en el amor del
niño, también debe estar afectado al vernos juntos.

- Entiendo –posa sus manos en mi cintura y jalándome a


él me besa.

Mis manos han ido a parar a su cabello, a pesar de usar


zapatos altos no llego a estar a su altura, por eso siempre
me levanta en vilo con total habilidad, como ahora lo hace.

- Saúl, tenemos visitas –logro informarle cuando sus


labios se apoderan de mi cuello pero sin ninguna intención
de detenerlo

- ¿No podrían esperar? –dice regresando a mis labios

El corazón me late tan estrepitosamente ante esas


sensaciones de sublime placer, ahogando los gemidos en
mi boca para no ser descubiertos como unos jovencitos
escondiendo su amor.

- Amor… debemos salir o pronto entraran –susurro en sus


labios

- Tienes razón –me baja con cuidado- debemos salir –se


arregla ligeramente su ropa y yo la mía.

- ¿Listo?

- Sí, vamos –me toma la mano y caminamos hasta el


jardín
Ver la cara de asombro de todos al notar la presencia de
Saúl es indescriptible, nadie esperaba verlo ahí y menos
tomando mi mano. Pagarían por ver el rostro de la pelirroja
al vernos, es escandalosamente exagerado como todo en
ella.

Mis padres estaban, de cierto modo, felices con el regreso


de Saúl. Aceptaban mis decisiones pues les he demostrado
que yo soy capaz de hacerlo, con mis errores y mis
aciertos, pero es mi vida y solo yo decidiría.

Después de unas horas llegó Sarah y Marissa con los niños,


ambas felices al encontrarnos juntos. Con su presencia y
con las celebraciones se nos hizo un poco tarde.

- Mis padres se quedaran a dormir, es un poco tarde para


que se vayan solos a casa –le informé a Saúl al
despedirnos de su familia y de mis amigos.

- Sí, me parece bien –

Me abraza por la espalda y me da unos tiernos besos en mi


cuello los cuales me hacen cosquillas y empiezo a reír
como loca. Un fuerte carraspeo nos detiene en seco.

- La casa es muy pequeña y los ruidos traspasan las


paredes, deberían marcharse esta noche, no podré dormir y
el niño tampoco, con todo su alboroto –se queja Alejandro
con su postura relajada.

- ¡Alejandro! ¡Por favor! –

- Piensalo, Martha y yo estaremos al cuidado del niño –


se encoge de hombros y entra.
Miro a Saúl para saber qué podría estar pensando y me
encuentro con una sonrisa en sus labios. Con esa media
sonrisa encantadora que ilumina mi vida.

- ¡Vamos! – toma mi mano y jala de ella, llevándome en


dirección a su auto

- ¿A dónde? – pregunta tonta, lo sé

- Vamos a casa, a nuestra casa –

Subo al auto con el corazón desbordante de amor y


ansiedad por ser suya una vez más. Saúl mantiene la
mirada fija en el camino y yo solo puedo mirarlo a él, tan
idiotamente como siempre lo hice, analizando cada
milímetro de su rostro que resulta ser tan exacto y perfecto
para mí. En mi rostro está estampada una sonrisa boba, mi
sonrisa boba que solo él puede lograr en mí.

El deseo se acrecienta por el revoltijo de sensaciones en mi


interior, específicamente en mi estómago y un poco más
abajo. El solo hecho de sentir su mano en mis piernas me
excita, me retuerce de placer. Contengo el aliento para no
soltar mis gemidos y exponer este deseo de tenerlo entre
mis piernas, pero él lo sabe, sabe exactamente lo que
quiero, él conoce cada detalle de mi cuerpo, cada zona de
placer, cada punto capaz de hacerme vibrar.

Al bajar me toma entre sus brazos, llevándome en dirección


a la habitación sin apartar su mirada de la mía. Aquella
mirada que me embelesaba durante todos y cada uno de
nuestros encuentros, desde el primer día en que lo vi.

Entramos en la oscuridad de la habitación y aún con la


escaza luz de la luna que se filtra por la ventana puedo
seguir perdida en sus brillantes ojos. Ahora confío en él, le
creo y creo en su determinación por permanecer a mi lado
por siempre. Toda sensación de dolor, desconfianza y
miedo ha desaparecido. Solo estamos nosotros…
expuestos, vibrantes y sinceros.

Saúl me baja lentamente al lado de la cama, pero no quito


mis manos de su cuello es más lo jalo a mis labios para
depositar un tierno y suave beso en ellos. Sus manos quitan
uno a uno los botones de su camisa y las mías bajan al
cierre de mi vestido.

Con total desenvoltura me desnudo ante él y acariciando


sus hombros bajo por su pecho hasta los músculos de su
abdomen. Hacerlo me enciende por completo y la humedad
en mi entrepierna grita por sentirlo. Mi corazón late
apresuradamente por él y la respiración se descontrola.

Muerdo suavemente su labio inferior y en dos movimientos


puedo sentir su lengua dentro de mi boca recorriéndola con
ansias. Su cuerpo esta tan cerca al mío. Sus manos
terminan de quitar sus pantalones para aferrarme a su
cuerpo. Sus labios bajan por mi cuello y los gemidos
explotan por los míos, como la sofocación en todo mi
cuerpo.

Muerde de mis hombros y me levanta en vilo. Apoya una


rodilla sobre la cama y me deposita en ella suavemente,
quedando a centímetros sobre mí. Sus manos acarician
suavemente mi rostro y bajan cadenciosamente por mi
cuello hasta mi pecho, liberándolos del ajustado agarre del
sostén. Sentir sus manos en mi cuerpo me hacen arquear
mi cabeza hacia atrás.

- Eres hermosa, todo en ti es hermoso –su voz excitada


me estremece- Te amo
Esa voz ronca me desarma por completo, perdiéndose
entre mis pechos, los muerde, chupa y saborea. Acaricio
sus sedosos cabellos y luego me aferro a las sábanas por
la incontrolable sensación de placer.

- Saúl –susurro al sentir su mano ingresar por mi trusa

Mi ropa interior debe estar completamente húmeda, pero


su mano se limita a jugar con mi pequeño y sensible
botoncito de placer. Sentirlo me hace retorcer, contraer y
casi contorsionarme por las fuertes sensaciones que llegan
como choques de electricidad en mi cuerpo. Jadeo y gimo
sin poder contenerme.

Aturdida abro los ojos para observarlo al mismo tiempo que


intento llenar mis pulmones de aire. Su mirada posee un
brillo sin igual, con deseo, lujuria, pasión y con esa sonrisa
arrogante que me encanta, simplemente disfruta de
hacerme vibrar.

Besa mi vientre y quita mi trusa casi con los dientes.


Ingresando entre mis piernas con su húmeda y excitante
lengua.

- Saúl – es casi imposible hablar con esas ráfagas de


placer

Cierro los ojos y en automático abro las piernas,


disfrutando del ávido movimiento de su lengua por mi sexo,
me lleva hasta el cielo con ello. Aferrándome a las sábanas,
incapaz de poder controlar los gemidos y la abrumante
sensación ocasionada por su lengua, me remuevo inquieta
sobre la cama. Pidiendo a gritos más, mucho más;
ansiando tenerlo dentro de mí.
Con ayuda de mis piernas voy bajando su ropa interior a
medida que él se acerca a mis pechos una vez más. Y
puedo sentir su duro y grueso miembro sobre mis piernas,
al cual tomo entre mis manos en un uniforme movimiento
de arriba y abajo. Sus gemidos se hacen sonoros y su
pecho se mueve apresuradamente. Verlo así de excitado
me excita aún más.

Escapo de su control y me muevo rápidamente hasta el filo


de la cama, deslizándome entre sus piernas; y lo miro. Sus
ojos brillan ante lo que haré por primera vez, aprecio
asombrada y me atemoriza la idea de introducir todo eso
en mi boca, pero lo deseo. Lo beso, jugueteo por un
momento con él entre mis labios hasta introducirlo poco a
poco en mi boca, el sabor es excepcional. Su cuerpo se
contrae, gime de placer con esa voz ronca, sé que disfruta
tanto como yo. Su mano acaricia mi cabello, empujando
ligeramente de mí, profundizando un poco más mis labios
en su miembro.

Me separo de él y Saúl toma mis mejillas, acercándose


lentamente a besarme, embelesada en sus labios me voy
levantando y acercándo a él. Me ayuda acostarme sobre la
cama y aferrándome a su cuello cierro los ojos al prever lo
que viene. Suelto sus labios abruptamente al sentir la fuerte
penetración exhalando un fuerte gemido; y me aferro a su
espalda incrustando mis uñas en ella.

- Te amo –susurro para mí, enredando mis piernas a su


cintura

Sus movimientos son tan fuertes, rápidos y seguidos.

- ¿Te gusta? –susurra en mis labios

- Me encanta, -contesto tartamudeando


Sube mi pierna a su hombro y las estocadas son cada vez
más fuertes, violentas y simplemente me fascina. Ambos
nos removemos por las incontrolables sondas de placer.
Nuestros cuerpos sudorosos, jadean liberando esa energía
propia del momento.

Paso mis manos por su marcado abdomen que me guían


hasta la gloria de nuestros sexos. Incansables nos
removemos aún más, más fuerte, más salvaje, hasta llegar
al éxtasis. Mi cuerpo se arquea, se tensa, se contrae y él
dos embestidas después cae a mi lado.

Totalmente exhaustos tratamos de normalizar nuestra


respiración y el apresurado latido de nuestros corazones.
Estira su brazo como invitación a recostarme sobre él y la
acepto sin dudar, acomodando ligeramente de mis
cabellos. Nuestras bobas sonrisas cómplices, satisfechas y
extasiadas parecen plasmarse en nuestro rostro.

Me apoyo en su pecho escuchando los latidos de su


corazón, cerciorándome de cuán rápido pueden latir por mí,
sin importarme la transpiración de nuestros agitados
cuerpos. Aspiro profundamente su agradable aroma,
embriagándome de él hasta saciarme. Sus brazos me
envuelven en un reconfortante abrazo y su boca besa mi
frente.

- Saúl, ¿en este tiempo dudaste de mi amor por ti? –


pregunto idiotamente (como suelo hacerlo) sin atreverme a
mirarlo a los ojos por temor a la respuesta.

- Si tú felicidad no era a mi lado, yo lo aceptaría –se


encoge de hombros con resignación
Fruncí mis cejas levantando la cara para observarlo, su
respuesta no era lo que esperaba. Y refugiándome
nuevamente en su pecho lo abrazo.

- Este tiempo lejos, no solo fue por mí sino también por ti,
para que pudieses aclarar tus sentimientos sin ninguna
presión de mi parte –acaricia mi cabello-. No soportaba la
idea de compartirte, de no tenerte, de que no fueras mía y
eso estaba acabando conmigo, con mi cordura, con mi
sensatez –mi duro gesto se desvanece

- ¿Las cosas no estaban bien en tu vida durante mi


ausencia?

- No, nada bien. Solo podía pensar en ti y en nuestro


pequeño, con mucha culpa. Porque yo debía cuidarlos,
amarlos y sin embargo solo había logrado todo lo
contrario… casi mueren por mi culpa, por mis errores –su
cuerpo se tensa y con voz rápida y dura se abre ante mí

Abrazo fuertemente de él, como si con eso lograse


tranquilizarlo, tal como solía hacerlo conmigo en esos
momentos de crisis, de dolor y ansiedad.

- Lo correcto era dejarte ser feliz con quien tú eligieras y


no retenerte con engaños a mi lado

- Si yo te dejaba, ¿tú simplemente te irías? – busco sus


ojos y ellos me encuentran

- Andrea te lastimé –se remueve incómodo-, y yo


aceptaría la decisión que tomaras. Solo estaba
completamente seguro de lo que yo sentía por ti, de mi
amor incondicional por ti –hace una pequeña pausa, ante
mi silencio continúa sin dejar de mirarme-. Pero eso no
quiere decir que no me duela, que no sufriría por ti –exhala
profundamente

- ¿En serio? –esbozo una boba sonrisa.

Su respuesta ha sido suficiente para hacerme sentir bien y


realmente amada por él.

- ¿Sufrías eternamente por mí? –inmadura total, lo sé.

- ¿Quieres hacerme sufrir aún más? –los labios de Saúl


se curvan

- ¿Podría? –enarco mi ceja con un gesto juguetón

- Con otros métodos claro que podrías. Pero tú también


lo harías –lanza un guiño y entiendo a qué se refiere.

- Dime cuánto me amas –abrazo su cuerpo disfrutándolo

Con sus manos me acomoda sobre la cama, sin separar ni


por un segundo nuestra mirada. Acaricia mi rostro con el
dorso de su mano y me estremezco.

- Te amo Andrea, te amo con toda mi alma, mis fuerzas y


mi vida. Tú eres mi felicidad y mi mundo. Te amo a ti, que
fuiste capaz de destruir mi orgullo, mi soberbia y
convertirme en este sensible y cursi hombre que muere de
amor por ti. Te amo por ser como eres… una inmadura y
hermosa chiquilla con el poder de manipularme a su antojo
–sin poder evitarlo estoy llorando mientras rió nerviosa por
sus palabras-. Simplemente Te amo –me sonríe tan
jodidamente hermoso

- Te amo Saúl –mis manos han volado a sus hombros y


jalo de él para besarlo.
Después de jugar intensivamente con su lengua, sus labios
dejan un rastro húmedo por mi cuello, hasta el lóbulo de mi
oreja. Acaricio los músculos de su espalda y su cabello.

Apoyándose en sus brazos, su rostro permanece frente al


mío, lo observo fijamente analizando idiotamente sus
perfectas facciones y mi mano inconscientemente recorre
su rostro.

- Eres tan jodidamente perfecto para mí –se supone que


eso era solo para mí, pero su sonrisa me dice que acabo de
decirlo fuerte y claro. Estoy completamente sonrojada y me
siento tan expuesta (y sincera) frente a él.

- Y tú eres tan jodidamente hermosa y perfecta para mí –


contesta con su sonrisa arrogante.

Nos besamos, nos sentimos, nos acariciamos como nunca.


Sentir sus labios es una exquisita sensación, me nubla y
obnubila mi mente, incapaz de pensar en algo más que no
sea él.

- Voltéate – ordena, y en esos momentos haré todo lo


que él diga, como siempre lo hice.

Se acomoda sobre mi espalda y empieza a besar cada una


de las vértebras que la conforman nuevamente el bochorno
se apodera de mi cuerpo. Acomodándose entre mis
piernas, levanta de mi cintura y me penetra. Simplemente
exquisito y delicioso.

Ahora puedo afirmar que no eran los años de abstinencia,


ni la falsa castidad por Evan el motivo por el cual mi cuerpo
exigió de manera abrumadora ser explorado por Saúl. Fue
nuestro amor, solo él pudo hacerme vibrar de esta manera,
pudo hacerme sentir nuevas y excitantes sensaciones, solo
con sus manos era capaz de hacerme vibrar como nadie.

Él me enseñó muchas formas de disfrutar, con él


experimenté una explosión de sensaciones desconocidas,
con él fui feliz y también sufrí, con él amé y odié, con él
aprendí a perdonar y a sanar, pero sobre todo siempre lo
hice a su lado. Porque a pesar de alejarlo mil veces él
siempre volvía a mí.

Saúl-

Es un perfecto día, los rayos del sol entran por la ventana, el


ambiente es fresco. Sonrío idiotamente al recordar lo de
ayer.

<Solo ella puede provocar esto en mí>

Me alejo despacio y cuidadosamente para no despertarla,


la contemplo por unos minutos los cuales parecen solo
segundos, embelesado en su hermosa y sexy figura.
Quisiera apoderarme nuevamente de ella al verla desnuda,
una fuerte sensación me enciende y tratando de evitarlo
sacudo mi cabeza y camino hacía el baño.

Tomo una ducha y salgo. Ella continúa durmiendo,


acomodo sus cabellos revueltos sobre su rostro y me alejo
a terminar de vestirme. Hago una llamada y a los veinte
minutos han llegado a la casa con lo que solicité.

Camino hasta la habitación con el desayuno en la mano,


dejo la bandeja sobre la mesita de noche para sentarme al
borde de la cama. Beso su cuello y ella se remueve inquieta
con una encantadora sonrisa en sus labios.
- Amor, está listo el desayuno-le informo

Aun adormilada se sienta y las sábanas caen dejando sus


hermosos y exquisitos pechos al aire. Ella se sonroja y jala
de inmediato las sábanas para cubrirse y yo aparto la
mirada para no hacerla sentir incómoda y sobre todo
porque no quiero parecer un descontrolado y loco hombre
hormonal, aunque sinceramente lo estoy.

- Buenos días princesa -le doy un suave beso y jalo la


bandeja a sus piernas.

- Buenos días amor – sonríe sorprendida, acomodando


su cabello en una cola.

- ¿Desayunamos? –asiente y empieza a comer una


tostada.

Al terminar, retiro la bandeja de la cama.

- Tomaré una ducha para ir a casa ¿si? –

- Adelante –me hago a un lado esperando el momento


indicado, estoy nervioso no hay duda

Se demora más de la cuenta en el baño, camino ansioso


por toda la habitación esperándola hasta que por fin lo
hace. Sin poder esperar más y torpemente arrodillado
frente a ella me atrevo a decirle.

- ¿Quieres casarte conmigo? –abro la caja del anillo y se


lo muestro,. su sonrisa es encantadora

- Sí, si quiero casarme contigo.

Me levanto rápidamente y la beso, no puedo estar más


feliz. Coloco el anillo en su dedo y agrego.
- Nos casaremos la próxima semana, no puedo esperar
más.

- ¿Qué? ¿Es en serio Saúl?

- Sí, estoy hablando muy enserio. No puedo esperar más


para que seas mía.

- Yo soy tuya

- Pero ahora serás mi esposa ante todos.

- Te amo

Sí, acepto

Hoy el sol ha brilla como en un hermoso día de verano, será


la hermosa y verde vista desde mi ventana
transmitiéndome paz y felicidad o simplemente el saber
que hoy es el día más importante de mi vida. He respirado
profundamente miles de veces sin poder creer que en unas
horas me caso.

<¡Sí, me caso!> grito en mi cabeza para creerlo.

Mis hermosas damas de honor han llegado con sus


respectivas parejas, si, Caro y Estela, para ellas escogí un
hermoso vestido rosa con escote en V, sin mangas. La
ceremonia se realizará en la hermosa hacienda de la
familia Mendoza, en unas horas… mi familia.

Alejandro es el más encantado con todo el alboroto,


disfruta de los mimos y engreimientos de la familia, sobre
todo de su padrino: Ramirez. Todos los invitados podrán
pasar la noche en las habitaciones que se les han asignado
ya que la mayoría son familia de Saúl.
Digamos que todo parece un maravilloso e irreal sueño,
desde la maravillosa decoración con hermosas rosas hasta
el hermoso vestido blanco colgando a un lado de la
ventana. Si me preguntan ¿si me vi un día siendo tan feliz?
La respuesta es no, jamás imaginé poder serlo.

Abro la puerta y tomo a mi hijo entre mis brazos,


inmediatamente Martha me hace entrar diciendo: “El novio
no puede ver a la novia antes de la boda” cuando se
escuchaba la voz de Saúl por el pasillo. Y simplemente
sonrío de oreja a oreja por el simple hecho de sentir un
ligero revoloteo en mi estómago al escucharlo.

Miro mi reloj y ya es medio día, debo comer algo y empezar


con los preparativos. Martha se lleva al niño al ver a mi
madre llegar con una bandeja de comida.

- Andrea come algo, todos se han ido a sus habitaciones


a vestirse –dice mi madre nerviosa

- No tengo hambre, tomaré una ducha.

- Apresúrate hija, el tiempo pasa muy rápido no puedes


hacer esperar a los invitados –ver a mi madre así me saca
una sonrisa.

Después de tres horas puedo decir: ¡Estoy lista! Paso mis


manos por la falda del vestido verificando que todo esté en
orden, solo falta abrochar los botones en mi espalda y
estaré perfecta. Miro mi reflejo en el espejo y no me
reconozco, me siento increíblemente bella.

- ¡Wow! ¡Amiga! Estas hermosa –aparece Estela en la


habitación- deja te ayudo con eso -

- Gracias –le lanzo un guiño y le doy la espalda para que


pueda abrochar los tres pequeños botones.
El hermoso vestido blanco tiene un escote en V realzando
mi busto, toda la parte superior es de encaje hasta la
cintura mientras la falda de tul con diseños de encaje cae
en cascada. El diseño en corte A sin mangas con un
hermoso escote en la espalda le brindan un toque de
cuento de hadas.

- ¿Tú crees que le guste a Saúl? –pregunto nerviosa

- ¿¡Qué!? ¡Estás loca! te queda perfecto. Saúl estará


encantado de verte, no lo dudo –mueve la cabeza con una
pícara sonrisa

La pelirroja se ve hermosa en su vestido de dama,


definitivamente hice una buena elección con ese vestido.

- Te quiero –la abrazo, me siento tan sensible y nerviosa

- Nada de sentimentalismo, no hasta después por favor


–a pesar de alejarse sé que la pelirroja está a punto de
llorar conmigo-. Te quiero Andrea, te deseo toda la felicidad
del mundo –reajustando su mirada se voltea, para limpiar
las lágrimas en mis mejillas

Estoy tan ansiosa, nerviosa y con el corazón latiendo a mil.

- Todo está listo Andrea –entra Marissa, Sarah y mi


madre-

- La ceremonia está por empezar

- Saúl ya está esperando hija

- ¡Luces tan bella!

- ¡Estas radiante!
Estos comentarios me están poniendo aun más nerviosa,
las manos me sudan y tiemblo como gelatina. Y escuchar
de ellas un “no te pongas nerviosa” simplemente me pone
peor.

- ¡Es hora! Vamos hija –habla mi madre


apresuradamente.

Miro por última vez el reloj de la habitación: 4:00pm,

<¿Cómo pueden pasar tan rápido las horas?> Respiro


profundo

Camino despacio contemplando el brillante camino


cercado con hermosas rosas blancas y al final está mi
padre con una orgullosa sonrisa esperando por mí.

El viento golpea mi rostro jugando con mis cabellos y miles


de recuerdos invaden mi mente al observar a Saúl a unos
cuantos metros de mí, como cuando acepté salir a cenar
con él, cuando caí en sus brazos por tomar demás, cuando
me dio aquel primer beso en mi departamento y cuando me
entregué a él.

Sonrío bobamente como siempre suelo hacerlo para él, se


ve realmente encantador con su traje negro. Su sonrisa
arrogante y su gesto nervioso me indican que realmente le
gusta cómo me veo.

La hermosa canción de Il Divo- Hasta mi final empieza a


sonar de fondo, el brazo de mi padre enlazado al mío me
brinda seguridad para avanzar y la sonrisa orgullosa de mi
madre confirma que no es un sueño, todo es tan real.
Realmente voy a casarme con ese perfecto, encantador y
arrogante hombre.
Camino firme con un fuerte nudo en la garganta por las
inmensas ganas de llorar ante la emocionada mirada de
aquellas personas que formaron parte de nuestra historia.
Y que ahora se ponen de pie para recibirme en ambos lados
del gran camino, decorado con altos floreros de cristal con
hermosas rosas y los pétalos arrojados en el piso que
tienen un solo destino: él.

Y su mirada llena de amor se posa en mí, puedo sentir su


desbordante felicidad y los nervios atacándonos, mi cuerpo
se estremece pero avanzo a su encuentro. Mi vida ahora
será suya, aunque siempre lo fue.

— Si, Acepto – dicen sus hermosos y sensuales labios

— Si, Acepto – contesto inmediatamente.

— Yo los declaro marido y mujer – declara el padre-


puede besar a la novia

Levanta el velo descubriendo mi rostro y con una


encantadora sonrisa me besa ante el aplauso de los
presentes. Rio, río tan bobamente entre sus labios producto
de los nervios y la felicidad de ser completamente suya.

Todos se acercan a felicitarnos, mi madre me abraza entre


lágrimas y mi padre me regala un suave beso en la frente
conteniendo sus lágrimas. Ambos felicitan a Saúl con un
fuerte abrazo y él de manera nerviosa se limita a
corresponder sus abrazos, es normal al no estar
acostumbrado a tantas muestras de cariño. Pero me
encanta verlo así, feliz y a mi lado.

Sarah y Javier, se acercan a nosotros a felicitarnos y Sarah


refugiándose en los brazos de su hijo llora feliz por él. A
veces me pregunto ¿Por qué las mujeres somos tan
sentimentales? Pues eso es lo mejor de ser mujer, poder
expresar libremente nuestras emociones.

Trend felicita a Saúl y yo retrocedo por instinto para mirar a


la mujer que lo acompaña, exhalo aliviada al no ser Michelle
quien está a su lado.

Mis amigas aprovechan para abrazarme entre pequeños


gritos de felicidad y simplemente las imito. Veo a lo lejos la
figura de Alejandro y me acerco a él.

- ¿No piensas felicitarnos? –le sonrío

- ¿Debería?

- Claro es mi boda

- Nunca estuve de acuerdo con eso –su gesto indiferente


se va desarmando poco a poco

- ¿Entonces no estas feliz por mí? –lo piensa un segundo


y esboza una ligera sonrisa

- ¿Te puedo abrazar o llegará tu pedante esposo a


echarme de la fiesta? –enarca una ceja

Él con sus absurdos comentarios, me acerco y lo abrazo.


Sus brazos me corresponden y me da un beso en la frente.

- Gracias –ajusto mi abrazo en su cintura. Siento su


profunda respiración y me suelta

- No seas tan sentimental, no hay nada que agradecer –


me regala una sonrisa- ahora ve con tu esposo. Nos mira
con cara de pocos amigos –acaricia mi rostro y camina por
el lugar
Miro a Saúl y no está molesto, por el contrario está
espectacularmente feliz y una vez más me pierdo en el
hermoso y seductor brillo de esos almendrados ojos llenos
de amor por mí.

- ¿Todo bien señora Mendoza? –su sexy mirada con ese


gesto arrogante, me hace sentir tan vulnerable ante él

- Todo perfectamente bien mi amado esposo –muerdo


ligeramente mis labios al decirlo

Toma mi cintura y me acerca a él, cierro los ojos pensando


que me besaría pero no lo hace. Y sobre mi oído susurra.

- Si vuelves a decirlo de esa manera tan sexy y


provocativa, no podré esperar a nuestra noche de bodas –
una corriente estremece por completo mi cuerpo y me
enciende

- ¿Podríamos irnos ahora? – sonreímos

- Estas tan hermosa –susurra en mis labios- disfrutemos


un poco más de la fiesta.

- Te amo

- Te amo mucho más

...

Cuatro años después:

Camino tranquila por la calle, reviso mi celular esperando la


luz del semáforo cambie y poder cruzar. Solo pienso en
llegar pronto al auto donde Saúl y Alejandro me esperan.
Levanto la mirada y avanzo ante la luz verde, muchas
personas vienen en sentido contrario al mío y entre ellos
puedo divisar un rostro muy familiar.
Por unos segundos es como si el mundo avanzara y el
nuestro se detuviera, mantenemos nuestra mirada y
sonreímos, es inevitable hacerlo. Mi corazón late ansioso y
comprendo que lo nuestro no se olvida. Después de unos
segundos seguimos caminando para continuar con nuestra
vida como lo decidimos.

Esa sonrisa era la respuesta a todo, no hay más dolor en


nosotros y hemos aceptado que nuestro destino no era
estar juntos. Y seguimos por el rumbo de nuestro camino,
en el cual alguien nos espera dispuesto a darnos amor, un
verdadero y sincero amor. Tal como siempre lo quisimos.

Llego al otro lado de la pista y una lágrima ha caído por mi


mejilla, la limpio con una hermosa sonrisa de felicidad, pero
no regreso a mirar. Suponiendo que él hace lo mismo, sigo
caminando por el hermoso parque disfrutando de la
tranquilidad de aquel momento.

- ¡Mamá! ¡Llegaste! –el pequeño ha corrido a mis brazos

- Discúlpame hijo, se me hizo tarde – tomo sus manitos y


me arrodillo para estar a su altura

- Te quiero mamá, ¿Podemos ir a comer fresas con


chocolate?

- ¿Otra vez? –

- Sí hijo, trae tu mochila y vamos con mami a comer


fresas con chocolate – el niño sale corriendo y Saúl toma
mi mano levantándome para darme un beso-. Recuerdo que
a tu mamá le encantaban las fresas –se burla, con una
sonrisa arrogante

- ¿Te estas burlando de mí? -


- No, no sería capaz de hacerlo. Pero... qué se siente que
te hagan comer fresas a toda hora ¿ah? –enarca una ceja

- Saúl Mendoza ¿Te estas vengando de mi por comprarte


fresas cuando estaba embarazada?

- No, el niño quiere fresas… no le podrías negar unas o


¿sí? –acepto que ha ganado esta batalla, le sonrío

Beso a mi amado esposo como siempre lo hice, con tanto


amor y deseo.

- Listo papá, vamos –grita el niño emocionado por salir

- Vamos

Tomamos la manito del pequeño y caminos juntos como


una verdadera y feliz familia.

Este es mi final feliz, con un esposo maravilloso y un hijo


hermoso.

Aprendí que la felicidad está en valorar las pequeñas cosas


que la vida nos ofrece, en apreciar la amistad y el cariño de
las personas, en ser conscientes y aceptar nuestros errores,
en perdonar y luchar por lo que amamos. La vida nunca fue
fácil pero sí es jodidamente hermosa al lado de ellos.

Ahora después de todo, soy feliz… inmensamente feliz. Solo


debemos estar atentos porque en los juegos del destino,
todo se vale.

Fin
Epílogo

Dicen que la casualidad es la sombra del destino, otros


creen que no existe y yo simplemente creo en ella como la
oportunidad para empezar otro camino.

----------------------

Evan-

Me duele tanto ponerle fin a ésta historia de amor con


Andrea, pero acepté su decisión al darme cuenta del daño
mutuo impregnado en nuestras almas, era algo que jamás
olvidaríamos. Comprendí que para el amor, las
postergaciones no existen y mucho menos el “no quiero
lastimarla”.

Considero al igual que ella, el no confesarle la verdad fue mi


peor error, no tomé en cuenta sus sentimientos, su dolor y
simplemente la abandoné cuando más me necesitó.
Aunque duela reconocerlo fui el único culpable de echar a
perder este amor y su vida con él.

Porque debí luchar contra todos por ella, debí enfrentarme


a su padre por ella, porque debí… nunca separarme de ella.
Fue mi gran y único amor como siempre lo dije, doloroso,
mágico, especial e inolvidable.

Encontrarme con ella en aquella playa fue gracias a una


hermosa casualidad y ahora gracias a esa misma
casualidad nos hemos encontrado en la calle, pero ahora
alguien más está en nuestras vidas. Nuestros caminos se
separaron pero el pasado no se puede borrar, mi corazón
siempre sentirá ese gran amor por ella.

La gran diferencia del “ahora” es que no sentimos más


dolor, ni remordimientos, ni culpas y mucho menos odio;
solo sentimos paz y tranquilidad en nuestras almas. Es tan
reconfortante encontrarla y ver la felicidad reflejada en su
rostro, ya no llora, ni sufre… solo ríe.

Hoy todo es diferente, desde el momento en que ella dejó


de ser mi prioridad comencé a disfrutar la vida con mi hija,
la cual me recordó con su sonrisa lo hermosa que puede
ser. No cabe duda de cuanto puede cambiar tu vida,
liberando tu corazón.

- Vamos Andrea, los abuelos nos esperan –aviso


tocando la puerta de su habitación

- Papá necesito un minuto más, termino de arreglarme y


bajo

- Muy bien niña, no demores –puedo imaginar su cara


de fastidio al escucharme decirle “niña”
Bajo las escaleras y doy la orden de traer mi auto. Las
maletas están dentro y todo lo necesario para nuestras
vacaciones en familia.

- Evan, ¿aún no ha llegado Austin? –mi madre sale de la


casa mirando la hora en su reloj -. Le llamaré para
encontrarnos allá, iremos avanzando en nuestro auto ya es
un poco tarde –exclama preocupada

El chofer estaciona el vehículo al lado del mío, en toda la


entrada de la casa. Mis padres suben y el auto se pone en
marcha.

<Al parecer el minuto para Azucena es eterno> pienso,


perdiendo un poco la paciencia

- ¡Papá estoy lista! –analizo la ropa de la niña y caigo en


la cuenta de lo rápido que pasan los años.

- Muy bien hija, Vamos –

Salimos inmediatamente al aeropuerto, teníamos poco


tiempo para poder llegar y abordar el avión. Al llegar
dejamos las maletas en el área encargada y subimos a la
sala de espera donde se encontraba mi familia.

- Evan, ¡por aquí! –indica Austin, levantando las manos


para llamar mi atención

- ¡Austin! –abrazo al susodicho- ¡qué bueno verte


hermano!

- ¡Evan! ¿Cómo has estado? Tanto tiempo sin verte –


saluda la pelirroja

- ¡Tío! –

- ¡Paúl! –exclamo al regresar a mirar al niño a mi lado


Estela y Austin ahora son padres de un niño, Paul heredó
los azules ojos de su padre y el color de cabello de su
madre. Es realmente un encanto el niño.

- ¿Papá quiero un jugo? –pide el niño

Inmediatamente me ofrezco a comprarlo, azucena me


acompaña pues necesita entrar a los servicios.

- Entra, te espero aquí –le digo y la niña obedece

- ¿Evan? –regreso a mirar quien me ha llamado,


¡sorpresa!

- ¡Esteban! –exclamo sorprendido, estrechamos las


manos en un saludo de amistad

- Ella es Karen mi esposa y mis hijos –sonríe el rubio

<He quedado sin palabras> Mirar a Esteban, con quien


tantas veces me enfrenté, sin una pizca de odio entre
nosotros es sin duda grandioso, porque ahora puedo darme
cuenta de lo que Andrea veía en él, en su mirada.

- ¡Qué sorpresa! –el niño es el vivo retrato de su padre y


la niña aunque es rubia se parece más a la mamá- tienes
una linda familia.

- Gracias, es bueno encontrarte –el sonido del altavoz


anunciando la partida de un vuelo alerta a Esteban-. Ese es
nuestro vuelo, debemos irnos –se despide el rubio

Me despido de ellos con una sonrisa, pensando en cómo


las personas han rehecho su vida olvidando cada mal
recuerdo del pasado. Ahora la vida es mejor para todos,
absolutamente todos.

- ¿Vamos papá?
- Claro hija

Camino con Azucena, pensando en porqué el amor no ha


vuelto a mí, quizá estoy esperando una de esas
casualidades de la vida para empezar un nuevo camino.
Una de esas casualidades donde la vida te demuestra que
siempre existe algo pensado en ti.

Quisiera volver a sentir ese amor que nos enloquece, que


nos abruma, que nos hace ser felices y mejores en todo.

Quiero perderme al sentir las caricias de alguien, sentir mi


cuerpo vibrar ante sus besos, estremecerme y no dejarla ir
nunca. ¿Amor? Eso le dicen, espero encontrarlo pronto.

- ¡Uff! Casi y no llego, aún no me acostumbro al ritmo del


trabajo y mucho menos al de la ciudad –dice la chica
sentándose a mi lado en el avión-. Por cierto soy Sofía –
sonríe

- Hola, Soy Evan –la observo detenidamente, no estoy


para iniciar un jueguito con una niña. Ya pasé por algo así y
no quiero repetirlo.

<Debo conseguir a alguien mayor> me digo, escuchando a


la linda joven hablar sin parar. Debe estar en sus veinte y
esto es.

- Estaré tres días en Miami por trabajo y ¿tú?

- Nosotros nos vamos de vacaciones

- Ya veo. ¿Ella es tu hija? –mira con asombro a Azucena-


pero eres un papá super joven y muy guapo por cierto –
sonríe
¡Diablos! Puedo ver ese brillo en sus ojos y no me agrada
para nada notarlo. Es una niña y ya he tenido bastante de
ellas.

- Disculpa quisiera descansar un poco –me sobremuevo


en el asiento buscando mi comodidad.

- Lo lamento creo que cometí una indiscreción –borra


inmediatamente la sonrisa de su rostro y voltea a mirar al
pasadizo.

Una especie de arrepentimiento me invade, culpable por


ofenderla. Y aunque me arrepentiré después le vuelvo
hablar.

- No lo hiciste –su rostro gira a mirarme y poco a poco


su sonrisa se ensancha en sus labios, al igual que el
enrojecimiento de sus mejillas- Eres una joven muy
simpática también –le sonrío escasamente.

- Gra… Gracias –verla así me recuerda a… a nadie, y


sonrío tontamente como si me acordase de algo
comprometedor.

Pero si quieren saber más de estas… "Casualidades". Estaré


encantado de contarles

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