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La revolución de la imprenta
En la difusión de la imprenta se aliaron dos factores ajenos por completo a ella: las guerras en
Alemania, que forzaron a la diáspora a muchos impresores, y el auge de las rutas comerciales
europeas, verdaderas vías de intercambio de bienes materiales y culturales. La expansión del
conocimiento y su producción material ya no será lo mismo a partir de ahora. La imprenta fue,
de hecho, la primera revolución tecnológica de gran calado de la Edad Moderna que, al
modificar la recepción y relación de los ciudadanos con los textos escritos, abrió la puerta a
todas las revoluciones posteriores ya fuesen ideológicas, religiosas o políticas.
Los impresos en caracteres móviles desde los orígenes del arte tipográfico en 1450 hasta 1500
inclusive reciben el nombre genérico de incunables (del latín incunabulum = literalmente “en la
cuna”). Aunque la imprenta no apareció ni se desarrolló por igual en todos los países, poseen
una serie de características comunes:
El siglo XVII es un siglo de crisis económica, provocada por los largos conflictos bélicos que
consumieron los recursos de las potencias europeas. Los enfrentamientos religiosos hicieron
desaparecer la idea de la unidad de Europa, muy especialmente tras la Guerra de los Treinta
Años, que consolida la división del continente entre católicos y protestantes. Este hecho motiva
que el latín pierda vigencia a favor de las lenguas nacionales.
Paradójicamente, en este período surge el embrión de lo que más tarde serán las bibliotecas
públicas. Fueron bibliotecas creadas por hombres generosos que veían positivo emplear su
riqueza en poner al servicio de los hombres el conocimiento acumulado en los libros. Son las
denominadas bibliotecas académicas humanísticas que se abren a todo tipo de lectores, sobre
todo estudiosos y eruditos, sin distinción de usuarios en cuanto a los requisitos previos para la
consulta de los fondos. Por primera vez se establecen horarios de acceso público, legalizándose
el derecho de acceso a la lectura sin tener que cursar previamente una solicitud.
Otro aspecto fundamental de este período fue el nacimiento de la figura del bibliotecario
profesional, como el francés Gabriel Naudé (1600-1653), lo cual favoreció la conversión de las
bibliotecas en instrumentos de trabajo al servicio de la alta cultura. Se asientan las técnicas
bibliotecarias, como consecuencia del incremento de las colecciones. Surgen necesidades
inéditas de control y ordenación. El bibliotecario no asume sólo la responsabilidad de comprar
los libros, sino que también asesorará al lector. El libro es más valorado por su contenido que
por su aspecto o los materiales que se utilizaron en su producción. Deja de estar encadenado a
pupitres y bancos, para pasar a estar protegido por mallas en estanterías.
Amsterdam toma el relevo de Venecia y Florencia como capital mundial del libro. La familia
Elsevier será la familia de impresores más importantes de la época. Esta dinastía de impresores
comienza a trabajar en segunda mitad del siglo XVI. En la actualidad continúa existiendo y es
una de las editoriales más potentes en publicaciones científicas y electrónicas. Los Elzevir
responden más al perfil de empresarios que al de editor humanista y erudito de la etapa
anterior, preocupándose de crear una buena red comercial para vender sus productos. Su éxito
radicaba en una original combinación: copiar las fórmulas del pasado (libros en pequeño
formato a buen precio) añadiendo innovaciones en el modelo de negocio (vendían tanto su
propia producción como la de otros impresores). Se instalaron fuera de Holanda y sus ediciones
se distribuyeron por toda Europa.